ECONOMIA Y COMERCIO DE CANARIAS

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DIARIO INDEPENDIENTE DE LA MAÑANA

Diario de un lector

Empresa: «Herederos de Leoncio Rodríguez»

Un jesuíta español, en París

Editor: JOSÉ RODRÍGUEZ RAMÍREZ™""^ Director: JOSÉ MANUEL DE PABLOS CQELLO Dirección, Redacción, Relaciones Públicas, Administración, Talleres e Impresión Avenida Buenos Aires, 71, Santa Cruz de Tenerife.

Número 13.751. Año XLIV Teléfonos: (922)21.10.00 (8 líneas) Apartado de Correos, 97 Télex: 92.184. Diao-E. Depósito legal Tf 32-1958. Franqueo Concertado: 38-2. Delegación en el Puerto de la Cruz, Edificio Victoria VentosoC, 501, Polígono El Tejar. Teléfono: (922)38.03.25. Delegación en La Palma: Santa Cruz, Calle Real, 44-l°-7 a . Teléfono: (922)41.26.00. Redacción en Las Palmas: Paseo Tomás Morales, 3-4°. P. 11, Edificio Cristal. Teléfono: (928)36.65.29 Telex: 95.456 Diao-E (Las Palmas) Servicios informativos: Efe, Colpisa, Fiel, Europa Press, Recopress, Mencheta, Sen (Servicio Empresarial de Noticias).

NCONTRARSE a un jesuíta español en las librerías de las calles de París, acabado de traducir, es una sorpresa. Y de las grandes. No nos debe de extrañar porque se trata de Baltasar Gracián, ese personaje nacional que ha dado mucho quehacer al mundo de la cultura occidental. Hay, lo hallamos aquí entre tantas obras incitantes, el escaparate propicio, pidiendo la voz y la palabra para dejarse oír. Una sorpresa, sí, un aviso, a todos nos ha cogido desprevenidos. Un nombre que ha saltado de rama en rama, de vez en cuando, con tantos sustos inesperados. El moralista que nos dejó siempre perplejos, porque de pronto lo veíamos en los lugares más extraños, con sus in-

fluencias más raras, las lecturas que nos sorprenden por su conmovedora contradicción cuando éramos jóvenes, cuando nos sentimos más maduros, cuando el recelo nos acompañaba porque dudábamos de todo y no queríamos. Aún no sabemos porque este Baltasar Gracián fue en tantas circunstancias el hombre que nos ofrecía con el máximo esmero el pensamiento más difícil, pero el más profundo concepto que necesitábamos emplear para redondear cualquier reflexión más o menos atinada, el que nos regalaba el más afilado aforismo para quedar bien al poner el punto final de una crónica de circunstancias. Una deuda larga, laboriosa pero inmediata, que siempre nos llenó

Temas isleños

Economía y comercio de Canarias

E

L desarrollo económico de Santa Cruz de Tenerife —de la Isla toda— siempre ha marchado paralelamente al de su puerto, ese que, antes reducido al Muelle Sur, hoy se extiende desde casi el mismo San Andrés al campo de boyas de La Hondura. Antes —repetimos— era sólo el Muelle Sur, al que luego se unieron los Muelle Norte y Dique del Este. Nació el Muelle de Rifera en dos etapas, se prolongaron los Muelles Sur y Dique del Este y, más tarde, nació en la costa el de Contenedores y la nueva Dársena Comercial. Con la Dársena Pesquera, el puerto de Santa Cruz de Tenerife -desde

Para ahorrar agua:

Mientras se lava los dientes no deje el grifo abierto todo ese tiempo; tampoco mientras se enjabona las manos.

San Andrés a La Hondura- tiene zasen de esta prerrogativa fue cauante sí el porvenir que nuestros an- sa principal del desarrollo marítitepasados le pronosticaron, el por- mo y comercial a que antes hacíavenir que se trazaron como meta y, mos referencia. con plena ilusión y voluntad, fueCifras de entonces cantan y proron a lograr. Y lograron. claman, con meridiana claridad, Una antigua crónica de Santa aquellas importaciones que, cenCruz —que data de allá por los años tradas principalmente entre Cana70 del pasado siglo— decía respecto rias, la Península e Inglaterra, alal tráfico portuario y comercial lo canzaban 4.785.000 reales vellón siguiente: «El viajero que se presen- con la primera y 10.078.826 con la te en Santa Cruz de Tenerife, no su- segunda. frirá las trabas y molestos registros Era Europa el continente que en su equipaje que se experimentan mayor proporción de comercio daen todos los puertos y fronteras. ba a Canarias, mientras que, en Declarada la provincia de Canarias menor cuantía, el ya tradicional Puertos Francos por Real Decreto con los Estados Unidos y las Antide 11 de julio de 1852; es decir, su- llas—en especial con Cuba— repreprimidas las aduanas, no existe la sentaba también un alto porcentaje inspección de los carabineros, pu- del total. Desde Jacksonville se imdiendo el viajero trasladar sus ma- portaba madera, que hasta bien enletas desde el bote que al muelle le trado el siglo actual continuaba lleconduzca a la fonda donde vaya a gando a Santa Cruz y Puerto de la hospedarse; en cuyos estableci- Cruz en esbeltas goletas de tres y mientos encontrará buen servicio, cuatro palos que, dada su carga, comodidad y baratura». eran barcos con olor a bosque. En verdad que la circunstancia Otra de las importaciones destade que los puertos de Canarias go- cadas era la del guano, aquel cele-

Juegueaganar.

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Bingo P.D. La Victoria (Tenerife) Línea D. Ventura Víveres Ventura, San José, 86 Santa Brígida {Las Palmas)

2033

bre guano natural necesario como abono para las tierras isleñas que comenzaban a dar frutos espléndidos. Este guano, que procedía de las islas Chinchas —en el Pacífico peruano— venía en verdaderos «clippers» que hacían la ruta dura y terrible del Cabo de Hornos. Y volvemos con la vieja crónica que, con todo detalle y meticulosidad, nos dice de aquel comercio exterior tinerfeño: «El principal artículo que constituye el comercio de exportación es la grana o cochinilla, cuya exportación por el puerto de Santa Cruz para el extranjero ascendió por término medio, en el decenio de 1853 a 1862, a la cantidad de 681.699 libras castellanas de cochinilla, 20.720 de granula y 20.033 de polvo, y para el Reino, 13.894 libras castellanas de cochinilla, 360 de granula, 2.490 de polvo. La cifra de exportación varía, pues tenemos que en el año de 1869 se exportó por este puerto la suma de 858.504 kilogramos de cochinilla, 1.432 de granula y 21.138 de polvo. De este artículo (cochinilla) se exportó por vez primera el año 1831 sólo ocho libras. Además se exporta el rico vino del país de Tenerife y algunos otros artículos». Y, entre tales otros artículos —quesos, papas, cebollas, etc.— con destino casi todos a Cuba, esta isla entonces española adquiría en Tenerife las piedras de filtro, complemento de los bernegales, pescado salpreso y, principalmente, las losas de las canteras del Sur de la isla, «losas de Chasna», para pavimentar las calles de la mayoría de las ciudades de Cuba. Así se abrió la isla al comercio. Así, Tenerife hizo llegar la fama de sus artículos a todos los puntos que, poco a poco, con verdadera voluntad se fueron alcanzando como mercados de consumo. Luego llegó la etapa del plátano y el tomate. Los muelles crecieron y aumentó la actividad agrícola. También el tabaco se estableció con fuerza industrial en el Archipiélago y, con La Palma, llegó a rivalizar con las mejores labores de Vuelta Abajo. Pero la isla —todas las islas— soñaban, lo hacen aún, con una mayor expansión de su comercio e industria. Y a ello se va, pues, a pesar de los años transcurridos, no se olvida que aquella citada crónica —vieja, amarilla por los años— terminaba con un esperanzador «Este es el risueño porvenir que nos está reservado».

Juan A. Padrón Albornoz

de alegría, ya que nos servía para quedar bien lo mismo cuando se trataba del hombre, de la moral, de la patria, de la religión, de la belleza, de la misma metafísica. Nos considerábamos con este Baltasar Gracián, como un español muy agradecido. Nos explicamos muy bien que agradecidos se habrán sentido también los franceses, los alemanes o los italianos, hasta donde llegó este Baltasar Gracián, con su biografía tan enredada, los libros controvertidos, sometido a muy humillantes envidias. En las historias de la literatura española hay bastantes jesuitas importantes, desde el Gran Fundador, que fueron muy discutidos. Entre dominicos, Jerónimos y agustinos, franciscanos o benedictinos, los jesuitas formaron siempre unas tribus que nos han mantenido reiteradamente en pie de guerra. No nos olvidemos que ellos tienen sus generales. En algunos momentos de nuestros anales, con esta orden sacerdotal no se podían montar batallas de cualquier índole, tradicionales, académicas o tontas. La agudeza y arte de ingenio» está ahí para demostrárnoslo. Con el Padre Juan de Mariana, his.toriadpr, con el Padre José Francisco de la Isla, novelista, y con el Padre José María Díaz Alegría, sociólogo, de hoy, con ninguno se pudo jugar jamás con fuego. Sus obras fueron panales donde se movieron muy vivamente los insectos más laboriosos, combativos, críticos, originales u osados. Eran «hombres en su siglo», que, como el mismo Baltasar Gracián reconoce, no tuvieron lo que se merecían. No sabemos si este aforismo lo escribió Baltasar Gracián para su propia tranquilidad. Pero la verdad es que este español ilustre no dejó de ser un hombre de su siglo, estuvo siempre engarzado con él, a veces bien, a veces mal, pero si conviene afirmar que otros siglos fueron los suyos por derecho propio, y aún en el nuestro, su esclarecida presencia está muy bien marcada. Antes de seguir queremos informar de que el periódico «Le Monde», de París, el mejor de Francia, le acaba de dedicar a este Baltasar Gracián unas páginas especiales con motivo de la aparición de la primera traducción que se hace de la famosa obra del jesuita aragonés, «Agudeza y arte de ingenio», con esta versión que no nos gusta mucho, «Art et figures de l'esprit», una tarea realizada por B. Pelerin, en las Eddicones Seuü, tan prestigiosas. En los años veinte de este siglo se dieron a conocer varios libros de Baltasar Gracián en este país. ^Después vino un largo silencio que se ha roto con esta última publicación que he mos citado. Llevar a otro idioma a Baltasar Gracián es quehacer más complicado que trasvasar al nuestro a James Jayce, Heidegger o Philippe Soílers. No está de más estar descubriendo siempre a Baltasar Gracián que no nos atrevemos a decir que descubriera un estilo jesuita, pero sí que los jesuitas; sus hermanos de luchas y fatigas, también de dominios esprituales y políticos, lo admitieran como a uno de los crea-

dores de un pensamiento, tejidos y formas que expresaban las más profundas maneras de estar en el mundo de su tiempo, entre el conceptismo más brillante, el culteranismo como arma defensiva, y la ambigüedad, el único método de alcanzar la verdad divina y humana que se nos está escapando siempre de las manos. Hoy vemos a este Baltasar Gracián en una imaginaria visita a París, se detendrá frente a las librerías, solo, con las últimas traducciones de sus obras, recibiendo el homenaje de los franceses, él que ya se había hecho sentir en los textos de tantos pensadores independientes, de La Rochefoucault a Chamfort o Vauvenargues, en el amado Fenelon, sin duda, hasta el mismo Abbé Brempnd de este siglo, jesuita también, figura excepcional lo mismo cuando habla del sentimiento religioso de su país a través de la historia que cuando se encara con el arte de todos los tiempos hasta el más moderno asimismo. Y no hablemos del pensamiento alemán, de Leibnitz a Schopenhauer y Nietzsche con sus cercos tan ofensivos. Y para que hablar de John Buncan y el «Pilgrim Progress», más tardío, desde donde se empareja con una literatura docente, circunstancial pero escandalosamente progresiva, casi una utopía que nos está recordando siempre e «El héroe», «El criticón» o «El discreto», claves escudriñadoras de lo mejor de la razón europea de estas centurias, de una razón que sin sutilidad, agudeza o arte de ingenio, no sirven para nada. Una hermenéutica recurrente e infinita. No nos olvidemos que nuestro Baltasar Gracián por disparidad, por exageración o por enigma, ponemos solo estos tres casos, puso a nuestro servicio unos instrumentos de trabajo literarios que él solo fue capaz de usar con la mayor eficacia. No nos atrevemos ahora a reconstruir la figura, la presencia, la persona viva, hecha y cansada, la palabra dicha, era un incansable alegador en la conversación, el sermón o el alegato, con ese rostro más o menos seráfico de algunos retratos amañados de su época, la plácida mirada, o su pequeño cuerpo entre canijo, equilibrado y bien puesto, caminando con apremio por estas calles de París del seiscientos, dispuesto a encontrarse con cualquier Blaise Pascal en las alamedas del Sena, las que cruzan los puentes viejos que van a dar al Barrio Latino, unos años antes de que aparecieran «Las cartas provinciales» del moralista francés, que tan mal se llevó con los jesuitas. Uno frente al otro, quien era Critilo y quien Andrenio. Al único que nos pudiera descifrar este enigma, el Zahori de «El criticón», no nos atrevemos a interrogarlo en 1983, porque es muy posible que estac dos grandes figuras de nuestra historia cultural, Blaise Pascal y Baltasar Gracián, no harían sino confirmar «la fragilidad de la vida humana». Así, al menos, nuestro Baltasar Gracián, se hubiera expresado.

Domingo Pérez Minik

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