Pachalum, en la Historia Querido amigo

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No quiero irme, de este bello botón de rosa del jardín promisorio quichelense (como yo le llamé), sin escribir estas páginas con letras de oro, en renglones humedecidos por un lagrimón, que llevo como estacas sembradas en los surcos del corazón. Son páginas doradas del alma, llenas de recuerdos, tristezas y alegrías de los hombres que en la alfombra del otoño, lentamente desfilaron un día, diciendo, misión cumplida… fueron árboles frondosos que dentro de sus ramas, el viento jugaba a las escondidas y a los ancianos les recordaba la primavera de aquellos días… Cuántos viejitos fueron felices, contando las historias de un pueblo que les alargaba la vida. Retazos que faltaban, retazos que sobraban, retazos que lavaban, planchaban y guardaban. Luego, soltaban carcajadas con el cosquilleo de la aguja que los remendaba. Esas carcajadas del recuerdo, que parecían cuchilladas del cántico de los gallos en las madrugadas. Hileras que se enredaban, hileras que se cortaban para seguir remendando los retazos que jalábamos, estirábamos y volvíamos a remendar, para conformar el traje de la historia de la tierra nuestra. Abuelos, anécdotas, recuerdos e historietas, eran las riquezas de aquellos hombres ilusionados por el servicio, a la tierra que los vio nacer.


Todos sentados alrededor de la pileta, del empedrado central, de aquella época, o las gradas del juzgado comunal… y el olor de las peroladas de los trapiches nos trasladaban hasta la aldea las cuevas, donde se hacían las reuniones de aquellos hombres de parsimonioso caminar… pero nunca faltaban los patojos que se ocultaran entre el cañal, con los ojotes pelados y las orejas paradas, para ver y escuchar los secretos que los abuelos llevaban bien escondidos y amarrados dentro del morral… Querido Danielito, hoy me reuní con todos los ancianos de aquella época; para entonces, yo era joven y bonito, pero ahora solo lo bonito me está quedando… les comenté que los sueños se convirtieron en una realidad, a través de la escritura de su majestuoso libro… fíjese usted, que antes que terminara la asamblea general, ya se había convertido en una fiesta patronal… y con su servidor le enviaron un documento, agradecimiento y abrazo fraternal.


Acta de Felicitación En la ciudad del silencio (cementerio), al ser las doce de la noche, reunidos en la capilla de todos los santos y alumbrándonos con mechones de ocote; los ancianos que pasaron a mejor vida y todos los habitantes de la ciudad sombría, para dejar constancia de lo siguiente: PRIMERO: El profesor Mario Jobel, inició la sesión, dando la bienvenida y abriendo el baúl de los recuerdos, donde archivan las páginas doradas y pinceladas de lo que vivieron, comentaron y escribieron en el ayer. SEGUNDO: Se expone la monografía e historia de la tierra nuestra. Documento mucho más amplio que durante varios años fue delicadamente investigado, fiel y cuidadosamente documentado y escrito para formar el libro, que es una joya de oro de incalculable valor. Contiene toda la riqueza integral de este paraíso de ensueño y añoranza... escrito por Danielito Figueroa, como cariñosamente le llamamos. Persona honorable, que con el corazón en la mano se convierte en la principal columna de la historia de nuestro terruño.


TERCERO: La asamblea se invadió de recuerdos y se escucha el balbuceo de palabras, entre las siluetas que se esconden en la noche serena y oscura... realizan una ordenada e impresionante discusión, luego se acuerda unánimemente, agradecer y felicitar al autor, porque dejará una huella imborrable y recuerdo constante en las generaciones. Al mismo tiempo instan a seguir escribiendo puntaditas de a montón, para que nadie se olvide que hay que trabajar por amor a su pueblo y amor al servicio, con todito el corazón. CUARTO: Son las cinco de la mañana, grita el soldado de la revolución, (Arturo García) que se acabe el parrandón… perdón, digo la sesión… profe Marito, (exclama, don Eusebio) llame a Neshón, ya que estamos todos juntos, que nos canten pachalumcito querido… y después, si no hay mas, tristemente volveremos al panteón…


Querido amigo; mi respeto y admiración por tan magna obra terminada. Porque no hay premio más grande en la vida, que sentirse satisfecho de lo que Dios le ha permitido hacer sobre las faz de la tierra, en bien y servicio de los demás… Atentamente:

Prof. Mario Jobel Barrios Gramajo Un pequeño pero gigante amigo.


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