Contenido
Introito - 20º Concurso de Cuento Infantil Pedrito Botero
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Un acto de valentía
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Acta de Premiación
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Categoría i →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 15
Ganador>>>
El ropero de la abuela →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 16
La ovejita negra →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 20
La muñeca del hotel abandonado →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 22
Los sueños del pequeño Eric →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 24 El valor de la familia →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 27
¿Por qué las montañas son tan grandes? →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 31
Mi mamá vio a un demonio →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 34
El increíble hombre que se transforma en animales →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 36
Lástima que estaba en otro planeta
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El bolso misterioso
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La reina
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Kalurr: un dragón que aprendió a volar →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 48
La casa del duende →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 51
Ganador cómic >>>
La gran aventura de Dino →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 54
Ganador audio >>> Ganador audio >>>
La guerra de los árboles →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 59
La Mariposa espacial →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 60
Categoría ii →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 61
Ganador>>>
Hola, Lily →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 62
La biblioteca de mil sueños →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 67
El bucle del alma perdida: la historia de una conexión en la oscuridad →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 69
La cotidianidad de la rosa →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 74
El pececito de colores →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 78
La bailarina y los extraterrestres →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 79
Alis y su aventura en Boston →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 83
El jardín de los ojos perdidos →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 87
La búsqueda de los manuscritos especiales →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 89 Monstruos internos →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 92
El detective Cuack Cuack →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 94
El monstruo de la pared →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 96
El niño que alcanzó su felicidad →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 100
Ave César, la muerte de Julio César →→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→→ 102
Introito
20º Concurso de Cuento
Infantil Pedrito
Botero
Veinte años atrás, confiados en las posibilidades de la imaginación y de la palabra escrita, la Biblioteca Pública Piloto lanzó la primera versión del Concurso de Cuento Infantil Pedrito Botero. Desde entonces hemos visto crecer y crear a miles de niños y niñas de Antioquia y de Medellín que han explorado en sus narraciones intereses e inquietudes tan íntimas como la amistad y tan universales como el agua o los inventos maravillosos.
Para celebrar estas dos décadas decidimos incluir, por primera vez, dos formatos nuevos en las bases del concurso: audio y cómic. Una manera de reconocer y estimular otras capacidades y habilidades narrativas en los participantes. Asimismo, nos propusimos generar espacios de participación más amplia con un trabajo formativo previo en instituciones educativas del Área Metropolitana del Valle de Aburrá —bajo la dirección del equipo de promotores de lectura de nuestra Biblioteca—, y del departamento de Antioquia —con la Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra—. A través de talleres presenciales y virtuales en las nueve subregiones de Antioquia, convocamos a formadores (bibliotecólogos y profesores de lengua castellana), cuidadores, niños y niñas a escribir las historias que usted, apreciado lector, puede leer en este libro.
El resultado nos deja gratamente sorprendidos: recibimos 2137 cuentos —2004 textos, 118 cómics y 15 audios— de niños y niñas de 41 municipios de Antioquia, incluido Medellín y sus cinco corregimientos. En total llegaron propuestas de 217
instituciones del departamento. Por primera vez, además, los finalistas de cada categoría pasaron por una serie de talleres para potenciar sus historias. No estuvimos solos en esta misión: Cornare nos apoyó con el taller de escritura, Taller de Letras y el Politécnico Grancolombiano lideraron la formación en cómic y en la Biblioteca asumimos la labor de guiar a los participantes de podcast.
Este año tejimos nuevas alianzas institucionales que nos permitieron fortalecer la apuesta formativa, la presencia departamental y la mediación cultural. Además de Taller de Letras, que desde hace años nos ayuda con la selección de los cuentos finalistas y la elección de los jurados del concurso, se sumaron la Secretaría de Educación de Antioquia, a través de la Red de Bibliotecas Escolares, Comfenalco Antioquia, el Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia, la Casa Museo Pedro Nel Gómez y el Sistema de Bibliotecas Públicas de Medellín.
Con el apoyo de Comfama, gran aliado este año, ampliamos el tiraje de esta publicación de cuentos ganadores y ensamblamos la exposición “Tu voz es un jardín” para conmemorar estos veinte años de sembrar preguntasen los escritores más pequeños y creativos de Antioquia y de Medellín.
Para la Biblioteca Pública Piloto la apuesta por la lectura y las distintas formas de contar creativamente historias sigue siendo hoy una de las herramientas más importantes a la hora de invitar a niños y niñas a jugar con las palabras.
Prólogo -
Prólogo
Un acto de valentía
He leído cuentos en todas las etapas de mi vida, cuentos para niños, cuentos para adultos, cuentos para toda la familia y cuentos de adultos hechos para niños, pero pocas veces he leído cuentos hechos por niños y ¡es una maravilla!
Uno que, desde el rol de escritor, se aventura a escribir textos que son pensados para los más pequeños, cuando se asoma a historias creadas directamente por ellos, no hace más que sonreír, satisfecho de lo que se encuentra, orgulloso y feliz con los descubrimientos. Estamos en un tiempo donde la palabra escrita se hace menos valorada, donde la tecnología nos envuelve y nos abruma, donde escribir se ha vuelto un acto de valentía. Por eso, al encontrar que los niños y jóvenes escriben con esa magia que trae su edad, es un acto que debe celebrarse.
Aparecen en este concurso historias de todo tipo donde la fantasía es parte importante, el miedo, el terror, la aventura, los sueños, lo diferentes que somos. Aparece también la oportunidad de ver y escuchar, por primera vez, estas creaciones en otros formatos como el audio y el cómic, para motivar aún más a los pequeños escritores a relatar y a llevar a los lectores por el mundo de las viñetas, los trazos, los colores, las onomatopeyas o a escuchar cuentos envueltos con musicalidad, cambios de voz, sonidos diferentes que se enlazan
con frases o escenas de las historias. Además de promover estos formatos, se posibilita que los niños y las niñas encuentren y fortalezcan sus habilidades y capacidades diversas, a la vez que van descubriendo otras formas de narrar.
Leer y escuchar estos cuentos es encontrarse con esas miradas que comienzan a buscar el poder de la palabra escrita, la capacidad infinita de la literatura. Celebro que los niños escriban y se enteren con ello de que la vida ofrece infinitas posibilidades. Celebro que concursos como este ofrezcan esa valentía de escribir, de lanzarse a unir palabras para crear historias, de contar eso que somos, eso que nos conmueve, eso que nos da valor.
No todos ganan el primer puesto, pero el hecho de construir un texto y enviarlo a un concurso hace que se gane al crearlo, al editarlo, al ponerle sentido. Felicidades a todos los que hacen parte de escribir.
¡Que la imaginación nunca se agote!
Eduard Pereira Jaramillo
Autor de literatura infantil Jurado
- Acta de premiación -
20° Concurso de Cuento Infantil Pedrito Botero
Acta de Premiación
Biblioteca Pública Piloto
Por primera vez en la historia del Concurso de Cuento Infantil Pedrito Botero premiamos a 30 autores. En la categoría 1, formato escrito, la promotora de lectura Carolina Montoya y los escritores Eduard Pereira y Juan Fernando Jaramillo dieron como ganador al cuento “El ropero de la abuela” de María Fernanda Castro Urrea; en la categoría 2, el mismo grupo de jurados, declararon ganador al cuento “Hola, Lily” de Sofía Martínez.
En la categoría 1, formato audio, el promotor de lectura
Diego Ruiz y los narradores orales Ana Arango y Jorge Villa Zapata (Jota Villaza) escogieron dos cuentos ganadores: “La guerra de los árboles” de Nicolás Alejandro Riaño Rincón, y “La mariposa espacial” de Demian Murakami Teraccaya Rodríguez. La categoría 2 se declaró desierta por no cumplir con los requisitos mínimos de presentación y calidad.
En el formato cómic, categoría 1, las maestras en Artes visuales Natalia Zapata Valencia y Zuliman Lopéz y el líder de Eventos del Libro Mario Cárdenas premiaron el cuento “La gran aventura de Dino” de Omar Jerónimo Alcaraz, y en la categoría 2, el cuento “Ave César, la muerte de Julio César” de Agustín Suárez Villada.
Finalmente, los jurados del formato escrito escogieron veintiséis cuentos finalistas.
Finalistas Cuento Escrito - Categoría 1
La ovejita negra Santiago López Estévez
La muñeca del hotel abandonado
Anslly Gallego Álvarez
Los sueños del pequeño Eric
Samuel Gaviria Vásquez
El valor de la familia
Juan José Duarte López
¿Por qué las montañas son tan grandes?
María del Mar Serna Vélez
Mi mamá vio a un demonio
Eitan Daniel Pacheco Ramírez
El increíble hombre que se transforma en animales - Jeremías Luciano Mogollón
Lástima que estaba en otro planeta
Samantha Osorio Pérez
El bolso misterioso
Emili Lara Cano
La reina
Mariana Díaz Pérez
Kalurr: un dragón que aprendió a volar
Santiago Misas Cardona
La casa del duende
Susana Palacio Paniagua
Finalistas Cuento Escrito - Categoría 2
La biblioteca de mil sueños
Saraí González Quirós
El bucle del alma perdida: la historia de una conexión en la oscuridad - Maia Roxanna Cuenca León
La cotidianidad de la rosa
Violeta del Carmen Moncada Suárez
El pececito de colores
Diego Di Pietro
La bailarina y los extraterrestres
Stefanía Correa Gómez
Alis y su aventura en Boston - María Fernanda
Osorio Jaramillo
El jardín de los ojos perdidos
Danna Michell Orrego Salinas
La búsqueda de los manuscritos especiales
Susana González Ruiz
Monstruos internos
Salomé Isabella Sosa Briceño
El detective Cuack Cuack
Sara Sofía Marulanda Suárez
El monstruo de la pared
María Paula Martínez Hincapié
El niño que alcanzó su felicidad
Emmanuel Álvarez Castro
C ategoría i (de 7 a 10 años)
[Ganador Categoría 1]
El ropero de la abuela
María Fernanda Castro Urrea
10 años | Institución Educativa FUNPABINI
La Unión, Antioquia
En un pequeño pueblo donde siempre era de noche y las estrellas parpadeaban como luciérnagas gigantes, vivía una niña que no le tenía miedo a nada. Bueno, a casi nada, porque había una cosa que sí le daba un poco de miedo: el armario de su abuela, que crujía y susurraba por las noches. Un día, la curiosidad venció al miedo y la niña decidió abrir el armario. Para su sorpresa, no encontró ropa vieja ni zapatos polvorientos, sino un portal brillante que llevaba a otro mundo. Sin pensarlo dos veces, saltó dentro y aterrizó en un lugar donde los dinosaurios no se habían extinguido y los extraterrestres venían de visita como si fuera un parque de atracciones. Los dinosaurios eran enormes y tenían fiestas de té con sombreros elegantes y charlaban sobre meteoritos y moda jurásica. Los extraterrestres, por otro lado, eran los mejores DJ del universo y organizaban discotecas en las cuevas, con luces de neón y música que hacía bailar hasta a los triceratops más serios.
Pero no todo era diversión y juegos; había un misterio que nadie podía resolver: ¿por qué los calcetines desaparecían sin dejar rastro? La niña decidió convertirse en detective y descubrir el misterio de los calcetines perdidos. Siguiendo
pistas como hilos sueltos y huellas fosilizadas, descubrió que los culpables eran unos pequeños dinosaurios traviesos que usaban los calcetines para hacerse bufandas porque tenían frío en las noches estrelladas. Con la ayuda de los extraterrestres, la niña organizó un gran desfile de moda para mostrar las bufandas de calcetines y, así, los pequeños dinosaurios ya no tuvieron que esconderse.
El pueblo celebró la solución del misterio con una gran fiesta, donde los dinosaurios servían té de meteorito y los extraterrestres mostraban sus últimos pasos de baile intergalácticos. La niña se convirtió en la heroína del pueblo y desde ese día nadie volvió a tener miedo de abrir armarios.
Y así, entre risas y bailes, la niña aprendió que, incluso en los lugares más oscuros y misteriosos, siempre se puede encontrar luz y amistad. Y, por supuesto, que un buen par de calcetines puede ser el inicio de una gran aventura.
El armario de la abuela, ese viejo guardián de secretos y portales mágicos, se convirtió en la atracción principal del pueblo. La abuela, que siempre había sido conocida por sus galletas y su jardín de rosas, ahora era famosa por tener un armario que era la puerta a un mundo de aventuras. Los niños del pueblo hacían fila con sus pijamas y linternas, esperando su turno para saltar al mundo de los dinosaurios bailarines y los extraterrestres DJ.
Pero la abuela, sabia y astuta, sabía que no todo el mundo estaba listo para un viaje tan extraordinario. Así que estableció reglas: solo los valientes, los curiosos y los que terminaban sus deberes podían entrar. Y antes de cada viaje les daba una galleta mágica que les daba el valor de un tiranosaurio y la astucia de un velociraptor.
Con el tiempo, el armario pasó a ser una especie de club exclusivo donde los miembros aprendían sobre la amistad y la valentía. Y aunque a veces regresaban con los calcetines desparejados o con purpurina en el cabello, todos estaban de acuerdo en que valía la pena.
La abuela, por su parte, se sentía joven de nuevo, viendo a los niños reír y soñar. Y en las noches, cuando el pueblo dormía, ella misma se aventuraba en el armario, bailando con los dinosaurios y charlando con los extraterrestres, recordando que nunca es tarde para vivir una nueva aventura.
Así que el armario de la abuela no era solo un mueble viejo y polvoriento, sino un recordatorio de que la magia y la maravilla pueden encontrarse en los lugares más inesperados, y que, a veces, lo único que necesitas para encontrar un nuevo mundo es la valentía de abrir una puerta.
[Finalista]
La ovejita negra
Santiago López Estévez
10 años | Institución Educativa Simón Urrea
Vereda El Barro, Girardota, Antioquia
Érase una vez una ovejita que tenía un color distinto al de sus hermanas del rebaño. Esta era negra y por tal razón la despreciaban y hacían que su faena fuera más pesada.
Acostumbraban a darle mordiscos, patadas y siempre procuraban ponerla en el último lugar del rebaño. Cuando entraban en un prado a pastar el rebaño entero intentaba que la ovejita negra no llegara a disfrutar ni de la más pequeña porción de hierba.
Cansada de tantos desprecios, la ovejita se apartó del rebaño. Ya cayendo la noche, caminando por el bosque, se encontró con un conejo que al verla tan triste le preguntó:
—¿Por qué tan sola, ovejita?, ¿dónde está tu rebaño?
Y ella entre sollozos le respondió:
—Me alejé de ellos, ya que no soy apreciada por el hecho de ser negra.
Entonces el conejito sin pensarlo le ofreció su ayuda.
A la mañana siguiente la ovejita y el conejo se dirigieron a una cabaña en lo profundo del bosque, donde consiguieron un costal de harina con el cual cubrieron toda la lana de la ovejita, convirtiéndola en una oveja de color blanco inmaculado. Sorprendida por el cambio, le dio las gracias a su amigo el conejo y volvió a su rebaño.
Cuando regresó la oveja fue muy bien recibida por sus hermanas dada su bella apariencia.
Al caer la tarde anunciaron la visita de los corderos que venían en busca de esposa. Fueron recibidos en el rebaño con todos los honores. Mientras que el más valiente de los corderos observaba a las ovejas del rebaño, estalló una gran tormenta, la lluvia disolvió la capa de harina que cubría a la ovejita y esta recobró el color negro. El cordero, encantado, la tomó por esposa, y ella sorprendida le preguntó:
—¿Por qué me escoges a mí?
—Porque eres distinta a las demás y eso te hace especial —le respondió él.
De esta manera la ovejita pudo comprender que ser diferente no la hacía menos importante, lo que le permitió valorarse tal como era y ser muy feliz el resto de su vida.
[Finalista]
La muñeca del hotel abandonado
Anslly Gallego Álvarez
10 años |Institución Educativa Lola González Medellín
Éranse una vez dos hermanos que siempre visitaban lugares extraños. Un día un amigo les dijo que fueran a ver un hotel abandonado, ellos aceptaron y fueron con él.
Cuando llegaron estaban muy asustados, porque habían escuchado que allí espantaban y se veían cosas muy raras. Todo se notaba tenebroso, aun así, los tres niños decidieron entrar.
Había muchas habitaciones y todas estaban cerradas, el amigo les dijo que fueran a buscar un salón donde había muchos juguetes. Al llegar allí vieron que los juguetes estaban tirados en el piso y empezaron a jugar hasta que de un momento a otro se levantó una muñeca que reía muy fuerte… Ellos quisieron salir corriendo, pero se cerró la puerta.
La muñeca se acercó y les dijo que no se asustaran, que lo único que quería era jugar con ellos y con todos los juguetes. Los niños, asustados, aceptaron, no tenían otra opción porque la puerta estaba cerrada y no había por dónde salir.
La muñeca estaba muy feliz de jugar con ellos y les confesó que nunca había tenido amigos y que todos le tenían miedo a ella y a los demás juguetes, que lo único que quería era divertirse como todos. Los tres amigos dejaron el susto y se pusieron a jugar tranquilamente. Pasó el tiempo y se
dieron cuenta de que los estaba cogiendo la noche; la muñeca les dijo que, si querían, podían dormir en las habitaciones, pero uno de los hermanos le contestó que no podían porque sus papás se enfadaban si llegaban tarde o no iban a dormir.
La muñeca y los juguetes se pusieron muy tristes, pero los niños les dijeron que estuvieran tranquilos que ellos volverían para jugar nuevamente. Los niños salieron del hotel muy contentos y todas las tardes volvieron para jugar con la muñeca y los demás juguetes...
[Finalista]
Los sueños del pequeño Eric
Samuel Gaviria Vásquez
9 años | Institución Educativa Antonio Roldán Betancur Tarazá, Antioquia
Alos diez años Eric era un niño apasionado por la biología marina y los misterios que se encuentran en las profundidades del mar. Desde muy pequeño había aprendido a nadar, y su mayor sueño era ser un gran buceador profesional para descubrir los misterios del océano.
Cuando Eric era todavía más pequeño fue a un lugar llamado acuario con sus papás. Allí vio muchos peces de colores, cangrejos, estrellas de mar y otras criaturas del mar, estaba tan fascinado que quería quedarse allí todo el día viéndolos moverse.
A los 16 años, Eric por fin cumplió su sueño. Ese día estaba súper emocionado porque sus papás lo llevaron a San Andrés para hacer su primer buceo. Parecía el plan perfecto para las mejores vacaciones de su vida. El instructor le explicó cómo usar el equipo y ayudó a Eric a ponerse el tanque de oxígeno y las gafas de buceo, pero cuanto Eric se lanzó al agua, ¡sorpresa!, no era tan fácil; el tanque era pesado y las gafas no lo dejaban respirar por la nariz, estaba muy nervioso. El instructor lo puso boca arriba en el agua y sus papás le pidieron que recordara aquel acuario que miraba cuando era niño, le dijeron que eso lo ayudaría a tranquilizarse.
¡Funcionó! Se dio vuelta en el agua y pudo respirar con calma y por la boca como le decía el instructor. Al principio
solo veía la arena y el azul del mar, pero mientras más se acercaban al arrecife, veía más peces grandes, peces chiquitos, peces de colores, corales y plantas pequeñas. El mar se parecía cada vez más a lo que había visto en el acuario.
En el mar Eric se sentía como si estuviera volando. Aunque su peso lo empujaba hacia abajo, el agua lo impulsaba hacia arriba, haciendo que flotara; además, la transparencia del agua y el color azul también lo hacían sentir como si fuera un ave en el cielo. Eric estaba emocionado, podía ir de un lugar a otro flotando. Ahora sentía que bucear no era difícil.
Eric recorrió muchos lugares de Colombia gracias a su pasión por el mar. Así conoció muchas criaturas marinas y a personas como David, un chico al que también le gustaba mucho el mar. Juntos vivieron muchos cursos de buceo y aventuras marítimas.
Una de las aventuras de Eric y David fue un viaje juntos a Nuquí, Chocó. Después de unos cuantos kilómetros mar adentro en lancha, David, Eric y un equipo de buceadores llegaron al lugar donde se encontraban las ballenas jorobadas. Allí ellas cantaban en grupos mientras nadaban con sus ballenatos, fue una experiencia hermosa. Otro día fueron al Tayrona para ir a ver a los delfines. Mar adentro, unos kilómetros alejados de la tierra vieron muchos delfines saltando. No podían creer que hubiera tantos delfines a su alrededor. Eric y David, rápidamente, se pusieron los trajes de buceo para ir a nadar con los delfines que estaban por todos lados. Sentían sus colas, les salpicaban agua cuando saltaban a su alrededor; eran tantos y estaban tan cerca que podían tocarlos con sus manos. Tomaron muchas fotos para recordar ese día.
A los dos amigos les encantaba la biología marina y conocer nuevas especies. Una de las experiencias que más le gusto a Eric fue conocer el tiburón ballena en Bahía Solano. Su tamaño y los puntos blancos en toda su piel le parecieron sorprendentes, y aunque los tiburones nadaban en el mar de Bahía Solano le recordaban el cielo estrellado que veía algunas
noches desde su casa, en el municipio de Tarazá. También amó ver las tortugas caná en Acandí, Chocó. Eric había visto las tortugas en el agua, moviendo sus aletas hacia delante y hacia atrás, pero en la tierra se movían diferente. Se movían en círculos, y cada vez que tocaban el piso arrastraban el pecho por la aleta para moverse hacia el mar.
Eric siguió explorando los misterios del mar durante muchos años, pero siempre recordó el acuario donde empezó su pasión por el mar y las criaturas que lo habitaban. Dedicó su vida a compartir su conocimiento con el mundo, y se convirtió en un famoso biólogo marino y escribió libros que inspiraron a otros jóvenes a explorar los secretos del océano.
Fue así como el pequeño Eric pasó de ser un niño apasionado por la biología marina a convertirse en un héroe de las profundidades, dejando su huella en la historia del mar.
[Finalista]
El valor de la familia
Juan José Duarte López
7 años | Institución Educativa San Antonio de Prado
Medellín
Hace mucho tiempo, en las verdes montañas de un lugar muy lejano, había una gran manada de loros copetones. Ellos habitaban el valle de las palmeras cola de pescado, estaban rodeados de verdes praderas, hermosos lagos y frondosos árboles frutales... También habitaban especies de animales de todas las clases. Acuáticos, aves y muchos insectos. Realmente era un lugar maravilloso.
Esta manada de loros invernaba durante el tiempo de lluvia, les gustaba mantener buen alimento para no pasar hambre durante tiempos malos. Había entre ellos una familia que estaba conformada por dos padres y su pequeño hijo Óliver, un loro copetón muy distinto a los demás, y no hablo del aspecto, sino de su forma de pensar. Él no quería quedarse en un solo lugar, sentía que había más, un mundo entero por conocer, nuevas emociones por experimentar, y pensaba que en esas montañas estaba muy limitado.
Las alas de Óliver querían volar más allá de esas enormes praderas, visitar nuevos lugares, conocer nuevos animales, vivir nuevas experiencias. Aunque allí tenía su hogar y conocía cada rincón, ya no era suficiente para él, renegaba de su hogar, de sus padres, pues creía que se limitaban y lo limitaban a él. No quería seguir reglas ni normas, sentía preso su corazón.
Una vez se acercó a sus padres y les confesó lo que sentía.
Ellos le dijeron ese era su hábitat, que allí lo tenía todo, que su especie estaba a salvo en esas praderas, que el mundo no era seguro, que su manada debía estar junta y que era muy afortunado de estar ahí, de tener alimento, casa, amigos y familia, pero Óliver se enfureció. No quiso comprender y se fue ofuscado para el lago, donde se encontró con el jaguar Tomás, un gran amigo que le preguntó por qué se veía tan molesto.
—¡Todo es viejo aquí! Ya conozco todo, vivo prisionero de mí mismo, siempre estoy rodeado de los mismos árboles, los mismos animales, el mismo lago, la misma pradera, no hay nada nuevo aquí. Ya no quiero esto, me aburro demasiado.
¿Me has visto, Tomás? Tengo alas para alzarme en el cielo, puedo ir a donde yo quiera, ¿por qué quedarme aquí y seguir estas tontas reglas? —dijo Óliver muy furioso.
—Óliver, no digas eso, tan solo piensa qué sería de ti sin tu familia, tu manada. Este lugar es tu hogar y lo ha sido siempre, acá tienes lo más preciado que son tus padres y tus amigos —le respondió Tomás tratando de aconsejarlo.
—Ya no estoy dispuesto a estar más aquí, me marcharé lejos a nuevos lugares. No necesito a mi familia, ni a mis amigos, ni a nadie. Solo quiero volar a donde mis alas me lleven.
Y así fue. En ese mismo momento Óliver emprendió el viaje y ascendió rápidamente por los aires agitando sus verdes alas sin parar. Se sentía supremamente feliz, no cabía en su pecho la alegría de pensar que todo lo que había soñado se haría realidad.
Mientras volaba se imaginaba todo lo que quería conocer. Pasó por ríos y valles, y no dejaba de asombrarse de tantas maravillas. Fueron muchas horas de viaje. Mientras más pasaban los días él más se deleitaba conociendo nuevos lugares, especies y frutos jamás vistos, y se sentía muy feliz probándolos. Pensaba que haberse ido era la mejor decisión de su vida.
Óliver, muy feliz, viajó días de un lado a otro, pero una mañana, cuando vio que no había nadie con quien hablar, empezó a buscar amigos. Primero se acercó a un lindo pato que estaba con su manada y le dijo:
—Hola, señor pato, ¿cómo se encuentra el día de hoy?
El pato, muy engreído, lo miró y le dijo:
—¿Por qué me saludas?, ¿acaso te conozco?
—Soy Óliver, el loro copetón —alcanzó a responder, pero el pato solo lo dejó ahí y se fue con su grupo.
El loro alzó el vuelo y llegó a un nido de carpinteros. Pensó que era otra buena oportunidad para hacer amigos, y los saludó:
—Hola, soy Óliver, quisiera que me permitieran estar acá con ustedes y me compartieran de su alimento.
—¡No! Lárgate…. Acá solo está nuestra familia, búscate otro árbol y tu propio alimento —le respondieron los carpinteros enojados.
Óliver se fue muy triste, extrañaba su hogar, pero era muy orgulloso, así que siguió su viaje. Ese día cayó una horrible tormenta y el árbol donde Óliver estaba se derrumbó. El loro quedó a la intemperie; sus alas mojadas no lo dejaban volar, y tuvo que caminar para buscar refugio, pero no hallaba nada.
El frío lo consumía y, mientras unas lágrimas tibias bajaban por su rostro, Óliver dijo en voz alta:
—Si estuviera en mi casa, nada de esto pasaría. No estaría mojado ni desamparado.
Una lechuza que se encontraba en un árbol muy alto le gritó:
—Hey, muchacho, ¿por qué no regresas a tu hogar? Escuché lo que dijiste y se nota que estás arrepentido y estás sufriendo.
—Ya no me recibirán, fui muy desconsiderado e inconsciente, no soy digno de volver. Ya es demasiado tarde —le respondió Óliver y se recostó en ese enorme árbol tirado en el suelo. Allí pasó la noche con muchísimo frío, deseando que
no lloviera más para poder salir a buscar alimento, pues su panza crujía demasiado.
Al día siguiente Óliver se sentía agotado, ya no quería sufrir más. La lluvia no cesaba, ya no quería estar más en esa situación, ya no podía más, cada vez estaba más débil. Quería estar con su familia, comer, descansar, pero ya no tenía ni aliento para volar, así que tampoco podía irse. Se sentía tan arrepentido que no podía parar de llorar porque no había apreciado lo que tenía, lo que con tanto amor le ofrecían sus padres, y se lamentaba por renegar de ellos, de sus amigos y de su amada casa.
En medio de su llanto, Óliver escuchó un ruido y cuando levantó su cabeza para mirar qué era, su padre salió inesperadamente de las ramas caídas del árbol, igualmente mojado.
Se abrazaron muy fuerte y no podían soltarse, estaban realmente conmocionados. Óliver le preguntó cómo había dado con su paradero, y el padre le dijo que había escuchado la conversación con el jaguar Tomás y que sabía de su plan, así que había decidido seguirlo.
El loro Óliver no paraba de llorar, no podía dejar de pensar en lo desagradecido que había sido con sus padres y todo lo que los extrañaba, todo lo que había sufrido sin ellos.
Pero el padre le dijo:
—No, hijo, no te sientas mal ni avergonzado. Somos tu familia y siempre estaremos dispuestos a abrir nuestras puertas para ti, nuestra labor es guiarte hacia el camino correcto para evitar que sufras, porque la familia jamás querrá verte sufrir.
Oliver se sintió feliz y los dos emprendieron el viaje hacia su casa nuevamente.
Después de muchas horas llegaron y todos celebraron el regreso de Óliver; su madre lo recibió entre sus brazos y agradeció poder verlo de nuevo. Óliver les pidió perdón a todos y prometió valorarlos, amarlos y ser más agradecidos con ellos.
Todos celebraron y fueron muy felices para siempre...
[Finalista]
¿Por qué las montañas son tan grandes?
María del Mar Serna Vélez
10 años | Cosmo Schools
Medellín
¿Nunca te has preguntado por qué las montañas se derrumban si son tan grandes? ¿O tal vez te has preguntado por qué son tan grandes? Si vas a leer esta historia con el fin de responder estas preguntas u otras dudas similares, quizá encuentres respuesta… o no…
Esta es una de tantas historias de nuestras montañas, nevados, piedras, sierras, volcanes y ríos.
Todo empezó un caluroso sábado por la mañana cuando la piedra del Peñol se despertó y llamó a la Sierra Nevada de Santa Marta para contarle una noticia muy importante.
—Marta, imagínate que el nevado del Ruiz quiere cambiar de lugar con la Sierra de la Macarena.
—Tenemos que hacerlas entrar en razón, si llegan a cambiar de lugar causarían unos horribles desastres naturales que nos afectarían a todos. Tenemos que detenerlas.
—Tienes razón.
Las dos amigas decidieron ir a la Sierra de la Macarena, pero primero pararon donde Magdalena para contarle la situación y ella aceptó contarles a todos los ríos de Colombia para que hablaran con Caño Cristal y convencieran a Macarena de no cambiar de lugar. Después de ese largo viaje no tuvieron más que hacer que descansar y esperar nuevas noticias.
Esperaron mucho tiempo hasta que llegaron las noticias en un mensaje de nube. El mensaje era este: “¿Por qué no nos reunimos donde Magdalena hoy a las 8:00 p. m. para hablar sobre este tema?”. Ríos y montañas respondieron afirmativamente y pasaron la noche con Magdalena hablando sobre sus ecosistemas y discutiendo con Ruiz y Macarena sobre sus intenciones.
—Queremos cambiar de lugar —repetían una y otra vez Macarena y Ruiz mientras Marta y Peñol trataban de hacerlos entrar en razón.
—Si cambian de lugar, sus ecosistemas no se van a acostumbrar y el paisaje va a cambiar.
La conversación se convirtió en discusión y Magdalena tuvo que intervenir para calmarlos. Todos se despidieron y se fueron a sus bases. Dos días después de la reunión, Macarena y Ruiz ya se estaban preparando para la mudanza cuando les llegó un mensaje de nube: “No cambien de lugar, eso podría causar un desastre natural enorme. Sé que quieren cambiar de ambiente y lo entiendo, pero puede llegar a ser peligroso, desastroso y antinatural. Solo considérenlo”.
Macarena lo pensó por días y finalmente decidió no cambiar de lugar, pero se le olvidó decirle a Ruiz. El día de la mudanza Ruiz fue a la base de Macarena, pero Macarena no estaba en su base, porque había salido a dar un paseo por Colombia. Mientras tanto, Ruiz se empezó a acomodar en su nuevo hogar, o lo que él creía que era su nuevo hogar… Cuando Macarena llegó a su hogar y encontró a Ruiz dormido en el hueco que ella había dejado se dio cuenta de que el nevado estaba botando ceniza. Macarena intentó despertar a Ruiz, pero era imposible, entonces empezó a pedir ayuda porque, si se demoraba mucho, Ruiz podría expulsar lava. Macarena fue a buscar al Nevado del Tolima, y ella le sugirió hablar con el Macizo colombiano y las dos se encaminaron hacia Huila. Cuando pasaron por Popayán, Tolima dio una vuelta en el aire y se pasó el resto del camino dando vueltas
hasta llegar a su destino. Tolima y Macarena fueron a hablar con Macizo y él les sugirió darle a Ruiz lutita (un mineral) para que se despertara y no expulsara lava.
Al regresar donde Ruiz le dieron la lutita y el nevado dejó de dormir, y ya no le salieron más cenizas. Al día siguiente despertó de muy buen humor e hizo un picnic con Marta, Macarena, Peñol, Tolima, Magdalena y Macizo, y nuestra historia terminó un caluroso sábado, como cuando todo empezó.
[Finalista]
Mi mamá vio a un demonio
Eitan Daniel Pacheco Ramírez 10 años | Institución Educativa Carlos Vieco Ortiz Medellín
En la ciudad de Medellín, un día de Navidad, cuando yo aún no había nacido, mi mamá iba manejando una moto, la luz se había fundido y no podía ver nada. Ella conducía despacio para que no sucediera un accidente; cuando menos pensó, un caballo se le atravesó en el camino y terminaron estrellándose. El día que ella me contó esa historia me dijo: —Lo más extraño era que el animal tenía los ojos rojos. Si recordamos, el foco se había fundido, por lo que no tenía sentido lo que mamá había visto. Aun así, tuve curiosidad por la historia y no dejé de pensar en ella durante un tiempo. Un día mientras estaba dibujando un burro recordé la historia y pensé en hablarle sobre eso a mi mamá, pero preferí no hacerlo. En lugar de eso, en la noche me escapé de la casa para tratar de encontrar al caballo. Lo busqué y lo busqué, y no lo encontré. Cuando daba todo por perdido escuché los sonidos de un trotón, y supe que era el de la historia de mamá. Seguí el sonido y después de un rato me encontré con el animal, cara a cara. Me observó por unos segundos para luego darse la vuelta y desaparecer en la oscuridad.
Quise volver a casa, pero no sabía cómo hacerlo y me perdí. Menos mal estaba muy cerca de casa y mis papás me
encontraron. Me castigaron por irme sin ningún permiso, pero eso no me detuvo y a la siguiente noche volví a escapar. Al llegar al bosque, decidí ir en la dirección en la que el caballo se había ido trotando la noche anterior. Después de un rato vi su silueta y la seguí hasta que me cansé. Entonces escuché unos pasos y cuando volteé vi unas luces de linternas que se acercaban. Eran mis papás. Al mismo tiempo me percaté de que había una tercera luz, así que decidí alejarme de mis padres y de esa tercera luz para que no pudieran encontrarme. Cuando me retiré lo suficiente ya se había hecho tarde y no veía casi nada, en ese momento apareció una policía, que me tomó de los brazos y me llevó donde mis papás.
—¿Saben dónde estaba este pelado? ¡En medio del bosque! —dijo la policía.
Mis padres se enojaron muchísimo. Antes de que me tomaran de la mano para llevarme a casa, vi al caballo aparecer, me solté de los brazos de la policía, salté, me sostuve de la cola del trotón que comenzó a correr. Mientras pasaba esto, el caballo giró la cabeza 180 grados con la mirada fija en mí, después abrió la boca haciendo sonidos distorsionados y me mostró sus dientes afilados. Hasta que se estrelló con un árbol. Me levanté y vi al caballo tirado en el suelo; mis padres, que venían detrás de mí con la policía, llegaron. Fue entonces cuando vimos que un demonio salió del caballo, y escuchamos esos horribles chillidos que nos dejaron petrificados. Los ojos del caballo pasaron de ser rojos a ser normales, y entendimos que ese demonio había controlado por mucho tiempo al pobre animal.
El demonio desapareció entre sus lamentos y no lo volvimos a ver, decidimos enterrar al caballo y regresamos a casa. Nadie llegó a creer que esta historia fuera real. Quedó solamente como una anécdota para la familia y para la oficial que nos ayudó aquella noche.
[Finalista]
El increíble hombre que se transforma en animales
Jeremías Luciano Mogollón Gómez
7 años | Institución Educativa San Antonio de Prado Medellín
Hubo una vez un hombre que se hizo una prueba de ADN para saber sobre sus antepasados, y los doctores descubrieron que era 50% superhéroe, pero no le dijeron nada. Pasó cierto tiempo y el hombre empezó a sentir cosas extrañas en su cuerpo y, después de unos días, descubrió que se podía transformar en cualquier animal y se sintió muy infeliz.
Pensó entonces en cómo ayudar a las personas con sus poderes. La primera vez que los usó fue cuando vio a un niño que se subió a un árbol y no pudo bajarse. Al ver el peligro, el hombre se convirtió en gran jirafa y se acercó al árbol y el niño bajó deslizándose por su largo cuello. En otra ocasión, unos ladrones acosaban a una anciana para robar su bolso y nuestro héroe se convirtió en un perro salvaje para ahuyentar a los malhechores mostrándoles su horrible dentadura. Días después, se transformó en un hermoso delfín y salvó a dos niños que se ahogaban en la playa.
Pasó el tiempo y el hombre empezó a sentirse más seguro de sus poderes. Una tarde, cuando estaba escuchando las noticias para encontrar más personas para ayudar, se enteró de que una familia se había perdido en el bosque y todos los integrantes estaban pasando mucha hambre y sed. Aunque los habían buscado por días enteros, nadie sabía del paradero
de ellos. Entonces nuestro héroe se convirtió en un águila y los rescató en el bosque.
“¡Nos salvaste, eres un gran héroe!”, le decían las personas muy agradecidas.
Desde entonces nuestro héroe animal y hombre fue muy feliz por hacer el bien a otras personas.
[Finalista]
Lástima que estaba en otro planeta
Samantha Osorio Pérez
Colegio
Empresarial
San
Antonio de Prado, Medellín
Yo era una hermosa niña de 9 años y un día me sentí solitaria e intranquila en mi cuarto. No me hallaba, estaba desesperada y no sabía qué hacer; no sabía qué pasaba conmigo, sentía una ansiedad y unas ganas no sé ni de qué... Era un malestar en mi cabeza y el estómago me hacía ¡prummm!, ¡prummm!, ¡prummm! De repente, sentí que se me venía la sangre por la nariz, y yo muy asustada llamé a los gritos a mi mamá, pero ella estaba bañándose mientras escuchaba música y no lograba escucharme...
Mis gritos eran tan fuertes que mi vecino llegó a casa asustado y tocó el timbre. Logré salir de mi cuarto llena de sangre y, muy nerviosa, le abrí la puerta. Al verme así, don Mercurio se angustió, me sentó en el mueble y comenzó a tocarle la puerta del baño a mi mamá para llevarme papel y limpiarme la sangre. En esas mamá Luna salió del baño y me preguntó:
—Venus, hija, ¿qué te ha pasado? ¿Por qué no me dijiste nada?
—Mamá, te estuve llamando y no escuchabas —le respondí yo asustada—. Entonces don Mercurio, el vecino, escuchó mis gritos y pasó a mirar qué ocurría.
Los dos, muy preocupados por lo que sucedía conmigo, decidieron llevarme al hospital. Cuando el doctor me revisó me dejó hospitalizada y me ordenó muchos exámenes.
Dos días después el doctor pasó al cuarto donde me encontraba, me saludó y me leyó los resultados de los exámenes. Yo en ese momento no sabía qué estaba sucediendo. No entendía absolutamente nada de lo que el doctor hablaba y, al instante, mi mamá comenzó a llorar... Yo sentí que algo malo estaba pasando conmigo.
Desde ese día mi vida cambió, ya que empecé a convivir con esta enfermedad llamada leucemia. Yo era muy pequeña para estar batallando con todo esto, pero con el apoyo de mi mamá Luna y de mi papá Sol pude ir a ver las estrellas y la vida de otro color.
Don Mercurio, mi vecino, se convirtió en un abuelo para mí y fue un gran apoyo en todo mi proceso. Iba a mi casa, jugábamos juntos, salíamos a caminar con mi papá y mi mamá, me cuidaba, me daba la comida y veíamos películas. Pero… cierto día me empecé a sentir otra vez muy sola, ya no quería hacer nada, no quería ver a don Mercurio, no me daban ganas de comer, me la pasaba acostada, tampoco iba a la escuela, todo me daba rabia, no quería bañarme ni peinarme, todo esto se había vuelto muy normal para mí.
Mi mamá y mi papá, muy preocupados, llevaron a mis amigos a casa para que yo jugara con ellos. Cuando llegaron Plutón, Neptuno y Marte, que era mi mejor amiga, me puse muy feliz, me levanté de la cama y le dije a mamá que me prestará un cepillo para que Marte me peinara como normalmente lo hacía cuando jugábamos. Le dije a papá, a mamá y a todos mis amigos que me quería ver preciosa, pero sucedió algo inesperado: mi cabello se empezó a caer por montones. Lloré mucho, nada me consolaba. Nuevamente quería estar sola, no quería ver a nadie. Decidí echarlos a todos de casa y quedarme en mi cuarto desordenado.
Papá se tenía que ir a trabajar y mamá no sabía qué hacer conmigo, no sabían cómo más ayudarme. A las 2:05 de la tarde, tocaron la puerta de la casa, había llegado una entrega muy especial que decía: “De esta saldrás, Venus, eres una
grandiosa niña y mereces siempre ser feliz. Tú eres capaz, lo lograrás. Acá te envío este regalo para que te acompañe siempre, cuídalos, que ellos te darán muchas sonrisas”.
Cuando destapé el regalo, escuché un ladrido y un ronroneo. Mi papá me había enviado un perrito y un gatico para que me acompañaran y, de la emoción, comencé a brincar muy alto. Mi sonrisa era de oreja a oreja y mi mamá celebraba conmigo tanta emoción. Mamá cogió el perrito y yo a la gatica, nos sentamos y comenzamos a pensar en sus nombres. Pensamos toda la tarde, y cuando llegó la noche papá regresó a casa y entre todos elegimos los nombres de mis dos nuevos amigos. Al perrito lo llamamos Urano y a la gatica le pusimos Tierra. Pero esa no fue la única sorpresa del día; esa misma noche don Mercurio nos acompañó a cenar para celebrar la llegada de las dos mascotas.
Apenas llegó a casa don Urano dijo:
—¡Sorpresa para Venus!, ¡acá te traigo otro regalo!, pensé que era el único que te iba a dar un regalo, pero vaya sorpresa la de tu papá Sol.
Muy emocionada destapé el regalo de don Mercurio y saqué una muñeca enorme, pero cuando la vi me desencanté, porque la muñeca no tenía pelo. Un poco triste y enojada dije: —Gracias, don Mercurio, la llamaré Júpiter. Veo que está calva como yo me estoy quedando.
Todos se miraron a los ojos, pensativos y a la vez felices, ya que me había cambiado la cara con sus regalos. Terminamos de cenar y nos fuimos a dormir.
Al otro día nos levantamos para ir a la cita y a la terapia... Me había hecho muy bien tener una compañía, me había despertado muy feliz. Cuando mi mamá y yo llegamos al hospital nos recibió el doctor Saturno, quien se estaba encargando de mi tratamiento. Yo muy activa le conté al doctor que mi papá me había regalado a Urano y a Tierra para que me acompañaran, y que don Mercurio me había dado una muñeca sin cabello y que le había puesto como nombre Júpiter.
Mi enfermedad evolucionaba cada vez más rápido, por eso tenía que ir cuatro veces a la semana a terapia. Estaba muy cansada y desanimaba porque la terapia me dejaba muy mareada y me daba ganas de vomitar. Veintinueve días después de haber empezado el tratamiento se me cayó por completo el cabello y yo ya no quería salir a ninguna parte. El doctor iba hasta casa y me hacía las terapias, pero llegó un día en que me tuvieron que hacer nuevamente un examen, así que me llevaron al centro médico. Estando allí me metieron en una cápsula y sentí que viajaba en un cohete espacial.
Mientras estaba dormida para el examen, soñaba con ir al espacio. Me imaginaba rodeada de estrellas y nebulosas que dibujaban hermosas constelaciones que adornaban a mi hermosa familia. En ese sueño yo era la pequeña Venus.
Tiempo después, en el décimo piso de un reconocido edificio de la ciudad, me encontraba con mi madre Luna esperando una cita con el doctor. Mientras nos llamaban me puse a observar detalladamente lo que sucedía a mi alrededor y vi a un hermoso niño con una sonrisa genuina y simpática que me llamó mucho la atención, era como si lo conociera desde antes. De repente se me arrimó y me dio la mano.
—Me llamo Kepler. ¿Quieres ser mi amiga? —se presentó.
—¡Me confundo con tu nombre, pero por supuesto que quiero ser tu amiga, Kepler! —le respondí—. Me llamo Venus y ella es mi mamá Luna.
—Es fantástico e increíble que se llamen como los planetas —dijo él—, porque mi padre es Saturno y mi madre es una hermosa astronauta llamada Gliese.
Compartimos mientras esperábamos al doctor Saturno y los nervios se fueron cuando comenzamos a danzar dando hermosos giros como si fuéramos trompos. Sí, señores y señoritas, los dos éramos como almas gemelas con una afinidad absoluta.
Nuestra pasión por el baile nos llevó a seguir viéndonos y también soñando, ya que Kepler era un grandioso bailarín
de ballet y yo tampoco me quedaba atrás. Motivada por él, decidí presentarme a la escuela de baile y audicionar para poder practicar juntos.
Dieciocho días después llegaron las tan anheladas audiciones y yo estaba más que lista. Aunque por un momento me llené de nervios y mis piernitas empezaron a temblar y mis manos a sudar, Kepler llegó a apoyarme con su mamá Gliese y su papá Saturno, y, al fin, logré bailar. Una hora después salió el profesor Planetario a darnos la noticia: podía iniciar mis ensayos en compañía de Kepler. Salimos del teatro todos juntos a celebrar a las afueras de la ciudad. Compartimos y disfrutamos de una deliciosa cena en la que cruzamos palabras de felicidad, tristeza, angustia y miles de experiencias.
Kepler y yo empezamos a asistir diariamente a nuestros ensayos de ballet, con disciplina y mucho compromiso. Ese era uno de nuestros sueños más valiosos, ensayábamos a un ritmo cada vez mayor e hicimos que el ballet sacara nuestra mejor versión, pues se había convertido en la cura para nuestra enfermedad.
Poco a poco nos convertimos en los mejores bailarines y un día nos dijeron que habíamos sido elegidos para viajar muy lejos a un teatro llamado El Espacio. Nuestras caras de felicidad hablaban por sí solas; entre risas nerviosas los dos lloramos de la emoción.
Continuamos ensayando todos los días hasta que llegó el gran día del viaje. Pensamos que montaríamos por primera vez en un avión, pero resulta que no fue así. Nos informaron que viajaríamos con nuestras familias en un cohete espacial al lugar donde pertenecíamos todos. Allá nos volveríamos a encontrar con don Mercurio y el resto de nuestros vecinos, con Marte mi mejor amiga y con mis dos amigos Neptuno y Plutón.
Finalmente viajamos al teatro El Espacio y descubrimos un nuevo mundo que era habitado únicamente por nosotros.
Allí Kepler y yo cumplimos nuestro mayor sueño de bailar al ritmo del Grand Jete con melodiosas variaciones, abrazando las estrellas y rodeados de hermosas constelaciones como un día lo soñé.
Y, Colorín Colorado, los planetas nuevos han llegado. Zapatito roto, los nuevos planetas descubrirán otros.
[Finalista]
El bolso misterioso
Emili Lara Cano
7 años | Institución Educativa San Antonio de Prado Medellín
Había una vez una niña llamada Mía que salía todas las mañanas a caminar y explorar el campo. A ella le gustaba ver cómo el hermoso jardín amanecía todos los días con nuevas y coloridas flores.
En uno de tantos días, Mía vio algo extraño dentro de un arbusto lleno de muchas flores. Se acercó despacio a observar qué era lo que había allí, y quedó muy sorprendida cuando descubrió un bolso misterioso. Al tocar las flores Mía se dio cuenta de que el bolso brillaba y se iluminaba del mismo color de las flores, así que lo abrió para mirar qué había adentro. Al abrir el bolso Mía se encontró con unas hermosas abejas y muchas especies de semillas, y descubrió que las abejas cultivaban dentro del mismo bolso. De todo lo que más extraño le pareció fue cómo había diminutas flores vivas en ese espacio. Mía decidió llevarse el bolso a casa para regar las semillas en el jardín de su casa y así poderlas ver de cerca. Desde entonces Mía ya no quiso salir a caminar al campo. Una mañana, cuando se levantó y fue al jardín de su casa, notó que las abejas no salían del bolso y que las semillas y las flores que había plantado no crecían y se veían marchitas. Se imaginó que era por el cambio de lugar y que por eso ya no florecían igual.
Mía decidió ir de nuevo al campo a ver cómo estaban las flores. Cuando llegó se asombró al ver que todas las plantas de aquel jardín que ella visitaba en las mañanas estaban secas y marchitas. Luego fue al lugar donde había encontrado el bolso y se asustó porque las flores ya no existían, ya eran unos palos secos. Entonces se le ocurrió la idea de ir a casa por el bolso misterioso y ponerlo exactamente en el mismo lugar donde lo había encontrado. Pero nada pasó. Se regresó muy triste a casa porque ya no iba a volver a ver flores ni en el jardín de su casa ni en el campo cuando se levantara a caminar todas las mañanas.
Pasaron los días y una mañana muy soleada Mía decidió regresar al campo a mirar cómo estaba el jardín. Al llegar allí se encontró con una gran sorpresa: todo lo que estaba marchito y seco había vuelto a la normalidad. En aquel jardín todo era cada vez más hermoso. Mía vio cómo el bolso misterioso alumbraba nuevamente con colores muy intensos y preciosos, iluminando todas las plantas. También vio cómo las abejas se posaban en cada flor, salían a cantar los pájaros y revoloteaban las mariposas haciendo homenaje al encantador jardín y al bolso misterioso que por fin había regresado.
[Finalista]
La reina
Mariana Díaz Pérez
9 años | Centro Educativo Rural El Limón Uramita, Antioquia
Había una vez, en un hermoso bosque que tenía mucha vegetación, flores y agua, un gran hormiguero. Y como en todo hormiguero no podía faltar la hormiga reina, pero esta hormiga, a pesar de ser la reina, vivía infeliz y muy cansada, porque le tocaba poner muchos huevos durante el día y, por lo tanto, no podía salir a disfrutar de todo lo que le brindaba la naturaleza.
La hormiga reina tenía una amiga lombriz con la cual compartía algunos pequeños momentos. Mientras la reina le contaba a la lombriz de su amargura viviendo aquella vida de tanto encierro, la lombriz le hablaba a ella de sus aventuras en la superficie y de lo hermoso que era afuera.
Un día, en medio de su desespero y su aburrición, la hormiga reina empezó a poner muchos huevos y, de repente, notó que cinco de ellos eran muy hermosos, entonces les pidió a sus hormigas obreras que los cuidaran con mucho amor y excelente comida. Pasó el tiempo y nacieron cinco hermosas reinas. La reina pensó que una de ellas la podía reemplazar, pero, oh, sorpresa, las reinas jóvenes partieron del hormiguero llevándose unos machos para iniciar sus propios nidos.
Muy triste la reina rompió en llanto al recordar su realidad, pero, como siempre, su amiga la lombriz estaba ahí para consolarla. Después de pensar en muchas ideas a la lombriz se le ocurrió
construir un túnel secreto para que su amiga la hormiga se escapara del encierro.
Desde aquel día estas amigas salen por el túnel secreto a disfrutar de la naturaleza y sus maravillas.
[Finalista]
Kalurr: un dragón que aprendió a volar
Santiago Misas Cardona 9 años | Cosmo School Bello, Antioquia
Había una vez un dragón que vivió miles de años; su nombre era Kalurr.
Kalurr nació con una rareza: tenía tres cuernos. Eso lo hacía diferente de todos los dragones. Kalurr vivía solo en la parte pobre del reino. Cuando estaba aprendiendo a volar, los otros dragones jóvenes se burlaban de él. Siempre fue el dragón diferente de su reino. No tenía amigos ni padres.
Kalurr tuvo que ir a academia para aprender a volar. En esa academia el lema era: “Extiende tus alas para volar”. Allí eran muy exigentes y los profesores consideraban que él era el peor estudiante y siempre lo rechazaban. Una noche que Kalurr llegó de la academia, un dragón alfa lo estaba esperando en su casa. Ese dragón lo quiso ayudar a volar, pero después de mucho enseñarle se rindió y dejó de enseñarle.
—Niño, tú eres un caso perdido, no sirves para nada, eres de los pocos de este reino que no ha logrado volar —le dijo el dragón alfa. —De entre todos solo cuatro dragones no lo han logrado y tú eres el quinto. La única manera en que lograrás volar es yendo al templo del dragón Rey del vuelo, que se encuentra ubicado en las montañas del bazar. Pero debes saber que no todos logran llegar allí con vida. Aquellos que lo logran, nunca regresan, ya que en ese templo se encuentra un dragón custodio de aliento de lava.
»Debes saber que esa especie de dragón solo pone un huevo cada milenio. Si ese dragón tiene en su poder el huevo, eso quiere decir que le queda poco tiempo de vida y estará más débil; pero en el momento de su muerte el huevo va a eclosionar y ocasionará una explosión que se escuchará en los diez reinos. El bazar se encuentra en medio de los diez reinos, lo que ocasiona que la explosión desborde los ríos y cause mucho daño. Debes tener cuidado y ser muy cauteloso.
»Si logras llegar al templo sano y salvo, te encontrarás con un dragón dorado con escamas tan brillantes como el oro.
Ese dragón te recibirá y entrenará.
Kalurr decidió ir al templo del dragón Rey. Allí reconoció a diferentes dragones aún más débiles que él y al dragón aliento de lava. Ese dragón tenía en su poder el huevo, que no había eclosionado. Kalurr recordó todo lo que el dragón alfa le había contado, se concentró y logró vencer al dragón aliento de lava. A los segundos el huevo se abrió saliendo de él un hermoso bebé dragón que lo miró con ojos de amor. El dragón bebé aún no tenía poderes.
Kalurr decidió marcharse con el pequeño dragón, y al llegar al tempo del dragón Rey de escamas doradas le entregó el dragón bebé. El Rey quedó asombrado del gran poder que veía en los ojos de Kalurr y decidió acogerlo. Le brindó agua, comida y un lugar donde dormir. Al siguiente día inició su entrenamiento.
Pasaron los días y el dragón de escamas dorada se sentía cada vez más emocionado y orgulloso de todo lo que Kalurr estaba logrando. Una mañana Kalurr logró volar muy alto y extendió sus alas completamente. En ese momento el dragón Rey comprendió que aquel dragón distinto que un día llegó a su templo ya estaba listo para volver a su hogar.
Después de varios años fuera de su reino, Kalurr se despidió de su maestro, aquel que confió en él y le enseñó a volar.
A su paso también se despidió de aquel dragón aliento de lava que vio nacer y al que volvió su mejor amigo.
Al llegar a su reino todos se sorprendieron porque nunca imaginaron que Kalurr seguía vivo y que había aprendido a volar. Pero quien quedó más sorprendido fue aquel dragón alfa, el mismo que un día no confió en el poder de Kallur. El dragón alfa lo saludó y le pidió disculpas por todo lo que le había dicho en el pasado. Kalurr lo disculpó y le dijo que no había que despreciar a las personas por ser diferentes.
Lo que Kalurr no sabía es que a su regreso otro dragón lo siguió hasta su reino e inició una pelea. Ese dragón enemigo había sido rechazado por el dragón Rey y tenía envidia de todo lo que Kalurr había aprendido. Pero Kalurr lo venció y lo expulsó de su reino.
Todos los dragones del reino se sintieron muy orgullosos de Kalurr y le pidieron perdón por haberlo rechazado, lo felicitaron por aprender a volar y le dijeron que querían conocerlo y así ser grandes amigos. Kalurr les dijo que los perdonaba y que podían ser amigos. Con el tiempo, Kalurr se volvió maestro y le enseñó a los más jóvenes de su reino todos los secretos compartidos por el dragón Rey.
[Finalista]
La casa del duende
Susana Palacio Paniagua
10 años | Institución Educativa Horacio Betancur Medellín
Esta es la historia de una familia que venía de un lugar muy lejano.
Un día esta familia decidió irse a vivir a una ciudad llamada Medellín. Allí encontraron un gran edificio donde podían quedarse. La dueña, la señora Tatiana, les mostró el apartamento y ellos se pusieron muy contentos.
Pero cuando entraron a la casa empezaron a sentir ruidos extraños. Doña Julia, que era la madre de la familia y la compradora del apartamento, empezó a investigar qué era lo que pasaba, pero en ese momento las puertas se cerraron y quedó encerrada.
La única que sabía la historia era la señora Tatiana. Resulta que en aquel lugar vivía un duende, quien no quería compartir el apartamento con nadie, pues se sentía muy a gusto ahí. Por esta razón, todos los que querían comprar esta vivienda sufrían de las maldades del travieso duende, que hacía que se aburrieran y desocuparan rápido el lugar.
Doña Tatiana decidió hacer un compromiso con el duende: la familia inquilina se quedaría por un determinado tiempo y luego se retiraría para que el duende pudiera estar solo otra vez. El duende aceptó la propuesta y dejó tranquila a la familia una semana.
Cuando empezó la segunda semana, el duende estaba muy aburrido, tenía ganas de molestar a sus inquilinos, así que empezó a destender las camas, a desordenar los trastes, a perseguir el gato y a abrir las ventanas y las cortinas. La señora Julia estaba muy cansada de todo esto, así que llamó a doña Tatiana para que cuadraran todo.
La señora Tatiana tuvo que confesarle a doña Julia que había un duende en el apartamento. El problema es que la familia inquilina no tenía dónde más ir y algo tenían qué hacer. Las dos mujeres hablaron sobre la situación del duende y realizaron un trato: doña Tatiana tendría que descontar un poquito del dinero para que doña Julia pudiera ahorrar e irse a otra casa.
Pasaron los días y doña Julia, su hija y el gato se acostumbraron a esta situación. La niña empezó a dejarle muchos regalos al duende. Un día incluso pudo escuchar la voz del duende y se puso muy feliz. Hasta le hizo un dibujo de cómo se lo imaginaba y después hizo ese mismo dibujo en plastilina. Cuando llegó la noche el duende fue a visitar a la niña y, al ver la plastilina, la moldeó hasta que quedó igual a él, se despidió de la niña y se fue a dormir.
El duende no sabía qué pasaba, sentía que empezaba a tenerle cariño a la niña, pero él era frío por dentro, sus sentimientos eran muy tristes. Días después decidió ayudarle a hacer todas las cosas a la niña y a su mamá. Poco a poco la niña aprendió a hablar con el duende, y pudo escuchar su historia. Fue algo asombroso. Ella empezó a entender por qué el duende hacía maldades y vio que él era distinto con ella.
La pequeña niña le contó la historia del duende a su mamá y doña Julia por fin empezó a ponerse en los zapatos del duende. Le dijo que lo entendía y que lo perdonaba por todo lo que había hecho, y le agradeció por cuidar a su hija. Esas palabras dejaron al duende con el corazón roto de felicidad.
El duende, la niña, su mamá y el gato estaban tan contentos de vivir juntos que cuando se terminó el contrato del
arriendo doña Julia no quería abandonar la casa. Pidió un préstamo al banco y se compró el apartamento para poder estar ahí con su familia.
Fue así como el duende, la señora Julia y su familia vivieron felices para siempre.
[Ganador Categoría 1 / Cómic]
La gran aventura de Dino
Omar Jerónimo Alcaraz
10 años | Institución Educativa María de los Ángeles Cano Márquez Medellín
[Ganador Categoría 1 / Audio]
La guerra de los árboles
Nicolás Alejandro Riaño Rincón
10 años | Institución Educativa Lola González
Medellín
[ https://on.soundcloud.com/EvthejNjLPzhevS29 ]
[Ganador Categoría 1 / Audio]
La mariposa espacial
Demian Murakami Teraccaya Rodríguez Rincón
10 años | Institución Educativa Lola González Medellín
[ https://on.soundcloud.com/fFL2ra1rRJoZ8Amg6 ]
C ategoría ii (de 11 a 13 años)
[ Cuento Ganador ]
Hola, Lily
Sofía Martínez
12 años | Colegio Empresarial
Medellín
Lunes 15 de julio de 1946
Hola, Lily:
Hoy ha sido un día muy frío y despejado, no hay nadie afuera. Yo estoy en mi cama muy tranquila y calentita, no me he movido para nada; no sé si sepas, pero mis padres no me dejan salir o despertarme muy temprano, dicen que es muy peligroso, entonces estoy aquí en mi cama esperando a que ellos se despierten para desayunar juntos.
Fui a la escuela en bici y en mi clase vi a un chico muy guapo. Se llama Brayan, tiene 14 años y cumple en octubre. Pienso darle un regalo, aunque falte mucho para ello.
Me tengo que ir, hasta mañana.
Tuya: Margot.
Hola, Lily:
Martes 23 de Julio de 1946
Hoy tuve una cita médica, me sacaron sangre porque últimamente me he sentido mal, por eso no te había escrito.
En el colegio hice una amiga. Se llama Angie, es nueva y me pidió ser su amiga. Me puse feliz porque yo jamás había tenido una amiga. Todos dicen que soy muy rara, fea y nerd. Eso me pone triste, porque intento hacer amigos… y nada.
Pero hoy fue un gran día.
Chao, Lily.
Tuya: Margot.
Viernes 16 de agosto de 1946
Hola, Lily:
Perdón por no haberte contado cosas, pero es que estoy muy enferma y estuve en el hospital todo este tiempo. Hoy salí y vine a contarte que me diagnosticaron cáncer de pulmón tipo 1. Estoy en tratamiento, mi familia está muy triste, yo también, pero debo disfrutar, así me quede poco tiempo.
Angie dejó de ser mi amiga cuando le conté esto, ya no tengo amigos en la escuela; Angie les contó a todos de mi enfermedad. Ya no quiero ir a la escuela porque se burlarán de mí.
Chao, Lily.
Tuya: Margot.
Sábado 14 de septiembre de 1946
Hola, Lily:
No te conté, pero mi familia y yo nos vamos a mudar… Es una casa muy linda, lejos de la vieja. Espero que allá sí me acepten como soy y que, así no consiga amigos ni amigas, no se rían de mí.
Chao, Lily.
Tuya: Margot.
Hola, Lily:
Miércoles 31 de agosto de 1946
Hola, Lily:
Hoy entré al colegio y no pasó nada. Hasta que vi a Angie besando a Brayan, y me sentí muy mal porque Angie gritó: “Miren, la enferma”. Salí corriendo al baño para llorar. No podía aguantar ese dolor de ser rechazada por una persona a la cual llamé amiga un tiempo. Todos se rieron de mí. Creí que Brayan era respetuoso, generoso, pero ahora pienso lo contrario. ¿Por qué no puedo ser una persona normal a la que la gente quiera y admire? No quiero volver a esa escuela, pero toca.
Hasta mañana, Lily.
Tuya: Margot.
Domingo 15 de septiembre de 1946
Ya llegamos a la casa nueva y me encanta. Tiene un patio muy lindo lleno de flores y tenemos vecinos muy queridos. La hija de la vecina quiso ser mi amiga y yo le conté de mi enfermedad y dijo que no importaba, que seríamos las mejores amigas del mundo. Mi madre me dijo que iré a la misma escuela que ella. Me emocioné porque el primer día hice una amiga, y le conté de ti, me dijo que un día te saludaría.
Iré a jugar con ella.
Hasta mañana, Lily.
Tuya: Margot
Hola, Lily:
Viernes 20 de septiembre de 1946
Poco a poco me siento mejor. He estado en terapias y la doctora dijo que estoy mejorando. Que hay posibilidad de recuperarme. Que solo siga el proceso. También dijo que no se
me quitaría la enfermedad del todo, pero que con el tratamiento ya no sería tan grave. ¿Te acuerdas de mi amiga Kelly? Tiene 12 años, cumple el 2 de mayo y su color favorito es el azul.
Chao, Lily.
Tuya: Margot.
Hola, Lily:
Lunes 23 de septiembre de 1946
Hoy fue mi primer día de clases e hice amigos. No creas que te voy a cambiar por ellos, tú eres primero.
Siento que las cosas cambiaron cuando nos mudamos. Estoy muy agradecida con mis padres por llevarme a un lugar seguro donde pude seguir mis estudios y sentirme querida. Me tengo que ir.
Chao, Lily.
Tuya: Margot.
[Finalista]
La biblioteca de mil sueños
Sarai González Quirós
Institución Educativa Alfonso Upegui Orozco Medellín
Naomi es una jovencita un poco reservada, no tiene muchos amigos y a veces ni con quién hablar. Siempre que va a la biblioteca mira inquieta un gran cuadro de colores brillantes y llamativos que dice “Mil sueños”, al lado de un botón rojo, pequeño y redondo. A veces lo quiere apretar... Un día, estando allí casi a la hora de la salida, un hombre alto, vestido de negro y con un gran paraguas, le dijo: “No olvides tus sueños”.
Naomi se quedó toda la noche pensando en aquello que el misterioso hombre le había dicho. En la mañana comió un delicioso plato de cereales con leche, y salió… Cuando llegó a la biblioteca saludó a Susana Verdes, una niña de su barrio que soñaba con ir a Brasil y volver a ver a su padre. Naomi entró a la biblioteca. El edificio estaba solo y ella sentía que al pasar por los pasillos los libros le decían: “Entra, Naomi, entra”.
Naomi, decidida, tomó fuerzas... Apretó el botón mientras que en su mente sonaba una canción de suspenso, y una gran puerta se abrió. “¿Una biblioteca?”, exclamó confundida. Naomi tomó un libro que estaba en la estantería y que tenía el nombre de un tipo del pueblo, don Juancho, el de la tienda. El sueño de don Juancho era ganarse la lotería y con ese
dinero mandar a su hija mayor a la universidad. Después de haber leído todo el libro, Naomi salió confundida del lugar y de un momento a otro escuchó un grito que venía de afuera. Era don Juancho emocionado porque se había ganado la lotería.
Naomi regresó corriendo a la biblioteca y contó todos los libros. ¡Había mil libros! Leería todos los libros. Ella solo quería que todos los sueños se hicieran realidad. Al cabo de dos semanas había leído la mayoría de los libros: el de Camil, el de Freddie y más… Solo que cada vez estaba más cansada. El hombre misterioso llegó una vez más y le dijo: “Naomi, no te olvides de tus sueños”.
[Finalista]
El bucle del alma perdida: la historia de una conexión en la oscuridad
Maia Roxanna Cuenca León 13 años | Institución Educativa José Asunción Silva Medellín
Era la vez número… ¿84?, ¿o más? No lo sabía, y ya ni siquiera podía recordar cuánto tiempo había pasado desde el accidente. Siempre lo mismo: su cuerpo atravesado por una vara retorcida en el pecho, en lo más profundo, doloroso y agonizante. La muerte. El bucle. El sufrimiento. El bucle eterno de la muerte. El niño cerró los ojos y se preparó para el impacto una vez más. Pero esta vez algo era diferente, había algo extraño allí...
El niño estaba acostumbrado a ese dolor, a esa agonía, a esa oscuridad y a ese maldito bucle sin fin. Pero esta vez algo le hizo abrir los ojos con sorpresa. No sintió los autos a su alrededor. No hubo ruido, no sintió el impacto de la vara en su pecho, no hubo dolor. Solo silencio... y un caballo marrón frente a él, mirándolo fijamente.
El niño se incorporó, aún sorprendido por el cambio de entorno. El silencio lo envolvía por completo y el caballo seguía al frente, inmóvil, observando con seriedad, penetrando con la mirada su alma. El niño intentó recordar cuánto tiempo había pasado por ese bucle sin fin, pero ya no podía… No podía recordar cuántos años había estado sin escuchar la voz de alguien, sin ver a otra persona. Solo estaba consciente del dolor en su pecho y de la presencia de ese caballo...
El niño decidió acercarse al caballo, cauteloso. Su mente estaba llena de preguntas, pero el único sonido que podía percibir era el latido de su propio corazón. Se detuvo frente al caballo y notó algo en su mirada. No había compasión ni piedad, solo un gesto sombrío y oscuro... Una sensación de tristeza y nostalgia, un instinto de protección…
El niño se mantuvo frente al caballo, intentando descubrir qué significaban esas emociones en su mirada. Sabía que ese caballo no era un simple animal, sino algo más, ¿un ángel?
El silencio los envolvió una vez más y el niño se atrevió a posar su mano en el cuello del caballo. Sintió un escalofrío que recorrió su espina dorsal, una sensación de calidez que había olvidado…
El niño mantuvo su mano en el cuello del caballo y empezó a notar cómo el animal se encontraba tranquilo, firme, como si estuviera esperando un próximo paso. No sabía cómo actuar, sin embargo, la presencia del caballo ejercía un poder misterioso sobre él. El chico intentó hablarle, pero solo un suspiro salió de sus labios, no podía formular sus palabras.
El caballo siguió inmóvil, expectante. ¿Qué iba a pasar ahora?
El niño retiró su mano y miró a los ojos del caballo un último momento. Sentía que no necesitaba hablar, que el animal sabía lo que él quería, lo que él sentía, su dolor, su agonía. Aun así, el silencio era denso, fuerte, casi palpable y visible en el ambiente. El caballo bajó ligeramente la cabeza, como si estuviera invitando al niño a montarlo.
El niño, un poco torpe pero cuidadoso, se subió al lomo del caballo. Por un momento sintió el desequilibrio, pero pronto se acostumbró y se aferró con firmeza. El caballo no se inmutó, siguió inmóvil unos segundos más, y finalmente dio un paso hacia adelante, avanzando por aquella fría y sola ciudad.
El niño se aferró fuerte al lomo del caballo, sintiendo un temblor en cada paso del animal. Su mente seguía llena de imágenes de dolor y muerte de ese bucle sin fin en el que vivía. Lo había olvidado por un momento, pero ahora, que estaba
montado en el lomo del caballito, las escenas llegaban de golpe a su mente, haciéndolo sufrir. Los accidentes, el dolor, el paso continuo de la muerte y de la vida, una y otra vez, la sangre, el maldito dolor que le quitó la vida…
Mientras el niño viajaba montado en el caballo, su mente volvió a aquellos primeros momentos, cuando apenas había comenzado aquel tranquilo paseo que terminó en tragedia. El chico volvió a recordar la primera vez que murió, atravesado por una vara en el pecho. La desesperación y el dolor fueron tan intensos como entonces. Era como si todo estuviera sucediendo de nuevo, como si pudiera sentir el impacto de aquella vara retorcida atravesando su pecho una vez más. Su cuerpo temblaba ligeramente, pero seguía aferrado al lomo del caballo; sentía que si se soltaba volvería a aquel dolor.
El caballo seguía avanzando, adentrándose en el túnel que estaba lleno de autos chocados y sangre derramada. El niño, montado en el caballo, abrió los ojos y vio la escena que se revelaba ante él. Lo que había visto anteriormente innumerables veces, una vez más estaba ante sus ojos, esta vez más nítido que nunca, esta vez en tercera persona, viendo el accidente desde afuera. El dolor y la desesperación aumentaban en él, pero se suponía que debía mantener el control, no solo por él mismo, sino por el misterioso animal que lo estaba guiando, no quería asustarlo.
El niño observaba con horror las escenas de muerte y destrucción en el túnel. El olor a sangre y a llanta quemada lo envolvieron, y el sonido de los metales retorcidos retumbó en sus oídos. Sentía que iba a volver a experimentar el dolor y la muerte, pero el caballo no se detuvo y siguió avanzando a través del túnel abarrotado y oscuro, no lo dejaría caer en la oscuridad, no esta vez…
A cada paso del caballo, el niño sentía una mezcla de nostalgia y tristeza. Todo lo que había visto y vivido tantas veces le atravesaba como un espasmo. Sabía que ese bucle no podía continuar así, que debía terminarse, pero no podía ver una
salida posible, no… No sabía cómo salir. El niño se aferró aún más al lomo del caballo, sintiéndose pequeño y atrapado, el silencio se apoderó de nuevo del lugar, de aquel oscuro túnel al que siempre temió.
El caballo, sin previo aviso, aceleró el paso. El niño no esperaba este comportamiento y, desconcertado, se aferró con fuerza, intentando no hacerle daño al caballo. Entonces una sensación de peligro atravesó su cuerpo. No sabía qué era, pero sintió que algo iba a ocurrir y que debía estar preparado. El niño se aferró más al caballo, sintiendo su cuerpo en tensión y su pulso latiendo con intensidad. No podía identificar el origen del peligro que se acercaba, pero sentía que estaba allí, en las sombras, en el inmenso silencio que lo atormentaba. El caballo siguió avanzando a toda velocidad, el peligro cada vez era más cercano…, pero… ¿qué peligro? Solo estaban él y aquel caballo marrón en ese lugar.
A medida que se acercaban al final del túnel, el niño notaba algo diferente. Comenzó a escuchar voces familiares, voces que no había escuchado en mucho tiempo, una combinación de nostalgia y tristeza. Eran las voces de su familia, de sus amigos, pero aún estaban muy lejos, como si estuvieran al otro lado de un abismo que no podía alcanzar… Ese abismo que lo tragó y lo hizo vivir un bucle de sufrimiento, donde solo escuchaba una y otra vez el sonido del choque, el sonido de las llamas... Esos pensamientos solo hacían que el niño deseara con todas sus fuerzas el final de ese sufrimiento, mientras que de sus ojos comenzaban a caer pequeñas lágrimas, que cada vez se hacían más grandes al recordar su cuerpo lleno de sangre, con vidrios incrustados… ¿Eso no era mucho para un niño de 12 años?... Él no se atrevía a mirar hacia atrás, sentía que si lo hacía se vería a sí mismo muerto otra vez.
El caballo frenó su velocidad, el niño abrió los ojos y por fin vio cómo la luz llegaba. Ahora las lágrimas caían con más intensidad y el ambiente se tornaba cada vez más cálido, olvidando aquel frío y aquella niebla de ese lugar del accidente.
Cuánto había anhelado eso, pero no lo recordaba… Escuchaba débilmente el sonido de las olas chocando contra las piedras y la leve lluvia… ¿Por fin sería libre?
Al llegar a esa inmensa luz, al final del túnel, el caballo se detuvo, agachándose para que el niño bajara de su lomo. Al ver que la luz raramente no le encandelillaba los ojos, el niño sintió una calidez inexplicable y, en ese momento, un cariño inexplicable por el caballo.
El niño tomó la cuerda del caballo, pero el animal se quedó quieto. El niño miró para atrás y un sentimiento inmenso de tristeza lo invadió… Supo entonces que, si cruzaba, volvería a estar solo, pero escaparía de aquel bucle. Al mirar hacia atrás, logró visualizar a su familia llorando al frente de su cadáver ensangrentado, y los llantos y lamentos de su madre lo destrozaron. Él fue el único que murió allí. Las lágrimas volvieron a caer, pero él no quería creer en falsas ilusiones.
El niño quería comenzar una nueva historia junto a su nuevo amigo, aquel caballo marrón.
—No quiero ver el final del túnel sin ti. ¿Quién me asegura que no estaré solo otra vez? —susurró el niño con la voz entrecortada.
El caballo no emitió ningún sonido y el llanto del niño se intensificó. Intentó empujarlo hacia la luz, pero el caballo empezó a desvanecerse. Entonces los sollozos del niño se convirtieron en ecos de lo fuertes que eran.
—¡Por favor! Yo… yo no quiero estar solo… —rogó el niño mientras acariciaba la cabeza del caballo—. Por favor…
La luz se hacía cada vez más fuerte y el niño cerraba los ojos con fuerza para pedir que, por favor, no le arrebataran a su amigo. Mientras tanto, el sonido de las olas y de la lluvia se intensificaba…
Quizás pasaron el túnel, finalmente, o volvieron a aquel bucle juntos… Quién sabe. Al fin y al cabo, ellos eran los únicos allí, ellos reescribieron su historia, sus aventuras, pero… ¿Qué habría al final del túnel?
[Finalista]
La cotidianidad de la rosa
Violeta del Carmen Moncada Suárez
13 años
Yo siempre estoy ahí para aquellos que quieran verme, aunque no quieran verme. Los humanos no se fijan en mí, por mucho que lo intente, pero si me pongo a pensar en eso mis hojas se marchitarán… Mejor me levanto y preparo mis tallos para otro aburrido y monótono día en la floristería. Alzo mis pétalos y sacudo mis hojas para otra jornada de trabajo. Me dedico a esperar y observar. Aquí en la floristería no tengo muchos amigos, aunque lleve toda la vida viviendo en esta esquina. Las demás flores son compradas en cuanto un humano las mira, en cambio yo no, yo espero con paciencia a que mi tiempo llegue, y mientras eso no suceda seguiré enfadada. Me echo labial y me pongo bonita para los humanos que vendrán a admirarnos pronto. El sol está por salir y podremos bailar la danza que tanto hemos estado practicando estos últimos días. Yo agito mis pétalos mientras que un tenue rayo de sol recorre mi tallo. Aunque jamás me he visto en un espejo, el sol siempre comenta que soy la flor más bella. Yo me niego a creer que soy bella. No creo esas mentiras. Mejor vuelvo a repasar los pasos de nuestra danza en mi mente.
Observo las otras flores y pienso que son mucho más bellas que yo. Trato de acomodarme los pétalos para que me queden como los del bello lirio, o tal vez, pienso, podría teñirme las
puntas como la preciosa hortensia. Miro mis tallos y no sé qué hacer para ser más hermosa, como el girasol o la margarita que ya tienen brillo propio. Quisiera ser la flor más hermosa, la más amada, quisiera ser escogida por un humano. Pero eso no pasa, y mientras se me encharcan los ojos trato de pensar en momentos lindos que he vivido en esta floristería para calmarme. Reparo el bello y verdoso local en el que he estado toda mi vida: sin esas flores el lugar sería como un local cualquiera, paredes blancas, tablones de madera y esos extraños troncos que los humanos llaman “escritorios”. Este lugar es hermoso, y siento que sería aún más bello sin mí, porque todas las flores son muy atractivas y mi presencia solo sobra. Vienen entonces a mi mente todas las personas que han pasado por acá, todos sus problemas y todas las flores que se han llevado. Todas, todas menos yo. Como llevo tanto tiempo viviendo en esta floristería, he aprendido a observar.
Esta semana han venido tres hombres corpulentos a preguntar por peonias, y eso es muy normal porque, por alguna razón, los hombres adoran las peonias. El primer hombre compró un ramo. Las peonias normalmente significan amistad fuerte, pero en la tarjeta de ese hombre decía: “Me siento afortunado de tenerte, no puedo esperar para volverte a ver”.
Muy extraño, pensé yo. ¿Los humanos sienten cosas por los de su misma especie? Eso sí que es raro. ¿Ellos no tienen que preocuparse por quién los compra? Qué lindo ser un humano, sin preocupaciones, vivir muchos más años, sin rivalidades, y poder comprar flores para comunicar sentimientos. Ellos tienen una vida muy fácil: cuando otro ser de su especie se disgusta con ellos, por ejemplo, solo tienen que mandarle unos lirios blancos. En cambio, si alguna flor se disgustara conmigo, me odiaría por siempre, no estamos hechas como los humanos, no podemos transmitir nuestras emociones. Sigo pensando cosas. Una madre entra a comprarle unas margaritas a su hija y yo vuelvo al recuerdo vago que tengo de mi madre. Ella era una flor diferente, nunca había visto una
flor así. A mi madre la escogieron hace mucho tiempo, recuerdo que unos humanos la compraron diciendo que era “la flor del amor”. Pienso en sus grandes pétalos rojos y en esas espinas que nunca me dejaba tocar. Pensar en ella me pone triste, porque se la llevaron cuando yo era muy pequeña. Usualmente, cuando un humano compra una flor se lleva a la madre y a la hija, pero en mi caso no fue así. Yo quedé sola. Observo a las flores luciéndose para los compradores y una pequeña voz retumba en mi cabeza: “Son más bellas, más delicadas, nunca serás como ellas”. Otra vez las lágrimas empiezan a brotar de mis ojos y siento cómo van dejando su rastro por mi tallo.
Pronto me reincorporo porque vuelve a sonar la sutil campana que indica la llegada de un nuevo humano a comprar flores. Sigo triste, y por primera vez no tengo esperanza de que me lleven a un florero. Entra una mujer bella de rizos castaños, da unos cuantos pasos inseguros y pregunta a la humana encargada si tienen “rosas”. ¿Rosas? Yo jamás había escuchado ese nombre en toda mi corta vida, y eso que conozco a todas las flores. La humana encargada de la floristería camina lentamente hacia la estantería en la que estoy puesta, me pregunto qué flor irá a agarrar, y cuando menos pienso su mano sujeta mi ramillete. “¡¿Qué!? Debe de ser un error, yo no puedo ser la correcta”, es el primer pensamiento que se me viene a la mente. Veo a la bella mujer sacar ese plástico gracioso que cada humano saca cuando se va a llevar una flor, y por primera vez experimento esta felicidad: sí, sí soy yo, no lo puedo creer. Disfruto todo el camino con una sonrisa de oreja a oreja, y cuando llegamos a la casa de la joven no puedo evitar fijarme en un jarrón azul del comedor. Es como si estuviera ahí para mí, la luz se refleja en él, y cuando lo miro es como si el viento dejara de soplar, como si el sol dejara de brillar, como si el mundo se detuviera allí mismo. La mujer me coloca en el jarrón que había estado observando, y tan pronto como lo llena de agua siento que se me hincha el
corazón. La corriente de agua me despierta de mis pensamientos y es ahí cuando me doy cuenta de quién soy. Soy una rosa, al igual que mi madre, este era mi destino, esta agua estaba esperando mi llegada.
Me siento plena, feliz de haber encontrado mi lugar.
[Finalista]
El pececito de colores
Diego Di Pietro 11 años
Unidad Educativa Santa María Goretti Medellín
Había una vez un pececito de colores que pasaba los días aburrido de ver siempre lo mismo desde su pecera: el río lejano que le producía tristeza y algunos pajaritos que se acercaban a la ventana y lo saludaban, pero siempre se iban. Sin embargo, en las noches todo cambiaba. Todos los días el pececito esperaba ansioso a que anocheciera para contemplar el tenue reflejo que la luna le regalaba en el río.
Un día una fuerte tormenta lo asustó mucho. Había mucho ruido afuera y el cielo parecía que se iba a caer... El pececito se hundió en el fondo de su pecera a esperar que no pasara nada. La lluvia cesó, pero un fuerte viento movió las cortinas y tumbó la pecera… El pececito se salió y se sintió perdido porque nadie se dio cuenta de su desaparición y fuera del agua no podía vivir. Muy triste se rindió y su último recuerdo fue la imagen de la hermosa luna.
Sin embargo, no todo estaba perdido. Uno de los pajaritos que siempre lo visitaba fue a verlo para estar seguro de que la tormenta no le había hecho nada y lo encontró casi sin vida en el piso. El pajarito, con mucho cuidado, lo agarró con su pico por la colita y lo llevó al río donde lo soltó. El pececito se salvó y se encontró con muchos pececitos de colores como él que le rodearon y lo invitaron a jugar... Así, vivió feliz por el resto de su vida.
[Finalista]
La bailarina y los extraterrestres
Stefanía Correa Gómez
Había una vez una niña llamada Adara. Su sueño era ser una gran bailarina de ballet y también ir al espacio exterior.
A los 20 años Adara se convirtió en la mejor bailarina de ballet profesional. Entonces tomó la decisión de ir al espacio exterior. Mandó a hacer el mejor cohete y empezó a prepararse. Pasaron días, semanas, meses, y por fin llegó el día más anhelado. Estaba muy feliz porque iba a cumplir su sueño, y no solo eso, iba a ser la primera mujer en ir al espacio exterior.
El día en que Adara se estaba despidiendo de sus familiares una anciana se le acercó y le dijo: “Ten cuidado, los extraterrestres te dejarán ahí hasta morir, tu única arma es...”. Antes de que la anciana pudiera terminar su frase, la madre de Adara la hizo a un lado para abrazar a su hija. Adara se sentía muy feliz y orgullosa de sí misma, pero a la vez muy confundida por lo que le había dicho la anciana, pues se escuchaba muy seria. ¿Qué le quería decir? Antes de partir Adara trató de buscar a la anciana, pero no la encontró. La nave despegó sin que pudiera averiguar nada. Cuando estaba a punto de llegar a la Luna Adara se distrajo con Marte y, pum, sonó un golpe. Adara gritó: “¡Oh, nooooo! Me he estrellado”. ¡Adara no reconocía el planeta en el que aterrizó, no lograba saber si era un planeta o no! Por un momento
pensó: “¡Estoy muerta!”. Pero no lo estaba. El lugar donde se estrelló era un desierto sin sol, muy oscuro: lo único que alumbraba era la nave.
Desde lo más oscuro, Adara vio cuatro ojos que parecían los de una sola persona. Ella recordó lo que le dijo la anciana y pensó en extraterrestres. “No, imposible, pero si ni siquiera existen, debo estar alucinando”, se dijo a sí misma. Entonces preguntó: “¿Quién anda ahí?”. De repente, apareció un ejército de cosas raras, aterradoras y verdes. Tenían uno, dos, tres, cuatro…, hasta seis ojos cada uno. Adara gritó muy asustada: “¡EXTRATERRESTRES!”. Cuando los extraterrestres escucharon el grito salieron detrás de ella. Adara trató de correr, pero la rodearon y la arrestaron, no con esposas, sino con una goma verde, dura. Ya capturada, la llevaron a una ciudad desconocida donde los autos eran mininaves, unos platos grandes con una burbuja en la parte de arriba y luces resplandecientes de colores por debajo, y las casas tenían la misma forma de los autos, pero mucho más grandes. Adara vio ancianos, adultos, adolescentes, niños e incluso bebés, como en una ciudad normal, pero ellos no eran normales.
Llevaron a Adara al castillo real. Era un castillo verde y amarillo, raro, pero muy hermoso y lujoso, y flotante. Era tanto el brillo que Adara quedó viendo cocuyos. Fueron directamente donde el rey. Cuando estaban allí uno de los extraterrestres le dijo al rey: “Señor, una intrusa humana…”. El rey ordenó en un idioma extraterrestre: “Llévala a las celdas hasta morir”. Adara no entendió al principio; después, cuando le explicaron, le preguntó muy asustada al rey: “Disculpe, señor, ¿por qué hasta la muerte?”. El rey le respondió: “Porque, de lo contrario, irás a la Tierra y les contarás a todos sobre nosotros, y no descansarán hasta encontrarnos y volvernos sus experimentos. No permitiré eso… Tengo niños que proteger… Bebés, ancianos y gente del pueblo. ¡Llévensela ahora!”.
Adara no podía creer lo que le estaba pasando, todo era como lo dijo la anciana. Trató de descifrar cuál podía ser su arma para vencer a los extraterrestres o escapar de ellos.
Pasó un año y Adara no regresaba a casa. Su madre estaba muy triste y preocupada, creía que estaba muerta. Y no solo ella, todos los que la conocían pensaban que estaba muerta, incluso la anciana, pero Adara seguía secuestrada por los extraterrestres.
Un día a Adara se le ocurrió una idea: empezar a bailar ballet para no estar tan aburrida y que los días fueran un poquito más alegres. Uno de los guardias se asomó con curiosidad a ver lo que ella estaba haciendo y quedó asombrado: nunca había visto un baile tan esplendoroso, elegante y delicado. Cuando Adara terminó su baile el guardia corrió hacia el rey y le contó todo. El rey no lo podía creer y decidió ir a verlo con sus propios ojos. Fue a la celda de Adara y le dijo: “Humana, mi cuidandero me informa que tú has hecho un baile maravilloso, ¿me lo podrías mostrar, por favor?”. Adara bailó con la misma elegancia de siempre y el rey quedó asombrado: era el baile más hermoso que había visto en su vida.
Esa tarde el rey le anunció a la gente del pueblo que en la noche verían el baile más hermoso y elegante de sus vidas. Antes de la presentación el rey le hizo una promesa a Adara: “Si esta noche bailas y les enseñas a bailar ese baile raro a mi gente, te dejaré ir de nuevo a tu hogar”. Adara se puso muy feliz y aceptó. Esa noche bailó como nunca y empezó a enseñarles a bailar a otros extraterrestres. Con el paso del tiempo todos los extraterrestres aprendieron a bailar y lograron experimentar por primera vez sentimientos tan hermosos como la felicidad.
Los extraterrestres, muy felices y agradecidos, cumplieron su palabra y le arreglaron la nave para poder viajar a su hogar. Adara regresó muy feliz con su experiencia y sintiéndose muy orgullosa de sí misma. Ya en la Tierra les dijo a todos que su
nave se había averiado y había tardado mucho en repararla. No quiso contar nada más para poder proteger a la comunidad de extraterrestres. Todavía los lleva en su corazón.
[Finalista]
Alis y su aventura en Boston
María Fernanda Osorio Jaramillo
Hace muchos años nació en Nueva York una niña llamada Alis. Ella creció y cuando cumplió 12 años era la más inteligente de su salón.
Desde muy pequeña le gustaba dibujar, así que se metió a un concurso de talentos. Cuando los jueces abrieron la votación, su dibujo quedó en segundo lugar. Era un zorro, y todos quedaron impresionados. Los jueces llamaron a la mamá de Alis, a doña Yenny, y le dieron una gran noticia.
—Alis, empaca tus maletas que nos vamos! —le dijo la mamá.
—¿A dónde vamos? —le preguntó Alis sorprendida.
—¡Para Boston! —respondió muy emocionada doña Yenny. Le explicó que los jueces la habían llamado para que participara en el concurso de dibujo más importante del mundo y, si ganaba, se llevaría un millón de dólares.
Después de un largo viaje, llegaron a Boston. Era precioso. Las dos estaban súper emocionadas de estar allí, y fueron a recoger las maletas para llevarlas al hotel donde se quedarían un largo tiempo. Salieron a explorar todos los rincones de Boston y visitaron el zoológico donde convivieron con todo tipo de zorros. Pero Alis vio algo extraño, muy extraño, una cola naranja en un arbusto. Sin que su mamá se diera cuenta, fue a buscar qué era y, ¡pum!, atrapó a un zorro. Pero no era
un zorro cualquiera, había algo peculiar en él, sus ojos no se parecían a los demás. Alis, asustada, le preguntó:
—¿Qué haces por acá, amiguito?
—No soy de aquí, soy de un bosque que queda en las montañas, pero no puedo escapar, ya que tienen máxima seguridad —dijo el zorro.
—¡Un zorro que habla! —exclamó Alis aterrada.
—No me llamo zorro. Me llamo Lion —respondió el zorro.
—Lo siento, pero ¿en serio eres de las montañas? —dijo Alis. —Claro que voy a ayudarte, pero estoy con mi mamá.
Entonces Alis y el zorro salieron del zoológico sin decirle nada a la mamá. En el camino, la niña le dijo que se llama Alis y que le gustaba mucho dibujar. Después de unas horas, llegaron por fin a un lado de la montaña y la niña estaba agotada de cargar a Lion.
—¿Puedes bajarte?, estoy agotada y tú no haces nada —le reprochó Alis muy enojada—. Me estoy arrepintiendo de ayudarte.
—Lo siento, es que antes de que me encontraras había escapado de unos cazadores —se disculpó Lion.
Caminaron un poco más, pero se encontraron a una manada de lobos muy hambrientos.
—¡Corre rápido! —gritó la niña.
Los dos empezaron a correr como si no hubiera un mañana. Al ver que se escapaban, los lobos salieron detrás de ellos. Cuando estaban a punto de perderlos, un lobo alcanzó a morder la cola de Lion. El animal lloró de dolor y Alis lo tuvo que cargar de nuevo. La niña corrió lo más rápido que pudo y lograron llegar a un lugar seguro donde Alis pudo curar las heridas del zorro. Pero estaba muy preocupada porque al otro día era su competencia y su madre no sabía dónde estaba, y no era capaz de dejar a Lion así.
—¿Qué te pasa? —le preguntó Lion.
—Mañana es un día muy importante, es la razón por la cual vine a Boston: voy a participar en un concurso de pintura
muy famoso, con el que puede empezar mi carrera profesional en artes. Pero no sé qué hacer, no te puedo dejar acá en estas condiciones —dijo Alis.
—Entiendo —dijo el zorro—. Yo también tengo un sueño: tener a mi familia de vuelta.
Se quedaron un rato en silencio.
De repente, doña Yenny apareció. Alis y su madre se abrazaron y la señora le dijo que estaba muy preocupada por no saber nada de ella. La niña se disculpó por huir así y le contó todo lo que había pasado con el zorro. Entonces la madre tuvo una gran idea, pero les propuso que fueran primero a descansar en el hotel. Taparon a Lion para que no lo reconocieran y cuando lograron entrar se acostaron y descansaron.
Al día siguiente, los tres fueron al concurso. Alis pintó como nunca lo había hecho, porque tenía mucha inspiración para hacerlo. Pintó a su nuevo amigo Lion y fue lo más hermoso que se pudo ver ese día. Él se emocionó mucho al ver que lo había pintado, pues nunca se había sentido tan querido. Pasaron los días y Lion estaba más recuperado, ya se acercaba el día de despedirse y saber quién era el ganador del concurso.
—No importa si gano, ya tengo el mejor premio que es haberte conocido —le dijo la niña a su nuevo amigo antes de que anunciaran el ganador, y se tomaron de las manos.
Luego de escuchar el nombre de Alis como ganadora, se abrazaron y fueron muy felices. Era el comienzo de un gran sueño: ser artista.
Se miraron y la niña le dijo:
—¡Ahora es el turno de cumplir tu sueño! Vamos a las montañas a encontrar a tu familia.
Cuando iban de camino, para sorpresa de ellos, se encontraron con la familia de Lion. El zorro se puso muy feliz y corrió lo más rápido que pudo para encontrarse con su familia. Alis y su mamá los miraban desde lejos y se pusieron muy felices por su nuevo amigo, pues estaba cumpliendo su sueño.
Se dieron las gracias por todo y se dijeron que nunca se olvidarían. Se prometieron que, si algún día necesitaban algo, ya sabían dónde encontrarse.
Pasó el tiempo y Alis comenzó a estudiar en la mejor escuela de artes de la ciudad. Cada que necesitaba inspiración iba a la montaña a buscar magia, amor, aventura y a su amigo.
[Finalista]
El jardín de los ojos perdidos
Danna Michell Orrego Salinas 11 años
Institución Educativa San Antonio de Prado Medellín
Había una vez una niña llamada Karen, cuya vida giraba en torno a su celular. La tecnología se había convertido en su mundo. Era como si el resto del mundo se hubiera desvanecido en la bruma de la pantalla de su celular. Sus calificaciones en la escuela eran cada vez peores, pero a Karen no le importaba. Pasaba horas y horas sumergida en juegos, redes sociales y videos, ignorando a todos a su alrededor.
Su madre, doña María, era una mujer dedicada a la agricultura. En sus campos cultivaba las flores más hermosas y coloridas. Su amor por la naturaleza era tan profundo como el abismo en el que parecía estar sumergida su hija. Doña María notaba con tristeza cómo Karen se volvía cada vez más grosera y esquiva, negándose a salir de su habitación y a pasar más tiempo en familia. A pesar de sus esfuerzos por convencer a su hija de salir al mundo real, Karen siempre se escudaba en su celular.
Un día, harta de la situación, doña María ideó un plan para tratar de sacar a su hija del encierro: le prometió que irían a comer helado. Karen, emocionada por la idea, aceptó salir de su cuarto. Fue una tarde alegre, llena de risas y sabor. Por un momento la niña se permitió disfrutar de la compañía de su madre y de la delicia del helado.
Pero tan pronto como regresaron a la casa, Karen volvió a sumergirse en su celular con la misma intensidad de siempre. Doña María se sintió herida y desesperada, sabiendo que nada parecía ser suficiente para separar a su hija de la pantalla. La invadió la tristeza al ver cómo su esfuerzo y amor no lograban acabar con la adicción de Karen.
Con el tiempo Karen empezó a notar que algo no estaba bien con sus ojos. Le dolían y su visión era borrosa. Sin embargo, en lugar de decirle a su madre lo que le ocurría, guardó su problema en secreto, temerosa de perder su única conexión con el mundo virtual. La visión de Karen continuó deteriorándose hasta que un día perdió por completo la vista. Fue un grito desgarrador el que alertó a doña María de la tragedia. Al ver a su hija en tal estado, la señora se llenó de angustia y desesperación. Sin dudarlo, la llevó a una clínica especializada. Los médicos le informaron que la única solución para salvar la vista de Karen era una cirugía costosa.
Doña María, con el corazón roto pero llena de determinación, decidió que haría todo lo que estuviera en sus manos para conseguir el dinero necesario.
Durante semanas, doña María trabajó arduamente en sus campos de flores. Se desvelaba cuidando sus plantas, cosechando, vendiendo cada flor con el fervor de una madre que haría cualquier cosa por el bienestar de su hija. Finalmente, su esfuerzo y dedicación dieron fruto y consiguió reunir el dinero para la operación.
Karen fue operada y, aunque el proceso fue complicado, los resultados fueron positivos. La operación fue un éxito y Karen recuperó su visión. La experiencia dejó una profunda enseñanza en la joven: el exceso de tecnología y la adición a los dispositivos electrónicos podían tener consecuencias graves. A partir de ese momento, Karen aprendió a equilibrar su vida valorando los momentos con su madre y el mundo real que había descuidado tanto tiempo.
[Finalista]
La búsqueda de los manuscritos
especiales
Juan José Castro Gutiérrez
12 años | Colegio Ferrini Bilingüe
Medellín
Hace mucho tiempo, en un mundo desconocido, hubo un grupo de niños con un objetivo en común: descubrir la historia y los secretos del mundo. Los niños se llamaban: Ezequiel-Ezio: “líder tonto”, Robín-Roby: “arqueóloga”, Gabriela-Gab: “exploradora” y Yasoapp-Yapo: “bromista mentiroso”.
Un día el grupo fue a explorar un bosque que estaba cerca de sus casas, pues se rumoraba que era muy peligroso. Mientras ellos caminaban encontraron muchas bestias, insectos venenosos, trampas, tierras movedizas, plantas venenosas, etc. Después de un largo rato descubrieron algo más peculiar: diferentes caminos construidos artificialmente, ruinas y una piedra gigante con unos escritos de una lengua antigua que solo Roby pudo leer, pues entendía algunas palabras de ese idioma extraño. Roby se dio cuenta de que esa piedra era algo muy preciado que se llamaba Poneglyph y en ella estaba la historia del mundo.
A pesar de los intentos de Roby de leer el escrito, no fue capaz de interpretar todo su contenido. Después de un rato se rindió y el grupo de niños decidió regresar a sus casas. Antes de esto, se prometieron que se volverían más fuertes, porque en el camino al bosque se dieron cuenta de que no eran capaces con casi ninguno de los peligros que se encontraban
y casi siempre debían huir y buscar caminos alternos. Además, se prometieron que estudiarían más sobre esta lengua antigua, en especial Roby, y que explorarían nuevamente el bosque cuando todos cumplieran 19 años. Ellos apenas tenían 12.
Siete años después, los niños se volvieron mucho más fuertes, unidos y conocedores del lenguaje antiguo. Al volver al bosque buscaron el Poneglyph para interpretar el escrito. Cuando lo leyeron se dieron cuenta de que era solo una parte de la historia, que había otros seis Poneglyph alrededor de todo el mundo. Entonces a Ezio se le ocurrió una idea:
—¿Qué les parece si nos aventuramos a buscar los Poneglyph que nos faltan?
Todos dijeron que sí, y Yapo tuvo otra idea:
—Aprovechemos esto y hagamos nuestra propia banda de aventureros para que nos hagamos reconocidos.
—También organicemos bien nuestros roles en lo que mejor se nos dé para que todo sea más organizado y fácil —dijo Gaby.
Los niños aceptaron y los roles quedaron así: Yapo: “francotirador”, Gab: “navegante”, y Roby y Ezio quedaron con los roles del inicio de la aventura: “arqueóloga” y “capitán”. Gracias a esto ellos lograron traducir todo lo que decía en este Poneglyph y aventurarse a buscar por todo el mundo los Poneglyph que faltaban. Además, le pusieron un nombre a la banda: “Flying Sword”.
Después de un año, la banda de niños ya era muy famosa. Pero cuando estaban a punto de encontrar el último Poneglyph, se encontraron con uno de sus enemigos más peligrosos: los “Black Cat”, unos criminales muy buscados que se quisieron aprovechar de los Flying Sword y siguieron sus pasos hasta este bosque para capturarlos y quedarse con todos sus Poneglyph. Apenas los Flying Sword se dieron cuenta de las intenciones de sus enemigos, empezaron a pelear contra ellos, y aunque los Black Cat utilizaron mucho arma-
mento, trampas y trucos, los Flying Sword no se dejaron y lucharon con mucha valentía para proteger sus Poneglyph. En un momento parecía que los Black Cat iban a ganar, pero la banda Flying Sword no se rindió y lograron darle vuelta a la pelea y pudieron ganarles a los enemigos gracias a un ataque combinado entre Yapo y Ezio. Aunque los Flying Sword quedaron muy cansados, siguieron buscando el Poneglyph restante para terminar de descubrir la historia de este mundo.
Después de recuperarse de la batalla encontraron el último Poneglyph y completaron la historia de este extraño y extraordinario mundo. Como consecuencia del descubrimiento los Flying Sword se convirtieron en la banda más famosa de amigos del mundo.
[Finalista]
Monstruos internos
Salomé Isabella Sosa Briceño 11 años
Institución Educativa Alfonso Mora Naranjo Medellín
Había una vez un monstruo llamado Mateo que se disfrazaba de niño. El monstruo vivía con miedos e inseguridades porque pensaba que, si sus amigos se enteraban de su secreto, lo rechazarían y no lo querrían. Un día, de camino a su escuela, mientras estaba hablando con sus amigos, el traje del niño se rompió y casi se revela su identidad.
El monstruo tuvo que ir rápidamente al baño de la escuela a arreglar su traje. Así se la pasó toda la jornada porque el traje se seguía rompiendo. Al llegar a casa se preguntó por qué no podía ser como los demás. Le daba mucha tristeza ser diferente y no poder mostrarse tal y como era. Sofi, la chica que a él le gustaba, se dio cuenta de que algo le estaba pasando, pero no le dijo nada.
Al día siguiente eran las votaciones para la reina del baile en su escuela y Mateo estaba muy triste porque quería invitar a Sofi al baile, pero ella seguramente lo rechazaría. Él tenía muchos nervios y en ese instante el traje empezó a romperse otra vez. En ese momento se acordó de que no era capaz ni siquiera de mirarla a la cara y mucho menos de hablarle. Y decidió no invitarla.
El gran día del baile, Mateo sintió que el disfraz no iba a resistir mucho. Cuando eligieron a Sofi como la reina todos se llevaron una gran sorpresa. Sofi tomó un micrófono y les confesó que era un monstruo que estaba viviendo en un cuerpo de niña. ¡Lo mismo que Mateo estaba sufriendo! Apoyado por Sofi, Mateo decidió revelar su identidad para no sentirse diferente, sino especial.
Al ver que Mateo también había revelado que era un monstruo, todos sus compañeros se quitaron los disfraces y se dieron cuenta de que por dentro eran monstruos. Celebraron toda la noche que ya no tenían que ocultar nada. Desde entonces fueron muy felices, ya que eran muy similares pero a la vez diferentes. Ya todos podían ser como eran.
[Finalista]
El detective Cuack Cuack
Sara Sofía Marulanda Suárez
12 años
Centro de Educación Infantil Fumpabini
La Unión, Antioquia
Un día el detective Cuack Cuack salió a resolver un misterio en una casa embrujada. El detective buscó a su equipo de trabajo, pues ellos estaban preparados por si algo se salía de control y tenían todos los equipos para registrar las grabaciones. El detective no le tenía miedo a nada, pero se puso a sudar cuando el señor que vivía en la casa le contó que sus hijas se habían suicidado por un demonio. Eso, por lo menos, era lo que decía la carta que escribieron. Ahora se escuchaban los ruidos más espeluznantes en la casa: “Nooooooooooooooo”. Eran gritos de lamento. Cuando el detective entró a la casa, sintió una energía muy extraña. Subió al cuarto de las niñas y empezó a buscar pistas sobre su muerte. Encontró una fotografía y le preguntó al señor quiénes eran los niños de la foto, pero el señor le dijo que no los conocía. El detective comenzó a investigar la foto y descubrió que eran unos hermanos que habían muerto en esa casa porque los papás los habían matado por romper un juguete. Era algo diferente al caso de las niñas. Después de muchas horas, cuando el detective estaba por rendirse, llegó algo y lo empujó con violencia contra la pared. Era el espíritu de la casa. Ese demonio se apoderó del detective y lo mató. Los dueños de la casa la derrumbaron y, aunque
encontraron muchos cuerpos, el verdadero misterio fue que jamás aparecieron los cuerpos de las niñas. Aunque parezca increíble, el detective Cuack Cuack resucitó. Con el paso del tiempo, el detective siguió resolviendo muchos misterios en esa casa, entre esos un caso llamado “El misterio de los unicornios”. Pero la gente decía que el verdadero misterio era por qué el detective no moría. Eso causó mucha intriga en los habitantes del pueblo. Un día, el 23 de junio de 1990, una niña le preguntó al detective cuántos años tenía y él le respondió que tenía muchos años pues él era el demonio, y con una risa desapareció.
[Finalista]
El monstruo de la pared
María Paula Martínez Hincapié
Colegio
Medellín
Ferrini
Érase una vez, muy lejos de este mundo, un mundo donde el miedo era algo inusual, donde el dolor solo ocurría cuando te caías, y eso que caerse también era algo inusual. En este mundo vivía una familia algo diferente a las demás.
Michael, el hijo menor, tenía su primer día de escuela.
Su hermana Casie, que ya llevaba mucho tiempo en la escuela, le enseñaría lo que había aprendido. Hugo, su papá, cocinaba todas las mañanas pancakes con uva, el sabor favorito de toda la familia. Y Ellie, la mamá, trabajaba todo el día, y ciertas tardes pasaba por la casa.
—Mike, despierta, llegarás tarde a la escuela, tienes que preparar tu maleta —dijo Casie apurándolo.
—No me tardo —respondió Michael un poco cansado. Se lavó la cara y fue a desayunar.
Cuando se estaba vistiendo Michael vio algo en su pared, pero no le dio importancia, tomó su mochila y salió corriendo.
*Rin-rin*
Sonó el timbre de la escuela.
Michael, un poco asustado, se chocó con un niño, y sin saber qué hacer confundió las mochilas de los dos.
—Emm, ¿eres nuevo? —dijo el chico.
—¿Cómo lo sabes? —respondió Michael.
—Es que tienes mi mochila. Soy David, ¿cuál es tu nombre?
—Mmm… Michael, y perdón por tomar tu mochila —respondió nervioso Michael.
—No te preocupes, de hecho, no deberías tener miedo, estamos en una ciudad segura, a salvo de todo mal y peligro. Ven, te llevaré al salón —dijo David. Michael aceptó y se fueron juntos.
En clase de Historia Michael volvió a ver esa figura extraña en la pared, pero esta vez le puso más atención y se dio cuenta de que tenía una forma cuadrada, como una mesa, o eso creía él, y descubrió que se movía poco a poco.
—¿Michael Boyers? ¡MICHAEL BOYERS! —gritó el profesor Charles.
—¿Me llamó, señor? —respondió Michael aún desconcentrado por la figura.
—Sí, lo llamé, ya sonó el timbre de salida, puede retirarse a su casa —dijo el profesor.
Sin entender nada, Michael se montó al carro y se fue a su casa a terminar sus deberes. Cuando llegó se dio cuenta de que su mamá no estaba, su papá estaba haciendo algo en el jardín y Casie estaba en una fiesta con nuevas amigas. Más tarde, empezó a llover y Michael se refugió en su habitación. Estaba pensando en esa figura extraña, cuando un chillido de pájaro lo asustó. No era normal que Michael se asustara tanto, y llegó a pensar que había algo malo en él. Mientras levantaba algunos papeles que se habían caído con el viento, una figura extraña al lado de su planta empezó a expandirse. Michael gritó y salió corriendo a buscar a su papá.
—¡AAAH! Papá, hay algo extraño en mi habitación, al lado de mi planta, pero es grande y se mueve. Tengo miedo —dijo Michael.
—Tranquilo, yo estaré aquí para cuidarte, no te pasará algo malo, si quieres puedes comer chocolate —dijo Hugo para tranquilizarlo.
A pesar de las palabras de su papá, no pudo dormir tranquilo tras ver esa figura espantosa que se parecía mucho a su
planta. Michael quería saber qué era eso extraño que solo él notaba en la pared, esa figura que solo aparecía de día y que a oscuras se perdía, era como si solo se activara con la luz.
Al día siguiente, fue a la biblioteca en compañía de David, su nuevo amigo, pues quería averiguar algo más de esas figuras en su pared.
—¿Qué hacemos aquí? —preguntó David, pues no entendía nada de lo que pasaba.
—Quiero saber qué monstruos se ocultan en mi pared— respondió Michael.
—¿Qué? ¿Acaso dijiste monstruos? —volvió a preguntar David algo confundido.
—Pues sí, es que hay algo gigante que veo en las paredes, pero lo raro es que solo aparece con luz, por eso investigaré en este libro.
Michael agarró un libro: Monstruos extraños.
*Sonido de golpe de libros en la mesa*
—¡SHHH! —La bibliotecaria los regañó con un chistido.
Michael y David rieron en silencio.
—Aquí encontraré la solución a lo que me pasa con esa figura —dijo Michael.
David y Michael leyeron durante dos horas, y encontraron un anuncio que les podría ayudar: “Captura lo que veas sin importar qué… Documéntalo por si es historia. Discovery”. David le dijo a Michael que hiciera eso que decía la frase con el “monstruo de la pared” que siempre veía. Michael lo pensó y le dijo que lo haría, pero necesitaba implementos, así que al salir de la escuela David y Michael fueron a la Tienda de disfraces, y encontraron una famosa “caza fantasmas”.
—Esto servirá —dijo David, y se despidió y le deseó suerte a Michael.
—Tengo que aprovechar el día, porque, si no, se escapará —dijo Michael.
Más tarde, en su casa, Michael se preparó para atrapar al monstruo. Al frente de la planta puso una linterna y cuando
logró ver la figura apareció la forma de un niño, muy parecido a él. Michael empezó a mover la mano y notó que el monstruo también se movía. Se acercó más y vio que el monstruo se hacía más pequeño, y al alejarse se hacía más grande. Cuando se animó a tocarlo, lo único que había era la pared, y entendió que aquello que llamaba monstruo era solo una sombra.
—¿Le tengo miedo a las sombras? —se preguntó Michael algo confundido. No entendía por qué le tenía miedo a algo que cambiaba según lo que él hiciera.
Buscó en internet: “¿Las sombras asustan?”, y encontró una explicación: “Sí, las sombras pueden asustar a las personas, sobre todo a los niños con mucha imaginación y creatividad. Las sombras pueden generar figuras en su cabeza, es normal tenerles miedo. No solo se crean figuras tenebrosas, también puedes crear cosas hermosas, e historias con mucha imaginación”.
Michael entendió que era alguien con imaginación y que tener miedo era normal, y les dijo a sus padres que no tenía por qué pelear con el miedo. Al día siguiente le propuso a su maestra una clase para que conversaran sobre miedos. Algunos hablaron de la muerte, las profundidades marinas, los animales salvajes, la oscuridad; Michael les dijo que eran miedos normales, que no había por qué esconderlos, y les contó que una vez se había asustado con algo que parecía un monstruo, pero que eran sombras y había encontrado algo positivo: su imaginación. También les dijo que todos en la ciudad tenían miedo y que eso estaba bien.
[Finalista]
El niño que alcanzó su felicidad
Emanuel Álvarez Castro
12 años | Institución Educativa Técnico Industrial Tomás Carrasquilla Santo Domingo, Antioquia
Hace muchos años, en un mundo de monstruos, había un pequeño monstruo que nadie quería porque le gustaba mucho estudiar y era muy inteligente. Al monstruo le hacían bullying y por eso se mantenía solo. Hasta que una chica monstruo entró a la escuela y al niño le pareció muy linda. Un día el profesor mandó un taller en parejas y le dijo al monstruo: “Tú, fenómeno, hazte con la niña nueva”. El niño le preguntó a la niña: “¿No hay problema si me hago contigo?
Lo que pasa es que nadie me quiere y todos me dicen fenómeno o raro”. Entonces la niña le contestó: “No, para nada, ven a mi casa a las tres y media”. El niño le dijo: “Está bien, allá nos vemos”.
En el camino el niño pensó: “Por fin voy a conseguir una amiga”. Cuando llegó a su casa le pidió permiso a la mamá: “¿Puedo ir donde una compañera a hacer una tarea?”. La mamá muy brava le dijo: “Sí, fenómeno, vete. ¡Ojalá no vuelvas!”. El niño salió corriendo y cuando llegó a la casa de la niña se asustó al ver tantas cosas lindas. Pensó: “¿Cómo es posible que a alguien como yo lo acepten en una bella casa como esta?”. Empezaron a estudiar y la niña le preguntó: “Cuéntame, ¿cómo ha sido tu vida?”. Y el niño, muy triste, contestó: “Muy dura, nadie me quiere, ni mi propia madre”. La niña trató de consolarlo: “Qué pena. Pero podemos hablar
con mi madre”. Luego de un rato, la niña llegó con la mamá y la señora le preguntó al niño: “¿Es cierto lo que me contó mi hija? Que ni tu madre te quiere”. A lo que el niño contestó: “Sí, es cierto, señora, pero por favor no se burle de mí”. La madre le dijo: “Por favor, yo nunca haría eso con un niño tan lindo como tú”. Entonces el niño comenzó a llorar y le dijo a la señora que nunca le habían dicho tantas lindas palabras. La señora intentó tranquilizarlo: “Si quieres, vamos y hablamos con tu mamá a ver si me deja adoptarte”. Y el niño se puso muy feliz con la propuesta: “Señora, la verdad le agradecería en el alma”. Cuando llegaron a la casa del niño la mamá les dijo: “Sí, llévense a ese estorbo, pero tienen que darme cien millones de pesos”. La mamá de la niña aceptó y le dio la plata, y el niño se fue a vivir con su nueva familia.
Un día la niña le preguntó al niño: “¿Qué te gustaría ser de adulto?”. El niño le contestó muy sincero: “No me gustaría nada. Lo único que me gustaría es ir a la Tierra y conocer”. Entonces la niña le dijo: “Cuéntale a mi mamá y ella te cumplirá el deseo”. Los dos le contaron el sueño a la señora y empezaron a buscar una nave espacial. Cuando iban a salir un rey les dijo que no podían viajar y la señora empezó a pelear y se transformó en un leviatán. Pelearon, pero el rey era más fuerte y mató a la mamá de la niña. El niño empezó a llorar y se transformó en una bestia, la Legendaria Bestia de los Cuatro Elementos, y con solo un golpe mató al rey. Como era tan poderoso, el niño monstruo se teletransportó a la Tierra y consiguió nuevos amigos. Luego, volvió por su amiga al planeta de los monstruos para llevarla a la Tierra y vivieron felices y después de muchos años tuvieron hijos…
[Ganador categoría 2 / Cómic]
Ave César, la muerte de Julio César
Agustín Suárez Villa 12 años | Colegio Gimnasio Alcázares Medellín
- 20º Concurso de Cuento Infantil Pedrito Botero
Esta publicación fue posible gracias al esfuerzo y a la dedicación de distintos equipos de trabajo de la Biblioteca Pública Piloto.
Dirección general
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Subdirección de contenidos y patrimonio
Isabel Bernal Vinasco
Experiencias y servicios bibliotecarios
Alexander Vergara Jaramillo, Luz Jenny Giraldo Arredondo,
Leidy Vélez Santa, Cecilia Rueda Valdés, Claudia Patricia Hernández, Maira Alejandra Barragán, Juan Felipe Restrepo, Julián Ramírez
Gestión de comunicaciones
Deisy Álvarez Mazo, Juan Carlos Sánchez Restrepo, Juan Santiago Herrera Villa, Sara González Villegas, Santiago González Londoño, Marcela Sánchez Peñata, Sara Yerena Betancur
Proyección institucional
Laura Arias Gaviria, Teresa Villa Giraldo, Diana García Osorio
Talleres
Alba Nery Hernández, Leidy Vélez Santa, Natalia Zapata Valencia, Mónica Betancourt
Edición y corrección de textos
Lina Bedoya Montaño, Eliana Castro Gaviria
Diseño y diagramación
Juan Esteban Tobón Alzate
Edición audio
Juan David Álvarez
Agradecimientos
Fundación Taller de Letras Jordi Sierra i Fabra Comfama
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