18 minute read

6

HABLEMOS DE

TRANSFORMACIONES 15

HABLEMOS DE LAS TRANS-FORMACIONES MUTACIONES DE LA FORMA, RUINAS URBANAS Y LA EXPERIENCIA DE HABITAR

Lucía Durán

Propongo una reflexión antropológica sobre la experiencia de habitar y transformar las arquitecturas en el tiempo. La materialidad y el artefacto construido contienen en si mismas una transformación, en un sentido literal. La forma muta con los usos sociales a través de los años, en ocasiones de manera imperceptible, por efecto del uso cotidiano y, a veces radicalmente, producto de una catástrofe natural o política productora de ruinas. En un barrio de un centro histórico, una antigua pared ha perdido su última capa de pintura. Detrás de esta última cubierta se esconden decenas de colores y texturas de otros tiempos. Hacia atrás, hay huellas de un terremoto de hace un siglo y medio y, hacia delante, un par de grafitis hablan del presente: una lucha social proletaria y una declaración de amor por ella, un para siempre. ¿Cuál de todos estos tiempos es el tiempo que decidimos seleccionar y rememorar en el presente? Hace algún tiempo, el antropólogo indio Arjun Appadurai nos mostró en “La vida social de las cosas” (1986) cómo los artefactos cobran vida social a medida que la cultura de una sociedad los significa, los incorpora, los valoriza, los memoriza y los moviliza. La materialidad expresa así nuestra mirada del mundo en un tiempo particular y las arquitecturas transforman sus significados bajo determinados contextos culturales. Se trata de una transformación que no siempre es armónica y que puede implicar una transgresión, una disputa concreta de sus sentidos originales y su forma. La antropóloga chilena Francisca Márquez (2014) ha estudiado los procesos de construcción de la monumentalidad urbana en ciudades como Brasilia, Santiago de Chile, Buenos Aires y Bogotá, pero también sus ruinas, para dar cuenta de cómo la forma urbana y lo monumental contienen una utopía y una provocación, lo que se expresa en diversas formas de disputa por la nación y el pasado. Existen en nuestras ciudades testigos de la vida social de los artefactos cuyo debate público trasciende lo estético/ formal. La mayor parte de las esculturas y monumentos públicos que refieren a la colonización de América han sido intervenidos a partir del quinto centenario. Cuando son interpelados, se suspende su sentido original y se habilita un debate público que trae al presente los sentidos estético-políticos de la representación: estos artefactos culturales expresan hoy la lucha de colectivos antirracistas, feministas y disidentes por transformar los significados históricos y las prácticas coloniales del presente. Sin duda las luchas sociales y políticas interpelan la forma y sus significados más arraigados, pero monumentos y esculturas son también transformados cotidianamente de maneras menos enérgicas por efectos de la contaminación o la naturaleza. Cuando sucede, se activan procesos de restauración que les devuelven el aura y el brillo. Al mismo tiempo, mutan en el contexto de reformas urbanas que los deslocalizan, reinauguran y les devuelven su presente. Precisamente, la disputa social es capaz de poner en cuestión actualidad y su pertinencia. Hay relatos dominantes y subalternos que constantemente disputan su lugar en la historia. Quienes habitan las ciudades se apropiarán indefectiblemente de esa materialidad de las maneras más diversas, creativas y contestatarias. Henri Léfèbvre había advertido esta relación de los sujetos con lo construido cuando elaboró sobre la capacidad de lo humano de hacer suyo el espacio construido. Y hacer propio algo implica también dejar una huella. Incluso las arquitecturas del pasado mejor conservadas o aquellas antiguas edificaciones que han sido aggiornadas para usos actuales son objeto de esta apropiación. No hay fachada en un centro histórico que no haya sido intervenida y modificada, aún aquellas que imaginamos originales o auténticas. Tampoco en los mundos interiores de las viejas casonas hay autenticidad. Lo auténtico y lo heredable responden a la selección oficial de unos tiempos, unas estéticas y unas historias. Cada casa llamada a conservar en realidad es un pastiche de formas, estéticas y de la imaginación humana que adapta los entornos habitados al ritmo de los cambios culturales, económicos y sociales. En la práctica arquitectónica

y urbana interviene no solo un campo profesional y experto, sino también la extraordinaria capacidad humana de construir y transformar lo construido desde una práctica de sentido común. Este es uno de los actos más potentes de la experiencia humana: construir y destruir como forma paradójica de imaginar y proyectar. En nuestros centros históricos esa capacidad se expresa de los modos más creativos cuando viejas casonas de patio andaluz son transformadas desde la auto construcción en espacios de lo colectivo, fuertemente intervenidas por la vida social: vecindarios de sectores populares que encierran memorias, conflictos, solidaridades y afectos. Las arquitecturas en los centros históricos expresan ese acto de construcción/destrucción y son en efecto ruinas. Para existir deben ser intervenidas y constituyen un fascinante laboratorio de experimentación del tiempo y el espacio. Cuando los proyectos intervienen sobre la ruina nos hablan en términos de futuro, son la expresión de un deseo y su proyección irá siempre a contrapelo del pasado. Los artefactos rejuvenecidos, transformados, variarán de forma y significado. En el ejercicio de su transformación las ruinas nos hablarán del pasado y a su vez ese pasado las legitimará como dignas de ser conservadas: unas y no otras. Algunas arquitecturas que son vistas como menores, fábricas en desuso, viejas paredes de adobe agrietadas, graderíos recubiertos de maleza, edificaciones modernas en deterioro y espacios considerados residuales quedarán suspendidos como un intersticio en la vida cotidiana de las cosas, en espera de su propia transformación. Hay discursos sobre la cultura que jerarquizan e intervienen sobre las ruinas para devolverles el aura y volverlas objeto de contemplación y experiencia y que podrán también volverlas mercancía para fines de su circulación en el mercado cultural, turístico o inmobiliario. Aunque las ruinas son potencia y deseo, suelen ser vistas en clave de pasado y de nostalgia del tiempo ido, de lo que se pierde. El historiador Andreas Huyssen (2006) nos planteó que al observar las ruinas arquitectónicas estamos frente a una utopía invertida: la nostalgia. Esta noción que se opone al progreso en tanto contempla lo irreversible, el deseo de volver a un lugar inaccesible. En nuestras ciudades, los viejos cines en ruinas de la primera mitad del Siglo XX son arquitecturas que expresaron transformaciones en los modos de habitar la ciudad, la producción de nuevas sociabilidades y de una particular forma de mirarnos modernos/latinoamericanos en un contexto de emergencia de la industria cultural. Sintetizan la utopía del progreso, los afectos de los habitantes y refieren a un tiempo al que no podremos acceder sino a través de la rememoración y la asignación de nuevos usos y sentidos. Hasta aquí hemos hablado de ruinas o monumentos, pero podríamos haber hablado de patrimonios urbanos. El sentido común sobre el valor aurático y contemplativo de lo patrimonial, sumado al valor de cambio que adquirió en los procesos de espectacularización urbana desde los años sesenta, suele obliterar otros sentidos de la experiencia urbana que las ruinas nos permiten revelar. Las arquitecturas ruinificadas, así como los monumentos y esculturas intervenidos dan cuenta de la experiencia cotidiana del habitar y de las formas en que los sujetos se apropian de las ciudades y el pasado. Son materialidades cuya presencia contrasta fuertemente con su propia fragilidad en tanto ruinas que resisten al tiempo. Toda intervención sobre el pasado lo es también sobre el futuro, tendrá un efecto sobre lo social y lo transformará, a veces para cohesionar la vida en comunidad y a veces para fragmentarla. Las ruinas podrán ser transformadas y disputadas por la sociedad que las habite y nuevos sentidos serán acordados al artefacto construido y estabilizado por la historia de nuestras ciudades.

Bibliografía

APPADURAI, Arjun, Ed. (1986) The social life of things. Commodities in cultural perspective. Cambridge University Press.

HUYSSEN, Andreas (2006) Nostalgia for ruins. En: Grey Room No. 23: 6-21.

MÁRQUEZ, Francisca (2014) “Poder y disputa en la monumentalidad de la nación. Buenos Aires, Brasilia y Santiago”. En: Lucía Durán, Mónica Lacarrieu y Eduardo Kingman (coords.) Habitar el Patrimonio. Nuevos aportes al debate desde América Latina. Quito: FLACSO, UBA, Instituto de Patrimonio de Quito.

TRANSFORMAR PARA CONSERVAR: LA CASA DEL CARNAVAL DE SALVADOR DE BAHÍA

Nivaldo Andrade

La Casa del Carnaval de Salvador de Bahía, inaugurada en 05 de febrero de 2018, fue instalada en un edificio de arquitectura ecléctica de principios del siglo XX, ubicado en un terreno improbable, al lado del Funicular Gonçalves, uno de los ascensores urbanos construidos en el siglo XIX para conectar las Ciudades Alta y Baja. Aunque no se encuentre protegido individualmente, el edificio es parte fundamental del frontispicio de Salvador, el imagen más recurrente y representativo de la ciudad, y forma parte del Centro Histórico de Salvador de Bahía, declarado patrimonio nacional en 1984 e incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco en el año siguiente. Además, se encuentra detrás de la Catedral Basílica de Salvador (antigua Iglesia del Colegio de Jesús), monumento nacional desde 1938.

El edificio en cuestión estaba abandonado, después de haber albergado, durante varios años, a un grupo de la Policía Militar. Además del edificio ecléctico en sí, con dos pisos más un sótano, el proyecto incluye a la ampliación construida posteriormente entre éste y el Funicular Gonçalves, adoptando las líneas generales del edificio principal. El proyecto de transformación del edificio abandonado en un museo del carnaval fue desarrollado a partir de 2015. El carnaval de Salvador de Bahía es una de las mayores fiestas populares del mundo y se desarrolla en los espacios públicos de la ciudad. Durante una semana, millones de personas - locales y turistas – su verten el funcionamiento de la ciudad, transformando el paisaje urbano.

La rehabilitación del edificio centenario en un museo dedicado a la fiesta que cambia radicalmente la ciudad una vez al año se basa en las reflexiones del arquitecto italiano Marco Dezzi Bardeschi, para quien el patrimonio construido corresponde a un palimpsesto, “una forma de escritura que [...] debe respetar estratificaciones, complejidades, heterogeneidades de lo construido”. Los arquitectos que intervienen en el patrimonio para atribuirles nuevas funciones y mantener su vitalidad también tienen, por lo tanto, “el deber de aportar nuevo material al contexto del edificio, sin que ello penalice la estratificación y la distinción de las fases constructiva y de uso”, pues es necesario “creer en la autonomía - y en la posible no conflictividad con el existente - del nuevo proyecto”.

Así, los arquitectos encargados de la rehabilitación hemos decidido conservar el edificio ecléctico principal casi en su totalidad: fachadas, muros autoportantes, las columnas ubicadas en el gran salón de la planta baja y las losas de cada piso. Por otro lado, en la ampliación posterior, la intervención fue radicalmente transformadora, manteniendo solo la medianera y parte de la losa del primer piso, convertida en entrepiso. El añadido se convirtió así en un amplio espacio de articulación para todo el equipamiento, y recibió dos nuevas fachadas acristaladas: una más estrecha, a sureste, que alberga el acceso principal del público, y una monumental, a noroeste, con una preciosa vista para la Bahía de Todos los Santos.

Los principales espacios expositivos se instalaron en los grandes salones de la planta baja y en el primer piso del edificio ecléctico. Se construyó un balcón externo continuo, con estructura de acero y en voladizo, a lo largo de toda la fachada noroeste del edificio ecléctico, en la planta baja, con el fin de permitir a los visitantes apreciar el hermoso paisaje.

El sótano alberga los baños y los espacios administrativos, mientras que la cubierta, anteriormente a cuatro aguas, con tejas de fibrocemento y estructura de hormigón armado, fue sustituida por una terraza en la que se instaló un bar, que tiene la más espectacular vista de todo el centro histórico.

Al reconocer que, más que en su arquitectura banal, el valor del edificio ecléctico estaba en su ubicación, en su relación con su sitio, el proyecto de la Casa del Carnaval de Salvador de Bahía no solo transforma un pequeño edificio abandonado en un museo, pero también en un espacio indispensable para la comprehensión y percepción del magnífico paisaje urbano en el cual se encuentra y en un conector con elementos importantes de su entorno, como el Funicular Gonçalves.

...El derecho a la ciudad es mucho más que la libertad individual de acceder a los recursos urbanos: se trata del derecho a cambiarnos a nosotros mismos cambiando la ciudad. Es, además, un derecho común antes que individual, ya que esta transformación depende inevitablemente del ejercicio de un poder colectivo para remodelar los procesos de urbanización1 .

Ana María Armijos

He recibido por parte de los organizadores de la XXII de la BAQ Bienal Panamericana de Arquitectura de Quito la invitación a reflexionar sobre la arquitectura más allá del objeto construido, me han pedido una mirada a fijar la atención en la repercusión que una intervención, entiéndase esta artística, educativa o de participación colectiva, es capaz de alcanzar en la ciudad y en los diferentes aspectos de la vida de las personas. Eso ha implicado reflexionar sobre ¨transformaciones”, para lo cual me he planteado tener al territorio como escenario y el sujeto como agente transformador, de espacios y sobretodo de significados. El territorio será visto pues, no solo como un espacio sobre el cual transcurre la vida social, sino como un artífice de esa realidad: un territorio históricamente construido, en el cual ocurren y se desarrollan determinados procesos sociales y culturales, que intervienen en la experiencia de vida de sus habitantes. Propongo explorar dentro de los territorios diversos, la relación entre patrimonio cultural urbano y ciudadanía a partir de la creación artística como vínculo y metodo de contruccion de nuevos significados; teniendo presente el derecho a la ciudad como un ejercicio legitimo de participación accion y recreación de estos nuevos significados2 .

El patrimonio no es un concepto neutro, sino un espacio de tensión porque en él se discute no sólo un valor simbólico, sino político, económico y social. Lo patrimonial ha operado como discurso de poder y con su carácter selectivo ha ido configurando construcciones sociales y culturales que han pretendido civilizar y homogeneizar en base a modelos ya establecidos. (Kingman, 2004). Este imaginario esencialista, esta idea de un patrimonio impuesto y escogido por otros, entra en disputa con la producción de identidades en el mundo contemporáneo. Todos aquellos recursos de memoria y saberes que se activan en el presente, empiezan a demandar reconocimiento y espacio apelando, según Candau, más al flujo que a la fijeza y que entiendo la memoria misma como «la identidad en acto» (Candau, 2008, p. 15). García Canclini, sin embargo, propone que «La selección de lo que se preserva y la manera de hacerlo deben decidirse a través de un proceso democrático en el que intervengan los interesados y se consideren sus hábitos y opiniones». Este enfoque se caracteriza, por ir incluyendo en el patrimonio más tradicional, lo cotidiano, lo simple, lo cargado de afecto; los bienes visibles junto a las costumbres y creencias.

En Quito se han desarrollado ejercicios de trabajo interdisciplinario dentro de categorías como patrimonio y ciudad, estos como grandes aglutinadores de muchas otras subcategorías (ciudadanía, memoria, derechos ciudadanos, arte, espacio público, arquitectura) que han sido ejes articuladores de la creación de nuevos significados y autodefiniciones a partir de la participación ciudadana en los espacios.

Una experiencia relacionada a la construcción de significados en relación al patrimonio fue la iniciativa Cuéntame tu Quito (2013), la cual propició un ecercamiento a la cotidianidad de las quiteñas y los quiteños para conocer sus experiencias con la ciudad. Se propuso un diálogo en distintos barrios de la urbe, propiciando reflexiones sobre lo que es vivir dentro de un territorio determinado como en San Diego, en el centro de Quito, o en Puéllaro, una parroquia periférica de la ciudad; sobre el uso de espacios

1 . Harvey David. El derecho a la ciudad. En internet: http://www. moviments.net/espaimarx/docs/ 6786f3cfbf9021694f6e51cc- 07fe3c.pdf 12/1 1/2013 Pág. 23

2 . Es así que la relación que existe entre las poblaciones y el territorio, en gran medida, es una relación interdependiente, en la cual los sujetos y el territorio se conforman mutuamente. Esos territorios que habitamos van marcando nuestras maneras de imaginar, sentir y percibir (Echeverría, 2001).

y lugares propios de cada territorio, como los parques o las casas comunales; también acerca de los personajes de importancia para los imaginarios de la gente, sean estos históricos o aquellos con los que se convive en la dinámica barrial; etc. De tal modo, que fue posible recabar los testimonios acerca de múltiples experiencias personalesde los quiteños y los que habitan la ciudad. Para conocer el patrimonio vivo de una ciudad como Quito, lo menos adecuado sería acudir únicamente a los museos e instituciones municipales pertinentes. Para esto es necesario acercarse a la gente que habita cotidianamente la ciudad, que le otorga sentido a los espacios públicos y les da un uso específico; a las personas que le dan un valor afectivo a su vida en el barrio porque es ahí donde genera sus relaciones y tiene un significado su existencia; a la gente que vive a Quito y, por ende, puede hablar de esta ciudad. El patrimonio vivo de Quito está en sus habitantes, en sus barrios, en sus relaciones y prácticas, en sus concepciones, en sus comidas y las formas de prepararlas, así como en su geografía tan particular. De ahí que para conocer este patrimonio es necesario que la gente cuente su Quito.

Este proyecto propuso una alternativa de debate ciudadano con el afán de ampliar la idea de patrimonio tradicional que tiene que ver únicamente con la estructura arquitectónica del centro histórico. Para repensar esta idea se generó una propuesta que produjo un interesante material de relatos sobre la ciudad apartir de la invitación a escribir, dibujar, redibujar, encuadrar y pintar sus historias íntimas relacionadas con el habitar la ciudad.

“Cuéntame tu Quito” fue una propuesta para construir una nueva noción de patrimonio, una más cercana con los habitantes de la urbe. Provocó una participación ciudadana dirigida a la reflexión, sobre el patrimonio. Se evidenció cómo los quiteños y quiteñas conciben y viven el patrimonio, evidentemente relacionado a un legado histórico, que imprime formas particulares de leer la ciudad. Aspecto notorio fue la profunda relación entre el entorno natural y las edificaciones antiguas y modernas que nos rodean, aproximación que rompe la idea de disociación entre cultura y naturaleza.

Por otro lado, presento a la campaña: Cartas de Mujeres, que se planteó y desarrolló desde una entidad cultural perteneciente al municipio del DMQ: La Fundación Museos de la Ciudad de Quito-Centro de Arte Contemporáneo. El proyecto se propuso en sus líneas principales como un estímulo a la ocupación de la ciudad por hombres y mujeres a través del ejercicio de escritura, y del uso de la carta como una herramienta de interpelación y de expresión de vivencias cotidianas. Contó con el apoyo de organismos de cooperación internacional como ONU Mujeres y la Cooperación Alemana GTZ, además de otros actores locales y nacionales; pero principalmente con miles de mujeres con generosidad compartieron sus historias de vida.

El Proyecto partió de la comprensión de que la carta es una expresión cultural de la cotidianidad y de la acción política, que responde a un ejercicio ciudadano. Se buscaba además entablar la transformación de las relaciones inequitativas de género y la eliminación de la violencia en el espacio público. A partir de esta iniciativa, se lograron recolectar 10.736 cartas de todo el país, el 84% provenientes del Distrito Metropolitano de Quito. Las más de diez mil cartas fueron leídas, sistematizadas y organizadas para ser puestas en conocimiento público de varias maneras. Permitió recopilar historias, vivencias y experiencias con casos de violencia, temáticas de Derechos Sexuales y Reproductivos, aborto, VIH/ Sida, diversidades sexo genéricas, violencia e historias de superación. En Quito las huertas urbanas, las ancianas juntándose a reír y practicar yoga, las comerciantes autónomas en defensa de su derecho a trabajar…, y las 10.000 atrevidas historias que quedaron plasmadas y revivirán de mil maneras apelando a la escucha y a la acción. Fue una experiencia que dejó mucho por aprender y que se revive en las historias que siguen pasando, en los testimonios que se siguen dibujando y en las ganas y la energía de que las cosas cambien.

Los procesos presentados que, enmarcados en acciones de participación ciudadana, produjeron el recuento/encuentro de memorias y saberes y, por ende generaron una construcción colectiva de patrimonios y significados, desde lo polifocal, de los sujetos que lo ejercen y lo habitan, desde la calle y no desde el poder. Promover y fortalecer el derecho a la participación de actores locales en los procesos de participación ciudadana, cimientan el ejercicio pleno de los derechos a la ciudad de las personas que la habitan, usan y visitan.

La organización de la edición XXII de la BAQ, ha debido transformarse, conceptualizandose como un evento en línea. Los ejes Académico, Concurso y Cultural han debido adaptarse a las nuevas realidades, justamente estas que vivimos, de adaptación y transformación. La invitación a ejercitar la génesis de nuestras vivencias ciudadanas siempre es un acierto. Un aplauso a quienes,desde este evento que ya tiene más de 40 años, lo han logrado, constituye sin duda un hito.

Este año la BAQ amplía su espectro mirando la arquitectura con y desde otros campos. Se trata de legitimar otros imaginarios de «nosotros» y no la de «aquellos» desde una condición participativa.

Proyecto Cartas de Mujeres FMDC, ONU mujeres, MDMQ 2011.

This article is from: