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En el último momento
Alégrense siempre en el Señor
P. Sergio Checchi
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“Alégrense siempre en el Señor; se los repito: ¡estén alegres!”. Es la exhortación que San Pablo dirigió a los cristianos de Filipos y que leemos como segunda lectura en la fiesta de San Juan Bosco.
“La alegría, afirma el Rector Mayor en su mensaje a los jóvenes, es una realidad central en la vida del cristiano”.
Cuán equivocado estaba aquel filósofo alemán, Federico Nietzsche, cuando escribió que el cristianismo es una religión triste, que exalta la muerte y tiene como símbolo la cruz. Es claro que Nietzsche no nos conocía bien.
Por el contrario, los cristianos tenemos todos los motivos para estar alegres: Creemos que nuestra existencia no se debe a un capricho de la biología, sino a un acto de amor de Dios, que nos eligió y nos creó.
Creemos que, una vez creados, Dios no nos abandona a los vaivenes del mundo, pues su providencia guía la historia y nuestra existencia personal.
Creemos que Dios “tanto amó al mundo que nos envió a su propio Hijo para que todos los que crean en él no perezcan sino que tengan vida eterna”.
Sabemos que Jesús pasó haciendo el bien, curó a los enfermos, expulsó demonios, y al fin dio su vida por nosotros.
Creemos que, con su muerte y resurrección, Jesús nos ha abierto el camino a la resurrección y a la vida eterna. Y que, aun volviendo al Padre, no nos abandonó, pues nos aseguró que estaría con nosotros todos los días hasta el final de la historia.
No somos, pues, gente que camina triste y desorientada; sabemos que Jesús nos acompaña con la luz de su Palabra y el alimento de la Eucaristía.
Nos ha dejado, además, a un buen pastor en la persona del Papa, y a una madre solícita en la persona de María Auxiliadora.
Además, nos ha dejado el sacramento de la Penitencia. (Una vieja encuesta descubrió que quienes menos acuden al psiquiatra son los católicos; posiblemente porque ellos descargan sus conflictos en la confesión).