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Qué buscan Vladimir Putin y Xi Jinping con su encuentro en Moscú

Rusia.- El presidente Xi una vez llamó al presidente Putin su “mejor amigo”. Los dos tienen mucho en común: ambos son líderes autoritarios y a ambos les gusta la idea de un “mundo multipolar” desprovisto de la dominación estadounidense. En Moscú se espera que firmen un acuerdo para “profundizar la asociación integral” entre sus dos países. La visita de Estado del presidente chino es una clara señal de apoyo a Rusia -y a su presidente- en un momento en que el Kremlin se encuentra bajo una intensa presión internacional. Y la relación de Rusia con China es fundamental para resistir esa presión. “Putin está construyendo su propio bloque. Ya no confía en Occidente, y nunca más lo hará”, cree el periodista Dmitry Muratov, premio Nobel de la Paz. “Por eso, Putin está buscando aliados y tratando de hacer de hacer un frente común con China, así como con India, algunas partes de América Latina y África. Putin está construyendo su mundo antioccidental”. En este “mundo antioccidental”, Moscú depende en gran medida de Pekín, ahora más que nunca, mientras la guerra continúa en Ucrania. “La guerra se ha convertido en el principio organizador de la política interna, la política exterior y la política económica de Rusia. Existe una obsesión por destruir Ucrania”, concluye Alexander Gabuev, analista del Fondo Carnegie para la Paz Internacional. “Para eso se necesitan armas, dinero y un salvavidas económico. China proporciona a Rusia, como mínimo, componentes para armas y tecnología civil que puede usarse con fines militares. Indudablemente proporciona dinero”. Para contrarrestar las sanciones occidentales y apuntalar la economía rusa, Rusia ha estado impulsando el comercio con China, principalmente en el sector energético. Es de esperar que los oleoductos, gasoductos y canales de energía estén en la agenda de las conversaciones entre Putin y Xi. Pero, una vez más, imagina que eres Putin. Hace un año, tú y Xi proclamaron que su asociación “no tiene límites”. Si eso fuera realmente así, ¿podrías esperar que China te ayudara ahora en Ucrania, proporcionando a Rusia ayuda letal y facilitando una victoria militar para Moscú? Estados Unidos afirma que China está considerando hacer precisamente eso.

Putin dijo que estudiará la propuesta de China para resolver el conflicto con Ucrania, que es objeto de las conversaciones entre ambos. La visita de Estado del presidente chino es una clara señal de apoyo a Rusia en un momento en que el Kremlin se encuentra bajo una intensa presión internacional.

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Pekín lo niega. Como dicen en Rusia, “no hay nada malo en desear algo”, pero eso no significa que vaya a suceder. Si algo ha demostrado el último año es que la “asociación sin límites” sí tiene límites. En apariencia, por ahora, Pekín se ha mostrado reacio a brindar ayuda militar directa a Moscú por temor a desencadenar sanciones occidentales contra empresas chinas. En lo que respecta a Pekín: lo siento, Rusia... China va primero. Ese mismo argumento se planteó sin rodeos hace poco en un programa de entrevistas de la televisión estatal rusa. “Antes de la visita del presidente Xi a Moscú, algunos expertos aquí estaban sobreexcitados, incluso eufóricos”, señaló el experto militar Mijaíl Jodarenok.

“Pero China solo tiene un aliado: la propia China. China solo tiene un conjunto de intereses: los pro-chinos. La política exterior china está completamente desprovista de altruismo”.

Su detención a las pocas horas de su mensaje al país anunciando su intento de disolver el congreso fue el preámbulo a una ola de protestas y una crisis política aún abierta. ¿Qué ha ocurrido con él desde entonces?

Lima.- Ese día, visiblemente nervioso, el entonces presidente de Perú anunció en un mensaje televisado al país la disolución del Congreso y la creación de un “gobierno de excepción”. Poco rato después fue detenido por miembros de su propia escolta cuando, según el relato de la Fiscalía, se dirigía a refugiarse a la Embajada de México. Ni el Ejército ni la Policía de Perú habían secundado su llamamiento. Esa misma tarde dejó de ser Presidente por decisión del mismo Congreso que había tratado de disolver, que declaró su incapacidad moral permanente por “violentar el orden establecido por la Constitución Política”. Desde entonces han pasado muchas cosas. Castillo está preso en el penal de Barbadillo, en Ate, a las afueras de Lima, una cárcel especial construida para albergar expresidentes encarcelados en la que los únicos presos son él y Alberto Fujimori. Se le acusa en dos causas: rebelión y conspiración por su papel en los hechos del 7 de diciembre, y pertenencia a organización criminal, por su presunta participación como líder en una trama de corrupción en el seno de su gobierno. Sobre él pesan dos medidas de prisión preventiva, una por 18 meses y la otra por 36 meses. Su vicepresidenta, Dina Boluarte, es ahora la presidenta y una de sus mayores detractoras. Su mujer, Lilia Paredes, se marchó con sus dos hijos como asilada a México y así esquivó las investigaciones de la Fiscalía. Y Perú ha vivido tras su caída y encarcelamiento una ola de protestas que ha dejado 67 muertos, según las denuncias de los familiares e investigaciones periodísticas, casi todos provocados por el uso indiscriminado de munición letal por parte de las fuerzas de seguridad. Aunque en las primeras protestas que se produjeron tras su caída, su liberación o incluso restitución en el poder estuvieron en boca de muchos manifestantes, la figura del expresidente ha ido perdiendo protagonismo y la conflictividad social amainando, al menos por el momento. A

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