ese
histórico gomero Más consideración a su esencia y protagonismo CASO para muchos, sue- to natural, que no erigido, perle ocurrir, Guahedún manece sumido dentro del ma—vocablo aborigen— les yor abandono y olvido; a sabienparezca nuevo o desconocido; das que en él se condensa todo pero para aquellos que estén fa- el acervo histórico de un pueblo miliarizados con la historia de La y que en la conducta que hacia Gomera Guahedún debe serles él debe seguirse no caben medias no sólo familiar, sino secular y tintas ni parches ni remiendos, reverente, porque guahedún sino la única postura: la que por —situado a dos leguas de la vi- antonomasia y justicia le correslla, en una lomada— fue y sigue ponde. Sabemos que esto uede doler siéndolo el templo y sagrario del acontecer del pueblo gomero. y herir susceptibilidades, pero si Algo así como la «Asturias go- nos atenemos a la lógica, razón mera», inicio de la libertad de y justicia, la conducta seguida este pueblo no conquistado ja- para Guahedún hasta ahora es más, pero sí sometido por el en- ilógica, irrazonable e injusta. gaño y víctima de la tiranía y la Porque Guahedún en su momenopresión de su señor, que no to obró para con su pueblo con supo gobernarle y, menos aún, lógica, razón, justicia y amor. Y ganarse su simpatía y confianza. con amor debe corresponderse, Guahedún es una oquedad tre- jamás con ingratitud. menda e históricamente extraorPor eso creo —aunque otras dinaria por su protagonismo en opiniones más sabias hay en esa la libertad del pueblo gomero, si- tierra de las que puede lograrse tuado arriba, en esa loma que es mucho en este caso— que GuaLa Degollada de Peraza —ape- hedún necesita un desagravio. llido del tirano opresor y señor Que no es otra cosa que potende la isla—, en esa altura solita- ciarlo y dignificarlo en lo história y estratégica, lugar escogido rico, pues la postura negativa a y preferido por el conde para sus realizarlo atenta no sólo a ese secitas amorosas y pasionales con cular e histórico monumento Iballa. sino a la propia Gomera, depoEra paraje solitario y de muy sitaría del protagonismo de Guadifícil acceso entonces, hoy per- hedún. fectamente comunicado por la Porque Guahedún, ese santuacarretera que parte de la villa ha- rio que sabe mucho del pueblo cia el sur y que conduce a Playa gomero, debe ser para él escapude Santiago, Alajeró, Chipude, lario de libertad y no reliquia igGran Rey, etc. Paraje con profun- norada. Guahedún fue el arrando sabor aborigen y primitivo, que de una libertad añorada y depródigo en palmeras, bordeado seada, meta de un pueblo y aspor abismales barrancos a uno y piración unánime y vehemente. otro lado, atalaya y balcón con- Porque allí se logró en una notemplativo de extraordinarios che el desahogo bélico, en lucha paisajes, donde la orografía del y enfrentamiento inevitable ya terreno, la luminosidad y la cli- del sentir unánime de los cuatro matología parecen ser la «trini- cantones gomeros que latían al dad temática y pictórica» de ese unísono y con fe en la seguridad óleo y acuarela que natura ofre- de quebrar el gánigo. ce a la contemplación de propios Porque Guahedún hizo sonar y extraños. desde su pétrea españada el juArriba, en esa Degollada, cuyo nombre puede tener dupli- biloso mensaje tranquilizador de cidad de etimología: loma, altu- una vida nueva, cruzando veloz, ra y exterminio conseguido, ubí- como el silbo, barrancos, lomacase esa oquedad pétrea; esa ca- das, valles, fortalezas, roques y verna aborigen que estrepito, el marismas para anunciar a todos secular santuario de toda la his- los oprimidos la buena nueva. toria de un pueblo que luchó por Porque Guahedún fue atalaya liberarse del yugo opresor del ti- contemplativa y protagonista a la rano y señor de la isla. Ahí, en vez que brindóse para servir de esa cueva ignorada, olvidada, no «honroso altar de sacrificio» para valorada y hasta casi desprecia- acabar definitivamente con el da, se logró la derrota de la tira- despotismo, opresión y tiranía nía de su jefe, para levantar hon- personificadas en el conde —esrosa, digna y heroicamente el es- quizofrénico personaje, amén de tandarte de la libertad del pue- tozudo, egoísta y caprichoblo gomero, al exterminar al so— señor de la isla, cuya conopresor, que acabó su vida en las ducta le valió el más absoluto manos de un aborigen pastor, hé- desprecio de su pueblo. roe y caudillo: Hautacuperche, Por lo expuesto, Guahedún es Pedro «el Dichoso». merecedor de la mayor consideHe estado en varias ocasiones en ese secular e histórico santua- ración, respeto y admiración de rio. He tomado fotografías, lo he los suyos. Precisa, porque es observado y contemplado. Y he huérfano de ello, de un tratasentido honda pena y santa rabia miento más acorde con su signipor ese desprecio y abandono in- ficación, esencia, protagonismo justificable de esa aborigen e his- y quehacer. Circunstancia conotórica caverna basáltica rebosan- cida por el pueblo gomero y que te de historia, pilar de toda la ya indiqué en uno de mis trabahistoria de La Gomera, y que en jos: «El silbo se pierde, y nadie la actualidad está convertida en se entera». Y esto es inadmisible morada de ganado vacuno y ca- y no responde en modo alguno brío. Algo tan inaudito como al protagonismo de Guahedún, a inadmisible es irrespetuosa pro- ese regalo extraordinario: el gáfanación a su cometido y conte- nico quebrado ya, que esa oquenido. Increíble, pero cierto; por- dad basáltica y tremendamente que la realidad es esa y no otra. histórica donó —identificándose Aunque duela porque su suerte, con el sentir unánime y vehemás es desgracia y desidia que mente de su pueblo— para que, otra cosa, y su actual estado, no en lo sucesivo, no olvidara nunencaja dentro del monumento ca que allí cayó mortalmente hehistórico-artístíco que la villa ca- rido el que tanto maltrató a ese pueblo, hoy desagradecido y olpital ha pasado a ser. Es agradable observar y con- vidado de la lección allí aprentemplar monumentos «erigidos» dida. La primera y primogénita rememorando hechos o persona- de las tantas y muchas que la hisjes históricos, y vivir ese afán, toria gomera posee para orgullo interés y entusiasmo para aten- y satisfacción» Pero nunca para derlos; esa satisfacción y orgu- desprecio y olvido. llo que el hecho de poseerlos suMario Hernández pone. Pero siente uno rabia al contemplar cómo un. monumenSiverio
A
£1 «Isora» que, con el «Adeje», en años de la Segunda Guerra Mundial arbolo bandera alemana. Ambos se perdieron durante el conflicto en aguas griegas
Santa Cruz de ayer y de hoy
Los vapores «Isora» y «Adeje», hitos en el desarrollo del Sur La humilde rama naviera del cabotaje tuvo siempre en Canarias —pero en especial en Tenerife, sede de la Compañía Marítima Canaria, filial española de la Eider and Fyfíes inglesa— una especial importancia. El desarrollo agrícola de la isla y lo accidentado de su terreno, hizo que a muchas de las zonas de buena producción se llegase a lomos de las vapores de cabotaje. Allí, en las calas y fondeaderos de la costa tinerfeña, los barcos y veleros llevaban a cabo sus faenas de descarga y carga mediante los recios botes caleteros, aquellos que —a lentas paladas— se acercaban a sus bandas para el trasbordo de los huacales de plátanos y atados de tomates que, en número siempre creciente, llegaban a Santa Cruz para su posterior envío —en barcos de línea regular— a los mercados de consumo. Esta navegación a vapor del pequeño cabotaje —que se inició con el «Viborg», adquirido por don Juan Cuinella en la década de los años 60 del pasado siglo— vino a desplazar el sereno navegar de las goletas que, en alas de la brisa y blancas de velas abiertas, bien mantenían su feudo. Sobre 1890 comenzó nueva etapa en el desarrollo agrícola de Tenerife, isla que vio llegar a sus aguas otros vapores —de mayor tonelaje y bodega— para atender debidamente el tráfico creciente de carga con las otras islas y, también, el que se llevaba a cabo con el Norte y Sur de la isla. De casco de hierro, máquina de alta y baja, solitaria chimenea de mucha guinda y en candela, puente al aire y gobierno a mano, aquellos pequeños vapores — «Ajax», «Sancho», «Susu»9 «Mariposa»^ «Golden Eagle», ect.— disponían de una sola bodega, en la cual hacían la estiba de las cargas que tomaban a todo lo largo del litoral isleño. Durante la Primera Guerra Mundial, varios de estos barcos fueron vendidos a armadores de la península — «Alca», «Machrie», «Chasna», «Tenerife», ect.— y, cuando la paz de nuevo llegó al mundo, fue necesaria la compra de otros que tomaron su lugar. Fue así como bajaron a Tenerife los «Sancho II», «Santa Úrsula», «Colón» y «Boheme» I que, posteriormente, fueron seguidos por otros —«Esperanza», «Taoro», «Tacoronte», etc— para navieras ya establecidas en Santa Cruz.
En 1924, la empresa Peña Hermanos adquirió su primer vapor, el «Isora», que se destinó al servicio regular entre Santa Cruz y los pequeños puertos —los «puertitos» de un antaño casi reciente— que, con calas y caletas, se abrieron al tráfico y dieron vida al Sur isleño, a ese Sur que hoy se alza pujante y prometedor. El «Isora» —de 316 toneladas brutas y 117 netas— era el antiguo «Axpe», botado en 1920 en los astilleros bilbaínos de la firma Mutiozábal y Fernández. Era un barco de pozo —el «well deck» de los ingleses— de 37 metros de eslora por 6,5 de manga que, a popa, llevaba una alternativa triple —producto de los talleres de la Sociedad Española de Construcción Naval— que desarrollaba 43 NHP y le daba los clásicos 8 nudos de media. El 14 de diciembre de 1922, el «Isora» arribó por vez primera a Santa Cruz de Tenerife, su nuevo puerto de matrícula, que bien lucía el regalo de barcos que la mar le daba diariamente. Venía el «Isora» al mando del capitán Díaz —11 hombres completaban la tripulación— y, procedente de Cádiz, atracó en el Muelle Sur para hacer consumo y la aguada y, al día siguiente, fue despachado para Las Galletas por la firma Molowny, encargada de su consignación en esta capital. Aquel 14 de diciembre del año citado, en el Muelle Sur descargaba y cargaba el vapor correo «Delfín» —de la Compañía Trasmediterránea— que, al mando del capitán Navarrete, había llegado con pasajeros y correspondencia. También se encontraban en puerto los trasatlánticos «ThysvMle» y «Kentucky», éste con numerosos pasajeros para La Habana y aquél en viaje de Matadí y Dakar a La Pallice y Amberes. En fondeo descargaban carbón los vapores «Waalhaven» y «Graecia» —holandés el primero y sueco el segundo— y, con ellos, operaba un mixto de la Yeoward, el «Alondra», y los vapores españoles «Lanzarote», «Santa Úrsula», «Jaume d'Urgell», «Santiago» y «Guanche». Así se ató el «Isora» a la noria del cabotaje, a trazar estelas en el Atlántico tinerfeño y a dar a conocer su sencilla estampa marinera —con los toldos dados y los botes caleteros en pescantes radiales a banda y banda— por todos los puntos del litoral del Sur isleño.
Durante algunos meses, el «Isora» paseó en solitario la contraseña de Peña Hermanos y su gallarda estampa marinera — rematada por la chimenea y el negro penacho de humo que daba sombra a la estela— y, el 11 de diciembre de 1924, arribó el «Adeje», adquirido por la misma empresa para atender la demanda de flete que entonces existía. El «Adeje» arribó en viaje directo desde Aviles —venía aj mando del capitán Yanes y su tripulación estaba compuesta por 13 hombres— y, al día siguiente, tras carbonear, continuó viaje a El Médano, Los Cristianos, La Caleta de Adeje, Playa San Juan, Alcalá y Puerto Santiago. En aquella su primera escala, el «Adeje» lució su estampa marinera cerca del cañonero «Infanta Isabel» —un veterano de la guerra de Cuba, entonces de apostadero en Santa Cruz— y frente a los numerosos barcos surtos en puerto. Se encontraban aquí los trasatlánticos «Dante Alighieri», italiano, y «Durham Castle», inglés; los mixtos «langanjika», alemán, y «Baronesa», uno de los «cristos» —o «blancas», si se prefiere— de la Houlder londinense; los correos «Capitán Segarra», de la Trasmediterránea, y «León y Castillo», de Vapores Interinsulares; el cablero «Telconia», los cargueros españoles «Apolo», y «Guadiaro», el norteamericano «West Nohno», el holandés «Iselstroom», el «Burgundy», de la Maclver inglesa, y el francés «Idraet». En el Muelle Sur, la motonave «Sardinia» —que ya había cambiado la contraseña de Otto Thoresen por la de Fred Olsen Line— daba al aire su alta y muy delgada chimenea que, casi un simple tubo, era característica de los primeros «motorships»; por la banda de babor, el «Santa Úrsula» le trasbodaba su carga de huacales de plátanos mientras, cerca, la mar domesticada del puerto era rota por las proas de los remolcadores y las gabarras y aljibes que navegaban en sus estelas. El «Adeje» era un pequeño carguero de 253 toneladas de registro y 300 de carga, había sido botado en 1919 en los astilleros bilbaínos de la empresa Mutiazábal; tenía 36 metros de eslora y, con máquina a popa, era muy similar al «Isora». Cuando resbaló por la grada, lo hizo con el nombre de «Ain-
guerúzar», que más tarde cambió por el de «Pablo de Azpitarte» y, al ser adquirido por Peña Hermanos, por el de «Adeje». Durante algunos años, los dos pequeños vapores continuaron en el cabotaje, en la línea regular con el Sur tinerfeño, al que iban con su exigua máxima y dando ai aire la obra viva de sus lastradas; a la vuelta —y siempre empenachados de humo-- lucían espectaculares cubertadas de huacales de plátanos y cestos de tomates que, aquí, eran trasbordados a los fruteros de servicio regular o a los barcos de escala, en especial a los de las navieras inglesas Eider Dempster, UnionCastle Line, Aberdeen Line — la de los «verdinos»— y a los «mamarias» de la Shaw, Savill and Albion. Durante años y años, los dos pequeños vapores de Peña Hermanos continuaron en la línea regular al Sur de Tenerife y, cuando fueron adquiridos por don Alvaro Rodríguez López, en dicho servicio siguieron. En 1939, ambos fueron adquiridos por armadores peninsulares y, el 15 de febrero, el «Adeje» zarpó rumbo a Ceuta, seguido —el 6 de abril—por el «Isora». Más tarde, ambos pasaron a navegar bajo la contraseña de la Compañía Comercial de Transportes Marítimos, naviera que inició sus actividades con el vapor «Berga», al que luego se unieron el «Sebastián» y los fruteros isleños «San Isidro» y «San Juan II», adquiridos a Rodríguez López. El 1 de abril de 1943, los «Isora» y «Adeje» fueron comprados por el Ministerio de Transportes Marítimos alemán y, rebautizados «Isis» y «Alma», comenzaron a navegar en aguas de Grecia y sus archipiélagos. El 23 de noviembre del mismo año, éste último chocó con una mina y se hundió frente a la isla de Naxos, en las Cicladas, cuando --al parecer— desde El Pireo se dirigía a las de Andros, Teños, Amorgos, Nisiros y Tiros y, luego, a Rodas. El «Isora» —ya «Isis»— fue torpedeado el 25 de febrero de 1944 cuando navegaba a longo de Navarino, en aguas del Mar Jónico. Así, lejos de Tenerife, terminaron sus vidas marineras dos vapores que, pequeños, mucho significaron en el desarrollo del Sur isleño, en el de su •agricultura. Juan A podrán
Albornoz