Biblioteca COMARCA / Sardio en la memoria

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Edmundo Aray

Sardio En la memoria

Mérida, República Bolivariana de Venezuela Junio de 2015

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Sardio en la memoria © Edmundo Aray © FUNDECEM 1era Edición Junio, 2015 Gobierno Socialista de Mérida Gobernador Alexis Ramírez Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida FUNDECEM Presidente Pausides Reyes Unidad de Literatura y Diseño FUNDECEM Ever Delgado / Angela Márquez / Juan Jorge Inglessis Editor Gonzalo Fragui Portada: José Gregorio Vásquez Revista digital a cargo de: José Gregorio Vásquez C. Tamar Flores Granados Sandra Contreras Rangel HECHO EL DEPÓSITO DE LEY Depósito Legal: LF49120158001745 ISBN: 978-980-7614-27-6 Impreso en Gráficas El Portatítulo C. A. Mérida, Venezuela


El horizonte sardiano

A pesar de la largura que la invitación del horizonte temporal nos hace, hemos preferido navegar en aguas más cercanas al puerto que habitamos. La tentación de ir mar adentro siempre existe. El contacto con lo que suponemos inmediato esencial siempre termina remitiéndonos, irremediablemente, a lo remoto. De tal manera que, por mucho que nos esforcemos en acotar temporalmente, siempre encontraremos canales múltiples de comunicación dando cuenta de la subjetividad de una época. Desde el primer Encuentro Nacional de Literatura, realizado en el año 2014, estamos intentando indagar las experiencias de los grupos literarios del siglo XX venezolano. El esfuerzo nos ha permitido la satisfacción de poder contar con parte de la memoria viva haciendo causa común de los intercambios implicados en los homenajes. Contacto que también es ejercicio vital para las nuevas generaciones de creadores. Nuestro reconocimiento de gratitud a Edmundo Aray, Ramón Palomares, Juan Calzadilla, Carlos Cesar Rodríguez, Alberto Rodríguez Carucci, Lubio Cardozo y Gustavo Pereira por el apoyo incondicional a esta iniciativa. La inquietud de compromiso dio alojamiento al nacimiento de Sardio. En la proclamación fundacional leemos: “Nadie que no sea militante permanente de la libertad puede sentir la portentosa aventura creadora del espíritu. Ante el peso de una historia singularmente preñada de inminencias angustiosas, como la de nuestros días, ningún hombre de pensamiento puede eludir esa militancia sin traicionar su propia, radical condición”. Inquietud de compromiso conectado con el grito sartreano que irrumpe desde la irreverencia intelectual para decirle No a las cadenas que aspiran ahogar la angustia de las almas condenadas, irremisiblemente, a ser ]5[


libres. “El escritor comprometido, nos dice Sartre, sabe que la palabra es acción: sabe que develar es cambiar y que no se puede develar sino en función de cambiar”. Inquietud de compromiso resultante de otra herencia más remota: el cuidado de sí de la tradición filosófica greco latina. En Sardio es posible encontrar el aliento titánico que intenta conjugar ética, estética y política en un momento “preñado de inminencias angustiosas”. Caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, llegada al poder político de Rómulo Betancourt y su partido Acción Democrática después de un pacto en Nueva York que tenía, entre otros propósitos entreguistas, acabar con cualquier resabio comunistoide en el país. En enero de 1959 los barbudos de la Sierra toman el poder en Cuba. La injerencia norteamericana en Latinoamérica es descarada. La izquierda se debate entre radicalizarse en la lucha contra la política exterminadora de Betancourt o dedicarse a contemplar el panorama. Los coletazos de esta discusión salpican a Sardio porque la indigesta con el radicalismo revolucionario dogmático de los militantes de partido impidió la articulación en espacios múltiples de encuentro. Sardio nació de la inquietud de compromiso y sería una injusticia decir que murió con la Revista número ocho discutiendo el compromiso. Sardio deviene en Techo de la Ballena, en Mucuglifo, en Comarca y en todos y cada uno de los esfuerzos colectivos e individuales que en la actualidad navegan a cielo abierto enarbolando las banderas de la libertad. Porque “…Ser artista implica tanto una voluntad de estilo y un ejercicio del alma como una reciedumbre moral y un compromiso ante la vida. No se vive, ni se deja de vivir, impunemente” (Sardio, Núm. 1). La Fundación para el Desarrollo Cultural del Estado Mérida (FUNDECEM), empeñada en rescatar la memoria literaria de nuestro país, pone a disposición de los buenos lectores esta obra que, estamos seguros, se constituirá en una de nuestras mejores contribuciones al quehacer cultural que desde la provincia merideña estimulamos. Pausides Reyes ]6[


Sardio En la memoria

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Crónica sardiana con arpón ballenero Edmundo Aray A los compañeros de Sardio, a los entrañables de El Techo de la Ballena, con el costillar de Rocinante. La cultura no puede seguir siendo privilegio de élites ni de clases. Para asumir la gravedad de nuestro destino histórico requerimos la presencia de un pueblo luminoso y creador, sensible al imperio de las ideas y de la verdad. Sardio

En el bimestre de mayo–junio se cumplirán 57 años de la publicación del primer número de la revista Sardio (piedra roja del Apocalipsis). Había comenzado a prepararse su edición el año 1957, en medio de los ajetreos de la programación de la Librería–Galería en un local situado al fondo del pasillo del edificio Fonseca, aledaño a la Fuente de Soda Iruña, (Iruña, nombre vasco de la capital de Pamplona, Navarra, España), de Reducto a Municipal, regentado por Manolo, sólo Manolo, pues no conocimos su apellido, y, si algún compañero llegó a preguntárselo, seguramente ya se fue. (A esta fecha quedamos pocos: Guillermo Sucre, Luis García Morales, Ramón Palomares, Elisa Lerner, Rodolfo Izaguirre. Algunos pintores están vivitos y coleando, digo, pintando: Manuel Quintana Castillo, Marcos Miliani, Perán Erminy –crítico de arte, sobre todo.). Sardio (Revista Bimestral de Cultura), anunciaba como Distribuidora a la Librería Suma, en la calle Real ]9[


de Sabana Grande. (Qué habrá pasado, pregunta inocente, con su Apartado postal: Apartado del Este 5346 Caracas–Venezuela, y/o con sus números de teléfonos: 71–53–61 y 71–86–49). Caigo en la tentación de informar sobre el precio de la revista: Bs. 2, y la Suscripción anual: Bs. 10. Gonzalo Castellanos se incorpora al Comité de Redacción en el número 2, julio–agosto 1958, que ya no Comité sino Consejo de Dirección. En el número 3–4, set–dic. 1958, se establecía: las colaboraciones que figuran en nuestra revista son estrictamente solicitadas: no se devuelven originales. Y se agregaba: al reproducir algunos de nuestros textos debe indicarse su procedencia. Miembros del COMITÉ DE DIRECCION del primer número –en mayúscula–: GUILLERMO SUCRE, LUIS GARCÍA MORALES, RÓMULO ARANGUIBEL, RODOLFO IZAGUIRRE, ADRIANO GONZÁLEZ LEÓN. En el 3–4 se imponía la columna, establecida en el 2, con los nombres –en minúscula– de: adriano gonzález león, luis garcía morales, guillermo sucre, gonzalo castellanos, elisa lerner, salvador garmendia, rómulo aranguibel, rodolfo izaguirre, ramón palomares. Algo había pasado. Que el lector lucubre. En el 5–6 (enero–abril 1959) se aumenta el precio a Bs. 3, permaneciendo la suscripción anual en bolívares 10, y en el 7 se produce un cambio en los créditos de la revista: por dirección postal: av, la facultad, edif. romolo, apto, 3, los chaguaramos, caracas, venezuela. (¿El apartamento de Alfredo Gerbes o de Salvador Garmendia, ambos residenciados en el mismo edificio?) Se agrega una nota: “inconvenientes de orden técnico han imposibilitado la normal aparición de esta revista. rogamos a nuestros suscriptores y anunciantes se sirvan excusar tal irregularidad”. (Todos los volúmenes, a excepción del número 8 de la revista, fueron impresos en la “Editorial Arte”, Calero a Desamparados, ] 10 [


98. Teléfono 55 68 56. En aquel entonces la “Editorial Arte” era una imprenta que apenas comenzaba como tal. En ella mucho aprendimos, pero también los impresores de Gonzalo Castellanos). Y he aquí que llegamos al número de la ruptura del grupo: Año III, Volumen VI número 8 mayo–junio 1961. Ya no es Revista Bimestral de Cultura sino Revista de Literatura del Grupo Sardio. (Enfatizo: Grupo Sardio). Cambio en el formato: un dieciseisavo recortado; cambio de color: el blanco sustituye al verde (para algunos el color de la piedra Sardio). Redactores de este número: Gonzalo Castellanos, Rodolfo Izaguirre, Edmundo Aray. Les cuento que, desde el primer número hasta el ocho, el diseñador de la revista fue Gonzalo Castellanos, con Edmundo Aray de aprendiz–asistente. Gonzalo, quien había permanecido un año en Alemania, influenciado por la diagramación de una revista de aquel país, y cuyo nombre invito a buscar, nos impuso el cambio de diseño. (Al día de hoy lo sigo lamentando, pero Gonzalo se las traía, aunque Rodolfo y yo pasábamos de alto la reducción del formato, pues disfrutábamos la inclusión de los textos de El Techo de la Ballena, grupo que había comenzado su navegación oceánica con un Pre–Manifiesto y la introducción a los catálogos Para la restitución del magma y Homenaje a la cursilería –exposiciones realizadas para esa fecha del 61. En la contraportada se anunciaba la publicación de Fantasmas y enfermedades, de Francisco Pérez Perdomo, Nadie quiere descansar, de Edmundo Aray, Los habitantes, de Salvador Garmendia, y la que sería la primera publicación de El Techo de la Ballena, ¿Duerme UD. señor Presidente?, de Caupolicán Ovalles. Ese año se publicaron los libros anunciados, más el de Caupo. Ya habían sido editados los libros: Las hogueras más altas, de Adriano González León, El Reino, ] 11 [


de Ramón Palomares, Los pequeños seres, de Salvador Garmendia, Estrechos son los navíos, de Saint John Perse (traducción de Guillermo Sucre). No quiero dejar en el buzón una nota en los créditos: “Cualquier número de esta revista puede ser solicitado en la librería Ulises, Centro Comercial del Este Calle El Colegio, Sabana Grande, Caracas. –Teléfono 71 – 96 –08” (Que también hizo de Galería de El Techo). Se preguntará el lector a qué viene toda esta relación. Por joder, respondo. Pero hay algo más: He descubierto, con pesar, que son muy pocos los trabajos o textos sobre la revista Sardio, o grupo Sardio, a lo largo de todos estos años. Seguramente hay otros más. Particular significación tiene el artículo de Ángel Rama, La década renovadora venezolana. Papel literario. El Nacional, Caracas 9 de febrero de 1969. Cito los libros en los que se escribe sobre el grupo: Alfredo Chacón. La Izquierda Cultural Venezolana. 1958–1968. Caracas: Editorial Domingo Fuentes, 1970. Juan Liscano: Panorama de la literatura venezolana actual. Caracas/Barcelona: Alfadil Ediciones, S.A. 1984. Ángel Rama: Ensayos sobre literatura venezolana. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores, 1990. Una página introductoria de Juan Carlos Santaella, en su libro Manifiestos literarios venezolanos. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores, 1992. José Ramón Medina: Noventa años de literatura venezolana. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores. 1ª edición, 1993. Carmen Virginia Carrillo: De la belleza y el furor. Propuestas poéticas renovadoras de la década de los sesenta en Venezuela. Mérida, Venezuela: CDCHT ULA– El otro el mismo, 2007. Una cuartilla en el Diccionario general de la literatura venezolana. Coordinador General Víctor Bravo. Caracas, Venezuela: 1° edición en Monte Ávila Editores, 2013. Ernesto Pineda Díaz: Grupos literarios venezolanos del si] 12 [


glo XX. Mérida, Venezuela: Fundecem. 2014. Pensará el lector que soy poco acucioso. Tiene razón, pero me excuso: fue muy grande el desaliento. Ninguna revista de literatura publicada en Venezuela, siglo XX, contiene tal cantidad de autores nacionales, suramericanos y del resto del mundo, de alta significación, como Sardio, y en seis volúmenes, que, según decir de Rama, pese a su corta vida tuvo fuerte ascenso sobre la renovada vida intelectual. Y hay algo más: observo, en los libros y artículos consultados, que la mayoría de ellos repiten, de una u otra manera, sin referencia alguna, muchos de los juicios de Ángel Rama y un poco menos del texto de Liscano y, de paso, a Chacón. En otras palabras, priva la comodidad de obviar la apropiada revisión de los volúmenes en cuestión y la debida lectura de los textos publicados en ellos, para llenar algunas cuartillas repitiendo las apreciaciones de Rama y Liscano, –atado a Rama–, quienes, por cierto, si acaso hojearon los volúmenes de la revista o leyeron los Testimonios y/o algunos de sus autores (ensayistas, narradores, poetas, críticos de cine, de autores, de artes plásticas. Por allá citan a Pedro Duno para dar lugar al cuño de esteticistas a los sardianos. Acepte mi excusa, estimado lector, enfadado, seguramente, pues ni Juan ni Ángel están para darme respuesta. Vainas de la vida –respondo. Su palabra es contagiosa. (Amigo, no me califique de “sobrado” o impertinente, pues no lo voy a escuchar, aunque de pronto leo algún comentario suyo, y para entonces yo también me habré ido al cementerio y, si no, les respondería que esta es una cuestión seria, y tanto, a mi entender, que no me podía permitir dejar a un lado el enfado, el mío, que me ha causado encontrarme en la penosa incertidumbre de la desmemoria respecto a la significación de Sardio…). ] 13 [


En todos los volúmenes de Sardio estuvo presente la participación de los integrantes del grupo. A ellos se incluyeron textos de los más diversos autores. Nombro los venezolanos y latinoamericanos: Ramón Escobar Salom, Oswaldo Trejo, José Salazar Meneses (en el número 1); Juan Liscano, José Luis Vethancourt, Héctor Malavé Mate (en el número 2); Mariano Picón Salas, Miguel Ángel Asturias, Pedro Duno, Rosamel del Valle (en el número 3–4); Juan José Arévalo, Jorge Teiller, Caupolicán Ovalles, Francisco Álvarez, Octavio Paz, Elizabeth Schon, Alfredo Gerbes (en el número 5–6); Antonio Pasquali, Héctor Malavé Mata (en el número 7); Juan Antonio Vasco, Carlos Latorre (en el número 8). Del resto del mundo los siguientes autores: Thomas Wolfe, Du bois Hus (N° 1); Walter Benton, Claude Roy, J. Arnaud, Jacques Verges, Henry Alleg (N°2); Mao Tse Tung, Samuel Beckett, Tristan Tzará (N° 3–4); Juan Goytisolo, Orson Welles, Georges Ribemont–Dessaignes (N°5–6); Antonin Artaud, Jean Paul Sartre, Samuel Beckett (N°7); Wolfgang Borchert (N°8). ¡Me abruma la nostalgia! No estuvimos solos, lector. Cito a nuestro amado poeta Luis García Morales: “Pero algo transcurre y nosotros corremos/ hacia los días, hacia la vida, / todos corremos hacia donde terminan los viajes/ o comienzan”. Hay un número de Sardio, que ya pareciera incunable. De allí que haga una revisión del mismo para disfrute del lector –¿o no? Inicia con un exquisito texto de Juan Liscano sobre la obra pictórica de Wilfredo Lam. He aquí un fragmento:”Europeo por el costado intelectual, por la formación estilísticas y las tendencias analíticas; Lam se descubre americano, cubano–americano, afro y chino americano, por el costado de la intuición mágica y poética. No sin razón Breton afirmará: ‘Nunca como en mi amigo Lam se ha operado con tanta sencillez la ] 14 [


unión del mundo objetivo y del mundo mágico. Nunca como por él ha sido encontrado el secreto de la percepción física y de la representación mental, cualidades que hemos buscado en el surrealismo…’”. De Alejo Carpentier un fragmento del capítulo XXV de la novela El siglo de las luces, inédita entonces. Expresión del espíritu que luego encontraremos en El Techo de la Ballena, (Aunque los Balleneros no alcanzaron la virulencia de Artaud) es la nota escrita para introducir unos textos (3) de Antonin Artaud: “Una obra perturbadora, inagotable fuente de controversias, en permanente trance espiritual, una vida apasionada e intensa, signada por lo trágico, y que se resume finalmente, en tinieblas similares a las de Hölderlin, Antonin Artaud y su obra se nos presentan como una de las conjunciones –entre hombre y artista, vida y creación– más armoniosas y significativas de la literatura francesa contemporánea. Rebelde a todos los sistemas, se afilia al Surrealismo. movimiento que presiden los aires ceremoniosos y pontificiales de Andrés Breton, para ser expulsado, en 1927, tras arduos debates que darían oportunidad, tanto a Breton como a Artaud, de poner en manifiesto, al desnudo, en un glorioso sistema de imprecaciones, una de las más singulares acepciones del movimiento: el arte de injuriar; al profuso y maravillante Au grand jour –que pretende justificar la repulsa que los Surrealistas abaten sobre Artaud– de Breton, responde Antonin Artaud con el demoledor, arbitrario y elocuente A la grande nuit ou le bluff surréaliste. “Sardio” presenta ahora algunos fragmentos de Artaud, que, al testimoniar su inquebrantable espíritu de rebeldía, anuncia la publicación en nuestra revista, de futuras traducciones de algunas de sus obras capitales: L’Art et la Morte, Le Theatre et son doublé.” Se insertan tres cartas de Artaud: “Carta a los rectores de unas ] 15 [


universidades europeas”: (“No sabéis nada del Espíritu, ignoráis sus más ocultas ramificaciones y también las más esenciales, esas huellas fósiles tan próximas a las fuentes de nosotros mismos, esos trazos que logramos, a veces, levantar sobre los yacimientos más oscuros de nuestros cerebros”. “Carta al Papa”: (“No estamos en el mundo. Oh Papa abyecto, Papa ajeno a la sustancia del alma. Déjanos nadar en nuestros cuerpos, deja nuestras almas en nuestras almas. No necesitamos tu cuchillo de claridades”. “Carta al Dalai–Lama”: (“Es con el ojo íntimo como yo te miro, ¡oh Papa!, en el vértice del alma. Es desde lo íntimo como te reconozco, yo, fiebre, idea, labio, sueño, grito, renunciación a la idea, suspenso en la totalidad de las formas, aguardando sólo el viento”). Tomo aire, respiro el de la mañana en la Quinta Siguaraya. Voy con usted, lector, al encuentro de los poetas: Francisco Pérez Perdomo (“Amo los lenocinios/ que se abren al toque de las noches/ como grandes rosas de seducción”); a las preguntas de Luis García Morales: “Qué será de la carne, / sus dichas, sus pasiones, sus voces para siempre perdidas? /¿Qué será de nuestros amigos, / sus sueños, sus injurias, sus esperanzas fraternales?/ Nada sabemos. Las imágenes están cautivas, el vagabundo silba por las plazas desiertas y su cólera/ es esa inocencia solitaria que arroja al viento.”) Pregunto a García Morales: ¿Qué te hiciste, Luis? ¿Acaso te perdiste en la bruma como el último barco? De La Enlutada, acaso el único poema que ha publicado Rodolfo Izaguirre, a la fecha. Copio unos versos: (Para Ella el rojo, los tenues vapores de la luz, el perfume arrogante de sus brazos, el oro que enaltece sus pechos, Para Ella el amor como un águila enorme en el cielo). ] 16 [


Esta es mi bienamada, hermoso, perfecto poema de Walter Benton, la poesía en su más alto esplendor, al estilo de los poetas sardianos –con el perdón de Benton– aparece como traducciones Sardio. En realidad se trataba de una traducción de Rodolfo Izaguirre. Heme con la tentación de publicar un fragmento: En todas las estaciones del año trataré para siempre de olvidarte. En cada estación, todos los años. Necesitaré olvidarte en cada verano, tú desnuda siempre y tu cuerpo de bronce, bajo el fuego del sol. Y tú, moviéndote en un adagio masivo como una foca que danza en las aguas. Tú, tendida bajo el sol –y bella en tus trajes de algodón. Tú y las cometas. Connecticut… y tú. Alguna vez viajamos a Connecticut, tierra de la novia norteamericana de Bolívar, si no en pos de las cometas, en la busca de la casa que habitara Jeannete Hart, para siempre enlutada, varada ella en el puerto de New York con el periódico que notificaba de la muerte de su amado el 17 de diciembre. Con una severa carga política se incluye en la sección de Documentos, un texto sobre Djamila Bouhired, firmado por George Arnaud y Jacques Verges. He aquí, previo, la palabra de Sardio: “El 26 de abril, la escápula destrozada por una bala, en el momento en que huía de una patrulla en la Alkaraza, Djamila Bouhired, 22 años, fue encontrada portadora de una importante correspondencia F.L.N, destinada principalmente a Yasef Saadi y a Alí la Pointe. (Miembros de la Dirección del F.N.L) “Levantada, llevada al Hospital y curada, sufrió su primer interrogatorio cuando aún se encontraba sobre ] 17 [


la mesa de operaciones, en la cual la habían dejado los médicos”. Bien, denuncia Djamila: “Desde mi llegada al Hospital fui interrogada por varias personas, entre las cuales se encontraban tres capitanes, tres inspectores de policía y tres paracaidistas de boinas rojas”. (…) “Ellos no vacilaron en golpearme a puñetazos para forzarme a hablar”… La Question, es un Testimonio semejante al caso de Djamila Bouhired: el de Henri Alleg, director del diario “Alger Republicain”, sometido a las torturas más atroces, luego conducido a la Corte. A la fecha del número 2 de Sardio se le seguía un infame juicio “acusado de atentar contra la seguridad exterior del Estado” y se le mantenía confinado en la prisión civil de Argel. Ni la tortura ni la violencia genocida de la “culta Francia” pudo impedir la liberación de Argelia. (Numerosas mujeres de nuestro país llevan el nombre de Argelia como tributo a la lucha de liberación nacional del bravo pueblo africano. Honor Argelia Laya, camarada.) Con el título de NOTAS los artículos sobre Rómulo Gallegos, de Rómulo Aranguibel; Alejo Carpentier: guerra del tiempo, de Guillermo Sucre; Andrés Mariño Palacios, de Elisa Lerner; Dylan Thomas, de Edmundo Aray; Cabiria, de Rodolfo Izaguirre; Un Rey en Nueva York, de Rodolfo Izaguirre; Moisés y Aarón, de Salvador Garmendia y Berliner Ballet, de Gonzalo Castellanos. Para cerrar esta Memoria del número dos de la revista Sardio, permítanme recordar unos versos del divino Ramón Palomares, que es de dioses su palabra: “Adónde irá la nave que vimos ayer/ por el mar o sobre las nubes/ devorando las aguas y el azul?” (…) “¿Qué nuevas, gratas o ingratas/ hallarán los tanto tiempo ausentes? “. Vamos al grano, diría un exigente lector, para abordar, acaso con estilo ballenero, la significación de SARDIO, en ] 18 [


mayúsculas. Procedo, pues, transcribo algunos fragmentos de la nota introductoria de Juan Carlos Santaella a los Testimonios de la Revista, escrita en 1992. (Santaella apenas reproduce el Testimonio del número uno y el del número ocho. ¿Y por qué no los de los números 2, 5–6,y 7). He aquí los fragmentos: “1958 fue un año decisivo para la vida social venezolana. Después de una década de gobierno represivo y arbitrario, sucumbía el actor principal de esta terrible y larga dictadura: Marcos Pérez Jiménez, quien con Delgado Chalbaud había derrocado al gobierno constitucional de Rómulo Gallegos. De una manera similar a 1935, el pueblo entero se lanzó a la calle para recuperar sus derechos civiles usurpados por la tiranía e iniciar un proceso de apertura democrática. Fruto de este estado de cosas, la juventud estuvo completamente radicalizada en la lucha clandestina contra la dictadura y, consecuentemente, se volcaba ahora a una revisión de valores que comprendía los aspectos políticos, culturales, humanísticos y sociales. “De esta juventud surgió un grupo de escritores que quisieron expresar los sentimientos generales de su generación a través de una revista: Sardio. Como en otros períodos, Sardio fue una generación cuya afinidad de ideas e intereses intelectuales, propició un espacio cultural insistentemente polémico y cuestionador. “…han pasado más de treinta años y sin embargo esos planteamientos siguen, en cierta medida, siendo válidos porque en ellos impera una actitud que hoy por hoy se reivindica desde todas las posiciones intelectuales del país, a saber, el distanciamiento del pasado, el compromiso político y la vocación universal con respecto a la literatura”. De acuerdo Juan Carlos. En 1970, como asesor de la Editorial Fuentes, dirigida por un editor de formación marxista, Domingo ] 19 [


Fuentes, propuse la edición de la Antología de textos políticos, económicos y literarios con el título: La izquierda cultural venezolana. 1958–1968. Ensayo y antología de Alfredo Chacón. (Caracas: Editorial Domingo Fuentes, 1970). Entonces no compartía las opiniones de Chacón. Tampoco ahora. Consideraba, que la publicación de la obra generaría polémica, pero ésta lamentablemente se quedó varada en las cafeterías de la Universidad Central de Venezuela, mientras El Techo de la Ballena y los arpones de sus balleneros daba en la diana de la aletargada y/o fosilizada cultura nacional, y en la brillantina de Zona Franca, al punto de aumentar las pesadillas y los rencores de Liscano, en algún tiempo aspirante a liderizar el movimiento Sardio para luego convertirse en fiscal de los sardianos y abogado defensor de los cuarteles. Leamos a Chacón: “Desde su nacimiento hasta el momento de la crisis interna que finalmente se resolvió en su desaparición como grupo y en el surgimiento de El Techo de la Ballena, Sardio es un ejemplo típico del esquema practicado por las agrupaciones de vanguardia que se han sucedido en América Latina desde las primeras décadas del siglo.” (p.24). (Repite a Rama sin pudor. La década renovadora venezolana. Papel literario. El Nacional, Caracas 9 de febrero de 1969). Apunta Chacón que las primera iniciativas que los sardianos “trataron de llevar a cabo” en la librería–galería “estuvieron ayudados por intelectuales ya reconocidos, como los escritores Antonio Márquez Salas y José Salazar Meneses, y el pintor Mateo Manaure, el más poético de los abstraccionistas geométricos”. ¿Por qué trataron? ¿Por qué no cuenta que se hicieron varias actividades –entre ellas, colectivas de pintura con la participación de artistas y poetas como Loló Soldevi] 20 [


lla, Fayad Jamis, Pedro de Oráa, de nacionalidad cubana– hasta que se produjo el cierre de la librería debido a la persecución de algunos compañeros por parte de la Seguridad Nacional? Bien lo sabía Chacón o mal se lo contaron cuando llegó de Europa. Luego agrega el crítico: “Durante el último año de la dictadura algunos de ellos participaron en actividades de tono conspirativo, ligados a los dirigentes clandestinos de Acción Democrática, los cuales, junto con los del Partido Comunista, desempeñaron papel importante en este sentido” (p.25). ¿Y entonces? Montado en el trasero del carromato sureño de Ángel Rama, Chacón escribe: “El grupo Sardio irrumpe pregonando novedades y repitiendo patrones de comportamiento como el sectarismo organizado para la competencia con antecesores y coetáneos por el predominio en la escala de prestigio cultural; rechazando viejos esquemas como el folklorismo y aceptando otros, si no tan arcaizantes por lo menos igualmente sumisos a las imposiciones del sistema neocolonial, como es el reformismo modernizador y mimético; proclamando una actitud de compromiso ante el país y reduciendo la interpretación de su drama a declaraciones de ampuloso idealismo que en nada se diferencian de la racionalidad liberaloide (sic) dominante”. (p26). (La década renovadora venezolana. Papel literario. El Nacional, Caracas 9 de febrero de 1969). En la página 27 reitera con el cuento de la “concepción elitesca” de Sardio, y para tal fin cita a Rama cuando escribe sobre “la imperiosa necesidad de élites rigurosas que tenía la cultura venezolana, no para educar las masas solamente, sino para modernizar el país y ponerlo al día”. “Es decir, anota Chacón, elitismo portavoz de una burguesía vertiginosamente desarrollada y necesitada ] 21 [


de una imagen sublimadora de su carácter periférico y neocolonial”. (p.27) (Tal afirmación, Alfredo, me produce náuseas). “Obsesivo afán de conducción ilustrada que, aún dentro de la superficialidad de su contacto con la ‘cultura occidental’, delata una palmaria contradicción entre las verbalizaciones alusivas al drama nacional y las actuaciones directamente encaminadas a difundir el lujo de la cultura importada”. (p.27) Chacón sigue dando tumbos en el carromato del uruguayo: “Como el primer paso consistía (expresa Ángel Rama en su estudio “Salvador Garmendia y la narrativa informalista. En: Ensayo sobre literatura venezolana, antes citado), en ponerse al día, romper con el pasado insertando corrientes universalistas que lo cancelaran bruscamente, y como al mismo tiempo su formación cultural todavía se hizo en la órbita de la influencia francesa con muy escasos atisbos de la aportación renovadora norteamericana, se remontaron a las vanguardias de la primera post guerra en París”. (pp. 27–28). Hay un poco de más páginas del calibre censor de Chacón, pero me resisto al abundamiento. Cuando se abre un grifo no siempre sale agua, a no ser de cañería. Pienso en Javier Marías, el novelista: para permanecer en pantalla no hay mejor arma que la de desplegar una mala leche descomunal. ¿Acaso pensaba Alfredo Chacón que por el tema y sus intenciones gozaría del aplauso incondicional de la crítica, en manos de gente de izquierda, de los poetas de Tabla Redonda, o de Jesús Sanoja Hernández, su líder? A estas alturas del partido no anda del todo bien mi memoria, pero me permito sostener que mayor fue el aullido que el eco. Cuando publica el Prólogo de 48 páginas titulado “Trayectoria ideológica de la izquierda cultural venezolana 1958–1968”, junto con la Antología, cada uno de los inte] 22 [


grantes de Sardio, –a excepción de Gonzalo Castellanos, quien falleciera tempranamente–, sostenían su trabajo de creación o su actividad como críticos del hecho literario, en particular, ajenos a las impertinencias de Chacón; los poetas de Tabla Redonda profundizaban en su gesta como tales, mientras los balleneros hacían de las suyas en la narrativa, la poesía, las artes plásticas y en su asombrosa capacidad de escandalizar a la gente decente y funcionarios de la democracia representativa. Unos y otros, los balleneros, encaramados en la historia de la cultura del país. Liscano, desde su púlpito social demócrata, en su Panorama de la literatura venezolana actual (p. 367) dedica media carilla de aplauso a Teodoro Petkoff, por su acto de contrición como marxista–estalinista –que así lo conocimos– en la que incluyó un párrafo sobre Chacón, de “perfecta agresividad”. Leo: “Mientras un político como Petkoff abre una brecha hacia aquella necesaria autocrítica regeneradora y con ello hace obra de intelectual esclarecido, un intelectual que ha escrito hasta poemas, Alfredo Chacón, con el tentador título de La izquierda cultural venezolana 1958–1968 (1971), intenta un llamado a fila de escritores, de artistas dispersos en sus labores creadoras, recordándole con actitud de comisario ideológico, y con la publicación de notas y escritos publicados por ellos en un momento de violenta confrontación política, y los cuales carecen de toda virtud doctrinaria y seriedad crítica –simple material de combate, proyectil disparado en la barricada, pedrada arrojada contra el enemigo– que es tiempo de volver a aquel estilo llamado por él ‘replanteamiento de la responsabilidad cultural revolucionaria’”. ¿Cómo le quedó el ojo del entendimiento, querido lector? ¿Cómo creen que les quedó a los autores de “esas notas y escritos”, Héctor Malavé Mata, ] 23 [


Orlando Araujo, Héctor Silva Michelena, José Agustín Silva Michelena, Pedro Duno, Antonio Pasquali, Adriano González León, José Vicente Rangel, Juan Nuño, Germán Carrera Damas. Oswaldo Capriles, y algunos otros más? No creas, Alfredo, que Liscano me hace gracia. Punto y aparte, amigo Alfredo. Cómo no citar a Juan Antonio Vasco, argentino, ballenero. Hilvano su palabra: “23 de enero de 1958… Después de 10 años opresivos, Venezuela vuelve a respirar. (…) Pasaron tres meses de ebullición política y social y de golpes frustrados. (…) Llega Nixon y no es bienvenido. Aparece el primer número de Sardio: Nadie que no sea militante permanente de la libertad puede sentir la portentosa vida creadora del espíritu… No se vive, ni se deja de vivir, impunemente. Cito: “Sardio nacía como empeño literario y político a la vez, uniendo esfuerzos de escritores afiliados a la ideología del partido Acción Democrática con hombres de pensamiento más radical. “La mezcla de adecos e izquierdistas era una emulsión de aceite y vinagre y se fue desligando a medida que el remezón emotivo y aglutinante del 23 de enero, se alejaba en el tiempo”. (p.11) (Noviembre–diciembre 1971) Introducción a El Techo de la Ballena. Universidad de Carabobo. Dirección de Cultura. Cito a Liscano: “El grupo Sardio, hacia 1955, empezó a canalizar las nuevas inquietudes literarias” (…) “Con el correr del tiempo este grupo llegó a ser el núcleo principal de las nuevas tendencias y de los propósitos de revisión literaria y cultural que nunca faltan, cuando se inicia la gestión de nuevos escritores pero que, en este caso, coincidían con una crisis de escala mundial. Sardio sufrió los rigores de la dictadura imperante, pero derrocada ésta, en 1958, resurgió con mayores bríos y con la ] 24 [


publicación de una revista”. (p 122). Otras dos páginas y media dedica Liscano a reproducir algunos párrafos de Rama y de los Testimonios de Sardio. (Anoto que en el número 2 de la revista se le publicó un largo artículo sobre Wifredo Lam). ¡Basta!, a no ser mi insistencia sobre la cólera de Liscano para con la mayoría de los sardianos cuando sintió el deslinde de los mismos, luego de unos pocos meses de actividad literaria conjunta que presumió bajo su orientación. Leamos a Ángel Rama. “Proclamarse afiliados a un ‘humanismo político de izquierda’ no disimula la concepción elitesca que le será reprochada –como a sus congéneres colombianos de Mito ya desde antes– y que se evidencia en esa proclividad de los intelectuales a esperarlo todo de la pura y exclusiva enunciación de las ideas en un reiterado obsesivo afán de conducción ilustrada. Tantas veces en tierras latinoamericanas, desde su primera aparición en el ‘Salón Literario’ romántico de 1837 en Buenos Aires, hemos visto repetir esta esperanza que no nos sorprende su previsible fracaso”. (p 103) Más adelante agrega: “Si hubo deformación, tristemente frívola a veces, del afán de modernización, respondía éste, a una exigencia real y auténtica del momento. Las remanencias folklóricas resultaban agobiantes, así como la literatura a la que sigue adherida una clase burguesa cuando ya de facto la ha invalidado en la estructura económica y social que ha logrado crear. Los jóvenes de Sardio hicieron un distingo correcto: ‘No confundimos universalidad con cosmopolitismo, pero se nos hace evidente que el exceso de color local, con todos sus derivantes, ha viciado de raíz gran parte de manifestaciones artísticas, con lo cual apuntaba al agobiante modelo de Rómulo Gallegos o Andrés Eloy Blanco que, válidos en su tiempo y respetables en su honrada invención ar] 25 [


tística, ya no servían a los jóvenes creadores”. (p 104). Rama diferencia a Sardio de la gente de Crítica Contemporánea, revista de un grupo de profesores de la UCV. (Juan Nuño, Germán Carrera, Gustavo Luis Carrera, Rafael Di Prisco). Los sardianos, dice, fueron básicamente literatos: “poetas y narradores, ante todo; en segundo lugar, críticos de letras y artes, más el previsible descubrimiento del cine artístico y de las escuelas plásticas”. (p 105). Pero su punzón crítico lo clava en la formación cultural de los sardianos cuando afirma que en la “órbita de la inteligencia francesa con muy escasos atisbos de la aportación renovadora norteamericana, se remontaron a las vanguardias de la primera postguerra en París”… (p.106). Finalmente reconoce la obra narrativa de Salvador Garmendia, de “rara unidad y originalidad”. Su obra de una década (1959–1968) –escribe– “lo sitúa a la cabeza de la nueva narrativa venezolana, con una literatura difícil, sin concesiones, tercamente personal y auténtica”. El ensayo de Rama, Salvador Garmendia y la narrativa informalista, (pp. 99–219), agudo, brillante, aunque rumboso, nos inhibe de mayores comentarios sobre su análisis respecto a Sardio. (En este ensayo Ángel aborda, con esmerada atención y rigor el movimiento generado por Sardio (pp. 101–107) y el inevitable estallido de El Techo de la Ballena (pp.117–143). “Lo que le ocurre a la literatura venezolana a partir de Sardio –señalará Garmendia a la analista Díaz Orozco– es que ella se interesa por los problemas del hombre: la situación del país ha cambiado, se vive definitivamente el paso de lo rural a lo urbano y en ese sentido, lo que se le reclama a la literatura es su necesidad de universalización. La nueva literatura, afirma Garmendia, debe sumergirse en la interioridad del hombre, debe suspender su interés hacia lo externo a favor de los ] 26 [


problemas que atañen al individuo de la ciudad”. Oportunidad que le brinda Garmendia a Carmen Díaz para que exprese: “Lo que le ocurre a la literatura venezolana, a partir de Sardio, es que esa otra manera de expresar nuestra nueva realidad, está estrechamente vinculada a otras formas de decir las cosas, totalmente separada de Gallegos”. Por eso la paradoja, el absurdo la ironía o lo grotesco se convierten en fieles instrumentos de la expresión literaria. En resumen: ruptura de la forma y ruptura con el contenido. ¿No es esto suficiente para hablar de una literatura escindida de la tradición galleguiana? Oportunidad también para que Díaz Orozco escriba, en atención a la ‘transformación epidérmica’ que atribuye Chacón a Sardio, lo siguiente: “Amparado en el análisis de Ángel Rama, ‘La década renovadora venezolana’ (Papel Literario de El Nacional. Caracas, 09–02–69), establece juicios negativos absolutos sobre la contribución del grupo Sardio, cuando en realidad las pretensiones de Rama son precisamente opuestas: mediante la denuncia objetiva de algunas posturas, un tanto ligeras por parte del grupo, Rama nos muestra a Sardio como el iniciador de un proceso de interesantes transformaciones culturales. Quizás éste no sea el objetivo de Chacón por eso sus afirmaciones no sirven para mostrar el comienzo de lo que gusta en llamar ‘la izquierda cultural venezolana’ pero, al descontextualizar el análisis de Rama, se olvida de que la intención del crítico uruguayo va más allá: hacia la búsqueda y ubicación de los movimientos que hicieron posible una definitiva transformación de nuestra literatura”. (Carmen Díaz Orozco. El mediodía de la modernidad en Venezuela. Fundación Casa de las Letras “Mariano Picón Salas”. CDCHT–ULA. Mérida, 1997) (pp. 31,32) Bien, Carmen, pero Ángel Rama, de ángel tenía el nombre, aunque en muchas ocasiones celebramos ] 27 [


su pujante aleteo, al punto de invitarlo a Venezuela, y aquí, en esta tierra permaneció hasta que el azar dispuso de su vida que no la muerte. (Apunto que el artículo de Ángel sobre El Techo de la Ballena, en el Semanario Marcha, año XXVII, N° 1.307, 1966, Págs. 30–31, provocó un gran entusiasmo entre los balleneros). Siempre admiramos su escritura, su provocador, apasionado espíritu, en busca permanente. Nuestros vínculos con Rama fueron tales que, en tiempos de la Ballena, Juan Calzadilla y yo proporcionamos al investigador y crítico la mayor parte de los textos que luego, después de su desaparición, dio lugar al libro Antología de El Techo de la Ballena, (Fundearte, 1987), que lleva una introducción de Rama –texto publicado en la revista de la Asociación de Escritores Mexicanos (1974), según le comentara a Luis Alberto Crespo en entrevista que éste le hiciera para el Papel Literario de El Nacional, 13 de octubre del mismo año de 1974– y que generó reacciones polémicas nuestras y, en especial, de Adriano González León, Juan Calzadilla y, posteriormente, del crítico español Héctor Brioso. La bonhomía de José Ramón Medina se dilata en su escritura, poco atiende a los afanes polémicos. Registra actividades. Prefiere el candor. Lo celebro a esta altura del partido. Tiempo de dictadura –dice– para abrir paso a su relato. Hostigada, vejada se siente la generación que intenta emerger. “Un grupo de escritores comienza a hacerse sentir (…) a partir de 1950. Trae un mensaje, posee una mística de lucha. Acorralada por el tiempo, no desespera. Estudia, se prepara, discute, escribe. Porque las circunstancias permiten solo eso, se dedican con fervor inusitado a la acción literaria. En el transcurso de pocos años se definirán las vocaciones y las actitudes. Al principio, sólo un impulso emocional los une. Son estudiantes liceístas que van camino de la Universidad, ] 28 [


unos; otros ya enderezan sus esfuerzos por la disciplina de los estudios superiores. Pero todos tienen de común la inquietud del momento. Inquietud intelectual, literaria, pero también ideológica, política. Es una etapa de lecturas intensas, de discusiones y hasta de un poco de bohemia. Un café, el Iruña servirá de base de operaciones. (…) Hay pasión en el esfuerzo. La pintura de vanguardia, la nueva literatura y el teatro experimental consiguen una audiencia cada vez más creciente en exposiciones, conferencias y mesas redondas. Una actitud desafiante y polémica, que trasciende incluso al campo político, será la nota relevante de los integrantes del grupo. Sin embargo, Sardio, como grupo estructurado –tal vez el grupo más cohesionado y orgánico de los últimos años– se hará presente solo en 1958” (p 261). Aún así, era un grupo heterogéneo, no exclusivista –afirma Medina–, “rechaza la naturaleza del cenáculo”. (José Ramón Medina: Noventa años de la literatura venezolana (1900–1990). Monte Ávila Latinoamericana, C.A, 1991. Caracas, Venezuela. (Pp. 305-306, pp. 308-309). Hice mención del Café Iruña, situado al final del pasillo del edificio Fonseca, aunque en el aviso publicitario de la revista (N° 2), se anuncia Fuente de Soda IRUÑA, Café-Bar Restaurant. Hago esta aclaratoria por el empeño de demostrar que en la mayor parte de los textos consultados, cuando hacen referencia a la Fuente de Soda, la denominan Café, prueba de que los autores no tuvieron interés por los anuncios publicitarios, algunos de antología, ni tampoco tenían por qué, o, como sostengo, simplemente se copiaron de quien inicialmente habló del Café Iruña. “Banalidad” que dejo a la consideración de los autores, y, además, me da pie para citar a José Ramón Medina cuando se refiere a una generación que califica de insurgente e iconoclasta, consecuencia del “cerrado ] 29 [


horizonte de la dictadura perezjimenista y la quiebra, o al menos la postergación de los valores fundamentales del espíritu. El escritor está acorralado o escarnecido, cuando no impedido de ejercer libre y creadoramente su ministerio”. (Generosas y nobles las apreciaciones de José Ramón Medina. No me sorprendería que algún crítico, al estilo de Chacón, comente que las apreciaciones de Medina son propias de un intelectual representante de la “burguesía ilustrada”). He aquí una joven belga, investigadora, Yasmine Vandorpe que estuvo de pesquisa literaria en Mérida, Venezuela. Su ensayo tiene por título: Sardio: un compromiso artístico y político. (En: Voz y Escritura (Mérida), (6-7): 26-39. Enero, 1996). Señala Yasmine que: “El medio intelectual venezolano reconoce la importancia fundamental que tuvo en el proceso cultural del país, este grupo que Liscano describe como ‘el núcleo principal de las nuevas tendencias y de los propósitos de renovación literaria y cultural’”. Sin embargo, observa, nunca se ha estudiado de manera sistemática su revista. Y dispone hacerlo, pero a través de los Testimonios de la revista, sin dejar de observar la aseveración de Ángel Rama en su trabajo La novela informalista, (p 11), sobre la “proclividad de los intelectuales a esperarlo todo de la pura y exclusiva enunciación de las ideas de un reiterado y obsesivo afán de conducción ilustrada”. Yasmine destaca las “tomas de posiciones concretas que asume el grupo de acuerdo con sus convicciones”, al abordar, además, “una reflexión sobre la cultura, la sociedad y el hombre”. Ciertamente, Sardio enfatiza, a lo largo de sus Testimonios, el ineludible compromiso del artista con la sociedad de su época. Sigo a Yasmine: “Sardio explica que la historia invade la vida individual, irrumpe en el ámbito personal y requiere la participación de todos en ] 30 [


la construcción de la nueva sociedad (…) Sardio exige a todo artista el ejercicio del intelectual, manifestar la conciencia dramática de la realidad y del hombre. Exige estudio, rigor, disciplina, lucidez para que pueda conocer ‘la verdad’ de su momento. El compromiso determina la validez de su creación, la calidad de su escritura y la trascendencia de su temática. Al mismo tiempo, Sardio objeta las limitaciones y exigencias que se quiera imponer al artista, trátese de ‘consignas nacionalistas o políticas’”. No se trata de proteger el ego del artista, su personalidad como tal, “Sardio, rompiendo con toda la tradición del individualismo burgués –afirma Yasmine–, confiere al arte una dimensión colectiva, al tiempo que rechaza las acusaciones de ‘elite ilustrada’, pues, como bien asevera en sus Testimonios, el artista y menos los Sardianos no pretenden abstraerse de la sociedad y ‘mirarla con el ojo de Dios’, vivos y actuantes son dentro de la dinámica de las ideas, actuando a imagen y semejanza de la vida, de nuestras vidas, ‘con toda la enigmática y contradictoria grandeza de nuestras vidas’”. Hasta aquí Yasmine. Valiosa investigación la de Carmen Virginia sobre las propuestas poéticas renovadoras en la década de los sesenta en Venezuela. Respecto a los sardianos observa, a diferencia de otros autores comentados en esta Crónica, que los sardianos rechazaban la “postura idealista” para resolver los problemas de la sociedad. Aún más: Sardio, apunta Carmen Virginia: “Resalta la necesidad de que los intelectuales asuman una postura crítica, polémica y orientadora. La libertad fue considerada el más importante de los valores, ‘suprema aspiración de nuestro tiempo’”. (…). “Para los sardianos no hay arte auténtico sin libertad”. “El grupo –dice CVC– se definió y expuso su ideario en cinco textos programáticos llamados “Testimo] 31 [


nios” (…), en los que sus integrantes “dirigen un ataque directo a los valores burgueses, no exentos de contradicciones respecto a sus prácticas”. Nos interesa observar el seguimiento que la investigadora hace a los Testimonios, pero, en particular, al que aparece en el segundo Testimonio, con fecha 8 de septiembre de 1958, titulado “Ante la grave situación política del país”, impresa en hoja suelta y que se inserta en la revista. Carmen Virginia cita el párrafo inicial: “Ya estaba fuera de prensa nuestra Revista cuando graves acontecimientos subversivos colocaron al país al borde de una guerra civil. Frente a estos hechos, Sardio quiere reafirmar su posición”. En este documento –escribe Carmen Virginia–, el grupo cuestiona los acontecimientos ocurridos el 7 de septiembre, reprocha “el trágico balance del último brote insurreccional aplastado, con su irreparable saldo de víctimas en las filas del pueblo” y destaca “la decidida actitud del Comité Sindical Unificado al decretar y mantener en forma positiva la huelga general de los trabajadores” . (s/p/. El texto finaliza ratificando la solidaridad del grupo con el movimiento popular y el repudio a las fuerzas represivas del país –palabras de Carmen Virginia. (Carmen Virginia Carrillo: De la belleza y el furor. Propuestas poéticas renovadoras de la década de los sesenta en Venezuela. CDCHT ULA– El otro el mismo. Mérida, 2007.) Llamo la atención del lector: Ninguno de los autores citados en el curso de esta Crónica hace referencia a este segundo Testimonio, publicado en hoja suelta. Nuestra acuciosa investigadora tuvo el acierto de hacerlo en el libro De la belleza y el furor, libro que nos haya permitido citar algunas de sus opiniones sobre Sardio, de cual afirma que “se caracterizó por sus proposiciones renovadoras, su espíritu libertario y su ca] 32 [


rácter ecuménico”. Demos gracias –no al Señor, claro– a nuestra estimada investigadora de la Universidad de Los Andes. Héctor Brioso destaca la continuidad íntima de Sardio y El Techo. Sardio –escribe– brindó a la estética de la Venezuela de comienzos de los 60 un cambio de estilo justo antes del final de la dictadura. Piensa Héctor en la Galería Librería de los sardianos. Sostiene, además, que: “Este grupo se concentra temáticamente en la alienación ciudadana (…), las influencias existencialistas y, en general, los graves problemas universales del individuo de la ciudad moderna y otros motivos que la Ballena también hará suyos. Sardio introduce lo universal, desarrolla lo absurdo, rescata el surrealismo y ataca el costumbrismo, lo folclórico, lo galleguiano –Garmendia despacha hábilmente este estilo en Los pequeños seres– y lo regionalista” (…). “Devuelve a la vanguardia venezolana el compromiso político, que será parte de la acción ballenera”. Anótese, además, “para beneficio del futuro inventario ballenero, el romanticismo (‘alma de los pueblos’), el culturalismo y las lecturas de este movimiento: tabú, Minotauro”. Con todo, considera Brioso, Sardio exhibe un tono moderado en sus Testimonios, pedagógico y ecuánime que estará ausente de las producciones de la Ballena, mucho más polémicas, estentóreas e intuitivas. Su tono ilustrado y educativo –casi digno de un discurso inaugural de la UNESCO, decir de H. Brioso–, está todavía a años luz del desgarro, la visible alienación, la ironía y el humor cáustico de El Techo. (Héctor Brioso Santos: Estridencia e ironía. El Techo de la Ballena: un grupo de vanguardia venezolano (1961–1969). Universidad de Sevilla. Sevilla, 2002. (Pp. 44–46. p. 301. p. 309) Del Diccionario General de La Literatura Venezolana, (2013), me permito incluir un comentario de Ihana Rio] 33 [


bueno, redactora de un texto sobre las Revistas Venezolanas, desde La Gazeta de Caracas (1811) hasta Poda. Revista Latinoamericana de Poesía. (Barcelona, 2005). A partir de la caída de la dictadura de Pérez Jiménez y el inmediato triunfo de la gesta cubana comandada por Fidel Castro, afirma Riobueno, “la revolución y la inminencia de su triunfo, la intemperancia política y las polémicas ideológicas son el sustento de la poesía, en ensayo y la narrativa, lo que nutre a esas publicaciones de fugaz aparición, cuyos promotores serán conocidos como la ‘izquierda cultural’” (p.509). Esa izquierda cultural, comento, se unió para crear “Clarín de los Viernes”, pues estuvo dirigida por Adriano González León (Techo de la Ballena) y Jesús Sanoja Hernández (Tabla Redonda). Respecto a los integrantes de Sardio, afirma que “se impusieron las razones ideológicas más que la pasión que los unía por el arte y la literatura”. (p.509). (Por cierto, una publicación de los balleneros en “Clarín de los Viernes”, dio lugar a nuestra excomunión y a una convocatoria de la iglesia para que el domingo siguiente se rezara por la salvación de nuestras almas). Ernesto Pineda acredita a las posiciones tan diversas, y algunas veces bastante drásticas, la inculpación de “agrupación aburguesada y elitesca, de insuficiente compromiso”. (P.40). Advierte Pineda que Sardio nunca pretendió ser moralizante. (p.41) Destaca además, que sus integrantes lograron “universalizar sus comarcas nativas”, lo cual se “percibe muy bien en Palomares (1935) con su Trujillo natal, y en Efraín Hurtado (1934–1978) con su extenso y luminoso llano guariqueño. (Se refiere Pineda al libro Dos palmos apenas, 1972, publicado por Rocinante, y Escampos, (1979). Esto significa la reivindicación de su venezolanidad, aunque evitando la retórica costumbrista que casi un siglo antes el criollismo, es de] 34 [


cir, su paisajismo impresionista y sus moralismos nacionalistas. En general a los sardianos se les puede adjudicar una revitalización de lo nacional en muchos aspectos, le cantaron al Libertador, a sus ciudades o regiones, a los ríos y a las maravillosas posibilidades de la poesía venezolana”. (Pp.41–42) Pineda destaca el rescate, estudio y reivindicación de la obra de Ramos Sucre. “Además –dice–, algunos poetas de Sardio se vieron inicialmente influidos por el cumanés, sobre todo Francisco Pérez Perdomo (1930), aunque pudiendo encontrar posteriormente su propia identidad. Así pues, Sardio fue el comienzo de un masivo movimiento creador y renovador de nuestras letras y de las concepciones del arte venezolano, a partir de ellos nada fue igual.” (P.42). (Ernesto Pineda Díaz: Grupos literarios venezolanos del siglo XX. Fundecem. Mérida, 2014). Comentario final: Estoy llegando al término de este trabajo. Cuánto desearía que haya logrado cautivarlos o enojarlos o, mejor, inducirlos a una lectura total de cuanto contiene los volúmenes de la revista Sardio, auténtico hito en las publicaciones literarias (¿sólo literarias?) periódicas de nuestro siglo XX, no solo por su contenido, sino también porque ella incluye autores que hoy son paradigmas de la literatura, de la crítica y del ensayo del país, del continente y de otros países del resto del mundo, además de significar un lúcido movimiento que, inevitablemente, dio paso a otro movimiento, igualmente multidisciplinario, especie de escalón superior de los artistas y escritores de esa misma generación, urgidos por las exigencias de un tiempo nuevo de las artes, de la sociedad y la atmósfera de muerte impuesta por la lucha política, ] 35 [


la rapacidad de los burócratas y de la seudo burguesía, dígase amamantada por el Tesoro Nacional, la violencia social demócrata de las clases poseedoras y del imperio opresor contra los humillados y ofendidos, –vindicadores de la gesta de nuestros héroes y de una razón fundamental de la existencia: cambiar la sociedad para cambiar la vida, que, en nuestra pasión rimbaudiana se expresaba en cambiar la vida, cambiar la sociedad. Ciencia de la historia y poesía cara a cara. Leo un párrafo del Testimonio del número 7 de la revista, que lleva por título El intelectual de izquierda y cierta estética revolucionaria: “Para bien o para mal de su propia obra, el escritor se ha visto impulsado a asumir posición activa en la dinámica de las ideologías y en la pugna de los movimientos de nuestra sociedad. (p 429). En ningún momento los Sardianos se consideraron miembros o creadores de una “escuela de iluminados”, que así lo advierte en su Testimonio inicial. Al contrario fue terminante cuando exigió que la obra del escritor siempre proyectara una visión nunca contaminada ni recelosa sobre la creciente redención de nuestro pueblo y el ennoblecimiento de su historia. La palabra Sardiana fue justa y necesaria frente a quienes, de una u otra manera, pretendían evadir las “realidades ineludibles de la historia”: “No importa que, celoso de su precaria y sin embargo regocijada libertad individual, el llamado hombre de letras pretenda evadirse, situarse en una especie de suspenso privilegiado e intocable del espíritu. Ya sabemos cuánta secreta esclavitud hay en esa aparente liberación”. Rama, Liscano, Chacón, por aquí o por allá, según sus visiones “ilustradas”, en el primero; de activo ejercicio “social demócrata” el segundo; y de arrogante postura cuestionadora, que no marxista, el último, fueron claramente desmentidos por las exigencias ] 36 [


creadoras de los Sardianos y sus sentenciosos Testimonios, alineados con las transformaciones en la dinámica social y los combates contra la violencia, la mentira y los aturdimientos de la “democracia representativa” y sus oficiantes intelectuales, incluidos los radicales de la “Izquierda crítica” –¿o no? Los tiempos cambian, –lo único inmutable es el cambio: palabra de Carlos Marx. La dinámica de la sociedad venezolana no sólo estaba condicionada por la coyuntura política nacional, caracterizada por la opresión betancourista, de signo pro yanqui, empeñado como estaba el presidente Betancourt en complacer al Imperio y ahuyentarle cualquier identificación con su pasado “comunista”. Si en los tiempos de regocijo ciudadano por la caída del régimen de Pérez Jiménez se identificaba la libertad con la democracia, en los del gobierno de Betancourt, significaba represión, tortura, muerte, suspensión indefinida de las garantías establecidas en la Constitución. A todas estas en el Caribe triunfaba la Revolución Cubana, esperanza de auténtica liberación en el Continente. Sardio no sólo asume posición, sino identidad. Denuncia la política norteamericana, pues trastoca el sagrado principio de la libertad, al ultrajarla mediante la sujeción y la servidumbre en nombre de los derechos humanos. El imperio sólo reconoce la libertad de degradarse; mientras sus subalternos desahogan su desnacionalizada miseria en la violencia de clase contra los sectores populares. Atento estuvo a los movimientos de liberación nacional. Solidario. Alerta ante las provocaciones golpistas contra el orden constitucional en nuestro país, sin otro afán que el retorno a la dictadura militar. Los Sardianos cumplieron con sus postulados sobre la responsabilidad del artista, del intelectual en cuanto al compromiso ] 37 [


ineludible con los más altos valores del hombre y del pensamiento. “Sería vana toda postura idealista para resolver los convulsionados problemas que nos impone la política. Ya ésta ha dejado de ser tabú o amenazante Minotauro, para convertirse en vasto dominio de la inteligencia y del alma de los pueblos”. Por conspirar contra la dictadura algunos de sus integrantes fueron perseguidos. El 23 de enero de 1958 manos del pueblo abrieron las rejas de la Seguridad Nacional –luego Hotel Hilton, hoy Hotel Alba– que mantenían prisionero a Luis García Morales. Discurso dinámico, elegante, claro, por amor a la palabra, alejado de toda fijación dogmática; discurso renovador, de profunda ética humanista. El número 8 de la revista será la más alta expresión de su compromiso. He aquí algunos fragmentos del Testimonio sobre Cuba, publicado en el número 8, mayo–junio 1961, que da pie para la ruptura del grupo. Es una auténtica requisitoria contra los Estados Unidos. Leamos: (…) “los EUA han dejado de intervenir en todas partes en nombre de la Libertad, sólo podrán hacerlo en nombre de la tiranía, de la bajeza, del miedo, de la cobardía de la crápula bancaria de que habla Miguel Hernández. En todo sitio donde quieran pronunciar la palabra libertad sólo podrá decírseles: Fuera, fuera, ladrones de naciones, guardianes de la crápula bancaria… arrojados seréis como basura, de todas partes y de todos lados… sólo se quedan los hombres al calor de las batallas, y vosotros, lejos de ellas, queréis ocultar la infamia ] 38 [


pero el color de los cobardes no se os irá de la cara”.

Y he aquí el párrafo último: “Finalmente, no vacilamos en declarar a la revolución cubana como un anticipo de la REVOLUCIÓN IRREMEDIABLE, pues, ya no se trata de un cambio en los métodos, sino de un vuelco radical del ser humano a la conquista de otras maneras y otras relaciones y vínculos que establecerán las bases de un nuevo lenguaje, de una nueva vida que preparará, mientras se espera el advenimiento de la sociedad sin clases, ‘la preponderancia de la única clase que tenga aún misión universal, pues sufre en su carne de todos los males de la historia, de todos los males universales: el proletariado’”. (Cita final de Aimé Cesaire. Discurso sobre el colonialismo.). NO MÁS, TOMÁS. Mérida, 11 de abril de 2015

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Testimonios

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Testimonio

Nadie que no sea militante permanente de la libertad puede sentir la portentosa aventura creadora del espíritu. Ante el peso de una historia singularmente preñada de inminencias angustiosas, como la de nuestros días, ningún hombre de pensamiento puede eludir esa militancia sin traicionar su propia, radical condición. Las hasta hace poco imperantes categorías del esteticismo resultan hoy demasiado estrechas y asépticas. Ser artista implica tanto una voluntad de estilo y un ejercicio del alma como una reciedumbre moral y un compromiso ante la vida. No se vive, ni se deja de vivir, impunemente. Es menester quemarse un tanto en el fuego devorante de la historia. Cuanto revele la huella del hombre ha de ser responsable de un camino. Y quienes asuman posición en el mundo de la cultura han de ser sensibles también a las urgentes esperanzas de su época. Sería vana toda postura idealista para resolver los convulsionados problemas que nos impone la política. Ya ésta ha dejado de ser tabú o amenazante minotauro, para convertirse en vasto dominio de la inteligencia y del alma de los pueblos. Todos los órdenes de la vida humana reciben su influjo, para bien o para mal, pero en todo caso para determinar su destino. Ser político equivale a tanto como ser hombre. Toda indolencia es propicia a la indolencia y a la humillación de espíritu. Quienes soslayan esta verdad olvidan que ciertas fuer] 43 [


zas oscuras, desencadenadas un momento dado sobre la historia, quebrantan siempre la dignidad de toda creación. Por ello es que cultura y tiranía son radicalmente incompatibles. Las dictaduras son algo más que la ciega imposición del instinto o de la codicia. Ellas surgen como la fundamental negación de la esencialidad humana y de la inteligencia. Ante la imperiosa reconstrucción que reclama nuestro país después de la abismante década de la pasada dictadura, SARDIO se declara solidario irreductible de tales principios. Creemos haber asimilado en profundidad la invalorable experiencia de los últimos años. Pero si ayer fuimos militantes y activistas en la excepcional aventura de la Resistencia nacional, hoy sólo aspiramos, sin abandonar personales compromisos civiles, a asumir actitud crítica y orientadora en medio de la vertiginosa dinámica de recuperación que es actualmente la patria. No pretendemos ser políticos dirigentes, pero sí aceptar nuestra obligante condición de escritores y artistas. Impugnamos la tradicional demagogia de ciertos intelectuales que aún recurren al convencionalismo y a la sensiblería para impresionar a desprevenidos y abordar posiciones influyentes. Todo arribismo es traición a la cultura. La inteligencia es compromiso más grave y dramático. El intelectual es un ser admonitorio y polémico, capaz, en ocasiones, de ir contra la corriente a fin de señalar abismos e injusticias. La política, por otra parte, ha dejado de ser simple juego proselitista o táctica acomodaticia, y adquiere las dimensiones de una ciencia lúcida apta para informar de conciencia al pueblo. Toda retórica está hoy en descrédito. Los mismos partidos políticos se han visto obligados a abandonar viejos fetichismos y el gregarismo por la simple emotividad, y ya se perfilan como ideologías actuantes y definidas. Estamos ] 44 [


ante una realidad que requiere estudio y disciplina y no vagas imprecaciones sin sentido. Pero si reconocemos el advenimiento de un nuevo estilo político en nuestro país, no queremos dejar de puntualizar ciertos hechos. Declaramos que la libertad no es puro goce indiscriminado de derechos civiles, sin orientación ni objetivos. Si ella es la suprema aspiración universal de nuestro tiempo, debe fundarse en una sólida independencia económica de las naciones. Somos ortodoxos en la creencia de que un país alcanza el pleno ejercicio de la libertad cuando diversifica y potencializa su economía y cuando se sustrae de todo servilismo ante naciones extranjeras. Reclamamos, con plena conciencia, una política económica más audaz y nacionalista que salve para la patria los grandes recursos de nuestro patrimonio material. De ello habrá de derivarse la definitiva conquista de nuestra soberanía en el plano mundial, tantas veces amenazada por el imperialismo del norte. La libertad no puede ser tampoco engañosa entelequia a la cual vayan a sacrificarse imperativos más urgentes y concretos. Si ella debe ser concepto dinámico que habitúe al hombre al reino de su potencia interior y de su dignidad de ser sobre la tierra, no puede eludir la felicidad material y social de los pueblos. Conjugar en un armonioso sistema de coordenadas todos estos planos es el objetivo determinante de la Democracia. La libertad no se justifica sino en la medida en que hace realidad esa conjunción. Nos declaramos afiliados también de un humanismo político de izquierda que lleve a los vastos sectores desasistidos del país una educación racional y democrática y que incorpore a nuestro pueblo al goce profundo de los grandes valores del espíritu. La cultura no puede seguir siendo privilegio de élites ni de clases. Para asu] 45 [


mir la gravedad de nuestro destino histórico requerimos la presencia de un pueblo luminoso y creador, sensible al imperio de las ideas y de la verdad. Paralelamente a estas posiciones, SARDIO no puede olvidar el compromiso que se ha trazado frente a la cultura nacional. No seremos demasiado enfáticos, pues todo énfasis revela vacilación e intolerancia. No confundimos universalidad con cosmopolitismo, pero se nos hace evidente que el exceso de color local, con todas sus derivantes, ha viciado de raíz gran parte de nuestras manifestaciones artísticas. Así como condenamos cualquier esteticismo, condenamos también cualquier nacionalismo exacerbado y arrogante. Respetamos en el folklore y en nuestras mejores tradiciones el alma esclarecida del pueblo, pero nos parece que ciertos artistas han insurgido en una suerte de depredadores irreverentes de ese patrimonio. Asimismo toda esa literatura de esquemas y de soluciones preconcebidas nos resulta insustancial. Si la profecía se resiente ya de anacronismo, más anacrónica se hace esa postura de estetas redentores que algunos, por comodidad, suelen adoptar. Exaltamos en la literatura y en el arte su propia plenitud inalienable. La función social y humana la cumplen en tanto que cauces de creación y nunca como simples escafandras de una conducta parcializada. El hombre de hoy está volcado hacia una experiencia más vasta y compleja, que sería inútil simplificar con limitaciones regionales o partidistas, y está urgido por anhelos profundos de universalidad. Orientados hacia esa gran experiencia es como debemos tratar los problemas nacionales. Es imperioso elevar a perspectivas más universales los alucinantes temas de nuestra tierra. La anécdota, el paisajismo, la visión pintoresca de la realidad, no son más que fraudes a los requerimientos de la época. Debemos alimentar una firme ] 46 [


voluntad de estilo, una vigilante dedicación al estudio y una ideología más original y moderna. Nuestra cultura aparece ayuna de ideas y problemas, como si aún viviéramos en una Arcadia de imperturbables regocijos. Hay que poner de relieve una conciencia más dramática de la realidad y del hombre. Pero una conciencia rigurosa, estremecida de lucidez y de exigencias. La ingenuidad y la improvisación deben estar distantes de nuestros propósitos. Sin hacer alardes de modernidad mal entendida y sin olvidar a nuestros grandes maestros, nos sentimos asistidos por una nueva visión y una distinta sensibilidad. No aspiramos a crear escuela de iluminados; sentimos desprecio por tales pretensiones. Pero sí queremos reiterar el espíritu polémico que nos anima. Si algo es alarmante entre nosotros es la ausencia de debates sobre los problemas y motivaciones de la creación, la ausencia de análisis objetivos al juzgar la obra del artista. Vivimos en medio de prejuicios y cofradías. Nos falta meditación, trascendencia. Nuestra escala de valores está regida por la timidez y la complacencia. Pero la cultura es algo más que el juego deleitoso de gentes que se rinden mutua pleitesía. Ella es la expresión de la historia, espejo de los júbilos y de las tribulaciones del hombre. El reino inquebrantable de la verdad. Publicado en Sardio, Nº 1, mayo-junio, 1958.

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Las constantes de nuestra generación

Acaso esta nueva entrega requiera una definición más radical y exigente de nuestra revista; pero no una altisonante y pretensiosa formulación de principios, postura vagamente teórica que no ha dejado de proliferar en nuestra literatura, sino un lúcido y ya definitivo esclarecimiento de motivaciones, esfuerzos creadores y tentativas ideológicas que la nutren y definen. El hecho de que sobre ella -o contra ella- críticos incipientes, pretendidos sociólogos de la cultura y otros desvaídos representantes de una inteligencia ya destituida o por derrumbarse, expresa o veladamente, al sombrío rescoldo de sus frustraciones o de sus eventuales intereses, se hayan prodigado para calificarla con los adjetivos más contradictorios o inexactos, es ya razón por dilucidar lo que algunos, obstinadamente, se resisten a comprender: que constituimos una generación consciente de su destino, poseída por una voluntad de trascendencia, fiel a las verdaderas y dramáticas constantes del tiempo que le ha tocado vivir y en él enraizada y comprometida, dispuesta a redimir por ejercicio del espíritu y de la verdad lo que otras generaciones parecen haber sacrificado por la negligencia y las pequeñas ambiciones; que somos un grupo de escritores y artistas para quienes la creación es combate con el destino o con la historia y no esa farsa creciente que es la cultura en nuestro país. Así radicales ] 48 [


y obligadamente solitarios, en nada nos desvela el que se nos califique de sectarios, elitescos o aristocratizantes, presuntas categorías que sólo revelan la mediocridad irredimible de la crítica y que en modo alguno pueden neutralizar nuestros propósitos iniciales. Y no por creernos invulnerables o asistidos de esa gracia que coloca a algunos “más allá del bien y del mal”, al contrario, por sentirnos muy vivos y actuantes dentro de la dinámica de las ideas, es por lo que ahora respondemos a esos desventurados juicios con que se ha pretendido sellarnos o condenarnos. El supuesto sectarismo de nuestra generación no tiene otro origen que el mismo clima menguado de la cultura nacional. Ante la lamentable medianía que parece regir nuestro destino creador, hemos sido no ya sectarios pero sí exigentes e implacables. Con una verticalidad inédita en nuestra literatura y en nuestro arte, hemos sido radicales y polémicos, sin que en nuestros juicios y valoraciones hayan intervenido extraños designios o deliberadas intolerancias. Y al comprometernos con una posición en la historia del país, hemos puesto de relieve, con ánimo de ser vigilantes, la crisis aparatosa de nuestra inteligencia. La literatura se nos dio como un arma de combate, como ejercicio de una personalidad libérrima e incontaminada de requiebros o de eufemismos. Y el acto de creación ha sido para nosotros algo más que un acto gratuito, algo más que el alarde de un espíritu desprovisto de compromisos y exigencias de su tiempo. Y sin aspirar a convertirnos en sepultureros de otras generaciones, sin negar valores individuales, de esos que la crítica suele llamar, no sabemos en base a cuáles perspectivas, “valores consagrados”, hemos afirmado que nuestra cultura padecía la gratuidad de su propia intrascendencia, que más parecíamos una Arca] 49 [


dia de imperturbables regocijos que un país dominado por el drama de sus verdaderas motivaciones y apasionantes dilemas y que nuestro precario sistema de juicios y valores estaba regido por la banalidad, la timidez, cuando no la complacencia calculada. Y condensábamos nuestro criterio en esta última frase del testimonio del primer número: “La cultura es algo más que el juego deleitoso de gentes que se rinden mutua pleitesía. Ella es expresión de la historia, espejo de los júbilos y de las tribulaciones del hombre. El reino inquebrantable de la verdad”. Que las pasadas generaciones, como tales y no como tránsito en ellas de grandes individualidades, abandonaron el mundo de nuestra cultura a un dudoso juego de intereses personales, de caprichos y de manifestaciones y que no supieron recrear a plenitud la avasallante y siempre desosegada realidad de nuestra existencia o de nuestra historia, lo viene a demostrar el mismo desarrollo de la vida venezolana en todas sus manifestaciones. Poseídos por una extraña y nada envidiable capacidad de mimetismo, la mayoría de nuestros escritores y artistas han rendido fiel tributo a la cortesanía intelectual o a ese otro devorante minotauro del oportunismo político o del bienestar egoísta, olvidando lo que debe ser único imperativo del espíritu: una vasta y penetrante comunicación con el universo, los sueños, la grandeza, y aun la miseria del hombre. Antes que seres requeridos por una vocación o por las determinantes de la inteligencia, hemos tenido a todo lo largo de nuestra cultura pequeños aprendices de “mandarines”, extenuados aspirantes de una fama o de una fortuna que paradójicamente siempre se les ha negado. Con una irresistible seducción por el prestigio superficial o por una gloria aldeana, se embriagaron con elogios mutuos y acomodativos, hasta el ] 50 [


punto de que hicieron arte e institución de esa despreciable y ya proverbial “política literaria”. Pero hemos sido nosotros, los de la nueva generación, quienes hemos padecido esa regocijada demagogia que ha señoreado en la cultura venezolana. Y, así, con precarias referencias en el pasado, y generalmente privados de la enseñanza de verdaderos maestros, hemos sido una generación sacudida por el drama de la soledad y nos hemos sumergido en el abismante mundo de la creación con una actitud exigente e irreductible, como si nadie o muy pocos nos antecedieran. Y como nuestras ideas no eran para el simple comercio en apacibles intimidades burguesas, en las alegremente se suele destruir obras y esfuerzos auténticos con el mismo desparpajo con que luego se exaltan e inciensan públicamente, hemos expresado sin equívocos ni delicuescencias nuestra actitud. No hemos sido intolerantes ni extremistas por sistema. Si alguna vez hemos querido esclarecer posiciones no lo hemos hecho por puro deleite o goce en la destrucción o por abordar miserables sitiales de dominio. Por el contrario, hemos desterrado tales escorias morales. El inconformismo y la exigencia han comenzado por nosotros mismos y jamás hemos claudicado con el intercambio de halagos y requiebros entre los de nuestra generación. Acaso otros, por parecer estimulantes y generosos, pero en el fondo por labrarse su deleznable y temerosa seguridad intelectual, hayan comerciado con alabanzas hipócritas e idolatrías. Una creciente e insobornable sinceridad ha sellado hasta hoy cuanto hemos escrito y expresado. Y si hemos sostenido debates alrededor de problemas de nuestra cultura, creemos que ello más que defecto es rasgo imperioso de una personalidad. Pero en un país donde la inteligencia ha vivido secularmente bajo los signos de lo ] 51 [


acomodaticio, hemos visto con desdén a esos seres que jamás han pronunciado un “no” tajante y definitivo o que nunca han tenido arrojo de ser sinceros, aunque esa sinceridad hiera o quebrante instituciones, verdades reveladas, regocijados prestigios y demás virginidades. Por otra parte, en nuestra revista y en todo cuanto hemos publicado fuera de ella, hemos exaltado sin mezquindad, pero también sin complacencia, valores que sentimos como verdaderos e influyentes, como Rómulo Gallegos, Alejo Carpentier, Vicente Gerbasi. De Pablo Neruda, más allá de nuestras diferencias, hemos reconocido la dominante grandeza de su poesía en “Residencia en la Tierra” y “Canto General”. Así como hemos acogido textos invalorables de Mariano Picón Salas, Juan Liscano, Miguel Ángel Asturias, Gonzalo Rojas, e igualmente traducciones de figuras esenciales del pensamiento universal. Buen testimonio, todo ello, de que nuestro sectarismo ha sido más bien jerarquización y límites impuestos al arribismo y al fraude intelectual. Finalmente, quienes pretenden desahuciarnos para la historia o para la militancia en las vastas y crecientes transformaciones sociales e ideológicas, al calificarnos de elitescos o de aristocratizantes, premeditadamente olvidan la permanente y nunca soslayada firmeza cívica con que hemos defendido la soberanía de nuestro pueblo o la rotunda claridad con que hemos acusado los asfixiantes intereses colonialistas que se han cernido y se ciernen aún sobre nuestra historia y nuestra cultura. Y esto que ha sido actitud combativa en el plano nacional, lo hemos sabido proyectar también a la situación continental y aun mundial. Sensibles a todos los movimientos en que el hombre ha dejado testimonio inquebrantable de la libertad de su espíritu o de la grandeza de su sacrificio, al producirse el triunfo de la Revolución Cubana, en ] 52 [


enero de este año, la saludamos como la esperanza más vigorosa de la hoy renaciente democracia latinoamericana; así como expresamos nuestro enfático repudio a la amenaza de intervención armada sobre nuestro país por parte del poderío yanqui, en momentos en que la temeraria visita del Vicepresidente Nixon desencadenaba profunda protesta del pueblo venezolano contra el imperialismo del norte. Y solidarios con los movimientos de liberación nacional, insertamos en el número 2 de nuestra revista textos que ninguna otra revista del país se tomó el trabajo de publicar: los de George Arnaud y Jaques Verges sobre el escalofriante y patético caso de Djamila Bouhired, la joven combatiente de la resistencia argelina, y el testimonio no menos elocuente y acusador de Henri Alleg: “La Questión”, grandioso alegato de otro combatiente al lado de Argel, torturado y escarnecido por los oficiales del ejército francés. Y, deliberadamente, dejamos de mencionar la personal actuación que nos tocó jugar a cada uno de nosotros en la resistencia nacional durante la década de la última dictadura, responsabilidad que acaso no asumieron muchos de los que hoy aspiran a juzgarnos. He aquí las verdaderas constantes, la constancia y la tenacidad de nuestra generación. No aparentamos de intocados ni creemos habernos purificado en aguas lustrales, pero vivimos, actuamos y creamos a imagen y semejanza de nuestras vidas con toda la enigmática y contradictoria grandeza de nuestras vidas. Así comprometidos e incitados, difícilmente caeremos en ese eclecticismo impotente o en esa conformidad beatífica a que se nos quiere reducir cuando, con una conexión simplista de la historia, se promulga que toda rebeldía se desvanece con el tiempo, que todo se mueve en una suerte de círculo vicioso en el que los que hoy niegan mañana se] 53 [


rรกn a su vez negados. Aun ante sobrecogedoras y fatales perspectivas, y como no nos sentimos simples rebeldes por mocedad o imprevisiรณn, aspiramos a seguir fieles a nuestra indeclinable actitud original. Publicado en Sardio, Nยบ 5-6, enero-abril, 1959.

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El intelectual de izquierda y cierta estética revolucionaria

Acaso ya sea uno de los lugares comunes más dominantes en la literatura de nuestro tiempo el hablar de compromiso en la obra y en la actividad del escritor o del intelectual. Con el inmenso poder de irradiación que ha ido adquiriendo su pensamiento, al parecer es Jean-Paul Sartre quien ha dado vigencia y proyección a una idea que para muchos sigue siendo consumo de estruendosa vanidad personal o puro intento acomodaticio, pero que para otros, en realidad más auténticos y desinteresados, implica punto de partida en la conducta moral del hombre y en la búsqueda y trascendencia del creador. Para bien o para mal de su propia obra, el escritor se ha visto impulsado a asumir posición activa en la dinámica de las ideologías y en la pugna de los movimientos de nuestra sociedad. Si en todas las épocas del acontecer humano el arte ha tenido estrecha correspondencia con el sistema de ideas y doctrinas, de fuerzas e intereses sociales, que les es contemporáneo, es claro y explicable que en nuestros días esa correspondencia se haya vuelto más imperiosa y que tienda a invadir cada vez el ámbito personal, existencial del escritor, a comprometerlo y a ubicarlo definitivamente. No importa que, celoso de su precaria y sin embargo regocijada libertad individual, el llamado hombre de letras pretenda evadirse, situarse en una suerte de suspenso privilegiado e intocable del espíritu. Ya sabemos cuánta secreta esclavitud hay en ] 55 [


esa aparente liberación. Aun eludiendo sus compromisos, situados en cierta imperturbable cima de autoconservación esos intelectuales sólo han llegado a adherirse a actitudes que vagamente encubren la aspiración a lo gratuito e irresponsable de una clase en irremediable descenso. Así, ya no se trata de dilucidar las posibilidades ni aún la eficacia del compromiso que asuma el escritor. Los poderosos e irrebatibles acontecimientos de la historia que nos ha tocado vivir, han sellado su necesidad. Pero, como quiera que en ellos está en juego la verdad de su tiempo, la grandeza de su vida y de su obra, acaso sea ineludible esclarecer la validez con que el escritor se revela en semejante acto y aun la misma autenticidad de la obra creadora con que lo expresa y trasciende. Pareciera existir una inevitable y no menos asombrosa similitud entre la postura desdeñosa y autosuficiente de escritores que aspiran a marginarse de situaciones en su opinión demasiado comprometedoras y la de otros, igualmente espectaculares, que exhiben sin nobleza su falso decoro revolucionario para justificar una obra mediocre. Unos y otros dan la medida de una recóndita deformación espiritual y moral de nuestra sociedad. Y ello hay que ponerlo de relieve, sobre todo en nuestro país, donde tantos males ha engendrado -y sigue engendrado con inusitada tenacidad- tanto en el plano estético como en el ideológico, la increíble limitación y el fanatismo de cierta intelligentia llamada de izquierda. En nuestras consideraciones, el compromiso que nos interesa analizar es precisamente el que lleva a cabo, a profundidad o sólo periféricamente, el intelectual de izquierda. Creemos, inicialmente, que el acto en sí mismo no resulta suficiente para una valoración objetiva de la influencia y proyección que él implique. Y nos resulta ] 56 [


más esclarecedor y apremiante analizar la manera, el esfuerzo y sinceridad interior con que se realice. Es decir, una doble visión sobre la plenitud y validez del compromiso y sobre la dimensión existencial del hombre que lo asume. No sólo es importante para el escritor de izquierda, dentro de este inmenso campo de fuerzas que se oponen y definen, el afirmar y expresar una ideología y una capacidad estética que estén a la altura de los grandes movimientos dialecticos de la humanidad -lo que no le es tan fácil ni inmediato el hacerlo-, sino también saber resolver con actitud crítica y honesta los complejos problemas que esa vocación le presente. Como ser poseído por una voluntad renovadora y creyente en las potencias innatas del acto creador, no debe enajenarse, pero tampoco le es dado escoger gratuitamente, al menos no debiera hacerlo desde esa perspectiva. Hay en él sin duda una zona irreductible de elección en la que sólo él actúa y domina; pero el acto de elegir, desgarradamente lúcido e impersonal y cuando es más convincente y verídico, debe surgir de la coincidencia con anhelos y realidades de la historia y debe posesionarse de su destino integral como inteligencia creadora. Cuando no ocurre tal coincidencia o tal posesión, cuando la decisión de crear un mundo no nace de necesidades de vida, de requerimientos impostergables, el acto de escoger corre el riesgo de volverse no sólo ya gratuito e inexpresivo, sino también arribista y acomodaticio. El que se establezca entre las circunstancias históricas dadas y la voluntad creadora del hombre verdaderas coordenadas susceptibles de ser realizadas a través de muchos caminos y que uno de ellos sea el del arte, creemos que ha de ser una de las aspiraciones más nobles del escritor. Es en tal dimensión donde su compromiso se hace viviente y fecundo, ] 57 [


y aun despersonalizado. Fuera de ella, y a pesar de que aparentemente se elija una causa renovadora, todo puede verse sometido a la contingencia de pequeñas ambiciones e intereses más o menos transitorios. Pero en nuestro país no siempre se han dado las primeras condiciones. Si es verdad que ciertos escritores han puesto su obra al servicio de ideologías nuevas, defensoras del hombre, parecen haber actuado con el mismo desenfado con que hubieran podido adscribirla a la clase a que pertenecen por origen social y situación económica, con cierto diletantismo revolucionario y también demagógico de quienes no se comprometen, en su vida, en su existencia y en sus actos, con verdadera personalidad y espíritu crítico. Ningún compromiso puede exigir a un escritor la ruptura de su vocación y el cercenamiento de su inteligencia, y en caso de que lo exigiera ya sabríamos que es una actitud atentativa contra la estirpe del hombre. Sin embargo, advenedizos a una causa que acaso los mira con desdén, ciertos intelectuales -¡y de izquierda!- han hecho de la sumisión y de la idolatría las nuevas “tablas de la ley”,1 así, en las formas más anacrónicas y en los moldes más vacios de significación -dignos de cierto arte burgués en decadencia-, han injertado vagas consignas de una Revolución que no alcanza a asimilar sino a través de lecturas tardías y de esquemas simplistas. De todo ello ha surgido un seudo-arte, una seudo-estética, ambos dominados por la mediocridad inventiva y tanto más nefastos cuanto que se arrogan el dominio de una concepción nueva del mundo. Esta situación paradójica de un arte que El gran sacrificio del creador. (pero ya sabemos que tanto la evasión del intelectual intocado y el aparente “sacrificio” de ciertos escritores de izquierda son las dos caras de una misma moneda acuñada en el conformismo arrogante y beatífico).

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aparenta trascender hasta el pueblo y expresar la vasta renovación que experimenta nuestra historia, pero que en el fondo se muestra conformista y aun reaccionario en cuanto se refiere a lo que debe ser constitutivo e inalienable de todo auténtico creador: la grandeza de su instrumento expresivo, la inteligencia crítica y problemática, la búsqueda de formas modernas y eficaces y ese intento permanente por iluminar el vasto y no menos misterioso destino del hombre, es el típico ejemplo de un arte de izquierda enajenado y convencional, condenado a su insuperable contingencia e incluso a su degradación progresiva. Ni la banalidad ni la falsa ortodoxia revolucionaria, mucho menos la beatería, pueden instalarse en el centro del espíritu creador. Es el drama evidente, todavía insuperable a pesar de las autocríticas que en su seno se han planteado, del conocido realismo socialista, cuya experiencia, si en ocasiones resulta explicable en un país como Rusia, aparece sin embargo toda desvalida y precaria en nuestros países. ¿Estarán, acaso, condenados todos los grandes movimientos sociales de la humanidad, al menos durante una primera etapa de su propia evolución, a ser expresados por una estética sin grandeza y estereotipada? Frente a tal tendencia extraviada en el cartel y en la propaganda -que podría rivalizar con los grandes sistemas de publicidad creados por la propia burguesía-, que en nuestra cultura ha tenido superficial dominio en la poesía y en la narrativa, para no aludir sino a géneros literarios, el escritor de izquierda no enajenado por imposiciones de táctica política, eventual y aun contradictoria, debe asumir actitud de alerta y de censura implacable. Y una de sus misiones más inmediatas es la de exaltar en el arte no el simple yo o la pura intimidad del artista, sino la vasta experiencia real del mundo y ] 59 [


del hombre que requiere su visión creadora. No importa que, transitoriamente, se vea negado y aun reducido por el dogma de ciertos sectores también de la izquierda, lamentablemente fanatizados y futuros desechos de una historia que habrá de ser más plena y más justa. Lo importante es que sepa crear, a través de su propia obra, destinos y personajes en los que se reconozca el hombre cotidiano, acongojado y jubiloso, fugitivo y eterno, de nuestro tiempo. El acto de crear consiste, en última instancia, en rehacer un universo en el que la criatura humana tenga infinitas relaciones y secretas e inagotables posibilidades, liberada del amargo determinismo de la simple causalidad; en el que todas las grandes y pequeñas pasiones del hombre, sus oscuros anhelos y frustradas esperanzas, sus sueños, su instinto y su inteligencia, revelen un sentido de devenir, de incesante cambio y transfiguración, como la propia vida. En nuestro país, ejercer a través del arte este sentido de verdadera liberación del hombre y de búsqueda de un destino, es misión a la cual sólo podrían negarse las soberbias y en el fondo intrascendentes individualidades o esos otros militantes de un fanatismo ideológico que los devora. Pero ella deberá ser móvil permanente en la obra del escritor que proyecta una visión nunca contaminada ni recelosa sobre la creciente redención de nuestro pueblo y el ennoblecimiento de su historia. Y en las nuevas generaciones más que móvil o estímulo habrá de ser una voluntad y una vocación. Publicado en Sardio, Nº 7, abril-mayo, 1960.

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Testimonio sobre Cuba

Plantear la historia de las aspiraciones norteamericanas frente a Cuba es una tarea que de por sí rebasa los meros límites y diferencias que la revolución operada en esa isla ha impuesto entre las relaciones cubano-norteamericanas, pues, ellas han desvalorizado el diálogo, por no decir el monólogo, que solo puede efectuarse entre una empresa y una sucursal. En todo caso, esta quinta intervención de los EUA en los asuntos internos de Cuba reitera, al menos, la persistencia de una voluntad que los EUA parecen haberse impuesto ante la isla de Cuba, voluntad que casi parece ser una extensión de la soberanía norteamericana. Fuese Cuba colonia española, o ya estado “libre”, los asuntos cubanos no han dejado de interesar la atención del Departamento de Estado. La tarea se hace entonces más ardua cuando la Revolución proclama a Cuba, Territorio libre de América y del mundo. Ayer en nombre de la doctrina Monroe y de la Democracia, hoy en defensa del llamado Mundo Libre, siempre en nombre de la Libertad. Hoy, específicamente, se pone de por medio la palabra Komunismo, y haciendo un llamado a sus amigos latinos (no sabemos qué hemos hecho los “latinos” para ganarnos la amistad yanqui, pero sí sabemos qué tiene nuestro suelo) y acudiendo a la socorrida argumentación de una supuesta seguridad continental, pretende el sesudo Presidente Kennedy to] 61 [


mar una acción conjunta contra Cuba. Quisiera, luego, el primer dignatario yanqui hacer un acto de solidaridad continental para que, ante el impune asentimiento del mundo capitalista y de las sociedades burguesas de extrema derecha, se atente, para la general satisfacción del reiterado Mundo Libre, contra la revolución cubana y los libres de derecho de autodeterminación que todo pueblo tiene para regir sus destinos y modificar el curso de su historia. Pero debemos reconocer que el concepto de seguridad continental, en general, pudiera ser bastante explícito, mas, cuando se trata de los EUA es llanamente unilateral, al igual que otros conceptos más generales: democracia, libertad, etc., etc. Por ahora hablemos de esa pretendida seguridad ¿Se trató entonces de seguridad continental cuando se asaltó a Nicaragua? Siempre creímos que se trató de la defensa de las compañías bananeras. Muchas veces, nosotros, hispanoamericanos, nos hubiésemos visto en la necesidad de invocar el auxilio de países extra-continentales para salvaguardar, ya que no la seguridad continental, al menos, nuestra integridad territorial; pero hay que admitir que un concepto, cuando este se discute, cambia de acepción al ser traducido del inglés al español, es decir, la parte favorable prefiere siempre no apartarse de las moduladas inflexiones de la lengua de Shakespeare. Lo mismo pasa con la palabra democracia, pues hemos constatado, fatalmente, cómo esa palabra, entre nosotros, “lleva en su vientre el germen de la dictadura”, cuando de países directa o indirectamente sumisos a las grandes democracias de occidente se trata. Porque sería ridículo discutir el término democracia en la posición de un norteamericano. No dudamos que para él su país sea una gran democracia, más aún, ¿quién lo pondría en duda? Pero ] 62 [


sólo nos interesa nuestra posición y el significado –fatídico– que esa prostituida y fatigada palabra adquiere entre nosotros. Como bien dice N. Sithole en El reto de África: “Si a África se le niega la democracia occidental, entonces es justo que África forje sobre el yunque de la necesidad otras ideologías accesibles a ella. Los occidentales no quieren que África se pase al bando comunista, y al mismo tiempo, sin embargo, no quieren que África se haga democrática, puesto que este último proceso liquidaría la supremacía blanca. LA DEMOCRACIA OCCIDENTAL EN ÁFRICA NO LLEVA EN SU VIENTRE A LA DEMOCRACIA, SINO A LA DICTADURA. Es ridículo exigirle a un pueblo al que se le niega la democracia occidental que luche por ella en caso de crisis”. Esta verdad sobre el África es, en parte, aplicable a la América Latina, puesto que el diálogo entre los Estados Unidos y nosotros sólo puede efectuarse en los términos de país explotador a país explotado. Tienen razón entonces los cubanos cuando afirman que pese a que se les haya repetido que pertenecen a la civilización occidental, su situación –como pueblo– está al lado de las repúblicas africanas y asiáticas, pues, para ellos las palabras democracia y civilización occidental no son más que entelequias carentes de todo sentido histórico, ya que les ha sido negada sistemáticamente la autodeterminación y la superación de un problema capital que todos nuestros países registran: el hambre. Es pues, antes que nada, una cuestión de estómago. No se podrá negar, sin embargo, que una distancia se impone entre nosotros y los países africanos: nuestras dictaduras, en la mayoría de los casos, han pasado a ser democracias “representativas”, pero democracia o no, los resultados son los mismos: continuamos sujetos y asfixiados por la economía capitalista e imperialista ] 63 [


que dictamina y condiciona nuestra política y termina haciendo que una democracia y una dictadura sean tan sólo una cuestión de términos, puesto que los resultados son los mismos. Lo ideal sería que nosotros, en el sistema político de occidente y viendo la situación como un yanqui o un Muñoz Marín, fuésemos estados asociados… como Puerto Rico. He aquí entonces la falla fundamental que se opera entre Cuba y los Estados Unidos: toda posibilidad de asociación se desvanece; las posibilidades de tolerancia resultan también más que impensables: Cuba se ha elegido un nuevo sistema de gobierno y estado revolucionarios que ponen punto final a la existencia de una sociedad realmente anónimas y con ventajas prácticamente unilaterales. Este hecho no sólo trastorna: enloquece. Esta quinta intervención es la muestra más palpable de ello. El interés de los EUA en Cuba es ya ancestral. No pretendemos aquí repetir tautológicamente la historia de ese interés y de esa simpatía (como recientemente dijera Mr. Kennedy), pero sí haremos algunas alusiones indispensables: “¿Podremos permitir que las islas de Cuba y Puerto Rico pasen a manos de esos hombres embriagados con la libertad que acaban de adquirir? Cuba y Puerto Rico tienen que permanecer como están. Nuestro Presidente ha dicho a la Europa de manera muy distinta que nosotros no podemos permitir que se transfiera Cuba a ninguna de sus potencias y un lenguaje igualmente decisivo tiene que emplearse con los estados suramericanos. Nosotros no podemos permitir que sus principios de emancipación universal se pongan en ejercicio en una localidad tan inmediata a la nuestra, donde se nos pueda transmitir su contagio con peligro de nuestra tranquilidad”. ] 64 [


Así se expresaba M. John Holmes, senador por el estado de Maine, al plantearse en el senado norteamericano la posible asistencia de su país al Congreso de Panamá, en 1826. ¿A cuál contagio se refería el citado senador? ¿No es acaso los EUA la patria de las democracias modernas? Pero ya sabemos que la historia modela y transforma la acepción de las palabras, incluso sin necesidad de una traducción del inglés al español (Democracy = Democracia). Los juegos del lenguaje se tornan, en consecuencia, equívocos y ambiguos y se emparentan con la metafísica, al igual que la frase, siempre reiterada, de Bartleby, el héroe de Melville: “Preferiría no hacerlo”, lo que en boca del Departamento de Estado o del senado yanqui se transfiere siempre a terceras entidades: “Prefiero que no lo haga”, pues, en caso contrario, él, SacroDepartamento-de-Determinaciones “Preferirá hacerlo”, bajando así la frase de su estrado dialéctico para instalarla sobre el raso suelo de la determinación unilateral e inequívoca, es decir, toda posibilidad de duda, toda contingencia, se trastornan. En este caso, Cuba “Prefirió hacerlo”, asignándose el derecho de tercera entidad, a quien los EUA deberían respetar, puesto que, al menos, les ha ayudado a discernir sobre la aplicación de una frase que ha sido objeto de estudio de tantos estudiosos del lenguaje. Afortunadamente Melville “era” (y no “es”) norteamericano, evitando así el poder de sugestión de cierto comité tristemente célebre. No creemos que sea necesario repetir aquí las declaraciones de John Quincy Adams, ni las de Henry Clay, todas refiriéndose al caso cubano; sin embargo, no olvidaremos esta, extraída del Ministers Instructions (Vol. X, 27 de abril de 1825): “Los Estados Unidos de Norteamérica están satisfechos con la condición actual de las islas de Cuba y Puerto Rico en manos de España y con sus ] 65 [


puertos abiertos a nuestro libre comercio como ahora lo están. La población de las islas, por su composición y cantidad, es incapaz de mantener un gobierno propio... su fortuna está tan relacionada con la prosperidad de los EUA que estos no pueden permanecer indiferentes espectadores ante ellas; y las contingencias posibles de la extensión de esa guerra (de independencia) podrían imponer al gobierno de los EUA sus deberes y obligaciones, cuyo cumplimiento, por doloroso que fuere, no estarían en libertad de declinar”. Tal fue la instrucción dada por Henry Clay a su ministro A.H. Everett en España. Nuevamente las palabras –pues siempre se trata de juegos de palabras– se trastocan: Fortuna (para un yanqui) = Desventura (para un cubano). Cabe aquí también este diálogo sostenido entre Thomas Ngara y un colono, que concierne directamente al subrayado, que es nuestro: COLONO: si su pueblo, señor Ngara, puede demostrarnos que es capaz de gobernarse a sí mismos, le daremos la independencia. NGARA: ¿Por qué tendrá mi pueblo, por fuerza, que demostrarles a ustedes que se puede gobernar bien a sí mismo? ¿Quiénes son ustedes para que tengamos que demostrarles que nos podemos gobernar a nosotros mismos? ¿Quién les ha dado el derecho de que 200 millones de personas tengan que demostrarles que pueden gobernarse bien a sí mismas? No tenemos por qué demostrarlo, es cosa que no le importa a nadie. La airada respuesta de Ngara, gran líder africano, ignora, sin embargo, que en el sistema democrático de occidente tiene gran importancia el contacto entre civilizaciones. Francia, ocupada por el nazismo, ¿no tomó acaso valiosos ejemplos de ello? Los colonos de Argelia, las torturas y los cuatro generales son una prueba palpi] 66 [


tante. Pero poco nos importa que dos grandes culturas, como son la alemana y la francesa, zanjen sus dificultades entre ellas, ello es normal y lógico, pero ¿puede hablarse de contacto o de intercambio entre Estado Unidos y Latinoamérica? Huelga la pregunta, –creemos–, ya que, en caso contrario, no acudirían al lugar común de “la composición y cantidad de los habitantes, etc., etc.”, pues nosotros creíamos que la población de los Estados Unidos era la más compuesta y la más barajada de occidente. Habrá que reconocer, no obstante, que tal fidelidad a la causa española resulta lógica. En efecto, qué puede hacer ya la gastada España en Cuba y en Puerto Rico. Al menor sisma estos se desprenderán de aquella; ello deberá hacerse, sin embargo, a través de un sistema que sirva de adecuado pretexto para que los EUA puedan intervenir directamente, “ya que el futuro de las islas sólo concierne a los EUA; (nuestras) relaciones con Cuba son de tal naturaleza que lo que en ella pasa afecta directamente a nuestra industria y el Castillo del Morro se puede considerar como una fortaleza en la boca misma del Mississippi”1. No nos extraña entonces la desesperada actitud de Kennedy ante el rotundo fracaso de la invasión que, de paso, acentúa la posición de Fidel Castro y hace “más” exportable la revolución cubana. Esa invasión, que sólo contó con la simpatía norteamericana, la misma simpatía que vienen aportando a todas las reuniones concertadas entre los diferentes países del continente americano, la misma que llevaron al Congreso de Panamá, inaugurando así una era de asistencias indeclinables, parece ahora preocupar al señor Kennedy: “En esa infeliz isla, así como en muchas otras 1

John Quincy Adams 1826 ] 67 [


zonas de desafío a la libertad, las noticias han crecido hacia lo peor, en vez de hacia lo mejor. He recalcado antes que esta es una lucha de patriotas cubanos contra un dictador cubano. Aun cuando no podíamos ocultar nuestras simpatías, repetidamente hemos reiterado que las fuerzas armadas de este país no intervendrán en forma alguna”2. Las anunciadas medidas unilaterales serán entonces de permanente sugestión y no de acción. Confesamos no entender nada, pues, cuando las sugestiones se agotan (y estas han sido repetidas una tras otra durante los dos años de la revolución), el único camino a elegir es el de la acción y ésta, para ser operante, tiene que ser directa. Por ejemplo: aun cuando sepamos que los EUA jamás intervinieron en Guatemala, resulta pertinente añadir que, al menos, en ese caso aportaron su Simpatía Directa, la misma que luego manifestarían a Castillo Armas nombrándole digno-Doctor Honoris Causa de la Universidad de Columbia. Simpatía, directa o no –la palabra poco importa– habrá que admitir que para nosotros, cuando menos, resulta sumamente nefasta, cuando no demasiado efusiva. Una cosa, empero, no debemos dejar de señalar en la actitud del gobierno yanqui ante Cuba: tanto las declaraciones de Holmes, como las de Quincy Adams, Henry Clay, Poinsett, etc.,etc., (pues aquí sólo se trata de establecer las consecuencias de esa simpatía yanqui ante sus más próximos y estratégicos vecinos de habla española) revelan un meticuloso empeño para que en Cuba no se opere ningún cambio. La política de Kennedy, no obstante, aspira un cambio, traicionando así ese ideal de inmovilismo ante la historia cubana, tan caro al Departamento de Estado; pero no hay que olvidar que Kennedy sigue una políti2

John Kennedy, Discurso del 20 de abril de 1961. ] 68 [


ca delineada por Brave-Homme Dwight Eisenhower y conocemos también los cambios que el pobre instaló en la Casa Blanca; ello demuestra qué poca diferencia hay entre un republicano y un demócrata y que sus posibles diferencias sólo dan lugar a la deportiva elección de un presidente más. En suma, Eisenhower o Kennedy, hoy se desea un cambio en Cuba, es decir, una involución que implique un retorno, y ello incluye, en el instrumental político del país del norte, sujeción, regresión, en fin, Libertad: “Las islas de Cuba y Puerto Rico tienen que permanecer tal como están”. Para lograrlo brinda Kennedy su inapreciable simpatía al grupo de exilados cubanos en los Estados Unidos, para que éstos puedan trasladarse a Guatemala, pues siempre hay que transferirse a una tercera entidad y, luego del común acuerdo anti-Komunista de la Conferencia Interamericana de Caracas, se dictaminó la invasión de Guatemala y, ¿qué otra cosa le queda a la infeliz Guatemala de hoy?... servir de trampolín entre Miami y La Habana. En Guatemala se adiestran pero en Cuba son derrotados. Esos patriotas cubanos (según Kennedy) revelarán ante las cámaras de la televisión cubana su increíble envilecimiento moral, cuando no las consecuencias del más infamante fraude. Estos interrogatorios, a los que asistió el propio Primer Ministro, Fidel Castro, han puesto al descubierto los “ideales” de Miró Cardona, etc., etc., y son también una prueba de la tremenda “dictadura” que azota a Cuba. Quisiéramos saber si cuando un Arthur Miller comparece ante el Comité de Actividades Anti-Norteamericanas, puede hacerlo sin la presencia de un abogado. Nuevamente los términos democracia y dictadura se confunden. No dudamos que alguien diga que los interrogatorios han sido un acto de aparato. ¿Qué decir entonces? Pues bien, ] 69 [


los mercenarios sólo contaron con la simpatía americana, pero ya dijimos que las simpatías suelen ser demasiado peligrosas, como ciertas amistades particulares, a las que Cuba, durante medio siglo, sirvió de adecuado rendez-vous. Esto, claro está, molesta y afecta el derecho del norteamericano de visitar Cuba cada week end. Qué lástima, ¿no?

II Los norteamericanos, llevando como consigna la declaración de Holmes, aportan su simpatía al Congreso de Panamá. “Quedó así frustrado –dirá más tarde Gil Fortoul– el doble pensamiento de Bolívar: salvar de la dominación de España y de la de los EUA a las islas de Cuba y Puerto Rico y establecer un equilibrio entre las naciones de origen hispánico y la república del norte”. Consecuencia de ello fue la profecía casi fatídica de Bolívar: “Los Estados Unidos parecen estar destinados por la providencia para llenar la América de miseria en nombre de la libertad”. Los generales como Páez y Santander apresuran ese destino; el primero, sin embargo, en su condición de godo irremediable, tendrá que reconocer más tarde en sus memorias: “Obstáculo muy grave encontró, por otra parte, y el más inesperado para nosotros, un proyecto que parecía llamado a ser combatido sólo por los españoles. El gobierno de Washington, lo digo con pena, se negó de todas veras a la independencia de Cuba y Puerto Rico, dando por razón entre otras, una que debe servir siempre de enseñanza a los hispanoamericanos, que “Ninguna potencia, ni aun la misma España, tiene en todos sentidos un interés de tanta entidad como los EUA en la suerte futura de Cuba… y ] 70 [


por lo que respecta a nosotros, angloamericanos, no deseamos ningún cambio ni en la posesión ni en la condición de las islas, y no veríamos con indiferencia que del poder español pasase a otra potencia europea. Tampoco querríamos que se transfiriese o agregase a ninguno de los nuevos estados de Suramérica… El principal obstáculo de Bolívar fue la enemiga yanqui”. Este testimonio de Páez atestigua lo que los EUA perseguirán en el curso de todo el siglo XIX y en el medio siglo XX transcurrido. La obligada suerte de Puerto Rico es una prueba de facto de lo que no se pudo dar integralmente en Cuba. Hoy, Kennedy, aplica airados epítetos que no rehúyen la estupidez a la actual suerte de Cuba; su país, en todo caso, tiene la culpa de ello, pues, si bien supo heredar de Inglaterra las virtudes de la piratería y del prejuicio racial, jamás supo apropiarse de la sutileza de la diplomacia inglesa; tampoco han imitado nunca el elegante estilo del Quai d’Orsay. Todo esto, no obstante, resulta perdonable: la cancillería americana jamás ha contado con un Claudel o Giraudoux, menos aun con un Kipling que quiera contar las rapacidades de su imperialismo desprovisto incluso de sus grandes ademanes. El pretexto –poco sutil– que ocasionó la intervención de los EUA en Cuba en 1898, la explosión del Maine, nos anima a pensar que la explosión de Le Couvre –y lo decimos a riesgo de parecer empíricos– se debió quizás a una misteriosa confusión de pabellones patrios por parte de mercenarios que ignoran toda noción de geografía, según demostraron los recientes invasores. Ese acto, la explosión del Maine, prefigura y anticipa las futuras incursiones de los infantes de marina a lo largo y ancho del Caribe. Como Ágiles-Apolos-del-Mar descenderán años más tarde sobre las desvalidas playas de ] 71 [


Nicaragua para instruirse y practicarse en el Arte de la Masacre, arte que culminará en 1933 con el asesinato de Sandino. Más tarde se instruirán en el Arte del Desfile, cuando en 1948 todo un batallón de la infantería de marina desfiló por las calles de Caracas para rendir pleitesía a la era democrática que Gallegos inauguraba. Las mismas tácticas –Arte de la Masacre que presagia dictaduras, Arte del Desfile que anuncia democracias, qué más da– emplearían tanto Hitler y Moussolini en España. En suma, y como siempre en nombre de la libertad, Cuba se desprendió de España, y quedó flotante en el medio del océano, demasiado próxima, tal vez, a fuerzas de gravitación demasiado poderosas y las adhirientes ventosas del joven pulpo yanqui se la adosan. Puerto Rico “prefiere” asociarse como estado libre. Pero desde hace mucho tiempo los EUA han dejado de intervenir en todas partes a nombre de la Libertad; sólo podrán hacerlo en nombre de la tiranía, de la bajeza, del miedo, de la cobardía, de la crápula banquera de que habla Miguel Hernández. En todo sitio donde quieran pronunciar la palabra libertad sólo podrá decírseles: Fuera, fuera, ladrones de naciones, Guardianes de la crápula banquera… Arrojados seréis como basura, De todas partes y de todos lados… Sólo se quedan los hombres Al calor de las batallas, Y vosotros, lejos de ellas, Queréis ocultar la infamia Pero el color de cobardes No se os irá de la cara.

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III L’américaine, la seule domination dont on ne réchappe pass. Je veux dire on ne réchappe pas tout á fait indemne. Aimé Césaire

Quisiéramos aquí, imitando a Aimé Césaire, plantear una ecuación sencillísima para un norteamericano: Libertad = Libertad de degradarse Degradación = Ejercicio de los Derechos Humanos luego: Libertad de degradarse = Ejercicio de los Derechos Humanos Aclaratoria: esta ecuación no es sólo válida fuera de los Estados Unidos, también allí, específicamente en el Sur, y en las Reservas, tristemente célebres. Aquí se puede agregar: Reservarse (en materia de indios) = Desaparecer como raza Así, desde 1898 hasta nuestros días, en Cuba sólo se operan los cambios que implican transferencia. Cuba es independiente de España, mas, dependiente del Tío Sam, luego, los polos contrarios se equilibran y todo continúa igual. Hasta ese punto, los americanos continúan fieles a una política. En ese medio siglo que facilita las transferencias, las dictaduras se suceden las unas a las otras; ellas, claro está, no molestan a los EUA porque vigilan atentamente que ningún cambio se opere. Vendrán, de vez en cuando, algunas democracias, pero estas, se ha demostrado, suelen ser poco peligrosas. Entre la democracia de Prío (el hombre que tenía tantos trajes como días del año) y la dictadura del Sargento infeliz Fulgencio Batista, la diferencia es risible. Los americanos, al ] 73 [


igual que los europeos, ante esos cambios, en realidad actos fallidos que anuncian que algo-se-prepara, hablan de “pequeñas revueltas suramericanas”. Poco importa. Ello es tan solo una muestra del desprecio occidental, a cuya civilización se nos ha repetido que pertenecemos. En todo caso, esto resulta normal. En la limitada mente del norteamericano figuran largos catálogos sabiamente enseñados que les ayudan a discernir sobre las diferentes idiosincrasias del planeta: en España hay toros; en París, Follies Bergeres; en Alemania, nazis; en Suramérica, mambo y cha-cha-chá; en Cuba, particularmente, había muchos burdeles. ¿Comprenderán entonces los yanquis que en Cuba se ha operado un extraño cambio porque sus actuales incursiones en La Habana revelan una alarmante ausencia de burdeles? Sería arriesgado afirmarlo. En todo caso, el norteamericano, uno de los pueblos más indiferentes que haya registrado la historia, protesta contra el cambio cubano. Pero ello es comprensible: se les dijo, también, que los “rojos” masacraban niños. Ahora los chinos se integran a la historia contemporánea y la modelan anunciándole nuevos giros. Pero ¿por qué? ¿no son acaso chinos? En consecuencia ya se oye hablar del Terror chino. A fuerza de insistencia han llegado los norteamericanos a comprender que los negros son también seres humanos. Ello implica un tremendo esfuerzo y hay que respetarlo, pues, si en los EUA aun quedaran indios, tal vez llegarían a la misma conclusión: que los indios, también, son seres humanos. He allí la causa entonces por la que sustraerse a la dominación norteamericana, acaso sea la tarea más ardua que pueda afrontar cualquier colectividad de hoy, ya que los fáciles argumentos de catalogación del yanqui terminan donde los catálogos comienzan a fallar. Es allí, en ese punto donde comienza la protesta del yanqui. Quizás, si ] 74 [


en España ya no hubiese toros, los americanos lograrían comprender que en España hay una dictadura. Pero sería injusto reconocer que los norteamericanos sólo protestan ante hechos tan trascendentes: ellos protestan cuando un negro pretende ocupar un puesto cualquiera en un autobús, ¿no se les asigna un puesto especial en la parte trasera? ¿No es ello una prueba palpitante de que el yanqui sabe ejercer sus derechos? Símbolo de ese robusto y sano espíritu de protesta es la inclusión del verbo linchar en los diccionarios de todas las lenguas. El tremendo handicap cubano ha multiplicado la protesta del gobierno yanqui, cuando este observa que sobre Cuba prosperan otras verdades y decrecen todas las mentiras. Con Batista, aun cuando los americanos lo incluyan en el código de su desprecio, todo prospera en Cuba; su catálogo de verdades revela algunas importantísimas –las mismas que florecieron– en Venezuela en la época perezjimenista: los burdeles, los casinos, los grandes hoteles administrados por la Hilton y la International, el contrabando, la trata de blancas, el turismo yanqui, los anuncios de neón –símbolo inequívoco del esplendor de un pueblo–, en fin, en Cuba se había instalado la libertad. De ella pueden atestiguar los tahúres internacionales, los mercenarios del mundo, los millonarios de Wall Street, las putas de Park Avenue, los morfinómanos y desviados sexuales de toda una sociedad decadente en vías de exterminio. Ellos pueden atestiguar de esa libertad de degradarse, la única que le saben reconocer a un pueblo para luego clausurarlo; además: hay que desahogarse y la puritana sociedad yanqui no lo permite. Para eso Cuba era estratégica, a pesar de las frecuentes reiteraciones de Henry Miller al mundo grotesco y abyecto de Broadway, verdadero Acrópolis de la ] 75 [


civilización yanqui, vía láctea, lactescente de asco y vituperación, donde en cada esquina se asiste a la paciente humillación del ser humano, donde se es libre. Porque para un norteamericano ser libre implica disponer de un otro en quien desahogar su libertad: el blanco es libre porque tiene al negro para manifestarle su libertad; el blanco es libre porque pudo eliminar al indio para demostrarle que era libre; el blanco es libre porque tienen al puertorriqueño que emigra a Nueva York para limpiar cloacas; el blanco es libre porque dispone de puntos estratégicos a lo largo de todo un continente donde expander su violencia y también donde saciar su hastío, donde dejar sus dólares. Y entre el blanco hay también categorías de la libertad, pero cada quien está conforme con la parte que le toca porque siempre dispondrá de un otro en quien su libertad se hace omnipotente; si no, la libertad es entonces un acto fallido. Todo ello explica la violenta reacción del gobierno norteamericano ante la revolución cubana. No hay posibilidades de coexistencia, dice él, pues, misteriosamente, el nuevo concepto de libertad que consolida en Cuba la verdadera guerra de independencia, implica la libertad de dignificarse, para que otras verdades florezcan: escuelas, reforma agraria, hospitales, distribución de los cultivos, ley de alquileres, conciencia de pueblo libre y digno. Así, para nosotros, hispanoamericanos, los valores cubanos se han trastornado: ellos significan para nosotros la auténtica toma de conciencia colectiva, en la que la palabra libertad tenga algo que decir: aquella que respetando la integridad del individuo, lo ensambla a la colectividad como parte activa y vigilante. Y esa colectividad reposa sobre la fuerza del proletariado. Poco importa entonces el riesgo que se corra. La dominación yanqui es implacable. Guatemala, Nicaragua, ] 76 [


Méjico, Corea, Japón, son muestras demasiado evidentes. Sin embargo, vale la pena jugarse la carta de la libertad: Cuba no está sola.

IV. PATRIA O MUERTE Es más difícil sacar a un pueblo de la servidumbre que subyugar a uno libre. Montesquieu

De Sartre es este axioma: el hombre está condenado a ser libre. Y bien, Cuba está condenada a ser libre; como Orestes, podría proclamar: “Soy mi libertad…” Es fatal y, por lo tanto, el pueblo más práctico de Occidente no entiende ese concepto inequívoco: la fatalidad inexorable del hombre y de los pueblos de ser libres. Ni siquiera el posible miedo a la maquinaria capitalista pudo detener ese acto colectivo e implacable que es la revolución cubana, ¿podrán entonces proclamar en Washington, como Egisto: “¿quién soy yo sino el miedo que los demás tienen de mí?” Ni siquiera eso, porque ya no inspiran miedo a nadie. Que se digan: “Soy el desprecio que inspiro”. Desde el comienzo de la revolución y a medida que esta crece, inflexible, drástica, radical, implacable, cruel, si se quiere, como todo proceso que un pueblo hecho voluntad y conciencia asume, cambios violentos se operan en cada ente cubano. Ante toda revolución, que es el único acto colectivo al que tienden todos los pueblos del mundo, las posibilidades de elección se hacen inevitables. Todo individuo tiene que elegir, como ser histórico, como conciencia. La revolución no puede eludirse porque, en caso contrario, ella vendrá hasta el propio ser ] 77 [


–el ser histórico– para emplazarle y exigirle una toma de conciencia. Es inevitable. Las clases dominantes y explotadoras son terminantes: sólo el rechazo cabe. Las clases explotadas y dominadas, el campesinado, la clase obrera, son terminantes: la aceptación huelga. Ello, naturalmente, alarma al Departamento de Estado: unos pocos hombres “embriagados con la libertad que acaban de adquirir” amenazan contagiar todo un continente, contagio que incluye al mismo país del Norte, según vaticinara Mr. Holmes. Un país se condena a ser libre y por primera vez en la historia del continente americano se establece una discusión, un desafío, de país a país, de estado a estado, aun cuando no de pueblo a pueblo, ya que el gobierno yanqui le niega al suyo toda comunicación con el cubano, dispuesto al diálogo con todo los pueblos del mundo. A esto se opone Mr. Kennedy con una testarudez que recuerda la soberana imbecilidad del tristemente célebre Secretario de Estado John Foster Dulles –aun cuando no sea necesario reconocer que, sin pena o con gloria, ese cargo sólo procura glorias tristes–, siguiendo casi la técnica del garrote de Theodoro Roosevelt, endulzada con la política del buen vecino que reparte “alimentos para la paz”, que, como siempre, son excedentes. Bien puede Mr. Kennedy, en su calidad de buen vecino a quien no le falta el garrote, desplegar en sus discursos los consabidos lugares comunes que todos los magistrados yanquis repiten continuamente: los sabemos de memoria y poco nos importan, pues, ya ni siquiera logran indignarnos: simplemente nos fastidian. Lo que sí nos importa es el caso cubano y lo que gana en carácter exportable cada vez que el imperialismo “mete la pata” y se pone en ridículo. Este fracaso de la invasión nos afirma más aun lo exportable de la revolución cubana y contribuye, por otra parte, a precipitar la caída ] 78 [


de la burguesía, pues, ella, “como clase, está condenada, quiérase o no, a tomar a su cargo toda la barbarie de la historia, las torturas de la edad media, el belicismo como razón de estado, el racismo así como la esclavitud, en suma, todo por lo que había luchado en los tiempos en que, como clase de ataque, encarnara el progreso humano”.3 Que desplieguen los EUA todo su fatigado arsenal de infamias contra Cuba, ello será inoperante; sus propios actos, quiéranlo o no, se volverán contra ellos. No perderemos nuestro tiempo desatando una serie de injurias más o menos certeras contra Kennedy y su pueblo. Sin embargo, señalaremos algunas cosas: Dijo Fidel Castro en su discurso del domingo 23 de abril que “Los EUA han puesto en la empresa invasora todo su prestigio y han salido desprestigiados, han quedado en ridículo ante el mundo”, es decir, se han equivocado en sus cálculos: creyeron que ante la sola llegada de la flotilla mercenaria el pueblo cubano se levantaría reclamando libertad y encontraron un pueblo unido, determinado como voluntad a defender su acto, la revolución. Los informes del CIA, al menos, habían manifestado que la rebelión sería inminente. Ya lo dice el refrán: fueron por lana y salieron trasquilados. Hace luego Fidel una breve alusión a la fábula del tiburón y las sardinas: “El tiburón se alimenta de sardinas, pero la sardina cubana se convirtió en un erizo que dificulta la digestión del tiburón”. Los trastornos digestivos afectan a menudo el funcionamiento de la bilis, ocasionando así graves disturbios en los mecanismos del humor, aun cuando este sea negro. ¿Por qué será? ¿Tan susceptible es entonces el aparato de ese gigantesco animal, que se descontrola ante la sola incursión de un mísero erizo en 3

Aimé Césaire, Discurso sobre el colonialismo. ] 79 [


sus vías de deglución? Debemos aclarar que el cerebro del tiburón denuncia una grave desproporción en sus dimensiones, de tal manera que enloquece fácilmente cuando las vías del raciocinio se le oscurecen. “El imperialismo –sigue hablando Fidel–, ante el rotundo fracaso ha sufrido un golpe muy duro y está como una fiera enfurecida. Ahora quizás acometa ciegamente como los rinocerontes heridos”. Este, acomete árboles, pero se estrella contra las montañas. Esta vez se ha estrellado contra esta consigna indeclinable: PATRIA O MUERTE. Bueno, como dicen los cubanos, “si los EUA se ponen en ridículo, allá ellos”. Fidel ha sido categórico: “Ya lo único que les queda es la intervención directa y como son capaces de las mayores imbecilidades a lo mejor lo hacen; pueden cometer una equivocación que les cueste la existencia; pero ojalá que lo hagan: yo puedo asegurar que ése será el fin del imperialismo, su suicidio”. Más adelante: “Nuestro deber es defendernos, allá ellos”. En su discurso del 20 de abril dijo Kennedy que el caso cubano era inagotable. Y, efectivamente, lo es, aun cuando el CIA haya agotado toda su inteligencia para apurarlo. También el CIA ha quedado en ridículo, demostrándose, de paso, que de nada valen las instituciones si son inoperantes, sobre todo cuando no deben equivocarse. Que no olviden los Estados Unidos que la empresa de la revolución ha sido sumamente difícil, que “es más difícil sacar a un pueblo de la servidumbre que subyugar a uno libre”; pero cuando la salida de la esclavitud se verifica a través de un acto radical y único y no a través de una simple reforma en los métodos y maneras (las conocidas transferencias de Democracia a Dictadura), entonces el sentido de la frase de Montesquieu se invier] 80 [


te: “Es más difícil subyugar a un pueblo libre que sacar a uno de la servidumbre”. Tal ha sido el caso cubano. Ya la conciencia de ser esclavo no modela al individuo y menos aun a las colectividades que adquieren certeza de sus actos históricos. La historia contemporánea –de la que Cuba entra a formar parte activa– ha desvalorizado los métodos que forzaron al hombre a aceptar pasivamente su esclavitud como un hecho irremediable. Cuba sólo podrá ser subyugada cuando se reduzca a la condición de ruina. El mecanismo de hacer hundir al esclavo más y más en la abyección de la servidumbre ha sido el mecanismo clásico de todas las civilizaciones que han subsistido por la colonización. Ese proceso ha sido el empleado por los blancos por las colectividades negras en el Sur de los EUA. La “toma de conciencia” –que no rehúye el público lavado de cerebro: recuérdese el caso Langston Huges– a que ha sido forzado el negro cuando el blanco admite que él es, también, un ser humano, constituye el típico mecanismo de la civilización occidental cuando se enfrenta a otras culturas que sabe superiores a ellas: lo quiso emplear Inglaterra en la India (como si la cultura inglesa pudiera resistir la más leve comparación con la cultura hindú), lo han intentado los franceses en Argelia. En suma, el “nativo” es, siempre, inferior al ocupante, el blanco es superior al negro. –¿No lo dijeron también los alemanes en los países que ocuparon? Pero ese es el problema de las civilizaciones gemelas: desde ese punto de vista la guerra mundial última fue verdaderamente “fratricida”–, dándose entonces por válida la ecuación de Aimé Césaire: Colonización = Cosificación

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La conciencia victimada del cubano se ha despertado: “Una vez que la libertad ha estallado en el alma de un hombre, los dioses no pueden nada contra él…” El caso cubano recuerda entonces la frase de Holmes: “… aquellos hombre embriagados con su libertad…” Finalmente, no vacilamos en declarar a la revolución cubana como un anticipo de la REVOLUCION IRREMEDIABLE, pues, ya no se trata de un cambio en los métodos, sino de un vuelco radical del ser humano a la conquista de otros maneras y otras relaciones y vínculos que establecerán las bases de un nuevo lenguaje, de una nueva vida que preparará, mientras se espera el advenimiento de la sociedad sin clases, “la preponderancia de la única clase que tenga aún misión universal, pues sufre en su carne de todos los males de la historia, de todos los males universales: el proletariado”.4 He aquí algunas opiniones acerca de la revolución cubana. Jean-Paul Sartre, Josué de Castro y Carlos Fuentes dicen la irritante condición en que vivía el pueblo cubano antes del proceso revolucionario y también de las nuevas, extraordinarias posibilidades que ha abierto este para la transformación, no sólo del pueblo cubano, sino también de todos los pueblos de América Latina, África y Asia, que siguen atados, gracias a la penetración económica del imperialismo, a través del comercio exterior y de las inversiones territoriales en dichos países, sin olvidar la penetración política manifestada en el sostenimiento de dictaduras o de “Democracias Representativas”. Los textos que reproducimos han sido tomados del libro Cuba, Transformación del hombre, editado por la Casa de las Américas. En él se recogen una serie de ensa4

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yos y testimonios de numerosos escritores americanos y europeos sobre este tema inagotable, como recientemente dijera el primer magistrado yanqui: la Revolución Cubana. Figuran allí Waldo Frank, Leo Huberman, Paul Sweezy, C. Wright Mill –autor de Escucha, yanqui–, Edmundo Desnoes, Paul Baran, etc.

Jean-Paul Sartre La falta de estructuración de la sociedad cubana tuvo por origen el monocultivo; el monocultivo, a su vez, creó privilegiados y víctimas, es decir, las estructuras coloniales de la super-explotación. Los mercados internos del país, controlados ellos también por los Estados Unidos, seguían por otra parte siendo limitados: el monocultivo iba a la par con los latifundios. Esa forma atrasada de cultivo, únicamente extensiva, no conducía solo a dejar abandonadas inmensas extensiones de terreno, sino que creaba igualmente un puñado de privilegiados que eran dueños de todo y mantenían a la masa campesina en la miseria: la producción nacional no podía encontrar salida en el mercado interior, porque la inmensa mayoría de los campesinos carecía absolutamente de poder adquisitivo. De esa manera los grandes propietarios –estuviesen o no conscientes de ello– eran los representantes del imperialismo extranjero sobre su propio suelo: luchar por la independencia de la economía cubana, por la soberanía del estado cubano, por la honestidad de su personal dirigente, era luchar primero contra ellos. El objetivo político se había desvanecido ante el objetivo económico, y este, a su vez, se desvanece ante el objetivo social. Los estudiantes, los pequeños burgueses querían al principio reformar las instituciones. Pero los revolucionarios, al pensar sus reivindi] 83 [


caciones reformistas, descubren súbitamente el único instrumento capaz de realizar las reformas: el pueblo. Y particularmente la clase más numerosa y más desheredada: los trabajadores agrícolas. La liberación de Cuba se encuentra, en este momento del pensamiento revolucionario, en manos del pueblo. Doblemente: sólo el pueblo puede sostener hasta el final la lucha por la independencia, porque el pueblo sufre en su cuerpo, por el hambre, por la miseria, por las enfermedades, por la fatiga inexorable la dependencia cubana y sólo mediante la elevación del nivel de vida popular, sólo así se podría romper con la estructura esterilizante de la economía, dar nuevo impulso al movimiento de industrialización, al desarrollo del policultivo. De IDEOLOGÍA Y REVOLUCIÓN

Josué de Castro La revolución cubana es, a mi modo de ver, la cristalización de los deseos de todos los pueblos latinoamericanos de emanciparse económicamente del dominio imperialista. Este sentimiento, que es hoy universal y que se desarrolló con el despertar de conciencia de todos los pueblos explotados por el colonialismo se afirma en América por la toma del poder del pueblo cubano, decidido a enfrentarse con todos los obstáculos y dificultades que se le opongan para liberarse política y económicamente del yugo del imperialismo norteamericano. Pocos países han sufrido tan duramente y tan dramáticamente como Cuba de este despotismo económico, gracias al cual, las dos terceras partes de la población cubana se ha mantenido en un estado de miseria y hambre, mientras una minoría privilegiada asociada a los intereses imperialistas nadaba en la abundancia. ] 84 [


La revolución cubana es un ejemplo de lo que puede la voluntad de los pueblos cuando son galvanizados por una fuerza catalítica, por una voluntad de acción y por una ideología. Que el ejemplo de Cuba fructifique en América. Río de Janeiro.

Carlos Fuentes La revolución cubana representa para mí la ruptura de la fatalidad geográfica y del determinismo histórico en América Latina. En su rápido proceso revolucionario, Cuba ha demostrado que es posible vencer al ejército de una tiranía mediante una fuerza popular; que es posible destruir la estructura feudal y semi-colonial de la economía al servicio de una fracción de plutócratas que a su vez sirve a empresas extranjeras; que es posible suplantar esa estructura arcaica por otra al servicio del pueblo; que es posible superar la servidumbre del monocultivo, cumplir una reforma agraria nacional, diversificar la producción agrícola y producir lo que el pueblo come; que es posible recuperar la riqueza malgastada por la oligarquía y el imperialismo cuando se cuenta con el verdadero apoyo popular; que es posible desarrollarse plenamente mediante el uso racional y abundante de los recursos propios; que es posible comerciar libremente con todos los países del mundo superando las prohibiciones interesadas del imperialismo. Representa la primera brecha abierta para la articulación de nuestros pueblos con el resto del mundo subdesarrollado, a fin de integrar, a la postre una fuerza internacional que transformará la historia: Cuba ha enterrado para siempre a la doctrina Monroe, a la organización pelele del Ministerio para las Colonias, y ha desenmascarado a todos los go] 85 [


biernos latinoamericanos que traicionan a sus pueblos. Ha abierto al mismo tiempo, el camino para derrotar definitivamente al imperialismo: la alianza con las naciones de África y Asia. Representa la destrucción de las justificaciones formales de nuestro atraso y la afirmación de las condiciones sustantivas para nuestro progreso. La democracia formal no asegura el desarrollo económico y social. En cambio, el desarrollo concreto –el que Cuba está llevando a cabo–, asegura la democracia concreta: la democracia de la alimentación, de la escuela, del hospital. Sólo así se alcanza la dignidad humana, y no mediante declaraciones retóricas. La Revolución Cubana ha devuelto su sentido recto a las palabras: la libertad es la de todos, no la de unos cuantos; el progreso es para la mayoría y no para una casta; la Patria no es una palabra de aniversario, sino el esfuerzo diario de todo el pueblo; la soberanía no es una excusa oratoria, sino una lucha concreta para rescatar la riqueza y la dignidad nacional. La Revolución Cubana representa nuestra realidad y nuestra esperanza: demuestra que de los hombres, del pueblo, depende abandonar la opresión y la miseria, superar todas las enajenaciones y construir su propia historia, su propio futuro. Cuba: la palabra que define la juventud de América, revigoriza a los hombres que habían perdido la esperanza y abre el horizonte del porvenir a todos los pueblos. Estamos con Cuba hasta la última gota de nuestro esfuerzo y de nuestra sangre. México, D.F. Publicado en Sardio, Nº 8, mayo-junio, 1961

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Entrevistas

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Entrevista con Adriano González León Carmen Virginia Carrillo

Adriano González León, conocido ampliamente como narrador, ganador del premio Planeta por su novela País Portátil, recién presentó su primer libro de poemas, ofreciendo a sus lectores una nueva faceta de su quehacer literario. Formó parte de los grupos más importantes de la década del sesenta en Venezuela, Sardio y El Techo de la Ballena. Sus compañeros lo consideran el líder de ambos movimientos. Hace algunos años, cuando iniciaba mi investigación sobre las propuestas poéticas de los sesenta en Venezuela, pude conversar con González León sobre el tema. He aquí una parte de sus opiniones. –¿Cómo surge Sardio? Sardio es el resultado de una agrupación que no se debe al azar. Hubo acontecimientos de carácter social y político que contribuyeron a que nos encontráramos en el liceo Fermín Toro a comienzos de la dictadura de Pérez Jiménez. Mucha gente venía a Caracas de todas las regiones del país; nosotros coincidimos allí y descubrimos que teníamos muchas cosas en común: lecturas, sintonías en cuanto al gusto musical, teatral y cinematográfico, referencias de autores clásicos y, sobre todo, el gran interés por las transformaciones que el arte y la literatura habían tenido en nuestro siglo. A través de movimientos como el surrealismo y el expresionismo, o de individualidades como James Joyce, Marcel Proust o ] 89 [


Kafka –por nombrar tres de los grandes–, o las búsquedas idiomáticas impresionantes de escritores de América como Miguel Ángel Asturias, Jorge Luis Borges o Alejo Carpentier. Todo esto hizo que poco a poco comenzáramos a reunirnos para conversar en cafés y bares cercanos al liceo o a la universidad. Después que el grupo fue aumentando con amigos llegados de otras partes, surgió, como siempre surge en todo conjunto de gente nueva, la idea de publicar una revista y hacer unas ediciones para dar a conocer los trabajos de la gente. Como todos los grupos jóvenes, nosotros pensábamos que lo anterior a nosotros no servía, que los viejos eran torpes y no habían llegado a grandes realizaciones. Nos gustaba hablar mal de las figuras consagradas, esto nos unía dentro de las negaciones; sin embargo, desde temprano tuvimos extraordinarias afirmaciones. Sabíamos quiénes eran Ionesco y Samuel Beckett, escuchábamos a Stravinski, conocíamos al Neruda de Residencia en la Tierra, a Vicente Huidobro y a ese extraordinario poeta del continente que fue César Vallejo. Todo este conocimiento nos aportaba elementos que nos ayudaban en nuestros reclamos a las generaciones anteriores. –¿Qué posición asumían frente a las obras de los autores venezolanos consagrados de la época? Hacíamos exagerados reclamos a la narrativa de Rómulo Gallegos, por poner un ejemplo, porque sentíamos que le había faltado audacia en la transformación del tiempo y el espacio novelesco, que no había avanzado en la búsqueda de intenciones imaginativas y frenéticas como las logradas en Europa y Norteamérica con Faulkner, en las cuales se presentaban proposiciones del punto de vista formal muy audaces que ponían a caminar a la literatura. Quizás exageramos un poco, y ] 90 [


en ello hubo un deseo de simulación banal, de hacernos los niños terribles. Sin embargo, al lado de todo esto, yo preparaba los relatos que después constituyeron Las Hogueras más Altas y Salvador Garmendia preparaba sus Pequeños Seres –que se convirtió en la gran novela que es–; y Luis García Morales, Ramón Palomares, Guillermo Sucre, Francisco Pérez Perdomo y Edmundo Aray preparaban una gran poesía que iba a formar, sin duda alguna, la expresión nacional. En cierto modo, ahora que ha pasado el tiempo y hacemos un balance, sentimos que teníamos en verdad razón en lo que postulábamos, en la necesidad de realizar un cambio en las estructuras narrativas y en la elaboración de una poemática, sobre todo con la libertad creadora y en la aglomeración de los momentos más audaces, algunas veces extra–poéticos. Teníamos razón en ciertas proposiciones teóricas en materia estética expresadas en manifiestos y editoriales, en notas críticas publicadas en nuestra revista, pero quizás se nos pasó la mano en la absoluta negación de muchas realizaciones anteriores a nosotros. – ¿Esa actitud de negación total de la tradición no resultaba un tanto exagerada? Desde muy temprano tuve la oportunidad de darme cuenta del peligro que se corre al negarlo todo, ya que tuve la fortuna de conocer a Alejo Carpentier cuando comenzaba mi trabajo en El Nacional. Yo era un poco como secretario de El Papel Literario que dirigía Picón Salas, escribía la columna Señal de Hispanoamérica y me tropezaba dos veces por semana con Carpentier en un bar llamado La Pilarica, en el que hacía un alto mientras llegaba el periódico; durante mucho tiempo me limité a observarlo desde lejos, hasta que un día me atreví a acercármele y nos pusimos a conversar. Alejo era una ] 91 [


catedral de conocimientos, además de un extraordinario conversador. Sabía de literatura, de música, de pintura, de historia, contaba anécdotas personales con Robert Desnos, Eluard, Aragón. Estuvo muy cerca del surrealismo y de la música de vanguardia. Cuando Carpentier me sentía exageradamente negador de lo anterior me decía: cuídese de esas fiebres de primavera, para luego añadir: los jóvenes siempre tienen razón en lo que afirman, pero no siempre en lo que niegan. Esta enseñanza de Alejo Carpentier fue fundamental para mí y para muchos de mis compañeros de Sardio, de allí que aprendiéramos a afirmar la vanguardia, a revisar los momentos del pasado en los cuales un escritor, un escultor o un músico habían cumplido a cabalidad con las apetencias universales y necesarias y cómo, en su momento, fue revolucionario en su proceso creador. Esto es el resultado de la conciencia estética del grupo, lo que permite, a la mayoría de los componentes del grupo, que en uno u otro campo de la creación, figuren con relevancia dentro de la literatura nacional y continental. – ¿De dónde surge el nombre del grupo? Nosotros, en nuestro afán de no parecernos a los tradicionales, no queríamos denominar ni las ediciones ni la revista con nombres acostumbrados. Un día que leíamos El Apocalipsis de San Juan en voz alta, encontramos la enumeración de los minerales con que estaban hechas ciertas ciudadelas a las que se refería San Juan, entre esos minerales aparecía el sardio. Jugando un poco con la palabra, una vez escribimos una carta a nuestros equivalentes en materia de vanguardia en Maracaibo, los miembros del grupo Apocalipsis, que decía: el Sardio que contagia la frente de los taciturnos –siempre recuerdo esa expresión porque nos causó a todos mucha impresión. Probablemente no tuvo significación para la gente ] 92 [


ajena a nosotros, pero para nosotros constituyó un gran hallazgo. – ¿Cómo se inicia el proceso editorial de Sardio? Sardio, al contrario de todos los grupos que comienzan editando revistas, se inicia con la edición de mi primer libro de relatos, Las Hogueras más Altas. Mediante un ingenioso método de venta de bonos previo a la salida del libro, logramos juntar el dinero para pagar la imprenta –por supuesto, era una edición limitada de 1.000 ejemplares –. No teníamos el carácter de editorial en tanto que empresa distribuidora, pero fuimos difundiendo Las Hogueras más Altas en algunas librerías de Caracas. Enviábamos los libros a algunos amigos y compañeros del interior, a algunos críticos del país y a escritores connotados del continente a los cuales podría interesar. Para gran sorpresa nuestra, a los dos o tres meses comenzaron a llegar al papel literario trabajos sobre el libro. Críticos como Labrador Ruiz, de Cuba, y Ricardo Lachant, de Santiago de Chile, enviaron notas grandes donde expresaban su entusiasmo por el libro. Esto nos animó a seguir con las ediciones; luego vino El Reino de Ramón Palomares y Los Pequeños Seres de Salvador Garmendia. Cuando cae la dictadura ya el grupo tiene cierta robustez, tenía incluso un lugar desde donde dirigir sus ediciones artísticas y literarias, como lo era la librería– galería en un edificio del centro de Caracas. Nos implicamos en el hecho político y en la resistencia, y cuando comienza a salir la revista se dan también las diferentes polémicas en el plano estético. –¿Cómo asumen los integrantes de Sardio la vanguardia: como un compromiso consciente, una búsqueda desde las necesidades ideológicas o por conectarse con lo que se está haciendo en Europa? ] 93 [


Venezuela estaba en bastante retraso con respecto a las tareas de transformación cumplidas en Europa o en los Estados Unidos. Se habían hecho cosas de mayor empuje y mayor renovación en México y Argentina. Lo que nosotros hicimos fue tratar de ponernos un poco al día en las búsquedas de carácter formal, en las maneras de tratar el tiempo y el espacio, en romper los esquemas lógicos en la expresión literaria. Nos dimos cuenta que coincidíamos en una búsqueda estética, que teníamos gustos y preocupaciones comunes y comenzamos a elaborar códigos de comportamiento, no sólo participábamos en el hecho estético, sino en la manera de vivir, hasta la comida era en cierto modo, para nosotros, un “hecho sardiano”. A todos nos debía gustar lo mismo, de acuerdo a un espíritu de secta que practicábamos. Esto nos llevó a crearnos una imagen muy antipática frente al resto de la gente que nos acusó de ser un grupo elitesco y exclusivista, ajeno a la realidad nacional. En el criterio estético del momento parecía privar el realismo socialista; nosotros lo considerábamos abominable y, en este sentido, constituíamos una excepción; participábamos de la izquierda en cuanto movimiento político, pero no creíamos en los postulados impuestos por el estalinismo, nosotros fuimos incluso anti-estalinistas. –¿Por qué muere Sardio? A Sardio le ocurre lo que a todo grupo o movimiento en el mundo: tiene un tiempo de comienzo y tanteo, un tiempo de madurez y un tiempo de disolución. Esa ley es implacable y se cumplió. No podía durar mucho tiempo el acuerdo ideológico y estético entre todos los miembros del grupo. Hubo un tiempo en que no estuvimos de acuerdo y pienso que fue concretamente en el ] 94 [


plano político. Fue la revolución cubana sin duda alguna la que contribuyó a la ruptura. El sector que se alineó a las proposiciones de la revolución –que para ese momento juzgábamos extraordinarias– tomó un rumbo, y el sector que veía con reservas el personalismo de Fidel, y que era respetuoso de la militancia que ya había tenido un papel en la organización política de Betancourt, tomó otro rumbo. Sardio en tiempos de la dictadura estaba compuesto por adecos y comunistas, y esa unidad, una vez caída la dictadura, se fue fragmentando igual que el hecho político y el proceso ideológico. Estéticamente continuamos con los mismos criterios de vanguardia, sólo que en un momento dado al sector revolucionario –sector que se fue más a la izquierda– se le suman nuevos nombres como los de Juan Calzadilla, Caupolicán Ovalles, Gabriel Morera. Quisimos ser más agresivos, un poco como resultado de la violencia que en el país comenzó a generarse. A partir de los sesenta se produce el fin de Sardio y surge El Techo de la Ballena. –¿Cuáles son los elementos más resaltantes de El techo de la Ballena? El Techo de la Ballena hizo de la agresión, del desplante, de la provocación, un hecho estético. Teníamos conciencia de que esa provocación y ese desplante se cumplía como protesta, pero se agotaban en el mismo momento en que se cumplían. Teníamos conciencia de que eran actos irrepetibles, como por ejemplo en el terreno plástico, que fue donde más se destacó El Techo de la Ballena. Ante el exceso académico al que llegó el abstraccionismo geométrico, nosotros propusimos la presencia de la materia, la libertad del trabajo con los materiales más dispersos y extra pictóricos. Para formar las estructuras del cuadro nos asociamos a las corrientes ] 95 [


informalistas que, desde España, acaudillaban Tapies y Millares, una pintura que rompía con el criterio equilibrado de línea vertical y horizontal. Había un apetito más denso, expresivo y sensual de la materia, en el color y los elementos que formaban parte del cuadro. Carlos Contramaestre junto a Caupolicán Ovalles dieron el nombre al grupo. Organizamos una exposición titulada “Homenaje a la Necrofilia”, porque la muerte estaba a la orden del día en un gobierno donde la represión era brutal, y nosotros hicimos de la agresión y la tortura en el arte una bandera de combate solidaria con la gente que en ese momento en las montañas o en las agrupaciones urbanas hacían oposición al régimen. Cuadros hechos de materia deleznable, como lo era la carne de oveja, no iban a durar más de diez días. La exposición de la necrofilia ha sido una de las provocaciones más altas y terribles que se ha hecho en la historia de la pintura en Venezuela. El Techo de la Ballena tuvo contactos internacionales muy importantes y hasta de carácter personal con el grupo de los Beatniks, la generación terrible de San Francisco, con los poetas del Nadaísmo colombiano, con La Bufanda del Sol de Ecuador. En este sentido se sumaba a una corriente continental de transformación en el ámbito artístico, que sin duda ha marcado una pauta en la literatura latinoamericana de las últimas décadas.

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Entrevista con Edmundo Aray Carmen Virginia Carrillo

La versatilidad de las producciones artísticas de Edmundo Aray abarca no sólo todos los géneros literarios, sino también el trabajo cinematográfico, aunado a la extraordinaria vocación por el trabajo editorial y la promoción en todos los ámbitos de la cultura, en cuyas prácticas se iniciara a comienzos de los años sesenta, con su participación en los grupos: Sardio y El Techo de la Ballena. –Quisiéramos que nos hablara sobre su experiencia en Sardio y El Techo de la Ballena. Durante mi infancia y adolescencia residí en Barquisimeto. En el año 1957, Alí Rodríguez, Rubén Monasterios y yo creamos un grupo que se llamaba Vasudeva, muy influido por la cultura india y, particularmente, por las lecturas de Herman Hesse. Cuando voy a Caracas para estudiar Economía y Periodismo, en el año 1954, me relaciono con Adriano González León, particularmente, y con Freddy Guzmán. Comienza mi existencia alrededor de lo que posteriormente fue el grupo Sardio. Era muy joven. Luego, la empatía con Gonzalo Castellanos permitió un mayor acercamiento a la actividad de Sardio, además de mi interés por el trabajo editorial. Gonzalo era un esteta que gustaba mucho del diseño de publicaciones, cuidaba con esmero cada libro, era geométrico, de alguna manera buscaba la perfección en todas sus actividades. A través de ellos establezco vínculo con el movimiento. ] 97 [


Participo, sobre todo, a partir de los números tres y cuatro de la revista en el que se incluye uno de mis primeros poemas De cómo regreso de mi estancia. También desde sus inicios, antes de la apertura de la galería Sardio –por cierto, al lado de la galería había un bar: el Iruña en el cual se profundizó la amistad y las relaciones alrededor de la poesía– mi actividad se concretaba a estimular, a promover la acción de grupo y a hacer el trabajo editorial con Gonzalo. Se comienza a sentir mi presencia con las ediciones de los libros Los pequeños seres, de Salvador Garmendia, y Fantasmas y enfermedades, de Francisco Pérez Perdomo, y de la revista: los números cinco-seis, siete. En el número ocho paso a formar parte del Consejo de Redacción junto con Gonzalo Castellanos y Rodolfo Izaguirre. Se trataba de un número en el que se asumía un mayor compromiso político, particularmente con la Revolución Cubana. Al mismo tiempo, manifestaba mi identidad con El Techo de la Ballena, movimiento que había irrumpido en marzo de 1961 con una exposición: Para restituir el magma, y en él figuraban entre sus creadores los miembros del Consejo de Redacción del número ocho de la revista Sardio, junto con Carlos Contramaestre, Caupolicán Ovalles, Salvador Garmendia, Gabriel Morera, Perán Erminy, Efraín Hurtado y otros. La parte final de ese número traía consigo la subversión, pues insertaba las primeras acciones balleneras. Entonces residían en el exterior Adriano, Guillermo Sucre, Luis García Morales, Rómulo Aranguibel, Elisa Lerner, parte sustancial de Sardio. –O sea que Sardio comienza siendo un movimiento meramente poético, con una intención editorial y luego se contagia de la necesidad de la subversión. ] 98 [


No, propiamente no. Sardio tenía un carácter ecuménico, con proposiciones renovadoras del hecho creador, de amplio espíritu libertario, acaso pretencioso en los modos de anunciar su existencia. Participaron poetas, pintores, escritores, gente de cine, críticos, ensayistas –por cierto, el autor del ensayo inaugural, La nueva conciencia política, es de Ramón Escobar Salón. Comenzamos con este número ocho a subvertir la vida dentro de nosotros mismos, es decir, El Techo de la Ballena irrumpe en Sardio. Influenciado, además, por Carlos Contramaestre y Caopolicán Ovalles, quienes consideraban que ya Sardio no tenía sentido pues el país y el continente reclamaban una acción de mayor contundencia. –¿Por qué deja de tener sentido Sardio? ¿Cuál es la diferencia entre Sardio y El Techo de la Ballena para que se sienta que uno está perdiendo sentido y necesita nacer el otro? Yo diría que dos cosas funcionan: el contexto artístico y la sociedad política. En esos momentos hay un cúmulo de efervescencias. La Revolución Cubana, en su mayor auge, había estremecido al continente y nos estremeció igualmente a nosotros. Igual sucedía con el informalismo: el movimiento en España nos trastorna, nos conmueve. Llegan pintores, gente que viene directamente de Europa y nos sacude desde el punto de vista plástico. Llegan Carlos Contramaestre y Caopolicán Ovalles. Elementos de orden subversivo, digamos, tanto en las artes plásticas como en la literatura, y también, consecuencialmente, en la política. –Era más subversivo El Techo de la Ballena que Sardio. Mucho más. Una parte sustancial de Sardio se inscribía dentro de una concepción social demócrata. Había gente ligada a Acción Democrática, pero también a la izquierda política. Algunos se había separado de la mili] 99 [


tancia por rechazo a las posturas de orden escolástico y a la disciplina del partido, el estalinismo nos agobiaba. De manera que Sardio, si enmarcado dentro de una concepción social demócrata, estaba mucho más allá, en una especie de izquierda democrática. –El partido comunista comienza a agobiarlos por la falta de libertad, sin embargo la Revolución Cubana despierta una serie de necesidades a nivel ideológico y ésta es una revolución comunista. No, en absoluto. Para nosotros la Revolución Cubana significaba una revolución dentro del marxismo, en los dominios del socialismo de estado, dentro del estalinismo, es decir, iba más allá. La Revolución Cubana realmente significaba la revolución dentro de la revolución y el Che Guevara es justamente anti estalinista por excelencia. – ¿Es por esto que los que se mantienen dentro de la orientación comunista se van a Tabla Redonda? De alguna manera, Tabla Redonda es una necesidad del partido comunista. Ellos observan, particularmente Jesús Sanoja Hernández, que se está conformando un grupo muy especial –Adriano González León, Salvador Garmendia, Rodolfo Izaguirre, Guillermo Sucre, Luis García Morales– y comenzaron a tener ojerizas, si se quiere, por aquel movimiento. Recuerdo que Jesús Sanoja convocó a jóvenes escritores –Rafael Cordero, Samuel Villegas, Rafael Cadenas, Manuel Caballero y otros más– para crear una revista, conformar un grupo capaz de confrontar a Sardio, que finalmente cristaliza en Tabla Redonda. El P.C.V. no podía perder su papel de vanguardia dentro de la inteligencia venezolana. –No obstante, la vanguardia artística se materializa con mayor énfasis en Sardio y El Techo de la Ballena, especialmente si hablamos de ruptura y crítica radical, de confrontación con la sociedad en todos los niveles. ] 100 [


Pudiera ser. Lo que pasa es que en Tabla Redonda sucede un acontecimiento, no sólo en Tabla Redonda sino en la poesía venezolana y en la poesía continental, se les ocurre nada menos que publicar un libro de Rafael Cadenas, Los cuadernos del destierro, 1960. Esta publicación constituyó un verdadero suceso en la poesía del país, y eso nos unió: la identidad poética. Es decir, por un lado se publicaban notas que aludían a Sardio como afrancesados, y por otro la poesía nos estrechaba. Si en Cruz del Sur aparecía un texto para polemizar, para enfrentar a Sardio, al mismo tiempo leíamos y confrontábamos nuestro trabajo de creación, celebrábamos los hallazgos, pernoctábamos el universo político, compartíamos tristezas, melodramas de unos y otros, participábamos de la complicidad. El Reino, 1958, de Ramón Palomares, fue un acontecimiento. De igual manera, el libro de Cadenas. La poesía o el ardor de la existencia encendían las celebraciones, cuando no el ejercicio crítico. La polémica siempre nos fue un modo de convivir en medio de la violencia o de los disparates de la democracia. – ¿Cómo funcionaba la editorial de Sardio? Con bonos y suscripciones. Hacíamos bonos para financiar cada libro, bonos de diez, veinte bolívares. De aquellos días recuerdo la persistencia de Adriano en la búsqueda de financiamiento para nuestras publicaciones. Valga una anécdota: cuando publicamos Las hogueras más altas, que se imprimió en un pequeño taller situado en Catia –edición discreta, por cierto–, se coló en la pestaña introductoria el símbolo del dólar, motivo para que fastidiáramos con las variantes del humor. Realmente Adriano taladraba a quien fuera, particularmente a los amigos y coterráneos. Una vez nos encontramos en la Universidad Central con Rafael Caldera, quien ] 101 [


era profesor de Adriano en la Escuela de Derecho; pues bien, Adriano, después del saludo de rigor, le ofreció el bono que habíamos emitido para editar Las hogueras más altas, el doctor Caldera adquirió dos o tres con la esperanza –así dijo– de disfrutar el libro. Publicábamos nuestros libros con el apoyo de familiares y allegados, con la colaboración de la gente política, además de los aportes personales de los propios autores. – ¿Había un equipo editorial? ¿Quiénes lo conformaban? Normalmente Gonzalo Castellanos y yo,–aprendiz entonces como ahora– en lo que respecta al trabajo con las imprentas. Previamente los textos eran leídos por todos los compañeros y, particularmente, a los fines de su publicación, por los miembros del Consejo de Redacción de la revista. Después, en El Techo de la Ballena se repite el procedimiento, pero al trabajo de diseño se incorpora un excelente artista y diagramador, Daniel González. – ¿Cómo se distribuían las revistas y los libros? Los distribuíamos nosotros mismos, visitando librería por librería. En el período de Sardio, el centro de distribución era la librería Suma, que dirigía José Salazar Meneses. No acudíamos a las distribuidoras especializadas –que, por cierto, eran muy pocas–, aparte de que no manifestaban interés alguno por nuestras publicaciones. Cumplíamos sí, con quienes adquirían los bonos o hacían aportes especiales. –¿Cuándo comienzan a sentir la necesidad de realizar exposiciones? Desde el mismo momento en que comenzamos a reunirnos: pintura, poesía, literatura y pensamiento político estaban estrechamente ligados para nosotros y nuestra concepción de la vida, de la estética y de la cultura. ] 102 [


Antes de iniciar la publicación de la revista creamos la galería Sardio, lugar de encuentro de artistas, profesionales, políticos, bohemios y de particular atención por parte de los agentes de la Seguridad Nacional –policía política de la dictadura. – ¿Esta concepción estética de la integración de las artes llega a ustedes como una herencia de Elite y Viernes? Diría que no. Nosotros conocíamos más la literatura francesa o inglesa o norteamericana que nuestra propia literatura. Conocíamos, quizás más, a los escritores argentinos o mexicanos que a los nuestros, por supuesto que conocíamos a los escritores de Viernes, pero no había mayor interés, salvo excepciones. – ¿No existía ningún tipo de vínculo con algún grupo? Nos ligamos sobre todo a Contrapunto. De Viernes nos interesaban aquellos poetas que asomaban cierto ejercicio surrealista, todo aquello que sorprendía, en cuanto violentaba cánones. Viernes fue un movimiento de disímiles y hasta contrapuestas búsquedas: compartían sonetistas, modernistas, vanguardistas, surrealistas. Los conocíamos, los leíamos, apreciábamos el trabajo de algunos poetas –Vicente Gerbasi, por ejemplo– pero, ciertamente, estábamos más interesados en la escritura que se hacía en otros países. –Se dice que Juan Sánchez Peláez fue un escritor muy leído por ustedes, es él quien trae desde Chile la tradición surrealista de Mandrágora. Juan Sánchez Peláez es el poeta que en ese momento nos interesaba más. Teníamos un amor total por Elena y los elementos, muchos de nosotros citábamos de memoria los versos de Juan Sánchez Peláez. – ¿Sirve él de conexión con los movimientos literarios latinoamericanos de vanguardia? ] 103 [


No, el trabajo de Sánchez Peláez ha sido siempre muy solitario. Sin embargo, Juan conocía, si se quiere, de primera mano, la poesía del continente. El estrechamiento de la amistad se logra por vías de la poesía, aquí en Venezuela como fuera del país. Necesitábamos buscar a Juan para saber quién era aquel poeta de insólitas imágenes y sorprendente desenfado en el uso del lenguaje. –Existe una polémica entre los críticos literarios sobre cuándo comienza la vanguardia en Venezuela, unos hablan de la Generación del Veintiocho, otros hablan de Viernes y otros destacan el inicio de la vanguardia con Sardio y El Techo de la Ballena, por considerarlos los grupos que realmente proponen una ruptura radical con la tradición. ¿Cuál es su opinión al respecto? Contenidos de vanguardia ya existen en Viernes, contenidos de vanguardia que van a servir para un cambio dentro de la literatura venezolana y particularmente en la poesía. Contenidos y proposiciones de vanguardia existen, igualmente, en los escritores de Contrapunto. En el caso de Contrapunto pasa que no logra conformar un movimiento, pero Antonio Márquez Salas, por ejemplo, es una figura fundamental en la narrativa venezolana, particularmente en la cuentística. Sardio determina vanguardia en cuanto hubo una cohesión grupal, una cohesión estética y de concepción del mundo, y porque, además, mantuvimos durante un período de tiempo un trabajo continuo. Un trabajo que no ha cesado porque en general la mayoría de la gente que estuvo ligada a Sardio y a El Techo de la Ballena ha sostenido su trabajo creador, en sus proposiciones sardianas, que no balleneras. – ¿Cómo ve usted la evolución de los planteamientos estéticos, de la visión del mundo, de la ideología de los miembros de estos dos grupos, respecto a lo que están haciendo en estos momentos, en la madurez de sus vidas? ] 104 [


Una de las búsquedas fundamentales nuestras ha sido la investigación del lenguaje, de la palabra, y ese trabajo no se ha abandonado. Ninguno de nosotros ha abandonado el trabajo de la palabra, la investigación, el disfrute de la palabra, la recreación del verbo, allí tienes Viejo, el último libro de Adriano González, cualquier libro de nosotros, Las crónicas cinematográficas de Rodolfo Izaguirre, son, a manera de ejemplo, expresiones contundentes de un ejercicio lúdico, exquisito con la palabra. En Adriano se encuentra un juego frondoso con la memoria, incursiones del humor. Otros nos hemos mantenido cercanos al surrealismo, a la sorpresa, a los ajetreos del humor y de la experimentación. Todos convertimos la palabra en un objeto de permanente exploración. –Comentaba usted que los integrantes de estos grupos concebían como una necesidad vital el cambio de la existencia, para de allí partir hacia el cambio de la sociedad. ¿Podría hablarnos un poco sobre eso? El lema de El Techo de la Ballena se lo sustrajimos a Rimbaud: cambiar la vida, transformar la sociedad. Para algunos de nosotros –los marxistas– se trata de transformar la sociedad en función de un ejercicio libertario para poder cambiar al hombre. Pues bien, tratamos de juntar ambas cosas, los marxistas entendíamos que ambas visiones funcionaban conjuntamente. Para la mayoría de los compañeros de El Techo de la Ballena, se trataba de cambiar la vida para transformar la sociedad. Esto, por supuesto, nos separaba del partido. El partido allá, con su ortodoxia, y nosotros acá –jinetes del Apocalipsis, leviatánicos, arponeros del Pequod y, al mismo tiempo, grifo de ballena–, sumidos en el proceso de recrear la vida, de salvarla a través de la subversión: ruptura con los patrones del acomodo, ruptura de los estrechos parámetros del partido. ] 105 [


En cuanto a la conducción de la vida política, el movimiento Veintiséis de Julio estaba más cerca de nuestras proposiciones. De allí que insistiéramos mucho en el compromiso revolucionario, en la provocación aún hasta en nuestro modo de ser, en la entrega existencial a la literatura. – ¿Cómo se asume la subversión, desde que aspectos? En el modo de asumir la vida cotidiana, en la militancia política y literaria. De allí la necesidad de utilizar el humor como instrumento de trabajo, de la transpiración escatológica. Sin duda fuimos abruptos, violentos, agresivos, porque la sociedad además era violenta. Adriano publica un libro llamado Asfalto infierno, virulenta crítica contra el modo de existencia de la sociedad del capital, del propio hombre venezolano. Asumíamos la subversión como una totalidad, para decirlo en términos althuserianos. –La virulencia que muestran los textos de Sardio y El Techo de la Ballena respecto a la ciudad, de alguna manera, se percibe hoy en día con la misma intensidad. Desde nuestra perspectiva actual, pensar en esa sensación de agresión de la urbe en textos escritos hace treinta años nos hace preguntarnos cuáles eran las razones para que los escritores de estos grupos sintieran tal hostilidad en la Caracas de los sesenta. ¿Tiene que ver, acaso, con el hecho de que la mayoría de sus integrantes fueran de la provincia? Creo que no. La ciudad era muy agresiva, las policías eran agresivas, se perseguía a la inteligencia. Una ciudad en la que el ser humano no cuenta sino como cosa. Una ciudad reificada. Una ciudad disparatada, sujeta al negocio fácil del poder político y del capital que ha crecido a costa del tesoro nacional. Frente a la ciudad, los políticos, las policías, la brutalidad cotidiana, opusimos la contra violencia a través ] 106 [


del ejercicio creador, de la denuncia abierta, del humor negro, del asalto a cualquier modo de expresión. Éramos subversivos en ese sentido. De alguna manera nos enmontañamos en la ciudad. – ¿Cómo se manifestaba la subversión de la intelectualidad de los años sesenta? El Homenaje a la necrofilia fue un acto guerrillero. Tomamos por asalto un garaje y allí montamos los cuadros de Carlos Contramaestre. Una foto tomada en Cabimas, en el matadero de Cabimas, con una leyenda, “El Artista en su Taller”, dice del aliento de la proposición. El catálogo de la exposición de la necrofilia reúne toda una carga explosiva en el ámbito de la cultura del país, de la vida plástica y el hacer literario. El catálogo contiene un texto corrosivo de Adriano González León. Algunos de los títulos de las obras los desenterramos de pudrideros y cementerios. Fuimos necrólogos, que no necrófilos, porque el país respiraba una atmósfera fúnebre, la muerte con su festín de terror. El Homenaje a la necrofilia fue un acto guerrillero, queríamos irrumpir, violentar, agredir a los agresores. – ¿Qué resonancias tuvo esta exposición en la sociedad de la época? Tremenda, muy fuerte. Quizá hubiera sido menor si no se da la circunstancia de que el catálogo fue publicado en la Imprenta Universitaria y lo supo la gente de Capriles –perseguidores. Lanzaron una campaña feroz contra la Universidad. Esto da lugar a que se arme un escándalo mayúsculo, a tal punto que nosotros tomamos ciertas precauciones. El escándalo a ocho columnas: las ocho de El Mundo y las cinco de Ultimas Noticias, en primera página. Hubo un momento que llegamos a pensar en la represión por parte del régimen, que era poco contemplativo. ] 107 [


Venga a cuento una anécdota. Un día decidimos afrontar la situación. Fuimos al garaje que hacía de galería de pintura. ¿Cuál es nuestra sorpresa? Encontramos la “galería” esterada de gusanos. Resulta que el pintor no había trabajado bien los huesos y las vísceras, y en dos días se formaron los gusanos. –Respecto a la cohesión del grupo, a los que pasan de un grupo al otro, qué nos puede decir, ¿había algún tipo de liderazgo? Te comenté que introdujimos la subversión en el número ocho de la revista Sardio; creamos El Techo de la Ballena existiendo Sardio, una inconsecuencia que no perdonó nunca Guillermo Sucre. Los demás sí porque eran más afectivos, nos relevaron de culpas. Pero Guillermo Sucre fue muy difícil, escribió a Gonzalo Castellanos una carta de enorme enfado, de ruptura total con el amigo. Guillermo se sintió muy golpeado, particularmente traicionado por Gonzalo. Para colmo Adriano regresa a Venezuela. Llegaba el líder de París en medio de la eclosión de El Techo de la Ballena. Abriendo el Techo, llegando Adriano. No había nada que hacer, ni vuelta atrás: la ruptura estaba planteada. Sardio muere –aún Sardio sigue vivo, allí está su trabajo– porque si Luis, si Guillermo, si Elisa, si Manuel Quintana Castillo hubieran tenido coraje, mantienen a Sardio. Hubiera sido de enorme significación para el desarrollo de la vida literaria y artística del país tener a Sardio y El Techo de la Ballena y Tabla Redonda tensando la existencia cultural. No hubo el coraje para mantener la revista, y oponerla – ¿Traicionados? De alguna manera, pero había que seguir adelante. Es decir, no podíamos dar un paso atrás, el país mismo lo exigía, la violencia del país, le represión, la necesidad ] 108 [


de acudir a Dada, al surrealismo, a Lautremont, para enfrentar esta sociedad y para regenerar a partir de una estética violenta. –Realmente, ¿estos movimientos vanguardistas se convierten en una especie de modelos para obtener ciertos logros subversivos? Fueron armas que buscamos para disparar al orden establecido. Bretón sabía de nuestro trabajo y, antes de morir, llegó a celebrarnos como legítimos epígonos del surrealismo. Quienes en Francia mantenían el movimiento surrealista, celebraron la existencia de El Techo de la Ballena, Breton llegó a decir que éste era el verdadero y auténtico surrealismo. En esos años el Techo... montó exposiciones de Jorge Camacho, cubano residente en París, y de Roberto Sebastián Mata, artistas vinculados al surrealismo. –En cuanto a las vías de indagación textual, el humor, la presencia de lo grotesco, la ironía, ¿cómo se integran en las obras de ustedes, hacia qué vías se orientan? Algunos compañeros trabajaron el humor mejor que otros. El humor corrosivo de Carlos Contramaestre o de Caopolicán Ovalles es mucho mayor que en algunos otros. Cuando Adriano acude a la polémica es sumamente corrosivo, cuando acude a la narración privan la investigación del lenguaje y de la memoria. Pero todos estábamos llenos de un humor ballenero, todavía conservamos restos del humor que aprendimos entonces: burlarnos de nosotros mismos para poder burlar el orden social y el orden literario, digamos, ciertos modos de hacer y deshacer la literatura. – ¿Estas cosas se discutían, se tomaban en consideración, o eran producto de la necesidad individual pero que a la vez respondía a un colectivo? ] 109 [


Muchas veces se discutía, pero también era virtual, era por el modo de ser. ¿Por qué Homenaje a la cursilería? No era sólo una manera de mostrar cuánta cursilería había en el “universo cultural”, sino también en el modo de ser, en el modo de vida nuestro. También era una manera de decir: ten cuidado con ser cursi. Muchos de nuestros afanes críticos afirmaban una manera de preservarnos, una advertencia que nos hacíamos. En este sentido funcionó bastante el humor, además del humor como arma para la subversión, para el ataque, la virulencia, la sorpresa. – ¿Realmente estos grupos eran periféricos dentro de lo que sería la cultura dominante o, de alguna manera, representaban un estatus? Cuando El Techo de la Ballena comienza a ceder busca también su hoyo, su ataúd, su cementerio en el fondo del océano. Así lo sentí, así lo percibí, pues algunos compañeros comenzaban a buscar destino propio. Discutí mucho con Adriano. El insistía: Edmundo ya llegó el momento de que cada quien asuma su propio destino, ya El Techo de la Ballena no tiene sentido, la montaña no tiene destino, continuar es voluntarismo, tanto desde el punto de vista político, como desde la visión ballenera de la existencia. Llegó el momento de que cada quien comience a conformar su destino. Tal fue el planteamiento de Adriano, justo después de obtener el premio Seix Barral. Aquel planteamiento nos inquietó. El Techo... comienza así su vía crucis. Sin embargo, incorporamos gente muy agresiva ligada al Surrealismo y Dada –por ejemplo Dámaso Ogaz, que permitió mantener el trabajo dentro de El Techo de la Ballena. Por esos días decidimos reunir a los amigos en el Iruña –el mismo lugar donde habíamos creado Sardio– a sardianos y balleneros, se trataba de un homenaje a ] 110 [


Adriano con motivo del premio Seix Barral, que obtuviera con la novela País portátil. Aquella noche nuestro galardonado insistió en su tesis de dar paso a la gestión individual del escritor y, en consecuencia, desintegrar El Techo... Irrumpí yo en defensa del grupo. La fiesta cerró la noche entre lágrimas y abrazos compungidos. No había nada que hacer, El Techo... quedó para dar coletazos. Iniciábamos una otra navegación con tripulación de voluntaristas. Para ejemplo, el Capitán Ahab. –¿Podría decirse que los grupos literarios son necesarios para que los escritores jóvenes que comienzan a incursionar en la literatura sientan una atmósfera adecuada que les permita desarrollar el talento creativo y que en el momento que el artista toma cuerpo y adquiere vida propia, el grupo tiene que morir para permitir la madurez del escritor? Ciertamente, aunque tal planteamiento nunca llegamos a formularlo entre nosotros. Creíamos en Sardio porque nos convocó en la amistad, en los mismos afanes, en el enfrentamiento al orden literario y artístico hasta entonces. Al mismo tiempo, estimulábamos el trabajo individual, participábamos, sí, en la fragua de cada quien. En todo caso, coincido contigo a partir del testimonio de la historia literaria y artística de los movimientos grupales aquí, en Venezuela, y en cualquier lugar del mundo. Permíteme un paréntesis. Pienso que el Techo de la Ballena está vivo. Todos, o casi todos, seguimos siendo balleneros aunque no exista el movimiento grupal. Nuestro modo de existir, nuestro modo de escribir conservan la respiración ballenera, acaso atemperado el modo de enfrentar la vida. Por mi parte, alimento la nostalgia, cultivo la memoria de los manifiestos, la proposición de la vida, la propuesta estética y existencial. Amiga, me apena corroborar tu aseveración. ] 111 [


– ¿Qué sucede una vez que muere El Techo de la Ballena? Una vez que Adriano gana el premio y se da la ruptura, algunos logramos sostener a El Techo... un año más, el año 69, particularmente por la presencia de Dámaso Ogaz. Pero en ese mismo año El Techo de la Ballena da paso a Rocinante, publicación esta que reúne a Héctor Malavé, Ramón Palomares, Efraín Hurtado y Edmundo Aray –en su primera etapa. Surge después de la muerte del Che, con un epígrafe del Comandante muerto para definir la marcha del Rocín. Nos iniciamos con una revista cartel y el objetivo de violentar la cerrazón a la que estaba sujeta la izquierda venezolana, promotora del movimiento insurreccional aún activo en el continente. Permaneció seis años (1969-1975).

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Sardio Índice analítico

Preparado por

Alberto Rodríguez Carucci

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Sardio

Índice de autores ÁLVAREZ LERZUNDY, Francisco

1

ALLEG, Henry

2

ANÓNIMOS

3-4-5-6-7-8-9-10-11-1213-14-15-16-17-18-19-2021-22-23

ARANGUIBEL, Rómulo

24-25-26-27

ARAY, Edmundo

28-29-30-31

ARÉVALO, Juan José

32

ARNAUD, Georges

33

ARTAUD, Antonin

34-35

ASTURIAS, Miguel Ángel

36

ASTURIAS, Rodrigo

37

BECKETT, Samuel

38-39

BENTON, Walter

40

BORCHERT, Wolfgang

41-42

CARPENTIER, Alejo

43

CASTELLANOS, Gonzalo

44-45-46-47-48-49-50-51

CASTRO, Josué De

52

DU BOIS HUS, Gabriel

53

DUNO, Pedro

54

ERMINY, Perán

55-56

ESCOBAR SALOM, Ramón

57

FUENTES, Carlos

58

GARCÍA MORALES, Luis

59-60-61

GARMENDIA, Salvador

62-63-64-65

GERBES, Alfredo

66

GONZÁLEZ LEÓN, Adriano

67-68-69

GOYTISOLO, Juan

70

HURTADO, Efraín

71 ] 115 [


INTELECTUALES CUBANOS

72

IZAGUIRRE, Rodolfo

73-74-75-76-77-78-79

LATORRE, Carlos

80

LERNER, Elisa

81-82-83-84-85

LISCANO, Juan

86

MALAVÉ MATA, Héctor

87-88

MAO TSE TUNG

89

OVALLES, Caupolicán

90-91

PALOMARES, Ramón

92-93

PASQUALI, Antonio

94

PAZ, Octavio

95

PÉREZ PERDOMO, Francisco

96-97-98

PICÓN SALAS, Mariano

99

QUINTANA CASTILLO, Manuel

100

RIBEMONT – DESSAIGNES, Georges

101

ROJAS, Gonzalo

102

ROY, Claude

103

SALAZAR MENESES, José

104

SARTRE, Jean – Paul

105-106

SCHÖN, Elisabeth

107

SUCRE, G Guillermo

108-109-110-111-112-113

TEILLIER, Jorge

114

TREJO, Oswaldo

115

TZARA, Tristan

116

VALLE, Rosamel del

117

VASCO, José Antonio

118

VERGES, Jacques

119

VETHENCOURT B., José Luis

120

WELLES, Orson

121

WOLFE, Thomas

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Índice de autores y títulos

1.- ÁLVAREZ LERZUNDY, Francisco La repetición. (5-6): 320-323, enero-abril 1959. 2.- ALLEG, Henry La question. (2): 155-160, julio-agosto 1958 3.- ANÓNIMO Algo sobre escultura. (1): 88-89, mayo-junio 1958. 4.- ANÓNIMO Cabiria. Nueva defensa de la poesía. (2): 172-174, julio-agosto 1958. 5.- ANÓNIMO Cuba un caso de locura. (7): 592-593, abril-mayo 1960. 6.- ANÓNIMO Ediciones Sardio. (1): 90-91, mayo-junio 1958. 7.- ANÓNIMO El escritor en la sociedad contemporánea. (7): 591, abril-mayo 1960. 8.- ANÓNIMO Hacia el VII Festival de la Juventud. (5-6): 426-427, enero-abril 1959. 9.- ANÓNIMO Latinoamérica. (1): 90, mayo-junio 1958. 10.- ANÓNIMO La liberación de Cuba. (3-4): 274, septiembre-diciembre 1958. 11.- ANÓNIMO Nixon y la amenaza de una intervención armada. (1): 89-90, mayo-junio 1958. 12.- ANÓNIMO Nuevo mundo Orinoco. (7): 590-591, abril-mayo 1960. 13.- ANÓNIMO ¿Una posible conjura contra la constitucionalidad? (3-4): 275276, septiembre-diciembre 1958. ] 117 [


14.- ANÓNIMO La prisión de Luis Goytisolo. (7): 594, abril-mayo 1960. 15.- ANÓNIMO El teatro de Federico Dürrenmatt. (5-6): 413-414, enero-abril 1959. 16.- ANÓNIMO El Techo de la Ballena. Pre-Manifiesto. Primer catálogo: Para la sustitución del magma. Segundo catálogo. (8): 136-138, mayo-junio 1961. 17.- ANÓNIMO Testimonio. (1): 1-3, mayo-junio 1958. 18.- ANÓNIMO Testimonio. Ante la grave situación política del país. (Encartado 8-09-1958) (2), julio-agosto 1958. 19.- ANÓNIMO Testimonio. Las constantes de nuestra generación. (5-6): 277282, enero-abril 1959. 20.- ANÓNIMO Testimonio. El intelectual de izquierda y cierta estética revolucionaria. (7): 429-434, abril-mayo 1960. 21.- ANÓNIMO Testimonio sobre Cuba. (8): 3-16, mayo-junio 1961. 22.- ANÓNIMO Track y Guedes. (7): 591, abril-mayo 1960. 23.- ANÓNIMO Visita al XIX Salón de Arte Venezolano. (1): 81-88, mayo-junio 1958. 24.- ARANGUIBEL, Rómulo El caso Pasternak. (3-4): 261, septiembre-diciembre 1958. 25.- ARANGUIBEL, Rómulo Pedro Páramo. (7): 588-589, abril-mayo 1960. 26.- ARANGUIBEL, Rómulo Rómulo Gallegos. (2): 162-163, julio-agosto 1958. 27.- ARANGUIBEL, Rómulo Visiones – La distante comarca. (1): 39-40, mayo-junio 1958.

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28.- ARAY, Edmundo De cómo regreso de mi estancia. (3-4): 213-214, septiembrediciembre 1958. 29.- ARAY, Edmundo Las cosas de la suerte. (8): 77-80, mayo-junio 1961. 30.- ARAY, Edmundo Dylan Thomas. (2): 169-171, julio-agosto 1958. 31.- ARAY, Edmundo Un hombre, un grillo, un ascensor. (7): 465-475, abril-mayo 1960. 32.- ARÉVALO, Juan José Prólogo en disidencia. (5-6): 284-292, enero-abril 1959. 33.- ARNAUD, Georges y Jacques VERGES Djamila Bouhired (2): 152-154, julio-agosto 1958. 34.- ARTAUD, Antonin Los ángeles asados al cinabrio. – Sueño para el doctor Solanes - ¿En qué sueñan los niños de Argelia? (7): 483-491, abril-mayo 1960. 35.- ARTAUD, Antonin Textos. [Carta a rectores de las Universidades europeas. – Carta al Papa. – Carta al Dalai Lama]. (2): 104-107, julio-agosto 1958. 36.- ASTURIAS, Miguel Ángel El alhajadito. (3-4): 193-199, septiembre-diciembre 1958. 37.- ASTURIAS, Rodrigo Anticomunismo con “K”. (7): 586-587, abril-mayo 1960. 38.- BECKETT, Samuel Acto sin palabras. (3-4): 233-236, septiembre-diciembre 1958. 39.- BECKETT, Samuel El fin de la partida. (7): 503-544, abril-mayo 1970. 40.- BENTON, Walter Esta es mi bienamada. (2): 136-138, julio-agosto 1958. 41.- BORCHERT, Wolfgang Afuera, ante la puerta. (8): 87-135, mayo-junio 1961.

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42.- BORCHERT, Wolfgang Generación sin adioses. (8): 85-86, mayo-junio 1961. 43.- CARPENTIER, Alejo El siglo de las luces (Novela. Fragmento). (2): 98-103, julioagosto 1958. 44.- CASTELLANOS, Gonzalo Berliner Ballet. (2): 179-180, julio-agosto 1958. 45.- CASTELLANOS, Gonzalo El cine japonés. (1): 54-63, mayo junio 1958. 46.- CASTELLANOS, Gonzalo Cuentos breves. Selección. (5-6): 299-305, enero-abril 1959. 47.- CASTELLANOS, Gonzalo Imágenes del infierno. (5-6): 293-298, enero-abril 1959. 48.- CASTELLANOS, Gonzalo El juego de los virtuosos. (8): 42-59, mayo-junio 1961. 49.- CASTELLANOS, Gonzalo Sobre Luchino Visconti. (5-6): 415-425, enero-abril 1959. 50.- CASTELLANOS, Gonzalo Sobre Wolfgang Borchert. (8): 81-84, mayo-junio 1961. 51.- CASTELLANOS, Gonzalo Ugetsu Monogatari. (1): 77-80, mayo-junio 1958. 52.- CASTRO, Josué De Sobre la Revolución Cubana. (8): 18, mayo-junio 1961. 53.- DU BOIS HUS, Gabriel La noche de las noches y el día de los días o el nacimiento de los dos delfines del cielo y de la tierra (Fragmento). (1): 64-68, mayo-junio 1958. 54.- DUNO, Pedro El drama de la cultura nacional. (3-4): 200-204, septiembrediciembre 1958. 55.- ERMINY, Perán El arte nuevo aparece en Venezuela. (7): 571-580, abril-mayo 1960. 56.- ERMINY, Perán Un pintor excepcionalmente inspirado. Nota sobre Manuel Quintana Castillo. (1): 69-71, mayo-junio 1958.

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57.- ESCOBAR SALOM, Ramón La nueva conciencia política. (1): 4-8, mayo-junio 1958. 58.- FUENTES, Carlos Sobre la Revolución Cubana. (8): 18-19, mayo-junio 1961. 59.- GARCÍA MORALES, Luis De la ciudad triste (Fragmento). (2): 123-125, julio-agosto 1958. 60.- GARCÍA MORALES, Luis En el tiempo. (7): 459-461, abril-mayo 1960. 61.- GARCÍA MORALES, Luis Sobre Camus. (1): 9-14, mayo-junio 1958. 62.- GARMENDIA, Salvador Crusoe. (1): 23-26, mayo-junio 1958. 63.- GARMENDIA, Salvador Los habitantes (Fragmento). (8). 20-31, mayo-junio 1961. 64.- GARMENDIA, Salvador Moisés y Aaron. (2): 177-178, julio-agosto 1958. 65.- GARMENDIA, Salvador Los pequeños seres (Fragmento). (5-6): 312-319, enero-abril 1959. 66.- GERBES, Alfredo Una música llamada monstruosa. (7): 584-585, abril-mayo 1960. 67.- GONZÁLEZ LEÓN, Adriano Los cuadernos del destierro. (7): 581-583, abril-mayo 1960. 68.- GONZÁLEZ LEÓN, Adriano Hundiéndose en el muro. (7): 545-560, abril-mayo 1960. 69.- GONZÁLEZ LEÓN, Adriano El río siempre… (3-4): 215-221, septiembre-diciembre 1958. 70.- GOYTISOLO, Juan La ronda. (5-6): 324-331, enero-abril 1959. 71.- HURTADO, Efraín Los visitantes – En apacibles días. (7): 462-463, abril-mayo 1960.

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72.- INTELECTUALES CUBANOS. Manifiesto (encartado). (8). mayo-junio 1961. 73.- IZAGUIRRE, Rodolfo La enlutada. (2): 121-122, julio-agosto 1958. 74.- IZAGUIRRE, Rodolfo El gran dictador. (3-4): 262-265, septiembre-diciembre 1958. 75.- IZAGUIRRE, Rodolfo Y luego fueron ciudades (Novela. Fragmento). (3-4): 222-227, septiembre-diciembre 1958. 76.- IZAGUIRRE, Rodolfo Un rey en Nueva York. (2): 175-176, julio-agosto 1958. 77.- IZAGUIRRE, Rodolfo Thomas Wolfe, la huida hacia el frenesí. (8): 32-41, mayo-junio 1961. 78.- IZAGUIRRE, Rodolfo El western: el sheriff y la soledad. (1): 74-76, mayo-junio 1958. 79.- IZAGUIRRE, Rodolfo El yate de Mary Pickford. (5-6): 379-384, enero-abril 1959. 80.- LATORRE, Carlos El matrimonio. (8): 66-72, mayo-junio 1961. 81.- LERNER, Elisa Andrés Mariño Palacio o una batalla hacia la aurora. (2): 167168, julio-agosto 1958. 82.- LERNER, Elisa Carson Mc Cullers. (1): 72-73, mayo-junio 1958. 83.- LERNER, Elisa Una entrevista de prensa o la bella de inteligencia (ensayo para una sátira). (7): 561-567, abril-mayo 1960. 84.- LERNER, Elisa Goytisolo. (3-4): 259-260, septiembre-diciembre 1958. 85.- LERNER, Elisa Osborne. (5-6): 409-410, enero-abril 1959. 86.- LISCANO, Juan Wifredo Lam. (2): 93-97, julio-agosto 1958.

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87.- MALAVÉ MATA, Héctor Los grandes orígenes. (7): 451-455, abril-mayo 1960. 88.- MALAVÉ MATA, Héctor Los sonámbulos. (2): 126-135, julio-agosto 1958. 89.- MAO TSE TUNG Poemas. (3-4): 228-231, septiembre-diciembre 1958. 90.- OVALLES, Caupolicán Poema de las praderas rojas. (5-6): 309-311, enero-abril 1959. 91.- OVALLES, Caupolicán Si alguien pretende dominarte un día. (8): 73-76, mayo-junio 1961. 92.- PALOMARES, Ramón Que trata de viajes. (7): 456-458, abril-mayo 1960. 93.- PALOMARES, Ramón Saludos. (1): 36-38, mayo-junio 1958. 94.- PASQUALI, Antonio El personalismo ético de Picón Salas. (7): 436-450, abril-mayo 1960. 95.- PAZ, Octavio La noche en claro. (5-6): 332-335, enero-abril 1959. 96.- PÉREZ PERDOMO, Francisco Dos poemas: Hombre dividido – Curaciones. (8): 60-62, mayojunio 1961. 97.- PÉREZ PERDOMO, Francisco El hábito. (7): 464, abril-mayo 1960. 98.- PÉREZ PERDOMO, Francisco Otras voces. (2): 119-120, julio-agosto 1958. 99.- PICÓN SALAS, Mariano Añorantes moradas. (3-4): 181-192, septiembre-diciembre 1958. 100.- QUINTANA CASTILLO, Manuel En torno a Reflexiones sobre las artes plásticas contemporáneas: conferencia del profesor Pedro Duno. (3-4): 266-273, septiembre-diciembre 1958 101.- RIBEMONT – DESSAIGNES, Georges Dada. (5-6): 340-375, enero-abril 1959.

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102.- ROJAS, Gonzalo Contra la muerte. (3-4): 208-212, septiembre-diciembre 1958. 103.- ROY, Claude Sobre André Malraux. (2): 139-150, julio-agosto 1958. 104.- SALAZAR MENESES, José Valoración del hombre. (1): 45-53, mayo-junio 1958. 105.- SARTRE, Jean – Paul Preguntas a Jean Paul Sartre. (7): 495-502, abril-mayo 1960. 106.- SARTRE, Jean Paul Sobre la Revolución Cubana. (8): 17-18, mayo-junio 1961. 107.- SCHÖN, Elisabeth Intervalo. (5-6): 387-406, enero-abril 1959. 108.- SUCRE, G Guillermo Los adioses. (7): 476-479, abril-mayo 1960. 109.- SUCRE, Guillermo Alejo Carpentier: Guerra del tiempo. (2): 164-166, julio-agosto 1958. 110.- SUCRE, Guillermo De los viajes y el regreso (Fragmentos). (1): 41-44, mayo-junio 1958. 111.- SUCRE, Guillermo Juan Sánchez Peláez: Animal de costumbre. (5-6): 411-412, eneroabril 1959. 112.- SUCRE, Guillermo Sobre Pablo Neruda. (3-4): 254-256, septiembre-diciembre 1958. 113.- SUCRE, Guillermo Vicente Gerbasi: Por arte de sol. (3-4): 257-258, septiembrediciembre 1958. 114.- TEILLIER, Jorge Tres poemas. [Edad de oro. – Luces de linternas rotas.- He confiado en la noche] (5-6): 306-308, enero-abril 1959. 115.- TREJO, Oswaldo Una oferta de trabajo. (1): 15-22, mayo-junio 1958.

] 124 [


116.- TZARA, Tristán La huida (Poema dramático. Acto segundo). (3-4): 237-252, septiembre-diciembre 1958. 117.- VALLE, Rosamel del Homenaje a una secreta protección. (3-4): 205-207, septiembrediciembre 1958. 118.- VASCO, José Antonio Visa de turista. (8): 63-65, mayo-junio 1961. 119.- VERGES, Jacques y Georges ARNAUD Djamila Bouhired. (2): 152-154, julio-agosto 1958. 120.- VETHENCOURT B., José Luis El problema de la desyoización. (2): 108-118, julio-agosto 1958. 121.- WELLES, Orson Hollywood ha muerto por haber dudado de la libertad. (5-6): 336-339, enero-abril 1959. 122.- WOLFE, Thomas El hombre solitario de Dios. (1): 27-35, mayo-junio 1958.

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Índice temático Artes

BALLET

44

CINE

4-45-49-51-74-76-78-79-121

ESCULTURA

3

MÚSICA

64-66

PINTURA

23-55-56-86-100

TEATRO

15-38-39-41-68-83-107-116

DERECHOS HUMANOS

2-14-33-34

Escritores

BORCHERT, Wolfgang CAMUS, Albert GALLEGOS, Rómulo GOYTISOLO, Juan MALRAUX, André Mc CULLERS, Carson OSBORNE, John J. PASTERNAK, Boris PICÓN SALAS, Mariano WOLFE, Thomas

Literatura

50 61 26 84 103 82 85 24 94 77

AUTOBIOGRAFÍA

99

CARTAS

35

Cuento

Argentina España Guatemala Venezuela Universal

Discurso Ensayo

Estados Unidos

1-80 70 36 29-31-62-69-87-88-115 46 48 122 ] 126 [


Francia Venezuela

Novela

Cuba Venezuela

Poesía

Alemania Argentina Chile China Estados Unidos Francia México Venezuela

101 47-54-100-120 3 63-65-75 42 118 102-114-117 89 40 53 95 27-28-59-60-71-73-90-91-92-93--9697-98-108- 110

Reseñas

12-22-25-30-67-81-109-111-112-113

Manifiestos

16-72

Política

Costa Rica Cuba Latinoamérica Venezuela

Testimonios

32 5-21-52-58-72-106 9-37 11-13-18-57 17-18-19-20-21

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] 128 [


Índice Págs.

El horizonte sardiano

5

Pausides Reyes

Crónica sardiana con arpón ballenero Edmundo Aray

Testimonios

9

Testimonio

43

Las constantes de nuestra generación

48

El intelectual de izquierda y cierta estética revolucionaria

55

Testimonio sobre Cuba

61

Entrevistas

Entrevista con Adriano González León

89

Carmen Virginia Carrillo

Entrevista con Edmundo Aray Carmen Virginia Carrillo

97

Índice analítico Alberto Rodríguez Carucci

Sardio, índice de autores

115

Índice de autores y títulos

117

Índice temático

126 ] 129 [


Este libro

Sardio en la memoria se diseñó en la Unidad de Literatura y Diseño de FUNDECEM en mayo de 2015. En su elaboración se utilizó papel bond, gramaje 20, y la fuente Book Antigua en 11 y 14 puntos.

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