EL DÍA DIARIO INDEPENDIENTE DE LA MAÑANA
Temas isleños
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Una gracia sencilla y metálica
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La tradición de quemar a Judas en Taganana A quema del machango es un número festero que tiene celebración anual en varias localidades insulares y peninsulares españolas, europeas y americanas, muy especialmente durante el tiempo del Carnaval. El rito, como ya hemos dicho a propósito del Entierro de la sardina, tiene un origen pagano, aunque luego la Iglesia Católica, lo adaptase a sus conveniencias y gustos. Pero además de su significación purificadora en Carnestolendas, nuestros paisanos canarios acostumbran a quemar el haragán o machango un día después de la terminación de las fiestas patronales. Esto, como se sabe, ocurre fin numerosas localidades de las islas, especialmente en los pueblos tinerfeños de la zona norte. El Día del haragán es jornada de asueto reparador, tras la tempestad festera. No se trabaja en el campo, aunque sea día laborable. Y el asunto acaba con la quema del machango, que paga los platos rotos y todas las resacas que ha dejado la jueerga. ¡Y hasta la fiesta del patrono del año que viene! La quema del Judas durante la Semana Santa es acto menos frecuente en nuestra geografía. El rito tiene el mismo significado purificador e idénticos orígenes paganos. Veamos lo que dice Frazaer: El carácter esencialmente pagano del festival del fuego de Pascua se evidencia en el modo como lo celebran los labriegos y en las creencias supersticiosas que se asocian a él. Una figura de madera llamada Judas es algunas veces quemada en la hoguera consagrada, y aún cuando esta costumbre se ha abolido, la hoguera misma en algunas localidades lleva el nombre de «la quema de Judas». El autor de «La rama dorada» añade que una reminiscencia de la quema de Judas subsiste en México y sigue practicándose cada año el Sábado de Gloria. Frazer nada dice de los muchos pueblos españoles que siguen fieles a este rito pascual,
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desde algunas localidades burgalesas (en la provincia de Burgos, el juicio y muerte de Judas constituyen una verdadera representación teatral, según nos cuenta Caro Baroja), hasta el extremo septentrional de la provincia de Córdoba, pasando por Navarra y Castilla la Vieja. Al parecer, en muchas de estas comarcas ha desaparecido la costumbre de quemar el machango, si bien en pequeñas localidades andaluzas, como el Alosno o el pueblo onubense de Rociana, se seguía practicando hasta hace unos pocos años. Creo que Alberto Galván Tudéla, en su valioso estudio antropológico-social sobre Taga nana (Aula de Cultura de Tenerife, 19_8Q), ha sido el único gue^ se ha ocupado de analizar la" quema de Jadas en este bello y apasionante rincón norteño. Dice Galván Tudela que el rito lo realizan las generaciones jóvenes, como sanción social de los grandes valores del pueblo, ya que el Judas signiñca la tiranía, la envidia, la murmuración, la mala lengua. Es el que vende al amigo. Añade Galván que este ritual hace referencia a la crítica del borracho (objeto de burla en las sociedades mediterráneas), y a la castración simbólica del macho, que expresa la estructura asimétrica de la relación entre los sexos. El ponerle al machango un bulto en la pretina, y luego quitárselo, como si lo caparan, coincide con la descripción que le hizo Lisardo Bowie a Caro Baroja, respecto a un ceremonial muy semejante al de Taganana, y que se practica en el Alosno. En fin; para los que no hayan salido de vacaciones, y para aquellos otros que quieran huir del tremendismo y de los capirotes recién importados, la quema del Judas en Taganana se nos antoja el más fuerte y auténtico reclamo para los amante de la cultura popular y del ancestral y verdadero «fuego pascual».
Elñdio Alonso
N estos días, el Muelle Sur luce y reluce con la gracia fina y marinera de la agrupación naval de la Armada holandesa que, al mando del vicealmirante C. W. E. Brainich von Brainich-Felt, realiza un crucero de instrucción por aguas del Atlántico. El pasado viernes, en la primera página de este periódico una magnífica foto de Rueda en la que, en el Muelle Sur, destacaban las estampas marineras de los buques holandeses con sus modernos radares y siluetas estilizadas. A la derecha, el jet-foil de la Compañía Trasmediterránea y, al fondo, el recio macizo de Anaga con el Dique del Este. En aquella imagen del pasado viernes, en primer término la estampa sencilla y evocadora de la vieja «marquesina» que, trasladada desde los viejos «platillos», aún conserva —y lo hará para siempre— su original silueta, aquella de kiosko pue-
blerino y musical. Con la modernidad de los barcos en los muelles, esa sencillez grata que a todos trae recuerdos y evocaciones. Ya faltan las goletas del cabotaje y la pesca; también las panzudas gabarras y los viejos remolcadores —Teide, Tenerife, Salamanca, Santa Cruz, Britannia, Cory, Elsie, etc.— encargados del servicio portuario. También falta el entonces cañonero de apostadero —Infanta Isabel, Laya, Lauria, etc.— y, desde luego, la sombra amiga de la farola, la misma que volverá a lucir, como adorno y verdadera reliquia, a la entrada del puerto, a la entrada de Santa Cruz. Lafcadio Hearn entrevio a la «marquesina» entre la masa gris de un acorazado inglés y la alegre policromía, restallante al viento, de los pabellones que ondeaban en los mercantes surtos en el puerto al que Anasagasti llamó aromática frutería de Europa.
Fue Claudio Farrére el que meditó ante el astillado sillar que, cerca de los «platillos», proclamaba desde 1797 la españolidad de la isla, de las Canarias todas. Ahí, en esa entrañable entrada del muelle —o, si se prefiere, entrada a Santa Cruz y a la isla— está la fiesta azul de la mar, el espacio del Atlántico que se hizo puerto, la sencillez de las cosas que animan la espontánea sucesión ¿e los días, el arte de la vida diaria, la poesía sencilla de lo cotidiano. Muchos personajes entraron por Santa Cruz por aquella zona que, nueva, conserva la gracia de los antiguos años, aquellos en que la mar, con leve chapoteo, lamía los sillares. Ecos de nombres —Blasco Ibáñez, Miguel de Unamuno, Amado Ñervo, Valle Inclán, etc.— bajo la gracia sencilla y metálica que, por suerte, se ha sabido conservar para el futuro, como también se conserva la vieja farola, la última locomotora y
uno de los antiguos remolcadores. Entre un ayer y un mañana que se traslada con nosotros, la veterana y joven «marquesina» añoraba la mar abierta y libre que tan cerca de ella estuvo y, por fin, a ella ha vuelto. Ahora nos trae recuerdos de cuando, en nuestros años niños, con versos de Machado reía en sus liras de plata sus risas azules. Entonces, el niño, reclinado en la barandilla —encandilado por la luz que rebrillaba en las olas— espiaba, en el vaivén de reflejos, el clarear animado por un brillo fugaz de escamas. Hoy, nave y costa, tierra y veleros hacia el olvido, hacia el recuerdo. Hoy, la vieja «marquesina», la de nuestros años niños, vuelve a la vida activa ante todo el horizonte y toda la mar isleña.
Juan A. Padrón Albornoz
Diario de un lector
Kar! Marx: cruz y raya E
SCRIBIR una nota periodístíca sobre Karl Marx, con motivo del primer centenario de su marcha de este mundo, no es cosa fácil, agradable o desinteresada, en la Prensa española. Salvo alguna rara excepción, en este mundo que vivimos, el nombre y apellido de este alemán producen un verdadero sobresalto. Incluso, en tantos libros de historia de la filosofía. Karl Marx y su investigación científica se despachan siemlíneas lutaimente adversas. Lo que es una injusticia, estemos o no con Karl Marx. Ni entramos ni salimos en ese hecho que tres judíos de habla germánica los tengamos que recordar como figuras extraordinarias de este tiempo, Karl Marx, Albert Einstein y Sigmund Freud con sus descubrimientos económicos, físicos y psicológicos. Tres ciencias decisivas en nuestro desenvolvimiento cultural, bases de un progreso revolucionario, asentadores de muy fascinantes corrientes reformistas, nos guste o no. Hay que conocerlos, aguantarlos o discutirlos, desde cualquier lado que se les mire, con amistad o adversión, también con enojo. De estos tres hombres, no sabemos cuál poner en primer lugar. Desde la crónica del último siglo no cabe duda que el mundo tan resquebrajado de la política internacional fue repetidamente influido por el pensamiento de Karl Marx, primero por su teoría, luego por la práctica inmediata de unos políticos atrevidos y, por último, por un cierto mesianismo que nos ha afectados a todos. De verdad de verdad el autor de «El capital» fue en todo momento el más peligroso. Ignoramos si porque su pensamiento ha sido capaz de predecir tantos acontecimientos, porque su actividad pragmáti-
ca supo dar en el clavo de los sucesos o porque los hechos le dieron la razón en tantos aspectos/ se la quitó en otros, también hay que decirlo, sin olvidar el ejercicio de una mayor propaganda en todos los ámbitos de nuestra civilización con esa realidad activa que se llama la Unión Soviética, China o el Tercer Mundo subdesarrollado. No sabemos que pensaría hoy Karl Marx, si existiera, de estas naciones que viven bajo y sobre la doctrina económicasocial del creador del «Manifiesto Comunista», con su poder militar, la dictadura de un proletariado de tecnócratas, la ausencia de las libertades más sencillas. Y lo que nos interesa con especial atención: hasta qué punto ese pensamiento de Karl Marx ha estropeado el desenvolvimiento de la investigación libre, la literatura o el arte, la filosofía o el sentimiento religioso, la epifanía del individuo, la alegría de la existencia y tantas cosas más. Hablar de todo esto es el cuento de nunca acabar. Toda la Prensa española lo ha puesto de relieve y no le vamos a hacer el juego, su descaro es impresionante bajo este aspecto. Bien está lo bueno pero no lo exagerado. No nos vayamos a parecer a don Manuel Fraga Iribarne cuando llama a los socialistas españoles que hoy gobiernan este país de forma tan educada marxistaslenilistas, asesinos de niños por lo del aborto o desintegradores de la propiedad privada, por lo de Rumasa. Menudo político inglés conservador ful este don Manuel Fraga Iribarne. Y que conste que lo de ful no tiene ningún carácter ofensivo. Es hasta cariñoso si se consulta cualquier diccionario de nuestra lengua. Este jefe de la oposición del gobierno de S.M. se nos pasa de la raya, cuando se
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expresa yo no lo entiendo, su actitud terrorista es bien notoria, él que presume ahora de un liberalismo que no comprendió nunca, sus años de aprendizaje de una educación británica política como embajador de la dictadura de Franco fueron muy breves, desaprovechados y pueriles. Antes de seguir queremos afirmar que el que esto escribe de marxista, nada. También lo negaba el fundador de esta filosofía, intentando quitarle a este nombre el sentido reverencial de cualquier iglesia. Hasta Harold Wilson, el ilustre jefe del gobierno laborista inglés, lo rechazaba, el que era catedrático de la Universidad de Londres muy sometida a estas presiones intelectuales, y no digamos de Julián Besteriro o Enrique Tierno Galván que lo han aceptado con muchos condicionamientos actuales, hasta llegar a Felipe González que en su manera de ser socialista a la europea como Olof Palme o Michael Foot no la aceptan. Lo que no quiere decir que la prospección de Karl Marx no haya sido fructífera. La cruz y raya de este profundo trabajo está a la vista, su más y su menos, su punto y raya, de la cruz a la fecha o el pasarse de la raya para evitar toda conflagración. Todos los reductos de nuestra cultura fueron por esta teoría afectados. El materialismo dialéctico de la historia no nos lo podemos quitar de encima, ha llegado hasta nuestros días, la bibliografía es aplastante, los estudios de la exegesis a la revisión para qué hablar. Desde su fundación no ha habido manera de eludirlos, más que por otra cosa debido a los fracasos estrepitosos del capitalismo que llega a su climax decadente en esta hora, desde la guerra caliente a la fría, la política del presidente Reagan, la crisis del Mercado Común, los países en quiebra, los parados, la inflación, el juego siniestro de las multinacionales, el desorden de todo tipo, el hambre del Tercer Mundo, y no queremos exagerar las notas negras con la intención de que las blancas no se pierdan, que afectan asimismo a los enclaves comunistas del Este, una pesadilla que no se sabe como resolver. Se nos pudiera decir, zapatero a tus zapatos. No te metas donde no te llaman. Pero le fastidia a uno ver como se trata este centenario de Karl Marx en el extranjero occidental y como en España con nuestra Prensa. No hablemos de Francia, Gran Bretaña o Italia. En «Le Monde», uno de los periódicos mejores del mundo, muy conservador él, han dedicado varios días a estudiar esta figu-
en muchos aspectos se le ha dado la razón, a pesar de ese ateísmo que subyace naturalmente en el fondo del materialismo dialéctico, como es el caso del grupo «Esprit» de París, y hablando de tiempos más cercanos, en el reducto creador del surrealismo, en el pensamiento de la filosofía de la existencia de Jean-Paul Sartre, en los estructuralistas de todo tipo, de Levi-Strauss a Althusser y los semiólogos a lo Umberto Eco, toda la sociología europea, una colonización desbordante que lo ha invadido todo,, la Escuela de Francfort, la historiografía inglesa, las Universidades con sus economistas, hasta la filosofía analítica con la más reciente investigación española está ahí para demostrarnos de donde proceden y su incompatibilidad con los viejos maestros don Miguel, don José y don Xavier con sus esencias, sus valores y sus circunstancias. Y basta oír hablar al gran economista canadiense Galbraith en la Tve en un importante programa que nos dan ahora, un liberal, que no pasa de esto, pero un pensador brillantísimo, que ofreció un gran prestigio al «New Deal» de la época dorada del gran presidente Roosevelt en una etapa de superación del capitalismo norteamericano, para darse cuenta de que Karl Marx no fue nunca el que nos presenta hoy don Manuel Fraga Iribarne con, tan atropellado estilo para molestar a los socialistas españoles. Me siento culpable de ser como soy porque leí todavía bastante joven ese libro hoy acaso anacrónico que se titula «El sentido humanista del socialismo» de don Fernando de los Ríos. Pero que ahora me sirve de consuelo. Desde este momento me he sentido como un escritor que puso a Karl Marx siempre entre la espada y la pared. Pero nunca dispuesto a matarlo. Los asesinatos los deamos para otra clase de gente. Hay que admitir los muchos errores con relación a la interpretación de la filosofía de la historia que afectan asimismo a la marcha del capitalismo, que la sociedad actual poco tiene que ver con la que Karl Marx presumió. Hoy me contento con leer a un pensador universal que me ha dado muchas pistas para mi propio trabajo. Nos dejó textos sobre el arte, la literatura y tantas estéticas que nos resultan en estos días muy interesantes. El se hubiera aburrido mucho con los contenidos, formas y estructuras del realismo socialista del Stalin de la Unión Soviética. Cuando escribimos cruz y raya queremos decir más y menos, los signos positivos y negativos de cualauier cultura. No