LAS FIRM
EL DÍA, Tenerife, domingo, 4 de marzo de 1984
Temas isleños
Leopoldo Domínguez González, todo un hombre de la mar ECIENTEMENTE, don Leopoldo Domínguez González, maquinistajefe durante años en los barcos de la Compañía Trasmediterránea, recibió la Medalla de Plata del Instituto Social de la Marina. El acto, sencillo y pleno de emoción, tuvo lugar en el salón de actos de la citada entidad, donde el secretario general, don José Antonio Sánchez Riera, impuso al señor Domínguez González la merecida distinción, el merecido galardón a su dilatada vida en la mar. Con el señor Domínguez González, compañeros de la mar y de la tierra, representaciones oficiales y personas que, como él, sintieron —sienten— la honda llamada de toda la mar. Fue un momento que, sencillo, tuvo la evocación de las olas de frescura, del áspero roción de las del temporal, de todos los mil caminos de la mar azul. Don Leopoldo fue de los muchos isleños que sintió la llamada de la mar alta y libre y, tras sus estudios en la Escuela Oficial de Náutica y Máquinas de Santa Cruz de Tenerife, en 1943 embarcó como alumno de máquinas en la motonave «Villa de Madrid», de la Compañía Trasmediterránea.
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Del rítmico respirar de los motores, don Leopoldo pasó a la alternativa de triple expansión que daba vida en la mar al aquí bien recordado «Escolano» que, gemelo del «Romeu», había nacido en gradas cartageneras cuando la primera guerra mundial terminaba. Barco con buena siembra de puntales, como los anteriores pertenecía a la cofradía de los huéspedes fijos del Muelle Sur. Allí vivió un tiempo al ritmo cansino de la alternativa del buen correo de la Trasmediterránea para, luego —y ya como segundo y primer oficial de máquinas— pasar a los «Zurrióla» y «Urumea», cargueros con cierta gracia en las arboladuras y algo de altivez en las chimeneas de mucha guinda y en candela. Eran vapores de ayer, de los que iban por la mar dejando penachos negros y airosos que, como palios, quedaban sobre las blancas estelas. Supo don Leopoldo de los mercantes de una marina casi romántica, de los que molieron la mar con monótona constancia en la línea de Canarias —de su Tenerife natal— y, además, de los que bien supieron encontrar ante sus proas la pura soledad del océano.
En el barco de línea precisa y preciosa, con un sello especialísimo de construcción, don Leopoldo vivió sus primeros días en la mar. Era época de guerra mundial y, con los colores españoles en amuras y aletas —el nombre a media eslora— el «Villa de Madrid» navegó en paz sus singladuras entre la Península y Canarias. De él, don Leopoldo pasó a navegar en el «Dómine», otra buena motonave de la Trasmediterránea en la línea de las islas.
Posteriormente, el señor Domínguez González embarcó en el antiguo «J.J. Sister», aquel buen correo de la Trasmediterránea con chimenea en caída —a son de los palos—, puente de caoba y popa de «lomo de ballena». En este barco, bien ligado al servicio interinsular, don Leopoldo participó, cuando la campaña de Ifni, en el transporte de tropas desde Cádiz y Canarias y, ya en julio de 1961, pasó como jefe de máquinas al «Vicente Puchol» gemelo del
anterior y bajo la misma contraseña. En el «Puchol» —que se diferenciaba del «Sister» en que la chimenea era baja y con sombrerete— el señor Domínguez navegó hasta que pasó al «Santa María de la Candelaria» —entonces en construcción— para, posteriormente, pasar a jefe de máquinas de él y, más tarde, al ferry «Ciudad de La Laguna». A bordo de este último, don Leopoldo participó en la evacuación del Sahara y, por ello, le fue concedida la aMedalla al Mérito Naval de 2 clase con distintivo blanco y la Medalla del Sahara. Continuó sus singladuras —su buen y bien hacer en la mar— y^, en diciembre de 1981, cesó en su actividad profesional por enfermedad que le ocasionó la amputación de una pierna. Ahora, en el reconocimiento a sus 40 años de servicio, palabras del secretario general del Instituto Social de la Marina, José Antonio Sánchez Riera; de Antonio Mateos Díaz, representante de Trasmediterránea en el acto, y de José María Medina, director provincial en Santa Cruz de Tenerife del Ministerio de Trabajo. Como todos los santacruceros, don Leopoldo Domínguez González tocó la mar con toda el alma a la sombra de la vieja farola y, también, vivió amaneceres con locomotoras y negros y espesos penachos de humo de vapores fondeados a la gira. Para él, la felicitación de todos los que, en la lluvia del sueño del pasado, seguimos sintiendo la llamada de la canción de las olas, del ruido fresco de la mar rota por las proas.
Juan A. Padrón Albornoz
redondel de los días
Domingo de Carnaval D
OMINGO de Carnaval. A los atropellados del tifimnn
val es una feria y en la feria gobiernan los más HisrT-a+~« **-
mos querido o permitido que