Son de madera las aspas de los molinos de mí puerta de la mancha. Son de madera las aspas de los molinos de mí pueblo de la mancha, de árboles lentamente crecidos, de árboles cargados de pasado. Son de madera las aspas de los molinos de mí villa de la mancha, de árboles repletos de secretos, de árboles nacidos en mi mancha, testigos de historias quijotescas y de sanchos bonachones. Son de madera las aspas de los molinos de mí querido Tembleque, de árboles nacidos en tierras con paciencia, de estíos abrasadores, de otoños casi ausentes, de inviernos largos y callados, y de primaveras locas y ajustadas, de brotes ascendentes y de escasas lluvias injustamente. Son de madera las aspas de los molinos de mi hermoso Tembleque, humildemente noble, cortada con la sierra y con el hacha, que golpea con solemne pausa. Son de madera las aspas de los molinos de mi añorado Tembleque, orgullosa de muchas tempestades, de mil fuegos, de mil dolores, de mil vientos, que soplan largas melodías.
Son de madera los barcos donde yo navego. Son de madera los timones que yo llevo. Son de madera los bancos donde escribo, desde este puerto, donde siento la fresca caricia de la brisa, donde se escucha el clamor del mar pero no entiendo su lenguaje, pero se que algo me quiere decir, pero no puede llevarme a donde yo quiero ir.