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“Sueño con pintar y luego pinto mis sueños”

Ese mensaje Van Gogh parece haber dado vida a imágenes que se mueven en la cinematográfica puesta inmersiva que cautiva Nueva York

Aunque fue capaz de hacer de cada pelo de su pincel una pincelada propia, su pluma expresó su pensar con tanta claridad como turbulencia guardaban sus emociones. Cuando Vincent Van Gogh dijo “los pescadores saben que el mar es peligroso y la tormenta, terrible. Pero eso no les impide hacerse a la mar”, seguramente atravesaba una zozobra tan grande como una pandemia. Como marcar con su sello el hecho de llevar un espectáculo artístico masivo a un espacio para eventos de casi 23 mil metros cuadrados en el East River de Nueva York durante este tiempo estresante.

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Es una gran apuesta comercial basada en uno de los artistas más convocantes de todos los tiempos, realizada con un ingenio inconmensurable, digno de las locuras del artista. Un sembradío de pinturas en movimiento, que comenzó en Europa y ahora “Immersive Van Gogh” está arrasando en Nueva York. La muestra de la gran manzana en Pier 36, es la versión más grande de “Immersive Van Gogh” hasta ahora: tres veces más que la que el productor Corey Ross y sus socios de Toronto dieron a conocer en Chicago hace cuatro meses. Distribuida en tres enormes galerías, la pieza central de la producción es un bucle de película de 35 minutos del escenógrafo Massimiliano Siccardi, quien crea videos para coreógrafos, festivales de arte y galas. Su película, transmitida aquí por más de 150 proyectores, incorpora 40 de las explosivamente coloridas obras de Vincent Van Gogh. Con un equipo de 30 en su estudio en Italia, ha animado las pinturas: vapor emerge en “Los comedores de papas”, se abren flores en “Almendros en flor” y los objetos celestes estallan radiantes en “Noche estrellada”. “Lo que quiero hacer es simular emoción -dijo Siccardi-. Cuando veo una pintura, la veo conmovedora. Entonces quiero que la gente sienta lo mismo que yo”. Su primera experiencia con la animación de Van Gogh fue en un espectáculo en Francia hace unos años. “Cuando volé a París, tenía muchas dudas”, dijo. Le sorprendió descubrir que ya había vendido 2 millones de entradas. “Sólo cuando lo ves lo entiendes”, agregó.

Al ver las pinturas metamorfosearse, con colores e imágenes familiares tomando forma en las paredes y pisos, y “Non, Je Ne Regrette Rien” de Handel y Ravel con la rugosa voz de Edith Piaf, se termina de comprender el atractivo. Se afianza una cierta cualidad alucinógena, especialmente si se puede bloquear la presencia de otros espectadores. Ojalá que todos bajen sus brazos, guarden sus celulares, y escuchen ese Van Gogh reinterpretado que grita desde las paredes danzantes.

“Immersive Van Gogh” no busca competir con un museo. Es entretenimiento.

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