Reencuentro

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Biblioteca de Instinción

Reencuentro Juan Fernández Herrezuelo


Ahora bien, para ellos lo realmente importante ocurrió la víspera, cuando tres jóvenes de cuarenta y alguno se convirtieron durante todo un día en tres jóvenes de veintitantos. Aquel fin de semana que no olvidarían en mucho tiempo empezó para el más alto de ellos como dilatado paisaje tras la ventanilla de un tren, se hizo abrazos bajo la marquesina de la estación y luego Granada al sol, y sol y sol y sol, casi un destierro

de

cantar

de

gesta

en

machadiana pluma, al reencuentro, con tres de los suyos, polvo sudor y hierro, la tertulia pasea, once horas y media de conversación

que

era

también

otro

paisaje, verbal, largo, itinerante. Nada menos que dieciocho vueltas le tuvo que


dar la Tierra al Sol que los abrasaba para que tal cosa pudiera ocurrir de nuevo: el día

del

sombrero

que

no

fue

(no

encontraron el adecuado en ningún sitio), del copón de cerveza helada, bendita ella entre todas las cervezas, del cigarrillo poco menos que pordioseado en un par de bares, a esto hemos llegado los que no acabamos de dejarlo del todo, se excusó el adicto, de la librería donde buscar a seis manos títulos propios y ajenos, del “anciano busca piso para compartir” (aquella cuartilla en una farola leyendo),

y los tres de

la

allí clavados,

tetería

donde

se

plantearon bitácoras posibles, de esa Gran Vía esquina con Robert Frank que era

el

campo

de

operaciones

del

cazador de imágenes, del agua en


cualquier parte, agua fría, en botella grande y a morro, por la calle, un pásamela entre camaradas, de la foto que no resultó del todo nítida, posando los tres no con espada desenvainada sino con bolsa de librería, y el día que se fue acabando, como todos los días, la boca tan seca que cualquiera de ellos hubiera podido escupir algodón, como decían en una película de Marilyn Monroe... Y despedida con perrita en aquella calle de barrio obrero donde vivía uno de ellos, y luego coche y noche y autovía para los otros dos, y finalmente el hasta pronto, espero, ante el portal... Al día siguiente Andrés Iniesta metió un gol al borde un ataque de nervios, dónde estabas tú el día que ganamos el Mundial, qué locura, viejo, qué locura


infinita,

qué

cantidad

de

páginas

impresas, qué triunfo unánime nacional eterno, aunque no para él, no más allá del tercer día de la victoria, al menos, y lo que realmente recuerda ahora, en este instante en el que cae en la cuenta de que burla burlando han volado dos años más desde aquello, es lo otro, es la víspera,

el

reencuentro,

lo

que

no

escribirá nadie, o sí, él mismo, quién sabe, cómo si no iba a recordarlo dentro de diez años, pongamos por caso, cuando nosotros, los de entonces, no sepamos ya ser los mismos. FIN


Juan Fernández Herrezuelo. Nacido en Palencia en 1966, vive en Almería desde 1978. Es autor de la novela El veneno de la fatiga (Alianza Editorial, 1999) y de los libros de relatos Desde el lugar donde me oculto (La General, 1991), Pasadizos (Instituto de Estudios Almerienses, 2011), finalista del VIII Premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en España ese año, y Las flores suicidas (Talentura, 2017). Ha colaborado con las revistas Turia, El Toro Celeste o Análisis. Edita el blog Los pasadizos del Loser desde 2011.


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