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La familia humana necesita hijos e hijas responsables

La Iglesia está llamada a moverse en el mundo y desarrollar una misión como la de Don Bosco, donde la vitalidad juvenil y la compasión por quien es pobre y sufre están siempre presentes.

Es una invitación a sentirnos solidarios y adentrarnos sin miedo en este tiempo que nos toca vivir, con desafíos que parecen crecer cada vez más en intensidad y son cada vez más globales y donde los primeros afectados, muchas veces trágicamente, son los sectores más jóvenes de la población.

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Es un impulso para descubrir el significado de la propia existencia, ya que mi vida nunca está aislada de la de los demás. El yo y el nosotros solo pueden existir y vivir bien juntos. La levadura integrada en la masa del pan necesita un tiempo propio para fermentar, y también nosotros tenemos una responsabilidad y un compromiso en la construcción de esta familia humana para que el mundo sea más habitable, justo y fraterno.

Crece el grito de los pobres, de los cuales una gran parte son niños, adolescentes y jóvenes, ante desafíos tan amplios como cercanos a los que encontramos en los orígenes de la misión salesiana.

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