El buen
negro Adolfo Caminha
Traducci贸n Luis Zapata Pr贸logo Alfredo Fressia
El buen negro
Colección THÉLEMA
El buen negro Adolfo Caminha
Traducci贸n Luis Zapata Pr贸logo Alfredo Fressia
Diseño de la colección: Formación: Fotografía de portada: Administración:
Benito López Martínez Ricardo Castillo A colores (2007), Sebastián Freire (www.sebastianfreire.com.ar) Víctor Espíndola
Distribución mundial El buen negro/ Adolfo Caminha Primera edición: octubre de 2008 D.R. © 2008, Alfredo Fressia, del prólogo D.R. © 1984, Luis Zapata, de la traducción del portugués D.R. © 2008, de la edición en español para todo el mundo
Sergio José Rodríguez, editor (Quimera ediciones) Querérato 172-6, Roma, 06700, Cuauhtémoc, México. quimera@anodis.com Tel.: 55 64 43 38. ISBN: 978-607-00-0264-9 Queda totalmente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler, el almacenamiento o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa por escrito de los titulares de los derechos reservados. Impreso y hecho en México/ Printed and made in Mexico
Estrategias para una narrativa homoerótica
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rente a una novela como El buen negro (1895), de Adolfo Caminha (Aracatí, Ceará, 29 de mayo de 1867-Río, 1 de enero de 1897), resulta casi inevitable la reflexión sobre el azaroso destino crítico de toda obra literaria. Primera novela de tema totalmente homoerótico de la literatura brasileña e inscrita en la historia literaria bajo el rótulo «naturalista», el texto tenía, por su tema, antecedentes nacionales en la misma escuela naturalista: los episodios de homosexualidad masculina en O Ateneu (1888), de Raul Pompéia, y femenina, en O Cortiço (1890), de Aluísio Azevedo. Sin embargo en El buen negro el homoerotismo masculino es la «única» pasión expuesta, el motivo sobre el que se estructura todo el relato, y desde el cual se crean de hecho todos los personajes. Como además los protagonistas de ese amor visten los uniformes de la Marina nacional, la crítica de su tiempo, y del siglo XX hasta la década de los setenta, reaccionó con perplejidad, y no tanto (o no sólo) por el recurso a la mera detracción, improbable frente a un texto que reúne demasiadas cualidades, sino por el puro y simple silenciamiento. Es sabido que la patologización de los comportamientos homoeróticos alcanzó su mayor intensidad en el «siglo oscuro», el periodo que podría inscribirse entre las fechas de 1869 (invención de la palabra «homosexualidad» y momento privilegiado del discurso represivo) y 1968 (comienzo de la «liberación» de las costumbres). No resulta entonces casual que, desmontada una buena parte de los dispositivos ideológicos
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de ese «siglo», la crítica haya «redescubierto» esta novela que, si nunca fue una pieza arqueológica de la literatura latinoamericana, se revela ahora como un espléndido documento de estrategias estéticas destinadas al abordaje de un tema en su momento «tabú» y sin duda «peligroso». Como para compensar el silencio crítico que cercó a la obra, los últimos años han visto multiplicarse los estudios específicos, las reediciones y las traducciones. La presente traducción de Luis Zapata, ese brillante narrador mexicano que también es especialista en literatura brasileña, existe desde 1987. Llamando «Adolfo Caminha», el lector encuentra en Internet miles de sitios, que incluyen librerías donde «bajar» su obra (gratuitamente, ya que está bajo dominio público), tesis universitarias, repertorios de literatura gay. Como además Caminha ha sido un autor frecuentemente obligatorio en los programas liceales de los últimos años, sus ediciones en portugués no sólo son fácilmente encontrables sino que vienen casi siempre anotadas y precedidas de pedagógicos prefacios (lo que puede facilitar la tarea de quienes quieran acceder al texto original). En ocasión del centenario de la muerte del autor, se multiplicaron también los perfiles biográficos de Caminha y, sin duda, la tentación de descubrir lo que pueda haber de autobiográfico en su obra. Adolfo Caminha fue efectivamente oficial de la Marina Imperial, formado en la escuela naval de Río de Janeiro, donde vivía desde 1883. Por lo demás, en su breve existencia, Caminha protagonizó dos «escándalos» reveladores de su carisma y también de su incapacidad de conformarse frente a cualquier statu quo. En 1884, como cadete naval, osó discursar en cierta ceremonia frente al Emperador Pedro II, exponiendo sus ideas republicanas y antiesclavistas. El Emperador y la conservadora Marina, de mayoría monárquica, fueron entonces indulgentes con él. No lo serían en el otro episodio «escandaloso» de su vida. En 1888, ya oficial, Caminha había retornado a Fortaleza, la capital de su estado natal, y allí se unió a la esposa de un oficial del ejército, quien le daría dos hijas. La proporción que adquirió este episodio en la provinciana Fortaleza finisecular está a la altura de la indignación que el futuro narrador manifestará frente a la hipocresía social. Sobreviviendo como funcionario
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público, Caminha vuelve a Río en 1892, donde se dedicará al periodismo, a la crítica literaria (notas de las que resultará el libro Cartas literárias de 1895) y a la redacción de las que serían sus tres novelas editadas (A Normalista, 1893, Bom-Crioulo, 1895, y Tentação, 1896), mientras luchaba contra la tuberculosis que segaría su vida a los 29 años. La audacia de publicar un libro homoerótico en 1895 le costó a Caminha algo más que el silenciamiento crítico sobre la obra. La audacia supuso también un trabajo de verdadero artífice del estilo, lo que acabó garantizando la modernidad del texto. El narrador no intenta en momento alguno tornar el tema opaco (un recurso frecuente en la literatura del «siglo oscuro»). Nada más explícito que el deseo de estos hombres, cuyos actos de amor son narrados con sensualidad y con detalles más bien propios de la actual literatura gay, la locuaz narrativa homoerótica de los últimos treinta años. Caminha no se impone los «límites» temáticos que la bienséance de 1895 podía exigir. El trámite que negocia la propia existencia de esta narrativa en la época radica en el uso, meramente convencional, de la retórica naturalista, de larga influencia en Brasil, y a la cual Caminha declara inscribirse. Pero es paradójico que, de hecho, ninguno de sus tres novelas editadas logren el naturalismo que el autor predica. (En A Normalista Caminha toca la misma inverosimilitud, pero es cierto que esa novela incluye un equívoco episodio de amor lesbiano.) En el caso de El buen negro se trata más bien de un recurso de sobrevivencia. A saber, el autor, al mismo tiempo que afecta una retórica naturalista, desautoriza a lo largo del relato cada uno de los principios de la escuela de Médan. Emile Zola y su grupo proponían privilegiar las «condiciones fisiológicas», la influencia del medio social («les milieux», decía Zola) como determinantes del ser humano. La psicología quedaba así subordinada a la «fisiología», que incluye la hereditariedad y algunos componentes de lo que se denominará el darwinismo racial. En efecto, cuando en el primero de los 12 capítulos del relato, se presenta al marinero Amaro (apodado Bom-Crioulo, equívoco sobrenombre bien traducido aquí por «Buen negro»), con su cuerpo «colosal» y un «formidable sistema de músculos», el narrador menciona «la morbidez patológica de toda una generación decadente y enervada».
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na de las mayores virtudes de El buen negro consiste en U algo que Adolfo Caminha logró descubrir o intuir: los homosexuales no son estereotípicos: nada más lejos de la figura lán-
guida y refinada de los personajes proustianos; nada más lejos de los hipersensibles e inteligentes protagonistas de las novelas de Forster y Gide; nada más lejos de los “jotos” del cine mexicano sesentero, que el negro Amaro, Bom-Crioulo: borracho, parrandero y jugador, pero también ingenuo, generoso, tierno, enloquecido por el amor. Luis Zapata
ISBN: 978-607-00-0264-9