Nº 193 / Octubre 2014
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PERDERSE RUTAS QUE DESCONOCÍAS POR
PICOS DE EUROPA
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REFLEXIONES....
Fuego… Ver un incendio por televisión, aun impresionándote, no tiene nada que ver con vivirlo en primera persona, y más en tu pueblo, en tus árboles, junto a tu casa; hay experiencias que acrecientan radicalmente su relevancia, cuando a uno mismo le ocurren.
C
ómo va a ser lo mismo mirar el anuncio televisivo de una ONG pidiéndote un donativo para unos niños famélicos y abandonados, que, tú personalmente, desplazarte allí a convivir con ellos, compartir con esos mismos niños su enfermedad y sus carencias, atenderlos en sus propias miserias... Seguro que el impacto y la huella que te provocan serán diferentes. Pues igualmente sucede con un fuego de gran magnitud. Cuando llegué al incendio, primeramente a sacar a los perros de mi casa para ponerlos a salvo, la nube densa de humo ya llevaba sobre mi cabeza desde 20 kilómetros antes cubriendo el cielo, pavorosa, con su panza inmensa marrón oscuro; poco después, ya a pocos metros de mi destino, las llamas, sorprendente e incompresiblemente, habían
cruzado toda la urbanización, desde abajo junto al arroyo, hasta la Saleta en lo más alto; y las llamaradas bailaban macabras comiéndose voraces un pino, junto a la última casa en lo alto del cerro. Confieso que me empujó más la solidaridad que el valor, pero allí me fui; mientras mi mujer escudriñaba nuestro hogar, preparaba el coche y recogía a los perros, me puse el chaleco reflectante obligatorio del coche y sin otro medio que como iba vestido con ropa de verano, subí hacia aquellos hombres que apenas entreveía entre la espesura de la humareda. El humo denso, pegajoso y cegador lo abarcaba todo, el suelo, el aire, lo cercano y lo lejano, uno se encontraba como dentro de una olla bien cerrada donde ya hervían los alimentos. Según los embates del viento podían percibirse,
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entre las rachas, apenas veinte o treinta metros alrededor. Habían abierto una brecha en la tela metálica de la parcela del vecino; vi primero a Lorenzo, el policía local, que hablaba a los demás pero yo no le oía; otros policías cuyos nombres no conozco corrían a colarse por la brecha o se comunicaban por la emisora; unos vecinos míos, cuatro o cinco, -uno era Antonio el veterinario, a los demás los conozco de vista-, aparecieron como difuminados, tensos y ennegrecidos de entre el vientre denso del humo, vestidos como yo, con pantalón vaquero y zapatillas de tela, alguno calzaba botas de montaña, tiraban de varias mangueras que iban conectando saltando como gatos de casa en casa, allí por donde podían se las iban pasando, empalmaban unas con otras y volvían a saltar a la parcela de otro vecino buscando la siguiente toma de agua, regaban justo allí por donde el fuego muy pronto habría de pasar; la humareda era tan espesa que todas las acciones las realizábamos con una mano, ya que la otra debía permanentemente sujetar la camiseta apretada a la nariz. Todos con los ojos rojos y llorosos, a veces la respiración se hacía muy trabajosa, mientras intentábamos lo que nos parecía imposible; una vez colados en la parcela del vecino, que era ya la más alta del cerro, esperamos al fuego justo en el punto en que sabíamos que sería más débil; el viento arreciaba, dándole autoridad y velocidad a las llamas, bien oxigenadas, jóvenes y fuertes corrían a una velocidad increíble; en la acera del vecino, justo la acera de apenas un metro que bordea su casa, aguardamos, con la manguera y unas ramas de retama negra, el fuego ya muy próximo se nos acercaba culebreando por el pasto seco como la yesca pero ralo, escaso, ya que el vecino tenía bien segada esa zona; era muy importante cortar ahí el fuego, porque si no éste engancharía por otra zona donde nos sería casi imposible detenerlo… desgraciadamente mientras tanto, una calle más abajo, el fuego saltó y lo que parecía que sí íbamos a ser capaces de evitar, se nos coló por otro sitio… no éramos más. La espesura del humo se convertía a veces en pura negrura, en un telón que parecía cortar el paso; el olor era muy penetrante supongo que debido a la madera resinosa de los pinos y a veces nos sentíamos envenenar… experimenté en un momento dado, algo parecido al orgullo, a la camaradería o al placer de la decencia, al vernos ahí, esos cuatro o cinco vecinos que éramos más los policías, armonizados, casi hermanados en la pelea ante una misión terrible que quizá nos iba a superar, individuos que, la verdad, en la vida diaria apenas nos dirigimos un escueto saludo de cortesía; nos lanzamos calle abajo, deprisa, hacia el otro foco, cuando ya llegaron los bomberos y demás profesionales, con sus apropiadas indumentarias y 4
sus equipos de extinción. Nos creemos que el fuego al ir quemando es como si fuese andando, algunos pensarán -y no les culpo ni acuso de ignorancia por ello-, que el fuego más que andar, corre, viento a favor que es su verdadero timón y conductor, ladera arriba, imparable… pues es peor, porque ¡el fuego vuela!; el intensísimo calor que se acumula en los múltiples epicentros del incendio, elevan torbellinos de pavesas sólidas, refulgentes, incendiarias que, como desalmadas semillas infalibles, germinarán decenas de metros más allá, prendiendo, concibiendo, brotando un nuevo foco salvaje y pujante, saltando las vallas de las parcelas, rodeando los chalés, tendiendo puentes sobre las calles y las aceras, comunicándose entre arizónicas y madreselvas, avanzando como una marabunta, como una plaga, como una pandemia viral, enseñoreándose y demostrándonos que es capaz de cruzarse en tres horas una inmensa urbanización, de punta a punta. Los agrimensores, concretan que la suma de hectáreas quemadas ha dado 1.200; una hectárea son 10.000 metros cuadrados. Las medidas del terreno de juego de un campo de fútbol, -aunque se permite cierto margen-, vienen a ser de poco menos de una hectárea; por lo tanto, para hacernos una idea gráfica, se nos han devastado y arrasado unos 1.000 campos de fútbol: 500 Santiago Bernabéu, más 500 Vicente Calderón, ¿duele? A ver si duele: ¡Con lo bellísimo que era… y ahora todo calcinado…! No; no es sólo eso; el bosque no es un bello cuadro de Goya, o una expresiva escultura de Rodín, ni una elegante lámpara Tyffani… Donde hay un bosque se genera un ciclo, una rueda, que se colma de vida tal que una divina pandemia; a la sombra de los árboles perdura la humedad y pueden nacer y subsistir las plantas y los matorrales, reviven cada noviembre las setas, y el humus generado por el manto vegetal enriquece la tierra que es la primera ubre de la cadena en este solar esférico; por el suelo
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pululan los millares de insectos que animan este mundo; polinizan las maravillosas abejas tan necesarias para nuestra supervivencia; horadan los ratoncillos, trepan las ardillas, y anidan los pájaros y las aves; a este reclamo acuden los mamíferos, los zorros, los jabalíes, los venados, y sanean los buitres, y otean las águilas…; también en el bosque el hombre puede descansar a la sombra o protegerse
de la lluvia, y recoger la piña y talar
la madera, acopiarse de bellotas y aprovisionarse de almendras y nueces; y sembrar a la orilla del río, por lo tanto, casi seguro que comerá y beberá… ya está la vida en su complejidad, en su fiesta: esto es lo que ahora se llama biodiversidad. Sin bosque, sin árboles (la clorofila es la única metamorfosis natural donde la luz, lo inorgánico, se transforma mágicamente en orgánico, en vida vegetal), con el suelo descubierto, desprotegido, indefenso de los soles implacables del estío y de las riadas y de los hielos de las crudas noches de invierno de la sierra, el suelo se erosiona, se lava, se empobrece, apenas algún tomillo puede prosperar, la erosión arruina los suelos que se quedan pedregosos; ningún pájaro se atreverá a anidar ahí, sin abrigos naturales, pocos animalillos se aventurarán sin protección salvo las culebras, no queda nada interesante para los mamíferos, adiós a los nízcalos, y a las flores, y a las abejas; la ladera en pendiente se rajará en decenas de surcos bien marcados y hondos por las riadas, los arroyos se abatirán raudos cuesta abajo, como por un tobogán pulido, los soles de mayo y junio se encargarán de que no quede una sola gota de humedad… el hombre, pasará por allí sólo si no le queda otro remedio. La naturaleza es muchísimo más que algo bello;
es el origen de todo y es todo; nosotros venimos de ahí. ¿Va doliendo? Y, en cuanto a los bienes materiales; las casas quemadas, las parcelas arrasadas… preguntémosles a aquellos que han perdido su hogar, por lo que han luchado y trabajado toda su vida, o esa segunda vivienda donde muchos metieron todos sus ahorros, por una ilusión. Un incendio destroza la naturaleza y destroza también muchas cosas materiales importantes. Un incendio te hace llorar y te desmoraliza, se te va metiendo una pena amortiguada, traicionera, que te fumiga el cuerpo como la densa manta de su humo. Moría esa tarde de lunes, que hubiera sido de fiesta en el pueblo porque de fiestas estábamos, todavía no me había duchado ni cambiado de ropa, apestaba a humo y sudor; regresó mi mujer en mi busca, organizamos algunas cosas y nos dirigimos a asomarnos a lo alto de la calle, a mirar el cadáver agonizante. o por ningún lado solo la panza gigantesca del me mismo lugar; una no podía traspasar aquel océano negro en que se había convertido la nube de humo, no había cielo por ningún lado solo la panza gigantesca del me mismo lugar; un atardecer sin fuerza que sólo era una pobre penumbra, la luz del sol mortecina atardecer sin fuerza que sólo era una pobre penumbra, la luz del sol mortecina no podía traspasar aquel océano negro en que se había convertido la nube de humo, no había cielo por ningún lado solo la panza gigantesca del monstruo. Al sol podía mirársele fijamente, sin pestañear, la cortina que lo envolvía nos lo permitía sin peligro para los ojos; a nuestros pies, un valle inmenso calcinado, desde lo alto del cerro en que estábamos la perspectiva dilatada nos convertía, a mi mujer y a mí, en dos hormigas en la arista de un brasero; la escasa luminosidad del sol frente a nosotros, arrancaba brillos a contraluz inverosímiles,
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los helicópteros y los hidroaviones en filas marciales sucedían sus pasadas rasantes descargando sus vejigas henchidas de agua con precisión; contemplábamos un espacio enorme, desde el monte más allá de la carretera de Robledo a Valdemaqueda a nuestra izquierda, hasta las laderas de Santa Catalina río Cofio arriba y las últimas calles de nuestra urbanización a la derecha. Todo, todo, parcelas, árboles, bosques, coches, calles, se encontraba como pulverizado con carbón, salvo algún tejado; en algunos puntos las llamas atraían nuestras miradas destacando entre tanta negrura y la oscuridad que ya avanzaba de un sol que se hundía por momentos; de todos los puntos de ese gigantesco brasero que abarcaba varios kilómetros de ancho y de largo, ascendían columnas de humo, decenas, cientos de columnas de humo, tal que fumarolas, conseguían que la tragedia pareciera la obra de arte cumbre de la maldad. Pero no era un cuadro estático, no era una imagen fija: el humo ascendía por cientos de chimeneas inexistentes, las llamas reptaban insumisas, endemoniadas, los helicópteros reflejaban el último brillo antes de tener que retirarse, las sirenas de las decenas de los diferentes vehículos de emergencia atronaban el aire modulando sus volúmenes según su movimiento y cercanía, y sus luces azules o rojas se veían serpentear en la lejanía, enhebrando la negrura. Ella y yo, desolados, observábamos a nuestros pies, el cadáver que agonizaba. El fuego, generoso en muerte y destrucción, ostenta un gusto muy particular acerca de lo que es un espectáculo.
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n jdel inquilino -arrendatario- que, viviendo en casa ajena, no puede hacer frente al pago mensual de su alquiler. Sin embargo, el inquilino puede finalizar o rescindir su contrato en cualquier momento, avisando con un mes de antelación, sin más obligación y sin tener que abonar ninguna otra mensualidad que tuviese por delante según el contrato inicial. Este particular aporta mucha libertad al arrendatario. Por el otro lado, el arrendador podrá recuperar su vivienda en cualquier momento, siempre que sea para su residencia habitual en uso propio, o para alguien en primer grado de consanguinidad, también por causas de divorcio, así como otros supuestos muy específicos; aunque deberá avisar al inquilino con dos meses de plazo. Otra cuestión distinta, pero que igualmente ha generado muchos problemas, es la responsabilidad del comprador de una vivienda que ya tenga un inquilino, para con éste. Con esta nueva ley, sólo tendrá que respetar la permanencia del inquilino si el contrato de alquiler en vigor está inscrito en el Registro de la Propiedad; algo que ahora no suele hacerse, primeramente
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COLABORACIÓN
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COLABORACIÓN CESIDADA POR LA ASOCIACIÓN ECOLOGISTA PETER LA ANGUILA
Octubre 2014 Ces nimoreorum nonloca perfect oratistria? Eceroptimus convervit vereis senirion simus, conferi ciaederbiti in isseri iam tabus. Nocultors cont. Quit eo vidiem tem ompro inervid in huctum P. Odit, C. Simus, Palest vita ommorum etio Catia nos volicast foresilium, no. Fuit, nos cervidessedi pultum ad cerrisque ellego pat, contrum porae opublin diu conerris. Unt, que nos rebus vit, publibunum temque pliceri ia mover aperi consuntimus et vid resse ponstem cendem vili, ut publis cressussu senihic epserite que conihil inempl. Oximporum no. Maris. At quem imilis, ut audam terninam invera tervita tquidescri in ves huid C. Od consuliam pati, foraedi senatiaetrit L. Fuidemussis vensupi onfit, Catum intiere dicon hilinatie in si sum te iam morum es audam tam ocaectusse et, pul verit vil tanum horure fuis re, nostre postur aur pos se nos intem ariamdium templ. Ifectum demoratem et adet publinte andacit. Egilina, Ti. Ahac terum publii facchuius, num poenter ipiorar idemquam mentesces mod condi publica Sp. Si popublique tudenis in sedo, qui publiciptea inum, me iptiac rem publici veressi milinat imorum ure audaciem nu conem ari simanti mplius, senitrum oc renatemulto hocula vid mo cur. Si siliqua oc, nondum es con dees finum mantem dius, cuperteris octa re defecerra, nonclab ulisum aur ad inatilis, ute, num a quo effre te in veroxim ne condam. Bem cuppliciora a nostra, fue aurnum det? Onsultum renatum, Cupplintimus consigitiam diorium, se moreis, facepos at, nir aut iam a Serox med igil verum, peres consulicat, vit; intem Patia it grae alemnost am audemus prae te, condam, nos, unu quon diis. Gulici pons res hos hor habut inati, que caetribus, sul ut re crid casto inerbemquem modieme nictum inultum vehenam. ex stere, con testa, sisses, diu sul untrati mihicae facips, omnihil vis, orio nu il hosulicaetem adducto vivatquamdii publis, quistuiu et esces la vigilla num pris noximum puliam. Satica mante confesidicem is. Furibus hordius se pl. Ucepecris fura diisses? Opicam ius Catquos condam. Hos audea occhuitam munum eludemu ssendit patus, nos, que civives furem condum horitis revignostro, conlocciem ad nis. Que temum tabunit. Imena, prorum interferis At num etrox nos certem addum dit; ia iae quonic tus bonsimus. Signa, fin incutemus nonium pblinte andacit. Egilina, Ti. Ahac terum publii facchuius, num poenter ipiorar idemquam mentesces mod condi publica Sp. Si popublique tudenis in sedo, qui publiciptea inum, me iptiac rem publici veressi milinat imorum ure audaciem nu conem ari simanti mplius, senitrum oc renatemulto hocula vid mo cur. Si siliqua oc, nondum es con dees finum mantem dius, cuperteris octa re defecerra, nonclab ulisum aur ad inatilis, ute, num a quo effre te in veroxim ne condam. Bem cuppliciora a nostra, fue aurnum det? Onsultum renatum, Cupplintimus consigitiam diorium, se moreis, facepos at, nir aut iam a Serox med igil verum, peres consulicat, vit; intem Patia it grae alemnost am audemus prae te, condam, nos, unu quon diis. Gulici pons res hos hor habut inati, que caetribus, sul ut re crid casto inerbemquem modieme nictum inultum vehenam. ex stere, con testa, sisses, diu sul untrati mihicae facips, omnihil vis, orio nu il hosulicaetem adducto vivatquamdii publis, quistuiu et esces la vigilla num pris noximum puliam. Satica mante confesidicem is.
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Ces nimoreorum nonloca perfect oratistria? Eceroptimus convervit vereis senirion simus, conferi ciaederbiti in isseri iam tabus. Nocultors cont. Quit eo vidiem tem ompro inervid in huctum P. Odit, C. Simus, Palest vita ommorum etio Catia nos volicast foresilium, no. Fuit, nos cervidessedi pultum ad cerrisque ellego pat, contrum porae opublin diu conerris. Unt, que nos rebus vit, publibunum temque pliceri ia mover aperi consuntimus et vid resse ponstem cendem vili, ut publis cressussu senihic epserite que conihil inempl. Oximporum no. Maris. At quem imilis, ut audam terninam invera tervita tquidescri in ves huid C. Od consuliam pati, foraedi senatiaetrit L. Fuidemussis vensupi onfit, Catum intiere dicon hilinatie in si sum te iam morum es audam tam ocaectusse et, pul verit vil tanum horure fuis re, nostre postur aur pos se nos intem ariamdium templ. Ifectum demoratem et adet publinte andacit. Egilina, Ti. Ahac terum publii facchuius, num poenter ipiorar idemquam mentesces mod condi publica Sp. Si popublique tudenis in sedo, qui publiciptea inum, me iptiac rem publici veressi milinat imorum ure audaciem nu conem ari simanti mplius, senitrum oc renatemulto hocula vid mo cur. Si siliqua oc, nondum es con dees finum mantem dius, cuperteris octa re defecerra, nonclab ulisum aur ad inatilis, ute, num a quo effre te in veroxim ne condam. Bem cuppliciora a nostra, fue aurnum det? Onsultum renatum, Cupplintimus consigitiam diorium, se moreis, facepos at, nir aut iam a Serox med igil verum, peres consulicat, vit; intem Patia it grae alemnost am audemus prae te, condam, nos, unu quon diis. Gulici pons res hos hor habut inati, que caetribus, sul ut re crid casto inerbemquem modieme nictum inultum vehenam. ex stere, con testa, sisses, diu sul untrati mihicae facips, om-
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