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Boletín de la Biblioteca Rafael Galván Año 1, Nº 1, Agosto - Octubre 2012
La actualidad de Trotsky Una lectura a contrapelo. JAIME ORTEGA REYNA
Trotsky, Breton y Rivera
Cuando la revolución y el arte confluyen. DAVID RODRIGO GARCÍA COLÍN CARRILLO
De Francia a México
El aislamiento noruego, la esperanza mexicana, la comisión Dewey y la muerte en Coyoacán. MIGUEL MOURIÑO FAJARDO
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Boletín de la Biblioteca Rafael Galván Año 1, Nº 1, Agosto - Octubre 2012
La actualidad de Trotsky
Una lectura a contrapelo. JAIME ORTEGA REYNA
Trotsky, Breton y Rivera
Cuando la revolución y el arte confluyen. DAVID RODRIGO GARCÍA COLÍN CARRILLO
De Francia a México
El aislamiento noruego, la esperanza mexicana, la comisión Dewey y la muerte en Coyoacán. MIGUEL MOURIÑO FAJARDO
Instituto del Derecho de Asilo Museo Casa León Trotsky José Antonio González de León Director Biblioteca Rafael Galván Nayeli Moctezuma Moreno Coordinación ARCHIVOS Boletín de las Biblioteca Rafael Galván D.R. © Archivos, Año 1, número 1, agosto-octubre, 2012. D.R. © Instituto del Derecho de Asilo-Museo Casa León Trotsky, Av. Río Churubusco núm.410, Col. Del Carmen, Delegación Coyoacán, C.P. 04100, México, D.F. Diseño y cuidado de la edición: Nayeli Moctezuma Moreno En portada: Estudio Casa León Trotsky Archivos: Boletín de la Biblioteca Rafael Galván es una publicación trimestral de carácter académico y cultural que busca contribuir a las tareas de investigación, difusión bibliográfica y enriquecer el campo del trabajo documental. Es editada por el Instituto del Derecho de Asilo-Museo Casa León Trotsky.
Toda contribución deberá enviarse a: boletinarchivos@gmail.com Los artículos contenidos en esta publicación son responsabilidad de sus respectivos autores y no comprometen la posición oficial del Instituto del Derecho de Asilo-Museo Casa León Trotsky.
ÍNDICE DOSSIER LA VIGENCIA DEL PENSAMIENTO DE TROTSKY
PRESENTACIÓN
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DIÁLOGOS La actualidad de Trotsky Una lectura a contrapelo
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JAIME ORTEGA REYNA
Trotsky, Breton y Rivera Cuando la revolución y el arte confluyen.
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DAVID RODRIGO GARCÍA COLÍN CARRILLO
Reivindicar a Trotsky hoy Una lectura contemporánea de Mi vida de León Trotsky.
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MAURO SEBASTÍAN ESPÍNOLA TERÁN
De Francia a México El aislamiento noruego, la esperanza mexicana , la comisión Dewey y su muerte en Coyoacán.
59
MIGUEL ÁNGEL MOURIÑO FAJARDO
CONTORNOS Y SEMBLANZAS El hombre que amaba a los perros MARTÍN MANZANARES
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ÍNDICES La colección León Trotsky NAYELI MOCTEZUMA MORENO
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CALEIDOSCOPIO Exilio, una mirada a través de la biblioteca personal de León Trotsky
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iálogos
La actualidad de Trotsky Una lectura a contrapelo. Jaime Ortega Reyna* Resumen El presente trabajo busca realizar una lectura de la temprana obra de Trotsky, "Nuestras Tareas políticas" con el fin de resaltar los aspectos más relevante para nuestra realidad, comparando sus planteamientos con la tradición que el inauguró. Se plantea una crítica al pensamiento de Trotsky en su visión dominante, particularmente en puntos relevante que el marxismo ha tratado desde otras perspectivas y se presenta una alternativa de compresión de la misma, ubicada en su contexto
Abstract This paper seeks to make a reading of the early work of Trotsky, "Our Political Tasks" to highlight the most relevant to our reality, comparing their approaches to the tradition that opened. We propose a critique of Trotsky's thought in its dominant view, particularly relevant points that Marxism has sought from other perspectives and presents an alternative compression thereof, located in context. Palabras Clave Trotskismo, la causa socialista, estalinismo, sobre-
estalinización, movimiento obrero. Keywords Trotskysm, the socialist cause, stalinism, over-stalinization, workers movement.
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No puede existir duda alguna sobre la relevancia histórica y política de un personaje como León Trotsky en el desarrollo de la historia del siglo XX. Plantearse la actualidad de su pensamiento, sin embargo, representa una problemática que tendrá que trazarse por varios senderos. Las razones de dicha situación se deben en gran medida a la polémica que suscitó su obra en medio de un movimiento político que en un momento de auge y explosividad social optó por otras visiones luego dominantes, relegando la suya a grupos reducidos o periféricos. La consagración de Trotsky como un líder político derrotado, pero a su vez encumbrado como el padre fundador de una corriente política de cuño radical, vuelve más complicado asumir con suficiente cuidado su legado. Matizar siempre es complicado en situaciones que han nacido de extremos, sin embargo es posible seguir el impacto político y cultural, incluso literario (Padura, 2009; Aguinis, 2011; Young-Tulin, 2012) de su legado. Es a partir de estas consideraciones iniciales que el presente texto tiene como objetivo central, proponer una lectura de Trotsky a contrapelo de la corriente que reclama su nombre y su legado: el trotskismo; empresa desmedida, pero que me parece ha sido ya apuntada en otros ámbitos. Por ejemplo Jack Barnes propuso hablar de “Su Trotsky y el nuestro”, precisamente como una forma de rescatar el legado del revolucionario ruso más allá del intento de ortodoxia que se construyó en su nombre. A propósito de los trotskismos Daniel Bensaid (2007) ha tenido a bien apuntar la pluralidad que componen a éste; pluralidad que no ha obviado la formulación de un corpus más o menos homogéneo de ideas y concepciones sobre la práctica política. El trotskismo, más allá de sus diferencias múltiples y muy conocidas, guarda sin embargo un núcleo muy similar en cuanto a sus referentes históricos, sus argumentos políticos y sus concepciones sobre lo que debe ser la política. Desde mi perspectiva y siguiendo a Zizek, hay que desembarazar la figura y la obra de Trotsky de esa visión construida por sus seguidores más fieles. La valía del personaje histórico, teórico y político, está más allá de las disputas por su legado. La valoración tampoco puede ir siempre en concordancia sobre su relación con Lenin, otro
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gran dirigente político que aparecerá a lo largo de la historia. El trotskismo construyó un Trotsky que debía ser considerado en su fidelidad a Lenin. Propongo entonces una lectura de Trotsky a contrapelo del trotskismo. En principio, trataré de esbozar lo que me parece difícil sostener como “actualidad” de su legado lo escribo con la franqueza de que se trata de apuntes de una discusión muchísimo más amplia. A partir de la obra Nuestras Tareas Políticas escrita en 1904 (Abosch, 1974: 22) señalaré lo que me parece un núcleo crítico sumamente actual de su pensamiento, deteniéndome brevemente sobre la recepción de dicha obra en sus más importantes comentadores. Como resulta obvio, no sólo me ocuparé de Trotsky y su propuesta política de aquel momento, sino que tendré que hacer referencia en particular a Lenin y su conocida “teoría del partido”, la cual me parece ha comenzado a ser considerada de forma más amplia.
Lo no-actual en Trotsky
La “ortodoxia” construida al seno de una corriente política que en la segunda mitad del siglo XX se volvió muy activa, nos ha entregado una visión de Trotsky asentada en algunos de los pilares que actualmente tienen serios problemas al ser encarados. Quisiera detenerme en dos: a) la teoría de la revolución permanente; b) la concepción sobre los orígenes, causas y derroteros del movimiento revolucionario. La teoría de la revolución permanente, es el gran orgullo de las organizaciones trotskistas, con ella han buscado desprenderse de las concepciones lineales que prevalecieron en cierto marxismo tradicional, tanto el heredado por el reformismo de la II Internacional, como por el movimiento comunista de cuño soviético; apelando a que la historia no tiene etapas definidas y que la política en tiempos de la expansión del mercado mundial, conducía a ciertas sociedades por un tránsito de mayor prontitud a la revolución y que no había necesidad de subordinar las perspectivas revolucionarias a buscar la “revolución burguesa” que desarrollase el capitalismo (Trotsky, 1998:63-70). Las llamadas por Trotsky “tareas democráticas” serían cumplidas por la revolución encabezada por el
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proletariado, sin necesidad de desarrollar procesos de liberación nacional previos. En resumen, Trotsky(2000)plantea la actualidad de la revolución en la periferia capitalista, aunque reconoce un retraso del tránsito sólido al socialismo. Si bien en esto no hay mayor problema, puesto que en realidad fue lo que ocurrió en el inicio de la Revolución de Octubre de 1917, hay una construcción historiográfica que hace parecer que el dirigente máximo de la revolución rusa -Lenin- en realidad adoptaba la posición de Trotsky. Es aquí donde la cuestión se trunca en cuanto posibilidades interpretativas. Kostas Mavrakis un intelectual griego de filiación maoísta- ha demostrado convincentemente que Lenin desde 1905 tenía una concepción muy similar a la que Trotsky expondrá en sus ideas sobre la revolución permanente (Mavrakis, 1974: 39-44). La diferencia entre Lenin y Trotsky recae sobre en el papel que uno y otro le dan al mundo campesino. Mientras que para Lenin la alianza obrero-campesina es la fundamental en un país como Rusia, para Trotsky es el proletariado industrial el que “acaudilla” a las masas campesinas. Lenin escribía en noviembre de 1915 que: En lo que respecta a Trotski, éste propone una solución errónea en NasheSlovo, repitiendo su “original” teoría de 1905 y negándose a reflexionar sobre las causas por las cuales, durante diez años, la vida ha pasado de largo ante esa magnífica teoría. La original teoría de Trotski copia de los bolcheviques el llamamiento al proletariado a una lucha revolucionaria resuelta y a la conquista del poder político, y de los mencheviques, la “negación” del papel del campesinado. (Lenin, 1978).
Si bien la disquisición sobre la originalidad de la teoría de Trotsky en realidad no es un tema relevante para nuestro argumento –por lo demás, en su autobiografía reconoce la paternidad a Parvus-1 sí lo es la diferencia que existe en la construcción de las alianzas * Maestro en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México. 1 Esta influencia de Parvus siempre fue señalada por la ortodoxia soviética. (Vasetski, 1987 y Kostin, 1983), como un elemento a criticar, pues dicho dirigente socialdemócrata terminó atacando a la revolución bolchevique. .
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políticas para la conducción de la revolución. Esta será la verdadera disputa en el seno de la historiografía marxista: la concepción de la vanguardia de la clase obrera que “acaudilla” a sectores campesinos, o la construcción de alianzas que permitan la hegemonía articulada por Lenin al final de su vida. Es aquí en realidad donde se juega en el problema sobre la formulación teórica y la construcción efectiva de una hegemonía política. No es casual que el gran crítico de la revolución permanente de Trotsky sea Gramsci, aunque más allá de las discrepancias existan cuestiones compartidas que han sido puestas de relieve recientemente (Sacarelli, 2008: 11). En repetidas ocasiones, Gramsci refiere a los aciertos de “Bronstein” al señalar temas de lo más relevantes para la construcción de la hegemonía política, para después marcar su distancia en lo que respecta a la revolución permanente. Gramsci insiste en reiteras ocasiones que la sociedad que se presenta en “Occidente” está compuesta por un sistema de “casamatas” que impiden el derrumbe inmediato del poder político burgués. Para él la revolución permanente pertenece a la etapa de las barricadas, donde el Estado no ha generado las suficientes mediaciones políticas para integrar a la clase obrera. Desde una perspectiva que sigue al llamado Testamento político de Engels, Gramsci da un cierre a la forma primordial de la revolución en el siglo XIX: la de minorías conscientes que se apoderan del Estado. La revolución que se avecina en el siglo XX es la que se realiza por medio de mayorías conscientes, que no sólo se apropian del aparato estatal ni apuntan a su destrucción sin más. La teoría de la revolución permanente pertenece, para Gramsci, a una época de minorías conscientes (que “acaudillan”) que sostienen la revolución como un golpe fulminante de fuerza; lo cual explica los coqueteos del teórico fascista Curzio Malaparte (1975) con Trotsky a propósito del “Golpe de Estado”. Este punto ha sido reiterado en la distinción que hay, de fondo entre Trotsky y Gramsci. El segundo plantea que en “Occidente” debe aplicarse la Guerra de Posiciones para generar una hegemonía proclive a las clases explotadas (Aguilera, 1984:99). Al respecto la reconocida estudiosa de Gramsci, Buci nos menciona que: En una palabra, Trotsky sigue siendo el “teórico del ataque frontal, en un periodo en el cual ese ataque sólo ocasiona la derrota”. El Trotsky con el
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que discute ahora Gramsci no es el que escribe sobre el fascismo, sino el que ha desarrollado una hipótesis estratégica errónea (la de la revolución mundial). Y esta línea, por más que se proclame internacionalista, no es más que el reflejo de una situación específicamente rusa. (Buci, 1978: 337)
Esta discusión sobre la hegemonía no aparecerá en el trotskismo dominante. El problema de la hegemonía no aparece en su forma de construcción de la táctica política, porque seguirán anclados a la visión del vanguardismo de la clase obrera, producto de la Revolución Rusa en un momento muy específico de ésta, terminando por producir -a decir de Mavrakis- un “fetichismo de la clase obrera”. Esto contrasta no solamente con Gramsci sino también con Lenin, quien para 1917 tenía clara la necesidad de la construcción de la hegemonía y así lo han hecho notar los más disímiles comentaristas del dirigente Ruso.2 La consecuencia más grave de esto ha sido la tendencia a considerar que la revolución debía de ser extendida a toda costa, sin importar los procesos nacionales o locales de construcción de
la hegemonía. Esto es claro en la discusión sobre el
aislamiento de la revolución, la posibilidad y la derrota de ella en Alemania. La idea “napoleónica” de exportarla fue duramente criticada por Gramsci, como bien lo ha señalado Losurdo (1997: 204) e incluso por la ortodoxia soviética (Basamov, 1974:38). Esto con respecto a la revolución permanente, que no es una teoría equivocada en su lineamento fundamental dicho lo anterior, la revolución con demandas democráticas en la época actual, sólo puede aspirar a ser completada por la forma socialista de plantearse el orden social; Más que un adelanto, es una descripción de lo que ocurrió. El problema está en la forma en la que Trotsky creyó pertinente hacerlo, omitiendo a los campesinos y en algún momento aduciendo la posibilidad de expander la revolución hacia Alemania por la fuerza. Si en el planteamiento se corresponde con la época actual del capitalismo mundializado, en su método hay un resabio del siglo XIX. Ésta discusión que aparece
2Puede
verse el trabajo clásico de Gruppi (1978), el del soviético Tropkin (s/f) y más recientemente el de Shandro (2010). Aunque existen versiones opuestas que tienen una lectura de Lenin como teórico del “ataque frontal”, siendo el caso de Salem (2009) el más importante.
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como exclusiva del plano teórico, sin embargo tuvo su importancia en la disputa por el poder político, Stalin (1978: 366) aprovechó en repetidas ocasiones esta debilidad de Trotsky por el sector campesino, así como la afirmación de que la teoría de la revolución permanente fue asumida por Lenin y el partido bolchevique hasta 1917 (1978b: 20) logrando capitalizarlo hasta desplazarlo de los círculos de poder. El segundo punto refiere a la concepción que tiene Trotsky y el trotskismo sobre el desarrollo de lo que a principios del siglo XX era conocido como el movimiento comunista. El derrotero de éste ha sido analizado, después de 1928 -momento del exilio sobre la base de algunos presupuestos del momento que se volvieron una forma universal de explicación-. La concepción general descansa sobre la idea de que la “burocracia” estalinista ha traicionado toda aspiración revolucionaria. Cualquier derrota política del movimiento comunista ha sido leída por una tradición política como una simple traición. Losurdo (2008) llama a ésto la teoría de la “traición permanente”: la Guerra Civil Española ; laRevolución China; la Revolución Griega; la liberación italiana la francesa en general, cualquier movimiento que no haya instaurado un “estado obrero” como el soviético, necesariamente se le asoció
con la traición por parte de a burocracia que
contuvo las aspiraciones revolucionarias de las masas. Esta concepción ha tenido graves consecuencias. De inicio contiene una limitación inmediata que omite condiciones históricas concretas, relaciones de fuerza nacionales e internacionales así como la construcción de la hegemonía a favor de la causa socialista. Tiene también como defecto que en primer lugar, ha generado un concepto que sirve como llave para entender cualquier proceso social por disímil que sea este. El concepto de “stalinismo”3 entendido éste como un proceso de degeneración burocrática que congela el momento revolucionario. Como corriente política se ha leído la historia del movimiento obrero y comunista sobre la base de la existencia de una especie de búsqueda de autoderrota encarnada por estas burocracias que continuamente traicionan a sus dirigidos. Así, resultaría que los milicianos comunistas españoles, los partisanos italianos , los griegos e
Una exposición de la “teoría de Trotsky sobre el Stalinismo” en Frank (1978). Hoy día hay versiones más elaboradas de esta categoría, que se alejan de la visión primigenia (Fitzpatrick, 2000). 3
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incluso la propia elite dominante soviética al iniciarse la segunda gran guerra europea, tuvieran como objetivo su propia derrota. El “stalinismo” ha sido el macro-concepto que busca dar respuesta a derrotas políticas independientemente de condiciones concretas; La mayor parte de su concepción proviene de una falta de investigación histórica y se presenta como conceptos a-priorísticos. Una visión histórica complejiza muchísimo más cada uno de estos y otros sucesos, tal como se lo ha propuesto hacer Losurdo (2011) recientemente. Aquí se encuentra como consecuencia de este a-priorismo, la falta de investigación documental sobre procesos históricos concretos. Es el caso del problema del Estado y la forma productiva que impera en los países del “socialismo real”. El trotskismo leyó –y sigue leyendo- múltiples realidades desde lo que fue el brillante prisma de los textos de Trotsky de los años treinta, mucho ha cambiado pero la interpretación sigue siendo la misma: Estado, obreros burocráticamente deformados que serán derribados por revoluciones políticas conducidas por vanguardias obreras. Esta concepción generó, que se omitieran los cambios sociales, culturales y políticos de naciones enteras en medio de un proceso de expansión del consumo, de alfabetización, de industrialización y de expansión urbana e incluso de nacimiento de corrientes marxistas y leninistas que desafiaron el orden ideológico y discursivo en los países del “socialismo real”(Kagarlitsky, 2005: 331-335; Zubok, 2008: 255). Moshe Lewin ha señalado que un efecto perverso de la “sobre-estalinización” de los análisis, ha sido solo reparar en los aspectos represivos, olvidando la transformación constantes del orden social (Lewin, 2008: 94). Esta situación generó un rezago de las corrientes trotskistas frente a otras que avanzaban en comprender la “naturaleza” del Estado soviético traduciéndose
en el apoyo político irrestricto a organizaciones de dudosa
fidelidad socialista, como Solidaridad en Polonia en los años ochenta. La esperada “revolución política” conducida por obreros decididos a llevar a buen término el socialismo y derrocar a la burocracia comunista nunca llegó. Lo que sí llegó fue la contrarevolución neoliberal conducida por estas mismas organizaciones. El trotskismo como corriente no podía intervenir más allá de sus análisis y declaraciones, pues como fuerza social había sido disuelta en los países del Este. Empero, políticamente sufrió una derrota
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al observar cómo la perspectiva de Trotsky de des-burocratización del Estado, vía la “revolución política” que cancelaría el proceso de burocratización nunca llegó, sino que se alejó aún más. Hasta aquí lo que consideramos inactual del legado de Trotsky, que mucho tiene que ver con el uso de su nombre: la construcción de una infranqueable ortodoxia que habrá que cuestionar.
La recepción de un texto polémico
El objetivo central del texto que señalamos como el más actual, Nuestras Tareas Políticas, fue el de elaborar una crítica radical a la concepción leninista del partido político, en ese momento sustentada en textos como: ¿Qué hacer? Y posteriormente Dos pasos atrás, uno adelante. No es -por cierto-, la única crítica que se hace a la concepción de Lenin. En Nuestras tareas políticas ha sido empalmada con la crítica hecha por Rosa Luxemburgo al partido que se construía en la entonces Rusia Zarista. No resulta casual que exista una tendencia contemporánea a hilar esas dos críticas como un momento del renacer del marxismo revolucionario fuera de las concepciones de la socialdemocracia alemana (Tatcher, 2007: 32). Si bien, la de Rosa Luxemburgo debe entenderse como un desatino en tanto que la situación en la que se encontraba el partido en el que ella militaba enfrentaba condiciones diametralmente distintas: “Los dos revolucionarios actúan en situaciones profundamente diferentes. La socialdemocracia alemana está ya sólidamente constituida, tiene carácter de masas, opera en la legalidad, en un país en que la clase obrera posee un fuente peso específico” (Gruppi, 1980: 59). Situación opuesta a la represión que vivía la entonces muy joven socialdemocracia rusa. En Trotsky no puede haber esta consideración, pues conocía bien la complicada situación –existencia de círculos de exiliados con su propia visión, una larga la tradición populista, la represión, la ilegalidad- en la que se comenzaba a desarrollar el partido obrero en la Rusia Zarista. El texto polémico de Trotsky no parece causar mucha mella a la hora de revisar el itinerario de algunas biografías de Lenin. Algunos de los biógrafos más recientes de éste último no mencionan la aparición del folleto de ese joven revolucionario que conociera en
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Londres después de escapar de Odessa. Así CarreredÉncausse(1998: 75-104) no menciona el texto, Robert Service tampoco aunque si el contexto (2001: 157), sólo Díez del Corral (2003: 157) le dedica un importante segmento dentro de las discusiones de la época. En su biografía sobre Trotsky, Service menciona cómo -salvo Lenin- el autor de Nuestras Tareas políticas no critica a ningún otro dirigente: “Trotsky se proponía probar que la influencia del líder bolchevique estaba disminuyendo y que su posición se iba haciendo “desesperada” y “Lenin, según Trotsky, había olvidado la necesidad que tenían los marxistas de promover “la actividad independiente del proletariado”. Una concentración obsesiva en el centralismo y en la disciplina era dañina. Trotsky, dejando a un lado su admiración inicial por (el) ¿qué hacer?, sugería que Lenin estaba demasiado preocupado por el papel del diario” (Service, 2010: 122-123)
A diferencia de otros temas que representan una ruptura clara entre Lenin y Trotsky, como lo será el tema de los sindicatos bajo el nuevo Estado, (Ortega y Pacheco, 2012) Nuestras tareas políticas tiene una recepción diferenciada donde no hay condena absoluta, ni tampoco adhesión franca por parte de la tradición que se apropio de su nombre. Una parte de ello se debe al propio Trotsky en su autobiografía (1973) quien buscó olvidar el asunto y relegarlo definitivamente, esto explica el porqué no existe referencia alguna al texto, aunque sí del ambiente de escisión en el partido socialdemócrata en el que se da dicha polémica. Victor Serge (1974: 21) con la sobriedad que lo caracteriza no hace juicio del folleto y retrata las posiciones al momento de la confrontación con Lenin. En su biografía, Wilde lo considera visionario aunque aclara que “Trotsky lamentó más tarde la publicación de este escrito, aunque sus “intuiciones” se vieron confirmadas.”(Wilde, 1972:54).Uno de los pocos comentarios favorables procede de Norman Geras, quien aduce que cuando escribe el folleto para polemizar “estaba escasamente predispuesto a cualquier religión del partido” (Geras, 1987: 27-28). En su clásica historia sobre el Partido Bolchevique Broué (1973) lo limita todo a una nota. Entre la producción más
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reciente, la biografía de Jean –Jacques Marie (2009) menciona el texto sólo en una ocasión, no prestándole mucha importancia y centrándose en descalificar a quienes vieron el texto como “profético”. La referencia clásica en esta línea es la biografía de Deutscher. En El Profeta Armado describe el folleto de Trotsky y todas sus implicaciones. Como muchos otros detecta un aire juvenil anti leninista poco maduro. Un error de juventud sería el texto donde a pesar de buscar con Lenin la construcción del partido con la disciplina necesaria “estallaba en protestas individualistas” (Deutscher, 1966: 96), de aquí viene el juicio severo sobre el texto que los más ortodoxos asumirán. Existe el reconocimiento de un texto polémico, pero que para la tradición será también equivocado.
Lo vigente en Trotsky: a propósito de Nuestras Tareas Políticas
La lectura más acabada del texto de Trotsky, relegado u olvidado por una tradición política, ha sido la de Alain Brossat (1976) en su ya clásico texto sobre El pensamiento político del joven Trotsky. Brossat expone de forma magistral el estado de la discusión al seno de la entonces joven socialdemocracia rusa. Indudablemente no tiene empacho en señalar los grandes defectos que aquejan a un joven intelectual que se acerca al campo revolucionario, teniendo un enorme respeto por las figuras históricas de un movimiento que comienza a renovarse. Retrata la disputa con la figura que interpela a esos dirigentes históricos y lanza constantes diatribas en su contra: Lenin. La lectura de Brossat es canónica en tanto que permite construir un “Trotsky antes del trotskismo” esto es, un revolucionario inmaduro que aún no es “hombre de partido” como Lenin, cuya endeble experiencia en el movimiento obrero le hacen creer las ideas de Axelrod y compañía, sobre la necesidad de construir una socialdemocracia similar a la europea. Brossat insistirá mucho en la inmadurez, en la falta de perspectiva política, en su provincialismo. Todo esto es cierto. Trotsky apenas ha comenzado a militar, el destierro no ayuda mucho a estar en contacto con un movimiento obrero que se encuentra activo, espontáneo, desorganizado, vivo. La propuesta organizativa de Lenin le parece demasiado exagerada.
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Pero Trotsky parte de supuestos de una realidad que no existe. El diagnóstico de Brossat sobre la inadecuación de Trotsky en ese momento es certero. ¿Dónde se encontraría pues la actualidad del texto de Trotsky, Nuestras Tareas Política? Considero que su valía no está per se en la crítica a Lenin. Su crítica al partido propuesto de Lenin -dado el momento contra revolucionario que vive Rusia en ese momento- es equivocada. Sin embargo, su crítica a una forma de partido será válida para el futuro: en la forma de construcción de la organización que adoptó la tradición comunista e incluso la trotskista. Aquí radica su actualidad: no en la crítica al partido de Lenin en general, pues éste cambió de perspectiva con el avance del proceso revolucionario a partir de 1905, sino ante todo en la forma única de construcción del partido. El texto inicia con un prefacio donde Trotsky expone lo que considera el problema fundamental: como un sector del propio partido se detiene en cuestiones mezquinas, como es la problematización de las formas de organización, desprendiéndose de esta obsesión una concepción demasiado racionalista de la forma organizativa. El combate esta obsesión. En el capítulo primero Trotsky se lanza contra el periódico de Lenin, el Iskra menciona que si bien hay que reconocer su papel, lo que en verdad hay que hacer es “el carácter históricamente limitado” (1975: 43) de dicha publicación. Su pugna con Lenin empieza a aflorar en lo que éste considera el instrumento más importante de organización: el periódico. Para Trotsky la relación entre la publicación periódica de los socialdemócratas y el movimiento obrero es vista por Lenin como muy simplista al pensar que la primera tiene algún impacto en la dirección política del segundo. De aquí se desprende su tercer capitulo, en donde Trotsky expone lo que son y deberían ser las tareas prácticas de la organización. Tal como se ha llevado hasta el momento, con el centro de la actividad en la publicación periódica, Trotsky considera que la organización no sólo no dirige al movimiento obrero real y actuante, sino que se limita a ser una organización para la difusión de literatura socialista. Dicha actividad es “inutilizable como regulador de la viviente energía revolucionaria de las masas” (1975: 58). Aquí considera que no todo puede depender de una publicación periódica: “el partido
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representa más que un simple dominio político bajo la influencia directa del periódico” (1975: 65). Toda la argumentación de Trotsky recaerá en lo que considera el otro punto neurálgico a critica de Lenin: el peso que le da a los intelectuales socialistas que promueven la teoría y la concepción del mundo, desde afuera de la propia clase: “veremos una organización constituirá en sus tres cuartas partes –si no es en sus nueve décimas partes- por intelectuales marxistas que dirigen las manifestaciones primitivas de la lucha de clase del proletariado…” (1975: 73). Casi al final del capítulo II y haciendo caso omiso de los múltiples adjetivos con los que cubre a Lenin (casi al final del libro hablará de “Maximiliem Lenin”, por ejemplo) Trotsky llega al momento clave y más actual. La famosa cita que sería una especie de adelanto de la crítica posterior, se encuentra así: “En la política interna del partido, esos métodos conducen a la organización del partido a “Reemplazar” al Partido, al Comité Central a “sustituir” a la organización del Partido y, finalmente, a un dictador a “reemplazar” al comité central” (1975: 97). No hay adelanto del “stalinismo”. No hay crítica, sin embargo, más acertada. El sustituir la participación de la clase por el de una vanguardia es lo que está en cuestión. La relación partido-masas que se establece a partir de Trosky es muy distinta a la que se desprende del ¿Qué hacer?, texto pensando en condiciones de dura represión, que fue emulado por la ortodoxia soviética y por el propio movimiento trotskista. Las consecuencias extraídas por Trotsky de la forma de organización son muy radicales y apuntan a una transfiguración organizativa: “separar la actividad consciente de la actividad ejecutiva, el pensamiento socialdemócrata de las funciones por medio de las cuales debe necesariamente realizarse. La “organización de revolucionarios profesionales”; más exactamente: su cima, aparece entonces como el Centro de la conciencia socialdemócrata y, hacia abajo sólo se hallan los disciplinados ejecutantes de las funciones técnicas” (1975: 108). Indudablemente el Trotsky de 1904 está más cerca del Gramsci de los Cuadernos de la Cárcel, que apunta a que el partido deberá ser el organizador colectivo de la conciencia colectiva. Esta actividad consciente de la que habla Trotsky y que rompe toda la división social del trabajo en el seno de la organización política se asemeja mucho al Gramsci que piensa al partido como intelectual
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colectivo -en ambos- el momento entre el pensar/hacer no está escindido por revolucionarios profesionales y masas que reciben pasivamente la ideología socialista, concepción heredara por Kautsky y la II Internacional, de la que Lenin se retirará más adelante. En realidad una lectura de Nuestras tareas políticas beneficia las actuales formas organizativas políticas que buscan relación con los movimientos sociales de características radicalmente distintas: “Hay que abandonar la esfera de la disciplina de la descomposición y descubrir las exigencias y necesidades reales del movimiento, comunes a todos…” (1975: 123). Las críticas a un supuesto “jacobinismo” ligado al problema de las clases sociales, que Trotsky ve expresado en Lenin, va acompañado de la crítica a las forma organizativas centralistas: “La preparación del proletariado para la dictadura es un problema de organización: consiste en preparar al proletariado para recibir una organización poderoso, coronada por un dictador”. La persistencia de estas férreas formas centralistas
y
disciplinadas conllevan a desactivar ese elemento “vivo” del movimiento, a adormecer las capacidades de la clase y el movimiento, a encerrar a las masas en una actividad rutinaria, pre-dipuesta desde arriba, desde la dirección, desde el comité central. La forma de organización centralista lleva a “reemplazar la dictadura del proletariado por la dictadura sobre el proletariado” (1975: 167) La actitud de Trotsky, como han señalado algunos, carecía de sentido en el momento en que el movimiento obrero ruso se encontraba reprimido, en donde era necesaria una organización de otro tipo, más aun en tiempos de escaza libertad política. Su postura tomará mucho más fuerza y relevancia no en el contexto ruso, sino en un contexto posterior. La crisis del movimiento comunista, en sus sucesivas vertientes -1956 y 1968 sobre todo- desataron esa “fuerza viva” de un movimiento de clase que superaba la dicotomía entre conciencia económica y conciencia política. Las fuerzas sociales que desafiaron al sistema -por fuera de los partidos comunistas y de las organizaciones trotskistas- respondían al llamado de Trotsky en 1904: la auto actividad de las masas, más allá de burocracias y periódicos que en su lucha cotidiana organizaban la superación de la conciencia económica. La relación entre masas y organización del tipo planteado por
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Lenin en las condiciones rusas del momento, pronto evaporadas a partir de la revolución de 1905, adquirían nuevas formas a partir de la segunda mitad del siglo XX. Dicha relación no estuvo signada por revolucionarios profesionales provenientes de clases cultas, que impregnan al naciente movimiento obrero de la conciencia política de tipo social. El movimiento obrero ha hecho su experiencia, ha formado sus cuadros y ha superado su conciencia economicista en la lucha cotidiana. El espontaneísmo es parte integral y no es necesariamente un defecto, no puede ni debe ser eliminado por una organización centralizada. El elemento “vivo” al que Trotsky refiere en Nuestras tareas políticas, se presenta de diversas formas, la sociología comenzó a llamarlo “movimiento social”, pero sin duda responde a la crisis de la ortodoxia comunista en cualquiera de sus variantes. Entre los partidos comunistas y los trotskistas existe un denominador común: la idea de que la mejor forma organizativa es la que identifican como “leninista” y quien no se apegue a ella tiene una concepción “idealista, inadecuada” (Mandel 1971: 28). Lo que corresponde como forma histórica concreto se transforma en una visión abstracta y universal. Alargar esa forma organizativa a través de la historia se presenta como un anacronismo lo trágico es que Trotsky pudo detectarlo tempranamente pero sus seguidores renunciaron a esa posibilidad. Lo anterior no quiere decir que Lenin no haya realizado aportes ni que su legado se vea traicionado; Está claro que el propio planteamiento de Lenin sobre el partido se modificó sustancialmente. Recientemente se ha traducido uno de los cuatro libros sobre Lenin que el intelectual Tony Cliff (2011) escribió a mediados del siglo XX. Su lectura permite ubicar los distintos momentos en que Lenin cambió su forma de ver a la organización política, pasando de un partido de cuadros reducido en número y con una actividad propagandística, a un partido de “puertas abiertas”. Lenin no se estancó como sí lo harían las tradiciones posteriores, tanto comunistas ortodoxas como las trotskistas, en la idea de un partido de vanguardia, de intelectuales que inyectan la conciencia a masas carentes de ella, ni a un partido de revolucionarios profesionales.
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La fuerza de esos preceptos fue de tal dimensión que también aún hoy, incluso en trabajos críticos que reflexionan sobre las lecturas dogmáticas y anquilosadas de la obra de Lenin, se repite el esquema en el que se encasillaron los aportes del dirigente de la Revolución Rusa en tres aspectos: la dictadura del proletariado, el imperialismo y la “teoría del partido”, remitiéndose esta última –insistimos- invariablemente al texto del ¿Qué hacer? (Concheiro, 2011: 25)
Un estudioso contemporáneo de Lenin, el más importante de la última década, Lars T. Lih,4 es contundente cuando dice que el ¿Qué hacer?, -texto canónico de la organización política comunista- es “históricamente importante, como un libro que muestra el fiero temperamento revolucionario de Lenin, pero ciertamente no como un documento innovador o clave desde su perspectiva” (Lih, 2010: 280). La crítica del por entonces joven Trotsky tiene mucha relevancia en las discusiones contemporáneas sobre la forma partido (Zizek, 2004: 111) como forma de superar la “resistencia” de los movimientos espontáneos. Pero dicha forma no se compromete con un modelo “clásico” o “canónico”. El error más grave está en desechar el aporte de Trotsky frente al de Lenin. Este último tuvo su relevancia pero fue superado por el propio Lenin, en cambio, hoy cuando la forma partido está tan desprestigiada, cuando parece agotarse la crítica de Trotsky pone en primer plano la actividad de la sociedad, de las masas y las formas que podría tener sin ser un aparato centralizado y burocratizado, de elites intelectuales, políticas o de profesionales de la propaganda. La aceptación de la forma atribuida a Lenin por parte de Trotsky y la tradición que le siguió fue precisamente obsesionarse por aquello que criticaba: el peso tan relevante de una “dirección”. Una teórica expurgada de la ortodoxia trotskista, Raya Dunayevskaya, señaló lo que significó esta fijación en el propio Trotsky: “Esta preocupación derivó de su tendencia a subordinar al “sujeto” autodesarrollado a su propia concentración en el problema de la dirección. Esta
Lars T. Lih ha escrito no sólo una reciente biografía en inglés de Lenin (2011), sino también un grueso volumen sobre el ¿Qué hacer? (2006) 4
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actitud lo indujo no sólo a levar el problema de la dirección al nivel de la teoría, sino a atribuir a Lenin esa postura”. (Dunayevskaya, 1977: 153). Eso fue lo que se sacrificó con la adopción de la postura atribuida a Lenin en la forma organizativa, la capacidad de auto organización sustituida desde arriba por la idea del partido “leninista” y que se expresaría claramente cuando sentenció que la crisis de la humanidad toda era la crisis de la dirección evolucionaria. Siguiendo no al Trotsky adecuado a una postura supuestamente idéntica a la de Lenin (insistiendo que este transformó su idea de partido) de lo que se trata es de que sobre la base del movimiento mismo, se re-piense la posibilidad de la organización política, saliendo más allá de los márgenes expuestos por las variantes dominantes de la tradición marxista. Es ahí donde Trotsky tiene su relevancia, su actualidad. Quizá más que nunca. En éste sentido toma relevancia lo que Antonio Negri dice a propósito de Lenin y la organización: “son las masas quienes escriben el nuevo ¿Qué hacer?” (2004: 281). Y en esta re-escritura sobre las formas de organización es que el Trotsky de Nuestras tareas políticas, tiene aún mucho que decir. De lo contrario, su obra y su legado, será siendo relegado y a la espera de ser valorado sólo frente a su aceptación a Lenin. En un contexto similar, -dice Enzo Traverso sobre la base de su obra- hay que atreverse a pensar de nuevo las concepciones dominantes, aun dentro de la tradición de izquierda: “exactamente como lo hizo Trotsky a comienzos del siglo, cuando chocó contra los dogmas del marxismo ruso y de la Segunda Internacional. En eso reside su herencia más preciosa y su actualidad. No se trata hoy de combatir dogmas paralizantes sino de preparar nuevamente los fundamentos de un edificio que acaba de derrumbarse” (2011).
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Trotsky, Breton y Rivera: Cuando la revolución y el arte confluyen. David Rodrigo García Colín Carrillo *
Resumen El fundador del “Ejército Rojo” dedicó parte de sus esfuerzos e inteligencia –durante su estancia en México- en el intento de establecer una federación de artistas y creadores que hiciera frente a la opresión y el totalitarismo; junto con André Breton -fundador del surrealismo- y con la venia de Diego Rivera - el gran muralistaplasmó ese intento en un manifiesto que reivindica la necesidad de la liberación del arte y el hombre. Este ensayo relata la confluencia entre uno de los revolucionarios más destacados del siglo XX con dos de los artistas más representativos de ese siglo. Las ideas surgidas de ese encuentro siguen siendo hoy tan vigentes como el día en que Breton y Rivera las signaron. Abstract The founder of the "Red Army" devoted part of their efforts and intelligence, while in Mexico, in the attempt to establish a federation of artists and creators who made the face of oppression and totalitarianism, along with André Breton, founder of surrealism - and with the permission of Diego Rivera - the great muralistestablished this attempt at a manifesto claiming the need for liberation of art and man. This paper describes the confluence of one of the most revolutionary of the twentieth century with two of the most representative artists of the century. The ideas generated from that meeting are still as relevant today as the day that the signaron Breton and Rivera. Palabras Clave Trotsky, Diego Rivera, André Breton, Arte, Cultura, Revolución Keywords Trotskysm, Diego Rivera, André Breton, Art, Culture, Revolution.
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He aquí lo que queremos: La independencia del arte-por la revolución; la revolución –por la liberación definitiva del arte. (Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente) Transformar el mundo dijo Marx; cambiar la vida, dijo Rimbaud: estas dos consignas no son para nosotros más que una. (André Breton)
La visita a México de André Breton y su encuentro con Trotsky –quien se encontraba bajo la hospitalidad del general Cárdenas- en mayo de 1938, dio la oportunidad para que el fundador del surrealismo y el fundador del Ejército Rojo intercambiaran opiniones acerca del psicoanálisis y, sobre todo, la suerte del arte en el mundo capitalista. Fue la oportunidad para que Trotsky proyectara una plataforma artística revolucionaria con el fin de atraer a la inteligencia, a los artistas y creadores críticos, en torno a un manifiesto que fue redactado por ambos personajes y editado, por motivos de propaganda, con las firmas de André Breton y Diego Rivera. La intención del “Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente” era hacer contrapeso a las plataformas artísticas del stalinismo (como la stalinista “Asociación de Escritores y Artistas Revolucionarios”) y aglutinar a los artistas progresistas, tanto en contra del stalinismo como del capitalismo, la guerra mundial en ciernes y el fascismo. El Manifiesto expresa la concepción libertaria del arte que sostenía Trotsky y su lucha por liberar a la creación espiritual de las garras del lucro privado y la opresión.
Breton había leído en 1925 el Lenin de Trotsky, lectura que le impactó profundamente, dándole forma a sus confusas ideas –desde un punto de vista político- sobre la revolución; lectura que le convenció de que el movimiento surrealista debía adherirse a la causa socialista1. En el “Segundo Manifiesto Surrealista” (1929) Breton y su grupo manifestaron * Doctorante de filosofia por la Universidad Nacional Autónoma de México. 1 . El libro de Trotsky no sólo impresionará a Breton sino a su círculo intelectual surrealista. Éluard, quién leyó
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su acuerdo con las tesis defendidas por Trotsky en Literatura y revolución. A un folleto del grupo surrealista titulado La planet`e sans visa, que se pronuncia contra la expulsión de Trotsky del territorio francés, se debe la errónea atribución a Breton de la famosa frase “planeta sin visado” que proviene, en realidad, de la autobiografía de Trotsky. La voz de Breton es una de las pocas, dentro del mundo de la intelectualidad, que se alzan contra los proceso de Moscú (1936-1938) y que señalan a Stalin como “el gran negador y principal enemigo de la revolución proletaria […], el principal falseario de hoy […] y […] el más inexcusable de los asesinos.” (Bonnet, 2009: 387.) El ambicioso proyecto impulsado por Trotsky en sus debates con Breton y Diego era ni más ni menos que formar una Federación Internacional de Arte Revolucionario Independiente (FIARI), una organización democrática en donde los intelectuales de izquierda debatieran en congresos y foros las tareas de los artistas y del arte en la época de decadencia del capitalismo. El primer paso consistiría en agrupar a nivel internacional a un grupo de escuelas artísticas o corrientes críticas en torno a las ideas del manifiesto, generar congresos y asambleas como un paso intermedio a un congreso mundial fundacional. Se trataba de un proyecto de plataforma que no debía confundirse con un Partido revolucionario bolchevique (IV internacional) –con ideas marxistas definidas- sino una federación en donde los marxistas tendrían el mismo derecho a expresar sus ideas como cualquier otra corriente de izquierda preocupada por el destino del arte y opuesta a la reacción en todas sus formas. En una carta de Trotsky a Gerard Rosenthal fechada el 27 de Octubre de 1938, Trotsky sostiene que no se le puede exigir a Breton que subordine su revista La Revolution Surrealist -en donde éste defiende los principios de su escuela surrealista (el dadaísmo)- a las ideas de la FIARI. En la federación proyectada, tanto los surrealistas como los marxistas tendrán el mismo derecho de defender sus ideas acerca del arte y de su relación con la revolución y la política. La IV internacional no se adhiere en particular a ninguna escuela vanguardista. Tratará de ganar a los creadores a la idea de la transformación social mediante el el Lenin de Trotsky a recomendación de Breton, le escribirá a éste: “Este libro es uno de los más grandes que jamás haya leído”. (Bonnet, 2009: 386)
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establecimiento de un frente común en defensa del arte y en oposición a los regímenes totalitarios. Toda escuela artística debe tener el derecho a defender sus propias ideas. […] Él representa la escuela surrealista. Nosotros no nos hacemos mínimamente responsables por él. En el terreno del arte, que para él es el más importante, tiene naturalmente el más absoluto derecho a hacer lo que quiera. No es nuestra competencia adherir a determinadas tendencias artísticas sino unirnos a ellas en la medida en que se oponen a los ataques totalitarios al arte. Cualquier intento por parte nuestra de subordinar las tendencias artísticas como tales a determinados intereses políticos sólo traerá como consecuencia nuestro desprestigio ante los verdaderos artistas. (Trotsky,1976: 131) Esta notable aclaración hecha a Rosenthal, es la misma que Trotsky hace a Breton en una carta a éste escrita el 27 de octubre de 1938. […] En una de mis cartas a Partisan Review aconsejo guardar una actitud crítica, expectante y… “ecléctica” hacia las distintas tendencias artísticas. Esto último le extrañará, porque generalmente soy muy poco partidario del eclecticismo. Pero hay que explicar el sentido de este consejo. Partisan Review no es la publicación de una escuela artística. Es una revista marxista que se dedica a los problemas del arte. Tiene que mantener una actitud crítica y amistosa hacia las distintas escuelas. Pero toda escuela artística tiene que ser fiel a sí misma. Por eso sería absurdo proponerles, por ejemplo, a los surrealistas que sean eclécticos. Toda tendencia artística tiene el derecho absoluto de disponer de sí misma. Este es, por otra parte, el sentido de su manifiesto. Mis más afectuosos saludos, León Trotsky. (Trotsky, 1976: 132)
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Cuando Trotsky se entera de la visita de Breton y la posibilidad de un encuentro con él (en total hubo unos ocho o diez encuentros2) buscó la manera de aterrizarlo en la acción, de ahí surgió la idea del Manifiesto. Breton afirmará que “el propio Trotsky apenas tenía una comprensión mediocre del problema artístico” (Jean-Jacques, 2009: 523). Lo que sí es cierto es que Trotsky tenía una “comprensión mediocre” de la corriente fundada por Breton. Trotsky manda traer el Manifiesto del surrealismo, Nadja, los vasos comunicantes, entre otras obras del gran poeta, cuando se entera de la posibilidad de un encuentro. El juicio de Breton quizá tenga relación con la defensa de Trotsky por la narrativa realista de Zolá tan despreciada por el movimiento surrealista: Cuando leo a Zola [afirma Trotsky] descubro cosas nuevas que no conocía, penetro en una realidad más vasta. Lo fantástico es lo desconocido”. Breton, bastante sorprendido, se puso tenso […] “Sí, sí, sí, estoy perfectamente de acuerdo, hay poesía en Zola. [Trotsky continuó] Usted invoca a Freud pero ¿no es para una tarea contraria? Freud hace surgir al inconsciente en lo consciente. ¿No quiere usted ahogar los por el inconsciente?” [Breton respondió] “No, no, evidentemente que no”. Luego hizo la inevitable pregunta: “¿Freud es compatible con Marx?” [Trotsky respondió] ¡Oh! Usted sabe… Esas son cuestiones que Marx no había estudiado. Para Freud, la sociedad es un absoluto, excepto quizás en El porvenir de una ilusión; ella asume la forma abstracta de coacción. Hay que penetrar en el análisis de la sociedad. (Heijenoort, 1979:131) El debate no carece de interés pues se trata de la visión de un vanguardista de primera línea y un revolucionario marxista de primera línea, en el manifiesto Trotsky sugiere la consigna de “Toda libertad para el arte”, Breton intenta corregir a Trotsky, quizá en un arrebato de ímpetu radical, señalando que la consigna debe ser: toda la libertad “excepto lo que atente contra la revolución”, Trotsky insiste que la libertad creadora del artista debe ser irrestricta, la experiencia de la contra-revolución stalinista en el terreno del arte había sido tan profunda que cualquier limitación a las alas de la creación artística no 2
De acuerdo con los recuerdos de Van Heijenoort secretario y guardaespaldas de Trotsky.
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podía ayudar a la causa de la revolución, la frase: “excepto lo que atente contra la revolución” podía ser utilizada para aplastar la creatividad por parte de una burocracia conservadora, por ello debía ser rechazada. Las opiniones “libertarias” de Trotsky con respecto a la creación artística no surgieron como un producto de su oposición a la degeneración burocrática de la Revolución Rusa, aunque quizá se vuelve más enfático en ello; se trataba de las mismas posturas que había sostenido, junto con Lenín, en los más altos cargos del Estado Soviético frente a las pretensiosas posiciones de los “prolekult”. Así en 1924 “treinta y seis escritores, entre ellos Pilniak, Esenin, Mandelstam, Babel, Zóshchenko y Aleksei Tolstoi, respaldan en una carta colectiva su combate por la libre expresión de las distintas corrientes literarias” (Jean-Jacques, 2009: 311-312). Para Trotsky la fuerza de una auténtica revolución se mide, entre otros factores, por la emergencia del espíritu creador, a la “musa del arte” sólo se le puede ganar al campo revolucionario por medio de la persuasión, la libre experimentación y el debate abierto; las nuevas ideas y corrientes artísticas no pueden ser decretadas por un burócrata ignorante sino surgir del fragor de nuevas condiciones y aspiraciones generadas por la revolución y de los debates entre los creadores mismos. Esta posición no implica una especie de laissez faire pasivo sino un debate vivo como el que existió, de hecho, durante los primero años de la Revolución Rusa (recuérdese el debate en torno al “arte proletario”), antes de que los Jdanov del arte impusieran sus criterios a los artistas verdaderos. Por supuesto, si en virtud de su defensa una revolución se ve obligada a reprimir los intentos de restaurar el viejo estado de cosas, esa represión necesaria no era lícita en el terreno de la creación artística e intelectual. Justo antes de la partida de Breton a Francia, en julio de 1938, Trotsky entrega el manuscrito final a Breton. Éste escribió un poco más de la mitad, Trotsky organizó lo escrito por Breton y agregó el resto. No es difícil notar en una lectura atenta la confluencia de dos estilos literarios en el manifiesto. La emoción con la cual Trotsky entregó el texto a Breton fue, según Heijenoort, “un gesto inusitado (…) único en todo el periodo que me tocó vivir con él” (Heijenoort, 1979:137)
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El Manifiesto se apoya en la idea de que el arte es por naturaleza, lo sepa o no el artista, revolucionario. En el arte se expresa el anhelo de “armonía y plenitud de la existencia, es decir, de los bienes más preciosos que le niega la sociedad de clases. Por ello toda obra de arte auténtica implica una protesta contra la realidad, protesta consciente o inconsciente, activa o pasiva, optimista o pesimista”. (Trotsky, 1969: 185) Por ello el manifiesto llama a que los artistas sigan la lógica misma de su actividad y se revelen contra todo aquello que impide o bloquea la libertad para crear con honestidad. Las ideas del joven Marx, acerca del oficio de escritor, son retomadas para llamar a la lucha por un mundo en el que el arte no sea un medio para un fin- la sobrevivencia egoísta y el cálculo- sino un “fin en sí mismo”. Esto implica la sublevación contra el ambiente hostil, mezquino, que significa el capitalismo para la creación artística, para la libertad de todo arte; implica la necesidad de luchar por un régimen que garantice un nuevo florecimiento del arte, una sociedad planificada racional y democráticamente que acabe con la esclavización y alienación, el hambre, la miseria material y espiritual, las guerras que deshumanizan a la mayor parte de la humanidad; la libertad del arte, la libertad para imaginar, la libertad para crear de acuerdo a criterios intrínsecos a las convicciones de inclinaciones del creador, debe estar garantizada, un régimen de anarquía para la creación intelectual: Si para el desarrollo de las fuerzas productivas materiales, la revolución se ve obligada a erigir un régimen socialista de planificación centralizada, para la creación intelectual ésta debe, desde el principio, establecer y asegurar un régimen anárquico de libertad individual. Ninguna autoridad, ninguna constricción, ni la más mínima traza de órdenes. Las diversas asociaciones de hombres de ciencia y los grupos colectivos de artistas que trabajarán para resolver tareas que nuca habían sido tan grandiosas, pueden surgir y desarrollar una tarea fecunda solamente sobre la base de una libre amistad creadora, sin la más mínima constricción externa. (Trotsky, 1969: 198) No se trata del vacuo arte por el arte que expresa el sentimiento elitista burgués de la creación artística que puerilmente intenta aislarse del entorno social, “tenemos una idea muy elevada de la función del arte para rehusarle una fluencia sobre el destino de la
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sociedad” (Trotsky, 1969b: 198). Se trata de un llamado para que el creador participe activa, consciente y libremente en la transformación de la sociedad en beneficio de los intereses propios del arte. Se trata de comprender que los intentos aislados de los creadores, intelectuales, científicos y artistas de aislarse y trascender por la senda individual el ambiente mercantilista, vano, frívolo y criminal de la sociedad capitalista no pueden llevar a ningún lado. Todas las corrientes críticas, independientemente de sus antagonismos en torno a los temas artísticos, deberían unirse en contra del fascismo, el capitalismo y el burocratismo. El manifiesto no pretendía imponer -al estilo del stalinismo y su horrible bazofia del “Realismo Socialista”- ningún dogma o ideas preconcebidas, ni siquiera las ideas expuestas por el manifiesto debían ser adoptadas acríticamente, se trataba un llamado a la unidad y al debate con todos los artistas revolucionarios: No tenemos intención alguna de imponer todas las ideas contenidas en este llamamiento, que consideramos un primer paso en el nuevo camino. A todos los representantes del arte, a todos sus amigos y defensores que no pueden dejar de comprender la necesidad del presente llamamiento, les pedimos que alcen la voz inmediatamente. Dirigimos el mismo llamamiento a todas las publicaciones independientes de izquierda que estén dispuestas a tomar parte en la creación de la Federación Internacional y en el examen sus tareas y sus métodos de acción. (Trotsky, 1969: p. 199) A pesar de los juicios divergentes sobre el tema artístico; en el debate con Trotsky, Breton se impresionaría profundamente con la talla teórica, política y moral del revolucionario – al que ya admiraba aún antes de conocerlo personalmente
- Breton
expresaría esto en una emotiva carta a Trotsky escrita en el barco que lo llevó de regreso a Francia, vale la pena citarla: Mi querido León Davidovitch, me es más fácil llamarlo así ahora que no estoy en su presencia. Sin embargo, he deseado hacerlo varias veces, y si se lo digo es para que usted mida el grado de inhibición de que he sido víctima cada vez que se trata de hacer algo bajo su dirección y su mirada.
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Esta inhibición revela ante ante todo, y a toda costa quiero que lo comprenda, la admiración sin límites que experimento por usted. Ésta no se ha manifestado en estos últimos tiempos más que solapadamente. Me he preguntado con frecuencia qué sucedería si por un golpe del azar me encontrara frente a uno de los hombres sobre el cual he modulado mi pensamiento y mi sensibilidad, digamos por ejemplo Rimbaud o Lautréamont. Me sentía repentinamente privado de medios, presa de una suerte de necesidad perversa de disimular. Es lo que en secreto llamo, acordándome del rey Lear, mi complejo de Cordelia. No se burle de mí, es absolutamente fundamental, orgánico, temo que indesarraigable. Usted es precisamente uno de esos hombres, quizá también, no estoy seguro a causa de Freud, el único viviente. Más no seguiré aburriéndolo con mis explicaciones sentimentales. Espero solamente que ellas hagan justicia al malentendido de la carretera a Guadalajara, que usted con razón trató de poner en claro. (Dugrand, 1992: 47) Maurice Nadeau, militante Trotskista y amigo de Breton, describe la curiosa condición de Breton, señalada en la carta que hemos citado: Se volvió afásico por unos días, paralizado, no podía expresarse, ni siquiera escribir, estaba desamparado; era el constreñimiento, el soplo de Trotsky en la nuca, como decía Jean Van Heijenoort. La demora de la que Breton fue culpable a los ojos del Viejo provocó un día un breve y violento incidente entre ambos” (Dugrand, 1992: 46) Es interesante señalar las respuestas al llamado del manifiesto de algunas personalidades que le hicieron eco, se abstuvieron o lo rechazaron: En los primeros días de 1939, apenas Breton volvió a París montó la Federación Internacional del Arte Independiente, de la cual Maurice Nadeau asumió la secretaría. Benjamin Péret, jean Giono, Marcel Martinet, Henri Poulaille, Ignazio Silone y Jef Last ingresaron a ella,
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otros lo esquivaron, como Roger Martin du Gard, y Breton se entristeció por la defección de Gastón Bachelard, quien se declaró incompetente en la materia. (Dugrand, 1992: 49) El asesinato de Trotsky, a los pocos meses de que Breton regresara a Francia y, sobre todo, el estallamiento de la Segunda guerra Mundial, evitará darle seguimiento a la iniciativa del manifiesto; y aunque Breton agrandó sus diferencias críticas frente a algunas de las ideas de Trotsky, mantuvo siempre su admiración por la figura de éste y por la confluencia que le tocó protagonizar entre su arte y el pensamiento del revolucionario marxista. El discurso de Breton ante la tumba de Natalia Sedova –que reposa junto a las cenizas de Trotsky bajo una estela funeraria obra de Juan O Gorman en la casa de Coyoacán- no deja lugar a dudas sobre ello: […] Sin que por esto se necesita ninguna plegaria, la unión de la cenizas de Natalia Sedova con las de león Trotsky, […] al mismo tiempo bajo el ángulo de la revolución y del amor, aseguran un nuevo despliegue del ave Fénix […] al término del proceso irreversible, no solamente le rendirá toda justicia a Trotsky, sino que incluso las ideas por las que dio su vida serán llamadas a tomar completa firmeza y amplitud. (Bonnet, 2009: 392) Trotsky y Diego Rivera. Del entusiasmo a la ruptura. “Cárdenas me ha dado asilo no porque esté de acuerdo con mis ideas, sino porque está de acuerdo con la suyas” (Trotsky) Lenin y Trotsky evaluaban, a menudo, la salud y el vigor de una revolución por su capacidad de atraer a los sectores más sanos y vivos de la sociedad; incluidos los artistas e intelectuales que, sin renunciar totalmente a puntos de vista ajenos al marxismo, intentaran dar expresión a una nueva época. A estos intelectuales Trotsky los llamó “compañeros de viaje” porque se subirían al tren de la revolución para acompañar al proletariado en parte de su trayecto pero no llegarían hasta el final del viaje, se bajarían del tren en alguna de sus
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estaciones transitorias; sin embargo jugarían un papel al contribuir con su cultura y su sensibilidad a darle una expresión imperfecta pero valiosa a la revolución y sus aspiraciones. Tal fue el caso del famoso escritor Maximo Gorki quien en los momentos decisivos-por ejemplo la toma del poder por los bolcheviques- se opuso al partido de Lenin y Trotsky; sin embargo, estos, especialmente Lenin, siempre procuraron mantener relaciones amistosas con Gorki pues, en sus propias palabras: “a causa de su popularidad artística y de su popularidad, Gorki podría proporcionar a la causa de la revolución un beneficio superior al daño que pudieran producir sus declaraciones y actos erróneos, que por otra parte el Partido podría siempre corregir con tacto en el momento oportuno”. (Trotsky, 1973: 173) El servicio a la revolución que tanto Trotsky, como Lenin, valoraba en Gorki no se reducía a su evidente atractivo para el Partido en términos de propaganda sino en el servicio que su cultura y obra literaria podría traer a la elevación cultural de las masas y para atraer hacia la revolución a la intelectualidad de izquierda. Así Marx afirmó: “Los poetas son seres especiales” a quienes el Partido debía cuidar e incluso, cuando se integran o contribuyen a la organización revolucionaria, otorgarles “privilegios” tales como tolerar su individualismo dentro del marco de una organización colectiva (estas fueron las consideraciones que Marx tuvo para Feligrarth). La valiosa relación que Marx estableció con Feligrarth y Lenin con Gorki Trotsky la establecería, por un breve periodo, con Diego Rivera. El interés de Trotsky hacia la obra artística de Rivera no representó un oportunismo producto del papel de Rivera en su asilo en México, la autenticidad de la admiración por el arte monumental de éste queda clara cuando leemos la carta que Trotsky envió a Rivera antes de que supiera que la brutal represión stalinista lo enviaría, junto con su compañera Natalia Sedova, al “exótico México”. No podía saber que el propio Rivera (junto con el trotskista mexicano Octavio Fernández) le agregaría a su vida 43 meses al hacer las gestiones con el General Lázaro Cárdenas para su exilio en México. En esa carta, enviada desde su exilio en Turquía el 7 de junio de 1933 -escrita en Francés, recuperada en 1986 de casa de una amiga cercana a Fida Kalho- Trotsky escribe las siguientes palabras de genuino respeto a Diego:
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Quiero dirigirle algunas palabras de saludo cariñoso. Conozco su pincel sólo mediante reproducciones, naturalmente. En 1928, cuando me encontraba en Alma Ata, Asia Central, me topé por primera vez con algunas fotografías de sus obras en un suplemento ilustrado de una publicación americana cualquiera. Sus frescos me impresionaron por su mezcla de virilidad y calma, casi ternura, por su dinámica interna y el tranquilo equilibrio de las formas. Y con todo ello, esa frescura magnífica para abordar al hombre y al animal. Jamás imaginé que el autor de esas obras fuera un revolucionario que se haya bajo la bandera de Marx y Lenin. Apenas recientemente supe que el maestro Diego Rivera y el otro Diego Rivera, el amigo cercano de la oposición de izquierda, son una sola y la misma persona. Ello me agradó infinitamente, porque la fuerza de las grandes ideas se verifica también en el hecho de que ellas atraen hacia sí todo lo que hay de mejor en los diversos ámbitos de la creación humana. Mantengo aún viva la esperanza de visitar América, de ver los originales de sus obras y de conversar personalmente con usted. ¿O quizá en un futuro cercano visitará Europa vía Estambul o Prinkipo? Me daría mucho gusto. Estrecho su mano fuerte y cordialmente. Mi esposa le envía cálidos saludos. Suyo. León Trotsky". (Gall, 1991: 206) En la primavera de 1938 conociendo en persona a Diego Rivera Trotsky envió una carta a la Conferencia Panamericana (instancia de la IV Internacional encargada de dar seguimiento al trabajo político en América Latina) para que ésta invitara a Rivera a integrarse en ella, muestra el entusiasmo, e incluso fervor, de Trotsky hacia Rivera y la importancia política que daba a la militancia de Diego en la organización fundada por el revolucionario:
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En la carta de invitación, habría que subrayar que la IV Internacional valora profundamente el contar en sus filas con el mayor artista de la época contemporánea y con un revolucionario impecable. Debemos mostrar hacia Diego Rivera por lo menos la misma atención que Marx tuvo hacia Freiligrarth y Lenin hacia Gorki. Diego rebasa por mucho a Freiligrath y a Gorki en virtud de su importancia en el terreno artístico y, cosa que es absolutamente un caso único en la historia, este gran pintor es un verdadero revolucionario, mientras que Freiligrarth no era más que un pequeño burgués simpatizante y Gorki un compañero de ruta equívoco. (Gall, 1991: 206) Si consideramos sus reflexiones sobre los efectos del capitalismo en el arte, era inevitable que Trotsky apreciara el arte monumental de Rivera: aquél señaló las consecuencias que la extrema división del trabajo, la extrema parcelación de la producción y la desvinculación de los diversos aspectos de la cultura traen a la producción artística; para Trotsky el capitalismo sólo puede conservar al arte en “campos de concentración” de la misma forma en que los nativos americanos fueron enviados a reservas por los blancos inmigrantes: Visitar las exposiciones de arte es un acto violento que perpetramos sobre nosotros mismos. Esta forma de experimentar el placer artístico expresa el terrible barbarismo capitalista [...] Tomemos un paisaje, ¿qué es? Un pedazo de naturaleza, amputada arbitrariamente, colgado en una pared. Entre estos elementos, la naturaleza, el lienzo, el marco y la pared, existe una relación simplemente mecánica: el cuadro no puede ser infinito, por tradición y consideraciones prácticas le han condenado a ser un cuadrado. No se debe doblar ni torcer, está enmarcado y para que no yazca en el suelo, las personas clavan un clavo en la pared, fijado a un cordón y cuelgan el cuadro de su cuerda. Después, cuando todas las paredes están cubiertas de cuadros, algunas veces colocados en dos o tres filas, lo llaman galería de
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arte o exposición. Y después tenemos que verlo todo de una vez: paisajes, escenas de género, marcos, cuerdas y clavos... Pero lo que yo quiero, es que la pintura renuncie a su absolutismo y restablecer su vínculo orgánico con la arquitectura y la escultura, del cual hace mucho tiempo se ha independizado. Esta separación no se produce por casualidad ¡oh no! Desde ese momento, la pintura ha emprendido un camino muy largo e instructivo. Ha conquistado el paisaje y ha desarrollado una técnica asombrosa. Pero... Yo quiero pinturas que estén relacionadas por cuerdas, sino por significado artístico, a las paredes o a una cúpula, adecuadas para un edificio o el carácter de una habitación... y no colgadas como un sombrero en un perchero. Las galerías de arte, esos campos de concentración de colores y belleza, son como algo monstruoso a nuestra realidad cotidiana incolora y fea". (Woods, 2000) En el arte monumental de Rivera confluían la pintura monumental con la arquitectura monumental, un arte destinado no a las elitistas galerías de arte sino a espacios públicos, recuperando la historia de las luchas sociales, la idiosincrasia nacional de México, el pasado indígena3, la efectiva sátira contra el elitismo burgués, un arte de vanguardia orientado a las masas populares; el arte de Rivera coincidía, al menos en germen, con la liberación del arte y su fusión con la vida cotidiana que Trotsky plantea en el texto que hemos citado escrito en 1908. Contraponiendo los murales de Rivera a la hagiografía stalinista que pasaba por “Realismo Socialista” Trotsky escribió, en junio de 1938, lo siguiente: En el terreno de la pintura, la revolución de octubre ha encontrado su mejor intérprete no en la URSS, sino en el lejano México; no entre los amigos oficiales, sino en la persona de un enemigo público notorio, que la 3
Trotsky mismo se vería atraído por la cultura típica del “exótico México”. Su casa de Viena estaba decorada con motivos mexicanos, en la cocina se preparaban los alimentos en ollas tradicionales de barro, su jardín estaban sembrados “los viejitos” –Agaves y cactáceas que el mismo Trotsky recolectaba laboriosamente en sus excursiones al pedregal y al campo mexicano y que eran, para él, símbolo de fortaleza y supervivencia- se preparaba el alimento en base a los conejos y gallinas cuyo cuidado servía de distracción a Trotsky. Dispuso que su nieto Sieva, después de su muerte, adoptara la nacionalidad mexicana.
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Cuarta Internacional está orgullosa de contar en sus filas. Impregnado de la cultura artística de todos los pueblos y todas las épocas, Diego Rivera ha sabido permanecer mexicano en las fibras más profundas de su genio. Lo que lo ha inspirado en sus frescos grandiosos, lo que lo ha elevado por encima de la tradición artística, por encima del arte contemporáneo, y, en cierta medida, por encima de sí mismo, es el aliento poderoso de la revolución proletaria. Sin octubre, su capacidad creadora para comprender la epopeya del trabajo, el avasallamiento y la rebelión no hubieran podido alcanzar jamás tal potencia y profundidad. ¿Quieren ver ustedes con sus propios ojos los resortes secretos de la revolución social? ¡Miren los murales de Rivera! ¿Quieren saber lo que es un arte revolucionario? ¡Miren los murales de Rivera! Acérquense un poco a esos murales y verán en algunos de ellos rasguños y manchas hechas por vándalos vengativos: católicos y otros reaccionarios, entre los cuales, evidentemente, los estalinistas. Esos golpes y esas heridas dan a los murales de Rivera una vida aún más grande. No tenemos ante nosotros solo un cuadro, objeto de contemplación estética pasiva, sino un trozo vivo de la lucha social. Al mismo tiempo es una cumbre del arte. Sólo la juventud histórica de un país que aún no ha superado el estadio de la lucha por la independencia nacional ha permitido al pincel socialista revolucionario de Rivera decorar los muros de los establecimientos públicos de México. (Trotsky, 1971: 206-207) Las relaciones entre Trotsky y Rivera, antes de su ruptura, estaban llenas de familiaridad, calidez y contenido político e intelectual. En una de las excursiones colectivas de Rivera, Breton y Trotsky a la provincia mexicana, se visitó la isla de Pátzcuaro en Michoacán. En las noches se discutía de arte y política. Se pensó en publicar las charlas bajo las firmas de Breton, Rivera y Trotsky bajo el título las charlas de Pátzcuaro. Muy lamentablemente no se concretó el proyecto. Sabemos el contenido de las charlas por las memorias del Heijenoort. Trotsky, a quien le tocó introducir el tema en uno de los
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encuentros, desarrollo la tesis de que en la sociedad comunista el arte se fusionaría con la vida: No habría más danza, ni bailarines, ni bailarinas, sino que todos los seres se desplazarían de una forma armoniosa. No habría más cuadros: las habitaciones serían decoradas. La discusión fue remitida a la siguiente velada y Trotsky se restiró bastante temprano, según su costumbre. Yo me quedé a charlas con Breton en el jardín. “¿No cree usted que siempre habrá gente que querrá pintar sobre un cuadrito de tela?” me dijo. (Heijenoort, 1979: 136) En otra oportunidad Trotsky, pretendiendo mantener cierta distancia con las corrientes artísticas de Breton y Rivera, buscó entrevistarse con el gran pintor mexicano Orozco quien mantenía una rivalidad artística con aquél. El encuentro se dio en Guadalajara (Trotsky ve los frescos de Orozco en el Palacio Municipal, la Universidad y el orfelinato) durante otro de los viajes al interior de México. Sólo sabemos que el encuentro fue agradable pero sin la calidez que tenían los encuentros con Rivera. Al salir Trotsky comenta a Natalia Sedova y Heijenoort “¡Es un Dostoievsky!” (Heijenoort, 1979: 134). No sabemos si se trataba de un cumplido o un reproche al gran pintor. Lamentablemente, de acuerdo a Natalia Sedova, los Rivera (Tanto Diego como Frida Kalho) serían sus únicos amigos, militantes de la IV internacional, que se pasarían al bando stalinista. A pesar de la profunda admiración de Trotsky hacia Diego, las inconsistencias teóricas de éste, los malos entendidos producto del afán de Diego por imponerse como un dirigente y militante activo de la Sección Mexicana de la IV internacional (a pesar de no contar con talento organizativo) y los intentos infructuosos de Trotsky por mantenerle dentro de la organización (interpretador por Diego como maniobras organizativas), orientaron a Diego a una deriva política que lo llevaría, además de sus experimentos anarquistas en la Casa del Obrero Mundial, a apoyar al derechista Juan Almazán como candidato a la presidencia para suceder a Cárdenas y, finalmente, militar en
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el campo stalinista4. La correspondencia de Trotsky a Frida Kalho, a sus camaradas y sus acercamientos a Diego son testimonio de todos sus esfuerzos por mantener las relaciones políticas con este último. “Mientras cree ser capaz de convencer, mantiene relaciones cordiales. Así,” por ejemplo “en tanto estima posible ganar a Boris Souvarine, discute pacientemente con él. Pero cuando Souvarine le dice que el marxismo está superado, Trotsky anota hombre al agua y pasa a otra cosa” (Jean-Jacques, 2009: 379) El rompimiento con Rivera se tornó inevitable. Se trató de un golpe duro para Trotsky que había puesto tantas esperanzas en el artista. Diego Rivera se reintegrará por enésima ocasión al Partido estalinista y ensuciando su honor y honestidad afirmará que había ayudado a Trotsky en su asilo en México “(…) a fin de que Stalin pudiera arreglar las cuentas con él suelo mexicano”. (Garmabella, 1972: 18) En la Casa Azul de Frida Kalho, convertida actualmente en museo, en la habitación donde alguna vez se hospedó Trotsky y Natalia, se un busto de Stalin. Ninguna placa ni referencia recuerda que en “La Casa azul” de Coyoacán habitaron los Trotsky.
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Las memorias de Heijenoort contienen un detallado relato del rompimiento (Heijenoort, 1979: 141-148) Además véase la correspondencia de Trotsky, con Diego, con sus camaradas de la organización e incluso con Frida, en donde hace todo lo humanamente posible por evitar la ruptura. Las cartas están recopiladas en el Tomo X, volumen 2, de Escritos. Así, en una carta a Frida Kalho Trotsky escribe: “(…) Hace unos pocos días Diego renunció a la Cuarta internacional. Espero que esa renuncia no sea aceptada. Por mi parte, haré todo lo que esté a mi alcance para solucionar, al menos la cuestión política, aun cuando no tenga éxito en el problema personal. Sin embargo creo que su ayuda es esencial para resolver esta crisis (…) Ahora, estimada Frida, usted conoce la situación. No puedo creer que no haya solución. De todos modos, sería el último en abandonar los esfuerzos por restablecer la amistad política y personal y espero sinceramente que colabore conmigo en ese sentido. Natalia y yo le deseamos lo mejor en cuanto a salud y éxitos artísticos y la abrazamos como nuestra buena y sincera amiga.”. para conocer la perspectiva de Diego se puede consultar el libro de Olivia Gall Trotsky en México.
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Bibliografía: Bonnet, M. (2009) “Trotsky y Bretón” en Lenin (compilación), Argentina: CEIP, pp. 381392. Dugrand, A. (1992), “Calle Viena, Coyoacán”, en Trotski, México 1937-1940, México: Siglo veintiuno editores, pp. 11-72. Gall, O. (1991), Trotsky en México. México: Era. Garmabella, J. (1972), Operación Trotsky. México: Editorial Diana. Heijenoort, J. (1979). Con Trotsky, de Prinkipo a Coyoacán. México: Nueva Imagen. Jean-Jaques. M. (2009), Trotsky, revolucionario sin fronteras. México: Fondo de Cultura Económica. Trotsky. L. (1969). “El arte y la revolución” en Literatura y revolución, otros escritos sobre la literatura y el arte, Tomo II. Francia: Ruedo Ibérico, pp. 200-211. Trotsky, L. (1969 a), “Manifiesto por un Arte Revolucionario Independiente” en Literatura y revolución, otros escritos sobre la literatura y el arte, Tomo II. Francia: Ruedo Ibérico, pp. 195-200. Trotsky, L. (1971), “El arte y la revolución” en Sobre arte y Cultura. Madrid: Alianza editorial, pp. 200-211. Trotsky, L. (1973), “Respuesta a Martin Glee, Harris Ross y M. Morris”, en Literatura y Revolución. México: Juan Pablos, pp.172-175. Trotsky, L. (1977), Escritos, Tomo IX, Vol. 1. Bogotá: Pluma. Woods, A. (2000), “El marxismo y el arte”. Artículo en línea disponible en http://es.scribd.com/doc/13798863/Alan-Woods-El-Marxismo-y-El-Arte 25 de agosto de 2012.
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Reivindicar a Trotsky hoy: Una lectura contemporánea de Mi vida de León Trotsky. Mauro Espínola* Resumen El presente texto es un intento por reconocer a Trotsky, como revolucionario y humano, a partir de su propia autobiografía para así reivindicarlo como personaje histórico. La vigencia de su pensamiento, y por tanto su exposición como intento de explicar nuestro entorno, no puede ser ajeno a su propia vida: errores y aciertos que forman parte de la constelación de ideas y juicios, a partir del cual se descifra al autor. Una cartografía para descubrir al revolucionario ruso.
Abstract This paper is an attempt to recognize Trotsky as a revolutionary and a human, taking his autobiography as a starting point in order to vindicate him as a historical figure. The validity of his thought, and therefore its exposure as an attempt to explain our environment, can’t be separated from his own life: wrongs and rights that are part of the constellation of ideas and judgments, from which the author is decrypted, are used as a mapping to discover the Russian revolutionary.
Palabras Clave Revolución rusa, soviet, bolchevismo, revolución permanente, estalinismo Keywords Russian Revolution, Soviet, Bolshevism, permanent revolution, Stalinism.
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Introducción En medio de una agitada época en donde los hechos parecen precipitarse de forma acelerada poniéndole fin al fin de la historia, la mirada al pasado se convierte en un medio más para orientarse. Pero estudiar a quienes han transformado de algún modo la historia, es sin duda, una forma mucho más profunda de entender nuestro presente que es: un continuum del pasado. Reivindicar a Trotsky, como un revolucionario y como ser humano, puede parecer a los ojos de muchos una simple labor de almanaque: recordar fechas y hechos sin aparente relación entre ellos. Recuerdos y anécdotas que nada tienen que ver con el presente, y que bajo la lógica de la utilidad no tiene ningún sentido mantener en el pensamiento. Pero mirando nuestro presente, que ciertamente es aterrador, su figura se convierte en una especie de constelación que puede guiarnos sino para transformar nuestra sociedad si para reconocer que somos nosotros quienes vamos definiendo la historia y no ella a nosotros. La memoria sirve para reconocernos en el presente, para entenderle y tratar de actuar en el. En palabras del propio Trotsky: “Puede que nunca hayan abundado tanto como hoy los libros de Memorias ¡Es que hay mucho que contar! El interés que despierta la historia del día se hace más apasionado cuanto más dramática y más accidentada es la época en que se vive” (Trotsky, 1979: 7).
Los años de formación ¿Cómo se forman las personalidades de quienes escriben su nombre en la historia? No es una pregunta que Trotsky pretenda responder, pero sin duda que al escribir de sí deja claro que es la infancia y particularmente la juventud, las que marcan el carácter de quienes logran convertirse en personajes capaces de sintetizar un periodo histórico en su vida. Nacido en Ianovka, hoy Ucrania, el 7 de noviembre de 1879 en el seno de una familia de pequeños propietarios agrarios reconoce que si bien sus años de infancia no fueron de
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restricciones tampoco fueron de abundancia y de caricias pues “fue la niñez monótona, incolora, de las familias modestas de la burguesía, soterrada en una aldea, en un rincón sombrío del campo donde la naturaleza es tan rica como mezquinas y limitadas las costumbres, las ideas y los intereses” (Trotsky, 1979: 15). Desde joven despertó en Trotsky el anhelo de saber, de abarcarlo todo, base de su ansia devoradora de la letra impresa. A ello se agrega su gran capacidad para los idiomas, desde temprana edad hablo el ruso y el ucraniano a los que se agregarían otros tantos a lo largo de su vida como el alemán y el inglés. Estos rasgos son significativos pues hablan no solo de las capacidades intelectuales del revolucionario, sino incluso su inquietud de entender al mundo como una forma ya de transformarlo.
Mi Vida: La revolución rusa y Trotsky En 1896 estallaron en San Petersburgo huelgas de tejedores, considerado uno de los hechos más significativos previos a la revolución de 1905, que impregnaría al ambiente intelectual ruso. Aunque previos a tal acontecimiento en Rusia había visto desfilar ya varias generaciones de revolucionarios como los narodnikis1 estos habían permanecido como pequeños grupos sin lograr influir de forma considerable en la lucha de clases en Rusia. Pero a partir de entonces miles de jóvenes comienzan a formar parte de las organizaciones revolucionarias que serán los gérmenes dos años después del Partido Obrero Social Demócrata Ruso. En ese contexto León Trotsky se adhiere a la Liga de Obrera del Sur de Rusia, en 1897, en la cual desarrollaría trabajo solo unos cuantos meses pues en 1898 sería detenido y * Tesista de la Licenciatura en Ciencia Política, FCPyS, UNAM. También conocido como populismo ruso, el movimiento narodniki es el antecedente más importante del marxismo ruso. Fue un movimiento orientado al ámbito rural bajo el lema de “ir al pueblo”. Uno de sus grupos, Narodnaia Volia (Voluntad del Pueblo), giraría hacia el terrorismo individual mientras el segundo, Cherny Perediel (Reparto Negro), seria el germen del Grupo de Emancipación del Trabajo, grupo fundador del POSDR. Alejandro Ulianov, hermano mayor de Lenin, fue miembro del primero y junto a otros miembros fue ejecutado en 1887 tras un intento fallido de atentado contra el zar Alejandro III. Jorge Plejanov fue miembro del segundo, fundador del POSDR y dirigente de la fracción menchevique en el mismo. 1
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envido primero a la cárcel de Moscú, para después en 1900 ser enviado a Siberia. Esa sería la primera de muchas detenciones con no más de diecinueve años de edad. Es en esa primer experiencia carcelaria donde Trotsky se adhiere al marxismo pues como él explica en el contexto del destierro siberiano el trabajo intelectual se presentaba como la mejor para de eludir el desaliento propio del aislamiento. Si tuviéramos que definir en una palabra la vida del viejo, como sería conocido entre los militantes del trotskismo, es palabra seria éxodo. Desde su primer exilio la vida del revolucionario seria la de un constante viaje. En 1903 se instala temporalmente en Londres en el contexto del II Congreso del POSDR2, donde entre otros personajes conoce a Rosa Luxemburgo y al escritor ruso Maximo Gorki. Para 1904 se ubica en Alemania, para regresar a Rusia a principios de 1905 después de los acontecimientos del domingo sangriento que marcarían el inicio de la revolución de ese año. La derrota de la insurrección en Moscú, en diciembre de 1905, marcaría el cierre de la primera revolución rusa. En aquel año Trotsky se había hecho de una influencia considerable en el movimiento obrero revolucionario, por lo que sería electo presidente del Soviet de San Petersburgo a finales de 1905, por lo que sería juzgado y desterrado de nueva cuenta a Siberia el año siguiente. Una peculiaridad del viejo era su conocimiento sobre la actualidad del desarrollo intelectual europeo. Trotsky, como Lenin o Marx, mantenía una actitud sobria hacia el desarrollo teórico y aunque como ellos era un crítico agudo, esta siempre se baso en un conocimiento considerable de fuentes y no sobre juicios generales. Un ejemplo considerable de ello es su estancia en Austria-Hungría así como Alemania, entre 1907 y 1914, donde conocería a una gama importante de intelectuales y revolucionarios entre los que destacan los austromarxistas (Otto Bauer y Víctor Adler), Karl Kaustky, Franz Mehring, Karl Liebknecht. 2
El II Congreso del POSDR había sido convocado en Bruselas, donde se desarrollaron sus tres primeras sesiones, pero producto de las presiones policiales este se traslado a Londres. Ver Woods, A. (2004), Bolchevismo. El camino a la revolución. México: Fundación Federico Engels, p. 118.
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En 1914 son votados mayoritariamente los créditos de guerra en el Reichstag alemán, también aprobados por el SPD, con lo que comenzaría la Primera Guerra Mundial. Trotsky se encontraba entonces en Viena en donde consecuente con su postura internacionalista denunciaría la traición de la socialdemocracia. A finales de aquel año viaja a Paris como corresponsal de guerra del Kievskaia Mysl, y en 1915 viaje a Zimmerwald para asistir a la conferencia que ahí se celebraría por un núcleo de socialistas que se oponían a la guerra. Trotsky había regresado de Zimmerwald a Paris, donde desarrollo una agitación considerable contra la Guerra Mundial, que le costaría su expulsión en 1916 y que sería usado para no ser aceptado como exiliado al ser expulsado de la URSS. Es importante hacer aquí un señalamiento, que es sin duda clave para entender no solo la vida del revolucionario ruso sino también su pensamiento teórico y su práctica política. Trotsky siempre defendió la idea de que la revolución no se limitaba a un solo Estado nacional, sino que esta tenia que ser internacional si pretendía realmente derrotar al capitalismo. Por ello es que defendió en primer lugar la idea de la revolución permanente, elaborada ya en 1905, y en segundo lugar su postura internacionalista que explica su agitada y cambiante residencia. Aunque estos rasgos son notorios ya desde la primera revolución rusa, es la Primera Guerra Mundial la que los alumbra claramente. La expulsión de Francia le obliga a pasar por España, donde pasaría parte del tiempo encarcelado consecuencia de su situación diplomática con los galos, para dirigirse a EUA. El 13 de enero de 1917 llega a Nueva York, donde solo permanecería tres meses pues el estallido de la revolución de febrero lo embarco de nueva cuenta con dirección a Rusia. Es 1917 el año que marca la vida del Trotsky, no por ser el único, sino por ser el que sintetiza su vida y obra. Desde su llega a San Petersburgo, en mayo de 1917, Trotsky se mantiene cercano a los bolcheviques e incluso el 10 de mayo se rencuentra con Lenin. Aunque persistirán diferencias, estas no predominaran sobre sus coincidencias. Incluso es
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propuesto por el mismo Lenin como redactor jefe de Pravda, el periódico de los bolcheviques3. La revolución de octubre de 1917 marca de forma significativa la historia mundial, y particularmente al siglo XX, siendo solo comparable con la Revolución francesa de 1789. En ambas grupos y personajes desfilaron como expresiones de fuerzas sociales enfrentadas que buscaban definir el proceso mediante el triunfo de sus proyectos políticos. Trotsky es en ese sentido uno de los gendarmes importantes de la revolución rusa, pues es artífice del triunfo de los bolcheviques en el soviet de Petrogrado y en consecuencia de la consolidación de la mayoría bolchevique en el Congreso de los Soviets, donde se plantea la toma del Palacio de Invierno por parte de los trabajadores organizados en soviets. La revolución rusa se desarrolla en medio de la Primera Guerra Mundial, y es de hecho el principio de su fin. La Rusia zarista era una de las potencias beligerantes que disputaban territorios para incrementar su zona de influencia, pero a su vez era la fuente de un incremento creciente entre el ejército y la sociedad rusa pues tanto la industria como los alimentos fueron priorizados para el frente de guerra. Los bolcheviques habían logrado influir en las filas del ejército con la consigna del fin de la guerra. Desde entonces Trotsky jugaría un papel principal en la defensa del poder soviético al ser el negociador por parte de Rusia en los tratados de Brest-Litovsk, que ponen fin a la PMG, así como fundador del famoso ejército rojo. La revolución rusa se había desarrollado bajo condiciones ciertamente difíciles no solo por el contexto de guerra sino incluso por la orientación que el zarismo había dado a la economía. Consolidado el poder soviético y con la guerra finiquitada, la recién nacida Unión Soviética se enfrentaría al asedio imperialista. Es el periodo en que Trotsky se encuentra permanentemente en el frente occidental en el célebre tren blindado. Aunque la revolución es la muestra de una enorme entrega de miles de trabajadores a las ideas del socialismo, el contexto de Rusia de 1920 es también el ejemplo de la 3
Ver “El partido de Lenin y Trotsky” en Broúe, P. (1973), El Partido Bolchevique, España: Editorial Ayuso.
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complejidad de la historia. Las perdidas sufridas en la Primera Guerra Mundial se sumaban a las perdidas del comunismo de guerra, 1918-1920, siendo la base sobre la cual se desarrollarían los levantamientos como el de Kronstadt4. Lo anterior es la base de un debate dentro de la república soviética sobre la política económica a desarrollar para consolidar la revolución y dar pasos hacia el socialismo. En ese contexto Lenin elabora una serie de tesis que después serán conocidas como la Nueva Economía Política, y que Trotsky criticaría por suponer un retroceso, debate que posteriormente sería utilizado por el estalinismo para abatir su figura. Aunque la intensión del presente ensayo no profundizar en este tipo de elementos históricos, sino en la vida de quien nos aqueja, lo cierto es que el desarrollo personal no es ajeno a estas particularidades históricas. Al contrario son estas particularidades las que se funden con la personalidad dando como resultado biografías particulares. El estudio biográfico no puede ser, en ese sentido ajeno a la reconstrucción histórica es por ello que somos enfáticos en ella. Comprender la vida del revolucionario ruso no puede ser ajeno, si es que realmente pretende comprenderle, al periodo histórico en el cual vivió y actuó. El exilio y expulsión de Trotsky de la URSS, Estado del cuál había sido fundador, es en sus palabras “sencillamente, un cambio de etapas en la revolución”. Al proceso social por el cual atravesó la antigua Rusia, especialmente la burocratización de los soviets así como la pauperización económica, se agregó el deterioro de la salud de Lenin, quien muriera en 1924. Desde 1921 Trotsky se había retirado parcialmente de las labores estatales resultado de algunas complicaciones de salud. Ello derivo en un repliegue de su influencia y un avance de la influencia de quienes posteriormente serian cómplices de Stalin. Tanto el PCUS como la III Internacional, formada en 1919, habían sido el foco de atracción de 4
Este levantamiento es para muchos la muestra del autoritarismo del bolchevismo y el elemento más elaborado contra el marxismo leninista. Trotsky junto con Lenin impulsaron la respuesta militar como forma de evitar que fuerzas imperialistas desestabilizaran al naciente Estado soviético. Si bien este hecho es una de las críticas más importantes y serias que se pueden hacer a los revolucionarios por su actuar, queremos apuntar que la historia no se desarrolla bajo principios cartesianos donde bien y mal son claramente diferenciados sino más bien lo contrario: en la historia como en ninguna otra cosa el límite entre bien y mal es siempre borroso, y es sobre esa indiferencia donde se actúa. Por tanto creemos que el juicio de ambos revolucionarios no puede hacerse sobre la base de un solo hecho sino sobre su vida en conjunto, sobre la configuración de su existencia, eso nos parece lo mas equilibrado y justo.
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personajes que no necesariamente comulgaron con las ideas que ellas defendían, pero a los que se les presento una oportunidad para hacer carrera y que fueron fieles con quien les había ofrecido esa oportunidad. Esa sería la última batalla de Lenin, pero también de Trotsky. La formación de la Oposición de Izquierda en 1923, y posteriormente de la Oposición de Izquierda Internacional (germen de la IV Internacional), es la síntesis del proceso de crítica que Trotsky realizo a los dirigentes de la III Internacional. Desde entonces el revolucionario sería relegado de una serie de funciones de las cuales era responsable hasta su expulsión del PCUS en 1927 y su exilio de la URSS en 1928. Expulsado de la URSS y fichado en por lo menos toda Europa, por la crítica que había desarrollado contra dirigentes de izquierda y por su implacable actitud contra la burguesía, Trotsky vivirá lo que el poeta surrealista André Bretón sintetiza como un planeta sin visado. Desde 1928 Trotsky deambulo por una serie de países que se negaron a otorgarle del derecho de asilo, hasta que en 1936 Lázaro Cárdenas del Río le otorga el derecho de asilo. A México llegara en Enero de 1937, ultimo lugar de residencia, hasta ser asesinado en agosto de 1940. Aunque este ultimo periodo ya no es narrado en la autobiografía.
Trotsky: una vida para la causa La autobiografía, escrita ya en él exilio, es una más de las arenas de batalla del autor “en sus páginas, el autor sigue librando el combate que llena su existencia”. Leer esas palabras hoy en día, en medio de la incertidumbre y la liquidez no puede sino crear por lo menos un cierto asombro por el arrojo hacia las ideas que se profesan. Reivindicar a Trotsky no significa enarbolar un nuevo héroe ni crear otro mito fundacional, pero tampoco se puede ser indiferente con quien a pesar de sus errores ha dejado una huella en la historia. Como lo señalan Ortega y Pacheco “el Trotsky a reivindicar no es el de la consigna prefabricada, o el compañero fiel y sumiso a Lenin. Es, si, el revolucionario que se atrevía a decir las cosas por su nombre” (Ortega, 2012:62).
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Bibliografía Broúe, P. (1973), El Partido Bolchevique. España: Editorial Ayuso. Novack, G. y Frankel, D. (1978), Las Tres Primeras Internacionales. España: Fontarama. Ortega, J. y Pacheco, V. (2012), “El Trotsky de Žižek: Una provocación necesaria” en Laberinto,
núm.35,
México:
pp.53-62.
Artículo
en
linea
disponible
en
http://laberinto.uma.es/index.php?option=com_content&view=article&id=527:numero35&catid=1:latest-news Trotsky, L. (1979), Mi Vida. España: Akal Editor, Trotsky Obras, núm. 6. Woods, A. (2004), Bolchevismo. El camino a la revolución. México: Fundación Federico Engels.
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De Francia a México: El aislamiento noruego, la esperanza mexicana, la comisión Dewey y la muerte en Coyoacán. Miguel Mouriño Fajardo* Resumen Trotsky fue expulsado de la URSS en 1928, debido a las severas críticas que formuló al régimen estalinista, surgido tras la muerte de Lenin en 1924. Esta medida no fue suficiente para disolver la oposición que fermentaba al interior del estado soviético, por lo que Stalin desató una infame e inhumana ola de represión, cuyo eje principal, fueron los famosos procesos de Moscú, construídos a base de graves acusaciones -todas ellas falaces- contra Trotsky y sus seguidores y aliados, con un costo cientos de miles de vidas, incluída la del viejo revolucionario, quien fue asesinado por ordenes de Stalin, en agosto de 1940. Abstract Trotsky was expelled from the USSR in 1928, due to the severe criticisms made to the Stalinist regime emerged after the death of Lenin in 1924. This measure was not sufficient to dissolve the opposition fermenting inside the Soviet state, so infamous Stalin unleashed a wave of repression and inhuman, whose main focus were the famous Moscow trials, built of serious allegations-all falseagainst Trotsky and his followers and allies, costing hundreds of thousands of lives, including that of the old revolutionary, who was murdered on the orders of Stalin, in August 1940. Palabras Clave Trotsky, Diego Rivera, Frida Kahlo, Comisión Dewey, John Dewey. Keywords Trotskysm, Diego Rivera, Frida Kahlo, Dewey Commision, John Dewey.
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El periplo de Trotsky en su curso de Francia hacia Coyoacán, comprende un periodo muy importante en su segundo exilio, significativo para comprender algunos de los porqués de la terrible e inhumana represión que el estalinismo ejerció sobre sus opositores, comenzando contra los viejos bolcheviques y centrándose luego contra los trotskistas, siendo particularmente ejemplar por su crueldad y saña, la persecución contra Trotsky y toda su familia. Para que tenga sentido este artículo, que comienza con Trotsky llegando a Francia, procedente de Turquía, será necesario hacer un breve recuento de algunos hechos históricos que resultan relevantes en la construcción del destino que llevó al revolucionario bolchevique a su segundo exilio y a Francia, por segunda vez, y de como se fueron dando las circunstancias que lo llevaron más tarde a Noruega y finalmente a México, país totalmente ausente en el imaginario político de Lev Davidovich Bronstein. Antecedentes Después de la sublevación en Kronstadt y de su sangriento desenlace, se celebró en marzo de 1921, el X Congreso del Partido Comunista en el que -entre otras cosas-, se decretó la prohibición de fracciones organizadas dentro del partido, medida dirigida a disolver grupos disidentes como Oposición Obrera, la primera organización que defendiera la democracia en el sistema soviético y que denunciara el crecimiento desmedido del poder del Partido y del estado, señalando el peligro de la centralización y de una posible dictadura. En este congreso se decretó también el fin del “comunismo de guerra” dando paso a la Nueva Política Económica (NEP), que se basaba en una economía mixta. Luego, el 4 de abril de 1922, Stalin fue ungido como Secretario General del Partido Comunista y comenzó así la consolidación del “centralismo”. Stalin promovió, ya como secretario, que los nombramientos de los demás miembros del politburó, se decidieran en esa secretaría y no por votación del pleno del Comité Central; lo que Stalin pretendía con ello, era que los secretarios de los comités provinciales y demás funcionarios del aparato económico y político del partido rindieran cuentas de forma directa a la secretaría general y no ante la base del mismo, centralizando así el poder en su propia persona y en parte de este aparato, conformado por los otros altos mandos, quienes a su vez estarían sujetos a la voluntad del secretario general. Tras el derrame cerebral que sufrió Lenin en mayo de 1922, se desataron en el seno del Partido Comunista una serie de pugnas por el poder, pues la definición de un nuevo liderazgo para la nación soviética se convirtió en prioridad. Se formó un triunvirato conformado por Stalin, Kanenev y Zinoviev, con el claro propósito de evitar que Trotsky fuera promovido en el seno del partido como el sucesor de Lenin.
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Durante el periodo de convalecencia de Lenin, que se extendió hasta octubre de 1922, los triunviros se dedicaron a difundir la idea de que Trotsky no representaba una opción viable para sustituir a Lenin, debido a los enfrentamientos ideológicos que ambos personajes mantuvieron en el pasado y a las constantes críticas de Trotsky a las acciones tomadas por Lenin en la conducción de los destinos de la Revolución. Trotsky se había mantenido por largo tiempo aislado del politburó y del Comité Central y por ello contaba con escasos simpatizantes a su interior, sumándose a esto su posición como Comisario del Ejército Rojo, cosa que sus detractores aprovecharon, señalando que aquello constituía un potencial peligro, pues el nombramiento de Trotsky como sucesor de Lenin, podría devenir en un bonapartismo. Una vez repuesto, Lenin regresó a sus labores políticas y manifestó su preocupación por la creciente burocratización del aparato del Partido, con lo que Trotsky estaba de acuerdo. Posteriormente después de un segundo derrame cerebral que paralizó el lado derecho de su cuerpo, Lenin dictó a su esposa Nadezhda Krúpskaya una carta dirigida al Congreso del Partido, fechada el 27 de diciembre de 1922, conocida como su “Testamento político”. En ella señalaba a Trotsky y a Stalin como “los lideres más capacitados dentro del Comité Central” y hacía énfasis en el peligro inminente de escisión en el Partido debido a las malas relaciones entre ambos; manifestó su seguridad de que Trotsky era el hombre más capaz de los que conformaban el Comité Central y advirtió la enorme concentración de poder que se había acumulado en la figura de Stalin y el peligro de que este lo utilizara con la rudeza que le era característica, lo que resultaba impropio del cargo de Secretario General. Posteriormente Lenin sufrió un tercer ataque que lo dejó semiparalizado y mudo impidiéndole participar en el XI Congreso del Partido, en abril de 1923. En este acto político Trotsky no aceptó presentar el informe general del Comité Central,- que tradicionalmente era presentado por Lenin- y se limitó a presentar un informe sobre la situación económica. Ni siquiera cuestionó la democracia hacia el interior del Partido, ni la centralización, ni defendió la postura de Lenin que era opuesta a la del secretario del partido en cuanto a la política adoptada por este respecto a las nacionalidades no rusas, y por si esto fuera poco se opuso a la moción leninista que pedía la destitución de Stalin, lo que propició que este acumulara un inmenso poder pues desde la Secretaría General del Partido, decidía los nombramientos de los funcionarios y estos le eran totalmente leales. Trotsky cambió de postura hacia el verano de 1923, dirigiendo una carta al Comité Central en la que acusaba al Partido de emplear métodos antidemocráticos en la elección de funcionarios privilegiando con ello el centralismo y creando una “burocracia secretarial” la cual debía ser sustituida por una “democracia de partido”. El 15 de octubre, cuarenta y seis miembros del partido presentaron al Politburó del Comité Central una declaración reclamándole a la dirección del partido por sus políticas antidemocráticas y centralistas, apoyando con ello las críticas y la posición de Trotsky. Prominentes bolcheviques como Preobrazhensky, Muralov, -‐-‐
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Smirnov y Piatakov figuraban entre los firmantes, sumando sus nombres a los miembros de Oposición Obrera y a los “decistas” (centralistas democráticos). El Partido se sintió “amenazado” ante esta declaratoria y la consideró un acto “fraccionista”. El 15 de diciembre Stalin contra atacó con una artículo publicado en Pravda, en donde acusó a Trotsky de querer socavar la unidad del partido y cuestionó su bolchevismo. Zinoviev se unió al contra ataque de Stalin y señaló que la “Declaración de los Cuarenta y Seis” contravenía el decreto emitido en el X Congreso del Partido,-que prohibía crear y fomentar “fracciones” dentro de este y utilizó por primera vez el término “trotskismo” para referirse a aquellos que sustentaban sus reclamos y declaraciones en las tesis de Trotsky. Durante la XIII Conferencia del Partido, que inició el 16 de enero de 1924, Trotsky fue acusado en ausencia (estaba convaleciendo de una fiebre que padeció unos días antes) junto con la “plataforma de los cuarenta y seis” de fomentar una oposición que se había convertido en una “desviación pequeño burguesa”. Unos días más tarde, el 21 de enero, Lenin falleció a causa de una embolia y esto fue aprovechado por Stalin para instaurar el culto a su memoria buscando con esto conjurar la creciente influencia del “trotskismo” en el panorama político de la URSS. Ante el pleno del XIII Congreso del Partido, Zinoviev exigió a Trotsky que se retractará de sus declaraciones y críticas contra las políticas del Partido y este se negó. Acto seguido: El Politburó y el Comité central destituyeron de sus cargos a importantes partidarios de la oposición. Durante 1924 no cesaron los ataques estalinistas contra Trotsky, centrándose en las desavenencias que este tuvo con Lenin. Se criticó duramente la teoría trotskista de la Revolución Permanente y viejos bolcheviques como Kamenev, Tomsky, Rikov, Bujarin y Zinoviev fueron piezas fundamentales en la campaña desatada por Stalin contra Trotsky. Se le declaró “enemigo del bolchevismo” y en 1925 fue removido de sus cargos como Comisario de Guerra y como Presidente del Consejo Militar Revolucionario y para mantenerlo alejado de las labores del Partido, se le hizo miembro del Supremo Consejo de la Economía Nacional y se le encargaron tres comisiones: La presidencia del Comité de Concesiones, la presidencia de la Dirección de Explotaciones Electrotécnicas y la Dirección Científico-técnica de la Industria, con la intención de mantenerlo ocupado para evitar sus embates críticos. Pese a esto, las críticas y señalamientos de Trotsky persistieron. En diciembre de 1925, tras la polémica desatada en el XIV Congreso del Partido, Zinoviev y Kamenev, se alejaron del estalinismo para acercarse a las posiciones de Trotsky; formaron la Nueva Oposición y reconocieron haber usado argumentos falaces para desprestigiar al ex comisario rojo, así como haber fraguado una campaña basada en su contra, en contubernio con Stalin. En julio de 1926 se formó la Oposición Conjunta, como resultado de la fusión de la Oposición de Izquierda –surgida en 1923- y la Nueva Oposición. La Oposición Conjunta estaba integrada por Kamenev, Sokolnikov, Piatakov, Evdokimov, Smirnov, Mrachkovsky, Muralov, y el propio Trotsky. Esta alianza opositora -‐-‐
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pretendía liberar al Partido de la dictadura a la que Stalin lo tenía sometido y restablecer la democracia a su interior; se pronunciaron también en defensa de la clase proletaria y por la abolición de la burocracia. Defendían el internacionalismo revolucionario reivindicando con ello la Teoría de la Revolución Permanente de Trotsky y se comunicaban directamente con la base del partido para informar de sus posiciones y observaciones críticas. Entre octubre y noviembre de 1926 en la XV Conferencia del Partido Comunista, la oposición fue derrotada y Trotsky, Kamenev y Zinoviev fueron expulsados del Politburó y este último, destituido de la presidencia de la Komintern. En septiembre de 1927, Trotsky fue declarado como “renegado político”, excluido del Comité Ejecutivo de la Internacional y en octubre, a petición de Stalin, fue expulsado junto con Zinoviev, del Comité Central del Partido. El 14 de noviembre de 1927, Trotsky, Zinoviev, Kamenev, Smilga y Rakovsky fueron expulsados del Partido Comunista por participar en “manifestaciones contrarrevolucionarias”. Posteriormente en diciembre de ese mismo año, durante el XV Congreso del Partido, fueron expulsados 75 miembros de la oposición y Zinoviev y Kamenev capitularon. El 12 de enero de 1928, se decidió la deportación de Trotsky a Alma-Ata, en el Turquestán soviético, debido a que se le encontró culpable de “actividades contrarrevolucionarias”. Trotsky salió de Rusia el 17 de enero acompañado de Natalia Sedova, su esposa y León, el hijo mayor de ambos, dejando tras de sí a Serguei, su hijo menor y a sus hijas Zinaida y Nina, producto de su primer matrimonio con Alejandra Sokolovskaya. Durante su residencia en Alma-Ata, Trotsky habría sido conminado por el estado soviético para que capitulara o de lo contrario sería completamente privado de sus derechos políticos. Trotsky se negó y el 20 de enero fue expulsado del territorio soviético acusado de manera “oficial” de realizar actividades contrarrevolucionarias. Posteriormente, fue privado de forma permanente de su ciudadanía soviética, al igual que todos los miembros de su familia y se le prohibió para siempre, volver a pisar suelo soviético. El 12 de febrero de 1929 llegó a Turquía y se estableció en la isla de Prinkipo, donde residiría los siguientes cuatro años de su vida. En ese tiempo Trotsky se dio a la tarea de escribir y lo hizo en serio. Siete libros surgieron de su pluma: La plataforma de la Oposición, que consta de doce capítulos; La situación real en Rusia; La Revolución desfigurada; La Tercera internacional después de Lenin; La Revolución Permanente; Mi vida; y su Historia de la Revolución Rusa.
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Trotsky en Francia En el año de 1933 y gracias a los cabildeos del editor y traductor, Maurice Parijanine, el gobierno francés encabezado por el radical socialista Édouard Daladier, revocó el decreto de expulsión emitido contra Trotsky en 1916. Esto le permitió al revolucionario bolchevique ingresar a Francia. Durante su estadía en territorio francés, Trotsky se instaló en principio, en una villa alquilada en Saint-Palais, y durante los dos años siguientes continuó con su labor política y literaria; escribió la biografía de Lenin, culminó La naturaleza de clase del Estado Soviético, y el ensayo ¿Adonde va Francia?, se reunió con el escritor André Malraux, así como con diversos personajes opositores al estalinismo y se consagró en cuerpo y alma a la organización de la Cuarta Internacional y su consolidación, trabajando intensamente para allegarle partidarios, auxiliado en todo momento por su esposa Natalia Sedova, Sara Weber, León Sedov, Jean van Heihenoort, Max Schatman y Rudolf Klement. En el ínterin y debido a las enormes presiones ejercidas contra el gobierno francés a través de una intensa campaña en su contra desatada por la derecha francesa y por el estalinismo, que se expresó en la páginas del rotativo L´Humannité, órgano oficial del Partido Comunista en Francia, Trotsky se vio obligado a cambiar constantemente de residencia, lo que le llevó a vivir en Barbizón, en Saint-Pierre de Chartreuse y en Domène. La vida para Trotsky en Francia transcurrió agitada debido a su febril actividad política; estuvo en todo momento bajo una estrecha vigilancia de la policía francesa, aunque esta nunca fue agobiante, pues al parecer, era mayor la preocupación del gobierno francés por la seguridad de Trotsky, que por lo que este pudiese hacer o publicar. En 1934 se recrudeció la represión del régimen estalinista en territorio soviético contra trotskistas y bolcheviques a raíz del asesinato de del Jefe de la organización del Partido en Leningrado, Sergei Kirov, acaecido el 1 de diciembre a manos del radical Leonid Nikolaiev, miembro de las juventudes comunistas, a quien la GPU relacionó con Zinoviev. Quince viejos bolcheviques fueron indiciados, entre ellos Kamenev y Zinoviev, que fueron condenados a prisión por supuestos vínculos con Trotsky, quien según las investigaciones de la GPU, fue el instigador del crimen contra Kirov. A raíz de este burdo montaje planeado por Stalin, cientos de personas inocentes fueron arrestadas y enjuiciadas sumariamente, acusadas de ser “oposicionistas” y fueron encarcelados o enviados a los campos de concentración del régimen estalinista en Siberia, en donde muchas murieron a causa de las inhumanas condiciones de reclusión a que fueron sometidas; otras tantas fueron condenadas y fusiladas. Algunos viejos bolcheviques decidieron capitular después de haber sido torturados hasta casi morir, como fue el caso de Rakovski, cuya capitulación supuso un duro golpe para Trotsky, ya que era uno de sus más cercanos amigos. La familia de Trotsky no corrió mejor suerte, su hijo menor Serguei Sedov, quien era ingeniero y no tenía participación política -‐-‐
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alguna, fue arrestado e incomunicado, Trotsky y Natalia nunca más supieron nada de él. Man Nevelson, esposo de Nina y Platón Volkov, esposo de Zinaida, hijas de Trotsky y Alejandra Sokolovskaya, fueron deportados a Siberia, al igual que esta última. Los tres nietos de Trotsky que permanecieron en Rusia, tuvieron un destino incierto.
El aislamiento noruego Trotsky, ante la exigencia del gobierno de Daladier de dejar el país galo, se vió obligado a asilarse en Noruega en el año de 1935. Con una visa por solo seis meses sujeta a la estricta restricción sobre mantener cualquier tipo de actividad política, Trotsky y Natalia arribaron a la residencia de Konrad Knudsen, miembro del parlamento noruego, en Vexhall. En ella recibieronn la visita de diversos personajes provenientes del extranjero y mantuvieron una intensa correspondencia con los partidarios troskistas en todo el mundo. Trotsky escribió La Revolución Traicionada (cuyo título original fue ¿Qué es la URSS y a donde va? . Pronto iniciaron los ataques en su contra, a través del diario comunista Arberderen que aseguraba que Trotsky planeaba una serie de actividades terroristas en contra de la URSS y que utilizaba el territorio noruego como base para preparar sus ataques. Nunca habían sido formuladas acusaciones tan graves contra Trotsky y menos que involucraran a alguna nación extranjera en su supuesta conjura. El gobierno noruego niegó rotundamente cualquier participación en actos de esa naturaleza y reclamó severamente a Trotsky por violar la prohibición de mantener actividades políticas desde su territorio. Trotsky apeló al principio democrático de asilo y el gobierno noruego terminó por permitirle que escribiera sobre asuntos internacionales y le prorrogó su visa. Mientras tanto, en 1935, cuarenta mil personas fueron expulsadas del Partido Comunista por ser consideradas trotskistas y zinovievistas. Más tarde ya entrado el año de 1936, el régimen estalinista acusó formalmente a Trotsky de traición y conspiración en contra del estado soviético, e incluso, de ser un agente nazi y señaló a su hijo León Sedov y a Zinoviev, Kamenev, y Smirnov, de actuar como sus cómplices. Los tres últimos fueron procesados y bajo enormes presiones, amenazas y torturas, confesaron crímenes infames –que nunca cometieron- como el intento de organizar una contrarrevolución en complicidad con los fascistas y planear por órdenes de Trotsky, el asesinato de Stalin y de otros miembros de la dirección del Partido. En un juicio sumario y sin que la Fiscalía General del estado soviético hubiese presentado ni siquiera las más elementales pruebas de su dicho, los indiciados fueron declarados culpables, y Trotsky y su hijo León Sedov, se convirtieron en convictos de la justicia soviética. En respuesta a esta acción ruin del régimen estalinista, Trotsky publicó en cuantos diarios y revistas pudo, entrevistas y notas en las que aportaba pruebas para desmentir las acusaciones en su contra. Mientras tanto, en Francia, León Sedov se daba a la tarea de difundir los desmentidos de su padre y de redactar el famoso Libro Rojo, a través de cuyas lucidas -‐-‐
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paginas, se lanza valientemente en defensa de Trotsky y de otros valiosos hombres, condenados de manera perversa durante los procesos de Moscú. Apoyándose en documentos y hechos de la historia, de forma sólida y con gran rigor, desmanteló el circo estalinista montado contra Trotsky y los demás opositores y descubrió al mundo el proceso social y la estructura autoritarista del estalinismo. Trotsky hizo entonces un llamado a que se formara una comisión internacional para que sus integrantes investigaran a fondo los hechos, a partir de las acusaciones en su contra en los procesos de Moscú, con la finalidad de poder comparecer ante el pleno de esta comisión y presentar alegatos y pruebas en su descargo, pues eso nunca le hubiese sido permitido en un tribunal estalinista. Con al ayuda de su abogado Gerard Rosenthal, una comisión (que nunca sesionó con la presencia de Trotsky), fue formada en París por André Bretón, Alfred y Marguerite Rosmer y Víctor Serge, entre otros. Los embates de Trosky contra el estalinismo fueron subiendo de tono y el viejo bolchevique fue acusado por Trygve Lie, ministro de justicia del régimen noruego, de infligir las condiciones de su visa y se le exigió abstenerse de emitir públicamente sus opiniones políticas, así como someter su correspondencia a la censura. Trotsky se negó y fue puesto bajo arresto domiciliario, quedando incomunicado debido a la estricta prohibición de mantener correspondencia con sus aliados y simpatizantes, así como para evitar más declaraciones del revolucionario contra Stalin y el régimen soviético, ante el temor del gobierno laboralista noruego de una alteración grave en las relaciones diplomáticas entre ambas naciones. La exigencia estalinista de expulsar a Trotsky de Noruega no se llevó a cabo porque ninguna otra nación del orbe le concedía asilo, por lo tanto se ordenó su reclusión en una pequeña casa de la aldea de Sundby y sus secretarios, Jean van Heihenoort y Erwin Wolf, fueron expulsados de territorio noruego. Mientras tanto, los demás procesados en Moscú fueron condenados a muerte y ejecutados. En todo el mundo, la represión del régimen estalinista contra el trotskismo se recrudecía.
La esperanza mexicana El gobierno soviético cada vez presionaba más y más para que Trotsky fuera expulsado de Noruega, cuyo gobierno decidió no ceder a las presiones soviéticas y esperar hasta que Trotsky tuviese otro lugar a donde ir, pero ninguna nación se decidía a recibirlo. Los gobiernos de España, Francia, los Estados Unidos se negaron a visar a Trotsky. Mientras tanto, en México, un joven profesor, Octavio Fernández Vilchis, miembro del Partido Comunista Mexicano y militante de la Liga Comunista Internacionalista (LCI), sección mexicana de la IV Internacional -de la cual era secretario al momento de la llegada de Trotsky a México- se puso a trabajar junto con el pintor muralista Diego Rivera, para -‐-‐
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conseguir que el gobierno del General Lázaro Cárdenas le concediera el asilo a Trotsky en México. Esto le brindó a Trotsky la posibilidad de un nuevo lugar de residencia, aunque no todos en su círculo más cercano estaban convencidos de que el asilo en México fura una buena idea, comenzando por León Sedov, quien se afanaba por lograr que el gobierno estadounidense le brindase asilo al viejo revolucionario. Finalmente el General Lázaro Cárdenas, presidente de México, no solo aceptó visar a Trotsky como asilado político, sino que lo nombró huésped del gobierno mexicano y permitió su ingreso a ese país de forma indefinida y con las mínimas restricciones – las que contiene la Constitución Política del estado mexicano y que señalan que los extranjeros inmigrantes deberán en todo momento guardar respeto y lealtad hacia la nación mexicana y no intervenir en sus asuntos políticos internos y externos-, cosa con la que Trotsky estuvo de acuerdo al internarse en territorio mexicano el 9 de enero de 1937. Trotsky su esposa Natalia Sedova, se alojaron en la casa azul, residencia que los pintores Diego Rivera y Frida Kahlo poseían en Coyoacán, un tranquilo suburbio situado hacia el sur de la ciudad de México. Diego y Frida vivían por aquél entonces en otra casa que poseían en la zona de San Angel, muy cerca de Coyoacán. De inmediato comenzaron las protestas del Partido Comunista Mexicano, y de la Confederación de Trabajadores de México, liderada por Vicente Lombardo Toledano, y casi a diario Trotsky era objeto de amenazas, que llevaron al gobierno mexicano a asignarle una guardia permanente y a permitir el arribo al país de un pequeño grupo de jóvenes trotskistas norteamericanos que se ofrecieron de forma voluntaria, para protegerlo y ayudarle, al igual que un nutrido grupo de trotskistas mexicanos, formado por maestros, obreros y estudiantes que llegaban en grupos de tres o cuatro por las tardes a la casa azul, para tomar las guardias nocturnas, según refiere Jean van Heihenoort en su libro Con Trotsky de Prinkipo a Coyoacán, una especie de bitácora de viaje, que detalladamente nos descubre los pormenores de la cotidianeidad de Trosky y sus allegados, durante siete de sus once años de exilio-. Otro personaje importante en esta etapa del exilio de Trotsky lo fue sin duda el General Francisco Múgica, quien fungió como contacto directo entre Trotsky y Cárdenas, que por cierto, nunca se conocieron personalmente. Múgica se entrevistó con Trotsky en varias ocasiones en un rancho de su propiedad, cerca de Cuernavaca y pronto generaron entre sí un sentimiento de profunda estimación y amistad, de la que queda como un mudo pero muy significativo testigo un ejemplar del libro Su moral y la nuestra, que Trotsky le regaló al general Múgica y en el que escribió con su puño y letra la siguiente dedicatoria: “Al General Múgica, con los mejores sentimientos de un viejo refugiado, posiblemente `indeseable´ y que sería feliz siendo útil alguna vez al generoso pueblo mexicano”1. Múgica 1
Pablo Yankelevich afirma haber visto la dedicatoria escrita por Trotsky,en un ejemplar de Su moral y la nuestra, que le fue mostrado por Doña Carolina Escudero, viuda de Múgica, en su casa de Pátzcuaro, en Michoacán, tal y como el mismo lo cita en el libro . México, país refugio: La experiencia de los exilios en el siglo XX (Plaza y Valdés, México, 2002).
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le presentó a Trotsky al licenciado Antonio Hidalgo, hombre de toda su confianza y alto funcionario del gobierno mexicano, a quien dio la instrucción de apoyar y auxiliar al asilado ruso y su esposa, en todo momento y para toda necesidad durante su estancia en México. Hidalgo y Trotsky, terminaron siendo buenos amigos, al grado de que en dos episodios del exilio deTrotsky en México –durante un breve impasse en su relación matrimonial debido a los constantes coqueteos con Frida Kahlo, en julio de 1937 y a raíz de una amenaza de atentado contra su vida en julio de 1938- Hidalgo lo alojó la primera vez en la Hacienda de San Miguel Regla, propiedad de la familia Landero y la segunda en su propia casa en las Lomas de Chapultepec, según refiere Pablo Yankelevich, en las páginas 73 y 74 de México, país refugio: La experiencia de los exilios en el siglo XX (Plaza y Valdés, México, 2002). La Comisión Dewey En Moscú comenzaba el segundo proceso, esta vez contra Rádek, Piatakov, Murálov, Sokolnikov y otros doce bolcheviques. Se vertían acusaciones falaces en cada sesión del tribunal estalinista, de las que la prensa daba cuenta cada mañana en los diarios, al igual que lo hacía con los artículos que Trotsky escribía cada tarde para desmentir, demostrando su falsedad, las acusaciones formuladas por la fiscalía soviética la mañana anterior. Trotsky, una vez más, solicitó públicamente que se formara una comisión internacional, para que se investigaran las acusaciones lanzadas en suya y de su hijo por el régimen estalinista. Esta vez hubo un eco mayor y la idea de este proyecto sedujo al político y filosofo estadounidense John Dewey, quien impulsó la formación del American Committe for the Defense of Leon Trotsky, del cual fue nombrado presidente. A raíz de esto, dos sub-comisiones se integraron, y Dewey formó parte la que viajó a México, la cual estuvo integrada por Alfred Rosmer (francés), Otto Rhüle y Wendelin Thomas (alemanes), Carlo Tresca (italiano), Suzzanne La Follette, Ben Solberg, John Finnerty y Carleton Beals (todos ellos estadunidenses) y Francisco Zamora (mexicano). El grupo comenzó a sesionar en Nueva York, bajó la tutela de John Dewey (de ahí el nombre de Comisión Dewey) quien era parte de un grupo de liberales estadounidenses, que encontraban en el estalinismo un cierto parecido con el fascismo. La segunda sub-comisión tuvo su sede en París, y su labor sería la de interrogar a los testigos en Europa, entre los que figuraban Víctor Serge y León Sedov. Un total de once testigos comparecieron ante la sub-comisión parisina y sus testimonios, así como el resultado de las investigaciones realizadas por esta, se sumaron a la otra sub-comisión que el propio Dewey encabezó y que hubo de viajar a México para que Trotsky pudiera comparecer, debido a que el gobierno estadounidense le negó la visa para trasladarse a Nueva York. La Comisión Dewey sesionó en la casa azul, del 10 al 17 de abril de 1937. Trece sesiones, se llevaron a cabo en el lapso de una semana, durante las cuales Trotsky fue -‐-‐
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interrogado y escuchado. La defensa de Trotsky fue llevada por el mismo y con brillantes alocuciones, en las que el viejo revolucionario desmintió cada una de las acusaciones en su contra y dejó –debido a la bastedad y calidad de la información y documentación presentada- un valioso testimonio de su trayectoria política. Los pormenores de este llamado contraproceso, pueden conocerse consultando El caso León Trotsky : informe de las audiencias sobre los cargos hechos en su contra en los Juicios de Moscú, adaptado por Andrea Robles. -1a ed.- Buenos Aires: Ediciones IPS, 2010 Clásicos CEIP León Trotsky, Traducido por: Murillo Celeste [et.al.]. No obstante, la represión del régimen estalinista contra el trotskismo siguió su curso, recrudeciéndose a un grado calificable de “salvaje”. En el mes de mayo de 1937, las purgas estalinistas alcanzaron al mismísimo ejército rojo; Mijail Tujachevsky, jefe de su Estado Mayor, fue acusado falazmente, junto a otros generales y oficiales, de haber intentado fraguar una alianza con Hitler y con el emperador Hirohito del Japón, bajo la dirección de Trotsky, para derrocar al régimen estalinista y desmembrar la Unión Soviética. Estas acusaciones condujeron a los militares en cuestión, directamente al paredón. Descabezado el Ejército Rojo, fue sencillo para Stalin controlarlo, ya que el mismo decidió los nombramientos de los nuevos jefes militares y así conjuró cualquier posibilidad de una rebelión militar que pudiera haberlo removido de su cargo y entregar el poder a Trotsky, pues los mandos “removidos” habían estado bajo las ordenes de éste durante su gestión como Comisario Rojo. Las conjuras y crímenes del estalinismo alcanzaron niveles internacionales; durante la guerra civil en España, la GPU arrestó al revolucionario Andreú Nin, dirigente del POUM –Partido Obrero de Unificación Marxista- acusándole de ser trotskista. Poco tiempo después, Nin apareció asesinado. En un ambiente de linchamiento y en medio de una campaña atroz y sanguinaria que el estalinismo había internacionalizado ya, el 13 de diciembre de 1937, el veredicto de la Comisión Dewey se dio a conocer: “Concluimos que los procesos de Moscú son un fraude. Por lo tanto, declaramos a Trotsky y a León Sedov inocentes”. El estalinismo respondió asestándole un durísimo golpe a Trotsky; León Sedov, su hijo y colaborador más leal, fue asesinado en París. Trotsky entró un estado de profunda depresión y tristeza que queda de manifiesto en el texto, que a manera de obituario, dedicó a su hijo y compañero entrañable en su incesante lucha revolucionaria titulado “León Sedov, hijo, amigo, luchador” el cual se público en el Boletín de la Oposición, en marzo de 1938. En tanto, los procesos en Moscú continuaban y en el curso del tercero de ellos, en marzo de ese mismo año, Tomsky, Rakovsky, Rikov, Krestinsky, Bujarín y algunos otros personajes, comparecieron ante la Corte Militar de la Unión Soviética, acusados de traición y fueron condenados a la pena capital. Durante los dos años subsiguientes, miles de trotskistas fueron deportados o asesinados. -‐-‐
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Trotsky nunca se recuperó por completo del severo golpe recibido por la muerte de León Sedov, sin embargo sí recuperó una gran parte de su optimismo y se lanzó con nuevos bríos a la lucha. Impulsó con todas sus fuerzas la IV Internacional y se dio a la tarea de abordar uno de los temas más importantes y polémicos: el arte revolucionario. André Bretón visitó México en 1938 y se reunió en varias ocasiones con Trotsky y Diego Rivera. Discutieron sobre el papel del arte en la revolución y sobre política surgiendo la idea de redactar un manifiesto que titularon “Por un arte revolucionario e independiente “que fue publicado con las firmas de Bretón y Rivera aunque quienes en realidad lo redactaron fueron Bretón y Trotsky. Poco después en medio de un creciente clima de hostilidad política hacia Trotsky, la relación entre este y Diego Rivera se descompuso al punto de la ruptura. Rivera no aceptó una resolución de la Cuarta Internacional de 1938, en la que se le removía de la sección mexicana a la internacional. Trotsky estuvo de acuerdo con aquella resolución y Rivera lo tomó como un acto desleal del viejo bolchevique hacia su persona y le retiró el habla, disolviendo así, y para siempre, su amistad. La renuncia de Diego a la IV Internacional vino como una consecuencia de todo esto y así mismo el cambio de residencia de Trotsky y Natalia fue inminente. A Jean van Heihenoort le tocó buscar una casa para la nueva residencia de la pareja de asilados. Encontró pronto una finca semi-abandonada en la calle de Viena, my cerca de la casa de Frida y Diego. La renta era pagable y la casa, pese a su mal estado reunía las condiciones necesarias para garantizar hasta donde era posible la seguridad de Trotsky. En mayo de 1939 los Bronstein se mudaron a su nueva residencia en Coyoacán. La casa en forma de T, contaba con un jardín muy amplio y una gran torre desde donde se podía otear varios kilómetros el horizonte. De cualquier manera, Trotsky ordenó la construcción de tres torres a modo de almenas, para mejorar la vigilancia y para mejorar la seguridad se aumentó la atura de las bardas, ocupando para todo ello los esfuerzos de Melquiades Benítez, un joven trotskista de extracción humilde, que poseía amplios conocimientos sobre albañilería y de un pequeño grupo de simpatizantes que fungían como ayudantes. Poco después, el Partido Socialista de los Trabajadores de los Estados Unidos, aportó los fondos para que Trotsky pudiera comprarle la casa a la familia Turati, y garantizarse así, un lugar fijo de residencia. En agosto de ese año Trotsky tomo en adopción a su nieto Vsievolod Platonovich Volkov, hijo de Nina Bronstein y de Platón Volkov quien había quedado huérfano. Vsievolod fue conducido a México por el Alfred y Marguerite Rosmer, grandes amigos de Trotsky. En 1940, debido principalmente a razones de seguridad, Trotsky decidió vender a la Universidad de Harvard sus archivos, Recibió 15,000 dólares por los veintidós mil documentos que contenían con la única condición de que los paquetes que contenían la correspondencia con sus partidarios no debían ser abiertos, por ningún motivo, hasta el año de 1980.
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La muerte en Coyoacán. Trotsky seguía luchando incesantemente desde México, dirigiendo a control remoto el movimiento trotskista. La coyuntura que se presentaba en el panorama internacional hacía cada vez más viable una rebelión contra el estalinismo, pues ante la evidente colaboración entre Hitler y Stalin en el desarrollo de la II Guerra Mundial en Europa y el fortalecimiento de la IV Internacional, el trotskismo se revigorizaba peligrosamente. Stalin decidió entonces dar la orden: Trotsky debía ser asesinado. Para ello se preparó un elaborado plan en el que la pieza clave era un español de nombre Ramón Mercader del Río, hijo de una prominente comunista española Caridad del Río, Mercader fue intensamente entrenado por la GPU para perfeccionarse como espía y asesino, con la intención de enviarlo a matar a Trotsky. En mayo de 1940, orquestado por agentes de la GPU infiltrados en México y se llevó a cabo un primer intento de asesinar a Trotsky a través de un grupo de pintores comunistas encabezados por el muralista David Alfaro Siqueiros; los sicarios atacaron la casa de Viena durante la madrugada, con armas de grueso calibre y arrojando bombas incendiarias: pese al intenso fuego de las ametralladoras Thompson que portaban los atacantes y el de los guardias que repelían el ataque, Trotsky salió ileso y nadie, excepto su nieto Vsievolod, quien recibió un leve rozón de bala en un pie, salió herido. Los atacantes terminaron huyendo, llevándose consigo a Robert Sheldon Harte, joven trotskista estadounidense, que fungía como guardia en la casa de Trotsky y resultó ser un agente del estalinismo. Días más tarde su cadáver fue encontrado por la policía mexicana en Cuajimalpa, un poblado localizado en las afueras de la ciudad de México. El motivo de su asesinato aun sigue en el misterio. Este fracaso fue puso en marcha el plan “B” y la GPU procedió a enviar a su asesino. Mercader, haciéndose pasar por el belga Jaques Mornard, enamoró en París, en 1938, a la trotskista estadounidense Silvia Ageloff, hermana de una ex secretaria de Trotsky, quien por lo cual tenía acceso a la casa de los Bronstein. Con engaños la convenció de ir a vivir con él a México, por supuestas razones de trabajo y una vez ahí, la persuadió de recuperar su amistad con Natalia y Trotsky y gracias a ello, logró infiltrarse una tarde dentro de la casa, con el pretexto de mostrarle unos textos sobre política -que decía haber escrito el mismo- al viejo revolucionario solicitándole su opinión. Trotsky quedó interesado en leer su continuación y desgraciadamente lo recibió una vez más, la tarde del 20 de agosto de 1940, haciéndolo pasar a su despacho contra la voluntad de Natalia, que no sentía confianza en Mercader. Una vez frente a su escritorio Trotsky se sentó a leer y Mercader, que estaba situado detrás, sacó un zapapico de su abrigo y asestó un golpe mortal en el cráneo del revolucionario, quien pese a la grave herida logró forcejear con su asesino hasta que este pudo ser detenido por sus guardias. Trotsky murió a la mañana siguiente en un hospital de la ciudad de México. -‐-‐
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El cuerpo del revolucionario fue cremado y sus cenizas depositadas en una urna detrás de una estela funeraria que fue diseñada en su honor, por el arquitecto mexicano Juan O´Gorman. Natalia vivió 22 años más y al fallecer sus cenizas se colocaron junto a las del hombre al que acompañó una larga parte de su vida, compartiendo con él uno de los destinos más accidentados y trágicos de la historia, lleno de militancia revolucionaria, enormes sacrificios, dolor y sufrimiento, pero sobre todo de dignidad humana y de un enorme y profundo amor. Hoy, la bandera roja ondea sobre la tumba del revolucionario, con un bello jardín como marco y su casa detrás, en una vieja casona donde el tiempo pareciera haberse detenido, ubicada en Coyoacán, en la ciudad de México, en el último lugar que habitó y el único sitio en el mundo, donde sus ideas y sus recuerdos conviven diariamente con sus correligionarios y visitantes.
Bibliografía: Gabriel García Higueras(2005), Trotsky en el espejo de la historia, Lima, Perú. Jean van Heihenoort(1979), Con Trotsky de Prinkipo a Coyoacán:Testimonio de sete años de exilio, Primera edición en español. México: Editorial Nueva Imagen. Pablo Yakelevich(2002), México, país refugio: La experiencia de los exilios en el siglo XX. México: Plaza y Valdés. Olivia Gall Sonabend(1991), Trotsky en México y la vida política en el periodo de Cárdenas 1937-1940. México: Ediciones Era.
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ontornos y emblanzas
El hombre que amaba a los perros *Martín Manzanares
Padura, Leonardo.
El hombre que amaba a los perros. México: Tusquets Editores, 2011.
La vida y obra del revolucionario ruso León Trotsky ha sido encarada primordialmente desde la perspectiva política, sin embargo, las demás disciplinas del conocimiento también han dialogado con el legado de Liev Davidovich Bronstein, entre ellas las ciencias duras, la historia, la sociología, la psicología y las artes (Deutscher, 1968). Y es que para Trotsky la discusión no concluyó en los conflictos políticos manifiestos de la URSS, además preocupo por los temas antes mencionados, fraguando así una heterodoxia que dista del marxismo-soviético. Esto ha sido expresado de forma clara en los artículos redactados para el Pravda entre 1924 y 1925, recuperados y compilados después en el libro Literatura y revolución, donde se expresan cuestiones referentes al modo de vida en los primeros años de la URSS y del quehacer literario en su mayoría. A modo de diálogo, la literatura contemporánea ha sumado esfuerzos para recrear la vida del antiguo Soviet de Petrogrado, en sus diferentes facetas, divididas regularmente en cuatro momentos: 1) El del joven agitador, allegado al menchevisquimo –argumento predilecto del estalinismo para desacreditar a Trotsky– (Broue, 1973) y participe de la fallida revolución de 1905. 2)El revolucionario enérgico, que toma parte de la revolución de 1917; tras haberse fugado, emigrado y retornado a Rusia, pronto se convertirá en comisario de guerra y estará al frente del comité central revolucionario, provisoriamente, que durante la guerra civil forma y es jefe el ejercito rojo. 3) El exiliado sin retorno, el cual es desterrado por formar la oposición tras la muerte de Lenin y con ello del desplazamiento del poder. Formará con ayuda de sus camaradas en los distintos
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puntos del globo, la denuncia de la traición de la revolución de octubre, donde además se ocupó de temas internacionales, entre ellos el fascismo, la guerra civil española y el antiimperialismo en América Latina. 4) El del asesinato, el hecho más morboso, por su despliegue y el acto en sí mismo, que presumía fungir como el silenciador más eficaz de la oposición al régimen estalinista. Éste último, el episodio más sombrío, es un hecho que no conoce la circunstancialidad, pues fue concebido y ensayado con antelación, la muerte de sus colegas más íntimos en los diferentes puntos del globo, entre ellos sus hijos y Andreu Nin, el incendio en Prinkipo, y un atentado previo a su muerte en México, anunciaban ya aquel hecho funesto que resultaba prácticamente ineludible. El nieto del revolucionario ruso, Esteban Volkov, señala con respecto a este episodio “Con el asesinato de León Trotsky, Stalin logró dar término a su empeño de eliminar a la vieja guardia bolchevique, a los leales compañeros de lucha de Lenin y a la mayoría de los sobrevivientes de Octubre” (Trotsky, 2001) Como se puede apreciar en lo escrito por Volkov, el homicidio de Trotsky no es un fenómeno in situ, es un suceso histórico que devela varias cuestiones, entre ellas la degeneración estalinista del proyecto revolucionario, las prácticas canallas para eliminar a los opositores y críticos del régimen, la maquinaria burocrática que se erigió de éste, el fracaso del socialismo en un solo país, la deformación de la historia para proyectar a Stalin como un héroe, entre otras que salen de la orbita de la Unión Soviética. Estos elementos son rastreables a través de la muerte de quien un día fungió como presidente del Comité Militar Revolucionario. El libro acuñado por el escritor cubano Leonardo Padura, da cuenta de estos hechos, reconstruye el asesinato a través de sus detalles y de los recursos literarios con base en fuentes históricas. Narrado en tres historias que se entrelazan: Trotsky, Mercader e Iván Cárdenas y un aprecio ferviente por los perros –elemento que no termina de convencer– se ofrece visualizar el asesinato de Trotsky como un acto duradero. Hecho que va más allá del hundimiento del piolet recortado en el cráneo del hacedor del Ejercito Rojo, que terminará con su vida.
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El asesinato y declive, inicia con el destierro del antiguo soviet de San Petersburgo. Primero en Alma-Ata –la frontera entre la URSS y China– y que culmina trágicamente en México. La narración contemplará aquellos otros lugares del “tercer exilio”1: Prinkipo, Francia, Noruega y una breve visita a Copenhague –el último lugar donde el viejo bolchevique se presentó ante un auditorio relativamente amplío, en la cual impartió una conferencia sobre la Revolución de 1917 –. Además de ello Padura da cuenta de una serie de acontecimientos íntimos que sucumbieron la vida de León Trotsky y posturas políticas publicas que manifestó en esta etapa de su vida. Los recursos literarios utilizados por el cubano ilustrarán creativamente aquellos huecos que la historia y la biografía de Trotsky que han sido difíciles de abarcar, esto a través de la minuciosidad con la que se relatan los eventos. El autor logra colocar al lector en una perspectiva más amplia, la cual, insistimos, otorga una connotación al crimen, como un acto extenso, maquilado con precedencia y poseedor de una honda estrategia. Entender el acto homicida, requiere no sólo conocer a quien fue violentado, también exhorta a intimar con el agresor. ésta es la dicotomía que compone y devela la naturaleza del evento. Tal lógica, es aplicada por Padura quien ofrece una panorámica completa del crimen. Por ello desentraña la vida de Ramón Mercader, el último peón utilizado por Stalin para silenciar a Trotsky, misma misión que designó como: “la caza del pato”. Mercader será el objeto primordial de la narración del cubano, el titulo que acoge el libro, es una alegoría interesante a éste español, pues el verbo amar, dota de humanidad a quien cometió uno de los crímenes que afectaron severamente el rumbo de la historia. La intimidad con Mercader, es un punto que llama la atención, quizá sea éste el que *Tesista de la Licenciatura en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Metropolitana. El mismo Trotsky se refirió a éste periodo bajo este mote. Isaac Deutscher apunta al respecto: “El término, no muy preciso, revela un aspecto del estado de ánimo en que llego a Prinkipo. Esta era en efecto, la tercera vez que un gobierno ruso lo deportaba obligándolo a vivir en el extranjero. Pero en 1902 y 1907 había sido deportado a Siberia o a la región polar, de donde escapó para refugiarse en Occidente […] Esta vez no había convertido en emigrado por propia elección, y en el extranjero no había ninguna comunidad de exiliados rusos que lo recibiera como uno de los suyos y le ofreciera los el medio ambiente y el vehículo para proseguir su actividad política. En El profeta desterrado (México: Era, 1968) p. 21. 1
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incomode más a los trotskistas efusivos, pues le resta responsabilidad a Mercader y concede carga a los infortunios de su vida, entre los que subraya la relación tormentosa e incluso edípica con su madre, su incapacidad de forjar relaciones personales duraderas, el desamor que le produjo África de las Heras –militante estalinista que brindó servicio a la KGB– y su imposibilidad de fundar una familia con ésta. Hacia el final de la obra nos encontraremos con un Mercader arrepentido de ser parte de los Servicios Secretos, de usar a Silvia Ageloff. A lo largo de las varias decenas de paginas, incluso notamos a un Mercader que reconoce los sadismos del Stalinismo y concede razón a las críticas e ideas de Trotsky. Las aproximaciones a la biografía del hombre que amaba los perros emprendidas por Padura siempre se encontrarán con el contexto y los sucesos históricos mundiales emergentes, que van desde la Guerra Civil Española, –donde militaba activamente y que interrumpe para formar parte de los Servicios Secretos Soviéticos–, los procesos de Moscú, la segunda guerra mundial y con ello lo inefables pactos Soviético-Germanos, la presencia soviética en Cuba, la muerte de Stalin, el ascenso de Jruschov, entre otros sucesos, se enlazan para dar cuenta del despliegue de la personalidad de quien se hizo llamar Jacques Mornard, Frank Jackson, Ramón Ivanivich y Jaime López. La triangulación y desarrollo de los sucesos entre Mercader y Trotsky se acompañaran paralelamente con la historia de Iván, un joven que pretende ser escritor y tras una serie de eventos desventurados abandona su sueño y se halla inmerso en el acontecer del mundo veterinario en Cuba. El desarrollo de este relato permitirá verter a Padura una serie de críticas al socialismo de la Isla y expresará la cotidianidad que percibe a través de su personaje. Al interior de lo descrito, se percibe fácilmente la desilusión que corroe a Padura por un socialismo desfigurado que se agudiza con la caída de la URSS y que culmina con una crisis económica, que deviene en social al interior de Cuba. Los encuentros de Iván con el viejo Ramón Mercader, pronto lo pondrán a investigar y reconstruir la vida y obra de Liev Trotsky, en su faena hallará demasiados obstáculos, en un primer momento para acceder a ésta pues existe una escasa difusión e incluso prohibición del legado de Trotsky y en un segundo momento para publicar una novela
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sobre la fabulosa historia que le compartió Iván López, la cual complementó con sus propias investigaciones clandestinas. En suma, nos encontramos con una historia que reconstruye la última etapa de la vida del revolucionario ruso, la cual muchos de los lectores calificarán de derrotista e incluso apaciguada, pues los escritos y biografías del revolucionario denotan una lucha dinámica y agudizada contra la tergiversación del socialismo en la URSS. Se trata de un libro polémico que desatará discusiones entre los partidarios de la corriente que lleva por mote el nombre de Trotsky y ayudará a comprender a los no-doctos los acontecimientos del siglo XX a escala mundial tras el erguimiento del proyecto socialista y sus manifestaciones en Europa y América Latina.
Bibliografía. Broue, P. (1973), Historia del partido bolchevique. Madrid: Ayuso. Deutscher, I. (1968), Trotsky el profeta desarmado. México: Era. Trotsky, L. (2001), La revolución traicionada. España: Fundación Federico Engels.
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Colección León Trotsky Nayeli Moctezuma Moreno*
La Colección León Trotsky está compuesta por 140 libros provenientes del la colección personal del líder sindical Rafael Galván, misma que fue donada al Instituto del Derecho de Asilo y las Libertades Publicas1 en 1990 por la familia Galván.
De 1990 a la fecha, se han adquirido diversas ediciones de las obras del Revolucionario Ruso para conformar la presente colección, misma que ha sido clasificada y sistematizada por el proyecto de reestructuración de la “Biblioteca Rafael Galván”, el cual permitió su actual apertura a la consulta pública.
El presente catálogo fue revisado exhaustivamente, lo cual permitió rescatar la colección de forma dinámica a través del sistema automatizado que permite recoger las fichas virtuales. Actualmente la colección asciende a 180 títulos en diversas ediciones e idiomas.
La consulta de los acervos y colecciones de la biblioteca pueden hacerse en las instalaciones de la misma a través del sistema PMB biblio que realiza las búsquedas automatizadas por campo y materia.
* Coordinación Proyecto de reestructuración “Biblioteca Rafael Galván” Actualmente Instituto del Derecho de Asilo-Museo Casa León Trotsky, A.C.
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Titulo
Etitorial
Crónica de Trotsky Anagrama El pensamiento político del joven Trotski Siglo XXI Trotsky Fayard Trotsky y la guerra civil española Jorge Alvarez Not guilty Monad Press The case of Leon Trotsky Merit The case of Leon Trotsky Merit Trotsky. El profeta armado ERA Trotsky. El profeta desarmado ERA Trotsky. El profeta desterrado ERA Trotsky. El profeta armado ERA Trotsky en México ERA Operación Trotsky Diana Quién está detrás del asesino de León Trotsky Clave Terrorismo y comunismo Júcar Lenin’s fight against Stalinism Pathfinder Press Debate sobre la economía soviética y la Ley del Valor Grijalbo Teoría económica y economía política en la construcción del socialismo Roca Trotsky Bibliography K. G. Saur El pensamiento de León Trotsky Fontamara Lev Trotsky Erre emme Hommage à Natalia Sedova-Trotsky Les lettres nouvelles León Trotsky leyendo a Descartes y Vandervelde Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Trostki sacrificado Siete Trotsky : downfall of a revolutionary HarperCollins El pensamiento vivo de Trotsky Ciencia, cultura y política Dog Days: Prometheus Research Library The life and death of Leon Trotsky Basic Books Trotsky: A Bibliography Scolar Press La revolución desfigurada Juan Pablos Vida de Lenin Juan Pablos En defensa del marxismo Juan Pablos La revolución traicionada Juan Pablos Historia de la Revolución Rusa Juan Pablos Comunismo: guerra y paz Juan Pablos El triunfo del bolchevismo Juan Pablos Mi vida Juan Pablos Alemania, la revolución y el fascismo Juan Pablos Una escuela de estrategia revolucionaria Juan Pablos Lecciones de Octubre Juan Pablos ¿A dónde va Rusia? Juan Pablos La mujer y la familia Juan Pablos Escritos militares Juan Pablos ¿A dónde va Francia? Juan Pablos Resultados y perspectivas Juan Pablos Mi vida Ercilla Mi vida Ercilla Sobre la Liberación Nacional Pluma Escritos sobre España Ruedo iberico Terrorismo y comunismo Biblioteca Nueva La doctrina económica de Carlos Marx Celtas Sobre arte y cultura Alianza Nos taches politiques Denoël / Gonthier La revolución permanente Coyoacán Escritos Pluma Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press De Octubre Rojo a mi destierro Zeus La situación real de Rusia Apolo La situación real de Rusia M. Aguilar Mis peripecias en España España El triunfo del bolchevismo Biblioteca Nueva Problems of Life Methuen & CO. Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press Writings of Leon Trotsky Pathfinder Press The Permanent Revolution Pathfinder Press La mujer y la familia Antídoto La mujer y la familia Unidad Obrera y Socialista, apn La Internacional comunista después de Lenin Ediciones V El bolcheviquismo Cervantes El bolcheviquismo Cervantes El bolcheviquismo Cervantes Literatura y Revolución M. Aguilar Literatura y Revolución Crux Literatura y Revolución Ruedo iberico Literatura y Revolución Jorge Alvarez Su moral y la nuestra Clave Su moral y la nuestra Fontamara Terrorismo y comunismo Política Obrera En defensa del marxismo Amerindia El pensamiento vivo de Karl Marx Losada
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1974 1976 1988 1966 1972 1968 1969 1966 1968 1969 1976 1991 1972 S/A 1977 1975 1974 1974 1988 1980 1990 1962 1993 1992 2009 1987 2002 1975 1989 1972 1972 1972 1972 1972 1973 1973 1973 1973 1974 1974 1974 1974 1975 1975 1979 1936 1936 1980 1971 [19??] 1972 1971 1970 1963 1977 1977 1978 1977 S/A 1932 S/A 1929 1920 S/A 1976 1975 1973 1973 1978 1975 1974 1974 1979 1970 1988 2001 1972 1921 1921 1919 S/A 1989 1969 1964 1939 1978 1965 1958 1962
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Autor
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Vida de Lenin Indo-América 1949 LT DK254.L4 T755 Trotsky Stalin Harper & Brothers 1941 LT DK268.58 T7 Trotsky Los crímenes de Stalin Zig-Zag 1938 LT HX813 T76 Trotsky La Revolución de Octubre Fontamara 1977 LT DK265 T778 Trotsky La situación en Rusia después de la revolución Baires 1973 LT DK265 T783 Trotsky ¿A dónde va Inglaterra? Biblos 1927 LT HC256.3 T76 Trotsky Tagebuch im Exil Kiepenheuer & Witsch 1979 LT DK254.T6 A42 Trotsky Mi vida Pluma 1979 LT DK254.T6 A486 Trotsky Stalin MacGibbon & Kee 1968 LT DK268.58 T7 Trotsky Stalin Stein and Day 1967 LT DK268.58 T7 Trotsky Stalin Kiepenheuer & Witsch 1952 LT DK268.58 T76 Trotsky Stalin Panther Books 1969 LT DK268.58 T7 Trotsky Mein Leben S. Fischer Verlag 1930 LT DK254.T6 A32 Trotsky Mein Leben S. 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Víctor Alan
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Exilio, una mirada a través de la biblioteca personal de León Trotsky.
Se realizó el montaje de la exposición sobre el exilio del revolucionario ruso León Trotsky en varios países, entre ellos México, a través de fotografías, revistas y parte de su biblioteca personal.
La muestra, titulada “Exilio, una mirada a través de la biblioteca personal de León Trotsky”, permite al visitante hacerse una idea del peregrinaje del político ruso, quien llegó a México en 1937 tras serle denegado el visado en Noruega y gracias a la política de asilo del entonces presidente mexicano, Lázaro Cárdenas.
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“Aquí podemos ver al Trotsky más íntimo, al personaje que está entre el profeta desterrado y el exiliado, tal y como lo diría el escritor polaco Isaac Deutscher”, dijo Martín Manzanares colaborador del montaje y becario del Instituto del Derecho de Asilo.
En esta exposición, que recoge aquellas obras que quedaron en el Museo después de que la mayoría fuera enviada a la Universidad de Harvard, en EE.UU., se descubren, de acuerdo con el curador Jesús Salinas, los gustos personales del revolucionario, más allá de la política, como el arte, la literatura o la ciencia.
Asimismo, según la también curadora Leslie García, se hallan algunas de las obras que se publicaron en varios países en el marco de la “campaña de desprestigio” contra su persona y que el dirigente soviético acostumbraba a leer en la intimidad y coleccionar.*
*Fuente: http//: www.elpais.com
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Instituto del Derecho de Asilo-‐Museo Casa de León Trotsky, A.C. Archivos Boletín de la Biblioteca Rafael Galván, Año1, Nº 1 publicación electrónica agosto de 2012.