Disfruta Michoacan 10 Enero de 2014

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EXCONVENTO DEL CARMEN Casa de la Cultura

FOTOS: SALVADOR JIMÉNEZ

Actualmente se le dan dos usos al que fuese Convento del Carmen: el templo y el pequeño claustro anexo a su costado norte son administrados por la Iglesia católica, las otras áreas del ex convento corresponden a la Casa de la Cultura y son manejadas por el gobierno estatal.

S ALVADOR J IMÉNEZ La Casa de la Cultura de Morelia es la sede de la Secretaría de Cultura de Michoacán (Secum), está ubicada en un ex convento del siglo XVII en el Centro histórico de Morelia, en un inmueble que en tiempos del virreinato español perteneció a la orden religiosa de los Carmelitas Descalzos. En su interior se encuentra una cripta funeraria subterránea, conocida como cripta hundida. Esta explanada a desnivel cuenta con escaleras que comunican a la cripta del templo y se localiza en el quinto patio del vetusto edificio. En 1593 los misioneros de la Orden del Carmen llegaron a Valladolid y fundaron un convento provisional, posteriormente edificaron su propio y definitivo convento que hoy alberga la Casa de la Cultura local, entre 1593 y 1619 se edificó el templo, mientras que su primer claustro, ubicado al costado norte del templo, se edificó durante la tercera década del decimoséptimo. En lo que fue el atrio, frente al templo, funcionaba en esa

Este conjunto arquitectónico cuenta con cinco patios.

En 1978 se fundó la Casa de la Cultura de Morelia. época un camposanto y al norte del convento se ubicaba una extensa huerta de más de 50 mil metros cuadrados. En 1659 se construyó la capilla anexa al costado sur del templo, es ahí donde se ubica una cripta funeraria subterránea, conocida popularmente como cripta hundida. En 1735 se sustituyó el te-

cho de viguería de madera con cubierta de teja, por las bóvedas y cúpula de cantera con que cuenta actualmente. En la primera década del siglo XIX, por el año 1809, estuvieron presos en el convento algunos de los conspiradores de Valladolid. Quienes fueron liberados en 1857 a raíz de la

FOTO: SALVADOR JIMÉNEZ

«Las constituciones de México», mural de Adolfo Mexiac ubicadoen la Casa de la Cultura.

aplicación de las leyes liberales. Posteriormente los Monjes Carmelitas fueron exclaustrados, pasando el inmueble a manos del gobierno, conservando el templo su función religiosa, en cambio, la huerta fue fraccionada para la edificación de viviendas y parte del atrio se convirtió en plaza pública. En 1883 el con-

vento funcionó como cuartel del Primer Cuerpo de Caballería del Estado. Ya para el siglo XX el ex convento desempeñó diversos usos, entre estos fue sede durante años del Seminario de Morelia, posteriormente el segundo patio fue utilizado como estacionamiento de camiones de aseo público, es-


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La cripta probablemente estuvo escondida por 285 años. Cuando fue descubierta, los excavadores la encontraron llena de agua con una altura de 12 metros.

FOTO: ARCHIVO

Un tercer patio se ubica entre los costados este y sur del ex convento, se trata de una explanada hundida equipada con escaleras que comunican a la cripta del templo.

FOTO: ARCHIVO

Este conjunto conventual es una de las edificaciones monásticas más antiguas y monumentales de la capital michoacana.

FOTO: SALVADOR JIMÉNEZ

tación de autobuses hasta los años 70, luego fungió como refugio estudiantil. En 1974, la administración estatal que presidía Carlos Torres Manzo rescató el inmueble y llevó a cabo trabajos de restauración, que estuvieron a cargo del arquitecto Arturo Ramírez Bernal. Desde entonces el segundo patio pasó a ser el patio principal de la Casa de la Cultura de Morelia. El primer día de 1978 se fundó la Casa de la Cultura de Morelia, y a partir de 1980 el recién fundado Instituto Michoacano

de Cultura se instaló en el inmueble, hasta que en 2004 el instituto fue convertido en la Secretaría de Cultura de Michoacán, trasladándose sus oficinas sede a otro edificio de la ciudad. Actualmente, al ex conjunto conventual del Carmen se la dan dos usos: el templo y el pequeño claustro anexo a su costado norte son administrados por la Iglesia católica. En tanto que las otras áreas del ex convento corresponden a la Casa de la Cultura y son manejadas por el gobierno estatal.

En las antiguas criptas ubicadas en los cimientos del ex convento , fueron sepultados frailes y sacerdotes relevantes de la orden de los carmelitas, incluso algunos benefactores, quienes para ocupar un lugar en las criptas debieron proporcionar grandes sumas de dinero.

La Casa de la Cultura capitalina fue edificada en cantera rosa y estilo barroco austero, posee dos niveles y su fachada original, puerta principal de acceso cuando era convento, está orientada hacia el occidente sobre la calle Benito Juárez, a diferencia de la actual fachada que mira al punto oriental, sobre la Avenida José María Morelos en su parte norte. Este conjunto arquitectónico y ex convento cuenta con cinco patios, el principal de planta trapezoidal es una am-

plia explanada con una pequeña fuente central circular. El patio secundario de menores dimensiones exhibe planta rectangular con jardinera en su centro y una antigua cisterna o pila de cantera a su costado. Un tercer patio se ubica entre los costados este y sur del ex convento, se trata de una explanada hundida equipada con escaleras que comunican a la cripta del templo. Mientras que el cuarto patio de planta rectangular se halla frente al antiguo acceso principal del recinto,

este espacio fue acondicionado en desnivel durante el siglo XX, colocándosele un pequeño escenario idóneo para presentaciones artísticas. El quinto patio se localiza en el antiguo claustro cuadrangular, en el costado norte del templo, no forma parte de la Casa de la Cultura ya que es usado como un anexo de las oficinas del templo. El inmueble posee una escalera de cantera de tres rampas con bóvedas de crucería, en uno de sus muros se exhibe en relieve el escudo de la Orden del Carmen, el cual también está presente en otras áreas del edificio. La iconografía del escudo muestra la cruz sobre el Monte Carmelo y tres estrellas que representan las virtudes teologales. Imponente desde cualquier punto de vista, este conjunto conventual es una de las edificaciones monásticas más antiguas y monumentales de la capital michoacana, su construcción inició en 1546 y se prolongó durante los siglos XVII y XVIII, auspiciada por diversos benefactores de los Carmelitas Descalzos. La construcción muestra cuatro fachadas, la principal de forma asimétrica con un portal de peregrinos de cuatro arcos; el diseño de la iglesia destaca por sus cúpulas y el hecho de que ostente una espadaña (campanario) sostenida por arcos botareles en lugar de una torre, como es común en los templos. Al frente, ostenta el escudo principal de la orden en el cual las virtudes teológicas de la fe, la esperanza y la caridad son representadas por tres estrellas que brillan sobre una cruz levantada en un monte. También funge como sede de eventos culturales, desde las pequeñas presentaciones propias de los artistas michoacanos, hasta los grandes festivales internacionales. Especial atractivo del ex convento es el Museo de la Máscara, en él se pueden apreciar dos colecciones provenientes de 19 estados de la República, además de Michoacán. Este santuario alberga también pinturas de famosos artistas, en una de las paredes del refectorio podemos apreciar restos de un mural barroco del siglo XVIII.


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Saludo perenne a todos los que vean mi obra porque deseo que sientan lo mismo que yo veo. Es un mensaje de paz, tratando de que olviden sus preocupaciones: Nicolás de la Torre.

SALVADOR J IMÉNEZ La trascendental trayectoria del maestro Nicolás de la Torre Calderón nos llevó a retratarlo en estas páginas como una especie de homenaje al decano pintor y escultor, «el más viejo de la ciudad y fundador de muchas instituciones». Por su creación plástica, esta edición de Disfruta Michoacán va dedicada afectuosamente al artista y Premio Estatal de las Artes Eréndira 2009, quien se considera más docente que artista, «pero la obra en sí me defiende que ya hice un nombre en el mundo de las artes», refiere. Nicolás de la Torre es pintor, escultor y restaurador, su obra con más de tres mil creaciones ha dejado huella en las artes plásticas morelianas. Moreliano él mismo -nació en esta capital el 30 de enero de 1923-, con estudios en lo que fuera la Escuela Popular de Bellas Artes de la Universidad Michoacana, de la Torre fundó escuelas para la enseñanza de las

NICOLÁS DE LA TORRE Homenaje al talento michoacano artes visuales, fue también iniciador de los jardines del arte en la capital michoacana, instaló exposiciones pictográficas en todos los espacios ajardinados públicos, quedándose en el Jardín de Las Rosas, donde hasta la fecha algunos artistas montan sus exposiciones. «Soy el pintor y escultor decano en Morelia, el más viejo de la ciudad y fundador de muchas instituciones», señala. Ha pintado de todo en acuarela y acrílicos, ha realizado mu-

chos decorados e inventado muchos aparatos, como pantógrafos y proyectores que diseñaba y fabricaba con sus alumnos, quienes luego los utilizaban. Compartió sus conocimientos en tres o cuatro escuelas Normales: «Mi trabajo era enseñarlos a enseñar pintura, escultura, decoración, murales; técnicas diversas como la encáustica, que nadie conoce». Esa técnica consiste en aprovechar el calor como elemento indispensable, se lleva a cabo

con soplete o cautín: «Es una especie de pintura rupestre, técnica ancestral que se perdió», describe el artista. Entre sus alumnos más conocidos están el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa -con quien no existe parentesco alguno-, el ex candidato presidencial y ex gobernador de Sinaloa, Francisco Labastida Ochoa, y su hermano Jaime. Se considera un afortunado de haber nacido en esta entidad, donde los españoles encontraron

una tierra fértil en cuestiones artísticas, «Michoacán con Puebla se daban el quien vive en diversos campos artísticos, ambos estados son veneros importantes para lo que los conquistadores traían desde Europa en música, poesía, pintura, escultura, de todo», esa riqueza artística se puede ver en las comunidades indígenas michoacanas, sostiene. Antes que pintor, escultor y restaurador, Nicolás de la Torre se cataloga docente: «Mi vida se


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Sus obras son muy variadas, desde acuarelas, acrílicos, y decorados hasta diseñar y fabricar junto con sus alumnos aparatos como pantógrafos y proyectores.

Agresión.

La conciencia y los instintos, autorretrato.

El endemoniado gadareno.

Eclipse de sol.

Este cuadro representa una imagen que le quedó grabada al maestro Nicolás de la Torre cuando su canario escapa de la jaula y el gato lo atrapa sin matarlo para regresarlo.

desarrolló como maestro que enseña, en eso me especialicé», lo cual atribuye a los extraordinarios maestros que tuvo en la práctica, como el director del Centro Cultural Noroeste, ubicado en Sinaloa, quien se preocupó porque el maestro en ciernes aprendiera a dar bien clases: «Gracias a él me aficioné a impartir mis conocimientos», menciona el ex carpintero y ebanista. De ahí se vino a estudiar Historia y otras especialidades para

poder inculcar debidamente a sus alumnos. También impartió conferencias de arte en diversas ciudades de la República, su fuerte es la historia de la pintura y la escultura, hablando sobre todo de técnicas extintas o en proceso de desaparecer, «entonces me hice maestro más que artista, pero la obra en sí me defiende y dice que sí, que ya hice un nombre en el mundo de las artes», explica. Nicolás de la Torre se autodefine como un acuarelista por ne-

Alegoría de agradecimiento a Morelos ya que por él, Morelia es conocida como La Ciudad de las Canteras Rosas.

cesidad; la acuarela es muy rápida y él no tenía tiempo para pintar cuadros grandes o cosas de mayor tamaño, pintaba de carrera, en ratos libres o durante la clase con un alumno o alumna como inspiración. «La pintura era como un descanso, un remanso en el desierto que me hizo maestro por necesidad y por gusto». Eran tantas las horas de clase que constantemente desayunaba, comía y cenaba en la escuela; no era raro tomar sus alimentos

Templo del Carmen.

durante la clase, esa situación lo llevó a ser un acuarelista con más de tres mil obras, de las que, solamente de Morelia, contabiliza mil 100. Ha pintado todos los rincones de la capital michoacana y planea hacer un libro con el tema de Morelia en acuarela, que incluirá «por lo menos» más de 100 obras, las más representativas; el proyecto ya está muy avanzado, falta darle la forma definitiva, asegura. Pero también ha recorrido las costas del país plasmando

bellos paisajes en acuarela, aprovechaba sus viajes a lugares donde exhibía sus obras para crear más. Sus alumnos se cuentan por miles: en La Huerta atendió durante seis años a más de 20 grupos de secundaria y Normal, grupos de las escuelas Normales, de los colegios Anáhuac y Motolinía, secundaria y prepa en el Colegio Valladolid, 25 años en cada escuela y otros cinco en Los Mo-

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FOTOS SALVADOR JIMÉNEZ.

En su domicilio tiene una galeria de arte donde expone parte de su obra y algunos trabajos de sus alumnos.

«Mi vida se desarrolló como maestro que enseña, en eso me especialicé»:

Las viejas conciencias.

Nicolás de la Torre.

Esculturadel maestro Nicolás de la Torre elaborada por su hijo Ángel de la Torre.

Por bulerías, el sentido.

VIENE DE LA PÁGINA 5 chis, Sinaloa; siete años continuos compartió sus conocimientos en el hoy extinto Instituto de Capacitación del Magisterio Estatal (ICME), al que acudían maestros de los municipios y otras entidades del país a capacitarse para obtener su título profesional, así como sacerdotes, monjas, arquitectos y otros profesionistas, sin dejar de mencionar a alumnos particulares. La cifra sigue creciendo, pues aún da clases, muchas veces sin cobrar un centavo; lle-

no de vitalidad, el maestro continúa aprovechando los recesos escolares para crear arte. Nunca ha trabajado con la idea de ganar reconocimientos, «ni siquiera por sueldo, siempre fue por deseo, por gusto, algunos pagaban sus clases, otros no»; jamás De la Torre Calderón condicionó el pago de una cuota para impartir clases, es más, en el Club Arca y en una Escuela de Arte Popular no cobraba un centavo, era una escuela que «hacía mucho ruido»

dado que montaban exposiciones cada domingo. Recuerda que cuando era joven y asistía a clases en la Escuela Popular de Bellas Artes, en su querida Morelia, De la Torre recogía los tubos de pintura que sus compañeros desechaban, «con los sobrantes hacía maravillas en mis cuadros». Los temas de sus creaciones en óleo, acrílico y acuarela, la gran mayoría en ésta última técnica, van desde la representación de

bellos paisajes naturales del estado de Michoacán, pueblos pintorescos y llamativos jacales, templos, plazuelas, jardines, playas, fuentes, edificios históricos, personajes importantes, además de diversos autorretratos; aborda con matices surrealistas temas de denuncia en torno a la problemática social, como el aborto, el anarquismo, la injusticia y el abuso, como el que se dio por parte del ambulantaje que se estableció en el primer cuadro de Morelia du-

rante las dos últimas décadas del siglo pasado. La pintura ha sido inspiración principal y actividad central del artista; la escultura lo ha inspirado a crear espléndidas tallas en madera de distintas variedades y características, como la escultura de 225 centímetros que representa a San Lucas, y que en 1999 realizó a petición de clérigos de la cúpula católica de Tiquicheo, Michoacán. También trabaja el yeso y el vaciado en bronce.


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La trascendental trayectoria del maestro Nicolás de la Torre Calderón nos llevó a retratarlo en estas páginas como una especie de homenaje al decano pintor y escultor.

Negrita en madera de parota.

Madonna, madera caoba de 60 centimetros.

FOTOS:SALVADOR JIMÉNEZ

FOTO:SALVADOR JIMÉNEZ

Mural dentro de la casa del maestro Nicolás de la Torre.

Mujer agazapada en madera de tepehuaje.

Su última exposición es muy reciente y tuvo lugar durante la primera quincena de diciembre en la Casa Natal de Morelos, donde Nicolás de la Torre exhibió algunas de trabajos de restauración. Sobre la obra del maestro De la Torre en el terreno de la escultura, María del Rosario Zamudio Zavala escribió en la edición Artes Visuales, una compilación impresa por la Secretaría de Cultura de Michoacán, dedicada a los ganadores del Premio Eréndira del 2005 al 2012: «Podemos definir que su des-

acérrimo buscador de la belleza de su tierra, Michoacán, cuyos rincones en toda su geografía siguen siendo fuente inagotable para perpetuar sus encantos y sus atractivos». Tras un autoanálisis, el maestro asegura que él ha destacado como personalidad, pero considera a su hijo Martín de la Torre Vega un artista que merece el Récord Guinness como muralista; ningún pintor famoso de México, Italia, Francia u otros países ha pintado más de 50 murales, en tanto, Martín lleva 240

treza y experiencia en las artes plásticas acusan un valor estético históricamente configurado, encaminado a difundir el arte como forma particular y circunscrita dentro del discurso cultural costumbrista y emblemático por un lado, y por otro, adaptando temáticas muy personales llevadas al simbolismo, a lo metafórico, a lo ilusorio, donde es posible apreciar un depurado empleo y dominio de las técnicas aplicadas». Zamudio Zavala describe a Nicolás de la Torre como «un

murales en el país y otras naciones, como España, Canadá, Estados Unidos, Chile y otros lugares, en México no hay un estado que no tenga un mural de él. «Igual que yo, no cobra, nada más que le paguen los gastos y hospedaje», ahora se encuentra en Los Cabos, Baja California Sur, realizando unos murales. «Es el alumno más destacado», admite Nicolás de la Torre. Su obra motivó que lo buscaran para que impartiera clases, empezó en la Escuela Mariano Elizaga, luego la Secretaría de

Educación le otorgó una plaza y se fue, recién casado, a la población de Atequiza, Jalisco, donde empezó su carrera pintando murales en su escuela. Además de pintor y escultor, De la Torre Vega es pedagogo, psicólogo y literato, hace poesía y compone canciones, encuadra perfectamente en aquel dicho: «De músico, poeta y loco, todos tenemos un poco», dice De la Torre Calderón entre risas. «Pero Martín tiene mucho», señala orgulloso, cerrando la edificante charla.

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EL MAJESTUOSO

ACUEDUCTO DE MORELIA Es uno de los elementos arquitectónicos más representativos de la ciudad de Morelia, la imagen del Acueducto forma parte del diseño de los billetes de cincuenta pesos. S ALVADOR JIMÉNEZ El majestuoso Acueducto de la ciudad de Morelia es considerado por muchos la construcción civil más importante de la antigua Valladolid. Lo que bien es cierto es que se trata de una de las joyas arquitectónicas que dan identidad a la capital michoacana; consta de 234 arcos de medio punto con una altura máxima de 10.30 metros, es obra de la ingeniería hidráulica novohispana, diseñada con base en los acueductos romanos, esta obra fue edificada en cantera rosa y presenta el estilo barroco del siglo XVIII, característico de la antigua Valladolid. El Acueducto fue construido en 1785 por mandato de fray Antonio de San Miguel, quien emitió un decreto el 21 de octubre de ese año; inicialmente la estructura sirvió para proveer agua a las fuentes y conventos del área central de la entonces ciudad de Valladolid, donde la labor de abastecimiento del vital elemento daba empleo a los indígenas de la región. En total se edificaron 253 arcos de mampostería. El primer Acueducto que tuvo la ciudad data de 1549, estaba sostenido por horcones o terraplenes sobre los que se apoyaban las «canoas» de madera unidas por clavos o cuñas de tejamanil, éstas servían para transportar el líquido hasta la ciudad desde las afueras en la serranía oriental. Sin embargo, esta obra tuvo problemas constantes ya que debido a su estructura algunas partes tenían que repararse constantemente. Como alternativa de solución a las constantes reparaciones, que interrumpían la llegada del agua a la ciudad, se edificaron los arcos actuales, son los únicos que se conserva del Acueducto original que tenía aproximadamente siete kilómetros de longitud, hasta alcanzar la zona central de Vallado-

De los 253 arcos con que contaba el Acueducto originalmente, hoy existen 234.

FOTOS: SALVADOR JIMÉNEZ

construidas en materiales distintos que parten desde su punto de toma del líquido, ubicado en los manantiales que se localizan en la región conocida por lo morelianos como Los Filtros Viejos, hasta llegar a la ciudad, en la calle Aquiles Serdán, para su distribución y consumo. Después de llegar al depósito receptor el agua se repartía al centro de la ciudad y los barrios circundantes, esto se hacía a través de una red de tuberías subterráneas de barro que surtían 30 fuentes públicas, de donde los vallisoletanos la recogían en recipientes para llevarla a sus hogares, el vital líquido también se suministraba a fuentes privadas de conventos y algunas residencias particulares. Las fuentes que se ubican actualmente en las plazas públicas del Centro Histórico de Morelia son en su mayoría de finales del siglo XIX tras la remodelación de los lugares. La mayoría de las fuentes que se hallaban en patios ajardinados fueron retiradas para acondicionar patios con pavimento de cantera.

ESTADO ACTUAL DEL ACUEDUCTO

Parte del Acueducto atraviesa la Avenida Madero, embelleciendo el paisaje urbano de la ciudad de Morelia.

lid, conocida hoy como Centro Histórico de Morelia, desde donde el agua, ya entubada, se distribuía hacia las fuentes de las principales plazas. El Acueducto que conocemos los morelianos y admiran los visitantes en la actualidad, funcionó hasta 1910, fecha en que se puso en marcha un nuevo sistema de distribución de agua en La Ciu-

dad de Las Canteras Rosas. La forma y obra actual del Acueducto precede a otro que se erigió entre los años de 1728 y 1730, del que una parte se deterioró y sufrió el derrumbe de algunos arcos, se sabe que fue reconstruida gran parte de ésta en el año de 1785, cuando fray Antonio de San Miguel promulgó el edicto que dio origen al actual. Su última

restauración se remonta a 1998, la iluminación que hoy hace resaltar al monumento arquitectónico muestra la magnificencia de la arquitectura colonial con que cuenta la capital michoacana. En la plena época de funcionamiento del actual Acueducto, finales del siglo XVIII, el sistema de conducción acuífera estaba compuesto por cuatro secciones

De los 253 arcos con que contaba el Acueducto originalmente hoy existen 234 perfectamente visibles, pues 19 de ellos se han hundido con el paso del tiempo y a causa de su propio peso. Los arcos son de diversos tamaños, la mayoría son de medio punto y algunos de ellos son arcos rebajados. La extensión actual del Acueducto es de mil 810 metros, de los dos mil 10 metros que tuvo inicialmente. Su altura máxima es de 10.30 metros, los arcos de mayor altura se ubican junto al Templo de Lourdes, frente a la Fuente de Las Tarascas.

FONDO: CUADRO EN ACUARELA DE NICOLÁS DE LA TORRE


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