Reyner Banham loves the Environment Bubble

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Historia de la Arquitectura y el Urbanismo DCA-ETSAM-UPM

Historia de la Arquitectura y el Urbanismo Reyner Banham l o v e s t h e

De todos los acontecimientos en los que participamos, con o sin interés, la búsqueda fragmentaria de una nueva forma de vida es el único aspecto todavía apasionante. Guy Debord Les lévres nues, 1955

Environment B u b b l e Lucía Boo Gómez Profesor, Eduardo Prieto

Las diferentes opciones de vivienda que nos ha brindado la historia de las casas -entendiéndolas como hogares- nos permite generar un catálogo muy diverso que varía según los climas, materiales disponibles o culturas; cómo la gente se ha relacionado con esos espacios privados queda patente en ese recopilatorio. Los problemas que pudieron surgir en algún momento en esta amplia historia fueron resueltos de una forma u otra hasta llegar a la era de la máquina moderna, donde todas estas soluciones se concentraron en una única; la casa concebida como una máquina. Tradicionalmente, podemos considerar la arquitectura como una mera cuestión de límites; un entendimiento entre el dentro y el afuera. Sin embargo, la técnica moderna con inventos del calibre del aire acondicionado –invento de Carrier a principios de s XX-, las capas técnicas como la lana de vidrio o los suelos radiantes consiguieron de cierto modo quebrantar este modelo anacrónico y librar a la arquitectura de una inminente dependencia con su entorno, estableciendo incluso, condiciones climáticas a priori. Las ventanas serían elementos que permitirían exclusivamente el paso de la luz y se estaría más cerca de la utopía de la estanqueidad. Sin embargo, el carácter de sistema técnico del aire acondicionado entraba en conflicto con la estética maquinista; cuyo verdadero propósito residía en la disolución de la técnica en la arquitectura y no una combinación entre la máquina y el edificio ajeno a ella. En esta inconveniencia de los años 30, cuando los arquitectos no son capaces de absorber los nuevos servicios mecánicos y sienten cierta nostalgia por aquellos tiempos donde no había sesgo alguno de esta nueva especie llamada instalaciones* -como cuando la nueva tecnología del acero golpeó a los neoclásicos, que no sabían reinventar un lenguaje adecuado a esa nueva empresa-, prosperan textos que se aproximan al ¨problema¨ con nuevas definiciones como por ejemplo, Der Raum als Membram, de Siegfried Ebeling. Utilizando una metáfora de nuestra contemporaneidad, el olor a Brummel al que empezó a oler el S XX, se vería sustituido por friegasuelos de olor a pino con arquitectos como Banham, inspirados, por ejemplo, por Ebeling y completamente conscientes del sistema político que les rodeaba. *como bien podemos saber por la cita de LC: “pour Ledoux, c’était facile – pas de tubes”


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Portada der Raum als Membran, Siegfried Ebeling, 1926

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Arctic City, Frei Otto and Ewald Bubner with Kenzo Tange

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Cúpula sobre Manhattan, Richard Buckminster Fuller.

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Stanford Torus, NASA, 1975

Este alumno de la Bauhaus redefine la función de la fachada, que más que un elemento aislante debía considerarse como una piel capaz de transmitir los flujos energéticos de la atmósfera al interior, a través de una serie de pequeños poros(1). Ebeling será también de los primeros en entender la arquitectura como algo más que un simple objeto, contemplaba que sus límites se extendieran hasta los de la ciudad para poder generar realmente un impacto. Este cambio de entendimiento de escala y de la fachada fue una obsesión que años más tarde, con la llegada de una modernidad tecnocrática influenciada por entidades como la NASA y sus desarrollos, propició la creación de proyectos de la mano, por ejemplo, de Frei Otto con su Cúpula de la Arctic City (1970)(2), de Buckminster Fuller con su Cúpula sobre Manhattan(3) (1960) y de algunos ingenieros de la NASA que crearon ciudades como la Stanford Torus (1975)(4), que consistía en una réplica de los arquetípicos suburbios americanos organizada a través de la geometría del toro en el espacio -así no se presentaba el problema que conlleva el sprawling, intrínsecamente americano. Estas utopías, tenían raíces claras en proyectos soviéticos en los que instalaciones tales como piscinas eran protegidas por membranas que se asemejaban a burbujas con las mismas aspiraciones tecnocráticas (o tecnólatras) que sus posteriores. De 1928 a 1932 tuvo lugar el primer plan quinquenal en la URSS donde las principales preocupaciones orbitaban en torno a una industrialización a gran escala, a la creación de cooperativas o koljoses o a la mecanización total. Se propiciaría un segundo debate urbanístico donde se estudiaría una posible trama y las cualidades ideales para una ciudad socialista, que hace que se convoquen numerosos concursos para la planificación de las emergentes ciudades industriales, como Stalingrado. Una de estas ciudades planificadas sería la Ciudad Verde(5), que se diferenciaba del resto por su condición de ciudad satélite en los alrededores de Moscú. Se quería hacer de esta área, que tenía una capacidad de cien mil habitantes, una ciudad para el descanso, donde no existiría vinculación alguna con la industria y la estancia allí sería de carácter temporal, acompañada por centros educativos y culturales. Mélnikov presentará un proyecto radical, donde directamente planteaba la ciudad como una máquina; una máquina para dormir. Las largas horas de trabajo que sistemáticamente se veían prorrogadas sumadas al tiempo dedicado a diversas actividades para la comunidad, reuniones políticas, desplazamientos… eran la principal fuente de disputa entre el descanso y la clase obrera. Por ello, Mélnikov plantea su ciudad mediante la creación de unidades de dormitorios colectivos en los que diferentes disciplinas tales como la música, la física o la medicina velarían por un sueño de calidad. Los bloques que Mélnikov proponía, resultaban de un trabajo multidisciplinar en el cual se reproducían sonidos de la naturaleza -de hojas cayendo, pájaros o lluvia- y libros o música en un intentode neutralizar el ruido, incompatible con el buen descanso. Todo esto, también requería de una tecnología de control acústico, térmico y de humedad que eran complementados con aromas volátiles con reminiscencias a los campos e incluso con sistemas que conseguían hacer que las camas se balancearan.

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El edificio ejercía entonces el papel de velador sensorial, ¿el inicio de la domótica? Se convierte así en una identidad superior -que roza los límites de la distopía- donde la tecnología se convierte en estado y dicta las normas de la vida de los trabajadores debido también a su influencia mecanicista. El proyecto en sí mismo no tiene tanta importancia como la idea subyacente que acarrea; no es una solución a un problema si no la exposición del problema en sí mismo. Una ciudad que sea en su totalidad funcional y eficiente tiene a cambio muchas carencias a nivel individual; un edificio, o máquina para dormir, no es sino una reivindicación de la salud psicológica que recoge escrita en un cuaderno el mismo Mélnikov:

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Plan general de la Ciudad Verde, Konstantín Mélnikov.

Página del Inflatocookbook, Antfarm, 1968.

(6) Ant Farm’s Dream Cloud Inflation Atop Mount Vision at Point Reyes, California, Antfarm, 1970. Estructura hinchable temporal.

Y ahora cuando oigo que nuestra salud necesita de alimentación, yo digo que no, que lo que necesita es sueño. Todos dicen que para descansar se necesita de aire, y yo digo nuevamente que no: sin sueño el aire es incapaz de restablecer nuestras fuerzas…

Tanto Frei Otto como Bucky Fuller o Yves Klein con su Architecture de l’air, abanderados por las ideas de Siegfried Ebeling pero también por las utopías urbanas de los expresionistas o los cosmistas, pretendían, siguiendo una tradición basada en la máquina y una tecnología a lo grande, la creación de sociedades a gran escala, cubiertas o confinadas por enormes burbujas autogestionadas, que si completamos con ideas subyacentes de la Ciudad Verde, reducimos de escala y eliminamos los prejuicios maquinistas, obtenemos como resultado el Environmental Bubble de Reyner Banham; un proyecto encandilado por las posibilidades de la suma de atmósferas y tecnología, todo ello al servicio del individuo. La burbuja de Banham resultaba en un cambio de escala que se propiciaba ligado a un ideal, propio de aquella época, que consistía en un acercamiento y dulcificación del mundo de la máquina. Juntando principios del movimiento hippie y una cultura individualista, hedonista con la nueva fascinación espacial, surgen proyectos donde la tecnología -aunque muchas veces demasiado DIY- y la cultura popular se entremezclaban dando lugar a proyectos fascinantes como los de los británicos Archigram o las estructuras neumáticas como los que enseñaban a hacer las tiradas de Ant Farm (6) donde la arquitectura se ponía al servicio del ocio. Podemos encontrar un símil parecido en el Crystal Palace, cuando lo que habita dentro son plantas, seres salvajes, naturales, cuya única función es vivir y ser observado. Añadimos entonces, el adjetivo voyeur a la unidad celular de Banham, cuya contemplación nos propiciaría disfrutar de un individuo confinado -al que se dibuja desnudo, un auténtico creador de sus propios valores- que sigue viviendo en las comodidades de la tecnología, la música, el sexo… Esto recreaba una metáfora del habitar moderno en el que se determina que el ser humano ya no queda bajo las leyes de la naturaleza, sino que es el propio individuo quien puede decidir sobre ella. Ya en la década de los cuarenta, Buckminster Fuller esboza lo que podríamos denominar los principios del compacto tecnológico en un proyecto al que llama The Mechanical Wing(7) que consistirá en un paquete mínimo transportable de esta llamada tecnología doméstica. El standard of living package, que asoció desde entonces a Bucky

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Fuller, podría devolver, según Banham, al ser humano a la naturaleza.

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The Mechanical Wing, Buckminster Fuller

(...)una correcta configuración del standard of living package, soplando, el aire caliente a ras del suelo (en vez de absorber aire frío a lo largo del suelo como el fuego), irradiando luz suave y Dionne Warwick en cálido estéreo, con proteína madura girando en el horno con luz infrarroja, y la hielera tosiendo discretamente unos cubitos en los vasos sobre el bar desplegable —esto podría hacer por un claro en el bosque o una roca en la ensenada lo que Playboy nunca podría hacer por su pent-house puesto allí. ¿Pero cómo vas a trasladar este pedazo de tecnología hasta el arroyo? No necesita ser tan masivo; las necesidades aeroespaciales, por ejemplo, han hecho cosas salvajes sobre la tecnología de estado sólido, produciendo incluso pequeños transistores refrigeradores. Todavía no captan ninguna gran cantidad de calor, pero ¿qué vas a hacer en el claro de todas formas? ¿congelar un novillo? Tampoco se necesita manipularlo —podría trasladarse sobre un colchón de aire (su propia emisión de aire acondicionado, por ejemplo) como un hovercraft o una aspiradora doméstica.

El standard of living package(8) sería el nuevo corazón, el fuego de su casa, con todo lo que esto conlleva:

(..) diferencia del espacio habitable atrapado con nuestros ancestros debajo de una roca o un techo, el espacio en torno al fuego tiene muchas cualidades únicas que la arquitectura no puede aspirar a igualar, ante todo su libertad y variabilidad.

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Standard of living package, Banham y Françoise Dallegret.

A partir de este paquete elemental y haciendo especial énfasis en la noción de refugio, como buen tecnólatra, lo envuelve y recurre a varias membranas de plástico, que moldeadas en forma y dimensión por el viento recogen y distribuyen un área de iluminación tolerable que será un círculo superpuesto al óvalo de calor. Todo esto, dictamina Banham, generaría una serie de espacios ambientales diferentes y difusos que zonificarían la burbuja. Para Banham, la arquitectura contemporánea -su contemporánea- debía conjugar al mismo tiempo las ventajas de una buena climatización que venían del mundo de las máquinas con el espacio, la construcción y por último la forma. El Environmental Bubble se cuestionaba gran parte de los dogmas que habían estado presentes en una arquitectura tanto antigua como moderna. Según Eduardo Prieto, Banham arremete directamente contra la tríada vitruviana. Pone en entredicho la firmitas de Vitruvio, cuando genera un edificio ligero, inmaterial, en un contexto no determinado ni a nivel cultural ni a nivel territorial -¿un neofuturismo? También quiebra el dogma de la utilitas cuando generaba un espacio de dudosa funcionalidad, que él mismo notifica: (...) una burbuja inflable no es el tipo de cosa en la que los niños o un dis-

Anatomía de una unidad de vivienda

traído “Pumpkin-ester” podrían entrar y salir cuando les diera la gana —créanme, tratar de salir de una cápsula inflable puede ser todavía más complicado que salir de una carpa empapada venida abajo si haces el primer movimiento equivocado.

Ajeno a la tradición de lo doméstico, propone una nueva forma de vida colmada da de los conforts modernos que concentra en la cápsula central, gracias a los conceptos que él mismo incorpora; el Plugin y Clip-on, que permiten una arquitectura configurable a partir de las máquinas enchufables y desenchufables. La idea de cápsula de la que habla Banham, caló profundamente en ciertos

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arquitectos del calibre de Kisho Kurokawa, que permitiría llevar al plano de la realidad sus ideales metabólicos. (...)la cápsula es arquitectura ciborg. El hombre, la máquina y el espacio

construyen un nuevo cuerpo orgánico que transciende el enfrentamiento. (…) Un mecanismo que se ha convertido en un espacio habitable en el sentido que un hombre no puede esperar vivir en otra parte, es una cápsula. (…) La cápsula es un mecanismo de retroalimentación en un sistema de información orientado a una sociedad tecnotrónica

Continuando con la tríada vitruviana, Banham finalmente rompe con la venustas clásica mediante una atmósfera devenida en hogar colmatada de máquinas, que asegurarían el bienestar del que tanto Gropius como LC hablaban cuando asistían a sus solárium desnudos; para Banham ese placer se encontraba en un interior climatizado. El arte y la ciencia remediaran las molestias que produce la naturaleza. Decía Vitruvio ¿y no es eso lo que nos encontramos en la obra de Banham? Aunque en su crítica, el propio Reyner Banham también fue cuestionado. Será Claude Schnaidt en Arquitectura y compromiso político el que, en 1967, verá en todas estas utopías sensacionalistas una idealización del objeto mediante el diseño, desvinculándolo y despojándolo de cualquier oportunidad de pertenecer al sistema capitalista. Y dice Schnaidt en 1967: (...)estos arquitectos futuristas puede que tengan el mérito de

llevar la tecnología a su conclusión lógica, pero lo más frecuente es que su actitud acaba en la tecnolatría. Las refinerías y las cápsulas espaciales pueden servir de modelos de perfección técnica y formal, pero si se convierten en objetos de culto, las lecciones que pueden enseñar erraran completamente el blanco. Esta confianza ilimitada en las posibilidades de la tecnología va a compañada de un sorprendente grado de falsa preocupación por el futuro humano.

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despilfarro energético que supone escondiéndose detrás de esos valores. Una casa americana, con el sistema de balloon frame, no es más que una cáscara vacía -como decía Groff Conklin en The Weather-Conditioned House- y por tanto, ineficiente energéticamente; hay que suministrar enormes cantidades de energía para neutralizar esa pérdida. Esta concepción, según Banham, de la casa como un agujero negro de recursos energéticos, es típicamente americana; y también lo es la falta de una arquitectura monumental. Banham propone, influenciado probablemente por filósofos del calibre de Emerson, que el espacio monumental americano se encuentra en sus exteriores. Es entonces cuando la transparencia absoluta y la pérdida de intimidad ligada a ella y la sensibilidad capitalista en cuanto a los objetos, cobran sentido. Todo esto me lleva a pensar que Banham sabía muy bien lo que decía. Otro aspecto que me parece curioso es la dicotomía que aparece en el proyecto, que como acabo de mencionar, es inminentemente capitalista, pero por otro lado aparece la idea de la Ciudad Verde de Mélnikov; un sistema que vela por la salud mental, donde sus variables son controlables a priori y donde ni la naturaleza ni el entorno molestan. Prima el bienestar, el confort térmico, el disfrute del exterior sin mosquitos, por ejemplo. No se habla de funcionalidad ni de ir a trabajar ni de trabajar desde la célula, habla de un nuevo sistema en el que parece no haber familias, en el que la gente vive sola, no haciendo absolutamente nada más que disfrutar. (...)para el hombre que tiene todo lo demás, un paquete de vida estándar como este, podría ofrecerle el último dulce – el poder para imponer su voluntad en cualquier entorno en el cual el paquete fuera depositado; para disfrutar de la libertad espacial de la fogata nómada sin el olor, humo, cenizas y suciedad; y de los lujos de los sin los estorbos de los aparatos fijos de una vivienda permanente.

Banham lo tenía muy claro desde el principio; su proyecto tenía la ventaja de no tener que preocuparse por su materialización en la realidad, pero, sin embargo, no creo que lo concibiera tampoco como una utopía, debido a que era fruto de una crítica bastante fundamentada hacia la arquitectura moderna y su desarrollo y a la sociedad inminentemente americana -y no solamente por la escala. Resuelve el conflicto maquinista de la integración de máquinas en la realidad arquitectónica, haciendo de un sistema que hasta ahora había sido ajeno a la arquitectura, el corazón de la casa, literalmente. En esta resolución, podemos ver cierta similitud con algunos tratadistas, como Viollet-le-Duc, cuando intentan poner un objeto -ya sea una construcción primitiva o el fuego, por ejemplo- como centro u origen de la arquitectura. Esta definición era de suma importancia debido a que sentaba las bases de las teorías de cada estudioso y su aproximación hacia a la arquitectura. Banham puede que lo exprese de otra forma, no buscando el origen en el sentido histórico sino en un sentido más metafísico. Él mismo habla de la cultura Kleenex, donde la escasez de los recursos no es un problema y el “usar y tirar” típico de las sociedades capitalistas se apoderan de la población. Reyner Banham excusa su proyecto y el

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Banham, Reyner. (1965) A home is not a house. Art in America. Volume II. NY:70-79 Banham, R. (1980). Theory & Design in the First Machine Age. Butterworth-Heinemann. Ebeling, S. (1926). Der Raum als Membran, etc. Beltz Verlag. Frampton, K. (2007). Modern Architecture: A Critical History (4.a ed.). Thames & Hudson. Prieto, E. (2020). Historia medioambiental de la arquitectura. Ediciones Cátedra.

Bibliografía

Prokopljević, J. (2019, 27 diciembre). Konstantín Mélnikov: Ciudad como máquina para dormir | Jelena Prokopljević. veredes. Ricoy, S. D. M. (2005). Las cien mejores obras maestras del vanguardismo arquitectonico soviético. Editorial URSS. Rodríguez Cedillo, C. (2016). Arqueología del Futuro. Caso aplicado. Viviendas móviles, transportables, transformables. DPA, Escuela Superior de Arquitectura de Madrid. Rossi, U. (2019). This House is not a Home. En La Casa. Espacios domésticos. Modos de habitar (pp. 873882). Abada editores.


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