Ómnibus

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• Walt Whitman • La generación Beat

Año 1 Núm 1

• Allen Ginsberg • Kill your darlings • Charles Bukowski

Borges Por Mario Vargas Llosa


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Sumario

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Walt Whitman

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Generaci贸n Beat

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Allen Ginsberg

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Kill your darlings

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Charles Bukowski

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Sumario

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Borges ( portada)

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Neoscriptum, sección de nuevos escritorres

Editorial Esta publicación tiene como objetivo transmitir diversos conocimientos acerca del mundo de la literatura y sus exponentes de una manera sencilla en aras de fomentar el interés por la literatura misma y reforzar el hábito de la lectura. Así mismo, sirve de espacio para aquellos que quieran incursionar en la escritura o algún otro medio de expresión en pro de las letras. Ómnubus tiene una diagramación a 3 columnas, permitiendo el ajuste de grandes cantidades de texto. Dichos cuerpos de texto están en Times New Roman con el motivo de facilitar la lectura y emular el aspecto de los libros. Los títulos y subtitulos están en Traveling Typewriter y DJB Love me some brook para simular los tipos de una máquina de escribir y la caligrafía a mano respectivamente. Así mismo, está distribuida de manera que los temas puedan leerse de manera sucesiva y presenten un orden lógico (cronológico en este caso) además de por región (dividiendose en EE.UU. y Latinoamérica en esta edición y finalizando con escritores amateur de Venezuela). La publicidad de la revista busca fomentar el hábito de la lectura, tanto con mensajes directos o mediante la presentación de material audiovisual (películas) relativos al ámbito literario. 4

Diseño, edición y producción Rafael Salazar Columnistas Ruben Alejandro Fraga Tamara Kamenszain Peaky Boy Shir Camacho Mario Vargas Llosa Colaboradores Daniel Castro Ruy David Gómez Gabriella Spinelli María Nuñez Contacto grupo.omnibus@gmail.com Impresa en Valencia, Venezuela


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Walt Whitman

“Aprovecha el día. No dejes que termine sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber alimentado tus sueños”.

Así pensaba y así escribía (en su “Carpe Diem”) Walt Whitman, el patriarca de los poetas norteamericanos, quien nació un día como hoy, hace 195 años, en West Hills, condado de Suffolk, población cercana a Huntington, Long Island, Nueva York. Leer a Whitman significa conocer a un hombre que fue alternativamente un visionario, un sabio, un profeta y, a menudo, las tres cosas al mismo tiempo, y siempre un poeta. Leerlo también significa

descubrir que la poesía, tal como se la concibe tradicionalmente, se transformó en su caso en un medio por el cual “la persona simple, separada” puede fundirse con lo “democrático”, con la comunidad: las contradicciones humanas sólo son frases del contrapunto de una primigenia música esperanzada, la de la integridad del ser humano, la de una nueva moral de vida que sostiene simplemente la vida y no la salvación. Whitman consideraba que “la literatura está llena de aromas”, y en su obra se manifiesta la importancia de la unicidad de todos los seres humanos. Él rompió con la poética tradicional, tanto en el estilo como en los contenidos, marcando una pauta a las generaciones de poetas que le precedieron. Así, la influencia de Whitman ha sido enorme y muchos poetas se identificaron y se identifican con su anhelo: hacer el mundo moderno posible para la poesía.

Su obra lírica, concentrada en las sucesivas ediciones de Hojas de hierba, ejerció su magisterio sobre gran parte de la poesía moderna, incluidos Ernst Staedler, Ezra Pound, William Carlos Williams, Wallace Stevens, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Federico García Lorca o Allen Ginsberg. Y su influencia llegó también a otros ámbitos: el genial Charles Chaplin lo consideró fuente de inspiración para todas sus películas. Su estilo lírico o épico (poético narrativo), de versos amplios y frecuentes paralelismos, recuerda al de los salmos bíblicos, pero sus temas son mucho más originales. Whitman canta con optimismo a la libertad, la sexualidad, una espiritualidad libre de dogmas y preceptos, la comunión con todos los seres, la democracia, la vida agreste y el trabajo duro, el progreso y a su patria, como lugar donde todo lo anterior se vuelve posible.

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Este poeta, periodista y ensayista nació el lunes 31 de mayo de 1819 y fue el segundo de los nueve hijos de Louisa van Velsor, descendiente de marinos holandeses, y de Walt Whitman, carpintero. Cuando el pequeño tenía cuatro años, sus padres se mudaron a Brooklyn, donde el niño asistió a la escuela, durante seis años, y recibió toda la educación formal que se le daría en su vida. Para contribuir al sustento del hogar se vio obligado a abandonar los estudios y con 11 años de edad ingresó en una imprenta en calidad de aprendiz de tipógrafo, oficio que le permitió acceder a numerosos textos de la más diversa índole al tiempo que desempeñaba su trabajo. En la imprenta aprendió a redactar y adquirió los rudimentos de la prosa. Dejó la imprenta en 1838 para dedicarse a la docencia cuando aún no tenía 20 años. Se inició en el mundo del periodismo en 1839 mediante la publicación de un periódico, el Long-Islander, en Huntington, al tiempo que daba a conocer sus primeros poemas a través de los foros literarios y las publicaciones culturales que frecuentaba en compañía de otros jóvenes escritores, artistas, cantantes y demás componentes de la bohemia neoyorquina de mediados del siglo XIX. Pronto ganó, por vía de estos escritos, un cierto prestigio literario que lo ayudó en su carrera periodística, y al cabo de muy poco tiempo fue nombrado director del periódico 8

de Brooklyn Daily Eagle. Desde las páginas de la publicación que dirigía, el joven Walt hizo gala en todo momento de un ideario progresista que defendía los valores liberales y democráticos de la sociedad norteamericana de la época, al tiempo que censuraba el reaccionarismo político y moral difundido y practicado en Estados Unidos por los herederos de la peor tradición puritana procedente de Inglaterra. Asido a esta ideología liberal, en

poesía totalmente distinta de la que se estaba escribiendo, y se dedicó por completo a tal actividad. Whitman publicó la primera de las innumerables ediciones de Hojas de hierba (Leaves of grass) en 1855. Un libro de poemas que difería radicalmente del trabajo anterior del poeta e incluía como novedad un tipo de versificación no usado hasta entonces. En esta obra alababa el cuerpo humano y glorificaba los gozos de los sentidos. Se vio obligado a pagar él mismo los gastos de su publicación, y a colaborar en las tareas de imprenta. Su nombre no aparecía en la portada de esta edición, pero sí un retrato suyo en camiseta, con los brazos en jarra y el sombrero ladeado, en actitud desafiante. Esta obra ha sido considerada, desde la perspectiva crítica actual, como el punto de arranque de la moderna poesía estadounidense, pero pasó prácticamente inadvertida para los lectores y estudiosos de su tiempo, incapaces de calibrar en aquellos instantes la importancia de los numero1848 se destacó por su sos aportes que traían consigo airada exposición de unos los versos de Walt Whitman. postulados antiesclavistas que, en su acendrada defensa de la La edición de 1855 de Hojas de democracia igualitaria, molestaron hierba contenía 12 poemas sin tíincluso a los propietarios del Daily tulo, escritos en versos largos y Eagle, lo que obligó al impulsivo cadenciosos. El más largo y de poeta a abandonar el periódico. mayor calidad de ellos, que más tarde recibió el título de Canto a Tras varios años en los que des- mí mismo, consistía en la visión empeñó los más diversos traba- de un “Yo” simbólico presa de jos, incluido el de constructor in- una sensualidad que le hace amar mobiliario, empezó a escribir una a todas las gentes que se va encon-


trando en un imaginario vuelo desde el Atlántico hasta el Pacífico. Animado por una carta personal de felicitación que le envió Ralph Waldo Emerson, Whitman se apresuró a preparar una nueva edición de Hojas de hierba (1856), que contenía numerosas revisiones y añadidos, y que fue la primera de una serie de reediciones retocadas que el poeta iría realizando a lo largo de su vida. Consagrado, pues, a esta febril actividad creativa, Whitman continuó entregado a su disfrute de la naturaleza hasta que, en 1862, la impresión que le causó una visita realizada a su hermano George, que había resultado herido de gravedad en el transcurso de la Guerra de Secesión (18601865), lo impulsó a dedicarse durante tres años, como voluntario, a la atención y el cuidado de los enfermos que se hacinaban en los hospitales de campaña. Por esos años, Whitman conoció a Oscar Wilde. Continuó trabajando hasta 1873, en que sufrió un grave ataque que le dejó como secuela una parálisis parcial. Se marchó entonces a vivir con su hermano George en Camden, Nueva Jersey, hasta 1884, año en que compró su propia casa. En ella vivió, revisando y añadiendo poemas a Hojas de hierba, libro del que publicó nueve ediciones, ampliándolo en cada edición. Whitman murió en su casa de Camden, Nueva Jersey, el sábado 26 de marzo de 1892, poco antes de cumplir los 73 años.

NO TE DETENGAS No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber. No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo. Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: Tu puedes aportar una estrofa. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre. No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso. No te resignes. Huye. “Emito mis alaridos por los techos de este mundo”, dice el poeta. Valora la belleza de las cosas simples. Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos. Eso transforma la vida en un infierno. Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante. Vívela intensamente, sin mediocridad. Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo. Aprende de quienes puedan enseñarte. Walt Whitman

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La generación Beat El término Beat Generation surge durante una conversación entre Jack Kerouac y John Clellon Holmes en 1948. La intención de sus miembros no era la de nombrarla, sino la de “desnombrarla”. A finales de 1952 apareció en el New York Times Magazine un artículo de John Clellon Holmes titulado “This is the Beat Generation” que captó la atención del público. El término comenzó a utilizarse de tal manera, y sin discriminación alguna, hasta el punto de que en 1959 Kerouac considerara necesario corregir públicamente el abuso de esta denominación en los medios de comunicación, donde se empleaba con las connotaciones de “totalmente vencido”, o fracasado, o en el sentido de “ritmo”. Jack intentó mostrar el sentido correcto de beat sugiriendo su relación con palabras como “beatitud” y “beatífico”, conexión que se explicaba porque, en sus ideales, el movimiento beat se sentía atraído por la naturaleza de la conciencia orientada a la comprensión del pensamiento oriental, hacia prácticas de meditación, etc. Esta “redefinición” que Kerouac hacía del término pretendía orientar hacia 10

neration pasa a designar un movimiento literario formado por un grupo de amigos que desde mediados de los años cuarenta habían trabajado juntos escribiendo poesía y prosa, y que compartían Allen Ginsberg, el más famoso una idea de cultura y aficiones de los poetas beatniks, observaba o fuentes de inspiración similaen el prólogo al libro “The Beat res, tales como la música jazz. Book”, editado por Anne Waldman y Andrew Schelling, otro El grupo inicial estaba forposible significado: “acabado”, mado por Jack Kerouac, Neal “completo”, en la noche oscu- Cassady, William Burroughs, ra del alma o en la nube del no Herbert Huncke, John Clellon saber. E incluso “abierto”, en el Holmes y Allen Ginsberg. En sentido whitmaniano de “apertu- 1948 se unieron Carl Salomon y ra a la humildad”. Pero, indepen- Philip Lamantia; en 1950 Gredientemente del significado que gory Corso; y en 1954 Lawrenquiera dársele, el uso de Beat Ge- ce Ferlinghetti y Peter Orlovsky. imágenes simbólicas del estilo de la derrota u oscuridad necesarias, precedentes a la apertura a la luz y la supresión del ego que conducen a la iluminación religiosa.


Este grupo, que acabó denominándose la Generación Beat, revitalizó la escena bohemia cultural norteamericana. Su energía se desbordó hacia los movimientos juveniles de aquella época (On the Road -En el camino, 1957- de Kerouac, asumió carácter de manifiesto universal de una juventud que quería huir de lo establecido), y fue absorbida por la cultura de masas y por la clase media hacia finales de los años cincuenta y principios de los sesenta. Sus ideales abogan por un arte como manifestación de las texturas de la conciencia. Su canto a la liberación espiritual derivó hacia una liberación sexual, particularmente homosexual, que hizo de catalizador en los movimientos de liberación de la mujer y de los negros. Llevados por una visión tolerante y no-teísta, un antifascismo cósmico, un eclecticismo... se interesaron por las sustancias psicodélicas como herramientas de conocimiento. Centraron su lucha en contra de los valores tradicionalistas y puritanos de Estados Unidos, contra el “American Way of life”, un repudio implícito a los valores comerciales, para cuyo reemplazo proponían los ideales expuestos por Whitman en “Hojas de hierba”. Los beatniks, los miembros de la Generación Beat y sus partidarios, no son tan novedosos como se creyó cuando aparecieron, y fueron suprimidos del escenario por la publicidad. Una paradoja: luchaban contra la sociedad de consumo y resultaron vencidos por una de las poderosas armas sociales.

Jack Kerouac (1922- 1969)

Cómo meditar —luces fuera— caída, manos unidas, en instantáneo éxtasis como un chute de heroína o morfina, la glándula interior de mi cerebro descargando el perfecto fluido alegre (Santo Fluido) cuando me desnudo y fijo todas las partes del cuerpo a un trance de inactividad —Curando todas mis enfermedades —borrándolo todo —ni siquiera un fragmento de un “Espero que tú” o un lunático bocadillo de tebeo queda, sólo la mente en blanco, serena, sin pensamientos. Cuando un pensamiento brote llegando de lejos con su manifiesta presencia de imagen, debes engañarlo y fuera con él, quítatelo de delante, dríbalo, y se desvanece, y el pensamiento nunca vuelve —y con alegría comprendes por primera vez “Pensar es justo lo mismo que no pensar— Así que no tengo que pensar nada más” 1967.

Fuentehttp://www.loscuentos.net/

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Allen Ginsberg El verbo to beat

por Tamara Kamenszain

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o tendría alrededor de 19 años cuando pegué, en la pared de mi cuarto, una foto de él totalmente desnudo. Todavía vivía con mis padres y ese hombre –más parecido por la larga barba y el poco pelo enmaraño a un linyera que a un sex-symbol para adolescentes– transformó mi reducto en un bunker con orden de clausura cada vez que alguna tía visitaba la casa. La foto del escándalo la recorté de El Angel del Altillo, una revista literaria que duró dos números y que publicó, por primera vez en estas latitudes (¿1966?), la traducción de un fragmento del Aullido y esa imagen de Allen Ginsberg que fue, para muchos de nosotros, la esperada muestra en blanco y negro de lo que verdaderamente era un beatnik. Por entonces también circulaba en el ambiente la revista Eco Contemporáneo, dirigida por Miguel Grinberg, que había traducido partes de otros poemas y que publicaba la correspondencia GinsbergGrinberg, un delicioso contrapunto entre dos interlocutores cuya 12

similitud de apellidos de ninguna manera aseguraba la afinidad de ideas (“usted tiene caca en la cabeza” creo recordar que una vez le espetó el poeta al editor en ese estilo salvaje-verista-descarnado que para nosotros, por entonces, era la perfecta representación de la retórica beatnik). Tres años después (1969) apareció una antología de la poesía de Ginsberg que incluía Kaddish, Aullido y otros poemas. Hasta los que más objetaron la dispar traducción de Marcelo Covián se paseaban por la Galería del Este con un ejemplar bajo el brazo. Ediciones del Mediodía, el sello que publicó el libro, tenía un local de librería en esa galería uterina que invitaba a deambular por adentro de lo que se daba en llamar “la manzana loca” (Florida-Maipú-ParaguayCharcas: la nueva fundación de Buenos Aires. Borges mismo vivió en esa cuadrícula cuyo imán central fue el Di Tella). Pero, ¿qué nos enganchaba de la poesía de Allen Ginsberg a nosotros, adolescentes sesenteros, cuando medrábamos

por la galería con expresión de iniciados o cuando nos reuníamos en el living de alguna casa de familia a aullar a grito pelado: “¡Carl Solomon! Estoy contigo en Rockland / donde estás más loco que yo”? A veces pienso que una poesía que es incapaz de atraer a los adolescentes no tiene futuro. Es que cuando un poema le dice algo –cuando se brinda como regalo– a la inocencia del lector juvenil, es porque lleva a cuestas el formato de una época. Si nos ponemos filosóficos, habría que decir que se trata de una cuestión de estética, pero también de ética o, lo que es lo mismo, de un encuentro con la verdad del decir. Basta con observar la forma de Kaddish o de Aullido para ver clarito –como en la foto de un desnudo– el mapa lírico de una época. Ni siquiera hace falta leer: con recorrer con la mirada la disposición de los versos uno ya se pone a aullar. Son textos que entran por los ojos, pero también por los oídos. Por eso, con ponerse a declinar el to beat también alcanza. Ese verbo móvil que


El relato no se detiene ante nada porque no tiene la obligación de cerrar ningún cuento (“cantos, no cuentos”, pedía Perlongher). Carl Solomon, Naomi, “las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura”, todos los “personajes” del poema aguantan las vicisitudes de un relato espasmódico que, en última instancia, sólo busca anclar en la espiral metafórica.

arrastra en su valija una cadena de consecuencias que empieza por golpear y se multiplica en repetir, insistir, invocar, pedir. Es el verbo del viaje. Jack Kerouac lo tradujo on the road, en el camino. Viajar es golpear, es repetir, es insistir en el síntoma adolescente, es confiar en los efectos del estribillo, esa parada que va retomando siempre lo viajado para darle a la prosa su efecto poético. Prosodia beatnik, poesía pura que se permite caminar de un extremo a otro de la página sin entregar

Perlongher entre nosotros es lo más ginsbergiano que se puede encontrar. Esa furia compulsiva para hacer que un verso repita la misma loca verdad cambiada hasta el cansancio es un motor de su ya mítico Cadáveres. Ese himno que los chicos que deambulan por Corrientes conocen de memoria. Por otra parte, hace más de un siglo que Whitman escribió su Canto a mí mismo, ese otro himno que Borges confiesa haber leído hasta el cansancio en su juventud. Son aullidos que se transmiten como música. De generación en generación. Y que, aunque estén de moda en una época, vuelven a golpear siempre, insisten, se repiten (como los Beatles, que patentaron el verbo to beat más allá ni un milímetro de su potencia de la literatura para que siempre versificadora (“prosa poética” pueda volver, intacto, a ella). la llamábamos nosotros a veces, traduciendo mal, muy mal). En “La conciencia Kaddish, Ginsberg se da el lujo de contar minuciosamente toda cubierta de palabras, la historia de Naomi, su madre. la mente está Desde que él tiene 12 años y la lleva a internar por primera vez a cubierta de palabras, un psiquiátrico hasta que, veinte vida y muerte son años después, ella muere y le deja al hijo una carta póstuma (“Tengo palabras, las palabras la llave. Casate, Allen, no tomes están cubiertas de drogas, la llave está en la reja, en la luz del sol de la ventana”). palabras”. 13


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“He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura” Principios de los años 40, en el entorno represivo que se vivía en la segunda guerra mundial, las nuevas generaciones intentan entrar en grandes universidades de renombre. Sin llamar mucho la atención y siguiendo las estrictas normas de conducta que les han sido impuestas, luchan por ser los mejores de su clase y pertenecer a los clubs más selectos, ya que todo está institucionalizado y si no eres parte de la solución, entonces eres parte del problema. Sin embargo, un grupo de jóvenes mira con indiferencia los cuadros que cuelgan de las paredes del campus, en los que aparecen los sonrientes rostros de los héroes universitarios, el orgullo de la nación, mientras prometen que nunca pertenecerán a uno de esos organismos capitalistas. Jóvenes que ya son miembros de su propio club donde la entrada es mucho más restringida que la de cualquier otro, un círculo de erudición admirable y dispuesto a cambiar el mundo o, al menos, la concepción que se tiene de él, un círculo que abre paso a la llamada “Beat Generation”. Lucien Carr, un líder nato, fue el encargado de reunir a las mentes liberales más brillantes para escribir la idea que corría, sin forma, por su imaginación. Allen Ginsberg, Jack Kerouac y William Burroughs llevaron su inconformismo al papel en forma de poemas

y manifiestos que instaban a un levantamiento contra la opresión. La inhibición sexual, el alcohol y, sobre todo, las drogas como herramienta para la exploración de aquellas partes del cerebro a las que, por lo general, tenemos el acceso restringido, dieron como resultado algunas de las obras de la literatura más grandes de la contracultura americana, como el poema Howl (Aullido), del propio Ginsberg, con cuyo verso inicial comenzábamos el presente artículo y que fue concebido bajo los efectos del peyote. El desenlace, las obras, los futuros movimientos que surgieron a partir de esta revolución son de sobra conocidos, sin embargo el inicio, los adolescentes que había detrás de esos futuros genios, es lo que le ha interesado al joven director John Krokidas para llevar a cabo este proyecto en el que, con la ayuda de la directora de fotografía Reed Morano, consigue plasmar perfectamente la brillantez de aquellas mentes adelantadas a su tiempo. Intelectuales que no sólo se enfrentaron a

la ineptitud del sistema contra el que luchaban, sino también a su propio autocontrol, dando como resultado un tremendo caos mental que se reflejó en lo desquiciado de su comportamiento y originó algunos de los casos más escabrosos y sonados de la historia de la literatura norteamericana, como por ejemplo, el asesinato cometido por Burroughs de su propia esposa mientras jugaban con una manzana a lo Guillermo Tell, que apareció narrado de forma autobiográfica en su aclamada novela El almuerzo desnudo, llevada posteriormente a la gran pantalla en la genial y psicodélica adaptación homónima de David Cronenberg; o, como ocurre con en la cinta que nos ocupa, el asesinato pasional de David Kammerer a manos de Lucien Carr, con el que comienza la película. La historia, que se centra en los hechos que precedieron a dicho crimen, arranca con un jovencísimo Allen Ginsberg en el momento en el que abandona la casa en la que vive con su inestable familia, para comenzar su nueva vida

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en la universidad de Columbia. Ahí es donde conocerá a Lucien y éste le presentará al resto de la banda, dando lugar al comienzo de las relaciones entre los escritores, siempre unidos por el mismo nexo: el apuesto y encantador Carr, una de las mentes más creativas del movimiento pero que, a diferencia de sus compañeros, no destacaba por su excelencia en el campo de las letras. La alianza formada desembocó en un acto de desobediencia que desafió al obsoleto sistema educativo ultraconservador establecido. El problema es que cuando se habla de algo de proporciones tan grandes, es muy fácil que el medio por el que nos llega esa genial historia no dé la talla y, en efecto, algo le falta a esta película. Una de las mayores trabas que encontramos es la cantidad de rostros conocidos que aparecen, por ejemplo, Daniel Radcliffe, que lidera el reparto con una actuación bastante aceptable, ya no sabe que más hacer para quitarse de encima la sombra de Harry Potter,

algo que compromete demasiado la valoración de su actuación y el visionado de la cinta en general. Casos similares son el de Michael C. Hall, al que tenemos encasillado en el papel de Dexter o David Fisher en A dos metros bajo tierra, o Jack Huston como Richard Harrow en Boardwalk Empire. Sin embargo rostros menos conocidos como el de Dane DeHaan o Ben Foster, que acostumbran a no llamar tanto la atención con ninguno de sus papeles, consiguen lo mejor del apartado interpretativo con una actuación digna de reconocimiento, lo que nos hace pensar que el resultado hubiera sido más satisfactorio con intérpretes desconocidos. El guion, escrito por el propio Krokidas, deja ciertos detalles de calidad, sobre todo cuando mezcla algunas de las citas más importantes de los protagonistas con las de los escritores que les influyeron, como Walt Whitman o W.B. Yeats, pero pierde fuerza en momentos en los que el ritmo narrativo exige un diálogo más fluido.

Un filme que, sólo por el hecho de recordar la historia que cuenta, hace que valga la pena pagar el precio de la entrada. Literatos incomprendidos, experimentación con drogas, opresión social ante lo diferente, estos precursores de la Generación Beat no lo tuvieron nada fácil desde el comienzo. Sus acaloradas críticas antisistema y su explícito vocabulario les cerraron muchas puertas, puertas que ellos mismos fueron derribando a patadas. Krokidas nos sitúa ante un fenómeno social, cultural y literario de magnitudes descomunales, nos sumerge en aquella explosión de elocuencia de la mano de artistas que llevaron a otro nivel el término vanguardista, que supieron tocar las teclas necesarias para que posteriores generaciones siguieran con los principios que ellos habían escrito con el sudor de su frente, la tinta de sus plumas o, en su defecto, la sangre de sus manos.

Fuente: http://www.filmaffinity.com/


Si me preguntaran por una referencia prolífica de la decadencia del hombre, una parodia de los valores, costumbres y creencias de la sociedad, o por un estilo soez y realísticamente vulgar de la fascinante degradación de la vida, solo podría decir, a secas, Bukowski. Habrá, entre fanáticos y literarios, quiénes aún discuten su asocio con los escritores de la Generación Beat a razón de la similitud de estilo y actitud, o quiénes refutan por excentricidad de ellos. A mi parecer, y si ese bendito desgraciado se levantara de su tumba, los mandaría a todos al mismísimo infierno; pero a pena de santos, esto resaltaría su condición de escritor maldito. Con su realismo obsceno y su actitud de viejo hombre sucio, Bukowski escribió miles de poemas y cientos de historias cortas, aunque en su recorrido destaquen obras como: El Cartero (1971), Historias de un viejo Indecente (1969) y Música de Cañerías (1983), todas sus obras fueron concebidas bajo el aire de deca-

dencia que se respiraba en Los Ángeles, ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida y, sin duda, fue el epicentro de su desbordada creatividad y “Realismo sucio”. Alcohol, sexo, drogas, fracaso y mujeres, toda esa delirante esfera absorbida, admirada y poetizado por una misma persona, lo llevó a convertirse, según la revista Time en “el lauereado de los bajos fondos de EE.UU.” (laureate of American lowlife) y, en definitiva, en uno de los autores más nombrados e influyentes del siglo XX. A Bukowski La cuestión, entonces, es poner la mente en disposición de creer con fe ciega, aquello que no es tangible, visible e incluso sensorial. Y vaya!, que no es tarea fácil esa de creer en Dios, en el infierno y en la gloria del sueño sin esfuerzo. Ya bastante escepticismo resta entre suicidas, borrachos y putas, y no me malinterpreten, créanme que siento tanto aprecio por ellos como por las flores del Wachuma que se abren en los claros de luna y abundan en esta sierra.

Ya bastante desilusión nos desata la fe y frívolo vació la falta de ella. Pero va dislocado el sueño que se alimenta de la suerte y se arrastra al abismo de la desdicha a causa de la ilusión. Ese sueño que no es sueño sino capricho, que se enfrenta a la realidad en vez de aliarse a ella, incluso, abusar de ella, embriagarla y meterse entre sus sábanas y hacer de la noche lo imposible, como solo el sueño se atrevería a hacerlo, para que al alba, la realidad se halle tan corrompida y no tenga otro remedio más que hacer posible lo soñado. Que desperdicio ese de ser hombre de sueños, de escepticismo fundado y de creencias dudosas; pero ya mencioné que es tarea difícil esa de creer en Dios y el infierno, por lo que a duras penas le resto un poco de causa a esta mierda y decido otorgar el esfuerzo a los sueños, y asumir como verdades lo que salga de boca de suicidas, borrachos y putas; qué más da, cuando “es tan fácil ser poeta y tan difícil ser hombre”. 17


¿Así que quieres ser escritor? Si no te sale ardiendo de dentro, a pesar de todo, no lo hagas. A no ser que salga espontáneamente de tu corazón y de tu mente y de tu boca y de tus tripas, no lo hagas. Si tienes que sentarte durante horas con la mirada fija en la pantalla del ordenador ó clavado en tu máquina de escribir buscando las palabras, no lo hagas. Si lo haces por dinero o fama, no lo hagas. Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama, no lo hagas. Si tienes que sentarte y reescribirlo una y otra vez, no lo hagas. Si te cansa sólo pensar en hacerlo, no lo hagas. Si estás intentando escribir como cualquier otro, olvídalo. Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti, espera pacientemente. Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa. Si primero tienes que leerlo a tu esposa ó a tu novia ó a tu novio ó a tus padres ó a cualquiera, no estás preparado.

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No seas como tantos escritores, no seas como tantos miles de personas que se llaman a sí mismos escritores, no seas soso y aburrido y pretencioso, no te consumas en tu amor propio. Las bibliotecas del mundo bostezan hasta dormirse

con esa gente. No seas uno de ellos. No lo hagas. A no ser que salga de tu alma como un cohete, a no ser que quedarte quieto pudiera llevarte a la locura, al suicidio o al asesinato, no lo hagas. A no ser que el sol dentro de ti esté quemando tus tripas, no lo hagas. Cuando sea verdaderamente el momento, y si has sido elegido, sucederá por sí solo y seguirá sucediendo hasta que mueras ó hasta que muera en ti. No hay otro camino. Y nunca lo hubo. — Charles Bukowski


Borges Por Mario Vargas Llosa

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En 1963, en París, Mario Vargas Llosa, en aquel entonces toda una promesa de las letras peruanas, tuvo la ocasión de entrevistar a uno de sus ídolos: el escritor argentino Jorge Luis Borges.

estuve en Holanda, en la ciudad de Amsterdam, que tenía muchas ganas de conocer. Luego mi secretaria María Esther Vázquez y yo seguimos por Inglaterra, Escocia, Suecia, Dinamarca y ahora estoy en París. El sábado iremos a Madrid , donde permaneceremos una semana. Luego, volveremos a la patria. Todo esto habrá durado poco más de dos meses.

-Tengo entendido que asistió al Coloquio que se ha celebrado recientemente en Berlín entre -Discúlpeme usted, Jorge Luis escritores alemanes y latinoaBorges, pero lo único que se mericanos. ¿Quiere darme su me ocurre para comenzar esta impresión de este encuentro? entrevista es una pregunta convencional: ¿cuál es la ra- -Bueno, este encuentro fue agrazón de su visita a Francia? dable en el sentido de que pude conversar con muchos colegas -Fui invitado a dos congresos míos. Pero en cuanto a los repor el Congreso por la Libertad sultados de esos congresos, creo de la Cultura, en Berlín. Fui in- que son puramente negativos. Y, vitado también por la Deutsche además, parece que nuestra époRegierum, por el gobierno ale- ca nos obliga a ello, yo tuve que mán, y luego mi gira continuó y expresar mi sorpresa -no exenta 20

de melancolía -, de que en una reunión de escritores se hablara tan poco de literatura y tanto de política, un tema que es más bien, bueno, digamos tedioso. Pero, desde luego, agradezco haber sido invitado a ese congreso, ya que para un hombre sin mayores posibilidades económicas como yo, esto me ha permitido conocer países que no conocía, llevar en mi memoria muchas imágenes inolvidables de ciudades de distintos países. Pero, en general, creo que los congresos literarios vienen a ser como una forma de turismo, ¿no?, lo cual, desde luego, no es del todo desagradable. -En los últimos años, su obra ha alcanzado una audiencia excepcional aquí, en Francia. La “Historia universal de la infamia” y la “Historia de la eternidad” se han publicado en libros de bolsillo, y se han vendido millares de ejemplares en pocas semanas. Además de “L’Herne”, otras


dos revistas literarias preparan números especiales dedicados a su obra. Y ya vio usted que en el Instituto de Altos Estudios de América Latina tuvieron que colocar parlantes hasta en la calle, para las personas que no pudieron entrar el auditorio a escuchar su conferencia. ¿Qué impresión le ha causado todo esto? -Una impresión de sorpresa. Una gran sorpresa. Imagínese, yo soy un hombre de 65 años, y he publicado muchos libros, pero al principio esos libros fueron escritos para mí, y para un pequeño grupo de amigos. Recuerdo mi sorpresa y mi alegría cuando supe, hace muchos años, que de mi libro “Historia de la eternidad” se habían vendido en un año hasta 37 ejemplares. Yo hubiera querido agradecer personalmente a cada uno de los compradores, o presentarle mis excusas. También es verdad que 37 compradores son imaginables, es decir son 37 personas que tienen rasgos personales, y biografía, domicilio, estado civil, etc. En cambio, sí uno llega a vender mil o dos mil ejemplares, ya eso es tan abstracto que es como si uno no hubiera vendido ninguno. Ahora, el hecho es que en Francia han sido extraordinariamente generosos, generosos hasta la injusticia conmigo. Una publicación como “L’Herne”, por ejemplo, es algo que me ha colmado de gratitud y al mismo tiempo me ha abrumado un poco. Me he sentido indigno de una atención tan inteligente, tan perspicaz, tan minuciosa y, le repito, tan generosa conmigo. Veo que en Francia hay mucha gente que conoce mi “obra” (uso esta palabra entre

comillas) mucho mejor que yo. A veces, y en estos días, me han hecho preguntas sobre tal o cual personaje: ¿por qué John Vincent Moon vaciló antes de contestar? Y luego, al cabo de un rato, he recapacitado y me he dado cuenta que John Vincent Moon es protagonista de un cuento mío y he tenido que inventar una respuesta cualquiera para no confesar que me he olvidado totalmente del cuento y que no sé exactamente las razones de tal o cual circunstancia. Todo eso me alegra y, al mismo tiempo, me produce como un ligero y agradable vértigo. -¿Qué ha significado en su formación la cultura francesa?; ¿algún escritor francés ha ejercido una influencia decisiva en usted? -Bueno, desde luego. Yo hice todo mi bachillerato en Ginebra, durante la primera guerra mundial. Es decir que durante muchos años, el francés fue, no diré el idioma en el que yo soñaba o en el que sacaba cuentas, porque nunca llegué a tanto, pero sí un idioma cotidiano para mí. Y, desde luego la cultura francesa ha influido en mí, como ha influido en la cultura de todos los americanos del Sur, quizá más que en la cultura de los españoles. Pero hay algunos autores que yo quisiera destacar especialmente y esos autores son Montaigne, Flaubert –quizá Flaubert más que ningún otro -, y luego un autor personalmente desagradable a través de lo que uno puede juzgar por sus libros, pero la verdad es que trataba de ser desagradable y lo consiguió: Leon Bloy. Sobre todo me interesa en Leon Bloy esa idea suya,

esa idea que ya los cabalistas y el místico sueco Swedenborg tuvieron pero que sin duda él sacó de sí mismo, la idea del universo como una suerte de escritura, como una criptografía de la divinidad. Y en cuanto a la poesía, creo que usted me encontrará bastante “pompier”, bastante “vieux jouer”, rococó, porque mis preferencias en lo que se refiere a poesía francesa siguen siendo la Chanson de Roland, la obra de Hugo, la obra de Verlaine, y -pero ya en un plano menor- la obra de poetas como Paul-Jean Toulet, el de las “Contrerimes”. Pero hay sin duda muchos autores que no nombro que han influido en mí. Es posible que en algún poema mío haya algún eco de la voz de ciertos poemas épicos de Apollinaire, eso no me sorprendería. Pero si tuviera que elegir un autor (aunque no hay absolutamente ninguna razón para elegir un autor y descartar los otros), ese autor francés sería siempre Flaubert. -Se suele distinguir dos Flaubert: el realista de “Madame Bovary” y “La educación sentimental”, y el de las grandes construcciones históricas, “Salambó” y “La tentación de San Antonio”. ¿Cuál de los dos prefiere? -Bueno, creo que tendría que referirme a un tercer Flaubert, que es un poco los dos que usted ha citado. Creo que uno de los libros que yo he leído y releído más en mi vida es el inconcluso “Bouvard y Pecuchet”. Pero estoy muy orgulloso, porque en mi biblioteca, en Buenos Aires, tengo una ‘editio princeps’ de Salambó y otra de la Tentación. He 21


conseguido eso en Buenos Aires y aquí me dicen que se trata de libros inhallables, ¿no? Y en Buenos Aires no sé qué feliz azar me ha puesto esos libros entre las manos. Y me conmueve pensar que yo estoy viendo exactamente lo que Flaubert vio alguna vez, esa primera edición que siempre emociona tanto a un autor. -Usted ha escrito poemas, cuentos y ensayo. ¿Tiene predilección por alguno de esos géneros? -Ahora, al término de la carrera literaria, tengo la impresión que he cultivado un solo género: la poesía. Salvo que mi poesía se ha expresado muchas veces en prosa y no en verso. Pero como hace unos diez años que he perdido la vista, y a mí me gusta mucho vigilar, revisar lo que escribo, ahora me he vuelto a las formas regulares del verso. Ya que un soneto, por ejemplo, puede componerse en la calle, en el subterráneo, aseando por los corredores de la Biblioteca Nacional, y la rima tiene una virtud mnemónica que usted conoce. Es decir, uno puede trabajar y pulir un soneto mentalmente y luego, cuando el soneto está más o menos maduro, entonces lo dicto, dejo pasar unos diez o doce días y luego lo retomo, lo modifico lo corrijo hasta que llega un momento en que ese soneto ya puede publicarse sin mayor deshonra para el autor. -Para terminar, le voy a hacer otra pregunta convencional: si tuviera que pasar el resto de sus días en una isla desierta con cinco libros, ¿cuáles elegiría? 22

chas literaturas. Yo, que recuerdo mal las circunstancias de mi propia vida, puedo decirle indefinidamente y tediosamente versos en latín, en español, en inglés, -Digamos, cinco volúmenes. en inglés antiguo, en francés, en italiano, en portugués. No sé si -¿Cinco volúmenes? Bueno, yo he contestado bien a su pregunta. creo que llevaría la “Historia de la Declinación y Caída del lm- -Sí, muy bien, Jorge Luis Muchas gracias. perio Romano” de Gibbons. No Borges. creo que llevaría ninguna novela, sino más bien un libro de historia. Bueno, vamos a suponer que eso sea en una edición de dos volúmenes. Luego, me gustaría llevar algún libro que yo no comprendiera del todo, para poder leerlo y releerlo, digamos la “Introducción a la Filosofía de las Matemáticas” de Russell, o algún libro de Henri Poincaré. Me gustaría llevar eso también. Ya tenemos tres volúmenes. Luego, podría llevar un volumen cualquiera, elegido el azar, de una enciclopedia. Ahí ya podría haber muchas lecturas. Sobre todo, no de una enciMario Vargas Llosa. clopedia actual, porque las enciEscritor peruano, Permio Nobel clopedias actuales son libros de de Literatura 2010 consulta, sino de una enciclopedia publicada hacia 1910 o 1911, algún volumen de Brockhaus, o de Mayer, o de la Enciclopedia Británica, es decir cuando las enciclopedias eran todavía libros de lectura. Tenemos cuatro. Y luego, para el último, voy a hacer una trampa, voy a llevar un libro que es una biblioteca, es decir llevaría la Biblia. Y en cuanto a la poesía, que está ausente de este catálogo, eso me obligaría a encargarme yo, y entonces no leería versos. Además, mí memoria está tan poblada de versos que creo que no necesito libros. Yo mismo soy una especie de antología de mu-Es una pregunta difícil, porque cinco es poco o es demasiado. Además, no sé si se trata de cinco libros o de cinco volúmenes.


Neoscriptum VALS APOCALÍPTICO Cuántas veces debe disculparse un alma por sus actos Que me perdone el mundo si caigo sobre la mejor cosecha. Que me perdonen mis propias manos las verdades enjauladas los engaños lo innecesario el abismo de mi sombra Que me perdones tú y aquel ticket evitable y me perdonen mis pies que caminan y se lanzan y también saltan lejos del sueño filarmónico al borde de labios y soles Que me perdonen las pausas las comas, los puntos tus comillas, los silencios. Las interpretaciones apresuradas la apocatástasis tardía Que me perdone yo misma. El adiós al mismo sol que derritió sus labios las mentiras enjauladas la honestidad lo necesario el abismo de tu sombra Y que me perdone tu mundo y el mío y la cosecha que se pierde intacta en la atmósfera de un suspiro contenido —Gabriella Spinelli Valencia, Venezuela. 23


PACTO He regresado en esta noche tan oscura y fría con la intención de proponerle un pacto. Me mira a los ojos y sé que tiene toda la ventaja de ganar y dejarme colgado de una superficie poco estable.. Cuando comience el día nos sentiremos en ese primer trago de café o si prefiere nos sentimos en el primer cigarrillo, como usted prefiera. Por las tardes jugaremos a las escondidas e intentaremos no llamarnos, no buscarnos para que cuando caiga la noche nos esperemos con ansías en la cama, en la cocina o bajo la regadera al relajarnos del día tan agotador que hemos llevado. Usted podrá acostarse sobre mi pecho o piernas, y yo jugaré con su cabello mientras se me enreda en los dedos, nos haremos caricias y deshojaremos pétalos de rosas con la intención de quién quiere más. Prometo no hacer trampa si me da un beso, si entre las cosquillas me dices cuanto me quieres y tomarás mi mano. Yo tardaré en dormir un poco para notar como duermes, pero al siguiente día seré el primero en despertar y besar tu rostro hasta que despiertes entre tantos pétalos y con ese aroma a café recién hecho que tanto nos gusta. —Ruy David Gómez Valencia, Venezuela.

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PÉNDULO No costó nada abrir la boca No me importó nada oírte Pendulando en el hilo que hemos creado Formando f iguras que ya no tienen forma Abstracto el viaje el cual nos aventuramos Forzar lo delicado acaba rompiéndose Atarlo nuevamente a veces sucedía

Mi corazón ahora tiene tantos nudos

Que no se si pueda desenredarte Pero la tensión rompe con fuerza Quedando solo rastros entrecortados

De lo que alguna vez “fué”

Aquel péndulo Que equilibraba mis sentidos —María Nuñez Valencia, Venezuela.

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AMOR SUICIDA Andrade me resultaba atractiva. Su cuerpo no era el más sensual y exótico de todos, pero tenía el tamaño exacto en los lugares exactos. Su perfume era dulce y me recodaba a mi niñez, que fue sin saberlo la etapa más feliz de mi vida. El hoyuelo en su mejilla derecha al sonreír y la forma de arreglar su cabello cuando el viento hacía de las suyas me encantaba. La forma en que se ponía de puntillas para besarme era amor. El movimiento de sus caderas al caminar era otra cosa —y al bailar ni se diga—. Aún no sé cómo se encajaba tan perfectamente a mi forma luego de acostarnos. Ni cómo se movía tan bien al acostarnos. Y era hermoso verla desperezarse en la mañana al despertar luego de acostarnos. Una vez se fue al campo a casa de sus padres, porque su madre estaba muy enferma. Esos días los pasé viéndola en todos lados. Al pasar por la plaza donde una vez comimos helado y ella tropezó tirándoselo encima. En la cocina al tomarme el primer café del día —que nunca igualó al suyo—. En el metro al pasar por la estación donde nos separabamos porque ella bajaba para ir al trabajo —qué linda se veía, por cierto, mientras trabajaba. Era la maestra más encantadora que se puede encontrar—. Una vez por esos días, mientras leía en el parque, vi a una bonita muchacha sonreír, y su rostro comenzó a mezclarse con el suyo, para luego ser remplazado del todo. Todo. Eso era ella. Todo. Por esos días me di cuenta que la amaba más que a nada, que ella era todo, y que sin ella no podía vivir. Por esa razón la maté. —Daniel Castro Valencia, Venezuela.

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Proxima ediciรณn

Julio Cortรกzar El sentimiento de lo fantรกstico

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