Sarai Reyes
A lo largo de este libro, que es un diario de niñez a orillas de una adolescencia, transita Sarai (12 años), con su cuerpo, sus ideas y su Llano de adentro. El remolino de la cuarentena coincide con la llegada de su adolescencia, dos abismos se encuentran. Sarai y yo pasamos juntas los meses más duros del aislamiento y nuestro juego de crear nos llevó al “país de la imaginación”, como lo llama ella. Estas imágenes (vivencias, hechos, fantasías) emergen junto al estallido inicial de las emociones, las situaciones empujan sin juicios ni moral, el día a día va desfilando con sus pasiones, miedos, animales, el amor, el monte, el encierro, la amplitud del paisaje, y siempre la constante ilusión de otros mundos, sin poder llegar a ellos, o llegando de otra manera. La inspiración también surge de los pensamientos y textos de Sarai, que se fueron imponiendo en imágenes y metáforas sacudiendo mi manera de ver este tiempo y fotografiarlo. Llegué a un tipo de infancia y recordé muchas veces un texto que ella me escribió cuando tenía 7 años, que decía, “cuéntame, que yo tengo poca infancia y tú tienes mucha infancia!”. Este trabajo es esa conversación entre distintas infancias, que para mí resulta en contar historias y ver sin tantas barreras. En esa entrada de aguas, época de lluvias en el Llano, cuando los mangos también caen, entró también la cuarentena. Con ella llegó la reflexión, el tiempo se estiró, dejó percibir lo que falta, lo que no, lo que espina, lo que ilusiona. Tal vez el encierro (en sus múltiples maneras de percibirlo) viaja como una nube, volviéndose espacio, geografía, el lugar de la incertidumbre, de la asfixia por una enfermedad. Esta historia es también la transición de esa nube por la vida de Sarai y su inicio de la adolescencia. Sucede en el Llano que es el lugar por donde se fugan y florecen lejos todos los anhelos. Juanita Escobar
Mi infancia. Las fotos de Juana son mis recuerdos de ese tiempo. Yo era un bichito que llevaban de lado a lado. De caballo en caballo, de mano en mano. Creo que toda la gente tenía algo que ver conmigo. Cuando tenía un dolor, así fuera mínimo, todo el mundo me ofrecía curaciones, me ponían de cabeza, me hacían masajes, y me hacían cualquier tipo de curación extraña. No sé si funcionaba, o era simplemente el tiempo el que me curaba. Hoy en día, todo el mundo acá me conoce, o mejor dicho me desconoce, no pueden creer que esa niña pequeña que andaba empelota por el hato comiendo arepuela, se haya convertido en mí, en esta criatura rebelde, revolucionaria…
Dejé la llanura atrás
De ese tiempo (que para mí hoy en día es remoto)
solo quedó ese exquisito gusto por las arepuelas...
Quedaron esos pocos recuerdos de esos tiempos en los
que tenía el pelo lleno de rastas, y los pies con espinas..
‘’Cuéntame, que yo tengo poca infancia y tú tienes mucha infancia.’’
Los arcoíris son la vida del viento. ¿Por qué serán tan amigos?
Yo creo que los animales se contactan con los humanos por cosas mortales. Por ejemplo, si a una persona lo rasguña un tigre por el lado izquierdo se podría significar que lo ama.
O también si lo rasguña por el lado izquierdo significa ¡Váyase de mi territorio! Y por el lado, derecho se podría significar que lo desprecia.
Las personas cuerdas forman o hacen a los locos, y como dijo la miss universa: hombre con hombre, mujer con mujer y a la visconversa, o sea, que las personas locas conforman a las cuerdas.
Los lazos que nunca nos unieron, los cortaremos con una tijera, esa tijera debe ser específica
¿De qué? Pues de....el odio, el desprecio del amor que nunca funciona.
Romperemos los rompecabezas Borraremos los recuerdos de nuestras citas sin entender.
Sin comprender.
Todos tenemos diferentes formas de llenar esos vacíos, de olvidar esos miedos, todos los anestesiamos de alguna forma. Pero quiero escribir de uno en especifico. El amor, la dopamina más deseada, los audífonos carísimos que todos queremos para silenciar los gritos del alma. Cuando lo tienes (al amor), no te das cuenta que poco a poco te aferras más y más. Pero en algún momento tu corazón va a tener una sobredosis, tu alma, con la garganta seca de gritar tanto, va a terminar en una camilla. Y tú ahí... Sabiendo que lo único que te queda es una buen dosis de incertidumbre corriendo por tu cuerpo e invadiendo cada pequeña parte de él. Lo único que te queda es una extraña necesidad de aquella persona, que en algún momento fue tu cálido rincón del mundo. Sus abrazos ya no te acogerán cuando estés agobiada. Ahora tienes que llenar dos vacíos, el tuyo, y el de la mala costumbre de ahogar tus miedos en sus caricias…
Estoy como un árbol sin hojas…
El amor es un desastre natural o cultural.
Me dio democracia, ¡qué desgracia!
La llanura e
es un fraude
a veces la rechazas y a veces te la quedas, pero como cuando te la amañas ella se va por una pequeña ventana de tu corazón o del amor que tenías con ella. Aunque la ventana esté cerrada busca un mini huequito por donde salirse y te deja abandonada
Yo soy tu bolsillo porque tú me cuentas las cosas y yo las guardo dentro, dentro de mi corazón. Tú eres mi chaqueta, yo estoy dentro de ella.
Tú y yo somos un video juego, nos tomamos de la mano juntas y pasamos todos los muros. Cuando el niño que está jugando ese video juego de nuestra vida nos separa, yo me muero, mi alma se detiene. No sé tú, yo me muero. Cuando nos juntan para mí se cobra otra vida y así voy teniendo vidas y vidas.
Me estrellé contra la adolescencia, contra el encierro. Mi adolescencia no tenía para donde ir, ella y yo no cabíamos en mi cuarto, entonces me aplastaba. El tiempo se sentía pasar. Las clases virtuales me acosaban. Todo estaba mal. Hoy en día todo está volviendo a la “normalidad”, estoy en mi casa, y yendo al colegio presencial. No sé si esto era lo que quería, pero en algún momento le tenía que dar la cara a la adolescencia, y eso es lo que estoy tratando de hacer, es difícil. Trato de ignorarla, pero al parecer es imposible, ella siempre quiere ser el centro de atención. Y aunque ya no estemos en cuarentena (como antes), me siento más encerrada. La adolescencia me comprime. Y la única manera de evadirla es escribiendo.
nos sentíamos a gusto en aquel lugar, en aquel extraño sentimiento. Si se le puede decir de alguna forma, fue una amistad y un pequeño intento de algo más, un escrito enredado, una página sin terminar, un mensaje que nunca fue enviado.
Odio las putas propagandas que dicen: “estamos separados pero unidos”.
Como mi cuerpo está encerrado, me dieron celos de mi alma que andaba rondado por ahí, sin tapabocas, sin gel con olor a Jennifer López, sin nada de esas limitaciones que tenemos. Rondaba por ahí volando por mi imaginación, por mis sentimientos, por mis dudas existenciales, así que encerré a mi alma en una cajita de cristal, la disequé y la colgué en el cuarto.
El mundo de la fantasía 2020 Deseo. Deseo poder volar libre .
Deseo vivir en un mundo sin estereotipos, sin desigualdades, deseo vivir en un mundo en el que no tenga que sobrepasar la normalidad porque en aquel lugar no existe siquiera la palabra. Deseo poder ver a las personas amando libremente, vistiendo de manera extravagante, volando por sus pensamientos sin limitación alguna. Deseo que en aquel mundo la locura invada una gran parte de la imaginación de las personas, deseo que ninguna persona sea cuerda, deseo que si las personas de aquel mundo quieren gritar lo hagan, pero muy fuerte.
Que si quieren llorar lo hagan a su máxima expresión, que bailen, canten, escriban, que sean ellos, porque hoy en día las personas se dejan invadir por los demás. Se dejan lentamente opacar hasta que mueren prácticamente. Y lo único que queda de ellos es un reflejo de todas las personas que les dijeron cómo pensar o no pensar.
Perritos causantes de su mirada cansada, observar el mundo y darse cuenta que lo único que tiene, aunque le cause desgracia, son esos pulgosos perros. Y no es que los perros hagan sufrir a la mamá solo porque es la mamá, ¡nooo! esos perros también eran los causantes de nuestra desgracia; digo “nuestra” porque cada vez que íbamos a la comida, alguno de esos perros, como garrapatas, se nos metían entre los pies y empezaban a jugar con ellos, pero eran tan intensos que pareciera que quisieran absorber tu alma y desubicar tu mirada, como lo hicieron con su madre.
Cuando pienso en que un día todo volverá a ser “normal”, y que todos estaremos abrazados como unas sabandijas, siento que ya no será lo mismo, siento que una pequeña cuerda me trata de jalar a un vacío, a la soledad, a hablar con esas voces internas, esos miedos, siento que una parte de mí se quedará encerrada.
En la foto falta algo importante del disfraz del perro: el dueño, que es un niño de mi edad y con la actitud de ser el ganador del concurso del festival de mascotas de mi colegio. Esta es la única foto que no fue tomada durante la cuarentena, es un recuerdo de cuando se podían hacer todo tipo de locuras sin límite, como esta, un perro vestido de Up, la película.
Un chiriguare que entró a nuestro cuarto, a las 4 paredes, donde nadie se aguanta con nadie, ni adultos a niños, ni niños a ancianos, ya no existe eso de “pero te tolero”. Por fortuna lo sacamos y se fue lejos del encierro y de nosotros.
¡Mi corazón va en ambulancia!
Cuando estés en plena soledad el amor te va a lanzar una cuerda roja, tú vas a empezar a treparla y cuando crees que ya vas a salir la cuerda roja se rompe y te deja caer.
Quedar en el olvido, como una simple pluma que se llevó el viento, una sombra, un mensaje eliminado…
A la tolerancia le dio coronavirus, se debilitó, se le cayeron los ánimos. La intolerancia no discrimina a nadie.
Un nuevo marranito. El nombre es algo indeciso... Confeti, Tabaco, Dominó, Pistacho y muchos otros nombres que le pusimos. Este marranito no fue el primero... Antes de él tuvimos una marrana (digo marrana porque ella no era digna de un diminutivo) llamada Pestañina, poco mansa, muy salvaje, y demostración pura de la rabia animal.
En mi alma habitaba una culpa de haberla dejado ir, pero me di cuenta que para una marrana SALVAJE no es fácil lidiar con niños, y para unos niños es difícil lidiar con semejante monstruo.
Ese pequeña criatura que vez ahí, piel canela (porque la otra soy yo), es una bacteria, no mentira, es mi hermano, aunque es prácticamente lo mismo. Aunque llevemos 7 años viviendo juntos, no he logrado encontrar una similitud entre él y yo, aunque tal vez somos tan parecidos que por eso nos repelemos. Toda la cuarentena estuve con él, y puedo decir que nunca logramos encontrar algo en común, excepto la marranita, esa inmunda salvaje que nos atacaba. Todo el día estábamos peleando, realmente yo no me sentía culpable, la culpa era de él, era demasiado... Ay no sé, pero una vez estábamos jugando volleyball y él tenía un chocolate gigante y yo se lo cogí y le mordí un pedazo y ¡se puso a llorar!
Estoy tan aburrida que cuento mis parpadeos, cuento todos los granitos de sal.
El amor es el país de la imaginación.
El amor se convierte en una sombra, que con el tiempo va desapareciendo, pero el olvido se convierte en un pájaro de alas negras que vuela por la penumbra de tu alma.
Estoy impresionada de la capacidad que tienen las clases virtuales para destruirte a pesar de la distancia, y no es por ser exagerada, pero man esas clases tienen la capacidad de opacarte la mínima esperanza de que este encierro algún día acabará.
A veces me da miedo perderme en mis delirios adolescentes, perderme y olvidarme de lo bello que es escribir, de lo bello que es poder calcar tus pensamientos en una hoja, lo bello que es poder sentirte tan libre en el momento de escribir un montón de palabras en un cuaderno, un montón de palabras que no sabes para donde van y si alguien las va entender, pero que te hacen sentir tan bien. No creo que alguna me vez me olvidé de todo eso, no creo que la adolescencia logre aplastar mis palabras.
A veces se me hace más fácil perderme en mis escritos, que en el mundo “real”.
Creo. Creo que me hace falta conocerme. Creo que sería ideal desaparecer un rato. Y así poder caminar por la calle hablando sola con mi mente. Poder sentarme a tomar un café con mis delirios. O escuchar delicadamente los susurros de mis miedos... podría ver el dormitorio de mi alma, podría ver el camino en espiral por el que caminan mis palabras, o ver el horizonte infinito de mis miedos... Y si viera todo esto podría al fin comprender qué me pasa, podría comprender por qué ese vacío, podría abrir los ojos y ver que ese vacío soy yo, y que no va a desaparecer ignorándolo, pasando tiempo con amigos o jugando con mis perros.
Lo malo de ver tanto cine es que, por lo menos yo, tengo una expectativa de un amor al estilo Tim Burton. Quiero un amor que sea una sátira del mundo.
Fotografías Juanita Escobar Textos Sarai Reyes Diseño Vera Lucía Jiménez Edición Sarai, Vera y Juanita