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Salesianos “todoterreno”
FORMACIÓN EN LA MISIÓN
P. Luis Timossi SDB
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Con las manos en la harina, se aprende a amasar
El Papa Francisco, en su mensaje al Capítulo General 28, afirmaba: “Es muy importante sostener que no somos formados para la misión, sino que somos formados en la misión, a partir de la cual gira toda nuestra vida”.
El proceso de formación en el carisma salesiano es una de las artes más delicadas e ingeniosas, que desafía a quienes acompañan el camino de crecimiento en la identidad vivida por don Bosco.
Él mismo decía: en el seminario se forma el sacerdote, pero el salesiano se forma entre los jóvenes, y formó a sus primeros salesianos vitalmente incorporados a su comunidad en acción.
Los primeros “formadores”
El primer artículo de las Constituciones Salesianas afirma que: para contribuir a la salvación de la juventud, el Espíritu Santo suscitó, con la intervención materna de María, a san Juan Bosco. Formó en él un corazón de padre y maestro…
Es muy grato contemplar en ese lugar, esta profesión de fe de toda la Familia Salesiana. El carisma salesiano nace y se forma, por la acción gratuita del Espíritu Santo y María. Ellos “nos hacen salesianos”, son nuestros primeros y principales “formadores”.
Toda otra intervención en la formación no es más que un acompañamiento, una mediación, un reflejo de esta acción divina en el corazón de quien recibe y cultiva el don del carisma.
¿Qué quiere decir formarse salesianamente?
Cuando el Espíritu y María nos regalan el don de la salesianidad, nos donan con él la energía de la caridad pastoral con dinamismo juvenil, y la fuente, o causa de ésta, que es: la gracia de unidad.
Ser salesiano significa vivir la Caridad (Amor mismo de Dios), con el estilo del Buen Pastor (que da la vida por las ovejas), con una prontitud y rapidez (al estilo de María cuando va a servir a su prima). Es un singular dinamismo que se focaliza y sintoniza principalmente con el corazón de los jóvenes.
Este amor a Dios y a los jóvenes (empáticamente vivido), se realiza en un solo movimiento de caridad. Y esto es fruto justamente, de la “gracia de unidad”, fuente del carisma.
Prioridad de la acción - prioridad de la interioridad
Formar en la acción, no significa “vivir afuera”, ser superficiales, improvisados, vivir en el activismo… Si en el corazón salesiano, no hay primero amor de Dios ¿cómo puede haber en él verdadera caridad? Pero si el apóstol no descubre el rostro de Dios en el prójimo ¿cómo puede decir que ama a Dios? (1 Jn 4,20).
Sumergido en el mundo y en las preocupaciones de la vida pastoral, es donde el salesiano aprende a encontrar a Dios, en aquellos a quienes es enviado. Formarse en la misión es encontrarse con Jesús, que nos espera en los jóvenes.
El salesiano es como un auto todoterreno, con la estructura bien plantada en la tierra y el “motor” lleno de cielo.