LA HUELLA DE DIOS EN LA COMPOSICIÓN LITERARIA DE RUBÉN DARÍO, EL “PRÍNCIPE DE LAS LETRAS CASTELLANAS” Por Bosco J. Rodríguez A., C.Ss.R.
“Félix Rubén, yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Era día domingo 3 de marzo de 1867 cuando, en la Basílica Catedral de la Asunción de León, en la histórica ciudad de Santiago de los Caballeros de León, Nicaragua, mosén José María Ocón, pronunciando la fórmula trinitaria y derramando tres veces agua sobre la crisma del niño Félix Rubén García Sarmiento, bautizó a quien sería más tarde, el universal Rubén Darío, el bardo de los bardos de la Nicaragua azul y blanco, mi tierra lacustre. La ciudad de León, en el año 2017, con la organización de su diócesis, Alcaldía Municipal y la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-León), celebró el 150 aniversario del bautizo del inmenso Rubén Darío. Con música de la Banda Municipal “José de la Cruz Mena”, declamación de poesía dariana y danzas folclóricas, se hizo remembranza del baño
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que purifica, santifica y justifica que recibió el poeta. El obispo de la ciudad, Mons. César Bosco Vivas Robelo, dijo en esa ocasión: “Celebrar este bautizo es afirmar que la cultura, el arte y la religión, no están reñidas”. Fue en esa bella ciudad, en el atardecer de un día abrasador, estando frente al Archivo Histórico Diocesano de León, cuando mi amigo, el R.P. Roberto Bolaños, me animó a escribir mi primer libro. La monumental obra de Rubén Darío está catalogada en el género literario de la poesía y prosa. El Instituto Cervantes, con sede central en Madrid, España, presenta en su página electrónica una cronología de las obras del “Príncipe de las letras castellanas” (bautizado así por Manuel Reina Montilla, escritor, senador, diputado y miembro de la Real Academia de la Lengua). Desde su fallecimiento en 1916, hasta nuestros días, se sigue trabajando en el arduo oficio de registrar y clasificar su obra. ¡Su trabajo escritural es una vasta creación literaria! La periodista española Rosa Villacastín, nieta de Francisca Sánchez del Pozo, la ´Princesa Paca´, bautizada así por el poeta y escritor mexicano Amado Nervo, y coautora de la novela La princesa Paca: La gran pasión de Rubén Darío, cuenta que su abuela, en 1956, donó un baúl al Gobierno de España, el cual contenía muchísimos documentos fundamentales de Rubén Darío. Estos documentos se custodian actualmente en la Universidad Complutense de Madrid. Villacastín, por su parte, durante 20 años se encargó de catalogar los documentos darianos, los cuales eran más de 6000 entre cartas, notas, crónicas y artículos del bardo de Cantos de Vida y Esperanza.
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El prestigioso historiador nicaragüense, especialista en la obra de Rubén Darío, el Dr. Edgardo Buitrago y otros renombrados especialistas, resaltan en sus estudios la idea de Dios o religiosidad en el autor de Azul... En toda su inmensa obra, encontramos las huellas de la idea de Dios y de la religión. Darío, con tan solo doce años de edad, escribió su primer soneto intitulado “La fe”; esto lo consignan varios estudiosos, entre ellos el ensayista Alexander Zosa Cano, en su escrito El origen del pensamiento religioso de Rubén Darío. Es en este breve soneto donde encontramos las primeras huellas de Dios en su majestuosa obra. ¿Cómo se dibuja la idea de Dios en el entendimiento, en la imagen de la mente y en el conocimiento racional del hombre? ¿Cuál es el influjo motor de esa idea del Ser Supremo? ¿Cómo se forma el concepto teológico, bíblico, filosófico y antropológico del Dios Uno y Trino? ¿Cómo se va tomando conciencia de Dios como omnipresente porque está en todas partes, como omnipotente, porque lo puede hacer todo y omnisciente porque lo sabe todo? ¿Cómo se llega a ese Dios que ha recibido varios nombres: Alá para el Islam, Yahvé para el judaísmo? Y para los cristianos católicos es el Dios de Jesucristo, del que discurrió profundamente el papa emérito Benedicto XVI, enseñándonos que es compasivo y su compasión es amor, ternura y misericordia. Y el Dios del magno Rubén Darío, ¿cuál fue? ¿Cuál era su idea vivencial de Dios? ¿Fue teórica o poética? En todo hombre hay un influjo sobre la idea de 3
Dios que proviene del entorno familiar, social y eclesial. Dios actúa en el tiempo y en la historia. Entra humildemente en nuestro espacio vital y hace historia con nosotros. San Lucas, evangelista, narra en su estilo impecable y único, el censo y empadronamiento ordenado por el emperador romano Augusto César. José y María también viajaron a empadronarse. El relato precisa personajes, datos y lugares históricos al nacer el Hijo de Dios: el Hombre-Dios, el DiosHombre, diría el gran san Atanasio. Dios es el “sarcóforo”, portador de la carne, y es el “pneumatóforo”, portador del Espíritu. Lucas enmarca la “Buena Nueva” del nacimiento de Jesucristo en la historia humana, la historia de nuestra salvación, en nuestra propia historia; es decir, la historia de amor de Dios con su pueblo. Dios entra maravillosamente en nuestro espacio vital y en nuestro tiempo, “Dios camina con nosotros”. Asimismo, Dios va realizando maravillas en las diferentes etapas de nuestra historia, y se encarna en un lugar determinado, en un tiempo y espacio determinados. Dios se hizo presente en la persona, en el tiempo y en el espacio vital de Rubén Darío cuando vino a este mundo un viernes 18 de enero de 1867. En ese año el sumo pontífice era Pío IX. En Estados Unidos de América, el presidente era Andrew Johnson. En España reinaba Isabel II. Nicaragua estaba gobernada por el general Tomás Martínez Guerrero, y el obispo de Nicaragua era José Bernardo Piñol y Aycinena, quien consagró la Catedral de León por segunda vez en 1860. Estas referencias históricas son la génesis de una idea de Dios en la composición literaria de Darío. La espiritualidad y vida pastoral de la Iglesia católica a finales del siglo XIX, estaban bajo el influjo de dos concilios ecuménicos: Concilio de Trento (1545-1563) y Concilio Vaticano I (1869-1870), interrumpido por la invasión de los Estados Pontificios por las tropas
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piamontesas de Víctor Manuel II de Italia. Pero la Iglesia, desde el siglo XII caminó por el sendero trazado de la Teología de la Redención de san Anselmo de Canterbury (1033-1109). Esta teología marcó profundamente la idea de Dios en la cristiandad de Occidente por varios siglos. Pastores de la Iglesia, teólogos, maestros de oración, escritores y poetas fueron marcados por el pensamiento teológico del arzobispo de Canterbury. San Anselmo, en su tratado ¿Por qué Dios se hizo hombre? enseña que Adán cometió un grave pecado al desobedecer a Dios, un pecado con gravedad infinita, pues el pecado se mide por el honor del ofendido, afirmaba Anselmo. Por eso, Dios debía dar un perdón con castigo, pues si Dios otorgaba un perdón sin castigo, era introducir el desorden en el sistema establecido por el mismo Dios. Por eso Dios envió a su único Hijo Jesucristo, para salvar al hombre de su cólera; así, Cristo liberó a los hombres de la cólera de Dios atrayendo sobre sí el castigo divino. La teología anselmiana, siglos más tarde, fue superada por la teología de la redención de san Alfonso María de Ligorio, quien afirma en sus obras que bastaba que Cristo derramara una sola gota 5
de su sangre para redimirnos, que lo hizo por su amor sobreabundante al hombre. Para san Alfonso en el corazón de Dios no hay deseo de castigo al hombre, sino solo amor. Y es el Concilio Vaticano II, que renueva el pensamiento teológico de la redención hasta nuestros días. La redención no se concibe hoy en día como perdón con castigo, sino como compasión: amor, ternura y misericordia. Varios biógrafos y estudiosos de la obra de Rubén Darío afirman que, este inmenso poeta, quien favoreció el encuentro entre las letras de España y Latinoamérica fue un lector asiduo de las Sagradas Escrituras. En varios de sus poemas desfilan personajes o temas específicos del Antiguo Testamento, como también del Nuevo Testamento, cuyo personaje central es Nuestro Señor Jesucristo. Darío también leyó la biografía de varios santos de la Iglesia católica: san Francisco de Asís, san Ignacio de Loyola, san Luis Gonzaga y otras más. La primera influencia religiosa en la vida de Darío, la recibe de su madre, Rosa Sarmiento; luego, de su madre adoptiva, Bernarda Sarmiento y de su tía Rita Darío. Las primeras lecciones del catecismo cristiano católico, las recibe de la Cartilla de San Juan Bautista de La Salle y el Catón Cristiano, libro compuesto de frases piadosas hechas, oraciones, poesías y aspectos gramaticales del idioma español. La Nicaragua de Rubén Darío y la de hoy es religiosamente fervorosa. Las cinco vertientes de la piedad popular en Nicaragua, son: devoción al Santísimo Sacramento, devoción a Cristo Crucificado, devoción a la Inmaculada Concepción de María. Nicaragua es un pueblo mariano por excelencia. Pueblo en el cual se le tributa a la Madre del Señor un amor especialísimo y que celebra con gran devoción y forma singular, el misterio de la Inmaculada Concepción de
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María, Patrona de la República de Nicaragua. Devoción a los santos patronos de los lugares y devoción a la Santa Cruz. En Nicaragua, como en toda América Latina, el pueblo cristiano católico se identifica de forma especial, emocional, existencial, vivencial, con el misterio que encierra la Santa Cruz. De esta savia espiritual bebió desde su niñez y juventud nuestro inmensurable Rubén Darío quien, con un crucifijo entre sus manos de despidió de este mundo terrenal, significando así su fe y esperanza, nos dice el escritor Harlan Oliva Regidor. El vocablo religión, según el DRAE, significa lo siguiente: “Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”. Darío era católico, aunque no un poeta católico, puntualizan sus estudiosos. No es exacto compararlo con Juan de la Cruz, el “príncipe de los místicos”, Tomás de Aquino o José María Robles Hurtado, santos y poetas católicos. Pero sí es exacto compararlo con escritores y poetas que detrás de la métrica y la rima han dedicado obras a la poesía religiosa, entre los cuales figuran don Miguel de Cervantes Saavedra, “Padre de las letras castellanas”, Lope de Vega Carpio, Francisco de Quevedo, Amado Nervo o Ramón López Velarde. Darío Gómez Sánchez, en su relato Religiosidad y Poesía en Rubén Darío, afirma que en el bardo de Prosas profanas hay acepciones de su religiosidad: cristianismo, hedonismo y esoterismo, las cuales se basan en el culto a Jesús Nuestro Señor, la mujer y la armonía universal. En la composición literaria del poeta hay un claro sincretismo bien arraigado en las corrientes filosóficas de su época. Darío era hijo de su tiempo. Gómez Sánchez nos dice que el autor de Poema del otoño
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no solo hizo de su arte una forma de teosofía, sino que, de la poesía construyó una religión de la modernidad. Pero ¿cómo el autor del Canto errante logró enclavar religiosidad con elementos de la doctrina cristiana, la doctrina ética del hedonismo y el esoterismo? Rubén Darío estuvo relacionado sentimentalmente con cuatro mujeres: su prima Isabel, a quien la nombraba como “Inés”, quien despertó en él la sensualidad; Rafaela Contreras, su primera esposa, conocida en el mundo de las letras como “Stella”, con quien se casó un 11 de febrero de 1891 en la Catedral Metropolitana de Santiago de Guatemala; Rosario Emelina Murillo Rivas, de quien dijo que era la mayor decepción que un hombre puede tener de una mujer; y, su gran y verdadero amor, Francisca Sánchez del Pozo, la “Princesa Paca”, a quien Rubén Darío le llamaba coloquialmente en la intimidad “mi Tataya” o mi “Coneja”. Con ella vivió dieciséis años sin poder recibir el sacramento del matrimonio, por estar casado eclesiásticamente con Rosario Murillo, y no haber obtenido la nulidad matrimonial que había solicitado estando en Roma al papa León XIII. Rubén Darío fue muy feliz en compañía de su princesa Paca, a quien veneró como hombre eternamente enamorado de una única mujer. Estuvo al lado de ella sus últimos años de vida, y ella correspondió siendo una compañera de vida abnegada, mimándolo y consintiéndole hasta en el buen comer. Francisca guisaba para su príncipe sopa de tortuga con un chorrito de limón, y también las tan gustadas costillas adobadas con frijoles que degustaba el poeta como un gran y exquisito banquete junto a sus amigos. No hay que olvidar que Rubén Darío era especialista en cocina, escribió una crónica de gastronomía, nos dice Sergio Ramírez Mercado, nuestro Premio Cervantes. Para el creador de Peregrinaciones la presencia de la figura de la mujer en su vida
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fue el tema y motivo de gran inspiración. A su princesa Paca la llamó siempre “mi ninfa”. La belleza de la naturaleza creada por Dios estaba encarnada en el ser de la mujer, hay una divinización o culto a la mujer que lo llevó a fusionar en sus versos erotismo y religiosidad, afirman sus estudiosos. La vena de su religiosidad la tiene por las tres mujeres que le transmitieron la fe y devoción cristiana: Rosa Sarmiento, Bernarda Sarmiento y Rita Darío. Las ideas orientales de religiosidad y corrientes paganas, como el esoterismo, destilaron en la obra del autor de Coloquio de los centauros. El vocablo esoterismo, a mi entender, debe interpretarse en su segunda y tercera acepción: “Dicho de una doctrina: Que se transmite oralmente a los iniciados. Dicho de una doctrina de la Antigüedad: Que era transmitida por los filósofos solo a un reducido número de sus discípulos”. Darío Sánchez Gómez lo resume así: “De hecho, sus creencias teosóficas son una manifestación más de sus profundas dualidades, lo que lo lleva a colocar en un mismo plano lo sagrado y lo profano, lo carnal y lo espiritual. Darío hace de la poesía el espacio para la conciliación de contrarios, para la realización de la unidad en la diversidad”. La miríada de estudiosos de Rubén Darío, convergen en perfecta sintonía al afirmar que es el modernista más influyente. Fue el principal e incansable buscador y perseguidor de una forma que no encontraba su estilo; por eso, cual águila, se remontó en las alturas del firmamento de las letras, logrando su verdadera libertad de expresión estilísticos emblemáticos del movimiento modernista. El magisterio del poeta de Los raros y prosas profanas y otros poemas ha iluminado y sigue iluminando el firmamento azul de las letras castellanas de España y América. Siempre me he preguntado, por qué a una lumbrera como nuestro bardo nicaragüense nunca se le concedió el Premio Nobel de Literatura, del cual, sin equivocarnos un ápice, era gran merecedor. La respuesta es, sin temor a errar, la siguiente. El primer nobel de la historia de este galardón fue el francés Sully Prudhomme, poeta y ensayista, en 1901; hasta 1930, la Academia Sueca vuelve su mirada al Nuevo 9
Mundo, concediéndole el galardón internacional al estadounidense y novelista Sinclair Lewis; y hasta el año de 1945, el Premio Nobel de Literatura posó su mirada en América Latina, cuando dicho premio se quedó en el “largo pétalo de mar”, Chile, en la persona de Lucila Godoy Alcayaga, conocida universalmente en el mundo de las letras hispanoamericanas como Gabriela Mistral, por su poesía lírica; y en 1967, los miembros de la Academia deciden fijar su mirada en América Central, la “dulce cintura de América”, otorgándole el galardón de Literatura al primer y único centroamericano, hasta nuestros días, al guatemalteco, don Miguel Ángel Asturias, autor de El señor presidente y Hombres de maíz. La vida terrenal del “príncipe de las letras castellanas” se apagó un 6 de febrero de 1916, pasada las diez de la noche, a los 49 años de edad, en la plenitud de la vida, para encenderse eternamente en el inmenso firmamento del género lírico. Los templos emblemáticos e históricos de la ciudad de León doblaron sus campanas y se dispararon cañonazos. Días antes, el poeta se había confesado con el presbítero Félix Pereira, y recibió el sacramento de la unción de los enfermos de manos de Mons. Simeón Pereira y Castellón, primer obispo de León. Sus funerales fueron apoteósicos, nos dice en un artículo el historiador Roberto Sánchez Ramírez. El obispo Pereira y Castellón ordenó que los funerales del poeta se celebraran con el ceremonial de ‘príncipes y nobles’. Uno de los oradores fue el sacerdote y poeta Azarías H. Pallais. Fue inhumado en la Basílica Catedral de la Asunción de León, al canto sonoro la “Marcha Triunfal”, con honores de Ministro de la Guerra y Marina, y se decretó duelo nacional. Su tumba es custodiada por un inmenso león de mármol, que aún llora la muerte de una de las glorias más eximias de Nicaragua y el mundo de las letras. El bardo libertador de la lengua
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española se fue de nuestro mundo para unirse al infinito mundo de los antiguos celtas. Sin duda alguna, Rubén Darío revolucionó la lengua de habla española. En su verso estaba toda la armonía del mundo, dijo el poeta español Antonio Machado. Rubén Darío es el príncipe eterno de las letras castellanas. El Cisne blanco que majestuosamente nadó en los lagos cristalinos de la poesía, con vuelo poderoso despegó en el firmamento infinito como representante del modernismo literario en lengua española. Con gran ingenio creó ese tótem del cisne para atrapar la inteligencia y atención de los niños, hablándoles de los reinos de hadas, jóvenes, mayores, poetas, cantores, místicos y grandes soñadores. Voló con belleza inmaculada, haciendo una métrica perfecta con ritmos de las literaturas clásicas. Con elegancia, gracia, armonía y belleza hizo de su poesía y prosa música casi celestial. El cisne dariano surcó las aguas turbulentas de las críticas, de la envidia y hasta de la intriga con plumaje renovado de estética y del lenguaje limpio y sonoro. Navegó con cuello arqueado, y otras con cuello erguido, pero nunca torcido…
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