Cuentos pa’ que
te cuento
Cuentos clasicos - El gato con botas - La bella y la bestĂa - Peter Pan - Caperucita roja
Cuentos fantasia - El jarabe mĂĄgico - Caza de sirenas - Las hadas cantarinas
Cuentos CLÁSICOS
H
Al día siguiente el gato cazó dos perdices y de nuevo fue a ofrecérselas al Rey, quien le dio una propina en agradecimiento. Los días fueron pasando y el gato continuó durante meses llevando lo que cazaba al Rey de parEn el reparto el molino fue para el mayor, te del Marqués de Carabás. el asno para el segundo y el gato para el más pequeño. Éste último se lamentó de Un día se enteró de que el monarca iba a su suerte en cuanto supo cuál era su parte. salir al río junto con su hija la princesa y le dijo a su amo: - ¿Y ahora qué haré? Mis hermanos trabajarán juntos y harán fortuna, pero yo sólo - Haced lo que os digo amo. Acudid al río y bañaos en el lugar que os diga. Yo me tengo un pobre gato. encargaré del resto. El gato, que no andaba muy lejos, le El amo le hizo caso y cuando pasó junto al contestó: río la carroza del Rey, el gato comenzó a gri- No os preocupéis mi señor, estoy seguro tar diciendo que el marqués se ahogaba. Al verlo, el Rey ordenó a sus guardias que lo de que os seré más valioso de lo que salvaran y el gato aprovechó para contarle pensáis. al Rey que unos forajidos habían robado - ¿Ah sí? ¿Cómo?, dijo el amo incrédulo -Dadme un par de botas y un saco y os lo la ropa del marqués mientras se bañaba. El Rey, en agradecimiento por los regalos que demostraré. había recibido de su parte mandó rápidaEl amo no acababa de creer del todo en mente que le llevaran su traje más hermoso. sus palabras, pero como sabía que era un Con él puesto, el marqués resultaba especialmente hermoso y la princesa no tardó en gato astuto le dio lo que pedía. darse cuenta de ello. De modo que el Rey lo El gato fue al monte, llenó el saco de salva- invitó a subir a su carroza para dar un paseo. do y de trampas y se hizo el muerto junto a él. Inmediatamente cayó un conejo en el saco y el gato puso rumbo hacia el palacio del Rey. abía una vez un molinero pobre que cuando murió sólo pudo dejar a sus hijos por herencia el molino, un asno y un gato.
- Buenos días majestad, os traigo en nombre de mi amo el marqués de Carabás -Pues éste fue el nombre que primero se le ocurrió - este conejo. - Muchas gracias gato, dadle las gracias también al señor Marqués de mi parte.
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El Gato con
Botas
El gato se colocó por delante de ellos y en cuanto vio a un par de campesinos segando corrió hacia ellos.
- He oído que tenéis el don de convertiros en cualquier animal que deseéis. ¿Es eso cierto?
- Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que el prado que estáis segando pertenece al señor Marqués de Carabás, os harán picadillo como carne de pastel.
- Pues claro. Veréis cómo me convierto en león Y el ogro lo hizo. El pobre gato se asustó mucho, pero siguió adelante con su hábil plan.
Los campesinos hicieron caso y cuando el Rey pasó junto a ellos y les preguntó de quién era aquél prado, contestaron que del Marqués de Carabás.
- Ya veo que están en lo cierto. Pero seguro que no sóis capaces de convertiros en un animal muy pequeño como un ratón. El ogro cumplió su palabra y se convirtió en un ratón, pero entonces el gato fue más rápido, lo cazó de un zarpazo y se lo comió.
Siguieron camino adelante y se cruzaron con otro par de campesinos a los que se acercó el gato. - Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que todos estos trigales pertenecen al señor Marqués de Carabás, os harán picadillo como carne de pastel.
Así, cuando el Rey y el Marqués llegaron hasta el castillo no había ni rastro del ogro y el gato pudo decir que se encontraban en el estupendo castillo del Marqués de Carabás.
Y en cuanto el Rey preguntó a los segadores, respondieron sin dudar que aquellos campos también eran del marqués. Continuaron su paseo y se encontraron con un majestuoso castillo. El gato sabía que su dueño era un ogro así que fue a hablar con el.
El Rey quedó fascinado ante tanto esplendor y acabó pensando que se trataba del candidato perfecto para casarse con su hija. El Marqués y la princesa se casaron felizmente y el gato sólo volvió a cazar ratones para entretenerse.
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H
La Bella y La Bestia abía una vez un mercader adinerado que tenía tres hijas. Las tres eran muy hermosas, pero lo era especialmente la más joven, a quien todos llamaban desde pequeña Bella.
Además de bonita, era también bondadosa y por eso sus orgullosas hermanas la envidiaban y la consideraban estúpida por pasar el día tocando el piano y rodeada de libros. Sucedió que repentinamente el mercader perdió todo cuanto tenía y no le quedó nada más que una humilde casa en el campo. Tuvo que trasladarse allí con sus hijas y les dijo que no les quedaba más remedio que aprender a labrar la tierra. Las dos hermanas mayores se negaron desde el primer momento mientras que Bella se enfrentó con determinación a la situación: - Llorando no conseguiré nada, trabajando sí. Puedo ser feliz aunque sea pobre. Así que Bella era quien lo hacía todo. Preparaba la comida, limpiaba la casa, cultivaba la tierra y hasta encontraba tiempo para leer. Sus hermanas, lejos de estarle agradecidas, la insultaban y se burlaban de ella. Llevaban un año viviendo así cuando el mercader recibió una carta en la que le informaban de que un barco que acababa de arribar traía mercancías suyas. Al oír la noticias las hijas mayores sólo pensaron en que podrían recuperar su vida anterior y se apresuraron a pedirle a su padre que les trajera caros vestidos. Bella en cambio, sólo pidió a su padre unas sencillas rosas ya que por allí no crecía ninguna. Pero el mercader apenas pudo recuperar sus mercancías y volvió tan pobre como antes. Cuando no le quedaba mucho para llegar hasta la casa, se desató una tormenta de aire y nieve terrible. Estaba muerto de frío y hambre y los aullidos de los lobos sonaban cada vez más cerca. Entonces, vio una lejana luz que provenía de un castillo. Al llegar al castillo entró dentro y no encontró a nadie. Sin embargo, el fuego estaba encendido y la mesa rebosaba comida. Tenía tanta hambre que no pudo evitar probarla. Se sintió tan cansado que encontró un aposento y se acostó en la cama. Al día siguiente encontró ropas limpias en su habitación y una taza de chocolate caliente esperándole. El hombre estaba seguro de que el castillo tenía que ser de un hada buena. A punto estaba de marcharse y al ver las rosas del jardín recordó la promesa que había hecho a Bella. Se dispuso a cortarlas cuando sonó un estruendo terrible y apareció ante él una bestia enorme.
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- ¿Así es como pagáis mi gratitud?
Un día Bella le pidió a la bestia que le dejara ir a ver a su padre, ya que había caído enfermo. La bestia no puso ningún impedimento y sólo le pidió que por favor volviera pronto si no quería encontrárselo muerto de tristeza.
- ¡Lo siento! Yo sólo pretendía… son para una de mis hijas… - ¡Basta! Os perdonaré la vida con la condición de que una de vuestras hijas me ofrezca la suya a cambio. Ahora ¡iros!
- No dejaré que mueras bestia. Te prometo que volveré en ocho días, dijo Bella.
El hombre llegó a casa exhausto y apesadumbrado porque sabía que sería la última vez que volvería a ver a sus tres hijas.
Bella estuvo en casa de su padre durante diez días. Pensaba ya en volver cuando soñó con la bestia yaciendo en el jardín del castillo medio muerta.
Entregó las rosas a Bella y les contó lo que había sucedido. Las hermanas de Bella comenzaron a insultarla, a llamarla caprichosa y a decirle que tenía la culpa de todo.
Regresó de inmediato al castillo y no lo vió por ninguna parte. Recordó su sueño y lo encontró en el jardín. La pobre bestia no había podido soportar estar lejos de ella.
- Iré yo, dijo con firmeza
- No os preocupéis. Muero tranquilo porque he podido veros una vez más.
- ¿Cómo dices Bella?, preguntó el padre
- ¡No! ¡No os podéis morir! ¡Seré vuestra esposa!
- He dicho que seré yo quien vuelva al castillo y entregue su vida a la bestia. Por favor padre.
Entonces una luz maravillosa iluminó el castillo, sonaron las campanas y estallaron fuegos artificiales. Bella se dio la vuelta hacia la bestia y, ¿dónde estaba? En su lugar había un apuesto príncipe que le sonreía dulcemente.
Cuando Bella llegó al castillo se asombró de su esplendor. Más aún cuando encontró escrito en una puerta “aposento de Bella” y encontró un piano y una biblioteca. Pero se sentó en su cama y deseó con tristeza saber qué estaría haciendo su padre en aquel momento. Entonces levantó la vista y vio un espejo en el que se reflejaba su casa y a su padre llegando a ella. Bella empezó a pensar que la bestia no era tal y que era en realidad un ser muy amable.
- Gracias Bella. Habéis roto el hechizo. Un hada me condenó a vivir con esta forma hasta que encontrase a una joven capaz de amarme y casarse conmigo y vos lo habéis hecho. El príncipe se casó con Bella y ambos vivieron juntos y felices durante muchos muchos años.
Esa noche bajó a cenar y aunque estuvo muy nerviosa al principio, fue dándose cuenta de lo humilde y bondadoso que era la bestia. - Si hay algo que deseéis no tenéis más que pedírmelo, dijo la bestia. Con el tiempo, Bella comenzó a sentir afecto por la bestia. Se daba cuenta de lo mucho que se esforzaba en complacerla y todos los días descubría en él nuevas virtudes. Pero pese a eso, cuando todos los días la bestia le preguntaba si quería ser su esposa ella siempre contestaba con honestidad: -Lo siento. Sois muy bueno conmigo pero no creo que pueda casarme con vos. La Bestia pese a eso no se enfadaba sino que lanzaba un largo suspiro y desaparecía.
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H
ace tiempo, allá por 1880, vivía en la ciudad de Londres la familia Darling. Estaba formada por el señor y la señora Darling y sus hijos: Wendy, Michael y John. Sin olvidarnos de Nana, por supuesto, el perro niñera. Vivían felices y tranquilos hasta que Peter Pan llegó a sus vidas. Todo comenzó la noche en que Nana tenía el día libre y la señora Darling se quedó a cargo de sus hijos. Cuando todos, incluida ella, estuvieron dormidos el muchacho entró por la ventana. Pero entonces ella se despertó y se asustó tanto al verle que lanzó un fuerte grito. Entonces apareció Nana, que cerró la ventana para evitar que saliera y acabó atrapando su sombra. Y así fue como la sombra de Peter Pan acabó en un cajón de la casa de los Darling. Una noche el señor y la señora Darling salieron a cenar a casa de los vecinos del número 27. Los niños se quedaron en casa al cuidado de Nana y no tardaron en quedarse todos dormidos. Pero cuando la casa estaba en silencio, entró una diminuta hada revoloteando a gran velocidad y tras ella, Peter Pan, dispuesto a recuperar su sombra. La encontró en el cajón en el que la había guardado Nana pero se entristeció mucho cuando comprobó que la sombra no le seguía. Probó a pegársela con jabón pero no dio resultado y desesperado se sentó en el suelo a llorar.
- ¿Quién está llorando? - preguntó Wendy, a quien despertaron los sollozos. - Soy yo - contestó Peter - ¿Cómo te llamas? - preguntó la niña, aunque ella estaba casi segura de saber quien era - Peter Pan - ¿Y qué te pasa Peter? - Que no consigo que mi sombra se me quede pegada - Tranquilo. Creo que podré cosértela Wendy ayudó a Peter y mientras los dos niños comenzaron a hacerse amigos. - Yo vivo en el País de Nunca Jamás. Es maravilloso, allí eres siempre un niño y no tienes que obedecer a nadie. Conmigo viven los Niños perdidos, ya sabes, los niños que caen de los carritos cuando la niñera mira a otro lado. Además hay piratas, hadas, indios y toda clase de seres. Peter decía que era muy feliz allí aunque reconoció que a él y a los Niños perdidos les gustaría que hubiese alguien que les contara cuentos como hacía ella con sus hermanos. Peter le propuso ir con él al País de Nunca Jamás y a Wendy le pareció de inmediato una idea maravillosa.
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- Pero, ¿y mis hermanos? ¿pueden venir ellos también? - Si tu quieres, ¡claro! - ¡Estupendo! Wendy despertó a Michael y John y Peter para iniciar su viaje. Pero antes de partir Peter les explicó que debían aprender a volar. Les echó un poco de polvo de hada por encima y enseguida los tres niños comenzaron a elevarse por el aire. A todos les pareció muy divertido y comenzaron a dar vueltas y más vueltas por la casa. Armaron tal revuelo que acabaron despertando a Nana. Peter la oyó venir así que pudieron volver a sus camas rápidamente como si no hubiese pasado nada. Así, cuando la niñera entró en la habitación creyó que los tres
Peter Pan
dormían plácidamente. Pero Nana estaba intranquila y estaba casi segura de que algo raro estaba ocurriendo en el cuarto de los niños, de modo que corrió a avisar a los señores Darling. Pero cuando volvieron, los niños ya no estaban. Los tres habían partido rumbo a Nunca Jamás nerviosos e ilusionados por vivir aquella fantástica aventura. Volaron durante días atravesando océanos pero al final llegaron al país de Nunca Jamas. Al primero que vieron desde el aire fue al temible capitán Garfio, el peor enemigo de Peter Pan. En una lucha hacía tiempo Peter había logrado arrebatarle la mano derecha y por eso el pirata llevaba en su lugar ahora un garfio. Pero lo manejaba perfectamente y eso, unido a sus ganas de venganza, lo hacían muy peligroso. Aunque había algo a lo que el capitán Garfio tenía miedo: el cocodrilo. Una vez estuvo a punto de comérselo y por eso ahora no quería otra cosa que no fuese él. Menos mal que el capitán le arrojó un reloj y por eso ahora hacía tic-tac cada vez que se acercaba. Llegaron hasta el lugar donde estaban los Niños perdidos. Pero Campanilla, que estaba muy celosa de Wendy porque estaba todo el tiempo junto a Peter, se adelantó para tramar algo. - Peter dice que ataqueis a Wendy - le dijo a los Niños perdidos. - ¡De acuerdo! - contestaron todos al unísono corriendo a por sus arcos y flechas Así que los niños comenzaron a disparar sus arcos y flechas hacia Wendy y sus hermanos. Pero afortunadamente no les pasó nada. En cuanto llegó Peter detrás de todos les echó una gran bronca. - ¿Pero qué hacéis? ¡Encima que os traigo a una madre para que os cuente cuentos la recibís así!
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Los Niños perdidos, que iban vestidos con las pieles de los osos que cazaban, se disculparon y Peter les presentó a Wendy y a los demás. - Estos son Tootles, Slightly, Nibs, Curly y los gemelos - Hola - contestó la muchacha - Estos son mis hermanos Michael y John y yo soy Wendy. Wendy y sus hermanos decidieron quedarse allí y junto con los Niños perdidos y Peter formaron una gran familia que vivía feliz en su guarida subterránea. Un día estaban los niños jugando en la laguna de las sirenas, concretamente en la Roca de los Desamparados, cuando
sucedió algo extraño. De repente el Sol desapareció por completo, se hizo de noche y entre las sombras apareció un bote con dos de los piratas de Garfio, Smee y Starkey, que llevaban como prisionera a la princesa india Tigridia. Peter, Wendy y los demás se escondieron y vieron como arrojaban a Tigridia sobre la Roca de los Desamparados. Entonces a Peter se le ocurrió una idea. - ¡Soltadla! - dijo a los piratas imitando la voz del capitán Garfio - ¿Capitán? - dijeron los dos piratas mirando a todos los lados - ¡Ya me habéis oído! ¡Hacedlo! Así que los piratas cortaron las cuerdas que apresaban a la princesa. Entonces apareció por la laguna el capitán Garfio a bordo de su barco. Iba para contarles que sabía que los Niños perdidos habían encontrado una madre y de ninguna manera podían permitirlo. - Los raptaremos, los obligaremos a lanzarse por la borda y Wendy se convertirá en nuestra madre. - ¡Sí! ¡Es una idea estupenda capitán!, contestaron Smee y Starkey
Wendy se quedó pálida al oír aquello y Peter, que no aguantó más callado, de nuevo imitó la voz de Garfio. Pero esta vez el pirata fue más listo que en otras ocasiones y supo que se trataba de Peter Pan. Lo encontró y luchó contra él hasta que logró herirlo con su garfio, mientras los niños escapaban en el bote. Wendy se salvó gracias a la ayuda de las sirenas y a la cometa que Michael había perdido unos días antes y que apareció por allí, mientras que Peter logró sobrevivir gracias a la ayuda de la pájara de Nunca Jamás. Aquella aventura hizo que Peter se hiciera muy amigo de los indios pieles rojas, pues le estaban agradecidos por haber salvado a la princesa Tigridia y prometieron defenderlo con sus arcos y flechas del ataque de los piratas. Una noche estaba Wendy contando a los niños su cuento de antes de ir a dormir cuando habló de las madres, de lo buenas y atentas que son con sus hijos. Peter no estuvo de acuerdo con las ideas de Wendy y discutió con ella y al mismo tiempo los hermanos de la muchacha empezaron a sentir nostalgia por lo que entre todos decidieron que había llegado el momento de volver a casa. - Nos iremos esta misma noche - contestó tajante Wendy Los Niños perdidos se sintieron muy tristes al oír esto y decidieron que se irían con ella. No así Peter, que de ninguna manera quería abandonar el país de Nunca Jamás.
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Al menos se preocupó porque Campanilla y los pieles rojas acompañaran a los niños por el bosque en su camino de vuelta a Inglaterra. Pero en su camino de vuelta surgieron nuevas complicaciones. Los piratas estaban al corriente de que iban a pasar por allí y los esperaban encaramados a los árboles del bosque. Los niños, y tampoco Peter Pan, se podían esperar algo así, así que los cogieron desprevenidos. Mientras tanGarfio acudió a la guarida secreta de Peter, donde el muchacho pasaba el tiempo en soledad haciendo ver que no le importaba haberse quedado solo. El pirata y se escondió dentro de un tronco y esperó a que Peter se durmiera para echar en un vaso que tenía el muchacho junto a su cama un poco del veneno secreto y mortal que siempre llevaba consigo. Esta vez conseguiría acabar con él. Pero en mitad de la noche Campanilla llegó para contarle a Peter lo ocurrido y advertirle de que sabía que el capitán Garfio le había echado veneno en su vaso. Así que Peter salió veloz con sus armas dispuesto a rescatar a los niños. Peter llegó hasta el barco de los piratas, el Jolly Roger, un barco siniestro en el que los niños estaban a punto de ser obligados a saltar por la pasarela al mar. Los piratas estaban atando a Wendy al palo mayor en ese momento cuando de repente
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sonó algo que nadie esperaba... Tic- tac, tictac, tic-tac... - ¡Esesemalditococodrilo! ¡Rápido Smee escóndeme! ¡No dejes que me coja!- gritó Garfio preso del pánico Pero allí no había ningún cocodrilo, era Peter, que hábilmente se había hecho pasar por él. en cuanto Garfio fue a su camarote a esconderse Peter apareció en la cubierta del barco de un salto y empezó a acabar con los piratas uno por uno. Pero desde sus aposentos Garfio dejó de oír el tic-tac y creyó que el cocodrilo había huido y podía salir de nuevo. Al salir Garfio se encontró con varios piratas muertos. Nadie sabía qué había ocurrido exactamente así que todos empezaron a pensar que el barco estaba maldito pues ya se sabe que los piratas son algo supersticiosos. Estaban a punto de lanzar a Wendy por la borda convencidos de que era ella quien atraía a la mala suerte, cuando Peter salió de su escondrijo para evitarlo. - ¡Joven descarado, prepárate para morir! – dijo Garfio - ¡De eso nada maldito capitán Garfio! ¡No es mi hora sino la tuya! - contestó el valiente Peter Pan Se enzarzaron en una violenta lucha de espadas y al final Garfio acabó gravemente herido en las costillas, tanto, que no vio salida y decidió lanzarse por la borda sin saber que el cocodrilo lo estaba esperando.
Caperucita Roja H abía una vez una dulce niña que quería mucho a su madre y a su abuela.
Les ayudaba en todo lo que podía y como era tan buena el día de su cumpleaños su abuela le regaló una caperuza roja. Como le gustaba tanto e iba con ella a todas partes, pronto todos empezaron a llamarla Caperucita roja.
El lobo mandó a Caperucita por el camino más largo y llegó antes que ella a casa de la abuelita. De modo que se hizo pasar por la pequeña y llamó a la puerta. Aunque lo que no sabía es que un cazador lo había visto llegar.
Un día la abuela de Caperucita, que vivía en el bosque, enfermó y la madre de Caperucita le pidió que le llevara una cesta con una torta y un tarro de mantequilla. Caperucita aceptó encantada.
- ¿Quién es?, contestó la abuelita - Soy yo, Caperucita - dijo el lobo - Que bien hija mía. Pasa, pasa
- Ten mucho cuidado Caperucita, y no te entretengas en el bosque. - ¡Sí mamá! La niña caminaba tranquilamente por el bosque cuando el lobo la vio y se acercó a ella. - ¿Dónde vas Caperucita? - A casa de mi abuelita a llevarle esta cesta con una torta y mantequilla. - Yo también quería ir a verla…. así que, ¿por qué no hacemos una carrera? Tú ve por ese camino de aquí que yo iré por este otro. - ¡Vale!
El lobo entró, se abalanzó sobre la abuelita y se la comió de un bocado. Se puso su camisón y se metió en la cama a esperar a que llegara Caperucita. La pequeña se entretuvo en el bosque cogiendo avellanas y flores y por eso tardó en llegar un poco más. Al llegar llamó a la puerta. - ¿Quién es?, contestó el lobo tratando de afinar su voz - Soy yo, Caperucita. Te traigo una torta y un tarrito de mantequilla. - Qué bien hija mía. Pasa, pasa.
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Cuando Caperucita entró encontró diferente a la abuelita, aunque no supo bien porqué. - ¡Abuelita, qué ojos más grandes tienes! - Sí, son para verte mejor hija mía - ¡Abuelita, qué orejas tan grandes tienes! - Claro, son para oírte mejor… - Pero abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes! - ¡¡Son para comerte mejor!! En cuanto dijo esto el lobo se lanzó sobre Caperucita y se la comió también. Su estómago estaba tan lleno que el lobo se quedó dormido. En ese momento el cazador que lo había visto entrar en la casa de la abuelita comenzó a preocuparse. Había pasado mucho rato y tratándose de un lobo…¡Dios sabía que podía haber pasado! De modo que entró dentro de la casa. Cuando llegó allí y vio al lobo con la panza hinchada se imaginó lo ocurrido, así que cogió su cuchillo y abrió la tripa del animal para sacar a Caperucita y su abuelita - Hay que darle un buen castigo a este lobo, pensó el cazador. De modo que le llenó la tripa de piedras y se la volvió a coser. Cuando el lobo despertó de su siesta tenía mucha sed y al acercarse al río, ¡zas! se cayó dentro y se ahogó. Caperucita volvió a ver a su madre y su abuelita y desde entonces prometió hacer siempre caso a lo que le dijera su madre.
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Cuentos FANTASÍA
L
El Jarabe
a princesa Lucy tiene un perrito muy juguetón que disfruta mucho en el palacio real. Al perrito de Lucy, que se llamaba Pelusón, le gusta mucho estar con la mamá de la princesa Lucy. La mamá de la princesa Lucy era muy buena y siempre estaba con su hijita y su perrito. Pero de vez en cuando, la mamá de Lucy se tenía que marchar para cumplir con sus obligaciones de reina. -Mami, no te vayas -le dijo un día Lucy a su mamá el primer día que le dijo que estaría fuera unos días. -Cariño, aquí estarás bien cuidada -decía la reina-. La abuela acaba de llegar para quedarse contigo.Y hay mucha gente en el palacio que se queda pendiente de ti. -Es que a Pelusón le va a dar miedo que te vayas -decía la niña-. Seguro que se pondrá muy triste, se esconderá debajo de la cama y no dejará de llorar. -¡Pobre Pelusón! -dijo la mamá de Lucy-. Tendremos que hacer algo para que no se ponga triste. Llamaré a mi amiga Estrella, que es una maga famosa en el mundo entero. Su especialidad son los perritos asustados. La mamá de Lucy fue a buscar a la maga Estrella. Al cabo de un rato regresó con ella y se la presentó a la niña.
magico
-Lucy, esta es la maga Estrella -dijo. -Me han dicho que tu perrito Pelusón no está muy contento con la idea de que tu mamá pase unos día fuera -dijo la maga. -Sí, eso parece -dijo la niña. -Te voy a dar un jarabe mágico para quitar los miedos -dijo la maga. -A Pelusón no le gustan los jarabes -dijo Lucy. -No es para él, pequeña, es para ti. Este brebaje solo lo pueden tomar las personas -dijo la maga. -A mí tampoco me gustan los jarabes -dijo Lucy. -Tendrás que hacer un esfuerzo por Pelusón -dijo la maga-. Cuando tu perrito se ponga triste tú te tomas el jarabe. Después, acaricias a Pelusón y le cantas sus canciones favoritas. Si todavía no funciona, lo abrazas y lo achuchas hasta que se le pase. Ya verás qué bien funciona.
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Desde ese día, Lucy tiene siempre a mano el jarabe de la maga Estrella, por si acaso Pelusón se pone triste cuando mamá no está. Aunque cada vez le hace menos falta, porque Pelusón ha aprendido que no pasa nada si mamá no está siempre ahí y que con su amiga y la abuela cerca no hay nada que temer.
H
ace mucho tiempo, en una isla solitaria rocosa en medio de un océano poco conocido, unas sirenas descansaban en lo alto de unos riscos. A las sirenas les encantaba aprovechar la marea alta para subir y mirar desde allí al horizonte mientras estaba la marea baja.
Caza
El rey del mar les había avisado muchas veces de que eso era peligroso, porque las mantenía expuestas e indefensas.
de
-Algún día alguien os verá y os dará caza -les decía un día sí y otro el rey del mar. -Es imposible subir a lo alto de estos riscos mientras no suba la marea -le decían las sirenas-. Nuestra cola nos permite huir muy rápido de cualquiera. Un día, mientras las sirenas oteaban el horizonte desde el risco más alto y peligroso de toda la isla, apareció un gran barco.
Sirenas
-Rápido, sirenitas, tenéis que bajar de ahí -les avisó el rey del mar.
peligrosa y no podrán desembarcar. Mirad, se alejan.
-No le dará tiempo a llegar hasta nosotras -dijo una sirena.
En efecto, las lanchas se alejaron hacia la playa, fuera de la vista de las sirenas, que descansaron tranquilas. Pero poco después….
-Ni siquiera podrá llegar hasta aquí -dijo otra sirena-. Es demasiado grande. Pero se equivocaban. El barco no podía acercarse, cierto, pero del barco salieron decenas de humanos en lanchas motoras.
-¡Se acercan humanos! -gritó una sirena que los vio desde su risco. -¡Saltad! -gritó el rey del mar.
-¡Oh, no! -gritó el rey del mar-. Ya vienen. Os cazarán y os llevarán lejos.
-Esto está muy alto -dijo una sirena-. Nos haremos daño.
Las sirenas empezaron a gritar. Querían bajar, pero con la cola no podían.
-Pero ya vienen -dijo el rey del mar-. Os van coger.
-Tranquilas -dijo una sirena-. Esas lanchas no podrán acercarse mucho. Esta zona es
-¡Ya hemos llegado! -dijo en ese momento uno de los humanos-. Os rescataremos, señoritas. No sabemos cómo habéis llegado ahí, pero no temáis, estáis a salvo. -¿Cómo? ¿No venís a cazarnos? -dijo una sirena. Los humanos se miraron unos a otros, sorprendidos por la pregunta. -¡No! Os hemos visto ahí arriba y venimos a ayudaros a bajar -dijo un humano-. ¿Por qué querríamos cazaros? Ni que fuerais sirenas o algo así. -Es que somos…. -empezó a decir una sirena. -Es que somos escaladoras -interrumpió otra sirena-. Estamos aquí porque nos apetece.
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-Pero no es entretengáis mucho -dijo un humano-. En cuanto suba la marea esto se va a poner muy peligroso. ¿Nos quedamos y os ayudamos a bajar? -No hace falta, muchas gracias -dijo una sirena-. Se os hace tarde. -Está bien. Ha sido un placer -dijeron los humanos mientras se alejaban-. Nos vamos a cazar sirenas, que dicen que por aquí hay una isla secreta donde viven muchas. -¿Qué ha pasado aquí? -preguntó el rey del mar. -Habrá sido el hechizo de la maga submarina que viene bajo el arrecife de coral -dijo una sirena-. No han visto nuestra cola. -Pues os habéis salvado por los pelos -dijo el rey del mar-. Ese hechizo solo funciona de día, con la marea baja. En cuanto empiece a anochecer y la marea comience a subir ellos podrán veros. -Ahora que piensan que aquí no hay sirenas no volverán -dijo una de ellas. -No te confíes tanto -dijo el rey del mar-. Será mejor que seáis más precavidas y responsables. Si os descubren os ponéis en peligro a vosotras y nos ponéis en peligro a todos. -Tendremos que buscar otra manera de disfrutar de las vistas -dijo una sirena. -Mañana buscaremos la forma entre todos -dijo el rey del mar-. De momento, disfrutemos de la cena, que ya está lista.
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-No me engañes, Vocelia -dijo el Hada Madre, poniéndose muy seria-. Me he puesto detrás de ti antes, durante los cantos corales para la salida del sol, y no he oído absolutamente nada de tu garganta.
Las
-Lo siento, Hada Madre, es que mi voz no es bonita, como la de las demás -dijo Vocelia, sin disimular su voz al hablar.
Hadas
Cantarinas
-La verdad es que no es que tengas una voz aguda y fina, como las demás -dijo el Hada Madre, un poco asustada por lo que escuchó-. Tal vez sea mejor que no cantes, tienes razón. El Hada Madre se fue y Vocelia se quedó pensando en lo que le había dicho. Por una parte le había quitado un peso de encima, pero por otra la había hecho sentir muy mal, como un bicho raro. Vocelia se fue a dar un paseo por el bosque. Cuando llegó al Gran Árbol se sentó y se echó a llorar. El Gran Árbol le preguntó por qué lloraba. Vocelia le contó su desgracia. -Tengo una voz horrible y el Hada Madre lo ha confirmado -lloró Vocelia-. La verdad, esperaba que me enseñara a cantar, pero en vez de eso me ha tratado como si no valiera para nada.
H
abía una vez una comunidad de hadas cantarinas a la que todo el mundo admiraba. Las hadas cantarinas se pasaban el día cantando. Sus cantos mantenían hermoso el bosque y las aguas de los ríos limpias y cristalinas. Gracias al canto de las hadas cantarinas la temperatura era perfecta y siempre salía el sol y solo llovía cuando era necesario.
Cuando alguien se ponía enfermo las hadas cantarinas entonaban cantos especiales para curarlo. Y cuando alguien se portaba mal el canto de las hadas le hacía reflexionar y arrepentirse de sus malos actos. Pero entre todas las hadas había una que no cantaba. Se llamaba Vocelia. Vocelia procuraba no hablar con nadie y evitaba cantar a toda costa. Cuando no le quedaba más remedio Vocelia disimulaba y abría y cerraba la boca imitando a las demás, pero sin emitir un solo sonido.
-No te preocupes, Vocelia, seguro que tiene solución -dijo el Gran Árbol. -No, esto no tiene remedio -dijo Vocelia, con su voz grave. -Pues a mí me parece que tienes una voz grave excelente -dijo el Gran Árbol-. Solo tienes que trabajarla un poco para eliminar la ronquera y afinar los cantos. -Las hadas cantan agudo -dijo Vocelia. -Las otras hadas -dijo el Gran Árbol-. Tú eres diferente. Tener una voz distinta no evita que seas hada. En ese momento un águila llegó al Gran Árbol y le dijo:
Un día, el Hada Madre se dio cuenta de que Vocelia no cantaba y se acercó a ella:
-Los brujos han secuestrado a las hadas cantarinas y les han tapado la boca. ¡Estamos perdidos! Si ellas no cantan el bosque caerá bajo el poder de esos
-Vocelia, ¿por qué no cantas? -preguntó el Hada Madre.
rufianes.
-Sí que canto, Hada Madre -dijo Vocelia, hablando bajito, para que el Hada Madre no notara su voz grave y ronca.
-Es tu momento, Vocelia -dijo el Gran Árbol-. Eres la única que queda. Solo tu canto podrá liberar a tus hermanas y salvar el bosque.
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-Pero… -¡No hay más que hablar! Ve a cantar y cumple con tu deber de hada cantarina. Confía en ti misma. Has nacido para cantar, aunque tu voz sea diferente. Vocelia se acercó a la aldea y buscó el lugar donde los brujos tenía a sus hermanas. Con su voz ronca y grave, ligeramente entrecortada y temblorosa, dijo: -Vengo a liberar a mis hermanas y a expulsaros de aquí. Cuando la oyeron, los brujos estallaron en una carcajada que hizo retumbar el bosque. -¿Tú? -dijo el brujo jefe-. Tú con esa voz solo vales para asustar a los niños. Mientras los brujos se partían de risa y las hadas miraban a Vocelia con cara de pena, ella empezó a cantar, con su voz grave, pero dulce y afinada, un canto triste pero lleno de sentimiento. En ese momento las cuerdas que ataban las manos de sus hermanas y los paños que tapaban sus bocas se soltaron y los brujos empezaron a desvanecerse. Durante un rato nadie dijo nada. Fue el Hada Madre quien rompió el silencio y, acercándose a Vocelia, le dijo: -Perdóname. Eres diferente, sí, pero maravillosa igualmente. Gracias por superar tus miedos y venir a ayudarnos, a pesar de todo. Desde ese día Vocelia empezó a cantar. El Hada Madre adaptó los cantos con una nueva línea melódica más grave que armonizaba a la perfección con el canto de las demás, haciendo que los cantos fueran mucho más hermosos.
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