Finó, J.F. (1950). El general don José de San Martín : reseña histórica. Buenos Aires.

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UNION INDUSTRIAL ARGENTINA

· El Gral. Don José de San Martín (reseña

Buenos

histórica)

Aires

1 9 5 O Año del Libertador General San Martín


BIBLIOTECA

Ernesto Tornquist & Co. LIMITADA

BUENOS AIRES

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General Don José de San Martín


Litografía del Libertador ejecutada en Bruselas, en 1828 por Madou.


UNION INDUSTRIAL ARGENTINA

El Gral. Don José de San Martín (reseña

histórica)

Buenos

Aires

1 9 5O Año del Libertador General San Martín


EL

prócer que todos nosotros veneramos bajo el hermoso nombre de EL LIBERTADOR, n�ció el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, modesta población ck las misiones guaraníticas situada sobre las márgenes del Alto Uruguay, en lo que es hoy la Provincia de Corrientes.

La Familia Su padre, el capitán Dn. Juan de San Martín era teniente gobernador del departamento. Hombre generoso y de noble alcurnia, soldado valiente, administrador probo, era natural de la villa de Cervatos, en el Reino d i;' León. La madre, Dña. Gregaria Matorras, también descendía de rancio linaje y era sobrina del famoso con­ quistador de Chile de igual apellido. El ing1·eso al ejército Tras una breve p·ermanencia en una e.scuela de primeras letras, y a la edad de ocho años, pasó San Martín a España en compañía de sus padres. En Madrid continuó sus estudios en el Colegio de Nobles y a los once afios de edad, en julio de 1789, ingresa como cadete en el Regimiento Murcia. Los colores del uniforme de este cuerpo eran celeste y blanco. Desde sus primeras armas, el futuro Gran Capitán de los Andes viste los colores que luego paseará triunfantes por sobre la Cordillera y que, uniendo el Atltmtico con el Pacifico, libertarían a tres nacione-s. Las guerras españolas San Martín pelea junto con rn regimiento contra los moros de Africa. Luego lucha contra las tropas de la República Francesa, sirvic-'fldo bajo las órdenes del General Ricardos, renombrado táctico e intrépido jefe del que mucho aprende. Combate en el mar contra los ingleses y más tarde, en 18:,1, contra las huestes portuguesas. En el intervalo de dos cam¡:añas, dedica sus momentos libres al estudio de las matemáticas que parecen haber moldeado su espíritu analítico, metódico, perseverante y agudo.

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El alzamiento del 2 de mayo en que Espafia se yergue contra el gobierno de Napoleón, halla a San Martín con el grado de Capitán. Recibe el mando de un cuerpo ligero que debe cubrir la línea del Guadalquivir y se distingue en la acción de Arjonillas, a raíz de la cual recibe de sus superiores el calificativo de "valeroso". Meses después, participa en la victoria de Bailén y entra triunfante en Madrid junto con el ejército español. En premio a sus hazañas se le otorga entonces una medalla de oro y los despachos de teniente­ coronel. Hace veínte años que San Martín combate en España. Ha tomado parte en múltiples batallas a campo abierto o en sitios de ciudades, en acciones terrestres y en combates navales, en luchas regulares o en escaramuzas de guerrillas. Ha visto obrar a generales famosos; conoce, prácticamente, el manejo de todas las armas; ha probado sus dotes de mando y sus cualidades de ejecutor. Ha completado su experiencia práctica por continuos estudios teóricos y por largas meditaciones. Está listo para su misión. Regreso a la Patria Cuando su estada en Cadiz, San Martín conoció a Francisco Miranda, aquel gran precursor de la causa americana que inflamó a los jóvenes liberales con la visión de la magna empresa que ante ellos se alzaba, libertar América. En 1811, al tener noticias de la Revolución de Mayo, San Martín no vacila. Abandona la carrera que, con su grado y sus méritos, se vislumbra promisora en el ejército español. Emprende el regreso a la patria, a fín de ofrecerle su espada, su brazo y su cerebro forjado en tantos años de lucha y de acción. El 9 de marzo de 1812, la fragata inglesa Georges Canning, fondea en Buenos Aires. De ella desembarcan: "el teniente coronel de caballería José de San Martín, el alférez de carabineros Carlos María de Alvear, el capitán de caballería Francisco de Vera, el alférez de navío Martín Zapiola, el capitán de milicia Francisco Chilabert, el subteniente de infan­ tería Antonio Arellano y el teniente-coronel de guardias Wallonas Barón de Holmbcrg". 1812 A la llegada de San M.artín, la Patria estaba en peligro. Los improvisados ejércitos de la Junta de Mayo, tras los primeros triunfos de Suipacha y Las Piedras, habían sufrido serias derrotas. El desastrei de Huaqui había acarreado la pérdida del Alto Perú y abierto al enemigo las fronteras norteñas. En Montevideo, las huestes españolas se mantenían firmes, acechando a Buenos Aires, y sus escuadras asolaban las márgenes del Paraná. Un ejército de 40 . 000 portugueses acampaba en la línea del Río Uruguay en actitud amenazadora. En ChHe, el primer intento de la independencia estaba siendo sofocado y, uno tras otro, se extinguían los focos libertadores que, alrededor del año 1810, se habían encendido en América. La Revolución parecía retroceder y 'la causa de la independencia -6-


esfumarse en un lejano e imposible futuro. El Gobierno patrio, dividido por rivalidades personales, estaba desprovisto de un verda­ dero plan de acción y vacilaba. Es cuando aparece San Martín. Su genio positivo, concreto, metódico, le hace comprender que la independencia no puede ser obtenida merced a unai sola batalla ganada. Es menester una larga campaña para destroncar a la dominación española que, al cabo de tres siglos, ha echado profundas raíces en el suelo americano. San Martín form,a entonces un plan de largo alcance, única manera de llevar a bien tan ardua empresa: un gobierno eficaz con una política definida, un ejército adecuado para ejecutarla. A su compañero Alvear le está destinado realizar la primera parte. Una .:sociación secreta -la Logia Lautaro- permite unir los esfuerzos de los jóvenes patriotas, galvanizando las voluntades y haciendo a un lado las vacilaciones. Fruto inmediato de esta acción es la "Asamblea del Año XIII" que asume poderes soberanos, acuña monedas, liberta esclavos, crea el escudo y adopta la bandera de la nueva nación. En cuanto a la parte militar, San Martín se la reserva para si. Sus veinte años de experiencia guerrera, sus estudios y sus refle­ xiones, le han convencido de que, para emprender una acción. eficaz y de tan vasta proporciones, es necesario contar con un ejército regular, imposible de improvisar. "Las batallas se ganan --decia­ no con reclutas sino con soldados. Estos se forman en cuarteles y en campos de instrucción, no en el de batallas". La primera etapa: Los Granaderos a Caballo

De inmediato San Martín comenzó su tarea. Reconocido en su grado, recibe los despachos que le encomiendan la organización de un escuadrón de caballería de linea. Nacen los famosos Granaderos a Caballo que regarán con su sangre todos los campos de batalla del Sud de América y que, del Plata a Chile, de Chile al :Perú, del Perú al Ecuador, llevarán en alto los colores argentinos. San Martín forja metódicamente su arma. Los granaderos son cuidadosamente seleccionados, uno por uno. No se trata de disponer de una masa numerosa e informe. Se trata de formar un cuerpo de élite. Lo que fuera la "Legión Sagrada" para Tebas, los "Ironsides" para Cromw.ell o la "Vieja Guardia" para Napoleón. Uno de aquellos cuerpos que -según la frase. famosa- mueren pero no se rinden". • Hora tras hora, día tras día, semana tras semana, entrena sus tropas. Instruye a los oficiales enseñándoles los secretos de la táctica y de la estrategia así como el dificil arte de las decisiones rápidas. Arma, a los soldados con el largo sable de los coraceros de Napoleón y, diestrísimo en la esgrima, vigila personalmente sus ejercicios "haciéndoles entender que con esa arma en la mano partirían como una sandía la cabeza del primer godo que les pusiera por delante", lección que será aplicada al pie de la letra en el

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primer combate que la ensayaron. Por último, a todos, oficiales, suboficiales y soldados, le� infunde su fría audacia, su espíritu sereno, su inquebrantable voluntad. Hora trás hora, día trás día, semana trás semana, San Martín prosigue su obra y, al cabo del año, recoje los primeros frutos. San Lorenzo El 3 de febrero de 1813, San Martin ensaya su arma contra el enemigo que, asol8.1).do las márgenes del Paraná. había desembarcado en el suelo patrio. El combate tuvo lugar frente al convento de San Lorenzo. Duró un cuarto de hora. El invasor es acuchillado por el terrible sablear de los Granaderos, tal como se repetirá una y otra vez, en Río Bamba y en Junín. Huye dejando banderas y cañones, armas y prisioneros. Nunca más volverá a interrumpir las comuni­ caciones de la capital porteña. El inmortal regimiento había probado sus fuerzas y comenzado la lucha. Ella duraría trece años y, de los 700 valientes que lo formaban, solo ocho regresarían a Buenos Aires <:n 1826 ... El Ejército del Norte El triunfo de San Lorenzo y la subsiguiente liberación de Montevideo demostró la exactitud de los planes de San Martín. Se le encomendó entonces la defensa de la frontera del Norte que, después de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, peligraba bajo el avance enemigo. San Mntin se reúne con Belgrano en la histórica posta de Yatasto y comienza el estudio de la situación. Dos objetivos deben ser alcanzados. Detener al enemigo, lograr la victoria defini­ tiva. Para conseguir lo primero, San Martin hecha mano a una láctica dilatoria. Por medio de partidas destacadas en el Alto Perú al mando de ArenalC's y gracias a los denodados esfuerzos de los gauchos de Güemcs, el avance español queda paralizado. El Plan Libertador Detenida la invasión, San Martín entra a considerar el segundo objetivo: la victoria final. Ve que ella solo podrá lograrse abatiendo el centro del poder enemigo, es decir, el virreynato del Perú. El camino hasta entonces seguido en pos de ese resultado ha sido erróneo. Un conjunto de razones políticas, geográficas y estratégicas evidencia que el Alto Perú, jalonado por victorias y derrotas, no constiture la ruta indicada. Hay que formar un ejército, pequeño pero sólido, en Mendoza. Con él se independizará a Chile. Armando entonces a ese pueblo, ferviC'Dte de libertad, y uniendo las fuerzas argentino­ chilenas, se asestará el golpe final. San Martín ha concebido el plan emancipador. La Revolución platense tiene, por fin, una política militar coherente. Solo resta -Y ello es todo- ejecutarla. A esta realización consagrará sus esfuerzos el prócer.

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Plaza Grand Bourg

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(La réplica de la casa que el Gran Capitán de los Andes habitó en Francia)


La segunda etapa: ,El Ejército de los Andes San Martín es nombrado Gobernador-Intendente de Cuyo en 1814. Fiel a los principios cartesianos y a igual de lo que hiciere cuando su llegada a Buenos Aires, divide su tarea en pequeñas parcelas a fin de poderlas ejecutar, metódica y sucesivamente, sin prisa pero sin pausa. En primer término los recursos. La intendencia cuyana es orga­ nizada político y económicamente en forma tal que permite disponer de los medias necesarios al ejército en formación. Impuestos, dona­ tivos, requisiciones, todo es sabia y acertadamente utilizado.

Nace la industria argentina Desde su arribo a Mendoza, San Martín se preocupa en equipar las huestes que acometerán la empresa. Sabe que el coraje desnudo, el hombre sin armas, poco vale frente a un enemigo organizado. De ahí que se preocupe en crear la industria necesaria para equipar sus tropas. Bajo la dirección de Fray Luis Beltrán, se construyen hornos para fundir cañones y piezas de herrería. Se instalan fábricas de salitre, de pólvora y de explosivos. Se manufactur.an paños, vestua­ rios, calzados y <:orreajes así como charque y alimentos concentrados. Nuestra industria metalúrgica, química, textil y alimenticia tiene allí sus más preclaros blasones. Antaño como hogaño, la indepen­ dencia es el fruto del trabajo tesonero y de la industria eficiente. Una trás otra se van armandQ las distintas piezas de la compli­ cada maquinaria bélica. El Gran Capitán de los Andes sabe que una expedición como la que planea no puede improvisarse. El final de las guerras napoleónicas en Europa ha hecho que España pueda enviar e>..-pertos generales y soldados veteranos, perfectamente equi­ pados, para luchar contra los independientes. Frente a semejante enemigo no es dado improvisar. Todo debe estar c.alculado. Un modelo de zapato mal concebido o deficientemente ejecutado, puede retrasar la marcha de un batallón y, con ello, hacer fracasar todo el atrevido plan, acarreando la derrota de la Patria. Multiplica entonces sus estudios, sus vigilias, sus cuidados.

Se forja el ejército San Martín no se preocupa únicamente del armamento de sus tropas sino que, en el histórico Campo del Plumerilla, va forjando su ejército. Aplica los mismos métodos ya probados en Buenos Aires. Allí había formado el Regimiento de Granaderos. Ahora forma el Ejército de los Andes. Trabajo y entrenamiento ininterrumpido, moral, físico, profesional. Nada es dejado al olvido. Ningún minuto es perdido. Nunca es menester recomenzar una tarea porque, antes de emprenderla, el Jefe la ha meditado cuidadosamente y la ha estudiado bajo todos sus aspectos. - 10


Sus preocupaciones son abrumadoras. Hay que prever y vigilar los elementos materiales así como la preparación e instrucción de jefes, oficiales, sub-oficiales y soldados. Hay que conseguir informes fidedignos respecto de los planes y fuerz.as del enemigo a la vez que inducir a éste en error respecto a las suyas. Hay que comunicarse con los patriotas de Chile y alentarlos en sus esperanzas ... Para tantas y tan grandes tareas los medios económicos son bien pocos. Al mismo tiempo, debe mantener una incesante correspondencia con el gobierno central a fin de que no se desvíe de la ruta trazada. Gracias a sus repetidas instancias y al decidido apoyo de Pueyrredón, el Congreso de Tucumán proclama, en 1816, la Independencia Argen­ tina pero ello no basta. Esa declaración jurídica debe materializarse en los hechos. A tal fin es necesario hacerlo todo y todo se hace porque todd está previsto. San Martín sabe que "prever" es la cualidad esencial de quien ejerce mando y sabe también que "el genio es una larga paciencia". Al igual de Napoleón, puede concen­ trar los objetivos en su mente y fijarlos, largo tiempo, sin que el cansancio lo venza. Hora trás hora, día trás día, semana trás Se'l'Tlana, la máquina va siendo montada. Por fin ella se halla lista. La cruzada a Chile En enero de 1817 el ejército transpone la Cordillera dividido en tres cuerpos, y por los Jugares que \-previamente- han estudiado los emisarios del Jefe. Se franquean pasos situados a más de 3. 800 metros de altura. Se arrastran cañones y material bélico sobre inmensos acarreos de piedra floja o sobre largas pendientes de nieve. El terrible viento azota los rostros y el aire, enrarecido por la altura, parece formar un nudo en las gargantas resecas de los soldados que, paso trás paso, van ascendiendo las interminables laderas. Sin embargo, todos los obstáculos son vencidos gracias a las sabias previsiones del Gran Capitán, y la férrea voluntad que ha sabido infundir en sus tropas se impone1 a los gigantes andinos. Sus divisiones se reúnen exactamente el día y en el lugar fijado. El 12 de febrero las tropas realistas son deshechas en Chacabuco. Chile es libre. Tan cuidadosamente ajustado era el plan de San Martín Y tan bien habían sido previstos todos los detalles que, ni el contraste de Cancha Rayada, ni el fracaso de una de sus columnas frente a 'I'alcahuano, pudo comprometer la obra. El 5 de abril de 1818, la victoria de Maipú destroza definitivamente el poder español en Chile. La tercera etapa: El ejército argentino-chileno San Martín, con un cuerpo de caballería cuidadosamente for­ mado -los Granaderos a Caballo- había puesto fin a las incursiones enemigas en el Paraná, hecho posible la liberación de Montevideo Y, como resultado, asegurado las libres comunicaciones de la capital - 11-


revolucionaria. Ello constituyó la primer etapa de su obra. Luego, en mayor escala, repitió la hazaña libertando a Chile por medio de un ejército metódicam.ente forjado en Mendoza. Fué la segunda etapa. Ahora acometía la tercera, la más ardua. Con un ejército argentino-chileno se libertaría al Perú, centro y reducto de los realistas. Por tercera vez recomienza su tarea de organizador. Las dificultades a vencer son mucho mayores. En el Perú no es dado contar con el apoyo de una población ávida de independencia, tal como sucediera eru Chile. El teatro de operaciones está mucho más alejado de las bases de aprovisionamiento. Es indispensable el apoyo de una escuad11a -a crearse- a fin de poder bloquear los puertos enemigos y asegurar las propias comunicaciones. El gobierno patrio, que ya no tiene a Pueyrredón a su frente, ha caído presa de la "Anarquía del Año 20". Oada vez más lejano y débil, en nada puede ayudarle. El panorama es de5consolador. La tenaz voluntad de San Martín no desmaya. Constante discípulo de Descartes, divide cada problema en problemas parciales para su mejor solución y acomete la empresa de resolverlos uno por uno, uno trás otro. Con todo esmero prepara nuevamente un ejército. Equipa una escuadra. Traza sus planes con precisión minuciosa y, el 20 de agosto de 1820, la expedición sale de Valparaiso. La libertad del Perú

Lo escaso de las fuerzas de San Martín "4 . 430 hombres, desde general a tambor", frente a los 23. 000 que, al mando de renombrados jefes como Pezuela y La S,erna, le opone el enemigo, le impiden arriesgar un ataque frontal. Esto puede acarrear la ruina de la expedición libertadora. De ahí la complicada serie de maniobras, de marchas y de contra-marchas que le p,mniten ir desplazando al enemigo y batirlo en detalle. El 6 de julio de 1821 San Martín entra, libertador, en Lima. Aquello que vislumbrara nueve años antes, al llegar a BuC'nos Aires, se ha realizado: La Argentina es Libre, Chile es Libre, el Perú es Libre. La renuncia del Prócer

Ahora solo falta concluir con los restos del ejército enemigo. San Martín había pensado llevarlo a cabo conjuntamente con Bolívar que, después de libertar el norte de Hispano-América, se había reunido con él en Guayaquil. Dificultades insalvables se oponen a esta acción paralela y entonces el prócer tiene un ge1:to sublime. Antes de comprometer la independencia americana por una cuestión personal, se retira pero deja su ejército para- que la emprC?sa pueda realizarse, continuando así con la ayuda que había hecho posible los triunfos de Río Bamba y de Pichincha. Mientras sus heróicos batallones se cubren de gloria en Junín y Ayacucho, el Gran Capitán vuelve, sólo, hacia su .i;atria. La encuen­ tra dividida por las pasiones políticas. Rehuye todo homenaje y parte hacia el ostracismo. No quiere que su nombre pueda servir - 12 -


de bandería y, sin rencor ni resP.rvas, se aleja. La tierra hospitalaria de Francia le brinda asilo, y dejará su retiro sólo una vez, para acercarse a la patria en lucha con el extranjero ,ofreciéndole su espada. El prócer y el espíritu La austeridad E'Spartana del Gran Capitán de los Andes le ha hecho rechazar el poder, sus halagos, sus prebendas. Nunca ha aceptado obsequio alguno de los pueblos por él libertados. Cuando en 1817, el Cabildo de Santiago de Chile le ofrece un regalo de$ 10.000.-, lo rechaza para sí pero pide se consagre esa suma a formar la "Biblioteca Nacional de Chile". En el destino dado al obsequio no debe verse una simple casualidad sino que ello evidencia un rasgo profundo de su carácter: su fé y su constante amor al estudio, a la cultura ,a: los libros. Había formado una valiosa colección de autores selectos, en su mayoría franceses, y los once cajones que la contenían le siguieron en todas sus campañas. Los libros eran sus consejeros constantes, sus íntimos confidentes, su único placer. "Este guerrero de austeras y sobrias costumbres, cuyo bagaje personal no comple­ taba la carga de un� mula, en el orden de las satisfacciones perso­ nales, acusaba una sola debilidad: los libros. Los había traído de España, los había acondicionado en Buenos Aires y Mendoza, los había pasado a Chile y iontró en Lima seguido por un millar de volúmenes". En esta última capital, como años atrás en Santiago de Chile, funda la Biblioteca Nacional y entrega la suya propia para constituir el primer fondo. En Mendoza también funda una Biblioteca Pública y podría casi afirmarse que el prócer, después de libertar el Sud de América en tres batallas, quiso consolidar esa indepen­ dencia fundando tres bibliotecas. Exilado en Francia reúne una nueva colección de libros hoy en nuestra Biblioteca Nacional. Rodeado por su familia, por sus libros y por las flores que siembra en un pequeño jardín, pasa los últimos años de su vida. El 17 de agosto de 1850, el prócer entra en la inmortalidad y, en 1880, se produce el regreso -definitivo- a la Patria. La inmortalidad San Martín fué grande por sus hazañas militares que le llevaron a franquear con su ejército la Cordillera más amplia del mundo. Más grande aún por su férrea voluntad y por el trabajo cons­ tante, metódico, ininterrumpido, con que preparó sus campañas y gracias al cual la victoria fué el fruto maduro de sus incesantes desvelos, nunca el premio sacado por azar. -13 -


Fué único, por su temple moral, por su modestia, por su abne­ gación que, en todo momento, l e hizo anteponer la Patria al hombre y el interés de la Nación al suyo propio. Hoy, está en medio de su pueblo que tanto amó. Cuando al caer la tarde, las sombras invaden el atrio de la vieja Catedral porteña, la llama encendida por las manos piadosas de sus descen­ dientes señala que allí, frente a la histórica plaza, donde surgió la Revolución de Mayo, permanece y vigila EL ORGANIZADOR DE LA VICTORIA.

Publicación aprobada por el INSTITUTO NACIONAL SANMARTINIANO según nota U. H.350 - 5 de !echa 19 de julio de 1950

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Placa colocada por la UNION INDUSTRIAL ARGENTINA en la Casa del Libertador, Plaza Grand Bourg, el 3 de febrero de 1950 con motivo del aniversario de la batalla de San Lorenzo.

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Esta RESEÑA HISTORICA redactada por J. F. Finó, sobre la base de los trabajos del Instituto Nacional Sanmartiniano, E. Aguirre Mollna, Bmé. Mitre, J. P. Oforo, etc. etc., :Cué Impresa en los Talleres Grá!icos de M. JCRMAN Com. e Ind. S.R.L., Godoy Cruz 2960, Buenos Aires, en el mes de agosto del Año del Libertador General San Martín 1950

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