Daniella y … el misterio de la miel de colores La pequeña Daniella paseaba aquella tarde por el parque del pueblo elegido por sus papás para disfrutar de aquel puente del Pilar. Era un pueblecito costero del sur, de apenas 2000 habitantes y lo mejor era ese frondoso parque que invitaba a perderse. Después de una frugal comida y tras una breve siesta para recuperar fuerzas, a Daniella le llamó la atención la pequeña cría de oso que se relamía las pezuñitas colina abajo. Se lo dijo a sus padres y éstos sólo acertaron a decirle que no se acercase al animal porque podía ser peligroso. Pero Daniella , llevada por la curiosidad, se empeñó en ver más de cerca al animal y los padres accedieron a acercarse a una distancia prudencial. Entonces el padre de Daniella, que era policía, comenzó a relatarles una anécdota que también tenía que ver con un oso. Su mamá recordó los dibujos del oso yogui y pronto
empezaron
a
bromear
con
el
famoso
“oye
Bubu”
yellowstoniano. La niña rubita de bonitos ojos azules había cumplido ya cinco años y, como había hecho desde bien pequeña, se mostraba curiosa por el mundo que le rodeaba.
Por eso, ella tenía que enterarse de qué pasaba con el oso, fuera como fuera. Además se acordaba de su querida tía Bea, de los cuentos que le leía antes de acostarse y en ellos salían muchos osos siempre. Bueno, pues después de bajar unos 50 metros, llegaron al árbol en el que el pequeño oso había estado relamiéndose. Del oso no rastro pero lo que sí vieron fue un líquido viscoso de colores que les dejó estupefactos. Ese extraño líquido que no se atrevieron a probar resultó ser miel de colores. Ni más ni menos. Daniella preguntó si existía
la
miel
de
colores
y
sus
papás
se
miran
interrogantes: “no existe, hija. Esto tiene que tener una explicación”- dijo el papá. ¿Sería todo un sueño en plena siesta?, no, nada de sueños, Morfeo libraba a esas horas y lo que veían era real, muy real. La pequeña insistió en probar un poco pero a los responsables padres no les pareció una buena idea. Daniella protestó pero no le sirvió de nada; le explicaron a la niña que la miel de colores no existía y que esa miel multicolor con olor a chocolate no podía ser buena para la salud.
Siempre es complicado explicarle a un niño que algo bonito, de colores, dulce y con olor a chocolate no se puede comer. La madre recogió una muestra al recordar que una conocida suya era química y quizá les podría ayudar. Al día siguiente, mientras el papá de Daniella subía la foto a las redes sociales, la mamá subía el volumen de la televisión. En las noticias explicaban que acababan de descubrir miel de colores en un bonito pueblo del sur del país. Los papás de Daniella sonrientes, descubrieron por fin el misterio de lo ocurrido el día anterior: no muy lejos del bosque donde habían visto
la extraña miel había una
fábrica de lacasitos. Por su parte, Daniella prefería seguir pensando que los seres mágicos del bosque eran los únicos responsables de la miel multicolor.