Excavando la interoceanidad moderno/colonial Briseida Allard O. Universidad de Panamá Agosto 2011
Mapa Maris Pacifici, de Abraham Ortelius. Apareció en la edición de 1589 de su America Sive Novi Orbis en Theatrum Orbis Terrarum. Publicado por primera vez en 1570. http://en.wikipedia.org/wiki/File:Ortelius_-_Maris_Pacifici_1589.jpg
…Un paraíso compraron cuentas de vidrio, telas y espejos; fuente de juventud para un viejo imperio. La luz dentro de tu entraña se transformó en camino de acero, y nuestra gente en sombras de lo que fueron. ¿Cuándo seremos manos, en vez de dedos?... …Yarna panai… ¡Abya Yala bin sógue! [1] Rubén Blades cantando Puente del Mundo, 1999 Esta es la constatación que yo hago desde mi posición dentro y fuera de Occidente, en su órbita y negándome a someter mi pensamiento, plagado de otras memorias y otras experiencias, a la simplicidad seductora de sus abstracciones… Una pertenencia de este tipo incita a explorar los sentidos múltiples de esta complejidad. Sophie Bessis, Occidente y los Otros, 2002
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Introducción El objetivo principal de estas notas es proponer una mirada Otra a la interoceanidad del Istmo de Panamá a partir de algunos señalamientos sobre la geopolítica del lugar en el libro de Walter Mignolo (2007), La idea de América Latina.
Con ese propósito, en lo que sigue tanteo la idea del transitismo (Castillero C., 1973) como una de las expresiones emblemáticas de la cultura de la interoceanidad (Porras, 2005). A través de la “matriz colonial de poder” específicamente ístmica que denomino interoceanidad subalterna, pretendo apuntar algunas ideas en el afán de resignificar ambos momentos fundacionales de la herida moderno/colonial en Panamá.
Intentando este acercamiento me asaltaron múltiples inquietudes, entre ellas, ¿cómo la interoceanidad del Istmo de Panamá contribuyó a constituir la doble densidad de la modernidad/colonialidad?, ¿de qué modos la modernidad y la colonialidad dieron forma a la idea de interoceanidad?, ¿cómo han operado los conceptos de interoceanidad, americanidad y latinidad en la apropiación y producción de conocimiento sobre las mujeres de la región?, ¿qué significaciones sugiere la opción epistémica decolonial a los conceptos transitismo y cultura de la interoceanidad?
Por supuesto, todavía no puedo responder a estas y otras interrogantes que surgen al leer la historia de mi país en el sistema mundo colonial. Por tanto, no tengo que insistir sobre el carácter inacabado y muy preliminar de mi propuesta.
Interoceanidad y geopolítica del conocimiento
A partir de un texto seminal del historiador Alfredo Castillero C. (1973), y amparado en el paradigma de la dependencia entonces dominante, emergió el término transitismo como expresión que da cuenta de la forma específica de inserción del Istmo que hoy llamamos Panamá en el moderno sistema-mundo (Wallerstein, 2003) a partir del siglo XVI, formato del cual
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resultarían, a su vez, los paisajes y narrativas característicos de la actividad económico-mercantil de tránsito tal como se ha venido llevando a cabo de entonces acá.
Con leves matices, Castillero Calvo ha mantenido las premisas fundamentales de aquel estudio publicado más de treinta años atrás: …la geografía panameña quedó organizada en torno a dos ciudades terminales en cada mar (Nombre de Dios y Panamá), y un interior apendicular que le serviría como proveedor de alimentos. De esa manera, se implantó una inexorable racionalidad a su territorio, insertándolo en una economía de mercado a grandes distancias… Así pues, el potencial geográfico de Panamá pudo ser anticipado desde temprano y de allí que se organizara tan precozmente… pocos países americanos pudieron encontrar su función geográfica tan tempranamente de manera tan precisa”. (Castillero C., 2007. Las cursivas son mías.) Tiene razón Aparicio (2004) al señalar que desde 1973 “el propio término transitismo y su adjetivo transitista se han incorporado... como categorías de análisis para definir la orientación fundamental de la zona de tránsito y, en cierta medida, de todo nuestro territorio.” (p. 3)
En los últimos años, el sociólogo Guillermo Castro H., ha remozado los estudios del transitismo al concebirlo como un camino que se bifurca en dos grandes sentidos, “como formación económico-social y como marco de relación entre la sociedad y la naturaleza en el Istmo entre los siglos XVI y XXI” (Castro, 2006: 1).
Desde esta perspectiva, sus estudios han ido reconstruyendo una historia del impacto ambiental del transitismo en Panamá, para lo cual destaca tres grandes momentos fundamentales:
El del tránsito pre industrial, entre 1550 y 1850, caracterizado por el uso de una tecnología de bajo impacto, adaptada a las restricciones que el medio imponía a la actividad, operada mediante el trabajo esclavo o de peones, y financiada en lo fundamental
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por el capital local. El del tránsito industrial ferroviario, dominante entre 1850 y 1914, que utilizó una tecnología de mediano impacto ambiental, capaz ya de subordinar el medio natural a las necesidades del tránsito, operada mediante el trabajo de obreros y técnicos asalariados y financiada por capital privado proveniente del exterior. El del tránsito industrial hidráulico, dominante de 1914 a nuestros días, que utiliza una tecnología de enorme impacto ambiental, operada por obreros y técnicos especializados de alta calificación, y financiada por capital monopólico de Estado. (Castro, 2006: 2)
Recientemente, la antropóloga panameña Ana E. Porras (2005: 282) ha propuesto el término cultura de la interoceanidad para designar lo que llama el “…sub-sistema narrativo cuyos significados dan valor a la situación geográfica de Panamá, el paso interoceánico…”. Y agrega: El término interoceanidad se ha preferido al ya tradicional “transitismo” por considerar que este último ha adquirido un carácter equívoco: en algunos casos significa transitorio, efímero y ficticio (…). En otras ocasiones, el transitismo se concibe como un proyecto económico, refiriéndose a la especialización geo-política y económica de Panamá, al predominio político de la zona de tránsito y el de sus clases sociales o grupos humanos…. Esta segunda acepción, aunque diametralmente opuesta a la primera y más moderna en su paradigma científico, [concibe a la cultura] como un epifenómeno o apéndice de los intereses económicos y las ideologías políticas. (pp. 282-283)
A juicio de Porras, …la expresión “cultura de la interoceanidad”, como nueva nomenclatura, presenta las siguientes ventajas para el análisis y comprensión de la cultura e identidad nacional de Panamá: define e incorpora la noción de cultura en los estudios de Panamá; identifica una gama amplia de narrativas, con sus paradigmas y modelos, sin atribuirles juicios de valor; descubre un hilo conductor y una estructura que integra la inmensa variedad cultural panameña, su agitada experiencia histórica y su diversidad social; identifica una hegemonía
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narrativa (y por tanto cultural) de un modelo sobre otros; al mismo tiempo, reconoce la dinámica interna de poder socio-histórica y cultural, que involucra movilidad social y flexibilidad en su estructura. Permite identificar que los procesos narrativos por medio de los cuales se construye identidad nacional en Panamá son equivalentes a los procesos culturales en otros lugares del mundo, a pesar de que sus decisiones y preferencias fueron distintas (véase, por ejemplo, las opciones culturales respecto de Balboa, Anayansi y Urracá como símbolos nacionales, comparativamente con los símbolos nacionales equivalentes en México y Perú)… Como corolario de la caracterización anterior, Porras sostiene que “la incorporación del concepto de cultura, y de la cultura de la interoceanidad, permite identificar, caracterizar y explicar que los panameños han configurado su identidad y cultura nacional predominantemente cosmopolita, abierta, diversa, modernizadora y diferente a las identidades más etnocéntricas, agrarias, fisiócratas y nacionalistas de sus vecinos en el Continente.” (p. 283)
Más claro,
imposible.
Los aportes de estos tres autores panameños han sido significativos para el desarrollo de las ciencias sociales en nuestro medio. Ahora bien, ¿qué tienen en común los tres relatos mencionados no obstante las diferentes opciones metodológicas y marcos cognitivos que ostentan y el amplio espacio de tiempo que separa al trabajo seminal de las otras narrativas?
A mi juicio, aunque algo ha variado en los relatos más recientes sobre el transitismo y la interoceanidad panameña, no han cambiado los términos de ese debate. En general, en las narrativas comentadas la interoceanidad está instalada en el interior de la modernidad ubicada geohistóricamente en Europa. Aunque se posicionan en momentos distintos de la evolución del conocimiento según la lógica de la colonialidad encarnada en lo que Cordero Torres (1941) llamó con acierto “el fetichismo de los kilómetros cuadrados” (p.7).
Los tres autores brevemente reseñados parecen desestimar la articulación entre economía, género y raza o entre identidades culturales/étnicas e identidades de género, así como el estrecho
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ligamen entre el hecho estatal-nacional, el racismo, el imperialismo y las prácticas e ideología patriarcales (Suárez y Hernández, 2008).
Desde esta perspectiva, los silencios y las ausencias sobre temáticas relativas a género, raza y sexualidad, erosionan estas interpretaciones del hecho colonial y neocolonial en Panamá, cristalizados en términos y expresiones como transitismo, transitismo contra el tránsito, cultura de la interoceanidad, que Castillero Calvo, Castro Herrera y Porras, respectivamente, han aportado a los distintos enfoques que aplican para el análisis de la interoceanidad en nuestro medio.
Texto y contexto en la primera modernidad
El año 1513 es decisivo en la historia del dominio mundial de Occidente. Mientras Maquiavelo, en el sur de Europa, publica El Príncipe, texto que recoge la concepción seminal de la razón de Estado; a miles de kilómetros de distancia, en Panamá, Vasco Núñez de Balboa encontró el Mar del Sur. Estos dos sucesos, cada uno a su modo, constituyeron hechos clave en el origen del sistema-mundo moderno/colonial.
Así, desde el siglo XVI la hegemonía occidental elabora los fundamentos teóricos y prácticos de su supremacía. (Bessis, 2002: 19). Para decirlo con las palabras de Amin (2009: 7), “la asimetría Europa atlántica/América colonial no es ni espontánea ni natural, sino perfectamente construida”.
Detengámonos brevemente en el acontecimiento americano. Fue a partir de 1513, con el „descubrimiento del mar del Sur (Océano Pacífico hoy), cuando la Corona española definió la interoceanidad del istmo, esto es su condición de territoriopaso que permitió intercomunicar, bajo la hegemonía de Europa, el mundo conocido entonces, para que
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… sirviera, primero, para la expansión ultramarina hacia Oriente, que era en ese momento lo que tenía mayor prioridad para la Corona…. De esa manera, se implantó una inexorable racionalidad a su territorio, insertándolo en una economía de mercado a grandes distancias, y destinado a servir a los tránsitos entre España… [África, Asia y América]. (Castillero C., 2007)
Inmediatamente después del acontecimiento tiene lugar la institucionalización del pasaje geográfico, la función del istmo -al que la Corona inventa renombrándolo con el expresivo nombre de Castilla del Oro- como zona de tránsito y su adscripción al sistema colonial español.
Es así que muy temprano en el siglo XVI, no sólo se naturalizó la impronta interoceánica del territorio istmeño, sino que tuvo lugar la apropiación del paso por parte de España y su integración en el imaginario eurocristiano (E. O´Gorman citado por Mignolo, 2007, 29), a través de la novedosa cartografía moderna, de narraciones y leyendas, de pinturas y la iconografía de la conquista y posterior colonización, entre otros dispositivos del reciente saber moderno-colonial.
Contrario al planteamiento metodológico que Mignolo propone para excavar los cimientos imperial-coloniales de las ideas de América y América Latina, en el caso que me ocupa no es posible separar la interoceanidad y su correlativo imaginario, de la cartografía europea que apareció desde el inicio del siglo XVI. “Después de todo, el continente americano existe sólo como una consecuencia de la expansión colonial europea y los relatos de esa expansión desde el punto de vista europeo…” (p. 16). Entre esos relatos, los cartográficos sin duda.
Mapeando la primera modernidad
Maris Pacifici, el mapa de Abraham Ortelius que apareció en la edición de 1589 en America Sive Novi Orbis, de su Theatrum Orbis Terrarum (1570), es un valioso testimonio de las nuevas miradas europeas al mundo después de 1492. Ahora sabemos que en la Europa del siglo XVI fue una de las últimas versiones de los territorios conquistados.
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En efecto, Sanz (1961)1 da cuenta de un mapa que circuló desde 1505, identificado como “de Caverio”, que dibuja la costa oriental de los Estados Unidos. Siguiendo a Sanz, Verdera sostiene que en el mapa de Caverio, que se conserva en la Biblioteca Nacional de París, también aparece el golfo de México en un tiempo que, 'oficialmente', aún no había sido „descubierto‟ por los europeos2.
Mapa de Caverio, 1505 http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1505_284/Mapa_universal_de_Nicol_s_Caverio_de_1505_474.shtml
Dos años después, en 1507, circulaba el mapa del cosmógrafo Martín Waldseemüller, después de leer las cartas de Américo Vespucio, publicó el libro Introducción a la Cosmografía, de gran difusión científica. Según lo describe Verdera, siempre de acuerdo a Sanz3, el mapa, que fue encontrando en 1901 en un castillo alemán, se compone de doce planchas las cuales forman un conjunto monumental de dimensiones casi murales.
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Citado por Verdera en http://www.cristobalcolondeibiza.com/esp/esp05.htm) Ibidem. Desde el 2001, el mapa se conserva en la Biblioteca del Congreso en Washington. Ibid.
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Mapa de Martín Waldseemüller de 1507. http://www.cristobalcolondeibiza.com/esp/esp05.htm
Es el primer mapamundi en que aparece escrito el nombre América… Los autores del mapa fueron Waldseemüller, Ringmann, Lud, Basin y Pelerin… Lo extraordinario del mapa… es que en el hemisferio que hay junto a Vespucio en la parte ornamental, señalado por una flecha, vemos el continente americano situado entre dos masas oceánicas, y separado del Japón y de Asia. En 1507, cabe recordar, aún se desconocía la existencia del Océano Pacífico y también que América estuviera abrazada por los dos océanos que, en realidad, la circundan… Por otro lado, observamos que en el istmo de Panamá hay dibujado un estrecho, dentro del círculo. Cristóbal Colón, en el cuarto viaje, buscó con ahínco un paso, un estrecho que le condujera al Mar del Sur, denominado posteriormente Pacífico… Por lo visto, navegantes de la antigüedad conocían no sólo el [estrecho] entre los océanos, sino que también sabían la existencia de un continente situado entre Europa y Asia, y lo dejaron reflejado en algún mapa. Mapa al que Colón y Waldseemüller tuvieron acceso... 4
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Verdera en http://www.cristobalcolondeibiza.com/esp/esp05.htm
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Siete años después del descubrimiento europeo del mar del Sur, en 1520, un globo terráqueo confeccionado por el matemático alemán Johann Schönner, visiona al continente americano seccionado justamente por su parte más angosta, el istmo de Panamá5.
Globo terráqueo de Johann Schönner, 1520 http://www.cristobalcolondeibiza.com/esp/esp05.htm
De todo lo anterior parece desprenderse que mucho antes de Colón hubo navegantes que cartografiaron el continente americano incluyendo la Antártida. Desde esta perspectiva, vale preguntarse si realmente fue hasta 1503, durante su cuarto viaje a América, cuando el navegante genovés vislumbró la condición ístmica de nuestro territorio, el llamado descubrimiento intelectual del Istmo6. ¿Tuvo Colón más información de la que hemos supuesto sobre la estrechez en Tierra Firme?
En todo caso, estos trabajos cartográficos europeos y los supuestos que subyacen en ellos, no solamente contribuyeron a la historia de los descubrimientos sino que formaron parte del proceso de producción de lo que Bessis (2002) denomina “un aparato teórico –filosófico, moral y científico- de legitimación” y dominio (p. 18). Verdera citando a Sanz, señala que ya en 1515, cinco años antes de su descubrimiento, en otro de los globos terrestres de Schönner figuraba lo que después se conocería como estrecho de Magallanes. Ibidem. 5
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Castillero Calvo, ob. cit.
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No extraña, entonces, que el carácter moderno/colonial de la interoceanidad panameña se encarne en un territorio geográficamente situado en la idea del Mundus Novus, una de las visiones hegemónicas del sistema mundo moderno/colonial, y, por tanto, un elemento clave de la construcción de Occidente.
Mapa de Panamá con los caminos transístmicos: Real, Cruces y Chagres http://andergil.blogspot.com/2007/11/la-ruta-quetzal-una-aventura-ilustrada.html
Colonialidad del poder, colonialidad del ser Ahora bien, no fueron únicamente los mapas que aparecieron desde el siglo XVI en adelante los que contribuyen a nutrir la distinción epistémica y geopolítica de la interoceanidad vista desde la hendidura colonial, sino también los relatos e imágenes provistos por los viajeros y exploradores que, sobre todo en el siglo XIX, poblaron de símbolos, ideas e invenciones del Otro, la imaginación moderna occidental. (Reclus, 1972, Bovallius, 1972).
De este modo, como en una molienda, el engranaje de poder de la colonialidad desde los intersticios de la modernidad, destila, y se confunde con, la colonialidad del conocimiento y la colonialidad del ser; esto es, tramas de conocimientos devaluados, silenciados, junto con las vidas y los cuerpos de indios/as, negros/as, mestizos/as y otras subalternidades que los portan.
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Este es el sentido profundo de las numerosas descripciones de mujeres que hiciera el Oficial de la Marina francesa Armand Reclus, uno de los exploradores europeos del Istmo, en su diario del viaje de 1876, en las que da cuenta cómo “el progreso de la modernidad va de la mano con la violencia de la colonialidad”.
Así escribió, por ejemplo, acerca de un grupo de lavanderas que observó en la periferia de la ciudad de Panamá: … Negras, indias o mulatas, todas tienen el cuerpo desproporcionado y disforme; todas son, u obesas, o flacas como esqueletos: no hay términos medios. ¿A cuál de ellas podría darse la manzana de la fealdad? (Reclus, 1972: p. 71) De esta manera las dibujó en su diario (p. 78):
http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/galeria/919.htm
En otro momento, cuando describe la estatua de Cristóbal Colón que, en 1870, regalara la emperatriz Eugenia al general Tomás Cipriano Mosquera, después que culminara la Exposición Universal de París de 1867, Reclus sostiene:
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Fuente: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?t=477615
... se levanta, aunque sin pedestal todavía, un magnífico grupo de bronce representando a Cristóbal Colón y a América, suntuoso regalo de la ex-emperatriz Eugenia a un antiguo presidente de los Estados Unidos de Colombia, el general Mosquera, que, según se dice, era pariente lejano de la ilustre familia de Montijo. Colón, de pie, erguido y fiero, protege, abrazándola con su mano derecha, a una mujer pequeña, completamente desnuda, temerosa y encorvada, pero muy bella, tan bella, que hace pensar, más que en una india desharrapada, basta y de líneas deshechas, en una de esas encantadoras parisienses, vestidas de capricho… Este grupo es, por lo demás, la única obra de arte que puede verse en todo el territorio que ocupa el istmo de Panamá”. (p. 32. Las cursivas son mías.) La interoceanidad panameña es un campo propicio para el contrapunto entre la idea de “América Latina” y las ideas de “naturaleza y “cultura” (Mignolo, 2007: 21), términos que también constituyen construcciones de género, viejas tecnologías del yo y la nación (Amina Mama citada por Suárez Navaz y Hernández, 2008: 17) que disciplinan y controlan los cuerpos de las mujeres.
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Interoceanidad y hegemonía moderno-colonial
En un contexto pletórico de agresiones militares contra las jóvenes repúblicas al sur del río Bravo, la agresión de Francia a México (1833), de Inglaterra a Buenos Aires (1833), de Francia a Buenos Aires (1839), la guerra de EU contra México (1847), la agresión de EU a Paraguay (1853), las acciones depredadoras de William Walker en Centroamérica, a partir de 1855, la intervención francesa en México, son todos eventos que renuevan y precipitan las propuestas hispanoamericanistas del congreso de Panamá, convocado por Bolívar, en 1826. (Soler, 1980) Mignolo (2007: 102) apunta que algunas investigaciones recientes encuentran “el „origen‟ de la idea de „latinidad‟, esto es, el antagonismo entre América del Norte y América del Sur, no tanto en el contexto militar mencionado, como en “las tensiones y los conflictos de 1850 relacionados con Panamá”. Así, escribe: Más que una disputa por una cuestión de límites, se trató de una lucha por el control del punto de encuentro y cruce entre el Atlántico y el Pacífico, una especie de preludio de la guerra hispano-estadounidense de 1898. [Cursivas mías] ¿Y cuáles fueron esas tensiones y conflictos de 1850, relacionados con Panamá que impulsan tal clivaje en las subjetividades locales? Por una parte, la firma del Tratado Mallarino-Bidlack, en 1846, que repolitiza la interoceanidad panameña al zanjar la disputa entre EU y Gran Bretaña por el control y dominio del paso transístmico a favor del primero. Por otra, el llamado Gold Rush californiano (1849), fortalece la presencia y control de EU en Panamá, a la vez que alimenta los constantes y serios disturbios y enfrentamientos multitudinarios entre la población local y los norteamericanos, configurando nuevas percepciones moderno/coloniales del „ellos‟ y el „nosotros‟. Como apunta Mignolo, “la situación de Panamá fue una versión concentrada de la tensión entre las dos fuerzas opuestas que en la época recibían los nombres de “la raza anglosajona” y “la raza
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latina”…Esa época crucial, la de las disputas continentales de 1850, fue el momento exacto en que el sueño de Bolívar de la “confederación de naciones hispanoamericanas” se transformaba en “América Latina”, en el sentido de una zona de dominio de la “raza latina”. Distintos estudios de Alfredo Figueroa Navarro (1982; 1991), sobre aspectos relativos a la dimensión privada de la vida social istmeña durante el período del “Panamá colombiano”, ofrecen vetas para complementar y diferenciar los modos a través de los cuales la interoceanidad bajo el dominio imperial de EU, redimensiona los mundos públicos y privados marcados por las técnicas y las subjetividades producidas en el contexto político de la nueva gobernabilidad colonial. Notas 1. Expresión en lengua kuna que podría traducirse como: desde el puente del mundo, loor a Abya Yala.
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Eduardo
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