DEL 6 AL 17 DE OCTUBRE DE 2010
Los jóvenes de Un Techo para mi País trabajamos con familias que viven en situación de emergencia para superar juntos la exclusión social. La pregunta que siempre se nos hace a los voluntarios es qué nos motiva a levantarnos temprano un sábado para ir a un barrio o acostarnos tarde después de reuniones infinitas en la oficina. La respuesta es siempre la misma: la fuerza que nos da saber que muchas familias van a tener un techo más digno bajo el que dormir tranquilas y un piso seco y cálido donde apoyar los pies cada vez que se levanten de la cama. Y lo hacemos con alegría, creyendo que esta energía puede ser contagiosa y que el poder para cambiar la realidad está en cada uno de nosotros y en cada sector de la sociedad. Esta vez son fotógrafos profesionales los que eligieron sumarse a nuestro proyecto, y gracias a su compromiso hoy presentamos “Miradas que construyen”, la segunda edición de Artecho porque encontramos en el arte un canal para expresar lo que vemos y lo que sentimos día a día en los barrios. Sus fotos son más que imágenes, son un grito de denuncia que pone en primer plano las condiciones indignas en las que viven miles de familias, pero son también una muestra de esperanza, que reflejan que cada vez somos más los que congelamos la mirada en esa realidad injusta pero no para dejarla estática, sino para transformarla y construir entre todos un país más justo.
Tony Valdez y Grace Bayala son los curadores de la exposición que tiene por protagonistas a los reconocidos fotógrafos Dani Yako, Tomás Lynch, Sol Abadi, Martín Köhler, Andy Goldstein, Dora Reiss, Christian Bordes, Gabriel Roca, Susana Menossi, Jose Luis Mac Loughlin, Oscar Livera, Rubén García, Alcides Cruz y Antonio Chávez.
quiénes somos Un Techo Para Mi País (UTPMP) es una organización no gubernamental, liderada por jóvenes voluntarios latinoamericanos, que nace en Chile en 1997. La iniciativa surgió de un grupo de jóvenes universitarios, apoyados por Felipe Berríos S.J., que después de concluir unas misiones en el pueblo de Curanilahue, sintió la necesidad de denunciar la extrema pobreza en la que viven millones de personas y decidió trabajar para dar una solución concreta a esta situación, a partir de la construcción de viviendas de emergencia y la ejecución de planes de habilitación social. Así surge Un Techo Para Chile, una de las obras sociales más exitosas y reconocidas de ese país. La solidaridad de los jóvenes no conoció fronteras, y así el proyecto se expandió por toda Latinoamérica a partir del 2001, año en que El Salvador y Perú se vieron azotados por un terremoto. Luego se organizó en una oficina central, con conceptos básicos claros, una forma común de trabajo y un mismo espíritu. En cada lugar se encarna el proyecto tomando los desafíos propios de la pobreza de cada país. Actualmente estamos presentes en 18 países del continente: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Uruguay. Desde la institución trabajamos junto a familias que viven en asentamientos urbano-marginales para que a través del esfuerzo conjunto puedan mejorar su calidad de vida. Nuestro Modelo de Intervención Social se apoya en estrategias que apuntan a provocar un cambio significativo en las familias, permitiéndoles contar con herramientas y capacidades efectivas para superar su condición actual y salir de los asentamientos de forma autónoma. Este modelo de trabajo tiene tres etapas. La primera etapa es la Construcción de Viviendas de Emergencia en la cual se satisface la necesidad básica de vivienda en los asentamientos. Además, en la construcción se genera un espacio de contacto y compromiso entre los voluntarios y las familias, y se establecen los primeros vínculos de confianza con los vecinos y líderes de la comunidad, validando una relación que en el futuro nos permita realizar un trabajo más permanente. A nivel latinoamericano llevamos construidas más de 62 mil viviendas de emergencia y hemos logrado involucrar a más de 200 mil jóvenes voluntarios. En Argentina, con presencia en Buenos Aires, Córdoba, Neuquén, Misiones y Salta ya hemos trabajado junto a más de 1600 familias y 10 mil voluntarios, con quienes llevamos construidas más de 1600 viviendas. Una vez que se establece una relación estrecha con las familias, superada la urgencia habitacional del barrio y contando con una base sólida de voluntarios, comienza la segunda etapa del proyecto: Habilitación Social. El objetivo de esta etapa es promover la organización social de los asentamientos y consolidar comunidades capaces de superar su situación actual. Para esto se promueve la creación de una mesa de trabajo, que es una instancia de reunión formal y periódica, donde los vecinos discuten y analizan las problemáticas de cada barrio y gestionan proyectos para mejorar la calidad de vida de todos sus habitantes. Las mesas son coordinadas por voluntarios de UTPMP que apoyan y guían los proyectos a realizarse. También se implementan una serie de planes que promueven el desarrollo de destrezas y competencias que sirvan a las personas como herramientas para progresar. Actualmente, UTPMP Argentina desarrolla planes de Educación (Juegoteca y Apoyo escolar), de Capacitación en Oficios, de Microcréditos y de Salud, en más de 14 barrios. Por último, UTPMP aspira a que las familias que habitan en asentamientos logren transformarse en Comunidades Sustentables. En ésta etapa, promovemos que la comunidad gestione soluciones definitivas, construyendo nuevos barrios integrados a las redes sociales, y manteniendo el capital social que la comunidad haya adquirido. Se busca que los vecinos se sientan parte de la comunidad, que se identifiquen con ésta y trabajen juntos por el bien común. Nuestra propuesta es clara: queremos trabajar junto a las familias para mejorar su situación a través de la construcción de viviendas de emergencia y la ejecución de planes de habilitación social. Nuestro objetivo es difícil: construir un país y un continente más justo, con oportunidades para todos y sin extrema pobreza. Pero a pesar de las dificultades que plantea una iniciativa tan ambiciosa, el proyecto crece cada vez más en nuestro país y en toda Latinoamérica gracias al trabajo y compromiso de voluntarios, particulares y empresas. Estamos convencidos de que denunciar la realidad de los asentamientos precarios en que viven millones de personas en Latinoamérica y el trabajo voluntario que llevamos adelante junto a las familias, generarán conciencia social y espíritu de solidaridad promoviendo que toda la sociedad participe para construir una Latinoamérica sin extrema pobreza, donde todas las familias cuenten con una vivienda digna y puedan acceder a más oportunidades para mejorar su calidad de vida.
Para más información: www.untechoparamipais.org/argentina www.facebook.com/UTPMPA Twitter@techoargentina
cómo colaborar Particulares 1 | Realizando una donación Haciendo un aporte en nuestra cuenta nacional: Banco Santander Río Cuenta Corriente: 201-4064/6 CBU: 0720201020000000406468 CUIT: 30-70835736-3 La cuenta esta a nombre de Un Techo Para Argentina A.C A través de un CHEQUE a nombre de Un Techo para Argentina A.C., acercándolo a nuestras oficinas. Acercándose a cualquier PAGO FÁCIL anunciando que quiere hacer un aporte a “Un Techo para mi País". 2 | Haciéndose SOCIO a través de un aporte mensual con su tarjeta de débito o crédito a través de nuestra página web. 3 | Invitando a tus amigos a seguirnos en Facebook, Youtube y Twitter 4 | Participando como voluntario
Empresas 1 | Realizando una donación Haciendo un aporte en nuestra cuenta nacional: Banco Santander Río Cuenta Corriente: 201-4064/6 CBU: 0720201020000000406468 CUIT: 30-70835736-3 La cuenta esta a nombre de Un Techo Para Argentina A.C A través de un CHEQUE a nombre de Un Techo para Argentina A.C., acercándolo a nuestras oficinas. 2 | Construyendo con tu empresa El plan “Construye con tu Empresa” es una oportunidad para que personas que viven distintas realidades, puedan conocerse, trabajar juntos y ayudarse mutuamente. También para que los empleados de la empresa generen nuevos vínculos y refuercen las relaciones interpersonales en un ambiente ajeno al laboral. Si tu empresa está interesada en participar envíanos un mail a recursosarg@untechoparamipais.org.ar 3| Realizando una alianza entre tu empresa y Un Techo para mi País Porcentajes de ventas / Se dona un porcentaje de ventas durante un periodo de tiempo en el que se asocia la marca con UTPMPA. Aporte Fijo / se dona mes a mes una suma fija de dinero. Campaña 1 + 1 / La empresa se compromete a donar el mismo monto de dinero que sus empleados o clientes hayan aportado a la organización durante un período de tiempo previamente determinado. Mediante Asociaciones / Prestar servicios de recaudación y ajuste sencillo: Este tipo de campañas es utilizada por empresas prestadoras de servicios básicos (tarjetas de créditos, tarjetas de casas comerciales, cuentas de servicios, etc.) a través de este sistema se descuenta mensualmente un monto de dinero antes establecido con el cliente. El vuelto / Es una de las campañas más funcionales y con menos costos de aplicación. Consiste en pedir el aporte de los clientes mediante la donación del vuelto a la organización. Donaciones en especies o servicios / Las empresas pueden realizar sus aportes a la institución desde aquellos servicios o productos que ellas mismas elaboran.
carta del Director Social Nacional Estamos muy contentos de presentar los resultados de la segunda edición de Artecho, “Miradas que construyen”. Por segundo año consecutivo, nos animamos a hacer algo en conjunto con el mundo del arte, esta vez en el rubro de la fotografía. Un trabajo que sabemos que puede dar muchos frutos. Siempre estamos en la búsqueda de la mejor manera para mostrar al resto de la sociedad la situación indignante en la que viven miles de familias argentinas. ¿Cómo transmitir todo eso que vemos y vivimos los voluntarios cada vez que vamos a un asentamiento?, ¿Cómo sintetizar y difundir miles de historias, situaciones, y momentos que nos indignan pero nos hacen seguir trabajando? Encontramos en la fotografía una manera muy especial, ya que podemos mostrar en imágenes concretas todo lo que siempre intentamos transmitir en palabras. Pero lejos de quedarnos en esas imágenes, el desafío pasa por saber que atrás de cada foto no hay modelos ni escenografías preparadas: hay personas que viven tal y como las vemos, que tienen nombre y apellido, familias e historias de vida. Y lo más importante personas que no elijen vivir de la manera en la que lo hacen y que buscan permanentemente salir adelante. Existen entonces las fotos que vemos y nos producen indignación, pero también están las que nos producen esperanza: muchas de ellas fueron tomadas en las distintas construcciones que hicimos en este último tiempo. Ahí vemos jóvenes trabajando en conjunto con las familias más pobres de nuestro país, demostrando que no todo se aprende en clase, y que trabajando todos juntos es la única manera de terminar definitivamente con la pobreza en nuestro país y en nuestro continente. Ahora bien, nos pasa que lamentablemente dejamos de sorprendernos ante la pobreza. La hemos asimilado como parte del paisaje; o la hemos ocultado para que no nos resulte incómoda. Ambas son distintas formas de indiferencia, uno de los mayores problemas que tenemos hoy como sociedad. Y así como nuestro trabajo permanente en los asentamientos hace que muchas veces seamos “la voz de los (todavía) sin voz”, me animo a decir que gracias al fantástico trabajo de los fotógrafos que nos acompañaron durante este proyecto, hoy somos “los ojos de los que (todavía) no tienen ojos”, pero que a partir de estas imágenes empezarán a ver y conocer otra realidad, y se comprometerán a trabajar por la erradicación de la desigualdad, la injusticia y la extrema pobreza. Por último, agradezco en nombre de UTPMP a los 14 fotógrafos que nos acompañaron en este desafío y a los distintos museos y exposiciones. Además, una mención especial a Tony y a Grace que confiaron desde el principio en nosotros. Por supuesto también agradecerles a los voluntarios y a las familias que trabajan con la organización, aliados imprescindibles en nuestra cruzada. En definitiva, todo nos demuestran día a día que la mirada es el primer paso para comenzar a construir un país mejor. Un abrazo, Agustín J. Algorta Director Social Nacional Un Techo para mi País - Argentina
prólogo Hay algo que comprendí hace muy poco a pesar de que hace años me muevo en esta profesión. Siempre me inquietaba esa facilidad con que se acercaban y el encanto que mostraba la gente ante una cámara de TV. No pasa lo mismo ante una cámara fotográfica. ¿Por qué? Me pregunté siempre. Lo de los 5 minutos de fama ante la TV lo entendía, lo de la fotografía no. Hace muy poco me di cuenta que el hecho que a veces incomoda, es que la fotografía a través de su principal herramienta que es la de darnos a nosotros fotógrafos la posibilidad de elegir una fracción de tiempo y espacio determinado solo por lo que queremos contar, le devuelve a la gente lo que son en realidad y no siempre nos queremos ver ni como individuos ni como sociedad en un espejo tan fiel. Pero es esa cualidad de espejo fiel lo que nos da un arma poderosa cuando queremos contar el mundo en el que vivimos, y eso es precisamente lo atractivo de esta profesión. Tendría que hablar más acerca de la tarea de Un Techo Para Mi País y la importancia de su trabajo, pero elegí comenzar por estos valores de la fotografía pues creo que son el motivo por el que muchos colegas han desarrollado su trabajo y han cedido sus imágenes para este (catalogo, libro, etc.etc.) y por el que yo me acerqué también a trabajar. La fotografía cuenta por sí misma, está en estas imágenes el esfuerzo cotidiano de la gente, de los voluntarios que día a día desarrollan su trabajo. Allí en cada foto está el trabajo y la idea de cambiar de alguna manera la sociedad en la que estamos involucrados. Para mí es un placer poder colaborar desde la fotografía y saber que a partir de ella y de lo que aquí vean también van a pensar en que siempre se puede hacer algo más. Tony Valdez Fotógrafo y Curador de Artecho
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JOSELUISMACLOUGHLIN SOLABADI SUSANAMENOSSI MARTINKÖHLER
DORAREISS ANTONIOCHAVEZ TONYVALDEZ ALCIDESCRUZ RUBENGARCIA DANIYAKO GABRIELROCA
poema Los niños pobres son el signo más puro de la resistencia de los cuerpos, de las fortalezas del espíritu, del poder de la inocencia. Las Madres pobres ellas alumbran con su fulgor de esperanzas y de esfuerzos, (entre casero y milagroso) la penumbra infame, repleta de incertezas, que es la realidad de la pobreza. Los padres pobres ellos soportan su martirio, austeros, los sueldos míseros, la falta de pago, la incertidumbre sobre su trabajo, la violencia de una sociedad posible pero ausente, en las sonrisas de sus hijos, en las caricias de su amada. La Familia entera. La Casa Azul, la azul casa el cielo emula en sus motivos, en sus fracasos de paraíso, en sus intentos de perfección; casa que como mínimo nos recuerda que todos merecemos una vivienda digna. Casa que se convierte en hogar, expectante en su color cielo con sus aires de paisaje... Casa que chica o grande, para un blanco o para un negro, es igual para todos, sin distinciones ni diferencias; casa que por encima de nuestros prejuicios o nuestro fanatismo por la estereotipias, siempre siempre es un lugar de vida.
Álvaro Eduardo Lemos Coordinador de Inserción de Nuevos Voluntarios Un Techo Para mi País - Argentina
capítulo/1
Situación de emergencia ¿Por qué una vivienda? Construimos viviendas de emergencia para mejorar una situación de emergencia habitacional. Pero también porque es la manera de generar un espacio de contacto y compromiso entre los voluntarios y las familias, estableciendo vínculos de confianza con los vecinos de cada comunidad, que nos permitan en el futuro realizar un trabajo más permanente.
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En la mirada hay un espejo que integra los sentidos. Nos empuja y seduce a cruzar la frontera de la realidad propia. En las diferencias sociales, en lo que nos diferencia, parece habitar una fragilidad incurable, la necesidad de reflexionar acerca del interés por uno mismo y la preocupación por los otros. Llegué al barrio con ansiedad y sin plan, para descubrir un aspecto inseparable de estar en el mundo, la exclusión que está en la naturaleza de todas las cosas. Se podría pensar que en esta comunidad las desventajas y dificultades para ser reconocidos e integrarse fuera de su propio sistema son una razón para el desaliento. Sin embargo, en la atmósfera de la vida cotidiana de un sábado por la mañana lo que se ve es todo lo contrario. Hay más sonrisas y optimismo que desánimo. Hay casas sencillas y otras construcciones que intentan ser un refugio realizado con lo que la naturaleza dejó por ahí. Se ven detalles, de los que únicamente el cariño por lo que se tiene permite, colores pintados con cuidado, adornos en desuso transformados en objetos valiosos. En muchas casas hay un jardín al frente donde los vecinos toman mate, como antaño sucedía en los barrios. Todos están dispuestos a conversar, a dejarse retratar cordialmente y tienen el orgullo que se siente cuando lo que poseemos costó trabajo y esfuerzo. Son humildes por sobre todo. Hacen sentir cómodo al visitante abriendo sus casas, mostrando su propio interior y presentando a sus hijos con calidez y alegría. Si los valores que se ven aquí tuvieran tanto lugar en las noticias como la marginalidad, la integración sería una realidad entrelazada y creciente. Como en cada barrio con sus calles, éste es también sin distinción un laberinto de ideales y sueños donde ser un individuo no es únicamente una cuestión de elección sino un decreto del destino con todas sus implicancias. El lugar que habitamos es una circunstancia, porque de eso no depende entender cual es nuestro lugar en el mundo. Las casas y los interiores que espontáneamente elegí fotografiar no intentan ser un registro documental, son las obras con las que estas personas definen el lugar que ocupan y su propia identidad. Si es ineludible vivir la vida con incertidumbre, al menos aquel sábado volví convencido de que la felicidad no es un ideal de la razón sino de la imaginación. A los habitantes del barrio Amancay.
La vida de los otros
Siempre la luz. Dice Moholy Nagy que la pintura es para dar forma al color, pero que la luz en la fotografía es para estudiar ese fenómeno lumínico (luz materia, luz onda, luz Dios). Mis padres son casi analfabetos. Mi padre, artista pintor. Me han procreado mientras construían su casilla en un barrio marginal de la ciudad de Arrecifes. Me eduqué en medio de la pobreza, de la carencia muchas veces de vestido y de alimento. Conozco el frío sin techo, sin comida. No obstante, el Arte de mi padre (y de mi madre) me ha enseñado otros caminos. No se cómo, nunca se lo pregunté, no sé de dónde lo sacó, pero mi madre me enseñó a mirar los objetos iluminados por los amaneceres y los atardeceres. En lugar de mirar hacia arriba durante un eclipse (tengo muy claro ese momento, lo doy como verosímil aún sabiendo que la memoria inventa, dibuja, resemantiza en esa tabla pintada que llamamos pretérito), nos hacía mirar hacia abajo, entonces las sombras de las hojas de los árboles en la tierra mutaban de su forma circular a medialunas, que más se acentuaban cuanto más progresaba el eclipse. Otras veces, cuando algunas nubes pasajeras tapaban el disco solar, nos metíamos dentro de la casa y mirábamos la sombra de la nube proyectada en el piso. Los rayos del sol se filtraban por algún agujero del techo de chapa (eran chapas de segunda clavadera, compradas en desarmaderos), que tenía miles de agujeros como estrellas. En la pintura de Rafael de la Escuela de Atenas, Platón (con el Timeo) señala con su dedo hacia arriba, Aristóteles hacia abajo (con la Ética). Nosotros no mirábamos hacia arriba, mirábamos hacia abajo. No estaba la fuente luz, estaba la proyección de la luz. La fotografía es una anuencia. Como dice la autora americana Diane Arbus, “me ha abierto las puertas al mundo”. Mi padre me dio sus pinceles de letras y una cámara de fotos, y esas fueron las llaves para abrir muchas puertas. Ya no soy un ciudadano pobre o rico, de un barrio marginal o del centro de La Plata. Soy (por el Arte) un ciudadano del mundo. Un mundo imperfecto que podemos con el Arte mejorar cada día. Y después el instante...el momento de esta foto (Barrio Los Eucaliptus / Ensenada). El momento de la mirada. Toda mirada es siempre constructiva. En el Cratilo de Platón está anotado que Antropo es el Ser que se contempla a sí mismo. Y el Arte es ese espejo donde nos miramos, nos retratamos. Toda fotografía, un paisaje, un desnudo, una escena periodística, es en su esencia un autorretrato, una mirada sobre lo que uno es en ese instante. Después está la imagen especular (en la teoría psicoanalítica), todo ser se construye a sí mismo a través de la mirada del otro. «Miradas que construyen». Había niños corriendo, jugando. La gente de Un Techo les estaba por servir un chocolate caliente y torta (es un invierno muy frío, y más frío en este barrio marginado de todo, menos en este momento de la felicidad). De repente los árboles se movieron por una ráfaga de viento, y un rayo de luz (como un spot dirigido) iluminó la pelota primero y la escoba después (otra vez la luz, y siempre la luz, no la fuente sino su resultado. “Tú ya sabes que amo la sombra, como amo la luz, la sombra es tan necesaria como la luz, las dos no son adversarias”, lo dice Nietszche en El viajero y su sombra). Solo me di vuelta y disparé. Las ramas de los árboles volvieron a su lugar y la escena quedó a oscuras. “El instante decisivo”, diría Cartier Bresson (no comparo la obra, es una foto demasiado simple, que adolece de la geometría que el maestro francés requería para sus tomas). Hablo de aprovechar el momento. Después, todo es más fácil. Una pequeña cámara 35 mm de visor directo (sin fotómetro, sin muchas vueltas), la película cargada es para luz día (la capa de copulantes que corresponde al amarillo es más gruesa, esto debido a que la radiación lumínica, por la atmósfera, es demasiado azul, entonces el amarillo compensa), lo que le confirió una gama monocromática cálida. Es el fuego, el calor que nos protege. Los niños no corrían ahora. Durante la toma, todo se detuvo (fue como si el “Universo físico se detuviera”, dice Borges en El milagro secreto). Cuando el sol se corrió de la escena, regresé a mi toma anterior. Los niños tomaban ahora su chocolate y torta. Corrían, gritaban y jugaban… José Luis Mac Loughlin La Plata, Julio de 2010
Valoro mucho esta experiencia. Por un lado desde lo personal, por haber podido compartir con la gente del barrio que conocí. Y por otro lado, por poder comunicar desde la fotografía la realidad que ellos viven. Sin duda, poder tener una vivienda significa muchísimo. Creo que lo más valioso es poder compartirlo, mostrarlo, comunicarlo, para generar una conciencia de ayuda, o al menos de conocimiento de la realidad de mucha gente. Mi deseo es que esta muestra haga que más gente pueda ayudar, cada uno con lo que pueda, para que más gente tenga un techo.
reflexión sobre
situación de emergencia No me acuerdo cuál fue el día exacto en el que supe que la pobreza existía. En mi mente siento como si lo supiese desde siempre. Y, en algún punto, en el imaginario colectivo es así: no se sabe de dónde vino y a dónde va, pero ahí está. No creo que haga falta entrar en un asentamiento urbano-marginal para entender que esa pobreza, de la que tanto se habla, alberga dentro suyo a millones y millones de personas. Aunque a veces parece que sí hiciese falta hacerlo para entender que esa gente, simplemente por el hecho de ser, no merece vivir así. Y de repente el mundo entero habla de la pobreza, pero la pobreza no tiene voz. No recuerdo cuál fue exactamente el día que supe que la pobreza existía, pero cuando era chica tenía la constante ambición de cambiar el mundo. No hacía falta tener configurado un concepto de mundo, para mí no iba más allá de los límites de mi ciudad, pero supongo que mi ciudad debe haberme señalado en mi infancia las cosas que yo habría de cambiar en la adultez. No necesitaba demasiado: un comedor universitario y un par de juguetes para los “chicos de la calle” bastarían para terminar con la pobreza. Sorprendentemente para mí, a nadie se le había ocurrido mi idea antes, y eso que era tan fácil. A lo largo de mi madurez comenzó a ampliarse exponencialmente mi concepto de mundo. Ahora era una pseudo infinitud atravesada por variables geográficas, económicas, sociales, culturales y tecnológicas, que a pesar de tener límites físicos, sus límites conceptuales eran casi inabarcables. Es lógico suponer que mi concepto de pobreza también cambió. Sin embargo, sorprendentemente, mis ambiciones no fueron más allá. Desconozco si fue por desinterés o susto al dimensionar con qué me estaba metiendo, pero el comedor y el canasto de juguetes dejaron de ser importantes para mí. Supongo que a medida que crecemos comienzan a urgirnos cosas que se convierten en un árbol que no nos deja ver el bosque. No quiero llamarlo individualismo, pero quizás sea un extremo reduccionismo de la realidad en la que vivimos. Comienza a preocuparnos terminar el colegio, recibirnos en la universidad, conseguir un trabajo con un buen sueldo, mantener a nuestros hijos de la mejor manera, y terminamos nuestra vida habiendo cuidado nuestros zapatos, y ahí terminó la historieta. Es extraño cómo, a medida que vamos adquiriendo las competencias para solucionar los problemas del mundo, vamos perdiendo las ambiciones de hacerlo. Me rehúso a pensar que la única forma de vivir en el mundo es dedicarse a lo urgente y lo personal. Considero absurdo y hasta egoísta concentrarnos en el árbol mientras el bosque arde en llamas. Creo firmemente que la calidad de la vida se mide en cuánto puede uno ofrecer al mundo y no en cuánto puede uno aprovechar de él. ¿Quién va a decirle a mis hijos, el día de mañana, que tuve las herramientas para cambiarlo y no lo intenté? ¿Con qué ojos voy a mirarlos cuando me digan que quieren hacer un comedor comunitario y regalar juguetes? No me acuerdo cuál fue el día exacto que supe que la pobreza existía, pero sí recuerdo cuándo decidí que no debía existir más, y que de mí dependía eso. Hubiera sido muy fuerte sentir que la pobreza existe por mi culpa, pero creo que es enteramente correcto pensar que soy coautor. Me sorprendió entender de cuántas horribles cosas puedo ser cómplice, desde la única acción de la inacción. Uno transita por la vida tirando piedritas al mar y quizás no se da cuenta, que en la costa de enfrente se creó una ola gigantesca. La onda expansiva de nuestras acciones y omisiones es más amplia de lo que podamos imaginar. Pensé que cambiarlo no era una cuestión de esfuerzo radical, sino simplemente un movimiento de conciencia. No hace falta entrar en un asentamiento urbano-marginal para entender que la pobreza alberga a millones de familias. Y eso era para mí, un gran número de personas que vivía como nadie nunca hubiese elegido vivir. Mi primera detección me llevó, quizás por capricho del destino, a conocer la pobreza a escasos metros de mi casa. Al verla tan lejana y, a la vez, tan cerca, me sentí cada vez más responsable. Sin embargo no fue la cercanía lo que más me impactó, sino la humanidad que me despertó. De repente, todas las variables geográficas, económicas, sociales, culturales y tecnológicas se dibujaron en los rostros de la gente. El mundo todo, tal como lo había concebido, se reducía a una sola mirada. Y yo estaba ahí para mirarla de lleno. Sorprendentemente para mí, esos ojos no me llenaban de culpa, sino de un heroísmo romántico que me llevaba a querer, realmente, hacer algo para cambiar las cosas. Los millones que definían la pobreza para mí, dejaron de ser un número para ser nombres. Ya no eran gente, sino personas, cada una con sus milagros y demonios personales, a quienes yo me había cruzado en la vida y ya no podía dejar de ver. Yo me hice responsable del mundo el día que lo vi dibujado en los ojos de una mujer de un barrio. Y el peso de su nombre adquirió otro significado para mí, y quise cargármelo en los hombros. Es un desafío que me replanteo todos los días de mi vida, y sigo eligiendo el bosque cada vez que me lo pregunto. Me parece errado suponer que las cosas deben quedar como están, creyendo que así debe ser. Creo que el mundo está cubierto de números que a veces pesan más que los nombres, y que la única forma de generar un cambio es acercarse y ser hombre, regalar humanidad. No pienso que erradicar la extrema pobreza sea simple y, aunque creo que es absolutamente posible, tampoco considero que alguien pueda hacerlo solo. Sin embargo, el principio es más fácil que regalar juguetes o fundar un comedor. Comenzar es una elección que tiene forma de acción. Actuar es el único misterio, pero nadie puede hacerlo por un número. Paula María Moroni Directora del área de Comunicación – Oficina Córdoba Un Techo para mi País - Argentina
capítulo/2
Inclusión social ¿Por qué Habilitación Social? El objetivo de nuestra segunda etapa es promover la organización social de los asentamientos y consolidar comunidades capaces de superar su situación actual a través del trabajo en conjunto entre vecinos y voluntarios.
reflexión sobre
habilitación social Cuando comencé a trabajar como voluntaria en UTPMP, hace casi cuatro años, me enamoré profundamente de este proyecto y de sus ambiciones, pero también del cambio que significó en mi vida. Junto con “el techo” crecí muchísimo como persona, como ciudadana. Me fui concientizando cada vez más de lo afortunada que soy por haber nacido donde nací, y que tantos otros no tienen la misma suerte. Se fortalecieron en mí convicciones que me acompañarán toda la vida, y tome como propias las banderas de la inclusión social y de la igualdad. Desde mis comienzos como voluntaria siempre anhelé la llegada de “la segunda etapa”. Me daba cuenta de que la construcción de la vivienda significaba mucho para las familias, pero creía que el verdadero cambio, el que iba a perdurar en el tiempo, era el que se iba a dar en Habilitación Social, aunque no tenía claro cómo iba a ser ese proceso. Hoy llevo casi un año trabajando en Habilitación Social y sigo convencida de lo mismo. Nunca me voy a olvidar de la primera mesa de trabajo en la que participé. Los vecinos estaban gestionando el arreglo de una plaza. Cortamos el pasto, plantamos árboles y el siguiente paso era comprar pintura para restaurar los juegos que estaban oxidados. Recuerdo lo complejo que fue juntar el dinero, y pensaba: “Yo podría donar la pintura”, pero tenía que coserme la boca para no sugerirlo, porque de esa manera no íbamos a lograr unidad en el barrio ni trabajo en equipo, que era el objetivo. Llegaba a mi casa angustiada al ver lo fácil que es lograr cosas como éstas para mí y mi entorno, y lo cuesta arriba que se hace todo para las familias que están en situación de pobreza, excluidos del sistema. Yo nunca tuve que reunirme con mis vecinos, trabajar arduamente para tener luz, gas y calles pavimentadas… Ellos sí tienen que hacerlo. Esta situación me indignaba, pero lejos de paralizarme me impulsaban a querer pasar más tiempo en el barrio y estar pendiente de cada avance. En Habilitación Social trabajamos codo a codo junto a las familias. Un fracaso se vive como la peor de las derrotas, así como un éxito nos llena de energía para seguir adelante. Al día de hoy tenemos ocho sedes comunales construidas en diferentes barrios. Significa que hay ocho asentamientos que están organizándose, que tienen un lugar propio para reunirse, soñar con el barrio que quieren y trabajar para lograrlo. Los vecinos de Santa Brígida consiguieron que el intendente los atendiera y disponga una ambulancia para el barrio. Los de La Hoya encontraron apoyo en los barrios cerrados que los rodean, éstos les van a donar materiales para asfaltar algunas de las calles. De a poco los vecinos recogen los frutos de tanto trabajo, dándose cuenta de que no son invisibles y que pueden conseguir lo que se propongan. Algunas mujeres que solo se dedicaban al cuidado de la casa y de sus hijos, hoy piensan en armar su propio emprendimiento, en sacar un microcrédito y animarse a crecer. Otras están preocupadas por el examen que les toca la semana que vienen en el curso de peluquería… Estos, y tantos otros, son los logros que los participantes de las mesas de trabajo consiguieron, y son los que paso a paso van transformando la vida de las personas y la realidad de los asentamientos. Ver el crecimiento de Habilitación Social me hace creer que una Argentina y una Latinoamérica más justa, unida, con igualdad de oportunidades para todos y sin extrema pobreza es posible. Como sociedad, todos tenemos que sentirnos responsables de que esto suceda. Te invito a que desde tu lugar, sea cual fuere -padre o madre de familia, político, estudiante, ciudadano, voluntario de otra ONG -sigas luchado para que así sea. María Emilia Chávez Sub Directora de Habilitación Social Un Techo para mi País - Argentina
Yo ya conocía barrios marginales, pero era la primera vez que me insertaba dentro del barrio para compartir tres días con los vecinos. Si bien había realizado trabajos fotográficos en situaciones con un alto contenido humanitario, como en hospitales o con los aborígenes en el impenetrable formoseño, éste fue muy emotivo al compartir con ellos comidas, mates, charlas y juegos con los niños, donde se deja de lado cualquier diferencia social y sólo somos una comunidad trabajando. En mis fotos traté de captar todas las situaciones del barrio: lo lindo y lo feo, lo bueno y lo malo, la pobreza y el trabajo desinteresado de esos chicos que dedican su tiempo y su esfuerzo en brindarle a la gente una mejor calidad de vida. Creo como fotógrafa poder plasmar y mostrar, junto a mis colegas en esta muestra fotográfica, una problemática social que ayude a concientizar al público en general. Ojalá no tuviésemos que seguir mostrando este tipo de imágenes, donde nos deleitamos viendo las caritas sucias en medio de la basura de las villas, y que la próxima muestra sea menos pobreza, menos diferencias sociales, más caras felices. Susana Menossi
“Cuando viajábamos al lugar donde estaban trabajando no tenía claro que iba a fotografiar. Cuando llegué y vi el panorama, me convencí. Más allá de las casas que las personas de un Techo Para Mi País y familias enteras estaban construyendo, todo era muy precario, demasiado. Pero recordé. Ese lugar me ayudó a recordar que los chicos se adaptan a cualquier situación, y lo hacen con alegría y entusiasmo. No hace falta el último juguete de moda para ellos, son felices por el simple hecho de estar. Es algo que en general olvidamos al crecer. Con estas fotos quiero ayudar a recordar.” Un chupetín, un charco de barro en una calle, o compartir la sombra de un árbol entre amigos es suficiente para ser feliz. Imaginemos si tienen un lugar propio y digno para jugar. Estaría buenísimo que todas las personas puedan colaborar, hay veces que uno puede ayudar mucho con muy poco, sólo hay que recordar. Martin Köhler
Casi todo mi trabajo fotográfico en los últimos 10 años lo dediqué a documentar los increíbles recursos que germinan en los contextos y en los seres en situación de vulnerabilidad. Eso que llaman “resiliencia” o en criollo “lo que no te mata, te fortalece”. Espacios hostiles con carencias materiales básicas. Sólo la unión de voluntades y de brazos trabajadores puede transformar la misma realidad material y, mejor aún, la realidad simbólica: las personas juntas, unidas, ya se sienten capaces de logros y cuentan con sus acciones para modificar lo que “les tocó”. Lamentablemente estas increíbles construcciones no tienen un espacio en el noticiero ni en las revistas. Los chicos del “Techo” en nuestra Argentina, forman parte de esa legión entusiasta, inteligentísima y silenciosa, que organizada y cronometrada como un hormiguero, revierte la emergencia habitacional para crear nidos, “hogares”, donde la existencia y el crecimiento de los más chicos sea más amable. A partir del nido, la habilitación social. Para poder diseñar los fotomontajes documentales (paradoja si la hay) arranqué con los chicos del “Techo” desde las entrevistas a las familias. Seleccioné familias de las que obtuve el consentimiento para retratar y también a sus casas. Luego, la construcción con voluntarios, coronó un feliz proceso del que fue un orgullo participar a través de la lente. La paradoja de los “3 fotomontajes documentales” obedece a la posibilidad de visibilizar un proceso: “de la emergencia habitacional al hogar” en tres pasos, que a su vez dieran cuenta de la complejidad y del hermoso tejido de actores y acciones que intervienen en la realización del milagro. Acompañar a los chicos del “Techo” durante dos meses, me inyectó ganas, vitalidad, refundó mi esperanza en los jóvenes y, me dio lecciones de inteligencia, cuidado y organización. Dora Reiss
Salir adelante siempre:
La vida de Norma
Norma es una vecina de Amancay y una gran luchadora. Su vida es un claro ejemplo de esfuerzo, amor y ganas de salir adelante. Tuvo la oportunidad de criarse en un buen barrio y con una situación económica estable pero nos cuenta que en un abrir y cerrar de ojos todo eso había desaparecido, ya no estaba. Con mucha tristeza relata que un cuñado le prestaba un lugar donde vivir, si es que así se puede decir. No era más que un pequeño lavadero donde debía dormir junto a su marido y su hijo. Cuando pensaba que la situación no podía empeorar, su cuñado les dijo que debían dejar el lugar. Estaba embarazada y sin un lugar a donde ir. Una señora le comentó que había unos chicos que se juntaban los días sábados en la estación y repartían maderas. Así fue que pudo armarse su pequeño ranchito que ella describe como un lugar muy chiquitito y con piso de barro. Demás esta decir que tenía goteras y que el frío no dormía del lado de afuera. Entonces un día norma fue encuestada, como la mayoría de los vecinos de Amancay, quedando seleccionada para la construcción de la vivienda de emergencia. Desde ese día Norma no deja de trabajar por el barrio. Es una persona muy activa, que tiene en mente un futuro mejor para la comunidad. Sabe que con esfuerzo y ganas se puede lograr, porque así fue como logró todo en su vida. Cuando se le pregunta sobre la situación de pobreza responde sin pelos en la lengua y con gran claridad: “Situación de pobreza es no tener una educación como se merece el barrio, es no tener médico en la salita. No hay pediatras, no hay un médico clínico, ni siquiera tenemos remedios. Para mí por eso estamos en la pobreza. No puede ser que tengamos que caminar veinte cuadras porque acá en la salita no hay un pediatra o medicamentos”. Norma participa en la Mesa de Trabajo de Amancay y resalta que uno de sus mayores intereses es que el barrio este mejor y que los vecinos vayan siempre por más, intentando que las autoridades políticas escuchen sus reclamos. Ella se comprometió con el barrio y cuenta que lo hizo no sólo por ella, sino por toda la gente, y sobre todo los chicos. “Yo no me voy a ir de la Mesa aunque me quede sola. Porque a veces pasa que la gente no va. Porque yo me comprometí por dentro en que esto tiene que mejorar y está mejorando. La limpieza barrial se hizo, la basura se recoge y la gente no tira la basura en la calle. La policía está en el momento que necesitas. Ahora estamos luchando por la salita”. A pesar de todos los golpes que le ha dado la vida mantiene su espíritu intacto: espíritu de lucha, de búsqueda, de superación y, por sobre todo, de amor. Su marido, Esteban, comparte su compromiso con la solidaridad y el trabajo por el barrio. Con risas, nos relató que a su esposo le costó muchísimo confiar en la organización y hoy en día participa como voluntario en construcciones y es el encargado de organizar el festejo del día del niño, que se lleva a cabo todos los años en el barrio de Amancay. Los dos, aparte de su ayuda constante en la Mesa de Trabajo, hablan a todos los vecinos acerca de UTPMP y los invitan a sumarse al trabajo por la comunidad. “Esos chicos dejan sus familias, sus novios, sus preocupaciones y sus estudios. Ellos nos motivan a seguir trabajando. Tenemos que estar agradecidos, porque por ellos tengo un techo para dormir. Los chicos vienen con toda su humildad y lo hacen de corazón”. Cree firmemente que la situación va a seguir progresando y que algún día podrá ver las calles asfaltadas y los camiones de basura van a poder circular, ya que cuentan con el apoyo suficiente para lograrlo. Norma se emociona y se le cae una lágrima cuando nos cuenta por qué le pediría a nuevos voluntarios, a los distintos jóvenes que todavía no lo hicieron, que se animen a participar. “Súmense porque todos los cursos que pedimos nos lo trajeron. Y gracias a eso yo tengo una fuente de trabajo. Para el día de la madre yo no tenía que comer, y gracias a un curso donde hice unos cuadros, los fui vendiendo en un trueque y comí. Yo de todo lo que aprendí de ustedes y sobre todo de tener la mesa, fue para bien, todo tiene sus frutos. Hay que saber esperar, tener esperanza y valorarlos a ustedes que vienen. Siempre estamos comprometidos a ayudar porque a nosotros nos ayudaron”. Ha vivenciado muchos cambios en el barrio, ha cumplido sueños. Hoy puede mirar para adelante con necesidades y exigencias, pero también puede mirar para atrás y ver todo lo que sorteo. Puede ver todas las transformaciones que se han vivido en el barrio, mira a sus vecinos a los ojos sabiendo que esta muy compenetrada y dispuesta a luchar por el trabajo barrial. “Sueño con un barrio asfaltado, con un colegio y jardín adentro. También vamos a seguir luchando por la salita. Todo va a ir mejor”. Sus sueños no paran de crecer, ella también se anima a soñar despierta, igual que nosotros, igual que todos los que queremos de America Latina un continente más justo y sin extrema pobreza.
Un día de la semana de Mayo recibí la llamada de un colega para anoticiarme que un grupo de jóvenes, casi todos estudiantes, estaban realizando acciones solidarias para familias en estado crítico. Me comentó que necesitaban que alguien documentara el plan de construcción de viviendas dignas, y me indicó un número de teléfono para solicitar más datos. En consecuencia, me puse en contacto con un ex alumno, quien me explicó la naturaleza del proyecto y precisó que varios grupos estarían trabajando en un barrio periférico de la ciudad de Salta, denominado Solís Pizarro. Acepté la propuesta de inmediato y así llegué hasta ese barrio, donde me esperaban los voluntarios, que me guiaron por calles sin pavimento ni veredas y de trayectorias insólitas. Las casas de ese barrio son precarias, construidas con variados materiales que se acopian en irregulares terrenos y algunas en vías de edificación provisoria. Los vecinos carecen de instalaciones sanitarias y algunos de energía eléctrica. Al girar por una esquina, pudimos divisar un camión desde el que jóvenes dinámicos y activos bajaban los últimos postes cilíndricos. A continuación, se indicaron los lugares donde se debía continuar la tarea y hacia esos sitios partieron las cuadrillas. Yo acompañé a una de ellas, que ya en el lugar estimado comenzaron a medir los postes, para cortarlos con serruchos en secciones de 70 cm aproximadamente, a la vez que me explicaban que esos trozos serían la fundación de la vivienda que se instalaría sobre ellos. Mientras tomaba las fotografías, visité al resto de los grupos de trabajo, notando en todos los casos que las tareas se realizaban en un ambiente de alegre camaradería, con especial cuidado por hacer las cosas correctamente. Nos volvimos a ver el 23 de mayo, cuando comenzaron las construcciones, instalando las fundaciones y los paneles de madera pre-armados. Ese día también asistí a documentar los trabajos y noté una mayor concurrencia de voluntarios, que fueron cumpliendo las etapas ya establecidas para la concreción final de los trabajos, que no finalizaron en esa jornada, sino que continuaron el lunes 24 tras pernoctar en el local escolar del barrio. En las primeras horas de la tarde del lunes, ya varias de las casas estaban terminadas y en cada una de ellas se celebraba un modesto pero emocionante festejo, con globos y bebidas gaseosas para los niños. Hasta hubo un festivo corte de cintas para abrir la puerta. Los distintos grupos fueron reuniéndose en un lugar ya determinado. Nadie denotaba cansancio, por el contrario, todo era alegría y fiesta, casi euforia, con la satisfacción gratificantes que producen las obras de bien. Antonio R. Chávez
reflexión sobre
habilitación social “En busca de un sueño, van generaciones.” Silvio Rodriguez Cuando en Argentina arrancamos con la etapa de Habilitación Social, se abrió un camino que empezamos a transitar con mucha esperanza y expectativas, pero sin experiencia previa, y mucho menos, sin señalización ni fórmulas mágicas. Simplemente “nos mandamos” junto a los vecinos de cada barrio. Nosotros los invitamos a seguir trabajando por su comunidad. Ellos agarraron las riendas del proyecto y hoy en día caminamos juntos en busca de un sueño. Aunque sí hay ciertos procesos definidos y herramientas concretas con las que contamos, gracias a una institución que fue ganando experiencia en los asentamientos de toda Latinoamérica, pasar a trabajar mano a mano en distintos proyectos con la comunidad de cada barrio significó un mundo nuevo para todos nosotros. No es fácil organizarse. Menos en condiciones tan adversas. Para cualquier persona que vive en un asentamiento, no es fácil salir de casa a una reunión cuando hay que caminar algunas cuadras entre el barro. No es fácil cuando los niños esperan el almuerzo, cuando hay familiares enfermos y la atención médica no es una opción. No es fácil cuando se trabaja toda la semana y el sábado es el único día de descanso, cuando los problemas en casa parecieran agotar toda energía. Tampoco es fácil animarse a trabajar por la propia comunidad cuando la figura del referente barrial está identificada con el puntero político, con el que busca su propio beneficio a costa de favoritismos partidarios. No es fácil reconocer la fuerza de la propia voz después de años de ser ignorado por los gobiernos locales. No es fácil recuperar la esperanza cuando tantas veces se esperaron promesas incumplidas. Tampoco es fácil reclamar ante autoridades estatales o vecinos en mejores condiciones, cuando pesa el rótulo de usurpador. Cuando la exclusión es violenta. Pero nos hemos sorprendido semana a semana, descubriendo que en la realidad más cruda de cada asentamiento, hay personas dispuestas a dejar todo: persiguen un sueño grande, el de salir de la pobreza, con una comunidad unida, en un barrio regularizado y urbanizado, con acceso a las oportunidades que requieren para desarrollar su vida de manera plena, y con sus derechos debidamente reconocidos. Muchos vecinos venían soñando y trabajando hace mucho y encontraron en las mesas de trabajo un espacio para concretar nuevos proyectos. A otros les había ganado la desesperanza, pero los voluntarios les contagiaron una convicción fuerte, devolviéndoles las ganas de salir adelante. Por eso es que hoy en día, en cada mesa de trabajo un grupo de personas tiene ideales potentes y está trabajando para concretarlos. Y a pesar de las dificultades, desde UTPMP no podemos dejar de tener esperanza. Porque vemos cómo los vecinos de un barrio manejan reuniones con el intendente de su Municipio; cómo se animan a escribir una carta en reclamo por el buen funcionamiento de una salita; cómo postulan a fondos concursables para realizar proyectos que beneficien a la comunidad como, por ejemplo, espacios educativos para niños, construcción de tachos de basura o veredas para que se pueda caminar por los pasillos sin hundirse en el barro. Vemos cómo se consolida el trabajo en equipo y aprendemos qué significa avanzar organizados. Vemos cómo voluntarios y vecinos se motivan mutuamente cuando los escenarios se complican y parece que nos gana el cansancio y la resignación. Me gustaría que los vecinos no tuvieran que luchar por su barrio: ojala sus derechos hubieran sido reconocidos siempre. Pero no lo son. A veces duele hasta el fondo compartir las dificultades que se presentan paso a paso cuando una persona quiere superar su condición de pobreza. Pero nunca se pierde la oportunidad de volver a soñar y a confiar en que una realidad mejor es posible. Cuando los vecinos cuentan a qué barrio apuntan, la indignación se transforma en energía para trabajar por “un barrio más unido”, “con iluminación en las calles”, “con tachos de basura y servicios de recolección”, “con una plaza para que puedan jugar los chicos”, “con trabajo y educación para todos”. En esos sueños urgentes está la fuente de motivación. Sabemos que no nos podemos quedar sentados esperando a que nuestra sociedad abra los ojos e incluya a los que dejó afuera durante tantas generaciones. Y no somos expertos, tenemos mucho que aprender en este camino. Pero sí somos exigentes y apostamos a un cambio profundo. Vamos lento, pero juntos avanzamos. Inés López Olaciregui Directora de Habilitación Social Un Techo para mi País - Argentina
capítulo/3
Agentes de cambio Creemos que todas las personas, desde su lugar, pueden ser verdaderos agentes de cambio. Por eso trabajamos para generar conciencia social y espíritu de solidaridad promoviendo que toda la sociedad participe en la construcción de una Latinoamérica sin extrema pobreza y con igualdad de oportunidades.
reflexión sobre
agentes de cambio “Somos jóvenes con un gran sueño: erradicar la extrema pobreza de América Latina.” Ese es el lema con el que conocí a Un Techo para mi País hace ya casi un año. Me interioricé un poquito más y me enteré de las viviendas que levantaban los voluntarios en conjunto con las familias beneficiadas; y en ese momento pensé: ¿Es suficiente construir casitas de madera para superar la extrema pobreza? , ¿son conscientes estos jóvenes de que por más que construyan setecientas, mil o dos mil casas, superar la extrema pobreza es algo hasta difícil de imaginar? Mi mente, desconfiada pero obstinada, fue quien me llevó a animarme un poco más: era hora de dejar de criticar tanto al sistema e involucrarme de alguna forma para aportar mi granito de arena, por más mínimo que este fuese. En ese momento conocí el modelo de intervención de UTPMP que, como primer punto, se propone apaciguar la emergencia habitacional de las familias, pero también involucrar a la sociedad en su conjunto para lograrlo, haciendo oídos sordos a aquellos que opinan que ésto es solo incumbencia del gobierno de turno. Así fue como llegué por primera vez a un asentamiento, más precisamente al barrio de Nicole, ubicado en el corazón del partido de La Matanza, lugar pobre y necesitado si los hay. Conocí decenas de familias llenas de frustraciones y desesperanza, personas que a pesar de haber trabajado dignamente durante toda su vida, se encontraban viviendo en condiciones tan inhumanas que son imposibles de imaginar. Solo me alcanzaba con ver sus rostros para darme cuenta de lo desanimados que se encontraban. Sin embargo, la mayoría de ellos, no dudaba en invitarnos a pasar, convidarnos unos mates y confesarnos lo desalentador que resultaba tener que ver crecer a sus hijos en la miseria, sin encontrar alternativas para revertir su situación. ¿Acaso habían hecho algo malo para merecer tal realidad? ¿Quién era el culpable de que esos chiquitos estén pasando frío y viviendo en condiciones tan precarias?, ¿ellos mismos?, ¿los políticos?, ¿las empresas?, ¿nadie?, ¿todos? Esa disyuntiva no me condujo a respuestas, pero sí a una gran certeza: los jóvenes no somos culpables de que la realidad del país sea ésta, pero sí responsables de no intentar cambiarla. Convencido de los potenciales aportes que podríamos dar los jóvenes a la sociedad, esperé impaciente durante semanas la llegada de la construcción. Calmaba la ansiedad con mis cada vez más habituales sábados en el barrio, adentrándome en un mundo que no me era familiar, pero que de a poquito fue ganando un lugar en mí. Llegó el esperado fin de semana, 40 nuevas familias tendrían una vivienda más digna. En ese momento comprendí que “el Techo” era mucho más que “un techo”. Lo que esas familias sufrían no era solo vivir prácticamente a la intemperie, sino sentir que la sociedad les daba la espalada, y esos dos días cientos de jóvenes estaban poniéndole el pecho a la lluvia, al barro y fundamentalmente a los prejuicios, demostrando que lo único que los diferenciaba era la falta de oportunidades. La semana siguiente, visitando el barrio, vi cómo esas expresiones desanimadas habían cambiado por sonrisas cómplices, por ganas de progresar y de salir adelante. Me alegró ver cómo a Sergio – jefe de la familia con la que compartí esos dos días inolvidables- le había alcanzado una semana, para desarmar su antigua casilla, construir una cerca y plantar un árbol en el frente de su nueva casa. Todo esto sin dejar de trabajar doce horas diarias para ahorrar unos pesos y regalarles a sus cuatro hijos un piletín que les hiciera más llevadero el verano en Nicole. Ese cambio de actitud que un grupo de jóvenes habíamos ayudado a provocar, es el que me lleva a pensar que podemos construir nuestro propio futuro, pero también el de toda una nación. Solo es cuestión de proponérselo. Después de varios meses, caminatas por el barrio, construcciones e infinidad de experiencias cosechadas en mi “corta vida de voluntario”, puedo afirmar, sin miedo a sonar utópico, que una vez convencidos de que el cambio es posible, los jóvenes podemos contagiar ese sentimiento a la sociedad y transformarlo en hechos. Julián Quevedo Voluntario Un Techo para mi País - Argentina
A LA ESCUELA: La educación como el segundo refugio donde las familias vulnerables encuentran abrigo de la intemperie social; que los hijos estudien para que tengan un mañana mejor es el mensaje subyacente. LO QUE FUE UN HOGAR: Una tapera cayéndose, deja la reflexión de que allí alguien vivió alguna vez en condiciones de absoluta pobreza. La tapera es un viejo símbolo de familias que se van y dejan ese precario hogar en busca de un mejor vivir. O también es el triste recuerdo de una familia o de alguien que ya no está. VOLVIENDO A CASA: Se trata de un carrero que vuelve con su perro y su caballo trajinado a su casa después de llevar cargas o juntar cosas en las calles, para luego venderlas en los galpones de acopio de hierros y cartones. Una figura que por repetida, pasa a ser parte del sonido y el paisaje cotidiano de las barriadas periféricas de las ciudades. MI HERMANITA Y YO: Dos niños de 8 y 9 años en la casa de madera. Uno referencia a otro en la hermandad. Comparten el mismo espacio y como si fueran horneritos se asoman a la puerta y la ventana de su humilde casa. ADOBE: Muestra los adobes apilados por un olero o ladrillero. El hace adobes para hacer ladrillos que luego serán vendidos a la vera de la ruta. Él, olero o ladrillero, vive en una casa de madera sin embargo. LA MESA DEL PATIO: La mesa a cielo abierto en una suerte de "living comedor de la injusticia social". VECINOS: Muestra la figura de dos casitas edificadas por la misión UN TECHO PARA MI PAIS. ZANJITA: Siempre en las zonas marginales, aparece la zanjita con las aguas servidas y cerca una mamá y una criatura. SONRIENDO: Una niña asomada en la ventana de su casita hecha POR UN TECHO PARA MI PAIS. Simplemente así. Alegre por se niña y por tener un abrigo. KIOSCO CERRADO: Muestra la imagen de un "negocio fracasado". Siempre son pocas cosas las que pueden vender los "maxikioscos" populares, y lo poco llama a la escasez.
marginal. 1. adj. Perteneciente o relativo al margen. 2. adj. Que está al margen. 3. adj. Dicho de un asunto, de una cuestión, de un aspecto, etc.: De importancia secundaria o escasa. 4. adj. Dicho de una persona o de un grupo: Que vive o actúa, de modo voluntario o forzoso, fuera de las normas sociales comúnmente admitidas. U. t. c. s. Es un marginal de la política. (Diccionario de la Real Academia Española) Cada vez que tengo que expresar una idea o una reflexión sobre un tema en particular, comienzo por tratar de entender el significado de la palabra que abarca el concepto general motivo de la reflexión. Desde mi punto de vista, la fotografía documental tiene (también) la obligación de denunciar y de resignificar, en su importancia, lo que está documentando. No hubo tiempo previo para interactuar con la gente, fui, si se quiere, un invasor, alguien totalmente ajeno que desenfundó una cámara y comenzó a fotografiar lo que tenía adelante suyo. Antes que mostrar marginalidad, pobreza, - imágenes que por otro lado ya suenan casi como un cliché - quise mostrar esfuerzo, colaboración, participación e intentar mostrar dignidad, conciencia de saber lo que son. “Miradas que construyen” es como una amalgama de una realidad que recorre el país de punta a punta, y espero que estas imágenes puedan construir un nuevo estado de conciencia y conocimiento de una realidad que no podemos desconocer. Rubén García
Estela,
un agente de cambio en el barrio “Que algún día tengamos, por lo menos, un desayuno, un almuerzo, una cena, un lugar donde estar, donde decir: esta es mi casa, acá voy a llegar después del trabajo y voy a estar reunida con mi familia” Cuando me reencontré con Estela, varios meses después de la construcción, no la reconocí. Me había quedado con la imagen de ese día de lluvia y granizo: arrodillada en el barro haciendo pozos para los pilotes, empapada, corriendo de un lado a otro para que a ninguno nos faltara nada. Tampoco reconocí el lugar; una casa perfectamente decorada por dentro y por fuera, hasta el más mínimo detalle, recortaba el espacio donde hacía solo medio año no había nada. Algo más me desorientó: ver que compartía su terreno con la Sede Comunal de UTPMP, indicio del avance que ella, con todo su esfuerzo, está logrando junto a su familia y otros vecinos del barrio. “Hay mucha gente que ama al prójimo y que quiere hacer algo por ese prójimo. Yo creo que para mí, fue un empujón a todas las expectativas que yo quiero. Porque en mí había mucho para hacer, pero no podía empezar, pero me dieron el punto para seguir, para hacer, para no quedarme, para seguir luchando por las cosa que yo quiero”. Estela, vive con su familia (su esposo, Eduardo y sus dos hijos, Franco y Vivi), en el barrio Los Ficus, en el que se terminó de instalar en diciembre de 2009. Es muy difícil imaginar su situación. Sin referirme solo a la casilla donde dormían, también pienso en el desequilibrio familiar que puede generar el vivir en la extrema pobreza. “Antes yo alquilaba. Cada vez se hacia más y más pesado para nosotros. A veces discutíamos porque no teníamos dinero para pagar el alquiler. Y eso es una de las cosas que tal vez lleva a que la familia se quiebre (…) Era algo así mi situación, a pesar de que Eduardo y yo trabajáramos. De una u otra manera, entre los dos fuimos ahorrando para comprar este terreno y así empecé acá. Cuando los voluntarios vinieron yo tenia una casita que pasaba el agua, por todo el techo caía como si fuese un colador, no se podía estar, a pesar de que yo tenia la cocina, la cama, la humedad era horrible, la verdad horrible… Pero gracias a los chicos ahora vivo sin humedad, vivo debajo de un techo, más cómoda. Y yo digo que esto también es la unión de una familia. La unión en qué sentido… en que ya no peleas por un alquiler, ya tenés un poquito más de dinero para comprarle algunas cosas a tus hijos que antes no lo hacías. Esto me dio la satisfacción de, por lo menos, tener a mi familia unida”. Si existen palabras que definan a esta mujer son energía, voluntad, compromiso, alegría y humildad. Al escucharla uno puede percibir la fuerza y las ganas que tiene Estela de salir adelante. Cuando habla se dirige a las personas que pasaron, o que están pasando, por su misma situación, pero también a la sociedad en su conjunto. “Si se puede, todos los proyectos se pueden hacer. Solamente tienes que decir: yo puedo, yo quiero y lo voy a hacer, y todo te va a salir bien… y confía, es lo único que te puedo decir. Y hagámoslo juntos, que juntos vamos a poder salir adelante” “Del país pienso que si los de arriba ayudan a los de abajo, no dándoles dinero, sino enseñándoles que eso se gana con trabajo (…) Hay que empezar desde los niños, educándoles el respeto hacia los mayores, el amor entre la familia, el amor hacia el prójimo. Yo creo que el país puede cambiar, pero tenemos que empezar desde los niños, enseñándoles de a poco, y así vamos a enseñar a los grandes que dando amor y con trabajo vamos a salir adelante” No piensa que ha llegado a su objetivo. Siempre remarca que la vivienda que hoy tiene no la va a cambiar por nada, porque es el símbolo del impulso que la ayudó a crecer y a creer que puede fantasear con otro mundo para ella, para su familia y para sus vecinos. Pero no se queda con eso ni con la fantasía, actúa concretamente por sus ideales. Hoy es líder de la Mesa de Trabajo de su barrio, todos los sábados, sale de su “hogar”, como ella lo llama, entra en la Sede Comunal y pone manos a la obra, igual que lo hizo el día de la construcción. “Para mi futuro quiero sueños (soñar no cuesta nada, así que voy a soñar un poco), una casa de material donde mis hijos tengan cada uno su cuarto, donde el barrio tenga entrada y salida de autos, lleno de vegetación. Y que todos los que vivan en este barrio tengan una casa donde no haya humedad, que tengan luz, que vayan al colegio, que tengan una salita, que sean felices y que no haya ningún vicio como la droga ni nada de eso (…) Nos falta muchísimo por recorrer, pero lo vamos a lograr, se que lo vamos a lograr”
Uno puede pensar que ver y retratar ciertas realidades es muy fuerte. Pienso en los fotógrafos de guerra, como lo cuenta en su libro Susan Sontag (sobre la fotografía), ¿quién es más cruel el que mata o el que no ayuda y retrata a ese soldado que agoniza? Uno puede pensar cómo serán otras realidades, pero vivirlas, acercarse, respirarlas, es algo a lo que no se puede llegar solo pensando. ¿Qué iba a fotografiar? ¿La cruel miseria? ¿El olvido de Dios? ¿La impotencia al ver esos chiquitos que piden abrazos? No quiero ni puedo ser fotógrafo de guerra pero si traté de serlo de los enfermeros de esa guerra, de estos chicos de 21 y 23 años Emilio y Cinthia, que me emociona pensarlos y ver cómo estas almas nobles de verdad se hacen hombres y mujeres de 1000 años para ayudar, para inventar, para sonreír frente a la más devastadora realidad. Sacar fotos de lo que estos chicos enormes hacen fue una experiencia única y demoledora. Ellos hacen, ellos ayudan, ellos abrazan. Saqué fotos porque estaba flotando sostenido por Emilio y Cinthia. Tengo todavía esa sensación de flotación mientras sus sonrisas inundaban por todas partes, mientras entrábamos a casas de paredes de madera y ventanas sin vidrios, de pisos de tierra, donde en pocos metros costaba pensar cómo duermen esos diez chicos, y más aún, cómo se protegen del frío. Se me llenó la cabeza de preguntas básicas...muy básicas. Rescato la increíble fortaleza de estas bestias, me gusta usar el término bestia cuando algo me sobrepasa, y de todos los que voluntariosamente los siguen con sus bellas y simples casas que levantan para que esta gente pueda tener vida más digna. Rescato el abrazo que me dio Emilio al final emocionado los dos. Rescato haberme sentido útil, un poquito, porque frente a ellos uno se achica, y sólo sentí ganas de aprender a dar, como lo hacen ellos. Gracias.
Se me llenó la cabeza de preguntas básicas... muy básicas.
El artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos informa: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios.” Salud, bienestar, alimentación, vestido, vivienda. Allí donde Un Techo Para mi País llega, allí donde los cientos de miles de voluntarios caminan cada día, estas palabras suenan tan vacías de contenido que el sentido común no puede más que ceder a un acto de solidaridad. Durante el 2009 acompañé a unos voluntarios de “El Techo”, como ellos le dicen, a comenzar su labor en un barrio de la provincia de Buenos Aires. Finalmente, se construyeron allí unas 60 casas y hoy se sigue trabajando para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. La obra de toda la gente que colabora con el Techo no es sólo un acto noble, es casi un reflejo. Saber que mis vecinos viven en la más extrema de las pobrezas, expuestos a enfermedades y problemas tan básicos, genera movilización, trabajo, esfuerzo, ideas: conocerlos y ayudarlos, eso es todo.
1ยบ Puesto
EMILIOSILVA 2ยบ Puesto
MARIANOARAMBURU
3ยบ Puesto
MIGUELMAINAT
reflexión sobre
agentes de cambio Más de dos años han pasado desde aquella mañana de julio en la cual fui con uno de mis hermanos a una detección masiva. Las familias que visité no las he vuelto a ver (como pasa, lamentablemente, con la mayoría de las familias que uno va conociendo) pero quedaron profundamente en mi memoria, sobre todo porque el frío que pasé aquella helada mañana de invierno me acompañó toda la semana. Sí, me enfermé por pasar un rato en ese frío penetrante, abrumador y solitario. Solo un rato. Y hoy me encuentro aquí escribiendo, desde mí ya querida Córdoba, a más de 700 km. de donde nací, crecí y viví más de 28 años; reflexionando sobre lo ocurrido desde entonces*. (acá te vamos a pasar una mini nota al pie, todavía no está, por eso pusimos el * ) Cómo no recordar el camino hecho hasta aquí. Tantas vivencias y recuerdos, que cuesta ordenarlos. Soy la misma persona, pero diferente. Cuando uno “ve” y empieza a ser “conciente” de la dramática situación en la que viven injustamente tantos seres humanos, ya nada vuelve a ser como antes. Siempre digo que hay varias instancias por las que uno pasa para convertirse en un voluntario que quiere ayudar a superar la extrema pobreza (porque a la pobreza hay que superarla y no reducirla o combatirla). La primera, es “ver” que existe realmente la pobreza estructural, ser conciente de que la mayoría (y créanme que una abrumadora mayoría) de las personas que se encuentran en situación de pobreza, no están allí porque se esfuerzan poco o porque “quieren”. Están allí por el azar o el destino. Pero por favor no me crean; vayan y “vean” ustedes mismos. Que injusta y facilista conclusión hacemos, quienes más oportunidades hemos tenido, de creer que estamos donde estamos por puro mérito propio, y que solo es cuestión de esforzarse para tener una vivienda digna y un trabajo decente. Luego uno “ve” la escala del problema, y se impacta. Allí se descubre la segunda trampa mental en la que caemos al pensar que son pocos los que viven de esa manera. De esta segunda instancia solo hay dos caminos posibles: bloquearse por creer que es imposible cambiar la realidad o darse cuenta de que se puede colaborar a mejorar la situación en las que viven estas familias. Si se arriba a la segunda alternativa, uno siente que puede ser un verdadero agente de cambio y a partir de allí es imposible no arremangarse y ponerse a trabajar para conseguirlo. La construcción de viviendas de emergencia de Un Techo para mi País, tiene la cualidad de lograr en muchos jóvenes este proceso, y en algunos ocurre solo en un fin de semana. Lo más increíble es descubrir que ayudando a los que menos oportunidades han tenido, uno se lleva más de lo que brinda. Trabajar con personas que viven en la extrema pobreza (porque no son pobres, sino que viven en esa situación) es un camino complejo, donde se mezclan alegrías con tristezas, esperanza con desilusión, motivación con frustración. Porque después del enamoramiento inicial, viene la madurez del compromiso. Y nos damos cuenta que cambiar esta situación implica transformarnos como sociedad, porque es esta sociedad que conformamos la que permite que millones de personas vivan de manera injusta. Uno de mis hermanos siempre dice “Si nos importara la pobreza extrema, la eliminaríamos rápidamente”. Creo que es muy cierto, y que en el fondo no nos importa porque no lo vemos, o si lo vemos no nos preocupa porque difícilmente nosotros terminemos viviendo así. ¿Nunca les llamó la atención cómo nos movilizamos cuando ocurren catástrofes como la de Haití o Chile, pero poco nos mueven los constantes “haitís” en los que viven vecinos nuestros? A mí sí, y mucho. La respuesta que encuentro tiene dos componentes. El primero, es que uno considera que es injusto, y que estas personas no lo merecen. El otro es que nos importa porque sentimos que nos puede pasar y nos gustaría que nos ayuden a nosotros si nos ocurriera lo mismo. Ambos están ausentes en nuestra querida y sufrida sociedad Argentina en relación a la extrema pobreza: pensamos que no nos va a pasar y creemos que la responsabilidad de la existencia de la misma la tienen otros: desde las personas que padecen la pobreza, pasando por el Estado o las Empresas. Debemos ser concientes que no son entes abstractos, sino que somos personas las que decidimos y formamos parte de estas organizaciones. Eso es lo que aprendí trabajando en este proyecto: el cambio a gran escala implica cambiar como sociedad civil en el largo plazo. Pero, mientras tanto, no podemos quedarnos con los brazos cruzados, por eso salimos a mejorar la calidad de vida de las familias que viven en extrema pobreza con las viviendas de emergencia y los planes de Habilitación Social. Realmente el cambio es posible, y una Argentina y Latinoamérica más justay con igualdad de oportunidades para todos es realizable. Todo empieza con ver, ser “concientes” y sentirnos responsables. Luego es solo cuestión de arremangarse y ponerse duro a trabajar por ello. Virgilio A. Gregorini Gerente Regional - Córdoba Un Techo para mi País - Argentina
cierre La lógica afirma que una casa es un edificio para habitar. Lejos de esa definición, real por cierto, descubro gracias a la labor de los jóvenes de Un Techo para mi País que una casa es lo que su propietario determine y que en ella puede hallarse el universo. La convocatoria de artistas que ha realizado la institución y el trabajo inspirado y concienzudo de cada uno de ellos revela y testimonia lo que declaro y reitero “una casa es lo que su propietario determine y en ella puede hallarse el universo”. En las imágenes captadas por cada uno de los fotógrafos, poetas del clima esencial y de la luz, es posible encontrarse ante un paisaje inicial que nos abre al encuentro de una nueva tibieza y nos vuelve a una ternura relegada. Una pared de flores, una ventana llena de luz y una muñequita de trapo atada a la cortina, un pequeño cartel que dice “te quiero”, pilotes en la tierra, dos hombres con sombrero y el sol alto, altísimo en el cielo. Dos jóvenes sentados en el techo; el barro y una pared que está por levantarse; una frazada y una chiquita que se ríe; una remera de Boca, tres árboles y fútbol en el barro; un chupetín bolita del color del cielo; ropa en la soga y muchas casas nuevas; una señora que sale de su casa; otra ventana que parece el mundo; la fuerza de unos brazos y una pequeña pileta en un rincón; un matrimonio feliz, una casa y una bicicleta; un balde, dos baldes y una escoba; las nubes de tormenta, trabajo y escaleras; una chiquita con pelo largo, una cortina de flores y un mañana; una remera que era blanca, botas con barro y caras de sorpresa; un pasado en el espejo y un perro, un perro con sogas en el cuello; un pincel, una mano, el porvenir y un techo, un corazón y muchos corazones latiendo al mismo tiempo. Todo este relato es una pequeña parte de la labor de Un Techo para mi País y del trabajo de jóvenes capaces de devolver al mundo, lo que el mundo parece haber perdido. Mi agradecimiento por el lugar que me han dado y mi apoyo incondicional y para siempre. Grace Bayala Curadora de Artecho
condiciones de venta Todas las fotografías presentes en este catálogo se encuentran a la venta. Con su compra estará colaborando con nuestro proyecto, ya que el dinero recaudado se destinará a la construcción de viviendas de emergencia en los distintos asentamientos en donde estamos presentes. Aquellos interesados pueden comunicarse por teléfono a nuestras oficinas: Buenos Aires (011) 4519-8349 / 5811-4296 Córdoba (capital) (0351) 423-6545 Río Cuarto (0358) 421-0360 / 15 432-9952 Misiones (03752) 684-606 Neuquén (0299) 15 505-7919 Salta (0387) 15 588-2469 O vía mail a: lbetancur@untechoparamipais.org.ar
agradecimientos A los curadores Grace Bayala y Tony Valdez. A los fotógrafos Dani Yako, Tomás Linch, Sol Abadi, Martín Köhler, Andy Goldstein, Dora Reiss, Christian Bordes, Gabriel Roca, Susana Menossi, Jose Luis Mac Loughlin, Oscar Livera, Rubén García, Alcides Cruz y Antonio Chávez. A ArteBA, Museo de Arte Contemporaneo, Centro Cultural Paseo 220, Escuela Provincial de Bellas Artes "Dr. José Figueroa Alcorta"- Ciudad de las Artes, Centro Cultural Recoleta, Centro Cultural Pasaje Dardo Rocha, Escuela Taller Galeria Artistas Argentinos. A Megaphoto. A la Escuela Andy Goldstein Y a todos los que hicieron que “Miradas que construyen” sea hoy posible.
//con los ojos y las lentes de
ANDYGOLDSTEIN CHRISTIANBORDES OSCARLIVERA JOSELUISMACLOUGHLIN SOLABADI SUSANAMENOSSI MARTINKOHLER DORAREISS ANTONIOCHAVEZ ALCIDESCRUZ RUBENGARCIA DANIYAKO GABYROCA TOMASLINCH