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en Afganistán

Afganistan.- “La mayor parte de las chicas de mi clase han tenido pensamientos suicidas. Todas sufrimos de depresión y ansiedad. No tenemos ninguna esperanza”. La joven, de veintitantos años, intentó acabar con su vida hace cuatro meses, después de que el gobierno talibán prohibiera el pasado mes de diciembre a las mujeres asistir a la universidad. Ahora está siendo tratada por un psicólogo. Sus palabras arrojan algo de luz sobre una crisis de salud urgente pero poco visible que está padeciendo Afganistán. “Tenemos una pandemia de pensamientos suicidas en Afganistán. La situación es peor que nunca, y el mundo apenas piensa o habla sobre ello”, asegura la doctora Amal, psicóloga. “En las noticias lees cosas sobre la hambruna, pero nadie habla de la salud mental. Es como si la gente estuviera siendo poco a poco envenenada. Día a día, pierden la esperanza”. Ha cambiado o preservado los nombres de todos los entrevistados para este artículo para protegerlos.Llamadas de auxilio, la doctora Amal asegura que ha recibido 170 llamadas de socorro en los dos días siguientes al anuncio de que se iba a prohibir a las mujeres el acceso a la universidad. Ahora recibe aproximadamente entre 7 y 10 llamadas cada día. La mayor parte de sus pacientes son niñas y mujeres jóvenes. En la profundamente patriarcal sociedad afgana, devastada tras décadas de guerra, la ONU estima que una de cada dos personas -en su mayoría mujeres- sufría de angustia psicológica incluso antes de que los talibanes recuperaran el poder en 2021. Pero expertos han señalado a la BBC que la situación es ahora mismo peor que nunca debido a las restricciones que el gobierno talibán a impuesto a la libertad de las mujeres, y por la crisis económica que atraviesa el país. Es extremadamente difícil conseguir que la gente hable sobre el suicidio, pero seis familias han aceptado contar su historia. Nadir es uno de ellos. Explica que su hija se quitó la vida el primer día del trimestre escolar que empezó el pasado marzo. “Hasta ese día, confiaba en que las escuelas volverían a abrir para las niñas. Estaba segura. Pero cuando no sucedió, no pudo soportarlo y se quitó la vida”, asegura. “Adoraba el colegio. Era inteligente, considerada y quería estudiar para servir a su país. Cuando cerraron las escuelas le afectó mucho y lloraba todo el rato”, relata Nadir compungido. “Ha destrozado nuestra vida. Nada tiene ya sen- tido para mí. He tocado fondo. Mi mujer está muy afectada. No soporta estar en nuestra casa, donde murió nuestra hija”. El padre de otras mujer de veintipocos años explicó que cree conocer la razón del suicidio de su hija: “quería ser médico. Cuando las escuelas cerraron, estuvo angustiada y amargada”. “Pero perdió toda esperanza cuando no le permitieron hacer el examen de ingreso a la universidad. Es una pérdida insoportable”, agrega, antes de echarse a llorar. Una profesora, Meher, explica que intentó quitarse la vida dos veces. “Los talibanes cerraron las universidades a las mujeres, así que perdí mi trabajo. Solía ser el sostén de mi familia y ahora no puedo hacer frente a los gastos. Me ha afectado mucho”, asegura.

La llegada al poder de los talibanes ha arrebatado las esperanzas de futuro a muchas mujeres y niñas. “Solo quiero que alguien escuche mi voz. Estoy sufriendo y no soy la única”, asegura una estudiante universitaria afgana, conteniendo las alágrimas.

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