Anexos: Un ambiente acogedor e inclusivo Algunos apuntes sobre el racismo
Un ambiente acogedor e inclusivo
La democracia, la extensión de los derechos individuales y la globalización han hecho que nuestra sociedad sea cada vez más diversa y heterogénea: distintos estilos y opciones de vida, diferentes modelos de familia, ciudadanos provenientes de distintos lugares que traen consigo costumbres y culturas diversas… Lógicamente, también el alumnado se ha transformado con esta diversidad. En las aulas de nuestros centros educativos, conviven estudiantes que viven en estructuras familiares variadas, con distintos bagajes culturales y también con rasgos físicos que denotan orígenes diversos. Todos los niños –independientemente de la composición de su familia o de su origen– tienen derecho a una escuela libre de prejuicios en la que poder desarrollarse como los individuos únicos que son. Los profesores tienen la responsabilidad de crear ambientes en los que todos puedan sentirse incluídos, y de educar para una sociedad plural y respetuosa con la diversidad y la dignidad humana.
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Diversos, pero iguales en lo esencial La convivencia con el que es diferente a uno mismo es de por sí enriquecedora, ya que nos permite ampliar nuestra visión y comprensión del mundo en el que vivimos. En este sentido, tanto los alumnos adoptados como los que llegaron con sus familias desde otros lugares aportan a la escuela una riqueza de referentes sobre los que los adultos de mañana pueden cuestionar los estereotipos y comprender mejor el mundo que les tocará vivir. Sin embargo, cuando hablamos de integración de la diversidad, no podemos quedarnos en celebrar la riqueza de lo que nos hace distintos. Cuando se pone el énfasis en la variedad de músicas, formas de cocinar y vestir, etc., se olvida a veces el mensaje más importante: más allá de esas diferencias, todos somos iguales. Todos tenemos sentimientos, todos necesitamos encontrar nuestro lugar en la sociedad, todos somos únicos e irrepetibles, y todos tenemos los mismos derechos y obligaciones. Sólo recalcando esta verdad esencial podremos normalizar las diferencias, es decir, asumirlas como normales dentro del grupo y no como algo que atomiza y separa en “nosotros”y “los otros”. El currículo escolar ofrece múltiples ocasiones de explicar como lo que nos une es mucho más esencial que lo que nos diferencia.Veamos un par de ejemplos: - Al hablar de nutrición, podemos hacer referencia a cómo dependiendo de los alimentos disponibles y de 4
su historia, cada cultura trata de elaborar una dieta equilibrada. En unos lugares, los hidratos de carbono se aportan fundamentalmente a base de pan; en otros, de arroz o patatas. Los japoneses –que viven en una isla que se mantuvo aislada del mundo durante mucho tiempo– sienten predilección por las proteínas que aporta el pescado; los argentinos, en cambio, prefieren la carne de vacuno. - En las clases de Geografía e Historia, al hablar de los movimientos migratorios, podemos explorar cuáles son los motivos que llevan a las personas a establecer su residencia lejos del lugar donde nacieron. Recordando cómo era España después de la guerra civil –o también después del medievo, cuando los españoles se lanzaron a la conquista de América– podemos poner en evidencia que, aunque hoy el nuestro sea un país receptor de inmigración, hubo un tiempo en que lo fue de emigrantes.
Orgullo, pertenencia y autoestima Algunos personas piensas que, si los niños se sienten desde pequeños orgullosos de sus diferencias, ese orgullo les protegerá de por vida frente al rechazo y el dolor que provoca. Esta idea puede funcionar bastante bien con los alumnos de preescolar, pero se revela después insuficiente. 5
Cuando el niño crece y se compara con los demás para redefinir la imagen que tiene de sí mismo, la cosa se complica. Lo que antes era motivo de orgullo, se convierte entonces en algo que incomoda. El niño al que antes no le preocupaba su aspecto, se enfurruña o llora desconsolado porque no quiere ser negro o no quiere tener los ojos rasgados. Conjugar la diferencia con la pertenencia es a veces complicado. ¿Cómo sentirse miembros de pleno derecho de un grupo cuando algunas de las personas que lo forman no nos admiten como tales? Podemos ser del Barça o del Real Madrid sin que el color de los ojos sea un problema, pero no es tan fácil sentirse español –o gallego, vasco o catalán– cuando uno tiene rasgos asiáticos. El nivel de aceptación no es el mismo, por lo que el sentido de pertenencia se ve constantemente amenazado. Como explica un joven adoptado de veintidós años que llegó a Madrid a los cuatro,“¿español yo? Yo soy negro, eso está claro, pero español sólo me siento en mi casa, con mi gente. Apenas traspaso la puerta, las miradas de desprecio y desconfianza me recuerdan que soy africano, aunque no tenga ni recuerdos de mi país de origen”. Para una sana autoestima, lo primero es la confianza que da el haberse sentido querido y apreciado tal y como uno es. Lo veíamos al explicar la teoría del apego: el apego seguro en la familia es el primer vínculo protector que nos permite reunir la autoconfianza suficiente para encarar los reveses de la vida. Para aceptarnos a nosotros mismos y hacer frente al rechazo o la desconsideración de los demás, necesitamos también asimilar ideas como las siguientes: 6
- Nadie es mejor ni peor por tener la piel o los ojos de uno u otro color, ni por ser bajo o alto, ni por tener el pelo largo o corto. - A veces, a todos nos gustaría modificar algunas partes de nuestro cuerpo –o de nuestra historia–, pero nuestro valor como personas no depende de cosas que no podemos cambiar. - Habrá quien, debido a sus prejuicios, no sabrá apreciar lo que valemos. El problema es suyo, no nuestro. - No necesitamos ser Brad Pitt o Claudia Schiffer para tener mucho que aportar a la sociedad. Como decía Marx (Groucho), “no soy perfecto, pero hay partes de mí que son excelentes”.
El dolor del “diferente” Ni el amor de una madre ni el oírle decir mil veces “eres fantástico” eliminan el dolor de un niño al que sus diferencias le hacen sufrir. Como al adolescente que quiere adelgazar a toda costa, de nada le sirve que le digan que su cuerpo es maravilloso. Quiere sentirse aceptado, le hieren las burlas sobre su aspecto y no le gusta la imagen que el espejo le devuelve. Su dolor es real y negar su causa no lo elimina, sino que deja al niño a solas con su sufrimiento y creyendo que somos incapaces de entenderlo –“claro, como tú eres blanco/ estás delgado”–. Para lograr llegar a la aceptación, necesita antes procesar su dolor. Para ayudarle, podemos: 7
- Reconocer su sufrimiento. No podemos decirle que lo que lo causa es una tontería. Reflejando sus sentimientos con nuestras palabras, le hacemos sentir que entendemos lo que le pasa: “Estás triste porque no quieres ser negro, te gustaría ser blanco como tus amigos”. - Permitirle hablar de ello y acompañarle en su dolor. Podemos compartir con ellos recuerdos de cómo hemos vivido nosotros una situación similar o explicarles que hubo un tiempo en que queríamos desesperadamente ser más altos, o rubios, o tener el pelo liso… Necesitan saber que sus sentimientos son normales, que todos pasamos por experiencias parecidas.Y, sobre todo, que podemos entenderles. Pocas cosas proporcionan mayor consuelo que poder hablar de lo que nos angustia con alguien que sabemos que comprende lo que nos pasa. - Abrir la puerta de la imaginación. Cuando desear un imposible hace sufrir, soñar despiertos permite una vía de escape a la amargura. De vez en cuando, podemos desdramatizar echando mano de la imaginación para concederle momentáneamente sus deseos. Cuanto más disparatado y cómico sea el recurso, tanto más efectivo será: “¿Te gustaría ser como tu padre? Sería fantástico tener un brebaje mágico que nos permitiera ser otra persona. Tú podrías ser tu padre, y yo podría ser una bailarina que diera la vuelta al mundo bailando salsa”. 8
Algunos apuntes sobre el racismo y la xenofobia “El racismo no es inútil. Si el racismo fuera inútil, dejaríamos de ser racistas”. Margarita del Olmo
El racismo existe En apenas un par de generaciones, España ha pasado de ser un país de emigrantes a receptor de inmigración. Paralelamente, hemos pasado de ser un país casi exclusivamente blanco a vivir en una sociedad en la que conviven personas con distintos rasgos y culturas. Para quienes somos blancos, es fácil minusvalorar la vigencia y el impacto del racismo en la vida de quienes lo padecen. Después de todo, hemos crecido en una sociedad blanca, sin referentes –ni profesores, ni amigos, ni cuñados– sobre lo que significa ser africano o asiático en un país predominantemente caucásico. Con frecuencia, se oye a adultos bienintencionados esgrimir el argumento de que lo que nos separa no es el aspecto físico sino las diferencias culturales, y que lo que provoca el racismo no son los rasgos sino las diferencias económicas. Una mirada crítica sobre lo que sucede a 9
nuestro alrededor desbarata esta teoría. Cuando en el autobús la abuela mira con desconfianza y agarra con fuerza su bolso ante la presencia de un africano, lo que dispara sus temores es el color de la piel. El muchacho probablemente viste tejanos y una camiseta con el logo de Nike, igual que su sobrino –¡maravillas de la globalización!–. La buena mujer no tiene idea de su nivel económico o cultural, pero asume que hay que temer a todos los que son físicamente distintos. Sin tener conciencia de ello, ha asimilado esa idea a través de mil y un mensajes sutiles que han construido un estereotipo sobre lo que cabe esperar de una persona negra. Se nos escapa a veces la cantidad de privilegios de los que gozamos de forma automática por el color de nuestra piel.Veamos algunos ejemplos: - Si nos comportamos de forma natural, nadie asumirá antes de conocernos que somos un peligro en potencia. - Podemos entablar relaciones con cualquier persona sin tener antes que explicar por enésima vez nuestra historia personal. - Podemos criticar las leyes, las decisiones del gobierno o el funcionamiento de la administración en un lugar público –por ejemplo en un bar– sin temor a que nadie nos interrumpa diciendo algo como “si no te gusta, vete a tu país”.
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¿Por qué somos racistas? Nadie nace racista, pero el racismo está presente tanto dentro como fuera de los centros educativos –bien lo saben los alumnos que lo sufren, y que sienten que a sus blancos profesores o no les importa, o no son capaces de entenderlo –.Aunque racionalmente estemos convencidos de que la raza humana es una sola, y que la discriminación racial carece de fundamento, hemos asumido sin cuestionarlas determinadas ideas sobre cómo son los magrebíes, los chinos o los gitanos. Al igual que con el machismo, la sociedad nos ha transmitido de forma subrepticia unos estereotipos que nos llevan a juzgar de forma inconsciente en función de la apariencia física. Como se afirma con rotundidad en la cita que encabeza este capítulo, el racismo no es inútil. El racismo pervive porque nos es útil: - Por una parte, todos tenemos tendencia a simplificar y esquematizar la información para podernos manejar con soltura en nuestra vida cotidiana. Las ideas esquemáticas del tipo “todas las mujeres son así” o “los magrebíes son de tal manera” nos sirven porque nos permiten tomar decisiones sin tener que dedicar tiempo a averiguar cómo es realmente cada persona. Los estereotipos nos llevan a cometer muchos errores, pero nos resultan útiles en la medida en que nos simplifican la vida. 11
- Por otro lado, el racismo sirve para legitimar desigualdades entre las personas. Justifica privilegios e injusticias que suceden a pocos kilómetros o pocos metros de nuestros hogares. Pongamos sólo un ejemplo. En muchas de las obras del boom inmobiliario que ha llenado nuestro país de grúas y hormigoneras, trabajan a plena luz del día y sin las condiciones mínimas de seguridad física y jurídica centenares/ miles de personas. ¿Permitiríamos este tipo de explotación en “nuestro territorio” si sus víctimas fueran andaluces o gallegos? Pensar que el racismo desaparecerá a medida que nos acostumbremos a la diversidad de nuestra sociedad es una ingenuidad. El racismo, como el machismo, no se sostienen de forma racional, pero están profundamente arraigados en nuestra cultura. Hombres y mujeres llevan conviviendo desde el principio de los tiempos y, aún hoy, tenemos a diario pruebas de la vigencia de los prejuicios sexistas. Tanto el racismo como el machismo son difíciles de combatir, precisamente porque se transmiten de una forma sibilina y porque permiten una coartada mental para justificar las desigualdades entre personas.
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Combatir activamente los estereotipos Puesto que los prejuicios que nos llevan a juzgar a otro en función de su físico se activan de manera inconsciente, combatir el racismo exige por parte de todos estar en guardia permanentemente.Todos los niños tienen derecho a ser tratados y evaluados como los individuos únicos que son. Sólo detectando hasta qué punto tenemos interiorizados prejuicios y estereotipos podremos luchar contra ellos. Los educadores son responsables de atajar cualquier brote de xenofobia en el colegio y de construir un ambiente libre de prejuicios. Es cierto que nadie nace racista, pero sin una intervención activa las nuevas generaciones seguirán asimilando estereotipos e ideas preconcebidas que tergiversen su visión del mundo. Preparar a los alumnos para entender la realidad que les ha tocado vivir pasa por advertirles que, cuando juzgamos en función de estereotipos, nos perdemos el potencial único de lo que esa persona podría aportarnos. Un buen modo de combatir activamente el racismo es trabajar en clase sobre los estereotipos que manejan los alumnos: qué son, por qué los usamos, que nos perdemos cuando los usamos, qué sentimos cuando nos juzgan injustamente… Una manera de hacerlo es pedirles que completen frases como “todas las chicas son…”,“todos los gordos son…”, “todos los negros son…”, “todos los ecuatorianos 13
son…”, “todos los que llevan gafas son…” y dialogar en función de las respuestas. Actualmente existe una gran variedad de recursos para trabajar la interculturalidad y el racismo en las aulas. Destacamos la guía elaborada por la UNED Racismo, qué es y cómo se afronta, un texto que nos ayuda a entender los retos de la diversidad y a encontrar las herramientas para hacerles frente.
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TABLA DE CONTENIDOS DEL LIBRO
I. Adaptación y escolarización 1. Una infancia diferente 2. La familia es lo primero 3. ¡Vamos al cole! 4. Bases de la colaboración entre familia y escuela 5. Ganarse su confianza, un reto que requiere tesón 6. ¿Niños problemáticos? 7. Entender al niño adoptado
II. La adopción en el aula 8. La adopción en el aula Principios básicos para hablar de la adopción • Aprender el vocabulario de la adopción.
9. La revisión de los clásicos Algunos trabajos escolares necesitan ser revisados.
10. La adopción en la escuela infantil Saben más de lo que entienden • Ideas clave sobre la familia • Las diferencias llaman la atención • Padres y maestros trabajando juntos por la normalización • Diferentes por fuera, iguales por dentro.
11. La escuela primaria I (6 a 9 años). Yo me comparo contigo, tú te comparas conmigo • ¿Qué pasó? • Los no-adoptados necesitan saber.
12. La escuela primaria II (9 a 12 años) De dónde sacan la información • Una etapa crucial para la comprensión de la adopción.
13. La escuela secundaria I (12 a 14 años) Profundizando en la cuestión • El papel del educador.
14. La escuela secundaria II (12 a 16 años) Adopción y adolescencia • Una etapa complicada.
Anexo 1: Un ambiente acogedor e inclusivo Anexo 2: Algunos apuntes sobre el racismo y la xenofobia
III.¿Problemas en el cole? 15.Aprender una nueva lengua Mucho más que comunicarse • Lo que no se ve • Cómo se forma el lenguaje • Perder una lengua para aprender otra • El efecto de la institucionalización • Qué esperar y cuando preocuparse • Niños que llegan entre los cuatro y los ocho años • Los problemas de procesamiento auditivo • Cómo acompañarles en el aprendizaje de la lengua.
16. Cuando la madurez no es sólo cuestión de tiempo Recuperar etapas perdidas • Más atención y más acompañamiento • Las mieles del éxito.
17. Otros riesgos asociados a la adopción Riesgos de salud asociados a la adopción • Los problemas de integración sensorial • Los problemas de atención • Los trastornos de vinculación • Lo que nos dice la investigación.
Biblografía
ADOPCIÓN Y ESCUELA GUÍA PARA EDUCADORES Y FAMILIAS
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