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Exponer nuestras ideas de forma efectiva y no beligerante

Un vegano silencioso y secreto es una oportunidad perdida.

Comúnmente, los veganos intentan convencer a otra gente a adoptar su filosofía de veganismo ético, ya que solo si hay una masa crítica de veganos en una población, habrá un impacto positivo en la sociedad. La disminución de «demanda» de productos de explotación animal solo causará una disminución de «oferta» si hay suficiente gente rechazando tales productos. No se trata de «convertir» a nadie, ya que el veganismo ético es una filosofía, no una religión, y por tanto no se puede forzar a nadie a adoptarla. Por lo contrario, se trata de convencer a aquellos que ya están abiertos a adoptar una vida vegana (o al menos lo están considerando), pero les falta información, coraje o apoyo. Lo peor que podemos hacer es asustarlos con un mensaje inadecuado.

El proceso con el cual los mensajes se pasan de una persona a otra se llama comunicación, y si queremos ser exitosos en convencer a otros, es necesario que entendamos bien este concepto. Cualquier comunicación se basa en transmitir información mediante un código común al «emisor» y al «receptor». Es un proceso dual, en el que el receptor es tan importante como el emisor (o mensajero). A menudo se asume que comunicar es simplemente lanzar información al aire para quien la quiera coger, pero eso no es efectivo. Sin saber que lenguaje usa el receptor, y que información va a entender, no hay comunicación verdadera.

Otro aspecto a considerar es intentar que el mensaje sea lo más positivo posible, ya que la negatividad repele

Por tanto, el mensaje sobre el veganismo va a cambiar dependiendo del receptor. Para cada persona que queremos convencer, tiene que haber un mensaje creado a su medida, y el trabajo del buen comunicador es adaptar su mensaje constantemente para hacerlo más eficiente. Por tanto, lo primero que debemos averiguar es quienes son los receptores de nuestros objetivos comunicativos. No son aquellos «carnistas» totalmente cerrados al veganismo y vegetarianismo, que ven a los veganos con mucho prejuicio. Tampoco son las personas cuyas circunstancias personales les impiden tomar las decisiones más básicas de su vida. Los mejores receptores son aquellos a quienes el mensajero conoce bien, y por tanto puede imaginar que están abiertos a nuevas ideas, qué es lo que les interesa más, y qué obstáculos deberían superar para mejorar sus hábitos.

Para nosotros, es tan evidente que los animales sufren y que la manera que los humanos los explotan es totalmente cruel e innecesaria, que nos parece imposible que otra gente no lo vea. Esta actitud no ayuda porque, por un lado, nos impide usar un mensaje convincente, ya que asumimos que nuestra conclusión es autoevidente, y por otro, crea un antagonismo con la otra persona, ya que la trataremos, quizás inconscientemente, como ignorante.

Lo segundo que tenemos que hacer es acordarnos de cuando nosotros no éramos veganos, y como lo que ahora nos parece evidente, entonces no lo parecía. Cada persona con la que hablamos de veganismo es como una versión de nosotros de hace un tiempo, y por tanto es mejor empatizar con ella, recordando como éramos nosotros en el pasado. Si conseguimos encontrar algún punto especifico en común entre nuestra actitud pasada y la de la otra persona, ese debe ser el punto de partida de la conversación. Por ejemplo, si antes de ser veganos nos encantaba el queso, y la otra persona dice que nunca podría dejar de comer queso, ese podría ser el punto de semejanza desde donde partir. «Yo era como tú» es una de las expresiones más poderosas para crear una conexión, y una vez tal conexión existe, el canal de comunicación está abierto. A partir de allí, preguntar es casi más importante que explicar, ya que con la nueva información de las respuestas se pueden crear nuevas conexiones. Cuando el emisor empatiza con el receptor, tal empatía puede acabar siendo recíproca.

Otro aspecto a considerar es intentar que el mensaje sea lo más positivo posible, ya que la negatividad repele. Queremos atraer la atención del receptor (y para eso a veces se necesitan mensajes más chocantes), pero es más importante mantener esa atención el tiempo suficiente para comunicar el mensaje vegano completo (que es «los animales sufren, y el veganismo no solo puede eliminar tal sufrimiento, sino que también tiene otros efectos positivos en nuestra salud, justicia social y el medio ambiente»). Por eso es mejor usar un mensaje positivo (por ejemplo, qué fácil es encontrar productos veganos, qué satisfactorio es distanciarse del sufrimiento animal, cómo el número de veganos está creciendo constantemente, etc.).

Finalmente, es útil recordar que el objetivo de la comunicación es convencer, no ganar un argumento. Mostrar a una persona que es incoherente por comerse un cerdo y no un perro, o que es egoísta por ignorar el sufrimiento de los peces, o que es ignorante por no saber que se masacran en masa a los pollitos machos, puede que no la convenza a adoptar la filosofía vegana, y por lo contrario puede que genere una reacción de rechazo al veganismo.

¿Pero cómo diseñar nuestros mensajes cuando están destinados a un grupo de personas diverso? Por ejemplo, un anuncio vegano, una pancarta, un panfleto, etc. En estos casos la mejor estrategia es apelar al denominador común de los receptores, imaginando que nuestro receptor hipotético es como una media de todos los posibles, pero al mismo tiempo evitar cualquier elemento del mensaje que pueda ofender a cualquiera de los receptores potenciales. Por ejemplo, usando referencias de animales que todos conocen (vacas, perros, etc.), usando palabras que el receptor medio entienda (sufrimiento, consumidores, etc.), pero no usando ningún término o concepto que pueda ofender a personas de ciertas religiones, o a grupos sociales marginados.

El mensaje sobre el veganismo va a cambiar dependiendo del receptor

Un buen comunicador no necesita estar de acuerdo con la interpretación de aquellos que se ofenden con sus mensajes. Solo necesita conocer cuáles son los términos ofensivos, y evitarlos. Por ejemplo, si algunas personas de religión judía se ofenden con comparaciones entre el sufrimiento animal y el holocausto, mejor evitar tales comparaciones. O si algunas feministas se ofenden cuando se compara abuso sexual con algunas prácticas agropecuarias, mejor encontrar otras analogías. O gente de origen africano ofendiéndose con referencias a la esclavitud. Por más que a nosotros nos parezcan todas estas comparaciones adecuadas, si generan una reacción de repelo, es improbable que la comunicación vaya a ser exitosa para todos. El receptor es tan importante como el emisor, y un buen comunicador siempre puede encontrar maneras diferentes de expresar sus mensajes.

La verdad es que el sufrimiento de los animales causado por humanos es tan explícito que no hace falta compararlo con nada. Analogías y comparaciones pueden hacer pensar, y en ciertos casos puede que sea lo que «despierta» a ciertas personas de su adoctrinamiento carnista, pero si el precio a pagar es que otra gente deja de escucharnos, o desvía la conversación hacia temas que acaban confundiendo el mensaje, hemos perdido más que ganado.

Los veganos éticos intentamos evitar «hacer daño» a cualquier ser sintiente. Ser beligerantes en nuestras comunicaciones no nos va a ayudar a conseguirlo.

Jordi Casamitjana Zoólogo especialista en comportamiento animal buenoyvegano@buenoyvegano.com

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