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Patricio Villarejo

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No te va gustar

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Las cuerdas nunca pasan de moda” “

El músico argentino pasó por la casa de Billboard AR y se refirió al contexto actual de la orquesta, la música electrónica y la finalidad última de los músicos.

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patricio villarejo, músico argentino, chelista, compositor, director de orquesta, arreglador y productor, lanzó recientemente su segundo trabajo discográfico denominado Identidad como un tributo a sus raíces. “Se trata de recordar cómo empecé en la música y qué es lo que me gustó de ella. El cómo me llegaba esa música. Sin prejuicios”, admite, en el intento de llegar a lo más genuino e ingenuo de su persona. Y en esta búsqueda a las antípodas de su vida, que lo llevaron a trabajar con Osvaldo Pugliese, Charly García y muchos otros músicos emblemáticos, el chelista explora el contexto actual de la orquesta y la finalidad última de los músicos.

En una era en la que convive la música de todos los colores pero que todos también apelan desde el pop al rock, y a los sonidos de madera que vos seguís defendiendo, te has dado grandes gustos con Identidad. -Sí, digamos que las cuerdas nunca pasan de moda. Aunque se usen sampleadas o grabadas, siempre están. Yo busco hacer una música un poco más atemporal, no caer en ninguna moda porque obviamente no es lo mío, pero también me gustan cosas que pasan musicalmente y se ven reflejadas en la música que hago. De repente hay un tipo que rapea en uno de los temas, que parecería raro dentro de mi contexto, pero para mí es natural porque como me gustan estas cosas, me pareció natural incorporarlo. En esa canción tengo como invitado a Gillespie que, justamente como es un tema muy loco, él encaja perfecto.

Cuando ves la presencia de una orquesta en Los Gardel o lo que fue Hernán Cattaneo en el Colón con la transformación de su repertorio en algo sinfónico, ¿qué te genera?

Me parece que es lógico que la orquesta, que es un ente musical tan interesante que estaba en un lugar secundario, ahora ocupe un lugar principal, porque es algo que no te lo da un teclado. El hecho de que estén todos colaborando y haciendo la misma música; la energía que genera se siente. Cuando vos estás en una orquesta, tocando o dirigiendo, y desde el otro lado escuchando, todo está ahí y se transforma. La energía aparece y empuja a la gente. Es algo diferente a lo que hace el artista unipersonal, que hace todo solo. En este caso es una tarea comunitaria. Es súper interesante y se usa mucho en los cursos de coaching que hacen las empresas el hecho de encontrarse con orquestas, porque aprenden cosas que son naturales en los trabajos de a grupos y que a veces no las tienen en cuenta.

¿Qué te genera el hecho de que la música electrónica está tomando cada vez más vuelo? -Quien toca el instrumento de cuerdas está expresando constantemente algo. Vos escuchás unas cuerdas que están vivas, así como la orquesta que suena viva y presente. Cuando escuchás unas chapas, unos sintetizadores o plugins, termina sonando algo que está más enlatado que está bien y sirve para cierta música, por eso yo no soy partidario de descartar nada. No digo si esto es bueno o es malo, sino si me sirve o no me sirve para llegar a la expresión que quiero lograr. Porque la música tiene muchos usos: hay música para divertirse, que me parece perfecto que esté, siempre estuvo y es necesaria, y la música más introspectiva, que te hace pensar un poco. Es una música que genera climas que cambian tu vida de alguna manera y es a lo que yo aspiro llegar. Eso para mí es un éxito, más que llegar a millones de personas. A mí la música no me importa cómo está hecha. No busco que sea complicada sino sincera.

¿A qué le atribuís el mito de la buena suerte de Pugliese? -La razón de la buena suerte quizás quedó como la imagen de un tipo que hacía las cosas con buena onda. Muchas veces tiene que ver con lo económico porque justamente la orquesta tenía un sistema cooperativo que yo casi ni he visto. Es una cosa rara donde la persona que más cartel tiene reparte todo entre todos. Se repartió un 50% en partes iguales y un 50% con un puntaje, en el que éramos todos parecidos. Era plata repartida de forma muy justa. El puntaje lo adquirías y él mismo te impulsaba, es decir, que era un sistema que premiaba al que trabajaba. Lo que más se priorizaba era la música, después lo segundo era el trabajo.

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