C VID-19:
LA ENFERMEDAD LETAL QUE ESTACIONÓ AL MUNDO P. Bosco José Rodríguez Alvarado, C.Ss.R. Misionero Redentorista
COVID-19: LA ENFERMEDAD LETAL QUE ESTACIONÓ AL MUNDO P. Bosco José Rodríguez Alvarado, C.Ss.R.
«Días tristes, nos cuesta estar muy solos. Buscamos mil maneras de vencer la estupidez. Meses grises, es tiempo de escondernos. Tal vez sea la forma de encontrarnos otra vez” (Lucía Gil, cantante española). La República Popular China es uno de países con mayor población sobre la faz de la Tierra. Una de sus ciudades más emblemáticas e importantes es Wuhan, con 11.08 millones de habitantes, capital de la provincia de Hubei, en la parte central del país, bañada por el río Yangtze. Es una ciudad histórica, de vieja cultura trimilenaria de Asia Oriental. Esta ciudad fue por un tiempo capital del país. Actualmente, es una ciudad con mayor proyección política, económica, financiera, comercial, cultural y educativa de la China roja. Histórica por la batalla de Wuhan, y conocida mundialmente, cobrando gran notoriedad, porque en ella se originó la enfermedad del nuevo coronavirus, conocida científicamente como COVID-19. El epicentro fue el Mercado Mayorista de Mariscos, ubicado al sur de Wuhan. Brote que dio lugar a una pandemia universal de neumonía, causando la muerte de 228.154 personas, 3.144.980 infectados en todo el mundo, hasta el 30 del mes de abril de 2020. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que una pandemia es la propagación mundial de una nueva enfermedad, en este caso, el virus mortal del nuevo coronavirus. En los días duros y grises de la pandemia, gobiernos de todo el mundo, exceptuando a los de Nicaragua y México, que actuaron con la mayor irresponsabilidad e indolencia, tomaron medidas urgentes muy parecidas para ayudar a la población a no contagiarse del nuevo coronavirus. En varios países de nuestra América Latina, las autoridades sanitarias pidieron a sus habitantes que se quedaran en sus casas, el sentido del confinamiento no era otro que salvar el mayor número de vidas posibles, el cierre preventivo de centros educativos, suspensión del calendario electoral (Bolivia), cierre
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de las fronteras terrestres, marítimas y fluviales, suspensión de viajes al extranjero para empleados públicos y demás ciudadanos, estado de excepción, toque de queda, cuarentena nacional o absoluta, prohibición del ingreso de extranjeros, cierre temporal de los establecimientos comerciales, excepto supermercados, farmacias, centros médicos y establecimientos para la venta de productos de salud. La Organización Mundial de la Salud por medio de los más de 190 Estados Miembros y de todos sus delegados, recordaba una y otra vez a la población las medidas para no contagiarse: “Evitar el contacto cercano con personas enfermas. Evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca con las manos sin lavarse. Lavarse frecuentemente las manos con agua y jabón por al menos 40 segundos. Usar un desinfectante de manos que contenga al menos un 60 % de alcohol si no hay agua y jabón disponibles. Si está enfermo, para prevenir la propagación de la enfermedad respiratoria a los demás, debería quedarse en casa. Cubrirse la nariz y la boca con un pañuelo desechable al toser o estornudar y luego tirarlo a la basura. Limpiar y desinfectar los objetos y las superficies que se tocan». Pero ¿qué es la enfermedad COVID-19? La descripción que hace la OMS es la siguiente: “La enfermedad del coronavirus 2019 (Covid-19) es una afección respiratoria que se puede propagar de persona a persona. El virus que causa el Covid-19 es un nuevo coronavirus que se identificó por primera vez durante la investigación de un brote en Wuhan, China (…) Es probable que el virus que causa el coronavirus Covid-19 haya surgido de una fuente animal, pero ahora se está propagando de persona a persona”. Los síntomas son fiebre, tos y gran dificultad para respirar. ¿Y su origen? La humanidad entera vivió en carne propia y fue espectadora de la primera pandemia mundial en tiempo real a través de los medios de comunicación y redes sociales. En cuanto a la génesis del virus, las hipótesis versan sobre las siguientes suposiciones con variadas argumentaciones: castigo divino o una plaga
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anunciada en los sublimes escritos bíblicos (en América Latina comenzó en Cuaresma), arma biológica, hecha desde la interminable lucha política o ideológica de algunos jefes de Estado (muchos sostienen que el virus es un arma biológica de EE.UU. y China para dominar el mundo. Se afirma que el virus fue creado, manipulado genéticamente. La famosa Dra. Chinda Brandolino, afirma que el virus se patentó en un laboratorio del Reino Unido), y la más común o difundida, es la del murciélago grande de herradura chino (Rhinolophus ferrumequinum), considerado el sospechoso principal de ser el vector del brote universal de la COVID-19.
Los historiadores reseñan en sus voluminosos libros y documentales las diferentes pandemias y pestes que han azotado a la humanidad, comenzando con la viruela, la plaga de Atenas, el cólera, la peste antonina, la plaga de Justiniano, la fiebre amarilla, la gripe porcina, la gripe asiática, el ébola, virus de transmisión sexual VIH/Sida hasta la COVID-19 en estos días de nuestro siglo presente. Afirman que las pestes y pandemias han puesto en peligro la supervivencia de la raza humana. Ante esta pandemia del coronavirus, vivimos una emergencia mundial. Única quizá. Hemos sido corresponsables los unos de los otros. Nos dimos cuenta que no somos “islas” aisladas. Que estamos interrelacionados, y que la salud personal dependió de los otros, y la de los otros de la personal. Sentimos miedo. Miedo como lo sintió el pueblo hebreo antes de salir de Egipto hacia la Tierra Prometida. Miedo como el de los apóstoles encerrados en sus casas por la ira de los judíos. Miedo como el de los primeros cristianos en las catacumbas por la persecución de los romanos. Pero también experimentamos que el gran concierto de naciones estuvo más cercano en toda su historia.
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Ciertamente, esta pandemia mundial ha golpeado fuertemente todos los ámbitos de la sociedad. La humanidad no será igual después de la pandemia… La economía y los mercados recibieron un golpe bajo y muy fuerte. En otras palabras, la economía mundial se enfila por el camino del despeñadero de la gran recesión jamás vista en la historia de los mercados financieros. Por ello, hoy más que nunca, estamos llamados en carácter de urgencia a hacer una reflexión sobre el impacto moral, económico y social de la pandemia. El coronavirus también tocó nuestra fe, y ojalá no una fe infantil y divorciada de la razón. Razón y fe van siempre de la mano. A la luz de la fe, descubrimos que después de esta pandemia, hemos de ser más humanos, más solidarios, más fraternos. La ambición desmedida de muchos hombres y mujeres por tener más y más dinero a costa de lo que sea, no tiene ningún sentido. Con el coronavirus fuimos seres más vulnerables y débiles. Todos nos podíamos enfermar. Todos, sin excepción alguna. En realidad, somos seres que necesitamos de cuidado, de muchísimo cuidado. Han sido impresionantes los videos que circulaban en los medios de comunicación y redes sociales de actos verdaderamente humanos, ungidos con el óleo de la solidaridad y fraternidad, actos ni siquiera vistos en tiempo de Navidad, que es una temporada en la cual vemos más actos de amor en favor de los más desprotegidos. El ingenio y la creatividad del ser humano se disparó a un ciento por ciento. Tan metidos en nosotros mismos, atrapados por tantos dispositivos con las mil y una aplicaciones, dejamos de ser creativos e ingeniosos. Nos subimos al tren trepidante de la vida, el cual ensordece nuestro ingenio. La música, la buena música con mensajes esperanzadores llenaron la escena gris que envolvió la pandemia. La canción Volveremos a brindar, de la cantante española Lucía Gil, se convirtió en el gran himno en tan terrible tiempo de peste. Poemas y escritos plasmaron en cada de una de sus letras sentimientos de apoyo y ánimo. Varios cantantes famosos ofrecieron conciertos desde sus casas y los transmitían a través de Instagram y otras redes sociales. Las
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redes explotaron con videos muy graciosos de los famosos desde sus casas. Escritores de alta talla literaria, como mi paisano Sergio Ramírez Mercado, por medio de Twitter prepararon eventos que versaban sobre la crisis sanitaria de la COVID-19. Decía más arriba, que los planos desde donde más se discutió o se reflexionó sobre el letal virus, fueron el plano político y religioso. En el plano religioso, varios teólogos escribieron sobre la pandemia. Los artículos de Víctor Codina (para mí el mejor), Leonardo Boff, Michael P. Moore, Timothy Radcliffe y José Antonio Pagola, iluminaron el tema de la peste desde diferentes puntos: la bondad de Dios que escucha las oraciones del que sufre, revisar el modo de habitar la Casa Común, el aprender a moderar el consumismo exacerbado, el Dios de la vida y no de la muerte, el ciberespacio que nos acerca, buscar todas las formas posibles para predicar el Evangelio en medio de la pandemia, somos una sola comunidad humana, el no caer en una actitud fideísta y el más allá. Varios teólogos se preguntaban sobre el origen de la COVID-19. El teólogo Michael P. Moore responde sobre el origen del virus: “El COVID-19 existe porque también los virus forman parte de un mundo finito y en evolución: de la única manera que podría haberlo hecho un Creador. El freno de este flagelo depende del descubrimiento de la vacuna necesaria, y esto es obra y responsabilidad del hombre, no de Dios”. Algunos especialistas advierten que la vacuna podría causar daños terribles… Y los pastores de la Iglesia católica, ¿qué dijeron? ¿Los obispos, qué afirmaron? ¿Qué dijo el papa de Roma? ¿Cómo respondieron ante la dura y fría pregunta de muchos sobre si Dios ha abandonado a la humanidad en esta pandemia? Cuando nuestro Señor Jesucristo se encontraba en el suplicio de la cruz, sobre el Gólgota, gritó al Padre Dios, a su Buen Padre Dios con estas palabras que consigna el apóstol y evangelista san Mateo: “Desde la hora sexta hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona clamó Jesús con fuerte voz: «¡Elí, Elí! ¿lemá sabactaní?», esto es: «¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?»”(Mateo 27, 45-46). ¿Es que Dios abandonó a su propio Hijo? Si abandonó a su propio hijo, ¿qué nos espera a nosotros, que somos sus
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hijos en adopción? San Pablo, el apóstol de los gentiles, dice: “Eligiéndonos de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad” (Efesios 1,5). Con la expresión “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”, Jesucristo, el Hijo de Dios, hace suyas las palabras con la cuales se abre el salmo 22. Jesús, como buen judío, conocía muy bien este hermoso salmo. Según los entendidos de la Palabra de Dios, este salmo es una oración sincera, es un lamento doloroso, en el que el salmista pide socorro, experimenta el silencio de Dios y su ´aparente´ ausencia. La cuarta palabra que Cristo Jesús pronunció en la cruz, ha sido comentada por muchos teólogos y especialistas bíblicos. El papa emérito Benedicto XVI, comentó esta palabra diciéndonos lo siguiente: “Es una llamada dirigida a Dios que parece lejano, que no responde y que parece haberlo abandonado (…) Expresa toda la desolación del Mesías, Hijo de Dios, que está afrontando el drama de la muerte, una realidad totalmente contrapuesta al Señor de la vida (…) Abandonado por casi todos los suyos, traicionado y renegado por los discípulos, rodeado por los que le insultan, Jesús está bajo el peso aplastante de una misión que debe pasar por la humillación y el aniquilamiento. Por esto grita al Padre y su sufrimiento asume las palabras dolientes del Salmo (…) No es un grito desesperado, como no lo era el del Salmista, que en su súplica recorre un camino atormentado que llega finalmente a una perspectiva de alabanza, en la confianza de la victoria divina (…) Ante ellos, el salmista pide socorro, en un grito que abre los cielos, porque proclama una fe, una seguridad que va más allá de toda duda, de toda oscuridad y de toda desolación. Y el lamento se transforma, deja lugar a la alabanza en la acogida de la salvación”. Es importante aclarar, que Jesucristo no se sintió abandonado de su Padre Dios. Él experimentó en la hora de la salvación la presencia de Dios a su lado. Como hombre verdadero, experimentó el dolor y la angustia normal de cualquier ser humano. Experimentó en ese momento del suplicio la inmensa soledad al verse abandonado por todos los suyos: familiares, amigos y discípulos más cercanos. Infinita soledad.
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En ese momento cumbre de su vida sintió la soledad, pero más que sentirse abandonado por su Padre Dios, se sintió abandonado por el género humano. Por eso, el salmo 22 que recitó Nuestro Señor Jesucristo en la cruz no fue un grito de desesperación, sino de confianza en las manos providentes del Dios amor. Y cuando muchos gritaron en medio de la pandemia del coronavirus que Dios nos abandonó, ¿cómo debió entenderse este grito? ¿Abandonó Dios a la humanidad? Nos preguntamos nuevamente. La humanidad estaba profundamente asustada. En una de las intervenciones en su canal de YouTube, al momento de orar, Mons. Silvio Báez, obispo auxiliar de Managua, decía que a Jesús, el Hijo de Dios, le gusta escuchar nuestros lamentos. Debe ser nuestra oración cotidiana. Que la humanidad a la que ama Dios, y por la que se entregó a la muerte se enfermó. Esa humanidad se dio cuenta que habían descuidado muchas cosas importantes, y que en ese momento se sentía frágil y pequeña. Tenía miedo, estaban exhausta y asustada. Así pues, clamó a Dios pidiendo que no la abandonara. El 27 de marzo, el papa Francisco, desde una plaza de San Pedro totalmente vacía y fría, cubierta de una leve lluvia, como signo de vida, impartió al mundo entero una bendición extraordinaria Urbi et Orbi (a la ciudad de Roma y al mundo) para hacer frente a la pandemia de la COVID-19. Esta bendición se imparte normalmente sólo dos veces al año: el Domingo de Resurrección y el día de la Natividad del Señor. Teniendo como texto evangélico el de Marcos 4,35-41: “La tempestad calmada”, el papa dio una palabra esperanzadora a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Televisoras, radios y redes sociales del mundo entero siguieron al papa Francisco con suma atención. Las frases más significativas del mensaje esperanzador del primer papa latinoamericano, fueron: “La tempestad desenmascara nuestra debilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades (…) Nos hemos mantenido imperturbables, pensando mantenernos sanos en un mundo enfermo (…) Nos dimos cuenta que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero al mismo tiempo, necesarios e importantes, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente(…) En tiempos de sufrimiento, entendemos el llamado de Jesús que todos
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sean uno (…) La oración y el servicio silencioso son nuestras armas (…) Jesús trae serenidad en nuestras tormentas (…) En su cruz hemos sido salvados; tenemos un timón (…) Abrazar su cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades de nuestro tiempo (…) Abrazar al Señor es abrazar la Esperanza (…) No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no es (…) Necesitamos al Señor como los antiguos marineros las estrellas. Invitemos a Jesús a la barca de nuestra vida. Entreguémosle nuestros temores, para que los venza”. Esa experiencia vivida en la bendición extraordinaria Urbi et Orbi, debe quedar incrustada en nuestros corazones para toda la vida y comunicarla a las generaciones futuras como un verdadero memorial. La pandemia de la COVID-19 obligó a cerrar las puertas de los templos de la Iglesia católica en todo el mundo, pero no logró cerrar las puertas de los corazones de la Iglesia doméstica. La Iglesia es la gran familia de Dios formada por muchas familias en el mundo entero. Es la Iglesia doméstica el origen y la base de las primeras comunidades cristianas y de la Iglesia universal. Los cristianos católicos del siglo XXI experimentamos vivir la fe como la vivieron los primeros cristianos que celebraban en sus casas. San Pablo, en una de sus cartas saluda a los cristianos reunidos en casa para celebrar su fe con estas palabras: “Saludad también a la Iglesia que se reúne en su casa. Saludad a mi querido Epéneto, primicias del Asia para Cristo” (Romanos 16,5). Para el apóstol de los gentiles el hogar es el lugar donde se reúne la comunidad eclesial, en la que reside la plenitud de la Iglesia que Jesucristo fundó. Aquellos primeros cristianos aprendieron a ser cristianos desde sus casas. Así lo leemos en el Catecismo de la Iglesia católica: “Desde sus orígenes el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, ‘con toda su casa’ habían llegado a ser creyentes”(CIC 1655). En el
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evangelio del Espíritu Santo, el libro de los Hechos de los Apóstoles, leemos cómo deseaban salvarse en Cristo Jesús todos, sin excepción, principalmente los miembros de sus casas: “Le respondieron: «Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa» (Hechos 16, 31).
La Cuaresma y Semana Santa 2020 serán únicas en la vida de todos los cristianos católicos. Cuando se decretó la cuarentena en varios países, se pensaba que la Semana Mayor iba a ser trasladada a otra fecha. Se preguntaban: ¿cuándo será la Semana Santa? La Congregación del Culto Divino y de los Sacramentos contestó saliendo al paso inmediatamente en Decreto titulado “En tiempo de COVID-19”, lo siguiente: “La Pascua, corazón del año litúrgico, no es una fiesta como las demás: celebrada durante tres días, el Triduo Pascual, precedida por la Cuaresma y coronada por Pentecostés, no puede ser trasladada». Contestó el cardenal Robert Sarah, prefecto de dicha Congregación. Por ello, el papa Francisco y las Conferencias Episcopales del mundo entero, en comunión con él, invitaron al Pueblo de Dios a vivir la Semana Santa en sus hogares, como lo hicieron aquellos cristianos en los albores radiantes de la fe cristiana: vivir la fe como Iglesia doméstica. Desde las diócesis, parroquias, casas religiosas, conventos y monasterios se transmitieron los oficios santos litúrgicos y actos devocionales de la Semana Santa, octava de Pascua y días subsiguientes. Todo el ingenio y creatividad de obispos, sacerdotes, diáconos y religiosos inundaron las redes sociales como Facebook Live, Twitter, Instagram, YouTube, Google Duo, Zoom y Tik Tok, en las que transmitieron la santa misa, catequesis, char-
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las, consejos, canciones, lectio divina y otras actividades para proclamar la triunfante resurrección de Nuestro Señor Jesucristo a todo el
mundo. Hasta el buen humor estuvo presente… Reímos como niños con tanta creatividad. A millones de católicos nos gustó ver al papa Francisco compartiendo la situación de la COVID-19 a través de las redes sociales y programas televisivos. Cuánto gustó y sorprendió a la vez la confesión del papa argentino a Jordi Évole en las redes sociales, en el programa “Lo de Évole». Jordi le preguntó al papa: “En una situación como la crisis por coronavirus, ¿se pueden tener crisis de fe?, ¿hasta un papa puede poner en duda la existencia de Dios?», y el papa le contestó: “He tenido mis crisis de fe y las he resuelto por la gracia de Dios. Pero nadie se salva del camino común de la gente, que es el mejor camino, el más seguro, el concreto. Y eso nos hace bien a todos». Pienso, que el mundo ya no será igual. Hay un antes y un después de la pandemia de la COVID-19. De esta gran crisis sanitaria hemos de transformar lo negativo en positivo, porque es esencial para nuestro bienestar personal y comunitario. De esta pandemia mundial hemos de entresacar una catequesis de vida y amor. No podemos seguir siendo iguales que antes. La vida continúa de modo diferente. Nos dimos cuenta de que la vida es un instante. Que nos necesitamos los unos a los otros, y que nuestra vida descansa en Dios y en su Madre, la Virgen. «La plaga no está hecha a la medida del hombre, por lo tanto, el hombre se dice que la plaga es irreal, es un mal sueño que tiene que pasar. Pero no siempre pasa, y de mal sueño en mal sueño son los hombres los que pasan, y los humanistas en primer lugar, porque no han tomado precauciones”(Albert Camus, La peste, 1947).
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BIOGRAFÍA Bosco José de Jesús Rodríguez Alvarado es misionero redentorista. Nicaragüense por gracia de Dios. Hijo de Juan Bosco Rodríguez Medal y de Josefa del Socorro Alvarado de Rodríguez. Fue bautizado un 30 de marzo de 1967, en la parroquia ´Sagrado Corazón de Jesús´ del barrio Monseñor Lezcano. Hizo sus votos temporales en la Congregación del Santísimo Redentor el 6 de enero de 1991, en Tegucigalpa, Honduras. Recibió el orden del diaconado en 1995, en Chalatenango, El Salvador, por manos de S.E. Mons. Eduardo Alas; en ese mismo año, el 1 de julio, recibió el orden sacerdotal por manos de S.E.R. cardenal Miguel Obando Bravo, en Managua, Nicaragua. El Señor, en su infinita misericordia, y su Madre Santísima, le han permitido al padre Bosco José servirle en su Iglesia Santa y Católica, y en la Congregación del Santísimo Redentor, en diferentes apostolados: como párroco (del Santísimo Redentor o El Redentor de Managua por varios años), superior, vicario, socio de prefecto, miembro del EMICAR, rector del Santuario Nuestra Señora del Perpetuo Socorro en San Salvador, cronista, editor del boletín REDENTORISTAS AC, presidente del Secretariado de Vida Comunitaria y Espirituali-
dad, vicepresidente de la junta directiva de la Vida Consagrada de la diócesis de Alajuela y vicario episcopal de la Vida Religiosa diócesis de Alajuela y miembro del Gobierno provincial de América Central. Cuenta con un Diplomado en Espiritualidad y Evangelizadores con Espíritu. En el año 2001, en una experiencia en la Arquidiócesis de Managua, se le encomendó la fundación de una nueva parroquia, la parroquia ‘Nuestra Señora de Fátima’, en El Salto, San Rafael del Sur. Con ´temor y temblor´ –como afirma él mismo- ha ejercido el apostolado de la pluma. Cuenta con alrededor de sesenta escritos inéditos y editados de género y subgénero literario narrativo y didáctico.
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Para él, ser misionero redentorista significa colaborar en la Iglesia con su misión esencial: la evangelización, que “consiste en anunciar el Amor infinito del Padre revelado por Cristo en el Espíritu”, según lo enseñó el papa de su niñez, san Pablo VI en su vibrante y sonoro mensaje en la “Evangelii Nuntiandi”. Y muy en sintonía con lo que nos enseña hoy el papa Francisco en la exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” y la bula “Misericordiae Vultus”. *Algunos escritos anteriores del autor: “En Jesucristo hay abundante redención”, 1ª y 2ª edición, 2006 y 2007, respectivamente. “Revista Conmemorativa” En Jesucristo hay abundante redención, 2007. “Crónica breve de la abundante redención en Nicaragua”, 2008. “Santos Cristos de Managua”, 2008, dedicado al cardenal arzobispo de Managua, Leopoldo José Brenes S. “Madre mía del Perpetuo Socorro. Breves notas sobre esta advocación”, 2009. “Necrología del R.P. Ricardo Alonso Yárritu. Misionero de dos Mundos”. Escrito compartido con el R.P. Roberto Bolaños, 2009. “Santo Dominguito de Managua” 2010. Versión electrónica, 2014. “La iglesia Nuestra Señora de Los Dolores: Más allá de su arte. Aspectos de su belleza espiritual” 2011, dedicado al P. Roberto
Bolaños. “ Revista Conmemorativa”, Santuario y Parroquia Santo Cristo de La Agonía”, 2015. “Santa María del Perpetuo Socorro, Madre de Misericordia. Recopilación de textos”, 2016, dedicado a los oblatos redentoristas de la provincia de América Central. Cuenta con varios artículos publicados en el Eco Católico, semanario de la Iglesia en Costa Rica. *Algunos de sus escritos inéditos: “Ensayo sobre San Alfonso”, 1988. “San Antonio de Padua”, 1993. San Salvador, El Salvador. “Santa Misión en San Rafael de Chalatenango”, El Salvador, 1993. Cuento “Dos vidas, siete rosas y un mes…” 2001. “Reseña histórica de la Parroquia del Santísimo Redentor”, 2010. “Abundante Redención en Nicaragua-Misioneros Redentoristas” 2010. “Testigo de mi propia historia”. A modo de autobiografía, entre 2011-2016. Está en Facebook, Twitter, Instagram, ISSUU y tiene su propio blog: pboscojracssr. blogspot. com Diagramación y diseño: Marco Hidalgo
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