El paraíso Maya DESPUÉS DEL FIN DEL
MUNDO
Chiapas, México, uno de esos lugares que justifican que el mundo no se acabase cuando habían anunciado los calendarios mayas. Viajamos hasta el núcleo de su imperio
y descubrimos las razones por las que la vida tiene que continuar. Un mundo de belleza, naturaleza y gentes de gran corazón preparadas para una vida sencilla. Texto: Bernardo Fuertes. Fotografía: Álex del Río.
LAS NUBES Atravesando la Sierra Madre, en Chiapas, al sur de México, se esconde Las Nubes, un proyecto de ecoturismo gestionado por la comunidad indígena. La naturaleza impone su ley... cuando el hombre ayuda.
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En 2019, Roy Batty, el replicante de la película Blade Runner, se apaga dejando escapar de sus manos una paloma blanca. En una de las escenas más simbólicas del cine el robot, condenado a morir tras cuatro años de existencia, pregunta a Harrison Ford, el cazador de replicantes, sobre el sentido de la vida. Le detalla todas las maravillas que ha visto en su existencia: “todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”. Roy muere sin encontrar respuesta a su dilema existencial. Ante lo que se prometía como el fin del mundo, el 21 de diciembre de 2012, una fecha de caducidad al más puro estilo blade runner, acudimos al origen de la profecía sobre el fin del mundo. Al epicentro de la cultura maya. Al estado de Chiapas, en México. Queríamos conocer el mundo que empujó a pronosticar el fin del mundo.
PARADOR SAN JUAN DE DIOS Nombre religioso para un delicioso hotel en pleno San Cristobal de las Casas. Un remanso de paz.
Al margen de disquisiciones sobre la exactitud de las fechas, la interpretación de las mismas o la acertadísima campaña que todo esto ha supuesto para el turismo de la zona, lo cierto es que en Chiapas se vive como en ningún otro lugar el sueño maya. Desde el punto de vista histórico, seguro que había alguna razón que hacían pensar a las tribus indígenas que aquello se tenía que acabar, pero encontré muchos y bellos motivos –como el replicante de la
película– que no me permiten moralmente aceptar que todo esto se perderá como lágrimas en la lluvia. Tuxtla Gutiérrez es la capital del estado de Chiapas, una ciudad reseñable porque allí se encuentra el aeropuerto que enlaza con el DF. Después de aterrizar nos dirigimos hacia Chiapas de Corzo, la localidad desde la que se toman las lanchas rápidas para hacer el recorrido de 42 kilómetros por el río Grijalva, en el Parque Nacional del cañón del Sumidero. Un plato fuerte para comenzar nuestro peregrinaje. Si se iba a acabar el mundo había que darse prisa en verlo todo. El patrón de la embarcación hace las veces de guía y durante el camino narra las peculiaridades del río, su fauna, flora y los distintos recovecos. Se conoce prácticamente cada piedra, cada animal y goza de un sentido de la vista realmente prodigioso. A casi 20 nudos de velocidad es capaz de distinguir un mono araña entre las copas de los árboles a más de 50 metros del suelo. Cuando detecta alguno de estos animales, mediante un brusco giro de la embarcación, se sitúa a escasa distancia para que el neófito se encuentre de bruces con el cocodrilo. Demasiado acostumbrados a esas estruendosas barcas, los animales no alteran su ritmo salvo que te acerques demasiado de forma imprudente. Las paredes del desfiladero convierten en pequeño a cualquier hombre. Más de mil metros de caída vertical desde el punto más alto hasta la superficie del agua y otros 250 más de profundidad dan una idea de la magnitud de este foso creado por las fuerzas tectónicas pero rellenado de agua por la presa artificial de Chicoasén para convertirlo en uno de los mayores productores de energía hidroeléctrica de México. Desde allí, a ritmo de marimba, la música de Chiapas, Juan Ramón, nuestro chófer, nos conduce hasta la que será la base de operaciones, San Cristobal de las Casas. Menciono a Juan Ramón porque es quien me permitió conocer algo más de aquella zona. Un tipo que nació el mismo día del mismo año que yo pero a 14.000 km y dos mundos de distancia en una de las zonas más pobres de México y sin embargo con un encanto especial. Es necesario recalcar que la sensación de seguridad en esta parte
EL ZÓCALO En la plaza del zócalo, frente a la catedral de San Cristobal de las Casas, Fernanda lleva vestido en malla beige con detalles negros de Rapsodia. Collar en cuerno negro y beige Interis. Producción: Virginia Nuñez. Estilismo: Adriana Ayala-Belchez. Maquillaje y peluquería: Daniel Duarte. Modelo: Fernanda Nogueira.
San Cristobal de las Casas es un santuario en el que se refugian gen-
tes de todos los continentes para experimentar un sueño de tranquilidad, alejados de prisas y con la única preocupación de vivir y ser SIN TIEMPO Fernanda, espera en los jardines del hotel b¨o, de San Cristobal de las caas. Lleva top metalizado de Hugo Boss, pantalón azul de Louis Vuitton Resort, bailarinas de Roger Vivier, collar de El Milagrito. Arriba, el museo del hotel Parador Santa María. En la otra página: 1. Collar de ámbar de la diseñadora Lucía Baráibar, de la joyería Quintosol. www.joyeriaquintosol.com 2. Panorámica de San Cristobal. 3. Detalle de la decoración del Parador San Juan de Dios. 4. Mariachis
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el encanto que se espera de un lugar así. Enclavada en un vallecito, las montañas que la rodean comienzan a perder su densa vegetación en favor de suburbios de miseria. Las chabolas escalan despacio pero con tozudez las laderas arrasando árboles y fauna. La población de la ciudad crece a un ritmo acelerado y ya debe rondar los 200.000 habitantes. Una parte de ellos procede de una localidad vecina, San Juan Chamula. Un lugar de obligada visita, no tanto por la arquitectura sino por sus gentes, costumbres y su iglesia en el zócalo (la plaza mayor). La iglesia todavía es el epicentro de la vida en este pueblo. No sólo geográfico sino político y, me atrevería a decir, también económico. Para entrar a visitar el templo hay que pagar una pequeña cantidad en pesos y una exageración en prejuicios. En el interior no se permiten hacer fotografías, tampoco grabar en vídeo y ni siquiera me permitieron tomar notas en mi cuaderno de viaje. Todo lo que de allí salió dependía de la memoria. El interior de la iglesia me impactó tanto que podría dibujarlo si tuviese esa habilidad. Es una nave única sin capillas, ni recovecos, ni asientos. Los fieles oran de rodillas o recostados en el suelo. El ambiente está cargado como en los bares en los tiempos en los que se permitía fumar, pero con aroma de copal y mirra que también resultan embriagadores. Todo el suelo recubierto de juncia, una hierba perenne de la zona, y a los lados una veintena de santos son venerados y custodiados por los mayordomos. Al fondo del templo el grupo de indígenas orando en voz alta es más numeroso. En sus altares, improvisados sobre el suelo, se arremolinan
En San Juan Chamula, las gentes tienen un caracter hosco fruto de una relación malentendida con la religión. Hay que entrar en la iglesia del pueblo y ver los rituales prehispánicos y oscurantistas para intentar comprender lo que allí sucede. COSA DE MUJERES En la otra página, un grupo de mujeres en artesanías Catalina y Juana en la comunidad de Zinacantán. No quieren hombres en casa: "No trabajan bien". Arriba, iglesia de San Juan Chamula.
del país, a pesar de la situación económica, es realmente impresionante. De hecho lo más reseñable en este aspecto fue un control del ejército en la carretera fronteriza con Guatemala. Me explicaron que aquello es habitual porque, al estar tan próximos a otro país, suele haber transporte de mercancías ilegales, la mayor parte de las veces se trata de trabajadores sin papeles. Juan Ramón, mi “hermano astral” como a él le gusta definirse, dedicó una parte de su vida a conducir un autobús que transportaba de vuelta a inmigrantes ilegales que habían sido detenidos en la frontera con Estados Unidos y que eran deportados hasta los límites de Chiapas con Guatemala. San Cristobal no es la capital del estado de Chiapas, pero allí se encuentra todo lo que necesitamos para continuar nuestra búsqueda de razones por las que no debía tener lugar el Apocalipsis que terminase con el planeta. Se trata de una ciudad colonial con todo
cientos de pequeños cirios, botellas de Coca Cola (necesaria para expulsar del cuerpo el mal mediante sonoros eructos) y bolsas que no dejan de moverse. Dentro se agitan las gallinas cuyo fin es absorber el mal del cuerpo y que después son sacrificadas para llevarse consigo ese trastorno físico o espiritual. Todos estos rituales, tan desconcertantes como impactantes, son tutelados por los mayordomos. Son hombres de la comunidad a los que les corresponde el “privilegio” de, por periodo de un año, dedicar su vida al cuidado del templo y del santo. Durante este tiempo tienen que abandonar sus casas y sus tierras para entregarse a este fervor religioso. Por esta razón muchos fieles deciden renegar de esta religión extremista y abrazar otras. El abandono de la fé conlleva también la expulsión de la comunidad y muchos de ellos acaban en los suburbios de San Cristobal o fundando otras comunidades como Nuevo San Juan Chamula.
Religión y naturaleza están presentes de manera cons-
tante en Chiapas y suelen fusionarse. El jaguar es más una idea que una realidad y adorna muchos locales públicos. Hay que conformarse con verlo tallado en maderas tropicales.
DÍAS DE SOL La modelo baja las escaleras frente a la Iglesia de la Merced, en San Cristobal de las Casas. Lleva vestido, sandalias y gafas de Louis Vuitton. Página izquierda, escalera en el hall del Parador San Juan de Dios, también en San Cristobal de las Casas.
El sitio arqueolรณgico de Palenque es uno de los mรกs importantes en la cultura maya. Tuvo su esplendor durante el periodo clรกsico maya (entre el 250 d.C y el 900 d.C). El apogeo le llegรณ con el rey Pakal II quien construyรณ el Templo de las Inscripciones.
AL NATURAL Ruinas del sitio arqueológico de Palenque 1. Altar casero en Zinacantán. 2. Piscina simulando cenotes del hotel Chan Kah, en Palenque. 3. Willy Fonseca, dueño del parador Vallescondido. 4. Templo de las Inscripciones en Palenque, tumba del rey Pakal II.
SALVAR LA SELVA
Una de las imágenes más tristes que te puedes llevar de la selva es la de cuadrados, perfectamente delimitados por vallas, que han sido deforestados para utilizar el terreno con pastos para el ganado o plantando palmeras. Sus aceites son empleados para los combustibles biodiésel. Debajo, el indígena Enrique Chankín Paniagua en su reserva de la sierra Lacandona.
casas y tierras. El gobierno les ha reubicado en esta zona y han fundado Nuevo San Juan Chamula. En Las Nubes el agua domina y moldea el paisaje. Aún cuando la selva no te permita verla oyes el rugido del agua por los cañones. Es posible hacer rafting y senderismo entre la vegetación pero es conveniente reservar un guía local con antelación porque internarse en la selva es un asunto serio. Por la tarde, regresando de Las Nubes, atravesamos la Sierra Madre, la panorámica es todavía más impactante que por la mañana: Los grandes picos, los profundos valles y la vegetación densa como para defenderse de cualquier extraño que la quiera profanar. La carretera pone a prueba a los mejores estómagos pero merece la pena. Atravesamos nuestra primera comunidad zapatista y ni siquiera lo hemos percibido. Tan sólo después de que el conductor nos lo comentase "pasamos una comunidad zapatista hace rato" francamente esperábamos encontrar algún signo evidente, un control con hombres enmascarados en la puerta o algo llamativo pero solo había algunos murales en los que ni siquiera reparamos. Hay varias comunidades zapatistas que llevan una organización social diferente, al margen del estado. Pero eso también ocurre con poblaciones religiosas como el caso extremo de San Juan de Chamula. Por aquí hay un dicho: "la comunidad decide y el estado consiente". Pasamos por varias de estas comunidades. Sólo se diferencian por algunas pintadas. Quizá se ven más pobres que
otros pueblos. Con más cabañas de madera. Todas son fruto de la revolución. Les quitaron las tierras a los terratenientes y se las dieron a la comunidad. Al anochecer llegamos al parador museo de Santa María. Una hacienda del siglo XIX que se conserva intacta. Con las habitaciones empecinándose en mantener las mismas comodidades y decoración que entonces. Al final puede encontrar el atractivo dormir en un viaje de 200 años, el amanecer. EL HOTEL TIENE SU MUSEO CAPILLA que te tendrá que abrir el guarda jardinero. Conviene visitarlo a primera hora de la mañana (amanece muy temprano) no por las aglomeraciones, será difícil coincidir con nadie, sino por la magia de entrar en una capilla escuchando el sonido de los pájaros y los gallos anunciando un nuevo día. En el interior hay una buena colección de obras sacras de los siglos XVII y XVIII, tanto de las escuelas españolas y francesas como de algunos autores chiapanecos. Sentarse después en el porche a escribir estas líneas te traslada a aquella época colonial y te hace ver la grandeza y la miseria del virreinato. De fondo escucho una voz a través de un megáfono. No logro distinguir lo que dice pero si el soniquete pregonero: "se hace saber..." vuelvo a sentir como aquí no pasa el tiempo. Las habitaciones son muy sencillas y los pocos muebles que las adornan son de la época. No hay televisión, supongo que para disfrutar del sonido
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“Los hombres se comunican con los dioses mediante palabras sinceras que brotan con fuerza de sus corazones. Son palabras que reflejan la verdad de las cosas profundas, son aclaradas en los ríos y en las lagunas, purificadas en el fuego y entregadas al viento y a la tierra”... inscripción maya del siglo VII.
El carácter hosco de la gente en Chamula se refleja incluso en su vestimenta. Unas pieles de oveja sin tratar, con lana virgen en el más puro sentido, teñidas de negro que confieren a quien las lleva un aspecto primitivo y feroz. Es sin duda un lugar que hay que visitar y en el que encontré un nuevo motivo para que el mundo no se acabase. Al día siguiente, domingo, nos levantamos muy pronto, a las cuatro de la mañana. Partimos a las cinco rumbo al Centro Turístico de Las nubes. Al salir de la habitación del hotel Casa Morada todavía se escucha la música que retumba de una fiesta cercana. Las canciones son las mismas que se oyen en las discos de todo el planeta, el brasileño Gusttavo Limadel con su Ai Se Eu Te Pego, es el rey, es lo que tiene la globalización. Aprendes a bailar un tema y te puedes lucir en las pistas de cualquier país. El hotel es un boutique próximo al centro pero alejado de todo el jaleo. Es posible llegar andando hasta el zócalo y vuelta. No hay sensación de peligro. Tiene cierto encanto y algunas de las suites son más bien apartamentos completamente equipados para cuatro personas. El camino es largo, casi cinco horas, unos 200km, por la carretera fronteriza del sur. El firme no es de lo mejor. El paisaje y la temperatura van variando con los kilómetros. En San Cristobal nos encontrábamos a 2.400 metros de altitud y bajamos constantemente. Por fin vemos la selva con unos paisajes que hacen enmudecer. La vegetación lo puede todo y sólo hace una pausa en su monotonía con los torrentes de agua que rugen y se abren paso por la fuerza. A mitad de camino llegamos al control fijo del ejército del que había hablado. Contra lo que preveía
E MIRADA SERENA Catalina Pérez Hernández, tiene una tienda de artesanía en Zinacantán junto a sus hermanas.
la situación no es tensa. Amablemente nos piden la documentación, pasaportes y solicitan inspeccionar el vehículo. Lo hacen a fondo y piden que abramos nuestras maletas. La inspección no es demasiado rigurosa. Los tiempos han cambiado. Hace 20 años los zapatistas recibían el armamento a través de la cercana frontera de Guatemala. Hoy el problema es el tráfico de drogas y de personas. Llegar hasta las cascadas de Las Nubes no es sencillo. Son casi cinco horas desde San Cristóbal. El último tramo de carretera, de unos 20 kilómetros es bastante complicado. Pero es una de las formas más civilizadas de adentrarse en la selva. Puedes pasar la noche en unas modestas cabañas al pie del agua que allí es verde selva. La oferta de comida, que no gastronómica, se reduce a tres platos y nada de alcohol. No lo venden porque la comunidad que gestiona este Centro Turístico es muy religiosa y no lo permite. Eran parte de los expulsados de San Juan Chamula por haber abandonado la religión católica de Chamula. Expulsados literalmente. La comunidad les quita
Las comunidades indígenas mantienen sus costumbres y su modo de vida muy aferrado a su relación con la tierra. La naturaleza es muy generosa aunque el equilibrio es muy delicado.
COCINA DIFERENTE
El chef del restaruante Jardines de San Cristobal prepara la guarnición de guacamole que añadir al pollo de corral a la parrilla. La gastronomía de Chiapas es sensiblemente diferente a la del resto de México. El empleo de los chiles picantes no es muy exagerado y se usan más frutas tropicales, especialmente el plátano, muy abundantes en las selvas de todo el estado. Debajo, una de las inquietantes esculturas del museo de Palenque.
del campo y las camas son de aquellas con dosel y una mosquitera que deduzco necesaria en verano. Las columnas de madera que forman el porche sostienen una maltratada techumbre de madera y teja, algo muy apreciado en esta zona. Las macetas con claveles reventones te trasladan a España. Pero el resto de vegetación tropical, como las colas de borrego que cuelgan de las paredes, te devuelve al sur selvático de México. La ranchera que comienza a sonar en algún altavoz lo confirma. Volvemos al camino. El paisaje continúa siendo muy bello. Seguimos atravesando montañas exuberantes en las que se alternan las coníferas con los árboles selváticos. En las zonas con mayor población aparecen más cultivos comerciales: café, cacao, palmeras y el omnipresente maíz. El café solo se cultiva a la sombra de otros árboles más altos. En una tienda de abarrotes (ultramarinos) compramos chocolate puro, mezclado con canela, delicioso pero no exquisito, son sabores muy intensos, sin domesticar. Pagamos 10$ regateados por unos 100 gramos de chocolate. Al lado hay castillos de nueces de macadamia, perfectas esferas de color chocolate con leche que te pueden llevar a morderlas porque parecen bombones. Craso error que te puede costar la dentadura, la cáscara es extraordinariamente dura. Las curvas y el paisaje me llevan a soñar con recorrer esta zona del país en moto, con una Harley. Me siento seguro y cómodo, envalentonado. Será la euforia que me ha producido el chocolate puro. La gente es muy amable y colaboradora. Las relaciones humanas todavía no son puramente comerciales. Atravesamos la reserva de biosfera de Montes Azules en la selva de Lacandona. Un lugar mágico, hay que dedicar algunos minutos para emborracharse de selva antes de entrar en Aguas Azules. Puede parecer una zona de domingueros, especialmente los domingos, pero es un lugar esencialmente maravilloso del que los mexicanos pueden gozar con facilidad. Una serie de cascadas, no demasiado grandes, que crean pozas naturales con agua de ese color azul intenso de algunos ojos de los que te puedes enamorar. Un lugar de extraordinaria belleza en medio de la selva pero de fácil acceso por carretera. Tanto que puede parecer una atracción de feria con tanto puestecito, ideal para comprar recuerdos. En muchos de los restaurantes sirven mojarra negra, un pez de río que se sirve frito y que cobra un aspecto ciertamente desafiante cuando pasa por la sartén. Pide que te lo muestren antes de ser cocinado para comprobar la diferencia. Es muy típico pero de sabor algo terroso. También son populares las empanadas de queso o de papa que fríen cada pocos metros de manera casi improvisada, 10$ cuatro o cinco unidades, el precio varía en función de sí es la hora de comer o no. Al día siguiente, de nuevo en ruta conocimos a Willy Fonseca, es el dueño de El valle Escondido, un
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lugar nada escondido en medio de la carretera que une Palenque con Bonampak. Aparentemente no es más que un restaurante en medio de la selva con torrentes de agua cristalina (presumen de que es potable) que brotan del mismo suelo en el que estas comiendo. Nos ofreció un suculento desayuno buffet estilo mexicano: Huevos con tomate, salsas picantes, plátano frito, frijoles, tortillas (las de maíz), canutos de maíz rellenos de patata y frutos tropicales. La sorpresa fue que Willy tenía, unos metros más adelante, un hotelito de pocas cabañas con estilo minimalista y gusto exquisito, en madera de la zona y piedra natural encajada como un puzzle. Alrededor más vegetación y más agua. El minimalismo esconde una función práctica. Así no se pueden esconder alacranes, serpientes, arañas y otros animalillos que en la selva están como en casa. No conviene olvidarlo, aquí los invitados somos nosotros. Willy es un tipo entrañable de 53 años que habla por los codos pero es consciente de ello: "tu paráme cuando quieras que sí no tengo para todo el día" Habla de todo. De turistas que pasan por allí a los que no entiende, de como se alegra cuando van españoles porque con ellos si que puede platicar: De política; de la crisis; de las mujeres; de historia (sabe mucho) sobre todo de la mexicana, es muy crítico con su propio
AGUAS AZULES En las cascadas de Aguas Azules, Fernanda lleva puesto chaqueta y bañador de Louis Vuitton Resort. El color de las aguas varía en función de lo que haya llovido.
ESPECIAS La gastronomía de Uzbekistán es rica y muy influenciada por la presencia de las especias. Hay qu e probarlas para d arse cuenta de que no saben como l as que se venden e n los supermerc ados uropeos.influ ZAPATISTAS Ya no llevan pasamontañas pero siguen existiendo. Gobiernan varias comunidades con la aquiescencia del gobierno.
VIDA SALVAJE
Tepezcuintle, mono aullador, mono araña, quetzal, tucán, coyámel, ocelote, puerco espín, jabalí, oso hormiguero, tapir, mazacoate, cocodrilo, venado y, por supuesto, jaguar. La fauna de Chiapas es variada y diferente. Es una de las mayores reservas de biodiversidad de todo el planeta. Arriba, a la derecha, el Cañón del Sumidero, imagen emblemática del estado chiapaneco.
país, pero adora su tierra; de turismo, de sus proyectos y de porque creo el hotel allí "por el entorno, y porque estas a una hora de todos los lugares arqueológicos de la zona, estamos justo en el centro. Además tenemos una excursión por el cañón del río Usumacinta con un cortado de 1.000 metros de altura". Entonces llegamos a Palenque, o Palenque llegó a nosotros. Una mezcla de emoción, ansiedad y estrés me inundó al pisar el anfiteatro comercializado de la entrada. Decenas de tiendas de souvenirs y vendedores ambulantes esperan al visitante. El plato fuerte llega desde el principio. En cuanto cruzas el control de acceso puedes ver la explanada con los edificios del Palacio y las tumbas de Bakal II y de su familia. Grandes construcciones piramidales que rápidamente transmiten la sensación de poder que querían reflejar los reyes. Es un lugar en el que merece la pena pasar horas y sentarse en la cima de alguno de los edificios a contemplar el reino maya. A hora y media de la ciudad de Palenque, la carretera fronteriza nos llevó hasta la reserva de la selva Lacandona, hasta el campamento Top Che. Enrique Chankin Paniagua es el propietario. Tiene aspecto de indígena porque lo es, de la tribu de los lacandones. Agricultor de origen llegó a estas tierras desde su Naha natal buscando huir de la miseria porque el gobierno daba posesiones a quienes se instalasen por la zona. Se trajo a toda su familia y al cabo de los años, hace ya diez, levantó este campamen-
to ecológico en medio de la selva de Lacandona. Enrique no sabe leer aunque sabe como se ve su nombre y apellidos y él mismo me lo corrigió cuando lo escribí en mi iPhone: "siempre lo escriben mal". En la selva, guiándonos, se lo conoce todo aunque cuesta arrancarle una palabra. Por aquí no se habla mucho. Sólo se escuchan los sonidos de los animales. ¿Vamos a ver algo de fauna? Le pregunto. Me mira condescendiente y dice "a veces se puede ver algo, pero es muy raro. Ellos te ven a tí. Después de andar durante un par de horas por la selva comprendí la necesidad de preservar todo aquello. La densidad de la vegetación no permite pasar el sol. La selva es prolija si el hombre no lo impide. Muchas zonas se están deforestando para aprovechar la madera o para crear zonas de pasto. Me permito hacer un inciso para mencionar que esta empresa, Condé Nast, contribuye a la financiación para reforestar la selva con el programa Scolel’Te que asigna recursos diréctamente a los campesinos para que sean ellos los que se encarguen de plantar y cuidar árboles autóctonos. Cuando Enrique te cuenta que un árbol de caoba ha tardado 10 años en alcanzar los 12 metros, entiendes que el mundo no puede acabarse en tan corto plazo. Comprendes que todavía muchos de estos seres tienen que alcanzar el techo de la selva sin que nadie venga a talarlos. Ese es el verdadero Apocalipsis del mundo maya, el fin del ecosistema con el que han convivido desde hace casi dos mil años.
Hoteles en los que dormir en Chiapas Hotel Parador de San Juan de Dios. Calzada Roberta, 16, Col. 31 de Marzo, San Cristóbal de las Casas; tel. +52 967 678 11 67; sanjuandedios. com; HD: 95€. En San Cristobal de las Casas. Es una mansión colonial con las estancias distribuidas alrededor del jardín. Obras de arte de todos los estilos y épocas colgadas de forma temática en cada una de las habitaciones. Si alguna de ellas te impresiona puedes comprarla, están en venta. En cada una de las suites una chimenea resulta útil si vas en el invierno chiapaneco. Parador Vallescondido. Hotel Yokib. Km 61, carretera Fronteriza del Sur, Palenque, Chiapas; tel. +52 916 100 03 99; hotelyokib.com. Willy Fonseca es el dueño de este lugar nada escondido en medio de la carretera que une Palenque con Bonampak. Aparentemente no es más que un restaurante en medio de la selva con torrentes de agua cristalina (presumen de que es potable) que brotan del mismo suelo en el que estas comiendo. Desayuno buffet estilo mexicano. Huevos con tomate y salsas picantes, plátano frito, frijo-
les, tortillas (las de maíz) canutos de maíz rellenos de patata y frutos tropicales. Sin embargo, unos metros más adelante en la carretera esconde un hotelito de pocas cabañas de estilo minimalista y gusto exquisito, en madera de la zona y piedra natural encajada como en un puzzle. Hotel Villas Casa Morada. (En la foto). Av. Diego Dugelay, 45. San Cristobal de las Casas; tel. +52 678 44 40; casamorada.com.mx; HD: 100€. El dueño es Ernst Riedwyl, un intelectual suizo que buscó climas y gentes más cálidas que las de su tierra natal y las encontró en México. En San Cristobal ha levantado una próspera empresa de turismo. El hotel tiene diez suites y algunas villas independientes para tres o cuatro personas, con salón, cocina y jardín. Perfecto para estancias de más de una noche. Hotel Parador de Santa María. Carretera La Trinitaria-Lagunas de Montebello, La Trinitaria; tel. +52 963 63 251 16. paradorsantamaria.com.mx. HD: 150€. Lejos de todo –quizá ese sea parte de su encanto– se encuentra este hotel que es una mansión
del siglo XIX o esta mansión que es un hotel. Un lugar para descansar y trasladarse en el tiempo. Chan-kah. Resort village & maya spa convention center. Km 0,3 de la carretera a la zona arqueológica de Palenque; tel. +52 916 345 11 00; chan-kah.com.mx. Un cómodo resort con villas espaciosas aunque de mobiliario demasiado vintage. Además de la necesaria renovación de su mobiliario tiene unas piscinas fantásticas imitando los cenotes mexicanos que son perfectas para descansar después de un día recorriendo los sitios arqueológicos cercanos. El de Palenque está a unos quince minutos en coche. El complejo de cabañas se ha construido dentro de la selva. Destaca una pareja de árboles, llamados amates, que tienen personalidad propia. Se les conoce como los novios porque son dos gigantes de 35 metros que se inclinan suavemente el uno sobre el otro. Uno se llama Yum, el señor de la noche, y el otro es Itzá, la luna. Hotel b¨o. Av. 5 de Mayo, 38, San Cristobal de las Casas; tel. +52 967 678 15 15. HD: 170€. En el centro de
San Cristobal cerca de todo pero, como todas las construcciones del centro de la ciudad, aislado del bullicio. Es, sin ningún tipo de duda, el mejor hotel de la ciudad. Puro diseño que concede unas horas de siglo XXI entre el mar de colonialismo de la ciudad. No sé si me gustan más los jardines, el hall, o la increíble suite dúplex. Me costará olvidar la gastronomía evolucionada del restaurante LUM, todo un lujo.