Mamá: Aquí estoy frente al papel y no sé por dónde empezar, creo que iniciaré diciendo: lo siento. Perdóname por déjarte sola cuando más me necesitabas. Me reusaba a hablar contigo porque no quería nada que te hiciera entristecer. No sabes lo infeliz que fui al escucharte llorar cuando nacen las mañanas, saber que no encontrabas consuelo aun cuando el sol desbordaba cálidos y dóciles sus primeros rayos. Temo que no puedas soportarlo y me dejes, me dejes solo con el consuelo de describir lo maravillosa que fuiste aun con quien no lo merecía. Te amo, mamá, ya ni recuerdo la última vez que te lo dije; me cuesta el peso del mundo entero decirlo, aun cuando lo siento tatuado en mi piel, alma y corazón. Por eso te escribo, porque no podría poner estar palabras en mis labios y hacerlas explotar, y aún escribiendo necesito de mucho valor para entregarte esto, y lo haré, no sabiendo si te hará sentir mejor, igual, o me robe una de esas lágrimas ardientes tuyas. Quiero que sepas que te quiero a mi lado, quiero que seas feliz incluso aunque no estés conmigo, pero lo que más quiero que sepas es que yo aún te amo, y si todavía me amas, lucha por ti, para que yo pueda quedarme a tu lado, tiñéndome el corazón con el color de tu alma. Alismar.
Barranquilla. Septiembre del 2014. Hoy he decidido escribirte porque me he puesto a pensar en cómo fue nuestra historia y solo ahora empiezo a comprender un par de cosas que hicimos en el pasado. Esto no es mas que una carta de amor, un papel donde reconozco cómo todo lo que fuiste, y lo que no, me ha cambiado la vida; agradeciendo la oportunidad de poder dirigirme a ti así, tan publicamente, porque ya no me da vergüenza admitir que te pertenezco y que eres lo que me ha impulsado todos estos años a sobreponerme a lo que soy. Mientras comienzo a escribir te puedo asegurar que tengo todos los recuerdos intactos; no quiero borrarlos ¿Sabes? los conservo siempre a donde voy, son lo que me sostiene cuando he olvidado a donde me dirijo. Recuerdo que siempre estuviste pendiente de que tus palabras fueran adecuadas, de rodearte de las personas correctas y de que tus modales en la mesa fueran perfectos. Desististe cuando comprendiste que la espontaneidad hacía parte de tu esencia. Te convertiste en esa persona de la cual nadie necesita conocer su historia para saber quien es. Nunca supiste qué hacer con tanta timidez; algunas veces aún la recuerdo y sonrío al pensar cómo era posible que un ser tal como tu pudiera alguna vez lucir tímido, hoy me parece casi que imposible. Siempre preocupándote y sufriendo por opiniones ajenas; ocupándote de ser como todos a tu alrededor querían, como tú creías que ellos deseaban que fueras. No sabías que, gracias a eso, terminarías preguntándote cada dos segundos ¿Quién soy? Te era tan relevante pertenecer y que te aceptaran que nunca te perteneciste ni te aceptaste. Nunca quisiste creerte que eras especial. Tan pendiente de que todos a tu alrededor se sintieran cómodos en tu compañía olvidaste cómo era ser uno mismo; cómo se sentía de bien llorar en las películas y poder agarrar las papitas fritas con los dedos ensalzados sin que te avergonzaras. Pasaste diario asustándote de como vivirías tu vida cuando empezaras a vivirla de verdad sin notar que ya la estabas viviendo. Sentías todo tan profundamente, abrazabas el dolor porque sabías que él demanda ser sentido y eso nunca te causó temor. Aprendiste a no ocultar nunca tu alma, a entregarte cuando en realidad había pasión. Decidiste que serian tus ojos los que hablarían porque ya te habías convencido de que la boca se usa para amar. Perdiste el miedo de ir contra la corriente, te juraste que jamás volverías a ser convencional; cambiaste, no por falsedad ni por conveniencia, sino para mejorar. Por eso y mucho más que seguro he olvidado, he aprendido a amarte; amarte tanto que duele no poder volver a ti, pero no para hacer las cosas diferentes, sino para volver a saborear aquella vida. Hoy que te escribo, sonriendo y derramando lágrimas, me doy cuenta cuanto tengo que agradecerte. Te agradezco querida Yo de hace algunos años, por quien he logrado ser y por cómo, al mirar atrás, me enorgullezco de cada error y tropiezo, de todos los amores correspondidos y los que no. Gracias a ti soy fuerte y sin temor a ser diferente. Con cariño, Tu Yo presente.
Medellín, 15 de Abril, 2014 Hola a ti: Hoy le dije a mi mamá que estaba enamorado. Ella me miro, sonrió y siguio doblando la ropa. Fue una confesión difícil y ella no me decía nada, así que luego le dije que estaba enamorado de ti. Esta vez no me miro, solo siguió en lo suyo, pero me preguntó “¿como estas seguro que es amor?”, “porque la extraño” le contesté. Dejo a un lado el suéter azul que estaba doblando, se acerco lentamente y me susurró al oído “entonces ve y dile que la extrañas”. Pensé en llamarte pero mi papá me dijo que esas cosas por teléfono no se dicen. Pensé en ir a tu casa pero empezó a llover. Luego recorde aquella película que vimos juntos y supe que la mejor manera seria decírtelo en esta carta. Te extraño Juli. Desde que me mude no dejo de pensar en cuanta diversión nos hemos perdido juntos. También me pongo a pensar en si ya conseguiste nuevo mejor amigo o si invitas a alguien más a probar las galletas que haces, espero que no. Yo no creo que sepa mucho de estas cosas del amor, pero aún así te extraño y cuando en las películas las personas se extrañan, es porque hay amor. Al menos eso fue lo que tu me dijiste al terminar la pelicula. Yo creo que esto del amor es complicado, pero mi mamá dice que lo entenderé mejor cuando crezca. Desde que me mude no encuentro nada mejor que hacer que pensar en ti En las veces en que llegabas a mi casa a buscarme para ir a caminar y contarme que tan mal te había ido en el odontólogo. O aquella vez en que pasaste la noche en mi casa porque hubo un problema en tu baño, ¿recuerdas? Bueno, todas esas cosas las extraño de ti simplemente porque contigo me siento mucho mejor.
Mama dice que estas cartas no deben ser muy largas y que esas cosas te las puedo contar por teléfono, que aquí debo escribir cosas que no me atrevería a decirte de frente, pero sinceramente, prefiero verte a los ojos, abrazarte y decirte lo importante que eres para mi. Te quiero mucho Juli y aunque la distancia nos separe en estos momentos, recuerda que del otro lado de la ciudad aun sigo siendo tu vecino, tu cómplice y tu mejor amigo. Esta carta llega más o menos el lunes según me dijo mi papá, así que estaré ansioso en saber que piensas sobre todo esto. También dice que ahora debo preguntarte si quieres ser mi novia. Pero yo no quiero ser tu novio todavía porque los novios pelean mucho, quiero ser tu mejor amigo. Hablamos el lunes cuando ya hayas leído esta carta y te invito a un helado. ¿Te parece? Tomás. P.D.: Me cuentas que tal estuvo la carta, mi mamá dice que escribo muy bien, que posiblemente sere escritor.
Santiago de Chile 3 de diciembre, 1.920
Mi amado Clemente, El aire frío de la campiña me hace recordar aquel amanecer único de otoño. El día apenas despuntaba y el cristal de mi ventana rugía como diciéndome cuán lejos estabas. No sé si alguna vez nos volveremos a encontrar o si tal vez debí decirte lo que mi corazón anhelaba cuando nuestras miraban se cruzaban. Aún conservo nuestros recuerdos, guardados en el baúl arriba en el ático, junto a la única fotografía tomada frente al mar. Tu llegada fue tan sorpresiva como lo fué tu partida; aquella fría noche, cómplice de sueños alimentados por el calor de la chimenea, la misma que muchas veces nos hizo olvidar el motivo de tu estancia. Hoy, después de tantas noches y días de silencio sin poder escuchar las notas del viejo piano del rincón y habiendo compartido tantas historias maravillosas que me han hecho amarte, extrañarte, saberte mío – mi bien –, sé que también debo partir. Solo las olas traerán noticias tuyas y romperán el silencio que alguna vez nos vio venir. Tuya por siempre, Matilda
24/09/2014. Esto no es una carta de amor, por más que pueda confundir, y ya que estamos en el asunto, esto no es una carta de despecho, aquí solo me limitaré a hablar de él. De él en todas sus sombras, líneas y fibras, o por lo menos en todas las sombras, líneas y fibras que yo creo ver. Somos muy diferentes y no al estilo “los opuestos se atraen” cliché. No, tenemos diferencias irreconciliables, que me han alejado de él tantas veces como las que me han regresado a su camino. Algunas veces le pienso con tristeza, porque es de ese tipo de personas que siempre tendrá a alguien detrás, y esto lo ha convertido en un cínico. Temo que siempre estará hambriento de emoción, pues a la gente como él no le basta un fuego tibio que lo mantenga cómodo, el, el necesita arder en un espiral de desenfreno para sentirse vivo. Siento su soledad, su confusión, su miedo; lo siento en su mirada perdida, en como se le quiebra la voz cuando por un momento baja esa máscara hecha de sonrisas. Pero también siento su cariño y su ternura, su determinación y su sabiduría; lo siento en la forma como me abraza, en como sonríe, pues tiene esta sonrisa por la que cualquiera estaría dispuesto a ir a la guerra. Es un mentiroso y un manipulador, y no lo digo como acusación, lo digo como hecho. Particularmente esto no me desagrada, ya hace mucho tiempo acepté que con él la partida está perdida. Yo tiré mi rey abajo ese día cuando le dediqué mi primer “te amo”. Cualquier otra cosa que pudiera agregar sería solo repetición de mil discursos anteriores, no creo poder llegar a ser más sincera que esto. Esta tampoco es una carta de despedida, pero en caso de que algún día pueda serlo, en caso de despedirnos para siempre, no te atrevas a agradecerme por nada, que yo tampoco lo haré. Pues el amor, el despecho, los abrazos, las heridas, las risas, las lágrimas, no se agradecen, solo se viven y se recuerdan. Con inevitable resignación… CH
Barranquilla, 22 de septiembre /2014
Amado mío… Te siento a pesar de la distancia. No sé si seas un espejismo un sueño o una realidad; mi realidad. Solo sé que te sueño cada noche y que con tan solo cerrar mis ojos veo tu imagen grabada en mi mente y en mi corazón. Acaricio muy despacio y en silencio tu foto, en donde poco a poco voy sintiendo tu calor que recorre todo mi cuerpo y puedo sentir que la distancia no existe, desaparece en un instante; instante que acaba cuando abro mis ojos y me doy cuenta de que no estás, que eres solo lo que sueño, lo que quiero, lo que deseo. Tal vez nos veamos algún día o tal vez nos quedemos con estas ganas de tenernos cerca, cuerpo a cuerpo, de besarnos, de abrazarnos, de fundirnos en este amor que duele, que desespera, que entristece; pero que a la vez me alienta, me revive, me da fuerzas para seguir luchando en esta soledad en que vivo, en este aire, en este inmenso vacío que me dejas cuando tienes que irte, cuando no puedes escribirme. Hazme saber, amado mío, que sientes lo mismo que yo: que en tus sueños me buscas y que Dios nos ayuda para encontrarnos y caminar juntos de la mano, bajo el umbral de la luna que nos lleva a un mundo irreal, en donde las mañanas se juntan, así como nuestras almas en un mismo ser. Quizás al leer estas líneas puedas entender que nunca quiero alejarme de ti o que simplemente enloquecí de amor por alguien que nunca vi y que tan solo sentí. Bitia