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SCA Revista de Arquitectura Fundada el 15 de abril de 1904 Director General Daniel Silberfaden, arq. Coordinadora Editorial Nanette Cabarrou, arq. Director Editorial Claudio Robles, arq. Director Técnico Hernán Bisman Responsable de este número Enrique García Espil, arq. Colaboran en este número Sergio F. Abrevaya, dr. Heriberto Allende, arq. María Elsa Jorcino de Aguilar, arq. Gloria Bender, emb. Claude F. della Paolera, arq. Matín Menini, arq. Josep María Montaner, arq. Zaida Muxí Martínez, arq. Juan Carlos Pérgolis, arq. Francisco Prati, arq. Isabel Martínez de San Vicente, arq. Horacio Sardin, arq. Alberto Varas, arq. Fernando Verdaguer, arq. Marta Zatonyi, lic. Diseño Gráfico Lorenzo Shakespear, dg Edición y Puesta en Página Estudio Bisman & Robles Producción de Edición y Publicidad STAFF Producciones SRL Alicia Falconi, arq. Arce 807 P. 1 “C” (1426) Cap. Fed. Tel.: 4771-3585 staffproducciones@fibertel.com.ar
TAPA NO 218
Sociedad Central de Arquitectos Fundada el 18 de marzo de 1886
Comisión Directiva Presidente Arq. Daniel Silberfaden Vicepresidente 1º Arq. Juan Carlos Fervenza Vicepresidente 2º Arq. Mauro Romero Secretario General Arq. Luis María Albornoz Prosecretaria Arq. Flora Manteola Tesorero Arq. Ricardo Koop Protesorera Arq. Cristina Fernández Vocales Titulares Nani Arias Incollá, Andrés Petrillo, Luis Bruno, Carlos Berdichevsky, Cristian Carnicer, arqs. Vocal Aspirante Titular Sr. Gustavo L. Ferrari Vocales Suplentes Norberto D’ Andrea, Carlos Roizen, Matías Gigli, Mario Boscoboinik, José Luis Sciarrotta, Nanette Cabarrou, Guillermo Martínez, Guillermo García Fahler, Néstor Magariños, Gabriel Turrillo, Rodrigo Cruz, Agustín García Puga, arqs. Vocal Aspirante Suplente Sr. Carlos Raspall
Montevideo 938 (1019) Buenos Aires, Argentina. Tel.: 4815-4075 y 4812-3644 / 3986 / 5856 Fax: 54-11-4813-6629 info@socearq.org www.socearq.org
EQUIPO
Tapa: “Contraste pobreza-riqueza”, Natacha Pisarenko, Agencia AP, 2003. La “Villa La Cava” en San Isidro, Provincia de Buenos Aires. Tan sólo una medianera divide la ciudad formal de la informal.
Películas, Fotocromos e Impresión Gráfica Pinter S.A. México 1352, Ciudad de Buenos Aires
Los conceptos vertidos en los artículos firmados y el contenido de los anuncios publicitarios que se incluyen en la presente edición son exclusiva responsabilidad de sus autores. El material publicado en la SCA Revista de Arquitectura puede reproducirse total o parcialmente citando la fuente original, según el Acuerdo de Santiago, Chile, oportunamente firmado durante el Primer Encuentro Iberoamericano de Revistas de Arquitectura, en el marco de la V Bienal de Arquitectura de Chile (1985). La correspondencia debe dirigirse a la Dirección, SCA Revista de Arquitectura, Montevideo 938 (1019) Buenos Aires, Argentina. Esta publicación puede adquirirse al precio de tapa en Librería Técnica CP67, Librería Concentra o en la secretaría de la SCA. Registro Nacional de la Propiedad Intelectual Nº 223.956, ISSN 0327-330X.
La Sociedad Central de Arquitectos participó en la X Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires, que se desarrolló en el Centro Cultural Borges, exhibiendo un avance del envío argentino a la 6ª Bienal Internacional de San Pablo. Allí, en el hall del primer piso del Centro Cultural, se pudo ver parte del material seleccionado. El mismo está formado por la mirada de más de cien estudiantes y arquitectos acerca de la vida en las ciudades de nuestro país. Aprovechamos para agradecer la predisposición de todos los involucrados en esta nueva forma de mostrar nuestra arquitectura.
FE DE ERRATAS DEL N0 217
En el artículo firmado por el arq. Roberto Kuri titulado: “La vivienda urbana agrupada”, página 68, se omitió mencionar a la totalidad de los integrantes del Grupo “Taller de Estudios de Diseño Habitacional” del Centro de Estudios de Diseño, FAUDUNMdelP, coautores de la investigación. Estos son: Gastón Badillos, Horacio Bertuzzi, Roberto Kuri y Fernando Lario, Arqs.
Explicaciones al Dr. en Arquitectura Roberto Doberti y su equipo de investigadores por no haberlos invitado a participar del número 217 de la Revista de Arquitectura de la SCA sobre los “Modos del habitar”. En la presentación pública del número 217 de esta Revista de Arquitectura, realizada el 11 de agosto próximo pasado en el salón auditorio de la SCA, y en mi condición de responsable, por encargo de la institución, de ese número monográfico dedicado a los "Modos del habitar", hice la aclaración a los presentes que mucha era la gente que estudiaba estos temas y no todos habían tenido un lugar en la Revista, siendo consciente de lo que ésto implicaba. Al respecto mencioné las causas y razones por las cuales alguien, que desde hace muchos años investiga el tema e incluso realizó el Congreso Internacional más importante sobre éste, el Dr. en Arquitectura Roberto Doberti, no había escrito en este número de la Revista. Hoy advierto que para aquellos que lean la publicación y no hayan asistido a la presentación observarán, sin comprender, esta notoria ausencia. Las explicaciones son no sólo para el Arq.
SUMARIO
Doberti, sino para todo el amplio grupo de investigadores que integran su laboratorio, y llevan adelante un conjunto de proyectos, dedicados a esclarecer éste y otros temas de la arquitectura y los diseños. Las razones conscientes por las cuales no los he convocado a participar fueron, por un lado, porque creí que era una oportunidad para que se pudiera conocer el pensamiento de otros autores que trabajan estos temas y no han tenido la posibilidad de que su pensamiento fuera difundido, de igual manera otros participantes, autores del tema en otros tiempos, hacía tiempo que no publicaban. Si bien Doberti es, tal vez, el autor más conocido como escritor de esta temática, él y su equipo trabajan otros temas como la "Lógica de la forma" (tal como lo indica el título de la Carrera de Especialización que creó y dirige). Espero, con esta explicación, dar satisfacción a Doberti y a su equipo de investigadores, por si esta situación pudiera haberlos incomodado en algún momento. Publicaciones de Roberto Doberti sobre el habitar: "Explorando el Habitar", capítulo del libro Habitar la Tierra. Ed. Altamira. "Teoría del Habitar", capítulo del libro Bases Conceptuales del Diseño. Ed. FADUUBA. "El Hábitat de la Pobreza", R.D. y equipo. Ed. Arraigo. "Lineamientos para una Teoría del Habitar", opúsculo publica CAPBA y EUDEBA "Hablar y Habitar" s/el Método de la Sensibilidad, R.D. y equipo, Revista ÁREA, FADU-UBA. Jorge Sarquis / Dr. en Arquitectura / FADU-UBA Responsable del número 217
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Cuidades argentinas Gloria Bender, emb.
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Continuos y fragmentos Daniel Silberfaden, arq.
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Participantes argentinos de la 6ª Bienal de San Pablo
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Mirar las ciudades Alberto Varas, arq.
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Editorial Enrique García Espil, arq.
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Ubanismo tardo-racionalista Josep María Montaner y Zaida Muxí Martínez, arqs.
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Una línea zigzagueante Marta Zatonyi, lic.
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Las estructuras urbanas Heriberto Allende, arq.
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Imagen de la Ciudad de Buenos Aires Francisco Prati, arq.
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El desafío de la movilidad urbana Fernando Verdaguer, arq.
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Participación: la ciudad de la gente Sergio Abrevaya, dr.
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¿De qué hablamos cuando hablamos de ciudad? Isabel Martínez de San Vicente, arq.
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¿Radicación o erradicación de villas...? María Elsa Jorcino de Aguilar, arq.
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Cuidad e ideología Horacio Sardin, arq.
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Población y calidad de vida Claude F. della Paolera, arq.
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Donde se anudan las redes Juan Carlos Pérgolis, arq.
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Identidad sustentable Martín Menini, arq.
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El sentido de la fragmentación Nanette Cabarrou, arq.
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Fichero de empresas, contratistas y proveedores de la construcción
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Ciudades Argentinas Por Gloria Bender, Directora General de Asuntos Culturales, Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto, República Argentina
Autoridades Nacionales Presencia Argentina en la Sexta Bienal Internacional de Arquitectura de San Pablo Presidente de la República Argentina Dr. Néstor Kirchner Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto Dr. Rafael Antonio Bielsa Secretario de Relaciones Exteriores Emb. Jorge Enrique Taiana Subsecretario de Política Exterior Emb. Roberto García Moritán Embajador de la República Argentina en la República Federativa de Brasil Emb. Juan Pablo Lohlé Cónsul General de la República Argentina en San Pablo Min. Norberto Vidal Directora General de Asuntos Culturales Emb. Gloria Raquel Bender Encargada Área Arquitectura y Diseño de la Dirección General de Asuntos Culturales Secretario Andrea Rovelli
La Dirección General de Asuntos Culturales de la Cancillería argentina participa en la 6ª edición de la Bienal Internacional de Arquitectura y Diseño que se llevará a cabo en San Pablo, Brasil, el 22 de octubre próximo, en el predio de exposición de la Fundación Bienal de San Pablo, en el Parque Ibirapuera. Esta bienal forma parte de uno de los encuentros de exposición internacional más relevantes y el principal de América del Sur, que se desarrolla en una ciudad y en un ámbito excepcional, como lo es San Pablo, cuyo objetivo es la divulgación de los acontecimientos de la arquitectura y el urbanismo de mayor trascendencia y representación, desarrollados en diferentes países y ciudades del mundo por profesionales especialmente invitados. Para esta edición, la Dirección General de Asuntos Culturales convocó a la Sociedad Central de Arquitectos, presidida por el arquitecto Daniel Silberfaden, que junto con un equipo de trabajo multidisciplinario, conformado por reconocidos profesionales y académicos del mundo de la arquitectura, cine, diseño gráfico, industrial y de la comunicación, crearon un envío argentino titulado: “Ciudades argentinas: continuos y fragmentos”. La idea de la muestra es un recorrido virtual fotográfico que tiene dos características fundamentales: propone una participación federal, es decir, está abierto a todos los arquitectos de las provincias argentinas, y representa a nuestra arquitectura en cada región, con sus colores, sus particularidades, sus geografías, sus relatos y su gente, como la suma de nuestro ser nacional. Este envío, que responde a la consigna de la presente edición, “Vivir en la ciudad”, es una experiencia en la que podemos canalizar el interés y la iniciativa del ámbito oficial y de las instituciones privadas de la sociedad, cuya colaboración y presencia enriquecen nuestra labor y nos posicionan entre los grandes eventos culturales del mundo de hoy. SCA
Editorial
Continuos y Fragmentos Presencia Argentina en la Sexta Bienal Internacional de Arquitectura de San Pablo, por Daniel Silberfaden, Presidente de la Sociedad Central de Arquitectos El comité organizador de la presencia Argentina en la Bienal de San Pablo está integrado por: Curador Arq. Daniel Silberfaden
El Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la Nación designó a la Sociedad Central de Arquitectos para organizar la participación argentina en la 6ª Bienal Internacional de Arquitectura y Diseño de San Pablo, que se realizará de octubre a diciembre de 2005.
Coordinación general y desarrollo de la muestra Arq. Roberto Busnelli, Hernán Bisman y Arq. Paula Lavarello. Diseño de Imagen y Sonido Dirección Arq. Silvio Fischbein Producción Maximiliano Zanabre, Ignacio Silberfaden y Matías Rozemberg Diseño Gráfico Dirección Arq. Enrique Longinotti Producción DG Marcelo Leybovich y DG Leandro Castelao Diseño Industrial Mesa Fusión, diseñador arquitecto Ricardo Blanco. Silla Mayo, diseñador arquitecto Ricardo Blanco, produce y comercializa Team Fierro Muebles de autor. Silla Lámina, diseñadores DI Hernan Fretto y DI Damián Mejías, produce y comercializa Santorini. Banqueta Cónico Stool, diseñadores DI Miki Friendbach y DI Diego Arena. Banqueta Ruberta Iron Son diseñador, DI Alejandro Sarmiento. Banqueta Circus Stool diseñador, DI Alejandro Sarmiento. Renders Martín Nicolini
El proyecto argentino, enmarcado en el título Ciudades Argentinas: Continuos y Fragmentos, presenta a las ciudades de nuestro territorio nacional como producto de sus particularidades históricas, geográficas y económicas, del intercambio cultural que se produce en ellas y, también, como escenario de la actuación de los arquitectos que en ellas operan. La idea de la muestra es un recorrido virtual basado en proyecciones digitales que responderán al paradigma planteado por los curadores paulistas: “Realidad-Arquitectura-Utopía”. El guión del proyecto argentino se articula en torno a un conjunto de relatos individuales, que editó el Comité Organizador argentino, sobre la base de las imágenes enviadas por los arquitectos de todo el país. Estos relatos actúan como un conjunto estructurado y múltiple que refleja algunas de las situaciones o tensiones que pueden ser interpretadas desde la visión de los arquitectos superando el mero registro circunstancial o periodístico. Como guía de trabajo propusimos algunos términos para focalizar los relatos: Borde - Velocidad - Densidad - Encuentro - Consumo - Carencia - Bienestar Símbolos - Texturas - Reclamo - Periferia Movilidad - Trabajo - Contrastes, entre otros. La Sociedad Central de Arquitectos ha movilizado para este evento tan importante una cantidad de recursos humanos, materiales y económicos no acostumbrados para nuestra habitual y reducida organización. Recursos obtenidos como resultado de la gestión con empresas priva-
das y estatales, y gracias al aporte de profesionales, docentes y estudiantes de las facultades de Arquitectura y Diseño, que nos permitieron trabajar con la tranquilidad del soporte de un conocimiento específico en áreas como la comunicación, el diseño gráfico, diseño industrial, diseño de imagen y sonido. Se seleccionaron más de 2.200 imágenes que se recibieron desde casi todo el país, gracias a la red creada a través de Internet y de la que participaron las entidades adheridas a la Federación Argentina de Entidades de Arquitectos y Escuelas de Arquitectura Públicas y Privadas y que son parte del contenido de la muestra. Esta exposición fotográfica-digital, destinada principalmente a la Bienal de San Pablo y previamente en la Bienal de Buenos Aires, se sustenta en la idea de la existencia de una Argentina poliédrica, cuya diversidad es captada por miradas (la de los Arquitectos), que contemplan la ciudad desde una visión paisajística, panorámica y crítica, hasta el pequeño detalle en la habitación de una casa privada pasando por otras imágenes que, como un zoom, van desde lo general hasta lo particular. La ciudad argentina es la protagonista de esta exposición de fotografías en las que muestra algunos rasgos particulares del multifacético rostro urbano y humano. Invitados los arquitectos-fotógrafos a mirarla a través de guías conceptualmente predeterminadas, el resultado sorprende por las decisiones adoptadas al elegir qué mirar en la ciudad.
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Daniel Silberfaden
En esta página, sector del edificio de la Fundación Bienal de San Pablo, obra del arquitecto Oscar Niemeyer, en donde se presentará la muestra Argentina. En la página siguiente, perspectivas del stand que presentará nuestro país en el tercer piso.
Dada la compleja realidad, la nuestra, máxime en momentos durante los que se producen enormes transformaciones tanto de la realidad urbana visible como de los comportamientos cívicos de sus habitantes, ese testimonio, buscado y encontrado, no puede ser sino inevitablemente fragmentario. A veces, la visión parcial de un hecho es más veraz y elocuente que la pretendida observación completa de él. Hasta el acontecimiento más sencillo posee caras misteriosas e inadvertidas que a menudo no son percibidas de inmediato ni durante mucho tiempo. Por tanto, asegurar que se conoce o se muestra todo acerca de él no deja de ser un ejercicio de vana arrogancia o una indisimulada mentira con la que quizás se pretende ocultar realidades incómodas o, peor aún, cuya existencia se ignora. Por el contrario, dado que cada ciudad es un conjunto de múltiples urbes y el resultado no planificado de sucesivos acontecimientos planificados, el fragmento, la mirada parcial, la elección del rasgo extraído de un todo, aunque haya sido captado de manera azarosa, al renunciar de entrada a la plasmación de lo global, ofrece credibilidad y predispone a mirarlo con atención. Cada ciudad es muchas ciudades. Todas las que han sido en el pasado permanecen sepultadas bajo la ciudad presente, comunicándose entre sí bajo nuestros pies. En algunos casos, el entierro es real y, de
vez en cuando, aparecen los vestigios de lo que fuimos. Nos reconocemos en ellos de inmediato, aunque carezcamos de noticias sobre su existencia desde hace más de quinientos años. En otros casos, el enterramiento es emocional y heredamos su peso de manera invisible, pero no menos cierta. Una herencia de voluntades y renuncias, de anhelos y rechazos, que configura la característica singular de nuestro comportamiento. Las situaciones personales concretas son las verdaderas realidades urbanas hoy para los individuos singulares; todo lo demás, lo que cabe en una estadística, es el dominio de los políticos burócratas que no quieren saber de inseguridades en su territorio, ni de vulnerabilidad del espacio público, ni de falta de mapas emocionales, ni que las ciudades poseen una dinámica que las hace proclives a la mutabilidad poética e histórica, dando lugar a algo más que una mera forma urbana. La ciudad, espacio del desconcierto, es sentida por sus usuarios como un sistema en el que intervienen sucesos físicos –la demografía, la economía, la cultura y los sucesos estructurales– transportes, energía, movimientos financieros, que configuran una realidad objetiva que se mezcla en la percepción individual con una realidad subjetiva en la que existen elementos, fruto del azar, lo irregular y lo irracional.
Continuos y Fragmentos
Cuando fotografiamos nos vemos obligados a reconocer que las formas de una ciudad no son sino las formas de la memoria. Aceptamos que una ciudad (la ciudad) es no sólo fruto de las contingencias de la geografía, sino el lugar donde se han ido depositando los diferentes detritus de una serie de reminiscencias contradictorias de las que ahora sólo quedan efímeras huellas en forma de vestigios atrapados en unas fotografías. Fotografías que señalando irrevocablemente el presente convocan las sombras del pasado de múltiples maneras. Para ello debimos renunciar a la imposible síntesis y admitir, de una vez por todas, que una ciudad es, como los barrios que la conforman, un territorio de metamorfosis incesantes, de incansables mutaciones que sólo encuentran fingido descanso en la instantánea detención ofrecida por un ojo mecánico-digital. Por eso, de la misma manera como los barrios organizan el entramado ciudadano y se vigilan de reojo unos a otros, cuando no se vuelven la espalda en arrogante gesto de identidad tribal, así las fotografías de la ciudad, en su radical independencia, constituyen una geografía imaginaria en la que puede encontrar acomodo la visión original de un espectador atento capaz de saltar de unas a otras en un inacabable vaivén. Los ojos que contemplan la ciudad, día tras día, entre fugaces pestañeos, elaboran a lo largo de los años una interminable sucesión de fotografías. Esas instantáneas no se hallan archivadas en ninguna parte, salvo en el imperfecto
registro de la memoria. Son impresiones, más o menos precisas, y gracias a ellas los ojos reinterpretan ese lugar en que se abren diariamente. Estos son, justamente, los poderes de la fotografía, este es el valor de la Muestra para la Sexta Bienal de San Pablo, Vivir en la Ciudad. Mirar el presente para mirar el pasado. Pero también es una manera privilegiada de reconocer en la aplastante presencia de lo actual la emergencia de una realidad virtual que sólo se revela ante el ojo impasible de la cámara. SCA Bibliografía: Augé, Marc. Los no lugares. Espacios del anonimato. Barcelona, Gedisa, 1995; del mismo autor, asimismo, “Lugares y no lugares de la ciudad”, en Desde la ciudad, dentro de los IV cursos universitarios de verano Arte y Naturaleza. Actas, Huesca, 1998, pp. 235-248. Virilio, Paul. Essai sur l’insecurité du territoire, París, Stock, 1976. Virilio, Paul. Estética de la desaparición, Barcelona, Anagrama, 1988. Trachana, Angelique. “El carácter femenino de la arquitectura. Poesía y seducción”, en ASTRÁGALO. Cultura de la Arquitectura y la Ciudad, nº 5, Madrid, noviembre de 1996, p. XCIX; monográfico dedicado a “Espacio y género. Itinerarios al paraíso”. Asimismo, Jean Baudrillard, De la seducción, Madrid, Cátedra, 1989. Sobre el efecto de la velocidad en las sociedades contemporáneas, véase el dossier “Un mundo veloz”, en LETRA INTERNACIONAL, nº 39, julio-agosto de 1995, con artículos de Paul Virilio, Noni Benegas, Sergio Olivari, Mario Merlino y Wilhelm Klauser, entre otros. Las ciudades invisibles, Minotauro, Barcelona, 1983, “Las ciudades tenues.2.”, pp. 46-47.
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Participantes Los siguientes arquitectos y estudiantes argentinos han colaborado con su mirada crítica en la conformación de la Presencia Argentina en la Bienal de San Pablo
En las páginas siguientes publicamos algunas de las fotografías seleccionadas por el Comité Académico para la muestra de nuestro país.
Alburquerque, Lylian / Aloi, Lisandro / Amielli, Liliana / Armendares, Saturnino / Baima, Mariano / Barrado, Carlos / Bertolino, Mónica / Blanco, Carlos Alberto / Blanco, Ricardo / Blinder, Ricardo / Boscoboinik, Mario / Cabrera, Rubén Edgardo / Calocero, Eduardo / Campos, Carlos Daniel / Caruso, Susana Inés / Castrillón, Juan Pablo / Cazzulo Franke, Laura / Colombo, Carlos Alberto / De La Fuente, Fabián / Del Torto, Marcelo / Di Kaiser, Juan / Di Naso, Eduardo / Dwek, Adriana / Encabo, Martín Alfredo / Faena, Claudia / Fernández Rojas, Ricardo / Ferrari, Andrés / Ferreiro, Pablo / Flores, Gastón / Flores, María José / Frangella, Roque / Galarza, Andrea de los Milagros / Giacometti, Marcela / Gigli, Matías / Gil Casazza, Carlos Grinberg, Jaime / Gromez, Martín / Huarte, María Jesús / Iglesia, Rafael / Iglesia, Rafael E. J. / Iglesias, Julio / Le Mehauté, Cristina / Ledesma, Antonio / Levinton, Carlos Hugo / Leyt, Laura / López, Darío / López, Julia Josefa / López, Marcelo / Maldonado, Marcelo / Mazzaglia, Lucía / Menini, Martín / Minond, Edgardo / Montaldo, Ignacio Damián / Morahan, Thomas / Muñoz Veneros, Dante / Najmias, Oliverio / Najmias, Víctor / Oliveros Suárez, Mercedes / Ormeño, Verónica / Palmadessa, Ricardo / Pedemonte, Marcelo / Pérez Moralejo, Adriana / Petronsi, Ana / Piattelli, Bruno / Piattelli, Lucrecia / Pieroni, Raúl Eugenio / Rebagliati, Gastón / Rebecchi, Alberto / Rivas, Marianela / Rodríguez, Florencia / Rossi, Silvia / Rotondo, Emilce / Sardin, Horacio / Sartori, Nicolás / Saus, Marcelo / Sbarra, Ignacio / Sbarra, Leandro / Sbarra, Mauro / Scotto, Ana María / Sebastián, Adrián / Stöberl, Alejandro / Suárez, Mariel / Torquati, Gonzalo / Vaisman, Sara / Varas, Alberto / Vekstein, Claudio / Vescina, Laura / Vicario, Juan José / Vila, Javier / Vila, Marcelo / Villela Beitia, Marina / Wahnon, Carlos Horacio / Yablón, Mariana / Zanela, Augusto / Zaragüeta, Matías Ezequiel / Zolkwer, Max Federico / Zÿnda, Yamila.
RodrĂguez
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Borde Vescina / Blinder / ArmendaresFerreiro / Najmias-Najmias / Bertolino / Blanco-Pérez Moralejo.
Velocidad Boscoboinik / Calocero / CamposGromez-Zÿnda / Iglesia / Menini / Rodríguez / Rebagliati / Montaldo.
Encuentro Frangella / Vescina / Vescina / Mazzaglia / Menini / Minond / Cazzulo Franke.
Densidad Rivas / Gil Casazza / Vekstein-Esmoris / Bertolino / Vescina / Zanela / Maldonado.
Consumo Campos-Gromez-Zÿnda / Minond / Minond / Frangella / López-Leyt-López-Yablón / Castrillón-Ormeño-Piattelli-Piattelli / Armendares-Ferreiro / Montaldo / Del Torto-Stöberl.
Bienestar Vekstein-Esmoris-Sabag / Palmadessa / Barrado / Wahnon.
Carencia Alburquerque-Iglesia-Vaisman / Villela Beitía / Gil Casazza / Zolkwer.
Símbolos Cazzulo Franke / Frangella / ArmendaresFerreiro / Armendares-Ferreiro / Armendares-Ferreiro / López-Leyt-LópezYablón / Minond.
Periferia Varas / Castrillón-Ormeño-Piattelli-Piattelli / Vescina.
Contrastes Bertolino / Le Mehauté / Minond / Minond / Rebagliati / Zanela / Rodríguez.
Reclamo Ledesma / Alburquerque-Iglesia-Vaisman / Armendares-Ferreiro.
Movilidad Najmias-Najmias / Rivas / Vescina / Huarte / Gallarza / Rebagliati.
Trabajo Armendares-Ferreiro / Minond / Minond / Minond / Varas / Vescina.
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Gil Casazza
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Mirar las ciudades Una estimulante experiencia con imágenes urbanas, por Alberto Varas, Miembro del Comité de Selección del material que integra la muestra Argentina
El Comité Académico que seleccionó y agrupó el material que integra la Presentación Argentina en la Sexta Bienal de Arquitectura de San Pablo, estuvo integrado por:
El lenguaje visual de las imágenes es, quizás, el único capaz de describir las realidades, las miserias, los lugares deslumbrantes, los reflejos y las sombras de las ciudades, esos objetos monumentales de compleja y casi imposible descripción a través de las palabras.
Arq. Juan Fontana Arq. Roberto Frangella Arq. Edgardo Minond Arq. Alberto Varas La Sociedad Central de Arquitectos agradece su colaboración desinteresada en este proyecto que nos reperesentará en el exterior.
Por eso, transmitir la vida de las ciudades y su variedad de situaciones y significados (como ser el lugar para la simple ceremonia del mercado, como en Purmamarca, o la complejidad de los fenómenos que tienen lugar en algunas de las grandes ciudades argentinas, como Buenos Aires o Rosario) fue, para los que colaboramos en la selección entre las miles de fotografías enviadas por los colegas, una desafiante y atractiva tarea. La convocatoria de la Sociedad Central, amplia, receptiva e institucional, intentaba iniciar un camino de representación y de lectura plural del espacio urbano, dejando para una próxima oportunidad la valoración de las obras de arquitectura que, a su debido tiempo, seguramente volverán a tener el rol protagónico que les debemos. Con Roberto Frangella, Juan Fontana y Edgardo Minond nos encontramos, en parte a pesar de lo dicho, frente a un material de buena calidad pero heterogéneo, centrado muchas veces en la obra más que en el carácter de los espacios urbanos o los territorios en los que las obras se insertaban. Pero, también, con imágenes que no siendo estrictamente arquitectónicas respondían más que las obras al clima de las cosas que pasan en la ciudad: graficaban muchos sucesos o acontecimientos que dejan una huella en la memoria de la ciudad, mientras otras se abrían a la tentación del futuro o a la espacialidad nostálgica de los barrios y a la fruición ambigua de la naturaleza por el habitante de la ciudad, en los parques o vacíos desolados. Vimos que la ciudad construye su imagen con sus símbolos y con sus hitos, pero también con sus luces y con la vida ur-
bana de sus habitantes que se renueva constantemente creando los climas que reflejan la psicología y los gustos particulares del habitante de la ciudad. Optamos, entonces, por buscar las coincidencias con las temáticas que el curador nos había propuesto, sintetizando las categorías para resaltar los puntos a los que se referían, a los hechos y fenómenos que conviven en la ciudad contemporánea: velocidad, contrastes, demanda, bordes –conclusos e inconclusos–, encuentros, densidad, etc., parámetros propios de los sucesos urbanos contemporáneos. La secuencia resultante es la del videoclip. La ciudad aparece en un recorte de significados en una fusión visual y de sentido en la que conviven los distintos modelos y modos de vida que hacen de las ciudades contemporáneas un lugar atractivo para vivir y, principalmente, un lugar para todos. El resultado final será una cabalgata en la que la pérdida del foco de las luces que alumbran la ciudad nocturna o el Mascarón de Proa de la Fragata Libertad convivirán con el Cementerio de Purmamarca y la pequeña casa de adobe, la costa sucia y bella en su patetismo del Riachuelo con el borde prolijo de una parte de la costa de Paraná, recién remodelada. Calatrava y el Alas al lado de las modestas vidrieras de los barrios de Buenos Aires, que nos retrotraen a nuestra infancia. Vivir en la ciudad es ver y disfrutar de esta variedad, reconocerla y comprenderla como una de las formas culturales más complejas y ricas que ha producido el hombre en este nuevo siglo que será, seguramente, el siglo de las ciudades. SCA
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Editorial Vivir la ciudad, por Enrique García Espil
Profesor Regular de Planificación Urbana y Arquitectura en la FADU - UBA. Vice Presidente 1° y Presidente de la Comisión de Urbanismo del CPAU. Titular de la empresa constructora Estudio Leq y Asociados. Primer Premio Concurso Puerto Madero. Fue Secretario de Planeamiento Urbano y Coordinador del Plan Urbano Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires.
En la página siguiente fotografías de los arquitectos Barrado y Bertolino.
La Ciudad, así, con mayúsculas, es mucho más que una simple construcción física que combina edificios, calles, monumentos y plazas. No puede reducirse el fenómeno urbano a los hechos físicos y funcionales, a la sumatoria de las personas que allí habitan y de las actividades que se desarrollan, olvidando la estrecha y riquísima relación entre la ciudad física y la sociedad que la construye y habita. La ciudad es un complejísimo organismo producido por una sociedad que, simultáneamente, la crea y la utiliza; representa los rasgos de esa sociedad, sus valores, sus creencias, sus modos de vida y, al mismo tiempo, incide, con su forma, su funcionamiento y su historia, en la formación de esas creencias y valores, en el desarrollo de esos modos de vida. Los hombres construyen las ciudades pero, a la vez, las ciudades construyen a los hombres. La Ciudad es la creación más importante del género humano en toda la historia, es una obra de arte colectivo, con innumerables y anónimos autores, todos los cuales dejan algo de sí mismos en esa maravillosa creación. Como toda construcción colectiva, implica acuerdos y disensos; debates, discusiones, luchas y consensos tanto en el campo de los valores que la sociedad impulsa y lleva adelante como en el de los saberes específicos y las acciones concretas. Durante siglos, la reflexión sobre la ciudad estuvo vinculada principalmente a los modos de organización de la vida en ella; a cómo ordenar su construcción, su morfología, cómo darle interés y riqueza espacial, cómo estructurar las actividades, los usos del suelo y cómo relacionar todo esto mediante el tránsito y el transporte. El orden y la organización parecían posibilitar una vida más plena y un mejor logro de los objetivos que para cada ciudad se planteaban. Pero en las últimas décadas surgieron otras voces, que, en coincidencia con voces similares en los campos de las ciencias, de las artes, de la filosofía y, por supuesto, de la arquitectura, comenzaron a impugnar no solamente las restricciones y los controles, sino la misma idea de una organización general a la cual se supeditaran todas las partes.
Editorial
Defendían los valo res de la diversidad, de los fragmentos que no responden a ordenamientos generales, de la vitalidad revulsiva y desbordante que adquiere la vida urbana cuando opera en ab soluta libertad. Frente a la tradición del orden, levantaron la riqueza del desorden; frente al rigor de la racio nalidad y la co herencia, la vitalidad del caos. Las concepciones demasiado simplistas, demasiado lineales de algo tan complejo co mo la vida urbana siempre han resultado riesgosas. La idea de una ciudad donde to do sea coherente y nada desentone, donde to do esté programado y funcione como las distintas piezas del mo tor de un auto móvil resulta impo sible, porque la ciudad, como dijimos antes, es el reflejo de la so ciedad que la construye y habita, y ningún grupo humano, afortunadamente, funciona como un mo tor. Pensemos, por ejemplo, en el Movimiento Moderno que tuvo hacia la arquitectura una mirada comprehensiva de las nuevas características de la sociedad de su tiempo, y nos dejó una obra que modificó el mundo y nos legó algunas de las mejo res obras de la historia de la arquitectura, pero al mismo tiempo, entendió la ciudad de una manera mecánica, con una visión funcio nalista carente de profundidad en la concepción de la ciudad como producto de la cultura humana. Sus máximos aportes fueron la defensa de las "alegrías esenciales", el aire, la luz, el verde, que resultaron precurso ras de la moderna visión ecológica del urbanismo, pero su idea general derivó en una ciudad subdividida, frag mentada por el
zo ning, con edificios aislados que no conformaban tejidos ni tramas, con ataques a la "calle-co rredor" que demostraban la incomprensión de la importancia de estos ámbitos para la vida urbana y con una impo sible pretensión de separar los lugares del trabajo, la recreación y la residencia, contrariando así la principal característica que ha tenido la ciudad desde su origen, esto es, la mezcla, la complejidad, el intercambio, la integración, la diversidad, la convivencia armó nica de múltiples y diversos secto res y actividades, que han sido siempre las características esenciales de la vida en so ciedad. Tan equivo cada era esa concepción de la ciudad, que si un genio de la arquitectura co mo fue Le Corbusier hubiera avanzado con sus proyectos urbanos so bre París, arrasando el tejido histórico de calles y esquinas, de bulevares y paseos, para reemplazarlo por avenidas y auto pistas que corren entre grandes tapices verdes y edificios aislados que crean un paisaje carente de espacios donde se desarro lle la vida so cial, habría destruido una de las mayo res obras de arte de la histo ria, co mo es París, y pasado a la inmortalidad, junto con Atila y los vándalos que destruyeron Ro ma, como uno de los mayo res enemigos de la cultura humana. Afortunadamente no fue así. Tan peligro so co mo éste es el otro ex tremo, el de suponer la fragmentación y las accio nes individuales, movidas cada una por su pro pio interés, como mecanismos válidos para la construcción urbana. Esta idea que valora las virtudes del urbanismo de frag mentos, constitui-
do por partes que no responden a un plan general, está en la base de la disgregación que caracteriza el sprawl de nuestra ciudad metro po litana en los últimos años, con un zoning suburbano de barrios cerrados, parques industriales, parques administrativos y centros co merciales, dispersos sobre las auto pistas, aislados y auto suficientes. Esta idea de operar so bre el fragmento co mo el mejor y más rápido mecanismo de so lución de los pro blemas concretos ha servido para potenciar una zo nificación que no só lo no admite funciones complementarias, sino que, mucho más grave, no admite secto res so ciales diferentes. La base del razo namiento descansa en garantizar la seguridad, pero resulta un disparate supo ner que la única manera de lograr seguridad sea evitar el contacto entre los distintos seres humanos. Se nos quiere convencer de que es una maravilla la vida bucó lica entre el verde y los pájaros, co sa que por cierto es muy valiosa, y nada debería impedir que la vida en la ciudad tuviera adecuadas condiciones ambientales, pero en este caso, la seguridad y el contacto con la naturaleza implican condiciones de segregación, en la cual los chicos de un grupo so cial no se cruzan nunca con los de otros grupos distintos. Se pierde así la oportunidad que ofrece la ciudad de establecer vínculos y enriquecerse con la diversidad. Amparados en teo rías que pro pug nan resolver de manera aislada los pro blemas pro pios de la ciudad real, vivimos siempre en medio de las presiones y las restriccio nes de la vida contemporánea,
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Enrique García Espil
Fotografía del arquitecto Boscoboinik.
prescindiendo de razonamientos so bre la estructura general de una ciudad, creyendo que ésta só lo existiría en la teo ría y que su análisis demoraría o aun impo sibilitaría la reso lución de los asuntos concretos. Se propone, entonces, una ciudad sin orden y sin planes, carente de una visión general que apunte al bien común y que subordine las partes a una organización del conjunto. Se pierde de vista que las accio nes encaradas fuera de una organización de la ciudad entendida co mo una construcción so cial, co mo lo hemos visto largamente, impiden garantizar la calidad de vida de to dos los secto res. Pero hay un amplio campo entre estos extremos. John Nash, científico ganador del premio No bel de Econo mía, cuya vida relata la película Una mente brillante, revo lucionó el mundo de las matemáticas con su desarro llo de la Teo ría de Juegos, donde postulaba una interpretación de la realidad a partir del análisis de situaciones complejas caracterizadas por equilibrios múltiples, inestables y cambiantes. Tales relacio nes de variadísimas y múltiples situacio nes en permanente transformación, que generan cambiantes y complejos equilibrios, son las que caracterizan hoy la vida de la ciudad moderna. Y es esto lo que se pro po ne exhibir en la muestra de la Bienal de San Pablo, donde se presentarán las imágenes que forman parte de esta publicación. Lejos de pretender impo ner doctrinas o recetas, este número de la Revista de Arquitectura de la So ciedad Central de Arquitectos pro po ne una aproximación abierta que sirva para estimular la re-
flexión, el debate y el intercambio de ideas, hoy tan necesarios. Pero debe quedar claro que no todo está en debate. Por encima de la discusión so bre el orden de los continuos y la riqueza de los frag mentos, entendemos que hay valo res compartidos sobre los cuales basamos la convicción de que el urbanismo debe pro mover una ciudad que garantice calidad de vida para todos sus habitantes. Creemos que la ciudad debe ser el ámbito de inclusión y de integración de secto res diversos, el lugar de encuentro, de vida en común, donde haya, para todos, oportunidades de desarro llar los más disímiles proyectos de vida de un modo tolerante, sustentable, innovador y creativo. Dentro de ese marco es que deben comprenderse las distintas, y muchas veces opuestas, po sicio nes que caracterizan hoy la vida en nuestras ciudades. SCA
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Urbanismo tardo-racionalista Por Josep María Montaner y Zaida Muxí Martínez Si aceptamos el concepto de globalización como caracterizador de la condición contemporánea, podríamos denominar a la ciudad del último cuarto del siglo XX como la ciudad global.
Zaida Muxí Martínez, doctora arquitecta y profesora asociada del Departamento de Urbanismo y Ordenación del Territorio de la ETSAB. Es coordinadora académica del Master Laboratorio de la Vivienda del Siglo XXI. Ha publicado La arquitectura de la ciudad global, ed. Gustavo Gili (2004). Publica en revistas especializadas como Summa+, Arquitectura viva, Arquitectura COAM. Josep María Montaner es doctor arquitecto y catedrático de Composición Arquitectónica de la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Actualmente dirige el Master Laboratorio de la Vivienda del Siglo XXI, que se imparte en la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Es autor de diversos libros, sus dos últimos son Arquitectura de museos para el siglo XXI, Gustavo Gili con edición en portugués (2003) y Repensar Barcelona, recopilación de artículos publicados en el periódico El País, Ediciones UPC (2003).
En ella se hacen patentes las crisis de un modelo urbano marcado por la funcionalización del territorio, la difusión y dispersión de las áreas urbanas conformando un mosaico de fragmentos sin relación. Situación que viene reforzada por la continua pérdida del espacio público en beneficio de intereses sectoriales e individuales que se apropian de la memoria y de la herencia colectiva, reducidas a meras escenografías. Ya en su Dialéctica de la Ilustración, publicado en 1944, Adorno y Horckheimer, exiliados en Estados Unidos, criticaban la ciudad de Los Ángeles por su ausencia de cívitas y espacio público, y la señalaban como símbolo de la crisis del proyecto moderno iniciado por la Ilustración, anunciando la eliminación de la interrelación de la ciudad–persona suplantada por la de ciudad-automóvil. En el capítulo dedicado a la industria cultural, que se convierte en una dura profecía sobre la cultura de masas contemporánea, se analiza cómo la cultura ilustrada se convierte en mistificación de las masas en el contexto de las grandes ciudades norteamericanas, como Los Ángeles, y dentro del naciente individualismo y consumismo contemporáneo. Al principio del capítulo “La industria cultural”, escriben: Ya las casas más viejas en torno a los centros de hormigón armado tienen el aire de slums, y los nuevos bungalows en los márgenes de la ciudad muestran, como las frágiles construcciones de las ferias internacionales, los lodos del progreso técnico, invitando a liquidarlos, después de un rápido uso, como latas de conserva. Pero los proyectos urbanos diseñados
para perpetuar al individuo como ser independiente, habitando pequeñas e higiénicas viviendas, lo someten aún más radicalmente a su antítesis, el poder absoluto del capital. En definitiva, el individuo que vive en los suburbios se va haciendo más vulnerable. Ciertamente, a lo largo del siglo XX, la ciudad de Los Ángeles se ha convertido en un paradigma contradictorio: ciudad del eterno veraneo, tierra de la primavera perpetua, sede de Hollywood, fábrica de sueños y cantera para la construcción de la historia norteamericana. Desde esta interpretación optimista, según Reyner Banham en su texto de 1971, Los Ángeles sería el lugar de las cuatro ecologías: Surfurbia, Foothills, The Plains of Id y Autopía. Sin embargo, desde las interpretaciones críticas, además del lugar de la crisis de la modernidad, según Horkheimer y Adorno, Los Ángeles se ha convertido contemporáneamente en el escenario apocalíptico de las crisis ecológicas anunciadas por Mike Davis. Una ciudad basada en el consumo de energía al límite, organizada según autopistas por las que se circula a una velocidad que impide ver al otro y a la realidad concreta; una ciudad habitada por el miedo a lo desconocido, en la que los otros son percibidos como enemigos. Antes de que el modelo se hiciera presente en muchas ciudades del mundo durante las últimas décadas del siglo XX, Los Ángeles ya mostraba las partes esenciales de la ciudad tardo-capitalista: surge de la formulación zonificada de La Carta de Atenas y continúa con la plasmación de
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Josep María Montaner y Zaida Muxí Martínez
En esta página, fotografías de los arquitectos Cabrera-Sans-SartoriMorahan-Torquati. En la página siguiente, fotografías de los arquitectos Calocero y Colombo.
la fragmentación de la ciudad global. Las autopistas El primer elemento urbano esencial del urbanismo tardo-racionalista son las autopistas, suplantadoras de la calle como estructura vertebradora de la metrópolis. Las autopistas se han conformado en contra del espacio público tradicional de la calle, convirtiéndose en la negación de su esencia. Ya en el comienzo de la civilización del automóvil, el mismo Henry Ford, que había inventado la cadena de montaje y la producción en serie de miles de autos iguales, promovía al mismo tiempo la construcción de barrios residenciales, fuera de las ciudades, accesibles sólo desde los vehículos privados que él fabricaba. A partir de los años cincuenta, la entronización de la civilización del automóvil comportó la configuración de las ciudades a partir de las autopistas, el espacio genuino para el automóvil y la velocidad. El predominio de las autopistas conlleva un modo de vida específico, basado en el aislamiento dentro de la burbuja del automóvil, haciendo todo rápidamente accesible, midiendo el tiempo y el espacio en función de los desplazamientos en vehículo privado; percibiendo un mundo real que, a través de la ventana horizontal y en movimiento del parabrisas, se convierte en una ficción lejana, en una especie de programa de televisión, en cuadro bidimensional. Se entra en las autopistas de la misma manera que se enciende el televisor. Se ha creado un mundo pensado para ser servido eficazmente desde las entradas y salidas de las autopistas; se ha conformado lo urbano exclusivamente desde su vampirización, desde su uso, desde su accesibilidad a través de puentes, túneles
y nudos. La ciudad real, ahora invisible desde la velocidad y posición elevada del automóvil, ya no es un lugar para el compromiso. A medida que aumentan los sistemas de seguridad (blindaje, cinturones, parachoques, airbag, aire acondicionado, etc.), aumenta el aislamiento en el automóvil y aumentan la vulnerabilidad y debilidad del peatón frente al automóvil. El tráfico deviene la organización simbólica de la ciudad, y el automóvil es su célula básica, conformadora de una manera de ser individualista, competitiva, violenta y consumista. En este modelo de crecimiento urbano desarrollado en Estados Unidos a partir de la década de los cincuenta, con una consciente segregación social basada en las viviendas unifamiliares, y con la sustitución de los sistemas de transporte público por una inmensa red de autopistas, se hallan las raíces de la tendencia en las grandes ciudades a crecer según autopistas y barrios residenciales periféricos y aislados. Además, de acuerdo con este modelo de predominio del automóvil y las autopistas, la gran ciudad se va llenando de estaciones de servicio que se sitúan en los mejores puntos urbanos, en las esquinas, y que con sus tiendas y bares abiertos las 24 horas se convierten en sustitutos de los auténticos negocios artesanales y cafeterías. Los centros terciarios El segundo elemento urbano esencial es la aglutinación de la energía empresarial y representativa en los centros terciarios donde dominan la densidad edilicia y la altura de los edificios, y se expresan los valores de la modernidad capitalista por medio de las más avanzadas tecnologías.
Urbanismo tardo-racionalista
Los centros terciarios se proponen como espacios de diversidad y de recuperación de la vida urbana, incluso de la memoria colectiva, sin reparar en que la ficción creada de falsa variedad esconde una homogeneidad social estéril. También los centros terciarios tienden a la exclusión de los extraños y a la selección de sus pobladores, estructurándose a partir de los servicios de las autopistas, del acceso rápido en vehículo privado y la disponibilidad de grandes áreas de aparcamiento. Si en la autopista sólo entra el propietario de un vehículo privado veloz, en el centro terciario sólo entra el que tiene tarjetas: de identificación, de crédito y de aparcamiento. Estos sistemas drásticos de control invaden el espacio público urbano que rodea los centros terciarios. De esta manera, las aceras más amplias que aparentan plazas públicas son espacios sobre los que se extienden los dominios de la lógica del espacio privado, aunque la apariencia formal indique lo contrario. El Centro Comercial En el modelo de la ciudad global se ha ido consolidando un tercer gran elemento, el centro comercial o shopping center, conformado por grandes edificios masa que se convierten en auténticas catedrales del consumo, tal como las caracterizó George Ritzer. Presentes ya en los proyectos de la Broadacre City (1932-1935) y la Living City (1958) de Frank Lloyd Wright, los grandes centros comerciales han sido pensados como edificios autónomos dentro de los cuales eclosionan todo tipo de actividades dedicadas al entretenimiento y al consumo. La artificialidad es la base para la
identificación de los espacios propuestos por los centros comerciales: crear un ambiente simulacro de la naturaleza, de la historia o de una fantasía futurista; establecer movimientos “asistidos”; introducir temperatura artificial e iluminación controlada. En definitiva, crear un estado ideal para la estancia sin límite y, por tanto, con las máximas posibilidades de consumir: un no-lugar que se pretende ajeno a todo conflicto, derecho urbano o reivindicación. De esta manera, en muchas ciudades americanas y asiáticas, buena parte de la vida social y familiar se desarrolla ya en dichos centros cerrados. Curiosamente, una vez fagocitada la diversidad urbana de la calle, plaza o mercado, los centros comerciales la simulan en su interior. Las escenografías de última generación para centros de entretenimientos –eufemismo que esconde el consumo como único sustento– son réplicas o simulacros de las situaciones urbanas perdidas. Del mismo modo que la autopista metropolitana sustituye el papel vertebrador de la calle urbana, el shopping center intenta sustituir el espacio público de la plaza, el mercado, la galería o la calle comercial llena de pequeñas tiendas. Y cuando lo logra, las conquistas sociales conseguidas en el espacio público vuelven a restringirse bajo las normas, la vigilancia y los policías de seguridad de los centros comerciales cerrados. Sustituyen el espacio público y lo privatizan; en muchas ciudades dejan de existir alternativas para el paseo o la reunión cotidiana. La paulatina sustitución de las pequeñas tiendas y los mercadillos populares por shoppings impide que las capas modestas, los inmigrantes y los grupos nómadas se
integren en la sociedad mediante el proceso tradicional del pequeño comercio y los puestos de artesanía. Sólo queda la posibilidad del trabajo precario dependiente de las grandes cadenas comerciales y las franquicias. Con ello se consuma un cambio de modelo y de cultura. De todas formas, no necesariamente los centros de ocio y los shoppings han de ser negativos para las ciudades. Es cierto que, generalmente, son productos urbanos proyectados desde fuera, sin tener en cuenta el entorno urbano y paisajístico, sin relación con la ciudad y su cultura, introvertidos, conformados como ratoneras en las que es fácil entrar y difícil salir; incluso se convierten en elementos que aumentan las desigualdades sociales y los problemas de su entorno inmediato. Sin embargo, si dichos centros comerciales aportan espacios públicos, tienen accesibilidad al mismo nivel que la calle, son atravesables fácilmente y se saben integrar en la cultura de la ciudad pueden llegar a ser positivos. Los barrios cerrados Por último, una parte esencial de la ciudad global queda definida por los barrios residenciales que adoptan situaciones, morfologías y tipologías muy definidas. Una parte de la población de las grandes ciudades, ya sea de países desarrollados o en vías de desarrollo, generalmente aquellos que no valoran la memoria urbana y que no comprenden que la esencia de la ciudad es la diversidad, eligen vivir fuera de las ciudades en barrios cerrados. Una especie de no lugares o espacios sin
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Josep María Montaner y Zaida Muxí Martínez
En esta página, fotografías de los arquitectos Fernández Rojas, Ferrari, y Armendares-Ferreiro. En la página siguiente, fotografías de los arquitectos Flores y Frangella.
memoria, de acceso restringido, que constituyen vulgarizaciones de una vida feliz, utópica y sedada de la cual han sido eliminados lo incierto y lo imprevisible, los miembros de otras culturas y de menos recursos económicos. Una vida edulcorada en un lugar donde todos pretenden ser iguales. Dichos barrios cerrados adoptan, paradójicamente, las morfologías de la ciudad jardín, realizando de manera suburbial y degradada la utopía de la ciudad con anillos verdes de Ebenezer Howard. De manera inauténtica, estos barrios cerrados pretenden seguir criterios ecológicos de sostenibilidad, organizándose en torno a lagos artificiales, campos de deporte o pistas de golf, previa eliminación en el lugar de todo rastro de las tierras y la vegetación preexistentes, cuando ningún logro en la dirección de la sostenibilidad puede pasar por crear ghettos para elites en los que se ha pretendido eliminar la contaminación trasladándola a sus confines. En realidad, la negación de la ciudad existente como lugar de vida no es más que un espejismo; el trabajo, la educación, el ocio y el suministro dependen de la gran ciudad que se ha abandonado. Y la búsqueda de referencias históricas mitificadas a la hora de realizar las viviendas se contradice con la imagen de los lugares de trabajo. Mientras los centros terciarios, conformadores de este urbanismo tardo-capitalista, adoptan las formas de la alta tecnología, la vivienda adopta una estampa tradicional, aunque ambas se basen en el máximo control tecnológico. La tecnología como base de una vida urbana en constante mutación, paradójicamente,
elige como imagen para el habitar la de un bucólico, intemporal y falso pasado. Por ello, las tipologías arquitectónicas que se utilizan remiten a la nostalgia arcádica de casitas unifamiliares primitivas, ya sea de madera, ladrillo u hormigón, ya sean vernáculas, victorianas o mediterráneas. Todo bajo el control férreo de un contrato mercantil en el que se establecen las libertades y derechos de cada quien, incluidas las recomendaciones formales para las viviendas. Y aunque la realidad de los barrios cerrados para ricos se contrapone a los barrios populares autoconstruidos –ranchos, villas miseria, favelas, barriadas y pueblos jóvenes–, en el fondo, forman parte del mismo sistema. El barrio cerrado necesita al barrio autoconstruido para ser servido de tareas domésticas, de jardinería o de reparto, pasando siempre por el filtro del extremo control. Y si en los años sesenta y setenta se promovieron en Latinoamérica políticas de autoconstrucción que ofrecían viviendas evolutivas que mejorasen las infraestructuras de los barrios populares y que los integraban en la ciudad, ahora, a excepción del caso de Río de Janeiro, con el programa Favela-bairrio, los barrios marginales se reconocen como una pieza más, aunque degradada, de la fragmentaria ciudad global. De la Carta de Atenas a la ciudad global Al analizar los componentes segregativos del modelo del urbanismo global, se comprueba que, en realidad, se trata del canto de cisne del urbanismo tardo-racionalista, que no es otra cosa que la ulterior reformulación rentable de la zonificación del urbanismo racionalista.
Urbanismo tardo-racionalista
El modelo urbano y territorial que propone el neoconservadurismo liberal, cuyos intereses económicos no tienen raíces en ningún lugar, no sólo pretende sustituir el entorno natural, los centros históricos, las calles y los espacios públicos, sino que las cuatro funciones o partes esenciales del urbanismo racionalista de la Carta de Atenas –habitación, trabajo, esparcimiento y circulación– han implosionado, utilizando el término de Jean Baudrillard, y han encontrado su concreción en los cuatro elementos urbanos esenciales de la ciudad global: habitación en el barrio cerrado, trabajo en el centro terciario representativo, esparcimiento y consumo en los shopping centers y centros de ocio, y circulación por las autopistas. La ciudad global se conforma de una manera incluso mucho más objetual e inconexa que la ciudad moderna de la Carta de Atenas. De hecho, tanto la Carta de Atenas como la ciudad global se basan en borrar la historia de la ciudad en la medida que ha de servir de soporte a un sistema de producción que no necesita conciencia y al que la memoria molesta. El sueño delirante de la tabula rasa, en la raíz de la ciudad moderna, se ha ido reproduciendo desde Los Ángeles o Atlanta hasta Singapur o Hong Kong. El crecimiento en barrios cerrados periféricos va relacionado con el abandono de los centros históricos, convertidos en slums, como ya señalaban Adorno y Horckheimer. Es entonces cuando las calles tradicionales de los centros históricos, abandonadas a su suerte, se convierten en trinchera, lugar por el que se pasa velozmente dentro del automóvil, frente en el que compiten los vendedores
ambulantes y los comercios depauperados en las plantas bajas, sobre las cuales la ciudad yace abandonada. Porque mientras este modelo urbano se sigue extendiendo por el mundo, consumiendo territorio y esparciendo las ciudades, en su país de origen, Estados Unidos, está comenzando a ser sistemáticamente criticado por condicionar negativamente el futuro y se empiezan a buscar alternativas que permitan superarlo. Por lo menos, los mismos promotores de la ciudad global y desmembrada ya han visto que es nociva y destructiva, y por lo tanto, intentan expulsar dicho modo de degradación urbana a otros países. En una época en la que el proyecto urbano necesita alternativas plurales, con distintos atractores, mecanismos de sostenibilidad y estrategias para enriquecer el territorio ambiental, el urbanismo de la ciudad global no es más que una continuación del urbanismo racionalista, que intenta hacerlo más y más rápido y rentable pero, al mismo tiempo, hipoteca cada vez más el futuro de las ciudades y del territorio. Un urbanismo que sigue siendo pensado por los hombres y sólo para los hombres, un varón agresivo que circula con prisa en su 4 x 4, refrigerado, continuando con el patrón machista del modulor de Le Corbusier, un hombre modelo, musculoso y de 1,82 metros de altura. Ha llegado ya el momento de que otros protagonistas piensen y diseñen las ciudades, de manera que frente a la dominante ciudad especulativa y segregativa se incorporen puntos de vista plurales que puedan reinventar la ciudad humana; para ello hacen falta una nueva teoría y una nueva práctica. SCA
Bibliografía Banham, Reyner. Los Angeles. The Architecture of Four Ecologies, Allen Lane, Londres, The Penguin Press, 1971. Baudrillard, Jean. America, Londres/Nueva York, Verso, 1988. Davis, Mike. City of Quartz. Excavating the future in Los Angeles, Nueva York, Vintage, 1992. De Long, David G. Frank Lloyd Wright y la ciudad viviente, Ginebra-Milán, Vitra Design Museum/Skira editore, 1998. Horkheimer, Max; Adorno, Theodor W. Dialettica dell’Illuminismo, Turín, Einaudi, 1997. Le Corbusier. La Carta de Atenas, Principios del Urbanismo, Barcelona, Ariel, 1971. McShane, Clay. Down the asphalt path. The Automobile and the American City, Nueva York, Columbia University Press, 1994. Montaner, Josep María. Repensar Barcelona, Barcelona, Edicions UPC, 2003. Muxí, Zaida. La arquitectura de la ciudad global, Barcelona, Ed. Gustavo Gili, 2004. Ritzer, George. Enchanting a Disenchanted World, Thousand Oaks/Londres/Nueva Delhi, Pine Forge Press, 1999.
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Una línea zigzagueante Sobre la imaginación1, por Marta Zatonyi
Radicada en la Argentina en 1969. Licenciada en Filología y doctora en Estética. Investigadora de la UBA y profesora de la UNL. Fundadora y titular del Estudio ETHOS (1981). Autora de varios libros sobre estética y arte.
En la página siguiente, fotografías de la arquitecta Galarza.
Lo que es y lo que no es La construcción del imaginario es la construcción de la identidad. La imagen dispone de una doble función: obtura y, al mismo tiempo, denuncia el hueco generado por sí misma. Cuando hay imagen, podemos serenarnos, la zozobra se calma, sepamos o no que es nuestra propia creación. El imaginario nos proporciona la lógica de la ilusión. Esta ilusión actúa como un fantasma estructural que nos brinda equilibrio y protección para constituir una correspondencia entre lo interno y lo exterior. Su proceso demanda la organización del horizonte de las infinitas imágenes sustraídas de la historia propia y del mundo-contexto. Este mundo-contexto –con el aumento de la proporción de los habitantes urbanos frente a los del universo rural– evoluciona hacia el dominio de la ciudad-contexto. Pero ¿qué es el imaginario y cómo se configura? ¿Qué fenómenos provocan el cambio del imaginario y cuáles lo impiden? La organización entre las infinitas imágenes acumuladas y el mundo-contexto, generando esta correspondencia, es el proceso de la imaginarización. El imaginario, al instalarse como equilibrio y seguridad, se convierte en el soporte del paradigma, pero también en su propia barrera. Desde esta doble condición se desprenden dos tendencias, entre sí contrarias: la generación más o menos continua de cambios y recambios, quiebres y renovaciones del imaginario, y su estancamiento o parálisis. La imaginarización actúa como un permanente montaje y remontaje, a partir de y mediante los elementos y sucesos de naturaleza totalmente heterogénea, pertenecientes a factores de categorías muy diversas, como lo político y lo económico, el arte, la moda, los efectos endógenos visibles o subterráneos y opacados o exógenos lógicos o azarosos; de relaciones histórico-temporales mal o bien elaboradas, y olvidadas o negadas. En su movimiento zigzagueante, la imaginarización transporta e impacta; lleva y trae, cambia y se cambia. Monta y se remonta.
Una linea zigzagueante
La imaginarización no es un registro donde como matriz se instala la ciudad. La ciudad no es un registro, ni es la construcción de un registro, pues un registro se hace sin que el registro actúe sobre lo registrado y el registrador. La imaginarización no es una recipiente pasiva ni la creación de tal recipiente. A su vez, el arte tampoco es el registro o el registrador. Es uno de los medios, ciertamente muy calificado, de este movimiento que zigzaguea e interactúa entre la ciudad y su habitante: moldea al ser percibido con que también se moldea. El arte no sólo registra y habla sobre este proceso, sino que forma parte activa de él. Si la imaginarización fuera un registro o documentación, podría construirse un mundo fuera del mundo, puesto que no ocurrió, en este supuesto caso, tal interacción entre las partes actuantes. La literatura en su más amplia gama y diversidad, y la pintura o, en general, las denominadas artes visuales, como fotografía, grabado, incluso, en este caso, el cine, poseen una fuerza excepcional para actuar en el proceso de la imaginarización. La imagen visual se compone de tres espacios continuos pero construidos en tres escalas, como símbolo de la vida urbana entre lo público y privado. Uno, el primero, es el del interior, es del hogar, el segundo, de transición ineludible, y el tercero es el de lo comunitario, el de la ciudad. Este último se extiende hacia el mundo del en-sí, que se refiere al mundo de la naturaleza, o a lo desconocido. La esencia de la imaginarización se realiza en la misma repetición haciendo carne en la diferencia.
Mas, sólo puede diversificar y diversificarse, repitiéndose a sí misma. La paradoja de la repetición y diferencia permite que la ciudad deje de ser el lugar, subordinada a la idea, disuelta en ella, para convertirse en un hecho único cada vez diferente. No obstante, este fenómeno de la diversidad frecuentemente le fue negado o intentaba ser negado a la ciudad. Por ejemplo, con la voluntad de imponer un modelo ideal, reiterado infinitamente, el conquistador soñaba con poseer en América lo que en Europa comienza a perder: el siglo XVI fue la época de los inicios de la pérdida de fe en la Ciudad de Dios y del nacimiento –aunque muy lejos de su realización– de un nuevo concepto, el de la ciudad del hombre, como lugar de la vida terrenal. A pesar de que la ciudad desde sus inicios engendraba esta condición, en la bisagra entre la Edad Media y los Tiempos Modernos comienza a considerarse e imaginar la ciudad como hogar del hombre, coherente con sus condiciones y atributos. Donde la historia de lo que está yendo se integra en lo que se está por hacer. Donde la paradoja del recuerdo y el olvido se ritma con beneficio para los habitantes, manteniendo la paradoja de la memoria. Una construcción incesante Estimulados, fortalecidos pero también obligados por las paradojas de sus circunstancias, los habitantes de la ciudad la resignifican en las obras de arte, entendido en su más amplio y moderno sentido. Junto a ello se produce la reestructuración del imaginario sobre la esencia
de la ciudad. A pesar de que las estructuras incorporadas claman por el cotejo con lo narrable, con lo cotejable del mundo de las imágenes, con lo existente a priori, es difícil lograr que las estructuras objetivas transfiguradas o no, satisfactoriamente coincidentes o no, puedan dar respuesta positiva, aunque sea en un nivel muy bajo. Para eso el capital simbólico debe estar preparado y tener las condiciones de responder a esta demanda. Al considerar una ciudad como "campo" (Bourdieu3), podemos pensar que una obra de arte, creada en una ciudad, y que entra en circulación entre sus componentes humanos, formará parte de su capital simbólico, tallará este campo e integrará en el habitus sus habitantes. En el diálogo de la imaginarización, la obra de arte es productora de eco y de impacto; algo cambia, y a partir de este algo, la valorización será diferente. A partir de una nueva obra de arte la ciudad verá de otra manera su existencia y su mundo. Esta interacción mutuamente moldeante fertiliza el proceso de la imaginarización. El proceso de imaginarización forma el imaginario para poder verse y contenerse en la imagen que nos hace posible concebir lo que somos. Desde la mirada ya objetivada del artista: su otredad nos devuelve la mirada para saber mejor lo que somos. El habitus se constituye a través de las imágenes para formar el campo compartido en la sociedad, en nuestro caso, de Buenos Aires: sus habitantes conocen estas imágenes como también se reconocen en ellas.
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Marta Zatonyi
En esta página, fotografías del arquitecto Gil Casazza. En la página siguiente, fotografías de los arquitectos Grinberg-Dwek-Iglesias.
La vitalmente necesaria reconciliación con el mundo, esta "correspondencia entre lo interno y lo externo” se da cuando la imaginarización tiene la posibilidad de fluir libremente entre los habitantes de un “campo” de pertenencia y cuando la respuesta a ella es la condición posible e ineludible de todos. Siguiendo las Leyes de las Indias, pero definidas también por las posibilidades, Buenos Aires se criba entre esta geometría imperial y los destellos de su realidad. Su realidad: historias múltiples, frecuentemente sólo en fragmentos y carentes de la voz de una estructuración creíble y necesaria; habitus trasladados desde múltiples orígenes con poco tiempo para elaborar sus “campos” fuertes; violentos movimientos pendulares entre años de bonanza y desastres económicos, su ubicación en la periferia pero con mirada hacia el epicentro. Y así y todo, como cualquier ciudad, se ofrece testigo y generadora del proceso de su imaginarización. Confirmar que cualquier ciudad, por el hecho de serla, es una obra de arte, sería tan equívoco como decir que la comunicación o la construcción, por ejemplo, son arte. Sin embargo, la ciudad, la verdadera ciudad, no es sólo el espacio que demanda y posibilita la creación artística desde sus más remotos inicios, sino que, en su complejidad, también se configura como arte. Su particular carácter reside en que coinciden los tiempos de su creación y su historia cronológica –aunque con una dinámica alternada entre rarificación y densificación–, y que sus creadores son principalmente anónimos, sólo muy pocos nom-
bres lograron sobrevivir los tiempos. Ciertos fundadores, algunos arquitectos, otros gobernantes o intendentes. El espacio de la ciudad no es sólo el conjunto del trazado de su planta, de sus edificios representativos, de sus monumentos urbanos. Es la rica y complejísima sintaxis entre todo lo que la configura en su realidad diacrónica y sincrónica; se significa lo que había a través de lo que hay. La ciudad se forma por medio de un modo específico de elaborar su historia, sus costumbres cotidianas y sus ritos; de su escala de valores y sus respuestas a las cuestiones pragmáticas; de su memoria colectiva y su imaginario, sus proyectos y su energía con que responde y resuelve; de la calidad de sostener la paradoja de lo cambiante y lo constante, y –básicamente– de la manera de crear su universo simbólico para expresar todos estos fenómenos. La ciudad está hecha, escribe Italo Calvino, “de relaciones entre las medidas de su espacio y los acontecimiento de su pasado”. Amada y odiada, la ciudad es el punto de partida de la civilización, es decir, del grado de una cultura ya condicionada para pasar del universo rural al universo urbano, según lo testimonia su propia etimología. No hay ningún otro género artístico como la ciudad que haya obtenido tanta y tan permanente referencia y presencia en los otros géneros. Pero la metáfora antinómica de lo divino como de lo demoníaco también se presenta por medio de ella, universal e históricamente. Si la Gran Babilonia se convirtió en símbolo de la maldad y de la perdición,
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también San Agustín hablará sobre la Ciudad de Dios, como equivalente a un mundo de perfección, de salvación. Mientras que la ciudad del pasado era uno de los múltiples símbolos de la realidad de su mundo, la ciudad del presente, el renovado concepto sobre ella y su reflejo en los otros géneros artísticos, forman parte del paradigma actual. Resulta ser difícil, a veces imposible –por lo menos en una sola generación o en una sola vida–, pasar de un sistema al otro. Perplejos y con zozobra, miramos lo que no entendemos, apenas lo percibimos. El amor y el odio hacia la ciudad parecen girar en exclusivo rechazo y repulsión dolorosa. El cine (de ficción, dibujos animados, documentales), la fotografía, sea tango o sea rock, la historieta, la literatura entre tantos otros géneros convierten este espíritu de época en simbología testimonial. El tango porteño, tal vez, expresa como nada estos sentimientos encontrados. En su relato se mezclan el amor desmedido con hostigamiento de las condiciones que este mundo urbano ofrece. El caminante-habitante que atraviesa la ciudad dispone de dos miradas, ejerce dos miradas: la micro y la macro. Su atravesar sucede porque el hacer el espacio es su facultad. La micromirada se ancla en su lugar y ancla el lugar; la macro, en la idea del Universo. La micro es la inmediatez, es tanto ser capturado por la parte como vivir la parte, ser la parte; es el domino de la escala propia y es la dependencia del estímulo. Aunque la macro no es el Todo, pero se arraiga en el anhelo por el volar hacia el Universalidad, es la transposición, es la férrea e intangible li-
bertad de la idea. Y en el cribar de ambas, se hace el Espacio. El paseante que atraviesa y el sujeto histórico es uno solo, se muele en la misma criba pues él es quien produce el mismo cribar: el tiempoespacio o si se quiere, el espaciotiempo. El peligro de parálisis Es imposible hablar sobre el imaginario sin hablar sobre la utopía como principal riesgo que podría reducir a niveles fatales la dinámica de este movimiento zigzagueante. No hay ciudad que de una u otra manera no registre este efecto utópico. La ciudad también representa la renuncia al nomadismo, a la no pertenencia, así como la preferencia por la posibilidad de elegir la protección de un proyecto frente a un permanente riesgo del eterno vagar, del eterno peregrinaje, de los eternos encuentros dramáticos, fusiones amenazadoras, aunque inexorables, de dolorosos desarraigos y escisiones descarnadas. La utopía es la fe en un definitivo llegar, estar, permanecer y permanecer en orden. Pero, como nos enseña la etimología: utopía significa ou-topia, es decir, la negación drástica de todos los lugares existentes, inseparable con la otra conjunción eu-topia, es decir, el bienestar que reina en ella, en la ou-topia. Pues si no, ¿por qué fascinaba esta idea, la idea de la utopía, desde los albores de la misma civilización? De fuerzas y maneras muy diferentes, de valorizaciones cambiantes sin cesar, la utopía siempre estaba presente como significante de deseos de vivir sin el drama humano o reducirlo
hasta lo insignificante. Junto a la fe en la omnipresencia de una u otra utopía, se ubica la reducción tan común de la historia de la utopía a la República de Platón, a la isla de Tomás Moro, y al proyecto bolchevique revolucionario y post revolucionario. Eso hacen también las religiones de salvación –entre las cuales, para nosotros, la más conocida es el cristianismo– con su paraíso post mortem, que promete la paz y la felicidad. Se había alimentado la fantasía sobre la ciudad, como reconstrucción del paraíso perdido, como el orden del jardín, dentro de la salvaje maleza, un finito dentro del infinito. La ciudad significaba el hogar, el estar en algún lugar y ser algo. Es la fusión comunitaria, la vuelta a la paz previa a Babel, pero también es la confianza frente a la desesperación por enfrentarse con el Otro, sin ventaja asegurada. Es decir, vivir sin riesgo, en la paz universal. Los primeros viajes traen al mundo occidental febriles noticias y excitantes leyendas entre sí contrarias: informan sobre monstruos y sobre sus oscuros mundos de horror y cuentan, al mismo tiempo, sobre “el buen salvaje” y sobre su mundo, que es mismo paraíso terrenal. Al fin, el viejo y eterno truco: se cuenta lo que se espera oír para justificar y para justificarse. Emerge el Otro como nunca antes. El abrir mundo y abrirse al mundo contrae, fatal y afortunadamente, la construcción de nuevos otros, la construcción de diversas otredades más complejas, más amplias, más inexorables. No es que el otro descompone el Orden y como respuesta surge un proyecto de la unidad, sino que frente a la sospecha de la apari-
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En esta página, fotografía del arquitecto Gigli. En la página siguiente, fotografías de la arquitecta Huarte.
ción de la Otredad, nace la Utopía aglutinante, como para evitarla. Es decir, no es un remedio, sino una prevención. Con la Utopía, e inexorablemente, aparece la fantasía del Fin de la Historia. Ni Hegel era el primero, ni Fukuyama el último que nos habla sobre ello. El triángulo “miedo al otro-utopía-fin de la historia” se da, desde que –como dijimos anteriormente– el hombre decidió renunciar al nomadismo, desde la fundación de las ciudades. La embriaguez de los fundadores no deviene de instintos diabólicos. La tragedia de las ciudades latinoamericanas no es que el español radicaba en ella el Mal, lo despreciable de su cosmovisión de su praxis ya existente. Más bien podemos hablar sobre lo contrario. Se propuso sembrar todo el Bien, un Bien unilateral, anhelado, imposible alcanzarlo en su propia tierra, ya que es imposible en cualquier lugar. Sólo sería factible en Utopía, en el No Lugar del Eterno Bienestar. Nunca, ninguna tierra vio tanto fervor de fundar ciudades. Pero no para hospedar al otro, sino para diluir al otro en los ensueños de éste, y si lo acepta el Otro, este status quo, será tolerado. El programa no era la creación de un mundo cuya riqueza hubiera provenido de la dinámica multicultural y polivalente para aprovechar la diversidad, sino la generación de un orden impuesto, de una sola forma cognitiva y axiológica, del curioso y al mismo tiempo coherente dúo de castigo-tolerancia. Pero ¿el conquistador español, el fundador de ciudades nuevas, era un nuevo fenómeno en este continente? Dentro de la leyenda dorada del mundo
paradisíaco en una América precolombina (tradición que sobrevive hasta hoy), se divulga la fama sobre sociedades justas, igualitarias, dadoras de bienestar si no de felicidad hasta la llegada de los españoles. Sin entrar en este tema, por sí demandante de nuevas preguntas y respuestas, ¿se puede pensar en semejante mundo feliz sabiendo sobre las gigantescas construcciones, incluso sin mecanismos y tecnologías modernos y adecuados? Incluso sobre aquellas tierras carentes de aguas para fertilizarlas o cubiertas por las selvas. En la película de Herzog, Aguirre, la ira de Dios, un príncipe inca esclavizado por los nuevos conquistadores (pues una vez lo eran ellos, los incas) explica el dolor de su estado: “Antes, delante de mí, todos tenían que bajar la vista; ahora yo tengo que bajar la vista delante de ellos”, refiriéndose a los españoles, a los nuevos amos. Una vez fueron los toltecas, los mayas, los incas, los aztecas, los peregrinos, guiados por sus necesidades de avasallar al otro y fueron ellos quienes decidieron fundar ciudades, con la misma fantasía sobre el lugar perfecto, el lugar ideal, y con las mismas consecuencias. Las ciudades americanas del mundo preibérico eran tan utópicas como las establecidas por el español. Dan cuenta de ello su organización astronómica, sus pautas urbanísticas perpendiculares, su simbología que se refiere a un poder teocrático y deificado y a una masa anónima y esclavizada. No se puede negar la grandeza de estas ciudades, pero tampoco la atrocidad y la crueldad que se necesitaba para levantarlas. Ni más ni menos que para cualquier otra construcción monu-
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mental en tantos otros lugares y tiempos donde y cuando imperaba la fe en una sola verdad, en un solo dueño, en una sola felicidad Es innegable la masiva adhesión de poblaciones o etnias a los conquistadores debido a dos razones principales. La primera: el odio contra los esclavizadores del mismo universo local; la segunda: el anhelo por su propio mundo perfecto que les pareció encontrar en el discurso español. Era, posiblemente, uno de los primeros cambios en la historia de este continente, seguidos por tantos otros, sin un verdadero cambio. Utopía por utopía, pues las ciudades coloniales intentan reconstruir el cielo en estas tierras. Aunque desde los primeros años de la Colonia, el modelo era la ciudad legendaria del Imperio Romano –como un pasado maravilloso hundido en el oscuro y desesperante caos medieval– recién las Leyes de las Indias lograron sistematizar su organización. ¡Ciento cuarenta y nueve leyes! Se propuso construir la ciudad ideal desde un todo saber supuesto y desde un paternalismo tan propio de aquella ideología y sobreviviente en el caudillismo de nuestros países en su vida cotidiana, familiar, laboral y, obviamente, política y económica. Felipe II, autor de estas leyes, tenía como lectura de cabecera, La ciudad de Dios, de San Agustín. Ciudad de anhelo desde la época de caos, desde los lugares periféricos como modelo del epicentro de descomposición del Imperio, lugar de paz, lugar de orden. Este imaginario funcionó como estímulo de adhesión de las masas abrazadas por
el Imperio En resumen, el esquema para la América ibérica era la ciudad romana, modelo de San Agustín. Desciende del helenismo que, a su vez, aprendió a trazar sus plantas de Neobabilonia. Orden ajedrezado, sobre el esqueleto de cardo y decumanus, en cuyo centro se desarrolla la vida pública. Como expresión urbanística del realismo platónico y escolasta, desde aquí y subordinándose a ella se extienden las calles, con medidas y morfologías predeterminadas. Es curioso, pero a su vez también lógico que no haya una sola ciudad latinoamericana que hubiera cumplido estas leyes en su totalidad. ¡Demasiado orden, demasiado combate contra un supuesto Mal que causa este desorden! No tardó en demostrarse sus inevitables consecuencias. Buenos Aires tampoco. La ciudad debe su existencia a su historia: historia asumida o historia negada. La historia socioeconómica latinoamericana es la historia de una cadena de infinitos coitus interruptus. Como ejemplos en Buenos Aires, mencionamos la furiosa destrucción del palacio de Rosas o de las casas del art nouveau, el sospechoso enojo contra el eclecticismo, luego contra el racionalismo. Al observar las hileras de plazas, calles o avenidas, aquí o en cualquier ciudad latinoamericana, nos percatamos, gracias a las obras arquitectónicas, de en qué momento había auge y en qué momento depresión. Pero así como sufrían cortes por adversidades, tampoco faltaban los reinicios. No obstante, la experiencia elaborada del período anterior se desvaneció. Como dice Carpentier, la ciudad latinoamericana es de un estilo sin estilo. Si tomamos esta
palabra en sentido deleuziano, aplicando su concepto sobre la repetición y diferencia, entendemos que los cortes siniestros impiden la continuidad de lo experimentado, de lo ya adecuado, traducido de una tendencia a las condiciones reales. Muchas de las ciudades reproducen el proceso a lo largo de estos siglos, desde la colonización hasta ahora, lo que vivieron las ciudades medievales. Nacieron, se desarrollaron, luego se estabilizaron, frecuentemente entraron en crisis. La pobreza rural al inundarlas crea marginales urbanos y forma una densa franja “extramuro” o se radica en el corazón de la ciudad ya tugurizado, de donde huyeron sus antiguos dueños a barrios más lejanos, llamados actualmente barrios privados. La fascinación por la metafísica cartesiana es la reedición del orden soñado por Felipe II con la eterna voluntad de evitar, pero también con la eterna realidad de instalar el movimiento centrifugal-centripetal, o crecimiento y densificación o exclusión e inclusión; luego lo mismo renace en el proyecto positivista, liberal, neoliberal o neoconservador. Inevitablemente y siempre, de proyectos de esencia utópica. Un mundo sin capacidad de generar, regenerar y reconocer sus propias paradojas cae atrapado por un imaginario envejecido y, por ello, dañino. Allí se engendra el agotamiento y, luego e inexorablemente, la desesperanza. Allí el imaginario no actúa como fantasma que ofrece equilibrio y seguridad, sino como figura desmetaforizada del carcelero que impone su única forma de orden y de estabilidad. Sin embargo, surgen las preguntas: ¿Se puede vivir sin
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“cielo protector” de un ilusorio algo, de un supuesto alguien? ¿Qué es lo que le da sentido a la vida, sino un futuro promisorio cuya primera tarea sea recompensar a los “humillados y ofendidos”? Si la vida es difícil ya por el hecho de su temporalidad, tanto más difícil es recorrer esta breve estancia en condiciones atroces, carentes de la más mínima posibilidad de sentirse digno y respetable. Los aciertos y los errores se encadenan y se alternan sin cesar. El arrogante Estilo Internacional y su sospechoso descendiente, la propuesta neoconservadora, han pecado negando a la otredad, en la voluntad de eliminar la diferencia y con eso su dinámica con la repetición, abogando por un yermo universalismo, en una articulación dañina entre el recuerdo y el olvido. El posmodernismo intentó universalizar sólo la diferencia, su construcción de memoria padecía de graves desequilibrios, intentando con frecuencia convertir la otredad en una figura sólo escenográfica. Pero junto a las fallas, vale también reconocer la tensión, la pelea y la energía producidas por lo que desciende de la modernidad y crear una analítica y lúcida mirada sobre los resultados de este complejo proceso. Pues la imaginarización inmediatamente reacciona. La dinámica de esta línea zigzagueante puede verse disminuida, incluso agotarse aparente y transitoriamente, pero la imaginarización dispone de la constante capacidad de aprovecharse, cuando así se decide, de su propia riqueza ya atesorada. SCA Notas
En esta página, fotografías del arqui-
1. El presente ensayo utiliza conceptos elaborados
tecto Iglesia.
por la autora en el trabajo investigativo de
CAID+2000, UNL, Santa Fe, y forma parte de su libro en elaboración. 2. Koolhas, Rem y cols. Mutaciones, Barcelona, Ed. Actar, 2000. De acuerdo con el Global Urban Observatory, al inicio del siglo XX, el 10% de la población vivía en ciudades. En el año 2000, alrededor del 50% de la población vive en ciudades. En el año 2025, la población urbana podría llegar a los 5.000 millones (dos tercios en países pobres). 3. Pierre Bourdieu establece que: “El habitus se define como un sistema de disposiciones durables y transferibles –estructuras estructuradas, predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes– que integran todas las experiencias pasadas y funcionan en cada momento como matriz estructurante de las percepciones, las apreciaciones y las acciones de los agentes cara a una coyuntura o acontecimiento y que él contribuye a producir”. A su vez, para él, un campo es una parte determinada de la actividad social, como el arte, el sistema educativo, la moda, los medios de comunicación, etc. Por otro lado, con la expresión “capital cultural” se refiere al conjunto de bienes de la cultura y puede existir en estado incorporado y en estado institucionalizado.
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Las estructuras urbanas Lo permanente, lo efímero, la diversidad y el futuro, por Heriberto Allende En un mundo altamente urbanizado, la calidad de vida del siglo XXI estará inevitablemente relacionada con la calidad de los espacios urbanos.
Arquitecto urbanista. Ha sido miembro del Consejo de Planificación Urbana y del Consejo del Plan Urbano Ambiental de la Ciudad de Buenos Aires.
1. Procesos y tendencias Las metas de calidad de vida no están cercanas en el escenario actual, especialmente en las grandes ciudades como Buenos Aires, que acumulan deficiencias, marginalidad y debilidades estructurales que comprometen el equilibrio en la organización y el funcionamiento territorial y constituyen limitaciones significativas que será necesario revertir en el camino hacia el mejoramiento constante e integral de las condiciones de vida de sus habitantes. Los conflictos y regresiones de la aventura urbana del último siglo fueron ocasionados en gran medida por las características del proceso de conformación de las grandes aglomeraciones, el que fue tan veloz y de tal magnitud que las estructuras urbanas tradicionales fueron arrasadas, y se generaron problemas de una dimensión y un carácter antes desconocidos, que desbordaron los mecanismos de control y la escala humana y motivaron situaciones críticas que requieren medidas de fondo para recomponer el equilibrio y la equidad, rescatar la gobernabilidad y asegurar la sostenibilidad. Como consecuencia de esos procesos, la realidad de las ciudades actuales está dominada por situaciones de segregación, separación extrema de funciones, ruptura de las relaciones sociales en la escala local, pérdida de identidad, conflictos de movilidad y consolidación de modelos dilapidadores de recursos, todo ello resultado de la insuficiencia de las políticas públicas, la inercia del crecimiento y las fuerzas de los mercados. Las presentes notas buscan aportar algunos elementos al debate sobre los lineamientos estratégicos más convenientes para atender estos problemas que están condicionando el ordenamiento territorial
de nuestras ciudades, en el entendimiento de que indagar sobre los procesos que han originado la realidad vigente puede ayudar a definir criterios para orientar las futuras políticas territoriales Al respecto, cabe señalar que los procesos urbanos se caracterizan por su imprevisibilidad al estar condicionados por campos de fuerza de múltiple intensidad y origen, pero atendiendo a las circunstancias y características de esos procesos se pueden reconocer algunas constantes y modelos que se van superponiendo en la conformación y organización de los asentamientos ilustrando acerca de las tendencias positivas y negativas de la ocupación del espacio, los factores persistentes y las desviaciones, así como los elementos clave para la conformación de “ciudad”. 2. Lo permanente y lo efímero La idea de futuro está asociada a las nociones de lo permanente y de lo efímero. Las distintas culturas y civilizaciones a lo largo de la historia fueron desarrollándose bajo el signo y la búsqueda de lo permanente. No obstante, hoy tiene lugar una propensión no solo a privilegiar lo instantáneo, lo fugaz y descartable, sino también a revisar los principios y formas de organización del mundo civilizado de la mano de nuevos avances del conocimiento. La expresión de esta dualidad en las ciudades está representada por un medio construido cuyos componentes son permanentes o tienen una relativa permanencia, albergando procesos económicos, sociales y ambientales cuya característica predominante es la aceleración de las transformaciones y los cambios. Estos procesos inciden notoriamente en las formas de uso del medio físico que debe mantenerse como soporte de las
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Heriberto Allende
En esta página, fotografía del arquitecto Ledesma. En la página siguiente, fotografías de la arquitecta Le Mehauthé y del arquitecto Maldonado.
funciones urbanas con adaptaciones muchas veces imperfectas a las nuevas demandas originadas en los procesos de cambio. Por otra parte, en el camino de la globalización, la revolución de la informática y las comunicaciones ha generado el espacio de los flujos, una trama intangible de un dinamismo sorprendente que se superpone al espacio de los lugares y relativiza algunos elementos tradicionales de la organización urbana. De esta manera el medio urbano hoy constituye un lugar en continua transformación, un organismo vivo que registra tanto procesos metabólicos cotidianos de consumos y desechos, como de crecimiento, transformación y vigorización del medio construido, presentando patologías y obsolescencias que van condicionando sus formas de evolución y consolidación. Resulta interesante verificar en la historia cuáles han sido los elementos que han permanecido en el tiempo y que resultan constantes en la conformación de las ciudades. Las pirámides de Egipto, el Coliseo y el Foro Romano, el Panteón en Atenas son improntas de culturas milenarias que persisten más allá de los sistemas o imperios que les dieron origen. Más recientemente, las catedrales medievales y los grandes palacios de las monarquías europeas, así como los templos que los distintos cultos diseminaron en el mundo, son muestras de obras que fueron construidas buscando perpetuar el sentido político o religioso de las culturas que les dieron origen. Las ciudades históricas donde se localizan estos hitos y monumentos casi siempre contrastaban con éstos por la fragilidad de sus estructuras urbanas, y en el tiempo, han tenido transformaciones
significativas en sus funciones, dimensiones, carácter y conformación. No obstante, es posible reconocer en los trazados actuales de algunas de ellas, rastros de elementos que conservan sus funciones, como es el caso de la Vía Apia en Roma. En una verificación de la historia más reciente de las ciudades, considerando los últimos siglos cuando los centros urbanos comienzan a consolidarse en su organización e inician una etapa de crecimiento, se puede comprobar que empiezan a definirse elementos estructurales que conforman el sostén permanente de un medio construido en continua transformación. La impronta del trazado original en cuadrícula de las ciudades coloniales todavía es verificable en la mayoría de las áreas centrales de las ciudades de América Latina, aunque la función de las calles y el carácter e intensidad de los usos urbanos han cambiado. De esta manera, las grandes construcciones simbólicas y permanentes ya no constituyen necesariamente el elemento único y referencial, sino que comienzan a formar parte de un espacio urbano que las contiene. El espacio público rescata su valor, se jerarquiza y consolida como expresión de los nuevos paradigmas de la ciudadanía. Las grandes ciudades del siglo XX crecieron sobre la trama histórica de sus espacios públicos y se expandieron otorgando igual carácter al tejido urbano nuevo. La verificación de las características de esa evolución ratifica la idea de que las áreas comunes, o espacio público, de las ciudades han sido las que estructuraron el espacio urbano y las que denotan permanencia en plazos que pueden medirse en siglos, mientras que todo lo edificado sobre los espacios privados, salvo los edificios de
Las estructuras urbanas
valor patrimonial o simbólico, tiene un carácter más efímero y ha estado sujeto a procesos tanto de obsolescencia como de reciclado y renovación en función de los complejos procesos socioeconómicos propios del medio urbano. 3. Los modelos de urbanización El crecimiento de la ciudad de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX estuvo sustentado en un modelo de tradición europea en el que el sistema de transporte ferroviario actuó como el principal eje estructurador. La red ferroviaria metropolitana, que forma parte de una red regional más amplia, tiene un trazado eminentemente radial, convergente casi en su totalidad en el Área Central de la ciudad. En estas primeras etapas de crecimiento, las estaciones de las principales líneas fueron los núcleos a partir de los cuales se consolidaron los nuevos asentamientos en el proceso de expansión desde el área central hacia la periferia, generando una cadena de localidades coincidentes con esos nodos que hoy constituyen los principales centros locales del espacio metropolitano. Este primer modelo de urbanización, sustentado en el transporte público ferroviario que hoy moviliza en las tres estaciones del área central casi 1.000.000 de pasajeros diarios, permitió un crecimiento controlado de los asentamientos y consolidó la presencia de centros locales activos e integrados, aunque por su conformación radial favoreció la preeminencia y centralidad del núcleo de origen y corazón histórico de la ciudad. El segundo modelo de urbanización tuvo lugar a partir del proceso de vertiginosa acumulación poblacional que se produjo
en la segunda mitad del siglo XX, cuando los espacios periféricos de la ciudad, ubicados entre las radiales del sistema ferroviario y de accesos viales, comenzaron primero a ser fraccionados sin control, lo que dio lugar a grandes extensiones de asentamientos en urbanizaciones incompletas y posteriormente a ocupaciones ilegales que generaron áreas de asentamientos precarios que, en muchos casos, se asientan sobre espacios degradados o con riesgos ambientales, sin infraestructura de servicios, dejando intersticios desocupados y alejándose de las centralidades locales. El cuadro actual es el de periferias que constituyen áreas de exclusión, fuera de control, con una imagen de espacios negros de la ciudad en coincidencia con un mapa socioterritorial que da cuenta de las realidades que viven sus pobladores, y que supone la necesidad de intervenir en forma prioritaria para su integración a la ciudad y la generación de una nueva área urbana consolidada. Finalmente, el tercer modelo de urbanización se consolida en las últimas dos décadas del siglo XX en consonancia con el proceso de motorización provocado por el aumento exponencial del parque de automóviles particulares y la construcción de la red de grandes autopistas de acceso dentro del área metropolitana, lo que produjo un nuevo esquema de urbanización que buscó generar una oferta diferente para captar población de los segmentos de mayor poder adquisitivo radicados en las áreas más densas de la ciudad que iniciaron su huida hacia el suburbio en busca del regreso al verde y mayor seguridad. Esta nueva modalidad tiene la particularidad de generar espacios muchas veces cerrados en sí mismos, que conforman verdaderas islas y fracturas
en la continuidad de la trama urbana. Los tres modelos descriptos marcan diferencias urbanas significativas y suponen diferencias de identidad y una desconexión tal entre sus respectivos pobladores que éstos encuentran dificultad en lograr la convicción de integrar una comunidad única. Al mismo tiempo, la exclusión en todas sus formas, así como el aislamiento, resultan inaceptables, por lo que parece indispensable redefinir una imagen espacial integradora como una referencia hacia el futuro, manteniendo la diversidad como premisa, pero con una nueva orientación de las interrelaciones funcionales con opciones innovadoras, reconstruyendo y adaptando las ventajas del modelo europeo que brindó las soluciones urbanas más ligadas con la tradición e identidad de Buenos Aires. 4. La diversidad en el uso del suelo Una de las características más destacables de Buenos Aires es la diversidad. La presencia simultánea en el territorio de la ciudad de usos compatibles vivienda – comercio – administración – servicios y una buena dosificación de actividades productivas en un acertado equilibrio ha sido el sustento de la identidad, la integración comunitaria y la vitalidad barrial, un sello distintivo y único que distingue a la ciudad. El crecimiento a través de la expansión del transporte público, particularmente el ferrocarril, facilitó este modelo de urbanización y contribuyó a mantener un equilibrio en la estructuración socioeconómica de los nuevos asentamientos. Los otros dos modelos de crecimiento, de conformación más reciente, se han orientado a los dos
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En esta página, fotografías de la arquitecta Mazzaglia y del arquitecto Menini. En la página siguiente, fotografía del arquitecto Menini.
extremos del espectro socioeconómico, han segmentado el espacio urbano, son excluyentes y atentan contra la diversidad. Tanto los asentamientos precarios inducidos por las carencias, como los desarrollos exclusivos, inducidos por los excedentes, con un carácter básicamente residencial, con tipologías repetitivas que responden a sus lógicas internas, configuran territorios excluyentes, segmentados, cerrados y no integrados. Al tratarse de extremos, tanto en el esquema de tugurización como en el de urbanización parque, el segmento poblacional de las clases medias, tan relevante en la tradición de la organización social y de la integración territorial, ha quedado excluido y consecuentemente palidece y se desarticula la armonía comunitaria. Además el espacio público, base de la estructuración territorial, queda desdibujado, tiende a desaparecer la generación de la oferta de servicios comerciales, en alineamientos sobre el espacio público, así como la conformación de hitos urbanos, el carácter abierto del equipamiento comunitario y otros elementos que vitalizan el espacio público y conforman los lugares de encuentro e integración social que tuvieron fuerte presencia en la tradición del crecimiento de Buenos Aires y en la consolidación de las identidades barriales. Volver a construir barrio es no sólo una meta deseable, sino también un desafío, un reto a la imaginación para encontrar nuevas estructuras contenedoras que, favoreciendo la diversidad y aceptando las nuevas características de la demanda y las formas de habitar, puedan reunir segmentos urbanos organizados con una lógica distinta, pero en una armonía integrativa,
superadora de las carencias y con presencia de los elementos estructurales básicos que dieron lugar a los asentamientos que siempre han distinguido a Buenos Aires como ciudad reconocida por su calidad urbana. 5. Una mirada al futuro Las visiones de los futuros deseables como meta suponen una extrapolación de tendencias seleccionadas con el agregado de una indagación sobre las fuerzas de cambio, además de una buena dosis de imaginación creativa, de modo de tener un equilibrio aceptable de realidad – factibilidad – deseabilidad en las visiones de mediano y largo plazo. Imaginar las metas para el futuro de las ciudades supone, por lo tanto, arriesgar hipótesis no sólo sobre las situaciones tendenciales, sino también sobre estados deseables que corrijan los procesos perjudiciales de modo de conformar modelos ideales a los que se apunta con la esperanza de que actúen como imanes de convergencia para las fuerzas que gravitan sobre el medio urbano. Hay que recordar también que los procesos urbanos encierran torrentes de acontecimientos y circunstancias que no pueden ser contenidos ni revertidos sólo a través de las políticas urbanas, por lo que la acción sobre estos procesos siempre debe entenderse como de encausamiento, de orientación y apoyo a los factores positivos y de corrección de las tendencias negativas. Las transformaciones que provocarán las nuevas pautas de desarrollo y sus efectos sobre las formas de organización de los procesos de producción, de los intercambios, de las relaciones funcionales en general, seguramente incidirán sobre el com-
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portamiento de las comunidades urbanas y caracterizarán actitudes particulares que serán respuestas inéditas a esas demandas emergentes. Simultáneamente, la consolidación de una nueva cultura urbana orientada a la superación de las segregaciones y desigualdades, con una fuerte base participativa, inducirá distintas formas de organización social con efectos sinérgicos integradores de los esfuerzos dispersos. Como criterio general a partir de las consideraciones efectuadas en puntos anteriores, se puede señalar que calificar y consolidar el espacio público como estructura de soporte permanente al mismo tiempo que sostener la necesaria diversidad en el uso del suelo, dentro de un equilibrio que atienda los requerimientos propios de la dinámica de cambio actual, parece el marco ineludible donde deben inscribirse las orientaciones para el ordenamiento futuro de los territorios urbanos. Por otra parte, generar oportunidades para que la clase media vuelva a participar y se integre en plenitud en los procesos de expansión y reestructuración de la urbanización resulta una meta deseable y una herramienta fundamental para reequilibrar el territorio. Ante la evidencia del descontrol del crecimiento, desde hace tiempo se viene reafirmando la percepción de la necesidad de intervenir decididamente sobre los procesos, de modo de comenzar a mitigar los efectos negativos de la urbanización, y en forma creciente, se están sumando los vecinos y la comunidad organizada que está haciendo sentir sus voces, generando un movimiento de opiniones de contenidos ecológicos, sociales e ideológicos, que comienza a marcar
rumbos más sólidos en la búsqueda de una ciudad más habitable. Al mismo tiempo, en los espacios de opinión de los urbanistas se verifican preocupaciones coincidentes y surgen algunas propuestas de alternativas que pueden ser tomadas como referentes para definir las grandes líneas de orientación a partir de las cuales las ciudades podrían ordenar su crecimiento respetando los requerimientos y expectativas de sus pobladores. En términos generales, se ha postulado que el control del crecimiento de las ciudades debería sustentarse en acciones que permitan revertir la dispersión construyendo mejores modelos de nuevas comunidades mediante la mitigación de la expansión, la densificación de los territorios urbanizados existentes, la diversificación de las estructuras socioterritoriales, la intensificación del uso del transporte público y la preservación de los espacios verdes. Por otra parte, se sugiere la conformación de núcleos integrados de habitación y trabajo situados en comunidades de escala peatonal, activos las 24 horas del día, con equipamientos completos, ricos en relaciones sociales y con una pujante vida colectiva local, los que además deberían funcionar como núcleos de innovación y desarrollo con sistemas descentralizados de producción, comercialización y distribución, y cumplir funciones de nodos revitalizadores de los espacios periféricos en un esquema policéntrico orientado al equilibrio territorial. En definitiva, se promueven estrategias de crecimiento que permitan simultáneamente proteger el ambiente, equilibrar la ocupación del suelo, garantizar la diversidad en todas sus manifestaciones, controlar
los excesos en el tránsito, promover las cercanías entre la residencia, el trabajo y la recreación, así como rescatar la vida en comunidad, las identidades locales y la escala humana, con una revalorización de los espacios públicos, consolidando las prestaciones de servicios y la integración de los espacios cívicos y comerciales. Este conjunto de buenos propósitos para controlar las consecuencias espaciales y ambientales de la expansión urbana requiere de decisiones firmes y políticas claras y permanentes, que permitirán en el transcurso del tiempo poner más en evidencia sus resultados. El destino y calidad de la ciudad del siglo XXI tendrá mucho que ver con la rapidez y decisión con que cada una de ellas ponga en marcha orientaciones de esta naturaleza. SCA
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Imagen de la Ciudad de Buenos Aires por Francisco Prati
Titular del estudio Lacroze, Miguens, Prati. Director Gral. de Planeamiento e Interpretación Urbanística GCBA, 1997-2002. Secretario del Consejo Profesional de Arquitectura y Urbanismo. Docente de Planeamiento Urbano, Dirección y Legislación de Obra.
En esta página y en las siguientes fotografías del arquitecto Minond.
La imagen relevante de Buenos Aires no está en su skyline, en sus edificios representativos ni en su espacio público en un sentido tradicional, sino en su tejido residencial, en su espacio fenomenológico, en su espacio colectivo. Buenos Aires, cuyo crecimiento físico ya se ha dado en grandes magnitudes en términos de expansión, primero intersticialmente entre sus pueblos originarios, luego a lo largo de los caminos, y más recientemente en las grandes manchas suburbanas de muy baja densidad, también ha crecido en términos de consolidación (completamiento del tejido ya urbanizado). Ahora, especialmente en las zonas densas y centrales, comienza a darse una escala diferente de crecimiento por sustitución, (reemplazo de tejido urbanizado, reemplazo de infraestructura, renovación de grandes estructuras). Primero fueron las transformaciones de infraestructuras obsoletas (Puerto Madero), áreas de oportunidad, áreas vacantes. Ahora se presentan situaciones de presión inmobiliaria y sobrevaloración del suelo que genera proyectos privados de sustitución de grandes edificios por otros más grandes aún. En este panorama, en el futuro mediato sería un grave error no reformular, aun en forma parcial y fragmentaria, como veremos, un tejido que acumuló desajustes, un modelo de unidad urbana –la manzana con su franja edificable– que está mal. Se presenta un momento histórico adecuado para plantearse cuál es la imagen del tejido urbano que podría pretenderse. La propuesta de este artículo es revalorizar aspectos que en Buenos Aires faltan y que sólo mediante transformaciones de diversa magnitud y profundidad serían factibles: los agrupamientos residenciales de densidad media, alrededor de pequeñas centralidades con fuertes y completas mixturas de usos.
El espacio y la volumetría de los agrupamientos residenciales deberían diseñarse generando y solapando espacios públicos, colectivos, semipúblicos de diversa escala y carácter, que operarían como espacios de transición con el espacio privado. Deberíamos generar nuevos modelos a nivel manzana, alterando completamente la traza a nivel parcela, modificando el diseño y el carácter del uso del centro de manzana, innovando la configuración, el equipamiento y la materialidad de las veredas, aprovechando la potencialidad del espacio urbano subterráneo y del espacio aéreo sobre el espacio público, y además, promover la creación de verdaderos bordes urbanos para garantizar la definición de lugares urbanos
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con identidad y, en intervenciones de mayor escala, producir alteraciones de la traza tradicional, reduciendo y ampliando el ritmo entre calles. Aspectos de la Imagen de Buenos Aires Desajustes de la traza (discontinuidad social-continuidad urbana) Una lectura común de los desajustes acumulados en la imagen de la ciudad, relativos a la actual situación histórica de la dinámica urbana, es el quiebre entre el tejido social y el tejido urbano. La no correlatividad entre un tejido social cada vez más estratificado, desintegrado, discontinuo, que ha segregado sectores de su estructura, y un tejido urbano en el que habita, que se localiza en una matriz urbana espacialmente continua. Buenos Aires se caracteriza, en el concierto de ciudades mundiales de escala similar, por la acentuada continuidad de su espacio urbano, debido fundamentalmente a su planitud pampeana, a sus largas y rectilíneas calles ininterrumpidas, y en menor medida al entubamiento de ríos y al desmonte de desniveles. No es ajeno a este análisis considerar que esta traza –y fundamentalmente la decisión de continuarla y extenderla– surge de un proyecto nacional de colonización de la tierra, de poblar y de integrar la in migración. Esta traza continua hoy aloja un tejido social cuya correspondencia física se acercaría más a la traza curva y discontinua de la urbanización suburbana. Su imagen, su representación, no guarda similaridad estructural1 con la traza tradicional rectilínea y rítmicamente uniforme de la ciudad donde se asienta.
Desajustes del tejido (heterogeneidad real-alineamiento teórico) En cuanto al tejido, entendido como la tercera dimensión de la traza o la volumetría de la ciudad, su imagen se caracteriza ahora por lo opuesto a la continuidad espacial de la traza. Aquí, en el alineamiento de las fachadas de sus cuadras, lo que resulta evidente es la discontinuidad. Un tejido urbano heterogéneo por la diversidad de tipologías volumétricas, torres, edificios entre medianeras, diversidad de alturas, medianeras que miran laterales de torres contemporáneas, las cuadras con perfiles dentados, las caries urbanas, la repetitiva situación de esquinas mucho más bajas que el centro de la cuadra (cuando el modelo debiera ser exactamente a la inversa). No pareciera existir una tendencia natural a la consolidación de ningún tipo de ordenamiento o alineamiento, ni siquiera con la tipología del enrase, ni siquiera con una sustitución dentro de la misma traza parcelaria. En este panorama, estos "enrases", u obras que operan como remiendos de un desajuste entre edificios adyacentes de altura despareja, son en sí mismos un tanto bizarros y se constituyen paradójicamente en una tipología urbana con identidad propia, de dudosa capacidad de coser la ciudad. Esta heterogeneidad de formas diversas, montadas en una traza homogénea compuesta por una sucesión de calles paralelas separadas regularmente, se mira y se asimila y se asume como un hecho urbano común, y verdaderamente es un proyecto que claramente ha fracasado. La evidencia del fracaso es la existencia misma de un modelo, nunca alcanzado posteriormente, como es la Avenida de
Mayo y, sobre todo, Diagonal Norte. Estas evidencias demuestran que las transformaciones urbanas positivas sólo pueden surgir de acciones decisivas del Estado, apoyado por grandes acuerdos sociales. No puede surgir sólo de un plan, de una normativa, ni de la libre empresa privada. Otra triste evidencia, como una eterna juventud que nunca madura, es la falta de coherencia entre la inversión privada y la planificación, que creó una forma de desarrollo urbano que por un lado no respeta las normas que dictó, y al mismo tiempo, impone otras, cada vez más restrictivas, antes de que la ciudad se consolide con las normas anteriores. La contradicción entre la traza y el tejido, entre las calles y los edificios sería comparable a una ciudad que, al decir de Borges, pareciera que nunca se fundó (sus calles) y al mismo tiempo se funda cada día (los edificios). Como una manifestación de un deseo no realizado de perfección cartesiana, un sabor de proyecto desvirtuado (un sentimiento nada ajeno al argentino y al porteño), la imagen de la ciudad se carga de frustración, un tango melancólico. Entropía - fragmento La teoría de la entropía2 puede explicar el fenómeno urbano de la pérdida o disolución de las condiciones urbanas tradicionales como un producto de la aceleración del enfrentamiento simultáneo de las múltiples fuerzas en la ciudad, que generan, o mejor dicho, degeneran una estructura urbana, desde un rico y vital desequilibrio urbano constante hacia un desorden vacío, sin tensiones ni conflictos. Esta aceleración del enfrentamiento simultáneo de las
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múltiples fuerzas en la ciudad se encamina hacia el abismo de la insulsa entropía. Pero también la teoría de la entropía indica que se puede recuperar una estructura rica en tensiones creativas dinámicas mediante la introducción de nuevos elementos de desequilibrio. En contra de las teorías del planeamiento tradicional y el equilibrio de las estructuras estables, pareciera que la solución, para ser efectiva en la ciudad entropizada, debe ser por fuerza fragmentaria y parcial. Si el zoning, el automóvil, la desresidencialización del centro, la descentralización del ocio y el espectáculo, para mencionar algunos fenómenos, han diluido la vitalidad urbana de Buenos Aires en una baba entrópica, la transformación de una manzana de la ciudad, la creación de un borde, la introducción de un espacio urbano o un evento físico nuevo recuperarían la vitalidad urbana en mucho mayor medida que un nuevo código, un plan urbano, un plan estratégico o un programa sectorial.3 El automóvil, la globalización, la concentración, el régimen de propiedad, el sistema económico mundial, son causas y efectos de la disolución de las identidades barriales, la guetificación del urbanismo privado, la desresidencialización de los cascos históricos, la homogeneización de una arquitectura institucional que se torna representativa de casi cualquier ciudad o de ninguna, la banalización del espacio público comercial, la simplificación implícita en la masificación de la imagen de la residencia, y la corporativización de los servicios. Todos estos fenómenos urbanos presentes en Buenos Aires son conflictos estructurales y generales, pero en el actual sistema
institucional de debilidad de los poderes centrales (una creciente entropía de la estructura del sistema cada vez más extensa y cada vez más interdependiente) las respuestas a estos conflictos estructurales no pueden ni deben ser integrales, unificadoras y abarcadoras. La solución, según la misma segunda ley de la termodinámica, es la introducción de un factor que reformula el equilibrio de fuerzas, una pequeña piedra en un gran estanque. Desde la obra de escala urbana, el módulo urbano de la manzana, como un fragmento, y sin pretender imponer un nuevo orden, se incide de tal forma en la ciudad que ésta se transforma. Densidad media + mix + representación Está extendida la idea de que la buena ciudad debe tener (a) densidad, fuerza de la ciudad que a la vez genera vitalidad y sostenibilidad, puesta en crisis a causa de la expansión suburbana descontrolada, la suburbanización, el sprawl y la escala del automóvil; (b) la mixtura de usos, esencia y origen de la ciudad, perdido con el zoning moderno exclusivo y excluyente, la guetificación, y la segregación social; y (c) representación, el significado de sus espacios y edificios públicos, la legibilidad e identificación del ciudadano con su ciudad, deteriorada con la devaluación de sus instituciones, la degradación de las áreas centrales y la pérdida de una cierta identidad unificada en un centro urbano representativo y aglutinante, en manos de la transición hacia la descentralización de muchas de las actividades que concentraba el centro original. En Buenos Aires existen sectores de 10 o
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12 hectáreas donde el desarrollo a base de tipologías de alta densidad y de baja densidad fue muy exitoso. La cohesión, coherencia, legibilidad, vitalidad y equilibrio de zonas de edificios de perímetro libre como Belgrano y Catalinas Sur, o zonas de baja densidad como Belgrano R o Devoto, constituyeron los únicos sectores de la ciudad donde los modelos aplicados no compitieron con los árboles por el dominio de la vereda y se preservaron las calles densas de árboles (tanto en los barrios de casas como en los de torres). También en algunos sectores de barrio norte donde las densidades, mixtura de usos y nivel de representación adquirieron coherencia, homogeneidad y legibilidad. Pero hay pocos casos donde la densidad media alcanza a configurar un modelo repetible. Ejemplos escasos como el Barrio Los Andes y el Yerbal, el pasaje Butteler, son casos donde la densidad media o el solape del espacio público con la manzana da cuenta de que la ruptura y la transformación de la manzana en un tejido que enriquece la experiencia urbana es posible. Bordes - identidad La traza homogénea de Buenos Aires fue posible por la inexistencia de bordes como accidentes geográficos. Las ciudades de Europa resisten mejor el desajuste o quiebre en la homogeneidad del tejido urbano frente a la heterogeneidad de su tejido social, en cambio, en una traza como la nuestra, pareciera que los desajustes no encuentran su evento físico correlativo.4 La superación de algunos de los pocos bordes que caracterizaban los barrios de Buenos Aires y que contribuían a reforzar la identificación de las imáge-
nes locales, como el entubamiento de los ríos, los puentes y túneles sobre vías férreas, diluyeron la identidad cuando la consolidación arrasó todo posible límite entre los barrios. Los barrios que caracterizan a Buenos Aires como una ciudad de barrios se crearon a fines del siglo XIX y principios del XX, y constituyeron un crecimiento por expansión, pero entre ellos había quintas, barreras, bordes, o sencillamente distancia no urbanizada. Hoy se puede identificar, a veces con mucha dificultad, el centro de cada barrio, pero es imposible identificar los límites entre ellos (bordes). Los bordes urbanos, mal identificados con las barreras a la integración o la segregación, son factores de identidad. Sitios como el barrio Pueyrredón, con centro en una estación de tren y encorsetado por la horqueta de una bifurcación de vías ferroviarias. El barrio denominado "La isla", en Chacarita, bordeado de vías y equipamientos que lo han aislado; La Boca, Bajo Belgrano, Palermo chico, Palermo Viejo, todos son barrios donde los bordes naturales, ferroviarios, viales, etc., fueron garantías determinantes de la permanencia de las características que les dieron identidad. Topología - articulación Resulta sencillo comprender la trascendencia que la estructura del territorio medieval europeo ha tenido en el presente de las ciudades y de las relaciones interregionales de Europa. La Edad Media siempre ha sido vista como una paradoja, ¿una época oscura, mística y terrible, o una época de creación y generación de modelos e identidad? Con respecto a las ciudades no hay
duda que en esta época se crearon algunos invariantes que fueron tan poderosos como para sobrevivir contemporáneamente con los dogmas modernos más excluyentes y extremistas. Durante los años de mayor acento en las teorías urbanas modernas, mientras prosperaba la crítica al "cáncer urbano", al "ilot insalubre", a la oscura e insalubre "calle corredor", y mientras se adhería al que podría denominarse el antipintoresquismo del movimiento moderno, en diversos escritos, y sobre todo en muchísimas obras modernas, se reconoce explícitamente una manera de componer el espacio y la arquitectura, que mucho debe al espacio de visuales cortas y complejas, la perspectiva cortada, el recorrido cambiante, y el espacio exterior asimétrico propio de la arquitectura vernácula.5El movimiento moderno tomó para las cuestiones de escala muy pequeña como el diseño de mobiliario, y en cuestiones de gran escala como los proyectos urbanos, criterios de diseño topológicos. En la arquitectura, su racionalidad quedó salvaguardada por una articulación rigurosa, y en los otros campos, como el urbanismo, a los criterios de implantación topológica se les subyacía o sobreponía un orden geométrico, una modulación, una trama, una articulación dimensionable, medible y racionalizable. La expresividad no era ajena a esta dialéctica. Pero hoy, de la mano de herramientas de representación sofisticadas se pueden reproducir los espacios que imaginamos sin necesidad de racionalizarlos ni geometrizarlos, ni tan siquiera de intuir sus leyes intrínsecas, creando lugares que imitarían con perfección la imperfección geométrica del espacio existencial concreto.
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Curva cerrada – recta abierta La perspectiva urbana cortada, contrapuesta a nuestra perspectiva infinita de la calle recta, y que sugiere un recorrido y una sorpresa, tan cara a la urbanística pintoresquista pero tan asimilada a las recetas del buen urbanismo de la primera época de la crisis del urbanismo moderno, es una paradoja más de este análisis de la imagen de la ciudad de Buenos Aires, puesto que este concepto espacial urbano es uno de los más sugestivos invariantes de la genética del hombre urbano universal. Se trata de la matriz curva e irregular que genera una perspectiva cortada, que relaciona los barrios cerrados y urbanizaciones privadas de aquí y de todo el mundo con las ciudades medievales, puesto que su génesis no se encuentra tanto en la topografía irregular de los valles y cerros, sino en el enclosure, en el encierro que sus muros creaban y en la coherencia emergente de que dentro de ese cerco sus calles internas resultan curvas y/o con cul-de-sac. Buenos Aires tiene, como dijimos, una traza homogénea, cartesiana y nivelada, con muy escasas alteraciones. Tan escasas que si excluimos las alteraciones que son producto de barreras preexistentes como trazas ferroviarias, podemos contar no más de 15 alteraciones de esta traza. En todos los casos esta matriz curva o diversa de la traza de base generó una fuerte identidad en el fragmento. Casos como el Barrio Saavedra, Palermo Chico, Parque Chas, son ejemplos de la fuerza que tiene la traza en la determinación de una imagen de ciudad muy característica. La realidad actual del urbanismo debería ser un debate entre la continuidad y la discontinuidad de las matrices, entre la
continuidad y el fragmento. Un debate acerca de los modos de concebir los fragmentos, los modos de establecer los bordes, las escalas de las estructuras urbanas, las distancias entre los centros, las escalas de los espacios. La topología, la curva, el borde y el límite deberían ser herramientas de diseño para aplicar en la investigación sobre nuevos tejidos. Descentralización, recentralización Lo principal para comprender una estructura es detectar su alcance. También es la condición principal para su éxito que sus alcances tengan relación con sus objetivos. Toda estructura debe tener un centro.6 Hace unos 40 años, en Buenos Aires no había shoppings ni supermercados en ningún lugar de la ciudad. No había concentraciones comerciales, ni había agrupaciones de cines o teatros fuera de Lavalle y de Corrientes, ni había prácticamente edificios de oficinas (¡ni públicas ni privadas!) fuera del área central, y menos aún agrupamientos de oficinas que no fuera el del centro. Aun así, Buenos Aires ya contaba con la cantidad de habitantes que hoy tiene (en realidad había 200.000 personas más que ahora), y existía gran parte de la infraestructura actual. Esta estructura o tejido físico se correspondía en una mayor medida que la actual con un tejido social para el cual el centro de la estructura urbana era el mismo. El área central albergaba las instituciones representativas políticas, económicas, comerciales, sociales y culturales. Hasta hace menos de 40 años, las actividades que hoy se desarrollan en toda la ciudad estaban concentradas en el centro: los cines, las tiendas y comercios importantes,
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los servicios, los restaurantes, las empresas, las oficinas públicas, las oficinas privadas. Sólo la industria y la vivienda estaban localizadas también fuera del centro. En muchos barrios donde hoy hay todo tipo de comercio y servicios no existía ni siquiera un kiosco. Y como dijimos, no se trata de que hubiera menos población, ni que el nivel de actividad fuera mucho menor, sino que estaba distribuida de otra manera, en forma centralizada. El fenómeno de descentralización no sólo modificó el modo de usar la ciudad, modificó la imagen del tejido residencial y deterioró el centro, que se vació de residencia y de actividad cultural y comercial, preservando las actividades financieras casi exclusivamente, pero perdiendo la vitalidad, el intercambio, la vida nocturna. También puede leerse en este marco la debacle de 2001 y la pérdida de representatividad de las instituciones políticas, cuyo lugar en la ciudad no varió, pero quedó aislado del resto de las actividades que emigraron y con las que compartía un espacio de proximidad física. La recreación de actividades institucionales representativas a escala de subcentros, y la recentralización de algunas actividades y de fragmentos de residencia son caminos necesarios y posibles. La estructura ausente7 Las utopías de principios de siglo colisionaron con las visiones apocalípticas y el descubrimiento de la fragilidad del medio ambiente de los años sesenta. Por primera vez en la historia del hombre, el mundo se enfrentaba en conjunto con la finitud de los recursos naturales y energéticos. Los intentos de ordenar este caos luego
del optimismo del proyecto moderno dieron origen a contrateorías que intentaron reemplazar el orden que había fracasado, por otros. El posmodernismo, el estructuralismo, la teoría de la Gestalt, el historicismo, son intentos de explicar u oponer un orden. Autores como Rossi, Venturi, Alexander, Lynch, Norberg-Shulz, Broadbent, Gregotti, crearon textos que intentaban ordenar una visión integradora8. Ahora se verifica en las obras una ausencia o prescindencia de una estructura aglutinante o significante. La estructura en sí como regla eterna de análisis de toda obra del hombre y especialmente toda obra artística, ya no es un aspecto central. Al menos no es una condición necesaria que la estructura o el mismo orden sea el sustento de la fuerza expresiva de una obra de arte. En arquitectura, el abandono del mandato moderno de la honestidad estructural, e incluso el abandono de la búsqueda de un orden sustitutivo con el posmodernismo, dio paso a una arquitectura que aun basándose en la más avanzada tecnología, no busca poner en evidencia las lógicas que la ordenan.9 La arquitectura se ha desprendido de lo que fue uno de sus más esenciales atributos, la tectonicidad, la expresión de su sistema constructivo, la evidencia de su estructura, y la volumetría expresiva de su función. La ciudad y la arquitectura perdieron sus límites teóricos. Cuando decimos que hoy más que nunca se proyectan los edificios sin que sus funciones estén definidas, que pueden cambiarse sus funciones y venderse durante el proceso de construcción, ¿estamos hablando de arquitectura o de la
ciudad, del diseño de fachadas y volúmenes puramente escultóricos que luego albergarán alguna función, pero que están creados para desempeñar un papel en el escenario urbano, físico y virtual? Resignificación del fragmento Simultáneamente con la pérdida de la estructura y el orden como elemento expresivo intrínseco y esencial, la arquitectura se funde en una instancia mayor, la ciudad. No tiene sentido leer la estructura o comprender la génesis ordenadora de una obra como el Museo Guggenheim de Bilbao, pero es necesario reconocerlo como parte de la ciudad para comprender su sentido. Lo que se dice aquí es que los elementos significativos de una ciudad, la arquitectura y los elementos que configuran la imagen de la ciudad están más interrelacionados hacia dentro y hacia fuera de la estructura urbana próxima donde se localizan, por causa de la aceleración de la dinámica de transformación de la ciudad, y esta circunstancia también incide en la configuración del todo así como de las partes. Más allá de la intensificación de las comunicaciones y el intercambio creciente entre las ciudades, la extensión física de la ciudad hasta vincularse más intensamente con otras, la megalópolis que describió Dioxiadis y a la que arribaremos en el futuro cercano, es un ejemplo de la inviabilidad de considerar una estructura urbana independientemente de su escala, y en el caso de la ciudad global, es imposible también comprenderla independientemente de su arquitectura. Vista como un continuum urbano, la ciudad de Buenos Aires puede empezar a comprenderse como una fracción de una estructura mayor, y así
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comprenderse algunos de sus fenómenos nuevos, aun de los más pequeños fragmentos que contiene. Recuperación de los espacios de transición Parte de los espacios exteriores de las viviendas constituyeron siempre los espacios de relación interpersonal urbana clásicos. Allí donde se crea el evento urbano más importante es en los zaguanes, palieres, porches, escaleras, halles, veredas, patios de acceso, verandas, galerías, recovas, etc. Las nuevas tipologías residenciales han limitado este tipo de espacio, se ha perdido. El espacio público de peor calidad, el espacio vehicular por un lado, y el espacio privado por el otro, han invadido estos espacios de transición, transformándolos o simplemente reemplazándolos por metros vendibles o por espacios de circulación. El espacio intersticial, el espacio de transición, los espacios de relación, de articulación entre distintos espacios, fueron literalmente aplastados por el ensanchamiento del espacio del automóvil que redujo veredas, destruyó bulevares, dársenas y descansos peatonales, y también fueron destruidos por la privatización y absorción dentro de la parcela y de la manzana. Utopía y realidad del Centro Libre de Manzana Si delimitamos el espacio del módulo urbano manzana de Buenos Aires, calculando la superficie de una manzana incluidas las calles que la rodean (midiendo hasta el eje de calles), veremos que un 50% de los 16.000 m2 de superficie total lo ocupa la franja edificable, el anillo de edificios que bordea la calle. El resto se divide en partes iguales:
4.000m2 los ocupan las calles que rodean la manzana, y los otros 4.000 m2 los ocupa el inútil y casi inexistente CLM10. En las nuevas operaciones urbanas debe tomarse en cuenta que el FOS de 50% que dictamina la norma actual no se cumple, la calle (25%) está desvirtuada por la saturación de autos, publicidad y comercio ilegal, y el centro de manzana (25%) no está libre. La inexistencia de centros libres en las manzanas, tal como prescribe el CPU de 1977, es notoria. Tan solo una docena de estos centros se lograron o preservaron en casi treinta años de vigencia de una tipología urbana obligatoria. La importante reforma urbana del Código del 77 planteó la exacerbación de dos tipos de tejido preexistentes en Buenos Aires. Uno era el tejido de las torres, al que apostó con fuerza, y tuvo un gran éxito en un pequeño sector de Belgrano, donde se constituyó un grupo de manzanas homogéneas de torres donde el espacio verde y privado del centro de manzana se integró perfectamente con el espacio público de la calle, revalorizándolo. Es muy significativo que sólo en este sector y en el barrio de casas de Belgrano R se haya preservado el arbolado urbano. La evidencia se puede obtener fácilmente de fotos aéreas, donde se lee con claridad el mayor desarrollo y preservación de los árboles en el espacio público de calles de Belgrano R (Melián, etc.) y, en la zona de torres de Belgrano, especialmente en las calles 11 de Septiembre, 3 de Febrero, Virrey del Pino y José Hernández. No hay otro sector en Buenos Aires, aparte de estos dos, donde se hayan preservado los árboles. Esto debe indicarnos alguna
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virtud de los modelos urbanos aplicados allí, pero sobre todo, indica que el modelo de densidad media con espacio de centro de manzana vinculado a la calle no existe en Buenos Aires. El otro tipo de tejido era el de las manzanas que configuraban entre ellas la calle corredor, que el Código aceptó de mala gana en su mismo texto de declaración de objetivos, e intenta corregirlo librando al verde el centro de manzana y regulando las alturas y el FOT para mejorar las condiciones de aire y sol en las calles. Pero allí el fracaso es mayor, por tres razones: una es que los CLM no se recuperaron; la segunda, porque admitió todo tipo de tipologías arquitectónicas en las tipologías urbanas, aumentando la heterogeneidad del marco de la calle; y la tercera, porque el FOT no coincidía con las alturas, lo que acentuaba aún más la irregularidad y heterogeneidad de tipologías, generando las esquinas bajas.
Notas
heim; La imagen de la ciudad, de Kevin Lynch; Intenciones
1. El término similaridad estructural está tomado del libro
en Arquitectura, de Norberg-Shulz; Metodología del Diseño,
Intenciones en Arquitectura, de Christian Norberg Shulz.
de Geoffrey Broadbent; El Territorio de la Arquitectura, de
También puede verse en Arnheim la idea de que toda estruc-
Vittorio Gregotti, todos escritos entre 1960 y 1980 pueden
tura debe poder representarse en una forma gráfica para
ser leídos como intentos de explicar u oponer un orden
comprenderla. De esto se concluye que podrían representar-
nuevo posmoderno.
se los tejidos social y urbano y mostrarse la no correlativi-
9. "(ahora)…ni los sistemas constructivos, ni los sistemas
dad entre ellos, la ausencia de una similaridad estructural.
de fluidos, ni las realidades funcionales cuentan como fac-
2. "La segunda ley de la termodinámica puede definirse al
tores esenciales en el concepto, el orden y la composición
decir que el mundo material se mueve desde estados de or-
arquitectónicos…". Contra la Incontinencia Urbana. Recon-
den a estados de creciente desorden y que el proceso termi-
sideración moral de la arquitectura y la ciudad, Oriol Bohi-
na en un estado de desorden total. El orden se define aquí
gas, Electa, 2004.
como una estructura organizada. Poco a poco, ésta se dete-
10. En una rápida revisión de una foto aérea se puede cons-
riora –por ejemplo, a causa de la erosión– y se vuelve cada
tatar que no son más de una docena las manzanas que tie-
vez más carente de forma, hasta que alcanza un estado de
nen libres los centros de manzana.
distribución uniforme de la materia. Es la ley de la entropía, publicada en 1985 por R. J. Clausius, quien sostenía que la entropía del mundo se mueve hacia un estado máximo. Sin embargo, la máxima entropía puede describirse asimismo como un estado de equilibrio; un estado elemental de orden, podría decirse que desilusionante, porque está vacío. Es el orden primario y también el orden final". "Del Caos al Todo", artículo publicado en El Quiebre y la Estructura, R. Arnheim, Ed. Andrés Bello, 1996. 3. Claro está que los planes y los programas son tan necesarios como los proyectos, pero es sorprendente que deba re-
Conclusiones provisorias La ciudad empieza una nueva generación de edificios, en esta etapa nuevos fragmentos podrían reformular la imagen de la ciudad, con nuevos conceptos de tejidos de densidad media, mixtura de usos, bordes y centros, ruptura de la manzana, solape de nuevas graduaciones de espacios colectivos y semipúblicos a escala de la manzana, un nuevo concepto arquitectónico-urbano, una nueva concepción de la expresividad y el significado del tejido residencial, des-articulado, des-estructurado, desalineado y discontinuo. SCA
calcarse una y otra vez que un plan sin acciones y ejecución de obras por parte del Estado es peor que nada. Los planes por sí solos no representan soluciones más efectivas que cualquier pequeña intervención fragmentaria. 4. Dutour, Thierry. La ciudad medieval. Orígenes y triunfo de la Europa urbana, Paidós, 2005. 5. "Townscape", de Gordon Cullen, muestra claramente una imaginería espacial urbana típica del resultado urbano de las ciudades medievales, y era leído y admirado por arquitectos modernos. 6. Arnheim, R. El quiebre y la estructura. 7. Eco, Umberto. La estructura ausente, 1968. 8. La arquitectura de la ciudad, de Aldo Rossi; Complejidad y contradicción, de Ventura; Ensayo sobre la síntesis de la forma, de Ch. Alexander; Arte y Percepción Visual, de R. Arn-
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El desafío de la movilidad urbana Por Fernando Verdaguer
Arquitecto, UBA. Especialista en Ordenación del Territorio, Universidad Politécnica de Valencia. Experto en Transportes Terrestres, Universidad Complutense de Madrid. Magíster en Administración de Ciudades, Universidad de Belgrano. Subsecretario de Tránsito y Transporte del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
En la página siguiente, fotografías de los arquitectos Montaldo y Rebagliati.
La ciudad, como mayor construcción colectiva del hombre, es el espacio común donde transcurre el devenir de sus habitantes, con todas las significaciones que esto pueda tener, para bien o para mal; es el mayor espacio transformado por el hombre, donde desarrollamos nuestras actividades, donde discurre nuestra existencia, donde tienen lugar nuestros sueños y desventuras. Sin embargo, ese concepto de “ciudad”, si bien mantiene su significación a lo largo del tiempo, fue cambiando su configuración física sustancialmente a lo largo de la historia. Fundamentalmente en el último medio siglo, vemos cómo, a partir del aumento de la movilidad, los límites de las ciudades se hicieron cada vez más difusos, las manchas urbanas comenzaron a crecer creando conurbaciones, cuyos radios amenazan con no detenerse nunca. El aumento de las velocidades de los viajes y las nuevas tecnologías disponibles en materia de transporte hacen de muchas áreas continuos urbanos, aun cuando la conurbación no las haya abarcado físicamente, lo que da como resultado desarrollos urbanos fragmentados y complejos en extremo, donde la sostenibilidad del proceso está sometida a fuertes cuestionamientos. Pero esa reflexión acerca de los límites de las áreas metropolitanas, no conurbadas físicamente, es más propia de las metrópolis europeas, apoyadas cada vez más en modos guiados de transporte de altas velocidades y capacidad, que de las realidades latinoamericanas, más propensas a la ausencia de políticas territoriales que equilibren el desarrollo urbano. Son precisamente los límites en la movilidad, medidos en tiempos de viaje, los que plantean los límites externos de las conurbaciones locales, colocando dentro de sí un mosaico multifacético de situaciones
urbanas diversas que constituyen, pese a ello, un único continuo. Esta descripción acerca de los límites últimos de la aglomeración no alcanza para vislumbrar el actual problema que enfrentan las grandes áreas metropolitanas: alcanzar niveles de movilidad que resulten sostenibles en el tiempo, que promuevan la cohesión territorial y social. Precisamente uno de los paradigmas que entran en crisis se refiere a la forma como resuelven su circunstancia particular de movilidad los ciudadanos; así el modelo predominante en los años sesenta, con
El desafío de la movilidad urbana
gran confianza en soluciones individuales, fuertemente apoyadas en el uso del vehículo particular, todavía de acceso limitado pero en franca expansión a sectores cada vez más amplios, que promovía el uso del transporte público (sea automotor o guiado) para el resto de la población no resulta más viable y mostró su clara limitación por diversas cuestiones. La ciudad del siglo XXI resulta extremadamente compleja, fragmentaria y diversa, caracterizada por una extrema funcionalidad y por una movilidad creciente. En efecto observamos cómo los índices de movilidad aumentan aproximadamente al doble de velocidad que el crecimiento del producto bruto, cómo la cantidad de desplazamientos que realizan las personas crece sin solución de continuidad y cómo se responde a una mejora de la oferta con un incremento en el número de viajes, lo que nos indica que la población necesita movilizarse cada vez más y, en muchos casos, es una oferta de servicios inadecuada la que limita el número de desplazamientos. Como se describe, la movilidad no cesa de incrementarse pese a que amplios sectores de la población aún transitan por niveles de ingresos insuficientes, otros continúan excluidos del trabajo formal y un importante sector etario, el de los adultos mayores, ve extremadamente dificultada su movilidad, por no poder apoyarse en el uso de automóvil individual y no contar con un transporte público adecuado a su condición. La movilidad aumenta, la ciudad se complejiza, extiende sus fronteras más allá de lo aconsejable, pero su espacio físico es, salvo excepciones, finito, limitado y fuertemente condicionado en lo que a usos se refiere.
Otro factor de fundamental importancia se suma a la problemática descripta, cuales son los patrones de asentamiento que han tenido lugar particularmente a partir de la década de los 80, caracterizados por densidades extremadamente bajas, en sitios confinados, con escasísimas consideraciones ambientales, pero fuertemente vinculados a potentes infraestructuras especialmente aptas para el transporte automotor individual. Esto trajo como consecuencia un aumento de las distancias de los viajes y una fragmentación cada vez mayor del territorio, generando barreras urbanas, ambientales y sociales, que llevará mucho tiempo, esfuerzo y dinero remediar. El despilfarro de un recurso escaso y no renovable como es el suelo urbano conlleva costes económicos y sociales muy superiores a los beneficios inmediatos que supone su localización. La movilidad se encuentra, por lo tanto, frente a cuatro cuestiones por resolver: una creciente demanda, un modelo de desarrollo territorial ausente, un espacio físico acotado y finito, y una política de transporte público que es necesario revisar. La planificación del transporte debe asumir como un dato la explosión de demanda que sufre como consecuencia de los nuevos modelos de vida urbana, donde ha quedado ya en el olvido aquella famosa frase que pregonaba “de la casa al trabajo y del trabajo a casa”. Asistimos a un mundo cada vez más complejo, con una creciente interacción funcional que se ve necesariamente reflejada en el aumento continuo de la movilidad. Como referíamos antes, no es posible pensar en políticas territoriales que solamente satisfagan la demanda, sin propender a un empleo más equilibrado y racional de todo el territorio
nacional; esa política cada vez más en extremo necesaria será la única que en definitiva podrá proponer un modelo de desarrollo territorial sostenible. Un paradigma actual supone asumir que disponemos de un espacio físico acotado para satisfacer las necesidades de la movilidad, ya no resulta posible ni aceptable expoliar el territorio abriendo nuevas autopistas urbanas; quedan, sí, por realizar obras de interconexión, mejoramiento de infraestructuras y algunos aumentos concretos de capacidad. El desafío del siglo XXI es cómo satisfacer los niveles de demanda con los espacios físicos hoy disponibles. De tal manera, no solamente es necesario transportar a más personas, en menos tiempo y contaminando menos el ambiente, sino que es imprescindible hacerlo en un espacio físico menor; sin esta última premisa, cualquier atisbo de solución fracasará. Una solución sostenible en el tiempo es aquella que también pueda universalizarse para la totalidad de la población. Finalmente, nos abocaremos al último y más importante paradigma que desvela a las metrópolis del siglo XXI: su sistema de transporte público. Como se ha visto, las extensiones de los territorios urbanizados, el aumento de la movilidad y lo limitado del espacio físico disponible hacen inviables soluciones basadas en el transporte individual. Ante tal circunstancia, no hay otra alternativa que potenciar de manera decidida y sostenida los medios de transporte públicos, de alta capacidad y eficiencia. Desde el punto de vista técnico, no existen opciones sostenibles a los desafíos que plantea la movilidad de las grandes metrópolis si no es a través de un transporte público eficiente, con una marcada intermodalidad y
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Fernando Verdaguer
En esta página, fotografías de Castrillón-Ormeño-Piattelli-Piattelli y de la arquitecta Rivas.
complementación entre modos, con regímenes tarifarios adecuados y alta calidad de servicio. Merece destacarse que el actual sistema de competencia entre los distintos modos e intramodos, como ocurre con el transporte automotor de pasajeros en el área metropolitana de Buenos Aires, no resulta sostenible en el tiempo, ni por sus costes económicos ni por su incidencia ambiental. El sistema de transporte se caracteriza precisamente por ser un sistema que necesita de una alta articulación entre sus diferentes modos, integración que será solo posible a través de una autoridad metropolitana única, con participación plena del Gobierno Nacional, de la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La renovación de los permisos de explotación del autotransporte, que comenzará a partir del año 2007, marcará un hito que deberá ser especialmente considerado para no demorar otros diez años una solución que los ciudadanos reclaman con urgencia. Sin embargo, un sistema de transporte público integrado, de alta calidad y eficiencia, excede en su importancia urbana la de su incidencia en la movilidad de los habitantes. Así como el acceso a la educación y al sistema sanitario por parte de la población constituye un verdadero motor del desarrollo social de una población, la calidad de los espacios públicos y del sistema de transporte son los determinantes de la cohesión territorial y de un desarrollo urbano sostenible. Es necesario que este último punto sea incorporado con urgencia a la agenda de los desafíos urbanos de las grandes ciudades y que deje de ser un capítulo exclusi-
vamente relegado a la problemática sectorial del transporte. La vida urbana es cada vez más dinámica, con una explosión de actividades y funciones, en consecuencia, el Estado debe garantizar la movilidad de la totalidad de sus habitantes, garantizarla en términos ambientales, urbanos y funcionales. La movilidad creciente, conjugada con un acceso cada vez mayor al vehículo, pone en serio riesgo la viabilidad del sistema en los términos que hoy están planteados; posiblemente este capítulo es uno de los mayores condicionantes para la sostenibilidad y competitividad de las ciudades. Un sistema de transporte público, masivo, de alta calidad y eficiencia (ambiental y funcional) es el gran desafío de las ciudades en los umbrales del siglo XXI; será la única alternativa para mantener la funcionalidad y la competitividad de las áreas urbanas, promover la cohesión social y la sostenibilidad ambiental. SCA
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Participación: la ciudad de la gente Por Sergio Fernando Abrevaya Hace unos años, más precisamente en 1998, tuve la suerte de ser parte de un proceso de participación ciudadana que se convocó por un conflicto medioambiental generado por el impacto de una obra de envergadura. Abogado, Mediador, Facilitador. Creador y Coordinador del Programa de Mediación Comunitaria del GCBA (1996-2000); Dir. Gral. del CGP 2 Norte (1997-2000); Dir. Nac. de Métodos Participativos de Jus., Min. Jus. Nac. (2000-2002); Presidente de la Asoc. Civil “Visión Compartida”; Dir. Gral. de Participación Ciudadana GCBA (2004); Docente.
El supermercado COTO se establecía en French y Larrea, y aspiraba, entre otras cosas, a ingresar la carga y descarga por los terrenos con frente a la calle Larrea. Finalmente, tras seis reuniones, se firmó un acuerdo que modificó considerablemente la obra, moviendo la carga y descarga a French, calle ésta más ancha, sin colectivos y con muchas menos familias viviendo en la cuadra, también se acordaron cuestiones sobre aire acondicionado y aislamiento por ruidos, tratamiento de basura, aguas servidas y otros ítems menores. Dentro de ese acuerdo, se trató además el tema del frente del supermercado por la calle Larrea, por la que transitan colectivos, y más angosta que la otra. Tres bloques diferenciados asistieron a esa convocatoria: la empresa, los vecinos y el Gobierno. Los vecinos pretendían que ninguna marquesina, propaganda ni entrada de vehículos se expusiera en esa calle. El supermercado accedió a esta petición, y ofreció que los vecinos eligieran entre tres propuestas de estilos de "falso frente", que elaboraría el estudio de arquitectos contratado por la empresa. Todo el acuerdo fue de gran importancia y, sobre todo, se llegó a concretarlo en el marco de una gran tensión. Pero alcanzada la firma del acuerdo, un nuevo marco, de mayor confianza, se estableció entre las partes y las autoridades del Gobierno. El estudio de arquitectos tenía un plazo que, al cumplirse, obligaba a presentar las tres propuestas. Tenía amplia libertad
de la empresa para elaborar la propuesta ya que solo iba a ser un frente tipo hollywood, de decorado, sin ningún interés comercial en él. El día de elección llegó, y los vecinos (en una comisión designada al efecto por seis vecinos, dos de ellos arquitectos), el Centro de Gestión y Participación 2 Norte, la Secretaría de Planeamiento y el estudio de arquitectos contratado por la empresa COTO se hicieron presentes. El estudio tenía entusiasmo. Había elaborado sus propuestas en hermosos dibujos, los tres muy interesantes, pero claro, diferentes entre sí. Uno de los proyectos tenía estilo francés, o petit hotel, el otro era moderno, tipo oficinas vidriadas, y el tercero era moderno pero con mayor balance entre paredes, falsa puerta y ventanas. Todos miraron con atención las tres propuestas y comenzaron a surgir las opiniones. Los vecinos de la comisión, que no eran arquitectos, eligieron el petit hotel. Hubo un silencio. Uno de los vecinos, que tenía por profesión la arquitectura, planteó que en realidad ese proyecto era el que menos posibilidades tenía de cumplir con una serie de normas propias del urbanismo y de la estética. Inmediatamente, otro vecino con la misma profesión lo secundó. Uno de los arquitectos, pertenecientes a la Secretaría, en el marco de confianza y cordialidad, tras pedir permiso (sabiendo que los vecinos le tenían afecto y respeto por sus opiniones) se atrevió a dar su parecer desde fuera del marco decisorio: "Es verdad, si un alumno, para la cuadra
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En esta página y en la siguiente, fotografías de la arquitecta Rodríguez.
de Larrea, en la facultad, me propusiera ese petit hotel, lo aplazaría. ¡Pero con cero!". Los demás arquitectos-vecinos y los integrantes del estudio le dieron su apoyo compartiendo el argumento. ¡Me sentí un ignorante! Yo pensaba igual que los vecinos no arquitectos, y también aprovechando mi legitimidad ante la comisión, di mi opinión de refuerzo por el petit hotel. Esta discusión, por suerte, no generó tensión irreparable, pero sí se habían reordenado los bloques de intereses de manera notoria. Los vecinos se habían dividido en dos. ¡Los no arquitectos frente a los arquitectos! Estos últimos habían sumado en opiniones favorables, digamos, con voz pero sin voto, a los demás arquitectos de diferentes funciones. Y yo, como no arquitecto, seguía viendo más lindo ¡el petit hotel! Los vecinos se habían dividido en dos, los representantes del gobierno, también: de un lado, los arquitectos, y del otro, el resto del mundo. Esta reunión no devino en una crisis. Mucho más importante había sido la decisión sobre la carga y descarga, los ruidos, la planta de tratamiento. La mayoría votó (la comisión vecinal era de seis y los arquitectos eran solo dos), y se resolvió por el petit hotel que pueden ver sobre la calle Larrea. La anécdota vive en mi mente desde ese día. ¿Puede haber tanta distancia entre el gusto, la estética y la visión urbana de los profesionales de la materia frente a los no profesionales? Evidentemente, sí. No pretendo en esta nota hacer una crítica a la noble profesión de la arquitectura, que tantos problemas resuelve en la convivencia urbana, así como tan hermosos proyectos ha logrado inmortalizar en obras. Simplemente rescato la participación de la
gente en la visión urbana, pensando en la satisfacción más que en lo que técnicamente "debe ser". Muchas ciudades, hoy, desarrollan procesos de participación para planificar los próximos 10 años de la urbe. La visión de cada habitante, integrada en un todo, es más fuerte e intensa que las discusiones técnicas que podamos tener. Sin dar participación, las ciudades son una mezcla de diseños urbanos planificados por expertos y decidores políticos, como grandes obras, ordenamiento del transito, etc., y por otro lado, espontáneas decisiones privadas de dónde y cómo establecerse, sin consultar a nadie. Así, vaya como ejemplo, nació el enclave ubicado sobre la avenida Avellaneda, llamada la "nueva Once”. ¿Qué habrá hecho que fuese allí y no en otro lugar? ¿los bajos precios inmobiliarios?, ¿el transporte?, ¿la necesidad de una nueva centralidad barrial? Si le hubiesen preguntado a un urbanista, que seguramente habría tomado todas esas variables en cuenta, ¿hubiera tenido la misma respuesta que la gente? Estoy seguro que no. Muchos más ejemplos, como los nuevos barrios “Palermo Hollywod”, “Las Cañitas” están a la mano. El “como si” de la participación, entre la consulta y la presión de pocos Es común confundir participación con la presión de algunos pocos, o con el acto de realizar una consulta. Si bien consultar a algunos es mejor que no integrar a nadie, como sistema de participación en las decisiones de la ciudad, o aún más, como visión común de la ciudadanía, no puede ser considerado como tal. Veamos primero la consulta.
Participación: la ciudad de la gente
La vieja anécdota cuenta que el Estado encarga a un grupo de expertos el diseño de una plaza. Éstos plantean un excelente diseño, también, a modo de consulta, preguntan a los vecinos acerca de sus necesidades, y finalmente, se hace la obra. Tres meses después de inaugurada puede verse una senda que cruza el pasto de toda la plaza de una vereda a su paralela, a 100 metros de distancia. ¿Por qué? La parada de colectivos está al final de la senda. ¿Por qué el vecino no sigue el trazado de sendas que lo lleva de una vereda a la otra sin marcar el pasto? Porque es largo, y un desperdicio habiendo pasto todo alrededor. Pero además, ¿quién tiene razón? ¿El vecino incumpliendo el uso de ese trazado, o quienes lo diseñaron, pero resultó inútil? Parece contradictorio, a los vecinos se les preguntó cuáles eran sus necesidades. Sin embargo, en una consulta no afloran todos los comportamientos futuros. Incluso, aun cuando esa consulta tenga una etapa de conversaciones. En tanto esta consulta o conversaciones no tengan una organización hacia la visión común, éstos no surgirán como veremos más adelante. Nuestro viejo modelo mental de causa-efecto nos obliga, finalmente, a condenar a quienes caminaron la plaza por el medio del pasto, por antisociales y por haber desperdiciado la oportunidad de participar en la consulta. Si pudiéramos integrar las visiones en una sola previamente y articular un sistema de decisiones participado, seguramente, semejante proceso daría mejores resultados. Entiendo mejores resultados por la satisfacción de quienes van a utilizar y disfrutar de la urbe. El otro caso es el de la presión, que tam-
bién ejemplificaremos con una anécdota conocida. Un pequeño grupo de vecinos presiona a la Secretaría de Tránsito para que se cambie el recorrido de un colectivo. El argumento es simple, pasa por una zona en la que vive menos gente, y si pasa a pocas cuadras, sería más accesible a un mayor número de consumidores, del cual el pequeño grupo de presión forma parte. El sector técnico hace sus estudios y determina que es razonable el pedido y cambia el recorrido. Trasladan los postes de paradas de buses y en el medio de la obra aparece una nueva queja. Uno de los vecinos que reclamó el cambio se siente afectado porque el poste de la nueva y flamante parada será plantado ¡frente a su casa! La primera reacción suele ser: “Al final la gente es difícil, quiere el colectivo más cerca pero que no pare frente a su puerta”. Y en rigor, es cierto, todos queremos el transporte público lo más cerca posible de nuestra casa pero que no nos afecte su paso. Pero la respuesta a esta experiencia no es la típica reacción de “mejor no preguntar nada ni aceptar presiones, sino determinar las cosas solos”. Esta reacción produce una mayor lejanía entre la vida de la ciudad y las decisiones que necesita. El problema de estos dos últimos ejemplos, como en los anteriores, es que se hacen desde una visión que conserva la unilateralidad de las decisiones, y sobre todo no crea un proceso integrado de miradas sobre la calidad de vida, que termine comprometiendo al conjunto. Sobre todo, y como cuestión de fondo, no se acepta que la ciudad es un organismo o sistema vivo, cambiante y rico por ello. Vale la pena aclarar que, a veces, acierta. Como en aquel caso del estacionamiento
en mano izquierda sobre la calle Beruti, entre la avenida Coronel Díaz y Bulnes. Una vecina, harta de la situación de incumplimiento de la norma que prohíbe el estacionamiento a mano izquierda, se quejó ante el Gobierno de la ciudad, a través del Centro de Gestión y Participación (CGP). La queja era correcta, pero la vecina, además, traía la solución: carteles de prohibido estacionar. El área de tránsito se negó. Explicó que era absurdo poner un cartel que prohibiera estacionar porque estaba prohibido por norma, y ejemplificó: “¿Pondrías carteles de no matarás?”. Así, tras semanas de discusión, y ante la presión del Centro de hacerlo como experiencia piloto, aunque tuviese razón el área técnica, se pusieron los carteles. El policía de la esquina, que estaba hacia años apostado allí, al ver el cartel y los autos estacionados, se sintió obligado a multar. Desde aquel año, 1998, hasta hoy, no ha habido estacionamiento en la mano izquierda. La vecina tenía razón. Pero claro, como bien protestaron en el área técnica “es que ahora vamos a tener que poblar la ciudad con carteles de no estacionar a mano izquierda, sería terrible”. También tenían razón.Cada ciudadano de Buenos Aires vive la urbe desde su mirada, como no podría ser de otra manera, y entiende la calidad de vida desde esa visión. Nuevas tecnologías de participación ciudadana. Las Ciudades “Imagina” y Los Escenarios Futuros Construir una visión común, lograr un compromiso suficiente con el consenso alcanzado sólo es posible a través de un proceso, facilitado, que integre a todos los interesados. El conjunto de ejemplos nos
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En esta página, fotografías de la arquitecta Rodríguez. En la siguiente fotografía del arquitecto Stöberl.
sirve al solo efecto de reflexionar sobre algunas cuestiones y proponer metodologías que acerquen la mirada ciudadana a las decisiones del diseño de la ciudad. Surge de una pregunta clave: ¿Quiénes toman las decisiones en la Ciudad de Buenos Aires? ¿Las toma el Gobierno (el Ejecutivo)? ¿Las toman los legisladores? ¿O las empresas cuando construyen un edificio o instalan un negocio? ¿O los arquitectos, ingenieros, abogados? Se nota una ausencia sistemática del vecino común al pensar o decidir los destinos de la Ciudad. En los últimos años, distintos mecanismos constitucionales fueron aplicándose con timidez en dirección participativa, pero todavía no se han incorporado a la población de manera efectiva. Las decisiones que se toman hoy son la Ciudad del mañana; Buenos Aires hoy surgió por las decisiones que se tomaron hace diez años o más. ¿No será interesante pensar entre todos, hoy, la Ciudad que queremos vivir en el 2015? Existen muchas formas de caminar ese futuro. Una es, simplemente, por el imperativo orden de las acciones, que éste no se vaya escribiendo con pocos consensos, sino simplemente por las consecuencias que tiene el accionar de un sector sobre el otro. El futuro no es previsible, pero es obvio que nuestras acciones nos orientan hacia un lado y abandonan otras posibilidades, por no haber actuado de otra manera. Esto, combinado con las acciones de otras fuerzas sociales o productivas, da nuevas resultantes. Es decir, sin querer, en conjunto, terminamos escribiendo el futuro, no siempre querido.
Los “diálogos apreciativos” Por ejemplo, en Chicago, desde hace más de diez años, la planificación combina vecinos con estado. Un programa, llamado “Imagine Chicago”, con la técnica de Diálogos apreciativos, logra sacar los mejores sueños de la población para su ciudad, y proyectarlos en una agenda de trabajo para alcanzarlos. Así también lo hicieron en Londres (Imagina Londres), o en barrios: Imagine Southwark o Imagine Peckham, o Imagine Birmingham. Se trata de una metodología que crea la posibilidad de pensar juntos en el futuro, no yuxtaponiendo ideas, ni formulando declaraciones unilaterales. Se trata de un proceso creativo en donde se “amasan” las inquietudes y los sueños de mucha gente para componer una partitura común: todavía no hemos descubierto a nivel macro la increíble potencia que tiene este proceso de pensamiento. Empieza recogiendo las historias individuales de cada vecino, positivas, que denotan los mejores recuerdos y desde ese lugar, recordado y deseado, empieza el ejercicio del mañana. Las historias individuales son la vida de una comunidad, pero esas historias solo son vividas y conocidas por pocos. Estas historias motorizan el ánimo de ese sistema ecológico que es la ciudad. Si pudiésemos preguntar a cada habitante lo más importante de su vida, seguramente haría referencia a algo ocurrido en su vida, conocido por él y por pocos más. Cada individualidad cree que ese mundo es el más importante y domina la escena de su vida. El sistema no tiene primeros y segundos, arribas y abajos, sino que se compone de esas historias. Así pasamos de
Participación: la ciudad de la gente
la concepción de “los problemas” de la comunidad a obtener capacidades de la comunidad. Técnicamente no separamos “crisis” de “mañana” y nos metemos en el conflicto, buscamos los intereses y los proyectamos a una mirada de futuro, novedosa, pero sin compromiso de la comunidad. Por ejemplo: Necesidades y mapeos de déficits nos llevan a: • Servicios como soluciones. • Residentes como consumidores de servicios. • Gerenciar el sistema. • Internalización de imágenes negativas. • Habitantes sin fuerza para el cambio. • Recursos dirigidos a proveedores de servicios. • Ciclo de dependencia. Mapeo de capacidades y recursos nos llevan a: • Programas y políticas orientadas a las capacidades. • Residentes locales e instituciones como recursos de elección. • Conexiones locales reforzadas. • Miembros de la comunidad invirtiendo en sí mismos. • Desarrollo de adentro para afuera. • Residentes reenergizados. • Nuevas fuentes de capital y control social. • Creación de espacios sagrados. Las ciudades aprenden Movimientos hacia el aprendizaje: Principios (afirmaciones que sirven para poder sostener una mirada positiva en un proceso de cambio e internalización cultural). • Quien sea que venga es el adecuado. • Cualquier cosa que pase es la única que debió pasar.
• Cuando sea que empiece, es el momento correcto. • Cuando sea que termine, terminó. • Contar historias para hacernos crecer. • Ciclo generativo. • Entender lo que es (haciendo foco en lo mejor de lo que es). • Imaginar lo que puede ser. • Crear lo que será. Los poderes generativos de Imaginar El encuadre positivo. Las preguntas inspiradoras. Preguntar es aprender, y las organizaciones o identidades grupales se mueven hacia donde preguntamos. Si preguntamos dónde está lo malo, éste se instala; si preguntamos dónde están las fortalezas, éstas aparecen. Si preguntamos por el cambio, las preguntas lo guiarán. Las preguntas son creadoras, motores de imágenes nuevas, que están en nuestra visión de futuro, como una película que mezcla cuadros del presente con los del pasado y los del futuro. Las historias cuentan cómo nosotros, hoy, creemos que fue nuestro pasado. Las experiencias, verbalizadas, tienen fuerza de inspiración. Escuchar para aprender del otro. El encuadre positivo, hacia el deseo, o lo querido, nos aleja del problema y nos plantea “cómo queremos que sea”. En un proceso como éste, las posibilidades de integrar un gran número de población son ilimitadas. Las preguntas son el primer escalón de una metodología que termina con proyectos Descubrir, aprender de uno mismo y del conjunto motoriza nuevos estadios y procesos culturales. Y aún más, la expresión libre del sueño, puesto a años vista, produce un insight que solo requiere del facilitador la guía del proceso hacia ese
estadio. No tiene más intervención que el protagonismo de las partes. Un facilitador conduciendo el proceso no indaga, los integrantes de ese conjunto con el que trabajamos sí lo hacen, entre ellos. Descubrir, aprender de uno mismo y del conjunto motoriza nuevos estadios y procesos culturales En Buenos Aires, la primera experiencia fue “Soñar el Barrio”, con muy buenos resultados, y actualmente, desde la Asociación “Visión Compartida”, que integro, se está desarrollando “soñar Flores”. El proceso de Diálogos Apreciativos tiene cuatro etapas básicas: El descubrimiento: el encuentro con las historias positivas del lugar (ciudad, barrio o centralidad). El sueño: imaginar el futuro deseado de esa identidad. El diseño: la descripción más acabada del formato de ese sueño. El destino: la agenda de tareas para alcanzar ese sueño. Proyectos pequeños, medianos y grandes que los participantes van a concretar. Los Escenarios Futuros Otra técnica es la de escenarios futuros. La idea de regular de una manera u otra hacia el futuro supone una visión previa acerca de cómo debe ser esa urbe. Luego, en la argumentación permanente, se busca explicar los términos que cada sector entiende acerca de cómo puede ser próspera una ciudad, y qué conviene a sus vecinos para vivirla de esa manera. Desde hace unos años, en distintas experiencias mundiales críticas, se fue desarrollando esta idea descripta, articulando el pensamiento colectivo hacia el futuro a través de
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En esta página, fotografías de los arquitectos Sardin y Varas. En la página siguiente, fotografía de los arquitectos Vila-Sebastián-VilaAloi.
la técnica de los escenarios. Quien primero desarrolló esta técnica fue la empresa Shell, desde los años 70, para su propia estrategia mundial, trabajando los escenarios sobre el futuro del mundo, y la energía dentro de él. Luego, el caso más sonado resultó, en Sudáfrica, los escenarios de Montt Fleur, que determinaron el camino de la transición del apartheid a la democracia plena, y sobre todo, cómo se iba a desarrollar hacia el futuro la economía y la convivencia en ese nuevo marco. Los postulantes de la salida democrática condicionada descubrieron que condicionar podría traer consecuencias tan perniciosas a sus propios intereses que resultaría una mala elección, y quienes querían la democracia plena y el fin del apartheid se dieron cuenta de que si distribuían riqueza de golpe, podían colapsar el sistema de generación de esa misma riqueza, y que, por tanto, convenía un proceso diseñado en años. A estas dos conclusiones no habrían llegado si la salida hubiese sido solamente un proceso de negociaciones por sector (que también lo fue). La idea de trabajar escenarios del futuro implica, en principio, en cualquier ciudad, identificar los sistemas subyacentes que, en su cultura, proyectan accionares del conjunto y, tras ellos, imaginar, hacia adelante, cómo sería o resultaría, o me gustaría que fuese ese porvenir. Luego, cada historia imaginada se va aprobando como la más factible y genera más interés entre quienes participan del ejercicio, hasta llegar a tres o cuatro, según resulte, que más acaparan la tensión y el consenso de todos. En estas tres o cuatro historias, entonces, se concentra el trabajo de todos los representantes de las fuerzas vivas involucradas que
están participando del proceso. Cada equipo que desarrolla las historias elegidas realiza la proyección de ese escenario imaginado en la mayor amplitud y precisión posible, integrando las consecuencias, el poder, la economía, la nueva convivencia y la cultura a la visión. Se buscan los puntos de cambio, posibles en la proyección de aquellos sistemas subyacentes. A modo de ejemplo, si históricamente la población ha tenido un comportamiento propenso a reivindicar lo verde, esto tendrá una fuerte influencia sobre la proyección del mañana, y al menos, tal característica histórica debe ser identificada antes de imaginar el mañana. Todo ello aplicando técnicas de facilitación para la construcción de consensos, en un proceso de comunicación, negociación y decisión compartidas. Luego, las conclusiones de los grupos se trabajan entre todos los participantes, de manera de comprometer las cuatro visiones en el trabajo de la totalidad de la comunidad. Los cuatro temas obligan a pensar, en cada escenario, cómo y de qué va a vivir la ciudad, de qué manera satisface sus necesidades económicas, espirituales y sociales. La idea de proyectar escenarios, en primera instancia, acota la cantidad de participantes a un número total, sugerido, de unas 100 personas líderes o expresiones de la ciudad. Luego, terminado el trabajo, se realiza una segunda convocatoria en la que se rediseñan los grupos sobre la base de las conclusiones, y se articula un número mayor de participantes para una discusión que integre en un mayor consenso los resultados. Pero no hay que temer en la primera etapa a restringir a un número determinado de participantes el articulado del proceso,
Participación: la ciudad de la gente
ya que algunas organizaciones reúnen una mayor representatividad, profundidad temática y capacidad de multiplicación. Pero sobre todo, el secreto es la capacidad de liderar desde ese microcosmos de la sociedad, en el sentido de poder instalar masivamente la discusión acerca de los escenarios resultantes. Supongamos que realizamos la convocatoria en una ciudad, convocamos a partir de una matriz que combine liderazgo con sectores y localización geográfica dentro de la urbe. Se analizan las costumbres históricas, patrones de comportamientos y sistemas. Luego, con ello a la vista, ponemos los títulos de lo que deberían contener los sueños. Tras el ejercicio de imaginar, resumimos, por ejemplo, en cuatro grandes escenarios futuros. Uno ligado a la “ciudad verde”, otro muy “comercial”, otro de una ciudad dedicada a lo cultural, y el último dedicado a la “ciudad de la educación”. A partir de cada sueño se analiza cómo se llegó hasta cada escenario, qué costos trajo en la población, consecuencias sobre el poder, la economía, la calidad de vida, y sobre los principales ejes que sabemos le importan a la cultura vivencial de esa ciudad. Finalmente, se instala en toda la ciudad el debate sobre estos escenarios posibles, con el mensaje: a cualquiera de estos escenarios podemos llegar. Tras el debate, en medios, casas de estudio, sectores, escuelas, comienza a perfilarse la elección definitiva de uno. Este proceso ha puesto en el imaginario cuáles son las posibilidades de mañana, y ha permitido elegir a mayor conciencia, impactando en la cultura citadina. El cambio a partir de este proceso es posible con compromiso.
Conclusión: Cuando se sueña en común se logra la fuerza para cumplirlo. Lograr visiones comunes en vez de miradas sectoriales garantiza el compromiso con el resultado, y en definitiva, el cambio. Cada pequeña historia, futura, grande o barrial o de pocos metros cuadrados, puede escribirse con participación ciudadana, y concluye de manera más eficaz en términos de quienes van a disfrutar de ese sueño, y la satisfacción de éste. Hemos visto dos métodos posibles, hay algunos más (como el “círculo de la prosperidad”, por ejemplo). Pero el aporte pretendido en esta nota es llamar la atención sobre lo que realmente significa la participación ciudadana, las capacidades de sus habitantes y las enormes posibilidades del sueño. En realidad, ese motor, el de soñar, lo vivimos diariamente, en una escuela que consiguió el pizarrón que quería tener, en una facultad que logró que funcionara un ascensor que hacía años que estaba parado, en un empresario que cumplió la meta que se había puesto de joven, ser el primero en ventas. Y así sigue la enorme lista de pequeños y grandes sueños que mueven las ciudades. En la ciudad de Buenos Aires, que está viva y repleta de historias y sueños, hace falta este gran encuentro, la construcción de una visión común, por encima de la de grupos o sectores, que nos permita diseñar el mañana de todos sus habitantes. Tendrá que ser elaborada con la participación de todos, porque da mejores y más eficaces resultados, compromete, incorpora, suma, y el resultado final será de todos y cada uno. Será el placer de seguir disfrutando una ciudad viva, cambiante y llena de historias diferentes. SCA
Bibliografía Rogers, Carl: Realness in the facilitator of learning. Jaworski, Joseph: Sincronicidad. Cooperrider, David L: Whitney, Diana. Collaborating for Change: Appreciative Inquiry. Campbell, Joseph: El viaje del héroe. Senge, Peter: La Quinta Disciplina.
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¿De qué hablamos cuando hablamos de ciudad? Por Isabel Martínez de San Vicente
Arquitecta, Máster y Doctora en Urbanismo en la Escuela de Arquitectura de Barcelona. Es profesora titular de Urbanismo de la FAPYD-UNR e Investigadora del CONICET. Directora de la Maestría en Ordenamiento Territorial y Desarrollo Urbano de la Facultad de Arquitectura de Montevideo.
En la página siguiente, fotografía de los arquitectos Vila-Sebastián-VilaAloi.
El tema nos evoca el texto de Wladimiro Acosta, Vivienda y ciudad. Problemas de Arquitectura contemporánea. Pensar la ciudad desde la arquitectura parecía permitir prefigurar, en esos tiempos, una nueva forma de vida que incluía a todos los ciudadanos. Dando vuelta sus páginas, no podemos menos que envidiar la suprema confianza en la futura utilidad de esas ideas, defendidas con un obstinado desprecio por las dificultades del presente. Iniciar hoy, en cambio, un artículo sobre la ciudad aludiendo a los cambios provocados por la globalización de la economía y el desarrollo tecnológico en las formas de vida urbana contemporánea, se ha convertido en un clásico rayano en la banalidad. Si aspiramos sólo al consuelo de un diagnóstico, éste dista de ser novedoso: ya en los años 70, Lefebvre sostenía que el crecimiento de la economía había producido cambios cualitativos definibles como una problemática nueva, la problemática urbana, y avanzaba en una periodización del tiempo histórico en tres fases: la era agraria, la era industrial y la era urbana1. Distinguía claramente el concepto de “dimensión urbana” del concepto de ciudad, porque le permitía reconsiderar, y comprender por primera vez a fondo, algunos aspectos de la ciudad que antes pasaban desapercibidos: la centralidad, el espacio como lugar de encuentro, la monumentalidad; las contradicciones entre el hábitat, los procesos de segregación y la centralidad urbana.2 La dimensión urbana se manifestaba también, para Lefebvre, dentro del proceso negativo de la dispersión y de la segregación y daba origen a las exigencias de transformación de estas condiciones negativas: de encuentro, de reunificación, de información. El fenómeno de la urbanización ha acompañado la historia del capitalismo moderno. Davis, en su ya clásico ensayo sobre “La urbanización de la población humana”3, nos
recuerda que la población concentrada en ciudades en Europa era del 1,6% en 1600, 1,9% en 1700, 2,2% en 1800, y que en vísperas de su revolución industrial, Europa seguía siendo una región casi exclusivamente agrícola; antes de 1850 no existía ninguna sociedad predominantemente urbana, y en 1900 solo una, Gran Bretaña. En Iberoamérica –especialmente en los países agrícola-ganaderos como la Argentina, Uruguay y el Sur de Brasil–, la urbanización tiene características diferentes, ya que la conquista española adquiere desde sus inicios una característica predominantemente urbana. Las ciudades eran los núcleos básicos no sólo del sistema de asentamientos, sino también del sistema político: cada ciudad abarcaba una jurisdicción sumamente extensa; todos los poblados pertenecían a una ciudad, y los pobladores
¿De qué hablamos cuando hablamos de ciudad?
rurales estaban incluidos en su área. El límite de la jurisdicción de una ciudad se extendía hasta el de su vecina, y el gobierno de esta extensa jurisdicción era ejercido por el cabildo. La infraestructuración del territorio y la inserción de esos países en el mercado internacional, junto con las fuertes oleadas inmigratorias, completarán el proceso de concentración urbana, generando las grandes concentraciones metropolitanas contemporáneas. Si los siglos XIX y XX pueden ser los siglos de la urbanización del planeta, ¿cómo podemos caracterizar al siglo actual? Resulta hoy evidente lo que para Lefebvre era un fenómeno todavía en gestación. La palabra ciudad ha ido perdiendo significado al intentar referirse a las manifestaciones actuales del habitar en la civilización occidental, tanto en los países industrializados como en los del denominado Tercer Mundo. El término se usa hoy para designar tanto a los asentamientos antiguos y medievales, como a los surgidos bajo el capitalismo industrial desde mediados del siglo XIX. No nos sirve siquiera para transmitirnos una idea de tamaño, ya que se nombran como ciudades asentamientos que van desde los 10.000 habitantes en adelante, cuyos límites varían y se extienden mientras más se los quiera analizar en sus múltiples componentes, conformando aglomeraciones que superan en población a muchos países. Adquiere un contenido ambiguo, aun cuando continúa siendo de uso corriente y resulta funcional para el análisis histórico, o para poner en evidencia la genealogía de las transformaciones actuales. David Harvey destaca la importancia de reconceptualizar la cuestión urbana no como el problema de estudiar
unas entidades casi naturales, llámense ciudades, suburbios, zonas rurales o lo que sea, sino como algo de esencial importancia en el estudio de procesos sociales que producen y reproducen espaciotemporalidades que son a menudo de tipo radicalmente nuevo y distinto. Así,... el proceso de urbanización ha de ser entendido no en términos de una entidad socio-organizativa llamada “la ciudad” (el objeto teórico que tantos geógrafos, demógrafos y sociólogos erróneamente suponen), sino como la producción de formaciones espacio-temporales específicas y muy heterogéneas imbricadas dentro de distintos tipos de acción social. ¿De qué hablamos entonces hoy cuando hablamos de ciudad? En términos generales, las transformaciones en la forma de la ciudad tradicional a partir de los inicios del siglo XX son descriptas según diversos autores en tres fases: 1. La extensión de la ciudad en forma tentacular, por simple anexión de superficie en forma continua siguiendo los ejes de penetración; 2. La suburbanización o expansión con incremento desproporcionado de la superficie urbanizada y pérdida de densidad de las periferias, manteniendo la continuidad con la ciudad central; 3. La periurbanización o integración en las dinámicas metropolitanas de los núcleos rurales; la rurubanización o desintegración de la dicotomía urbano-rural. A lo largo del siglo XX, nuevas palabras han intentado identificar las formas que adquiere este complejo fenómeno “ciudadurbanización” contemporáneo. Blumenfeld5 utiliza el concepto de “metrópoli” para referirse a lo que considera una forma diferente de asentamiento humano,
que ya no es una mera versión amplificada de la ciudad tradicional. Mumford utiliza la palabra conurbación, creada por el biólogo Geddes, para referirse a la fusión de varias ciudades preexistentes. El término megalópolis, acuñado por el geógrafo francés Gottmann, se aplica generalmente a una región urbanizada que contiene en su ámbito varias áreas metropolitanas. Más recientemente, Ascher6 introduce el neologismo metápolis, para referirse a un proceso que hace entrar, dentro el área de funcionamiento cotidiano de esas grandes aglomeraciones, a ciudades y pueblos cada vez más alejados y que engendra así morfologías urbanas de un nuevo tipo. De hecho, dice Ascher, las metápolis conocen un doble crecimiento: “interno” por extensión de la zona clásicamente urbanizada, externo, por absorción de periferias más y más alejadas... y a estas características físicas se agregan caracteres sociales. El proceso no afecta sólo a las grandes aglomeraciones, sino al conjunto de los territorios, que modifica las relaciones entre las ciudades, entre las ciudades y el campo, entre las diferentes zonas rurales. El análisis de las formas tradicionales de delimitación de la ciudad por criterios dimensionales, jurisdiccionales o funcionales evidencia la pérdida de actualidad de esas categorías. Oriol Nel-lo las agrupa, refiriéndose a cinco modos tradicionales de delimitar la ciudad7: 1. La clasificación según el estatuto jurídico, que parte de las “delimitaciones administrativas existentes” y las considera ciudad cuando superan un determinado número de habitantes. La limitación actual que le atribuye el autor a este criterio es el de permanente entrecruzamiento de formas
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Isabel Martínez de San Vicente
En esta página, fotografía de los arquitectos Vila-Sebastián-VilaAloi. En la página siguiente, fotografías de la arquitecta Villela Beitía.
de vida y relaciones urbanas entre núcleos adyacentes, así como la frecuente continuidad del espacio construido. 2. La clasificación según la continuidad del espacio construido que se logra establecer a través de las interpretaciones cartográficas o fotográficas. 3. La clasificación según el tipo de relaciones funcionales, que intentan definir el espacio urbano a través de las relaciones que se establecen entre las funciones que lo caracterizan. 4. La clasificación según la estructura económica y las formas de vida, que utiliza como criterio para delimitar áreas urbanas la estructura económica y los hábitos y condiciones de vida de la población. Sin embargo, las grandes concentraciones urbanas actuales tienden a manifestarse como un continuo-discontinuo, extendido sobre el territorio y de límites flexibles. 5. La clasificación según los servicios y su jerarquía, a menudo empleado por los trabajos de Walter Christaller y sus seguidores, como criterio para fijar el umbral a partir del cual una localidad puede ser considerada ciudad y cuál es su ámbito de influencia. La “dimensión urbana” contiene a todas estas “ciudades”, antiguas y nuevas, grandes y pequeñas, continuas y discontinuas, heterogéneas, fragmentadas. Suplanta la noción delimitable –y por ende, controlable– de “ciudad” tal como la hemos entendido hasta ahora, y por lo tanto, también ciertas categorías clásicas, utilizadas para representar ciertas ancestrales antinomias, ciudad-campo, centroperiferia, concentración-dispersión, presentan inéditas facetas al observar esta nueva condición del espacio urbanizado. Desde esta perspectiva, Manuel Delgado
sostiene que la cultura urbana deja de ser considerada en términos de una presunta sustancia homogénea, para ser entendida como una tupida red de relaciones crónicamente precarias, una proliferación infinita de centralidades –muchas veces invisibles y móviles–, una trama de trenzamientos sociales efímeros y un conglomerado de componentes grupales e individuales... La ciudad deviene dominio de la dispersión y de la heterogeneidad8. Sugiere retomar la metáfora de la ciudad-caleidoscopio, que promueve la coexistencia de múltiples visiones diferentes, cada una desde distinto ángulo, de acuerdo con el punto de vista del observador... donde cada movimiento del observador suscita una configuración inédita de los fragmentos presentes...9. La metrópolis se construye desde una multiplicidad de iniciativas que recortan pedazos del territorio. Desaparecen las antinomias ancestrales... ciudad-campo, centro-periferia. Ya no podemos modelizar esta nueva realidad como la “ciudad central” y sus ejes “policéntricos”: en el territorio metropolitano conviven estructuras productivas arcaicas con espacios de concentración y consumo de altos niveles de especialización; concentración y dispersión; naturaleza y artificio; una compleja mezcla de espacios naturales y artificiales, productivos e improductivos, urbanizados y no urbanizados. Mirar la ciudad sólo desde el centro supone necesariamente recaer en la interpretación “clásica” de ciertos problemas: aparecen, esencialmente, aquellas visiones y aquellos proyectos que afectan sólo las relaciones de subordinación entre esta “ciudad central” y los “centros periféricos”. Quedan los huecos, los lugares ocultos, los intersticios...
¿De qué hablamos cuando hablamos de ciudad?
Desde lejos, el centro metropolitano es también objeto de miradas múltiples, y a la vez metáfora del “llegar”: llegar a la ciudad es, todavía, llegar al centro. Anverso de lo natural y de la periferia, lugar de la concentración y del consumo, del espectáculo, de la fiesta. El centro es tan complejo, tan plural, que cada mirada nos revela sólo algunas cosas y deja ocultas tantas más... Múltiples orígenes, múltiples miradas, múltiples visiones... ¿Quiénes son los ciudadanos de esa ciudad múltiple? ¿Los que en ella nacieron; los que la habitan en sus innumerables versiones del “habitar”; los que llegan todas las mañanas y la abandonan silenciosamente todas las tardes; los que han oído hablar de ella y sueñan con conocerla y conquistarla, sin dejarse conquistar por ella? ¿Cómo conviven? ¿Dónde conviven, en qué tiempos y en qué espacios? Vivir esas múltiples ciudades obliga a cambiar incesantemente el punto de vista, a recrear nuevas miradas... Todos y cada uno de sus rincones deben ser escudriñados y revisados. En todos y cada uno es posible encontrar proyectos ocultos, formas de vida inusitadas que, sin embargo, nos pertenecen colectivamente. Sus abigarrados paisajes a veces nos permiten ver sólo los contrastes más marcados. Empeñarnos en la tarea de hacer visible lo invisible adquiere un sentido de construcción colectiva, en la que cada vez sean menos los ausentes, los desconocidos, los excluidos. ¿Qué podemos hacer con la ciudad, con esa “dimensión urbana” cuya transformación escapa a los tradicionales mecanismos de una planificación plena de certezas? Repensar esas múltiples ciudades y sus infinitos ciudadanos –menuda tarea hoy, la del político y la del técnico–, consiste en
generar lugares para compartir preguntas más que para encontrar respuestas obvias; en encontrar la mediación entre una opción “académica” amenazada por cierto necesario distanciamiento de lo cotidiano, y una opción política, amenazada por un –a veces también necesario–, crudo pragmatismo. Con la mirada entre atónita, temerosa y excitada que provoca la reflexión sobre el impacto que los cambios económicos y tecnológicos están produciendo en la realidad urbana, y con el convencimiento de que, en la actualidad los rasgos y procesos propios de este nuevo mundo urbano son demasiado evidentes como para volver el rostro a un lado y negarles la carta de, nunca mejor dicho, ciudadanía10. A fines del 2001, proponíamos a nuestros colegas11 , alarmados por la creciente aceptación del sueño mediático y por el debilitamiento del debate cultural, político y técnico sobre la ciudad, la necesidad de imaginar nuevas utopías, capaces de prefigurar un futuro más alentador, más sensible a la multiplicidad de solicitaciones ambientales culturales y económicas que supone hoy el vivir la ciudad. Han transcurrido algunos años y poco hemos avanzado: el nuevo y viejo problema sigue siendo cómo plasmar un ambiente que sepa sugerir y estimular un uso social de la postulada simbiosis entre formas y vitalismo existencial, sin ignorar la riqueza de las nuevas tecnologías y en una exploración de un “nuevo imaginario” creado por la variabilidad, el cambio y la casualidad metropolitana12. Saludamos y agradecemos la iniciativa de la SCA, al reproponer un debate que nos ocupa y nos preocupa desde hace mucho tiempo y que había perdido protagonismo en la última década. SCA
Notas: 1. Lefebvre, Henri. Spazio e politica. Il diritto alla città II, Milán, Moizzi Editore, 1972. (Versión original Espace et politique – Le droit à la ville II, París, Editions Anthropos, 1972), p. 70. 2. Ibídem, p. 72. 3. Davis, Kinsgley. “La urbanización de la población humana”, en La ciudad, Madrid, Alianza Editorial, 1967. Versión original en inglés Cities, Edit. Alfred Knopf, 1965, p. 12. 4. Harvey, David. “Cities or Urbanization?”... citado por Oriol Nel-lo en “Los confines de la ciudad sin confines”, en Javier Monclús (editor) La ciudad dispersa, Barcelona, Edit. del Centro de Cultura Contemporánea, 1996, p. 47. 5. Blumenfeld, Hans. “La metrópoli moderna”, en La ciudad. Madrid, Alianza Editorial, 1967. Versión original en inglés Cities, Edit. Alfred Knopf, 1965. 6. Ascher, François. Métapolis ou l’avenir des villes. París, Editions Odile Jacob, 1995, p. 203. 7. La clasificación ha sido tomada de Oriol Nel-lo, op. cit., pp. 46-47. 8. Delgado Ruiz, Manuel. “Violencia, comunicación e intercambio en Medellín, Colombia”, catálogo de la exposición central de la UIA, Barcelona, 1996, p. 174. 9. Delgado Ruiz, Manuel. “La identidad de los inmigrantes. Etnicidad y usos simbólicos del espacio urbano”, en Revista Arquis Nº 9, Buenos Aires, junio de 1996. 10. de Solá-Morales, Ignasi. “Presente y Futuros. La arquitectura en las ciudades”, prólogo al catálogo de la exposición central de la UIA, Barcelona 1996, pp. 10 y 11. 11. Martínez de San Vicente, Isabel. “¿Sin agenda para el 2002?, en Revista Summa Nº 54, Buenos Aires, abril-mayo 2002. 12. Tafuri, Manfredo y Francesco Dal Co. Storia dell´Architettura Contemporanea, Milán, Electa Editrice, 1976, p. 377.
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¿Radicación o erradicación de villas...? Políticas económico-sociales y solución del acceso a la vivienda en los sectores sociales de menores recursos, por María Elsa Jorcino de Aguilar
Arquitecta urbanista, posee una larga trayectoria en la actividad privada al frente de equipos interdisciplinarios aquí y en el exterior. Ha ocupado diversos cargos en el sector público. Ha ejercido la docencia universitaria como Titular de la cátedra Planificación Urbana en la UBA.
En la página siguiente, fotografías del arquitecto Palmadessa.
El desarrollo regional, la política de sustitución de importaciones y la expansión de las villas de emergencia En la década de los 70, las políticas económico-sociales latinoamericanas que tuvieron como objetivo disminuir la pobreza y el desempleo, al brindar equidad de oportunidades de desarrollo a las regiones que conformaban los territorios nacionales, acentuaron la concentración de población en las áreas metropolitanas derivadas de la expansión del crecimiento industrial y, por ende, de una oferta concentrada de empleos, a la que acudieron oleadas de emigrantes rurales provenientes de distintas áreas del territorio y de los países limítrofes. La aceleración del crecimiento de las áreas metropolitanas no contó con la expansión de oferta de viviendas. Los nuevos habitantes se dirigen hacia las tierras fiscales y las ocupan con construcciones precarias; así se desarrollan en toda Latinoamérica: las villas de emergencia (Argentina), las favelas (Brasil) y los pueblos jóvenes (Perú). En la Argentina se crea la Secretaría de Vivienda y Desarrollo Urbano, dependiente del Ministerio de Bienestar Social, se formula la Ley 21.851/77, el Fondo Nacional de la Vivienda (FONAVI). La política de vivienda estuvo encarada para solucionar el problema habitacional a través de la aplicación de estrategias dirigidas a la erradicación de la población de villas y la recuperación de los terrenos ocupados. Se construyeron entonces los grandes conjuntos habitacionales que albergaban cientos de habitantes, localizados en terrenos alejados de las áreas centrales y de los puestos de trabajo, con bajos niveles de accesibilidad y reducidos medios de transporte. Estas soluciones no dieron los resultados esperados. Los problemas estaban principalmente focalizados en las condiciones de localización de los conjuntos habitacionales.
¿Radicación o erradicación de villas?
Otros aspectos contribuyeron a la disfuncionalidad en gran parte de ellos: los problemas de escala, los megaemprendimientos habitacionales que materializaban el sueño de la “unidad” habitacional de Marsella no lograron la cohesión social entre sus habitantes que provenían de medios rurales y en los que la migración y la exclusión fueron principales situaciones emergentes; por otro lado, los espacios verdes que rodeaban los bloques de vivienda sólo constituían espacios vacíos sin uso determinado. El diseño de la arquitectura en muchos casos fueron verdaderas soluciones de tablero, sin considerar, por ejemplo, las diferencias de las condiciones climáticas que se manifestaban en el extenso territorio desde la rigurosidad del frío patagónico hasta las altas temperaturas en el Noroeste del país; estas diferencias no tenían el correlato de soluciones de diseño y de materiales para disminuir sus efectos. La falta de mantenimiento a lo largo de la vida de los edificios transformó “conjuntos habitacionales en villas desarrolladas en múltiples pisos”. En la “Primera Conferencia del Hábitat”, realizada en Vancouver, se analizaron críticamente estas soluciones y posteriormente se genera un cambio en las políticas de vivienda. En el ámbito nacional, se analiza la gestión de los planes a través de la transferencia de fondos a las provincias (Ley 24.130). Se dicta la “Ley Federal de la Vivienda”, que ratifica la federalización de los recursos del FONAVI, y se crea el “Consejo Nacional de la Vivienda”. A escala municipal, se desarrollan “políticas alternativas”, que permiten mayor participación de los habitantes de las villas y las ONG.
La década de los 90 y los efectos de la globalización económica Durante los años de la más aguda crisis económica vivida en nuestro país, se manifiestan hechos que inciden en el cambio de las pautas de ocupación del territorio, especialmente en el área metropolitana de Buenos Aires. Las inversiones en la construcción de autopistas y la privatización de los servicios de infraestructura posibilitan la ocupación del área metropolitana en nuevas direccionalidades de los históricos ejes de urbanización. La inseguridad en la ciudad central; la mejor accesibilidad y la dotación de infraestructura de servicios que permite la expansión de la metrópoli en todas direcciones inciden en las migraciones urbanas (300.000 habitantes, según el último censo de población, dejan la Capital Federal). Se ocupan 30.000 ha con nuevos desarrollos residenciales privados, en barrios de campo y chacras. Se construyen shoppings, centros, colegios privados de prestigio e hipermercados. Empresas líderes emigran al encontrar terrenos de menor costo y facilidad de acceso. Al lado de los ghettos residenciales privados se conforman nuevos ghettos: “las villas de emergencia”, que aumentan la población de las ya existentes, y se multiplican los nuevos asentamientos en zonas inundables. El camino descendente que comienza a recorrerse agudiza la recesión económica, en la que cada vez más personas integran el grupo de “sin trabajo y sin techo”. Las sucesivas crisis económicas en el país producen un brusco decrecimiento de la producción, que llega al cierre de las actividades económicas y a un ascendente aumento de desocupados. La
protesta social se convierte en el espacio entre la normalidad y la ruptura. Se diversifican las acciones de protesta y se multiplican las organizaciones. Nuevos personajes integran el paisaje urbano: los piqueteros, “caras cubiertas y corte de calles” para encontrar respuesta a sus requerimientos y falta de empleo. Los “cartoneros”, familias que conviven y viven de la basura de la ciudad, la falta de trabajo y las situaciones sociales no resueltas aumentan las áreas ocupadas por villas y los homeless que habitan en el pórtico de las iglesias y los bancos de la plaza. La radicación de villas En la actualidad, se han cambiado los principales ejes del accionar de la política habitacional. Por un lado, la estrategia principal mantenida durante varias décadas: la erradicación de las villas y el consecuente desarraigo de la población, ha dado lugar a la política de radicación de villas que se ha aplicado en diferentes asentamientos y que ha conducido a la integración de la villa con la ciudad. Del verticalismo en el accionar encarado jerárquicamente por las distintas responsabilidades: Gobierno, por el funcionario y el profesional, se ha pasado a la acción consensuada, al diálogo donde se explicitan los requerimientos y necesidades de los habitantes de las villas y la interpretación de estas demandas por los técnicos. De los grandes conjuntos habitacionales en altura, megaemprendimientos globalizados, la solución se encara hoy en sectores de las villas y éstos se ejecutan según etapas. El intrincado tejido de la villa, conformado por casillas adosadas caóticamente entre sí,
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dentro de un espacio urbano diferente, separado del resto de la ciudad y con accesos (sólo conocidos y utilizados por sus habitantes) ha sido rediseñado. Se ha logrado mensurar y adjudicar los lotes a sus habitantes reunidos en cooperativas.* Se han abierto calles y avenidas de vinculación con la ciudad, subdividido las tierras en fracciones y éstas en lotes, donde cada casa tiene su número y su propietario. A través del apoyo crediticio del BID, cuentan con redes de distribución de aguas y cloacas, gas, electricidad, desagües pluviales, alumbrado público, pavimentación de calles y veredas, y arbolado. Las villas dejan su condición de “ghetto marginal” para integrarse con el resto de la ciudad, un barrio más. El habitante desplazado y marginado se incorpora como un ciudadano nuevo. En la escuela, sus hijos ya no son conocidos por ser pertenecientes a la villa número xxx, se los identifica por su apellido, calle y número de su vivienda. Esta última está diseñada por ellos mismos, con asesoramiento de la Comisión de Vivienda, y la vivienda les pertenece. Esto facilita la sociabilidad que necesitan tener con el resto de la ciudad, hasta ahora competitiva y excluyente.
varios kilómetros de longitud, se radiquen en el mismo lugar? En estos casos, es posible que la radicación produzca situaciones desfavorables para el desarrollo armónico de la ciudad, que podría quebrar su estructura o perturbar tejidos urbanos de diseños calificados y áreas patrimonio de la ciudad. Las extensas radicaciones no deberían desorganizar el adecuado funcionamiento de zonas de actividades múltiples y uso dominante, tales como áreas culturales, residenciales, complejos deportivos, complejos educativos de diferente nivel, áreas centrales de la ciudad y otras. Dialécticamente, la radicación de villas es eficiente en aquellas áreas dotadas de buena accesibilidad, ubicadas en zonas no inundables, en lugares alejados del efecto de actividades tóxicas y peligrosas, y en general, próximas a fuentes de trabajo y a zonas de vivienda. SCA
Notas: * Ordenanza Nº 39.753/84: Pautas programáticas para el programa de radicación de villas. En 1987 se pone en marcha el Plan Piloto de Recuperación Renovación e Integración de la villa 6. La Ordenanza Nº 49.873 dispone la apertura de calles conforme a las trazas diseñadas y se establecen las
En la página siguiente, fotografías de los arquitectos Zanela y Zaragueta.
La ciudad y las villas Aparentemente, no todas las villas podrían ser radicadas en el mismo lugar donde se encuentran. ¿Es necesario que las villas que en su inicio ocupaban una determinada localización y eran denominadas por el lugar de su emplazamiento, y que se extendieron casi indefinidamente ocupando cada vez mayor número de hectáreas o desarrollándose en
normativas urbanísticas y la modalidad de la operatoria de venta. Se formula el Plan de Urbanización de Villas y Barrios Carenciados Implementado por el GCBA a través de la CMV.
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Ciudad e ideología La ciudad total, por Horacio Sardin
Arquitecto UBA. Profesor de Arquitectura Cat. M. A. Roca UBA. Artista plástico. Comparte su estudio junto con Roberto Frangella y Valeria del Puerto. Ganador de numerosos premios de arquitectura en Concursos Públicos y por invitación. Autor del libro: Homo urbanicus, homo naturalis (2004).
A partir de la Revolución Industrial, se genera el proceso de las grandes concentraciones urbanas en que la ciudad se extiende desmesuradamente, invadiendo el campo. La concentración y acumulación capitalista genera el crecimiento de la ciudad, que se adueña de los antiguos núcleos, produciendo el estallido de la ciudad tradicional. En América Latina, la masiva extensión de la ciudad y la urbanización se produce con poca industrialización. Se disuelven las estructuras agrarias antiguas, y los campesinos empobrecidos invaden los centros urbanos, como verdaderos exiliados del campo, en busca de empleo y subsistencia. La ciudad queda rodeada por un contorno de suburbios en los que el carácter urbano se deteriora. Esta periferia sigue creciendo en un proceso ininterrumpido. Se prevé que en el año 2025, los diez mayores asentamientos urbanos del mundo se encontrarán en países en vías de desarrollo de Asia, América Latina y África. Así co mo Asimov imaginaba en “La fundación”, una ciudad gigantesca llamada Trántor, que cubre to do el planeta. La suburbia parece la encargada de instrumentar este futuro, donde no hay lugar para la vida urbana, y es claro el deterioro del ambiente físico y social. En la suburbia no existen centros ni bordes, no hay elementos estructurantes ni trayectos memorables, no hay plazas ni edificios de significación. Los barrios no se identifican, forman un continuo de barrios-dormitorios sin vida propia. El tejido urbano de mallas más o menos distantes terminará por cubrir con sus filamentos todo el territorio del planeta. Se entrevé el futuro de la sociedad como urbano en su totalidad. La era del capitalismo desestructuró la sociedad. Su centralismo logró atomizarla. El capital que domina las máquinas y organiza el hábitat los utiliza para dominar y controlar la sociedad.
Sólo quiere ante sí a individuos, y el Estado Moderno los secunda, privando progresivamente de vida autónoma a los grupos. Cuando la tierra era la base de la cultura, la economía estaba descentralizada. Cada comunidad producía casi todo cuanto necesitaba. El industrialismo rompió la unión de producción y consumo, y separó al productor del consumidor. La economía dejó de ser fundida para ser dividida, así como la cultura toda. El lucro comercial deshumanizó y corrompió los lazos interpersonales, empobreciendo la vitalidad vecinal y social. La atomización de la sociedad no es reflejo del socialismo o del capitalismo, sino del industrialismo, donde la producción se divide del consumo y todos dependen del mercado, más que de sus propias capacidades productivas para las necesidades de la vida.
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Horacio Sardin
En las páginas siguientes, fotografías del archivo de nuestra revista incorporadas a la muestra: Fabiana Barreda, Revista de Arquitectura número 195 (Interiores).
Ho mo Urbanicus - Homo Naturalis El hombre co mo ser so cial, ho mo urbanicus, necesita de la ciudad, como el lugar de despliegue de la vida comunitaria, del intercambio so cial, del encuentro entre los hombres. El hombre como ser natural, homo naturalis, necesita de la naturaleza, sentirse en armonía con el cosmos que lo cobija, en comunión íntima con la tierra. Para el hombre, ambas necesidades son simultáneas e irreductibles. Ellas se dan en un mismo tiempo y en un mismo espacio, en la vida co tidiana y durante to da la existencia. Si consideramos los tres modos de habitar, el urbano, el rural y el suburbano, ninguno goza de los dos componentes, ninguno está en armonía y equilibrio total. El habitante de la ciudad goza de las virtudes propias del fenómeno Urbano, pero lejos, cada vez más ajeno de la naturaleza. Se encuentra en un organismo que ha crecido desmedidamente, mostrando un entorno habitable agresivo y contaminado. El habitante del campo celebra el diálogo profundo con la naturaleza, allí el fenómeno urbano no ejerce su influencia. El habitante de la suburbia, condenado a un paisaje homogéneo, a una vida monótona, de largos viajes cotidianos a las fuentes de empleo, es esclavo de un trabajo automático que lo priva de un tiempo y un espacio para el encuentro y el acuerdo con los otros y con la naturaleza. El suburbio disipa la conciencia urbana, genera marginación y segregación. La clase obrera queda desplazada de los centros de decisión, despojada de vitalidad urbana, así como de la naturaleza. Se presenta como una visión híbrida, con
ciertas semejanzas al campo y a la ciudad. Este tercer mo do de habitar es el que prevalece... Amenaza modelar a su anto jo la forma definitiva de la faz de la Tierra. La suburbia total, como una catastrófica inundación, invade progresivamente todas las regiones, sometiendo al habitar, lejos de la naturaleza, lejos del hecho urbano. Falso simulacro de ciudad, falso simulacro de campo, la suburbia avanza. Urbanismo mo derno La ciudad con la que el Movimiento Moderno tuvo que enfrentarse, no era la idílica ciudad tradicional, sino, por el contrario, una estructura urbana marcada por la especulación. Se quebró el sutil equilibrio entre edificación y espacio libre, los tejidos residenciales se densificaron al extremo, experimentando compacidad, hacinamiento y desorden. El urbanismo moderno tuvo que confrontarse con los mo delos de carácter especulativo, a través de una alternativa glo bal y de la crítica radical de la ciudad legada por la Revolución Industrial. La cultura urbana moderna, a partir de pautas ho mogéneas y universales, dictadas por una voluntad unitaria, conforma los parámetros físicos de la nueva ciudad. Las propuestas y teorías de los grandes maestros del Movimiento Moderno desembocan en un verdadero utopismo, con el objetivo final de lograr una humanidad perfecta. Mejorar la condición humana, integrando en la práctica los problemas estéticos con los de índole ético. Incluyen en los proyectos sus aspiraciones morales, sociales y políticas.
Ciudad e ideología
Ciudad como sumato ria de frag mentos Desde los años sesenta, una visión positiva de la fragmentación urbana representó el rechazo a la homogenización “totalizante”, símbolo de la modernidad. Búsqueda de lo particular, la valoración de las identidades y la diversidad. El paradigma del planeamiento urbano en los últimos treinta años cambió por estrategias basadas en proyectos singulares. Esta tendencia a la profunda desconfianza por todos los discursos universales y los proyectos globales son el sello del pensamiento posmoderno. La ciudad posmoderna se torna progresivamente fragmentaria en su forma y caótica en su estructura. La ciudad se convirtió en una suma de fragmentos, generando disgregación so cial y espacial, enfatizado la inequidad y los contrastes entre ricos y po bres. Charles Jencks explica que la posmodernidad en arquitectura y diseño urbano tiende a seguir desvergonzadamente al mercado porque este es el principal lenguaje de nuestra sociedad… y que si bien seguir al mercado evidentemente implica el peligro de beneficiar a los ricos y a los consumidores privados en detrimento de los pobres y las necesidad públicas, eso es algo que en definitiva los arquitectos no tienen el poder de cambiar. Esta visión es bien diferente a la del pensamiento moderno, se podría decir que está en las antípodas, por su conformismo, falta de compro miso y de sensibilidad so cial. La ciudad como sumatoria de fragmentos se pervierte y se usa para fragmentar sectores de ella donde se pueden hacer negocios. La ciudad tiende a ser dominada por una
cultura de ghetto. Proliferan ghettos de ricos, de pobres, etc. Esto genera disgregación espacial y, por ende, segregación social. Aquí arribamos al tema de las fronteras, los límites que en una concepción urbana de ghetto separan y fracturan. Hay otra manera de ver los límites, como algo poroso, una membrana donde hay ósmosis y se convierte en el lugar más rico e integrador. Éste es el concepto de porosidad definido por Walter Benjamin cuando habla de Nápoles. Como contrapo sición a la frag mentación, podemos hablar de la articulación urbana, que en el contexto espacial significa la capacidad de una ciudad de po der ser reco rrida a pie desde cualquier punto, atravesando las distintas áreas urbanas, y arribar a otro punto de la ciudad sin cruzar enormes vacíos urbanos o áreas degradadas. En el contexto social, articulación es accesibilidad e inclusividad, así como diversidad e interacción social. Ecolo gía neutral En la histo ria del urbanismo, se manifiesta una tendencia que enarbo la la bandera de los temas medioambientales, pero con el alejamiento del lo gro de una relación armo nio sa y equilibrada entre ciudad y naturaleza. Las pro puestas verdes desco no cen los valores de la urbanidad, al aso ciar ciudad con contaminación, solo prio rizan el encuentro con la naturaleza. Escape de la ciudad, evasión y alienación. Desco no cimiento de la naturaleza inherente al hombre co mo ser so cial. Por otro lado, la ciudad jardín de E. Howard se convirtió, en el terreno de los he-
chos, en las ciudades-dormitorio, barrios privados, countries, sin las mínimas características de ciudad, generalmente devienen en ghettos de la burguesía enriquecida. En la actualidad, estas propuestas se relacionan con la ecología neutral, que se asemeja más a la jardinería. Esta postura se hace cómplice de la injusticia, de un mundo donde la comida sana, el agua limpia, el aire puro y el silencio no son derechos, sino privilegios de los pocos que pueden pagarlo. Arquitectura y ética: Ir a contracorriente Con la Arquitectura no se puede cambiar el mundo, sin la Arquitectura tampoco. Muchas de las más significativas realizaciones en la historia, en el campo residencial y en el urbano, no son el fruto de una lógica de mercado, son el resultado de la colaboración entre un determinado frente cultural y unas instancias políticas dispuestas a incorporar algunas de sus propuestas a su programa de acción. La Arquitectura debería ser protago nista de ese frente cultural e influir en la opinión pública, incentivar nuevos rumbos, concientizar po líticas sobre estrategias, no sólo urbanas, sino también territo riales. Antes de dar una conferencia, el arquitecto español Oriol Bo higas fue presentado co mo el hacedor de las transformacio nes de Barcelona. Luego él declaró que los hacedores de las transformaciones urbanas son los políticos. Yo diría que detrás de todo gran político transformador de la ciudad, hay un gran arquitecto.
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En un mundo donde no hay lugar para las especulaciones imaginativas sobre mundos alternativos, la misión del arquitecto seguirá siendo la búsqueda de modelos alternativos de existencia. Ir a contracorriente. No ser un instrumento acrítico y eficiente de la sociedad de consumo y del mercado, para no perpetuar el atroz estado de las cosas. No hacer que lo inevitable luzca atractivo. Esta es la obligación ética del arquitecto...
En las páginas siguientes, fotografías del archivo de nuestra revista incorporadas a la muestra: Fabiana Barreda, Revista de Arquitectura número 197 (Infraestructura).
Dos visiones po sibles La intención es mostrar dos ejemplos de cómo se puede abordar la teoría y práctica urbanas desde visiones diferentes, pero que podrían convertirse en complementarias. En el programa Favela-Barrio, no existe una pretensión de valores universales, el trabajo es absolutamente específico culturalmente y no busca ser impuesto a problemas similares en el resto del mundo. Como diría Rodolfo Machado, hay una intención de humildad, un tipo de no-manifiesto o antideclaración, una actitud de silencio como actitud intelectual. En mi libro Ho mo Urbanicus – Homo Naturalis (Edicio nes Bisman&Ro bles, 2004), pro pongo a manera de manifiesto, trascender el marco urbano para arribar a una dimensión más amplia que contemple el territorio. Está cerca de convertirse en una plataforma po lítica a nivel regio nal que la emparienta con una visión que intenta un profundo compro miso con un proyecto global. El trabajo del arquitecto Jorge Mario Jáuregui y su equipo en el programa FavelaBarrio en Río de Janeiro ha alcanzado a 450.000 personas aproximadamente en
105 asentamientos precarios. La propuesta se centra en la desaparición de la oposición entre “la ciudad formal” y “la ciudad informal” (zonas urbanas que crecen espontáneamente, extremadamente pobres). La hibridación de la línea conflictiva de contacto físico entre los dos tejidos urbanos de la ciudad. El objetivo es contribuir para configurar un Río de Janeiro integrado, una ciudad no segregada. Convertir las favelas en barrios verdaderos con calles transitables, con nombres, números de casas, infraestructuras subterráneas y senda para peatones que llevan a centros sociales o plazas públicas y espacios recreativos, etcétera. Se elaboró una investigación socio-cultural y económica (enriquecida por las formas psicoanalíticas de investigación). Se estudiaron diversos aspectos relativos a la propiedad de la tierra, problemas de salud mental y cuestio nes geo técnicas. Todo este trabajo en equipo y los propósitos so ciales lo emparientan con los valores del mo dernismo de mitad del siglo XX. La intervención urbana ha mejo rado la vivacidad, la co nectividad y el bienestar social de las comunidades. Se respira una profunda co munión entre el equipo de Jáuregui y las personas para quienes trabaja. El respeto por los habitantes lleva a una arquitectura que debe ser aprobada, entendida y conservada en funcionamiento por la comunidad. Es claro que esta arquitectura y propuesta urbana es exitosa como instrumento para la reforma social y para comprometer a personas marginadas en la revitalización de sus propias comunidades. El espíritu de mi pro puesta, resumida en el “manifiesto” implica la certeza de
Ciudad e ideología
que la militancia ecoló gica no se puede divorciar de la lucha so cial. Los grandes pro blemas latinoamericanos siguen existiendo: analfabetismo, falta de empleo, carencia de vivienda, po breza, contaminación y falta de cosmicidad del habitar urbano. Ante este panorama apocalíptico, se plantea: Descentralizar, atomizar, diseminar por todo el territorio una trama de comunidades autónomas, construcción de nuevas poblaciones o ampliación de ciudades existentes, como cabeceras de áreas rurales. Generar el desarrollo hacia adentro, revitalizar el mercado Interno y las eco no mías regio nales. Quebrar nuestra historia donde las materias primas se entregan a precio de regalo, de un desarrollo hacia afuera que en América Latina lleva 5 siglos. Descentralizar la población, la energía, el trabajo, el poder... Llegó la hora de internarse tierra adentro. Estallar la suburbia desurbanizada en cientos de partículas atomizadas, poblar todo el territorio. Combatir toda tendencia a la centralización, así se logrará la ausencia de dominación que determina la vida de las personas y de los grupos sociales. Esto será posible con la descentralización urbana, convirtiendo a este nuevo paisaje en matriz socializadora y cultural. Concebir una red policéntrica de organismos agroindustriales. Las áreas rurales de influencia tienen como capital principal la tierra dispo nible, para que se aplique la nueva tecno lo gía, incrementando su pro ducción. Esto genera un aumento en la demanda
de servicios co nexos, en general intensivos en mano de obra. Las comunidades habitan los nuevos poblados y los viejos pueblos fantasmas que mantienen infraestructura urbana. El valor agregado aplicado a las materias primas de cada región se ejecuta en el mismo territorio, generando trabajo e incentivando su poblado. En nuestra región, muchos pueblos se convirtieron en fantasmas, por la perdida de conexión vial o ferroviaria o el cierre de su única fuente de trabajo. Estos pueblos mantienen una infraestructura urbana que puede usarse para radicar a la gente de escasos recursos de las grandes ciudades, que decidan emprender una nueva vida de trabajo y dignidad. Las municipalidades de las grandes ciudades deberían convenir con estas comunidades la inversión de recursos municipales para mejorar los cascos urbanos. Se puede procurar una extensión de campo vecina para transformarla en una colonia agrícola, que será el sostén económico de la comunidad. La ciudad madrina deberá comprar durante un tiempo toda la producción de la colonia agrícola que apadrina. Estas nuevas colonias se conectarán a la red vial. Sería maravillosa tarea para los arquitectos concebir y luego diseñar el marco para esta co munidad, si se comprometiera so cialmente otra vez y trabajara con su imaginación, trascendiendo la exclusiva preo cupación por la forma y por los edificios. Es necesario concebir una propuesta superadora de las reducciones simplistas. Sumar ciudad + naturaleza, en un mismo organismo, respondiendo a las necesidades simultáneas y esenciales del
hombre en un mismo tiempo y espacio. Frente a El derecho a la ciudad, de Henry Lefebvre, se declara “El derecho a la ciudad + naturaleza”. Respondiendo a las necesidades trascendentes y simultáneas del hombre de urbanidad y de naturaleza, se plantean nuevas formas de habitar. Nuevos paisajes conformados por organismos urbano-rurales, que pug nan por la superación de la antigua oposición campo-ciudad. Recuperan para el hombre la celebración de la naturaleza y de la urbanidad en un mismo espacio y en un mismo tiempo. SCA
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Población y calidad de vida El fenómeno demográfico, por Claude F. della Paolera
Arquitecto Urbanista. Trabajó y residió en el extranjero durante
En el año 2000, la población total del mundo ascendía a 6060 millones de habitantes, que se elevaron a 6388 millones en el 2004, es decir, 328 millones adicionales en sólo cuatro años. En esa misma fecha (agosto de 2004), se estimaba que el 66% de la población mundial viviría en ciudades en el año 2025, cuando la población total proyectada alcanzara los 8909 millones de habitantes1.
quince años. Ex Director Ejecutivo del CEAMSE. Vicepresidente de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente.
En las páginas siguientes, fotografías del archivo de nuestra revista incorporadas a la muestra: Gustavo Correa Revista de Arquitectura número 205 (Ciudad y crisis).
Entre estas dos fechas, encontrándome en Galicia, tuve la oportunidad de visitar el Museo del Hombre, magnífica realización arquitectónica de Arata Isozaki emplazada frente al mar, en La Coruña, cuyo contenido e inteligente disposición lo hacían una visita obligada para los curiosos del saber. Recuerdo que a la entrada se proyectaba en forma digital sobre un tablero un número que representaba la población mundial en ese momento, de acuerdo con estimaciones rigurosamente verificadas, una cifra que aumentaba sin cesar. Pues bien, en el corto período de nuestra visita, el número se incrementó en más de 12.000 unidades, indicando un ritmo de avance de 160 dígitos por minuto, o sea, 230.000 habitantes adicionales por día, que se corresponde aproximadamente con los promedios que surgen de los datos iniciales. En agosto de 2005, la misma fuente estimó la población mundial en 6457 millones de habitantes, un aumento de 69 millones de habitantes en un año, o sea, aproximadamente 189.041 habitantes más por día. Es evidente que, en materia de población, si bien es interesante conocer los valores absolutos, más importante aún es conocer las tendencias y la distribución de la población sobre la superficie terrestre. Descontando los mares y océanos, la superficie terrestre asciende a aproximadamente 140 millones de kilómetros cuadrados, y la densidad promedio de población es de 45 habitantes por km2, muy desigualmente distribuidos, con valores máximos de 344 hab./km2 en Bélgica, o 333 hab./km2 en el Japón, e inferiores al pro-
medio, por ejemplo, de 2,6 hab./km2 en Australia, y de 14,4 hab./km2 en la Argentina. En realidad, existen diferencias en la densidad de la población debidas a factores geográficos y climáticos, a las circunstancias históricas y a la caracterización cultural, los que fueron oportunamente estudiados por Ellsworth Huntington2 en el siglo pasado, y por otro lado, las diferencias pueden deberse al grado de urbanización y de conurbación que se establece entre una serie de ciudades en regiones o países determinados. Históricamente, fue la Revolución Industrial la que marcó el brusco despegue del incremento de la población residente en las ciudades. Valga mencionar que, hasta el año 1800, sólo un 3% de la población mundial se mantenía urbana3, y que este porcentaje aumentó al 14% en el 1900, al 30% en 1950, y al 47% en el año 2000. Mientras que en el 1900 sólo 12 ciudades tenían más de un millón de habitantes, en 1950 se contaban ya 83 ciudades con esa población, y 411 ciudades en el año 2000. Sin desconocer la existencia de ciclos intermedios eventualmente contradictorios con las grandes tendencias mencionadas, incluso aceptando la aparición de un cierto “amesetamiento” de la curva demográfica, es preciso señalar que el aumento general de población seguirá ciertamente existiendo por algún tiempo en el mundo, y que el porcentaje de población urbana también seguirá aumentando, en proporción aún mayor a la general. Las experiencias de Konrad Lorenz4 demuestran los trastornos psicofísicos provocados por la saturación de población a
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partir de un estudio comparativo de las conductas desarrolladas por comunidades de animales y de hombres. Encerró a un determinado número de roedores en una pequeña jaula y, en la medida que incrementaba la cantidad de miembros sin modificar las dimensiones del recinto, observaba los cambios de sus comportamientos. Superado un cierto umbral de densidad, la comunidad comenzó a manifestar diferentes grados de alteraciones y, por último, de violencia interna. Estos mismos síntomas se observan en algunas ciudades de hoy. Alain Peyreffitte5, Ministro de Justicia de Francia, en su importante Informe sobre la Violencia, alertaba sobre el desarrollo de la violencia en los enclaves de viviendas hacinadas, y recomendaba la creación de grandes espacios verdes y la instalación de suficiente equipamiento deportivo para el encauzamiento de las energías de los jóvenes. Un estudioso de las ciudades y distinguido catedrático, Kevin Lynch6, que junto con Jane Jacobs y Christopher Alexander habían criticado la pérdida de la dimensión humana en la ciudad moderna, percibió claramente esta situación y la planteó a sus estudiantes de urbanismo de la siguiente manera: “Imaginen ustedes, decía, que el aumento de la población y el avance de la tecnología hubieran contribuido a transformar a la superficie terrestre en una sola y continua ciudad. ¿Qué podríamos hacer, en ese momento, para mejorar la calidad de vida de sus habitantes?”. Esta frase, que suelo repetir en mis clases y escritos, constituye un desafío a la imaginación y un estímulo para la toma de decisiones tempranas y para la acción, tendientes a la protección del ambiente y de la calidad de vida de la población.
En efecto, los estudiosos de la Ciudad nos encontramos en un punto límite en el que se enfrentan distintas teorías y tendencias espontáneas junto con una creciente exclusión y fragmentación social y cultural. Hagamos un poco de historia. El siglo XX se inicia con la construcción de las ciudades jardín inglesas de Ebenezer Howard, Letchworth en 1903 y Welwyn en 1919, que constituyen un modelo revolucionario para la época y concitan gran interés dentro y fuera del país. La opción de vivir “cerca” o “dentro” de la naturaleza fue más tarde concretada en Finlandia con el modelo de ciudad-jardín que el abogado Heikki von Hertzen concibió con el nombre de Tapiola, en la década de los 50. Para acentuar el simbolismo, cabe recordar que Tapio es el Dios de los bosques, en finlandés, y Tapiola es su reino, como lo ratifica la composición de Jan Sibelius del mismo nombre. Estas ciudades se construyeron desde cero, luego de una cuidadosa selección del sitio, el estudio de sus posibilidades y de una estimación de su máxima o deseable expansión. Evidentemente, su génesis y evolución no corresponden a la de las ciudades medievales o aun preindustriales, cuyo proceso fue mucho más lento, a lo largo de siglos, y en las que aún pueden identificarse aquellas casas que ya eran las últimas del asentamiento antes de pasar a los campos. Las ciudades que se edifican con efecto demostrativo, estratégico o de alguna manera “voluntarista”, aun cuando en la mayoría de los casos procuran incorporar los últimos adelantos de la tecnología en pos de la mejor calidad de vida, están expuestas a que su crecimiento no pueda ser
controlado con alguna precisión. Y el exagerado crecimiento de una comunidad bien planificada lleva a menudo a la pérdida de sus cualidades originales. De allí que hayan surgido diversos artificios para limitar la expansión exagerada de las ciudades, que también contribuyen, de alguna manera bien intencionada, a la fragmentación del espacio. Nos referimos por ejemplo a la realización de los Green Belts, en Gran Bretaña, a partir del año 1955, y el Cinturón Verde Metropolitano de Londres es el más extenso y conocido de entre ellos. Otros Green Belts se constituyeron en Manchester, Liverpool, alrededor de la conurbación de West Midlands y en el Sur y Oeste de Yorkshire, y se siguen estableciendo en Gran Bretaña y muchos otros países. El Cinturón Ecológico del Área Metropolitana de Buenos Aires, proyectado en 1977 y sólo en parte realizado, fue entre nosotros, una derivación más compleja y de particular interés del concepto original del Green Belt inglés. El principio original del Green Belt inglés es que debían establecerse ciertos controles sobre el desarrollo urbano alrededor de las metrópolis. Por tal motivo, las tierras incluidas en los Green Belts deben contribuir a uno o más de los cinco propósitos definidos en el Planning Policy Guidance, a saber: • contener la expansión irrestricta de las áreas construidas; • proteger los entornos rurales de nuevas intrusiones; • evitar la fusión entre ciudades vecinas; • preservar el carácter especial de las ciudades históricas; • asistir en la regeneración urbana. Cabe señalar como curiosidad que en estas
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definiciones no existen referencias explícitas a la conservación de la naturaleza; el término “verde” no tenía en este caso la connotación que se le ha dado más tarde en todas partes. La urbanización y la organización del territorio El término “urbanización” suele definirse escuetamente como “el aumento en la proporción de población que vive en áreas urbanas”. Es ésta una definición incompleta porque no se refiere a la concentración o densidad de los asentamientos, ni tampoco menciona la pérdida de los terrenos agrícolas que abastecen a la ciudad, y que se ven afectados por la expansión o ensanche de ella. El proceso de consumo de tierra rural para satisfacer sucesivos y progresivos usos urbanos ha adquirido proporciones gigantescas en el mundo, recibiendo la consecuencia del fenómeno el apelativo de “dispersión” o “derrame” urbano, en inglés, urban sprawl. Los estudios efectuados para apreciar su magnitud en los Estados Unidos llegaron a la conclusión de que en el período 19701990, mientras que el aumento en el consumo per cápita de tierra representó un 22,6% de la expansión urbana, el porcentaje total de consumo de tierra había aumentado en un 51,5%, más del doble anterior. Vale decir que el solo aumento de la población –representado por su consumo de tierra rural per cápita– no alcanza a explicar la gran superficie de tierras rurales que se ha incorporado a la urbanización. Y esta tendencia no parece próxima a detenerse, pese a los distintos esfuerzos que se han realizado para contener el derrame de la mancha urbana, entre los que se
cuentan las experiencias del estado de Oregon, Estados Unidos, a las que nos referiremos más adelante. Este fenómeno de derrame o “mancha de aceite”, que ha sido señalado con ese nombre por muchos estudiosos, se presenta en nuestro medio en particular con la desmesura de la expansión urbana del Área Metropolitana de Buenos Aires, que provoca el desaprovechamiento y “pavimentación” de algunas de las mejores tierras agrícolas de la pampa húmeda argentina, y tiene efectos sobre el régimen de escurrimiento de las aguas y las inundaciones de varios sectores de la propia ciudad de Buenos Aires. Siempre con referencia a nuestro país, la especulación en tierras alentó con frecuencia este proceso de urbanización mediante el simple y rápido expediente de la subdivisión y venta de terrenos situados en la periferia de las ciudades. Durante mucho tiempo, los loteos funcionaron como verdaderas cajas de ahorros para que los sectores más humildes de la población pudieran acceder a la vivienda propia, con financiaciones que se extendían por hasta 132 mensualidades, e incluyendo a menudo el aporte de 5000 ladrillos en cada lote vendido. Estos aspectos positivos fueron en alguna medida desvirtuados por los excesos de los rematadores de fines de semana, que vendían lotes de medidas exiguas, desprovistos de todos los servicios, y en zonas inundables. Se llegó al extremo de que algunos loteos se vendieran sin materializarse la subdivisión de los terrenos en el lugar, situaciones que sólo pudieron frenarse con la sanción de la Ley de Ordenamiento Territorial y Uso de Suelos de la Provincia de Buenos Aires, en 19777. Luego de una breve interrupción, la ocu-
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pación de la periferia urbana prosiguió, especialmente en torno a la segunda y tercera corona, a partir de la década de 1980, esta vez con la participación de sectores socioeconómicos más favorecidos, que optaron por la residencia suburbana, bajo distintas modalidades tales como las de “barrios cerrados”, “barrios privados”, “countries” o “clubes de chacras”8 que se multiplicaron por doquier, mientras estuvieran en la cercanía de alguna de las Autopistas de Acceso a Buenos Aires, especialmente hacia el norte de la capital, y que progresivamente fueron arrastrando tras ellos al gran equipamiento terciario. El conurbano bonaerense creció entonces, con el aporte de las migraciones del interior que nunca cesaron, y eventualmente aumentaron, y con la radicación de miles de familias acomodadas que adoptaron patrones de vida suburbanos. El hecho de que la población de la ciudad de Buenos Aires se mantenga constante desde hace 50 años en torno a los 3 millones de habitantes, se debe a que se asentaron allí aquellos sectores de más bajos recursos, que no podían afrontar un alto costo del transporte desde el suburbio hasta el centro de la ciudad, donde se alojaron en villas de emergencia o agregados a viviendas abandonadas, u ocupadas ilegalmente. Un corte del perfil socioeconómico de los habitantes de la ciudad de Buenos Aires revelaría hoy que en la Capital Federal hay ahora “más pobres y menos ricos”. Situaciones similares se observan en la periferia de otras grandes ciudades argentinas, que revelan la ausencia de una Política Nacional de Ordenamiento Territorial que promueva la distribución equitativa de oportunidades y de la población sobre todo
el territorio nacional. Como dice Roberto Cortés Conde, “un país es, en el fondo, una experiencia compartida, no sólo en el espacio delineado por sus fronteras, sino en el tiempo, a través de las generaciones”9. Aceptemos que, en un país lleno de exclusiones como el nuestro, todavía invertebrado y con tan profundos desequilibrios, se hace tarea difícil compartir experiencias entre los argentinos. Tal vez ésta sea la razón por la que repetimos tan a menudo los mismos errores. Esta falla se vuelve acuciante de resolver, en vista de que en el mundo globalizado en que vivimos, no parece razonable suponer que la Argentina pueda mantener indefinidamente su territorio nacional vacío de población, y ésta además tan mal distribuida, en un contexto donde el crecimiento de la población del mundo originará fuertes y crecientes corrientes migratorias tendientes a nivelar los desequilibrios entre las distintas regiones. Es por lo tanto preciso organizarnos, llevar adelante los planes de infraestructura mínimos indispensables (comunicaciones, medios de transporte, saneamiento, etc.) que contribuyan a integrar todos los confines del país, distribuyendo equitativamente las oportunidades (trabajo, educación, salud, etc.) sobre todo el territorio nacional. Volviendo a la pregunta planteada por Kevin Lynch, que fue citada más arriba, su respuesta nos lleva indefectiblemente a la necesidad de aplicar los preceptos y la técnica del Urbanismo, entendido como el Ordenamiento del Territorio de la ciudad. En efecto, el Urbanismo es la ciencia que estudia a la ciudad, su evolución y su posible desarrollo, ordenando las actividades humanas en el territorio y armonizando las
formas urbanas resultantes. Es un arte o ciencia que sólo puede ejercerse en equipo, con el aporte de especialistas de múltiples y variadas disciplinas, que requieren de la coordinación de personas altamente calificadas, con claridad de objetivos y dotados de la necesaria visión holística. Como enseñanza, el urbanismo científico nació en el preciso momento en que estallaron los problemas de las ciudades, hacia fines del siglo XIX, por el acentuado ascenso de la curva demográfica y la radicación en las ciudades de contingentes de población rural, que llegaban en busca de las nuevas oportunidades brindadas por la industria. El brusco incremento de la población de las ciudades que se produjo entonces de manera desordenada y sin planificación alguna se tradujo en la pérdida o sensible afectación de la escala humana, de los valores estéticos, y del propio funcionamiento de las ciudades receptoras. Gropius10 decía al respecto que desde su juventud “había tenido la viva conciencia de la caótica fealdad de nuestro medio ambiente moderno, comparado con la unidad y belleza de las viejas ciudades preindustriales”. Y agregaba que “todavía no hemos construido la ciudad ni la unidad vecinal del siglo XX11 en la cual se exprese, orgánicamente, el significado y propósito del actual sistema de vida”. Por su parte, Le Corbusier afirmaba que era necesario adecuar la arquitectura a las formas de vida contemporáneas de los hombres de cada tiempo histórico y de cada lugar de la Tierra. Y agregaba que “ahora se requiere una especialidad que caracterizará su forma de habitarla, y la apariencia de aquella arquitectura clásica no puede guiar
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los principios formales de la nueva arquitectura”. Y también Mies van der Rohe sostenía hacia 1930 que: “Aún no existe la vivienda de nuestro tiempo; sin embargo, la transformación de la manera de vivir exige su realización”12. Calidad de Vida Una de las muchas acepciones del término “Ciudad”, la define como un punto de encuentro, donde se facilitan los intercambios sociales y la satisfacción de las necesidades materiales. Progresivamente, la ciudad facilita en el curso de su evolución la obtención de otros niveles de satisfacción: el acceso a la educación, el más fácil acceso al empleo, la posibilidad de acceder a servicios hospitalarios de mayor complejidad, las aspiraciones culturales, y el rápido acceso a la información. Todo ello implica la concentración de individuos, y familias de individuos, sobre una porción acotada de territorio, vale decir, implica un cierto grado de concentración de gente y de actividades, que es necesario y hasta deseable para que exista un óptimo relacionamiento entre las personas. Sin embargo, es posible que durante el fenómeno de consolidación de la centralidad urbana se empiecen a producir situaciones que alteren el equilibrio hasta entonces existente. Por un lado, la relación entre vacíos y llenos se ve generalmente alterada, máxime cuando no se ha tenido la previsión de destinar áreas libres para la expansión de los servicios, cuando se altera la relación entre terrenos absorbentes y los solados pavimentados, cuando se edifica en altura sobre espacios que han quedado fijos en sus dimensiones originales. En cualquiera de estas situaciones, se pueden afectar
las condiciones ambientales originales, y, por ende, la calidad de vida. La excesiva densidad urbana que se da puntualmente en algunas ciudades argentinas es un fiel ejemplo de lo que decimos. Decía el maestro y amigo Eduardo Sacriste que, si algo caracterizaba al argentino, era su avaricia en el uso del suelo. ¿Cómo concebir si no que 13 millones de habitantes, el tercio de la población argentina, se apretujen en apenas 2 milésimas del territorio nacional que constituyen el Área Metropolitana de Buenos Aires? ¿Cómo concebir si no que en algunas manzanas del macrocentro o del Barrio Norte de la Ciudad de Buenos Aires habiten 5000 o más personas, es decir, una población equivalente a la de muchas localidades o ciudades del interior del país, apiñadas en altos edificios entre medianeras, en parcelas estrechas, con reducidas posibilidades de asoleamiento y de ventilación, que dan frente a calles que por la rigidez de su diseño no han podido ser ensanchadas en concordancia con los incrementos de altura alcanzados? Es paradójico constatar que, dentro de los 200 km2 de superficie de la ciudad de Buenos Aires, se reproducen las mismas desigualdades e inequidades entre sus barrios o sectores, que las que existen cuando se relacionan las distintas regiones del país con el Gran Buenos Aires. El fenómeno del estrés, que afecta a la mayoría de los sufridos habitantes de Buenos Aires, es una clara confirmación de las experiencias obtenidas en laboratorio por Konrad Lorenz, y que mencionamos al comienzo de este artículo. La irritabilidad y el grado de violencia imperantes en nuestra ciudad y en otras grandes ciudades del mundo son represen-
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tativos de este problema. Por lo demás, no solamente se deterioran en estos casos las condiciones de habitabilidad de los residentes, sino que además, se afecta la capacidad de circulación por las calles del entorno de estas sobrecargadas manzanas, donde suelen estacionarse los automóviles que no consiguen ingresar en los espacios guardacoches de los edificios. Las 5000 personas residentes del ejemplo necesitan servicios elementales para su vida diaria, comercios que son abastecidos por camionetas y camiones de reparto, camiones de recolección de basura, y puede que muy luego se instalen en el vecindario oficinas, centros comerciales, escuelas, u otros equipamientos que agravan la situación. Se genera el congestionamiento.13 Es evidente que entre el deseable grado de concentración al que nos referimos al comienzo, y el congestionamiento que presentamos como última etapa de la evolución urbana, algo se ha producido que ha funcionado mal. En efecto, el proceso de congestionamiento de la ciudad es a menudo perverso, porque parte de un supuesto equivocado: si tal sector de la ciudad es atractivo por la calidad de sus servicios, su agradable proporción de espacios libres respecto de los construidos, la proximidad a plazas o espacios verdes, en definitiva, su equilibrio urbano, debemos hacerlo accesible para que más personas puedan disfrutar de él en forma directa, vale decir, debemos construir más en ellos. La presión inmobiliaria hace flaquear las ordenanzas más severas y el convencimiento de los funcionarios, y el argumento no deja de tener un sesgo tentador y algo demagógico, al “permitir el acceso al bienestar a una mayor cantidad de gente, y no restrin-
girlo a los privilegiados ya instalados”. Este falso argumento tiene las ventajas, para los “urbanizadores”, de poder exigir cada vez más metros edificados con el supuesto fin de beneficiar a más gente, de favorecerse con la existencia de una infraestructura de servicios a cuyo costo no contribuyeron, y de no tener que afrontar los costos de conexión y de redes de servicios que exigiría la construcción en un lugar más apartado. Es claro que con este argumento se atenta contra la ciudad, porque, por el contrario, los sectores a que hacíamos mención inician un proceso de degradación con su congestionamiento, cuando debieran por el contrario preservarse como acabado ejemplo de desarrollo equilibrado. La desenfadada intrusión de edificios de oficinas en distritos netamente residenciales, el intento de penetrar inmobiliariamente por el lado oriental de la avenida del Libertador mediante el Proyecto Retiro, que se encubre con el falaz argumento de los beneficios sociales derivados de la radicación definitiva de los ocupantes de la Villa 31, y la agresión que provocan los carteles de propaganda propios de la zona del Once y no de Palermo Chico o de Belgrano, hacen temer por la supervivencia de los relictos de lo que fueron en un tiempo los mejores barrios residenciales de Buenos Aires. La vulgarización y multiplicación indiscriminada de los productos del cortoplacismo financiero-inmobiliario en el medio construido no le hacen bien a la ciudad, borran las diferencias entre los diversos escenarios urbanos y contribuyen a la adopción de un denominador común de inferior calidad ambiental. Buenos Aires se merece el derecho de conservar ciertos distritos residen-
ciales de excelencia, como suele ocurrir en las capitales importantes del mundo, de la misma manera que debe preservar la identidad de sus barrios más típicos, como San Telmo, La Boca o Palermo Viejo, cuyas características hacen que sean el destino de los paseos de muchos turistas. En esto consiste la defensa del patrimonio de la ciudad. Pese a la prédica de algunos pioneros, ha faltado aplicar en nuestras ciudades, desde sus orígenes, el primer precepto del urbanismo, que es el de determinar en qué lugares no se debía construir. La reserva de espacios libres en una ciudad, junto con los espacios que se desafectan de usos perimidos (instalaciones militares, áreas industriales y ferroviarias abandonadas, reconversiones urbanas, etc.) permiten satisfacer la constante necesidad de ejecutar obras de infraestructura (especialmente viales y de saneamiento, y de equipamiento), acompañando el crecimiento de la población. A estos efectos, los espacios verdes, con su amenidad, el agrado de su paisaje y la aptitud de absorción de sus suelos naturales, debieran poder ampliarse junto con la población, en una suerte de “pari-passu” capaz de mantener el equilibrio ambiental de la ciudad. Salvando contadas excepciones, todas las localidades y ciudades de nuestro país estarán inexorablemente insertas en el marco de continuo crecimiento poblacional al que nos hemos referido, sólo variable en función de la dinámica de la región a la que pertenecen, y por lo tanto, más tarde o más temprano, se verificará en ellas un fenómeno de escasez de espacios libres de extraordinaria gravitación en la calidad del medio ambiente. Es por lo tanto necesario reservar con tiempo los espacios necesarios
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para la expansión urbana, tal como hizo la ciudad de Estocolmo, en cumplimiento de una ley de 1874, primera en el mundo14, que a partir de 1905 –hace ya 100 años– inició la política de adquisición de tierras en las afueras del ejido urbano para asegurar su expansión, tierras que destinó en primera instancia y con inteligencia a la formación de bosques. Cabe recordar que la forestación en cualquiera de sus formas constituye una excelente opción ambiental: es aislante de ruidos, contribuye a la oxigenación del aire y absorbe eventuales olores desagradables, retiene el polvo y otras partículas atmosféricas, drena terrenos excesivamente húmedos, absorbe oligoelementos, incluyendo algunos metales pesados, restituyendo residuos inocuos al humus natural, protege a los suelos contra la erosión hídrica y eólica, contribuye al mejoramiento del paisaje y, finalmente, representa una excelente alternativa para la recreación de la población. Los Cinturones Verdes (Green Belts) a que hicimos referencia más arriba interrumpen el derrame de la mancha urbana, restituyen la presencia de la naturaleza y siguen constituyendo una buena opción para el Desarrollo Urbano Sostenible, como parece demostrarlo la experiencia de la ciudad de Portland, Oregon, en los Estados Unidos. En 1973, el estado de Oregon sancionó una ley de limitación del crecimiento urbano que emplazó a las municipalidades a definir los usos del suelo, trazando límites fuera de los cuales la urbanización no pudiera avanzar. Hoy, las 241 ciudades del estado de Oregon están delimitadas por lo que se denomina su frontera de crecimiento urbano (UGB, o sea, Urban Growth Boundary). A 30 años de su sanción, la ley provocó un
efecto muy positivo en la contención del derrame urbano irrestricto de las ciudades de Oregon, y particularmente, en la preservación paisajística y estética del Área Metropolitana de Portland. También tuvo efectos positivos en la elevación de las densidades medias de las ciudades del estado, que eran por lo general muy bajas (como lo son por otro lado los 150 habitantes por hectárea de la ciudad de Buenos Aires). El experimento de Portland, que ha sido seguido con el mayor interés por los urbanistas norteamericanos, no parece, sin embargo, haber sido exitoso en todos los frentes. En efecto, entre 1980 y 1990, se produjo un incremento de la población de 146.000 habitantes, que generó creciente presión contra la “Gran Muralla de Portland”, como pasó a denominarse esta disposición legal, en razón del aumento de los valores de la propiedad inmobiliaria y del incremento del congestionamiento urbano. La contención pretendida tampoco pudo mantenerse totalmente inflexible y debieron incorporarse algo más de 10.000 hectáreas de tierra rural para su posterior urbanización. Este proceso es demostrativo de las tremendas dificultades que se encuentran en todas partes del mundo cuando se pretende mantener un crecimiento urbano sostenible frente a la explosión del crecimiento de la población con el que iniciamos el presente comentario. El énfasis puesto en la consideración del paisaje y la valorización de lo estético se rige por el principio de que la belleza constituye un elemento fundamental del medio ambiente, tal como se proclamó en los Estados Unidos, cuando en la década de los 60 se lanzó la más importante cam-
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paña ambiental del siglo pasado, bajo el lema de “Keep America beautiful”. Las ciudades compiten entre sí por atraer más inversiones, por ser importantes dentro de las redes de ciudades que se van formando, por ser focos de atracción, por mantener sus fuentes de trabajo y especializar sus actividades, en definitiva, por hacer su marketing territorial. Pero esto debe hacerse manteniendo y mejorando el umbral mínimo de calidad de vida de los habitantes. No puede hacerse en una competencia suicida por tener más habitantes, más densidad puntual y más problemas ambientales sin resolver.La Argentina estaría en mucho mejor posición si tuviera 20 o 30 ciudades de 500.000 habitantes cada una, distribuidas por todo el territorio nacional y vinculadas por una eficiente red de carreteras, ferrocarriles y aeropuertos, antes que seguir alentando el crecimiento ilimitado de la urbanización en las Áreas Metropolitanas de Buenos Aires, Córdoba y Rosario, y el de su población.La verdadera competencia entre ciudades sólo se establece si éstas ofrecen oportunidades de trabajo, tienen seguridad suficiente, garantizan la educación de los hijos, la contaminación ambiental está controlada y el clima es saludable, si los servicios de salud son confiables, si existen posibilidades de acceder a muestras de cultura de primer nivel, y si hay suficientes espacios verdes o recreativos para la práctica del deporte o simplemente para el paseo dominical, en fin, si tiene una aceptable calidad de vida. Sólo entonces los ciudadanos podrán ejercer libremente su voluntad de residir en alguna de ellas, guiados por las actividades que piensan desarrollar y por otras circunstancias personales. El ordenamiento territorial y ambiental
constituye por ello la más poderosa herramienta para lograr el desarrollo equilibrado de las regiones y ciudades argentinas, sea por medio de la creación de nuevos polos de desarrollo y el establecimiento de prioridades estratégicas para la construcción de las grandes obras de infraestructura y equipamiento que sirvan para potenciarlas con su sinergia, o por medio de la promoción de nuevas centralidades, la descentralización de funciones dentro de los ecosistemas urbanos y metropolitanos y el consiguiente descongestionamiento de los sectores saturados y vueltos ineficientes en la gran ciudad15. Con este ordenamiento se logrará, en definitiva, además de una más correcta distribución espacial de la población sobre el territorio nacional, incrementar la producción, la eficiencia del transporte y la competitividad de los servicios, permitiendo así la ampliación del mercado del trabajo y una mejor calidad de vida para toda la población argentina. SCA
(MIT); junto con Jane Jacobs y Christopher Alexander, criticaron la pérdida de la dimensión humana en la ciudad moderna. 7. Ley 8912, de la Provincia de Buenos Aires. La trascendencia que tuvo esta ley en la legislación urbanística argentina hace necesario recordar el nombre de sus autores intelectuales, a saber: Arq. Alberto Mendoça Paz, Subsecretario de Urbanismo, Presidente de la Comisión Redactora, Ing. Julio García Ravassi, Director de Ordenamiento Urbano, Agr. Juan Alfredo Ricci, Arq. Ángel Colagrande, Arq. Osvaldo Altamirano y Dr. Edgardo O. Scotti, este último, Relator Jefe de la Asesoría General de Gobierno. 8. Guillermo Tella, Post-centralidades territoriales, en “Del Suburbio a la Periferia”, FADU. 9. Roberto Cortes Conde, Un país sustentable. 10. Walter Gropius, arquitecto alemán (1883-1969), creador del Bauhaus, trabajó en su país, en Inglaterra y en los Estados Unidos, Doctor of Arts de la Universidad de Harvard; extractado de su conferencia sobre “Dominio del edificio y de la técnica”, Progressive Architecture, 1955. 11. Los arquitectos Lucio Costa y Oscar Niemeyer, sumados al genio político del Presidente Kubitschek, ofrecerían poco más tarde a la consideración del mundo la espléndida realización de Brasilia, con todas sus
Notas:
virtudes y sus innegables defectos.
1. Fuente: US Census Bureau.
12. Citados por Jorge Sarquis en “Arquitectura y modos
2. Ellsworth Huntington: geógrafo, investigador y ex-
de habitar”, Revista de Arquitectura SCA, julio 2005.
plorador norteamericano (1889-1975), estudió las re-
13. Varios de los conceptos que siguen fueron publica-
laciones entre los factores geográficos, climáticos y las
dos por el autor en la columna de Opinión del Diario
grandes civilizaciones.
La Nación, el 15/8/00, con el título “Nuestra Concen-
3. Conforme la convención internacional que califica co-
tración Urbana”.
mo “urbana” a la localidad con más de 2000 habitantes.
14. La ley sueca declara que toda ciudad debe tener su
4. Konrad Lorenz, Premio Nobel en Biología en 1973;
plan de expansión. Citada por Gastón Bardet, El Urba-
citado por Guillermo Tella, en “Del Suburbio a la Pe-
nismo, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1959.
riferia”, FADU.
15. Claude F. della Paolera, “A propósito del Día Mun-
5. Alain Peyreffitte, miembro de la Academia Francesa
dial de Medio Ambiente”, publicado por el Instituto
y ministro de De Gaulle.
de Investigación y Desarrollo de la Academia Nacional
6. Kevin Lynch (1918-1984), Urbanista y Profesor
de Ciencias de Buenos Aires, diciembre de 2004.
Emérito del Massachussets Institute of Technology
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Donde se anudan las redes Una mirada al Parque Nacional de Bogotá, por Juan Carlos Pérgolis Para Umberto Eco, un escrito es un mecanismo perezoso, que vive de la plusvalía del lector, quien debe cooperar para que el texto tenga significado.
Arquitecto y Magíster en Teoría e Historia del Arte y la Arquitectura. Profesor titular de la Universidad Nacional de Colombia donde realiza investigación y docencia en posgrados. Profesor invitado y conferencista en universidades latinoamericanas y europeas. Autor de artículos, ensayos y libros sobre temas urbanos.
En las página siguiente, fotografía del archivo de nuestra revista incorporadas a la muestra. Fabiana Barreda, Revista de Arquitectura número 195 (Interiores).
En la ciudad actual, el mecanismo del texto urbano va más allá, y la actualización que se hace a partir de lo no-dicho, de lo que los silencios dejan entrever, de las tensiones que arman las redes de comunicación, conduce al sentido y más que la cooperación, exige el anudamiento. Lo no-dicho, como los no-lugares son parte de un vacío que alcanza a proyectarse desde la forma, como huecos por rellenar. El concepto de no-lugar fue sugerido por Michel de Certeau, pero quien construyó su definición fue Marc Augé, quien propuso que el no-lugar parte del locus, ese concepto que el pensamiento moderno definió como “una referencia de identidad a través de una noción histórica”; es decir, un lugar definido que simboliza un pasado y proporciona una identidad. Entonces, los lugares que no pueden definirse como espacios de identidad, ni como relacionales, ni como históricos, serían los no-lugares: el interior de los medios de transporte en movimiento por la ciudad, las estructurs multifuncionales, como el estadio o las nuevas tipologías para actividades específicas, centros comerciales, conjuntos cerrados de vivienda, resorts, tiempos compartidos, supermercados, etc; todas imágenes de un mundo “que promueve las individualidades solitarias, lo efímero, el pasaje”. Son las siete de la mañana en el Parque Nacional de Bogotá. Quienes hacen Tai Chi se mueven en lenta armonía en los claros entre los árboles: la milenaria tradición oriental, en una sabana andina a 2.600 m de altura, deja entrever lo lejano en lo cercano. En la parte alta, hacia la carrera quinta, los grupos de yoga permanecen inmóviles mirando, sin ver, el flujo vehicular que desaparece en la curva de la treinta y
cinco. Hay gente trotando, gente haciendo flexiones. Comienzan a destaparse los puestos de jugos de frutas, aumenta el tráfico por la carrera séptima: todos van al centro. Entre los últimos destellos del rocío que se evapora, brilla un distintivo perdido: Anoche estuvieron los skinheads –dice el señor que trota. A alguno se le cayó esto. A las diez, ya no hay deportistas; algunos taxistas se reúnen a tomar jugo de naranja, y el tránsito de la séptima se homogeneizó en los dos sentidos. Los practicantes de topografía de la Universidad Distrital cruzan el parque con su mundo de teodolitos y trípodes. Miden una vez más lo ya medido infinitas veces... Una transversalidad: cuatro chicas de la vecina Universidad Javeriana vienen del Museo Nacional, caminan con cuidado por el amplio andén del parque; no tienen muy claro de qué hay que prevenirse, pero en el parque hay que cuidarse. La Universidad, tan cercana, ya no participa del parque; aunque alguna vez, la red de estudiantes se desplegaba sobre el prado, en clases de dibujo, o volaba hasta la desaparecida Ciudad de Hierro con sus destartalados juegos mecánicos. A la una, el parque se llena con los empleados de las oficinas de los edificios vecinos, que salen a almorzar. Hay algunos acercamientos gay en las bancas más apartadas. Ocasionales ventas de drogas al pie de alguna farola art déco o en alguna disimulada venta callejera. Sobre la treinta y seis hay todo tipo de ofertas de comida: viejos buses convertidos en restaurantes móviles, fogoncitos humeantes y sombrillas de colores. Los olores se mezclan en la densa red de los almuerzos. El Parque Nacional, fragmento bogotano, se rompe a su vez en mil comportamientos simultáneos que no se ven entre ellos, en
Donde se anudan las redes
mil redes que se superponen sin tocarse, aunque algunas veces se descubren, y otras, se tocan. El encuentro es acontecimiento. Su inversa es también válida: los acontecimientos son encuentros. –¿Trabajas en Ecopetrol, verdad?, dice él. Sí, claro, te vi en el bus... en estos días. Ella no responde pero el silencio abre una puerta hacia el encuentro. Otra transversalidad: llegó al parque una médica belga que está en la ciudad por pocos días, tiene afición por los parques, los recorre en todas las ciudades adonde la llevan sus congresos. Quiere asociar, en sus recuerdos, el Parque Nacional con el Cerro de Santa Lucía en Santiago de Chile y con Palermo en Buenos Aires. No lo logra. Lo local y lo global se mezclan –otra vez– por un instante. Camina, nadie la ve, como la estela lenta de un meteorito ocasional, cruza una a una, sin tocarlas, las diferentes redes; tras ella, su traza se desvanece. A las seis de la tarde, toda la carrera séptima fluye hacia el Norte, desocupando el centro. El parque ya no es punto de anodamiento de los oficinistas que se dispersan en incontables buses. Cada quien guarda, hasta mañana, su sentido de pertenencia a la red. –Te invito al cine, insiste él. Bajemos en Chapinero. Ya nadie recuerda los movimientos de los grupos de Tai Chi, ni la pasividad de los grupos de yoga. Se incrementan los compradores de drogas. Alguno de ellos almorzó, con un compañero de oficina, el sándwich casero preparado la noche anterior en una casa de algún barrio bogotano, pero ahora, se mueve en otra red y es parte de ella por un instante. De allí regresa con el paquetico de marimba: la mariguana para la
noche del viernes. Por un momento, el habitante de una de las redes fue parte de la otra y regresó; pero ¿qué ocurrió entremedio?, en el silencio blanco entre los dos mundos ¿cuándo dejó de ser parte de una red, para serlo de la otra?, o quizás, nunca dejó una en función de la otra, y su vida se mueve entre estas dos y otras muchas redes, fugando de una, cruzando transversalmente otras. Las redes se cruzan, interactúan; sus integrantes pasan, en un momento, de una a otra; a veces se mueven en varias al mismo tiempo. Él le sigue hablando, como si temiera que el silencio disolviera la situación. –Entonces vamos a tomar algo, dice. La red de venta de drogas, desplegada como la atarraya de la metáfora, ocupa el mismo espacio que antes ocuparon los almuerzos y antes los deportistas. Superpuesta a esta red, la de los approaches homosexuales coincide en espacio y tiempo, y ahora aumentan los movimientos entre bancas. Se vieron al mediodía, ahora van a buscarse, uno estaba en el parque, el otro trabaja en contaduría. Línea de fuga de un elemento de una red que se incorpora a otra, el ámbito del parque es mutante, y los integrantes de las redes fluctúan. Los puntos fijos en las redes son lugares identificables y con una gran capacidad simbolizante que los fija en la memoria. Calvino dice que la ciudad existe porque la memoria es redundante. ¿Cuántos puestos de venta de fruta hay en el parque? En realidad, poco importa, porque la memoria los repite tantas veces como sea necesario para evidenciar su carácter de permanencias, de lugares, en un
ambiente donde las múltiples redes se superponen volviéndolo todo inestable, efímero. Los nodos, en cambio, son esos puntos de la red donde importan más los acontecimientos que las formas: son nolugares, puntos móviles sin significado, pero con una enorme capacidad para dar sentido a las redes y a la vida a través de ellas. Porque el sentido aparece cuando la ciudad es capaz de satisfacer el deseo de sus habitantes; allí, cuando se produce un acontecimiento que se expresa en un relato. Hay un Parque Nacional-lugar en los planos de la ciudad y en la memoria de cada uno de los habitantes; también en la memoria de aquella visitante belga, que nadie vio y que a esta hora camina por el Pincio, en Roma. También hay un Parque Nacional-nodo, que amarra muchas vidas que se deslizan por redes distintas. Es el no-lugar de las emociones en los acontecimientos, el semillero de infinitos relatos. Quizás deberíamos llamarlo el parque-satisfacción. Quiero citar, otra vez, a Calvino: “...debería decirte que es una ciudad desteñida, sin carácter, puesta allí a la buena de Dios. Pero tampoco esto sería verdadero: a ciertas horas, en ciertos escorzos de caminos ves abrírsete la sospecha de algo inconfundible, raro, acaso magnífico...”. SCA
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Identidad sustentable En una sociedad de continuos y fragmentos, por Martín Menini Tomar conciencia de cómo estamos para luego preguntarnos qué queremos, evaluar la posibilidad de alcanzar y sostener nuestros deseos para, realizados o frustrados, poder descubrir realmente quiénes somos. Arquitecto. Generador de proyectos sustentables. Docente de urbanismo en FADU-UBA desde 1993. Investigador en el área identidad, especialista en planeamiento estratégico y diseño de nuevas urbanizaciones.
En las páginas siguientes, fotografías del archivo de nuestra revista incorporadas a la muestra: Alejandro y Guido Leveratto, Revista de Arquitectura número 194 (Periferia).
“… es inútil decidir si ha de clasificarse a Zenovia entre las ciudades felices o entre las infelices. No tiene sentido dividir a las ciudades en estas dos clases, sino en otras dos: las que a través de los años y las mutaciones siguen dando forma a los deseos y aquellas en las que los deseos, o logran borrar la ciudad o son borrados por ella”. Ítalo Calvino, Las Ciudades invisibles Una pirámide egipcia casi intacta, un templo griego en ruinas y las torres gemelas destruidas en un instante evidencian que vamos hacia una cultura más efímera y menos sustentable dada por la aceleración de los procesos de cambio y la renovación cada vez más frecuente de los paradigmas culturales en los que la diversidad y el relativismo son sus rasgos principales. El concepto de sustentabilidad es aquel que permite el desarrollo de las oportunidades que brinda el presente, resguardando sus potencialidades para el uso, goce y disfrute de generaciones venideras. Desde el momento en que una ciudad no produce dentro de sus límites los insumos que consume ni depone los residuos que genera en el mismo espacio que ocupa, suponemos que este ecosistema urbano o de consumo se basa en un ecosistema productivo que lo abastece, y entre ambos logran un equilibrio. Las ciudades tienen una huella ecológica que abarca no solo el territorio que ocupan, sino aquel sobre el cual se sustentan. La sustentabilidad ecológica, económica y cultural es el producto de una ecuación costo-beneficio equilibrada a largo plazo y es disparadora de cuestiones como ''el costo económico del equilibrio ecológico'' o ''el beneficio social de vivir en una sociedad integrada'' o ''la sustentabilidad del patrimonio''; lo considera un sistema de valores va-
riables en el tiempo, que, en una sociedad fragmentada con respecto al criterio del bien común, compiten y se disputan los espacios de poder en la ciudad. La percepción de la ciudad no es continua, captamos imágenes parciales para recomponer en nuestra memoria individual una imagen global de ella misma, ni es la misma para todos ya que depende de la mirada de cada integrante de la comunidad. Sin embargo, existen elementos que componen la identidad popular y se reflejan sobre la imagen de la ciudad. Decimos que en torno a un hito se genera un rito que se convierte en mito, y a su vez, los rituales encarnados en personajes mitológicos se manifiestan en la ciudad a través de algún hito urbano. Desde la mitología griega hasta la saga o la anécdota de la mitología popular urbana, encontramos arquetipos que han trascendido a través del tiempo de boca en boca y de generación en generación constituyendo así el inconsciente colectivo... un hito urbano por excelencia, el Obelisco, es quizás el único símbolo, junto a la Plaza de Mayo, convocante de Buenos Aires, celebrando el encuentro de avenidas, se lo asocia con el tango y hasta con el zorzal criollo, Carlos Gardel, que nunca lo conoció ya que murió en un accidente aéreo en Medellín en el año 1935. Este monumento fálico para algunos y fascista para otros, obra del arquitecto Prebisch, fue inaugurado con un tramo de la avenida más ancha del mundo en 1936, rememora la segunda fundación de Buenos y nos identifica, aunque haya sido impuesto por gobiernos de facto durante la década infame también fue testigo de casi todos los rituales de festejos populares en que todos somos argentinos. Cuando salimos campeones del mundo jugando
Identidad sustentable
al fútbol, o con la vuelta a la democracia, o cuando nos estafan y hacemos un cacerolazo, elegimos un lugar de encuentro en la ciudad, inconfundible y fácil de detectar a varias cuadras de distancia con la consigna: Todos al obelisco. Los fenómenos de la urbanidad Las raíces del sitio en que nacimos, nos criamos o vivimos nos brindan un marco de contención y referencia al que llamamos sentimiento de pertenencia a un lugar. La escala de un pueblo, barrio o vecindad donde todos se conocen, junto con sus tradiciones y costumbres locales, otorga normas de conducta o pautas de comportamiento que nos pueden identificar o no con ese tejido social. La dorada medianía reinante ante la falta de oportunidades, las limitaciones espaciales y la situación de sentirse diferentes a los demás, hace que algunos de sus integrantes, tras la sensación de pueblo chico, infierno grande, decidan emigrar hacia tierras extrañas para sentirse una hormiga más del hormiguero. El crecimiento urbano que nos permite gozar de la libertad que confiere el anonimato de la gran ciudad, en principio semejante al paraíso, pero ya sin la capacidad de contención y referencia que nos daba el barrio. La desintegración de la estructura familiar, la falta de grupos de pertenencia a sectores sociales, laborales, institucionales, que antes brindaba gratuita y eficientemente el Estado y hoy lo da el poder adquisitivo del mercado, pone en riesgo a una cantidad importante de la población urbana de caer en lo que denominamos el fenómeno de desviación social y anomia colectiva, dado por la ausencia de normas. A pesar de sentirnos muchas veces solos en
la multitud, y no hacer nada al respecto, éste es el comportamiento normal y cotidiano en la ciudad, lo que no significa que sea natural o sano para una sociedad. …en Cloe, gran ciudad, las personas que pasan por las calles no se conocen. Al verse imaginan mil cosas las unas de las otras, los encuentros que podrían ocurrir entre ellas, las conversaciones, las sorpresas, las caricias, los mordiscos. Pero nadie saluda a nadie, las miradas se cruzan un segundo y después huyen, buscan otras miradas, no se detienen. Ítalo Calvino, Las Ciudades invisibles En una sociedad multicultural, extensa, intensa, diversa y dinámica, la ausencia de un sistema de valores absolutos y universales ante la libertad de elección entre valores individuales o grupales, y la necesidad de la población de agruparse, ha dado lugar a la conformación de las llamadas tribus urbanas, con rasgos de identidad afines y fácilmente reconocibles ya no en lugares determinados, sino generalizados en todas partes. La crisis de la sociedad se refleja en la decadencia del espacio público dado que su rol histórico como lugar de encuentro pierde sentido ante la generación de espacios alternativos que responden a los condicionantes de la realidad actual. La red dinámica es para este siglo lo que fue el átomo para el siglo XX, ya que el hecho de estar aislado nos deja fuera de sistema, en la era de las transformaciones químicas, estéticas y tecnológicas, y de la proliferación de los no lugares conectados en circuitos, centros de anestesia urbana donde la gente se refugia de la inseguridad y consume para no pensar.
El espacio virtual genera nuevos sitios de encuentro seguro, Internet, con los e-mails y las salas de Chat, creando sintonías, frecuencias o códigos, que sumados a la mutación del lenguaje en dialectos propios de cada tribu dejan game over a aquellos que no los entienden, ya sea por diferencias de clases, de costumbres o generacionales. El tiempo libre es en donde más se refleja la satisfacción del deseo individual, grupal o colectivo, dada la libertad dentro de las posibilidades de elección que la gente tiene y más aún en el fin de semana. El ámbito de la noche solo pone las condiciones para que sus tribus sean los verdaderos protagonistas: cumbia villera o música electrónica, vino en tetrabrick o speedconvodka, drogas de resaca o drogas de diseño, aceite de avión o botox y siliconas, barrocos o minimalistas, boliches cercanos a los centros de trasbordo para llegar en tren o en bondi desde toda la metrópolis, o lugares exclusivos donde solo en taxi o en auto, valet parking mediante, se puede llegar. Si luego de un predance chillout nos ofrecen una 007, Mickey Mouse, Love o Armani, y lo asociamos a un video de acción, dibujos animados, erótico, o desfile de modas es porque no frecuentamos los códigos de una noche embichada o de un after hour. La música electrónica pasó de ser exclusiva de una clase social o generación a ser cada vez más popular. El anual Creamfield, festival electrónico que reúne en un campus al aire libre a los deejáys más importantes del mundo, pasó de convocar a 10.000 personas en 2001 a 40.000 personas en 2004, con entradas que se revenden en la puerta hasta en $200 y auspiciantes top que nos dejan en el oído y en la retina su men-
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saje subliminal hasta su próxima edición. El fenómeno de la cumbia villera delata un submundo en que los robos, el gatillo fácil, las razias policiales, la prostitución, la galopa y el aguante tiene su propio dialecto idiomático: rati, botón, ortiva, vieja, birra, pasta, caño, y letras de canciones como: …llegamos los pibes chorros / queremos las manos todos arriba / porque el primero que se haga el ortiva / por pancho y careta le vamos a dar. Los pibes chorros 2002 …te quieren correr / nos quieren barrer / te tiran el rancho y el tuyo también / dicen que mi barrio está lleno de hampones / que solo es un fuerte de drogas y ladrones / en solo una hora se llenó de botones / para tirarlo abajo y levantar mansiones / y ahora tirado estoy / debajo de un puente voy / porque somos marginados / en pelotas nos dejaron / donde vamos a parar / quemen gomas en la calle que mi fuerte hay que salvar… Yerba brava: 100% villeros …donde están los fumancheros / levanten las manos, el que no es un cheto / esta noche hay que festejar a los chetos que vamos a matar / la locura es un placer que el loco conoce / esto el cheto lo desconoce… Damas gratis En la noche encontramos las dos caras de la misma moneda expresadas por fragmentos aparentemente opuestos, signados por el resentimiento o la indiferencia de unos hacia otros en el continuo de una sociedad sin rumbo.
Identikit de Buenos Aires Viaje de aproximación: de una proyección futura hacia un horizonte cercano en el tiempo Las ciudades nunca albergaron poblaciones de la magnitud actual. Entre 1950 y 1990, la población urbana mundial se ha multiplicado por diez, desde los 200 millones hasta más de 2000. El futuro de la civilización estará determinado por y en las ciudades… Mientras en el mundo desarrollado la población urbana está, de hecho, estancándose, en el mundo en vías de desarrollo la presión sobre la explosión de la población urbana, el desarrollo económico y las migraciones del mundo rural están provocando un crecimiento urbano desmesurado… Al menos 600 millones de personas ya viven en entornos urbanos con condiciones insalubres, y la multiplicación futura de las ciudades no hará más que agravar la creciente contaminación y la polarización global de la sociedad dividida entre ricos y pobres. Richard Rogers en Ciudades para un pequeño planeta Identidad Global Hoy el mundo está cubierto por una gran megalópolis compuesta por un sistema integrado de ciudades cercanas y desiertos aislados, ignorados, excluidos en que la gente se muere de hambre en un sistema global donde la alimentación significa solo el 4% del producto bruto mundial. Esto significa que con solo modificar los patrones de consumo y las prioridades de los poderosos, el mapa de inequidad cambiaría notablemente. Cuando en los años de
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Convertibilidad los argentinos viajábamos excesivamente por el mundo y nos preguntaban: –Where are you from? –Argentina. Y ante la reiterada cara de asombro: –It’s very far!, optábamos por responder a lo Tarzán: –We come from culo del mundo. Esta situación geopolítica de estar alejados en un mundo a punto de estallar, quizás nos pueda servir de hipótesis para plantear una estrategia alternativa de integración con otros sistemas fuera del poderoso hervidero terrorista. Cualquier habitante que conoce a Gardel, Evita o Maradona, nuestros santos paganos, y se entera que provienen de la Pampa de los gauchos donde comienza la Patagonia, en los confines de la Tierra, se asombra de lo exótico que resulta encontrar una ciudad tan europea y cosmopolita en este rincón austral del planeta: paseos sobre anchas avenidas flanqueadas por una forestación subtropical en flor, de la cual se asoma una arquitectura ecléctica en mañanas de sol radiante bajo un cielo azul, según palabras de quien recuerda a ‘’la reina del Plata’’ como una sensación inolvidable que provoca esta combinación de lo autóctono con lo exótico y lo vanguardista, producto de la transculturación con raíces nuestras, la diversidad es nuestra verdadera identidad. La fuerte hegemonía de Buenos Aires, que siempre eclipsó al resto del país, se ve claramente retratada en La Cabeza de Goliat, de Ezequiel Martínez Estrada, quien ilustra a un monstruo macrocefálico de cuerpo raquítico en alusión metafórica a la gran ciudad en relación con nuestro territorio nacional. A pesar del discurso de la Globalización respecto a la ruptura de fronteras, las naciones y sus sistemas de gobierno siguen existien-
do. En nuestro caso particular, la ausencia de un proyecto de nación desde el de la Generación del 80 da como resultado el desmantelamiento de los ecosistemas productivos regionales, donde la administración pública es la base de sustentación económica de las provincias, frente a un clientelismo político manejado por caudillos que intentan catapultarse hacia La Rosada. El cortoplacismo y la inacción en los planes y la especulación de un sistema corrupto, en general, de gobiernos que se traicionan sucesivamente, sumados al despoblamiento de nuestro territorio, que nos van expropiando de a poco para generar bancos de recursos naturales y energéticos que ya no nos pertenecen, son situaciones insoslayables que nos hacen vulnerables, mientras nos reímos mirando a Tinelli: …nos hemos metamorfoseado de un cuerpo loco bailando en las colinas a un par de ojos que observan en la oscuridad… Jim Morrison, The Lords, 1968. Identidad Regional Así como la cultura carioca con su alegría brasilera, o los cordilleranos más conservadores y fríos como los Andes, o los dicharacheros guaraníes de mujeres trabajadoras, los rioplatenses orientales y bonaerenses tenemos muchos caracteres en común. Las tradiciones y las costumbres propias de la cultura de la comarca rioplatense unifican a dos pueblos hermanos a un lado y otro del charco con sus puertos siempre conectados con lo que ocurría en Europa. El mandato gauchesco, expresado en la urbanidad a través de que todo patio, balcón, terraza o jardín deba tener una parrilla para celebrar la ceremonia del asado criollo, o
que a toda hora en la vereda, en la playa, navegando, solos, con amigos o en familia improvisemos la ronda del mate llegando al extremo de los yoruguas que nacieron con el termo debajo del brazo y lo ceban con el colectivo en movimiento. La pasión por el fútbol con sus clásicos Peñarol/Nacional o Boca/River, el lunfardo, el che, el vos o el yo, que con estúpida soberbia arrabalera nos distingue de los otros pueblos de habla hispana y hasta los colores de nuestras banderas, celeste y blanca con un sol, se nos parecen. Hacia fines de los 80, Guy Sorman, en su libro La nueva riqueza de las naciones, haciendo un diagnóstico, uno por uno, de los pueblos del llamado Tercer Mundo, nos dedica un capítulo que titula “Los gauchos son tristes” tomando como referentes de nuestra gente a un sindicalista, un hacendado y una maestra, en alusión a nuestra idiosincrasia nostálgica y melancólica. El tango, nuestra música ciudadana por excelencia, delata el desarraigo en un encuentro del inmigrante con el gaucho, solos en una urbe que tiene su ilusión puesta en París. La cohesión cultural de este pueblo separado por el ancho río marrón hace que su situación tendencial futura hacia una Megalópolis conformada por dos sistemas litorales de ciudades paralelas estructurados por autopistas, con la asimétrica hegemonía de Buenos Aires y de Montevideo, tienda a integrarnos por puentes aéreos, fluviales y vehiculares sobre el río. Identidad Metropolitana En el territorio metropolitano conviven modos de vida diferentes, generados en distintas épocas por tres patrones de asentamiento poblacional en un mismo
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En esta página, gráfico del autor con la megalópolis lineal bicostera de la comarca rioplatense. En la página siguiente, gráficos de los tres patrones de asentamiento poblacional en el espacio metropolitano.
territorio: Las centralidades sobre los ejes de urbanización confluyentes hacia el área central conforman una estructura metropolitana radioconcéntrica sobre las tierras altas ocupadas desde un comienzo por sectores socioeconómicos medios y altos. La relación gradual entre los distintos sectores articulados por un espacio público jerarquizado donde todos se juntan es la impron-
ta de este modelo europeo que se basó en la infraestructura de los ferrocarriles ingleses, acompañando los caminos de carretas, y en la influencia del Plan de Haussmann en París, utilizada por la Generación del 80 en su gesto de traer civilización burguesa a la barbarie colonial. La periferia pobre como expansión espontánea de la mancha urbana sin patrones de asentamiento definidos, ni infraestructura
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vial, ni de servicios sanitarios y energía, es propia del modelo latinoamericano que polariza a la población como producto de las migraciones internas y externas limítrofes en un proceso de metropolización no planificado, muchas veces en tierras bajas o inundables, u ocupadas ilegalmente por sectores socioeconómicamente bajos y medio-bajos. Los personajes de Juanito Laguna y Ramona Montiel, ilustrados por Antonio Berni, son buenos referentes de una pobreza que allá por la década de los 60 era considerada circunstancial y hoy es estructural. El suburbio verde y rico, disparado por el trazado o ensanche de las autopistas, se da bajo el modelo norteamericano de clubes de campo y barrios cerrados ocupados por segmentos altos y medio-altos que reflejan la exclusión social y segregación espacial existente en la sociedad en un medio recientemente antropizado. Las series televisivas que entran en todos los hogares impusieron en nuestro inconsciente colectivo la cultura yanqui. Quién no soñó alguna vez tener una familia como ‘’Los Ingalls’’, linda gente con mu-
chos hijos en una cabaña con la chimenea siempre encendida, un pastel en el horno y un perro que mueve la cola cuando llegamos del trabajo; pero no existían los autos y eran pobres, en los 70, entonces son “Los Carrington de Dinastía” los que en los 80, con su glamour y poder, nos marcan tendencia: si son feos, se operan, y si son pobres, se suicidan. Hasta que por fin en los 90 llegan “Los Simpson” que con sus torpezas y cotidianeidades, son los que más se parecen a nosotros. Identidad Urbana Si nos situamos en la génesis del corredor norte sobre el camino a Santa Fe, notaremos que, a diferencia del corredor oeste, no se situó sobre la divisoria de aguas, sino acompañando la costa del río, teniendo que sortear los desagües de los arroyos. La fiebre amarilla, hecho que modifica la estructura socioterritorial de la época en que Buenos Aires era una aldea, provoca el traslado de la población mudando el suburbio de chacras y quintas de Barracas, hacia Flores y Belgrano, sobre los mencio-
nados caminos. Los orígenes de la identidad de Palermo se remontan a la localización del Caserón de Rosas, junto al Arroyo Maldonado, límite norte del ejido de la ciudad frente al Río de la Plata. El camino del Bajo en este sitio se estrangulaba con el del Alto en un único paso a un lado y otro del arroyo, acompañando a la barranca (en lo que serían hoy las trazas de las avenidas Las Heras y Luis María Campos). Esta confluencia más la posterior traza elevada del ferrocarril BAP (Buenos Aires al Pacífico con su respectiva estación) marca la impronta y el rol en la ciudad de Puente Pacífico, como nodo de transferencias e intercambios. La transculturación de un modelo a través del diseño de los paisajistas franceses y la adaptación de las especies forestales autóctonas del Nordeste argentino a nuestro clima en la creación del Parque 3 de Febrero, por casualidad sobre el Caserón de Rosas, tapando bajo un manto de olvido su único bastión en esta lucha entre unitarios y federales, es cien años después uno de los hechos urbanos de mayor intensidad de uso
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Martín Menini
En la página siguiente, gráfico del autor de Los infinitos Palermos: una sumatoria de identidades locales.
e identidad propia a escala metropolitana. Hoy todos agradecidos con Sarmiento, no por su actitud mezquina con Rosas, sino por su mirada visionaria con las futuras generaciones; fue sin saberlo un gesto de desarrollo urbano sustentable. El regalo del Monumento de los Españoles, recibido tras los Festejos del Centenario, junto al rond point de acceso y los jardines de Carlos Thays, colocaron al Parque como sede del evento y posicionaron a Plaza Italia, con el monumento a Garibaldi, como el centro cívico de este nuevo barrio en lo que fue el completamiento urbano entre la ya Gran Aldea y el Pueblo de Belgrano. La traza de la red de subterráneos sumada al mandato histórico de Puente Pacífico, más la proliferación de líneas de colectivos para abastecer a los Jardines Zoológico y Botánico, y a la Rural, extienden el desarrollo del centro de trasbordo Pacífico/ Plaza Italia. Cuando estos nodos superan cierta escala se vuelven incompatibles con la función de ser el corazón de un barrio, unos viven y buscan pertenencia al lugar y otros transitan, invaden y están de paso. La contaminación aérea, sonora y visual, obstrucción y degradación del espacio público por la venta ilegal y ambulante, el juego clandestino, y la prostitución del distrito rojo, Palermo Hot recientemente mudado al Rosedal, son hechos que la población quiere tener lejos de su barrio y de la mirada de los conocidos. Esta explosión del corazón de Palermo continuo lo atomizó en fragmentos provocando que sus habitantes, algunos antes y otros después, reinventaran la imagen de barrio en su inconsciente colectivo y surgieran los infinitos Palermos.
La zona del Botánico, distinguida por sus petit hoteles, palacetes y palacios, como el de Los gansos o el de Los patos, lindaba con la cárcel de Las Heras hasta su traslado y demolición. El boom inmobiliario frente al escenario del nuevo parque revirtió la tendencia del sitio que, por la localización de un nuevo shopping sobre Av. Santa Fe, fue bautizado como Alto Palermo. Situado tierras arriba de Plaza Italia, resurge Palermo viejo, inmortalizado por Borges en “Fundación mítica de Buenos Aires”; un grupo de intelectuales y bohemios lo rescatan del olvido en los 80, tras el Concurso de las “20 ideas para Buenos Aires” revitalizando sus casas-chorizo y el bar “El taller”, reubicando el corazón del Barrio frente a la placita Serrano, hoy Plaza Cortázar. Actualmente es sede del diseño fashion y la posmodernidad, también conocido como Palermo Soho. Simultáneamente se reciclaba la vieja Imprenta del Hipódromo de Palermo y algunos studs de la zona de Las cañitas, llamada así por los cañaverales del bajo del Maldonado, renovada totalmente como área residencial y gastronómica, cuya pionera fue la ‘’cantina del portugués’’. A esto le siguió el reciclaje de la fábrica de gascarbón con ‘’el Solar de la Abadía’’, en San Benito de Palermo, a principios de los 90. La construcción de la torre Le Parc y sus moradores marcan un hito de una Argentina que para muchos fue buena, a la más alta de la ciudad le siguieron otras que apiramidaron el distrito hoy conocido como Palermo Nuevo. Los vecinos sensibles de Palermo encontraron un barrio para querer en Villa Freud, apodado así por tener la más alta concentración de psicoanalistas de la ciudad, y tal vez del mundo, en el entorno de la Plaza Güemes junto a la Iglesia de
Identidad sustentable
Guadalupe, mientras la UP compraba predios vacantes al fondo de Coronel Díaz para fundar su universidad. El más reciente Palermo Hollywood, llamado así por la frecuencia de personalidades de la farándula, surge tras la ubicación de un canal de televisión y empresas de telecomunicaciones en predios industriales vacantes, es barrio de almacenes y carnicerías que dan lugar a pubs y bares nocturnos, y de autos que estacionan hasta en las ochavas. La parrilla ferroviaria de la estación Saldías constituye el mayor manifiesto de contraste fronterizo entre ricos y pobres, entre la Villa 31 y Palermo Chico; junto a los aristocráticos Barrio Parque y Plaza Grand Bourg, el efecto sinérgico del reciclado Museo Renault, más el shopping Paseo Alcorta y el exitoso polo de atracción cultural del Malba, ha potenciado el desarrollo inmobiliario de lujosas torres en los últimos predios dispo-
nibles sobre la Av. Figueroa Alcorta. Este suburbio de callejones y galpones ferroviarios donde se realizan fiestas underground, conectados por Salguero con la Costanera a metros del boom Malba, es la próxima oportunidad que tiene Palermo de seguir reproduciéndose. Si me lo permiten, me atrevo a llamarlo Palermo Beat. La identidad en la ciudad de continuos y fragmentos ¿es sustentable? Desde el estructuralismo, enfoque antropológico que entre otros construyó el francés Claude Levi Strauss para descifrar el comportamiento de las civilizaciones, observamos que a través de la historia los pueblos manifiestan actitudes similares a pesar de estar aislados en tiempo y distancia, deduciendo que detrás de la variedad de culturas existe una unidad psíquica de la humanidad que es la constante estructural. La deriva cultural que padecemos nos ha
hecho olvidar que los fragmentos de esta sociedad que el mercado genera mientras el Estado duerme son quienes sustentan hoy nuestra identidad y tienen un mismo deseo natural, que es vivir en paz sobre este planeta: la identidad en la ciudad es el reflejo de la cultura de su pueblo. SCA
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Bibliográficas
El sentido de la fragmentación Comentario del libro La ciudad fragmentada, del Arq. Juan Carlos Pérgolis, Centro de Estudios de la Sociedad Central de Arquitectos, por Nanette Cabarrou La Ciudad Fragmentada es un compendio de artículos producto de las investigaciones del autor, que encaran el tema de la ciudad y la arquitectura. No se encuadran en los de parámetros definidos dentro de la ortodoxia histórica, si bien el contenido denota un profundo conocimiento de ella, ni hay intenciones de realizar una crítica social, sino de desarrollar estas temáticas por fuera de estereotipos consagrados. Esto se evidencia en las referencias bibliográficas que enmarcan la lectura dentro del campo intelectual de la sociología, la filosofía y el arte. La investigación sobre los “Elementos de significación de la ciudad latinoamericana” y el “Intento de explorar los aspectos formales y de significación de las ciudades”, Bogotá, conduce a detectar problemáticas que son comunes y que atraviesan los comportamientos de las aglomeraciones urbanas donde la densidad de población las acerca al carácter de metropolitano. Del análisis del texto surgen algunas reflexiones que intentan dar cuenta de las problemáticas abordadas por J. C. Pérgolis.
Arriba, facsímil de la portada del libro “La ciudad fragmentada”, de Juan Carlos Pérgolis, disponible para la lectura de los socios en la biblioteca de la SCA.
Los Nuevos Modos de Vida en la Ciudad Fragmentada Los nuevos modo de vida, que están signados por la fragmentación y atraviesan todos los campos de la cultura, son los aspectos que se analizan en “Bogotá: cultura y ciudad fragmentada”. Para esto es que J.C.P. se posiciona por fuera de la nostalgia del “pueblo”, y observa los cambios que conducen a “otra ciudad”, con nuevos espacios y nuevas tipologías arquitectónicas. Si bien los estudios se centran en el caso de la ciudad de Bogotá, Colombia, es interesante ver cómo se pueden establecer relaciones con el desarrollo de nuestras ciudades, que se enmarcan en la tan mentada “globalización”. “Bogotá fragmentada, espacio y cultura urbana a fines del siglo XX” lo conduce a la investigación sobre
“Bogotá simulada”, en la que se toman en cuenta los comportamientos en la ciudad consignados en los relatos fragmentarios y aleatorios, aparentemente alejados de cualquier totalidad, pero capaces de mostrar los rasgos de la vida en la ciudad que conforman su cultura y los múltiples imaginarios que se tienen de ella. Estos imaginarios configuran “la ciudad simulada”, en la que los límites se hacen difusos, se confunden la realidad virtual y los sueños. Ésta es la ciudad de las simulaciones, dentro de la simulación. De allí que los imaginarios del habitante de la ciudad no son menos reales que la ciudad real. J.C.P. los enmarca en el concepto de “simulacro” (Baudrillard), en el que la vivencia del habitante de la ciudad imaginada navega en ella como el navegante nómade de la Red, de lo virtual, e implica la vida en y con la ciudad. Se analizan los relatos de los habitantes y cómo en menos de una década la preocupación por la ciudad pasó de la reflexión sobre la totalidad y sus partes al problema de la representación, es decir, a la comprensión del juego entre las múltiples realidades, cada una de ellas como parte de un “fragmento”. Es en el habitante de la ciudad donde se comprobó la fragmentación de los comportamientos, que antecedieron a la fragmentación del territorio, y es en ellos donde se manifiestan las diferentes
Bibliográficas
realidades que representan a la ciudad. Ante la multiplicidad de estas representaciones, la ciudad busca darle sentido desde ese horizonte a todas las acciones, a toda la información, a los eventos, que, como acciones individualizadas, fueron dejadas de lado por el pensamiento moderno, que intentó explicarse a través de la significación de entender la realidad desde una mirada unívoca. El concepto de identidad entonces sería el reconocimiento de cada uno dentro de esa multiplicidad de realidades deseadas. Esas realidades pueden ser deseadas o simuladas, ser una representación de una imagen, pero no deja de ser un material sensible y concreto a través del cual es posible analizar esa representación. Ante el cuestionamiento sobre la arbitrariedad de las representaciones, J.C.P. propone el concepto de simulacro, que sería lo que antecede a la realidad. Ésta es una imagen creada para fascinar, por eso los imaginarios de la ciudad son fascinantes. Por eso el fenómeno de estetización aparece como un mecanismo de defensa ante los aspectos más duros de la realidad. En esta sustitución de lo real por los signos de lo real, se visualizan imágenes que son signos, simulaciones que dan lugar a una “narrativa de la ciudad”. Paradójicamente, cualquier cosa que en su origen no era atractiva puede considerarse como estéticamente llamativa. Por ejemplo, “la simulación, el simulacro y la hiperrealidad que inundaron Bogotá a comienzos de los 90, en los que la imagen se convirtió en la nueva realidad y a través del proceso semiológico publicitario y de comunicación, la estética dominó todos los ámbitos”. Es notorio comparar la simultaneidad de acontecimientos sucedidos en la Argentina durante el nefasto período menemista que nos hermanan “latinoamericanamente” con Colombia. Dentro del concepto de fragmentación elegido por J.C.P. para estructurar el libro se analizan los espacios públicos, los medios de comunicación, los comportamientos que tejen redes sobre la ciudad y, por último, el espacio donde es más fácil visualizar la ruptura del todo-urbano. Para J.C.P. el análisis de la ciudad de Bogotá surge de la confrontación de dos maneras de “relacionar las partes con el todo”. POR UNA PARTE, EL PENSAMIENTO DE LA MODERNIDAD Y LA URBANÍSTICA DEL MOVIMIENTO MODERNO QUE TENDÍAN A VER EN LA RELACIÓN DE LAS “PARTES-TODO”
UN SISTEMA LINEAL, CERRADO Y ÚNICO, EN EL QUE LAS PARTES Y LA TOTALIDAD SE EXPLICABAN MUTUAMENTE.
SU
EJEMPLIFICACIÓN ES LA CIUDAD ACTUAL, CON SU IN-
CAPACIDAD PARA ABSORBER EL CAMBIO.
POR
LA OTRA,
EL CONCEPTO DE FRAGMENTACIÓN, QUE APUNTA A LA INDEPENDENCIA DE LAS PARTES Y AL SENTIDO DE ÉSTAS FUERA DE UN PRETENDIDO TODO.
UN
FRAGMENTO PUEDE
SER EQUIVALENTE A OTRO U OTROS MIENTRAS QUE UN
Son propuestas antiurbanas por la ausencia de intenciones colectivas. “Jaulas doradas” con seguridad y áreas verdes. La utopía perseguía la búsqueda de ciudades ideales. Era moral. Un pensamiento global, no fragmentario. Ordenado y racional. Hoy hay una preeminencia de los juicios estéticos por sobre los éticos.
DETALLE ES ÚNICO Y EN ELLO RADICA SU PESO DISCURSIVO EN EL SISTEMA QUE INTEGRA. Una estructura fragmentaria es inestable, leve, en ella importan las partes como los vacíos y las tensiones que las integran. Esos espacios o silencios son los que permitirían la aparición de los relatos y son los que dan lugar a las ambigüedades propias de la duda y que crean una actitud favorable al cambio. Con ambas premisas, J.C.P. intenta explicar el sentido y el no sentido de la ciudad sobre la base de las significaciones urbanas, representadas por sus elementos físicos: calles, plazas, tejido, y edificios singulares. Por esta razón la plaza fue relevada especialmente como el sitio de encuentro de la comunidad, testimonio de la historia y referencia fundamental del urbanismo en América Latina. Es en este contexto que si históricamente la plaza fue la parte, el detalle, que explicaba el “todociudad”, es decir, que era “el centro”, el lugar de mayor jerarquía urbana, sede de los poderes gubernamental, religioso, económico y social, hoy se puede relevar cómo los centros de compras, shopping-center, mall, son nuevos lugares de permanencia, encuentro, satisfacción de deseos, fragmento de sentido, en el nuevo espacio urbano. Cápsulas de confort, containers, que no pretenden ser un centro urbano pues ellos son un centro en sí mismos. Son lugares que se construyen a partir del gusto estético de este “mundo posmoderno”, un escenario que satisface los deseos, un “fragmento con sentido en el nuevo espacio urbano”, aunque su condición sea la de ser un espacio extraterritorial, seriado, sin referencias al lugar donde ha sido implantado. Un fragmento que tiene valor por sí mismo. Uno de los muchos centros de las ciudades. J.C.P. establece una separación conceptual entre los countries: “conjuntos cerrados de vivienda”, de clases altas, que son la nueva forma de crecimiento periférico de las ciudades y la “Ciudad Jardín” del pasado, por su carácter aislado y su incapacidad para conformar una Ciudad.
Redes y Nudos Otra temática encarada por J.C.P. es la investigación sobre los medios de comunicación: la radio, la televisión, la prensa escrita, la cinematografía. Estos medios de comunicación son parte de esta nueva configuración de la Ciudad Fragmentada. Las relaciones son a través de redes de información y comunicación. Por eso no alcanza con la comprensión de las “formas”, sino la comprensión de los acontecimientos que suceden en sus redes, sus fuerzas en tensión, lo que no conduce a establecer significados sino a “la definición de sentidos”, como al acto de interacción entre sus partes. Los nodos de estas redes “aparecen en los no lugares, en los que circulan los intercambios y se producen los encuentros”. Esta “manera” de comunicación propone un nuevo modelo comunicacional unipolar, no como el tradicional emisor–receptor, propio de las estructuras tradicionales. Como era de esperar, el arte actual, manifestación por excelencia del acontecer de realidad, es incluido por J.C.P. como una materialización de la fragmentación de la realidad. Al igual que éstas, se han dejado de lado las categorizaciones de las vanguardias. Las expresiones son individuales, con libertad en los medios de representación, por fuera de las ataduras a planteos estéticos sancionadores de un valor apriorístico, tal vez con sentidos conceptuales incomprensibles para una mayoría no aggiornada, pero: ¿Quién puede decir que en el pasado se comprendió el mensaje de Miguel Ángel en la narración expuesta en el cielorraso de la Capilla Sixtina? El libro de J.C.P. es de una riqueza conceptual imposible de condensar en este espacio resumido. Por eso recomendamos su lectura para los especialistas en temas urbanos y también para aquellos que quieran interiorizarse en los últimos enfoques críticos acerca de la ciudad tradicional y su extensión a todo el territorio habitable en la nueva era globalizada. SCA
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