BIBLIOTECAS A LA CALLE
ANTES DE SER BIBLIOTECARIOS SOMOS HUMANOS
¡PAREN
LA
MASACRE
YA!
¿Cómo que no hubo genocidio? si nací con una mordaza en la boca (no llorar demasiado fuerte que nadie se entere de nuestro dolor de nuestras ausencias es mejor no decir lo que se piensa si no se quiere terminar en el cráter de un volcán) ¿Cómo que no hubo genocidio? si nací con las manos atadas machacadas con culata si escribir poesía del alma me costó años de despojarme del miedo si apenas leemos porque quién quiere leer la historia que impone el terror si leernos es oler la tinta podrida de nuestra sangre ¿Cómo que no hubo genocidio? si nací con la lengua amputada si cantar me da valor y me asusta porque los militares se multiplicaron en el cuerpo de la gente común y corriente que no sabe aceptar colores, opiniones, equipos y bandos diferentes exterminio al diferente exterminio al diferente ¿Cómo que no hubo genocidio? si nací con tiro de gracia en el tercer ojo y por eso me cuesta tanto tener esperanza ¿Cómo que no continúa el genocidio? si quieren destrozar nuestra memoria y nuestro cuerpo nacido mutilado sabe, por sus cicatrices, que la intención era exterminarlo. (Rebeca Lane)
Colombia Correo: bibliotecasalacalle@gmail.com | Facebook: @bibliotecasalacalle - Twitter: biblioalacalle
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Desde el colectivo Biblioteca A La Calle defendemos los bienes comunes, en especial aquellos vinculados con la cultura, la educación y las bibliotecas. Somos conscientes del esfuerzo de años por mantenerlos públicos y funcionando. Empero, también somos conscientes de que hay bienes supremos: la vida, la dignidad y la paz. Sin la garantía de estos últimos no es posible pensar en la defensa de los primeros. La movilización social en Colombia es una respuesta a la violencia inclemente de siglos atrás. Violencia simbólica y fáctica que se traduce en concentración de la riqueza en unos pocos y el empobrecimiento de la gran mayoría de la población. A los colombianos no nos ha quedado otra alternativa diferente a protestar, es el resultado de la acumulación de rabia, ira e indignación de los abusos históricos que como pueblo hemos vivido y que pese a mucho hablar, poco o nada nos han escuchado. Salimos a las calles a manifestar nuestro inconformismo con un régimen que presume de demócrata, pero que gobierna de espaldas a las mayorías sociales como si fuese la más estable dictadura. Por eso rechazamos tajantemente que el derecho constitucional a la protesta social esté siendo vulnerado por las autoridades a través del uso desmedido de la fuerza y las violaciones a los derechos humanos. Las cosas no pueden estar por encima de las personas. Un vidrio roto no vale una vida. Una piedra lanzada a una tanqueta no puede justificar un disparo al pecho de un joven de 19 años. No hay correlación de fuerzas entre una cauchera y un fusil. Los cuerpos atropellados y la sangre derramada del pueblo colombiano en la calle incrementan día a día, esto nos recuerda las sensatas y lamentables palabras de Eduardo Galeano, aquellas que nos increpan por la cultura del envase: “el contrato de matrimonio importa más que el amor, la ropa más que el muerto, y la misa más que dios”. A muchos parece que les importa más parecer un país de “gente bien” que ser un buen país para la gente, olvidando no solo los bienes comunes, sino también los bienes supremos.
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Protestamos en las redes sociales, en nuestras casas con cacerola en mano y por supuesto en las calles; recurrimos a la literatura, el arte, la música, las arengas, los cantos y los cuentos. Somos muchxs, muchas voces, un pueblo diverso que puede y debe organizarse, que ha crecido y madurado políticamente. Como pueblo, con profundo dolor, que encarna la desigualdad y deja en la calle a los suyos en manos de la violencia estatal, hacemos un llamado a escucharnos, a encontrarnos y a reconocer que las banderas de lucha son múltiples, pero todas tienen en común la defensa de la vida, que sea posible existir en condiciones dignas independiente del lugar del país que habitemos, independiente de cualquier otra condición. Ahora bien, caminar las calles con digna rabia e inconformismo, debe acompañarse de preguntas sobre el camino que queremos recorrer, con el fin de honrar la energía y la voluntad invertidas en las manifestaciones y, sobre todo, las vidas injustamente pérdidas. Más allá de la reforma tributaria y del Proyecto de Ley 010 de 2020, los problemas estructurales en Colombia nos implican mantener la movilización, una que se ocupe de mantener viva la discusión sobre el país en el que queremos vivir. Esa movilización no se agota en las marchas, sino que se fortalece en las aulas escolares, en los claustros universitarios, en los hogares, en los encuentros familiares, en las comitivas de barrio, en los grupos de jóvenes, en las bibliotecas y centros culturales. Esa movilización no puede limitarse a una coyuntura ni a las marchas que la denuncian, debemos mantenernos juntos, debemos seguir con las preguntas activas, debemos perpetuar la movilización social, es decir, debemos asumirnos como sujetos políticos que hacen de la vida un acto consciente. Hemos escuchado a muchos sectores y manifestantes exigir la renuncia de Duque y nos preguntamos ¿Si será esa la solución cuando la mayoría de las instituciones del Estado están cooptadas por el partido de gobierno y tienen enquistada la corrupción? En el caso hipotético de que llegara a ocurrir la renuncia, ¿Qué pasaría? ¿Estamos preparados? ¿Nos interesaría un gobierno de transición, sabemos lo que esto significa?
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¿Qué pasaría si ese gobierno de transición fuera militar? ¿Podrían suspenderse las elecciones? ¿En manos de quién quedaría el gobierno? ¿De los comandantes de las FFMM? ¿Quiénes dan las órdenes a estos? ¿Qué ocurriría? ¿Cambiaría esto el derramamiento de sangre que ahora vivimos? ¿Y qué si declaran “Estado de Conmoción interior”, presos políticos, encarcelamiento arbitrario? ¿Desapariciones? ¿Orden para matar? ¿Una Fiscalía que acusa y juzga al mismo tiempo? ¿De quién recibe órdenes la Fiscalía? ¿Si no son las FFMM quién va a reclamar los réditos políticos de la movilización social, alguno de los partidos tradicionales, algún “alternativo” ultra neoliberal? Estas son apenas suposiciones, preguntas que otros y nosotros también nos hacemos porque sentimos que cualquier camino implicará un profundo derramamiento de sangre y eso ya es suficiente motivo para no callar, para preguntarnos, para preocuparnos por el rumbo que debemos tomar, para buscar opciones para la juntanza. Y nos preocupa profundamente que después de toda esta movilización las cosas sigan igual a falta de proyectos vinculantes y comunes. Bibliotecas A La Calles apoya el paro, algunos estamos en las calles, otros protestamos con cacerola en mano, hablando con nuestras familias, amigos, conocidos. No guardamos silencio frente a la injusticia. No podemos ser irresponsables e ingenuos. Necesitamos ser conscientes de las condiciones de la disputa y de las posibilidades reales. Invitamos entonces a todos los manifestantes a que se vinculen a grupos, formen colectivos, convites, asambleas comunitarias, creen redes para sumar y definir rutas con la cabeza fría y el corazón caliente ¿Qué queremos y hasta dónde vamos? Debemos organizarnos y fortalecer esta juntura de voluntades para que la movilización no se agote en las calles sino que persista a lo largo de todas nuestras acciones como sujetos, colectivos, estudiantes, profesionales, vecinos; sujetos políticos en un país con la Sala llena de Elefantes.
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Finalmente, exigimos al gobierno que detenga la censura, el uso criminal de los medios de comunicación y de las fuerzas armadas y policiales, porque nos están matando con sus balas y con sus mentiras amañadas. Estamos cansados de que quienes hoy están en cargos de elección popular olviden que Colombia es una nación diversa, no su “propiedad privada”. Por lo tanto, su forma de gobierno no puede seguir respondiendo a los intereses de unos pocos sectores, particularmente de los más adinerados. Por el contrario, debe posibilitar el aprovechamiento de los bienes comunes para el bienestar de las mayorías. Cuando ponen la atención sobre los daños materiales a la que es la “casa de todos”, están desviando el foco de lo que es verdaderamente importante, la gente y su dignidad; cuando hacen esto nos hacen sentir, una vez más, como los nadie, dueños de nada, que valen menos que la bala que los mata. Y sentirse así trae consecuencias. Estamos juntas y juntos luchando por un mundo donde quepan muchos mundos. Pensemos en nuestros proyectos sociales, nuestras ideas de mundo, compartamos y juguemos a hacer de este un mejor vividero. No hay una única manera y eso bien lo sabemos.
“Ahora pongan atención. Las palabras son de todo el mundo. Ustedes tienen, pues, la obligación de hacer de las palabras lo que nadie ha hecho” Pierre Reverdy.
¡PAREN LA MASACRE YA!
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