Microrrelatos CAG 2018

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La palabra y su entorno Microrrelatos

High School 2017-2018


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La palabra y su entorno 2018 Microrrelatos

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Š Todos los derechos reservados: Colegio Americano de Guatemala Š Portada: Paulina Comte

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Proemio La necesidad creativa del ser humano siempre encuentra su expresión y muchas veces es la palabra. Como artífices del idioma, los escritores buscan retratar distintas realidades y entre ellas su propio contexto. De esta premisa surge el proyecto La palabra y su entorno. Durante el ciclo escolar 2017-2018, los docentes

de

Literatura

de

la

Sección

Secundaria orientaron y motivaron la creación de una antología de microrrelatos escrita por los estudiantes. La idea surge de la necesidad educativa actual del aprendizaje basado en proyectos. Para su realización, se trabajaron talleres de creación literaria y posteriomente se acompañó el proceso de generación de ideas, redacción y revisión. Cada estudiante de secundaria escribió un microrrelato y en este

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libro se presentan los que a juicio del cuerpo docente se consideran destacados por su calidad literaria.

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Docentes responsables del proyecto Dora Agreda Miriam Castellanos Hileana de León Licely Mejía César Yumán

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Indíce 12 14 El sacrificio, Alexia Quirin 18 Regalo de aniversario, Valeria Heinemann 22 Sueño americano, Nicole Baessa 26 Desconectado, Michelle Hildebrand 30 Los ocho enanos, Min Young Lee 34 Mi último adiós, Bryann Alfaro 38 Deseo…, Helen Alvarado 42 Una tumba y una princesa, Emily Soto 46 El minuto entretenido y los treinta segundos restantes de locura, Vivian Fuentes 50 Una noche inesperada, Diego Reyes

11 56 El callejón, Débora Pérez 60 El melodioso viento, José Andrés Nájera 64 In morte filii mei, Gabriel Torrebiarte 68 Estaban en blanco, Aynsley Capehart 72 Ancestros, Javier Urrea

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76 Interminable, Nicolle Passarelli 80 Desaparecida, Manuela del Castillo 84 La caja, Kelly Kong

10 90 Play-Doh, Hee Won Lee 94 Perspectivas, Patrick Mussack 98 Marcas de la piel, Mariandre Yun 102 Vesta, Laura Ibargüen 104 Un Espejismo de Vida y Muerte, Gabriel ∩u Ǝsdǝɾᴉsɯo pǝ Λᴉpɐ ʎ Wnǝɹʇǝ, Pinzón

09 110 Voz de madrugada, Isabel Chacón 114 El pan baguette, Natalia Arostegui 118 Muerte misteriosa, Inés Abrahamsson 122 El árbol de mi vida, Victoria Cojab Selechnik 126 Mi sombra, Mia Steinhart Peña

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Alexia Quirin Valenzuela (Autora)

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El sacrificio Mantener una familia de cuatro hijos era más difícil de lo que cualquiera de los dos hubiera imaginado. El dinero no era un problema en la casa, más bien, tenían la bendición de poder permitirse lujos que muchos sueñan con tener. Carlos y Camila tenían dificultad manejando el trabajo de tiempo completo de ambos, así como mantener una relación unida con sus hijos. Ellos pasaban toda la semana, excepto sábado y domingo, al cuidado de su empleada. Aunque esto era una comodidad, para Camila y Carlos era importante que ellos crecieran con, al menos un padre presente. Esto significaba que uno de los dos iba a tener que dejar su trabajo. Ellos discutían sobre quién iba a renunciar para cuidar a los niños ya que ambos, a pesar de que el amor por sus hijos era más grande, disfrutaban mucho su trabajo. Era de aquellas peleas sin propósito, porque era

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evidente y lógico quién de los dos iba a tener que quedarse en casa, pues ganaba menos y tenía más instinto y conocimiento acerca del cuidado de los niños. Sin importar que ambos habían trabajado igual de duro para obtener el puesto de trabajo que tenían, iba tener que echarlo todo por la borda y sacrificarlo por su familia. Esa tarde, decidió ir hacia la oficina de publicidad, donde trabajaba, para entregar su renuncia en persona e irse a disculpar con su jefa para agradecerle por todo. Aunque fue muy difícil, logró dejar su trabajo. Al dirigirse hacia la salida y al abrir la puerta, escuchó que su jefa gritó algo. Al darse la vuelta, logro entender bien lo que estaba diciendo: “Carlos, que no se te olvide tu fiesta de despedida el próximo miércoles”. “Por supuesto que no”, contestó, y se dirigió rumbo a su casa.

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Valeria Heinemann (Autora)

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Regalo de aniversario Buenas tardes, Señora Flores, aquí frente a usted están las cinco personas que estuvieron esa tarde en la tienda “Don Mateo”. Usted tendrá que identificar quién de los presentes robó su bolsa el día martes. Ellos no la pueden ver a través del vidrio, así que no tiene de qué temer. Un par de minutos después pasaron 5 personas sosteniendo un pequeño cartel, con un número diferente. El número uno dio un paso al frente. Él tenía los brazos cubiertos de tatuajes, símbolos, armas y en su rostro había dos lágrimas negras. Luego dio un paso al frente el número dos; un hombre con tremenda altura y piel oscura. La número tres era una mujer con el pelo color rojo vivo, párpados decorados de verde y pedazos de tela que apenas cubría su cuerpo. El número cuatro expelía un olor tan fétido que hasta

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incomodaba a las personas paradas junto a él. La número cinco era tan solo una chica exploradora de 12 años que se veía aterrada y nerviosa de estar en tal lugar. La señora Flores analizó a cada uno por un par de minutos y confiada con su decisión, señaló la mujer de escote, que sin preguntas se la llevaron. Después del arresto salió

tranquilamente

el

pastelero

con

tatuajes, el hombre alto en su uniforme de baloncesto, el guardián del zoológico, la niña Scout y la Sra. Flores. El detective, satisfecho con su trabajo del día, llegó con un nuevo bolso para regalarle a su esposa por su aniversario.

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Nicole Baessa Santizo (Autora)

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Sueño americano Mientras caminaba hacia su casa no podía dejar de pensar en su maestra de historia y lo que les había enseñado sobre inmigración. Marga pasaba por el mismo camino todos los días, pero ese día todo le parecía diferente. Las calles eran más angostas y la distancia entre la escuela y su casa se sentía más larga. Estaba ansiosa por llegar y comer la deliciosa comida que preparaba su madre todos los días, contarle a su hermana mayor sobre su parte en la obra de la escuela o simplemente abrazar a su padre y decirle cuánto lo ama. A Marga le encantaba aprender algo nuevo en la escuela cada día, pero no había nada que la hiciera más feliz que pasar tiempo con su familia. Faltaban unas cuantas cuadras para llegar. De repente fue consumida por una

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sensación extraña. Su ritmo se volvía cada vez más acelerado hasta que se dio cuenta que estaba corriendo. Cuando finalmente llegó a su hogar, todo parecía estar en su lugar. Los carros de sus papás estaban en el garaje y la comida estaba servida, pero no había nadie en la mesa. Eso le pareció muy extraño ya que no había un día que ella llegara de la escuela y su familia no estuviera en la mesa esperando su llegada para almorzar todos juntos. Su corazón latía rápidamente mientras buscaba a sus papás por toda la casa y gritaba sus nombres desesperadamente. No pudo evitar soltar el llanto que llevaba ratos reteniendo porque, aunque no había rastro de ellos, Marga sabía exactamente qué había sucedido.

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Michelle Hildebrand Moussa (Autora)

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Desconectado En un lugar muy oscuro, donde solo había una calle larga, se encontraba un pequeño restaurante. Este era uno de los más famosos del área por lo que siempre se mantenía lleno. Durante esta época, el número de personal en el restaurante aumentaba porque el mundial de fútbol invitaba a los clientes a ver el partido mientras disfrutaban de un delicioso platillo. El dueño del restaurante tuvo que contratar a un nuevo

mesero.

Por

alguna

razón

su

contratación causó muchos líos dentro de la comunidad.

La

noticia

de

que

habían

contratado a un nuevo empleado se esparció por todas las ciudades de los alrededores y muchas personas empezaron a protestar en contra del mesero. El mesero no sabía lo que estaba pasando, pero continuó siguiendo las órdenes que le daba su jefe. Él siguió trabajando como si nada, pero nunca pensó que

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iba causar tantos problemas en la comunidad. Un día, antes de la inauguración del mundial, hubo una protesta enorme en contra del empleado. Los inconformes gritaban en coro “¡Queremos derechos para los verdaderos trabajadores!”

e

incluso

sostenían

sus

antorchas y lanzaban cartones con fuego. El restaurante empezó a prenderse en llamas, haciendo que todos los clientes salieran huyendo con excepción del jefe y del mesero. El mesero siguió con su trabajo sin importar lo que estaba pasando, parecía estar muy enfocado en esto, hasta que el jefe tuvo que hacer algo al respecto. Este agarró al mesero con ambas manos, bajó el interruptor que tenía en su espalda y lo metió de regreso en la caja donde venía.

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Min Young Lee (Autora)

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Los ocho enanos Cuando Blancanieves sintió las miradas de los siete enanos, se despertó y rápidamente se disculpó por su inesperada intrusión. Los enanos fueron rápidos a recibirla y hacerla sentir como en casa. Al explicar a los enanos cómo llegó allí, ellos empezaron a pensar en maneras

en

que

podrían

ayudar

a

Blancanieves. Pensaron y pensaron hasta que uno dijo, “¿Qué si la convertimos en uno de nosotros?” pero nadie entendió lo que estaba tratando de decir. Después de un intercambio de miradas, los siete enanos comprendieron a qué se refería y se pusieron a trabajar. Blancanieves, desesperada, aceptó la ayuda de los siete enanos.

Al terminar su obra, los enanos despertaron a Blancanieves para mostrarle su producto final. Con un dolor agonizante, ella levantó el espejo

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de la mesa y vio lentamente su reflejo. Perturbada, gritó al darse cuenta que la cara en el reflejo no era la suya. Sabio se levantó y dijo, “Perdón si no te gusta cómo nos quedó. Solo de esta manera no serás ni Blancanieves, ni la mujer más bella del mundo. La reina no tendrá razón por la cual matarte.” Feliz se acercó y dijo, “¡Pero tu cara no es

lo

único

que

logramos

cambiar!”

Blancanieves se paró y volvió a ver su reflejo en un espejo aún más grande. Horrorizada se dio cuenta que sus piernas y sus brazos habían sido cortados a la mitad. La joven podía ver la mitad de sus piernas apenas cocidas junto a sus pies. Con cada paso que daba, crecía el charco de sangre debajo de ella. Perturbada y asustada, vio a los enanos con una sonrisa falsa.

Llenos

de

emoción,

los

enanos

celebraron y dijeron a la vez, “¡Ahora somos, los ocho enanos!”

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Bryann Alfaro (Autor)

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Mi último adiós Todos están viéndome, ¿Qué sucede?, me pregunto, veo a mis amigos, a un misterioso señor que me mira fijamente y a muchas otras personas más. De repente, todo se vuelve oscuro, no puedo reconocer donde me encuentro, estoy tan confundido, solo quiero regresar a casa, tengo tanto miedo. Al poco tiempo mi cuerpo deja de pesar y siento que puedo volar, me pregunto, dónde estarán todos, pero al mismo tiempo siento una tranquilidad, confiado en que nada puede sucederme. Alguien me toca, ¡vuelvo a ver!, pero, el lugar donde me encuentro es muy diferente, todos parecen felices. En mi mundo nadie era feliz, mi amiga Lucy se peleaba con su padre todos los días y yo la consolaba hasta que se quedaba dormida sobre mi hombro. Este lugar me tiene muy confundido, empiezo a explorar, en un instante, una serie de

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recuerdos viene a mi mente como estrella fugaz en una noche oscura. Puedo ver a mi madre buscándome, a mis hermanos jugar, a mi padre llegando para darnos de comer. Rápidamente, observo a mi mejor amiga, bella, con esa sonrisa que siempre logre sacar de ella. Luego vi mi enfermedad, los desvelos de mi amiga, los dolores que tenía, y al final del recuerdo, me vi ahí, recostado en esa camilla a punto de ver a todos los que amo por última vez. Empiezo

a

sentir

escalofríos,

al

instante, una mano toca mi peludo cuerpo, y una voz tan dulce y tierna me susurra: “Lo hiciste muy bien pequeñín”. Luego de esas palabras me sentí feliz y supe que fui la mejor mascota que Lucy pudo tener, y que la cuidaré desde este mundo tan maravilloso y lleno de vida en el que me encuentro. Y te prometo Lucy, buscaré la manera de verte otra vez y observar tu hermosa sonrisa.

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Helen Alvarado (Autora)

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Deseo... Caminaba

por

lúgubres

calles

empedradas,

mojándose por la lluvia suave que caía sobre su cabeza, cuando tropezó y cayó en un enorme charco donde encontró un viejo reloj de oro. “Pida un deseo” sentenciaba la parte de atrás del reloj. ¡Ja, Tonterías!, pensó, pero en su mente la frase daba mil vueltas. Luego de tantísimas cosas que se le ocurrían para pedir, pensó en la soledad y la tristeza que en lo profundo de su corazón sentía cuando recordaba que su madre le había abandonado, que nunca le había conocido. Recordó el triste retrato que adornaba su pared y entonces se acercó el pequeño y fino reloj de bolsillo a la boca, cerró los ojos y susurró: —Deseo tener una madre. Alguien que me cante una dulce canción antes de dormir, que me cuente las historias de su vida, que me ame, que me aconseje, que camine junto a mí y que nunca me dejé.

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Abrió los ojos y al ver que su deseo no se había cumplido, lanzó bruscamente el reloj contra la pared y se tumbó en la cama, donde quedó profundamente dormido. Vio a una dulce mujer que le sonreía y le tomaba de la mano. Caminaron bajo las hermosas estrellas y la luna resplandeciente que alumbraba el más hermoso de los paisajes, y entonces se abrazaron y ella le dio un maternal beso en la frente. En ese momento recordó el deseo que había pedido y mientras las lágrimas brotaban de sus ojos dijo (intuyendo): —Madre, no me dejes.— —Siempre he estado contigo—, respondió ella. Extrañado y un poco indignado por la respuesta, recordó que estaba durmiendo, pero pensó que ese era el sueño más feliz que había tenido y que no quería despertar jamás. Y efectivamente, nunca despertó.

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Emily Soto (Autora)

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Una tumba y una princesa En diciembre de 2012, recibí una llamada inesperada del profesor Robert Newman, con el que había perdido contacto desde que mi padre murió. Mientras me contaba sobre su futura expedición, pensaba en aquellos viajes que hice con mi padre a Machu Picchu, Pandora e Isla de Pascua, y cuando recibí la invitación del profesor para participar, acepté de inmediato, sin siquiera saber el objetivo del viaje. Aterrizamos en tierras guatemaltecas sin problema. Conocí al equipo, montamos el campamento y fuimos a la cama no sin antes escuchar al profesor decir que empezaríamos temprano. Al amanecer, el equipo ya estaba listo, e incluso armado. Seguimos al señor Cho, Newman dijo que era el mejor cartógrafo de la región así que preocuparse no era una opción. Aunque caminamos

largos

trayectos,

finalmente

llegamos a una ruina escondida entre árboles y

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maleza, “Newman será millonario con este descubrimiento” pensé, pero no imaginaba cuánto. Mientras nos adentramos a la ruina, encontramos escritos, huellas y huesos, pero en ningún momento el equipo se interesó en estudiarlos, lo cual me pareció raro viniendo de arqueólogos. Caminamos hasta llegar a una cripta, según el profesor, era la tumba de la princesa maya Kalomt’ e K’abel. Aunque no soy una persona religiosa, siempre guarde respeto a las leyendas cósmicas y al ver al equipo saquear la tumba me provocó escalofríos. “Un mercenario gana mejor que un arqueólogo” respondió el profesor a mi mirada acusadora. Cuando decidí abandonar el lugar ya era demasiado tarde, la furia de la princesa ya se había desatado, alcancé a ver como una avalancha de rocas arrastró al señor Cho y como una sombra se apoderaba del cuerpo del profesor. Hasta la fecha, me encuentro escribiendo mi aventura sin siquiera saber si sigo viva, o solo

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soy un alma perdida mรกs en esta monstruosa ruina.

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Vivian Fuentes (Autora)

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El minuto entretenido y los treinta segundos restantes de locura “El caballero melindroso” leyó Amanda, al acomodarse los lentes el título también se acomodó “El caballero peligroso”, tiene más sentido ahora, pensó. Salió de la biblioteca y se dirigió a La champurrada feliz. Al llegar, ordenó un café y abrió el libro. Cuando la vida no va bien, suele decirse que es gris, ahora apuestos lectores, podrán imaginar qué tipo de días vive nuestro buen amigo, el guerrero gris. Su nombre no es Gris, no, claro que no, su nombre es Plateado. “…weeee are the champi…” cantaba el caballero

cuando

recordó

que

no

había

coincidencia entre la canción y su existencia. Resignado y haciendo gala de su mal gusto, se dispuso a escuchar las rancheras del viernes por la tarde. ¿Cómo era posible que alguien cuyo nombre lleva intrínseca la brillantez fuese tan

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apagada? Mejor dicho, ¿Cómo alguien podía llamarse “Plateado”? La aventura del guerrero comenzó aquel martes cuando fijó su objetivo. Atravesó dos calzadas concurridas mientras pilotos hacían sonar el claxon en reclamo de la imprudencia. Una hermosa colombiana, de mirada profunda, estaba parada al extremo contrario de nuestro amigo. La emoción dibujó en el guerrero la mejor de sus sonrisas. Estando a menos de dos metros de su meta, del billete de 200 que un ejecutivo dejó caer accidentalmente, sus pies no sintieron el piso y al ver hacia abajo, se dio cuenta que estaba sobre la nada. Comenzó su caída hacia el fondo de la reposadera. Logró sostenerse, pero solo de las articulaciones metacarpianas y con el resto del cuerpo en el aire, se resignó a morir. Pero esperen, ningún protagonista muere en los primeros capítulos, a menos que sea una especie de “Crónica de una muerte anunciada”.

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Entonces, ¿Cómo se salvó? Descúbralo al escanear el código QR de la página 3.

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Diego Reyes (Autor)

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Una noche inesperada “BOOOM” se escuchó un disparo. Sebas salió corriendo del bar, sólo para encontrar a su hermano muerto. El tiempo se paró, y se desató un mar de emociones. Sebas no estaba seguro que había pasado, pues tenía un par de tragos encima. Eran las tres de la mañana y no había nadie más en el parque. Al rato llegó la policía en un pickup negro y lo arrestaron como él sospechoso

principal.

Sebas

estaba

confundido, no sabía qué hacer y lo peor era que su boda era la mañana siguiente. Finalmente iba a ser feliz, ya que estaba con la mujer sus sueños. Pasaron un par de días cuando la policía abre la puerta de la celda y le dicen “todo está resuelto”. Se llevan a Sebas a un cuarto vacío excepto por una tele. En ella le muestran un video de las cámaras de seguridad de esa noche. En este video sale Sebas y su hermano Gabriel discutiendo. Gabriel le dice

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que él no se debe casar, sin embargo, Sebas está enamorado y se enoja. La discusión sigue por varios minutos hasta que él y su hermano salen del bar. El video cambia a una cámara del parque y se mira que Sebas saca un arma y la apunta hacia su hermano. “BOOOOM”, el cuerpo de Gabriel cae al suelo. Sebas sale corriendo y le dispara al asesino. Sebas fue liberado y regresó a casa. Al entrar vio al amor de su vida, pero peculiarmente usaba un pantalón largo. Cuando le pregunto ella lo ignoró. Los dos salieron a caminar y Sebas notó que estaba renqueando. Entonces le levantó parte del pantalón, solo para encontrar una herida de bala.

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Débora Pérez (Autora)

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El callejón La calle estaba empapada, y las gotas de lluvia caían cada vez más fuerte contra el suelo. A pesar de que sus zapatos y calcetines estaban empapados, no dejo de correr con todas sus fuerzas evitando mirar hacia atrás. El ruido de las patrullas se escuchaba cada vez más fuertes, así como los latidos de su corazón. Apenas había corrido un par de minutos, cuando encontró un callejón poco iluminado, el escondite perfecto para un fugitivo. En un instante las patrullas pasaron aquel lugar, una de sus miles de preocupaciones había pasado. Al fijarse bien en el lugar en el que se encontraba, se dio cuenta que era realmente oscuro y; curiosamente, no había contenedores de basura o cajas como en los demás callejones de la ciudad. Lo que más le llamó la atención era la cantidad de flores pintadas en las paredes, que tal vez a la luz del día lo hacía ver

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inofensivo, en ese momento, estas se veían retorcidas e inquietantes. Se sentía muy incómodo de estar ahí, le aterrorizaba más salir y afrontar la consecuencia de sus acciones. Se sentó

a

meditar

un

momento

porque

desperdiciaba su vida así; sin familia, sin amigos, era solo un pobre muchacho tratando de obtener dinero extra para poder sobrevivir en la gran ciudad. No fue mucho el tiempo en el que estos pensamientos pasaron por su cabeza cuando las paredes del callejón comenzaron a cerrarse. En un arranque de adrenalina trató de salir cuando dos grandes enredaderas con púas lo tomaron por los tobillos desgarrándole la piel. Trató de pedir ayuda, pero nadie lo escuchó. En menos de un minuto el callejón de los condenados se había tragado a otro criminal sin futuro, eliminado de la faz de la tierra.

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José Andrés Nájera (Autor)

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El melodioso viento Me desvanecí, todo se volvió negro, un golpe seco en la nuca. De pronto escucho una voz distante, una voz dulce y calmada “Hola querido, ¿vamos de paseo?” me limito a extenderle el brazo y comenzamos a caminar por lo que parecía ser un lugar blanco que inspiraba paz. Hablamos y hablamos hasta que olvidé donde estaba, me contó sobre las cosas trágicas y maravillosas que había vivido, me relató como ella veía la vida pasar, las personas disfrutar y sufrir, los cambios que se daban, como a veces tuvo mucho trabajo por causa de un desafortunado accidente y los sentimientos y reflexiones que le causaban estas situaciones, el mundo y sus ocasiones llenos de maravillas y maldiciones. Yo observaba su rostro que se me asemejaba a una orquídea, mientras ella me contaba su historia.

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Por un momento me perdí en su mirada, oscura, radiante, un tanto cansada. Me di cuenta que no sabía su nombre así que me dispuse a preguntarle “¿Cuál es tu nombre?”. Luego de un largo suspiro respondió “Catrina” sin más vueltas, a secas. Repentinamente

un

fuerte

viento

comenzó a soplar acompañado de hojas de diversos colores que me apartaron de ella, lo siguiente que escucho es una ensordecedora sirena, al primero que vi fue a un agitado bombero tratando de reanimar un cuerpo en la calle. Mi corazón de detuvo al momento el que reconocí mi cuerpo, a mí, tendido en el suelo, seguido del shock vuelvo a escuchar la melodiosa voz que pide mi calma y que continuemos la charla.

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Gabriel Torrebiarte (Autor)

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In morte filii mei Era el último libro en la extensa biblioteca... Desde

que

su

misteriosamente

padre en

había un

muerto accidente

automovilístico hace dos años, Matías se había dedicado a leer todos los libros que su papá había escrito a lo largo de su vida. Nunca había publicado ninguna de sus escrituras, pero las había juntado todas en la biblioteca de su casa. La madre de Matías había muerto durante el parto, así que su padre lo crio por sí solo. Los dos hombres eran inseparables, y después del accidente Matías leía los libros para reconectarse con su padre. A pesar de que la mayoría eran historias ficticias, Matías encontraba muchos momentos de su propia vida escondidos en ellos. El último libro era el más reciente. La portada tenía escrito en grande unas palabras irreconocibles que parecían estar en latín. Decía “In morte filii mei” Matías tomó un

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suspiro grande y comenzó con la lectura. El protagonista era un joven de veinte años. —! ¡Qué gran coincidencia! — pensó — El joven tiene la misma edad que yo. Siguió leyendo con curiosidad. El libro explicaba que ese joven vivía solo, porque sus dos padres habían muerto. —Esto no puede ser una coincidencia —murmuró. La historia seguía describiendo cómo el joven estaba siendo perseguido por un hombre vestido de negro. Cuando el joven llegó a su casa, el hombre misterioso entra y lo mata sin piedad. Matías sintió un escalofrío que pasaba por todo su cuerpo. Repentinamente, se escuchó un ruido en la entrada de su casa y una sombra negra pasaba ante su vista. En ese momento comprende, el nombre del libro estaba en latín y decía “La muerte de mi hijo”.

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Aynsley Capehart (Autora)

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Estaban en blanco Era el 10 de agosto de 2018 y Alexander de quince años estaba en un tren camino a su internado en Londres. Él escuchaba el caos de las ruedas golpeando las vías del tren mientras leía su libro, observaba como las casas y los árboles pasaban volando junto a él, se preguntaba qué traería su nueva vida en el internado. Como consecuencia de mirar por la ventana por mucho tiempo, se sintió mareado y se quedó tan dormido como si lo hubieran drogado. Sintió aquella experiencia como una eternidad, (pero realmente fue veinte minutos) Alexander se despertó y se encontró enfrente a la entrada de su internado. Cansado y desubicado, se levantó luego recogió su maleta y entró al lugar desconocido. Fue claramente construido hace mucho tiempo, tomando en cuenta la apariencia rústica del edificio por eso se veía como un castillo antiguo. Pero al entrar se sintió

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nuevamente ubicado, en ese momento no le importaba la antigüedad del colegio. Estaba fascinado con la biblioteca que se ubicaba al fondo de la entrada y como un encantado caminó hacia el lugar y comenzó a sacar diferentes libros, pero para su sorpresa, cada uno estaba vacío, completamente en blanco. Se preguntó a sí mismo - ¿existe siquiera literatura en este lugar? -. Decidió agarrar una pluma que estaba en una de las mesas y empezó a escribir. Para su gran sorpresa, cada palabra que se transfirió al papel cobró vida. Mientras escribía sobre la década de 1920 en Nueva Orleans, apareció el tiempo del jazz, delante de sus ojos. Mientras escribía sobre caballeros y soldados, cada personaje llenaba la biblioteca. Llenó cada libro con diferentes historias y criaturas,

regresando

al

pasado.

Estaba

literalmente devolviendo la vida a la historia y descubriendo la creatividad que se perdió.

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Javier Urrea (Autor)

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Ancestros Durante una misión en un lugar muy remoto, un arqueólogo está en la búsqueda de un nuevo descubrimiento. Luego de una larga y ardua caminata durante varios días, expuesto a peligros y a cambios bruscos de clima, llegan a un sitio en ruinas parcialmente cubierto de vegetación. Inician las excavaciones y encuentran una gran cantidad de tumbas, el lugar daba indicios de haber sido una gran ciudad, con mucha población y esplendor. Trabajaron y trabajaron, durante meses clasificando y rotulando restos humanos y artefactos. Era interesante observar que en cada tumba se encontraban sepultadas familias completas. En una de las últimas tumbas se encontró una gran cantidad de joyas y piedras preciosas, por lo que se asumió que era de una de las familias más importantes y poderosas de esa época, en las paredes de esta tumba había pinturas de figuras que narraban las historias de estas familias y durante siglos permanecieron

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ocultas. A cada hombre de la familia le aparecía colgada al cuello una piedra que tenía un símbolo impreso y no se lograba identificar con exactitud, pero la forma era muy peculiar y familiar para el arqueólogo. Les faltaban dos esqueletos por terminar de desenterrar los hallazgos, esto producía en el arqueólogo nerviosismo mezclado con una gran ansiedad por conocer más acerca de la familia. Durante una mañana en los últimos días de la expedición inició el descubrimiento del último cuerpo, poco a poco fue eliminando piedras y tierra de cada hueso siempre tratando de ser cuidadoso por la presencia de tantas hermosas joyas. Al llegar cerca del cráneo descubrió atado al cuello del esqueleto, una piedra con forma de pirámide invertida y el símbolo de un ojo impreso en la piedra. Exactamente igual al que el arqueólogo llevaba atado al cuello.

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Nicolle Passarelli (Autora)

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Interminable Impaciente,

desesperado,

intranquilo…

buscando una salida, un fin, un límite. Árboles blancos y morados rodean el laberinto, con raíces y troncos tan largos como la luz del sol que ilumina los caminos interminables e indescifrables. A pesar de tener colores tan llamativos como el arcoíris, tenía secretos y misterios inexplicables. Alejandro no sabía cómo había llegado a ese laberinto, tenía un sentimiento de miedo que lo atrapaba y lo inmovilizaba por completo. Alejandro miraba minuciosamente de izquierda a derecha cada esquina y cada camino, tratando de ver cuál sería la mejor dirección para poder salir de aquel laberinto tenebroso. Él decidió, y sin saber lo que le esperaba del otro lado siguió el camino elegido, ese camino tenía rosas rojas que lo iluminaban. Cada vez que él se adentraba al

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laberinto, aquellas rosas florecían llenando a Alejandro de pensamientos indescriptibles. Pasando siete esquinas, el camino de rosas llegó a su final; luego con tan sólo dos opciones, un camino lleno de árboles blancos o un camino con nada más que una rosa azul en el centro. Alejandro tenía que tomar una decisión complicada en ese momento y su decisión lo llevaría a su destino final. Al fin, emprendió el camino que tenía la rosa azul. El camino

siguió,

interminable;

siguió las

y

siguió....

horas

era

pasaban

imperdonablemente y ya sin esperanzas Alejandro vio un rótulo que decía "fin", corrió como si su vida dependiera de ello y al llegar… Alejandro se encontraba en el mismo lugar donde había comenzado.

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Manuela del Castillo (Autora)

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Desaparecida Había un sol radiante que me cegaba los ojos, mientras caminaba por la acera, sin un rumbo concreto. Miraba los zapatos rojos, que unos días atrás me había regalado mi madre por mi cumpleaños. En un segundo me tropecé y perdí el equilibrio, pero por suerte había un poste enfrente de mí y me pude agarrar. Fue en ese momento cuando me di cuenta, mi cara, mis ojos, mi pelo, indudablemente esa era yo, plasmada en un cartel que estaba pegado en el poste de la farola. Justo arriba de mi foto, en letras grandes estaba escrito “Desaparecida”. Debajo aparecía mi nombre, el número de mis padres y la dirección de mi casa. Estaba confundida,

asustada

y

muy

preocupada,

solamente me podía preguntar ¿quién lo habría hecho y por qué? “Sería una broma” pensé, aunque si lo fuera sería de muy mal gusto. Decidí llamar a mis padres, pero sólo escuché el incesante ruido a través de la línea. Entonces

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empecé a caminar hacía mi casa donde podría encontrar una explicación razonable a este enigma. Lamentablemente no tuve suerte, todo estaba en completo silencio y no había rastro de mi familia por ningún lado. Algo no estaba bien, pasaban las horas y nadie parecía dar señales de vida. Después de una eternidad escuché el tintineo de las llaves, alguien había llegado. Corrí rápidamente hacía la puerta, en busca de una respuesta. Se abrió la puerta lentamente y vi que era mi madre. Con alegría grite - ¡Por fin mamá, ¡cuánto has tardado! -. Pero apenas terminé de decir estas palabras, me di cuenta que mi madre, que ni se había inmutado de mi presencia, venía vestida de negro, tenía los ojos rojos, la cara derrotada y en sus manos, agarrados con fuerza, estaban mis zapatos rojos.

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Kelly Kong (Autora)

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La caja Sonó la campana una, dos veces. El sonido atravesó por la casa, pero esta no se encontró una respuesta. Al sonar por tercera vez el repartidor dejó la caja enfrente de la puerta y se alejó. Al ver que se alejó finalmente, Sofía salió de su cuarto y bajó las gradas de madera que crujían, mientras caminaba encima de ellas. Atravesó la sala hasta llegar a la puerta y la abrió lentamente. Encima de la pequeña alfombra estaba una cajita de madera y una flor. Con cuidado levantó la caja, se dirigió hacia la sala y se sentó para contemplarla. Era una caja hermosa de ébano, aunque se notaba que estaba un poco desgastada esto no le quitaba belleza. Tenía una pequeña cerradura que Sofía abrió con la llave que llevaba puesta alrededor del cuello. El interior de la caja estaba forrado con terciopelo escarlata, contenía sobres con cartas, joyas y fotografías. Mientras sacaba todo, notó que había un sobre

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que parecía nuevo. Delicadamente, abrió el sobre y leyó: ¨Querida Sofía, hemos estado separados por mucho tiempo”, ¿no crees que es momento de reunirnos? Aquí te dejo la manera. Cuando estés lista, toma la cuchilla y levanta el terciopelo y hallarás la salida. En ese momento fue cuando se percató que había una pequeña cuchilla dentro del sobre y con sus manos temblorosas lo agarró, suspiró, empezó a separar el forro. Después de unos minutos Sofía descubrió el compartimiento secreto y al darle un pequeño tirón al listón, todo su entorno se desvaneció, Sofía sintió como si estuviera volando. Al sentir que sus pies tocaron el suelo, Sofía escuchó aquella voz que no había oído en veinte años: ¨Al fin nos encontramos de nuevo¨.

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Hee Won Lee (Autora)

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Play-Doh En un pequeño pueblo había una bola de plastilina. La plastilina simplemente era eso, una bola. El primer hombre hizo una esCultura con ese pedazo. Era Un elefante y el sujeto estAba orgulloso, ahora ese pedazo de pLastilina tenía forma. El segundo hombre vio el miSmo pedazo de plastilina e hizo otra escultura; esta tenía la forma de un niño, él También estaba orgulloso de sU trabajo. Luego apareció una señora acompañada de un niño. El nIño quería que ese peDazo de Plastilina fuera suyo. Entonces dE él hizo un oso. La plastiliNa era transformada todos los días de diferentes formas y cada quien decía que era su propio pedazo de plastilina y sentía orgullo de ello. La señora se preguntaba todos los días al ver el pedazo de colores, ¿qué será ese pedazo de plastilina? Luego de la

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señora y el niño, llegaron dos jóvenes quienes vieron esTa masa colorida. Los dos querían que fuera suya, que se adaptara a ellos mismos. Uno de ellos lo agarró y formó una casa y le dIjo al otro joven que ahora era su pedazo. El otro joven sin comentar se fue. La

plastilina

estaba

nuevamente

allí, Dejada en el medio del pueblo, todos pensaban que este pedazo de plastilina era de ellos y que era moldeado por ellos. Pero un día llegó una niña de no más de diez años. Ella vio la bolA colorida y vio algo diferente, algo que nadie había visto. Ella no vio más que una bola de plastilina. Ella no la reconocía como nada más, solo eso, una bola de plastilina. ¿Para ti qué es este peDazo de plastilina?

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Patrick Mussack (Autor)

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Perspectivas En el siglo XXII la vida cotidiana era distinta. Durante las últimas décadas del siglo XXI surgió una anomalía mutante que provocaba que todo individuo con ojos claros perdiera todo sentido de color al cumplir diez años; lo dejaba únicamente percibiendo blanco, negro y gris. Este grupo de personas fue denominado “oculi minus”. Por el otro lado se encontraban los “oculi fortitudinem”; aquellos que tenían ojos marrones y con ellos poseían toda, toda perspectiva del color. Era inusual que los dos grupos coexistieran, pues existía cierto conflicto ya que los oculi minus vivían en enojo, hasta perdieron fe en Dios. ¿Qué dios omnipotente emitiría estas maldiciones sobre un grupo en específico? Era injusto, Dios les habían quitado el concepto del color, algo que formaba maravillas. Dentro de los oculi minus se encontraba Sammy, un adolescente inusual,

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pues él salía con Eli. Ella era una chica que formaba parte de los oculi fortitudinem. Era una vida difícil, pues ninguno de los dos grupos quería a Sammy. Los minus no lo querían por salir con el otro grupo, mientras los fortitudinem lo miraban como inferior. Su vida, a excepción de su amor por Eli, estaba llena de melancolía. Era increíble cómo de un día a otro un individuo podía perder todo color, toda su felicidad. Sammy estaba desesperado y perdió toda esperanza de que su situación mejorara. Sin embargo, para ayudarlo, Eli lo llevó a conocer a un primo suyo, Martín. Eli lo admiraba y Sammy también lo hizo, pues Martín era el individuo más feliz que él había conocido durante su vida. Era un niño único, pues a pesar de su defecto, podía encontrar felicidad en todo. Sin importar sus desventajas, estaba seguro de sí mismo, sabiendo que él podría hacer lo que quisiera.

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¿Cuál era su supuesto defecto? Él era ciego, no tenía ninguna percepción de color.

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Mariandre Yun (Autora)

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Marcas de la piel Al sonar la campana, ella entra a su primera clase. Ha llegado la hora. La maestra devuelve las notas del examen. Empieza a llamar a los estudiantes en orden alfabético. Estos se paran y la clase mira cómo con algo de sangre cada nota aparece en la piel. Con cada grito de un nombre, viene el grito de una letra. Esos estudiantes que lograron obtener una “A” como nota, sonríen a través del dolor cuando la letra es tallada en su piel mágicamente. Cada estudiante se limpia la sangre cuando es instruido a tomar asiento. Ella observa el salón y ve a sus compañeros sentados; inmóviles. Simplemente

esperando

la

siguiente

instrucción y la siguiente nota. Con el paso del tiempo quedan menos nombres en la lista y ella sabe que no tardará en que su nombre sea llamado. Ella observa las incontables “A” en su cuerpo y traza su dedo sobre las cicatrices.

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Con cada “A” que mira, no puede evitar cubrirse más las muñecas con el jalar de su sudadero, intentando cubrir las heridas en forma de “D” y “F” que aún siguen frescas. Cierra los ojos fuertemente esperando que, al abrirlos, esas letras desaparezcan. Y así como no desaparecieron las primeras diez veces que ella lo intenta, tampoco desaparecen esta vez. Es allí cuando el grito que ella esperaba con tantas ganas no escuchar, es dado. Al escuchar su nombre, ella se levanta lentamente de su escritorio y vuelve a cerrar los ojos. La maestra, en ese grito no deseado, pronuncia entonces su nota.

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Laura IbargĂźen (Autora)

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Vesta La niña lleva una vida uniforme; es una niña muy conforme. Aunque dice no creer en la religión organizada, al pie de la letra sigue los mandamientos de su rutina, reza la oración de su horario y se deleita en la comodidad de su existencia monótona. Es más inteligente que cualquiera de sus compañeros de clase y aunque lo sabe, nunca lo admitiría en voz alta. Tiene un gran potencial para mejorar el mundo, para mejorar su mundo, pero carece de pasión. Carece de ese ardor interior que impulsa a los seres a superarse; que les enseña a no conformarse. Regresando de la escuela a su casa, la niña tropieza con un irreconocible elemento. El color la intriga y el calor la llama. Así como un impulso incontrolable, los dedos de la niña se extienden e intentan tocar esa cosa desconocida. La niña empuña las manos, hasta

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emblanquecer sus nudillos, tratando de calmar el deseo profundo que tienen las yemas de sus dedos de tocar aquello que tanto le atrae. La mirada de la niña baila con el impredecible y seductor ritmo de la llama. Nuevamente extiende la mano y con un dedo roza el perfil de la brasa. Una corriente de energía y luz fluye por sus venas. La niña alcanza aquella cosa, ahora ya no tan desconocida, la observa fijamente y se la mete a la boca. De las puntas de su pelo y de sus dedos salen rayos de sol, su corazón se enciende en llamas. La niña ya no es niña; la niña es pasión; la niña es fuego. La niña ya no es niña, es mujer.

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Gabriel Pinzรณn (Autor)

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Un Espejismo de Vida y Muerte ∩u Ǝsdǝɾᴉsɯo pǝ Λᴉpɐ ʎ Wnǝɹʇǝ Cuando era pequeño, vi a un hombre morir. Era un día de invierno, frío y solitario. Yo con tan solo cinco años salí de mi cabaña y me aventuré en la neblina. No mucho tiempo después una figura se asomó entre la niebla, se acercaba cada vez más hasta que pude distinguir su apariencia. Era un hombre calvo y débil, como si lo hubiese atropellado un bus, se podía notar gran dolor por su expresión facial. En ese exacto momento el hombre se arrodillo

y

me

abrazo,

me

cubrió

completamente con su cuerpo y me sostuvo firmemente. A los pocos segundos, el hombre fue baleado, de todas direcciones, el hombre murió al instante y entonces entendí, me había salvado la vida. Agentes del gobierno llegaron al siguiente día, me llevaron contra mi voluntad a un laboratorio. Ahí me mantuve 20 años,

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siendo expuesto a horribles experimentos. Me inyectaron tantas veces que perdí la cuenta, mi cuerpo empezó a debilitarse y perder peso, mi cabello se cayó y mi piel se volvió pálida. Durante mucho tiempo había planeado mi escape y, quizás por casualidad, en mi cumpleaños número veinticinco lo pude ejecutar. Todo iba bien hasta que la alarma sonó, se habían dado cuenta de mi escape. Cuando los guardias me encontraron, como último recurso entré al cuarto más cerca de mí, ahí me introduje en una cápsula y presioné un botón. El cuarto desapareció, ahora solo había nieve y neblina. Empecé a correr seguro de que el gobierno iba tras mí, pero mi cuerpo débil, ya no me lo permitía. Cuando finalmente estaba a punto de colapsar, vi a un niño muy inocente de aproximadamente cinco años enfrente de mí. En ese momento sonreí, porque entendí mi deber. Me arrodillé, lo abracé y cerré los ojos.

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Isabel Chacรณn Moscoso (Autora)

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Voz de madrugada Hace muchos años, cuando Centroamérica aún le pertenecía a España, un joven muchacho caminaba por las silenciosas calles de la Capitanía de Guatemala. El joven llamado Rafael estaba regresando de una fiesta y venía sonriendo y cantando una alegre melodía con la que había bailado toda la noche. De repente, empezó a oír la más bella voz que había escuchado en toda su existencia. Era la voz de una muchacha la que se escuchaba a lo lejos. La voz de esta mujer era el más hermoso sonido para los oídos de Rafael, se enamoró instantáneamente y empezó a buscar de dónde venía la bella melodía que estaba escuchando. Al ser incapaz de encontrar de dónde provenía él decidió regresar a su hogar ya que estaba empezando a amanecer y su madre estaría preocupada. A la noche siguiente el enamorado regresó a la calle donde había escuchado por

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primera vez a esa angelical voz y sus oídos fueron bendecidos al oírla de nuevo. Él siguió buscando dónde se encontraba la bella muchacha con la que él estaba seguro quería pasar su vida entera. Noche tras noche buscaba y buscaba, pero no hallaba ningún rastro. En la noche más estrellada del año decidió mirar hacia arriba ya casi rendido. En ese momento fue cuando la vio. Una bella señorita de cabellos largos y oscuros se encontraba cantando

en

un

balcón.

Increíblemente

emocionado decidió subir el balcón y ahí fue cuando la vio: una joven hermosa, pero extremadamente pálida, que parecía estar parada sin que sus pies ni siquiera tocaran el piso. Nunca se volvió a oír de Rafael, pero se cuenta que ahora en las calles de Guatemala siempre se escucha la bella voz de un dúo de enamorados cantando por las madrugadas.

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Natalia Arostegui Saravia (Autora)

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El pan baguette Cuando visité las estrechas calles del Barrio Latino en París, no se me pudo escapar ese olor de pan baguette recién hecho. Había un señor anciano, con una pequeña tienda, vendiendo delicadezas francesas: tenía croissants, pan baguette, etc. Aprovechando que tenía el puesto enfrente me acerqué, mientras miraba alrededor. Un niñito resaltaba entre toda la gente caminando. É se quedaba quieto mirando a la diminuta tienda al otro extremo de la calle, a pesar que lo pasaban tumbando al piso. Lo más raro de ese niño es que estaba solo pero no parecía perdido. No se movía, solo observaba. Era una noche fría y el niñito vestido de verde no tenía abrigo, solo una bufanda de color amarillo. El niño se acercó al anciano

y

le

susurró

algo

al

oído.

Consecuentemente, el francesito salió de la tienda con una gran baguette. Se deslizó entre

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la multitud apuradamente. Parecía un cohete, moviéndose rápidamente con una dirección determinada. Mi curiosidad me llevó a perseguirlo. De repente, el niño se detuvo frente a una banca mirando al río Sena. Bajo de esa banca, se encontraba un pequeño zorro sentado sobre una avioneta roja. El niñito partió el pan y le dio una mitad a su pequeño amigo. Fue en ese instante que el niño se dio cuenta que yo lo observaba desde la distancia. El jovencito dejó salir una sonrisa y me invitó a sentarme junto a él. ¿Por qué no tienes comida ni hogar? ¿Estás bien?, le pregunté al niño francés. Tendré que soportar alguna oruga si quiero conocer las mariposas, respondió con gran seguridad. Fue entonces que el niño subió a la avioneta con su zorro y partió hacia el cielo.

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InĂŠs Abrahamsson Bruderer (Autora)

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Muerte misteriosa Puse a Luciana a pintar silenciosamente en una esquina del cuarto, mientras yo limpiaba la casa. Furiosamente rayaba la hoja con el crayón rojo y solita hablaba calladamente. Los platos en el lavatrastos se somataban tan fuertemente entre ellos que no oía lo que decía y no le puse atención. Cambiaba entre el crayón verde, azul, y negro. El rojo nunca lo bajaba. Terminé de limpiar la cocina y me acerqué a donde ella estaba trabajando. Tenía más de 30 hojas arrugadas y tiradas en todo el suelo. Me agaché a recoger los papeles y desarrugué uno. La criatura que había allí dibujada me traía recuerdos que yo ya creía haber olvidado. Rompí el papel mientras entraba en pánico. Recuerdos de mi infancia inundaban mi cabeza. Las sirenas de los policías y ambulancias resonaban. Las frías esposas en mis muñecas y mis padres tirados en el suelo. Yo solo sentía que algo me tiraba

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del pelo y les decía a los policías, pero ellos me seguían diciendo que me callara, que no había nada. Yo volteaba y veía a Alimac tirándome del pelo. Después de 30 citas con el psicólogo y sin resultados, determiné que únicamente estaba en mi cabeza. Solo así logré superar mi locura. En los dibujos era evidente que lo qué había dibujado Luciana era Alimac. Lo único que pedía era que no se repitiera lo que había hecho yo, gracias a Alimac, de lo que todavía me arrepiento hoy en día, la misteriosa muerte de mis papás. Supongo que la imaginación se hereda.

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Victoria Cojab Selechnik (Autora)

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El árbol de mi vida Cuando era solamente una niña pequeña, encontré una pelotita, no perfectamente redonda, pero tenía unas líneas resaltadas sobre su superficie… La pelota apenas cabía en mis pequeñas manos. Emocionada, se la enseñé a mi padre, quien al inspeccionarla quedó confundido, y me informó que la pelota de color marrón, no era un juguete, sino una semilla de árbol. Mi emoción no cambió, y él decidió que era una buena idea plantarla en el jardín del patio de la casa. Él siempre decía que yo fui de gran ayuda en plantarlo, pero estoy segura que eso no es exactamente cierto, ya que lo único que hice fue dejar la semilla dentro del hoyo que hizo en la tierra. El árbol crecía muy lentamente, y mi padre me decía que tuviera paciencia, una de las virtudes más importantes en la vida. Finalmente, el árbol creció, cuando tenía diez

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años era mi mejor amigo. Seguía creciendo, y cambiando con cada etapa del año. A pesar del paso del tiempo, siempre pasaba horas sentada, apoyada en su tronco, leyendo y pensando. De vez en cuando, mi padre llegaba a leer conmigo, y platicábamos. El árbol era mi espacio seguro. Sabía que nada malo me podía pasar mientras estaba sentada allí. Lo que no sabía, era que las cosas que pasaban cuando no estaba en el árbol, también me afectarían cuando estuviera allí. Mi padre ya no llegaba a leer y platicar, estaba muy débil y pasaba más tiempo con los doctores que conmigo. Pasaron varios años, cada vez era peor. Mi árbol ya no me hacía sentir bien, me hacía llorar por no tener la presencia de mi padre. A pesar de eso, siempre estaba allí, en mi enorme árbol.

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Mia Steinhart PeĂąa (Autora)

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Mi sombra En las noches la escucho, siempre hace cosas diferentes, no se parece en nada a mí. Es mi sombra. Al levantarme me doy cuenta de todo lo que andaba mal, aquella sombra no se parecía nada a mí…. ¿Entonces de quién era? Siempre sentía que algo me tocaba, que algo estaba ahí conmigo en todo momento. Estoy confundida y no puedo dormir por las noches al sentir la presencia de algo o alguien, no estoy segura de qué es. Pensé que era un espíritu, el espíritu de mi madre que había muerto hace unos años. Al pensarlo se me quitó el miedo por un rato, sentí la presencia de mi madre cuidándome desde lejos y ayudándome a seguir el buen camino. Al pasar los años me di cuenta que nada en mi vida andaba bien, que mi vida no iba en buen camino. Al momento me di cuenta que no era mi madre y que ella nunca había estado ahí.

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Descubrí que era algo o alguien que trató de acercarse a mí. No soy una persona muy religiosa, pero de igual manera llamé a un padre para que bendijera mi casa alejando todos los males y los espíritus desagradables. Pasaron cinco años de tranquilidad y armonía para mí. De repente una noche me

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desperté al sentir un viento muy fuerte, la ventana se había abierto. Me levanté de la cama para cerrarla, pero el frío y el viento no se iban. Fue un sentimiento muy raro, estaba muy asustada y confundida. Vi una sombra, una sombra que definitivamente no era la mía. Esta se movía diferente y hacía ruidos muy fuertes. Hablaba, hablaba como si me conociera, me di cuenta que era aquel niño que dejé caer de un puente y no pude salvar. Me echaba la culpa por su muerte. Desde ese día la sombra o como quieras llamarla me llega a visitar el día del aniversario de la muerte de ese niño.

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Gracias a quienes hicieron este proyecto posible, en especial a los estudiantes por su dedicaciรณn.

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