LA PRIMERA MURGA Y EL CAÑONERO LAYA

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La primera «murga» y el cañonero «Laya» ESDE hace tiempo, ya se presiente —ya se siente— un amplio aire alegre y festero en toda la Isla. Ya el dios Momo hace muecas y visajes mientras —-siempre alegre— muy en alto agita el cetro rematado por grotesca cabeza, el símbolo de la locura. El hijo del Sueño y de la Noche —dios de la burla y la censura— se acerca al compás vivo del hondo redoble del bombo y el metálico sonar de los platillos. En Santa Cruz de Tenerife —en la Isla toda— los escaparates del comercio se pueblan de los mil y mil vivos y alegres colores que, entre sus pliegues, dejan ver las máscaras que, como promesas para el Carnaval, nuestro entrañable Carnaval santacracero, aunan fácil y delicadamente todo un terror difícil y grotesco con las carcajadas plenas y sanas. El Carnaval está ya a la vuelta de la esquina. Quedaron atrás —muy atrás— aquellas Fiestas de Invierno que, durante años, ocuparon su lugar. Ahora, como hace muchos años, los barrios de Santa Cruz —toda la Isla del Teide— se adornan con sonar y resonar de bombos, con voces alegres, muy alegres, y armonías de guitarras y bandurrias. Ahora se ensaya y ultiman detalles a marchas forzadas y, paralelamente a este verdadero prólogo musical, bien se escucha el zumbido —monótono y rápido— de las máquinas de coser que ultiman sus tareas. Las rondallas —las tradicionales rondallas— envueltas en las capas sonoras de sus músicas, se preparan para, con brío, acudir al certamen anual. Este, con aires de zarzuelas, cadencias de habaneras y alegres cantos del viejo Carnaval santacrucero, es número esperado y obligado en la plaza de toros cargada de años y recuerdos. En todos los barrios de Santa Cruz, las murgas ensayan y ensayan. Respaldadas por redobles de bombos —todos con aire marcial y, paradójicamente, alegre— ellas son un muy elevado porcentaje de la alegría de nuestro Carnaval tinerfeño. Las murgas llevan en sí, muy adentro, todo el espíritu crítico, alegre y censor, de la antigua y siempre nueva ciudad que, por Añaza, nació y creció —crece y crecerá— al filo de la ola, a la misma vera de la mar alta y li- En el cuartel de San Carlos —que ahora desaparece en parte— la actuación de los marinos del «Laya» en 1919. De aquella «chirigota» derivan las actuales «murgas» que, desde Santa Cruz, se han extendido a todas las islas bre. Son parte del alma de Santa Cruz, ciudad que una vez al año censura y crítica con música y Entre los antiguos Carnavales, ron toda el alma que en ellos la- tiguo fuerte de San Pedro— Santa Cruz de Tenerife, desde las —también con música gangosa y aquellos de 1936 y los de hace tía, que en ellos vivía. donde era meta de los incipien- que luego pasaron a toda la Isla, penetrante de instrumentos arte- unos años, dos guerras, la civil Alguien dijo que el porvenir tes nadadores de la playa de a todas las Islas. sanales de cartón piedra— apor- y la segunda mundial. Pero nun- no existe, que no existe más que Ruiz. Para tales nadadores, priAhora, cuando vuelve el sonar ta ideas y soluciones, mucho y ca anclan en la niñez los gran- el pasado; que nuestras esperan- mero eran las gabarras carbone- y resonar de los bombos, retorbien, muy bien, laboran por el des dolores y, así, con las sere- zas —las del que las tenga— no ras y los aljibes flotantes la meta namos a la buena y sencilla hisfuturo de los barrios extendidos nas alegrías de la edad madura, son sino recuerdos: recuerdos de de sus hazañas natatorias y, lue- toria del «Laya», cañonero que entre la mar dura y la tierra volvemos a los inocentes place- esperanzas. Pero, eso sí, porve- go, las cadenas del «Laya», llenó todo un capítulo de la hisfresca. res de la niñez y a las fogosas nir y pasado existen pues, con el siempre con toldos dados y los toria del puerto tinerfeño. Como En toda la ciudad, buen humor alegrías de la juventud. segundo, construimos todo nues- tangones zallados, ambos —a ba- sus gemelos, fue diseñado por la y alegría, músicas, risas, serpenCuando después de jornadas tro porvenir. Todo esto nos vie- bor y estribor— con los botes del Brown inglesa y, de acuerdo con tinas y confetis. Y, siempre muy de horas infinitas y plenas ne a la mente a la vista de las dos servicio amarrados y a la espera la Ley de construcciones navales al fondo, el redoble de los bom- —muchas horas infinitas y antiguas estampas que datan de de, a boga arrancada, poner proa de 1908, en 1911, se arboló su bos que anuncian el paso de las plenas— llegamos al sereno oca- 1919, año en que, frente a la mar- a la marquesina. quilla en una de las gradas que Por 1919, el «Laya» estaba ai en Cartagena tenía la Sociedad murgas. so, evocamos la vida hecha de quesina, se encontraba de aposNuestras máscaras —nuestro sombra y luz —de alegría y de tadero el cañonero «Laya», de la mando del comandante De Rive- Española de Construcción Nara y su dotación compuesta por val. Allí nacieron a la mar sus Carnaval— no tiene, nunca lo dolor— y, también, el Carnaval Marina de Guerra española. 130 hombres entre oficiales, su- tres gemelos y, ya en 1913, el En los últimos años de la Prituvo ni nunca lo tendrá, el aire que hizo historia en Santa Cruz mera Guerra Mundial, el «Laya» boficiales, cabos y marineros. «Laya» mantenía misiones de vitriste que nos llega, cargado de de Tenerife, en la Isla toda. años, en la prosa de Gutiérrez Los que amamos a Santa Cruz —gemelo de los «Bonifaz», «Re- Casi todos eran gaditanos y, en gilancia en las costas de MarrueSolana. Este tiene y bien man- inmensamente y sinceramente calde» y «Lauria»— bajó a San- aquel Carnaval de 1919, organi- cos. De 800 toneladas, el «Laya» tiene toda una gracia, toda una —y somos todos— volvemos ta Cruz de Tenerife para, desde zaron una de las conocidas «chielegancia, por las calles bende- ahora al libro que, en 1983, pu- aquí, realizar misiones de vigi- rigotas» que, con éxito total, par- tenía 65,45 metros de eslora, 9,1 cidas por la sonrisa del sol. blicó el Ayuntamiento de esta ca- lancia, dado que, con frecuencia, ticipó en las fiestas de Santa de manga y 2,90 de calado. Su etampa marinera —muchos bien Sobre la alegre claridad de pital: «Historia del Carnaval de los submarinos alemanes opera- Cruz. En las dos imágenes, ya car- la recuerdan— era elegante y Santa Cruz, pronto la amplia ale- Santa Cruz de Tenerife», obra de ban entre las Islas y, en cierta gría del Carnaval, todo un brillar María del Amparo Santos Perdo- ocasión, en aguas del Hierro gadas de historia, la exhibición airosa, con proa de espolón iny rebrillar de colores, un sonar mo y José Solórzano Sánchez. hubo un encuentro entre uno de que en el cuartel de San Carlos cipiente, popa de crucero, dos y resonar de músicas. En toda la Para siempre —esto es, para des- tales «U-boats» y un buque de la —que ahora desaparece en palos en caída y chimenea a son parte— hicieron los marinos del de ellos. A proa —y a banda y ciudad, un fulgor de estrellas que pués de después— ambos auto- Royal Navy. nos rompe los ojos, poderío de res fueron a los antiguos rincoEn 1918 llegó la paz al mundo «Laya» hace décadas y años. banda— repartía dos piezas de 76 ia luz y los sonidos y, para mu- nes, a escudriñar la sencilla y y «Laya» continuó barado en Con su humor, con toda su am- milímetros, sistema Vickers, y chos, evocación de tardes de le- profunda historia, a ver lo que aguas de Santa Cruz de Tenerife plia gracia, ellos dieron amplia en la toldilla dos similares que, jana infancia, días de niñez y pe- había vivido y sufrido. Y, así, en —siempre entre la marquesina, vida a las «murgas» que, desde montadas en diagonal, podían quenez. cada uno de sus escritos pusie- el «muellito del carbón» y el an- entonces, recorren las calles de hacer fuego tanto por estribor

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como babor. Dos ametralladoras completaban el armamento del «Laya», buque que, con dos alternativas de triple expansión —que tomaban vapor de dos calderas Yarrow— daban media de 13,5 nudos. Tras su etapa en Canarias, el «Laya» volvió a las aguas de Marruecos y, tales fueron sus intervenciones —Sidi-Dris, Afrau, etc.— que se le concedió la Medalla Naval, impuesta en 1922 por el Rey Don Alfonso XIII con el buque atracado frente a la sevillana Torre del Oro. El «Laya» —el cañonero cuya dotación gaditana inspiró en Santa Cruz de Tenerife las ya tradicionales «murgas»— se encontraba en Cartagena cuando, en julio de 1936, comenzó la guerra civil. Posteriormente pasó a Valencia, puerto en el que permaneció hasta que, en julio de 1938, fue alcanzado por impacto directo durante un ataque aéreo. Allí quedó —velaban palos y chimeneas— hasta que, reflotado en plena paz, fue luego desguazado. Primero con tronar de cañones e impactos de bombas —luego con el chisporoteo alegre y casi verbenero de los sopletes de oxiacetileno— para siempre se fue de la mar la estampa elegante del «Laya», el cañonero de la Marina de Guerra española cuya dotación «importó» a nuestra ciudad las «chirigotas» gaditanas, las actuales y muy celebradas «murgas», todas con dedicación e historia. Las «murgas» siempre han tenido —siempre han mantenido y mantienen— una actividad febril que nunca ha trabajado en el vacío. Lanzan sus flechas pero, eso sí, siempre ponen en sus puntas las flores que dan dulzura al agrior. Son la auténtica fiesta de todos —la de multitud asombrada y festiva— pues, al soplo de una inspiración local e inspiradora, todas ponen el sello de un estilo personal. En las imágenes, muchos encontrarán toda el alma de la infancia, de cuando todo era alegría, niñez de gozo tranquilo y despreocupación. Luego llegaron las quemaduras y amarguras del dolor —verdadero pan del hombre— y los rencores de las desilusiones. Pero, eso sí, todos los de la ciudad tibia y tiente —la que siempre bien vivió el Carnaval— mantuvieron en el corazón de sus corazones toda una niñez y pequenez, toda una juventud que vuelve con un rebrillar de estrellas. El cielo de muchos años se apoya en las imágenes de la primera «murga» que alegró los Carnavales de nuestra ciudad, los del amplio buen humor y la alegría que —cuando llegamos al sereno ocaso, tras jornadas de horas infinitas y plenas— nos recuerdan que la juventud es imaginación, fuego, impulso, espontaneidad creadora. El Carnaval tinerfeño siempre ha dejado —deja y dejará— hambre de recuerdo en el corazón de todos. Y es que es sencilla alegría —todo un relámpago de luz serena— el cielo de nuestro Carnaval. En la vida, hecha de sombra y luz —de alegría y dolor— ahora el Carnaval, la evocación de la primera «murga» chicharrera, también primera de Canarias. Ahora, sigamos con el Carnaval pues, bien lo comprendemos, Momo es hijo del Sueño y, reflejo de tal divinidad, queremos seguir soñando. A tal sueño nos invita la visión de la «murga» que inició todo un capítulo, hoy pieno de esplendor, en el Carnaval de Santa Cruz, de toda la Isla del Teide, de todas las Canarias.

Juan A. Padrón Albornoz


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