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Bodas de Oro – 50 Años de Álbumes Clave: Hunky Dory, David Bowie
Un cambio saludable
La carrera de David Bowie abunda en cambios de dirección, tanto en lo musical como en lo estético. Pero en los primeros años de su carrera hubo un álbum que anticipó el rumbo rockero, entre glam, espacial y misterioso, que iba a darle su primer gran roce con la fama en la primera mitad de los años ’70. Ese disco se llamó Hunky Dory. Por Alfredo Rosso
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Hunky dory es una expresión inglesa que significa “todo bien” o “viento en popa”, pero cuando David Bowie decidió ponerle ese título a su cuarto álbum de estudio, editado a fines de 1971, la frase era más una expresión de deseos que un reflejo de la realidad. Bowie venía de editar tres álbumes muy personales en los que había hecho lo que iba a ser una constante en su vida: seguir a su musa artística sin importarle los vaivenes de la industria. Así, “David Bowie”, de 1967, lo mostraba como un “crooner” de 20 años, más cercano a Jacques Brel que al mundo de los Beatles, los Rolling Stones y el rhythm and blues en torno al cual había crecido. Una obra singular, aunque algo errática, que recién ahora obtiene la apreciación que amerita. Luego vino su primer hit “Space Oddity”, a caballito del cual salió su segundo álbum, del mismo nombre, en 1969, una ecléctica colección que se inclinaba al pop y al folk como vectores inspiradores, mientras que 1971 mostraba a Bowie en pleno proceso de maduración como compositor con una visión -con la aparición de “The Man Who Sold the World” en abril de ese año- y los primeros indicios de la consolidación de su personalidad artística con este cuarto disco que ahora cumple medio siglo de vida.
Ayudó también el hecho de tener a su lado la compañía de músicos capaces y con empatía hacia su propuesta, como Mick Ronson en guitarra, Trevor Bolder en bajo y Woody Woodmansey en batería –los futuros Spiders From Mars- más la destreza de Rick Wakeman al comando de los teclados.
“Honky Dory” fue grabado en los Trident Studios de Londres y producido por Ken Scott, con asistencia del propio Bowie, que figura en ese crédito como The Actor. En el álbum predomina una atmósfera acústica y baladística que quizás se vuelve más conspicua después del hard-rock que había asomado en el álbum previo, “The Man Who Sold the World”. Este cuarto álbum de Bowie comienza con “Changes”, un tema que más que cualquier otro en el repertorio de Bowie ha cobrado con los años carácter de manifiesto. Además de servir como insignia del espíritu siempre cambiante del músico, se hizo famoso por ese tartamudeo característico de su estribillo. La letra también enfatiza esa característica de David de contemplar un poco al medio que lo cobija desde afuera, de allí la frase “Look out all you rock-and-rollers” (cuídense todos ustedes, rockeros) como si les estuviese hablando a sus colegas desde una cierta distancia.
La canción siguiente “Oh! You pretty things” había sido grabado a esa altura por Peter Noone, el cantante de los Herman’s Hermits, y había llegado al puesto 12 en el chart inglés. La estructura del tema tiene un aire a lo Paul McCartney pero la letra deja entrever un cierto coqueteo con la locura, al hablar de “grietas en el cielo” y otros simbolismos asociados a la personalidad dividida.
No hay mucho para decir acerca de “Eight line poem”, excepto que tiene una bonita parte de guitarra de Mick Ronson y que mantiene una calma casi pastoral en su desarrollo. Después llega el que se ha convertido en uno de los más recordados de Bowie en este período y que, al ser editada en single tiempo más tarde -en el apogeo de la popularidad del cantante- llegó al puesto 3 del ranking de Inglaterra, en julio de 1973. El título se pregunta “Life on Mars?” (¿Habrá vida en Marte?)
Con un ambiente casi de vaudeville, “Kooks” tiene un tono caprichoso y casi psicodélico y cierto aire folk. Una canción que Bowie dedicó a su hijo Zowie, por entonces recién nacido. Hay consejos típicos de padre, con un tono de humor, como “No te busques peleas con los matones / porque no soy demasiado bueno en el arte de pegarle a los papás de tus compañeritos.”
La atmósfera de “Hunky Dory” se enrarece y oscurece cuando nos encontramos con “Quicksand” (Arenas movedizas), una breve y efectiva reflexión sobre la futilidad de la condición humana. Puede parecer grandilocuente pero resulta atractiva por tratarse de una de las melodías mejor construidas del repertorio de Bowie. Enseguida nos encontramos con otra canción vaudevillesca, un resabio del Bowie a mitad de camino entre el Mod, la psicodelia y el crooner “camp” del primer álbum. El tema, de aire despreocupado, se llama “Fill your heart” y es en realidad un cover del estadounidense Biff Rose un cantautor de culto que tuvo sus quince minutos de fama en los años 60. Y justamente, la persona que acuñó esa célebre frase sobre la fama es el destinatario de un homenaje, en forma de canción acústica, que lleva su nombre.
En este ecléctico y variado cuarto larga duración de Bowie hay otro tributo, “Song for Bob Dylan”, donde el oyente no queda del todo seguro si el tono de la canción es de homenaje o de parodia, pero no importa demasiado, porque la letra está unida a una buena melodía.
Cuando Velvet Underground surgió en los años 60s fueron pocos los que repararon en el poder renovador de su música y sus letras. Su enorme influencia en la explosión punk y sus derivados y su fama mundial sólo se consolidaron muchos años después de su separación. Sin embargo, hubo algunos iluminados que cantaron loas a VU muchos años antes y entre ellos se contaba el propio David Bowie, quien reconoce la influencia que el grupo comandado por Lou Reed tuvo en el décimo tema del disco, “Queen Bitch”.
“Hunky Dory” llega a un dramático final con “The Bewlay Brothers”, tema que alude, a través de la ficción, a la relación de Bowie con su hermanastro Terry. La letra está llena de imágenes centradas, una vez más, en la maleabilidad y las engañosas cualidades del ser humano. “Ahora mi hermano yace sobre las rocas / puede que esté muerto / puede que no / puede que seas vos...”
Editado el 17 de diciembre de 1971, “Hunky Dory” capturó a Bowie en un momento de transición. Es bien posible que sea el primer disco en que David descubrió esa combinación mágica de estilos, interpretación, letras y carisma que lo instalaría en poco tiempo más como una personalidad única en el campo del rock. Por delante estaban hitos como “Ziggy Stardust”, “Diamond Dogs”, “Heroes” y “Scary Monsters”, por nombrar algunos clásicos que Bowie acuñaría en el siguiente lustro en su fase Glam y luego en su productivo pasaje creativo por Berlín, pero “Hunky Dory”, además de exhibir una personalidad propia solida, fue un mirador hacia el mundo de posibilidades que el músico inglés tenía por delante.