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Club de lectura Enero-marzo 2015 En la orilla de Rafael Chirbes El libro de la ilusiones de Paul Aster La huida de Jim Thompson


La Huida de Jim Thompson

Jim Thompson es en la actualidad uno de los grandes de la novela negra estadounidense, equiparable a Raymond Chandler o Dashiell Hammett, sin embargo parece increíble pero murió en 1977 totalmente ignorado, habiendo escrito obras maestras como 1280 almas, o El asesino dentro de mí. La huida, al igual que otros títulos suyos, pasó desapercibida en un primer momento. Fue en 1972 cuando Sam Peckimpah la adaptó al cine y consiguió elevarla al status de clásico que se merecÌa desde su publicación. En esta huida el matrimonio formado por Doc McCoy y Carol atracan un banco con la ayuda de Rudy Torrento. Inician un viaje lleno de dificultades hacia México en el que no solo son perseguidos por la policía, si no que se ven cercados por Rudy, psicópata y vengativo, al que creen haber eliminado después del robo. Situaciones límite que harán que los protagonistas no solo utilicen su ingenio si no que pondrán a prueba su capacidad para encajar los golpes que la vida fue


regalándoles de forma silenciosa y ahora aparecen amontonados dentro de sus cabezas. Relato de magnífica trama negra que sirve de excusa para indagar en las relaciones personales y rematado con un desolador final. Jim Thompson (1906-1977) fue un escritor a la altura de su leyenda. Medio cherokee, su padre fue un sheriff corrupto que acabó huyendo a México (no fue muy lejos a buscar a alguno de sus personajes). Nunca terminó de estudiar, tuvo los trabajos más diversos, con épocas de alcoholismo salvaje, y sobrevivió a la pobreza durante la Gran Depresión de 1929. Fue comunista y padeció la Caza de Brujas del senador McCarthy. No publicó su primera novela hasta los 39 años (escribió 29 obras) y nunca llegó a ser un autor de masas en vida. Aunque, luego, a lo largo de las décadas y las adaptaciones cinematográficas, se ha acabado convirtiendo en un clásico. Hace unos años, el escritor Lawrence Block reflexionaba en The New York Times sobre el éxito tardío de Thompson y aseguraba: “Tal vez ahora estemos más preparados para escuchar su mensaje que hace 30 años. Quizás su visión, implacablemente

sombría, encaja mejor con nuestros tiempos que con el suyo. O quizás cualquier generación esté más dispuesta a aceptar un mensaje así desde la distancia. Por mi parte, siempre me gustó Thompson, incluso antes de que el mundo decidiese que era un genio”. Block hace una reivindicación de las cubiertas cutres de literatura popular en las que editaron sus obras durante muchos años. “Thompson, que recibió tan poco reconocimiento durante su vida, quizás esté recibiendo ahora demasiado. ¿Qué más da? Sigue teniendo cosas que decirnos. Merece la pena leer sus libros. Solo hay que tener en mente que tampoco es Shakespeare”. En 1972 la novela es adaptada en la película homónima del director Sam Peckimpah, teniendo como intérpretes principales Steve McQueen y Ali MacGraw Fuente: http://blogs.elpais.com/elemental/2013/12/jim-thompsonimplacablemente-sombrio.html


En la orilla de Rafael Chirbes

Los lectores más exigentes se quejan a veces de que apenas se escriban relatos sobre el presente, ocupándose de la conflictiva realidad social. Rafael Chirbes, tras la excelente Crematorio (2007), aborda en esta novela la actual crisis, que no ha resultado ser solo económica, sino también social y ética. Así, nos muestra cómo se fue gestando la debacle y de qué forma ha ido afectándonos. La acción transcurre en Olba, un pequeño pueblo cercano a Benidorm, durante 2010. Sirviéndose de la primera y la tercera persona, el estilo indirecto libre y el monólogo, además de diversas voces que van tomando la palabra, nos ofrece un fresco variado y completo: un microcosmos representativo del conjunto del país. En la orilla es una gran novela que no deberían dejar de leer quienes quieran entender mejor el terrorífico arranque del siglo XXI, un tiempo sin dioses, plagado de trepas y seres corruptos Chirbes nos proporciona una visión crítica, pesimista, incluso corrosiva, pero también lúcida, de la condición humana, como antes lo hicieron Miguel Espinosa o Thomas Bernhard: de los perversos mecanismos que rigen el funcionamiento de la sociedad, del triunfo y del


fracaso; y de las relaciones personales: de la lucha que mantenemos con la familia, los amigos y los subordinados. O de cómo el mundo aparece gobernado por los pecados capitales: la avaricia, la ira, la lujuria y la gula sobre todo. Por ello, podría emparentarse la narración con la pintura de El Bosco o con algunas obras de Brecht y Kurt Weill. No sorprende, por tanto, que el texto aparezca salpimentado con frases entre lapidarias y sentenciosas, del tipo: “La vida es sucia, el placer y el dolor sudan, excretan, huelen”, “No hay hombre que no sea un malcosido saco de porquería”... Esta obra es una buena muestra de las infinitas y todavía inexploradas posibilidades del realismo, aquí una estética con ribetes expresionistas que echa mano de lo simbólico cuando lo considera adecuado, tal y como ocurre en el tratamiento que se le da al pantano fangoso próximo a Olba. Además, Chirbes, como casi todos los grandes escritores, cuestiona los usos espurios del idioma, la lucha entre “el lenguaje ideológico que oculta y el enunciativo que desnuda”. En la orilla es una gran novela que no deberían dejar de leer quienes quieran entender mejor el terrorífico arranque del siglo XXI, un tiempo sin dioses, plagado de trepas y seres corruptos, en el que el capitalismo

financiero, con la complicidad de los Gobiernos conservadores y la pasividad de los socialdemócratas, ha ido acabando con el Estado de bienestar. Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/02/28/actualidad/1 362072006_442132.html


El libro de las ilusiones de Paul Auster

El libro de las ilusiones cuenta la historia de David Zimmer, o tal vez sea la de Hector Mann, o la de ambos, que bien pudiera ser la misma. Zimmer es profesor de literatura comparada en una universidad de Vermont. La víspera del décimo aniversario de su boda, su mujer y sus dos hijos tomaron un vuelo para ver a los padres de la esposa. Nunca llegaron a su destino. El dolor de la pérdida motivó que durante seis meses viviera “en una niebla alcohólica de dolor y lástima de mí mismo, rara vez moviéndome de casa, apenas molestándome en comer” (pág. 15). Todo cambia cuando accidentalmente -¿acaso podía ser de otra forma tratándose de Auster?-ve en la televisión un antiguo sketch de una película muda protagonizada por Hector Mann. A partir de entonces comienza a investigar sobre este director-actor de origen argentino y no muy conocido que desapareció misteriosamente en 1929, sesenta años antes de los acontecimientos. Primero se especuló, después se le dio por muerto y ahora está totalmente olvidado. Zimmer recorre archivos y filmotecas visionando sus películas, algunas de ellas remitidas de forma anónima tras la desaparición de Mann. Tarda un año en finalizar sus investigaciones y escribir el primer libro sobre Mann. Recibe entonces una enigmática carta de la esposa del director invitándole a visitarlos en Nuevo México. Dubitativo, no sabe qué camino tomar; la breve nota puede ser cierta o fruto de una mente perturbada. Alma Grund hará que las dudas se despejen. Se presentó en su casa, amenazándole


con una pistola para que la siguiera: “Era la primera vez que me apuntaban con una pistola y me maravillé de lo cómodo que me sentía [S] Vamos, dispare, le dije. Me haría un gran favor” (pág. 120). Pero no, no disparó, bien al contrario, se desencadenó entre ellos una apasionada relación amorosa, proyección de los sentimientos que sentían por Mann. Efectivamente, el actor estaba vivo y seguía rodando sus películas, con la condición de que nadie las visionara. El desenlace representa la sublimación de sus deseos. éste es el argumento, pero tal vez resultaría más preciso señalar que el tema de esta novela no es otro que el arte, el arte por el arte que diría Pound, y la inmortalidad que de él se desprende. No se trata tanto de su innata cualidad catártica, sino de su dimensión de trascender. Zimmer perdió a sus hijos en un accidente de aviación; Mann al suyo por la picadura de una avispa; sus obras serán por tanto el legado espiritual que proporciona la “inmortalidad”. No pretendo sugerir que una aproximación psicoanalista sea la más acertada para entender la complejidad de esta obra; nos encontramos ante una novela genuinamente posmodernista. Tal afirmación, sin embargo, debe ser matizada, pues observamos cómo Auster va evolucionando del nihilismo de sus primeros títulos hacia una visión más optimista, positiva si prefieren, que ya adelantaba Tombuctú. La angustia existencial no resulta ahora tan agobiante y se aprecia una clara intencionalidad “redentora” de los personajes respecto a

su propio pasado. ¿Nos encontraremos ante un giro de la narrativa posmoderna? El tiempo lo dirá, pero conviene recordar que en El arte del hambre citaba la frase de Beckett: “Habrá una forma nueva”. Estructuralmente, Auster retoma su “tradicional” modelo narrativo de historia dentro de la historia, de tal manera que ambas se complementan y mimetizan hasta el punto de converger en un solo desenlace. La narración en primera persona propicia la verosimilitud, logrando incluso “convencernos” de la historicidad de lo narrado. Así, por ejemplo, el realismo de las precisas descripciones cinematográficas de las películas de Mann recrea la ilusión de visionarlas. Y, cómo no, la continua sorpresa, la resolución inimaginable, el retruécano narrativo se convierten en acicate para la lectura. Una lectura imposible de abandonar desde el primer párrafo. Fuente: http://www.elcultural.es/revista/letras/El-libro-de-lasilusiones/6751


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