La consumición turística. Una contribución a la teoría de la consumición

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Julio 2004 ISBN: 84-688-8024-8

La consumición turística Una contribución a la teoría de la consumición Prof. Dr. Kurt Krapf

Texto completo de la tesis presentada por el autor para acceder al puesto de profesor numerario Universidad de Berna 1953

Versión española de Francisco Muñoz de Escalona (2000) de la versión francesa de Rene Baretje (1964) de la versión original en alemán con un prólogo de Walter Hunziker

Para citar este libro puede utilizar el siguiente formato: Krapf, Kurt (1953): La consumición turística. Traducción de Francisco Muñoz de Escalona. Editado por eumed·net en 2004; accesible a texto completo en html://www.eumed.net/cursecon/libreria/

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ÍNDICE Nota del traductor español Prefacio del W. Hunziker Prólogo del autor Primera parte: Introducción teórica Capítulo 1. El aspecto económico de la consumición 1. Las enseñanzas del pasado 2. La teoría actual 3. Nueva concepción de la consumición a) La diferencia de naturaleza política b) Los orígenes sociológicos c) La concepción subjetiva d) El método psicológico e) Los fundamentos de un nuevo método en la economía política moderna aa) En la teoría de los ciclos económicos bb) En el estudio del circuito económico cc) En la política económica Capítulo 2. El turismo, objeto de consumición 1. Las etapas del conocimiento del turismo 2. Importancia creciente de la noción de consumición Segunda parte: Los elementos constitutivos de la consumición turística Capítulo 3. Formación y tipos 1. La renta y la demanda turística 2. La ley histórica 3. El medio social 4. La publicidad Capítulo 4. El juego combinado de los factores que determinan la consumición 1. Su clasificación jerárquica 2. Componentes e importancia de la tasa de consumición turística a) El efecto renta b) La estructura de precios c) El efecto sustitución 3. Las capacidades de crecimiento de la consumición turística a) Elasticidad negativa y positiva b) Un ejemplo Tercera parte: El desarrollo del proceso de consumición turística Capítulo 5. La influencia de los tipos de consumición 1. Elección del lugar de estancia 2. Elección de la fecha de las vacaciones 3. Las ocupaciones de los turistas Notas Bibliografía

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Nota del traductor al español La versión española de La consumición turística que el Prof. Dr. Kurt Krapf presentó para optar a una cátedra de la Universidad de Berna (Suiza) en 1965 la realicé en 2000 convencido de que la obra traducida es fundamental para demostrar que el turismo se estudia desde la demanda. De este enfoque sui géneris arrancan todas las especificidades conceptuales que los estudiosos destacan en la economía del turismo. El traductor español ha publicado recientemente en www.librosenred.com la obra titulada “El turismo explicado con claridad”. En ella se recoge pormenorizadamente la zaga conceptual que arrancando de la noción vulgar de turista elevada a la categoría de concepto académico se constituyó en el fundamento de los estudios científicos del turismo que se vienen haciendo desde las últimas décadas del siglo XIX. En el casi siglo y medio de la literatura especializada ha habido intentos de introducir cambios conceptuales aunque sin conseguir otra cosa que reincidir una y otra vez en los planteamientos tradicionales. No deja de ser curioso que los expertos (de la OMT y de la AIEST) nieguen que el turismo sea estudiado con enfoque de demanda ya que están convencidos de que es estudiado con enfoque de oferta en la medida en que estudian las actividades de diferentes sectores productivos de servicios. Cuesta trabajo comprender que aun no se hayan percatado de que esos sectores son agrupados solo y exclusivamente porque están orientados a satisfacer la demanda de un consumidor que se concibe como diferente a los demás, el llamado turista, por una serie de razones siempre circunstanciales, nunca esenciales. La obra que ahora se publica en español muestra sin ningún género de dudas que la economía del turismo es básicamente una economía de consumición aunque termine imitando a la economía de la producción. Ya hay expertos que admiten el hecho indudable de que el turismo se estudia desde la demanda pero prefieren hablar de transversalidad, un concepto extraño a la economía, disciplina en la que solo tiene sentido los conceptos de horizontalidad y verticalidad. Pues bien, el enfoque de demanda explica que el turismo se estudie como agregación horizontal de una serie de sectores convencionales, unos preferentemente “turísticos”, otros bastante “turísticos” y otros escasamente “turísticos”. Esta singularidad, la no identificación de un solo sector al que considerar objetivamente turístico, conduce a una grave anomalía: la no identificación de la oferta turística, lo que conduce a su vez a la inaplicabilidad del análisis microeconómico. La anomalía solo es salvable si somos capaces de abandonar el enfoque de demanda y lo sustituimos por el enfoque de oferta. Tal cambio implica pasar del modelo convencional, de naturaleza sociológica y orientado estadísticamente, al modelo alternativo, de naturaleza económica y orientado tecnológicamente. La obra publicada tiene cerca de medio siglo. No es, pues, una obra actual, pero sí clásica. Espero que sea de interés para quienes van más allá de la plaga del marketing que cayó sobre la literatura del turismo a mediados del siglo pasado, que ha hecho de

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ella una exhibición del más vulgar pragmatismo ayuno de la siempre insustituible teoría. Por otra parte, la publicación en español de esta obra es tanto más necesaria cuanto menos frecuente es el conocimiento de la literatura en alemán para los estudiosos españoles.

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Prefacio La traducción francesa de la tesis profesoral del Dr. Kurt Krapf es en sí misma meritoria y sintomática; meritoria, porque, gracias a ella, un amplio círculo de lectores podrá conocer su rico contenido, y sintomática, porque esta versión aparece justamente en una lengua por la que el autor tenía una gran predilección. Se puede considerar el trabajo como una obra representativa de la literatura turística. El lector que tenga la perspectiva necesaria - el tiempo transcurrido 1, los desarrollos que han tenido lugar y los nuevos conocimientos adquiridos invitan a ello - se dará cuenta, por tanto, de que este trabajo no ha perdido importancia ni actualidad. La advertencia puede parecer ociosa a la vista de la rápida evolución que caracteriza a nuestra época, patente en todos los campos, a través de profundas transformaciones a un ritmo vertiginoso, lo que pone de manifiesto la sorprendente claridad con la que el profesor Kurt Krapf concebía los problemas y su correcta manera de exponerlos y defenderlos. Visto en retrospectiva, es un acontecimiento que llama fuertemente la atención ya que es la primera vez que de un modo fehaciente se reconoció al turismo el lugar que le corresponde formalmente entre los factores determinantes de la consumición. Es cierto que la ciencia económica había comenzado ya a dedicar mayor atención a la consumición, facilitando en cierto modo este planteamiento. Pero los nuevos conocimientos todavía no se habían impuesto ni generalizado con claridad. No exageramos si nos atrevemos a considerar la obra del profesor Kurt Krapf como el factor decisivo que provocó su completo desarrollo. Por tanto, es indudable que la obra aporta una contribución extraordinariamente valiosa al estudio de la consumición. Krapf ha colaborado enormemente al desarrollo de la ciencia turística. Gracias a él, ésta encontró el fundamento indispensable para cualquier disciplina joven que procura afirmarse e imponerse. Hay que atribuir igualmente a la obra del profesor Kurt Krapf el mérito de haber sabido proponer una concepción económica coherente del fenómeno turístico; hay que hacer notar que esta concepción sigue en vigor en nuestros días en lo esencial siempre que se aborda el estudio de los problemas turísticos. Como se puede constatar – dicho sea en honor de su autor – las investigaciones y conclusiones del profesor Kurt Krapf conservan en conjunto todo su valor. No hay mejor prueba que se pueda aportar. Los trabajos que se han publicado después sobre el mismo tema no han hecho más que, a grandes rasgos, completar la obra inicial o poner el acento sobre aspectos particulares. El cambio de enfoque se pone de manifiesto en el estudio en profundidad del turismo como rama de la producción terciaria. Ciertamente, el profesor Kurt Krapf arrojó luz no solo sobre la identidad producción – consumición en materia de prestaciones turísticas sino que también estableció la pertenencia de éstas al sector productivo terciario. Esta concepción se ha seguido manteniendo durante los últimos años. Hay que señala, por otra parte, en la esfera de la producción, una nueva orientación de la teoría de la

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Han pasado 12 años desde la puesta al día del texto original (Nota del traductor francés)

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localización turística, ha recibido un impulso tan decisivo como fructífero de los desplazamientos turísticos tanto cuantitativos como cualitativos. A este respecto hay que mencionar los desarrollos que han tenido lugar mientras tanto y que han cambiado en profundidad el carácter y la estructura de la consumición turística. Se pueden agrupar, groso modo, bajo el término expansión. Como en muchas otras materias, las investigaciones (hechas) desde el punto de vista de las fluctuaciones coyunturales han cedido progresivamente el lugar a los estudios que se hacen sobre los orígenes y las características del crecimiento. El análisis de la elasticidad, que tiene un lugar destacado en la obra del profesor Kurt Krapf, ha perdido mucha importancia como consecuencia del interés que se le da al crecimiento y al inesperado aumento de la prosperidad económica. Se ha sustituido, de otra parte, la concepción del turismo como formando parte del circuito económico por el estudio del efecto multiplicador del turismo sobre la actividad económica general, una investigación que se sigue haciendo en la actualidad y que ha logrado alcanzado una formulación muy precisa. Se podrían multiplicar los ejemplos que ilustran el desplazamiento del centro de interés y el desarrollo de los estudios, los cuales confirman que la esencia misma y la importancia de la obra del profesor Kurt Krapf no han mermado sino que han aumentado. En este sentido, no podemos sino alegrarnos y felicitarnos por poder presentar una traducción particularmente lograda de esta obra fundamental. Profesor Walter Hunziker Universidad de Berna Presidente de la Asociación Internacional de Expertos Científicos de Turismo

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Prólogo Dos razones nos incitan a estudiar las relaciones entre turismo y consumición. La primera es inherente al fenómeno y a la esencia misma del turismo, que lleva a los hombres a gastar dinero, a enajenar una parte de sus ingresos, es decir, justamente, a consumir. Frente a los gastos en viajes y en vacaciones, que es lo que a groso modo constituye el hecho económico del turismo, figuran partidas en el presupuesto de los turistas, al contrario de lo que sucede con los viajes de negocios, para los que no hay previsión (presupuestaria) alguna. Los interesados – llamémosle turistas para simplificar – son “consumidores finales” de bienes y servicios ofrecidos por la industria del turismo, representados por ejemplo por la hotelería o los remontes. El producto ofrecido no es adquirido por los compradores para su reutilización o transformación y desaparece tan pronto como se consume. Los gastos específicos reflejan el precio de la regeneración física o psíquica, el aumento del potencial del turista. El turismo, en consecuencia, está netamente orientado hacia la consumición con respecto a la cual se presenta como parte de un conjunto más amplio. Es este conjunto lo que nos permite entrever la segunda razón que nos llevó a confrontar turismo y consumición. En la teoría, la consumición de bienes era hasta hace muy poco tratada como el pariente pobre. El capítulo clásico dedicado a este tema por los manuales no rebasaba lo que F. V. Gottl decía de la enseñanza tradicional, a saber: “un dogma velado de la economía política”. Ha habido que esperar a los últimos años para discernir (la existencia de) ensayos sistemáticos que rebasan las investigaciones sobre la

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estructura cuantitativa de la consumición y sobre el establecimiento de cuentas familiares que interpretan la consumición como el contrapunto de la producción. El impulso lo dio, por una parte, la sociología y, de otra, las preocupaciones más prácticas por el estudio de la consumición en tanto que investigación al servicio del control de los mercados por las empresas. Lo que caracteriza a ambas corrientes es la consideración de la consumición como una categoría autónoma del pensamiento económico y no como mero añadido al proceso de producción y distribución. Es natural que la nueva concepción de la consumición, al menos en lo que concierne a la literatura europea, se encuentre todavía en estado embrionario y que el proceso de emancipación esté todavía en plena evolución. Esta es precisamente la razón por la que nos parece necesario considerar el turismo como un caso típico ideal y paradigmático de consumición. No nos proponemos contribuir solamente al estudio del turismo en sí mismo, sino que, estudiando sus múltiples aspectos, tratamos de aprovechar su valor como ejemplo para, inductivamente, aumentar nuestros conocimientos sobre la consumición considerada como una materia más amplia. Es, pues, nuestra firme intención situar en primer plano la fase final del proceso económico, que hasta ahora ha estado sometida a un silencio elocuente, dar más importancia científica a la consumición y ponerla en el lugar que le corresponde. Debo un profundo reconocimiento a Mr. Richard Ulrich, licenciado en ciencias económicas y políticas por el gran interés que tiene por este trabajo y por el entusiasmo que nos ha transmitido durante su elaboración. Por otra parte, este estudio no habría podido ver la luz sin la teoría científica del turismo elaborada en colaboración con nuestro amigo y colega Walter Hunziker, de la que no es más que un complemento.

El autor

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PRIMERA PARTE: INTRODUCCIÓN TEÓRICA CAPÍTULO I: EL ASPECTO ECONÓMICO DE LA CONSUMICION 1.- Las enseñanzas de pasado La crítica que se viene haciendo a la teoría económica, según la cual ésta no había dedicado hasta hoy ninguna atención a la consumición y que incluso había obstaculizado su investigación (1) nos parece justificada en el plano material, pero formalmente nos resulta exagerada. En efecto, en la mayor parte de los economistas encontramos referencias al uso y a la consumición de productos (2) antes de que J.B. Say lo hiciera al proponer la división del proceso económico en producción, circulación, distribución y consumición, poniendo la última lugar al mismo nivel que las demás. Las referencias a la consumición se hacía la mayor parte de las veces solo como “puro recordatorio”. El acto de la consumición se consideraba improductivo (3), por lo que estaba ausente de la ciencia económica al ser considerado como algo de naturaleza fisiológica o psicológica, es decir, como una simple cuestión de estómago, por lo que no quedaba modificaba la idea generalmente admitida de que la producción y la distribución de bienes tienen en la consumición la salida lógica y natural. ¿Pero por qué la economía política no trata satisfactoriamente esta materia? En principio, porque la naturaleza y la orientación de sus investigaciones dependían de las condiciones de la época y se basaban en la concepción que se tenía entonces de los problemas económicos. Las urgentes tareas asignadas al orden económico de los tiempos modernos- el capitalismo- en el campo de la producción y de la distribución de bienes relegaban automáticamente el problema de la consumición al último lugar. El análisis de las funciones desempeñadas por agentes económicos tan bien definidos como el empresario capitalista o el obrero asalariado parecía conceptualmente más fácil y se tenía por más esencial que el estudio detallado de la masa amorfa de los consumidores finales. Es cierto que éstos aparecían en el circuito económico como los agentes de la demanda del mercado, pero no se tenían en cuenta los elementos físicos y espirituales que provocan la demanda. La demanda se concebía como voluntad de comprar, como elección tomada. El papel de los consumidores se parecía, pues, al de los figurantes en un obra de teatro; no participaban directamente en ninguna escena, eran simplemente el marco indispensable en el que tiene lugar el intercambio de cantidades masivas de bienes de acuerdo con reglas racionales. Los consumidores pasan a ser demandantes anónimos y su aparición en el mercado, su participación real en la formación de precio, se inserta en la teoría del intercambio de un modo lógico, sin relación directa con el modo en que realmente tiene lugar la consumición. Esta escala de valores, esta jerarquía de conceptos, en la que la posición del consumidor no representaba en la economía más que ”cantidad sin interés” (3 bis) no aparecía sólo en la teoría sino que se encontraba también en la actividad económica y en la política económica. Ambas desdeñaban tomar en consideración el interés de los consumidores y rehusaban de entrada incluso tenerlos en cuenta. Fue ante todo el mercantilismo el que defendió el punto de vista del productor y manifestó en numerosas ocasiones su

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hostilidad frente al consumidor. Particularmente, fue el caso de la consumición interior, que “estaba desprovista de cualquier interés a los ojos de los mercantilistas” (4) Un sistema económico que consideraba la producción como un objetivo en sí mismo tenía que atribuir lógicamente a la consumición un rango inferior y mantenerla en subordinación. Reglas y prohibiciones vigilaban para que la consumición de bienes quedara sometida al fin perseguido por la política económica mercantilista, a saber, un abastecimiento tan completo como fuera posible del mercado con mercaderías y, sobre todo, con metales preciosos. Con la aparición del liberalismo la consumición pudo desprenderse de este tratamiento y abandonar el insignificante papel que se le atribuía. Los principios cosmopolitas y anti intervencionistas del liberalismo permitieron finalmente liberar a la consumición de la coacción ejercida por la autoridades y que se le reconociera como siendo la finalidad última de la actividad económica. Heckscher describe el cambio de apreciación en estos términos: “El liberalismo reconoce lo que las demás tendencias niegan, a saber: la supremacía de la consumición, en el más amplio sentido del término, sobre la producción, incluso en su más amplia acepción, es decir, en el contexto de la estructura de las fuerzas económicas” (5). Sin embargo, la libertad de consumición reconocida por el liberalismo no representaba tolerancia sino aplicación del “laisser-faire” a su evolución. No se trata de una toma de consideración sistemática de los intereses de los consumidores, de una política de consumidores, sino más bien de que se caería lógicamente en contradicción con la doctrina liberal, es decir, con la autorregulación de la economía, con el equilibrio automático entre intereses en conflicto. De hecho, asistimos en la época de la revolución industrial que trajo el liberalismo económico a un éxito asombroso de las fuerzas productivas, frente al cual la consumición no se consideraba más que como un instrumento pasivo desprovisto de voluntad propia. La consumición podía ser perfectamente presentada teóricamente como el objetivo final del proceso económico, pero estaba desprovista, en la práctica, de los medios de influenciar la evolución de las condiciones de la producción, sirviendo, por ejemplo, de contrapeso en la formación de monopolios. La libertad con la que el liberalismo gratificó al consumidor, no revestía, por consecuencia, más que un aspecto formal y negativo. El liberalismo hizo caer las cadenas pero olvidó facilitar el modo de empleo de la libertad recobrada. Tampoco fue explotada por él. La situación respondía a la fórmula de Nietzsche: “¿Libre de qué es lo que importa a Zarathustra? Tu visión debe decir claramente: ¿libre para qué?”. Antemos que la constatación de Heckscher (6), según la cual las tendencias no liberales no reconocen supremacía alguna de la consumición sobre la producción, está en contradicción con el hecho de que es precisamente con el dirigismo económico, y a medida que éste se desarrollaba, cuando empezaron a tenerse en cuenta los intereses de la consumición y particularmente del consumidor final. Fue la intervención creciente del Estado en la economía lo que permitió al punto de vista del consumidor imponerse con conocimiento de causa y, por eso mismo, conquistar al menos una igualdad de principio con respecto a los intereses del productor. No es, pues, por azar que, precisamente en una época que ha asistido al completo hundimiento del liberalismo, y que ha conocido frecuentes intervenciones del Estado en la economía, las relaciones entre el productor y el consumidor sean objeto de investigación y la doctrina haya otorgado a este último una supremacía de principio. En este sentido, Ammon (7) expresó esta comprensiva afirmación: “Si bien es correcto decir que la producción existe porque existe la consumición, y no a la inversa, que la consumición es el objetivo último de la economía

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y que la producción no es más que un medio, es correcto igualmente decir que no puede haber consumición sin producción y que una política que tenga en cuenta los intereses de los consumidores está obligada a tener en cuenta, igualmente los intereses de la producción y, en consecuencia, los del productor”. En efecto, fue precisamente la época del dirigismo estatal integral la que facilitó la demostración de la importancia de la consumición y la que la adoptó como centro de su acción económica. No fue la abundancia de bienes sino la penuria de mercancías que siguió a las dos guerras mundiales lo que puso de relieve el papel primordial que juega la organización de la consumición y el comportamiento de los consumidores en el sistema de aprovisionamiento. Para asegurarlo fue preciso promover una política global de consumición completada con su correspondiente reglamentación, a saber, el racionamiento. “El medio más conocido y, en la mayor parte de los casos, el más eficaz para orientar y restringir la consumición, sobre todo, si se trata de bienes vitales, fue el racionamiento a nivel del consumidor final” (7a) La evolución económica muestra pues lo contrario de la declaración de Heckscher: “El liberalismo colocó a la consumición en la cumbre de la escala de valores de la economía, pero se vio obligado a desinteresarse de readucir este postulado en hechos. Fue la economía no liberal, las“ otras tendencias”, en las que el contenido material prevalece sobre la fuerza de la teoría, las que pasaron a la acción y llevaron a cabo una auténtica política de consumición. Esta nueva orientación en el sentido de alineamiento a favor de la consumición, hasta entonces sumida en un “sueño dogmático“, se transfirió también a la investigación científica, precisamente porque sus problemas son los problemas están ligados a nuestro tiempo”. 2.- La teoría actual Nosotros no hemos afirmado que los economistas no tengan conciencia del papel de la consumición como elemento del proceso económico nacional, pero con una reserva: sus declaraciones al respecto revelan que un carácter casi exclusivamente formal. Esto nos lleva a preguntarnos ahora sobre la naturaleza y la extensión de nuestros conocimientos actuales sobre la consumición. a) Se refieren principalmente a la elaboración de conceptos, lo que se traduce en un mosaico variopinto de definiciones de consumición (8). La divergencia en la terminológica de base es sintomática del carácter deductivo y especulativo de la teoría de la consumición y de la falta de datos suficientes. Justifica al mismo tiempo esta observación de Eucken: “Se empieza por cuestionar los conceptos y no las relaciones entre los hechos. Así, desde el principio, el trabajo científico está mal orientado... Si se parte de definir el concepto “economía” antes de encuestar los hechos, cualquier fundamentación será defectuosa” (9) Sin intención de alargar la lista de definiciones, nos conformamos con presentar rápidamente las principales características de la consumición. También en este campo, partiremos del lenguaje de todos los días, que asocia a la idea de “consumición” las de utilización y destrucción, sobre todo de productos fabricados. Se trata, por tanto, de una consumición efectuada por seres humanos, de una consumición individual, que se presenta bajo un doble aspecto:

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A.- En tanto que satisfacción de una necesidad, considerando este término como el sentimiento de frustración, procurando o aumentando la sensación de placer, pero eventualmente también de displacer o de sufrimiento (cuando se come más allá de la saciedad, se lleva una vestimenta que no nos gusta, se escucha una música que nos parece molesta o incluso nos contrariamos por la degradación de un paisaje turístico) Se trata aquí de apreciar el valor de uso de los bienes y servicios consumidos, es decir, su actitud para satisfacer necesidades humanas. También del proceso técnico de la consumición de bienes, por ejemplo, del aplacamiento de la sed bebiendo uno o varios vasos de cerveza, de un viaje en ferrocarril a la Jungfraujoch, de la satisfacción de necesidades culturales por la frecuentación de un espectáculo teatral o de un concierto. En todos los casos, se trata de comprobar por experiencia personal el valor de un bien o de un servicio capaz de suscitar emociones, desde las más vulgares hasta las más sublimes. Bücher (9a), que aportó, con su teoría de las satisfacciones económicas, una prueba apreciada y de gran peso para los seguidores en la escuela histórica, habla de “consumición de placeres” y afirma que la teoría de la consumición no debería salir de esta marco. De ello se desprende que esta teoría abre igualmente perspectivas sobre sectores extraeconómicos y que pueden salir, por ejemplo, de la tecnología, de las artes o de otros campos. B.- En tanto que fenómeno puramente económico, la consumición individual se presenta bajo el aspecto del valor de cambio de bienes y servicios consumidos. Aquí , el elemento esencial está constituido por la degradación del valor de cambio, tanto desde el punto de vista individual como desde el punto de vista de la economía nacional, porque, al contrario de lo que ocurre con el consumo productivo, que será tratado más adelante, en la consumición individual no hay creación de nuevos valores de cambio. Visto desde este ángulo, la consumición individual se resume así: los seres humanos consumen bienes y servicios para sí mismos. Esta interpretación coincide en esencia con la definición dada por Oldenberg (10): “Consumición es la satisfacción de necesidades humanas por medio económicos”. La satisfacción de necesidades representa, por tanto, según la lógica formal, el genus proximum y los medios económicos utilizados para tal fin, la diferencia específica. La satisfacción de necesidades humanas por medios no económicos, como por ejemplo la consecución de aspiraciones religiosas por medio de un sacerdote, no se considera consumición si los fieles no aportan algún óbolo por el uso de las instalaciones sacerdotales y por recibir servicios del sacerdote para cubrir dichas aspiraciones. Hemos conseguido también establecer al mimo tiempo una nueva y doble delimitación en lo que concierne al objeto y a la duración de la consumición. En principio no es imprescindible que los medios utilizados sean destruidos por el acto de consumición y que desaparezcan con él. Un bien puede desaparecer por consumición pero también puede ser consumido por medio de actos repetidos, es decir, de un modo continuado. El acto de beber y el uso de un edificio para reuniones son dos casos extremos. Por otro lado, el objeto de consumición pueden ser bienes concretos y servicios. Así, por ejemplo, el trabajo del hotelero y de sus empleados se consume como la comida que se sirve a los clientes o las instalaciones que se ponen a su disposición. Mayer (11) defiende, sin embargo, la concepción opuesta y rehúsa considerar a los servicios como objeto de consumición, que son utilizados, no consumidos. A esto se puede objetar, en

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principio, diciendo que existen, además de servicios, bienes de consumición que sirven no una sino muchas veces, es decir, casi indefinidamente, y que, por consiguiente, la destrucción se retrasa en el tiempo. Pero hay también un argumento práctico a favor de nuestra tesis, a saber: la prestación de servicios se asemeja por su propia naturaleza a bienes de consumición ya que es una prestación de servicios lo que permite que, a fin de cuentas, los bienes resulten accesibles (al consumidor). No es posible comer en un restaurante sin la colaboración simultánea de los camareros, cuyos servicios forman, en consecuencia, parte integrante del acto de consumición, ya que no pueden ser disociados uno de otro. a) En la doctrina actual, las relaciones entre consumición y producción, explicadas dialécticamente de un modo extraño, ocupan un lugar especial. Si la delimitación de ambas nociones ofrece tantas dificultades es porque la producción no puede, en sí misma, realizarse más que a través de la consumición de bienes, es decir, por la utilización y la destrucción de materias primas o de accesorios y por el empleo de la mano de obra necesaria en el proceso de producción. Es decir, que la producción es consumición2; pero la consumición no sirve, en este caso, para fines productivos, es decir, para producir nuevos objetos por medio de la explotación y transformación de las materias previamente disponibles. La consumición de bienes y servicios en el proceso de producción es reproductiva o técnica: se distingue de esta forma de la utilización del producto por el consumidor final. Si bebo leche lo hago a título individual, para mí mismo. Pero si me sirvo de ella para fabricar mantequilla, la utilizo de un modo productivo. Un ejemplo más: la consumición de una cierta cantidad de energía eléctrica por las máquinas de una empresa, digamos que para soldar las piezas de una locomotora, es reproductiva o técnica, mientras que la utilización de la misma cantidad de energía para iluminación y para cocinar por parte de un determinado número de familias es consumición por estar al servicio del utilizador final, es decir, en el pleno sentido que le damos aquí. “La producción crea los bienes que son el correlato de las necesidades, la distribución los reparte según leyes sociales … para que sean consumidos, el producto se desliga de este proceso social y transforma en un objeto cuya finalidad es la satisfacción de una necesidad concreta”. Marx, a quién pertenece esta frase, expuso, por así decir, de paso, en un anexo poco conocido de su “ Crítica de la economía política”(12) las relaciones que existen entre producción y consumición. Lo que Marx dijo sobre la cuestión se aleja de lo que sostiene la mayor parte de los economistas. Marx no solo considera que la producción está condicionada por la consumición, en sentido técnico y reproductivo, o, según su expresión, productivo, sino que considera que lo contrario también es verdad: La consumición engendra la producción en el sentido de que la consumición crea y mantiene el trabajo humano como factor de producción. “Es evidente que por la alimentación, que es una forma de consumición, el hombre produce su propio cuerpo. Pero esto vale para cualquier consumición ya que, de una manera o de otra, (siempre) reporta alguna forma de beneficio al hombre”. Por ello Marx habla en estos casos de producción consumible.

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Venimos utilizando en esta versión castellana el término consumición con el sentido de consumo final, y el término consumo con sentido de consumo intermedio.

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Por consiguiente, la producción es consumo como la consumición es producción. Cada una es, al mismo tiempo, ella y su contrario. Entre ambas tiene lugar simultáneamente un cambio y un equilibrio. “La producción hace posible la consumición porque crea el soporte material sin el que ésta última quedaría privada de finalidad (objeto). Pero la consumición, a su vez, hace posible la producción al darle una finalidad, es decir, creando su sujeto, sin el cual no habría necesidad de productos”(13) La identidad entre producción y consumición elimina escrúpulos, de los que no participamos, de cara a la integración de los servicios en la noción de consumición (14). En la medida en que servicios como el trabajo del personal de un hotel constituyen una actividad productiva, creadora de valor y generadora de ingresos, muchos autores sostienen que no debe ser considerado al mismo tiempo como objeto de consumición. La doble naturaleza de la consumición y la producción, su equivalencia, permite esta interpretación y, según la fórmula de Vershofen (15), “considerar idénticas la producción de servicios y su utilización”. En lo sucesivo, haremos abstracción del consumo productivo y por consumición entenderemos, al contrario que Marx, únicamente la consumición individual. Siguiendo nuestro ejemplo, no consideraremos como consumidores de energía eléctrica más que a quienes la utilizan con fin no productivo. c) Por otra parte, la teoría dominante admite la coincidencia entre consumición y mantenimiento del individuo. Se ha observado y constatado históricamente una disociación progresiva entre los dos componentes de la unidad económica primitiva, la “oikos”, la economía doméstica autárquica, en el interior de la cual tiene lugar el ciclo completo que va de la producción a la consumición. El proceso (de disociación entre ambas) está ya tan avanzado en nuestros días como para que la economía familiar quede fuera de la producción de bienes ya que no participa de una continua especialización(16). Su actividad radica en la consumición de bienes, representada típicamente por las funciones de la familia, las cuales consisten, esencialmente, en asegurar y orientar la consumición. La familia penetra, por tanto, profundamente en el campo de la consumición y éste constituye su principal campo de aplicación. Se podría objetar, no obstante, como lo ha hecho Mayer (16a), que la principal actividad de la familia reside en administrar la renta, el uso del poder de compra que representa, y no en la consumición. Pero incluso si se toman como punto de partida las relaciones de intercambio, tal y como resultan en una economía con división del trabajo, incluso si no se consideran las cosas bajo su apariencia real sino bajo el orden monetario, no podrá el pensamiento separar a la familia de la consumición. En este orden de ideas se llega a la oposición entre consumición y ganancias obtenidas que se encuentra en el pensamiento de Liefmann (17), la que existe entre economía de consumición y economía de ingresos profesionales. La primera usa la renta para satisfacer las propias necesidades mientras que la segunda se orienta a conseguir un beneficio monetario. Incluso en este marco más amplio, la familia se orienta necesariamente hacia la economía de consumición, porque, en sentido económico, no busca rentabilidad o ganancia sino, exclusivamente, satisfacción de necesidades de sus miembros. Egner (18), en su exhaustiva e impresionante obra, atribuye a la familia, que en esencia no es “ni economía de producción ni economía de consumición”, una posición

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independiente y preponderante, caracterizada como “el conjunto de decisiones tomadas por un grupo humano en el marco de una sociedad, para asegurar la cobertura de sus necesidades comunes”, viene obligado, cuando se ocupa de la economía familiar, a hacer numerosas concesiones a la teoría de la consumición, lo que le sirve, en particular, para explicar cómo funciona una familia y cómo asegura la cobertura de sus necesidades, lo que prácticamente equivale a introducir por la puerta falsa la economía de la consumición en el sagrado seno de la economía familiar. Se puede invertir el problema y preguntarse si la consumición tiene lugar en el marco de la familia individual. En la medida en que se toma en consideración la circulación de bienes, es evidente que una parte importante de la consumición se efectúa fuera de la comunidad espacial constituida por la familia en el sentido estricto de la palabra. Basta mencionar en este sentido los bienes consumidos por los miembros de la familia fuera de su domicilio, con motivo de viajes de negocios o de vacaciones. La consumición resultante de las ausencias temporales durante las vacaciones reclamará evidentemente nuestra atención de un modo muy particular. Mas difícil resulta decidir si, desde el punto de vista del gasto monetario, es posible concebir una consumición no basada en la familia, en tanto que comunidad de consumición con disponibilidad de ingresos. En este caso, la distancia recorrida, el alejamiento geográfico del domicilio, no juega ningún papel, ya que sólo cuenta la pertenencia a la familia. Cuando este es el caso, cualquier consumición - como la del padre durante un viaje al extranjero, la de la madre en una cura termal, o los gastos ocasionados por los estudios de los hijos o la dote de la hija – está contemplada en el presupuesto familiar. Y, por consiguiente, puede haber una consumición de bienes que, ni con relación a los productos ni con relación a la renta tenga relación con el presupuesto familiar ni con la familia, lo que, al contrario de lo que advierte Ch.v. Reichenau, no excluye otras relaciones sociales. Este caso puede ser identificado de alguna forma por el grupo de los “solteros sin familia”. Si se hace abstracción de la ficción un tanto artificial que considera la economía de consumición de un individuo que vive solo como una familia, y se reserva, como parece lógico, el término para designar una comunidad familiar (18a), resulta evidente que la consumición no tiene lugar sólo en el interior del hogar, y que estos dos casos no se encubren completamente. En la casa, es decir, en la familia, tienen lugar los casos más relevantes de consumición, pero no son los únicos. Para tener en cuenta todas las combinaciones probables de una economía de consumición, resulta muy indicado tomar como sujeto no la familia o el hogar que ella funda sino el individuo, que es el eslabón final del proceso económico, quien realiza el acto de consumición, en definitiva, el consumidor final. d) Sería, sin embargo, injusto olvidar las investigaciones ya realizadas sobre la estructura de los bienes utilizados por las familias de uno o más miembros. Al llevarlas a cabo se descubrieron rápidamente ciertas regularidades en la demanda de bienes de consumición, derivadas de la extremada igualdad que existe entre las necesidades humanas que llevan a la consumición: alimentación, bebida, cierto confort doméstico. Se observa una notable concordancia no sólo en la elección y la calidad de los bienes de consumición sino también en la cantidad y orden jerárquico de las necesidades satisfechas y, ante todo, en el orden de prioridad adoptado. La concordancia está ligada al hecho de que los bienes disponibles para la consumición y los recursos monetarios de las familias no se distribuyen al azar entre todos los órdenes de magnitud sino que constituyen clases o categorías determinadas de renta. Se observa, pues, un cierto ordenamiento en el hecho de la consumición que, tanto en su naturaleza como en la

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ponderación de los diferentes gastos, parece determinado por la renta disponible. Philippovich formula esta constatación de la forma siguiente en su coriáceo estilo: “El hecho de la igualdad en la estructura de las necesidades más esenciales así como el de la similitud de las relaciones de renta en las diferentes clases sociales explican la constancia y la regularidad de la consumición (18b)”. Esta constatación es el resultado de las tentativas que tratan de establecer empíricamente las reglas que determinan la parte de los diferentes elementos que entran en la consumición total de la familia. Se conocen sobre todo las observaciones hechas desde mediados del siglo XIX por Engel sobre la estructura de la consumición y que la siguiente cita resume muy bien: “Cuanto más pobre es una familia mayor es el porcentaje (de sus ingresos) que dedica por término medio a gastos de alimentación”. La relación se cumple igualmente, según los resultados de las encuestas efectuadas en medios urbanos, para los gastos de alojamiento, cuyo nivel crece proporcionalmente a medida que la renta baja. Según la ley de Schwabe (1868), expresada en términos modernos, la elasticidad de la demanda de alojamiento con respecto a la renta es menor que la unidad. La ley generaliza la pesada carga que significan para las rentas bajas la alimentación y el alojamiento en el conjunto de necesidades vitales, lo que permite una formulación general de la ley de Engel como sigue: con rentas crecientes, la parte proporcional de los gastos en (satisfacción de) necesidades vitales en los gastos totales de una unidad de consumición disminuye, y aumenta la dedicada a (la satisfacción) de necesidades no vitales. Sin ninguna duda, (la ley de Engel) es una contribución esencial al conocimiento de la estructura de la consumición que es válida también para la consumición turística. Sin embargo, la ley de Engel es insuficiente en el marco de nuestra investigación porque no facilita más que una relación funcional; describe solo la relación existente entre determinadas partes de la consumición y la consumición total en función de las variaciones de renta; permanece muda sobre el origen, la evolución y la distribución de la consumición en general; no facilita ninguna explicación sobre las causas del comportamiento del consumidor, sobre todo de la satisfacción de sus necesidades libremente elegidas, de sus necesidades de lujo. 3.- Nueva concepción de la consumición a) Naturaleza diferente de la política tradicional de los consumidores Los intentos realizados para situar la consumición en la cima del circuito económico y para deducir de ella las demás etapas del proceso (19), proceden, a pesar de su carácter puramente formal, del sentimiento confuso de una laguna teórica. Esta laguna acabó por chocar de un modo cada vez más fuerte con la solución práctica del problema, que había hecho grandes progresos gracias, sobre todo, al esfuerzo interesado de los consumidores, mejor dicho, de las cooperativas de consumición. La solución práctica dejó en la sombra a las investigaciones teóricas sobre la naturaleza de la consumición hasta el punto de identificarse en gran medida con esta última. Sin embargo, en su forma de concebir las cosas en el marco de la economía política, no se interesaba por la consumición más que desde un punto de vista cuantitativo. Sus esfuerzos tendían a aumentar el rendimiento del trabajo, y por tanto, el poder de compra de las capas sociales económicamente débiles y que no estaban todavía

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protegidas por la legislación social. En una época en la que se veían “de un lado, los pavoneos de la oligarquía financiera y, de otro, los lamentos de los pobres” (20), se trataba de facilitar, en el marco de la política social, la adquisición de bienes y de hacerla menos gravosa, con el último pensamiento de poner el crecimiento de la consumición al servicio de la atenuación de la lucha de clases. El problema de la consumición así planteado se confunde, pues, con el de su crecimiento. Si creemos en el testimonio sobre su época del autor que acabamos de citar (20), “hay que esforzarse, bien en aumentar la renta del consumidor con el fin de que aumente su poder de compra, bien en disminuir los precios de compra de objetos de consumición. La primera solución conduce a consideraciones sobre el aumento de las rentas de los particulares mientras que la segunda hace referencia a un sistema de mercado que permite adquirir más cosas con menos dinero”. Pero las dos soluciones giran alrededor del problema central de la formación de los precios en el marco de la distribución de bienes y desplazan el problema de la consumición a una etapa anterior del proceso económico. b) Los orígenes sociológicos La política de consumición, inspirada en la crítica de la sociedad y en el deseo de reformas sociales, no tenía posibilidad de fecundar el terreno estéril de la teoría. Las nuevas tentativas destinadas al avance de la teoría procedieron básicamente del campo de la sociología, mejor situada para tener en cuenta el contexto social. Si se define el objeto de sus investigaciones con palabras de Oppenheimer (21), a saber, “la actividad de las masas humanas”, es evidente que hay que plantear la cuestión del comportamiento de los consumidores en el marco del proceso social partiendo de esta definición. En la nueva aproximación no se encuentra ya en primer plano el tráfico de bienes, la utilización y la consumición de mercancías y sus precios sino un acto humano determinante, cuantitativa y cualitativamente, la puesta en marcha de un proceso. El centro de gravedad del problema de la consumición se desplaza. En lugar de considerar únicamente cambios visibles y concretos se tienen en cuenta, sobre todo, las condiciones psicológicas, tanto individuales como colectivas, que los determinan. Por esto es por lo que se siente la necesidad de encontrar una definición más precisa y más amplia de los efectos producidos por la consumición, a saber, la satisfacción de necesidades. Ya no basta con que la satisfacción tenga lugar en el acto de consumición. Ahora hay que interesarse, sobre todo, por la elección de medios económicos destinados a la satisfacción de necesidades. El papel del consumidor es, pues, doble: penetra en la arena económica, primero como seleccionador y después como consumidor de bienes. Coincido con el señor X en una estación termal, en la que gasta la ganancia obtenida como consecuencia de una exitosa transacción mercantil. Su colega Y renuncia ese año a ir de vacaciones porque, después de pensarlo, prefiere gastar la cantidad prevista para tal efecto en la compra de un aparato de TV. El ejemplo muestra que el acto de consumición va siempre precedido de una elección, la cual, como consecuencia de su incidencia directa sobre la organización de la producción, es más importante que la consumición. “It is in the capacity of ‘chooser’ rather than as ‘user’ of goods that the economist ... becomes interested in the consumer” (Es por su capacidad de elegir más que como usuario de bienes por lo que los economistas ... se interesan por el consumidor” (22).

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Por consiguiente, los fenómenos que tienen lugar en el mercado de bienes de consumición son la consecuencia lógica de la decisión tomada con respecto a la utilización de renta; reflejan el proceso de selección que ha tenido lugar en el espíritu del consumidor. Sin embargo, este no eligió al azar ni a ciegas; no es un juego de circunstancias fortuitas lo que decide el empleo de bienes. La elección se basa en una confrontación entre fines susceptibles de ser alcanzados y el beneficio que es posible obtener de ello. En otros términos, el criterio descansa en una comparación de valores. Como dice Kyrk (23) “…consumption is primarily a problem of value and of valuation” (... el consumo es primariamente un problema de valores y de valoración). La valoración siempre tiene su origen en la naturaleza humana, en las fuerzas que influyen sobre ella y en los impulsos que libera, en el comportamiento de los individuos que viven en sociedad. Citemos de nuevo a Kyrk: “The fundamental problem of consumption becomes a problem ... of human behaviour” (El problema fundamental del consumo es un problema … de comportamiento humano) (24) Aunque los factores que influyen en la consumición y derivan del comportamiento humano son muy diversos, heterogéneos y diferentes de un individuo a otro, no hay que deducir de ello la imposibilidad de obtener datos objetivos. Este es precisamente el mérito de las investigaciones recientes, principalmente anglosajonas (25), haber puesto al día la existencia de factores estructurales homogéneos, resultado de concepciones ligadas a la vida en sociedad que modelan el comportamiento del consumidor. De este modelo de conducta o “plan de comportamiento”, que es la clave de la elección de bienes y, en consecuencia, guía la consumición, deriva el nivel de vida, “standard of living”. Kyrk lo describe como una “scale of preferences hierarchy of interests, code or plan for material living which directs our expenditure into certain channels and satisfies our sense of propriety and decency as a made of living” (una escala de preferencias jerarquizada de intereses, un código o plan de vida material que orienta nuestros gastos hacia ciertos canales y satisface nuestro sentido de la propiedad y de la decencia como un hecho de vida) (26). Esta adecuada definición ha sido ampliada por uno de mis alumnos. Según él: “El nivel de vida es la representación abstracta de una cesta determinada de mercancías generalmente considerada como un mínimo indispensable para el mantenimiento de un tren de vida conforme con una renta dada (27). Por tanto, el nivel de vida , así concebido, es más importante que el tren de vida, que no es más que la cantidad de bienes consumidos en un plazo dado por una unidad de consumición, es decir, por la familia. El nivel de vida es la expresión de la mentalidad económica de un pueblo y de su entorno social. “A society’s individuality comes out more in its standards than in anything else” (una sociedad se revela más en sus estándares que en cualquier otra cosa) (28). La diferencia, por ejemplo, entre la sociedad medieval y la sociedad moderna es particularmente llamativa si se compara el nivel de vida de la primera, muy bajo, limitado esencialmente a la satisfacción de las necesidades físicas, y enemiga del lujo, con las exigencias ilimitadas de la segunda en todos los aspectos de la vida. También se puede comparar el nivel de vida del obrero americano con el de su colega de la Europa del Este. El nivel de vida es, pues, función de una época; está en continua evolución; cuando se eleva es sinónimo de progreso y cuando baja refleja empobrecimiento. Las reglas que caracterizan el comportamiento humano con respecto a la consumición ¿son el resultado de concepciones impuestas, de reacciones que obedecen

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automáticamente a leyes propias de las circunstancias? Tal determinismo social, que aplica la causalidad de las ciencias naturales al campo social y que ha encontrado en el “conductismo”su formulación teórica, acaba necesariamente en la negación del libre albedrío individual y descarta la responsabilidad humana. El simple hecho de que el hombre tenga siempre la necesidad de diferenciarse, a través, por ejemplo, de la moda o incluso en las fantasías y las manías personales, frecuentemente consideradas como “shocking” (impactantes) porque afectan a las costumbres generalmente admitidas, nos impide ver en el nivel de vida un conjunto de prescripciones obligatorias. De no ser así, el hombre quedaría reducido a jugar un papel de marioneta y su comportamiento sería visto como la consecuencia de una lógica absolutamente rígida cuando solo se trata, en realidad, de la mayor o menor probabilidad en la forma de acomodarse a un nivel que no suprime la libertad individual de decisión. Dicho esto, hay que admitir que la libertad del consumidor es, frecuentemente, solo teórica: está limitada cuantitativamente por el montante de la renta y cualitativamente por las condiciones de producción. El nivel técnico de la producción y la organización de la empresa dominan a la masa desorganizada de los consumidores imponiendo límites relativamente estrechos a su libertad de elección en la adquisición de bienes. c) La concepción subjetiva Se podría objetar, sin embargo, que esta intrusión en el mundo de la subjetividad, en el que la elección de bienes depende de la apreciación de los consumidores y de consideraciones de utilidad, se ha tenido en cuenta ya por una escuela concreta de economistas, la que explica los fenómenos económicos y, por tanto, el comportamiento de los consumidores con la ayuda de la teoría subjetiva del valor. La escuela marginalista se esfuerza, en efecto, en facilitar la fórmula según la cual tiene lugar la satisfacción de necesidades, la determinación de la demanda en el mercado de bienes e, ipso facto, su selección para la consumición. Como elemento de motivación, esta escuela toma en consideración la utilidad que se espera obtener de un bien pero no de un modo abstracto: “al contrario, contempla en cada caso la menor utilidad marginal de la que una persona que actúa en el plano económico, en función de la situación de conjunto de sus necesidades y de sus recursos, puede todavía desprenderse del bien que posee” (29). La utilidad marginal, de la que Gossen (Sombart le llama “ese imbécil genial”) puso los fundamentos con su ley de la saturación de las necesidades, decide, por tanto, el valor de los bienes: es ella la que crea en el espíritu del consumidor la representación de los bienes o de los servicios apropiados para satisfacer sus necesidades. La ecuación queda resuelta: la selección de los bienes de consumición se lleva a cabo en función de la utilidad marginal, lo que la convierte en el regulador de acuerdo con la escala de valor que preside la satisfacción de necesidades. ¿Es posible, por tanto, realmente deducir de esta teoría una ley de consumición?. Conviene, de entrada, constatar, que la teoría de la utilidad marginal trata de explicar la elección que preside una ordenación racional de los bienes en general, lo que viene a decir – puesto que vivimos en un sistema económico en el que rige la división del trabajo - que se basa en el análisis de los mecanismos del mercado. La teoría de la utilidad marginal constituye, pues, el punto de partida del estudio de las relaciones de dependencia valor/precio, expresadas por un sistema de ecuaciones. En dicho sistema, “los precios de los bienes pueden ser presentados como función de las cantidades

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demandadas; inversamente, las cantidades de los bienes demandados pueden ser consideradas como función del precio” (30) No es nuestra intención discutir esta teoría estática del equilibrio, que no ve en el valor y en el mecanismo de los precios más que simples relaciones formales (31). Pero intentaremos demostrar que el principal edificio sobre el que la teoría descansa, es decir- la teoría de la utilidad marginal- no tiene en cuenta más que los fenómenos de intercambio, es decir, la distribución de los bienes, y por ello no es más que la antesala de la consumición. Es verdad que, en el marco de la economía de mercado, el consumidor actúa como demandante, pero sólo virtualmente, en tanto que portador de un apetito de goce indefinido y que, por tanto, tiende a ser saciado al máximo. El consumidor se enfrenta a cantidades de bienes y a precios, y finalmente es la relación entre ambos factores lo que determina la combinación de consumición y, en consecuencia, su participación (32). ¿Pero es la utilidad marginal para el consumidor la brújula infalible que le guía razonablemente en su elección de bienes ofrecidos en el mercado? “La utilidad marginal, para las diferentes categorías de necesidades (según el uso previsto), se comporta como un control previo y acompaña a la consumición paso a paso…” (33). Por lo general, tal concepción funcional no es más que un esquema abstracto. No permite explicar de manera satisfactoria ni la elección de bienes en el mercado ni el desarrollo del proceso de consumición. Porque estos fenómenos no pueden ser contemplados esquemáticamente, fuera del tiempo y del espacio, a través de un principio general sin relación ninguna con la vida. Por el contrario, son determinados causalmente por las concepciones de la existencia, por las costumbres, por una verdadera infinidad de estímulos, de intereses, de impulsos, por todo “el aparato de la motivación humana” (Oppenheimer). Son modelados por las influencias del medio ambiente. Pero si, a la manera de Mises (34), reducimos el comportamiento humano a una elección entre posibilidades ofrecidas, y si rechazamos la distinción entre móviles racionales y móviles irracionales, la concepción subjetiva del valor deja de ser atractiva. Incluso bajo esta forma, se limita a declaraciones abstractas sobre las condiciones de cambio que existen en el mercado y olvida deliberadamente los factores naturales y sociales que las determinan. Es cierto que puede ser indiferente, para el análisis de la formación del precio en el mercado, saber por qué, en un momento dado, una persona compra pan y no leche, pero no es menos cierto que el comportamiento del consumidor reviste una gran importancia para el conocimiento de la estructura del mercado y es, por tanto, orientativo para la política económica. Cambiemos el ejemplo; en Suiza se produce sobre todo vino blanco, pero se bebe sobre todo vino tinto. El desequilibrio estructural entre las condiciones de producción y los hábitos de consumición no influye sobre los precios respectivos precisamente porque el ajuste entre oferta y demanda se efectúa sobre “cantidades parciales” (34a). El mecanismo de los precios no basta, pues, para incitar a los viticultores a aumentar su producción de vino tinto. Para ello hay que tomar medidas relevantes de política económica. En resumen, se puede decir que la realidad de los hechos es inaccesible a la teoría de la utilidad marginal; la teoría está “divorciada absolutamente de la realidad de la vida” (35). Sus elementos, entre ellos la curva de demanda, no pueden revestir más que un valor simbólico por lo que habría que darles contenido y vida “to explore the world

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behind the demand curve” (para explorar el mundo a través de la curva de demanda) (35) d) El método psicológico Admitiendo el principio director de la consumición que hemos llamado nivel de vida, no hemos podido explicar, sin embargo, el caso concreto de la elección de bienes, el acto individual de compra. Si la posesión de un aparato de radio forma parte de un tren de vida coherente con una situación social, queda todavía por elegir entre los artículos de las empresas X, Y o Z, o por efectuar una sustitución parcial consistente en solicitar la conexión del sistema de difusión telefónica. Los datos objetivos, como los que se refieren a la calidad de la mercancía, las condiciones de pago, etc…, no son los únicos que juegan un papel en la elección; en ella intervienen numerosos elementos irracionales, como la presentación de la mercancía, la publicidad, la asociación con otros fines, etc… El conocimiento de los motivos que determinan un acto de compra aislada y, sobre todo, la investigación de los móviles irracionales que la rodean, tienen para el productor de la mercancía una importancia primordial y ejercen una influencia decisiva sobre el resultado de la venta. Entramos así en el campo de los estudios de mercado y de la consumición, es decir, del “marketing research”. Esta ciencia, hoy de actualidad, tiene por objeto “el estudio de todos los problemas relativos a la distribución, a la publicidad y a la venta de mercancías y servicios”(36). De aquí que el estudio de la consumición se vea fuertemente influenciado por la técnica y la tecnología. Se investiga la maximización de los resultados de la venta tomando en consideración los deseos del comprador individual y los medios para influir en ellos, entre los que destaca la publicidad. Un análisis minucioso de la psicología del comprador por medio de entrevistas personales y de encuestas, la llamada “collection of data” (banco de datos), que tan bien saben elaborar los americanos (37), facilita elementos capaces de dar en casos concretos un conocimiento del mercado y de garantizar al mismo tiempo que las ventas de la mercancía sean lo más rápidas posible. El consumidor, según este método, no aparece como un fin en sí mismo, sino como un objeto de estudio al servicio del productor o de la empresa. Schöfer (38) definió con acierto los estudios de mercado como un instrumento de gestión de la empresa y los consideró como una disciplina básica de la economía comercial. No se puede negar a este propósito que la individualización de la consumición, su descomposición en actos de compra individuales y el análisis de su motivación psicológica, que es lo que hacen los estudios de mercado, es un estímulo y una importante aportación al conocimiento de la consumición. En lugar de las representaciones abstractas y aisladas que prestan poca atención a la realidad, que es lo que caracteriza a la teoría de la utilidad marginal, los estudios de mercado facilitan una interpretación psicológica y causal del proceso de consumición. Es el actor humano, con sus alegrías y sus pasiones, quien sale a escena. Ahora se estudia empíricamente la elección concreta de los bienes y se demuestra “que la demanda efectiva, para poder manifestarse, debe estar precedida – conditio sine qua non - por la demanda “soberana”, “virtual” o “psíquica” (39).

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Los estudios de mercado, sin embargo, no dan del consumidor más que un retrato fragmentario, limitado en el tiempo y en el espacio y realizado desde el punto de vista del empresario, por lo que es teleológico. El método psicológico no basta para explicar el proceso en su conjunto; se basa en tipos de consumición representativos de capas sociales cuya estructura de consumición y nivel vida vienen determinados por el medio social. Todo deriva de la idea de que la gente refleja la sociedad en el seno de la cual vive. Los estudios de mercado no pueden hacer progresar las investigaciones sobre la consumición más que si se insertan en el marco de la sociología. Ambos métodos forman, por ello, un todo, como el tronco y las ramas de un árbol. e) Atractivos de la nueva metodología en la economía política moderna aa/ La teoría de los ciclos económicos Fue precisamente una ley psicológica concerniente al comportamiento del consumidor la que dio un nuevo impulso a la economía política convirtiéndola en el polo de atracción de las discusiones modernas sobre la dinámica de la economía y sobre la evolución de la coyuntura. Nos referimos a la tesis fundamental según la cual los hombres están dispuestos, en general, a aumentar la consumición a medida que aumenta la renta aunque en menor proporción que el crecimiento de ésta (40). En otros términos, esto significa que al crecer la renta tiene lugar un aumento más que proporcional del ahorro. “También el ahorro lleva en sí mismo el germen de una contracción cuya evolución es igualmente acumulativa” (41). Esquemáticamente, he aquí como ocurren las cosas: un ahorro creciente tiene como consecuencia un descenso de la demanda de bienes de consumición. El descenso de la consumición tendrá efectos negativos sobre el nivel de empleo en las industrias de bienes de consumición, que manifestará síntomas de crisis, la cual se transmitirá a la producción de bienes de equipo, puesto que la venta de estos últimos depende del nivel de ventas de la industria de bienes de consumición. El potencial de producción rebasa las posibilidades de absorción del mercado , las ventas se retraen, los stoks aumentan y aparece el desastroso paro masivo. Es evidente que la menor propensión a consumir que acompaña al aumento de los ingresos no basta para explicar el origen de la crisis. Esta explicación hace abstracción, sobre todo, de amplios sectores de población cuyas limitadas rentas nunca lo permiten aumentar la consumición incluso aunque quisieran gastar más (43). Pero lo que es esencial para nuestro propósito es la atención creciente que se concede al comportamiento del consumidor en la teoría de los ciclos económicos (44) y la importancia decisiva atribuida a los gastos de consumición en la terapéutica de la crisis. La teoría del poder de compra que hemos examinado tan solo se ocupa de superar la fase de depresión económica aumentando la consumición, incitando a la gente a comprar más, y no con medidas de reanimación de las inversiones…; la lucha contra la crisis, es decir, la política que tiende a asegurar el pleno empleo, se limita a aumentar la venta de bienes de consumición (45)”. Así pues, la consumición ocupa, al menos en el plano cuantitativo, el centro de la atención en la teoría de los ciclos económicos y de la política anticíclica.

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bb/ Estudio del circuito económico Por razones didácticas, con el fin de delimitar mejor la realidad y para comprenderla mejor en la práctica, la economía política recurre cada vez más a la idea de circuito económico para explicar el proceso económico. Jöhr (46), por ejemplo, basa sus investigaciones sobre la inflación de postguerra no en la teoría cuantitativa sino en la teoría del circuito. Sustituye “los conceptos cuantitativos abstractos, como masa monetaria y volumen de negocios, así como los instrumentos ficticios, como velocidad de circulación de la moneda y nivel de precios, por magnitudes menos abstractas que permiten hacerse una mejor idea de la estructura de la economía nacional y de la evolución del proceso económico”. Este método facilita un mejor conocimiento y a menudo incluso permite tomar conciencia del papel del consumidor, cuyos gastos están en el origen y constituyen la pieza maestra del circuito de la renta. Sin embargo , la teoría del circuito no es más que una simple consideración del consumidor, puesto que se limita a considerar el factor moneda y el factor mercancía y calcula el nivel de precios según la relación existente entre ambos factores. A pesar de los avances de la economía política moderna, cuyos estudios gravitan alrededor del consumidor, a pesar del reconocimiento formal de la consumición como el alfa y la omega (47) de la economía, de ello no podía resultar una explicación satisfactoria del proceso de consumición como tal. La teoría del cambio, en el centro de la cual se encuentra el mecanismo de formación del precio, no reserva lugar a una teoría autónoma de la consumición. Bajo la influencia de la cataláctica, que se identifica en gran medida con la teoría económica moderna, la economía política es deudora del impulso decisivo para tener (debidamente) en cuenta la consumición. cc/ La política económica La frenética aceleración del crecimiento económico que ha tenido lugar durante las últimas décadas y, sobre todo, durante los últimos años, nos ha permitido seguir, con una extraordinaria nitidez, las diversas formas de actividad que ha revestido, lo que ha revelado el interés de la economía política por el estudio de los problemas del sistema económico y la ha llevado a replantearse “la cuestión del orden económico” (Eucken) Si bien después de la crisis económica mundial de los años 30 se tendió claramente hacia una restricción del libre juego de las fuerzas del mercado y de la competencia a través de medidas de intervención ajustadas o no, hoy asistimos en el mundo occidental a un sintomático renacimiento del pensamiento liberal. La escuela neo-liberal es su abanderada y pone deliberadamente en primer plano la libertad de consumición, que ella considera como un elemento constitutivo de la economía libre de intercambio y como la antítesis de las economías planificadas o centralizadas. Es esta corriente ideológica la que “ha salvado el honor de la consumición” (47a) y la que ha promovido a su representante, es decir, al consumidor, al rango de agente central del crecimiento económico. Después de haber pasado por (ser) un simple objeto de cálculo para la política económica, el “condenado de la tierra” según una sorprendente expresión, este personaje está llamado actualmente a hacer valer sus derechos soberanos. Si no queremos que lo que acabamos de decir se quede en pura retórica hay que garantizar al consumidor ciertos derechos, de forma que quede asegurada su posiciónclave en el desarrollo económico, así como el correcto funcionamiento del “mercado de

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compradores” (buyer´s market). No se trata sólo de proteger al consumidor contra los monopolios y los acuerdos que afectan al precio. Es preciso mejorar también su conocimiento del mercado y permitirle comparar precios y calidades, lo que a su vez exige una tarea educativa. “En una sociedad como la nuestra, la educación del consumidor requiere una legislación justa y protectora” (48), lo que exige, en consecuencia, medidas que protejan al consumidor por medio del mantenimiento en la competencia (49); pero esto se escapa del marco de nuestros propósitos. La última corriente de ideas, que trata de asistir al consumidor en el mercado y a compensar su debilidad con respecto al productor y al vendedor, está estrechamente ligada a la teoría de la consumición. Hay que conocer las condiciones y las reglas que presiden la consumición para poder intervenir en favor del consumidor. Cuando la política económica defiende al consumidor se diferencia de la política tradicional (50); en efecto, ella no se inspira en consideraciones sociales y cuantitativas, es decir, no aspira a aumentar el aprovisionamiento de bienes; al contrario, considera que el ordenamiento del desarrollo económico a partir del consumidor final es el objetivo que hay que perseguir. Para que la tarea que se ocupa de orientar al consumidor en el marco de la economía liberal sea efectiva y no una mera metáfora, hay que reforzar de un modo más sistemático y más global que antes la posición del consumidor en el mercado. Es evidente que, visto desde este ángulo, la teoría de la consumición reviste el carácter de una gran actualidad.

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CAPÍTULO II: EL TURISMO COMO OBJETO DE CONSUMICION 1.- Las etapas del conocimiento del turismo Por turismo se entienden dos cosas: 1º Una actividad humana que externamente se refleja en una ausencia pasajera del domicilio por móviles psico-físicos. 2º El quipamiento técnico-económico previsto para facilitar dicha actividad. Esta concepción engloba, pues, simultáneamente, un elemento subjetivo y el sustrato material que le sirve de base. La palabra turismo evoca tanto la imagen de una muchedumbre abigarrada de turistas como el equipamiento que se orienta al servicio de ellos: ferrocarriles, hoteles, centros climáticos, manifestaciones de cualquier tipo, etc… El elemento desplazamiento limitado en el tiempo nos hace pensar en viajes, en medios de transportes y en estancias en la localidad turística elegida; el turismo está compuesto, pues, por una primera etapa móvil y dinámica y por otra etapa, posterior, inmóvil y estática. En la terminología francesa, la primera fase, la relativa al transporte, se denomina “tourisme actif”, mientras que la segunda, la relacionada con la estancia y con su desarrollo, se define con el término “tourisme réceptif” (51). El turismo presenta, en tanto que objeto de reflexión y de investigación sistemática y científica, una serie de particularidades (52). a) De entrada, la indiferencia total y el mutismo más absoluto de la ciencia hasta hace muy poco. Mientras que el tráfico de mercancías, los intercambios de bienes de un país a otro o en el interior de las fronteras nacionales suscitan siempre el más vivo interés de los economistas, una materia que llegó en la época de mercantilismo a ocupar el centro de la doctrina, el turismo, es decir, la circulación de personas, venía pasando inadvertido. El extranjero ha llamado la atención y a veces incluso ha suscitado desconfianza como negociante o transportista de mercancías. Las leyes medievales de la hospitalidad, con sus reglamentos relativos a visitantes extranjeros, sobre todo mercaderes, y la forma de tratarlos, fueron instrumentos específicos de la política de abastecimiento. El fin de la política consistía en concentrar el comercio en ciertas ciudades y reservarlo para sus ciudadanos. Testimonios sobre flujo de extranjeros en esta época, que revestía la forma de peregrinación, viajes educativos y curas termales, no se encuentran, salvo raras excepciones, (53) en las obras de economía sino en las de literatura. Sería excesivo responsabilizar de ello a la miopía de los economistas de antaño. La razón no es otra que el escaso número de viajes de carácter pacífico que había en el pasado. (Hacer) desplazamientos solo era, en principio, posible para una capa minoritaria de la población, numéricamente pequeña, sobre todo la nobleza, los clérigos, los comerciantes relacionados con el extranjero y sus asociaciones: las hanseáticas (54). La atracción del extranjero la sentían también los profesionales y los estudiantes que atravesaban los países a caballo. Pero la masa de la población campesina y obrera continuaba (siendo) sedentaria en el sentido estricto del término, preocupada ante todo de asegurarse una alimentación conforme a su nivel de vida, lo que excluía cualquier posibilidad de utilizar sus ingresos para conseguir fines turísticos. Carecemos, pues, de

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observaciones precisas basadas en estadísticas globales. Los movimientos esporádicos de viajeros por rutas por las que pasaban caravanas de comerciantes, sin duda importantes para la economía y la prosperidad de los individuos en el pasado, ocupaban numéricamente un segundo plano. Las “delicias materiales” (“Güterseligkeit”, v. Gottl) no solo arrojaron sus sombras sobre la idea que se hacían de la consumición sino que también les impidieron discernir las primicias del turismo moderno. El destino común permite darse cuenta del estrecho parentesco que existe entre la consumición y el turismo. b) Ante el formidable crecimiento de los viajes que siguió al desarrollo industrial y a la revolución en las técnicas de los transportes en el siglo XIX, la economía política se vio obligada a no seguir ignorando el turismo. Con muchas dudas, es cierto, hacia finales del XIX comenzó - al principio muy fragmentariamente - a interesarse científicamente por las migraciones temporales de los hombres y por su concentración pasajera en ciertas regiones privilegiadas por la naturaleza. Una vez más, no fue por azar que la parte objetiva del turismo, esto es, la cifra de negocios y el capital invertido, recibiera atención por parte de los gobernantes. Esto es lo que significa el término erróneo pero muy adecuado de “industria del turismo”. Resalta el prodigioso desarrollo- a un ritmo a veces casi americano- de la hotelería y de su clientela, de las estaciones climáticas transformadas en nuevos centros comerciales y de la construcción de ferrocarriles y carreteras de montaña. Todo esto le dio el carácter de nueva rama de la economía y las investigaciones del turismo se orientaron hacia los aspectos cuantitativos e institucionales. Fue así como acabó por reconocerse en la misma época la beneficiosa influencia del turismo en los movimientos internacionales de capitales y en la balanza de pagos (rentas turísticas). Las entradas de divisas que generan los gastos de los turistas se convirtieron rápidamente en un importante factor de desarrollo económico y de rentabilidad del turismo. Numerosos estudios se dedicaron a este tema (55). En la época de liberalización de las relaciones económicas mundiales, sobre todo las relativas a la libre circulación de viajeros de un país a otro, las corrientes turísticas se dirigían hacia aquellas regiones y localidades tradicionales que se destacaban por sus condiciones naturales. (El Rin entre Mainz y Colonia, los Alpes suizos y austríacos, la costa mediterránea francesa e italiana, las playas del mar del Norte, las ciudades de aguas termales famosas del triángulo de Bohemia: Karlsbad, Marienbad, Franzensbad, etc...). Estas regiones recibieron sin especial esfuerzo un maná financiero que aumentaba al mismo ritmo que aumentaba el movimiento turístico. La abolición de la liberalización de los viajes internacionales durante la primera guerra mundial, las restricciones progresivas que siguieron a la crisis económica mundial de comienzos de los años 30 y la adopción por importantes países de un control de cambios (monetarios), perturbaron el mecanismo autónomo del turismo internacional y las dos guerras mundiales tuvieron como efecto su más completo enrarecimiento. Cada vez más, los viajes al extranjero se situaron bajo un régimen de compensación económica recíproca. La vieja comunidad turística mundial se descompuso en sectores aislados que obedecían a corrientes autónomas. Los flujos de extranjeros hacia países clásicos, como Suiza, chocaron con barreras y medidas que los constriñeron o los desviaron. El Estado intentó intervenir para conservar, en periodo de crisis de la balanza de pagos, la partida del activo “turismo” que había llegado a ser doblemente valiosa. No se trataba solamente de salvaguardar los intereses turísticos en las relaciones económicas con el extranjero, al

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mismo tiempo había que paliar la situación crítica de la industria del turismo en el país debido al descenso parcial de visitantes extranjeros. El Estado se dedicó entonces a promover activamente una política turística; nos movemos solo a pequeños pasos como consecuencia del dirigismo. c) Situada de esta forma en el primer plano de las preocupaciones de la política económica y expuesta bajo los proyectores de la publicidad, la industria turística encontró cada vez más aceptación por parte de la opinión pública. El mérito de esta evolución recae no solamente en las organizaciones profesionales encargadas de la defensa de sus intereses sino también en una literatura científica cada vez más abundante. En lo que concierne a Suiza, mencionaremos, además de los autores ya citados, a Gölden (56), Gurtner(57), Koller (58), etc.... sin olvidar las excelentes y abundantes reseñas facilitadas desde fines de 1933 por las estadísticas federales de turismo. La escuela alemana anterior a la etapa nacional-socialista está representada por Glücksmann, Bormann, etc... Angelo y Giovanni Marotti, en Italia, PeyromaureDebord, en Francia, Norval y Ogilvie, en los países de lengua inglesa, figuran entre los autores más importantes. Mencionemos igualmente la contribución de países de la Europa Oriental al desarrollo de la doctrina turística, gracias sobre todo a Markos, en Hungría y Cerny y Charvat, en Checoslovaquia. No obstante, Austria, país donde, antes de la primera guerra mundial, Stradner y Schullern zu Schrattenhofen pusieron las bases de una teoría económica científica del turismo, tiene derecho a considerarse como pionero en esta materia. Fue así como el velo que ocultaba numerosos aspectos del turismo fue finalmente levantado. Los muy rudimentarios conocimientos con los que las ciencias económicas se habían conformado hasta ahora, que no rebasaban el problema de la balanza de pagos, se ampliaron hasta ofrecer una visión de conjunto del turismo. No es disminuir el mérito de los trabajos citados constatar que estaban todavía basados en consideraciones puramente materiales y ligadas a los mercados ya que sus autores estaban preocupados ante todo por estudiar el equipamiento turístico, su ordenación, sus dimensiones económicas, su rentabilidad. Las motivaciones humanas que condicionan y determinan estos aspectos y que se inscriben en el marco de las condiciones sociales y son función de la renta les interesaban menos. Dicho de otro modo, el turismo ponía de relieve los problemas de la producción, no los de la consumición. Dos ejemplos tomados de obras recientes lo atestigua. aa/ La aportación de Troisi (59). Basándose en los estudios de Marshall y en su teoría de la renta, Troisi limita los aspectos económicos del turismo al beneficio particular, plusvalía o “soprappiù”, obtenido por el empresario turístico, es decir, precisamente, a la renta turística. En el pensamiento de Troisi, la renta turística se basa en la existencia de bienes libres (clima, vistas, manantiales de aguas medicinales) ventajosamente situados, así como en el patrimonio artístico y cultural o en otros focos de atracción (por ejemplo, la gastronomía) de una localidad o de una comarca determinada. El beneficio que el empresario obtiene de su situación privilegiada, de su monopolio o cuasi-monopolio, es un ingreso suplementario o adicional, es decir, es la renta turística. La renta turística tiene otros elementos que pueden ser de naturaleza psicológica, como por ejemplo, la propensión a gastar más dinero en una estación climática que en otra. Troisi no sólo agrega las diversas rentas turísticas en un todo: el beneficio neto del productor (60), sino que sencillamente identifica el total con la renta turística, lo que constituye a fin de cuentas una tautología.

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bb/ Partiendo de un principio dogmático análogo, se trata de explicar las particularidades económicas del turismo por la duración del proceso de producción. Refiriéndose a la clasificación de los economistas anglosajones modernos, Röpke (61) adopta la división de la producción en tres sectores “Primary production” (agricultura y otras actividades básicas), “secunday production” (industria) y “tertiary production” (productos de calidad, bienes culturales) o “beni d´ozio” según Einaudi. Los viajes de placer, en una palabra, el turismo, constituyen para Röpke los productos típicos de la “tertiary production”, lo que presupone contar con un mínimo de producción en los dos primeros sectores. (La presencia) de estos dos sectores refleja una cierta prosperidad. Ellos se desarrollan (al unísono) con la mejora de las condiciones de vida y de bienestar material. Pero, al afirmar que los bienes del tercer sector no pueden ser obtenidos más que después de haberse satisfecho previamente las necesidades de bienes de los dos primeros sectores se toma, sin saberlo, como criterio, la estructura de la consumición. En efecto, no es posible cubrir las necesidades culturales o de lujo más que después de haber satisfecho antes las necesidades psicológicas necesarias (sic) para la vida. Es, pues, basándose en la consumición, es decir, en el nivel de vida, como se clasifica la producción. Desde un punto de vista puramente técnico, la mayor parte de las actividades turísticas, la distribución de los alimentos o la provisión de medios de alojamiento por parte de la hotelería, que responden a la satisfacción de las necesidades de alimentación y de alojamiento, deben incluirse en la “primary” y en la “secundary production”. Sin embargo, desde el punto de vista de la empresa, no hay ninguna diferencia entre ellos porque tanto el campesino como el industrial, lo mismo que el empresario turístico, por ejemplo, el propietario de una tienda de tornaviajes localizada en un balneario termal, todos buscan todos del mismo modo la explotación exitosa del capital invertido. 2.- Importancia creciente de la noción de consumición a) Si hacemos un balance provisional de nuestro estudio, constatamos que el turismo no debe ser considerado exclusivamente desde el punto de vista de la producción y del mercado. El estudio del turismo no puede ser llevado a cabo más que si no se pierde de vista la consumición y los factores que la explican. Sin el conocimiento de las condiciones subjetivas y del lugar que ocupa el turismo en la escala de necesidades del individuo y de su clase social, es decir, en el conjunto de la colectividad, cualquier teoría sobre esta materia es forzosamente fragmentaria. Es cierto que la orientación a la consumición no es exclusiva del turismo; en todo proceso económico, en toda operación comercial efectuada en el mercado, se advierten razones que influyen en la elección del consumidor que se sitúan más allá de las estrictas leyes económicas y de la ficción del homo economicus. Lo dicho no constituye una diferencia de principio sino del grado en el que se manifiesta la actitud del consumidor de acuerdo con la urgencia de la necesidad sentida. La consumición de bienes y servicios de primera necesidad, el caso del pan por ejemplo (62), se caracteriza por su continuidad y su constancia dentro de cada nivel de renta (de ello resulta una visión de conjunto relativamente simple o incluso la transparencia del mercado).

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Por el contrario, cuando el consumidor desea satisfacer sus necesidades secundarias o de lujo, son sus hábitos, tanto cuantitativos como cualitativos, los que influyen. En otros términos, la influencia del nivel de vida es muy fuerte y manifiesta que la demanda es más elástica. Así entendido, el turismo es un ejemplo típico de la satisfacción de necesidades que corresponde a la idea que se tiene del modo de vida apropiado a su nivel. El turismo no se explica, por tanto, solo en base a consideraciones de utilidad sino que además contiene una gran parte de elementos extraeconómicos, queremos decir irracionales. Para tenerlo en cuenta hay que hacer una investigación del turismo al margen de los datos objetivos y de las instituciones y considerar los sentimientos del individuo y el modo de vida elegido, lo cual lleva, en resumidas cuentas, a concebir al turista, ante todo, como un consumidor de bienes y servicios. Es, pues, en la orientación de la economía turística hacia el consumidor y su comportamiento condicionado por las tradiciones y el medio social donde residen los progresos de la teoría en estos momentos. Los resultados anteriores no han sido rebasados ni, por tanto, desvalorizados; al contrario, han sido enriquecidos y orientados desde el punto de partida y el punto de llegada del turismo, e integrados orgánicamente en un cuadro sinóptico de la actividad turística. Cerny ha dado un primer paso hacia una síntesis de los factores de producción y de consumición en el turismo; este autor, sin embargo, coloca aún en primer plano las relaciones cuantitativas (63). b) Tal concepción no pretende tener una originalidad particular. Al poner el acento en la consumición resalta un hecho esencial ya reconocido; en efecto, muchos observadores del turismo han advertido que un número importante y siempre creciente de viajes no son realizados por razones de orden profesional o lucrativo sino más simplemente por el placer de viajar, razón por la cual adquieren un carácter autónomo. Vemos personas que van a lugares próximos o lejanos para adquirir formación intelectual, por esparcimiento físico, o, simplemente, porque están hastiados de su entorno habitual, “rerum novarum cupidi”, decían los antiguos romanos para referirse a la necesidad humana de descubrir sin cesar cosas nuevas: estos viajeros llevan en sí mismos la razón de su viaje. Quieren distinguirse de algún modo de su vecinos, para quienes el abandono de su lugar de residencia está relacionado con su actividad profesional o comercial; en sus desplazamientos, los hombres de negocio buscan objetivos que nada tienen que ver con su bienestar físico o psíquico; su desplazamiento tiene, por tanto, carácter heterónomo. Se trata de las diferencias entre peregrino y mercader. Puede ser que ellos vayan por los mismos caminos y que descansen en los mismos lugares, pero se diferencian fundamentalmente por su mentalidad y su comportamiento. Económicamente hablando, esta diferencia radica en el hecho de que el peregrino es, solo y exclusivamente, un consumidor de bienes y servicios. Podemos considerarlo como el representante de la categoría de los turistas, de los “forasteros”, de los que gastan dinero en el país, de los que no se dedican a ninguna actividad productiva. La característica primordial de los turistas reside en su papel de consumidor y en la ausencia de espíritu de lucro. Stradner (64) da de ellos la definición siguiente, en el estilo barroco de Austria en los tiempos de la doble monarquía: “En este caso, la necesidad de los foráneos entra en relación con nuestros medios para satisfacerla, sin

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que esto lleve a que, por nuestra parte, tengamos necesidad, a su vez, de buscar medios foráneos para satisfacerla”. No acontece lo mismo en el caso del mercader que realiza viajes con fines profesionales o lucrativos. A él lo que le interesa es crear “la necesidad de buscar medios foráneos para satisfacerla”; dicho de otro modo, trata de vender lucrativamente mercancías en el extranjero. Según Stradner, “los gastos personales derivados del viaje y la estancia no son más que un elemento accesorio a sumar o restar del balance” (65) que refleja el resultado del desplazamiento. Contrariamente al turista, el hombre de negocios que viaja no responde a las características del consumidor puro, porque aporta y toma a la vez a/de la producción y la actividad económica del lugar o el país que visita. c) La diferencia de naturaleza (entre ellos) está en la base de la mayor parte de las definiciones del turismo, las cuales resaltan, en la circulación de personas, la parte concerniente exclusivamente a la consumición. Según Morgenroth (66), los turistas “se alejan de su domicilio habitual para estanciar en otros lugares exclusivamente como consumidores de mercancías y otros bienes económicos”. Otras definiciones expresan la misma idea, acorde con la constatación negativa de que el turismo en los lugares de estancia “no está relacionado con ninguna actividad lucrativa principal, bien sea permanente o transitoria (67). Autores anglosajones, como Norval (68), se refieren secillamente al turista como aquel individuo que gasta momentáneamente en el lugar de estancia (pasajera) un dinero que ganó fuera de él: “We define the tourist as one ... who spends in the country of temporary sojourn money which has been earned elsewhere” (“definimos al turista como la persona que gasta en el país donde se encuentra transitoriamente un dinero que ha ganado en otro lugar”) (el subrayado es del traductor francés). La mayoría de los autores está, por tanto, de acuerdo en el carácter de consumición pura que tiene el gasto turístico, lo que ha llevado a decir a Günther que la teoría del turismo se puede incluir perfectamente en un tratado sobre la consumición (69). Pero como es difícil fijar estadísticamente la frontera entre el turismo y los viajes de negocios, las diferencias entre ellos suelen ser difíciles de precisar. Koller (70), por ejemplo, incluye igualmente en el turismo suizo a las personas que abandonan transitoriamente su domicilio habitual por razones de orden profesional (especialmente cuando hacen viajes de negocios). Con esta concepción amplia (del turismo) se incluyen en las estadísticas hoteleras todos los clientes que han elegido esta modalidad de alojamiento por la imposibilidad de que las encuestas individuales sobre la finalidad del desplazamiento permitan establecer con claridad las diferencias (existentes) entre viajeros de negocio y turistas. En otros términos: en las estadísticas turísticas figuran clientes que no son turistas, aquellos visitantes extranjeros en el sentido en el que precisamente entendemos a los hombres de negocios eliminado de nuestra definición. A pesar de la incompatibilidad entre la definición (de turista) y su consideración estadística (71) hay que mantener el principio según el cual gastos turísticos son únicamente los que se dedican a consumición; el turista es (solo y exclusivamente) un consumidor. Esta es la característica fundamental del turismo y su verdadero credo. En efecto, es sólo sobre esta base sobre la que se pueden particularidades del turismo, a saber:

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comprender las tres


aa) Modo de financiación del viaje Mientras que los gastos que se dedican a los viajes profesionales o de negocio son soportados por la empresa y quedan incorporados a los costes de producción bajo el concepto de gastos diversos, los viajes no comerciales, es decir, el turismo según nuestra definición, son financiados con ingresos personales. Los viajes profesionales y los viajes de negocio son fenómenos concomitantes con el tráfico de mercancías y forman por ello parte del sector de la producción; por el contrario, el turismo tiene que ver con la utilización de renta puesto que determina y orienta sus modalidades (de utilización). Debe, por consiguiente, ser incluido en el sector de la consumición. Esta concepción es la única que permite elegir entre diferentes maneras de consumir y poner al turismo en competencia con las demás necesidades en el marco del nivel de vida. En ella se basan todos nuestros trabajos. bb) Efectos sobre la economía de la localidad turística En tanto que consumidores, los turistas aumentan la circulación monetaria del lugar turístico, elevan el poder de compra de la población autóctona y aumentan la cifra de negocios del comercio y de las industrias locales así como el valor de la tierra (renta funciaria). El resultado económico generado por el turismo juega un papel más importante que el generado por los desplazamientos profesionales porque los gastos de los turistas son, en general, más elevados y más diferenciados que los de los hombres de negocios y porque los de éstos no dan lugar, como ya se ha dicho, a contraprestaciones por parte del comercio local. El vacacionista no es más que un utilizador, no es un proveedor. No trabaja para compensar gastos; no lleva a cabo - ya lo hemos dicho - ninguna actividad productiva. Sus efectos sobre la economía local son acumulativos y se traducen en concentración de empresas comerciales y en prestaciones de servicios. En resumen, la estructura económica de una localidad turística está más diferenciada que la de una localidad industrial, por ejemplo (72). cc) Gastos en materia de transporte En el proceso económico, los servicios de transporte representan un medio de producción sujeto a leyes económicas. En el turismo, por el contrario, (estos servicios) revisten las características propias de un bien de consumición cuya adquisición es cuantitativa y cualitativamente ilimitada. Esta distinción es importante en materia de transporte, tanto en el plano teórico como en la práctica. En efecto, en el primer caso, es importante satisfacer las necesidades de transporte utilizando tan racionalmente como es posible el equipamiento existente puesto que cualquier utilización excesiva conduce necesariamente a un aumento de gastos perjudicial para la empresa y para la economía nacional. Por el contrario, en el segundo caso, y siempre que a largo plazo la libertad de consumición continúe siendo parte integrante de nuestro orden económico, no importa el gasto que se haga en transporte. El propietario de una fábrica que aumente con dos nuevas unidades un parque de vehículos ya poco utilizado hace un mal negocio en el plano profesional y una inversión inútil en el plano económico nacional. Pero si un individuo adquiere para su uso personal dos coches de lujo no da pie a ninguna crítica desde el punto de vista de la economía nacional porque se trata de la utilización de su

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propia renta personal. Sólo la pertenencia del turismo a la esfera de la consumición justifica su especial posición con respecto a la industria del transporte en general (73). d) Gracias a los argumentos expuestos más arriba, y gracias sobre todo a la constatación de que las relaciones entre turismo y localidad visitada “están exentas de cualquier intención de lucro y se limitan a la consumición de bienes” (74) pensamos haber puesto suficientemente de relieve la relación turismo - consumición y se nos dispense tener que aportar nuevos argumentos. Todo lo que se ha dicho sobre este asunto no se refiere más que al método, al desarrollo concreto (del concepto) del turismo y no a su origen. La identidad: turista = consumidor traduce esta fase externa y aparencial. Queda por examinar en qué condiciones se realiza (el turismo) en el marco del espíritu del consumidor, bajo qué forma de toma de decisiones individuales concernientes a la elección del consumidor tiene lugar. Es decir, nos queda aún por estudiar la consumición en el plano genético. Esto es lo que nos lleva a la segunda parte de nuestro estudio.

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SEGUNDA PARTE: ELEMENTOS CONSTITUTIVOS DE LA CONSUMICIÓN TURÍSTICA CAPÍTULO III: FORMACIÓN Y TIPOS 1.- La renta y la demanda turística a) Para viajar hace falta dinero. La ausencia transitoria del domicilio con fines turísticos provoca un gasto que, en general, rebasa la consumición regular en la localidad de residencia y el tren de vida normal. De una parte, es un hecho que los gastos aumentan en vacaciones tanto en valor absoluto como relativo. La experiencia demuestra que en vacaciones se gasta más porque continuamente surgen nuevas necesidades. Por otra, no es posible suprimir completamente los gastos relacionados con la residencia permanente. Existen gastos fijos (alquileres, seguros, mantenimiento) que no desaparecen durante la ausencia y que se suman a los gastos de viaje y de estancia. El turismo ocasiona, en consecuencia, un crecimiento de los gastos con relación a la media habitual. Esto es lo que explica también por qué es difícil cubrir las necesidades turísticas, es decir, financiar los gastos de viajes y vacaciones, en base sólo a la remuneración corriente, el salario. Estos ingresos no son suficientes, en la mayor parte de los casos, para asegurar a la vez los gastos inherentes al domicilio permanente y los que se producen con el traslado temporal de la familia a una localidad turística. Por ello hay que acumular medios financieros durante un periodo de tiempo relativamente largo y economizar durante meses, una anualidad, es decir, prepararse para cuando llegue el momento de la evasión proyectada o para, si se trata de un viaje a crédito, afrontar la devolución (del préstamo) llegado el momento. El turismo presupone pues, una utilización reflexiva y planificada de la renta, es decir, la existencia de un presupuesto familiar. El turismo es pues incompatible con una vida vivida al día. La libertad de disposición es mayor entre los que tienen rentas altas o muy altas procedentes del trabajo o del capital mueble e inmueble. De aquí deriva la facultad, para las clases acomodadas, de disponer en todo momento de medios financieros para sus gastos de viaje y de estancia sin que quede afectado, por tanto, su tren de vida habitual (75). Son los titulares de altas rentas quienes han contribuido de manera decisiva al nacimiento del turismo y de sus instituciones y quienes han dado a éstas hasta el siglo XX un cierto carácter aristocrático y feudal. El elevado coste de los desplazamientos en la época de las diligencias y la ascensión del Rigi, con guías y a lomos de mulas, desanimaba a las masas, por lo que se trataba de un lujo reservado a la elite social, es decir, a la elite financiera, la que se encontraba en la cima de la pirámide de rentas. A pesar de la ampliación de la base de la pirámide y del aumento del número de personas que tienen acceso al turismo, éste se financia hoy todavía en gran parte con el patrimonio y con recursos que no tienen su origen en el trabajo. Aunque es verdad que hoy la clase de los rentistas, víctima de la inflación y del aumento de las cargas fiscales, ha sido, en parte, eliminada del ciclo turístico, el turismo continúa, sin embargo, dependiendo muy particularmente de la coyuntura del mercado de capitales y es sensible a las crisis bursátiles, a las devaluaciones de la moneda, et. Por consiguiente, la existencia de ciertas fracciones de renta añadidas a los recursos destinados a gastos corrientes constituyen la condición material previa, es decir, el

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sustrato del turismo. El nivel de renta y el patrimonio de la población juega un papel primordial porque condiciona la posibilidad de tomar parte en el movimiento turístico y la importancia de esa participación. Cuanto más rico es un pueblo más importantes son los medios que puede dedicar a fines turísticos. La posibilidad de satisfacer necesidades de orden turístico además de necesidades vitales decrece conforme aumenta el grado de pobreza de un pueblo. Hay que tener en cuenta no tanto el valor absoluto de la renta o riqueza nacional como su distribución. El interés del turismo no reside, pues, tanto en una teórica igualdad de rentas, en una renta media capaz de satisfacer tan solo las necesidades de estancias y viajes; por el contrario, el turismo se beneficia de la existencia de capas sociales privilegiadas, tan numerosas como sea posible, y cuya prosperidad garantice la (prosperidad) de la industria de bienes y servicios turísticos de alta calidad. Así, pues, el ideal de justicia social en el sentido de una descremación de las rentas superiores, por ejemplo, por la fijación autoritaria de dividendos máximos, no armoniza en absoluto con los intereses turísticos. Por el contrario, cualquier esfuerzo para elevar el conjunto de las rentas y de aumentar la productividad de la economía nacional será bienvenido porque establece la condición previa para un aumento de la consumición y, por consiguiente, para el desarrollo del turismo. La distinción entre turistas de países ricos y turistas de países menos ricos ilustra bastante bien las relaciones entre la prosperidad de una nación y la intensidad del turismo. Es ciertamente bastante rudimentaria y arbitraria, pero, a falta de otros datos, se aplica al cálculo de los gastos medios de los visitantes extranjeros en relación sobre todo con la balanza de pagos. Los visitantes que proceden de países ricos se consideran capaces de gastar diariamente más que los que vienen de países menos afortunados. Alemania, por ejemplo, utilizó este método para estimar los gastos de los turistas extranjeros en 1927 (76); figuraban entre los países especialmente prósperos USA, Gran Bretaña, Holanda, Suiza y los Países Escandinavos. Sin embargo, esta clasificación presenta un carácter hipotético, en el sentido en que la prosperidad de un país no se traduce automáticamente en una intensificación del turismo sino que sólo crea las condiciones previas. La vocación turística potencial no coincide obligatoriamente con los gastos turísticos reales; los gastos reales pueden ser frenados por otros modos de utilización de la renta o por un sentido del ahorro especialmente pronunciado. También es notorio que los naturales de un país relativamente rico, como Francia antes de 1914, no se caracterizaran por su gran entusiasmo por los viajes al extranjero. Fue la llegada del automóvil lo que hizo que el francés medio perdiera su carácter sedentario teñido a veces de xenofobia. El uso efectivo de fracciones de renta disponible para viajes, en detrimento de la constitución de fondos (de inversión) y la disminución de la mentalidad de rentista son aspectos relativamente recientes en Francia. La estructuración de la consumición turística no es, pues, una simple ficción o un efecto mecánico de la importancia del cambio de las prestaciones en materia de turismo. Son necesarios otros impulsos, otros elementos reguladores para que una fracción de renta disponible llegue a formar parte del ciclo de consumición turística. ¿Cuáles son, sin embargo, las motivaciones concretas? b) Según la teoría actual el precio de mercado determina la naturaleza y la importancia del cambio de prestaciones en materia de turismo. La fracción de renta disponible configura la demanda que se enfrenta a la oferta de prestaciones de transporte, de

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alojamiento hotelero, etc... Cada vez que el juego de la oferta y la demanda fija el precio, cierta cantidad de bienes económicos es cambiada por productos y servicios turísticos, determinando a su vez la magnitud de la oferta y la demanda. Para ver la realización del cambio desde el lado de la demanda es necesario que las ventajas del demandante, es decir, lo que el candidato - turista espera del turismo, rebase en importancia a las ventajas que él obtendría de la satisfacción de otras necesidades con la misma asignación de fondos. Dicho de otra forma, es preciso que el valor subjetivo atribuido por el demandante a su viaje y a su alojamiento sea superior al que atribuye al precio, es decir, al dinero gastado. En virtud de este principio se obtienen ciertas conclusiones relativas a la naturaleza de la demanda turística. Habida cuenta de que la satisfacción del gusto por los viajes y de la necesidad de estancias no contribuye, en general, como la satisfacción de la necesidad de alimentos, vestimenta y vivienda, a la conservación de la vida física, sino que se considera lujo y es necesidades culturales, la demanda turística está sometida a fuertes fluctuaciones y es muy elástica. Gölden (77) piensa que la elasticidad afecta sobre todo a la demanda de alojamiento, pero que la necesidad de viajar es más acuciante y más rígida. De esta disparidad deduce que “en el pasado, los gastos en desplazamientos han aumentado probablemente en una proporción muy notable con respecto a la renta global y que las empresas de transporte se han beneficiado más de ello que las empresas de alojamiento de la industria hotelera (78). c) Parece, en todo caso, que esta forma de presentar las cosas no pone aún suficientemente al día las verdaderas causas de una evolución que por lo demás está correctamente descrita. Dicho de otro modo, la estructura efectiva de la consumición turística queda insuficientemente explicada por medio de una encuesta sobre la demanda y su comportamiento en el mercado, debido a que la demanda, como concepto económico, no es más que la disposición a adquirir cantidades determinadas de bienes determinados a precios igualmente determinados. La elección de bienes se considerada, en principio, como un hecho complejo; sólo queda por determinar la calidad, que depende del precio al que es ofrecida o demandada. Como ya se ha dicho en la primera parte de este estudio, la demanda refleja solo muy esquemáticamente la situación del mercado en un momento dado porque no es más que una abstracción. Podríamos también concebirla como el resultado de una cristalización en la que las fuerzas reales que condicionan la consumición quedan fijadas. Ya hemos intentado establecer un puente sobre el hiato que existe entre la demanda y la consumición. La demanda, presentada como partenaire de la oferta, ha sido integrada a la fuerza en el esquema racional de la curva del precio. Pero al mismo tiempo se fuerzan un poco las rendijas para dejar entrar en ella factores irracionales, en referencia a ciertos casos de comportamiento no económico, la moda, por ejemplo. Se ha creído aproximarla así a la realidad. ¿No es tentador, entonces, renunciar a semejantes paliativos y partir de nuevo en busca del denominador común de los diversos comportamientos del consumidor y, sobre todo, del turista? Este método nos llevará a estudiar realidades ocultas anteriores a (la demanda) y permitirá dar un sentido concreto a términos tan equívocos como convencionales, tales como la necesidad del viajero, el valor subjetivo de los desplazamientos y las estancias, y a explicarlos teniendo en cuenta sus orígenes y las relaciones que existen entre ello.

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2.- El legado histórico Si de entrada apelamos al juicio de la historia para resolver el problema lo hacemos con la firme intención de buscar en la historia de la humanidad los rastros de sentimientos y deseos que, en todas las épocas, han llevado a los hombres a abandonar transitoriamente su domicilio 3. La presencia de arcaísmos en el psiquismo humano es bien conocida, habiendo sido formulada por C. G. Jung en su teoría de los arquetipos, prototipos, formas e ideas transmitidas hereditariamente desde la eternidad, energías psíquicas presentes no sólo entre los primitivos, sino también entre los hombres modernos y civilizados. Jung les llama órganos del psiquismo pre racional. “Del mismo modo que nuestro cuerpo no es más que el cuerpo de un mamífero que conserva rasgos supervivientes de estados evolutivos anteriores que recuerdan a los animales de sangre fría, igualmente nuestra alma es el producto de una evolución que, cuando se remonta a sus orígenes, revela también innumerables arcaísmos” (79). La inmutabilidad del alma humana, las disposiciones y las predisposiciones que le son inmanentes a través del tiempo, ha sido denominada por los americanos con la expresión general de “naturaleza original” (80). Se manifiestan en los instintos impulsos innatos, inclinaciones físicas específicas que, como la huida, la curiosidad, el instinto paternal o gregario, derivan de una constitución psíquica que el individuo no adquiere durante su existencia. Por ello, el hombre de nuestros días lleva en él fuerzas motrices que determinaron ya en tiempos prehistóricos hechos y gestas humanas. De aquí que manifestaciones vitales tan importantes como lo elección y la consumición de los bienes necesarios para asegurar la existencia, es decir, la estructura de la consumición, estén profundamente influenciadas por ellas. Tampoco las relaciones sociales actuales pueden explicarnos de forma exhaustiva la manera en que los hombres organizan la consumición. Como se sabe, numerosos motivos determinantes pueden ser explicados si nos remontamos hasta los tiempos más primitivos. Continúa, sin embargo, siendo difícil, en la práctica, distinguir los impulsos hereditarios e innatos de los impulsos adquiridos posteriormente. Pero esto no cambia el principio fundamental en sí mismo. Es pues posible pensar que las migraciones esporádicas o periódicas, es decir, los movimientos turísticos de nuestros días, representan un fenómeno original y que la huida, la curiosidad y el instinto gregario han impulsado siempre a los hombres a abandonar temporalmente su domicilio para buscar un entorno diferente. Muchos sociólogos admiten la existencia de un verdadero instinto migratorio(81), un instinto primario en el que se mezclan indistintamente el instinto de nutrición y el instinto de reposo. También es posible hacer una comparación con los movimientos migratorios de los animales, como los de las (llamadas) aves migratorias o los de las plagas de langosta. El vagabundaje no es más que la hipertrofia patológica del instinto migratorio. Ya Stradner (82) mencionaba que el estimulante del turismo no es otro que el deseo de viajar o un espíritu de vagabundo que aun dormita en el alma humana: “Puede que sea una herencia de tiempos lejanos, cuando nuestros ancestros erraban como nómadas”. La psicología moderna ha confirmado además ampliamente esta concepción simple. 3

En palabras de Luis Cernuda “... la maldición antigua del hombre: el deseo de cambiar de sitio” (nota del traductor español)

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La influencia de ciertas nociones mitológicas de los pueblos primitivos al principio de la humanidad reviste una importancia particular. Es así como se dice, por ejemplo, que los indios americanos, cuando llegaban a la pubertad, abandonaban la cabaña y se retiraban en soledad para adorar en la cima de alguna colina o de alguna montaña el “gran misterio” (83). Esta costumbre respondía entre los indios a una exteriorización de la vida del alma y es útil constatar, para nuestros propósitos, que el rito estaba íntimamente ligado al fenómeno migratorio. De un modo general, las metáforas primitivas del pensamiento, los símbolos, sobre todo los de carácter religioso, dan al turismo un poderoso impulso. Todavía, después de milenios, la visión de algún símbolo religioso sigue poniendo en movimiento a las masas humanas hacia ciertos lugares sagrados en los que estarán cerca de él. Se pueden clasificar entre las manifestaciones de la trascendencia las peregrinaciones de la cristiandad católica hacia Tierra Santa, donde se dan cita las más grandes manifestaciones de fe a pesar de que hayan caído hoy en lo profano. Roma en la Edad Media, Santiago de Compostela en la lejana España, por citar solo los más importantes, fueron lugares de peregrinación que atrajeron muchedumbres de todo Occidente a las que las fatigas del camino (84) no afectaban. El éxodo anual de peregrinos del Islam a La Meca y las peregrinaciones de los budistas prueban que la atracción ejercida por los símbolos religiosos es todavía muy fuerte en nuestros días. Otro ejemplo de la continuidad de representaciones inconscientes lo facilitan ciertos fenómenos actuales del instinto deportivo, que también tiene precedentes históricos y, en último extremo, en ritos de la prehistoria. Son muchos los que, con la práctica de los deportes, han vuelto a encontrarse con la Naturaleza, cuyas preocupaciones de orden profesional o social y la trepidante (acelerada) vida ciudadana les habían hecho olvidar. Durante un corto periodo de tiempo tratan de escapar a la civilización y volver al seno de la Naturaleza que presenció el desarrollo de la vida de los ancestros… La práctica actual del camping es una vuelta consciente al modo de vida de los pueblos primitivos. En la pasión por la caza o la pesca también descubrimos un cierto atavismo que enlaza los deportes actuales con la época prehistórica, en la que (los deportes de entonces) servían para asegurar a duras penas la existencia. El deporte moderno remite en línea directa al pasado más antiguo no sólo en sus manifestaciones externas sino también en sus motivaciones interiores. La competición deportiva no es evidentemente más que un método de selección destinado a conocer a los combatientes más hábiles, más vigorosos y más valientes entre los cuales los pueblos primitivos elegían a su rey para sacrificarlos después más pronto o más tarde a los “poderes” que los abandonaban, con el fin de reconquistar su favor por medio del sacrificio y recuperar su poder. Que estas pruebas de valor y de destreza tengan como premio el honor vivamente codiciado de llevar una pluma de águila, como hacen los indios, o la posesión de un trofeo de oro, como hacemos ahora, no es más que una simple cuestión de gusto que, en el fondo, no altera las relaciones existentes entre las manifestaciones de la cultura primitiva y la actividad deportiva de nuestros días. Basta observar el comportamiento de la muchedumbre durante un partido de fútbol o cualquier otra competición deportiva de masas para darnos cuenta de cómo se manifiestan los instintos y los sentimientos que delatan un poder y una pasión tan

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primitivas que contrastan singularmente con las formas habitualmente civilizadas de participación. La presencia de tales arcaísmos y la existencia del inconsciente colectivo revisten a nuestros ojos una importancia particular porque las manifestaciones exteriores que ponen en funcionamiento se encuentran en parte hoy en el turismo. En efecto, el turismo impulsa a los hombres principalmente hacia escenas que en la actualidad le atraen de un modo indecible. Es lo que les permite acceder al ambiente natural, a una especie de “outdoor life que ejerce un atractivo mágico por su contraste con la civilización” (85). Encontramos aquí un origen irracional del turismo, por lo que es difícil evaluar sus efectos a pesar de que son perceptibles para todos y sin equívocos. La raíz extiende sus ramificaciones en todos los sentidos, alcanza a todas las capas de la población, puesto que tiene su origen en sentimientos instintivos no diferenciados y comunes a todos los hombres. El efecto de su encanto es tan potente que se sucumbe a él a pesar de todo. El elemento irracional del turismo es particularmente evidente en el hecho de que los interesados deseen tomar parte en sus manifestaciones a toda costa, incluso en detrimento de la satisfacción de necesidades objetivamente más urgentes. Invierten el orden de prioridad: reclaman “circenses et panem”. b) Desde el punto de vista histórico, podríamos todavía llamar la atención sobre una motivación específica de la consumición turística de un tipo particular que reviste un carácter apremiante y forzado. Nos referimos a los desplazamientos temporales que se realizan para conseguir la curación de enfermedades, es decir, a los desplazamientos provocados por el instinto de conservación, los que responden, por tanto, a una necesidad vital que no permiten sustitución alguna. El problema del valor no se plantea en este caso, en el sentido de que no es posible optar entre diferentes posibilidades de consumición. El objetivo de restablecer la salud tiene prioridad absoluta y es indispensable poner en juego todos los recursos económicos disponibles y sin restricción. Sin embargo, el tratamiento de enfermedades a través de desplazamientos, sobre todo bajo la forma novedosa de curas termales o climáticas, no constituye la única solución terapéutica. Históricamente, el uso generalizado de curas termales data de los tiempos de los romanos (los cuales no frecuentaban las termas exclusivamente con fines terapéuticos sino, también, y en muchas ocasiones, por placer); la explotación de las virtudes curativas del clima no empezó hasta la segunda mitad del siglo XIX, materia en la que Suiza es un país pionero. Después, la evolución de la ciencia médica decidió en gran medida el uso de diversos recursos terapéuticos en función de indicaciones específicas. Para el tratamiento de una misma enfermedad pueden aplicarse varios métodos terapéuticos, cuyo uso y la combinación en cada caso particular se dejan al criterio médico. Para la tuberculosis pulmonar, por ejemplo, el médico puede elegir entre el tratamiento tradicional y la operación. La operación no comporta, necesariamente, un cambio de clima, lo que provoca pérdidas a las estaciones climáticas interesadas, como consecuencia del descenso del índice de frecuentación. “El gran progreso de la cirugía en el tratamiento de la tuberculosis pulmonar hace superflua muchas veces la cura climática que se consideraba necesaria en el pasado” (86). Así se explica por qué una consumición tan prioritaria como los gastos con fines medicinales puede no traducirse en una demanda constante y rígida en el mercado

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turístico y también por qué el empleo de recursos curativos naturales queda sometido a fuertes fluctuaciones. Baste recordar a este propósito las vicisitudes por las que pasan ciertas estaciones termales orgullosas de su glorioso pasado; su reciente éxito en Suiza sigue a un periodo en el que estuvieron relegadas al olvido y en el que su supervivencia dependía exclusivamente de clientes distinguidos de avanzada edad a los que servían de lugar de encuentro (87). En ese tiempo, la medicina estaba casi exclusivamente preocupada por sanar el órgano enfermo por medio de la cirugía y la química; la medicina estaba inspirada en la patología orgánica. Los métodos curativos naturales que como las curas termales actúan sobre el conjunto del organismo han encontrado hace poco un reconocimiento generalizado por parte de los médicos. Los últimos resultados de las investigaciones médicas han comportado la desaparición de ciertos medios de tratamiento y de las profesiones que los aplicaban. El ejemplo más conocido es el de las curas de suero, en boga entre mediados del siglo XVIII y del XIX y que confirieron a más de una villa, hoy alejadas de las rutas turísticas, la prestigiosa aureola de estaciones de cura. Recordemos Gais, en la comarca de Appenzell, a la que las curas de suero le valieron el honor de ser albergue de príncipes y de altezas reales. Meyer Ahrens (88) prescribía dietas durante las curas de suero para evitar que la absorción de grandes cantidades del brebaje provocara “sensación de pesadez en la cabeza”. Después, la medicina aconsejaba a los tuberculosos, a los que tenían catarros crónicos y a los demás “pacientes” a los que les habían sido recomendadas curas de suero (las “curas escocesas” en idioma popular) seguir curas climáticas de alta montaña. En cualquier época, el enfermo se deja guiar por la voluntad del prójimo encomendando la cura de su mal a terceros, confiando en médicos, es decir, en aquellos que les parecen facultados para ayudarle, en virtud de creencias sobrenaturales o por conocimientos científicos. Para las tribus primitivas se trataba de curanderos y brujos (89), mientras que en los pueblos civilizados se trata de médicos especialistas. Sus órdenes deciden de forma preponderante si el proceso de curación exige un desplazamiento, es decir, si hay que recurrir a una terapia imposible de emplear - o no ofrece la misma calidad - en el domicilio habitual del paciente. Así se explica que, en la consumición turística, la necesidad de salud y el instinto de conservación físico no se manifiesten de una manera constante sino, muy al contrario, con una intensidad variable como consecuencia de la intervención de un tercero que anula el libre albedrío del principal interesado, el turista. La consecución de la cura de enfermedades físicas o, en un sentido menos general, la necesidad de descanso, no cristaliza y no provoca, por tanto, corrientes turísticas potentes y estables que lleven a los extranjeros hacia los establecimientos tradicionales de cura, “las fuentes de juventud”. La frecuencia es función de factores impersonales: el estado actual de la terapéutica y la práctica médica. 3.- El medio social Como acabamos de ver, el individuo no es dueño de sí mismo, no es autónomo, no vive en “aislamiento dorado”. Aristóteles definía al hombree como “zoon politikon”, es decir, un ser político cuya vida en común con otros seres es consecuencia de un instinto natural. En nuestra existencia física y psíquica estamos inexorablemente unidos a la comunidad. La característica del orden económico actual, es decir, la economía de mercado basada en la división del trabajo, se caracteriza por la dependencia mutua de los individuos. Una especialización profesional marcada presupone una cooperación social en el trabajo que impide cada vez más al individuo dar libre curso a sus deseos de aislamiento y de autarquía; el tipo de hombre que se basta a sí mismo, aislado y

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desconectado del mundo exterior, como Robinsón, no es más que un personaje de novela. Las numerosas relaciones con el medio circundante que cada individuo mantiene a lo largo de su existencia influyen en su forma de pensar y de actuar, influyen y moldean su universo subjetivo. Dar y tomar caracteriza las relaciones de los individuos con la comunidad. Se percibe también en todos los actos de la vida cotidiana del hombre la resonancia de impulsos y tendencias no son personales no derivadas de instintos hereditarios sino que están en contacto con el mundo circundante y con la comunidad que le vio nacer. Ocurre lo mismo con la consumición: no responde sólo a móviles subjetivos sino también al conjunto de disposiciones y particularidades transmitidas por herencia y tradición. Es preciso investigar también las motivaciones en el marco social, en el medio comunitario, es decir, en los espacios exteriores al individuo. Las influencias subjetivas son constantes y ya hemos visto en el párrafo precedente que pueden ser, en su misma sustancia, intemporales. Por el contrario, los motivos objetivos determinantes reflejan la evolución y el progreso de la vida comunitaria. Son pues ellos los que suscitan en primer lugar el movimiento económico y las transformaciones en la estructura de la consumición. El cambio del medio social, las variaciones de las condiciones de vida de la sociedad, explican la naturaleza y el volumen de la satisfacción de las necesidades en un momento dado. Es en este espíritu en el que Patten (90) introdujo la noción de dinámica en las ciencias económicas, porque todo cambio del medio ambiente repercute en la consumición, modifica el nivel de vida y, además, influencia, a su vez, a la producción: “Each modification of the environment.... reacts upon men through their consumption... This new environment modifies the standard of life through changes in consumption and then new standard acts upon the race psychology and creates new motives in production. This complete economy I would call a dinamic economy....” (“Cualquier modificación del entorno (…) hace reaccionar al hombre través de la consumición (…). El nuevo entorno modifica el nivel de vida a través de cambios en la consumición y, posteriormente, el nuevo nivel de vida actúa sobre el aspecto psicológico y crea nuevas motivaciones para la producción. A esta economía integral puedo llamarla economía dinámica …”) . Patten, sin embargo, no se sale, en principio, del marco de la teoría del valor subjetivo, ya que sólo se propone extender su teoría a la consumición: “… la ley del valor queda en puros hechos subjetivos, debido a que la ley de la consumición se basa, en parte en hechos subjetivos y, en parte, en relaciones objetivas” (92). Pero como el acto de consumición es el resultado de una elección a través de una comparación de valores de uso (93), que es lo que determina la consumición real, es decir, el gasto en la compra, se trata de hecho de una operación simultánea. En su comportamiento, el consumidor obedece al mismo tiempo a factores subjetivos y objetivos, racionales e irracionales; el consumidor es a la vez individuo y miembro de una colectividad. ¿Cuales son, entonces, los impulsos esenciales que proceden del entorno social, es decir, de la colectividad, y que actúan sobre la estructura de la consumición y sobre todo sobre la elección de bienes y prestaciones turísticas? a) Citemos en primer lugar la división de la sociedad en clases como consecuencia de la institución de la propiedad privada. La jerarquía social juega un papel primordial en la estructuración de la consumición. En primer lugar está la clase propietaria, es decir, la capa superior de individuos con medios financieros potentes, la aristocracia del dinero

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que en muchos países vive de rentas no procedentes del trabajo y que no depende de una actividad económica regular. Su influencia es grande sobre la vida en sociedad y, por tanto, sobre las formas de consumición. Veblen (94) habla en este orden de ideas de una “leisure class”, designando con el término “leisure” el ocio, es decir, el tiempo no dedicado a la actividad productiva, “non productive consumption of time” (tiempo de consumición no productiva). En ello reside, en efecto, la característica primordial del acomodo, de la riqueza. En toda sociedad basada en el principio de la propiedad privada, la fortuna, es decir, el poder de apropiación económica, confiere un alto grado de consideración y de distinción. Con la condición, seguramente, de que la propiedad personal sea expuesta a la vista de todo el mundo. No es tanto la ausencia de dependencia de una actividad económica regular lo que constituye un indicador concluyente sino, sobre todo, una consumición superior a la media que rebasa absolutamente las exigencias de la subsistencia y orientada al lujo . “.... the means of showing pecuniary strength and so of gaining or retaining a good name are leisure and a conspicuus consumtion of goods” (“… los medios de mostrar alto poder monetario y así conseguir o mantener la reputación (social) son el ocio y la consumición ostentosa de bienes” (95). El respeto y la consideración que manifiestan a la clase alta las capas sociales inferiores confieren igualmente una importancia particular a la estructura de la consumición. Así como el volumen de consumición deviene en ostentación de prestigio social, sus modalidades y su orientación muestran el camino a seguir para llegar a un nivel de vida más elevado y, por tanto, para acceder a un rango social superior. Las costumbres de la alta sociedad en materia de consumición sirven, pues, de modelo para todo lo que es considerado como conveniente y deseable por quienes se esfuerzan en imitar las maneras del “grand monde”. Se convierten en normas, en costumbres a las que se adaptan las clases inferiores y de acuerdo a las cuales organizan su consumición conforme va mejorando la posición económica. La necesidad de distinguirse y de diferenciarses propia de las clases superiores se combina, por tanto, en una síntesis que determina de manera decisiva la estructura de la consumición y su evolución. Este mecanismo es particularmente evidente en el turismo. Ya hemos señalado en un párrafo precedente que el turismo constituyó en sus orígenes un privilegio de clases acomodadas. Pero las razones que hacen que el turismo refleje de un modo absoluto y ejemplar las aspiraciones de la clase poderosa son más profundas. Para salir de viaje hay que disponer de tiempo y de ocio. Exige además (contar) con recursos financieros que no tengan que dedicarse a la adquisición de bienes indispensables a la subsistencia, es decir, a necesidades vitales o a gastos sanitarios. Los dos elementos: ocio y una consumición que, rebasando las necesidades vitales, llegue incluso hasta el derroche, son las características evidentes del turismo. El simple hecho de practicar el turismo permitía a la clase alta no sólo garantizar su prestigio social sino incluso aumentarlo: se adaptaba perfectamente bien al rango social de quien se interesara por él. No es, pues, sorprendente que las instituciones del turismo, los palacios, la industria del espectáculo en los centros termales, los medios de transporte, las propinas, etc... tuvieran en su origen el prestigio de lo fastuoso. Más allá de la barrera erigida por las clases privilegiadas, el turismo permaneció durante mucho tiempo como un sueño irrealizable para la gran masa de asalariados, los cuales no disponían ni del ocio indispensable ni, esto no hace falta decirlo, de los

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medios financieros necesarios para pensar en viajes y vacaciones. La sujeción económica del asalariado y su dependencia del empresario capitalista unido a la automación y a la “deshumanización” (Sombart) simultáneas del trabajo hacían imposible una consumición que rebasara las necesidades elementales. El proletariado, fruto del orden económico capitalista del siglo pasado, permaneció excluido del turismo. El turismo era para la nueva clase social objeto de un miedo inconsciente, un tabú. Hubo que esperar a la mejora de las condiciones materiales y al creciente deseo de cultura suscitado por el movimiento sindical obrero y el progreso de la política social para que se ampliara el campo de sus necesidades y de elevación del nivel de vida. Poco a poco, la masa de asalariados conquistó una modesta participación (en la consumición) de bienes no sólo indispensable para la conservación fisiológica sino también para el aumento de las necesidades culturales que aseguran, gracias al ocio, un justo descanso moral y psíquico. En el áspero camino de la ascensión a un rango social más elevado, los hábitos de consumición y el estilo de vida de la clase inmediatamente superior sirvieron de brújula y de ejemplo para resolver el problema de la utilización del poder de compra adicional. El individuo como tal quedó dispensado de buscar a tientas medios de conseguir más consideración, más éxito aparente y más gusto por la vida. Nuevos sectores sociales contemplaron la posibilidad de abandonar temporalmente su domicilio para practicar deporte, hacer viajes de placer y tener vacaciones, una ocasión inesperada de realizar una aspiración digna de esfuerzo y que creían al alcance de la mano una vez que habían conseguido cierto grado de bienestar. El movimiento de participación en el turismo se amplió pues con la tendencia a la imitación y al igualamiento de las costumbres de consumición; desbordó la clase los detentadores de altos niveles de renta que “forma la cima de la pirámide de ingresos para extenderse a las demás clases de la sociedad de rango inferior representadas por la burguesía”. El movimiento no dejó de ampliarse hasta que, progresivamente, alcanzó a la base de la pirámide ocupada por la clase obrera. La rapidez y la fuerza de este movimiento coincidió con un periodo de fuerte mejora de las condiciones materiales, con el ascenso de las clases inferiores a un nivel más elevado (de vida). Hoy, para la mayor parte de ellas, se ha roto el encantamiento ya que han conseguido asegurarse una participación más o menos importante en el turismo. El turismo social (96), tanto en su organización como en sus modalidades, adopta formas particulares, pero tiene, sin embargo, el mismo origen, responde a las mismas necesidades y a las mismas aspiraciones que el turismo tradicional de las clases privilegiadas, del cual no es más que el hermano menor, todavía de poca edad, es cierto, y poco exigente. Dicho de otro modo, las ambiciones de las clases inferiores se acomodan, al llevarse a cabo, al modelo ofrecido por los niveles superiores de la jerarquía social; la evolución va en el sentido de un aumento cuantitativo y cualitativo de prestaciones turísticas: vacaciones más prolongadas y más variadas en hoteles con más encanto y más confortables y el acceso del común de los mortales al paraíso de las vacaciones tradicionales hasta entonces reservado a un pequeño número de elegidos. b) Si la influencia dominante, el valor de ejemplo de las costumbres de las clases superiores en la forma de organizar la consumición, descansa en el instinto de imitación, en el deseo de hacer como los demás, el proceso de asimilación provoca, a su vez, un

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movimiento opuesto, el que tiene su origen en la necesidad de singularizarse que caracteriza al hombre y que se expresa en una actitud particular, en la preferencia que se da a ciertos bienes de consumición, a la diversidad y novedad en la satisfacción de necesidades. El que puede quiere distinguirse del resto, destacar su personalidad, en suma, “epater le bourgeois”. La tendencia se manifiesta, sobre todo, en la moda, en la manía de estar “a la page”, de ser original, “fashionable”. Esta es una de las armas defensivas a disposición de la clase alta para exhibir su poder de consumición y sus privilegios sociales. En este orden de ideas, debemos advertir dos cosas; la moda es el principal motor del consumo de lujo, es decir, forma parte de elementos del nivel de vida que no sirven para la conservación pura y simple de la vida física sino para los placeres y no tienen “survival value” sino “prestige value” (Kyrk). La consumición de pan, por ejemplo, no tiene relación alguna con la moda, pero no ocurre o mismo cuando se trata de comprar vestidos lujosos, sombreros, jerseys, muebles, automóviles, etc. La moda, además, está sometida a cambios continuos. Es verdad que el instinto de imitación no permite nunca más que un avance absolutamente relativo, una primicia vacilante; la moda fuerza sin cesar a imponer formas y creaciones nuevas. Una moda “uniformizada” pierde su originalidad en la medida en que la sigue el conjunto de los consumidores, se compadece mal con la necesidad de singularizarse. Sombart ve en la aceleración del ritmo de cambios en la moda un rasgo dominante de la era capitalista (97). Así es como se llega, por deducción, a establecer que también el turismo depende de la moda y a probar hasta qué punto la frecuentación de los centros turísticos está sometida a fuertes variaciones en el tiempo. No es preciso buscar para ello razones objetivas. Simplemente es así porque unos y otros, los afortunados y los menos afortunados, se dejan guiar en su elección por la moda: se va a un lugar porque una cabeza coronada o la elite de la sociedad - a veces incluso una estrella de cine - hace estancias en ellos y porque es absolutamente necesario no pasar inadvertido. Frecuentemente, la elección del lugar se debe también a un simple capricho, a la necesidad de evitar el aburrimiento o incluso a la búsqueda de originalidad. Dejamos de ser fieles a una estación turística o termal porque los amigos más queridos o porque nuestras relaciones ya no la encuentran bastante “chic”, incluso porque la plebe la invadió o porque en ese lugar, por así decir, no pasa nada. El deseo de singularizarse, de distinguirse, de buscar prestigio o conservarlo influye también en la elección de las estaciones turísticas y regiones climáticas, en preferir tal país a tal otro, lo que frecuentemente relaciona el destino económico con los caprichos de la moda. Recordemos en este sentido la visita al Tirol y a Budapest del Duque de Windsor, entonces Príncipe de Gales, a mediados de los años 30. Convirtió Austria y Hungría en “fashionable” para la aristocracia inglesa; era de buen tono haber estado allí alguna vez e incluso llevar vestimenta tirolesa con todos sus adornos (pantalón de cuero, sombrero de pelo de gamo, etc....) no estaba en absoluto considerado como una ofensa al buen gusto. A la inversa, el disfavor de la moda hace desertar de los centros mundanos en otro tiempo célebres, no sólo porque los gustos evolucionan o porque se ha adoptado otra actitud frente a la naturaleza sino también debido a un acierta sensación de saciedad. Lo que se puede alcanzar en cualquier momento, lo que llega a ser moneda corriente, pierde todo su atractivo. La desaparición parcial o total de las estancias de vacaciones suizas antaño renombradas como Rigi - Kulm, Rigi-Scheidegg o el Gurnigel de Berna, ciertas cumbres del Jura y el Utliberg de Zurich, puede

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atribuirse en gran parte a cambios en la moda, lo cuales no hacen más que traducir modificaciones anteriores en el estilo de vida y de la moda cultural. Lo mismo puede decirse de ciertas estaciones balnearias o termales que conocieron antaño el favor de cortes reales europeas como Biarritz, Bad Hombur, y lo mismo podemos decir de los núcleos termales de Bohemia (Franzensband, Marienbad, Karlsbad), Abbazia, etc. (98) a las que el final del periodo suntuoso del turismo privó del atractivo que le confería la moda. La fuerza de atracción se manifiesta igualmente a corto plazo en las variaciones anuales o estacionales del índice de frecuentación: este verano “iremos” a Pontresina, el año próximo a Zernatt, más tarde será de nuevo el tur del Oberland bernés, y así sucesivamente. Es natural que la industria turística ejerza, a su vez, por medio de sus representantes, una cierta influencia sobre la moda turística. Nos referimos al vasto campo de la publicidad turística, que impulsa a las masas a proponerse objetivos y a alcanzarlos por la elección del itinerario y el lugar de estancia. Pero, contrariamente a la tesis de Sombart, que ve en la moda una maquinación de los productores o de los comerciantes que tiende al sometimiento integral del consumidor al empresario capitalista, es siempre la voluntad y la libre elección de “Su Majestad el Cliente” la que decide. No es el hotelero o la Asociación de Iniciativas quienes hacen la moda sino, en último lugar, los impulsos del consumidor. La razón de ello, probablemente, es que la oferta turística varía muy lentamente y que los demandantes se hacen de su avance una idea muy aproximada. No se puede crear un centro de veraneo lo mismo que se crea una moda femenina, ni presentarlo en cada estación bajo un nuevo aspecto. También las posibilidades de los que explotan el turismo de influir y persuadir al turista son limitadas. Ellos ejercen ciertamente una acción estimulante sobre los gustos de los viajes en general pero, en definitiva, la elección del lugar de estancia depende principalmente de motivaciones irracionales relacionadas con la moda que ponen en valor tal centro o tal otro. c) La división de la sociedad en clases y la necesidad individual o colectiva de distinguirse y que encuentra su expresión en la moda son factores primarios que dan, de entrada, a la consumición una estructura diferente y que al final, terminan creando por reacción un nivelamiento de las costumbres de consumición (efecto secundario). Por el contrario, en el comportamiento de las masas, en la psicología de la muchedumbre, estamos en presencia de una tendencia congénita a la uniformización del comportamiento tanto en materia de satisfacción de necesidades como al amalgamamiento de los deseos individuales de consumición, es decir, a la integración. En ciertas condiciones, la reflexión y la afectividad del individuo son anuladas por el movimiento colectivo; la voluntad individual se eclipsa ante el alma colectiva” (99) que dicta a los hombres el camino a seguir y les asigna un objetivo. Los individuos se integran en la masa, sucumben a su poder de sugestión y permiten que influya en sus actos. Advirtamos que este fenómeno no es solamente particular en situaciones momentáneas, cuando la muchedumbre se reúne en un mismo lugar, sea con motivo de una manifestación deportiva o política o para alcanzar objetivos revolucionarios o incluso en tiempo de guerra. En las manifestaciones masivas la fusión de la individualidad en la colectividad anónima se acompaña de una violenta fermentación de los espíritus. El efecto masa se expresa igualmente en ciertas situaciones bien definidas creadas

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actualmente con motivo de la reunión permanente de grandes masas humanas cohabitantes, sobre todo, en las grandes aglomeraciones urbanas. Tal concentración de población es verdad que no comporta, como ocurre en las embriagantes manifestaciones colectivas, la desaparición del individuo, pero lo convierte en un ser incoloro y pálido, privado de la energía necesaria para un desarrollo autónomo” (100). Por colectividad entendemos aquí “un conjunto de seres humanos cuyos estados de espíritu y de alma son uniformes” (101). La uniformidad forzada y violenta en la forma de sentir no se presenta sólo a nivel económico e intelectual, se expresa también con particular intensidad en materia de descanso y distracciones. La práctica del ski, por ejemplo, que ha permitido al turismo prolongarse hasta la mitad del invierno, ejerciendo por tanto un efecto revolucionario sobre los hábitos de los viajeros y de los vacacionistas, es una distracción de masas por excelencia. Sus promotores y adeptos no se reclutan en una clase social privilegiada sino en toda la sociedad y, sobre todo, en las masas urbanas de las grandes conurbaciones. Además, la importancia y la constancia de este movimiento son datos que ponen este deporte al abrigo de un simple capricho de la moda. Las masas parece que han encontrado en su éxodo dominical hacia las pistas de ski una distracción apropiada que entusiasma y anima al individuo y le hace integrarse en la caravana interminable de gentes provistas de bastones y ski. Su fuerza es tan grande que cada cual renuncia al descanso dominical, realiza un largo viaje de ida y vuelta en trenes o autocares casi siempre atestados, no teme al frío ni a madrugar y, en numerosos casos, deja de satisfacer necesidades urgentes para poder dedicarse a lo que le da placer, a veces se quita literalmente el pan de la boca para afrontar los gastos de viaje. Tal es el poder de la mágica atracción de dos patines “que valen todo el oro del mundo”. Sólo la psicología de masas puede explicar el entusiasmo por el ski, que cada vez más se irradia desde las regiones montañosas hacia las aglomeraciones urbanas del valle, basada en las vivencias colectivas de una multitud humana que se traduce en un nivelamiento de la utilización individual del ocio, si es preciso en detrimento de la asignación racional de renta a la satisfacción de necesidades vitales. De donde resulta, para la teoría de la consumición turística, una transformación de las estructuras por la aparición de una categoría nueva de consumidores que no modela su comportamiento por el de las clases altas y no tiene necesidad de singularizarse (la moda), sino que, por el contrario, surge espontáneamente del mismo estado de ánimo de las masas humanas compactas, como un reflejo del âme collective” (en francés en el original). 4.- La publicidad Existe otro factor que también actúa sobre la estructura de la consumición y que se propone influenciarla en un sentido determinado Se le designa con los términos de publicidad, propaganda o reclamo. Se trata, en cualquier caso, de transmitir las decisiones de los promotores de la publicidad a aquellos a quienes se dirigen; dicho de otro modo, se trata de una influencia sistemática y metódica ejercida sobre un gran número de personas de cara a la realización de un propósito previo establecido por los mismos interesados (102).

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En nuestros días, la publicidad interviene como un potente factor capaz de determinar la consumición y de influir en el consumidor sometiéndolo a la voluntad de los extranjeros teniendo en cuenta sus medios económicos La razón profunda en este caso radica en la imposibilidad que tiene el consumidor, dada una alta especialización profesional, de darse exactamente cuenta del grado de utilidad que tienen los diversos recursos que se le ofrecen para la satisfacción de sus necesidades. Su conocimiento de los bienes de consumición y de las prestaciones de servicios se limita a las cosas indispensables y a las que se refieren a su profesión. Frente a los demás problemas del mercado, el consumidor se siente desamparado. ¿Cómo podría el obrero ser informado de la naturaleza y la calidad de los objetos de lujo que sirven para embellecer su existencia - un aparato de radio para la familia, joyas para su mujer, juguetes para sus hijos si no es por medio de los catálogos de un gran almacén, un anuncio en el periódico o en cualquier otro medio publicitario? ¿Cómo podría el bibliófilo estar al corriente de las novedades si no es por medio de los escaparates, catálogos o folletos del librero? En cuanto al turista extranjero, ¿no quedaría a expensas del azar si no dispusiera de folletos o guías de hoteles para hacerse una idea de las curiosidades que merece la pena conocer y de las posibilidades de alojamiento? En el mundo económico actual, dominado por la especialización y por la división del trabajo, la publicidad cumple una función indispensable de información del mercado y permite a los consumidores tener una visión de conjunto de la existencia de bienes de consumición, de prestaciones y de los cambios constantes que experimentan. De aquí que Bishop hable de una “advertising in its primary purpose of giving public information” (publicidad en su función primordial de dar pública información) (103). En base a estos datos, se facilita la elección del consumidor e incluso se hace posible en cada caso particular. El servicio de información que asegura la publicidad es la condición necesaria de un sistema económico que descansa esencialmente en el principio de la libertad de elección del consumidor. Si los bienes de consumición estuvieran regulados y distribuidos por los poderes públicos, si la consumición estuviera reglamentada por el Estado - como ocurrió durante la última guerra - la publicidad no serviría para nada (104). ¿Cómo se harían las compras? Muy simplemente: la gente adquiriría las mercancías que le fueran asignadas de las que el Estado fijaría la cantidad, calidad y el precio en los almacenes que le correspondieran. Nada de elegir entre diferentes marcas, nada de reemplazar un bien por otro, nada de ir de compras. Habría una marca única de cigarrillos y los no fumadores no tendrían que abstenerse. No habría posibilidad de dedicar recursos sobrantes a la compra de chocolate en lugar de tabaco. Porque para todo artículo de consumición existiría, al menos en teoría, un contingente de distribución que no se modificaría so pena de que todo el plan económico quedara perturbado y de que los medios de producción fijados por los diversos bienes no fueran utilizados en el momento oportuno. Sin embargo, la publicidad no limita sus funciones a la simple información desinteresada y al papel de aconsejar. En manos del empresario se convierte en un instrumento que asegura la renta y que es indispensable debido a la necesaria reducción de gastos fijos por medio de una producción masiva. La publicidad aparece entonces como un medio de sugestión, de “persuasión” (Bishop), como una cascada de reclamos hablados, escritos y sonoros que cae diariamente sobre el consumidor. Cualquiera que sea el camino hacia su trabajo o hacia el descanso en su domicilio, el consumidor es

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solicitado por una publicidad incesante. Esta impulsión incansable busca traducirse en una intensificación y una ampliación de la consumición. La técnica publicitaria tiene por misión alcanzar este objetivo gracias a un arsenal de medios adaptados a la psicología y al poder de compra de los diversos tipos de consumidores. Se trata también tanto de estimular la consumición corriente de mercancías y de prestaciones como de llamar nuevamente la atención del público sobre las que han perdido su favor y, en particular, de hacer conocer nuevos productos o productos mejorados, para los cuales se emprenden también a veces campañas publicitarias especiales. En todos los casos, la publicidad abre puertas para el aumento y la diferenciación de la consumición. La publicidad turística no es más que un caso de aplicación de la publicidad general. Aumenta el campo del turismo en el sentido en el que se propone influir en el consumidor induciéndole a utilizar las instalaciones que esta industria pone a su disposición. Se le sugiere que haga estancias más frecuentes y prolongadas, o incluso definitivas, y, gracias a la estancia en un hotel, liberar a su esposa de las tareas domésticas cotidianas. A continuación se le invita a pasar sus vacaciones en Le Valais, en el Oberland de Berna, en los Pirineos o en Italia, Francia o África del Norte. Tras carteles con alegres colores, folletos de vacaciones y desplegables de hoteles llenos de alabanzas superlativas, eslóganes impactantes, documentales filmados y publicidad radiofónica, todo tratando de dar a conocer el seductor encanto de un rincón de tierra bendecido por los dioses, se esconde la intención de canalizar un flujo tan intenso como sea posible de clientes de las industrias de turismo y de irrigar gracias a la aportación de dinero fresco las regiones que constituyen el objeto específico de la publicidad. Los empresarios se sirven de ella como de un instrumento para aumentar la demanda y, en consecuencia, para mejorar su nivel de actividad, lo cual, dada la gran dimensión de las inversiones en la mayor parte de las empresas turísticas, viene a disminuir el peso de los gastos fijos, lo que equivale a una reducción de los costes. En principio, pues, la publicidad turística está también sujeta a las leyes generales que rigen la actuación sobre el espíritu de los consumidores. Existe, sin embargo, una diferencia de grado en la medida en que precisamente la función de la información rebasa la función de persuasión. Esta diferencia procede del hecho de que sólo una parte de la publicidad turística emana de las empresas profesionalmente interesadas, como las hoteleras, las empresas de transporte, etc. Los promotores de la publicidad son, en una proporción alta, las comunidades locales, regionales o nacionales y los organismos representativos encargados de la defensa de los intereses turísticos, los cuales están al servicio no de los intereses particulares sino de toda la economía de la región considerada, que tienen la misión de promover la prosperidad general de la población que depende del turismo (105). Este carácter colectivo es el que necesariamente desvía la publicidad desde las empresas privadas hacia las ventajas ofrecidas por toda una región sobre cuyos encantos turísticos hay que hacer más sensibles a los clientes que se trata de atraer (106). La ausencia parcial de intenciones comerciales se explica también por el hecho de que el turismo sirve de intermediario para las relaciones económicas con el exterior en beneficio del prestigio cultural y político de una nación. En la medida en que la publicidad turística hace vibrar esta cuerda no es ya solo una fuente de información turística sino, además, un instrumento de propaganda intelectual a favor del Estado o de la región. Son entonces las oficinas nacionales de publicidad, como la Oficina Central Suiza para la Promoción del Transporte, las que, gracias a los medios publicitarios

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turísticos, actúan a favor de una mejor compensación de los pueblos, informan sobre las instituciones y sus realizaciones y revelan el genio nacional tanto a los autóctonos como a los extranjeros. Esta estrategia publicitaria ampliada puede, al mismo tiempo, despertar el deseo de viajar y movilizar una elite intelectual o a la gente interesada que hubiera tal vez sido inmune a un reclamo estrictamente comercial. La estrategia beneficiará, por tanto, indirectamente, a las instituciones turísticas.

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CAPÍTULO IV: EL JUEGO COMBINADO DE FACTORES QUE DETERMINAN LA CONSUMICION 1.- Clasificación jerárquica de factores En el capítulo precedente hemos mostrado que los factores que intervienen en la estructura de la consumición turística son de naturaleza muy heterogénea. Nociones sagradas para los economistas como demanda, precio y utilidad se mezclan con elementos tan poco ortodoxos como la tradición y la costumbre y la necesidad del hombre de imitar y de singularizarse con su comportamiento. Llegábamos incluso a poner en juego a la psicología social y a la influencia de la propaganda sobre las masas. El variado mosaico de fuerzas que condicionan la consumición lo encontraremos siempre que queramos reflejar de un modo realista el desarrollo racional de un fenómeno económico representándolo por medio de un modelo teórico. Pero no basta con señalar la concomitancia de causas racionales e irracionales. De una parte, la operación comercial que se realiza en base a la estructura de precios no se altera en virtud de consideraciones extraeconómicas. De otra parte, no siempre es conveniente olvidar, en el estudio de los fenómenos de consumición y distribución, los elementos extraños a las leyes de mercado. Interesa, por tanto, tener en cuenta un cuadro completo del proceso de consumición incluyendo en él elementos cuantitativos y cualitativos así como motivaciones económicas y extraeconómicas. La visión de conjunto permitirá que nos demos cuenta de la naturaleza y de la importancia de los diferentes factores que intervienen en la determinación de la consumición, no tratando de explicar cada acto de consumición en particular. He aquí, pues, un esquema del proceso de consumición seguido de un comentario explicativo. RENTA NACIONAL Renta individual (después de deducidos los impuestos) Renta destinada a las necesidades vitales

Renta disponible

Consumo obligatorio

Nivel de vida Consumo potencial teniendo en cuenta la relación Precio/Renta Constitución de reservas Consumo libre Otros consumos libres

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Consumo turístico


Partiendo del proceso de consumición, en su más amplia acepción, encontramos el poder de compra representado por la renta, es decir, los medios de cambio disponibles. Como nos hemos propuesto estudiar ante todo actos individuales de consumición, no nos ocuparemos aquí más que de la renta individual. Debemos referirnos más bien a la renta disponible, una vez deducidos los impuestos directos y, en su caso, las contribuciones obligatorias a la Seguridad Social. Así mismo, dejamos de lado, en un intento de simplificación, toda consumición relevante del Estado y de los poderes públicos y las relaciones que éstos mantienen con la consumición privada. La renta individual representa el volumen máximo de la demanda potencial. La importancia de la renta individual depende a su vez de la renta nacional; por ello hemos hecho referencia a este agregado al principio del esquema. Recordemos que el aumento efectivo de la renta nacional en una situación de pleno empleo se traduce inmediatamente en un aumento de la capacidad de consumición. Por tanto, la renta individual facilita al consumidor el instrumento que le permite atender sus necesidades; el proceso del consumición se pone en marcha; como ya hemos dicho (107), este proceso no consiste sólo en la utilización de bienes y servicios sino, ante todo, en una elección. Pero la elección no es libre cuando se trata de cubrir necesidades vitales como alimentación, vestido y alojamiento, que son necesidades fisiológicas absolutamente prioritarias. También podemos aplicar a las necesidades indispensables para la conservación de la vida el término de consumición obligada puesto que debe ser atendida de un modo prioritario. El montante de la cantidad a dedicar a este efecto determina, por tanto, la parte de renta global disponible para la cobertura de otras necesidades. Este remanente depende, por consiguiente, de que el precio de los géneros alimenticios de primera necesidad, los alquileres, etc, se mantengan en niveles bajos. La intervención del Estado, en el sentido de presionar sobre los principales bienes de consumición, bien reduciendo los precios del pan, de la leche, etc, bien fijando el precio-base (como ocurre todavía actualmente en diversos países con el alquiler de las viviendas), se traduce de entrada en un aumento relativo de las disponibilidades que exceden de la cobertura de las necesidades vitales, pero puede reducir la renta disponible de las clases privilegiadas de la población por el aumento de los impuestos. La renta libremente disponible (ver el esquema) es un nivel intermedio que debe sufrir un doble filtro antes de ser utilizada. En efecto, la elección de los bienes y servicios para la consumición se efectúa de entrada sobre la base de costes y valores comparados, es decir, sobre la base de consideraciones determinadas por la tradición, el medio, etc…, es decir, de impulsos situados más allá del dominio del mero cálculo. Hemos agrupado bajo la denominación de nivel de vida el comportamiento que se explica por la integración de un individuo en una sociedad en la que ocupa un estatus determinado. El nivel de vida se caracteriza por la manera en que se satisfacen las necesidades, es decir que, como ya hemos señalado (108), depende de la idea que una persona se hace del tipo de existencia que corresponde a su rango, el cual delimita las pretensiones y entra frecuentemente en conflicto con las exigencias de utilización de renta con fines domésticos, es decir, con el tren de vida inspirado por el espíritu de la economía. Se comprende entonces que las relaciones entre el nivel de vida al que aspira el individuo y la consumición posible a precios dados y para un nivel de renta determinado, sean tensas. En función de estos criterios, el individuo no optará

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forzosamente por una solución extrema. En prevención, por ejemplo, de los gastos efectuados por su mujer en cuidados de belleza, no desatenderá los criterios contables, no se plegará a los caprichos de la moda, pero no rehusará hacer concesiones a las exigencias de su mujer siempre que el estado de sus finanzas se lo permita. Es mucho más verosímil que, cuando se trata de elegir bienes y servicios para la consumición, los dos criterios se manifiesten normalmente de forma conjunta: el nivel de vida determinará, entonces, en gran medida, la naturaleza y la orientación de la consumición; pero es también muy probable que consideraciones contables y financieras influyan para limitar la dotación de ciertos gastos. Entrarán entonces en consideración la calidad y los precios: (ejemplo, los ferrocarriles, los hoteles y los lugares de distracción: teatro, cine, etc.). La satisfacción de necesidades por medios económicos, que corresponde en nuestro enfoque a la consumición es, pues, el resultado de un compromiso existente, renovado sin cesar, parecido a un paralelogramo de fuerzas opuestas pero, en cualquier caso, complementarias. Como muestra el esquema, la satisfacción de necesidades vitales mínimas, es decir, la consumición obligada, no escapa completamente de esto. No es exagerado decir hoy, sobre todo en el caso de los jóvenes, que las necesidades vitales son sacrificadas en aras del deporte y de las distracciones porque se quiere parecer elegante y hacer “como los demás”. ¡Cuantos fines de semana haciendo deporte de invierno no son posible más que ayunando! ¡Cuantas veces se pone de relieve el contraste entre fuertes gastos en alta costura y una vivienda más que modesta, por ser la única posibilidad que tiene quien vive en ella de ostentar un nivel de vida por encima de sus posibilidades! La reducción voluntaria de necesidades vitales en beneficio de gastos caracterizados como suntuarios disminuye la consumición obligada. El poder de compra que se libera aumenta la parte de bienes y servicios destinados a cubrir necesidades culturales, es decir, la llamada consumición discrecional o libre por contraste con la consumición obligada. La consumición discrecional integra, consecuentemente, un mínimo vital asegurado, la satisfacción de las necesidades generales, y refleja las aspiraciones espirituales del hombre, lo mismo que sus aspiraciones al confort y a los placeres de la vida, en definitiva, al progreso de la cultura y de la civilización. Es lo que Barnes y Ruedi (109) llaman de un modo muy expresivo “Life on the Supra-pig Level”, inspirándose en el criterio de Platón, para quien el hombre no debe contentarse sólo con alimentarse y cuidar su higiene corporal puesto que cualquier animal aspira a lo mismo, sino, además al cultivo de las artes, la música, el teatro, la estética y la filosofía. Por las aspiraciones espirituales y por su organización del ocio se diferencia el hombre de los animales. La magnitud de la consumición discrecional también refleja la forma en que los individuos y los pueblos participan en la producción de bienes y servicios que contribuyen a enriquecer la vida de cada uno, lo que constituye un índice expresivo del nivel cultural del individuo o de la colectividad. La existencia de tales medios materiales, de los que están provistos los países de civilización avanzada de Europa y de América del Norte, facilita las posibilidades de esparcimiento cultural diferentes de las que tienen los pueblos cuyos recursos económicos se dedican solo a atender la consumición obligada.

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Es verdad que hay que tener en cuenta también la constitución de reservas económicas (ahorro e inversión), es decir, una renuncia a la consumición inmediata en beneficio de la consumición futura. ¿Cuál es la importancia de estas reservas y qué porcentaje representan con respecto a la consumición? Duesenberry (110) afirma que la tasa de ahorro es independiente, a largo plazo, de la evolución de la renta, pero que, a corto plazo, viene determinada por la relación entre la renta actual y la renta más alta de periodo precedente; según este autor, la tasa de ahorro disminuye cuando disminuye la renta al empeorar la coyuntura. Pero, inversamente, el ahorro individual también puede hacer disminuir la consumición discrecional al reducirse la demanda inmediata de bienes. Esto es válido, según Keynes, para una renta creciente, por lo que tiene lugar generalmente un aumento más que proporcional de la tasa de ahorro, es decir, una disminución de la propensión a la consumición (111). Lo que Keynes presenta sin más explicación como ley psicológica fundamental procede en realidad de los usos y las tradiciones de la clase privilegiada, es decir, del nivel de vida. Para las clases dirigentes, fortuna y sentido de la economía van a la par. La riqueza es considerada como el salario de una sabia gestión económica y la gente que vive por encima de sus medios son severamente juzgados y condenados. Basta releer ciertas obras para darse cuenta de con qué celo y fanatismo predican la virtud del ahorro, propia de los pioneros de la era industrial, para quienes el pecado es la consecuencia de querer vivir por encima de los medios disponibles (112). Pero, además de las exhortaciones de orden literario, está el ejemplo de personas célebres, conocidas por su austeridad y sus logros, esos numerosos pioneros de la economía moderna que han contribuido a que se considere el ahorro como una virtud burguesa. Sin embargo, por fidelidad a los principios establecidos, esta virtud es todavía hoy practicada en medios en los que las reservas económicas constituida son suficiente y donde una restricción voluntaria ya no está justificada; a la inversa, en medios en los que las reservas tendrían que ser mayores, pero no han sido educados en este espíritu o que aprueban el muy comprensible deseo de participar en la consumición discrecional, los hábitos de ahorro no están generalizados (113). Una cosa es, por tanto, cierta: el volumen de ahorro viene influido por el nivel de vida. Por el contrario, el montante de la tasa de interés juega un papel menos importante en la constitución del ahorro efectivo. Duesenberry constata que “... the agregate savings ratio will be rather insensitive to changes in interest rates...” (la tasa de ahorro agregado es más insensible a cambios en la tasa de interés) (114). Dicho esto, admite que una disminución de la tasa de interés puede contrariar el deseo de ahorrar y estimular la consumición discrecional, sobre todo cuando coincide con una fiscalidad que trata de captar la renta del capitalista. Por el contrario, un aumento de la tasa de interés y una mejora fiscal tienen el efecto contrario. Indicamos estas diferentes relaciones de forma esquemática diciendo que la constitución de reservas (ahorro e inversión) no depende sólo del nivel de vida sino también de la posibilidad de dar libre curso a una consumición discrecional determinada por la renta y por los niveles de precios. La noción de consumición discrecional que, en nuestra opinión es la más importante, está bien definida y se encuentra en el centro del problema. Habría que intentar ahora reunir en grupos muy representativos una serie de objetivos tan numerosos como variados y de investigar las leyes que presiden su aparición y su evolución. Un estudio de tal envergadura constituiría por sí mismo el objeto de una teoría general de la consumición. En lo que nos concierne, basta con que nos ocupemos de uno sólo de estos grupos, a

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saber, el del turismo, y de compararlos con los demás, es decir, con los que no tienen relación con el turismo. Nuestro esquema permite presentar de otra forma el problema: la consumición turística (y la no turística) puede ser atendida con ayuda de las reservas económicas (ahorro). En tal caso, la elección del consumidor sólo tiene lugar en una fase posterior, es decir, después de la constitución del ahorro. Sin embargo, es verosímil que desde el comienzo de la constitución de reservas, su utilización parcial futura con fines turísticos juega cierto papel, lo que confiere a ciertas reservas un carácter temporal (ahorro viaje). La consumición turística se inspira frecuentemente en esta forma de proceder. Para hacer frente a gastos de viaje y vacaciones relativamente altos, las masas populares no disponen más que de rentas corrientes; ante la insuficiencia de estas últimas, no tendrán más opción que recurrir a sus reservas (115). 2.- Componentes y nivel de la tasa de consumición turística Después de exponer esquemáticamente la génesis de la consumición turística, nos proponemos ahora aislarla del proceso general y analizarla desde el punto de vista cuantitativo. La parte de renta dedicada a prestaciones turísticas o tasa de consumición turística, es un conjunto complejo, un “mixtum compositum”; como ya hemos indicado, son muchos los motivos que la determinan. El nivel de la tasa de consumición turística determina el movimiento turístico y, por consiguiente, el nivel de actividades de las empresas que se dedican al turismo: al abordar la financiación de la consumición accedemos al corazón del problema turístico. Su solución no ha de ser buscada en un razonamiento monista como el que explica la situación del mercado turístico en función de un único principio causal, por ejemplo, el problema del precio con respecto a la estructura de los gastos fijos de los hoteles; por el contrario, la solución debe basarse en el análisis de los diversos factores que determinan la tasa de consumición turística. A saber: a) El efecto renta La renta es la base material, el sustrato de cualquier acto de consumición e, igualmente, de la participación en el movimiento turístico. El nivel de la tasa de consumición turística depende por consiguiente tanto de la renta agregada, es decir, del producto nacional (nacional) neto (a) como de la parte que corresponde a los particulares, es decir, de la renta individual. aa/ En el primer caso, esto significa que cualquier aumento real o nominal de la renta nacional, independientemente de su distribución entre los individuos, tiende a elevar la tasa de consumición turística. Naturalmente, el proceso puede ser el contrario: una disminución de la renta nacional se traduce en una reducción de la tasa disponible para la consumición turística. Empíricamente, se puede demostrar esta relación de causa efecto al constatar que el movimiento turístico es función de la coyuntura económica general: los periodos de expansión económica coinciden regularmente con los de una mejora de las cifras de negocio de la industria turística, en tanto que, en periodo de depresión, presenta síntomas de crisis. Estas consideraciones son generalmente admitidas por todo el mundo y no nos detendremos más en ellas.

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Por el contrario, la evolución de la renta nacional a largo plazo, sus modificaciones, su tendencia y sus efectos sobre la tasa de consumición turística no han sido objeto de estudio hasta el presente (116). Conviene precisar a este respecto que la aparición del turismo y la creación de la industria turística en el siglo pasado son la consecuencia del crecimiento del bienestar y del enriquecimiento que ha tenido lugar durante el gran esplendor de la época del capitalismo. Veamos algunos datos facilitados por Sombart (117): RIQUEZA NACIONAL DE GRAN BRETAÑA AÑO

MIL MILLONES DE LIBRAS

1812 1833 1845 1865 1875 1914

2.7 3.6 4.0 6.0 8.5 de 13 a 15 RIQUEZA NACIONAL DE ALEMANIA MIL MILLONES DE R. M. 175 200 de 300 a 320

AÑO 1866 1895 1910/11

La producción de oro facilita otro índice: Para el periodo de 1850 a 1910, las reservas de oro han pasado de 10 a 52 miles de millones de R. M. a un nivel de precios relativamente estable. La plusvalía resultante de la producción capitalista está en el origen de la financiación de la consumición turística, puesto que facilita los medios financieros que permiten a capas sociales cada vez más numerosas hacer viajes en su propio país y en el extranjero. Los fuertes aumentos de la renta nacional en Gran Bretaña y en Alemania permiten comprender por qué primero los ingleses y después los alemanes han podido “descubrir” Suiza haciendo de ella un país de vacaciones. Suiza, desde hace poco, constituye un ejemplo más de dependencia del turismo con respecto a la renta nacional. El éxito espectacular del turismo interior durante los años anteriores a la guerra es probablemente el resultado, al menos en una gran medida, del crecimiento de la renta nacional debido al pleno empleo en la industria suiza. La comparación entre la renta nacional y la frecuentación turística expresada en pernoctaciones (117a) permite formular esta tendencia:

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PERNOCT. DE SUIZOS ( miles) EN HOTELES EN HOTELES SUIZOS EXTRANJEROS 8.364 7.810 8.174 9.378 9.984 11.287 12.240 14.386 14.862 14.756 1.220 13.674 4.098 12.564 6.036 11.655 6.299 11.774 6.409

RENTA NACIONAL NETA SUIZA AÑOS MILLÓN F.S. 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951

8.702 8.826 9.361 10.441 11.250 12.054 12.524 13.468 15.033 16.842 17.646 17.360 18.160 19.470

El paralelismo entre el aumento de la renta nacional y el crecimiento del turismo interior hasta 1946 es evidente. Sólo se interrumpió durante un tiempo breve después del shok sufrido por el turismo durante el verano de 1939 cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Nuestra tesis no se contradice por la divergente evolución de la renta nacional y del turismo de interior a partir de 1947. El descenso de las pernoctaciones de ciudadanos suizos en los años siguientes no se tradujo en un descenso paralelo de la tasa de consumición turística sino que se desvió, como muestra la tabla anterior, hacia los viajes al extranjero a un ritmo muy alto. No es posible sumar simplemente las pernoctaciones de los suizos en su país y en el extranjero porque las estadísticas extranjeras son incompletas. Pero se puede deducir de la evolución comparada de ambas series que el descenso del turismo interior fue más que compensado por el aumento del turismo en el extranjero y que la consumición turística sigue siendo creciente. Naturalmente, son numerosos los factores que contribuyen a desarrollar el gusto por los viajes entre los suizos, pero es evidente que el crecimiento de la renta nacional es la base material de la intensificación del movimiento turístico porque aumenta el poder de compra de los turistas. Que se aplique totalmente en el país, como ocurrió durante la guerra, o que también se aplique en el extranjero, como antes y después de la guerra, no constituye nada fundamental. Es verdad que no todas las clases de renta tienen la misma importancia para el turismo. Hemos mencionado ya que los desplazamientos turísticos de la “era feudal”, es decir, en el siglo XIX, fueron financiados en gran parte por las ganancias empresariales, es decir, los beneficios, incluso también por la renta de la tierra. Todavía hoy continúan alimentándose en una gran medida por la renta del capital. Pero, como muestra la tabla que figura a continuación, las rentas de asalariados y de trabajadores autónomos suizos, han aumentado en los últimos años más rápidamente que la renta del capital.

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RENTA NACIONAL SUIZA SEGÚN CLASES DE RENTAS (MILLÓN DE F.S.) RENTA DE ASALARIADOS (trabajador depend.)

RENTA DE TRABAJADORES AUTÓNOMOS

4.191 1938 4.141 1939 4.202 1940 4.801 1941 5.383 1942 5.862 1943 6.172 1944 7.145 1945 8.311 1946 9.635 1947 10.344 1948 10.430 1949 10.680 1950 11.560 1951 176% Aumento 1938/51 Fuente: Statistisches Jahrbuch der Schweiz 1951

1.873 1.903 2.088 2.531 2.851 3.119 3.219 3.371 3.516 3.740 3.795 3.590 3.840 4.020 115%

RENTA DEL CAPITAL (benef. empresas e intereses) 2.485 2.482 2.588 2.762 2.713 2.728 2.744 2.783 3.131 3.364 3.390 3.290 3.580 3.810 53%

. Una evolución análoga se observa en el extranjero. El Libro Blanco anual sobre la Renta Británica (118) muestra las relaciones existentes entre renta y consumición turística.

RENTA MONETARIA POR CLASES EN GRAN BRETAÑA (EN MILLONES DE LIBRAS) 1938

1950

%

1.735 1.100 78 54 84 64

4.470 2.500 250 198 182 302

157.6 125.2 220.5 266.6 116.6 371.8

440 536

845 1.692

92.0 215.6

7 29 416 4.553

103 84 496 11.122

1371.3 189.6 19.2 144.2

163

74

-54.6

CATEGORÍAS Salarios Funcionarios Sueldos (militares) Contribuciones a la S.S. (empresas) Rentas de profesiones liberales Rentas agrícolas Beneficios de las pequeñas empresas y de los comercios minoristas Beneficios comerciales de las sociedades Beneficios comerciales de las empresas públicas Beneficios de otras empresas públicas Rentas de la tierra y de localización TOTAL RENTA NACIONAL Renta neta de las inversiones en el extranjero

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Se observa igualmente en el R. Unido, para el periodo 1938/1950, un aumento importante de las rentas del trabajo mayor en el caso de los obreros (salarios) que en el de los funcionarios. Mientras, la renta de la tierra solo aumentó ligeramente y el producto de las inversiones en el extranjero incluso disminuyó, y los beneficios comerciales de las sociedades y, sobre todo, de las empresas públicas experimentaron un fuerte aumento relativo. Lo mismo ocurre con las rentas agrícolas, pero la experiencia muestra que no se dedican de modo significativo a gastos turísticos. La tabla anterior muestra la evolución nominal de la renta nacional británica. Entre 1938 y 1950 aumentó en un 144.2%, pero, como durante el mismo lapso de tiempo los precios no aumentaron más que en un 90%, se deduce de ello que hubo un aumento de la renta real. En consecuencia, se constata que también en el R. Unido ha habido un aumento de la consumición privada. Abstracción hecha de la devaluación de la moneda, ha pasado de 4.3 miles de millones de libras en 1938 a 8.9 en 1950. Es decir, que se ha más que doblado. La parte correspondiente a la consumición turística en esta evolución, que presentamos bajo diferentes rúbricas, fue la siguiente: GASTOS EN VIAJES DE LA POBLACIÓN DE GRAN BRETAÑA (118) Viajes: a) Ferrocarril b) Otros gastos

1938

(EN MILLONES DE LIBRAS) 1946 1947 1948

1949

1950

55 108 127

104 182 129

101 211 147

107 233 105

101 241 140

95 251 182

34

121

123

95

105

111

Coche particular Gastos en extranjero

el

Los gastos en viajes, en sentido estricto, se dividen en gastos en ferrocarril y otros gastos. Ambas partidas se han más que duplicado entre 1938 y 1948. Pero mientras que la parte del ferrocarril baja los demás gastos de viaje aumentan. En un sentido más amplio, también los gastos de transporte en coche privado forman parte de la consumición turística. Con relación al periodo de antes de la guerra y como consecuencia del racionamiento de los carburantes y de las dificultades existentes para comprar un coche nuevo, estos gastos solo han acusado un ligero aumento. Fue a partir de 1950 cuando comenzó a aumentar el tráfico en coche particular. Es de suponer que los gastos en viajes y en estancias en el extranjero son imputables en su mayor parte al turismo. Ambas partidas reflejan la fiebre de hacer viajes que se apoderó de nuevo de los británicos en 1946, después de la atenuación de este movimiento como consecuencia de la reducción de la disponibilidad de divisas. La evolución es aún más notable si nos referimos no a los gastos nominales sino a los gastos reales, es decir, si tenemos en cuenta la depreciación de la moneda. A continuación figura una tabla comparativa para los años 1938-1948.

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GASTOS EN VIAJES DE LA POBLACIÓN DE GRAN BRETAÑA EN 1948 (A PRECIOS CONSTANTES DE 1938 EN MILLONES DE LIBRAS) 1938 1948 % 1938=100

Viajes Transporte en coche particular Gastos de particulares en el extranjero

Indice de precios 1938=100

163

258

158

132

127

53

42

198

34

37

109

257

Teniendo en cuenta los precios de posguerra, el aumento de la actividad turística de los ingleses en 1948 parece más modesta. Esto es particularmente cierto para los viajes al extranjero, para los que el aumento de precios fue particularmente fuerte; la renta real dedicada a este capítulo no es más que un 9% mayor que la de 1938. El tráfico en coche particular estaba aún gravemente obstaculizado en 1948, en tanto que el turismo interior se traducía ya en un aumento del 58% de los gastos de consumición. Es un resultado que no se explica más que por el racionamiento prolongado y severo de otros bienes importantes, en particular de los bienes de equipamiento familiar. Profundizaremos en esta cuestión cuando nos ocupemos del problema de la sustitución. Resumiendo: el turismo se nutre cada vez más de trabajadores asalariados y es también cada vez más financiado por rentas del trabajo. La mejora de la condición social del obrero y del empleado, de una parte, y la presión fiscal creciente sobre las rentas del capital, por otro, actúan en el sentido de una igualación. La tendencia se manifiesta desde la Primera Guerra Mundial y marca el paso de la “era feudal” a la “era burguesa” del turismo. Ya no es con los beneficios como se cubren los gastos de consumición turística sino, sobretodo, desde un punto de vista general, con los salarios del empresario o del trabajador independiente o no. Cada vez más nos encontramos en el primer plano del turismo a las capas de población que llamamos clases medias (119); de ellas es de donde procede el poder de compra adicional que ha permitido la aparición del turismo de masas (o turismo popular). La estructura del turismo se ha transformado como consecuencia de los modestos recursos puestos a disposición del asalariado medio comparados con los del capitalista. El fenómeno más evidente en este sentido es la disminución de la duración de la estancia en centros turísticos, aunque es verdad que se viaja más, también lo es que se gasta menos (120). En otros términos, el aumento de la consumición turística tiene lugar al mismo tiempo que disminuye el volumen de transacciones por cada acto concreto de consumición (121). Por consiguiente, una gran parte de los asalariados se encuentra todavía excluida del beneficio integral del turismo tradicional como consecuencia de la pirámide actual de las rentas. Como veremos más adelante con ayuda de ejemplos concretos de cuentas individuales de gastos, su consumición turística se mantiene dentro de límites estrechos. Es todavía prematura hablar de la “era” del turismo social. A pesar de todos los progresos que han tenido lugar, este tipo de turismo todavía tiene hoy un carácter incipiente y no representa más que una pequeña parte del producto global de la industria turística. No es, pues, por casualidad, que, en las cifras de negocio de la Schweizer Reiseckasse (Caja Suiza de Viajes) cuyos estatutos establecen que fomentará y facilitará los viajes y las vacaciones de los suizos, sobre todo, de las clases de población con recursos limitados, las empresas de transporte absorban el 80%, mientras que la parte de hostelería y refección no es más que el 13%. La explicación radica en que para la 58


gran mayoría de los interesados la estancia en un hotel es todavía algo inalcanzable, incluso en nuestros días. La noción de turismo de masas (o turismo popular) que hemos utilizado para caracterizar el turismo moderno debe ser, por tanto, entendida, en sentido cuantitativo y psicológico. No se refiere a la categoría social del proletariado, la clase obrera. bb/ La tasa de consumición turística no adquiere significación solo como agregado económico sino también porque depende de la renta individual por ser un elemento de la consumición del sujeto económico. El lugar ocupado por la tasa de consumición turística en la consumición global adquiere sentido cuando se distingue la renta nominal y la renta real, es decir, entre el poder de compra expresado en unidades monetarias y en bienes y servicios. El aumento de la renta nominal no favorece el aumento de la tasa de consumición turística más que si el aumento no es contrarrestado por la elevación de los precios, es decir, por un encarecimiento de la consumición obligada. Se pueden encontrar datos sobre la relación entre la renta individual y la tasa de consumición turística en las cuentas familiares (122). Para ilustrar este fenómeno, pondremos algunos ejemplos tomados de las estadísticas más recientes. Encontramos los siguientes gastos bajo la rúbrica “vacaciones y ocio” en las cuentas de las familias trabajadoras asalariadas elaboradas por la Bundesamt für Industrie, Gewerbe und Arbeit en colaboración con las Oficinas cantonales y comunales de estadística (123). Estos gastos cubren lo que llamamos tasa de consumición turística. GASTOS DE LAS FAMILIAS DE TRABAJADORES ASALARIADOS EN VACACIONES Y OCIO 1936/37 1943 1944 1945 1946 1947 1948 1949 1950 1951

(EN FRANCOS SUIZOS) OBREROS EMPLEADOS 86.30 247.70 90.50 185.00 96.40 198.20 144.90 303.20 175.70 359.10 216.50 353.40 218.70 390.50 274.00 433.90 275.70 483.80 261.60 519.00

TOTAL 165.50 112.90 119.00 166.30 213.00 249.80 267.60 349.30 366.40 361.90

Mientras que los gastos de las familias de obreros y empleados han aumentado un 119% entre 1936/37 y 1951, el índice del coste de la vida (base 1939=100) ha aumentado durante el mismo periodo en un 61%. De ello se deduce que la tasa de consumición turística en Suiza ha aumentado fuertemente y no sólo desde el punto de vista nominal sino también real. El poder de compra liberado durante la guerra al finalizar el racionamiento y la escasez de mercancías ha contribuido en gran medida a ello gracias a que hubo la posibilidad de encontrar un aliviadero en las instalaciones de turismo que estaban disponibles sin restricciones notables. El nivel de la tasa de consumición turística de cada familia depende esencialmente de los gastos efectivos en consumición obligada. Es cierto que la consumición obligada no tiene un orden de magnitud absolutamente rígido (124), pero absorbe por sí misma y de

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forma prioritaria, una fracción relativamente constante de la renta. Cuanto menor es esta fracción, es decir, cuanto mayor es la renta libremente disponible, de más medios se dispondrá para atender a las necesidades de vacaciones y ocio. A medida que la renta aumenta, la parte necesaria para satisfacer necesidades vitales disminuye progresivamente porque, a nivel alimentario, la cantidad de calorías necesarias se mantiene dentro de límites muy estrechos. Los ricos no pueden comer más cuando alcanzan la saciedad, pero es evidente que aplican las reglas de la gastronomía, es decir, que dedican mayores cantidades a alimentación acudiendo con más frecuencia a negocios de refección; su forma de alimentarse cae también en el campo del lujo y de lo superfluo y beneficiando así al turismo. La tasa de consumición turística no crece, pues, proporcionalmente al aumento de la renta, sino con mayor rapidez que ésta. Su elasticidad es superior a la unidad (125). Las cuentas familiares de los trabajadores asalariados citadas anteriormente facilitan datos que sirven para ilustrar lo que venimos diciendo. GASTOS en VACACIONES Y OCIO POR NIVELES DE RENTA (126) (EN FRANCOS SUIZOS)

1948 1950 1951

Hasta 7.000 94.2 93.1 188.7

7.0008.000 143.9 198.2 119.7

8.0009.000 203.1 210.1 222.1

9.00010.000 256.3 277.6 296.4

10.00011.000 262.2 386.3 306.5

11.00012.000 466.6 480.1 413.5

12.00013.000 558.6 552.2 478.7

13.00014.000 560.7 709.2

Esta tabla muestra el aumento progresivo de la tasa de consumición turística cuando aumenta la renta. Al pasar de un nivel de renta al siguiente se libera un volumen creciente de medios financieros que, al no estar condicionados por las exigencias de las necesidades vitales mínimas, quedan libremente disponibles, siendo posible usarlos para cubrir gastos de viaje y ocio. En consecuencia, cuanto más aumentan las rentas más importante es la tasa de consumición turística. Las cuentas familiares también facilitan información sobre esta materia. Es verdad que incluyen los gastos culturales junto con los gastos en viajes y ocio, lo que no es deseable. Para los diferentes niveles de renta, se tienen los siguientes datos: PORCENTAJE DE GASTOS DEDICADOS A CULTURA Y OCIO CON RELACIÓN A LOS GASTOS TOTALES (NIVELES DE RENTA EN FRANCOS SUIZOS)4

1948 1950 1951

Hasta 7.000 5.0 4.5 5.9

7.0008.000 5.6 6.0 5.6

8.0009.000 6.0 5.8 6.0

9.00010.000 6.4 6.6 6.7

4

10.00011.000 5.9 7.8 7.0

11.00012.000 8.2 8.3 7.5

12.00013.000 8.6 9.1 7.9

13.00014.000 7.5 9.0

Así se especifica en la traducción francesa, pero parece evidente que las cifras de la tabla son relativas (porcentajes con respecto a los gastos totales de los gastos en cultura y ocio)

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En realidad no se puede concebir un turismo digno de este nombre si no aumenta continuamente la tasa de consumición turística al aumentar la renta. En efecto, salta a la vista que con una renta inferior a los 7.000 F.S. el montante disponible para fines turísticos (189 F. S. en 1951) puede en realidad bastar para un fin de semana o para una marcha a pie durante las vacaciones, pero no permite una estancia prolongada en un hotel ni utilizar los demás equipamientos ofrecidos en las estaciones climáticas o termales. Es cierto que la situación sería más favorable si uno de los esposos, pongamos el marido, fuera tan egoísta que utilizara en su exclusivo beneficio la renta disponible para turismo financiando una estancia en un hotel o un viaje al extranjero. Esto quiere decir que el turismo se apoya ante todo en las rentas medias y altas, es decir, en un sector en el que precisamente la ley del crecimiento progresivo de la tasa de consumición turística alcanza su máximo nivel. b) La estructura de los precios aa/ Haremos las consideraciones que siguen pasando al otro lado de la barricada. Hasta aquí el problema de la consumición turística se ha presentado unilateralmente desde la óptica del consumidor, es decir, analizándolo desde el punto de vista de la demanda; es ahora el momento de mencionar al partenaire comercial, es decir, a la empresa turística, sacándola de su papel pasivo haciendo intervenir a la oferta de un modo activo. El mercado es el lugar en el que se encuentra directamente el sujeto y el objeto del turismo, el espacio en el que la oferta y la demanda turística se encuentran cara a cara. En contra de la creencia popular, el mercado no es un lugar delimitado en el espacio en el que se localizan la oferta y la demanda. El turismo se subdivide particularmente en una gran cantidad de mercados aislados en los que actúan los propietarios de medios de producción turística, la gente que ofrece prestaciones turísticas, frente a los demandantes o usuarios. Ahora bien, es en el mercado donde se forma el precio, y esto, como enseña la teoría económica, tiene lugar en función de la oferta y la demanda. El hecho de que, a pesar de las múltiples ocasiones en las que se encuentran la oferta y la demanda, los precios de prestaciones cualitativamente equivalentes oscilen, en el marco de una economía nacional, dentro de límites relativamente estrechos, sugiere la existencia de factores que actúan en el sentido de un alineamiento y una estabilización. Del lado de la oferta, está la necesidad de cubrir el coste de las prestaciones ofrecidas. Aquí los principales interesados, a saber, la hotelería (127) y las empresas de transporte, son tributarios de la estructura particular de su industria, fuertemente caracterizada por el alto nivel de los costes fijos, que mantienen los precios a un nivel determinado y limitan fuertemente cualquier eventual reducción .Dicho de otro modo, los acuerdos entre empresarios permiten unificar y mantener el precio, principalmente en países en los que, como Suiza, adoptan la forma de cárteles (128). A la inversa, la elasticidad de la demanda turística, propia no de una necesidad vital sino de las de libre elección, limita a largo plazo el movimiento pendular del precio hacia la elevación. Si las prestaciones turísticas se ofrecen a precios muy elevados, éstos disuaden la consumición. Como la consumición es el resultado de un acto selectivo, el poder de compra se orientará en este caso a objetivos no turísticos que se presentan como más ventajosos, al menos con respecto al precio. Tal sustitución de bienes o prestaciones no turísticas por objetivos turísticos, por ejemplo, el cambio de unas vacaciones en la montaña por una lavadora nueva, se mantiene dentro de determinados límites porque la fuerza de la costumbre en materia de consumición puede obstaculizar las

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consideraciones sobre el precio y las especulaciones sobre la utilidad marginal. Independientemente de esto, los factores ya mencionados que influyen sobre la oferta y la demanda son perjudiciales para la libre formación del precio. Los precios están pues limitados tanto hacia abajo como hacia arriba, lo que tiende a igualarlos en los diversos mercados particulares y a asegurar la “transparencia del mercado”. No se trata de formular aquí una teoría de los precios aplicada al turismo (129) ni de determinar por medio del razonamiento el precio de equilibrio por el que las cantidades ofertadas y demandadas coincidirían de forma que la demanda total sea igual a la oferta total. Nuestro interés se centra no en la estática sino en la dinámica del precio. Concretamente, tratamos de saber en que medida los movimientos del precio son susceptibles de estimular directamente la consumición turística. Para simplificar, consideremos un cierto nivel del precio como dado y tratemos de determinar los efectos de una variación de este precio sobre la tasa de consumición turística. La respuesta cae por su peso: un encarecimiento de las prestaciones turísticas reducirá su consumición mientras que una disminución del precio producirá el efecto contrario, en el sentido de que aumentarán los gastos de los viajeros e incitará a nuevos estratos de renta a unirse al movimiento turístico. Niehans consiguió estimar empíricamente una elasticidad precio relativamente elevada para los gastos turísticos de los americanos (130). Sin embargo, esta afirmación no es cierta más que bajo ciertas condiciones (o “cum grano salis”). Los efectos descritos no se producen necesariamente de modo automático y obligado. De entrada, las consecuencias del movimiento del precio no podrán ser apreciadas más que si se considera al mismo tiempo la evolución del nivel general de precios y particularmente los de la renta. El encarecimiento de las prestaciones turísticas puede ser compensado aumentando la renta nominal, de forma que no tenga lugar una reducción de la tasa de consumición turística. Así fue como las diversas subidas de precios durante la Segunda Guerra Mundial en el sector de la hotelería en Suiza (131) no obstaculizaron la expansión del turismo interior, que puede parecer espectacular incluso a los ojos de los expertos, aunque hay que advertir que este sector no siguió el encarecimiento general del coste de la vida; incluso después de la guerra aún no había compensado su retraso. Por otro lado, las reacciones de los consumidores a las fluctuaciones del precio no están determinadas sólo por consideraciones económicas puramente utilitarias. Este es particularmente el caso en lo que concierne al turismo y la quintaesencia de nuestra investigación. Tales motivaciones irracionales, de cuyo origen ya nos hemos ocupado aquí, pueden neutralizar grandes aumentos del precio. Por seguir la moda, un gran número de consumidores está dispuesta a pagar más caro una estancia en un lugar determinado por servicios de alimentación y alojamiento cualitativamente análogos a la oferta de otros lugares. Muy importantes excepciones restringen, en consecuencia, los efectos de la evolución de los precios, como acabamos de describir, en la consumición turística. Además, si se tiene en cuenta el hecho de que las fluctuaciones de los precios en el turismo se deben a causas endógenas inherentes a la estructura de los costes fijos de la oferta y a la elasticidad de la demanda, y que tales fluctuaciones no tienen de cualquier modo más que una amplitud limitada, so pena de hacer peligrar la existencia de la empresa, entonces la conclusión se impone por sí misma: los precios no influyen más que moderadamente en la tasa de consumición turística. El índice de frecuentación turística

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no es, exclusiva y definitivamente, función del nivel de precios. Esto significa que las leyes que explican la formación y la evolución de los precios, y que se basan en un comportamiento estrictamente racional de ambas partes, no tienen, en realidad, más que un valor y un campo de aplicación restringidos. Como es lógico, sería poco razonable caer en el exceso contrario y querer minimizar la influencia de las variaciones del precio en la consumición turística. Un ejemplo ilustrará el efecto estimulante que puede producir en materia de viajes una reducción de las tarifas cuando se realiza con habilidad tanto desde el punto de vista técnico como psicológico: el éxito que han tenido lo abonos de vacaciones implantados por los ferrocarriles suizos durante la segunda guerra mundial. Estos títulos de transporte, creados como medida provisional durante la guerra en apoyo de la hotelería y al turismo suizos, han servido para bajar sobre todo el precio del viaje en las grandes líneas estimulando así la consumición turística en numerosos casos por primera vez. No sólo gracias a los abonos de vacaciones se ha tomado el tren más frecuentemente sino que, en numerosas ocasiones, la reducción de tarifas ha sido el factor que ha conducido a tomar la decisión de salir de vacaciones. Basta reparar en la tabla que aparece a continuación, que facilita los datos relativos a la venta de abonos de vacaciones, para convencerse; para simplificar el estudio hemos tenido en cuenta solo el periodo estival. VENTA DE ABONOS DE VACACIONES Y DE BILLETES SUPLEMENTARIOS DE LOS FERROCARRILES SUIZOS Verano de 1940 “ “ “ “ “ “

1941 1942 1943 1944 1945 1946

ABONOS de VACACIONES 130.204 266.405 305.927 313.272 320.347 421.384 432.537

BILLETES SUPLEMENTAR. 100.366 203.739 216.977 227.529 227.077 313.075 290.062

Sería tentador deducir de esto que para obtener índices de frecuentación turística máxima, bastaría simplemente con reducir los precios en la proporción deseada. Cuanto más baratas fueran las prestaciones turísticas mayor sería el número de usuarios. Teniendo en cuenta que las consideraciones del precio no son las únicas que determinan el grado de actividad de las empresas turísticas, el éxito de una medida de ventas con rebajas parece, de entrada, limitado. Una política de precios que solo tuviera en cuenta la amortiguación del precio de venta estaría condenada a no la falta de rentabilidad en un sistema económico organizado en base a la empresa privada y llevaría más pronto o más tarde a su ruina. El margen de reducción del precio parece en realidad muy pequeño si no se quiere poner en peligro la existencia de la empresa. He aquí un ejemplo: En la primavera de 1941, los anuncios que aparecieron en la prensa suiza a varias columnas anunciaban que el mayor hotel entre Lausana y Milán, el Gran Hotel Brunnen, situado en el lago de los Cuatro Cantones, había vuelto a abrir sus puertas “con precios de la pensión desafiantes de la competencia a fin de permitir incluso a los bolsillos modestos que pasaran al menos una vez unas vacaciones con pocos gastos en un lugar donde antaño reyes y príncipes, comerciantes e industriales, banqueros y millonarios habían pagado hasta 70 francos suizos al día solo por el alojamiento”.

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El precio de la pensión diaria era sorprendente, en efecto; para una estancia mínima de 10 días era de 4,50 - 5,50 francos suizos más el 10% de servicios y tasas. Estas tarifas batían todos los récordes; estaban incluso por debajo de los precios practicados por las pensiones más modestas del lugar, por lo que el sector protestó compresiblemente aludiendo a una competencia desleal. La dirección del hotel confirmó, por otra parte, hasta qué punto estaba justificada la acusación ya que reconoció que con tales precios el Gran Hotel tenía pérdidas. Pronto aumentó el precio de la pensión a 6.50 francos suizos lo que seguía siendo que una fracción de los precios en vigor. Una oferta tan excepcional logró lógicamente atraer una inmensa clientela, de modo que el hotel estaba casi siempre lleno hasta no poder más. Durante el periodo de apertura del mes de mayo al mes de septiembre de 1941, la tasa de ocupación alcanzó el 76%. La cifra se situaba muy por encima de la media nacional, que era del orden del 30%. A pesar de todo, un índice de frecuentación tan elevado no bastaba para cubrir los costes. La reducción del precio fue tan fuerte que el punto muerto, es decir, el grado de frecuentación que permite a la empresa cubrir todos sus gastos (132) no se alcanzaba ni siquiera con el hotel permanentemente lleno. La experiencia estaba, pues, condenada de antemano al fracaso. El final no se hizo esperar: Las facturas de los proveedores quedaron sin pagar, el impuesto de estancia que adeudaba el hotel no pudo ser cubierto más que por judicialmente y, en lugar de abrir el Gran Hotel en la primavera siguiente, la sociedad gestora declaró la quiebra. bb/ Hasta aquí hemos examinado los efectos del movimiento del precio en la consumición turística en una economía nacional. Pero la relación entre la oferta interior y la demanda exterior hay que reconocer que es realmente muy importante. ¿De que manera las fluctuaciones en los precios en el turismo interior repercuten sobre los turistas extranjeros? La respuesta se facilita por el hecho de que no se trata en este caso de un fenómeno específico del turismo. En efecto, el precio de las prestaciones turísticas es solo una parte de los costes y de los precios de un país y su nivel se determina, para el extranjero, por el tipo de cambio (de la moneda). La cuestión de saber si se ajusta la oferta interior a la demanda exterior depende, a decir verdad, del poder de compra de las monedas consideradas. Si esta relación es favorable, es decir, si a una y otra parte de la frontera se gasta casi lo mismo por bienes y prestaciones de calidad semejante, entonces los precios turísticos se fijan normalmente, es decir, en función de la oferta y la demanda. Si, por el contrario, el tipo de cambio provoca una disparidad del poder de compra, la demanda sufrirá las consecuencias: será favorablemente influenciada si la moneda nacional se devalúa con relación a la moneda extranjera y si el precio de los productos nacionales son inferiores a los extranjeros; será desfavorablemente influenciada si la moneda nacional se aprecia con relación a la extranjera, porque un nivel de precios relativamente elevado favorece la demanda en el extranjero. En ambos casos, el mercado turístico se convierte en uno de los elementos de la lucha que libra la economía nacional con la economía extranjera para equilibrar la balanza de pagos por medio de la política monetaria. Los precios excesivos de los hoteles suizos no plantearon a la clientela inglesa un problema turístico particular debido a la devaluación del franco suizo en el otoño de

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1936. Los precios eran la consecuencia lógica de la disparidad del poder de compra que existía en las relaciones económicas anglo-suizas a partir del abandono de patrón oro por parte de la libra esterlina en 1931 que afectó a las exportaciones suizas en las mismas proporciones. Las tentativas unilaterales emprendidas por la hotelería con el fin de restablecer el equilibrio de los precios por medio de dos reducciones sucesivas de los precios de la pensión del 10% cada una en 1931 y en 1935 no tuvieron éxito por la sencilla razón de que no se trataba sólo de un problema de precios turísticos sino, más bien, de la igualación de los tipo de cambio. Sólo la devaluación del franco suizo y el restablecimiento de la paridad del poder de compra permitieron a la hotelería proceder al necesario ajuste de precios. La magnitud del resultado de la igualación del tipo de cambio de la moneda suiza se pone de manifiesto a través de la siguiente tabla, en la que veremos en que medida volvieron a ser competitivos los precios suizos para los turistas británicos (133). PERNOCTACIONES DE CLIENTES DE GRAN BRETAÑA Y DE IRLANDA EN LOS HOTELES SUIZOS AÑOS 1934 1935 1936 1937 1938

CLIENTES (miles) 921 920 1.038 2.045 2.128

Una devaluación del franco suizo del orden del 30% efectuada en septiembre de 1936 provocó un fuerte crecimiento del flujo turístico inglés y el número de pernoctaciones se dobló en 1937 y 1938 incluso a pesar del aumento del 10% de los precios de los hoteles en 1937. El resultado es una prueba suplementaria de la débil incidencia de las variaciones del precio sobre la demanda turística, principalmente en épocas en las que las condiciones de mercado evolucionan rápidamente. Invocaremos un nuevo argumento basado en un examen detallado de los cambios de orientación que provocan, en las corrientes turísticas, las disparidades entre el poder de compra de diferentes países. Un alto nivel de los precios turísticos en un país X no afectará absolutamente a la tasa de consumición del país Y. Simplemente, provocará un cambio en la distribución geográfica (del flujo turístico). Mr. Brown (de Londres) que entre 1932 y1935 consideraba que una estancia en Suiza era demasiado cara, en absoluto renunció, por ello, a efectuar su periplo tradicional. Solo eligió otro destino. Como buen patriota, obedeció al slogan “stay at home” (permanezca en casa) y viaja a Bournemouth o a Escocia, aunque, como cosmopolita pudo sentirse atraído por Francia o Austria. La diferencia consiste simplemente en el hecho de que la parte de su renta que estaba destinada a la consumición turística no benefició a la industria turística suiza sino a la de otros países y no provocó un cambio fundamental en la estructura o en el montante de la misma. Estamos aquí ante un caso de desplazamiento de la consumición turística debido a una variación del poder de compra, y, por consiguiente, a la sustitución de un país de turismo por otro. Vamos a analizar este aspecto del problema desde un punto de vista diferente.

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c) El efecto de sustitución El problema de la sustitución se presenta bajo diferentes aspectos. En el sentido más estricto del término, bienes sustitutivos son los susceptibles de satisfacer la misma necesidad por lo que pueden ser sustituidos uno por otros para un mismo fin. Se puede satisfacer la necesidad de hacer un viaje tomando el tren o el coche. Con cualquiera de estos medios de transporte se cumple el objetivo. Se explica, en general, este hecho a través de la tasa marginal de sustitución; dicho de otro modo, la cantidad marginal de un bien cuyo descenso o aumento es exactamente compensado en el espíritu del consumidor por el aumento o el descenso de otro bien. Sin embargo, la cantidad del bien sustituido (por ejemplo, carne) que hay que suprimir para compensar exactamente una unidad marginal del bien de sustitución, es decir, del bien de re emplazamiento (por ejemplo, carne) será, por tanto, más pequeña que la del bien de sustitución (patatas) si es más abundante en el mercado que el bien reemplazado (la carne). Expresado más simplemente, cuantas más patatas me den menos dispuesto estoy a cambiarlas por carne. Tal es el significado de la ley citada anteriormente (134). El valor para el turismo (de esta ley) es más limitado puesto que aquí se trata menos de la sustitución de cantidades divisibles de un bien reproducible a voluntad que de objetos de consumición o prestaciones de servicios (transporte por ferrocarril, por coche o por avión) específicos e indivisibles. Es decir, no se cambian porciones de mercancías sino bienes o prestaciones completos. Sin embargo, la ley de la tasa marginal decreciente continua produciendo sus efectos porque refleja una tendencia general. Existe igualmente una cierta relación entre el precio de los bienes y las prestaciones susceptibles de ser sustituidas unos por otros porque el encarecimiento de uno de los bienes considerados aumenta la demanda del otro. El aumento del precio de los hoteles, pro ejemplo, reforzará la tendencia a pasar las vacaciones en un chalet o en una casa particular para defenderse del encarecimiento de la estancia hotelera. Cuando aumenta la demanda de alojamiento en casas particulares se produce un aumento de los alquileres, mientras que la hostelería por su parte, frena sus exigencias por la competencia de otras fórmulas de alojamiento. La interdependencia de los precios de los bienes que pueden ser sustituidos uno por otros evitará, pues, que surjan diferencias muy fuertes. La influencia recíproca actuará en el sentido de una aproximación entre la prestación inicial y su sucedáneo. El fenómeno de la sustituibilidad se manifiesta igualmente cuando, en lugar de bienes y prestaciones de servicios, son las necesidades mismas las que compiten entre sí. Las personas que saben lo que ocurre en América afirman, por ejemplo, que las necesidades de los americanos en materia de viajes y de vacaciones compiten y son frecuentemente reemplazadas por los objetos de consumición siguientes: - Frigorífico - Abrigos de piel - Coches - Lavadoras - Televisores - Pisos de lujo

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El ahorro que adopta la forma de importantes seguros de vida constituye también un freno de los gastos dedicados a los viajes. De esta forma, el proceso de sustitución se desplaza simplemente de los objetos de consumición hacia la estructura de consumición. No estamos en presencia de un objeto de consumición determinado que pueda ser alcanzado por diversos medios sino ante diversos objetos susceptibles de ser sustituidos unos por otros dados los medios disponibles. En el campo de la consumición obligada, la renuncia a un objeto en beneficio de otro no es evidentemente posible más que dentro de una zona estrechamente limitada. El hombre no puede dejar de comer y beber, no puede sustituir el vestido o el alojamiento por las artes o las ciencias. Por el contrario, la consumición discrecional ofrece una serie casi ilimitada de sustituciones, y por tanto, lo más probable es que se aproxime a la consumición de lujo, a la “conspicuous consumption”, lo que procede del hecho de que las necesidades de consumición no indispensable para sobrevivir son menos específicas y pueden ser satisfechas de diferentes maneras sin poner en peligro la supervivencia del interesado. La sustitución en este sentido más amplio puede, por tanto, traducirse en un cambio de actitud del consumidor. ¿Cuáles son las razones de esto? ¿Cómo es que, para una renta dada, se renuncia de golpe, total o parcialmente, a sustituir ciertos bienes o ciertas prestaciones de servicios por otros bienes o prestaciones? Tal cambio en la elección de bienes, ¿no está en contradicción con la tradición, la cual adquiere con bastante rapidez carta de naturaleza en la estructura de la consumición, en las “patterns of consumption” (pautas de consumición)? aa/ Es fácil dar una respuesta en la hipótesis de que los cambios en la consumición sean consecuencia inevitable de grandes cambios procedentes del exterior que afecten al abastecimiento de mercancías. Cuando algunos bienes sufren una restricción en su oferta y, sobre todo, cuando se trata de bienes vitales, la consumición desciende inevitablemente. Los ahorros derivados de una consumición menor de artículos escasos o racionados se dedican entonces a un consumición mayor de bienes y prestaciones menos escasos y no racionados. Encontramos un ejemplo típico de esta sustitución forzada en la economía de guerra que conmociona todo el esquema tradicional de la consumición y lo reemplaza por otro más conforme con el estado precario de los aprovisionamientos. He aquí las transformaciones de la consumición que tuvieron lugar en Gran Bretaña y en USA después de la guerra tal y como aparecen a través de sus principales partidas (135):

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CAMBIOS PORCENTUALES EN COMPRAS DE MERCANCÍAS Y SERVICIOS (PER CÁPITA)

Alimentos Bebidas, alcohol y tabaco

GRAN BRETAÑA 1938-1944 -11 +8 -3

USA 1939-1944 8 33 12

+9 +2 -82 -51 -37 +1 +10 -95 +13 +8 -33 -16

14 32 -23 +26 +43 +28 +10 -52 +83 33 19 +16

Vestido y calzado Alquileres Combustible y electricidad Artículos de cocina (elect.) Electrodomésticos Otros gastos personales Periódicos y libros Distracciones Coches y viajes en coche Transporte público Correos y telégrafos Gastos diversos Consumición total

Gran Bretaña y USA son dos países que reflejan nítidamente aunque de forma diferente la incidencia de la guerra sobre la estructura de la consumición. En USA, país fuertemente industrializado, con recursos casi inagotables y ahorrados a causa de la guerra, no ha tenido lugar ningún cambio notable en la consumición obligada; los americanos, en conjunto, no han experimentado restricciones apreciables en su alimentación ni en su vestuario. No ocurrió lo mismo, sin embargo, en lo que concierne a la utilización de coches particulares, cuyo uso fue reemplazado, en gran parte, por el transporte público. Se manifestó una cierta penuria en electrodomésticos porque son objetos fabricados en fábricas que tuvieron que producir para el ejército. Mucho más profundas son las modificaciones que tuvieron lugar en Gran Bretaña. Este país fue obligado a restringir su consumición de un modo mucho más enérgico y en casi todas las partidas. Aunque las restricciones en el campo alimenticio se mantuvieron dentro de límites soportables, en el aspecto del vestido, del menaje y de otros objetos de uso personal se sintió la escasez. El tráfico en coche privado era prácticamente nulo y aun así no se compensó ni siquiera aproximadamente con los medios de transporte públicos. Los descensos de consumición (de estos bienes) no fue compensado más que de un modo imperfecto por el aumento de los gastos en bebidas alcohólicas, tabaco y distracciones. Ante las dificultades generalizadas de aprovisionamiento, no se produjo en Gran Bretaña, al contrario de lo que ocurrió en USA, más que una sustitución incompleta ya que una parte de la consumición de posguerra desapareció, por a sí decir, totalmente. Suiza ocupa, en el marco de los cambios de consumición y como consecuencia de la guerra, un lugar sensiblemente intermedio entre Gran Bretaña y USA. También en Suiza 68


el racionamiento de artículos alimenticios y de otros bienes de consumición importantes liberó un cierto poder de compra que se dedicó a mercancías y prestaciones no racionados cuya consumición aumentó. Entre estos últimos, las prestaciones turísticas figuran en buen lugar. Al contrario de lo que pasó en el extranjero, las prestaciones turísticas no tuvieron que sufrir ni limitaciones impuestas por el transporte ni escasez de medios de alojamiento. Incluso hubo una oferta fuertemente excedentaria. El intenso gusto por los viajes manifestado por los suizos durante la guerra, que se manifestó en el aumento descrito más arriba del número de pernoctaciones de clientes nacionales, se explica en parte por el crecimiento de la renta nacional pero, sobre todo, por la utilización ilimitada del equipamiento turístico que sirvió de “vía de encauzamiento” de la renta liberada por el racionamiento y de derivación para el aumento del poder de compra que apareció después del ahorro forzoso (136). bb/ Más difícil es explicar la sustitución provocada no ya por la variación de las cantidades y de los precios de la oferta sino por el cambio del comportamiento de los consumidores permaneciendo constante la oferta tanto desde el punto de vista cuantitativo como desde el punto de vista del precio. Esta sustitución se presenta bajo dos formas: 1º) sustitución de un bien o una prestación turística por otra prestación turística. 2º) sustitución de una necesidad turística por otra no turística; la consumición se desplaza del turismo a otras actividades, o a la inversa. aaa/ Con respecto al primer tipo de sustitución, la que tiene lugar en el interior del turismo, ya hemos puesto un ejemplo. Este tipo de sustitución afecta a la tendencia, apuntada por primera vez según nuestra información por Gölden, a un aumento del porcentaje de los gastos dedicados al transporte a costa de las cantidades dedicadas a la estancia (137); una parte cada vez más importante de los gastos turísticos en expansión va a las empresas de transporte o a los viajes en coche propio, lo que comporta la reducción correspondiente en los gastos de estancia. En consecuencia, los aumentos en los gastos de transporte sustituyen una parte de los gastos en hotel. Se asiste, pues, a una sustitución ponderada de “turismo receptivo” por “turismo activo” que se traduce en una notoria reducción de la duración media de la estancia en la estación turística. Se olvidan las palabras de Fausto; “¡Quédate, eres tan hermoso!”. Si nos tomamos la molestia de consultar los viejos libros de hoteles, los “registros de viajeros” descubriremos una verdadera mina de información sobre las costumbres de los viajeros de antaño. Después del estudio de numerosas fuentes de este tipo, procedentes de todas las regiones turísticas clásicas, llegamos a la convicción de que precisamente hacia fines del siglo XIX, la estancia de varias semanas era la regla en el caso de los clientes extranjeros en las estaciones suizas. Parece que los clientes suizos, que eran la minoría, habían fijado la duración de la estancia en 3 o 4 semanas por término medio. A título de curiosidad, elegimos, entre innumerables testimonios, dos inscripciones que figuran en el libro de hotel de la pensión Rosat en Chateau d´Oex. Cierto señor Zwierlein confesaba en agosto de 1852: “Durante las 9 semanas pasadas aquí he encontrado excelentes tanto el alojamiento como la alimentación. En reconocimiento de la calidad del servicio y de la amabilidad del hotelero, no tengo más remedio que recomendar por doquier a todo el mundo la pensión Rosat en la Frass”. Poco tiempo después, un inglés inscribió con una concisión

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verdaderamente militar las palabras siguientes: “El coronel, la señora Wale y su familia (12 personas) han permanecido aquí durante tres meses”. Las semanas de hace cien años se han reducido ahora a días: la duración media en los hoteles suizos se elevaba en 1951, según las estadísticas turísticas federales, a 3,48 días para el conjunto del país y a 3,78 días en las regiones turísticas. No es preciso volver al pasado para darse cuenta de la mayor movilidad de los viajeros y para persuadirse de que los desplazamientos superan a los reposos. En un estudio aparecido al final de la guerra, Fallet (138) estimó aproximadamente los ingresos de los ferrocarriles federales suizos de 1938 a 1945, según el objeto del viaje, lo que da para los desplazamientos de vacaciones:

AÑO 1938 1939 1940 1941 1942 1943 1944 1945

INGRESOS DE los Ferrocarriles por VIAJES DE VACACIONES (EN MILLONES DE F. S.) 24 26 23 30 39 41 46 56

PERNOCTACIONES DE SUIZOS (EN MILES) 8.364 7.810 8.174 9.378 9.984 11.287 12.240 14.386

El tráfico de vacacionistas, medido a través de los ingresos correspondientes de los ferrocarriles, ha reaccionado más fuertemente a las peripecias de la guerra que la frecuentación de hoteles por clientes suizos expresada en noches. Por ello, el descenso del tráfico de vacacionistas en 1940, un año crítico, no se reflejó en el número de pernoctaciones. Pero en este orden de ideas, es importante constatar que el tráfico turístico ferroviario durante el periodo 1938/45 aumentó, a pesar de todo, más fuertemente que la frecuentación de hoteles expresada en pernoctaciones (133,3% frente a 72%). Podemos concluir diciendo que el aumento espectacular de la tasa de consumición turística ha beneficiado más a los ferrocarriles que a la hotelería. El proceso de sustitución de la creciente actividad del desplazamiento por la de estancia continuó lo mismo que durante la guerra. Pero, por otra parte, la hotelería está amenazada por un peligro mayor: a saber, la tendencia por razones de precios más bajos, de libertad y de espíritu de familia, a pasar las vacaciones en un chalet, en una residencia secundaria o bien en la habitación de una casa particular. La estancia en el hotel es pues sustituida por un alojamiento particular; el menaje individual se lleva provisionalmente al lugar de veraneo. No hay duda de que la tendencia a pasar las vacaciones fuera de un hotel sigue aumentando. Como los alojamientos particulares no figuran en las estadísticas hay que apoyarse en ejemplos regionales o locales si se quiere cuantificar la sustitución que se está operando a favor de las estancias en casa particulares en detrimento de las estancias en hoteles.

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Tenemos, por ejemplo, el caso de Grindelwald: para el periodo de anteguerra se presenta como sigue (139):

AÑO 1935 1936 1937 1938 1939 1940

VERANO JUNIO-SEPTIEMBRE (PERNOCTACIONES) EN CASAS EN PARTICUL. HOTELES 27.500 62.369 26.800 60.889 35.100 100.827 37.100 89.894 32.000 59.457 32.500 22.958

INVIERNO DICIEMBRE-MARZO (PENOCTACIONES) AÑO EN CASAS EN PARTICUL. HOTELES 2.500 34.371 1934/35 3.000 35.135 35/36 4.100 52.799 36/37 5.000 59.789 37/38 6.900 58.460 38/39 3.400 11.812 39/40

Salta a la vista inmediatamente el reducido número de pernoctaciones en casas particulares durante la estación de invierno, lo que se explica por el hecho de que el hotel tiene la ventaja indudable de un mayor confort: no hay que preocuparse por la calefacción, sus instalaciones son más apropiadas, etc. En verano, por el contrario, el alojamiento en casas particulares cubre la mayor parte: representa para el periodo 19351939 entre un tercio y más de la mitad de los turistas que usan hoteles. Durante la guerra, el alojamiento en casas particulares rebasó en valor absoluto el número de pernoctaciones en hoteles. Las preferencias por los alojamientos particulares se han mantenido después de la guerra e incluso se han intensificado en parte. En Adelboden, por ejemplo, el censo de visitantes efectuado por correos el 25 de junio de 1952 dio el siguiente resultado: CLIENTES 1.291

Hoteles y pensiones CHALETS, INSTITUTOS Y CASAS INFANTILES

3.446

Total

4.737

Además, para satisfacer la creciente demanda, la Schweizerische Gemeinnützige Gesellschaft (Sociedad Suiza de Ayuda Mutua) creó una agencia especializada en alojamientos para vacaciones que dispone de 2.800 plazas. La evolución mucho más regular (observada en el caso de Grindelwald) de las pernoctaciones en casas particulares con relación a las pernoctaciones en hoteles deja entrever que son ante todo los clientes suizos los que prefieren el alojamiento en casas de particulares y que lo demandan en medida creciente. Los proyectos de vacaciones revelados al autor de este estudio por numerosos suizos y conocidos pertenecientes principalmente a la categoría de funcionarios o de profesionales liberales, confirman también esta tendencia; en su mayoría, no pasan sus vacaciones en hoteles sino que alquilan una vivienda de vacaciones para su familia; a menos que posean un chalet en propiedad.

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Cuando los visitantes extranjeros son numerosos, la hotelería puede soportar esta sustitución. Pero si la afluencia de extranjeros disminuye, la competencia de los alojamientos particulares se convierte en un grave problema. bbb/ El segundo tipo de sustitución es aquel en el que una necesidad turística es reemplazada por una necesidad no turística, o viceversa. La escena se desplaza entonces del campo específico del turismo hacia la estructura general de la consumición. Dado que la consumición turística, con algunas excepciones, no es imprescindible para la supervivencia y no se cubre con renta para la consumición obligada, es evidente que los bienes y las pernoctaciones turísticas solo se sustituyen por los de la consumición discrecional. En estos casos, en principio, las actividades más representativas, las de descanso y distracción, son las que con mayor facilidad son objeto de sustitución. Se puede, pues, considerar que los bienes culturales son, en cierta medida, sustituibles y prescindibles. La experiencia cotidiana enseña que los gastos de esparcimiento y distracción son intercambiables, estén localizados o no. Basta un buen chaparrón el sábado a mediodía o el domingo por la mañana para que naufraguen los proyectos de excursión, de marchas por la montaña, de estancias en la playa, de participaciones en festejos o en otras manifestaciones al aire libre. Es difícil calcular la ausencia de beneficios, el “lucrum cessans”, que sufren los ferrocarriles de montaña, las empresas de navegación, los garajes, los hoteles, los albergues campestres, las tiendas de recuerdos, los guías de montaña, los establecimientos de baños, etc. cuando el tiempo echa por tierra las previsiones, hace inútiles los preparativos y provoca la pérdida de una parte del gasto hecho en reservas (140) . Se trata probablemente de millones de francos suizos, que son los que se ponen en juego cada fin de semana en la industria turística. Si el tiempo es desfavorable una parte de esta cifra se pierde por la consumición ya que, una vez que se ha tomado la decisión de gastar, no es fácil dar marcha atrás, simplemente se dirige hacia otros objetivos. En lugar de salir hacia un destino lejano, se buscan distracciones en el lugar de residencia. Los domingos lluviosos vemos como la gente se aglomera a la puerta de los cines, salas de concierto, teatros, cafés, restaurantes, manifestaciones deportivas y otros pasatiempos propios de las grandes ciudades que atraen grandes muchedumbres. También en este campo es verdad que “las desgracias de unos se convierten en beneficios de otros”. Cuantitativamente, sin embargo, los gastos realizados en el lugar de residencia a la expansión y las distracciones no son exactamente equivalentes a los realizados en consumición turística, ya que los gastos de desplazamiento son eliminados. Desde un punto de vista contable, estamos en presencia de un caso de sustitución incompleta puesto que una parte de los medios provistos para la consumición no son gastados sino reservados para un uso futuro o incluso simplemente ahorrados. También es posible imaginar lo contrario, es decir, el caso en el que una diversión o una expansión que iba a ser hecha en el lugar de residencia se sustituye por un desplazamiento; para hacer frente al suplemento de gasto ocasionado por esta actividad itinerante, se recurre a nuevos tramos de renta, lo que permite prever un aumento de los gastos de consumición. El siguiente ejemplo italiano ilustra hasta qué punto los bienes de recreo y de organización del tiempo libre, los grandes gastos dedicados a diversiones (teatro, cinema), entran en competencia con la consumición turística (141):

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EVOLUCIÓN DE ALGUNAS PARTIDAS DE LA CONSUMICION EN ITALIA Tabaco Viajes Diversiones

1938 3,5 1,8 0,7

(EN % DEL CONSUMO TOTAL) 1947 1948 3,1 3,4 1,3 1,5 0,9 1,1

1949 3,7 1,9 1,2

1950 3,9 2,0 1,4

La parte reservada a las distracciones locales y las dedicadas al tabaco en los presupuestos familiares de los italianos ha aumentado tanto en valor absoluto como en valor relativo en mayor proporción que la dedicada a viajes, lo que prueba que la renta libremente disponible no beneficia en primer lugar al turismo. Se trata de unos objetivos de consumición de naturaleza similar que se orientan hacia un placer físico o psíquico efímero que no crea valor de uso duradero. Pero la consumición turística entra entonces frecuentemente en competencia con el mundo de los bienes de consumición (duraderos o semiduraderos). El beneficiario de la renta se encuentra entonces ante un dilema: ¿dedicará los medios que le sobran de su tren de vida normal a la adquisición de bienes duraderos con el fin de mejorar su equipamiento doméstico o los dedicará a los placeres de un viaje, a la felicidad pasajera de unas vacaciones soleadas? Con el aumento de las necesidades de cultura y de confort, la decisión es cada vez más difícil y la posibilidades de sustitución no hacen más que ampliar esta dificultad (142). Los muebles, las alfombras, las joyas, los abrigos, la radio, el teléfono, el refrigerador, la lavadora, la bicicleta, el equipo de deporte, así como los cuadros, los libros, los objetos de arte, las antigüedades, son cosas a las que pueden renunciar los consumidores a cambio de uno o varios días de estancia en un hotel y de los gastos que ello comporta. ¿Cómo hará la elección el interesado? También ahora, la idea que se hace de un tren de vida coherente con su situación social y su nivel de vida le hará inclinar la balanza. Si la posesión de ciertos objetos de lujo le parece necesaria a un tren de vida conveniente, a la satisfacción de sus aspiraciones sociales y al deseo de tener rango, como es actualmente el caso en Suiza, donde cada uno demanda un cierto confort doméstico (apartamento con baño, teléfono, radio, etc.), considerará más urgente satisfacer estas necesidades antes que las de recreo. Si por el contrario, su estilo de vida en lo que se refiere a vestuario, alojamiento y gastos personales se consideran bajo el signo de la sencillez, de la “austerity” y de la “utility”, - dando las clases superiores ejemplo de ello- entonces su poder de compra excedentario será preferentemente dedicado al turismo. La pasión por los viajes al extranjero que se constata después de la guerra en Inglaterra, en Holanda y en otros países bien podría ser explicado de esta forma. En la lista de los citados objetos que compiten monetariamente con el turismo no figura todavía el medio de transporte individual, el cual, durante el último cuarto de siglo deja huellas cada vez más profundas no sólo en el campo del transporte sino al mismo tiempo en la estructura de la consumición total. Es verdad que en Suiza, el coche se considera, ante todo, como un objeto de trabajo, incluso los coches particulares, los únicos que nos interesan aquí, sirven principalmente para desplazamientos utilitarios. Sobre la base de estadísticas relativas a la distribución de coches particulares según las diferentes profesiones, se llega a siguiente conclusión (143): “De los más de 75.000 coches particulares matriculados en Suiza en 1938, 45.000, es decir, el 60%, son indispensables para los propietarios y facilitan de modo significativo el ejercicio de su

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profesión. En cuanto a los restantes, se utilizan igualmente para fines profesionales, principalmente para realizar el desplazamiento del domicilio al lugar de trabajo”. Según la misma fuente, 4.319 coches particulares son propiedad de personas sin profesión, la mayor parte de las cuales son de clase alta, grupo en el que la renuncia a la estancia en un hotel para amortizar gastos de compra y mantenimiento del coche no tiene lugar más que muy raramente. Después de la guerra, el coche ha adquirido valor creciente a ojos de los interesados; la prueba de ello la facilita el aumento del parque automovilístico suizo: ha pasado de 78.000 en 1939 a 188.000 en 1952. Se ha más que doblado. El cambio en la estructura de la consumición que se oculta tras la motorización se caracteriza por lo que sigue: “La generación habituada a renunciar, a pesar de tener recursos financieros suficientes, a tener coche, por conservadurismo o por modestia excesiva, está en vías de extinción. Las nuevas generaciones son más favorables al coche. Son numerosos hoy los funcionarios que poseen su propio coche y de los siete Consejeros Federales, tres conducen su propio vehículo! Antes de la guerra, no había ni siquiera uno” (144). El movimiento que comienza a aparecer en Suiza y en los demás países europeos está ya generalizado en Estados Unidos, donde el coche ha conquistado uno de los primeros lugares en la jerarquía de necesidades; el coche puede incluso ser clasificado, en gran medida, como consumición obligada. De este modo, el coche muestra una superioridad manifiesta sobre la consumición turística. Más exactamente, ciertas partes de renta son absorbidas por el coche y van hacia la industria automovilística, al comercio de carburantes, etc. En ausencia de coche, al menos en teoría, abrían sido dedicadas al turismo, bien bajo la forma de una estancia prolongada en un hotel o de un viaje a ultramar. No se trata, pues, más que de la sustitución parcial del coche por consumición turística y no afecta en ningún caso a las necesidades del viajero, antes al contrario, puesto que está precisamente en la naturaleza misma de este nuevo medio de transporte. El coche es utilizado para paseos y vacaciones así como para viajes de negocios. Por su misma existencia, el coche también contribuye a aumentar los gastos en transporte turístico. La cuestión radica en saber en qué medida esta expansión se hará a expensas de otros elementos de turismo, y especialmente de la estancia. El lugar ocupado por los gastos que comporta el coche en relación con otras partidas del gasto, tal y como resulta de los presupuestos familiares, aporta en este sentido datos de gran utilidad. Nos referimos a una encuesta dirigida durante los años 1930-34 por un grupo de investigadores americanos especializados en cuestiones sociales y humanas de una comunidad moderna. A pesar de que son algo antiguos, los resultados de la encuesta son todavía válidos en lo esencial. Una pequeña ciudad de 17.000 habitantes de Nueva Inglaterra que bajo el pseudónimo de Yankee-City sirvió de base para la encuesta (145). Un capítulo importante trata de la vida económica de la comunidad en cuestión. Nosotros tomamos los detalles siguientes: Los investigadores dividieron la población en tres clases: -

superior media

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-

inferior

Cada clase se dividió a su vez en nivel superior y nivel inferior para permitir una diferenciación más matizada. Se dispuso así de una escala en seis grados: % POBLACIÓN 1,44 1,56

1.- CAPA SUPERIOR CLASE SUPERIOR (SS) 2.- CAPA INFERIOR CLASE SUPERIOR (IS) 3.- CAPA SUPERIOR CLASE MEDIA (SM) 4.- CAPA INFERIOR CLASE MEDIA (MI)

10,22 28,12

5.- CAPA SUPERIOR CLASE INFERIOR (SI) 6.- CAPA INFERIOR CLASE INFERIOR (II)

36,60 25,22

SIN CLASIFICAR

0,84 100,00

En base a estas categorías sociales se clasificaron las respuestas a la cuestión de saber de que manera las diversas categorías gastan su renta. A continuación se reproduce la clasificación de diversas partidas de consumición según la parte que ocupan en el conjunto de los presupuestos familiares:

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YANKEE CITY CLASIFICACIÓN DE LAS PRINCIPALES PARTIDAS DE GASTOS EN LOS PRESUPUESTOS FAMILIARES, SEGÚN CLASE DE RENTA MEDIA 1 2

SS 2 1

IS 3 1

SM 1 3

IM 1 3

SI 1 3

II 1 3

3 4 5 6 7 8 9 10 11 12

4 7 3 5 6 8 13 9 11 12

4 2 5 6 14 9 7 10 11 8

2 5 4 18 10 6 8 9 7 12

2 5 4 18 10 6 7 8 11 16

2 6 4 18 14 5 8 11 12 9

2 9 4 18 16 5 7 6 11 13

Vacaciones y viajes

13

14

12

11

9

19

0

Libros, revistas, etc Higiene Distracciones Viajes de negocios Tabaco Correos Gastos judiciales (abog.) Equipo de deporte Gastos profesionales Entierros Fotografía Mudanzas Otros

15

17

13

13

14

7

12

16 17 18 19 20 21

16 18 15 19 20 21

16 15 19 18 17 20

16 15 17 14 21 2

12 13 17 15 21 0

15 16 20 10 21 23

10 14 0 8 17 0

22 23

23 25

21 0

25 23

23 19

24 13

0 0

24 25 26 14

0 22 24 10

0 24 23 22

21 24 26 10

20 24 25 22

16 25 22 0

0 19 18 0

Alimentación Conservación (de calef., ilumin., pintura y teléf.) Alojamiento Coche Vestido Impuestos Cultura Salud (hon. méd.) Equip. doméstico Regalos Beneficiencia Gastos de recepción, culto

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A nivel formal, el esquema americano se distingue del presupuesto familiar suizo por una división más matizada de partidas de gasto; las necesidades culturales, sobre todo, están mejor definidas. Nótese que los artículos de lujo, como tabaco, equipo de deportivo, fotografía, regalos, etc, son objeto de partidas especiales, mientras que, cosa curiosa, no encontramos ninguna indicación relativa a las bebidas alcohólicas, lo cual puede deberse a la prohibición que entonces estaba todavía en vigor. A nivel material, los gastos del coche, comparados con los dedicados a vacaciones, son los que más nos interesan. La motorización que posee la nación americana aparece en el hecho de que en Yankee City los gastos del coche, que comprenden, además de los gastos por la utilización propiamente dicha, la posesión, las multas (¡) los impuestos y los seguros, ocupan, por término medio, el 4º lugar en los presupuestos familiares, antes que el vestido, por ejemplo. Debemos concluir que el coche ha dejado ya de ser considerado como objeto de lujo, y que se ha impuesto verdaderamente como un elemento indispensable que forma parte integrante del nivel de vida de todas las capas de la población. La tabla muestra perfectamente que, incluso en los presupuestos de las capas inferiores (I.I.), que no tienen recursos para hacer turismo, el coche ocupa todavía el 9º lugar. Pero todos los récordes se baten por la capa inferior de la clase superior (I.S.): los gastos que comporta la tenencia de coche vienen inmediatamente después de los dedicados a conservación de la casa y rebasan incluso los gastos de alimentación, de vestido y de alojamiento que corresponden, como se sabe, a las necesidades vitales. La comparación de las cifras absolutas de gastos dedicados por los diferentes clases a coche y a consumición turística (vacation-travel) hacen esta situación aún más evidente. Compararemos, desde este punto de vista, los gastos de la familia completa con los de los individuos aislados: he aquí el resultado: GASTOS LAS DIFERENTES CLASES EN COCHE Y TURISMO (EN DÓLARES)

Nivel superior de la clase superior (SS) Individuo Familia Nivel inferior de la clase superior (IS) Individuo Familia Nivel superior de la clase media (IM) Individuo Familia Nivel inferior de la clase media (SM) Individuo Familia Nivel superior de la clase inferior (SI) Individuo Familia Nivel inferior de la clase inferior (II) Individuo Familia

COCHE

TURISMO (VACATION-TRAVEL)

121,06 363,17

31,43 94,29

391,91 914,46

51,26 119,80

59,89 207,66

11,43 39,64

36,45 131,57

8,14 23,39

8,18 35,62

0,92 4,01

2,06 11,76

-

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Las cifras citadas representan valores medios de gastos absolutos de todos los que pertenecen a una misma categoría social. Tales cifras ponen en evidencia la importante diferencia que separa a los gastos en coche y en turismo, representando los últimos sólo una parte de los primeros. Si limitamos los gastos de consumición turística a la estancia, lo que supone que todos los gastos de transporte figuran en la partida “coche”, las cantidades dedicadas a turismo son tan pequeñas que no cubrirían una estancia cuidadosamente preparada en una estación turística, un hotel próximo a unas instalaciones deportivas o un balneario, ni unas vacaciones organizadas según el modelo suizo, por ejemplo. Efectivamente, el turismo americano se practica sobre todo al margen de hoteles y centros turísticos. Es más individual, menos organizado y menos exigente (146). Los reducidos medios dedicados a consumición turística incluso en el seno de la llamada clase superior lo pueden testimoniar. Su evaluación no puede hacerse más que en base a la noción de nivel de vida; esto es lo que revela la curiosa inversión que se da en los gastos de consumición entre el nivel superior y el nivel inferior de la clase superior. La primera, que es la que dispone de mayor poder de compra, gasta en coche y en turismo mucho menos dinero, en términos absolutos, que el nivel inferior, con rentas mucho más modestas. Esta desproporción se explica por la estructura sociológica propia de ambos grupos: el nivel superior de la clase superior cuenta probablemente con elementos de distinción teñidos de puritanismo que se advierten por su seriedad, su conservadurismo y su carácter profundamente sedentario: “My home is my castle” (Mi casa es mi castillo”); ellos dedican más atención al estatus de la casa, a la cultura, y la beneficencia, etc.…. Por el contrario, el nivel inferior de la clase superior tiene menos prejuicios y da más libremente curso a los deseos de consumición excéntrica y ostentosa (conspicuous expenditure) haciendo gastos en coche, turismo, deporte, etc. Damos, pues, por admitido, que en la jerarquía de necesidades del consumidor americano, el coche ocupa un lugar más importante que el turismo. El turismo no sólo debe contentarse con cantidades de dinero mucho menores sino que cuando cae por debajo de un nivel inferior de renta, llega a quedar incluso eliminado de la consumición. Es pues evidente que tiene lugar una cierta sustitución: los gastos en turismo dejan el lugar a los gastos en coche. Podría decirse que Suiza ha experimentado las consecuencias de este desplazamiento de la consumición. Se aprecia, en efecto, desde 1910, fecha que marca el comienzo de la era del coche, un cierto descenso del número de visitantes norteamericanos. Gölden (147) afirma que el porcentaje de turistas que proceden de América del Norte en el total de llegadas a Suiza ha pasado de 11,9% en 1910 a 7,5% en 1930. Según este autor, el descenso podría deberse al hecho de que los turistas americanos dejen Suiza elijan a otros países europeos y extra europeos, incluso su propio país de residencia. Puesto que Suiza no ha pasado de moda para los americanos, parece claro que es el coche más que la competencia turística internacional la causa de esta evolución, puesto que introduce un elemento nuevo en el mecanismo de la consumición puesto que el coche ha superado la cuantía de gastos en bienes tradicionales. Como durante los últimos años la corriente de visitantes procedentes de América del Norte ha aumentado poco, su participación en las “llegadas” del turismo suizo no representó más que el 6,6 % en 1952, lo que pone de manifiesto la débil aportación del mercado más rico y más poblado del mundo. No sería malo, sin embargo, buscar un chivo expiatorio. La razón del débil eco que ha encontrado hasta ahora el turismo en el presupuesto del consumidor americano medio no debe ser imputado al coche; se podrían invocar y poner en cuestión otras necesidades

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que también entran triunfal e irresistiblemente en la concepción que los americanos tienen de un nivel ideal de consumición: pollo a la cazuela todos los días, casa acondicionada, el televisor y el avión; la debilidad de la consumición turística americana hay que explicarla por el hecho de que aún no se encuentra sólidamente implantado el turismo en su nivel de vida. La culpa no la tiene el seductor que se presenta con un coche o con otro atractivo sino el que se deja seducir. Lo cierto es que el americano no concede demasiada importancia al turismo y renuncia a él fácilmente. Una actividad turística coherente con la importancia de la población y con las inmensas posibilidades materiales de los USA y que no se limitara sólo a las grandes ciudades del Este americano no se producirá más que el día en que la estancia de descanso anual, el desplazamiento deportivo reiterado y el cambio de clima regular logren entrar en sus costumbres y formen parte integrante e indispensable de un nivel de vida aceptado. 3.- Posibilidades de crecimiento de la consumición turística a) Elasticidad negativa y positiva En general, la elasticidad de la demanda turística es una materia más de preocupaciones que de alegrías. Las empresas turísticas son extremadamente sensibles a las fluctuaciones de la coyuntura; la curva de frecuentación muestra una caída vertical en caso de conmociones económicas o políticas, sin hablar de la guerra. Todos estos movimientos comportan un pesimismo más o menos justificado. Pero el gato escaldado del agua fría huye y ésta es la razón de que tan deplorables experiencias hayan tenido también un efecto saludable. La elasticidad de la consumición tiene también un aspecto positivo: una facultad de expansión casi ilimitada. En efecto, mientras que la mayor parte de las necesidades humanas alcanza rápidamente el nivel de saturación, bien por la limitación física, como ocurre en el caso de los alimentos y de las bebidas, bien por la posesión del objeto anhelado, un vestido o un traje, por ejemplo, estas limitaciones no existen cuando se trata de aquellas aspiraciones y deseos humanos que se satisfacen por medio del turismo. Como sabemos, hay necesidades culturales que son susceptibles de expansión, pero nadie va todos los días una o varias veces al teatro, a un concierto o al cine; en cuanto al espacio reservado a los libros, o a los objetos de arte, no es ampliable hasta el infinito. Sin embargo, es posible concebir una expansión ilimitada de la consumición turística, algo que ocurre a quienes pasan toda su vida en un hotel y no cambian de residencia más que en función de la estación. La capacidad de crecimiento de la consumición turística deriva esencialmente de tres posibilidades: aa/ Los turistas tienden hacia prestaciones cada vez de más calidad. Pasan de la simple pensión al hotel confortable al hotel de lujo, de lo que se desprende un crecimiento de los gastos. bb/ Los turistas pueden ir a lugares cada vez más lejanos. La región turística más cercana deja de ser adecuada a sus exigencias. Buscan otras regiones, primero en la

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periferia, después en el extranjero y más tarde aspiran a alcanzar horizontes cada vez más lejanos, Egipto, América, etc. cc/ Los turistas pueden prolongar sus estancias. Las vacaciones son susceptibles de prolongarse y de multiplicarse: en lugar de una semana se ausentarán durante dos o más. Comenzarán a hacerlo en verano, luego en invierno y entre ambas estaciones pueden encontrar alguna oportunidad para viajar en Pascua o durante un fin de semana en otoño. Cada una de estas posibilidades, y con mayor razón su combinación, no pueden hacerse realidad más que a través del correspondiente aumento de la consumición turística. Evidentemente, un programa semejante de desarrollo de las necesidades turísticas individuales no es concebible más que como consecuencia de un constante progreso económico y de una situación política estable, es decir, con productividad creciente de la actividad nacional y economía refractaria a la crisis. b) Un ejemplo Teniendo el carácter cambiante de la evolución económica de los últimos años se deberían descartar las hipótesis anteriores por poco verosímiles. Y, sin embargo, podemos probar por medio de un ejemplo concreto que la consumición turística es susceptible de aumentar durante un largo periodo y que ésta es precisamente su “tendencia”. Nuestro ejemplo se basa en el presupuesto familiar de un profesor que más tarde llegó a ser funcionario; el presupuesto familiar se refiere a 40 años, de 1903 a 1943 (148). GASTOS EN VACACIONES, EXCURSIONES, PASEOS EN BICICLETA y EN COCHE (EN FRANCOS SUIZOS) 1903/07 1907/11 1911/15 1915/19 1919/23 1923/27 1927/31 1931/35 1935/39 1939/43

4 AÑOS 15,00 258,80 236,70 323,60 1.147,60 1.576,20 1.509,40 938,30 1.568,50 1.088,60

ANUAL 3,75 64,70 59,18 81,65 286,90 394,05 377,35 234,58 392,13 272,15

La curva de la consumición turística asciende en forma de flecha. Partiendo por así decirlo de cero aumenta hasta el punto de convertirse en el elemento dominante en los gastos dedicados a la cultura y absorbe una parte importante de la renta. El aumento espectacular y desbocado de los gastos turísticos después de la Primera Guerra Mundial no parece, en principio, afectado por la depreciación de la moneda; incluso aunque el franco suizo de 1903 tenía doble poder adquisitivo del de 1943, esto no ha impedido que los gastos de vacaciones se hayan multiplicado por un coeficiente aun mayor. El extraordinario crecimiento de la consumición turística va naturalmente en paralelo con el aumento de la renta, pero hay que evitar la generalizar este caso positivo de rápido aumento que presenta la prosperidad de nuestro contable; al contrario, no constituye más que un caso excepcional. Un análisis más profundo de sus ingresos y gastos 80


confirmaría nuestra constatación, según la cual la tasa de consumición turística crece proporcionalmente más deprisa que la renta. En este orden de cosas, lo que importa es el grado de saturación de diferentes grupos de consumición para una renta dada. Nos limitaremos, pues, a la comparación de los gastos turísticos con las demás partidas de necesidades culturales. DISTRIBUCIÓN DE LOS GASTOS EN TIEMPO LIBRE EN 0/000 DE LOS GASTOS TOTALES AÑOS

Teatro, conciertos ,etc.

Recepciones

1903/07 1907/11 1911/15 1915/19 1919/23 1923/27 1927/31 1931/35 1935/39 1939/43

4 6 7 6 12 11 12 16 9 7

11 14 18 17 18 22 26 29 28 31

Vacaciones, excursiones, etc. 3 50 32 36 74 73 72 60 110 77

En el segundo periodo, la consumición turística se pone en cabeza y se convierte en la partida más alta dentro del grupo de gastos en tiempo libre. Por el contrario, los gastos en teatro, conciertos, etc, como los de recepciones, aumentan en proporciones más modestas porque se trata justamente de necesidades que llegan pronto al nivel de saturación. Mientras que los gastos para ambas partidas se doblaron entre 1903/07 y 1939/43, los dedicados a vacaciones, excursiones y coche se multiplicaron por 25. La consumición turística alcanzó su punto culminante en 1935/39 con un 110 por mil de los gastos familiares rebasando la partida de vestuario (64 por mil). Pero la primacía de los gastos turísticos no aparece sólo en la partida de tiempo libre; también tiene lugar con relación al total de los gastos culturales y rebasó de modo significativo los gastos en transporte (ferrocarril, tranvía, bicicleta, gastos postales y teléfono). He aquí las cifras: DISTRIBUCIÓN DE GASTOS EN CULTURA, CUIDADOS MÉDICOS, TRANSPORTES Y VACACIONES (EN POR MIL DE TOTAL DE GASTOS) AÑO 1903/07 1907/11 1911/15 1915/19 1919/23 1923/27 1927/31 1931/35 1935/39 1939/43

CUID. MÉDICOS 51 49 34 48 60 27 27 12 25 32

CULTURA 57 31 27 59 92 86 104 56 19 11

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TRANSPORTE 31 38 16 23 22 15 18 32 30 29

VACACIONES 3 50 32 36 74 73 72 60 110 77


Las parte más importante del capítulo de cuidados médicos, a saber, los gastos en servicios médicos, dentista y farmacia, ocuparon una posición un tanto particular en la medida en que no dependen de una elección libremente consentida por el perceptor de la renta sino del estado de salud de los miembros de la familia. Dicho de otro modo, la condición física de nuestro contable y de su familia era satisfactoria. En cuanto a los gastos culturales, parecen más bajos de lo normal ya que nuestro contable, en calidad de antiguo profesor, procede de una clase profesional en la que se presumen ciertas necesidades intelectuales. Además hay que añadir que su mujer pertenece a una familia de músicos y que sigue trabajando como profesora de música después de su matrimonio. A pesar de ello, la consumición turística desborda bastante frecuentemente los gastos culturales, que engloban libros, periódicos, instrucción, papel, música, etc. El porcentaje relativamente modesto de gastos de transporte, en el que la partida de correo y teléfono es creciente, conduce a la conclusión de que se trata de una familia sedentaria, excepción hecha de los desplazamientos durante las vacaciones. La fuerte capacidad de crecimiento de la consumición turística que pone de manifiesto este ejemplo casi ideal permite presentir la existencia de reservas de poder de compra susceptibles de ser dedicadas en el futuro al turismo por capas de población que ya participan en él y que, en consecuencia, se sitúan más allá del nivel mínimo a partir del cual el turismo es posible. Pero la condición necesaria para este proceso de expansión reside, repitámoslo, en una mejora general de la prosperidad, la cual no se consolidará verdaderamente más que a largo plazo.

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TERCERA PARTE: PROCESO DE CONSUMICION TURÍSTICA CAPÍTULO V: INFLUENCIA DE LOS TIPOS DE CONSUMICION Admitamos ahora que la tasa de consumición turística, conforme a lo expuesto hasta aquí, sea de un orden de magnitud determinado y que, a través del juego de factores favorables y desfavorables, ha encontrado un lugar definitivo en el esquema de consumición del perceptor de renta. ¿Cómo se gastará en realidad la cantidad destinada a consumición turística? ¿Será al azar, sin reflexión y siguiendo el impulso del momento, o aplicará reglas opuestas al individualismo desenfrenado en el desarrollo del proceso de consumición turística? Al estudiar el origen de la consumición turística nos planteamos una cuestión análoga. Nos ha parecido que este fenómeno se explica en gran parte por la intervención de ciertas fuerzas colectivas gracias a las cuales toman forma. Nos encontramos de nuevo ante el mismo fenómeno en la última fase de la estructura de la consumición turística, en la que no se trata ya de elegir bienes y prestaciones en el mercado sino de utilizar fracciones de renta ya reservadas a una consumición determinada, es decir, en la participación en las actividades turísticas. El proceso de consumición turística no se parece en nada a un completo desorden anárquico. Al contrario, en la utilización de los medios previstos para su desplazamiento, el turista se deja guiar, consciente o inconscientemente, por modelos, hábitos, ejemplos o formas típicas de comportarse que implican un cierto grado de espíritu comunitario o, por emplear una palabra malsonante, de uniformización. Los americanos se refieren a las pautas que determinan en general la estructura de las instituciones económicas (149). ¿De qué manera se manifiestan estos tipos, estas pautas de consumición turística? Se orientan sobre todo por la necesidad de imitación de los aspectos siguientes: 1.- Elección del lugar de estancia La tierra es tan grande y tan rica en bellezas y en misterios que las reservas de atracción turística son todavía inagotables. Incluso aunque muchos enclaves quedan eliminados en la práctica debido a sus dificultades de acceso, seguimos inmersos en un “embarrás de richesses” (en francés en el original) (en una gran abundancia). Dentro de esta abundancia, ciertos paisajes y ciertos puntos de la superficie del globo se destacan y atraen a los turistas más que otros pesar de que ofrezcan las mismas ventajas. Son estos lugares los que, según la opinión general, están especialmente llamados a servir como lugar de estancia durante las vacaciones. A partir de este punto, no es necesario investigar en profundidad las razones; puede tratarse de una tradición fuertemente enraizada, como ocurre por ejemplo con la fuerte predilección que los ingleses muestran por ciertas regiones suizas, por ejemplo, el Oberland de Berna: los trastornos que han tenido lugar durante la Segunda Guerra Mundial no sólo no han sido capaces de alterarla sino que incluso la han reforzado. Sin embargo, también pueden ser condenados por la moda, como ya hemos visto anteriormente o incluso ser abiertos por una publicidad sistemática y llamativa que atraiga la atención del público.

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Como quiera que sea, el turista no tantea en la oscuridad para elegir el lugar de su estancia sino que se deja guiar por el comportamiento de aquellos de sus congéneres que se encuentran en situación análoga y por ciertos precedentes. No está obligado a consultar un mapamundi ni un léxico geográfico puesto que solo se trata de seleccionar una serie relativamente limitada de puntos de parada que se le ofrecen para sus vacaciones. Esta es la razón de que el flujo de turistas no se diversifique uniformemente sobre la superficie del globo como si fuera el diluvio universal sino que se concentra en ciertos canales que conducen hacia los centros turísticos más frecuentados. Pensemos por ejemplo en la situación de un ciudadano suizo medio la víspera de sus vacaciones de verano. Si en principio no es un acérrimo partidario de las provincias helvéticas, el dilema Suiza o extranjero le dará, para empezar, dolores de cabeza. Su decisión estará influida por el itinerario posible y por los medios de transporte. Si está en posesión de un vehículo motorizado, su sentido del espacio se abrirá y se inclinará a viajar lejos. Si opta por el extranjero y por las curiosidades que su país no puede ofrecerle irá casi con toda seguridad a Italia o a Francia. Si elige Italia detendrá probablemente su desplazamiento en una de las playas de Adriático superior como Riccioni o Rimini o incluso en un balneario de la costa ligur en dirección a la frontera francesa como San Remo o Alassio. Visitará los grandes centros culturales italianos o irá de Milán a Roma pasando por Venecia o Florencia. Por el contrario, nuestro hombre se sentirá poco atraído por otras regiones o ciudades italianas, que tienen, no obstante, mucho interés. Dejará de lado el lago de Garda con las Dolomitas o Turín. No porque sus lugares no figuren en el Baedeker sino porque están fuera del esquema tradicional de un viaje a Italia tal y como lo recomiendan las agencias de viaje y, por tanto, no son conformes al “pattern”. Si, por el contrario, nuestro ciudadano se ha decidido a explorar su propio país, dispondrá de la abundante y bien conocida lista de nuestros lugares de vacaciones al borde de los lagos, en los pre Alpes y en los valles más recónditos de los Alpes. En tal caso, se manifestarán dos tipos de comportamientos: La vuelta regular o periódica al mismo lugar, el caso de la fiel clientela habitual de nuestros hoteles y, cada vez más, también, de los propietarios de chalets, o el fenómeno de la nomadización, el de los grupos de turistas que prefieren cambiar de lugar de estancia en cada ocasión y se les encuentra tan pronto en los Grisons como en el Oberland bernés, en el Valais o en Teggui. Es probable que, en estos tiempos de motorización creciente y viajes más fáciles, este último tipo de turistas consumidor sea el preponderante en el futuro y que, por tanto, aumente la agitación actual. El extranjero nos ofrece igualmente un ejemplo de canalización turística característico: sea lo que se llama el éxodo anual de la clase social superior española hacia San Sebastián, o los balnearios ingleses que evocan a un inglés el eslogan de “Holidays at Home”(Vacaciones en el propio país). Pero, en este orden de cosas, la posibilidad que ahora se ofrece a la clase obrera de participar en el movimiento turístico está provocando cambios de apreciación en lo que concierne al lugar de las vacaciones. Elisabeth Brunner (150) lo pone de relieve. De una parte, las clases superiores han emigrado de los grandes núcleos playeros hacia centros de la costa más selectos, cediendo el lugar a las clases medias y, cada vez más, incluso a las clases obreras, las cuales han tomado posesión, en Backpool, de “su” gran centro de acogida. De otra parte, la sobrepoblación de los centro playeros hace que el turismo de la costa se oriente hacia el interior del país, creando nuevas costumbres entre los vacacionistas. Los comportamientos turísticos crean opinión en un momento dado y en otro se dejan llevar por la ley del cambio, la “Cultural Change”.

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2.- Elección del momento de las vacaciones El ritmo estacional es muy perjudicial para esta elección. El deseo de pasar las vacaciones en lugares que gozan de condiciones meteorológicas favorables, en nuestras latitudes, hace que el verano, con su agradable temperatura y su máxima insolación, se erija en la “estación”, es decir, en la principal época de viajes (de vacaciones). El mes de julio pero sobre todo el de agosto corresponden en Europa y en América del Norte a los periodos punta del movimiento turístico. Basta con haber visto, aunque sea una sola vez, un “15 de agosto” en los ferrocarriles franceses, con sus masas humanas en torbellino, ávidas y ansiosas de vacaciones, para hacerse una idea bastante completa o quedarse con un recuerdo penoso. Encontramos el mismo fenómeno en el Ferragosto italiano que Borelli (151) describe de esta expresiva forma; “lo que cuenta para el turista de agosto es que el portero, los vecinos y los conocidos no piensen que es tan pobre que se ve obligado a quedarse en su casa. Esta es la razón por la que sube a un tren hasta los topes, llega sin aliento y en lamentable estado a una playa que es un verdadero montón de cadáveres o a una pradera en la que hasta un metro de sombra es objeto de disputa; duerme mal, come mal, sueña con su casa, llega incluso a soñar con su oficina o su tienda. Poco importa: su vanidad y su sentido del ridículo son más fuertes. Incluso si no pueda ausentarse de su domicilio, se encierra en él y evita hacer ruido y después de agosto aparece de nuevo y cuenta que estuvo en el Lido de Venecia, o en Cortina y que “il s’est amusé à la folie”) (en francés en el original alemán) (se ha divertido de locura) Pero junto al verano, la primavera y el otoño, sobre todo en las regiones meridionales, son igualmente consideradas como propicias para las vacaciones y las excursiones. Pongamos un ejemplo ilustrativo: de los tres viajes que Goethe hizo a Suiza, dos tuvieron lugar a finales del otoño (1779 y1797) y el primero muy a comienzos de verano (1775). A pesar de que Goethe fue el pionero espiritual del turismo en Suiza (sus lugares preferidos eran Marienbad y Karlsbad), nunca visitó nuestro país en pleno verano. En este sentido escribía entre otras cosas el 9 de noviembre de 1779 en Lenkerbad: “El tiempo es tan hermoso que nos hemos llegado a olvidar completamente de que estamos en noviembre; es verdad, como nos dijeron en Berna, el otoño es muy agradable aquí. Pero las nubes que presagian la niebla y la noche que cae con rapidez nos recuerdan cuan avanzada está ya la estación” (152). Otros visitantes ilustres (153) recorrieron también Suiza con placer en periodos que se considerarían hoy como parte de la pretemporada o de la postemporada, incluso invierno. El flujo de viajeros continuaba hasta cerca del invierno y cuando éste llegaba se desvanecía el bullicio. La estación fría, en la que se busca abrigo en casa, al calor del hogar familiar, era para todos un periodo hostil a los desplazamientos. Lo dicho permite percatarse del fuerte cambio en las costumbres que se consolidó lentamente a fines del siglo XIX, consistente en incorporar también el invierno a la estación de viajes e incluso a preferir eventualmente esta estación poco acogedora para las vacaciones. Nos parece importante constatar este profundo cambio en las normas de consumición turística y el nacimiento de un nuevo tipo de turismo, el de invierno, con ayuda de un ejemplo particularmente instructivo relativo a Suiza (154).

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Hacer una cura de invierno en la montaña puede parecer un pensamiento absolutamente inconcebible. Se considera una empresa semejante, por emplear la expresión utilizada por W.C. Locket en su biografía “Robert Louis Stevenson en Davos” como “Grossly absurd if not viciously wicked” (“un deseo verdaderamente absurdo si no un vicio”). A pesar de ello, los primeros clientes invernales se presentaron en Davos en febrero de 1865. ¡Eran dos!. Diez años más tarde, Davos albergaba ya más visitantes en invierno que clientes en verano. Si en agosto pernoctaron 260 personas, las llegadas alcanzaron 350 en invierno. Fue así como la cura en alta montaña durante la estación fría abrió sin saberlo la vía a la práctica del deporte de invierno. Al principio no era raro ver a los enfermos sustituir su paseo o incluso su cura de reposo por una excursión en trineo o por juegos sobre patines. Es el caso del escritor inglés Stevenson, ya citado, cuya llegada a Davos durante el invierno de 1880 coincidió con la inauguración de la nueva pista, el “new rink”. Davos se convirtió rápidamente en el centro de la vida mundana y deportiva. Una orquesta tocaba al atardecer y los clientes bailaban a los aires de la música. Stevenson se mostraba muy entusiasmado por los paseos en trineo a pesar de que todavía no existían pistas especiales. Su viaje de Wolgang a Klosters con regreso en diligencia le resultó muy satisfactorio. Podía presumir, literalmente, del título de “Winter Sportman “ sin haberse puesto nunca unos skis. Los primeros intentos para introducir la práctica del ski en Davos datan del invierno de 1883/84. Pero todavía tenía que pasar algún tiempo antes de que este deporte se generalizara y de que Suiza llegara a ser el país del ski como Max Senger cuenta en su encantador libro “Die Schweiz wurde zum Skiland”. El trineo y el patinaje fueron las primeras bazas. Pronto los deportes de invierno hicieron su aparición en otras estaciones. St. Moritz compartió con Davos la gloria de ser la cuna del turismo de invierno en los Grisones. La primera pista especial para trineo se construyó en 1884 y alcanzó celebridad mundial bajo el nombre de “Cresta Run”. La pista contribuyó a la construcción del trineo davonés SKELETON, un trineo monoplaza, y del BOBSLEIGH, un trineo multiplaza, denominaciones extranjeras que son significativas de la participación mayoritaria de los anglosajones en la práctica de este deporte que, al contrario que el ski, nunca fue popular en Suiza. Un tercer centro de deporte de invierno se abrió en Grindelwald, al que según los periódicos llegaron los primeros ingleses, un grupo compuesto por 20 personas, en 1889 “para practicar los llamados “deportes de invierno”. Constata también que a partir de 1880, “los clientes hacen ahora mucho uso de los trineos pequeños. Boss Aetti ha echado agua delante del palacio de invierno y, sobre el hielo que se formó, los clientes juegan con trozos de piedra y patinan” Para la práctica de los deportes de invierno sin cortapisas es preciso, como es natural, que haya alojamientos adecuados para las largas noches invernales. En St. Moritz, el “Engadinier Kulm” sirvió principalmente como residencia a los huéspedes invernales, para los cuales Johan Badrutt previó y creó instalaciones de alojamiento y refección y para su entretenimiento; en Grindelwald fue el “Grand Hotel Bär el que cumplió este papel. Pero las ideas preconcebidas no desaparecen fácilmente y fue precisamente en Suiza donde el miedo a las vacaciones de invierno quedó profundamente enraizado. Pero aquí, como en el alpinismo, fueron los ingleses los que vinieron en nuestro auxilio. Los deportistas de invierno en Suiza encontraron como pioneros a los Lunn, padre e hijo, quienes comenzaron a organizar a partir de 1890 viajes colectivos a Suiza en invierno.

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El nuevo estilo social inaugurado por estos “parties” (grupos), lo que hoy llamamos viajes organizados para grupo, los ha descrito Senn (La Suisse et le tourisme, 1913) no sin cierta admiración: “La vida se regula de un modo automático. Esta tarde, carnaval sobre hielo. Mañana, excursión a los alrededores. Pasado mañana, patinaje, concursos de vals, juegos para niños, orquesta “à 4 heures”; por la tarde, baile como de costumbre. Así durante trece días; cada momento se dedica a alguna ocupación programada...” (en francés en el original: “La vie est reglée automatiquement. Ce soir, carnaval sur la glace. Demain, excursions aux environs, le lunch será emporté avec soi, divertissements et jeux socétés. Aprés demain, patinage, concurs de vals, jeux por enfants, orchestre à 4 heures ; soir, bal costumé. C’est ainsi pendant treize jours, chaque moment est rempli par quelque occupation officielle... ») El invierno comenzó poco a poco a poner gente en movimiento. Después de la creación de Grindelwald como estación de deportes de invierno, hubo que esperar diez años, es decir, casi hasta el comienzo del nuevo siglo, para ver como Adelboden y Kandersteg siguieron su ejemplo. A continuación, la mayor parte de nuestras estaciones siguieron rápidamente la moda y se adhirieron a los deportes de invierno. Su éxito y su gloria lo deben sobre todo al turismo de invierno. Fue el caso de Gstaad, que tenía 5 camas en 1900 y ya en 1914 contaba con 1.145. Hacia esta época se sitúa el comienzo de la verdadera estación de invierno, que no sólo ha aportado un magnífico suplemento de ingresos a la hotelería y a las empresas de transporte sino que también le ha dado en general a Suiza u mayor atractivo turístico. La distribución de las vacaciones a lo largo del año ha dado recientemente lugar a encuestas sobre las costumbres de la consumición turística efectuadas sobre muestras representativas (155). He aquí algunos ejemplos: a) Francia: El Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos realizó en 1949, 1950 y 1951 sondeos sobre los hábitos de vacaciones de los habitantes de los grandes ciudades francesas. Las preguntas se referían sobre todo a la época de la salida. Para 1951, las respuestas fueron las siguientes: ESTANCIAS 1951

TOTAL estancias

ESTANCIAS (en % del total) CON SALIDA EN Junio

Total estancias

71.216

4

1-15 Julio 12

15-31 Julio 21

1-15 15-31 Agosto Agosto 40 10

Septie mbre 10

Otras 3

La fuerte concentración del turismo francés en julio y agosto (el 83% de los desplazamientos) es mostrada también estadísticamente. Según todas las apariencias, se trata de una costumbre bien consolidada y que ha resistido a todos los intentos destinados a prolongar la temporada turística por medio del escalonamiento de las vacaciones en la enseñanza y en la industria. b) Nuestros amigos británicos manifiestan en principio preferencia, aunque atenuada en la práctica, por los meses de pleno verano. Según una encuesta efectuada por la British Travel and Holidays Association (157) la distribución de las vacaciones por épocas del año es la siguiente:

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MES

% DE VIAJES 1949 2,8 13,8 3,7 38,8 14,3 3,2

MAYO JUNIO JULIO AGOSTO SEPTIEMBRE OCTUBRE

1951 4,0 16,5 32,0 31,5 10,5 2,0

También en el caso de los turistas ingleses julio y agosto son con mucho los meses más populares entre los vacacionistas. Marcan una punta muy clara en los transportes. Sin embargo, los meses fuera de estación, junio y septiembre, muestran también un movimiento bastante considerable. Una nueva distribución teniendo en cuenta los viajes al extranjero permite constatar la participación británica en los deportes de invierno, pero unas cifras relativamente bajas indican que aún no se trata de un movimiento de masas. 3.- Ocupaciones de los turistas Como sabemos, un turista se distingue por el hecho de que no realiza, de momento, ninguna actividad lucrativa. Pero esto no quiere decir que sea una persona inactiva sino que no se dedica a ningún trabajo en el sentido económico del término. La ausencia del espíritu de lucro y la abstención del trabajo confieren a las actividades del turista el carácter de juego. De esta manera, deviene en “homo ludens”. Trabajo y juego se distinguen por la actividad desarrollada, no por el esfuerzo físico o psíquico realizado. El esfuerzo, por ejemplo, es mayor para un alpinista que para el portero de una sala de fiestas. Pero para el alpinista, la actividad es un fin en sí misma, es en ella misma donde se encuentra su justificación y su sentido, mientras que en el caso del portero gasta su tiempo y sus energías en ganar dinero. Su actividad es un medio para alcanzar un fin, sea ganancia o poder. Comparemos ahora al pescador deportivo con el profesional; ambos buscan una presa, puede que incluso actúen concertadamente. Pero mientras uno lo hace por placer sin condicionantes, el otro lo hace para mantener su existencia económica, es decir, bajo el impulso de una presión exterior. El dinero es el muro invisible que separa a uno de otro. El alpinista y el pescador deportivo son prototipos de turistas. Sus actividades se parecen a un juego ya que se sitúan fuera de cualquier consideración económica. En casos particulares, las ocupaciones de los turistas son incluso muy variadas; en la organización de su tiempo libre cada uno manifiesta sus inclinaciones personales, sus alegrías y sus pasiones e incluso a veces hasta sus caprichos. Pero también en estos casos, existen ciertas reglas: el reino del un individualismo exacerbado está fuera de lugar5. Los hechos y las actividades de los turistas están también como es lógico en estrecha relación con el lugar de la estancia y con la época elegida para el viaje. Al elegir la estación se decide, simultáneamente, el tipo de deporte susceptible de ser practicado. El turista de verano renuncia al ski y el de invierno a los ejercicios físicos del verano. El lugar de vacaciones prefigura también la orientación de la necesidad de la actividad turística. Si se va a un gran centro es porque gusta, en general, la animación y los 5

Alusión inconsciente por parte de Krapf a la característica eutrapelia del turismo que todavía se sigue practicando mayoritariamente en la actualidad (nota del traductor español)

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placeres mundanos que lo caracterizan: pero si se refugia en una pequeña villa de montaña es porque se busca el reposo o una intensa actividad deportiva. Todo ello no facilita, sin embargo, más que un marco general en el que se inscribe toda una gama de formas específicas de ocupaciones y de comportamientos turísticos. Abstracción hecha de los casos en los que estas formas están inspiradas en un objetivo específico (reposo, cultura, etc.…) se pueden clasificar las diferentes manifestaciones de la vida turística en dos tipos: a) Tipo contemplativo Es el turista que viene para mirar, admirar y disfrutar en paz. Su actitud es receptiva. Está personificado por el visitante de curiosidades. Con el vivo interés que demuestra por todo lo que le es desconocido, unido a su enorme capacidad de entusiasmo, se le pude catalogar entre los idealistas y los románticos. Sin que pueda decirse que este tipo de turista esté en vías de extinción, su tiempo de gloria pertenece al pasado. La contemplación silenciosa de las maravillas de la naturaleza, de las montañas, de los glaciares, las cascadas y los fenómenos dio un impulso decisivo al turismo suizo. Basta por ejemplo referirse a las maravillosas páginas en las cuales Alphonse Dandet describe las emociones de Tartarín al presenciar la salida del sol en el Rigi-Kulm. La actitud contemplativa no es extraña al americano moderno. En su comportamiento típicamente turístico refleja su amor a la naturaleza. “The American likes to look at nature and has never insisted that it be chuttered up with castles” (“Al americano le gusta observar la naturaleza y jamás cree que pueda ser mejorada con castillos”) (158). La prueba: un solo día del mes de abril de 1946, 150.000 personas llegaron con autocares y coches a Valley Forge para admirar árboles y flores. Además, la atracción que ejerce el Parque Nacional, probablemente la principal atracción turística de USA, se basa en un sentimiento primitivo de la naturaleza. No menos de 25 millones de visitantes llegaron durante el verano de 1946 “to lok at water that falls, stean that rises out of the earth on schedule, bears that beg and rocks that talke fantastic shapes” (“para mirar cascadas, vientos que salen regularmente de la tierra, osos suplicantes y rocas con formas fantásticas”) Hoy como ayer existen muchos turistas atraídos por la observación y la admiración. Pero parece, a decir verdad, que el factor cultural se haya intensificado. Britschgi (160) constata con acierto: “En nuestros días, en la era del turismo automóvil, existen mayores posibilidades que nunca para aprender historia del arte y de la civilización. Desgraciadamente, sin embargo, estas posibilidades están poco explotadas. Los viajes no deberían servir sólo para descansar y divertirse sino también para enriquecer el espíritu. No debemos limitarnos a señalar a los visitantes los lugares donde se come bien y barato o en los que puede ver los más bellos fuegos artificiales, el partido de fútbol más interesante, el paso de la Vuelta Ciclista a Suiza, o incluso el dancing con más ambiente”. Hay que decir que la contemplación está frecuentemente teñida de curiosidad y de búsqueda de sensaciones y que la satisfacción de estos apetitos dejan frecuentemente un regusto un tanto amargo; en cualquier caso, las actividades turísticas de tipo receptivo, al contrario de lo que ocurría en el siglo pasado, no son ya las predominantes. Las motivaciones espirituales y morales sobrepasan a las motivaciones

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físicas (161), lo que genera un comportamiento opuesto al contemplativo y que se expande cada vez más: a saber el: b) Tipo activo Para el tipo activo, el turismo ya no es materia de contemplación; la naturaleza ha dejado de ser un fenómeno puramente visual. El turista desea hacer ejercicio, medir sus fuerzas con ella e incluso vencerla si es posible. Las montañas, los valles y los lagos ya no están hechos para los soñadores sino para los prácticos que las animan, las explotan y las hacen alternar. El papel del turista no se compara ya con el del figurante en el coliseo creado por Dios sino con el de un actor que participa en el gran espectáculo de la naturaleza. Es lo que ocurrió con el deporte que, en su marcha triunfal, transformó al turista en el personaje que juega un papel protagonista y que, por así decir, lo ha “activado”. El deporte suscita, por tanto, nuevos comportamientos turísticos y termina transformarlos en costumbres. Ha transformó, en fin, profundamente la consumición turística. Hemos visto ya la evolución del proceso al estudiar los deportes de invierno. El concepto general de deporte engloba una gama infinita de ejercicios físicos cuya importancia para el turismo es variable y, sobre todo, diferente de un país a otro. Estudios de mercado, como por ejemplo el “travelogue” (162) facilitan útiles conocimientos sobre el papel de los deportes en la organización del ocio entre los americanos. La cuestión de saber cual es la ocupación preferida por los vacacionistas dio las siguientes respuestas: Viajes de documentación y educativos Descanso Natación Pesca Navegación a vela Paseos y marchas a pie Golf Excursiones a las montañas Clases Tenis Deportes de invierno

72 % 51 % 43 % 31 % 25 % 15 % 8% 6% 3% 2% 1%

(Como muchas respuestas indica varias ocupaciones favoritas, el total rebasa el 100 %) La tabla muestra la predilección de los americanos por los deportes náuticos. La natación viene en cabeza y después la pesca y los paseos en barco. Hemos quedado sorprendidos por la popularidad del golf, en tanto que el tenis, mucho más expandido en Europa, no interesa al otro lado del atlántico más que a una pequeña minoría. Se dirá que, por el contrario, los paseos a pie ocupan todavía un lugar muy destacado. Al revés de lo que observamos en Suiza, las excursiones de montaña y los deportes de invierno no juegan más que un papel modesto, lo que parece estar en relación con la topografía del país y la época de las vacaciones, esencialmente centradas en los meses de verano. La jerarquía que acabamos de presentar entre las ocupaciones de vacacionistas en Estados Unidos no se limita a las actividades deportivas, al tipo de turista activo, sino que engloba también al tipo contemplativo. Cuando se advierte del efecto de contraste que comporta el turismo, sorprende que el descanso, el “far niente”, el “just resting”,

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ocupa el segundo lugar entre las preferencias de los vacacionistas, a pesar del dinamismo propio del pueblo americano. Pero la necesidad de ver curiosidades es aún más fuerte y se coloca a cabeza. Como es sabido, los dos tipos de actividades durante las vacaciones, el tipo contemplativo y el tipo activo, no están completamente separados más que en teoría, no en la realidad. Están estrechamente imbricados y se confunden en la trama de los hábitos de consumición turística que responden a nuestra última cuestión, a saber, el desenvolvimiento concreto del proceso de consumición turística. Es aquí donde encontramos de nuevo el aspecto más visible del turismo, el cual no tiene por marco la intimidad familiar en el que el cabeza de familia se esfuerza en distribuir la renta sino que forma parte de nuestra vida social pública. Es precisamente la formación de tipos de consumición turística, basados en la generalización de la aventura vivida durante los viajes y las vacaciones, resultado de la tendencia ya señalada a la “universalización de los placeres” que se dio después de la primera guerra mundial (163), lo que ha contribuido a conformar el estilo de vida de nuestra época y es en este sentido como nos permitimos concluir diciendo con André Siegfrid (164) que “el turismo se ha convertido en nuestra época en un aspecto primordial de nuestra civilización y de nuestras costumbres”.

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Notas (1) Cf., en particular V. Reichenau Charlotte. “Konsum und volkswirtschaftliche Therie”, publicado en Jahirbücher für Naturalöekonomie und Statistik, cuaderno 2, febrero, 1994. (2) Cf. la bibliografía que figura en el artículo “Die Konsumtion” de Oldenburg, Karl, aparecido en Grundriss der Sozialökonomie, tomo I, volumen III, Tübingen, 1914. Ver también Diehl, Karl, el artículo “Konsumtion” in “Wörterbuch der Volkswirtschaft”, editado por L. Elster, 1931-33. (3) John Stuart Hill: “ Principios de Economia Política, seguidos de algunas de sus aplicaciones a la filosofía social”. Hamburgo, 1852: “Por el contrario, la consumición que se efectúa para recrearse o de artículos de lujo, por personas (4) ociosas o activas, tiene que ser considerado como improductivo, porque ni se tiene por un fin (social) ni estimula la producción …” (pág. 64) (3 bis) “Durante bastante tiempo, los fenómenos de la consumición fueron postergados al final de los cursos de economía: eran fenómenos secundarios poco dignos de llamar la atención de los investigadores. Esta desvalorización se explica, sin duda, por las circunstancias históricas. Es absolutamente evidente que desde hace un siglo o dos los fenómenos de máximo interés de la vida económica son los de la producción y el intercambio” Cf. Badouin, Robert “ L´elasticité de la demande des bienes de consumation” París, 1952 Prefacio. (5) Heckscher, Eli. T. “Dar Merkantilismus”, Jena 1932, Tomo II, p. 101 (6) Heckscher, Eli. T. “Dar Merkantilismus”, Jena, 1932, Tomo II, p. 3. (6) Ver la cita anterior (7) Ammon, Alfred. “Produzent und Konsument “, en Gewerbliches Jahrbuch, editado por Schweizerischer , Gewerbeverband”, Berna, 1944 (7 a) Schaffner, Hans. Eidg. Zentralstelle für Kriegswirtschaft, en “Die Schveizerische Kriegswritschaft 1939/48. “Bericht de eidg. Volkswirtschaftdepartements”. Berna, 1950, prof 18 (8) Cf. Vershofen, W, “Handbuch der Verbrauchsforschung” Tomo I: “Grundlegung”, Berlín 1940 Y la obra indicada por este autor en anexo: (D´Aspeslagh, F. H. “Der Consumptieleer”, Tournhout, 1938), que no hemos podido consultar desgraciadamente y que ofrece una lista de diez grupos de concepciones diferentes de consumición. (9) Eucken, Walter: Die Grundlagen der Nationalökonomie, 2ª de. Lena 1949, p.9 (9 a) Bücher, Karl. “ Die Entstehung der Volkswirtschaft” 2ª col. Tubing. 1918, p. 242 (10)Oldenberg, K. “Die Konsumtion”. ob, cit. (11)Mayer, H. artículo “Konsumption” en “Handwörterbuch der Staatswissenschafften”. 4ª ed. (10) Marx, Karl. “Zur Kritik der politischen Ökonomie”. Ring Verlag A.G. Zurich, 1934 (p.p. 222 y ss.) (11) Marx, Karl. : “Zur Kritik der politischen Ökonomie”. Ring Verlag A.G. Zurich, 1934 (12) Cf.: p. 8 y9 (13) Vershofen Wilheln, obra cit. pág. (16) Por el contrario, V. Reichenau Charlotte (obra cit.) mantiene que la actividad de las familias privadas representa una actividad productiva, a la que coloca en igualdad de derechos, en tanto que “producción final”, junto a la consumición familiar. Las dos economías están, por tanto, reunidas en “el espacio vital de la consumición” al que se

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opone la consumición aislada, fuera de la familia, la cual obedece a leyes completamente diferentes en cuanto a la satisfacción de necesidades. Sin embargo, este dualismo, es decir, la consumición aislada, fuera de la “colectividad familiar” ¿no está en contradicción con los datos que se tienen de la vida ordinaria? ¿no es una simple ficción en la exclusiva medida de los individualistas forzosos? ¿puede el mismo hombre vivir como célibe y como padre de familia y de acuerdo con normas totalmente diferentes? (16 a) Meyer, H. obra cit. (17) Liefmann, Robert. “Grundsätze der Wortschaftelehre, Stuttgart y Berlín”, 1919. Vol. 2 (18) Egner, Erich. “Der Haushalt. Eine Darstellung seiner Voldswirtschaflichen Gestalt”, Berlín, 1952 (18 a) Cf. Egner, Erich: “ Die Menschengruppe ist das A und O des Haushalts”. ob. cit. pag. 104 (18 b) Philippovich, E. “Grundriss der Politischen Öconomie” Tomo I “Allgemeine Volkswirtschaftslehre”. Tübingen y Leipzig, 1904 p. 334 (19) Lo más frecuente era expresar un deseo sin ninguna posibilidad de imponerse frente al orden establecido. Cf. Gide Charles: Cours d´Economie Politique, París, 1918: “Si yo hubiera seguido mis gustos habría empezado precísamente por la parte de la economía política a la que la guerra ha dado una importancia imprevista, es decir, por la consumición, y desde ella, por la distribución y la circulación, llegaría hasta las fuentes de la riqueza: la producción. Pero este orden, inverso al que se sigue en todas las enseñanzas, habría sido rechazado por los lectores....” (Pag. 10, 55) (20) Kaiser, Simon. “Antiguo director de banca y miembro del Consejo Nacional Suizo”:.”Der Güter-Umlauf in seiner Bedeutung für die Volkswirtschaft und in seinen Beziehungen zur Produktion und Consumtion”. Frankfurt am Maim, 1888 (21) Oppenheimer, Franz. « System der Soziologie », Jena, 1923 (22) Cf. la obra de Kyrk, Hazel “A theory of Consumption”, Boston y Nueva York, 1923 p.5. (23) obra cit. p.10 (24) obra cit. p. 21 (25) Cf. las obras citadas de Charlotte Reichenau (26) obra citada p.175 (27) Jenni, Hans “Wesen und Gestalt der Konsums im Lichte der amerikanischen Literatur”. Berna, 1945 (manuscrito) (28) Ross Edward, Alsworth. “Principles of Sociology”. Nueva York, 1929 (29) Böhm-Bawerk, E. Artículo “Wert” en Handwörterbuch der Staatswisenschaften”. 4º edición (30) Weiss. F.X., complemento al artículo “Wert”, en la Handwörterbuch der Staatswissenschften”. 4ª edición (31) Cf. Mayer, Hans “Der Erkenntniswert der funktionellen Preistheorien”, publicado en “Die Volkswirtschaftheorie Gegenwart”. Tomo II, Viena 1932, donde se lee: “si el conjunto de las teorías de los precios concebidas hasta el presente no recibe ningún reproche formal que muestre su insuficiecia es sobre todo porque su aplicación a los fenómenos de la realidad económica es muy restringida”. (32) Cof. p.1 (34)Mises, Ludwig. Grundprobleme der Nationalökonomie. Jena 1933 (34a) Dejamos deliberadamente de lado las medidas gubernamentales de sostenimiento de los precios. (35) Kyrk, Hazel, obra cit. p. 19

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(36) Koopff, Hanss F.J. “Die Psycologische Seite der Vartbrauchsforschung”. Leipzig, 1941, p.13 (37) Cf. “The technique of marketing research”, editado por American Marketing Association, Nueva York y Londres, 1937, así como los esfuerzos similares realizados en Suiza y que tuvieron su conclusión en la constitución de la Gesellschaft für Marktforschung” (38) Schöfer, Erich, “ Grundlagen der Marktforschung”, Nüremberg”, 1940 (39) Cf. Mayer, H. “Dar Erkenntniswert der funktionallen Preistheorien”. Obra cit. p. 234 (40) Keynes John, Maynard, en “The General Theory of Employment, Interest and Money, Londres 1942, reconoce la importancia fundamental de esta tesis. El la expone como sigue: “The fundamental psycological law, upon which we are entitled to depend with confidence both a priori from our knowledge of human nature and from detailed facts of experience, is that men are disposed, as a rule and on the average, to increase their consumtion as their income increases, but not by as much as the increase of their income” (La ley psicológica fundamental en que podemos basarnos con entera confianza, tanto a priori partiendo de nuestro conocimiento de la naturaleza humana como de la experiencia, consiste en que los hombres están dispuestos, por regla general y en promedio a aumentar su consumición a medida que su renta crece, aunque no tanto como crecen sus ingresos (p.96). Después de Keynes, La Roche, Charles ha estudiado, en el marco del Studiengruppe für theoretische National ökonomie, “Die empirischen Konsum und Sparfuntionen und ihre Bedeutung für die Konjukturpolitik (manuscrito fechado en 7/10/47) el tema y ha aportado sobre la cuestión nuevos datos. (41) Lütolf Frank “Die Théorie der monetären Kreislaufsphären”, en “Schriften des Schweiz. Wirtschaftarchivs”, Volumen 6. Berna, 1952 p.118 (42) No hay que olvidar que el mecanismo de la crisis descrito por Keynes no actúa más que en caso de pleno empleo y la parte ahorrada se transforma en una masa monetaria inactiva, es decir, en “saldos bancarios estériles”. (43) Marbach, Fritz, “Wollbeschäftigung der andere Weg”, Berna, 1953, atribuye con acierto una importancia particular a este hecho. (44) Cf. Jöhr, Walter Aldolf “Die Konjunktur Schwankungen”, en Theoretische Grundlagen der Wirtschaftspolitik” vol. II. Tübingen y Zúrich, 1942. El autor atribuye un papel capital en la interpretación de la coyuntura a los factores psicológicos como, por ejemplo, la incertidumbre con respecto al porvenir, el estado de espíritu, las previsiones erróneas, la psicología de masas (45) Marbach, Fritz, obra citada p.37 y siguientes. (46) Jörh Walter Adolf. “Die Nachkriegsdeflation” St. Gallen, 1945 (47) Cf. Kenes, John Maynard, obr. cit.: “Consumtion to repeat the obvious – is the sole end and object of all econonmic activity” (El consumo - digamos lo evidente - es el único objeto y fin de la actividad económica” (p.104) (47a) Cf. Erhard, Ludwig: “Der Verbrauch als Volkswirtschafliches Fhänomen”, publicado en “Jahrbuch für Fremdenverkehr”, órgano del Deutsches Wirtschafswisenschaftliches Institut an der Universität München”, año 1º, cuaderno nº I, semestre de invierno 1952/53. (48) Waite Warren C. and Cassaldy Ralph “The consumer and the Economic Order” N.Y., Toronto, Londres, 1949, p.143. (49) Conf. Behrens und Kalliefe “Vorschläge zur Stärkung der Martposition des Verbrauchers”, editado por la Hamburgisches Welt – Wirtschafts – Archiv, cuaderno II, noviembre, 1952

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(50) Conf. P. 9 y ss. (51) Para la formación del concepto y la naturaleza del turismo ver: - Hunziker, W. y Krapf, K.: “Grundriss der Allgemeinen Fremderverkehrslehre”, Zúrich, 1942 - Hunziker, W.: “System and Hauptprobleme einer wissenchaflichen Fremden verkehrslehre”, St. Gallen, 1943, nº 5 de las publicaciones del “Seminar für Fremdenverkher an der Handels-Hochschule St. Gallen”. - Krapf, K. “Quelques précisions sur la notion du tourisme ». Revue de Tourisme, nº 2, abril/junio 1948 (52) Para más detalle, ver mi contribución “Von der Empirie zur Theorie des Fremdenverkehrs, aparecida en Jahrbuch für Fremdenverkehr” (53) Ogilvie, F.W. en “The Tourist Movement”, Londres 1933, cita a un eminente mercantilista, Thomas Mun, a propósito de la influencia de los viajes sobre la balanza de pagos: “El olfato de este autor le llevó a decir en su obra England´s Treasure by Foreing Trade a decir: “There are yet some other petty things which seem to have reference to this ballance of which the said officers of his Majesties Customs can take no notice, to bring them into accompt: as namely, the expenses of travailers” (Existen ahora cosas pequeñas que parecen influir en el balance, de las que dicen los oficiales de la Aduana Real que no tienen datos para tenerlas en cuenta: a saber, los gastos de los viajeros) (54) Sobre las relaciones comerciales extremadamente diversificadas de Suiza en esta época, consultar el estudio de Honegger Hans, “Eidgenössische Hanselsförderung um 1500”, Zúrich, 1944. (55) Cf. en particular el estudio de Seiler, Franz, “Die Bedeutung der Tourismus für die schweizerische Volkswirtschaft”, nº 11 de las publicaciones del Schweizerische Fremdenverskehrsverband, Zúrich, 1939. También: Fontanellaz, Rudolf, “Die Stellung des Fremdenverkehrs in der Aussenwirtschaft unter besonderer Berücksichtigung der Schweiz”, fascículo nº 21, del “Schwezerische Beiträge zur Verkehrswisenschaft, Berna 1947. Kunz, Beat “Die Bedeutung des Auslandfremdenverkehrs für die Schweizerische Volkswitschaft, fascículo nº 23 del Schwezerische Beiträge für Verkehrswisenschaf, Berna, 1947. (56) Gölden, Hubert “Shucturwandlungen der schweizerischen Fremdenverkehrs”. Zúrich, 1939 (57) Gurtner, Hermann “Die wirtschaftliche Bedeutung der schweizerischen Hotelgewerbes”, Bâle, 1939, también sus publicaciones anteriores (58) Koller, Albert- “Entwicklung und Umfang der Fremderverkehrs in der Schveiz”, aparecido en “Zeitschrift für Schweizerisch Statistik und Volkswirtschaft, fasc.1, 1941 (59) Troisi, Michele “La Rendita Turística” . Bari, 1940 (60) “Poiché il turismo dà luogo ad un’attività producttiva, che si concreta in una complessa offerta di beni e servigi, la rendita... rientra, pur nella variettà dei suoi atteggiamenti nella unica categoria del beneficio del produttore” (“Puesto que el turismo da lugar a una actividad productiva que se concreta en una oferta compleja de bienes y servicios, la renta … se convierte, por la diversidad de su actuación, en la única categoría del beneficio del productor (p.56) (61) Röpke, Wilhelm, “Probleme der Nachriegswirtschaft unter bensonderer Berücksichtigung von Verkehr und Tourismus”, fasc. 4, Schriftenreihe des Seminars für Fremdenverkehr an der Handel-Hochschule St.Gallen., 1943

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(62) Cf. La encuesta sobre la consumición de pan, citada por Vershofen (obra citada) y extraída del “Erhebungen von Wirtschaftsrechnungen im Deutschen Reich im Jahre 1927/28”. (63) Cerny, B.V. “Das Volksvermögen, das Volkseinkomen und der Fremdenverkehr, en Weltwirtschaftliches Archiv”, Kiel, cuaderno nº 2, 1942. (64) Stradner, Josef “Der Fremdenverkehr. Eine Volkswirtschaftliche Studie”. 2ª edic. Graz, 1917, p. 9. (65) Cf. Hunziker y Krapf: obra citada, p. 8. (66) Morgenroth W., artículo “Der Fremdenverkehr”, en: Handwörterbuch der Staatswissenschaften , 4ª edic. (67) Cf. Hunziker y Krapf, obra citada. (68) Norval A. J.: The Tourist Industry, Londres, 1936 (69) Günther, Adolf “Gründsätzliches über Fremderverkehr und Kojunkturforschung”., en “Beitäge zur Kojunturlehre”, Fertschrift zum zehnjärigen Bestehen des Instituts für Konjunkturforshung”. Hambourg, 1936. (70) Koller, Albert: obra citada. (71) Cf. Krapf, K. “Der Fremdenverkher als Erkenntnisgegenstand und statitische Masse”, en: “Festgabe für Dr. Hans Schorer. Berna, 1947. (72) La prueba la ha facilitado Frey, Fritz, en su estudio “Die Wirtschaften Verhältnisse am Fremdenort”. Tesis. Berna, 1953. (73) Cf. Krapf, K.: “Die ökonomische Eigenart der Fremdemverkehrs”, Schweizerisches Archiv für Verkehrswissenschaft und Verkehrspolitik”, nº1, 1952. (74) Hunziker - Krapf, obra citada p. 17 (75)Ehrensperger, Fritz. “Probleme und Aufgaben der sweizerischen Fremdenverkehrs politik”, en “Festgabe für Ernst Scherz”, Zurich, 1937. El autor considera “los gastos que exceden del tren de vida normal” como un elemento constitutivo del turismo en general. Pero hay que señalar ciertas formas de vacaciones, como el camping, que tienen por objeto una vuelta voluntaria (temporal) a un modo de vida más primitivo y que representan, sin ninguna duda para los “titulares de altas rentas” una economía con relación a su “tren de vida habitual”. (76) Cf. Ogilvie, F.W. ob. cit. p. 32 (77) Gölden, Hubert “Die Entwicklung der Nachpage un Fremdenverdehr” en Schwizwrische Zeitschrft für Statitik und Volkswirtschaft” cuad. I, 1940. (78) Obra citada p. 87 (79) Jung C.G. “Psyckoligische Betrachtungen”. Zurich, 1945, p.18 (80) Kyrk Hazel, ob. cit. p. 195. (81) Cf. Oppenheimer, Frank. “System der Sociologie”. Tomo I “Allgemerne psychology”. Londres 1908 (82) Obra citada p. 25 (83) Cf. Eatsman Charles, Alexander “Die Seele des Indians”. Insel Verlag, Leipzig, 1938. (84) Cf. Kriss Rudolf “Wallfahrtsorte Europas”. Munich, 1950. (85)”Las necesidades modernas en materia de vacaciones, de viajes y de deporte tienen su origen en la necesidad de evadirse temporalmente de la ciudad en la que se ejerce una vida profesional marcada por la especialización técnica muy tensa y alejada de la naturaleza para volver durante algún tiempo a una vida más conforme con la naturaleza y con la historia, con el fin de recuperar de nuevo las fuerzas”. Peter Meyer “Zur Architektur des Hotels” en “Neue Zürcher Zeitung”, 15 febrero1946, nº 264.

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(86) V. Neergard, K. “Der medizinische Ausbau der Schweizer Kurorte”, en Schriftenreihe zur Frage der Arbaitsbeschaffung, volkswirtschaftliche Reiche”,nº 5, Zurich, 1943. (87) Cf. Sprochev, A. “Die volkswirtschafliche Bedeutug der Heilbäder und ihre Stellung im schweizerischen Fremdenverkehr” Tesis, Berna, 1948. (88) Meyer-Ahrens, Conrad, “Die Heilguellen und Kurorte der Schweiz”, Zurich, 1860. (89) La palabra primitivo no reviste más que un sentido relativo. Al decir de algunos existen todavía curanderos y brujos en América Central. Aldous Huxley en: “Begond the Merogue Bay”, Londres 1939, relata que en la aislada villa de Momotenago en Guatemala, “ejercen” todavía más de 300 curanderos y brujos, y que cada familia india de un nivel de vida elevado mantiene a un brujo de familia, “que se comporta como director espiritual y como médico” (p. 190). (93) Cf. p. 11 y siguientes. (95) Ob. cit. p. 84. (90) Patten Simon N. “ The theory of dinamic Economics”. Philadelphia, 1892. (91) Patten Simon N. obra citada p. 38. (92) Obra citada p. 39. (96) Cf. el profundo estudio de Hunziker, W. “Le tourisme social- caracteres et problems”. Publicación de la Comisión Científica de Alliance Internationale de Tourisme. Tomo I, Berna, 1951. (98) Para más detalle cf. Raners, Friednuch, “Kulturgeschichte der gastätte”. Berlín, 1942. (99) Cf. Le Bon, Gustare: “Psycoholigie der fonly” 38º edi. París, 1934. (100) Reiwald, Pauf: “Vom Geist der Massen”, Handbuch der Massenpsycohologie. Zurich, 1946, p. 27. (101) Obra citada p. 28. (102) Roth Peter “Die Intnvention der bundes anf gem Gebret der Fremdenverkehrswromg, cuad. 17 de “ (103) Bishop, F.P. The Economics of Advertising. Londres 1946, p. 18. (104) La ausencia de publicidad comercial salta a los ojos del turista que visita países sometidos a un régimen totalitario y un economía planificada. (105) Cf. Pab. Eugen. “Die Fremdenverkehrswerbung. Ihre Gestalting und ihre Urheber”. Tesis. Berna 1944 (manuscrito). (106) No se encuentra mejor definición de la misión de la publicidad de los Sindicats s´initiative que la que figura en les estatutos que datan de 1903 del sindicat de LENK. La tarea principal del sindicat se formula como sigue “Hace conocer de manera apropiada las ventajas y las bellezas de LENK y atraer toda suerte de visitantes” En cuanto a la misión de información de la publicidad se expresa de nuevo en el programa de actividades del sindicato “Descripción de las bellezas naturales por la letra y por la imagen (anuarios, guías)” (107) Ver pag. 11 y siguientes. (109) Barnes, H.E. y Ruedi, O.M. “The American way of life”. Nueva York, 1945, p. 254. (110) Duesenberry, James S. “Income saving and the Theory of Consumer Behavier”. Harvard emversy Press, 1949. (111) Cf. p. 15 y más especialmente la nota 40. (112) Cf. por ejemplo Smiles, Samuel: “Die Sparsamkeit”. Leipzig 1876: “Se ve en las calles en los parques, en las iglesias. La prodigalidad de los vestidos no es más que un síntoma de esta calamidad”.

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(113) Smiles cita la obra de un eclesiástico del sur de Inglaterra. Después de expresar su alegría por el aumento de los salarios de los obreros agrícolas plantea “que actualmente la única consecuencia que constata es que la gente consume mucha más cerveza”. (114) Obra citada p. 45. (115) Cf. p. 26 y siguientes. (a) Al coste de los factores. (116) La obra de Kipfer, A.: “Der Trend im schweizerischen Fremdenverkehr”. Tesis. Berna, 1953 (manuscrito) tiene un interés muy especial en este sentido. (117):Sombart, W. “Das Wirtschaftsleben und Zeitalter des Hochkapitalismus” Obr. cit. Primer volumen, p.173 y siguientes. (117a): “Statistiches Jahrbuch der Schweiz 1951” Cf. también Amstutz Max, D.: Der passive Fremdenverkehr unter besonderer Berücksichtigung der Schweiz” (118) National Income and Expenditive of the United Kingdon 1946 to 1950. Londres 1951. (119) La noción y la definición de clases medias han sido estudiadas de manera exhaustiva por Marbach Fritz en su obra “Theorie des Mittelstandes”, Berna, 1942. Es difícil delimitar exactamente esta categoría social. Se trata, sobretodo, de los niveles más altos de los titulares de renta de esta clase las que se tienen en cuenta para nuestro estudio, es decir, de hecho, los profesionales, las empresas, los industriales y comerciales medios, una parte de los comerciantes detallistas y, entre las clases medias asalariadas, los cuadros superiores de funcionarios y empleados. (120) Conf. p. 29. (121) Un detalle revelador a este respecto es la utilización creciente, en los ferrocarriles, de la clase modesta (coches con asientos de madera, los antiguos vagones de 3ª clase) mientras que las clases 1ª y 2ª quedan desocupadas (coches con asientos almohadillados). Véase a este respecto Eherensperger Fritz “Die Umtersuchungstendenzen in Fremdenverkher” publicado en “Festgabe fur Bundesrat Schulthess”, Zurich, 1938. La participación de las clases 1ª y 2ª en los ingresos por tráfico de pasajeros de la red ferroviaria federal ha pasado de 23.4 en 1921 a 28.9% en 1923 y de 32.3% a 34.8% entre 1924 y 1929. Durante los años 1930/31 ha descendido a 29.3 y más tarde a 23.5%. A partir de 1932 ha bajado al 17.1 - 17.9% para aumentar en 1936 a 18.1 y en 1937 a 21.5%. En 1938 ha vuelto a descender a 19.3%. (Cf. “50 Jahre Rhätische Bahn, Festsehrrft 1889-1939) (122) Cf. a este respecto Weber, Marx, Erholung und Einkommen” en “Erholung und Arbeitskraft” fascículo 7, de la Schriftenreihe des Seminars für Fremdenverkehr an der Handelshochschule St. Gallen”. (123) Publicado en “Die Volkswirtschaft”, Berna. (125) Este descubrimiento, que está evidentemente contenido en la Ley de Engel (cf. p.13), fue aplicado por primera vez al turismo por Hunziker-Krapf en Allgemeine Fremdenverkehrslehre, ob. cit. p. 218. (126) Publicado en “Die Volkswirtschaft”. (127) Cf. Walter, A. “Die festen Kosten, der Feind des Hotelunternehmens” aparecido en “Gegenwarts- und Zukunftsprobleme des schweizerischen Fremdenverkehrs”. Festgabe für H. Seiler” Zurich 1946. Y del mismo autor: Einführung in die Wirtschaftslehre der Unternehmung”. tomo I. “Der Betriebe”. Zurich, 1947, p. 276 y siguientes. (128)Cf. Felix, K. “Preisabreden in schweizerischen Hotelgewerbe. Ein Beitrag zur Erforschung der Kartelle”. Tesis. Zurich, 1934.

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(129) Cf. Hunziker - Krapf, ob. cit. p. 247 y ss. en lo que se refiere en especial a la hotelería: Hunziker Walter, artículo “Hotel und Gastättengewerbe” en la Handwörterbuch der Socialwissenschaften”. “Göttingen 1952. Guye, R. Preistheoretische Betrachtungen zum schweizerischen Hotelproblem”. Tesis. Berna 1952 (130) Niehans, Jürg: Augleichsgesetz der amerikanischen Zahlungsbilanz. Berna, 1951. (133) Extracto de “Statitische Jahrfuch der Schweitz”, 1945. (134) Cf. Henirroch von Stackelberg”. “Grundlagen der theoretischen Volkswirtschaftslehre”. Berna, 1948, p. 112. (135) Tomamos estos datos del estudio “The impact of the War on Civilian Consumption”, en t”Te Economist” del 3 noviembre de 1945. (136) Cf. p. 88. (137) Cf. p. 28. (.) En francés en el original alemán. (138) Fallet, Eduard M. “Die Strukturwandelung del Personenverkehrs”, en Schweizerisches Archiv für Verkehrswissenschaft und Verkehrspolitik”, 2º año, número 2, 1947. (139) Cf. Weber.Lottr “Die Frequenzschwankungen un schweizerischen Fremdenverkehr, dargestellt am Beispiel der Sommer- und Winter-saison 1939-1945, von Grindelwald (manuscrito) (140) Entre las empresas más sensibles a las condiciones meteorológicas tenemos las Compañías de Navegación suizas dedicadas sobre todo al transporte de excursionistas y de vacacionistas. Las del Lago de Neuchatel y las del Lago de Morat, por ejemplo, facturan unos 10.000 F.S. un domingo de buen tiempo, pero no llegan más que a 8001.000 F.S. un domingo lluvioso. (141) “Le spese di consumo in Italia”, en el “Bolletino del Servisio de Studi Economici”, Cá Foscari. Venezia, nº 1, 1951. (142) Ver el ejemplo de la p. 63. (143) Documentación del Touring Club de Suiza. (144) Cf. “Wirtschafhiche Rundschau”. Berna, nº 61. 1949. (145)Cf. Warner W. Lloyd y Lunt Paul S. “The social life of a modern Community”, Yankee City Series, Volumen primero, New Haven, 1941. El primero de la serie de volúmenes dedicados a la misma comunidad ilustra el nivel elevado de la investigación americana en materia de fenomenología social. La investigación se basa en la “field research”, es decir, en un procedimiento empírico y hace un amplio uso del método del “interview”, es decir, del cuestionario personal. (146) Cf. Haas John H. Tourism in USA en Zeitscherift für Fremdenverkehr. Berna, nº1, 1947. (147) “Strukturwandlungen des schwizerischen Fremderverkehrs”, obra citada. (149)“The structure of an institution consists of patterns of thought and action”. Cf. Dixon R.A. ”Economic institutions and Cultural Change”. New York, 1941, p. 473 (150) Brunner, Elisabeth. “Holiday Making and the Holiday Trades”. Londres, 1945. (151) Cf. “Camera di Commercio, Industria e Agricultura”. Génova. “Atti ufficiali del Primo Congresso per il Turismo dei Lavorati, Nervi 8-11 Julio, 1950, p.76 y ss. (152) Goethe Briefen aus der Schweiz. Edition Holbein. Basilea, 1941. (153) Cf. Volmar Augusta. “Die Schweiz in Spiegal ansländischer Gäster”. Berna, 1945. (154)En lo que sigue el autor reproduce parcialmente el artículo “Der Wintersport in der Schweiz”, aparecido en “Schweizerische Wirtezeitung” del 7 de dic. de 1946, nº 49.

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(155) Sobre el criterio de estos sondeos, ver Yates Frank: “Methodes de sondages pour recensements et enquêts ». París 1951. Piatier, A. : « Una enquête de la l´A.I.T. sur les dépenses des touristes étrangers en France ». Publication de la Commisson Scientifique. de l´Alliance Internationale de Tourisme. Tomo 2. Berna, 1953. (156) Cf. « Les Vacances des Francais en 1951 » en “Estudes et Conjoncture” Ecónomie Française, juillet-aout, 1952. (157) “Holidays in 1951. Results of the British Travel and Holidays”. Association Survey. (158) American Survey. Vacations, 1946, en “The Economist”, 10 de agosto de 1946. (159) Artículo citado (160) Britschgi, J. Der Emifenss des Strassenverkehrs auf den Tourismus”, en “Schweizer Hotel-Revue”, nº 11, 1953. (161) Cf. Krapf, Kurt : « Kurzer Abrais der Geschichte des Fremdenverkehrs », aparecido en « Beiträge zur Fremdenverkehrslehre und Fremdenverkehrsgechichte », fascículo nº 15 des Publikationen des Schweirischen Fremdenverkehrsverbandes », Berna, 1941, p. 77 (162) The Crowell-Collier Publising Company. Research Deportmen: The American Magazine´s Travelogue New York 1951. Se trata de una editorial que hace este estudio para servir en primer lugar a sus propias actividades comerciales. (163) D´Avenel Georges: “Le nivellement des jouissances”, París, 1919. (164) Siegfried, André: “Tourisme”, en Le Figaró, 9 de septiembre de 1947.

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Bibliografía actualizada (1965) sobre la consumición turística

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A. Piatier

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