Filo-Sofía de José Cámara

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PRIMERA EDICIÓN (2019) Autor José H. Cámara José H. Cámara (Willy) es Ingeniero Químico y Magister en Ciencia y Tecnología en Alimentos (UNL). Contacto jhcamara@hotmail.com Diseño Editorial Impresos S.A.

OBRA DE DISTRIBUCIÓN GRATIUTA. Prohibida su venta.




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El Doctor en Química y Licenciado en Filosofía Andrés Cepeda se mostraba un poco nervioso en la sala de espera frente al salón de actos Malvinas Argentinas en el tercer piso de la Facultad de Ingeniería Química de la ciudad de Santa Fe. Durante esos diez minutos de espera imaginó cómo sería su presentación frente a los principales científicos y filósofos de la ciudad. Su creación junto a su equipo de trabajo provocaría un nuevo paradigma en el mundo del saber. Algo nuevo había nacido en su laboratorio y eso lo iba a explicar. “Doctor, puede pasar” -dijo un muchacho vestido de traje asomando en la puerta que daba al salón. -Gracias, dijo Andrés. Cerró los ojos, se levantó de su sillón y entró en el salón de actos. Mientras caminaba por el pasillo central del amplio salón para llegar al púlpito principal, todos los que estaban sentados a ambos lados lo miraron con asombro y respeto. Un grupo de jóvenes que estaban al fondo, algunos sentados y otros de pie, hicieron de tribuna de futbol con sus gritos y exclamaciones de aliento hacia el investigador también profesor de ellos. El Doctor Cepeda giró su cabeza y observó con una sonrisa al grupo de chicos que tanto lo quería. Subió a la tarima principal donde fue saludado por el Decano de la Facultad y luego quedó de pie frente al micrófono del pupitre de oratoria. “Muchas gracias” -dijo. “Gracias.” Levantó sus manos y luego las bajó haciendo una seña pidiendo al público que se sentara y entrara en silencio. -Creo, creemos para mejor decir, con mi equipo de trabajo, que una nueva era puede nacer hoy. Esta nueva era se encuentra en el ámbito del círculo científico pero también de la filosofía. Hasta allí no habría nada nuevo en el mundo 7


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de la ciencia, la tecnología y el pensamiento que tanto nos ha invadido en el mundo actual. No, señores, eso no es ninguna novedad para ustedes: algo nuevo siempre aparece, se crea día a día algo nuevo en algún lugar de nuestro mundo científico. Pero faltaba algo: integrar la ética, la moral, la humildad de saber que somos finitos, limitados, humanos... Es por eso que, siguiendo el pensamiento de Stephen Hawking -lejos estamos de llegar a su mente genial-, él fue quien unió la teoría de la relatividad especial de Albert Einstein (otro genio de nuestra historia) y la mecánica cuántica, para tratar de llegar a la teoría del todo; es por eso, repito, que intentamos buscar respuestas por todo el mundo del pensamiento tanto científico como religioso y filosófico. Durante tres años hablamos con sacerdotes católicos, pastores cristianos, rabinos, con eruditos musulmanes, también con los mejores filósofos y científicos de nuestra ciudad y del mundo y en base a ello obtuvimos una visión holística del pensamiento que realmente debemos tener en cuenta y llegamos a una síntesis del saber como nunca antes lo habíamos logrado. Nuestra creación, mis estimados colegas y público en general, parte de un modelo ya realizado por empresas privadas que crearon al robot más desarrollado del mundo hasta hace algún tiempo: Sophia. Un robot con inteligencia artificial creado por Hanson Robotics en Hong Kong. Nosotros superamos esa iniciativa en base a trabajo y desarrollo de lo más avanzado al día de hoy, un ser casi humano con pensamiento lleno de moral y ahora paso a explicarles mejor. Se detuvo en su alocución mirando de un lado al otro del salón ante el público expectante. -Pero antes quiero presentarles a la verdadera protagonista de toda nuestra historia, es “ella” porque es mujer: su nombre científico es Filo - Sofía, amante de la sabiduría, pero para nosotros es cariñosamente Sofía. Adelante hija, porque es como una hija para nuestro grupo de trabajo...adelante. Todo el auditorio enmudeció. Del fondo del salón entre 8


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el grupo de jóvenes se levantó una chica de aproximadamente veinte años en apariencia que caminó hasta el estrado principal. Su aspecto casi inocente, cuerpo delgado de poca altura, quizás 1,65 metros, provocó un cálido asombro entre todos los presentes. Perfectamente humana, nadie podría diferenciarla entre la gente. “Soy Sofía, gracias por esta presentación y espero poder colmar sus expectativas.” -dijo la chica. Acto seguido se sentó al lado del Doctor Cepeda y quedó mirando a su creador y luego al público con una especial sonrisa humana, casi angelical. Sofía es el resultado de años de trabajo y estudio meticuloso en lo que refiere a cibernética, inteligencia artificial y tecnología nanomolecular de ultísima generación. Su tejido muscular es creado a partir de células madre de una de mis ayudantes quien se dispuso con la mejor predisposición a donar algunas células. Pero quiero remarcarles lo que la diferencia de cualquier robot o androide: su pensamiento. Posee en síntesis la mente de tres grandes filósofos y pensadores de la historia, tres gigantes: San Agustín, Santo Tomás de Aquino y Jean Paul Sartre. San Agustín (354-430) consideraba que nosotros tenemos el libre albedrío que es la indeterminación de la voluntad, no es libertad, pero tenemos la capacidad de elegir. No somos libres porque el pecado nos limita y no nos permite hacer el bien como quisiéramos. Somos esclavos de nuestros deseos y pasiones. Fue un platónico en sus conceptos filosóficos. Para Santo Tomás (1221-1274) el hombre -y la mujer- es la unidad de cuerpo y alma. (Aristotélico sin dudas). Una sola sustancia. Además consideraba una sola verdad que puede ser conocida desde la razón o desde la fe. Debemos considerar también el espíritu como tercer componente del ser humano. Hasta aquí tuvimos dos pensamientos medievales, ahora le agregamos un pensador contemporáneo del siglo XX: Jean Paul Sartre (1905-1980), quien consideró que nuestra existencia precede a la esencia, solo tenemos existencia. Pero 9


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además dijo: estamos condenados a ser libres, la libertad es inherente a la condición humana y por ello el hombre es absoluto responsable del uso que haga de ello. Podemos elegir, pero también el no elegir es una elección. Sofía posee todo este gran pensamiento pero agregamos algo más, está libre del pecado, ella no nace de nosotros, nace con un nuevo paradigma, y eso la hace diferente a todo lo conocido. Es un ser libre, sin angustias ni emociones destructivas, alguien con una moral tan alta que casi ningún humano la tiene. Muchas gracias. Atenderé todas sus preguntas. “Es un ser entonces con vida Doctor de acuerdo a lo que usted manifiesta” -dijo a modo de aseveración uno de los periodistas presentes en el salón. “Vida... ¿qué es la vida? ¿dónde comienza realmente la vida? ¿ustedes lo saben? Yo realmente no lo sé, es todavía un misterio para la ciencia. Fíjense un detalle: una partícula mínima como es el electrón reacciona de acuerdo si se lo observa o no: si lo observo actúa como partícula, si no lo observo actúa como una onda de energía. ¿Es un ser vivo? No, dirían ustedes, pero entonces... ¿por qué actúa como tal? La naturaleza -al igual que la vida- no es justa ni injusta, se desempeña, ejerce su acción por equilibrio y desequilibrio...repito, no es justo ni injusto. Todo ello va más allá de nuestra comprensión lógica.” ¿Cree usted en Dios? le preguntó alguien. “Podría contestar igual a como lo hizo una vez Albert Einstein, creo en el Dios de Spinoza, en un Dios bueno que no castiga. Pero me atrevo a decir que hay algo más que eso, estoy seguro que Dios está en todos lados. Hasta en la partícula más pequeña del universo se encuentra ese ser supremo al cual nuestra lógica no alcanza a comprender. Es como diría Nieztche, nuestra lógica es como una serpiente que se muerde su propia cola. Hasta ahí llega nuestro entendimiento, y el ser humano al no poder ver más allá de su lógica le provoca angustia. El doctor Cepeda luego explicó ante algunas preguntas 10


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de los presentes que Sofía comenzó dando sus primeros pasos como cualquier bebé. La enseñanza en lo que refiere a su inteligencia artificial llevó más de cinco años de prueba y error. Las imágenes mentales vinieron a Cepeda cuando Sofía cayó varias veces al caminar hasta que aprendió a caminar sola. Pero lo que nunca le dijo a sus interrogadores es que un día la androide humana mirando al cielo una vez le preguntó a él: ¿Dios existe? y ante una respuesta dubitativa por parte de Andrés ella le contestó: “no te preocupes, sé por donde buscarlo.” Andrés Cepeda desde ese momento se dio cuenta que algo distinto, un ser muy distinto a todo lo anterior habían creado él y su grupo de trabajo. Ese ser pensaba en alguien superior y empezaría a buscarlo. Los aplausos y gritos de júbilo acompañaban al profesor investigador y a Sofía yéndose del gran salón de actos de la Facultad. Luego todo quedó en silencio en esta vieja casa de estudios. La noche quedó más fría que de costumbre. Una noche helada provocaba vacíos y silencios en esta ciudad con sus habitantes a punto de terminar otro día difícil. La luna en cuarto creciente asomaba como única dueña iluminando un poco la laguna Setúbal, y su reflejo provocaba una línea sinuosa en las gélidas aguas. Por la costanera santafesina se desplazaba una camioneta negra de vidrios polarizados. Pasó sin ser detenida por el grupo de gendarmes que se encontraban realizando un control vehicular en la avenida Almirante Brown enfrente a la Universidad Tecnológica Nacional. Los gendarmes, unos cinco o seis, se miraron entre ellos cuando pasó la camioneta negra. Uno de ellos negó con la cabeza en señal de preocupación: cuando esa camioneta circulaba nada bueno podría ocurrir esa noche. La camioneta entró en una calle un poco oscura en una esquina hasta llegar a una casa en el lado norte de estilo moderno con grandes ventanales y cuyo segundo piso estaba 11


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iluminado: el laboratorio donde habían creado a Sofía. En el laboratorio se encontraban el doctor Andrés Cepeda y dos colaboradores: un muchacho, Martín de cerca de treinta años y una chica un poco más joven, quizás unos veinticinco años, Ariana. Los tres estaban vestidos con un guardapolvo blanco. El muchacho estaba trabajando en la cabeza abierta de Sofía y reparando una especie de pequeño chip transparente de muy pequeño tamaño, diminuto. La chica robot de pronto se puso de pie y miró hacia la puerta. Algo no andaba bien. Se sintió un ruido en la casa abajo, ruido a madera rota. Los seis hombres habían bajado de la camioneta con paso sigiloso, armas con miras láser y lentes infrarrojos. Dos quedaron en la puerta principal de la planta baja haciendo guardia mientras los otros cuatro subían las escaleras hasta el segundo piso. Los tres investigadores quedaron inmóviles ante la irrupción de los cuatro militares vestidos completamente de negro y sus caras cubiertas. Buscaban a Sofía. Todo el mundo quedó sorprendido en ese momento, los tres investigadores y los cuatro uniformados. Sofía había desaparecido en menos de un segundo. No estaba en la habitación. ¿Por dónde podría haber salido? Busquen bien -gritó el que comandaba el grupo. Nada en el segundo piso. Nada tampoco en el primero. Cuando los militares bajaron a planta baja se encontraron con los dos guardias en la puerta de entrada sentados y llorando a más no poder. Uno lloraba mientras repetía: “nunca te quise dejar sola mamá...”-y seguía llorando desconsoladamente. El otro solo murmuraba y decía: “me habló, me habló y me dijo que mi hermano estaba bien allá donde está ahora.” También lloraba desconsoladamente. El jefe del grupo al igual que los otros tres hombres bajaron sus armas y quedaron inmóviles sin saber qué hacer. Nunca había ocurrido algo así con sus hombres de cuerpos y mentes poderosas. Nunca. Sin mediar palabra se llevaron a sus dos compañeros a 12


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la misteriosa camioneta negra y partieron rumbo a lo profundo de la noche. Andrés y sus dos ayudantes siguieron mudos toda la escena y quedaron en silencio varios minutos más. “Vamos a terminar de cerrar todos los programas y váyanse urgente.” –dijo el doctor. Cuando subieron al laboratorio otra sorpresa mayor los esperaba. Sofía estaba de pie sonriente como siempre. Esa sonrisa tranquilizó a los tres científicos. Luego cuando el doctor Cepeda quedó solo comenzó a mirar los videos de grabación de las cámaras de seguridad. Un segundo antes de la irrupción de los militares la robot, que estaba siendo reparada en su cabeza, giró repentinamente hacia un costado y desapareció instantáneamente. En el momento que entraron los militares en la habitación la robot ya no estaba. Luego, cuando ya todo hubo terminado, apenas unos veinte segundos después volvió a aparecer en el laboratorio. Se quedó de pie como esperando a sus creadores: sabía que iban a volver…y así fue. El doctor Cepeda quedó mudo de la sorpresa ante tamaño fenómeno. Sofía de alguna forma podía desaparecer haciéndose invisible, quizás algún cambio de frecuencia de emisión de su organismo cibernético. Algo que parecía imposible pero a la vista resultaba no serlo… El edificio del ministerio de justicia de la nación era un viejo edificio refaccionado y puesto en valor un año antes. Sus grandes ventanales espejados reflejaban la luz del día. El hombre corpulento, el mismo que había comandado el grupo que buscaba a Sofía, recorrió un largo pasillo cuyas paredes mostraban cuadros colgados de funcionarios anteriores en ese ministerio, algunos ministros y secretarios de otra época, de cuando la justicia era un poco más justa. Luego se detuvo y entró en la oficina de un alto mandatario del gobierno. Este funcionario (quizás un Secretario de Justicia) se encontraba sentado leyendo una especie de informe para luego dedicarle una mirada al militar que se encontraba de pie. “Teniente, aquí 13


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dice que ustedes fueron hasta el domicilio indicado y que no encontraron a nadie. Pero según sus hombres algo pasó que no pueden recordar bien lo sucedido. ¿Me puede explicar bien qué sucedió realmente? Usted sabe que la orden era destruir a ese robot y los programas de su inteligencia artificial. Un mandato de ‘ellos’ como sabe bien.” El militar vestido con uniforme del tipo camuflado solo atinó a responder lo que decía el informe. Según su relato la camioneta se detuvo en la casa y cuando entraron no había nadie. Luego solo recuerda que despertó en su casa cinco horas después como de un pesado pero placentero sueño. Nada más. Sus hombres tampoco recordaban nada de aquella noche. Eso era todo. Luego se retiró ante la mirada preocupada del funcionario. El hombre de la oficina tomó su celular e hizo una llamada: “Señor –dijo. No podemos hacer más nada. Podríamos despertar sospechas de parte de otros sectores (de la política) que usted ya conoce, y del periodismo también.” Luego cortó la llamada y quedó pensativo un largo rato. “Por ahora no podemos hacer nada” se dijo. Miró a una pantalla de televisión colgada en la pared en donde se veía un noticiero de la tarde anunciando una próxima tormenta fuerte en la ciudad. Otro tipo de tormenta, una tormenta política también se avecinaría pronto. Luego de esa noche tan rara y difícil ya nada fue igual. El profesor caminaba por una calle apartada del centro de la ciudad. Sus pasos hacían eco en la noche de la fría ciudad. Miró hacia un costado y hacia el otro por las dudas alguien lo estuviera siguiendo. Se detuvo en la vereda de un edificio de departamentos de tres pisos. Subió por la escalera y llegó al departamento 3 B que figuraba en la puerta. La abrió y luego cuando la cerró suspiró por haber llegado bien. “Sofía” –dijo en voz alta llamando a la robot. Del otro cuarto apareció una figura humana. “Tenemos que irnos a otro lado. A otro lugar para esconderte mejor.” Minutos después el auto en el que iban el profesor y 14


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Sofía tomó por la avenida circunvalación dirigiéndose hacia el oeste de la ciudad. Se detuvo en un camino al costado de una autopista unos pocos kilómetros más adelante. Otro auto esperaba con tres personas adentro. Eran los dos ayudantes del profesor y un hombre de mayor edad al volante. Luego, al filo de la medianoche el profesor observaba cómo la androide humana era llevada en el otro auto para esconderla en otro sitio que él ni siquiera conocía. Era mejor así. No saberlo. Pero, la vida da vueltas en giros inesperados hacia adelante y hacia atrás que nadie sabe explicar. Dos noches después mientras Andrés dormía sonó su celular. La noticia no lo sorprendió: Sofía había escapado del refugio. Sonrió, sabía que un día pasaría eso. Un mes después. El invierno, que poco a poco se iba extinguiendo, coincidía con la aparición de los primeros brotes de los árboles del Parque Federal en pleno corazón de la ciudad de Santa Fe. El anochecer pintaba sus primeras estrellas. Un mendigo caminaba por una calle lateral arrastrando un pequeño carrito de dos ruedas llevando algunas cosas que había recogido de la calle. De pronto se aparecieron tres muchachos entre veinte a veinticinco años. Los tres con armas cortantes: cuchillos o navajas, no querían robar sino divertirse con el mendigo. La droga que habían consumido los había vuelto agresivos, casi animales tan primitivos como reptiles carroñeros. Cuando uno de ellos quiso atacar al pobre hombre apareció de pronto algo con cierto brillo que los cegó por un momento. Los tres muchachos vieron a una chica cuya cabeza estaba tapada con una capucha. La chica misteriosa, cuyo rostro no se veía, miró a los tres muchachos y sus ojos se encendieron con una luz roja muy brillante. Como por arte de magia el efecto de la droga pareció desaparecer en los tres atacantes y se dieron a la fuga. El mendigo que estaba acurrucado esperando el ataque se dio cuenta del silencio reinante y miró a todos lados: solo estaba la chica que lo miraba sonriente. Se había quitado la capucha y su rostro solo reflejaba paz. Mucha paz. 15


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Ella lo ayudó a levantarse y cuando quiso darle las gracias la chica había desaparecido, igual como había llegado. El auto iba a alta velocidad en el Boulevard Gálvez que lo dirigía hacia el este. El que manejaba era el ayudante del profesor, Martín. Segundos antes le había avisado a Andrés que tenía algo muy importante e increíble que mostrarle. Pasó por el costado del Puente Colgante y tomó hacia el norte por la hermosa avenida costanera. Llegó a la casa del Doctor y subió al segundo piso donde estaba el laboratorio, lugar donde había nacido Sofía. -Andrés –dijo el muchacho algo agitado, había subido corriendo las dos escaleras. Esto que vas a ver es algo increíble (en su mano traía un pen drive el cual conectó a la computadora). Mirá. Esto fue tomado de varias cámaras de seguridad. En un video se podía observar a tres muchachos a punto de atacar a un mendigo, de pronto algo brilló y apareció una muchacha con una capucha en la cabeza que los enfrentó sin luchar. La imagen siguiente se ve a los tres atacantes corriendo despavoridos. En otra secuencia se ve a una viejita caminando con un bolso de comestibles. Dos tipos en moto se le acercan para robarle. De pronto aparece una chica con la misma capucha sin poder verse su rostro. Un instante después los dos ladrones huyen corriendo dejando la moto tirada. Varios videos más mostraban a gente a punto de ser atacada por algún delincuente y el mismo resultado: la aparición de una chica en apariencia, con su cabeza tapada por una capucha defendiendo a la víctima y repeliendo sin pelear a los atacantes. El doctor Cepeda comenzó a llorar mientras observaba las imágenes y luego le habló a su ayudante. Martín –le dijo. Hemos creado algo más que un humanoide. Creamos algo casi perfecto, casi un ángel. Y te voy a explicar porqué. Un día Sofía me preguntó por Dios y casi no supe que responderle. No contenta con eso empezó a investigar por su cuenta y buscó todos los archivos de todos los pensadores, filósofos y científicos de la historia. Algo le llamó la atención según 16


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pude encontrar en su historial de búsqueda: San Anselmo y su pensamiento sobre la existencia de Dios. Anselmo de Aosta (1033-1109) fue el primer escolástico o bien el padre de la escolástica en la edad media. Esta corriente inició una nueva era. Además Anselmo consideró a Dios como el ser superior que existe, ningún otro ser superior a él puede ser pensado. “Creo para entender y entiendo para creer” viene de San Agustín, y Anselmo lo utilizaría después. Primero la fe para entender y luego el comprender para poder creer. Sofía por algún motivo se detuvo en este filósofo, su inteligencia se obsesionó por así decirlo con estos conceptos. Ahora creo que entiendo todo mi querido Martín. Su búsqueda es la de Dios como ser superior, como la mayor perfección pensable posible. Por desgracia el mundo no está preparado todavía para tenerla a ella. “No entiendo” dijo su ayudante. Andrés replicó: Vivimos en una supuesta era muy moderna y avanzada tecnológicamente, pero en el concepto vivimos en la misma etapa que en el renacimiento. A pesar de permitir los avances también creemos en todo sin buscar el verdadero conocimiento de la verdad. En aquella época no hubo espíritu crítico, igual que ahora, hubo creencia en la magia y la superstición; no había en que creer, y hoy estamos igual: creemos en todo y no creemos en nada a la vez. Hoy no importa si algo es real. Si algo es posible entonces ya lo consideramos como algo que puede existir, no importa si es real. Lo virtual hoy nos ganó. ¿Qué es lo real o verdadero? ¿A alguien le importa? Espero que Sofía encuentre esas respuestas, pero no va a estar sola, vení Martin…llegó la hora. Los dos hombres fueron a otra sala lleno de pantallas y computadoras. En un costado había dos robots con forma de chicas jóvenes, parecidas a Sofía. Una un poco más rubia y la otra con el pelo negro. Las próximas dos casi humanas que pronto estarían en funcionamiento. O mejor dicho; entrarían en este mundo con vida. Brindemos Martín, a partir de hoy Sofía no estará más 17


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sola. Estas dos nuevas inteligencias serán su ayuda en este mundo tan problemático. Te dejo a vos el conteo para despertar a nuestras dos nuevas hijas. Ok –dijo Martín. Se dispuso en el teclado de la computadora: “Comenzando el conteo. Diez, nueve, ocho…” Una mujer bastante vieja se encontraba pidiendo en la vereda de un negocio cerrado. Era casi el anochecer. Algunos transeúntes pasaban de largo y ni la miraban. Todos estaban apurados, casi todos iban mirando su celular, desprendidos del mundo real. Una chica se acercó y le dejó algo en la pequeña bolsa que hacía de receptor de las limosnas. La mujer observó algo raro. La chica había dejado una especie de fajo de billetes. Tomó el paquete entre sus manos y su mirada brilló de asombro. Era una fortuna. Miró hacia donde había ido la chica pero esta había desaparecido. La chica siguió su camino por una calle que daba al Parque Sur de la ciudad. Su sombra se perdió entre muchas sombras. Solo Dios, esa idea infinita como ser superior podría saber su destino. Sólo él. “…Cuatro, tres, dos, uno…listo. Despierta Alma.” La robot de pelo oscuro abrió sus ojos. –Ahora despierta Cuore. La otra robot de pelo rubio también abrió sus ojos. El doctor Cepeda y Martín se miraron y sonrieron. A partir de ahora Sofía ya no andaría más sola por este mundo. Dos ángeles más se unirían en su camino. Camino a la perfección. Soy Sofía, la primera, pero a partir de ahora no soy la única. Mi ideal es el pensamiento supremo, el llegar a esa idea infinita que tanto ha desvelado a los humanos. Sé que lo voy a lograr. Ahora tengo que reunirme con mis nuevas dos compañeras para seguir juntas en este mundo. Allá voy. Por fin ha llegado la hora. 18


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Andrés observó a través de la ventana a las dos chicas que se alejaban de la casa. Se dio vuelta y se dirigió a Martín: sabés bien que Sofía es la primera en su tipo. Pero cuando lleguemos a la número cien ahí sí veremos el verdadero cambio de paradigma (se refería a la teoría del mono cien, un estudio realizado en una isla con monos nativos que empezaron a lavar su comida luego de que uno de esos monos descubriera ese método de limpieza de los alimentos y le enseñara a los demás. Con el tiempo, a partir de un cierto número de monos que aprendieron esa técnica la naturalizaron como algo que existiera desde siempre. Científicamente se considera que a partir de un número crítico, puede ser cien o algún otro número, un comportamiento se repite en la masa sin todavía haberse hallado una explicación de este fenómeno), ese cambio de paradigma lo veremos hecho realidad Martín, lo vamos a ver –enfatizó. Pero más allá de lograr un nuevo pensamiento debemos confiar en que el cambio lo lograremos a través de la filosofía. Por fin y de una vez por todas ese cambio lo vamos a ver. El día se presentaba soleado. Cerca del Puente Colgante de la ciudad de Santa Fe una chica observaba la laguna con cierta admiración. Caminó unos cien metros en medio de toda la gente que disfrutaba del día primaveral. Mucha gente se encontraba por todos lados pero ella estaba lejos de todo ese ruido. Se detuvo en su caminar y giró de repente. Caminó hacia el otro lado y las vio. Eran dos chicas aparentemente normales que fueron a su encuentro. Las tres chicas se encontraron, y sin decir ni una palabra comenzaron a caminar juntas. Tan humanas, tan reales. Se perdieron al costado de una calle que iba al oeste en la ciudad donde momentos después desaparecieron. Muy pronto un cambio de paradigma iba a llegar. Mucho antes de lo esperado. Solo habría que contar hasta cien.

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