No querer volver a dormir Se
despertó
de
golpe.
La
húmeda
transpiración caía por su rostro. Acababa de tener una pesadilla, una horrible. Caminó hacia el baño. A través del espejo, notó su cara adormecida. De la nada sintió cómo alguien tocó su hombro. Se dio vuelta. Nadie. Volvió a mirar su reflejo. Alucinaciones, pensó. Puso a correr el agua y mojó su cara. Sintió una respiración ajena detrás de su oreja. Miró nuevamente el espejo, esta vez sin ver su reflejo. En su lugar, una mancha negra. Se frotó los ojos. La idea de que probablemente
era un sueño lo tranquilizó. Pellizcó su brazo para comprobar su hipótesis, pero no dio resultado. Su atención volvió a la mancha, que había sido remplazada por una cara, una mujer. La figura en el espejo miraba y repetía sus movimientos, como si fuera de él de quien se tratara. Miró su puño y, sin pensarlo dos veces, le pegó al espejo. Los pequeños trozos de cristal se incrustaron en sus nudillos. Gritó y tomó su mano ensangrentada. La mujer del espejo había desaparecido. Enseguida alguien le tapó los ojos y la boca. Empezó a forcejear y gritar como podía, pero le era imposible. Sintió en su mano un trozo de cristal y un plan se iluminó en su mente. Y con el poco aliento que
le quedaba, ya que le era algo difícil respirar, se dio vuelta y clavó el cristal en el pecho del otro individuo. Pero el dolor se confundió de cuerpo, y fue de su pecho de donde empezó a salir sangre. Sintió que su carne se desgarraba. El otro sujeto, sonriente, quitó el cristal de su pecho, como si su acción no le hubiera provocado nada. Su cuerpo cayó al piso y cerró sus ojos, con la última imagen de la cara del desconocido. Un escalofrío recorrió su cuerpo y pensando en todo lo anterior, abrazó su almohada y siguió durmiendo. Lola Garrido.