Educación y Cambio

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EDUCACIÓN Y CAMBIO

Paulo Freire

cuco@argentina.com

El compromiso del profesional con la sociedad La cuestión del compromiso del profesional con la sociedad nos plantea algunos puntos que deben ser analizados; algunas reflexiones de las cuales no podemos huir, necesarias para la clarificación del tema. En primer lugar, la expresión: "el compromiso del profesional con la sociedad", nos presenta el concepto del compromiso alcanzado por el complemento del profesional, al cual sigue el término con la sociedad. La sola presencia del complemento en la frase indica que no se trata de un compromiso de cualquiera sino del profesional. La expresión terminativa, a su vez, define el polo hacia el cual el compromiso se orienta y en la cual el acto comprometido, sólo aparentemente acabaría, puesto que en verdad no acaba como trataremos de ver más adelante. Las palabras que constituyen la frase en análisis no están en ella simplemente jugadas, arbitrariamente puestas. Se encuentran diríamos, inclusive, "comprometidas" entre sí e implican, en la estructura de sus relaciones, una posición dada: la de quien las ha expresado. El compromiso sería una palabra hueca, una abstracción, si no involucrase la decisión lúcida y profunda de quien lo asume. Si no se diera en el marco de lo concreto. Si seguimos analizando la frase propuesta, sentimos la necesidad de un adentramiento cada vez mayor en el concepto de compromiso, con lo cual podemos aprehender aquello que hace que un acto se constituya en compromiso. Pero, en el momento en que se nos impone esta necesidad, cada vez más claramente, como una exigencia previa al análisis del compromiso definido -el del profesional con la sociedad-, una reflexión aún anterior se hace necesaria. Esta se centra en torno a la pregunta:¿Quién puede comprometerse? Esta pregunta, sin embargo, no se formula, como puede parecer, en el sentido de la identificación de quien, entre algunos sujetos hipotéticos -A, B o C-, es el protagonista de un acto de compromiso en una situación dada. Es una pregunta que se anticipa a cualquier situación de compromiso. Indaga sobre la ontología del ser sujeto del compromiso. La respuesta a esta indagación nos permite el acto comprometido, que empieza a develarse ante nuestra curiosidad. En efecto, al acercarnos a la naturaleza del ser que es capaz de comprometerse, estaremos acercándonos a la esencia del acto comprometido. La primera condición para que un ser pueda ejercer un acto comprometido está en que éste sea capaz de actuar y reflexionar. Sea capaz de, estando en el mundo, saberse en este estar en el mundo. Saber que, si la forma de su estar en el mundo condiciona la conciencia de este estar, es capaz, sin embargo, de tener la conciencia de esta conciencia condicionada. Es decir, es capaz de intencionar su conciencia a la propia forma de estar siendo, que condiciona su conciencia del estar. Si la posibilidad de reflexión sobre sí, sobre su estar en el mundo asociada indisolublemente a su acción sobre el mundo, no existe en el ser, su estar en el mundo se reduce a un no poder trascender los límites que le son impuestos por el mismo mundo de lo que resulta que este ser no es capaz de compromiso. Es un ser inmerso en el mundo, en su estar, a él adaptado y sin tener conciencia de él. Su inmersión en la realidad, de la cual no puede emerger, ni "alejarse" para admirarla y, así, transformarla, lo hace un ser "fuera" del tiempo o bajo el tiempo o aún en un tiempo que no es suyo. El tiempo, para un ser tal, "sería" un presente perpetuo, un hoy externo, ahistórico. Un ser como éste, no puede comprometerse; en lugar de relacionarse con el mundo, el ser inmerso solamente lo contacta. Sus contactos no llegan a transformar el mundo, puesto que sus resultados no constituyen productos significativos, capaces de (inclusive, volviéndose sobre él) marcarlo. Solamente un ser que es capaz de emerger de su contexto, de "alejarse" de él para quedar con él; capaz de admirarlo para, objetivándolo, transformarlo, y transformándolo, saberse transformado por su propia creación; un ser que es y está siendo en el tiempo que es suyo, un ser histórico... solamente éste es capaz, por todo esto, de comprometerse. Más aún, solamente este ser es en sí ya un compromiso. Este ser es el hombre. Pero, si este ser es el hombre que, además de poder comprometerse, ya es un compromiso, ¿qué es el compromiso? Una vez más tendremos que volver al hombre mismo, en busca de la respuesta. No, sin embargo, a un hombre abstracto, sino al hombre concreto, que existe en una situación concreta. Afirmamos anteriormente que la primera condición para que un ser pueda

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