II PETIT LLIBRE GEGANT BIGUES I RIELLS
2019
Per segon any, i dins els actes de celebració de la diada de Sant Jordi, es va fer a la biblioteca municipal una activitat de participació ciutadana amb la intenció de reivindicar al llibre com a objecte cultural, de creació, suport de comunicació i mitjà de relació entre tots nosaltres. Aquesta activitat era la creació del Petit Llibre Gegant de Bigues i Riells.
Primera edició: abril 2019 Producció: ciutadans de Bigues i Riells; els il·lustradors: Carles Ribas, Pilar Ors i Ricard Jara; i la Biblioteca de Bigues i Riells. Disseny: àrea de Comunicació de l’Ajuntament de Bigues i Riells.
Biblioteca municipal de Bigues i Riells Centre Cívic i Cultural El Rieral de Bigues Carrer Anna Mogas, 130 08415 Bigues i Riells biblioteca@biguesiriells.cat 938 657982
SUMARI Introducció a càrrec de la regidora de Cultura, Judit Canals ..........................
Pàg. 5
Sense edat (Dibuix lliure) d’Aaron Pérez ..............................................................................
Pàg. 6
(Dibuix lliure) d’Irina ...........................................................................................
Pàg. 7
Sant Jordi de Manel Sánchez G. .......................................................................
Pàg. 8
(Dibuix lliure) de Yune ........................................................................................
Pàg. 9
3 anys (Dibuix lliure) de Martín Sánchez Lillo ................................................................
Pàg. 11
5 anys (Dibuix lliure) d’Àlex Anora Rayo........................................................................
Pàg. 13
Unicorn i la Princesa de Carla Casteis Eredia....................................................
Pàg. 14
6 anys La Princesa que no necessita un cavaller d’Arlet Masdeu Pinto........................
Pàg. 16
(Dibuix lliure) d’Helena Rovira Boluda................................................................
Pàg. 17
(Dibuix lliure) d’Oriol Miras Villalba ....................................................................
Pàg. 18
7 anys (Dibuix lliure) d’Arantxa Mas...............................................................................
Pàg. 20
(Dibuix lliure) de Queralt Arisa ...........................................................................
Pàg. 21
8 anys (Dibuix lliure) d’Aran Trullas Codina....................................................................
Pàg. 23
(Dibuix lliure) d’Elna Camp Vilaregut ..................................................................
Pàg. 24
Sant Jordi de Pau Masdeu Pinto ........................................................................
Pàg. 25
12 anys Feliç Sant Jordi d’Alba Catalán Cortés ..............................................................
Pàg. 27
Majors de 18 anys (amb il·lustracions de Carles Riba i Ricard Jara) Cincuenta sombras en el chat de Yolanda Martínez Brunés..............................
Pàg. 35
El Tiempo olvidado de Yolanda Martínez Batlles ...............................................
Pàg. 37
Esperança de Jordi Mollón .................................................................................
Pàg. 38
La Força de la Maria de Maite Reyes ..................................................................
Pàg. 40
La Godra : històries del Escaldarium de Ricard Jara .........................................
Pàg. 42
La Mariposa de Charo Bolívar ...........................................................................
Pàg. 50
La Passera de la riera de Núria Bellavista .........................................................
Pàg. 52
Romance de Baldomero de Gemma Minguillón ................................................
Pàg. 55
Sortint de l’àrea de confort, trobes la calma de Núria Rosell .............................
Pàg. 57
El Black Hole de Maite Framis ...........................................................................
Pàg. 62
Trobada al parc de Miquel Mas ..........................................................................
Pàg. 65
Un Trilobites en el Pérmico de Judit Peric .........................................................
Pàg. 67
Volant de Carmen Palomo .................................................................................
Pàg. 72
La Llegenda de Sant Jordi escrit i il·lustrat per Pilar Ors.
Pàg. 74
INTRODUCCIÓ "El llibre gegant de la biblioteca és un intercanvi, un joc entre escriptors i dibuixants. Una dansa entre creadors”.
Aquesta edició del 2019 ens encoratja a continuar celebrant aquest llibre, a fer aquesta trobada, donant un espai als més petits i (no tan petits) a ser escriptors per un dia. Sant Jordi és una molt bona data per explicar noves històries i fer-les córrer pels carrers de Bigues i Riells del Fai. Gràcies a tots els que us animeu davant d'aquestes trobades culturals i hi poseu el vostre granet de sorra, aquest llibre és la mostra de la solidaritat i el treball en equip.
Per molts anys més de llibre gegant!
Judit Canal Regidora de cultura
SENSE EDAT
DaxlinePro-Black
3 ANYS
5 ANYS
6 ANYS
7ANYS
8 ANYS
12 ANYS
MAJORS DE 18 ANYS
Cincuenta sombras en el chat Había oído muchas veces que el amor es doloroso, pero no supe cuánto hasta que Fran me dejó. Aunque lo que más me duele es su traición. ¿Por qué no me dijo que prefería a Ana antes que dejarme en ridículo delante de nuestros amigos? Llevo días observando el mundo a través de la ventana de mi habitación. La lluvia salpica los cristales con fuerza, como un reflejo de las lágrimas que derramé. No voy a volver con mi grupo de amistades, lo he decidido: prefiero la soledad a tener que soportar la falsedad de sus sonrisas, el fingimiento de sus comentarios. Pero mi corazón dolido no está del todo de acuerdo. Me asusta no tener a nadie cerca. Una luz titila en una de las habitaciones del edificio de enfrente. Nos separa un campo de fútbol, pero eso no me impide ver una silueta moverse detrás de la cortina. Va de un lado a otro cada noche; a veces incluso veo cómo alza los brazos. De alguna manera me transmite su impotencia, pero no sé por qué, ni siquiera sé quién es. Vuelvo frente al ordenador. Durante días he tratado de enfocar mi vida hacia otras experiencias, y esta es la primera vez que voy a entrar en un chat. Introduzco mi nombre en la casilla correspondiente y entro en la página. Miró los nicks de las personas que están conectadas e intento decidirme por alguien: Atractivo-dulce-especial Casado-x-pocotiempo Marnie-ladrona Bello-salido Drácula-comecuellos Archi-BDSM Me cubro los ojos y sacudo la cabeza. Si en el chat de amistades ya me encuentro con esto, no quiero ni imaginar cómo será en el apartado de citas. —Esto es una estupidez. Estoy a punto de cerrar la tapa del portátil cuando recibo un mensaje: León: Hola. Eres nueva, ¿verdad? Frunzo el ceño. No voy a contestar.
León: Me gusta ver llover. Dicen que Dios está en la lluvia. “¿Quién es este idiota?” Ni corta ni perezosa pongo los dedos sobre el teclado. Erika: ¿Es así como ligas con las tías? León: No. Este chat es para hacer amigos, por si no te has dado cuenta. Erika: Sí, me he dado cuenta, Shakespeare. Le digo devolviéndole el sarcasmo. León: Disculpa, no pretendía ofenderte. No entro en este chat para ligar con nadie, y aunque hay mucho capullo suelto, solo pretendía mantener una conversación civilizada. Perdona por haberte molestado. Sus palabras me impactan. Me siento fatal por ser tan borde, pero León se desconecta antes de que pueda responder. Cierro el ordenador y me voy a la cama. Doy varias vueltas, intentando buscar una postura cómoda, pero las palabras de aquel desconocido no se desvanecen de mis pensamientos. A regañadientes, me conecto de nuevo en el chat. Busco a León, pero no aparece. Aun y así, decido dejarle un mensaje: Erika: Perdona por ser tan grosera, ya no sé en quién puedo confiar, y no estoy habituada a conocer gente por este medio. A mí también me gusta la lluvia, sobre todo cuando estoy en casa, al lado de la ventana, sujetando un buen libro en una mano y una taza de chocolate caliente en la otra. Es uno de mis momentos favoritos. Aunque ahora me ponga triste solo con ver caer cada gota.
León: Ya tenemos algo en común. Una sonrisa se expande por mi rostro al ver su respuesta. Erika: ¿Te llamas León? ¿O es un seudónimo? León: Me llamo así. Es un nombre poco habitual, lo sé, pero mi madre siempre fue distinta del resto. Y tú, ¿te llamas Erika? Erika: Sí. León: Es muy bonito. Sonrío. Erika: Gracias. Tu nombre también es bonito. Nos pasamos horas y horas conversando. León consigue arrancarme más de una sonrisa cuando me habla de sus torpezas, pero lo que más me intriga es que parece ver a través de mí. Me desconcierta la manera que tiene de adivinar mi sufrimiento sólo con leer fragmentos de mis palabras. Fran nunca había conseguido entender mis sentimientos más profundos, mi amor por la vida, por las personas que me rodean y mi necesidad de ayudar a los demás. León, en cambio, opina igual que yo, aunque a veces percibo la tristeza en sus comentarios. León: ¿Cómo es el lugar dónde vives? Abro mucho los ojos. No estoy preparada para desvelarle quién soy. Erika: Vivo en un edificio grande, de diez plantas, y tengo un campo de fútbol enfrente.
Pasa un rato y León no contesta. Erika: ¡Ey! ¿Estás ahí? Continúa sin responder y pienso que se ha enfadado, aunque no sé por qué motivo. Erika: ¿He dicho algo que te ha molestado? León: Apaga la luz de tu habitación. Frunzo el ceño. Erika: ¿Por qué me pides eso? León: Por favor, solo quiero comprobar algo. Aunque extrañada, le hago caso y me quedo a oscuras, con la luz de la pantalla del ordenador iluminándome la cara. León: Ahora mira por la ventana y luego dime lo que ves. No entiendo a qué clase de juego está jugando, pero me parece divertido y me pongo en pie. Aparto la cortina y en la ventana de enfrente alguien hace aspavientos con los brazos. ¿Qué está pasando?» Pasan los meses y nuestras palabras se entrelazan en el chat como una enredadera que crece fuerte, inalterable. Ahora sé que su vida no ha sido fácil, que perdió a su madre en un accidente de coche y que él no ha podido superar su pérdida, aunque intuyo que hay algo que no me cuenta; y eso me intriga.
Llega la primavera sin que apenas me dé cuenta. Pero lo que más nerviosa me pone es que al final ha llegado el día en que conoceré a León. Se lo propuse la otra noche, pero jamás esperé que aceptara. Me tiemblan las manos mientras me abrocho los botones de la camisa. Suelto un suspiro y bajo hasta el portal. Desde allí puedo distinguir la habitación donde León se conecta al chat todas las noches para hablar conmigo. Nunca pensé que estuviéramos tan cerca, ni que fuera él la sombra que veía pasear detrás de la cortina, el chico que me transmitía esa impotencia. Me apresuro a andar hacia la cafetería que queda cerca del campo de fútbol que separa nuestros edificios. El ocaso se refleja en los cristales de un hotel, en la otra esquina, como un hermoso decorado de realidad y ficción. Aflojo mi caminar una vez estoy cerca de la entrada. El olor a café y a pastas recién horneadas me invade los sentidos, pero no me distraen lo suficiente como para perder los nervios que se aferran a mi estómago. Agarro la manilla de la puerta y tiro hacia atrás. Hay bastante gente, pero solo busco a una persona con una camisa negra. Localizo a un chico rubio de espaldas a mí. Viste como León me ha dicho que iría.
Doy un paso hacia adelante y descubro que está sentado sobre una silla de ruedas. Mi corazón da un vuelco y la tristeza me invade el alma. Él se vuelve hacia mí, como si hubiera intuido mi presencia, y en cuanto nuestras miradas se cruzan me abandonan las ganas de huir. Yolanda Martínez Brunés
El tiempo olvidado
Bernard se agachó frente al leñero. Rompió la red que envolvía los listones de madera y observó una luz al fondo, escuchando un ligero revoloteo. — ¿Qué eres? Apartó un madero y la luz salió disparada hacia el salón. Él la siguió con la mirada, de una punta a la otra de la estancia. El intruso incluso llamó la atención de Rodolfo, el gato peludo y con sobrepeso que hasta ese instante había estado tumbado en su almohada, igual que un perezoso se queda colgado de un árbol y pasa horas sin moverse. Sonó un ¡boom! La luz se había estrellado contra la ventana y resbaló hasta quedar tirada sobre el marco de madera. El anciano abrió mucho los ojos al ver que el brillo disminuía y apareció un cuerpo diminuto y estilizado, como una pequeña doncella vestida con lo que parecían hojas. Unas pequeñas alas largas, como de libélula, le sobresalían de la espalda. El hombre se acercó, despacio. El hada todavía se movía. Pero antes de que se recuperara, él la metió dentro de un vaso que había sobre la mesa, dejándolo boca abajo sobre el hule. La criatura se revolvió. —Eres una preciosidad —dijo dando ligeros golpecitos al cristal con el dedo índice. Rodolfo dio un salto y se acercó al espécimen a husmear. —No. ¡Gato malo! —Le dio un empujón y lo tiró al suelo. Después de un rato, el hada se despertó y, al verse acorralada, empezó a aporrear aquella prisión de cristal. Bernard tomó asiento frente a ella sin poder dejar de contemplarla. —Habrás venido de lejos, de algún bosque del norte. Te has alejado mucho de casa. ¿Tienes hambre? Ella se revolvió más, arremetiendo contra el vaso, que empezó a deslizarse sobre la mesa. —No te voy a dejar marchar. —Cogió un libro de la estantería y lo colocó sobre el vaso, que no volvió a moverse por mucho que la criatura insistió. Rodolfo volvió a intentar alcanzar a su presa, pero Bernard no le quitaba los ojos de encima y con un leve movimiento del pie lo lanzó hacia atrás. —Me pregunto qué clase de vida habrás vivido. Yo estuve en la guerra. Los humanos nacemos tontos y nos volvemos idiotas. —El hada, cansada de luchar por su libertad, terminó sentada, mirando al anciano con cara de espanto—. Tu familia te estará buscando. Yo he ido perdiendo a los míos. La última en irse fue mi mujer, hace ya dos años. —Se limpió una lágrima—. Nunca se supera la pérdida de tu alma gemela. Te embarga un dolor tan intenso que crees que no podrás soportarlo, pero luego te sorprendes a ti mismo levantándote cada mañana. Y cada día que pasa, el recuerdo de su voz se diluye, su rostro se difumina; mi
mente ya no es lo que era. Por suerte, me quedan sus fotografías y ahí vuelvo a verla sonreír mientras mi corazón se hunde de nuevo en la pena. El hada se acurrucó y hundió la cabeza entre las rodillas. —Sé cómo te sientes —prosiguió Bernard mirando a Rodolfo que había vuelto a la almohada—. También yo estoy atrapado en este tiempo, cuando lo que más deseo es partir. —Alargó la mano y abrió la ventana, necesitado de un poco de aire. Las emociones le oprimían el pecho—. Todavía recuerdo lo hermosa que estaba Olivia cuando lucia su vestido de flores amarillas; le encantaban los girasoles. El color de sus ojos se asemejaba a las semillas de las pipas que nacían en el interior de la flor. Pero lo que más me agradaba de ella era su pelo rojo como el sol del atardecer; siempre olía a lilas. La pequeña hada se tumbó, no tenía buen aspecto. —Pero tú me harás compañía —le dijo, levantándose para ir a la cocina en busca de un bote con tapa. Segundos después, el anciano oyó un ruido y salió lo más deprisa que pudo hacia el salón. Le gritó a Rodolfo que bajara de la mesa, pero el obeso peludo dio un zarpazo al vaso, que cayó junto al libro y, el hada, de pronto espabilada, voló hacia la libertad que le trajo la ventana abierta. Bernard se asomó al umbral y una lágrima le resbaló por la mejilla.
Yolanda Martínez Batlles
Esperança
I l'esperança em va picar a la porta. Tant alegre i somrient com sempre. Vestint tan sols el seu somriure d'orella a orella. Els ulls li brillaven d'il·lusió. Una il·lusió innocent i perversa que harmonitzava amb la seva completa nuesa i moviments voluptuosos. Es va escolar dins de casa meva omplint-la d'aire nou i refrescant. Aire d'esperança. La meva casa feia dies (no, setmanes... o potser mesos?) que llanguia en una terrible espiral de tenebror i foscor perpètua amb l'aire carregat de tristor i dolor. Va ser entrar ella a casa i, d'una revolada, va obrir-me totes les portes i finestres. Va enretirar les cortines i la llum cegadora del Sol va omplir per uns instants tota la meva casa i la meva vida fins que uns núvols foscos plens de dubtes van tornar a tapar el Sol un altre cop. Els papers, els llibres, la roba bruta, el menjar i trastos s'acumulaven en un caòtic desordre. Ella passejava entre el desori sense rumb somrient i mirant-me dolçament. Vaig veure com desapareixia en direcció al meu dormitori. Jo, perplex encara de la seva aparició aclaparadora, romania a l'entrada. Vaig sentir la seva veu amb una rialla melodiosa que em cridava des de la cambra: — Que no vens? Jo, hipnotitzat pel seu perfum i la seva presència, vaig seguir el seu rastre cap a l'habitació. Allà estava ella, ajaguda al llit, tota nua i somrient. Va obrir els braços i em va acollir al seu costat, abraçant-me amb tot el seu cos nu. La seva dolça olor i la seva escalfor em feien oblidar el meu profund dolor, la meva soledat i la meva desesperació. Em va besar i em va acaronar. Jo em sentia bé i en pau. Feia molt que no em sentia així. Ja no recordava com era aquesta sensació de pau. Vam fer l'amor suau i dolçament, sense preses. Al despertar, ella ja havia marxat. El cel tornava a ser negre de tempesta. Vaig tancar portes i finestres per que no entressin el fred i la pluja. I la foscor va tornar a casa, l’ambient es carregava per instants de l’olor del dolor i la soledat. L’esperança havia marxat.
Jordi Mollón
La força de la María
—Segur que no serà res! Ens veiem el divendres i t’explico. —Adéu, petó!
Així va començar tot o així ho recordo, aquell moment on a la María li va canviar la vida. Estava segura de que juntes ho superaríem, però no em deixava de preguntar “ella serà tant forta com sempre ens ha demostrat?”.
María havia superat molts reptes: la malaltia i la mort de la seva mare, la lluita contra la malaltia del seu marit, la destrucció del seu matrimoni i ara un càncer. Com es pot concentrar tant de dolor en una vida? i perquè a ella, una persona tan alegre, dolça, solidaria, sociable i amb una energia envejable? Doncs si, li va tocar. Així que ara només podia fer servir el pla B.
Ja veieu, soc una persona de “pla A” i “pla B”. I dic A i B perquè mai he tingut que recorre a un “pla C”, per sort. ...........................................................................................
El meu pla consistia a fer que veiés que això era un repte més a la vida i que es sentís protegida i estimada per tothom i que, sobretot, no ho dubtés. Em vaig convèncer a mi mateixa que aquesta era la millor medecina i que, amb la força del SUDA, tot quedaria en un repte superat.
“SUDA HOY Y SONRIE MAÑANA”. Aquest es el lema del nostre grup. Un grup de dones guerreres, alegres i vitals que s’unien sota aquest mantra. Un grup de dones amb una mateixa inquietud: sortir de la monotonia i fer exercici. Quant s’acostava el dijous, el WhatsApp del SUDA començava a moure’s i a organitzar la sortida del diumenge al matí.
Ara no recordo ben bé en quin moment la María va deixar de sortir els diumenges, però sempre estava pendent del grup, ens donava el “bon dia” i força per fer camí. A vegades, quant es veia amb ganes i ànims, ens esperava per esmorzar i sempre amb el seu millor somriure.
El temps anava passant i el grup continuava endavant, a vegades amb mes o menys participants, depenent de les nostres disponibilitats. Mares i dones treballadores que buscaven unes hores de desconnexió i de teràpia per compartir bons moments i riure, al mateix temps
que caminaven per les cingleres. I un dia vàrem fer una promesa: Quant la María estigués recuperada pujaríem totes juntes caminant a Montserrat, visitaríem a la Moreneta com si res no hagués passat i d’aquesta manera li donaríem les gràcies a la nostra amiga, per continuar al nostre costat i per donar-nos el millor exemple de superació i d’amor incondicional a la vida.
A data d’avui, haig de dir que la María està a unes setmanes de que li donin l’alta mèdica i per tant en breu complirem la nostra promesa, així que: Moreneta, prepara’t per la nostra visita. El SUDA al complert és capaç de moure la teva muntanya.
Maite Reyes
La Godra -Historias del Escaldarium-
Espero impaciente mientras el frio húmedo tapiza las adoquinadas calles del centro del pueblo. Mamá nunca se había retrasado tanto. Mi madre lucha a diario por llenar la nevera, cuidar de mí y quitarse de encima a Enric, el pesado de su jefe. Un trabajo a tiempo completo para una viuda de buen ver. Las continuas negativas parecen no surgir efecto en Enric, que no cesa en su ímpetu por convertirla en su esposa. Rosa sigue enamorada de su difunto marido como el primer día, en el cual chocaron de forma fortuita. Desde entonces los sentimientos crecieron en su interior; lo ama como a nadie, lo ama como nunca y lo amará para siempre. Enric tiene la batalla perdida. Sigo esperando en la esquina entre la calle Font i Boet y la calle del Marqués. Las campanas de la cercana Iglesia de Santa María hace un rato que tocaron las nueve y empiezo a impacientarme. No dejo de mirar de un lado a otro, siento como la humedad me cala, como mis huesos enfermos se resienten y un ligero tembleque empieza a apoderarse de mi interior. No sé si es por el frío o el miedo, pero no puedo evitar que mis dientes castañeen. La gente pasa sin verme, todos se apresuran a llegar a sus casas, en busca de una temperatura más cálida. Los negocios cierran las puertas, apagan las luces dejando que la oscuridad campe a sus anchas. Arturo para con el carro lleno de periódicos y revistas. — Isidre, ¿esperando a mamá? — Si —le digo castañeando. — Pareces muerto de frío. Toma —me dice alargándome un gorro de lana a rayas rojas y blancas— ya me lo devolverás. Asiento, enfundándome el gorro hasta las orejas. El castañeo sube de intensidad y dos campanadas marcan media hora por encima de las nueve. «Si alguna vez a las nueve y media no he llegado, ya sabes qué hacer. Con cuidado y sin pararte, te vas para casa, siempre por la calle Barcelona. Así sé por dónde alcanzarte. ¿Me has escuchado bien?». Las palabras de mamá resuenan mientras me pongo en marcha. Las sombras se apoderan lenta pero implacablemente de las calles, el viento silba y una media luna observa cómo me aventuro en solitario en un trayecto que cambiará mi vida. Lo peor del miedo es cómo te atrapa en sus redes y te obliga a estar alerta, manipula tu imaginación de tal forma que únicamente puedes dejarte llevar y cruzar los dedos. Escucho ruidos extraños por todos lados. En cada rincón oscuro me parece ver ojos que me miran y siluetas amenazantes que me persiguen. Con las manos en los bolsillos de la delgada
chaqueta de paño y el gorro hasta las cejas, acelero el paso pensando en la seguridad de mi pequeña habitación en la calle del Raval del Remei. Mis pasos resuenan contra las antiguas fachadas, la respiración se desboca al trepidante ritmo de mi pequeño corazón cuando en mi espalda siento a alguien que se me acerca. Estoy asustado. Demasiado para poder pensar. Como dice mamá, -sin mirar atrás- salgo corriendo. Paso por delante de la antigua «casa del Bisbe» tan deprisa como me permiten mis cortas piernas. Al final de la calle se encuentra la «Plaça del Lleó». Llegar a ella es el primer objetivo para ponerme a salvo. En la esquina, giro a la derecha buscando un lugar donde esconderme. Si quiero salvaguardarme, tengo que despistar a mi perseguidor. «Intenta pensar rápido. Vamos, Isidre. Tienes diez segundos. Nueve. » «Isidre», me grita mi mente, — ¡Isidre! Entro en el callejón situado justo antes de la fuente de agua caliente ubicada en el centro de la plaza. Con apenas cuatro metros de largo, termino en la escalera de acceso a la vieja casa del herrero. Sin pensarlo, empujo la puerta de entrada, cerrada a cal y canto. Lo intento de nuevo. Una cadena con un gran candado no da más opción que intentar entrar por los dos palmos que ofrece de margen. Cuarenta centímetros de la salvación a la muerte. Como un experto contorsionista, me escabullo hacia la oscuridad. Un viejo clavo me marca para siempre la cara, una marca para recordar ese día. Mientras el hilo de sangre gotea por mi mejilla, me la limpio pasando una buena dosis de saliva. Es lo que mamá hace siempre. La casa, totalmente a oscuras, ya no me parece tan salvadora como cuando estaba al otro lado de la puerta. Entonces, oigo a mi perseguidor llegar a la plaza. Me escondo al lado de la puerta entre un montón de ladrillos rotos, una rata muerta y decenas de papeles carcomidos. Espero intentando controlar la respiración. Un intento con escaso resultado. En el más absoluto silencio, un gemido gutural recorre la oscuridad helándome la sangre. Las sombras se licuan formando una acuarela de dolor y miedo, y la liquida oscuridad se me acerca para engullirme definitivamente. Un nuevo gemido me pone la piel de gallina. Ahora tiemblo, y no es sólo de frío. Pienso en mamá. Estoy a punto de gritar cuando oigo acercarse a mi perseguidor a la puerta. Necesito otro escondite. Me adentro en las entrañas del edificio, por la escalera del rincón, gateando entre escombros, trozos de madera y cristales rotos ante la atenta mirada de un par de familias de roedores sorprendidos. Con cada escalón la temperatura aumenta como si me adentrara en las entrañas de la tierra. «Mis huesos prefieren el calor al frío», pienso mientras avanzo. Al final, una estancia llena de celdas débilmente iluminadas por unos agujeros al exterior por donde se cuela la luz artificial de la plaza, junto a un fuerte olor a huevos podridos. Un lugar tan extraño como sorprendente.
Un quejido, seguido de un bufido, sale de la celda del rincón. Un ojo me mira y se cierra. Sin pensar, corro escaleras arriba y salgo por los cuarenta centímetros de apertura disponibles en la puerta, perseguido por el mismísimo diablo. Sin mirar atrás, como dice mi madre. Llego al centro de la plaza y noto como me agarran por la chaqueta. — ¡Aaaaah! ¡Socorro! —grito con todas mis fuerzas. — ¡Isidre, soy yo, mamá! Nada más abrir los ojos y ver a mi progenitora, la abrazo con todas mis fuerzas. La aprieto tanto o más como el día que nos dijeron que papá había muerto. Son esos abrazos llenos de esperanza, alivio y miedo. Abrazos que conectan las almas de las personas. Cruzo lo que queda de plaza hasta la calle Vic de la mano de mi madre mirando de reojo el callejón esperando ver al monstruo. Ni rastro. Seguramente mi asustada imaginación me ha gastado una broma. Notar el calor de la mano de mamá es la sensación más confortable del mundo, provoca que mi corazón regule los acelerados latidos de minutos atrás. Ya en la cama todo me parece un sueño, una de esas cosas que cuestan de creer, de esas que hacen que la gente te mire como si te faltara un tornillo. No puedo quitarme de la cabeza el ojo de las sombras. Recordarlo ahora con más tranquilidad no hace que parezca menos amenazante, sino todo lo contrario. Ya ha pasado una semana y cada noche, cuando cierro los ojos, sigo viendo la mirada de la bestia entre las sombras. Tengo que contárselo a alguien que no me tome por loco, o volver y asegurarme de que lo que vi no fue fruto de mi imaginación. Hoy es miércoles. Eso quiere decir que me quedo a comer con Isabel, la mejor amiga de mamá y que forma parte de la pequeña familia. Es de esas personas que no tienen lazos sanguíneos pero mejor relación que algunos familiares. Mi madre la llama «la tieta». La verdad es que a mi tía, la de verdad, solo la vi el día del entierro de papá. Mamá me contó que su hermana tiene un carácter especial y que cuando se casó, la relación se distanció. Y ahora la distancia es tal que son dos desconocidas. Así que Isabel es «la tieta», la nueva. Con Isabel siempre comemos en «el Canaletas» el menú del día, y charlamos acerca del colegio, los amigos, los deberes y la importancia de los estudios. Yo creo que vamos siempre al mismo sitio porque a Isabel le gusta un chico que trabaja en el banco de la esquina. No deja de mirarlo y disimular todo el rato. Lo que no entiendo es por qué no le dice nunca nada. — ¡Hola! —nos saluda mamá, sorprendiéndonos. — ¡Mamá! —la abrazo. — ¿Qué haces aquí? —le pregunta Isabel.
— Hoy Enric tenía que ir con su madre al médico y ha cerrado hasta las cinco. Bueno, le he puesto ojitos para facilitar las cosas —se ríen las dos— Voy a comer algo con vosotros. Rosa e Isabel se enzarzan en sus conversaciones aburridas de mayores, así que aprovecho para salir a la plaza de delante del «Canaletas», concretamente al quiosco de Arturo, donde hay de todo; chuches, piruletas, revistas, comics, libros, periódicos, cromos… es mi paraíso. Arturo siempre me deja ojear los comics y me da un sugus. Es un buen tipo. Mejor que el estirado de Enric. Colgado al fondo de la pequeña caseta tiene el gorro de rayas, el mismo que me prestó días atrás y que ya le devolví. — Gracias por el gorro —le digo, señalándolo. A pesar de todo, aún no había tenido tiempo de agradecerle. Aquella era una buena ocasión. — ¿Sabes una cosa? Creo que a ti te hace más falta —Arturo lo descuelga y me lo da— y te queda mucho mejor —me dice con una sonrisa. — Gracias. — Será mejor que vayas con tu madre, yo me voy a comer, cerraré en breves. Veo cómo mamá me está haciendo gestos desde la ventana del «Canaletes». Media hora más tarde Arturo ha cerrado y se ha marchado. Rosa e Isabel siguen a lo suyo. — ¡Buf! —exclamo mirando el reloj de la pared. Las cuatro. Sumido en el más profundo de los aburrimientos jugueteo con el palillero mientras el camarero de la barra me mira con ganas de saltar, recoger los palillos expandidos por toda la mesa y darme un merecido bofetón. La matadora mirada me envía la información y recojo los palillos. Finalmente, Isabel y Rosa se despiden. — ¿Tienes tiempo de dejarlo en casa? —le pregunta mamá a Isabel. — Sí, pero me voy ya o no llego. —Responde ella. — Vale, nos vemos mañana, la vecina ya está avisada. — ¡Vamos, Isidre! A medio camino, Isabel y yo nos encontramos con la vecina que se dirige a casa. Isabel aprovecha para que me vaya con ella. — ¿Seguro que no te importa? — En absoluto —me mira. Y así «la tieta» me deja en manos de la vecina; una señora entrada en carnes, con unas rodillas tan anchas como mi cabeza, y un olor a cerrado que me provoca nauseas. El pelo
despide un brillo aceitoso, según mamá es por el champú barato que compra. Sus dientes amarillentos y su adicción al tabaco generan una mezcla poco atrayente. Isabel desaparece por la esquina del ayuntamiento y me quedo solo con la vecina; la señora Carme, la «Carmeta» para las amigas. Antes de que me dé cuenta ya se ha puesto a hablar con una conocida suya que acaba de aparecer de Dios sabe dónde. Siempre me ha sorprendido la cantidad de gente que conoce esta señora, parece que conozca a todo el pueblo entero, pues cada vez que me voy con ella se pone a hablar con alguien diferente. Pasan los minutos y espero a que «la Carmeta» termine su critiqueo con una de sus amigas sobre el hijo de Lola, la pescadera, y su afición a los porros y el vino, plantados delante de la puerta del Balneario «Broquetas». Sin poder evitarlo miro el callejón y, como atraído por un imán, me acerco. Sin darme cuenta he llegado a la esquina. A menos de cinco metros de la puerta, un escalofrío me estremece. — La vieja casa del herrero —oigo a mi espalda, sobresaltándome notablemente. — ¡Oh! Perdona, no quería asustarte —me dice Arturo. No sé porque, pero le cuento de carrerilla mi aventura dentro de la casa, supongo que fruto del susto o simplemente porque es lo más parecido a un amigo. No lo sé. — Eso son cuentos para asustar a los niños. No tengas miedo, Isidre. Los monstruos no existen —Mi mirada no le convence— Está bien, vamos a entrar los dos juntos. Nos acercamos a la puerta, Arturo saca dos ganzúas del bolsillo de la chaqueta y abre el candado en un plis-plas. — Es una larga historia, algún día te la contaré. Entramos iluminados por el mechero de Arturo. Le señalo la escalera y bajamos con cuidado mientras, a nuestro alrededor, cientos de patitas corren a ponerse a salvo. Llegamos al final, a la estancia de celdas, donde el silencio se mezcla con el caer del agua caliente sobrante de la fuente de la plaza. Todo parece tranquilo. Recorremos las celdas despacio en busca del inexistente monstruo. Las celdas, de unos cuatro metros cuadrados, constan de tres paredes de piedra y una frontal de barrotes más gruesos que mi brazo, lo que da una idea de la peligrosidad de sus inquilinos de años atrás. Al acercarnos a la celda del rincón, una enorme silueta aparece a unos metros. Arturo se para en seco y me coloca detrás de sus piernas. Seguimos adelante muy despacio. — Isidre, quédate detrás de mí —repite Arturo a cada paso. Al otro lado de los barrotes, una bestia de media tonelada reposa en el suelo. Los ojos cerrados y la falta de movimiento pulmonar certifican que está muerta. Entonces, de entre sus patas, se abalanza sobre nosotros una réplica en miniatura. Los barrotes paran la embestida.
Los ojos casi fuera de sus orbitas y las fauces abiertas mostrando una terrible mandíbula nos hace retroceder un paso. — ¡Pero,… ¿Qué demonios?! —grita Arturo. Ante nosotros tenemos, iluminada por el suave resplandor, la más increíble de las bestias que jamás hayamos visto. Con la cabeza y el cuerpo de león, cola de serpiente y alas de murciélago, todo recubierto de escamas tenemos ante nosotros una godra. — ¡Maldita sea! —exclama Arturo. — Se lo dije. — ¿Sabes que eso… —la señala—…es un ser mitológico? ¡Una godra! — Una ¿Qué? — Una godra, concretamente una cría. Y esa era su madre y es imposible que existan, por mucho que las esté viendo. Eso… — A veces lo imposible deja de serlo, sin más —dice una voz a nuestras espaldas. Nos damos la vuelta y entre las sombras del pasillo aparece un tipo alto y delgado, enfundado en ropa muy ancha y una sudadera que le tapa la cara. — Hola, me llamo Paulino. Vivo en la antigua «Casa del Bisbe», y antes de acercarme quiero avisaros que padezco el síndrome de Marfán y mi aspecto impresiona. Arturo le hace un gesto para que se acerque. Se quita la capucha dejando ver su esquelética cara. Orejas grandes y nariz puntiaguda. — He oído hablar de ti. «Huesos» creo que te llaman. — Me han llamado de todo, y «huesos» me parece el mejor de todos. Durante años me he encargado de alimentar y cuidar a la godra, últimamente ha estado muy enferma y no he podido hacer nada por ella. Espero tener más suerte con su pequeña. Parece fiera, pero sólo es timidez. No se lo tengáis en cuenta. — Tenemos que avisar a alguien. — ¡No, noo, por favor! Se la llevarán, la estudiarán, diseccionarán y vete a saber qué otras cosas. La sociedad no está preparada para ella. Hemos de protegerla, sé de lo que hablo, por experiencia. — Pero… — Por favor —suplica Paulino. — ¿Y quién nos protegerá a nosotros de ella?
Paulino abre la puerta de la celda y entra. La godra nos mira recelosa mientras le lame la esquelética mano. — ¿Veis? Sólo tiene que confiar en vosotros, cuestión de tiempo —sonríe— y me vendría de perlas la ayuda. Arturo acepta después de mis incesantes veintitrés tirones en su chaqueta.
Así empieza mi historia. Me llamo Isidre, y soy el guardián de la godra.
Ricard Jara
La mariposa
El día se desperezaba a golpe de luz. Los árboles recibían al Sol subiendo las copas hacia arriba, los girasoles sonreían y una diminuta mariposa cruzaba el cielo en su infinito vuelo. Todo era perfecto. La primavera resurgía entre colores y alegría. Tras los cristales a través de los cuales se podía ver una pequeña cama, unos ojos inmensos se abrieron buscando la luz y recorrieron el cielo de una parte a la otra; no había nubes ni nada que pudiera pintar de gris un lindo amanecer. Unos pasitos tocaron el frío suelo y se acercaron muy despacio a la ventana; dos, tres, cuatro golpes para llamar la atención. La mariposa se posó en el vidrio y miró curiosa intentando ver a través de ellos. Movió sus antenas de ojos hacia atrás y adelante, atrás y adelante, y revoloteó sin parar hasta que consiguió escuchar un llanto muy, pero que muy lejano. — ¿Por qué lloras? —gritó la mariposa con su desgarbada alegría. — Estoy aquí encerrado, no puedo salir. — Sí, pero ¿por qué lloras? —volvió a repetir moviendo las alas sin parar. — Estoy muy triste. — Pero tienes un cristal para admirar mi hermosura —dijo con su voz de pito. — No puedo tocarte. — ¡Pero ¿qué dices, descerebrado! si me tocas, me matas —volvió a decir la mariposa elevando su colorido azul y amarillo por el cristal— ¿Nunca has salido de esa habitación o qué? La pequeña cabecita negó bajando los ojos hacia el marco de la ventana. Cuando los volvió a subir vio que la mariposa, nerviosa, no paraba de subir, arriba y abajo, abajo y arriba, por el cristal. No se estaba quieta ni un momento y él apenas si podía caminar. Le dolía todo. Tímidamente volvió a tocar el vidrio, estaba frío y sentía como ese frío le calaba muy adentro. ¿Cuánto tiempo llevaba allí? Ni se acordaba, ahora vagaba todo el día por la sala, la gente mayor entraba, venían médicos de todos los países y escuchaba sus conversaciones: — Un virus. — Una enfermedad rara. — ¿Lupus? Ggrrrr, eso suena a hombre lobo. ¿Y qué es de un hombre lobo sin una Caperucita? Los libros de cuentos ordenados en la estantería, ni un rastro de polvo, el suelo impoluto, la sirvienta que venía cada cuarto de hora a pasar la fregona, el criado que abría y cerraba las cortinas al alba y al anochecer. Los médicos, que hablaban de mucha higiene, todo muy limpio y resplandeciente. El tiempo ya haría el resto de su trabajo. Pero el tiempo pasaba muy lento y,
aunque dormía casi todo el día, se daba cuenta de que era un juez que daba una sentencia. El tiempo podía ser eterno cuando se espera o un segundo si pasa algo que jamás hubieses pensado que pasaría. Le costaba respirar en ese lugar tan cerrado. — Nunca he salido de aquí —dijo mientras la mariposa dio un último respingo y se alejó deprisa de la casa, del cristal y de la habitación. Todo volvía a su sitio, el Sol hacía su recorrido cada día, las mariposas jugueteaban aquí y allá, las cortinas se abrían y se cerraban cada vez más rápido y, cada vez, un pequeño gusano de la medida de una uña del dedo más pequeño del cuerpo salía a hablar con su mariposa y después se metía bajo la madera que hacía de cornisa en la ventana. Con las lágrimas aun rodando por sus mejillas se repetía las palabras que ella le había dicho. — ¿Por qué lloras? Habían pasado pocos días cuando la criada entró una vez más a pasar la fregona por el suelo y notó que había algo raro en la habitación. Abrió la ventana deprisa y una pequeña mariposa, algo más grande que la uña del dedo más pequeño del cuerpo, del color de la aguamarina, salió volando por encima de su cabeza hacia el Sol. La criada sonrió un instante y cerró la ventana mientras miró la cama vacía del niño que ya se había ido a la escuela. Era su primer día de colegio después de largas jornadas de enfermedad. El Sol brilló aún con más fuerza y sus rayos pintaron un pequeño arcoíris del color del mar en las paredes. Charo Bolívar
La passera de la riera La Passera de la Baliarda és una palanca de dues fustes gruixudes, lligades amb claus i forrellats i subjecte amb una cadena al plàtan de la riba dreta de la riera. La imatge que em ve al cap és la de cinc nens asseguts amb les cames penjades sobre l'aigua. Dos germans, dos amics i un conegut. Tenien entre onze i tretze anys. Pantalons curts, samarreta del Casper i del Batman i vambes foradades, velles. — Pensàvem... —em van dir més tard. Alliberats de l'escola, anaven sovint a pescar a la riera Tenes, que és just sota casa. Carpes i barbs. Feien molta fresa i se'ls sentia de lluny. S'ho passaven bé, molt bé. Aquest és el motiu pel qual em va sobtar la seva quietud. No era normal. Els contemplava des de dalt el marge, una timba considerable d'uns 20 metres, que s'hi baixava fent zigues-zagues per un caminet fressat entremig de la verneda, bardisses i, sobretot, ortigues, fins a arribar a la passera per travessar el riu Tenes i anar al cap poble i als horts, o allà on convingués. Aleshores, va passar el veí, xino xano amb la magalla a l'espatlla, en direcció al tros que conreava a l'altre cantó de la riera. En veure'ls, els va fer: — Nois! Que haig de passar...! El flaix que vaig entreveure pel mig dels arbres em va fer somriure... De cop es van girar, tots alhora, el cos quiet en direcció a Sant Miquel del Fai i el cap a ponent. S'aixecaren i es seieren sobre la roca vermellosa, la codina del marge esquerre de la riba. —Què feu aquí, tant callats? — els va preguntar. —Pensem... —van dir tots a una. —I què rumieu, si es pot saber ? —Volem construir una barca que navegui riu avall fins al mar! La resposta em va arribar difuminada en la distància, però ho vaig sentir! Llavors, vaig entendre les fustes, cordes, cordills, pneumàtics (els del gronxador), tisores que van perdre's, la cinta d'enganxar
ampla
a
les
butxaques,
el
llençol
vell
que
em
van
demanar!
El seu anar i venir no era la cabana del fons del barranc, no. Estaven construint una barca! Una barca per navegar el riu Tenes, Senyor, Senyor! Però si no baixa gens ni mica d'aigua! Bé, tampoc exagerem; aquest any ha estat plujós i el cabal és més abundant que altres anys.
La riera Tenes, antigament Flumine Tenessis, neix a la Sauva Negra, a Castellcir. Agafa el nom de Tenes quan arribar a Sant Quirze de Safaja i llavors discorre fins a Sant Miquel del Fai formant uns saltants d'aigua molt esplendorosos que ens tenen enamorats a tots. Una meravella! Antigament sí que era un riu cabalós. Anava per la Central Elèctrica, feia rodar el molins fariners, engegava la Fàbrica Vella i regava tots els camps de les seves ribes a través d'unes canalitzacions ben enginyoses que aprofitaven el desnivell del terreny arribant a llocs impensables, de lluny. Ara, però, és un fil d'aigua i una llera plena de pedres i còdols rodons,
on
amb
prou
feines
poden
viure
els
peixos i
altra fauna
aquàtica
que pul·lulava entremig. I els nens volen navegar! Pensant en la seva idea esbojarrada, jo no podia per menys que riure amb tendresa. Vaig decidir seguir de prop el seu projecte. El tràfec va durar uns quants dies. Cada vegada hi havia més canalla a la tarda. En vaig comptar fins a onze, nenes també. Tots discutien i provaven de fer surar les fustes i els pneumàtics, però no anava bé, gens bé. Ara, dins la riera, era un anar i venir dins l'aigua. Reien molt, acabaven sempre xops. Em van fer cas, res de xancletes, vambes velles. Al cinquè dia, jo no sé pas d'on va sortir, però va aparèixer una plataforma de porexpan i fusta prou gran per pujar-hi uns quants alhora i surar, navegar, navegar! Aleshores si que va ser tot un espectacle. Entre tots empenyien la platafor...perdó, la barca, riu amunt, esquivant les roques fins a un punt que ja no es podia més perque el riu no donava l'amplada del quadrat amb la vela. Corrents s'hi enfilaven i au, cap avall! Tot un panorama! Els vaig veure asseguts i xisclant d'emoció mentre el bot lliscava uns deu metres riu avall, una mica, mica enravenat a causa del desnivell de la llera i de cop, van acotar el cap i van passar per sota la passera! Finalment, la barcassa es va parar suaument al meandre quiet. Total, vaig calcular uns dos-cents metres de ràfting. —Els següents! —va cridar el capitost. Apa, tots estirant de nou el tros de fusta riu amunt i tornem-hi. Hi havia una cua de nens i nenes que ja no vaig comptar. Vaig fer fotos. Quan ja hi tenien pràctica, un dels nois va voler que la seva germana petita hi pugés. La nena, de dos anyets, no ho veia gens clar. A ella ja li estava bé tirar pedretes a l'aigua mentre els grans s'ho passaven d'allò més bé. Anava fent que no amb el cap, les cuetes i el dit. Que no, que no. Al final va aconseguir posar-se la a la falda al tram d'aigües tranquil·les, és a dir dos mestres de baixada. Ja n'hi va haver prou.
Al vespre arrambaven la improvisada barca a la vora de la riera, fora de l'aigua. Fins l'endemà. Però el cap de setmana va ploure amb intensitat i va baixar una riuada considerable. La barcassa va anar, ara si, riu avall tota sola, sense nens. Però, desgraciadament, no va arribar al mar. Punt final de l'aventura. Diuen, tanmateix, que el més divertit d'una festa no és la festa en ella mateixa, sinó la preparació; no dubto que aquella xicalla va gaudir tant o més l'experiència de tractar d'arribar fins al mar que del mateix somni que, sens dubte, es diluí a les escasses aigües del Tenes.
Nuria Bellavista
ROMANCE DE BALDOMERO En una fría mañana de meseta castellana, sentado en un altozano, debajo de un avellano, plañíase Baldomero (hablo del padre, el primero) de la miserable vida que llevaba el jornalero. «Todos mis antepasados trabajaron sin reparos en esta labor tan dura que ejercieron con premura pues, aunque muy buena gente, ninguno salió escribiente y ganábanse el lechazo doblegando el espinazo. Cierto es que mi primogénito no ha salido una lumbrera; tiene el cerebro congénito de ésta mi familia entera. Mas, si tanto he trabajado, si no he gastado ni blanca, es porque yo he deseado que sea un hombre de banca, o médico, o abogado, yendo raudo y disparado a estudiar a Salamanca». Cuando Baldomero hijo se enteró de la noticia se buscó un buen escondrijo, tan pronto como le dijo su madre aquella primicia: « ¿Estudiar!? ¡Qué disparate! ¡Los codos hay que gastar, La vista que ejercitar y las neuronas usar, sin remojar el gaznate! Madre, dígale usté al viejo que yo no quiero estudiar; que prefiero trabajar aquí… ¡o en Almendralejo!» «¿¡Trabajar!?», dijo la madre. « ¡Pero si en toda tu vida nunca cogiste una brida ni te arrimaste al lagar! ¡En esta casa tú has sido, desde el día en que has nacido, una boca a alimentar! ¡Vete, pues, a Salamanca, montado en esa potranca, que te puedan desasnar!»
Al cabo de una semana, un día por la mañana regresaba Baldomero a disfrutar, placentero, su primer fin de semana. Su madre, al verlo llegar de tal manera ataviado y con aquél caminar que pretendía educado, miróselo cautelosa, sin sospechar (aunque viendo) por dónde iría la cosa. Al verla allí platicando con unas cuantas vecinas, Baldomero se volvió y, asombrado, contempló el corral de las gallinas. « ¡Virgen Santa! ¡Jesucristo! Cierto es que la vista engaña; Pues ni con toda mi ciencia, ni con mi extensa experiencia, ni con mi arte y mis mañas, ¡jamás pude sospechar que encontraría en mi hogar ese tipo de alimañas!»
La madre se santiguó, no tanto por la blasfemia, si no por la tontería y la necedad que vio. «Hijo mío, Baldomero, sabes bien que yo te quiero, pero esto ya es cosa fina; pues en Madrid y en Toledo, en Barcelona y Laredo, en Nueva York, en Olmedo, y hasta en la misma Argentina, el más gilipuertas sabe distinguir a una gallina. Mira, si ese es el servicio que a ti la ciencia te ha hecho, coge la azada de padre y vete hasta aquél barbecho, ponte a cavar un buen rato, y haz así algo de provecho». Por eso dice el refrán que, si no se tiene testa, Cuando Dios no te la da, Salamanca no la presta.
Gemma Minguillón
Sortint de l’àrea de confort, trobes la calma
Pot semblar paradoxal que sortir d'un lloc on et manegues prou bé, pugui fer que arribis a un altre on et trobis realment a tu mateix. Us presento dues històries paral·leles que poden exemplificar el meu plantejament. Bona vesprada, Vosaltres no em coneixeu, jo en canvi conec força coses vostres, coses del món extern però, de l'àmbit de l'àgora, on ens hem reunit i on heu exposat les vostres idees. Del vostre món intern en puc intuir alguna cosa. La meva pretensió, però, és arribar a tocar una mica la vostra ànima i que vosaltres pugueu tocar la meva. Un intercanvi de mirades internes, virtuals, a hores d'ara. Sóc la Núria, nascuda i educada a Torelló, Osona. Sóc infermera i periodista. Vaig començar la meva carrera professional a l'Hospital de la Vall d'Hebrón de Barcelona. Després vaig treballar en la redacció d'un diari sindical de les infermeres de Catalunya. Aleshores vivia a Barcelona. L'any 2005 vaig tornar a exercir d'infermera a l'Atenció primària en un CAP de Barcelona, però vàrem decidir amb la meva parella anar a viure a un poble del Vallès Oriental. I vaig començar el periple de viatges per la C17 cinc dies a la setmana per anar a la feina. Però s'ho pagava la pena, perquè arribar a casa i connectar amb la natura no té preu. Fa vuit mesos que m'he jubilat i em disposo a donar una altra orientació a la meva vida, doncs passo de fer unes activitats a unes altres, i vull fer-ho amb goig. Però no sempre les expectatives responen a la realitat. I tot i que hi ha moments de goig també n'hi ha de patiment. Com a infermera he hagut de relacionar-me amb el patiment dels altres, però també amb el propi. Crec que aquest patiment m'ha fet connectar amb vosaltres, i amb les ganes de compartir vivències difícils i maneres d'afrontar-les, que a mi m'han servit, que m'han sostingut en moments de desesperació. Vosaltres, que fa mesos esteu empresonats o sou a l'exili per les vostres idees. A tots vosaltres em dirigeixo, Carme, Dolors, Jordi S., Jordi C., Jordi T., Carles, Meritxell, Lluís, Raül, Toni, Joaquim, Clara, Oriol. Ja fa temps que volia fer-ho, però no sabia com entomar-ho. Dirvos que, gràcies a vosaltres, molts catalans i jo mateixa hem hagut de sortir de la nostra àrea de confort per adquirir compromisos, per interpel·lar realitats que estàven ofegades. No vull tornar a reconstruir uns fets que tots tenim en el nostre inconscient col·lectiu, però vull apuntar una breu cronologia del més rellevant, per la meva història.
1 d'octubre de 2017; referèndum d'autodeterminació. Va haver-hi la vulneració més gran de les llibertats d'expressió. 27 d'octubre de 2017; declaració política d'independència. Per poder fer-la efectiva caldràn més actes de desobediència civil, que és una eina democràtica, com coincideixen a fer palès diferents autors en el portal de Vilaweb (Graupera, Puigdemont, Torra, Tardà, Comin). 21 de desembre de 2017; eleccions per restituir el govern legítim i foragitar el boc del 155. Tots plegats mantenim el caliu, hem après molt. Jordi Cuixart, te'n recordes? No fa massa dies, en un programa emès per la televisió de Catalunya TV3, la teva germana Ester va dir que li havies recomanat el llibre «El poder de l'ara», quina sincronia, jo conec l'autor Eckhart Tolle. Un home que, després de viure un seguit d'anys amb ansietats i ocasionals episodis de depressió suïcida, un dia va tenir una experiència còsmica de pau profunda, després va experimentar una transformació interna inexplicable. Per Tolle, tots els problemes són il·lusions mentals, i segons l'autor tenir problemes significa donar voltes a una situació, sense que hi hagi possibilitat de fer alguna cosa, ara, respecte a aquesta situació. I així és com em trobo jo mateixa massa sovint identificada erròniament amb la ment amb els meus pensaments. Però és clar, també ens quedem atrapats en les emocions, a identificar-me amb el patiment. A fil d'aquest esdeveniment vull compartir amb vosaltres, amigues i amics, com estic en el camí
d'entrenament
personal,
mitjançant
la
pràctica
de
la
consciència
plena
o Mindfulness, per experimentar quins mecanismes mentals em porten a identificar-me amb el patiment. Gràcies al Mindfulness, Jo he après a sentir l'emoció en el meu cos, les positives i les negatives. I puc dir-vos que a mi el Mindfulness m'ha canviat la vida. Va la primavera del 2010, jo passava per un moment d'estrès per burnout a la feina, quan vaig inscriure'm a un curs
d'entrenament
en Mindfulness per
reduir
l'estrés,
segons
el
programa
del
Dr. Jon Kabat Zinn, del centre mèdic de la Universitat de Massachussets. I així va ser com en dos mesos vaig aconseguir estalviar-me un tractament amb ansiolítics i antidepressius. D'això en dic sincronia, jo necessitava una eina i allà la vaig trobar. Mitjançant pràctiques de meditació, ioga i exploració corporal he anat modelant el meu ésser. L'he empoderat per prendre més bones decisions i afrontar amb més seguretat els obstacles. No és feina gens fàcil, però la tenacitat i la confiança han fet de mi una dona més serena amb una mica menys de pors.
I potser us pregunteu: «Com pots parlar de calma, després de tot el que estem vivint?» Doncs jo, quan m'assec a meditar, tinc moments de calma, de serenor, que em permeten prendre decisions de manera més conscient. Com us anava dient, uns dies abans de jubilar-me i mentre pensava en quines paraules diria als meus amics i amigues companyes de feina, estava llegint un llibre sobre la cultura japonesa de l'Ikigai o «la raó de viure» i em va resultar inspirador per encarar la meva nova etapa. Avui rellegint un passatge d'aquell llibre, m'adono que els secrets del Japó per una llarga vida són: «Anar-se'n a dormir aviat, despertar-se aviat i fer un passeig. Viure amb calma i gaudir de les coses. Tenir una bona relació amb els amics... Fer moltes coses cada dia, una rere l'altre, però sense aclaparar-te», m'he adonat de com seria portar aquestes recomanacions dins d'una presó. Me n'adono que molta literatura s'escriu pels qui estan fora de la presó, no pels qui sou dins. Però resulta que amb la pràctica de Mindfulness pots reciclar situacions ermes. Potser fer un passeig, seria caminar dins el pati o dins la cel·la d'Extremera o de Soto del Real. Mindfulness diu, «prova de fer-ho amb ment de principiant sense jutjar, com si fos la primera vegada i experimenta». Atenent a les sensacions corporals que produeix la respiració a cada passa . Podeu per un moment fer volar la imaginació? Carme, pots veure i olorar els camps de taronges i mandarines de Xerta? I tu, Dolors, pots tocar la farigola i lavanda que et fa arribar la teva germana dins del paquet de la roba i olorar i veure aquestes plantes al jardí familiar? Ja vaig acabant l'epístola. Com diu la meva companya, sempre que vaig a fer una estona de meditació formal em diu de broma «Núria ja te'n vas a resar?», per la nostra educació cristiana que a mi també m'ha amarat de bons ensenyaments, i m'ha ajudat a superar obstacles. Doncs com us deia, estimades i estimats, només un darrer apunt d'una altra lectura , aquesta
vegada
l'escriu
un
presoner
des
d'un
camp
de
concentració
d'Auschwitz , en Victor Frankl, psiquiatre vienès, impulsor de la logoteràpia. Frankl ens diu: «A una persona li pot ser arrabassat tot, llevat d'una cosa, l'última de les llibertats humanes: l'elecció de com s'enfronta cadascú a les circumstàncies que li han estat donades, l'elecció del camí propi». .........................................................................
Carme, Dolors i tots vosaltres homes empresonats, des de la profunditat de la meva ànima , vull agrair-vos des de la calma , tot el que heu fet en mi. Amb el desig que sortiu aviat de la presó. Però sobretot amb l'esperança que puguem viure amb molta atenció, tot allò que moment a moment experimenta la vida de cadascú. Assaborir l'agredolç dels esdeveniments, tot forma part de la vida. Amb la seguretat que ens resta l'elecció del camí propi, que ningú ens pot arrabassar.
Sota signant: Núria Bigues i Riells, 12 d'abril 2019
Núria Rosell
El Black Hole Avui ha estat un gran dia, per fi alguna cosa m'ha commocionat com mai. Llegeixo a Internet que els físics del nostre petit món han assolit la visió per primera vegada d'un forat negre a l'univers. Dels molts i molts que hi deuen haver! Què dius? Que és una notícia més? A veure... si us plau! Sé que anem, el que diem, «infoxicats». Rebem ítems d'aquí i d'allà cada dia, cada hora! Coneixem el que passa a qualsevol lloc del món, sí, la política cada vegada és a veure qui la fa més grossa, sí, cada dia ens acostem més a descobriments mèdics que ens allarguen la vida... sí! Tanta informació ens intoxica, ens infoxica. Ens fa perdre de vista la justa importància dels esdeveniments. Compte! Ara em ve al cap que he quedat amb l'oculista demà a les 6 de la tarda, si vull continuar veient-m'hi amb claredat. Doncs això mateix, queden darrere els grans descobriments que ens han somogut, que ens han admirat. Des de pintar parets a les cavernes fins a fotografiar amb múltiples telescopis forats negres a l'univers! En l'exercici d'obligar-me a fer l'esforç d'emprar més consciència d'aquella notícia, buscant el seu just lloc per damunt de les altres, de les de cada dia, vaig voler destacar allò que té d'extraordinari l'ordinari del dia a dia. Prenc una mica de cafè per aclarir els camins dels meus pensaments i deduccions... La imatge real d'un black hole, de la seva evident existència, em fa sentir com aquells espanyols que els arribà la notícia del descobriment d'un nou continent. O com aquells homes que van trepitjar per fi la lluna. O el gest astorat de Newton veient caure la poma per acció d'una força que ningú s'havia adonat fins aleshores. Amb la mateixa cara d'estupor del qui va veure per primera vegada encendre's una bombeta elèctrica. Mare de Déu! Ara que hi penso, quina factura de llum m'ha arribat aquest mes! No entenc què he fet perquè pugi aquesta quantitat desorbitada! Com anava dient, resulta que hi ha forces brutals a l'univers creades per masses solars de dimensions
incalculables...
com
una
massa
equivalent a
6.500 milions de
sols...
diu
que, al desaparèixer, o sigui morint, deixen un forat grandíssim a l'univers, amb un camp gravitatori tan fort que és capaç d'atraure tots els cossos matèrics que s'hi acosten. Fins i tot la llum! I se'ls engoleix fent-los desaparèixer en el no-res. Entenc que es tracta d'un no-res físic (que no sé com entendre), diferent del no-res dels nostres místics o bé el de les pel·lícules de ciència-ficció. I com l'embut de l'oli, el forat fa passar la matèria des de l’ampolla fins una misteriosa oliera. Imaginem-nos una micarella, allò que ens és quasi impossible; el nostre univers on hi ha aquests
forats negres que es mengen tot el que troben al seu voltant, i hom suposa que es creen altres universos paral·lels a l'altre costat, i que veuríem a través de les finestres dels forats. I jo? La meva personeta? Com queda en aquestes dimensions? Quin trasbals veurem en aquesta immensitat com una ridícula partícula de pols? Dibuixo interiorment el contorn del meu cos, hi afegeixo la complexitat del meu món interior, quina grandesa! Observo també el pistil d'una flor, tractant també d'imaginar on comença i acaba el seu lloc en l'espai i com de diversa és la seva constitució, quina riquesa! Caram, i m'ha tocat conèixer-ho i viure-ho a mi!! He estat escollida entre milions de candidats a fecundar l'òvul de la mare... Quina meravella, quina sort! M'han
deixat
formar
part
d'aquest invent
espectacular del qual tan
poc coneixem.
M'han donat una vida que transcorre en un gran misteri. En puc ser conscient, puc divagar a desdir, imaginar sense límits, sabent que el meu coneixement arribarà a colpir-ne tant poc... No sé si t'he comentat, Nuri, que m'han parlat d'una peli d'aquelles que ens fan flipar, si vols anirem a veure-la; Els Misteris de la India. Uiiiii, quina xulada! M'agrada imaginar-me les olors, els rings de les campanetes o el repic dels tamborets. Què bonics els saris acolorits i brillants... De sobte, alerta! una cerca al meu cervell... com es diu allò? Si, dona, comença amb la lletra p... crec, ara no em ve, ho tinc a la punta de la llengua... Caram, no hi ha manera! no recordo aquella paraula. Tanmateix tanco els ulls i, sorpresa! El veig allà, present, envoltat de llum, és un túnel fosc... Si, si, concentrant-me aguaito la cueta de la paraula, ai ai ai.... va relliscant per les neurones atreta pel túnel... Però si és... si! és el meu forat negre!!! Per fi veig la llum! quina contradicció, la llum del forat negre. Paro, silenci... lligo... ara ho entenc! Ja sé per on han marxat sense acomiadar-se tantes paraules, tants records, cares amables, sentiments i amors... Paciència,
molta
paciència, tranquil·litat,
no
ens esverem! per
l'amor
de
Déu!
La ciència mai no falla, el dia que els físics puguin fotografiar dins dels black holes, aquell dia sabrem com baixar al nostre pou per trobar les peces del puzle que el temps ha anat emportantse... reconstruirem el nostre íntim univers.
Ostres!! el pollastre!!
Ja
se
m'ha
tornat
a
cremar
el
pollastre
rostit!!!
me n'havia
oblidat
completament!
Nuri, avui haurem de tirar altre cop del menĂş de 10 euros, sort que tenim tantes i tantes alternatives als desastres provocats pels desventurats forats negres! Maite Framis
Trobada al parc
T—
Hola.
C—
Hola.
T—
Te’n recordes de mi?
C—
La teva cara m’és coneguda, però...
T—
Sóc en Tom, i tu ets la Cuqui, oi?
C — Oh! Tom, ara et conec, però has canviat molt. T—
Naturalment, ja fa uns anys que no ens veiem.
C—
I tant, des de la casa d’acollida.
T — Quins temps, quants records, i quants tombs dona la vida. Com et va a tu? C — Molt bé, es podria dir que millor impossible. Em va adoptar una familia
……
estupenda. I a tu? Pel que veig, el teu aspecte és el de ser de bona posició. T — Doncs si. Des del primer moment m’he sentit de la família i amb ells he trobat …… l’amor, tot i que, malauradament, no varen tenir, de menuts. C—
Els meus pares es varen divorciar i m’he quedat amb la mamà. Vivim soles i
està tot el dia per mi. T—
No es una mica rotllo que estiguin massa per a un?
C—
Potser si, però tinc tot el que necessito i més.
T—
Jo de vegades voldria tornar a la llar d’acollida, era més independent.
C — Et crec, però ara tenim una seguretat de vida que no teníem. T — Veniu sovint a aquest parc? C — Molts dies. T—
Puc fer-te una pregunta?
C — Digues. T — Tens algun pretendent? C — Encara no, tot i que més d’un em mira amb bona cara. T — Saps que fas molt bona olor? C — No comencis, entremaliat! T—
Mira les mamàs, ja ens estàn mirant.
C — Segur que la meva ja vindrà a buscar-me. T—
Quina ràbia, haurem de separar-nos.
C—
Ja venen les dues.
T—
Fem una juguesca?
C—
Una juguesca?
T—
Fem caca els dos al mateix temps i a veure quina és la primera en recollir-la.
C — La meva segur. Un, dos i tres.
………
T — Tens raó! Que ràpida a posar-se el guant i treure la bossa! C — Ja t’ho he dit. Fins un altre Tom, ets genial. T—
Fins un altre, Cuqui meva.
C — No corris tant! Ets tremend!
Miquel Mas
Un trilobites en el Pérmico No entiendo la vida. La existencia, la razón por la que estamos vivos… ¿Acaso hay alguna? ¿O somos simplemente frutos del azar de miles de millones de años? Sinceramente, no comprendo la razón de ser, si es que la hay. Pero, de hecho, nunca me ha importado, y sigue sin importarme a pesar de todo, y jamás me importará lo más mínimo, ni a mí ni a ninguno de mi especie. Lo único que nos importa, o al menos nos ha importado alguna vez, ha sido sobrevivir por el mero instinto de hacerlo. Alimentarnos, reproducirnos y morir. Así de sencilla ha sido siempre nuestra vida. Yo soy un trilobites. Un pequeño crustáceo con una vida apacible y sosegada. Cuando nací, mi especie ya hacía muchos millones de años que poblaba el precioso planeta en el que vivo, llamado Tierra. Ah, la Tierra, un mundo enorme y lleno de agua en la que vivir. A pesar de la enorme masa de tierra que ocupaba una gran parte de nuestros mares, había agua de sobras para todos y era cálida y confortable. Yo no hubiese elegido ningún otro lugar del mundo para vivir. Aún recuerdo como si fuera ayer la primera vez que abrí los ojos y vi este maravilloso mundo que me rodeaba. Yo era una larva muy pequeña, había nacido hacía poco tiempo, aunque no sé exactamente cuánto porque, sencillamente, los trilobites no tenemos percepción del tiempo, ¿sabes? Es cierto que somos animales increíbles y muy avanzados a nuestro tiempo, ¡pero tampoco hay que sobreestimarnos! Recuerdo que lo primero que vi fue a varios de mi especie a mi alrededor, rodeados de toda aquella masa de agua en la que vivimos. Estábamos por todas partes y eso me gustó. Aunque cabe decir que yo los veía como manchas borrosas de tonalidades marrones, moviéndose con un sinfín de patitas como pedúnculos. Eran siluetas de borrones desplazándose por todas partes con aire ligero, dominando el entorno con sus altaneros andares como si el mar fuera suyo. A mi alrededor todo era agua, quiero recalcarlo porque, cuando al fin crecí un poco, sería capaz de ver otras cosas más allá, aunque jamás abandonaría el océano. Vivía felizmente comiendo las partículas más nutritivas que podía aislar del barro del fondo marino. Lo tomaba en mi pequeña cavidad bucal y lo filtraba para obtener mi tan preciado alimento. La sensación era indescriptible; al tomar el barro podía percibir una textura viscosa acompañada de un desagradable sabor a tierra batida que invadía mi organismo como una humareda negra que solo trae discordia con ella. Pero al filtrar el barro, sentía como aquél desagradable sabor se iba disipando como si lo estuvieran lavando con agua, purificando con divina luz blanca que espantaba a todos los demonios causantes de calamidades equiparables a ese sabor del Averno, y en seguida el mismo era substituido por la sensación de sorber vida, de nutrirse verdaderamente con algo que te hacía estar y sentirte vivo. Así fui creciendo poco a poco, podía hacerme una idea de mi edad gracias a las mudas de mi piel.
Sí, mudé muchas veces hasta que me hice mayor. La primera vez fue una sensación bastante extraña; ya hacía días que notaba una sensación de pesar sobre mí. Era como si algo me estuviera constriñendo todo el cuerpo, desde las puntas de las largas antenas que salían de mi céfalon hasta el extremo más remoto de mi pigidio. No podía moverme con tanta libertad, y en ocasiones sentía como si me estuviera ahogando, pero no por una sola parte, sino por todo mi cuerpo entero. Notaba como si me faltaran el aire y el agua y solamente podía sentir constricción a mi alrededor, como si estuviera atrapado entre cuatro rocas muy estrechas que no solo me impedían moverme, sino que además me presionaban sobremanera. Empecé a pensar que igual había enfermado y llegué a temer por mi vida. ¡Ay de mí, tan joven que era aún y ya moribundo! Pero mis temores desaparecieron de golpe cuando me percaté de lo que estaba pasando en realidad. Tras esos agonizantes días, que presagiaban fatalidades indescriptibles hacia mi persona, descubrí que mi piel empezaba a sentirse más ligera. Sentí un leve escozor seguido de un chasquido que parecía anunciar mi alivio inmediato, pues tras él mi piel empezó a desprenderse por sí sola. Al principio me asusté, pero después comprendí lo que pasaba: estaba creciendo. La ilusión que me hizo ese pensamiento compensó el mal trago de los días anteriores, y una vez me hube desprendido del todo de mi antigua piel pude disfrutar nuevamente de la libertad completa, ésa que le llena a uno cuando se siente flotar, tanto física como psicológicamente. Mudé varias veces más antes de convertirme en un adulto. ¡Me pareció una eternidad! Pero al fin pude empezar a ver a los otros trilobites como iguales, pues hasta ahora siempre había sido mucho más pequeño que ellos en todos los sentidos. Siendo mayor, el mundo me pareció diferente a cuando era una larva. Lo veía con otros ojos y aprendí también a apreciar todas las perspectivas que éstos me ofrecían. Ahora ya tenía fuerzas para desplazarme a distancias mayores y no desaproveché la oportunidad; una vez pude ver a un grupo de trilobites que se dirigían al piélago y no dudé en seguirles e ir con ellos. En mi viaje pude descubrir a otras especies marinas que hasta ahora desconocía. Los que más me llamaron la atención fueron unos enormes moluscos que tenían una corona de tentáculos en la cabeza. Eran impresionantes, pero daban mucho miedo; ¡algunos nos quintuplicaban en tamaño! Pese a que me gustaba contemplarlos desde lejos, no me hubiese acercado a ellos ni por todo el barro del océano. Surqué el mar desplazándome por el fondo del mismo, esquivando esponjas y corales, hasta que al fin mis compañeros y yo llegamos al piélago. La luz que se filtraba desde la superficie era tremebunda y penetraba a través del agua cristalina como un haz dorado y lleno de claridad que bañaba con su pureza todo lo que tocaba. Era precioso, pero más preciosas eran las cosas que se reflejaban desde la superficie; pude ver siluetas de todas las formas y tamaños, grandes masas blancas nadando por encima del agua como dantescos peces, incluso una enorme esfera resplandeciente que parecía llamarnos con amor y orgullo solo
para decirnos: «soy yo, soy el principio y el fin, soy la luz que os bañará por siempre con toda la suavidad que mis rayos dorados me permitan». Y allí estaba yo, tan pequeño e insignificante en aquél mundo bello y luminoso, mucho más grande de lo que mi imaginación podía llegar a formular. Me sentí minúsculo, nanoscópico, en un paraje que me dominaba por completo, a mí y a todos mis compañeros. Fue en ese momento cuando me percaté de la grandeza del mundo en el que vivíamos y jamás me había sentido tan intimidado. Lo que estaba sintiendo era justo lo contrario de lo que sentí la primera vez que mudé la piel, tan presionado por la pequeñez de una estructura que, simplemente, no llegaba a abarcarme, porque ahí el grande era yo. Ahora me sentía como una de esas partículas que solía extraer del fango, e incluso llegué a tener la sensación de que mi propio mundo me iba a devorar a mí. Pero, aunque en ese momento noté esa sensación de manera muy intensa sobre mi ser, no me imaginé que realmente llegaría a materializarse poco tiempo después. No sé qué fue lo que me impulsó a quedarme en el piélago. Creo que, a pesar de lo intimidante que resultaba el mundo, era tan bello, tan magnífica la simple contemplación de tan intensa luz, que uno simplemente no podía renunciar a eso. Empecé a hacer vida allí; me alimentaba como de costumbre, encontré refugio, incluso tuve crías con algunas hembras locales, que estaba seguro de que algún día crecerían tanto como yo. A veces una pregunta asaltaba mis pensamientos: « ¿mis crías también llegarán a sentirse diminutas en este vasto mundo en el que vivimos?». Si mi percepción del mundo cambió cuando me convertí en un ejemplar adulto, tras mi visita a la capa más superficial del océano había cambiado todavía más. No había día que no me quedara contemplando el cielo de la superficie durante largos ratos. Apreciar sus cambios, ver su intensa luz seguida de una tenebrosa oscuridad, que luego siempre se desvanecía para dejar paso nuevamente a la luz… Eran las maravillas que me daban fuerzas para moverme cada día. Hasta que, al fin, lo vi. Un día como otro cualquiera, mientras contemplaba el cielo a través del translúcido reflejo de la superficie acuática, empecé a ver como oscurecía de una forma distinta a cuando anochecía. No entendía lo que pasaba, nunca había visto este fenómeno antes. Era como si una nube del tamaño de todo el mundo entero, y gris como la más lumbrosa de las cenizas volcánicas, estuviera engullendo la tierra y el mar y arruinando la hermosa visión del astro rey. Por primera vez en mucho tiempo sentí miedo; miedo al ver aquella monstruosidad acercándose a nuestro territorio y devorando todo a su paso sin la menor piedad. Corrí a refugiarme en la zona mesopelágica; no quería volver a ver tal cosa. Pero, entonces, empecé a notar como la propia agua que me rodeaba empezaba a pesar un poco más. Comencé a percibir un olor que nunca antes había sentido; era gélido y te envenenaba el organismo con una desagradable lentitud, sintiéndose más frío con cada nueva bocanada. Apestaba a muerte. Estaba por todas partes, era como si quisiera emular a aquella mortífera nube que en esos momentos estaba cubriendo el cielo de la superficie. Vi como algunos de mi alrededor
empezaban a corretear horrorizados en todas direcciones, incluso los enormes moluscos empezaron a esconderse en sus colosales caparazones. Algunos animales de la superficie empezaron a zambullirse en el agua a gran velocidad, pero yo no tenía tiempo para admirarlos, ni siquiera para asustarme de ellos. Ahora solo había un pensamiento que surcaba mi mente: « ¿habrá algún lugar donde esconderse?»
La extinción masiva del Pérmico-Triásico ha sido la mayor gran extinción que ha visto la Tierra en toda su historia. También conocida como la Gran Mortandad, acabó con el 95% de la vida sobre el planeta. Aún hoy se desconocen sus causas exactas.
Judit Perich
Volant Eren les set del matí, ja estava a l'aeroport embarcant a l’avió cap a Mallorca. Tenia tota la setmana per pensar un conte pels meus fills; quan marxo de viatge per la feina, en lloc d’un regal em demanen una història, una aventura..... Miro per la finestra i...oh! No em puc creure el que veig! Uff, no, no… si, sii és ell....és Superman!!! . Em fa senyals, miro estranyada a tot arreu; tothom dormia. Si, si és a mi. M'indica que vagi amb ell. Vaig cap a la porta, ja està oberta. Ell allarga el braç perquè li doni la mà, no tinc gens de por. Noto la seva mà; està freda. Volo al seu costat, sense capa. No em molesten ni el fred ni el vent, tot és blau per sota i per sobre. Això és fantàstic; volar, i no amb l'avió, sinó sentint el cos com travessa l'aire, alguns núvols, baixant i pujant quan ell vol, fins i tot noto canvis de velocitat, el cervell se’m para, només noto les sensacions del cos. En un moment donat ens mirem als ulls, em somriu de manera màgica, m'indica que els tanqui. Ho faig i sento una veu que em pregunta si vull cafè. Cafè???? obro els ulls i em trobo un hoste oferint-me cafè. Ostres!!! Això no ho podré explicar! O...si?
Carmen Palomo
DaxlinePro-Black