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3ra. edición del Festival Bandera en Rosario.

YO QUIERO

A MI BANDERA

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Con la presencia de 20 mil personas, y luego del hiato de dos años, se realizó la tercera edición del Festival Bandera en el Hipódromo de Rosario. Dillom y Babasónicos, los destacados de la jornada.

POR WALTER GARRÉ • FOTOS: TUTE DELACROIX

La injusta distribución

de la oferta de consumo cultural posiciona a la mayoría de los festivales argentinos e internacionales en la ciudad de Buenos Aires, y no son pocos los jóvenes de todo el país que viajan por horas para ver a sus artistas preferidos. Afortunadamente esa tendencia comenzó a revertirse hace unos años, y luego de tres años de espera obligada por la pandemia, Rosario recuperó su plaza festivalera con el Festival Bandera.

La atmósfera en los alrededores del parque de la independencia respiraba música desde temprano, porque nadie quería perderse nada: a pocas horas de habilitado el ingreso al público, el predio ya estaba ocupado casi en su totalidad. La disposición de los escenarios confirmó que no siempre más es mejor, y con solo tres fue suficiente para disfrutar más de 30 propuestas diferentes, organizadas de manera dinámica, no hubo superposiciones discutidas, y absolutamente todos los shows tuvieron una presencia de público considerable. Sin desajustes y en equilibrio, todos ganaron.

Babasónicos fue uno de los destacados de la noche, no solamente por la elegancia y sofisticación de su propuesta sino porque además estaban visiblemente muy contentos. Lejos de patear el penal fuerte al medio a lo seguro, ofrecieron un show que tuvo como columna vertebral su último disco Trinchera: Arrancando con “Bye Bye”, sonaron también “Mimos son Mimos”, “Paradoja”, “Mentira Nórdica” y el bonus “Trinchera”. La banda que posee el catálogo más extenso de la música nacional se siente segura y confiada como para salir a un festival (con un público siempre hambriento de hits) con una propuesta variopinta, dejando a todos contentos. Siempre es un buen momento para ver a Babasónicos, no importa cuando leas esto.

Unas horas antes Dillom fue otro de los puntos altos del festival: quizás el artista nacional del año, este 2022 será recordado por su consagración con Post Morten. A tan solo unos días de haber realizado el recital más importante de su carrera en el Luna Park, el artista podría confundir a cualquier distraído y convencerlo de que realiza shows hace muchos años, porque así se percibe cuando se sube al escenario. Un show con rap, trash, punk y rock, que dejó al público rosarino extasiado.

Con una curaduría destacada, la principal virtud de este festival fue la diversidad de géneros: Brunella y The Colorated fueron responsables de comenzar una fiesta que se extendió hasta la madrugada, seguidos por (esta vez muy coloridos) 1915 que con su solidez característica siguen confirmando que están para cosas grandes, tocando en esta ocasión en uno de los escenarios principales. Luego fue el turno de Saramalacara, con una buena presentación, pero con una mezcla de sonido rara que le jugó una mala pasada, dejando su voz por debajo de las pistas. Por su parte, Taichu salió bien arriba con su exquisito blend de hip hop y R&B a pleno con “HI-C”, “Who” y “Tic Tac” a puro groove y con una audiencia entregada que disfrutaba del sol y el show a la vez.

Los locales Groovin Bohemia se presentaron en el escenario oeste y pisaron fuerte dejando impresionado a más de uno; con apenas unos años de carrera y el trabajo a pulmón de la autogestión, la banda crece poco a poco y pronto se presentarán en Niceto. Además, se manifestaron por lo que está ocurriendo en la provincia: "Estamos cansados de respirar humo y que nos prendan fuego las islas. Repudiamos a los que provocan todo eso y se llenan los bolsillos”.

El Kuelgue fue una fiesta en el atardecer: palo y palo, un hit tras otro, la banda definitivamente disfruta de los festivales y se mueve como pez en el agua en este tipo de eventos. Y por supuesto, el rock nacional tuvo su lugar: Guasones, El Mató y las Pelotas también dijeron presente. Por otra parte, en el escenario Cynar se dio una mixtura de créditos locales, bandas emergentes y consagradas para completar la grilla del festival que se consolida y promete para el futuro.

Un párrafo aparte se merece la vibra del público rosarino: pocas quejas, mucho disfrute, placer y alegría. Remeras de bandas de todas las épocas y géneros, el público se lleva el trofeo de ser uno de los más festivos y alegres, recordando las épocas en las que se concurría a los festivales para disfrutar de la música y no para sacar una foto en redes o pasarla mal en una fila. La música y el encuentro fueron siempre el foco. Que se repita.

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