Carolina Ferrero acarolinaferrero@gmail.com Resumen Es un relato de una experiencia realizada durante el ciclo lectivo 2013 en el Colegio New Model International School, en la zona de Palermo, CABA. Se relata los encuentros de charla-debate sobre convivencia responsable en el ciberespacio con alumnos del Nivel Primario y Secundario. La idea fue aunar los contenidos previstos, los disparadores del debate y los comentarios de los chicos para construir, por un lado, conciencia de la responsabilidad como ciberciudadanos y, por otro lado, comprender los discursos y los imaginarios que circulan entre los nativos digitales.
Un clic es real Charla-debate con alumnos sobre la importancia de convivir de manera responsable y solidaria en el ciberespacio. Carolina Ferrero Las charlas-debate sobre convivencia responsable en el ciberespacio tienen como objetivo construir, a largo plazo, conciencia responsable y solidaria acerca de nuestras formas de ser en el mundo virtual. Cómo se construye la identidad, la realidad y todo aquello que compartimos con Otros en las comunidades físicas y/o virtuales. Que habitamos el ciberespacio es un hecho. ¿Lo habitamos? ¿El ciberespacio es parte de nuestra realidad? Partimos de estas preguntas en las charlas-debate acerca de la convivencia responsable y solidaria en Internet que realizamos con los estudiantes de 3º a 7º grados del Nivel Primario y de 1º a 5º años del Nivel Secundario del Colegio New Model International School durante el ciclo lectivo 2013.
Mucho enredo discursivo en los debates y reflexiones supuso saberse y comprenderse habitantes de la red. Y esos dichos propios de los chicos se unen a este relato de experiencias a través del estilo de fuente cursiva.
Desenredando un poco. Si estamos de acuerdo en que somos habitantes de un mundo virtual nos toca, entonces, pensar y reflexionar cómo habitamos ese espacio, teniendo en cuenta que, en el imaginario social y cultural, el espacio virtual se muestra anónimo. Si lo asumimos como tal y lo hacemos carne, el enredo puede ser aun más notable, puesto que en ese lugar donde nadie me ve, donde estoy cubierto, nadie me controla, puedo tener otra identidad, ser otra persona, puedo llamarme como una canción, puedo, en definitiva, rediseñarme con cada click. ¡Puedo deletear todo! ¡Qué bárbara la tecla delete: cualquier cosa que escribo o publico lo borro y ya nadie la ve. ¡Sorpresa! En el ciberespacio todo queda. ¡Ojo! a no perseguirse que la cosa no va por ahí. En el mundo virtual como en el mundo físico, no hay tecla que borre lo que pensamos y expresamos. Aquel que recibe eso que decimos lo va tomar como tal, porque un click genera una acción real. Cuando publicamos un comentario, una foto o un video y aceptamos con la tecla enter, ya no podemos volver atrás, ya está dicho, ya está escrito, la recepción del mensaje tarda lo que el destinatario demore en abrir sus cuentas de mensajería virtual. Y cuando eso sucede, ese sujeto inmerso en una comunicación virtual sentirá los efectos de esas publicaciones. Lo cierto es que, en las charlas con los nativos digitales de nuestra escuela, reflexionamos y acordamos que esos mundos no están disociados. Ambos son parte de nuestra realidad y, por ende, nos construyen como personas. Pero no es que Internet sólo era para jugar, estudiar, salvarme del aburrimiento, investigar, mi único medio de comunicación, y más, no es que en Internet hago todo. Claro, el ciberespacio nos invita a hacer tantas cosas como las que hacemos en el mundo físico. También sentimos ¿Qué? No sentimos nada. Si no sentimos, estamos muertos, ¡somos robots! Así es. Hacemos y sentimos muchas cosas en Internet. Cuestionable el todo pero linda la reflexión e interesantes miradas atentas a la premisa de pensar bien qué publicamos y a quién en la Web. Porque no estamos solos, aunque físicamente así sea, del otro lado de la pantalla hay Otros que, conozcamos o no, son parte de nuestro mundo real. Similar a la vida física: tenemos amigos, familia, conocidos e infinidad de personas que nunca conoceremos pero que nos cruzamos todo el tiempo. ¿A ellos les abrimos la puerta de nuestras casas? ¿Hablamos con extraños en la vía pública? No. Rotundo y coreado. ¿Por qué en las redes sociales lo hacemos? ¡Ah! No es lo mismo. No tengo por qué conocer a los 800 amigos que tengo en Facebook, ¿vos hablas con todos? Por supuesto, repuse, no tengo por qué tener
desconocidos en la virtualidad. Soy la misma persona: si no hablo con extraños en la calle tampoco lo hago en el muro. Pero el farandulita es así. Es muy popular entre los cibernautas aunque sólo se percate de su existencia por un simple clic al aceptar la solicitud de amistad. El farandulita no es mediático. ¿Seguro? Que su visibilidad y exposición pasen por otras pantallas no lo hace menos mediático. Su popularidad se construye a través otros medios como son las redes sociales. Con estos debates generados, los chicos nos invitaron a pensar y a preguntarnos mucho más al respecto: ¿cómo no van a querer participar de un espacio tan popular y con tantas aristas constructoras de identidad y subjetividad como éstas? ¿Por qué tantos menores de edad poseen Facebook y otros tantos retwittean todo lo que leen, fotografían o filman sin importar a qué otra comunidad del mundo físico involucren? Es, entonces, preciso pensarlos/nos inmersos en la cultura de las apariencias, en la hegemonía de ser visto todo el tiempo. Estas épocas posmodernas junto al advenimiento e instalación práctica y simbólica de las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información han habilitado una manera de ser en el mundo monopolizada por la visibilidad mediatizada. Esa imperiosa necesidad de hacerse/nos visibles nos deja sin intimidad o, más bien, transforma la idea de intimidad-privacidad en intimidad-publicidad. La intimidad hoy es pública. Mostrarse/nos nos hace ser. Es la premisa de los tiempos que corren porque lo que no aparece en una pantalla corre el peligro de no existir (Sibilia, 2009). Ahora bien, “ese aparecer” puede diseñarse y rediseñarse en las pantallas interactivas. La imagen de una foto puede sufrir modificaciones, un comentario puede decir qué pensamos, compartir un posteo puede mostrar nuestras preferencias, un “me gusta” puede difundir nuestros gustos, una etiqueta puede presentarnos ante Otros que no conocemos. En definitiva, un perfil virtual puede ser un discurso exacto o errado de nosotros, pero es autorreferencial, es aquello que quisimos dar a conocer de nuestras vidas. En tal sentido, nos parece muy importante no sólo enseñarles a los chicos a usar una TIC, no sólo enseñárselas a los docentes, si no educar en la concientización del uso responsable que se realiza tanto en el aula como en la vida cotidiana. Tomar conciencia y ser responsable con aquello que decimos, posteamos, compartimos, etiquetamos y, además, a quién/es se lo decimos es parte de un trabajo a largo plazo que la escuela debe asumir: así como la escuela forma ciudadanos, es preciso que también ponga el eje en este -no tan nuevo- ciudadano virtual.
Los videos utilizados para las charlas-debate son: ¿Nos conocemos? https://www.youtube.com/watch?v=DKmCmYBmKs4 Cuidado con lo que publicas en Internet https://www.youtube.com/watch?v=JU8kcOZOXhI Talent Show https://www.youtube.com/watch?v=bdQBurXQOeQ Texto: Sibilia, Paula: “La intimidad como espectáculo”, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2009