De noche todo el día
Uso los nudillos de mis manos para frotarme los ojos. Aprieto los párpados, los de arriba contra los de abajo: una, dos, tres veces se contraen y se expanden. Intento abrirlos para ver la luz del día y nada cambia. Tampoco funciona, todo continúa oscuro. Me acerco al espejo con los dedos, índice y pulgar enmarcan mis ojos y con un leve movimiento los fuerzo en direcciones opuestas dando desahogo a la vista. Ya bien cerca del reflejo estoy yo, literal y presente, viendo apenas una tenue luz sobre mí. † En la adolescencia hubiese aprovechado esa leve claridad para registrarla, hubiese tenido una cámara cerca, cargada y lista para disparar. Entonces hubiese apuntado contra el espejo o a favor de él, de quien fuera que tragara la luz. // Me preguntaba de qué manera enfrentaría todo eso ahí afuera, tan hostil y oscuro. Frente al ataque me protegía y me congelaba con la cámara al ras del pecho, a ojo pelado, lista para enfrentar cualquier urgencia, fumando un cigarrillo. // Con el correr del tiempo fui tomando coraje, subiendo la cámara desde el pecho hasta mis ojos. Invencible y capaz de hacer ficción de todo aquello que está frente a ella. No logro distinguir lo que es verdad de los que es mentira a través del visor. Todo está recortado, talado y enmarcado por la lente. ¿Acaso no puedo encontrar un punto de vista a ojo desnudo? No hablo solamente del resultado, de imágenes, me refiero al acto de fotografiar. Esa fracción de segundo frente al otro, visor de por medio, paraliza el tiempo y reduce el espacio a un tamaño mensurable. Durante ese tiempo me siento protegida, en mi integridad. Soy un oasis. // Continúo el parpadeo frente al espejo. La imagen se funde a negro y de negro a penumbra y vuelta a la noche. Quizás lavándome los ojos con abundante agua fría se correrá el velo e irrumpirá la luz. Quizás así amanecerá en el espejo. // Mis ojos continúan llenándose de noche, día tras día, cansados, pesados, insomnes. En vigilia, con la cámara frente al pecho, no vaya a ser que de cansancio se termine la noche y el día me pase inadvertido.
Nighttime all day
I use the knuckles of my hands to rub my eyes. I press down the eyelids, the upper ones against the lower ones: once, twice, three times they contract and expand. I try to open them to see the light of day and nothing changes. It doesn’t work; everything continues to be dark. I approach the mirror with my fingers, index and thumbs, framing my eyes and with a slight movement I force them in opposite directions giving relief to my sight. Already close by the reflection I am, literal and present, seeing a faint light on me. // During adolescence I would have used that light’s clarity to register it, the camera would have been nearby, loaded and ready to shoot. Back then I would have aimed against the mirror, or towards whoever swallowed its light. // I wondered how I would face all that out there, so hostile and dark. In order to face an attack I would protect myself and freeze with the camera levelled to my chest, bare-eyed, ready to face any urgency, smoking a cigarette. // With the passing of time I took courage and raised the camera from the chest up to my eyes. Invincible and capable of making fiction out of everything that is in front of it, I can’t distinguish what is true from what is a lie through the viewfinder. Everything is trimmed, cut and framed by the lens. Is it that I cannot find a point of view with the naked eye? I am not only speaking about the result, the images; I am referring to the act of photographing. That fraction of a second in front of the other, viewfinder in between, paralyzes time and reduces space to a measurable size. During that time I feel protected, in my integrity. I am an oasis. // I continue to blink in front of the mirror. The image melts to black and from black to penumbra and back to nighttime. Perhaps if I wash my eyes with abundant cold water the veil will move and light will burst. Maybe that’s how it will dawn in the mirror. // My eyes continue to fill up with night, day after day, tired, heavy, insomniac. In vigil, with the camera by my chest, lest tiredness make nighttime end and daytime slip me by.
Agradezco la generosidad de las personas que habitan este libro // A Cristóbal, Alejandro y Aribel, por confiar en mi trabajo y elevarlo al ahogo que este pide. A Romina Resuche por invitarme a transitar el puente que construyó hasta Buen Lugar. A Nicolás Wormull. A Delfina Venditti, diseñadora y consejera perpetua. A Max Pam, amigo, guía y maestro. Las fotos fueron hechas entre los años 2000 y 2015 en los siguientes lugares // Edificio Italia, Barrio Pacheco, Barrio Villa Crespo, Nannup, Plaza Miserere, Bhavbhuti Marg, Lago Dal, Año Nuevo, Pérgola de una Plaza San Martín, Fotocopiadora Av. Rivadavia al 500, Calle Ruiz de Castilla, Kalyani, Lago Dal, Sígsig, Habitación c/ baño privado No 6, Edificio 4 de Chapadmalal, Comedor del Borda, Hotel l’Europe, Cerca de Sudder St, Servicio 18, Zona Biblioteca Pública de Bangkok, Comedor del Servicio 8, José León Suárez, Garganta del Diablo, Su cuerpo entero, Cachorro Humahuaqueño, Tango Gricel, Talcahuano y Córdoba, Casi al sur. Fotografías Flavia Schuster // Edición Buen Lugar // Diseño Aribel González // Comité Editorial Flavia Schuster, Alejandro Olivares, Cristóbal Olivares, Nicolás Wormull & Romina Resuche // Texto Flavia Schuster // Encuadernación Ediciones Navegantes // Impresión Interior July // Impresión risografía portada La Mano Ediciones // De Noche Todo El Día se diseñó con las tipografías Vesterbro y Druk Wide, tiene 56 páginas, su interior está impreso en papel bond ahuesado de 80 gramos y su portada en Curious Matter Desirée Red de 270 gramos. Se terminó de imprimir en julio del 2019 en Santiago de Chile. Ejemplar nº ___ de 100.