VIVIR la vida
SI LA VIDA ES LA MEJOR ESCUELA, ¿QUÉ PODEMOS APRENDER?
M
uchas veces he oído, a mayores sobre todo, que la vida es la mejor escuela.
Estoy de acuerdo. En la vida se aprende. Cierto que algunas lecciones son duras. Preferiríamos que no entren en “temario”, pero suelen ser de las que más aprendemos. Y, ¿qué enseña la vida? Para mí, la respuesta es una sola. Tan sencilla que parece de Perogrullo: a vivir. Y, ¿por qué entonces parece que algunos “vivientes” no aprenden nada? En esta escuela no vale echar la culpa al profesor. Es verdad. A veces nos distraemos con una mosca, pasamos el “temario” por encima y esa tendencia humana (algo cómica) de tropezar con la misma piedra. Pero aprendemos. Lo demostraremos en la siguiente curva. Seguro. Yo he aprendido (sé que no soy la primera que lo dice; pero es que no es aprendizaje baladí) que vivir, vivir bien, es, sobre todo, amar. Y es que sentirse amado es estupendo: arrulla, arropa y calienta; pero amar es también gritar desde la cumbre, coger la ola más grande, elevarse con el viento, iluminarse con el sol por dentro… Y además, amar es dar… Alguien que lo sabía bien ya lo dijo: “Hay más felicidad en dar que en recibir”. Amo a mi familia y amigos (como todos). Son mi patria y mi patrimonio. Mis bienes. Mi fortuna. Su vida 24
• abril 2020 Boletín Salesiano
es mi vida y la mía, también la suya. Pero en mi vida hay más gente. No soy muy sociable (timidez), pero me gusta la gente con sus costumbres y sorpresas, picardías y bondades, habilidades y torpezas. Me provoca ternura e intento amarla, aunque no siempre es fácil. Dicen que soy empática y es cierto que en un día bueno empatizo hasta con los orcos. Pero también tengo días malos y entonces bufo y gruño, y la orco soy yo. Y en esos días, en los que parece que empatía y simpatía me han abandonado, agradezco que me amen, que me traten con amabilidad, dulzura, cariño. Me da fuerza para seguir amando. Y es que amor llama a amor. El amor alimenta al amor. Por eso, soy firme partidaria de ser cordial con vecinos, tener detalles con compañeros, tratar con amabilidad a desconocidos, mimar (bien) a los niños, escuchar y hablar con dulzura a ancianos, saludar a tenderos y conductores de autobús, sacar tiempo para visitas, cafés, conversaciones: ayudar, animar, amar, quizá en pequeño, pero amar. Siempre. Y es que la vida da para mucho amor… y el amor da mucha vida... Alguien puede pensar que es una cursilada. Quizá sí… Pero, si está sobrado en amor… que lo regale. Josune Bikandi Filóloga-traductora